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Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. 
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Sinopsis 
Un perro loco, un torpe veterinario, un tipo desnudo en la piscina, y un mes 
en la California que cambia la vida, para hacer amigos, enamorarse y 
cambiar el destino. ¿A quién se le paga por pasear a un perro y recostarse 
junto a la piscina todo el día? A Sydney Montgomery, aspirante a curadora 
de museo y cuidadora profesional de casas. Solo a ella. 
Cuando su tía y su tío necesitan una cuidadora de casas y una niñera de 
perros durante treinta días en Palo Alto, Sydney no puede rechazar la 
oportunidad de estar más cerca de su hermana en Los Ángeles. Dentro de 
las veinticuatro horas de su llegada, Sydney está limpiando caca de perro, 
llevando a un perro que no coopera con un veterinario apuesto pero 
torpe, y siendo rescatada del fondo de la piscina por un "chico de la 
piscina" desnudo. 
Lautner, "el chico de la piscina", tiene un cuerpo caliente y una 
personalidad genial. Con ojos azul océano fluorescente, es hipnotizante, 
sexy y adictivo. Lo que no es, el tipo de la piscina. 
El Dr. Lautner Sullivan es un residente universitario que se volvió residente 
pediátrico. Sabe cómo cortejar a una mujer con flores, pasteles y té dulce. 
Lautner es el sueño de todas las chicas, pero Sydney no es todas las chicas. 
Ella es inmune al arco iris, a los cuentos de hadas, al polvo de hadas y a la 
palabra con "A". La atracción es inmediata, la amistad se gana, y el amor 
es innegable. Treinta días es para siempre, pero para siempre no es 
suficiente. 
¡Una novela de romance contemporánea independiente! 
* Este libro contiene situaciones de adultos y contenido explícito 17+ 
 
 
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Índice 
 Prólogo Capítulo 30 
Capítulo 1 Capítulo 31 
Capítulo 2 Capítulo 32 
Capítulo 3 Capítulo 33 
Capítulo 4 Capítulo 34 
Capítulo 5 Capítulo 35 
Capítulo 6 Capítulo 36 
Capítulo 7 Epílogo 
Capítulo 8 
Capítulo 9 
Capítulo 10 
Capítulo 11 
Capítulo 12 
Capítulo 13 
Capítulo 14 
Capítulo 15 
Capítulo 16 
Capítulo 17 
Capítulo 18 
Capítulo 19 
Capítulo 20 
Capítulo 21 
Capítulo 22 
Capítulo 23 
Capítulo 24 
Capítulo 25 
Capítulo 26 
Capitulo 27 
Capítulo 28 
 
 
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Capítulo 29 
 
Prólogo 
La boda 
Un millón de capas de tul engullen mi cuerpo de metro y medio y 
cincuenta kilos. Me pregunto cuántos novios se pierden la noche de bodas 
buscando a sus novias bajo un vestido inspirado en el cuento de la 
Cenicienta. Mis pechos y mis costillas protestan porque el peso de esta 
bestia sin tirantes exige su soporte completo durante las próximas cinco 
horas o más. Largos rizos oscuros sujetos a un lado caen en cascada por mi 
hombro. Dulces aromas florales se mezclan en el aire por mi ramo de rosas 
rosado claro y el rocío corporal de lavanda aún fresco sobre mi piel. 
Un golpe en la puerta me sobresalta de mi abatida evaluación del 
reflejo en el espejo. 
—Adelante —llamo. 
—Oh, Sam, te ves increíble. —La mano de mi hermana descansa 
sobre su pecho mientras su boca abierta rezuma celos dentro de mi 
conciencia reprimiéndome con una firme bofetada de culpa. 
Este es el sueño de toda chica: el vestido, el apuesto novio, el centro 
de atención. Solo pocas mujeres están genéticamente ausentes del gen 
de cuento de hadas. Ese es el raro y exclusivo grupo al que pertenezco. 
—Gracias, Avery —murmuro, centrándome en su mirada azul acuosa 
en el espejo. 
 
 
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—Desearía que mamá estuviera aquí para verte. —Su boca se 
hunde en un ceño fruncido. 
 
 
Las palabras de Avery me llevan de regreso a cuando tenía trece 
años. No es que esas mismas palabras no hayan pasado por mi mente hoy, 
pero Avery lo dice todo el tiempo. "Ojalá mamá estuviera viendo esta 
película con nosotras. Ojalá mamá pudiera probar esta increíble sopa. 
Ojalá mamá pudiera escuchar esta canción”. 
Lo entiendo. Realmente lo hago. Avery es dos años más joven que 
yo, pero se sienten como diez. Incluso hoy, ella todavía me recuerda a la 
hija de ocho años perdida sin su madre, nuestra madre. Los recuerdos 
frágiles de sentirme dependiente de mi madre son manchas de arena que 
se desvanecen de un reloj de arena en mi mente. Eso es lo que hace el dar 
el salto emocional de los diez a los catorce en cuestión de semanas para 
llenar ese vacío de "madre". 
Agarrando dos puños llenos de tul, levanto mi vestido y me giro hacia 
ella. 
—Ella está aquí. Estoy mirándola ahora. —Los largos rizos rubios Barbie 
de Avery y sus descoloridos ojos azules tienen un parecido fantasmal con 
nuestra madre. Conforta mi corazón y dibuja en mis labios una sonrisa. 
—¡Oh, Sydney! —Mientras las lágrimas llenan sus ojos, ella viene hacia 
mí con los brazos abiertos y la fragilidad infantil. 
¡Mierda! Avery solo me llama por mi nombre cuando quiere ser 
mimada. 
—Uh, uh, uh... —levanto mis palmas para bloquear su 
acercamiento—... vestido blanco, velo blanco... retrocede lejos de la 
novia. 
Avery se detiene abruptamente. Su rostro afligido se funde en una 
sonrisa suave mientras se frota las comisuras de los ojos con los dedos. 
—Lo siento. Siempre sabes cómo decir lo correcto en el momento 
adecuado —dice mientras juguetea con sus pendientes de lágrima de 
diamantes. 
Ofreciendo mi mano, ella la mira por un momento antes de tomarla. 
Apretando, miro esos ojos azules, labios carnosos y cabello rubio recogido 
con unos rizos en espiral que enmarcan elegantemente su rostro. No lo diré 
en voz alta, pero también lo estoy pensando. Dios, te extraño, mamá. 
—Te ves hermosa, hermanita —le susurro. 
 
 
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Su sonrisa exuberante y llena de dientes se refleja en sus ojos. 
—Gracias, amo mi vestido. —Al soltar mi mano, se da vuelta con su 
vestido de sirena de tafetán púrpura pálido. 
—Deberías, ya que lo elegiste —murmuro sin ninguna respuesta de 
ella. 
—¿Chica de las flores? —pregunto con las cejas levantadas. 
—Persiguiendo al portador del anillo detrás de la iglesia... o tal vez 
sea al revés —comenta Avery con un encogimiento de hombros. 
Retrocediendo hacia el espejo, tomo una respiración profunda y 
exhalo lentamente. 
—Voy a ver cómo está tu novio. —Avery abre la puerta, pero hace 
una pausa y se da la vuelta con una sonrisa tranquilizadora—. Él es único, 
Sam. Guapo, amable... y Dios, te ama mucho. Es el destino. 
La puerta se cierra. Destino. La palabra hace eco en el aire. 
¿Existe tal cosa como el destino? 
 
 
 
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Palo Alto 
¡Mierda! Está en todas partes y apenas llevo aquí tres horas. Gracias 
a Dios que está contenido en los pisos de madera. Me esfuerzo por 
encontrar una bolsa de basura en la despensa mientras suena mi teléfono. 
Deslizándolo del bolsillo trasero de mis pantalones cortos de mezclilla, 
deslizo mi dedo por la pantalla. 
—¿Hola? 
—¿Sydney? —Suena una voz desconocida de mujer. 
—Sí —confirmo con el teléfono sujeto contra mi oreja con mi hombro 
mientras abro la bolsa de basura. 
—Es Kimberly de la oficina del Dr. Abbott, devolviéndote la llamada. 
Mientas paso por delante de las puertas de vidrio del patio, me 
encuentro con dos ojos azul grisáceo en el otro lado siguiendo cada uno 
de mis movimientos. Entrecerrando los ojos e hirviendo de desprecio, sigo 
con la primera pila de mierda humeante. 
—Oh, sí, gracias por devolverme la llamada. Estoy cuidando la casa 
y el perro de mi tío y mi tía, Trevor y Elizabeth Worthington. Su perro... uh…—Swarley. 
—Sí, Swarley ha estado cag…, quiero decir, dejando caca en todas 
partes desde que se fueron temprano esta mañana. 
—Él podría estar nervioso o aprensivo por su partida. Los perros 
perciben más de lo que pensamos. Son mucho más inteligentes de lo que 
les damos crédito. 
Sí, ¡este perro es realmente inteligente! 
 
 
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—De todos modos, el Dr. Abbott tiene una vacante a la una en 
punto si quieres traer a Swarley solo para asegurarte de que no sea nada 
grave. 
El olor a alcantarilla que flota cerca de mi nariz me obliga a contener 
la respiración mientras me apresuro a envolver mi mano en toallas de 
papel y limpiar el desastre. 
—A la una, gracias. Nos vemos entonces. —El mordaz olor me roba la 
voz. 
*** 
 
Cuidar la casa es un gran trabajo interino, especialmente para 
alguien con una licenciatura en historia del arte. Cuidar mascotas... no tan 
glamoroso, pero viene con el territorio. Mi sueño de ser curadora de museo 
será un largo viaje. Es virtualmente imposible conseguir una oferta sin una 
maestría, y realmente, se prefiere un doctorado, especialmente entre los 
museos más grandes y prestigiosos. Sintiéndome en quiebra y 
ahogándome en deudas desde la graduación, he decidido trabajar unos 
años antes de completar mis estudios. Sin embargo, si continúo 
metiéndome en este tipo de "mierda", posiblemente decida vender mi 
cuerpo en lugar de mi tiempo. 
Los primeros trabajos que tomé fueron en el Medio Oeste, a una 
distancia manejable desde donde crecí en Rock Island, Illinois. Después de 
depositar algo de efectivo, obtuve mi pasaporte y solicité posiciones en el 
extranjero. Durante el año pasado viajé a Río de Janeiro, Qatar, Irlanda, 
Australia y el Reino Unido. Visito todos los museos que puedo y sueño con 
algún día ser la persona afortunada a cargo de supervisar todo. Es una 
posibilidad remota, en el mejor de los casos, pero una chica puede tener 
esperanza. 
 Cuando Avery tomó un trabajo en L.A. como masajista, decidí 
buscar algo en la costa oeste para poder vernos durante el verano. Según 
el destino, la hermana de nuestro padre y su esposo, que viven en Palo 
Alto, decidieron viajar a Europa en junio. Estaban encantados de escuchar 
que estaba disponible para cuidarles la casa y vigilar a su nuevo perro. Se 
trata de una unidad a cinco horas y media de L.A., pero al menos Avery y 
yo estamos en la misma zona horaria. 
—¡Entra, Swarley! —Mantengo abierta la puerta trasera de la 
Escalade blanca de Elizabeth y Trevor. 
Su Weimaranier de dos años es exasperante y nos conocemos desde 
hace menos de veinticuatro horas. Va a ser un mes largo. 
Miro la hora en mi teléfono: 12:45 p.m. 
 
 
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—¡Uf! Eres un perro terco, entra. —Me acerco y le doy un abrazo de 
oso a su cuerpo, rezando porque nada salga de su trasero mientras lo 
empujo al asiento trasero. Después de otros cinco minutos de lucha 
tratando de pasar el cinturón de seguridad a través de su arnés, nos vamos 
al veterinario. 
Veo otros dos automóviles en el estacionamiento, así que espero que 
no tengamos que esperar mucho. En el momento en que desabrocho a 
Swarley, él se sale del asiento trasero tratando de arrancarme el brazo 
mientras la correa se enrosca alrededor de mi muñeca. 
—¡Swarley! ¡Maldita sea, detente! —Me arrastra por la hierba a lo 
largo del costado del edificio. Creo que está persiguiendo a una ardilla o 
un pájaro. Demonios, podría estar persiguiendo su cola por lo que sé. Estoy 
demasiado ocupada tratando de evitar todas las minas de tierra 
humeantes. ¿Qué pasó con la costumbre de recoger la mierda de los 
perros? 
Swarley se detiene para levantar su pierna hacia un árbol, dándome 
un respiro. Extrayendo la correa embebida de mi piel, me trago las ganas 
de estrangular su cuello. 
—¡Vamos! —Levanto su correa. 
Al acercarse a la puerta, mi rostro se arruga. No estoy segura de si 
estoy oliendo algo nuevo o si el olor acre de esta mañana aún persiste en 
mi nariz. Agarrando la manija de la puerta para mantener el equilibrio, 
levanto mi pie derecho para inspeccionar la parte inferior de mi zapato. 
Limpio. levanto el izquierdo. 
—¡Mierda! 
Literalmente, por todo el fondo de mi sandalia. Swarley tira de la 
correa, poniéndose necio, así que me quito la sandalia y lo llevo adentro. 
—¡Swarley! —La mujer detrás del escritorio vitorea mientras salta a 
saludarnos, bueno... a él—. Debes ser Sydney. Soy Kimberly, hablamos por 
teléfono. 
—Sí, hola. —Sonrío. 
—Vamos adentro. El Dr. Abbott está por terminar. No debería tardar 
demasiado. —Kimberly nos acompaña a una sala de examen—. Toma 
asiento. Haré pesar a Swarley y lo traeré de vuelta. 
Se lo lleva mientras yo me siento en un pequeño sillón junto a la 
ventana que da al patio de la basura. Mirándome a los pies, me doy 
cuenta de lo ridícula que me veo con una sola sandalia. ¿Me veré mejor 
sin zapatos? Estar descalza dice que soy una de esas personas sucias y 
raras que nunca usan zapatos. Un zapato dice que, o perdí mi otro zapato 
 
 
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o pisé mierda de perro. Cualquiera de las explicaciones es factible. 
Después de todo, he perdido la cuenta de cuántas veces he conducido 
por la calle y visto solo un zapato en el medio de la carretera. Es una 
evidencia sólida de que hay toda una población de personas corriendo 
con un solo zapato. Supongo que esos serán de ciclistas o motociclistas 
que perdieron sus zapatos. Es demasiado inverosímil pensar que traje a 
Swarley al veterinario en una Harley o Schwinn, así que creo que me 
quedaré con la Opción B: la mierda pasa. 
—Aquí vamos —anuncia Kimberly mientras guía a Swarley de vuelta 
a la habitación. 
Siguiéndola a través de la puerta está el Dr. Buenazo, Veterinario. 
Una espesa mata de cabello oscuro roza sus cejas justo por encima de los 
ricos ojos marrón claro que se arrugan en las esquinas, haciendo juego con 
su brillante sonrisa amistosa. Pantalones negros de ajuste perfecto cuelgan 
de su alto y delgado cuerpo. La camisa de botones gris claro debajo de su 
bata de laboratorio blanca expone una provocación de vello oscuro en el 
pecho donde los botones superiores están abiertos casualmente. Swarley 
le da un amable saludo a su entrepierna mientras el veterinario me ofrece 
su mano. 
—Buenas tardes, soy el Dr. Abbott... o... Dane. —Sus dedos largos son 
cálidos y su agarre es nerviosamente firme. 
—Sydney, y creo que ya conoces… —Intento ocultar mi sonrisa, 
gesticulando hacia Swarley quien continúa dando un rudo olisqueo a la 
entrepierna del Dr. Abbott. 
—Swarley. Sí, lo he estado viendo desde que era cachorro. 
La atracción magnética de Swarley hacia cierta entrepierna distrae. 
Aunque no es mi perro, y estoy segura de que el Dr. Abbott está 
acostumbrado, siento la necesidad de explicar su comportamiento. 
—Debe pensar que tienes una gran pieza de carne allí. 
Las palabras salen de mi boca y mi cerebro -que aparentemente 
tiene una demora de dos segundos- se pone al corriente mientras me 
pongo color carmesí. El Dr. Abbott está visiblemente avergonzado por mi 
comentario porque el color de su rostro refleja el mío mientras desvía la 
mirada hacia la tabla que sostiene. Kimberly tose y nos da la espalda. Es 
obvio que también está tratando de sofocar su reacción. 
—¡Oh Dios mío! No quise decir... o lo que quise decir… —Swarley 
tiene diarrea en el culo y yo tengo diarrea en la boca. ¿Podría empeorar 
este día? 
—Sídney, está bien —se recupera con rápida compostura—. Cuánto 
tiempo Swarley ha… —Hace una pausa y noto que está mirando mis pies. 
 
 
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Sí, este día acaba de empeorar. Muevo los dedos de los pies y cubro 
el descalzo con el que tiene sandalia. 
El Dr. Abbott sonríe y sus ojos se encuentran con los míos. Exuda una 
sutil timidez que supongo está enmascarada por su autoridad de bata 
blanca y el Dr. antes de su nombre. 
—¿Cuándo comenzó Swarley a tener diarrea? —preguntacon una 
sonrisa genuina. 
—Esta mañana. Llegué tarde anoche, pero no conocí a Swarley 
hasta que esta mañana temprano, Elizabeth y Trevor se marcharon. No 
mencionaron que tuviera ningún problema, así que supongo que ha sido 
solo hoy. 
—¿Trajiste una muestra de heces? —pregunta, anotando algunas 
cosas en la tabla. 
—Mmm no. Lo siento. 
—Está bien. Voy a hacerle un examen rápido, pero lo más probable 
es que sea solo un caso de nervios y ansiedad. Que yo sepa, por lo general 
él sigue un estricto horario de alimentación, así que dudo que sea algo que 
haya comido. 
Asiento y observo mientras el Dr. Abbott guía a Swarley hacia una 
mesa elevadora hidráulica. Kimberly lo pone en una especie de 
agarradera mientras el buen doctor hace su examen. 
—Todo se ve bien. Asegúrate de que tenga agua y mantenlo 
alejado de la comida hasta mañana. Tal vez para entonces se asentará. Si 
persiste o empeora, llama a la oficina. De hecho, podría pasar durante mi 
trote por la mañana y ver cómo está. 
 Kimberly levanta una ceja en su dirección. Está toqueteando la 
tabla con su pluma. 
—Oh, eso no es... necesario. Quiero decir, solo llamaré si hay algún 
problema. No hay necesidad de que se desvíe. 
—En realidad, no lo hago. En verdad troto por allí todas las mañanas. 
Vivo a apenas unas cuadras. 
Pasa los dedos por su cabello y baja la mirada a sus pies, pasando su 
peso de uno al otro. ¡Santa mierda! Está coqueteando conmigo y Kimberly 
está tan babeada por él. 
—Si tiene tiempo, pero en realidad, no se desvíe. —Sonrío mientras lo 
miro. 
Mira mis pies otra vez. Doblo mi rodilla y escondo mi pie descalzo 
detrás de la otra pierna mientras me encojo de hombros. 
 
 
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—Pisé mier… popó afuera. 
—Oh, ¿dónde lo dejaste? 
—Afuera. 
—Kimberly terminará la documentación e incluirá la factura en la 
cuenta de los Worthington. Haré que limpien tu zapato. 
—¿Qué? ¡No! 
Levanta la mano y niega con la cabeza. 
—Insisto. Es lo menos que puedo hacer. Creo que tienes las manos 
bastante llenas con este tipo. —Rasca a Swarley detrás de las orejas—. 
Regresaré en unos minutos. 
Él se va y miro a Kimberly mientras llena algunos papeles. 
—¿El Dr. Abbott es tan amable con todos? 
Ella sonríe, pero no levanta la vista. 
—¿Amable? Sí. ¿Pero si preguntas si rutinariamente limpia la mierda 
de los zapatos? No. 
Kimberly se pone el cabello castaño largo hasta la barbilla detrás de 
la oreja. Parece tener unos cuarenta, pero no soy el mejor juez de edad. 
—Si tu próxima pregunta es si el Dr. Abbott está casado o no, la 
respuesta es no. 
Ahora estoy oficialmente incómoda y tan ansiosa como este perro 
necio por salir de aquí. 
—Eso es interesante, pero no iba a preguntar. No vivo por aquí y me 
voy en un mes. Créeme, no estoy buscando... —Mis pensamientos se 
desvanecen. ¿Buscando qué? ¿Romance? ¿Una cita? ¿Sexo? 
—Como digas. Pero realmente sería un buen prospecto. 
 La tensión nerviosa está creciendo. Esta visita es por Swarley, no 
para encontrar un arreglo para mi inexistente vida social. Giro mi largo 
cabello castaño oscuro alrededor de mi dedo mientras el Dr. Abbott 
regresa con mi sandalia. 
—Bien, como nueva. —Me la entrega. 
—Gracias, eh... realmente no era necesario, pero gracias, Dr. Abbott. 
—Me inclino y me la pongo. Poniéndome de pie, noto que el señor Buen 
Prospecto me está mirando, pero no a los ojos. 
Me aclaro la garganta y su mirada encuentra la mía otra vez. 
 —Oh, um, es un placer, y llámame Dane. Hasta mañana. —Asiente y 
se hace a un lado. 
 
 
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Swarley no pierde el tiempo arrastrándome de vuelta a la sala de 
espera. Antes de abrir la puerta, miro hacia atrás y me despido. 
—Gracias de nuevo, adiós. 
Salimos del estacionamiento, mi mente tambaleándose. Hasta 
mañana. ¿Quién dice eso? 
*** 
 
Al mirar al reloj de la cocina, me doy cuenta de que han pasado 
más de cinco horas desde la última vez que Swarley soltó los chorros. Está 
descansando en su lujosa cama de “soy el perro más mimado en el 
mundo” frente a la mesa de café en la sala de estar. Elizabeth y Trevor no 
tienen hijos y eso se nota en su inmaculada casa. Es espaciosa, pero no 
abrumadora como algunas en las que me he alojado. El piso principal 
tiene un vestíbulo abierto con un comedor formal en un lado y una oficina 
en el otro. Todos los pisos son de madera o azulejos, con grandes alfombras 
de lana tradicionales en cada habitación. 
 Las paredes oscuras en tonos tierra no son como las que recuerdo 
en nuestra casa cuando era más joven. Les faltan los dibujos artísticos con 
crayones y las obras maestras en rotuladores grabadas en la mitad inferior. 
Las amplias y blancas puertas arqueadas están libres de abolladuras y 
arañazos causados por colisiones con juguetes con ruedas y partes 
metálicas. 
 En la parte trasera de la casa hay una cocina y una gran 
combinación de habitaciones que da a mi parte favorita de la casa: una 
enorme cubierta y una gran piscina rectangular. Esta no es una terraza 
promedio. Tiene una bañera de hidromasaje en un lado y una zona de bar 
al aire libre cubierta de pérgola con una gran parrillera de acero 
inoxidable y horno de pizza cubierto de piedra en el otro. 
Avery se volverá loca cuando venga de visita. Esta es nuestra 
primera vez en la nueva casa de Elizabeth y Trevor aquí en Palo Alto. 
También es mi primera vez cuidando la casa de un familiar. Ya puedo 
vernos descansando junto a la piscina, bebiendo margaritas y escuchando 
música que fluye de los parlantes al aire libre. 
 Son casi las cuatro en punto. Abro la puerta del refrigerador para 
tomar un té helado y suena el timbre de la puerta. Dirigiéndome hacia la 
entrada, veo a través de las ventanas a un tipo con el cabello rubio corto y 
dorado de pie con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones 
cargo color caqui. Lleva una camiseta roja de Stanford que parece 
demasiado pequeña, pero por la forma en que abraza sus brazos y su 
pecho definidos, me resulta difícil desear que fuera del tamaño correcto. 
 
 
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 No espero a nadie hoy, pero tengo un vago recuerdo de algo sobre 
un chico que vendría a revisar la piscina el miércoles. Pensé que era la 
próxima semana, pero podría estar equivocada. 
 Al abrir la puerta, los ojos azules más espectaculares enmarcados en 
largas pestañas absorben el aire de mis pulmones. 
—Hola —susurro, incapaz de encontrar mi voz completa. 
—Hola. —Arrastra la palabra en dos largas y sedosas sílabas. Ojos 
iridiscentes azul océano con la intensidad de un zafiro brillantemente 
cortado y algunas suaves manchas de nomeolvides de verano viajan por 
todo lo largo de mi cuerpo. 
Mi piel hormiguea y me siento hiper consiente de cuán cortos son mis 
vaqueros desteñidos, y no puedo recordar de qué color es el sujetador que 
llevo debajo de mi camiseta tipo tanque blanca, pero no creo que sea 
blanco. Me siento desnuda bajo su mirada mientras roza sus perfectos 
dientes blancos sobre su labio inferior provocando un enrojecimiento 
inmediato de mi piel y un poco de aturdimiento. Soy una muñeca vudú y 
con una sola mirada me está aplicando su magia negra sexual. 
 Tomando un lento y exagerado trago, cierro los ojos y niego con la 
cabeza. 
—Debes ser... ¿eh... Aaron? —Cruzo los brazos sobre mi pecho 
porque su mirada sensual tiene mis pezones en atención. 
Con la cabeza inclinada hacia un lado, su mirada audaz hace un 
recorrido hacia abajo y hacia atrás por toda la longitud de mi cuerpo. 
—El chico de la piscina, Aaron, ¿verdad? —Su silencio calculado me 
vuelve loca. 
 Me asiente lentamente. 
—El chico de la piscina. 
—Tendré que mirar el cronograma, pero estoy bastante segura de 
que se supone que no deberías estar aquí hasta el próximo miércoles. —
Jugueteo con mi cabello y me regaño internamente por mi voz 
entrecortada y mi mirada fija de niña de escuela. 
Se encoge de hombros y me muestra una inocente sonrisainfantil. 
—Supongo que debería volver la semana que viene, o podría revisar 
la piscina ahora. 
Reflejando su actitud casual, me encojo de hombros. 
—Está bien. Si no es demasiado pronto. Tú eres el experto. 
 
 
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Dando un paso atrás, le hago un gesto para que entre. Todo su rostro 
es una gran sonrisa. 
—¿No necesitas nada de tu camión? 
Pasa junto a mí y miro hacia fuera, al camino de piedra circular. 
Estacionado al final de la caminata está un Toyota 4Runner negro. 
—¿No manejas un vehículo de la compañía? 
Sin dar marcha atrás, camina a través de la cocina hacia la terraza 
como si fuera el dueño del lugar. —Es probable que los suministros hayan 
quedado allá afuera y que la camioneta del chico de la piscina se haya 
averiado —su voz hace eco. 
 Cerrando la puerta, me detengo un momento y niego con la 
cabeza. —¿Probablemente allá fuera? ¿Camioneta del chico de la 
piscina? 
Por la ventana trasera veo sus chanclas en la terraza. Mientras 
camina hacia la casa de la piscina, se quita la camisa con un solo suave 
movimiento. 
 Oh. Dulce. Infierno. 
 ¿Qué pasa con los muchachos aquí en Palo Alto? No crecen así allá 
de donde soy. Sacando mi teléfono del bolsillo trasero, llamo a Avery pero 
presiono Finalizar de inmediato. 
—No, mejor aún —me susurro con una sonrisa astuta tirando de mis 
labios. 
Cuando Aaron sale con la red limpiadora de piscinas de mango 
largo, le tomo una foto y se la envío a Avery. 
3 palabras: Mantenimiento de Piscina - 4 palabras: La vida es buena. 
 Pasan dos segundos antes de que mi teléfono vibre con un mensaje 
de texto. 
 ¡NMJ!1 
Me río y luego le devuelvo el mensaje. 
¡Jodo! 
Mi teléfono suena con "Single Ladies" de Beyonce, lo cual es 
apropiado para mi hermana amante de las fiestas. 
—¿Celosa? —Respondo. 
 
1NMJ: no me jodas. 
 
 
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—¡Sam! Oh Dios mío. Los chicos de mantenimiento de la piscina no 
se ven así en la vida real. ¿Es una broma? —Su grito entusiasta me perfora 
los oídos. 
Aaron camina con movimientos lentos y calculados alrededor de la 
piscina corriendo la red a través del agua. Irónicamente, cuando salí 
temprano el agua parecía clara, prístina y libre de insectos y hojas. 
—No lo creo, pero podría ser. Él no está realmente haciendo nada. 
¿No debería estar revisando los químicos o cambiando un filtro o algo así? 
Avery resopla. 
—¿Cómo debería saberlo? Vivo en un edificio de apartamentos con 
un chico de la piscina que se parece a Shamu. Salgo de mi camino para 
no mirar lo que está haciendo. Dile que crees que hay una película viscosa 
en el fondo de la piscina. 
—¿Qué? ¿Por qué? 
—Obvio... para que tenga que entrar y echarle un vistazo. 
Cuando Aaron rodea la esquina de la piscina, levanta la vista y me 
sonríe. Me retiro rápidamente de la ventana. 
—Uh, no creo que trajera sus bañadores. 
—¿Y? —pregunta Avery en su tono de obvio. 
—Y no va a saltar a la piscina completamente vestido. 
—O… 
—O desnudo. 
—Agh. Mi próximo cliente está aquí. Tendrás que contarme más 
tarde. Y, por cierto, liberé mi agenda por unos días a partir del viernes, para 
poder ir hasta allá y quedarme contigo. 
—¡Estupendo! Te va a encantar este lugar. Hablaré contigo más 
tarde. 
Vierto un vaso de té helado y comienzo a caminar hacia la cubierta. 
Luego me doy vuelta y sirvo otro vaso. "La hospitalidad es algo bueno", me 
digo, solo necesito convencer a la parte racional de mi cerebro. 
—¿Té? —Le ofrezco, caminando hacia la piscina. 
 Aaron coloca la red a lo largo del lado de la piscina. 
—Gracias. —La sonrisa en su rostro es sospechosa y me hace sentir 
que me estoy perdiendo una broma interna. Me quita el vaso y me muevo 
para mirarlo más de cerca porque no puedo mirarlo sin su camisa y no 
comenzar a sudar. 
 
 
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—¿Qué estás sacando? 
—Nada en realidad. Estoy revolviendo el agua —dice con 
naturalidad. 
Este chico no es real. ¿Qué quiere decir con "removiendo el agua"? 
Está tramando algo. Es obvio por qué la tía Elizabeth lo contrató. Ella debe 
limpiar apropiadamente la piscina después de que él se vaya para que 
Trevor no sospeche y despida su culo... un muy buen culo, lo confesaré. 
—¿Y por qué es necesario remover el agua? —Me giro hacia él y mis 
ojos se dirigen directamente a su amplio pecho musculoso y sus bien 
definidos abdominales besados por el sol. Dios, él es demasiado perfecto y 
yo soy... algo. ¿Distraída? ¿Mentalmente letárgica? ¿Loca? ¿Cachonda? 
¡BINGO! 
—Para que haya una consistencia uniforme de los productos 
químicos cuando pruebe el agua. 
 Tengo la boca abierta y no puedo dejar de mirarlo. Él se inclina para 
capturar físicamente mi atención. ¡Mierda! No muestro vergüenza mirando 
su pecho desnudo. 
—¿Hola? —dice, obligando a mis ojos a mirar a los suyos. 
Sacudiendo los pensamientos inapropiados de mi cabeza, tomo un 
sorbo rápido de mi bebida para ocultar mi vergüenza. 
—¿Debo volver a ponerme la camisa? 
Me atraganté con mi té. 
—No… —No puedo parar de toser—. Quiero decir… —Aclarándome 
la garganta, noto su sonrisa engreída—. Ponte la camisa o déjalo. ¿Por qué 
me importaría? 
Dios, Sydney, ¿podrías ser un desastre mayor hoy? La solapa de la 
puerta del perro me distrae. Swarley baja por la escalera de la cubierta. 
Aaron se inclina como un liniero en anticipación de su saludo 
excesivamente entusiasta. El problema es que, a medida que Swarley se 
acerca, me doy cuenta de que no apunta a Aaron. Él está buscando… 
—¡Oh, mierda! —Me catapultó hacia atrás en la piscina. 
Mi cuerpo hace su descenso al fondo mientras abro los ojos para ver 
la ampliación borrosa del chico de la piscina Sr. Sexo sobre Piernas de pie 
en el borde mirándome. Estoy considerando ver cuánto tiempo puedo 
contener la respiración. Tal vez él decida irse y yo pueda salir de las 
profundidades de mi propio infierno personal sin audiencia. 
¡Sí! Eso es. Puedo hacer esto. 
 
 
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Todavía tengo muchos records de mi carrera de natación en la 
escuela secundaria. Aguantar la respiración hasta que se vaya debería ser 
fácil. A menos que él decida ser heroico y salte para salvarme. No es un 
mal escenario tampoco. Entonces, al menos, ambos estaremos 
empapados en nuestra ropa. 
Como una balsa con goteras, libero mi aliento una burbuja a la vez y 
me siento en el fondo de la piscina. ¡Ja! Él está vaciando sus bolsillos. 
Parece que no seré la única rata ahogada. Espera. ¿Qué demonios? No, 
no lo está haciendo. Oh, querido Dios, sí lo está. Sexo sobre Piernas se 
sumerge en la piscina, sin pantalones cortos ¡ni ropa interior! Las dos 
inquietantes notas de Jaws suenan en mi cabeza mientras salgo a la 
superficie en la dirección opuesta, desesperada por alejarme de él. 
 El dulce alivio del aire que llena mis pulmones es aplastado por la 
ansiedad de ser perseguida por un extraño desnudo. 
—¡Oh Dios mío! ¿Qué estás haciendo? —Un grito frenético estalla 
con el aliento que queda en mis pulmones mientras me dirijo hacia la 
escalerilla, apenas escapando de él. Salto de la piscina con velocidad 
sobrehumana. Envolviéndome con mis brazos, corro hacia la casa de la 
piscina, mi corazón se acelera y todo mi cuerpo tiembla mientras busco a 
tientas una toalla. 
—El agua se siente genial hoy. —Su voz suena detrás de mí. 
Me giro y jadeo, con los ojos muy abiertos. Un cuerpo mojado, 
desnudo, pecaminoso como un helado de chocolate caliente me saluda 
a unos pocos metros de distancia. Con las manos en puños, sus brazos se 
cruzan casualmente en sus muñecas cubriendo parte de su basura en el 
frente. La portada perfecta para Sports Illustrated se encuentra delante de 
mí, y todo lo que quiero hacer es golpearlo en la cara para borrar su 
estúpida sonrisa. Luego, por supuesto, quiero saltar sobre él y frotar cada 
parte sensible de mi cuerpo contra el suyo, porque ahora estoy tan 
enojada y tan excitada, que necesitosumergirme en la piscina antes de 
quemarme. 
—Termina y vete —murmuro mientras le tiro una toalla y camino 
hacia la casa. En mi camino, paso a Swarley varado en una tumbona junto 
a la piscina. 
—¡Perro demonio malvado! —Le frunzo el ceño. 
*** 
 
 Con la esperanza de que él se haya ido, recojo mi largo y mojado 
cabello en una cola de caballo mientras bajo las escaleras con un par de 
pantalones cortos secos y una camiseta verde de Irlanda que dice Dublín 
 
 
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es un placer. Desafortunadamente, la camisa no imparte la suerte de los 
irlandeses. Él todavía está aquí, sentado en un taburete de la cocina. 
Viéndome aparecer, se levanta. 
—Oye, creo que empezamos mal —dice con una sonrisa de 
megavatios. 
—¿Ya acabaste? —pregunto, apoyándome en los gabinetes con la 
mano apoyada en la cadera. 
—¿Acabé? 
—¿Con la piscina? —digo con exasperación. 
Pone los ojos en blanco. 
—Claro, ya terminé. 
—¿Qué se supone que significa eso? 
Su rostro se arruga como si estuviera listo para decirme algo mientras 
mi teléfono vibra en mi bolsillo trasero. 
—¿Hola? 
—Hola, Sydney. Es Elizabeth. Acabamos de bajar del avión y quería 
asegurarme de que te aclimatases bien a la casa o saber si tienes algún 
problema con Swarley. 
—Um, Swarley tuvo algunos... eh... problemas estomacales esta 
mañana así que lo llevé con el Dr. Abbott. Él piensa que solo son nervios o 
algo así, y Swarley ha estado bien desde entonces. —Creo que es 
demasiado pronto para decirle que Swarley podría estar encadenado a 
una estaca en el patio cuando lleguen a casa. 
—Oh querida, lamento que hayas tenido que lidiar con eso, pero 
gracias. ¿Algún otro problema hasta ahora? 
—Realmente no. Aaron vino hoy a hacerle el servicio a la piscina —
digo con mis ojos entrecerrados. 
Se está mordiendo los labios, evitando el contacto visual y 
frotándose la parte posterior de su cuello. Este comportamiento es 
totalmente opuesto al chico que apareció en la puerta hace una hora. 
—¿Aaron? ¿De verdad? Se suponía que no estaría allí hasta la 
próxima semana. Pensé que todavía se estaba recuperando de su cirugía 
de derivación gástrica. El pobre tipo tiene mucho sobrepeso. Creo que es 
por eso que Trevor lo contrató. Ya sabes, amas de casa desesperadas, 
chicos de piscinas sexys. De todos modos, supongo que es una distracción 
menos que tendrás la próxima semana. Tienes nuestros números de celular. 
No dudes en llamar si tienes alguna pregunta. 
 
 
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Aaron cambia su mirada de ojos abiertos a la mía mientras escucho 
a Elizabeth y me abro paso por la cocina. Sin apartar mis ojos de él, 
alcanzo detrás de mí en cámara lenta y agarro el mango de un gran 
cuchillo de carnicero en un bloque de madera dura. 
—Gracias, Elizabeth, disfruta de tu viaje. 
Sosteniendo mi teléfono con una mano y el cuchillo con la otra para 
que pueda verlos claramente, continúo moviéndome más lejos. 
—Escucha, no sé quién diablos eres, pero te sugiero que salgas de 
aquí antes de que llame a la policía o... ¡te corte! 
Sus ojos se clavan entre los míos y el cuchillo, pero su mirada es de 
diversión con los labios curvándose en las esquinas. 
—¿Cortarme? —dice levantando una ceja. 
Agitando el cuchillo con imprudente abandono gruño. 
—Sí, te corte, te apuñalé, te castre. 
Los ojos azules entrecerrados brillando con malicia, me miran. 
—¿Castrarme? 
—¡Sí, cortar tu pene! —Hago una X en el aire con el cuchillo. 
—La castración sería eliminar mi testic… 
—¡Fuera! —Me lanzo en su dirección. 
Saltando hacia atrás, levanta sus manos. 
—Está bien, está bien, cielos, tómalo con calma. Me voy. 
Manteniéndome a una distancia segura, lo sigo hasta la puerta. Se 
cierra y con rápidos dedos cierro el cerrojo. Me congelo a media vuelta 
ante el sonido de un golpe en la ventana. Ahuecando los lados de su 
rostro, él está mirando dentro. Su sonrisa es sexy pero, dadas las 
circunstancias, un poco espeluznante. 
—¿Quieres ir a la playa mañana? 
Frunciendo el ceño, apuñalo con el cuchillo en el aire en su 
dirección. Negando con la cabeza, camina hacia su 4Runner. Espero 
hasta que se haya ido y luego me retiro a la cocina. 
 
 
 
 
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Swarley me despierta demasiado temprano. Su horario de comidas 
es adecuado para madrugadores. Algo que no soy. 
—¡Vete, perro! —gimo mientras intenta lamerme los párpados. 
Son las seis y media y el sol se asoma a través de las sombras. Extraño 
las cortinas de oscurecimiento motorizadas que he experimentado durante 
algunas de mis aventuras cuidando casas. Las cortinas transparentes aquí 
sugieren que Elizabeth y Trevor se levantan con el sol. 
—Está bien, vamos a alimentarte. —Es difícil estar demasiado molesta 
con Swarley, por esto de todos modos. No ha comido en veinticuatro horas 
por orden del Dr. Abbot, lo que me recuerda que podría estar haciendo 
una visita a domicilio esta mañana. Se supone que Swarley da un paseo o 
trota una hora después de que come, así que me pongo los pantalones 
cortos para correr y un top con espalda deportiva. 
Sujetando mi cabello en una cola de caballo, miro los ojos color 
avellana que me miran en el espejo. Mi mente errante ve un reflejo 
diferente: el iris azul más llamativo que he visto en mi vida. Su sonrisa, el 
desordenado y rubio cabello, y ese cuerpo... oh dios. Músculos ondulando. 
Fuerte mandíbula. Labios llenos. 
Sacudiendo mi cabeza, trato de desterrar de mi mente lo absurdo 
de todo esto. Hoy es un nuevo día y tengo que creer que va a ser menos... 
de mierda. 
Me desplazo por mi correo electrónico y mensajes de texto mientras 
tomo agua de coco en la terraza. Por supuesto que hay uno de Avery. 
Oye, Sam, lo siento, no te devolví la llamada anoche. Salí con 
algunos amigos y terminé bebiendo demasiado y despertando... bueno, 
estoy segura de que puedes adivinar :) Llámame más tarde, creo que 
tienes una historia que terminar ;D 
 
 
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—Está bien, perro, son las siete y media. Hagamos esto para poder 
regresar y plantar nuestros culos en la piscina por el resto del día. 
No solo estaba en el equipo de natación en la escuela secundaria, 
también jugaba fútbol. En la universidad, participé en fútbol intramuros, 
voleibol y fútbol americano. Correr, sin embargo, nunca ha sido mi 
actividad preferida. Golpear el pavimento por kilómetros y kilómetros no 
"despeja mi mente". Estoy segura de que los cirujanos ortopédicos adoran 
a los corredores: reemplazo de cadera a los cincuenta años. Voy a pasar, 
muchas gracias. 
En el porche delantero meto a Swarley en su arnés. 
—Trotamos por tres kilómetros y luego caminamos a casa. Si 
necesitas más ejercicio que eso, amarraré tu culo hiperactivo a la cinta de 
la planta baja por el resto de la tarde. ¿Capiche? 
—Podrías atar su correa al parachoques y conducir por la ciudad. 
Con los ojos muy abiertos, giro. El Dr. Abbot está detrás de mí y 
Swarley da un salto inmediato para saludar a su entrepierna. 
—¡Mierda! Me asustaste. Yo... yo solo estaba… 
—¿Bromeando? Espero. —Sonríe. Su camisa para correr azul está 
mojada y se aferra a su delgada figura de corredor, y sus pantalones 
cortos son demasiado cortos para sus largas piernas. Por otra parte, los 
míos probablemente son demasiado cortos para correr en público en 
absoluto. Su oscura mata de cabello está pegada a su frente y gotea 
sudor por su rostro enrojecido. 
 Su irresistible encanto inocente me trae una sonrisa al rostro. 
—Sí, al menos hoy estoy bromeando. 
—¿Un día difícil ayer? —Se ríe. 
—Definitivamente hubo algunos eventos inesperados, comenzando 
con el viaje a tu oficina. —Ofrezco una sonrisa de labios apretados con mis 
manos cruzadas sobre mi pecho. 
Él se agacha y le da a Swarley un masaje juguetón detrás de las 
orejas. 
—Te ves bien hoy, grandote. —Swarley se vuelve loco lamiéndole. 
Todo su cuerpo se mueve de emoción. 
—No hemos tenido más líos desde la mañana de ayer y élinhaló su 
desayuno hace una hora. 
—Así que tres kilómetros ¿eh? —pregunta. 
—Sí, ese es mi límite hoy. —Asiento. 
 
 
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—Bueno, eso es todo lo que me queda antes de tener que 
prepararme para el trabajo. ¿Deseas compañía? 
—Dr. Abbott, no quiero ralentizarte. 
—Es Dane y ya corrí doce kilómetros. Creo que una desaceleración 
estaría bien. —Se mueve de un lado a otro, estirando la parte interior de sus 
muslos. 
 Apretando mi coleta, considero su oferta. Con veintinueve días más 
por delante y un perro callejero completamente impredecible, no sería 
una mala idea hacer las paces con el lindo veterinario que vive en el 
vecindario. 
—Vamos, es solo un trote. —Apoya las manos en las caderas y ladea 
la cabeza. 
Asiento. 
—Bien, pero hablo en serio. Las piernas en este cuerpo de uno 
sesenta y cinco tienen que trabajar dos veces más para mantener el paso 
a ese marco de uno noventa y ocho. 
—Uno noventa y dos y voy a ir despacio. 
Nos dirigimos hacia el norte al final del camino, y Dane comienza a 
jugar a las veinte preguntas. 
—Entonces, ¿cómo conoces a Trevor y Elizabeth? 
—Elizabeth es la hermana de mi padre. 
—¿De dónde eres? 
—Illinois. 
Se ríe. 
—Chica del medio oeste, ¿eh? 
—Sí, sí, chica del Medio Oeste. —Trato de mantener mi sonrisa 
contenida, pero no puedo. 
—¿Fuiste a la universidad? 
—Sí. 
—No elabores. —Su voz es profunda con sarcasmo y no forzada en 
absoluto después de su recorrido de doce kilómetros. 
Normalmente no soy conversadora mientras corro, no hay suficiente 
oxígeno. 
—Universidad de Iowa. Historia del Arte. Mamá murió. Papá es un 
ministro. Hermana menor. Tu turno. 
 
 
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Dane se ríe. 
—Es como correr con un robot. Swarley tiene más entusiasmo que tú 
en este momento. 
Me detengo cuando Swarley me empuja hacia un lado para dejar 
caer una carga. 
—El popó se ve bien. —Sonríe Dane. 
Recojo el popó en una bolsa, y continuamos. 
—Medicina veterinaria. UCD. Padres en Los Ángeles. Hermano menor 
en Seattle. Hermana mayor en San José. 
Me da una mirada de lado, pero no digo nada en respuesta ni él 
añade nada más mientras trotamos en silencio. 
—Este soy yo. —Señala hacia la derecha a una casa de ladrillos rojos 
con techo a dos aguas. 
Inclinándome, con las manos descansando en mis rodillas, tomo 
aliento mientras Swarley levanta la pata en cualquier cosa y todo. 
—¿Puedo ofrecerte un poco de agua antes de que regreses? 
—Gracias, pero estoy bien. Vamos Swarley 
—Disfruté nuestro trote. ¿Tal vez podamos repetirlo en otro 
momento? —Dane cambia su peso de un pie a otro. Debe ser un hábito 
nervioso, o tal vez tiene que ir al baño. 
—Seguro. A Swarley le encantaría. Bueno, ya sabes dónde 
encontrarnos. 
—Adiós, Sidney. 
—Hasta luego. 
*** 
 
Tan pronto como giramos la esquina en la entrada de Elizabeth y 
Trevor, me detengo. Una conocida Toyota 4Runner negra está 
estacionada en la acera del frente. ¡Mierda! 
—Bueno, perro, cuando digo ataca, mejor que obedezcas. 
Avanzo por la calzada y cuando doy la vuelta a la esquina de su 
4Runner me devuelve la vista en el porche. El Pseudo chico de la piscina 
está sentado en los escalones con un gran ramo de flores silvestres y junto 
a él hay un contenedor de bebidas con vasos y una bolsa blanca. 
—Ataca —le susurro, soltando la correa. 
 
 
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Swarley sube los escalones y comienza a lamer la cara del chico de 
la piscina. 
Perro estúpido. 
La sonrisa de "no puedo esperar a verte otra vez" que adorna su 
rostro derrite mi resolución y esos irises azules... Dios mío, me dejan sin 
palabras. 
—Pensé que deberíamos hacer una tregua antes de que tengas 
acceso a cualquier cubertería. —Él lame esos labios rojos y mi lengua 
refleja la suya. 
Aguantándome, los muerdo con una sonrisa tensa. 
—Mmm... sabio. —Me acerco. 
Swarley encuentra un parche de sombra cerca de la puerta 
principal y se derrumba. 
De pie, me ofrece las flores. 
—¿Tregua? 
Este tipo es terriblemente irresistible con esos pantalones cortos de 
rayas negras y grises y una camiseta musculosa negra con sus gafas de sol 
de aviador colgando del frente. Todo sobre él grita peligrosamente sexy. 
Hoy, sin embargo, soy sorda. 
Acerco las vibrantes flores a mi nariz, caminando a su lado. 
—¿Cómo debo llamarte? 
Girando la cabeza, levanto una ceja inquisitiva y su sonrisa se 
duplica. 
—Lautner Sullivan. 
Sigo caminando y abro la puerta sin mirar hacia atrás otra vez. 
Swarley salta y se dirige a la cocina. 
—¿No me vas a invitar a entrar? 
Deteniéndome en el medio de la puerta, contemplo la cordura de 
invitar a un completo desconocido a una casa que no me pertenece. De 
acuerdo, lo hice ayer, pero completamente bajo falsas pretensiones. 
Torciendo mis labios hacia un lado, me encojo de hombros. 
—Depende. ¿Qué hay en la bolsa? 
—Galettes de cereza y almendra. 
Agarro la bolsa y miro adentro. Es un trato hecho. Ha sido invitado 
oficialmente, y si una de esas cuatro tazas es un té chaicon leche, me 
pondré de rodillas y le daré la mejor maldita mamada que haya tenido. 
 
 
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—Después de ti. —Sonrío y me muevo para dejarlo entrar. 
—Gracias, ¿…? 
—Sydney. —Nuestros ojos se encuentran. 
—Tal como sospeché. Un hermoso nombre para una hermosa mujer. 
Oh dios, esto no es bueno… no es bueno en absoluto. 
En la cocina Lautner toma asiento en el mostrador mientras yo saco 
platos del gabinete. 
—Espero haber traído algo que te guste. Tengo café descafeinado, 
granizado, té verde y te chai con leche. 
¿Te chai con leche? ¡Dios Santo querido! 
Uno de los platos se resbala de mis manos y choca contra el 
mostrador. Por alguna clase de milagro, no se rompe. 
—¡Mierda! 
—Lo lamento. Probablemente seas la clase de chica de jugo de 
naranja, ¿verdad? 
¡Sydney! Contrólate…. Figurativa y literalmente. 
Todo mi cuerpo se calienta y sé que mi rostro se enrojece. No puedo 
mirarlo sin pensar en darle una mamada. Estoy casi segura de que nunca 
beberé otro te chai con leche sin pensar en darle a Lautner un trabajo oral. 
¡Mierda! Espero que no pueda leer mentes. 
—¿Pasa algo malo? 
—No. —Me aclaro la garganta recuperándome rápidamente, 
acomodando las gallettes en los platos sin hacer contacto visual. 
—¿Estás segura? Pareces… sonrojada. 
—Bien, estoy… simplemente bien. Té chai por favor. —Recupero algo 
de compostura y lo miro mientras le doy un mordisco a la gallete. ¡Está tan 
buena! 
Pareciendo satisfecho con mi persuasión, desliza mi té hacia mí y 
comienza a comer. 
—¿Supongo que estás cuidando al perro por los dueños? 
Tragando, asiento. 
—Cuidando la casa. El placer de cuidar al perro es solo un bono. 
—¿No eres amante de los perros? —pregunta con una sonrisa 
conocedora. 
 
 
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—No. Me encantan los perros. Solo no estoy segura si soy una 
persona a la que le encanta Swarley. 
—Tal vez es un gusto adquirido, como yo. 
Me atraganto con mi té porque no puedo creer que haya dicho eso. 
Estoy tratando desesperadamente de no imaginármelo desnudo, lo cual es 
difícil, porque en realidad lo vi desnudo. ¿Por qué tuvo que decir eso? 
¿Está leyendo mi sucia mente? 
—¿Estás bien? 
Asiento, tapando mi mano y sofoco la tos. ¿Quién demonios es este 
tipo y por qué me afecta tanto? 
Recuerda, Sidney… los chicos son distracciones como las serpientes, 
las historias de hadas no existen y eres alérgica al polvo de hadas. 
—Estoy… bien. Swarley, en un mundo en el que los perros son 
considerados miembros de la familia, es mi primo. Los dueños de la casa, 
Elizabeth y Trevor son mis tíos. Resultó que tenía que venir a la Costa oeste, 
más cerca de mi hermana, más o menos al mismo tiempo que ellos 
necesitaban a alguien que cuidara su casa y a su perro mientras viajan por 
Europa este mes. 
Lautner sorbió su bebida y asintió. 
—Bien, suerte para mí. 
—Sí, respecto a eso… Hagamos consiente el elefante en la 
habitación. ¿Quién eres y porqué estabas aquí ayer? —pregunto, 
tomando asiento en la barra de la cocina, asegurándome de dejar una 
silla vacía entre nosotros. Todavía no confío en él, pero peor que eso… no 
confío en mí a tan corta distancia. 
Él termina de masticar mientras una sonrisa astuta se asoma por las 
comisuras de su boca. 
—Cosa curiosa en realidad, mi amigo se mudó a una casa en 1109 
SW Vine. No escribí la dirección, confiaba en mi memoria y, como sabes, 
esta casa es... 
—1109 NW Vine, —terminé—. ¿Entonces estabas en la dirección 
equivocada? 
—Loco, ¿eh? 
—No. Loco es hacerse pasar por el chico de la piscina solo para 
poder acechar a una joven desprevenida que se queda sola en la casa 
de otra persona. 
Tuerce sus labios hacia un lado y se rasca la barbilla. 
 
 
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—Mmm, cuando lo pones así, me haces sonar como una especie de 
depredador. 
—¿Cómo exactamente explicarías los eventos de ayer? —Levanto 
una ceja y bebo de mi té. 
Asomando la lengua por la comisura de su boca, gira sus ojos hacia 
el techo por un momento. Irises azules brillantes se encuentran con los míos 
y su rostro se suaviza. 
—Chico conoce a chica. Chico siente como si estuviera físicamente 
jadeando porque la chica que tiene delante es simplemente 
impresionante, absolutamente... impresionante. Una sensación 
desconocida se apodera del chico: miedo. Miedo a que hubiese tomado 
un giro equivocado por todos los motivos correctos. Miedo a que el 
momento se le escapara y a vivir por el resto de su vida con la insoportable 
agonía nacida del ¿y qué tal si…? 
Labios separados, mis ojos parpadean rápidamente. 
Sin palabras. 
¿Y qué tal si…? 
El silencio flota en el aire como una nube espesa esperando estallar. 
Lo miro fijamente, pero su cabeza está inclinada mirando su plato mientras 
empuja algunas migajas con el dedo. Sus ojos se arriesgan a dar un vistazo 
y veo algo en su sombría expresión que aún no he visto: vulnerabilidad. 
Arrugo mi rostro y entorno los ojos. 
—La peor línea de levante jamás usada. 
¡Mierda! ¡La mejor línea de levante jamás usada! 
Estoy perdida en sus irises azules, pero no sostiene mi mirada. Vuelve 
a mirar su plato y se encoge de hombros con solo una leve sonrisa. 
—No se puede culpar a un chico por intentarlo. 
—Cierto. Pero tú cursi —en realidad, anuncio-en-una-pancarta-en-el 
cielo-que-dice-ningún-otro-chico-jamás-podrá-comparársele—explicación, 
no explica por qué casi me dejas ahogar antes de saltar en la piscina 
detrás de mí... completamente desnudo. 
Esta vez son sus ojos entrecerrados los que miran a los míos. Su 
cabeza se mueve hacia adelante y su mandíbula cae. 
—¿Ahogarte? Sí, claro. —Se ríe—. Porque las personas que se están 
ahogando se sientan con las piernas cruzadas en el fondo de una piscina 
con las manos dobladas en su regazo. 
 
 
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—Como sea. —Agito mi mano en un gesto desdeñoso—. Todavía no 
explica por qué saltaste en la piscina desnudo. 
—Estabas jugando, así que pensé que yo también podía hacerlo. No 
actúes toda santurrona e inmaculada. Me estabas follando con la mirada 
desde el momento en que abriste la puerta, y cuando me quité la camisa, 
fue como si no existiera nada sobre mi cuello. 
—¿Follándote con la mirada? No te halagues. —Me levanto y llevo 
nuestros platos al fregadero. 
Es cierto, estaba follándolo con la mirada, pero vamos... qué poco 
caballeroso de su parte sacarlo a relucir. 
—Supongo que tendremos que estar de acuerdo en estar en 
desacuerdo. Sin embargo, admitiré que podría haberme sobrepasado al 
saltar desnudo en la piscina. —Levanta el pulgar y el índice a un par de 
centímetros de distancia. 
Un bufido muy poco femenino escapa de mí. 
—Dios, ¿qué te hace pensar eso? 
Mordiendo su uña, sonríe. 
—Tendría que decir que el cuchillo de carnicero. ¿De verdad creías 
que yo era una amenaza? 
Apoyada contra el mostrador, sonrío. 
—No. Estabas jugando, así que pensé que yo también lo haría. 
—Touché, Sydney. —El trémulo reflejo en sus ojos y la sonrisa 
desenfrenada en sus labios me consume. 
Se levanta y se mueve con lenta cautela hacia mí. Cada músculo de 
mi cuerpo se contrae. Estoy congelada, entumecida y completamente 
embelesada por irises azules. Estamos tan cerca que puedo sentir el calor 
de su aliento en mi rostro. Salto con el toque de su pulgar en mi barbilla. 
—Migaja —susurra, quitándomela. 
Mi cerebro está gritando, ¡di algo! 
—Vámonos. 
—¿Qué? ¿Dónde? —Sacudo mi cabeza para aclarar la confusión 
que su proximidad ha creado en mi desordenada cabeza. 
Retrocede y respiro rápidamente para evitar derretirme en el suelo. 
La forma en que mi cuerpo responde involuntariamente al suyo es 
magnética y alarmantemente peligrosa. 
 
 
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Retrocediendo unos pocos pasos, se apoya contra el mostrador 
opuesto. 
—A la playa. 
—No puedo ir a la playa contigo —replico sin dudarlo. 
—¿Por qué no? 
¿Por qué no puedo ir a la playa con Lautner? No lo sé, pero mis 
instintos me dicen que tiene algo que ver con la auto-preservación. Eso, y 
que es la respuesta correcta ante una persona que conozco desde hace 
dos segundos. ¿Quién en su sano juicio haría algo tan imprudente como 
decir "qué demonios" y saltar al vehículo de un extraño porque dijo "¿y qué 
tal si…?” 
Yo. Eso es quién. 
Apenas capaz de contener mi excitación nerviosa, giro mi largo 
cabello alrededor de mi dedo y sonrío de la forma en que dices podrías-
ser-Ted-Bundy-pero-maldición-voy-contigo-de-todos-modos. 
—Tomaré mi traje de baño. 
*** 
 
—Esto es una locura. —Saltando por las escaleras del porche, tiro mi 
bolso sobre mi hombro. Lautner se apoya contra el frente de su 4Runner 
con una pierna cruzada casualmente sobre la otra. Una punzada de 
decepción amenaza mi radiante sonrisa cuando veo sus gafas de sol 
escondiendo esos hipnóticos irises azules. Me recupero rápidamente 
cuando sus labios forman parte de la sonrisa más contagiosa. 
—Difícilmente podría llamar locura a un día en la playa. —Abre la 
puerta del acompañante y toma mi bolso, pasándome los dedos por el 
hombro desnudo. Mi aliento se contrae por su toque eléctrico y mis labios 
se tensan para ocultar mi nerviosismo. 
—Gracias —susurro, renunciando a mi bolso. Lo arroja hacia el 
asiento trasero y luego cierra mi puerta. El hombre al que amenacé con un 
cuchillo de carnicero hace menos de veinticuatro horas me lleva a la 
playa. Él ha secuestrado mi habilidad para razonar. Voy en un impulso y es 
estimulante, liberador y loco. ¿Qué pasa si me está alejando de la 
seguridad para violarme, cortarme en pequeños pedazos y arrojar mi 
cuerpo al océano? Tal vez he visto demasiado a Dexter. 
El golpe de la puerta del conductor envía un escalofrío de duda a 
través de mi cuerpo. Mi corazón se acelera en mi pecho, mi estómago se 
 
 
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anuda, mis pulmones jadean por aire. Su mano descansa sobre la mía, la 
cual tiene los nudillos blancos en el descansabrazos de cuero color carbón. 
—¿Todo bien? 
Mi mirada se fija en su mano. La sensación abrasadora de su toque 
debilita mi enfoque. ¿Tiene fiebre? ¿Por qué se siente tan caliente? Quizás 
estoy enferma. Me siento fría y ligeramente desorientada. 
Arrastro mis ojos a su rostro. Desliza sus gafas sobre su cabeza. 
—¿Sydney? 
Irises azules. Son tan indescriptibles. Son más un sentimiento. Mis 
escalofríos se evaporan y la sangre sube a través de mi cuerpo calentando 
la superficie hasta que brilla. No hay palabras que puedan escapar, solo el 
débil susurro de un suspiro de satisfacción mientras mi postura se relaja. Es 
como si todas las maravillas y nostalgias de los lugares más surrealistas de la 
Tierra hubieran sido capturadas y luego liberadas de su mirada. Es una 
locura, lo sé, pero hay ojos azules y luego hay ojos azules. Es como si Dios 
hubiera decidido darle a un hombre irises infinitamente bellos, un pasadizo 
para siempre, una visión del Cielo, y los estoy mirando.Es la única 
explicación porque no es posible, o justo, en este caso, tener unos ojos tan 
fascinantes. 
—Bien... —Es todo lo que tengo. Una palabra. 
Colocando de nuevo sus gafas de sol sobre sus ojos, retira su mano 
de la mía y enciende el motor. 
¡Malditos ojos de Medusa! Contrólate, Syd. 
—Pareces un poco nerviosa, eso es todo. —Pone el 4Runner en 
marcha. 
—¿Nerviosa? ¿Por qué estaría nerviosa? No es como si fuera a la 
playa con un completo extraño que podría violarme, cortar mi cuerpo y 
alimentar con los pedazos a los tiburones. 
Una profunda risa staccato reverbera de su pecho. 
—Sydney, no voy a violarte. 
¿Y...? 
Un silencio espeluznante se cierne entre nosotros cuando lo miro de 
reojo. Centrado en el camino, su sonrisa ligeramente torcida está llena de 
travesuras. 
—¿Y...? —Inclino mi cabeza en su dirección esperando una 
respuesta más tranquilizadora. 
—¿Y qué? 
 
 
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—¿Y se supone que debo consolarme sabiendo que mi virginidad 
será preservada cuando me masacren y alimenten conmigo a los 
tiburones? 
Lautner dirige la cabeza en mi dirección. 
—¿Eres virgen? —Enfatiza la última palabra con un tono agudo. 
—No claro que no. Es solo un dicho. 
Sacude la cabeza. 
—Estar “nerviosa como un gato de cola larga en una habitación 
llena de mecedoras” es solo un dicho. "Mi virginidad será preservada" no es 
un dicho. Es una declaración, un anuncio, una revelación... una gran 
revelación. Pero no es un dicho. 
Me encojo de hombros y miro por la ventana. 
—Sí, bueno, tal vez no de dónde eres. 
—Sydney, está bien si eres vir… 
—¡No soy virgen! ¡Dios! ¿Qué tengo que hacer para que me creas? 
—Bueno… —Su nueva sonrisa está entrelazada con intenciones 
diabólicas mientras su lengua se suaviza para humedecer sus labios 
carnosos antes de morder el borde de su labio inferior. 
—No va a suceder —afirmo. 
—Está bien —murmura. 
—Lo digo en serio. No voy a dormir contigo. 
—Dije que está bien. —Se ríe, moviendo la cabeza hacia adelante y 
hacia atrás. 
—No, no dijiste un simple “está bien”, dijiste “está bien” —me burlo—, 
pero lo que querías decir es “lo que sea, cariño, sabes que nunca serás 
capaz de resistir mi hipnotizante atractivo sexual. 
La risa estalla en lo profundo de su vientre, como si acabara de 
escuchar la broma más divertida de todos los tiempos. 
—Dios, Sydney, eres verdaderamente explosiva. 
 Una brisa cálida se retuerce y hala mi cabello mientras tomamos 
velocidad fuera de la ciudad. Quitándome la banda para cabello de mi 
muñeca, tiro mis mechones salvajes y los aseguro en una cola de caballo. 
—Podemos subir las ventanas —ofrece Lautner. 
—De ninguna manera. Ya que no vamos a la playa en un 
convertible, las ventanas son imprescindibles. Por cierto, ¿a qué playa 
vamos? 
 
 
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—No estoy seguro todavía. Solo pensé que nos dirigiríamos hacia el 
oeste hasta La Autopista Uno y luego veríamos qué olas nos llaman entre 
allí y Santa Cruz. 
 La visión cambiante de picos verdes y valles salpicados con 
remanentes coloridos de flores de primavera a lo largo del sinuoso camino 
es espectacular. He visto el océano innumerables veces, pero todavía me 
marea con nerviosa anticipación mientras nos aventuramos hacia la línea 
costera de California. 
—Entonces, Sydney, ¿tienes un apellido o eres una celebridad 
conocida por un solo nombre? —La sedosa voz de Lautner se infiltra en el 
zumbido del viento en mis oídos. 
—Montgomery. —Sonrío, mirando por mi ventana. 
—Bueno, Sydney Montgomery, ¿eres de California? —Su voz formal 
de entrevistador es divertida. 
—Illinois. He estado viviendo en el mundo entero durante el año 
pasado desde que me gradué. Pude ver los lugares más increíbles, pero 
como dije antes, quería estar más cerca de mi hermana este verano. Ella 
es una terapeuta de masajes en Nueva York, por lo que las vacaciones de 
Trevor y Elizabeth estuvieron perfectamente sincronizadas. 
—Mmm... ¿En qué universidad obtuviste tu título en cuidado de 
casas? 
Encuentro su mirada de reojo y su sonrisa tonta con una mirada fija. 
—Universidad de Iowa. Tengo una licenciatura en historia del arte, 
pero el trabajo de mis sueños requiere un poco más de escuela y mucho 
más dinero, así que me tomaré un par de años para ahorrar. 
Manteniendo la mirada en el camino, asiente. 
—Sí, es una locura cuánto dinero se necesita para conseguir un buen 
trabajo, o el trabajo de tus sueños… —me mira con las cejas levantadas—, 
¿el cuál es…? 
 Es imposible ocultar mi entusiasmo y mi amplia sonrisa lo muestra. 
—Curadora de museo. 
—Ah, ¿entonces eres del tipo artístico? 
—No necesariamente artístico, quiero decir, me gusta dibujar y me 
encanta la fotografía, pero la historia del arte es mi pasión. Podría pasar 
todo el día investigando y nunca cansarme. Mis instructores de la 
universidad decían que tengo una habilidad especial para la organización 
y ojo para lo único. Lo cual es irónico porque soy un desastre en casa. De 
todos modos, en algún momento del camino decidí convertirme en 
 
 
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curadora y nunca miré hacia atrás. —Me quito las sandalias y apoyo los 
pies en el tablero. 
Lautner está callado, como si estuviera procesando lo que le acabo 
de decir. 
—Entonces, ¿cuál es tu historia? ¿Cómo es que un hombre adulto no 
tiene nada mejor que hacer un jueves que ir a la playa con un extraño? 
—Buena pregunta, y tienes razón... eres un poco extraña. 
—¡Cállate! —Pellizco la tensa piel de su brazo con mis uñas. Solo 
puedo fingir que me ofende cuando tiene una sonrisa tan sociable en su 
rostro. 
—Estoy en un descanso, al menos durante la próxima semana y 
media. 
—Descanso, eh... estamos hablando de descanso en la cárcel o… 
Con un rápido agarre, me aprieta la rodilla. El estridente sonido que 
se escapa de mí amenaza con romper el parabrisas. Suelta mi pierna, pero 
el calor de su toque aún persiste en mi piel. 
—Para tu información, me estoy preparando para comenzar mi 
residencia en medicina pediátrica. 
No podría estar más sorprendida si el auto tuviera alas y nos llevara a 
la luna. 
Lautner tiene una sonrisa juguetona, no arrogante, solo confiada. 
—¿Eres médico? —No puedo ocultar mi mirada de ojos muy abiertos. 
—Sí. —Me lanza otra mirada de reojo y pone los ojos en blanco—. No 
luzcas tan sorprendida. 
Redirigiendo mi mirada hacia la carretera, suspiro. 
—Mmm, eso es… 
—¿Asombroso? ¿Increíble? ¿Fascinante? ¿Maravilloso? 
Frunciendo mis labios, sacudo la cabeza. 
—No… iba a decir inesperado. 
—Oh, bueno, odiaría ser predecible. Sin embargo, estoy un poco 
decepcionado por tu reacción. Después de todo, ¿no estás entrenada 
para ver un diamante en bruto? 
Me río. 
—¡Oh dios! ¿Te consideras un diamante en bruto? 
Se encoge de hombros. 
 
 
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—Seguro. ¿Por qué no? Al menos tengo que ser considerado un 
buen prospecto. 
¿Un buen prospecto? ¿Es posible encontrar dos "buenos prospectos" 
en menos de veinticuatro horas? 
Cruzo los brazos sobre mi pecho y veo pasar el terreno montañoso. 
—Podrías ser. No es que me importe. No busco atrapar nada ni a 
nadie. 
—Podrías tener problemas entonces. Todos somos peces 
desprevenidos en el mar atraídos por la tentación. 
Resoplo. 
—Si te estás llamando cebo, entonces concedo que eres distractor, 
problema, malas noticias... ¿pero tentador? No. De buen grado entraré a 
la red cuando esté lista, pero eso no será pronto. No es por sonar como 
una almeja egoísta, pero no tengo tiempo para el pescador en este 
momento. 
Ruge en una risa bulliciosa. 
—¿Almeja? Dios, Sydney, eres demasiado. 
Una cálida sensación de contención me inunda. Lautner no se está 
riendo de mí. Capta mi peculiar sentido del humor, lo que lo ubica en un 
pequeño grupo de personas de élite. La autenticidad es a menudo una 
ilusión, pero en este momento, nunca me he sentido tan real siendo yo. 
—No te preocupes, Sydney, tampoco estoy buscando distracciones.Tengo tres años de más de cincuenta horas de trabajo por delante con 
mucho tiempo de guardia. Alguien como tú no sería algo bueno. 
—¡Auch! —Finjo estar ofendida, presionando mi mano plana contra 
mi pecho. 
Sacude la cabeza. 
—Sabes a lo que me refiero. Las mujeres pueden ser pequeñas y 
malvadas seductoras, y creo que eso es exactamente lo que eres debajo 
de esa impecable e inocente personalidad de niña del medio oeste. 
Es mi turno de reír. 
—Lo que sea. 
No puedo conseguir control mental. Él es emocionalmente intenso 
en un minuto, diciendo cosas que solo escucharía en las películas, luego es 
arrogante y distante al siguiente. 
—Bueno. ¿Qué estarías haciendo hoy si no nos hubiéramos visto 
ayer? 
 
 
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Se encoge de hombros. 
—Eso es fácil, surfear. 
—¿Así que no planificaste este día especial para mí? 
—No te halagues. Como dije, tengo muchas cosas sucediendo en mi 
vida. No hay tiempo para grandes gestos románticos. 
Oh, él es suave. Inhalo un poco y me muerdo el labio superior para 
mantener neutral mi reacción. Definitivamente está demostrando ser un 
digno adversario. 
—Entonces, ¿cómo llamas a las galettes y el té esta mañana? —
Levanto una ceja. 
Manteniendo la vista en el camino, sonríe. 
—Desayuno. 
—¿Y las flores? 
—Un lapso momentáneo de cordura. —Me mira con una sonrisa—. 
Pero estoy bien con eso. La línea entre la locura y la genialidad a menudo 
es borrosa. 
—Sí, eso es lo que pensé cuando accedí a venir hoy contigo. 
Sosteniendo la parte superior del volante con su mano izquierda, 
mueve su brazo derecho detrás de mi asiento con su mano en la parte 
posterior de mi reposacabezas. 
—¿Eso fue genialidad? 
Intento no mirar hacia atrás a su hercúleo brazo. 
—O locura —murmuro, tensa por su proximidad. 
El resto del viaje en auto es tranquilo. Ninguno de los dos dice 
mucho, pero no es un silencio incómodo. Una mezcla de música resuena 
por los parlantes, y me da ganas de cantar, pero no confío en mi voz o en 
la reacción de Lautner. Eso podría ser muy real. El paseo costero por la 
Autopista Uno está lleno de una impresionante vista panorámica del 
Pacífico. Las olas de cresta blanca se estrellan en playas de arena suave. 
Garzas y golondrinas de mar hurgando en las aguas poco profundas. 
Barcos de pesca y veleros a lo lejos se mezclan con la ocasional moto de 
agua o parasail. ¿Alguien podría cansarse alguna vez de esta vista? 
Lautner sale y se detiene en un área llana de tierra en la parte inferior 
de una colina cubierta de hierba. 
—¿Qué playa es esta? 
Se desabrocha el cinturón de seguridad y abre la puerta. 
 
 
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—Es nuestra playa por el día de hoy. 
Lo escucho abrir el pestillo trasero, así que me pongo mis sandalias y 
salgo. No hay otros autos alrededor y no puedo ver más allá de la colina 
hasta la playa, pero supongo que también está vacío. 
Cuando llego a la parte de atrás, me entrega mi bolsa y luego 
agarra una hielera con dos bolsas de Whole Foods encima. 
—¿Se nos permite estar aquí? —Agarro uno de los sacos de la 
hielera. 
Lautner gira en un total de trescientos sesenta grados. 
—Parece que la costa está despejada. 
—Jaja. No tengo a nadie para sacarme de la cárcel si somos 
arrestados. —Arrastro mis pies por la arena detrás de él mientras agarra el 
enfriador hacia la colina. 
—No vamos a ser arrestados. Solo mantén puesto tu bikini... o no —
dice por encima del hombro. 
—Sí recuerdo correctamente, ese es tu MO, no el mío. 
Me preparo para subir la colina hasta que lo veo bajar por un 
sendero estrecho que serpentea hasta la playa. Deja caer el refrigerador 
en la arena. 
—Conseguiré las tablas. Sírvete una bebida. 
Dado el aspecto del desgastado camino de tierra, más que solo 
nuestros pies han pisado aquí para jugar bajo el sol y la arena. Me quito las 
sandalias, la camiseta tipo tanque y los pantalones cortos de jean. No 
hubo tiempo suficiente para pensar mucho sobre mi elección de bikini. Es 
un simple halter negro con un lazo en la parte delantera y corte bajo en la 
parte inferior. Nada llamativo, una vez más, ¿a quién estoy tratando de 
impresionar? ¡Sí claro! 
La arena se aleja del agua hacia las líneas sinuosas de la loma 
cubierta de hierba, haciendo que esta zona de la costa se sienta aislada, 
como una playa privada. Buscando en mi bolso de lona, saco mi bolso de 
la cámara. Rara vez voy a algún lugar sin eso. Es la primera inversión real 
que hice después de ahorrar dinero trabajando como salvavidas durante 
los veranos de mi penúltimo y último año de la escuela secundaria. Mi 
padre sugirió una Canon usada de ochocientos dólares en Ebay después 
de mi primer verano, pero esperé hasta el próximo año y dejé casi tres mil 
en una Nikon. La mejor decisión de todas. 
—Ah, la amante de la fotografía. 
 
 
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Me vuelvo mientras Lautner deja las tablas de surf. Ya se quitó la 
camisa, y una vez más tengo el reto de mantener mis labios cerrados y 
jadeando al mínimo. 
—Sí —respondo, jugueteando con los diales para parecer como si 
estuviera haciendo algo más que mirarlo fijamente. 
Se quita las gafas de sol y las arroja sobre su camisa que ha sido 
arrugada y dejada en la arena. Justo cuando creo que sus ojos no pueden 
ser más impresionantes, lo hacen. Tal vez es la iluminación, o tal vez es solo 
la forma en que me mira, pero estoy tan perdida en sus ojos. 
—¿Te aplico si me aplicas? —En su mano hay una botella de 
protector solar. 
Estupendo. Casi me derrito cuando tocó mi mano antes. Bien 
podríamos ver si mi cuerpo puede vaporizarse por completo. 
—Está bien. —Le saco algunas fotos. En caso de que termine muerta, 
al menos mi cámara tendrá pruebas de ello. 
—Déjame poner mi cámara de nuevo en su bolso. —Mis manos 
tiemblan; esto no está bien. 
—Aquí. —Me da la botella. 
—Protector solar biodegradable Reef Safe. 
—Tengo que proteger la vida marina. Mi padre es biólogo marino, es 
todo lo que sé. —Sonríe y luego me da la espalda. 
 Me alegro de que no pueda verme porque todavía me tiemblan las 
manos cuando aprieto la botella. Sale mucho más de lo que espero. Le 
entrego la botella y luego comienzo a aplicarla a su espalda. Mi boca se 
vuelve de algodón y siento las perlas de sudor en mi frente y entre mi 
escote, pero no es a causa del sol. Su espalda es un terreno accidentado 
de firmes músculos. Con movimientos lentos, amaso cada uno. 
—Tienes manos fuertes. 
El sonido de su voz me paraliza. Por Dios, no he estado aplicando 
protector solar, lo he estado masajeando... sintiéndolo. 
—Uh-um-tengo demasiado bloqueador y solo trato de frotarlo. 
Levanta los brazos y entrelaza los dedos sobre su cabeza. Gimoteo, 
sí, en realidad lloriqueo, mientras su cuerpo cambia y sus músculos se 
flexionan. Mis manos pican por mi cámara. Es una obra maestra y me 
muero por capturarlo desde todos los ángulos. 
—Solo frótalo al frente —sugiere, afortunadamente sin reconocer mis 
ruidos necesitados. 
 
 
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Mis manos, todavía fuertemente cubiertas de bloqueador solar, se 
abren camino hacia su pecho y sus abdominales tan firmes. En este 
momento, me hago hiper consiente de lo poco que llevo puesto. No era 
un gran problema cuando estábamos a una distancia segura, pero ahora 
me siento desnuda ante su mirada ardiente a solo centímetros de mi 
cuerpo. Arriesgo una mirada hacia arriba, imaginándolo con una sonrisa 
engreída. En cambio, me encuentro con ojos firmes y labios separados y 
húmedos. 
¡Mierda! No está bien. 
—Ahí. —Miro hacia otro lado. 
—Date la vuelta —exige. 
El sonido chirriante de él apretando la loción hormiguea mi piel. Estoy 
nerviosa, esperando su toque. 
Mi aliento se atrapa con el momento del impacto. Sus grandes 
manos se deslizan sobre mi espalda en movimientos lentos y circulares. La 
sensación de sus dedos rozando justo debajo del borde de mi bikini me 
hace girar en un rápido movimiento reflexivo. 
—Eso está bien...gracias. Uh, en realidad no me quemo tan 
fácilmente, así que no hay necesidad de aplicar más. 
Frota el exceso en sus manos sobre sus brazos mientras me apresuro a 
terminar de aplicarlo al resto de mi cuerpo. 
—¿Has surfeado antes? —pregunta. 
—Sí, pero no soy tan buena. —Una sobrestimación. Apesto. La última 
vez que intenté surfear terminé con cinco puntos en mi cabeza cuando mi 
tabla me rechazó por completo dos segundos después de que me subiera 
en ella. 
—Hagámoslo. —Me da una tabla. 
—Uh... tal vez debería verte por un rato. Quiero decir, ¿no 
deberíamos vernos el uno al otro o algo así? 
—Sí, deberíamos. Te observaré primero. —Sonríe, todavía sosteniendo 
mi tabla. 
—Oh, bueno... bi-en. —Tomo la tabla y me arrastro por la arena. El 
pobre tipo no tiene idea. Cada fantasía que ha tenido sobre chicas sexys 
en bikinis atrapando la gran ola está a punto de ser destrozada y arruinada 
para siempre. Nunca podrá olvidar lo que está por suceder. 
Remo sobre mi estómago, tratando de sumergirme en las olas. No es 
bueno. Giro y me vuelvo a arrojar a la arena bajo la implacable sucesión 
de olas. Rehusándome a mirar a Lautner, comienzo mi segundo intento. 
 
 
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Esta vez lo hago más allá de las olas rompientes y me ubico en la tabla con 
mi trasero situado justo detrás del punto central. La ola perfecta me llama 
la atención. Giro la punta de mi tabla hacia la playa y comienzo a remar. 
¡Brillante! 
Mi estómago se agita al sentir que me elevo con la ola. 
—Eres mía, perra. —Remo, remo, remo… Supongo que no era mi ola 
después de todo. Atraparé la siguiente. Aquí viene... Bien, tampoco es la 
mía. Esto continúa por una eternidad. Finalmente, luego de 
aproximadamente quince intentos, cinco vueltas y siete vueltas más tarde, 
atrapo una. Dejándome caer en el túnel, me recuerdo ser paciente y 
esperar hasta que esté en el agua plana al frente de la ola—. ¡Oh, sí! —
Salgo y miro hacia la playa para regodearme. ¡Movimiento equivocado! 
Picado vertical. 
No entres en pánico. Cierra tu boca. Ve con la corriente. 
Estoy gateando, sí, gateando, en la arena con la cabeza gacha. 
Tengo el cabello pegado a la cara, y tengo tanta arena en el trasero de 
mi bikini que se siente, y me imagino que se ve, como si me hubiera 
cagado en los pantalones. Balanceándome sobre mis rodillas y una mano, 
intento retirar el cabello de los ojos con la otra mano. Dos grandes pies 
aparecen en la arena con olas espumosas sobre ellos. Me siento de rodillas 
ante él con ondas rítmicas fluyendo sobre mis piernas. Después de apartar 
el resto de mi cabello enmarañado y mojado lejos de mi cara, miro a 
Lautner. Ya no usa sus gafas de sol y sus manos descansan casualmente 
sobre sus caderas. 
—Eso fue... —La sonrisa en su rostro es tensa, como si estuviera 
sufriendo. Asiente, pero luego cambia de dirección y ahora es un 
movimiento de ida y vuelta—. Wow, debes estar... exhausta... ¿y esta no es 
tu primera vez? 
Sacudo la cabeza con una sonrisa de nariz arrugada, entrecerrando 
los ojos a la luz del sol. Él busca mi tabla y luego me ofrece su mano. 
Tomándola, me puse de pie. Está tratando de ocultar su sonrisa, pero 
fracasando miserablemente. Soltando su mano, empiezo a caminar hacia 
adelante. 
—Sydney, ¿quieres... tal vez deseas un momento privado en el agua? 
¡Mierda! 
Está mirando mi trasero. Específicamente el montón de arena 
llenando la parte inferior de mi bikini. No sirve de nada tratar de ocultarlo. 
Ya lo ha visto. Entonces, ¿por qué estoy retrocediendo en el agua como un 
camión de basura en lugar de dar la vuelta primero? Sencillo. Intento 
preservar la pequeña porción de dignidad que me queda. 
 
 
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Estoy a salvo hasta el cuello en el frío Pacífico, así que jugueteo con 
mis nalgas para limpiar el torbellino de arena. Lautner actúa como el 
caballero perfecto dándome la espalda mientras hurga en lahielera. Tomo 
y jalo mi parte superior para enderezarlo y liberar la arena de él también. 
Inclinando la cabeza en el agua, trato de enjuagarme el cabello, pero 
algo se enreda en los lazos de mi parte superior. 
Al ver que Lautner todavía está ocupado con los alimentos y 
bebidas, hago movimientos rápidos para desatar las correas del frente y el 
cuello de mi traje y desenredar mi cabello. Mi diadema está anudada en 
una parte de mi cabello, así que la saco. Sostengo mi parte superior en mis 
dientes mientras trabajo para atar mi cabello en un moño para así volver a 
poner mi top sin mi cabello en el camino. 
—¿Agua o té helado? —grita, por suerte todavía sin mirarme. 
—¡Ag- ah-mierda! —Ahí va. La última pizca de mi dignidad acaba 
de atrapar una ola y está dando un viaje a la parte superior de mi bikini 
hasta la playa con la lengua fuera y las manos cerradas sobre la cabeza, 
con los pulgares y meñiques apuntando hacia afuera. 
 ¡Maldita sea, Sydney! Té, te encanta el té. 
El té es fácil y natural para decirlo con los dientes apretados. Por 
ejemplo, si una persona fuera... oh, no sé, a agarrar la parte superior de su 
bikini con la boca mientras dice "té", no hay problema. "Agua"... no tan 
natural. 
Cuáles. Son. Las. ¿Probabilidades? 
—¿Vienes Sydney? Tengo sándwiches de pavo o salmón. Quizás eres 
vegetariana. ¿Lo eres? 
No, Lautner. No soy vegetariana. ¡Estoy atrapada en el océano sin mi 
parte superior! 
Mis brazos están cruzados sobre mi pecho con mis manos 
ahuecando mis pechos. ¿Puedo correr y capturar mi parte superior y luego 
volver al agua antes de que Lautner mire en mi dirección? Tal vez. Tengo 
una posibilidad del cincuenta por ciento, está bien, más bien como de 
cuarenta - sesenta. Nunca fui tan buena en como para capturar la 
bandera, pero las probabilidades deberían estar a mi favor, ya que Lautner 
todavía no está al tanto del hecho de que incluso hay un juego en 
marcha. 
Avanzo lentamente hacia la playa con movimientos sigilosos. Eso es 
todo, grandulón, sigue centrándote en hacerme un bocadillo mientras 
recupero mi fugitivo top. No hay nada que ver aquí. Nop… 
 
 
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—¡TIBURÓN! —grito mientras corro hacia la playa. Tengo las manos 
en puños mientras bombeo frenéticamente mis brazos para que el impulso 
empuje mi cuerpo fuera del agua. Lautner se mueve hacia mí, y salto 
sobre él lanzando mis brazos alrededor de su cuello. 
—¡Oh Dios mío! Ti-burón. ¿Lo viste? Es puntiagudo... la aleta está 
saliendo del agua. —Mi corazón está acelerado mientras lucho por 
recuperar el aliento. 
Aún me aferro a él como si el tiburón tuviera piernas y me persiguiera 
por la playa. Envuelve sus brazos a mi alrededor y me abraza hacia él 
mientras me levanta del suelo y nos gira para mirar hacia el agua cuando 
miro por encima del hombro. 
—¿Esa aleta? —pregunta. 
Entrecierro los ojos, a pesar de que tengo veinte-veinte de vista. 
Cerca de la orilla hay una... caja de cartón. La mayor parte está saturada 
y debajo del agua, pero una esquina, una esquina de forma triangular, 
todavía está seca y se balancea sobre la superficie del agua. Se está 
acercando a mí... 
 ¡Mi top! 
Evaluación rápida: una caja disfrazada de tiburón flota en el agua; 
el top de mi bikini está tomando el sol sin mí a varios metros de distancia; y 
mis pechos desnudos se presionan contra el pecho desnudo de Lautner. 
—¿Creo recordar haberte sugerido que mantuvieras tu bikini puesto? 
No es que me esté quejando. 
Ahora soy plenamente consciente de cómo su pecho desnudo está 
presionado contra el mío. Estoy rezando, suplicando, ofreciendo a Swarley 
como sacrificio porque mis pezones no me engatusen a mí o a él... que su 
cosa de chico no... oh, Dios, demasiado tarde. 
—¿Qué estás haciendo? —Mi voz es un gemido desesperado. 
—Lo siento, no es como si tuviera mucho control sobre... —comienza 
a soltarme. 
—¡No! —Aprieto mi agarre alrededor de su cuello, lo que también 
me acerca a su problema—. No llevo top. 
Tengo un don para expresar lo obvio cuando

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