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1 ORIGEN Y EVOLUCION DE LA IMPRENTA EN EL MUNDO Arq. Miguel Ángel Riera ______________________________________________________ Capítulo I: Antecedentes de la imprenta. De uso común en la antigüedad en Babilonia y otros pueblos, como sustituto de la firma y como símbolo religioso, las piedras para sellar se consideran la forma más antigua conocida de impresión. La piedra, engastada a menudo en un anillo, se coloreaba con pigmento o barro y se prensaba contra una superficie elástica y dúctil a fin de conseguir su impresión. Los libros que se copiaban a mano con tinta aplicada con pluma o pincel constituyen una característica notable de las civilizaciones egipcia, griega y romana. Estos manuscritos también se confeccionaban en los monasterios medievales y tenían gran valor. En la antigua Roma, los editores de libros comerciales lanzaron ediciones de hasta 5.000 ejemplares de ciertos manuscritos coloreados, como los epigramas del poeta romano Marcial. Las tareas de copiado eran llevadas adelante por esclavos ilustrados. La impresión en Oriente En el siglo II d.C. los chinos habían desarrollado e implantado el arte de imprimir textos. Dos factores importantes influyeron favorablemente en el desarrollo de la imprenta en China: la invención del papel en 105 d.C. y la difusión de la religión budista. Materiales de escritura como el papiro y el pergamino, no resultaban apropiados para imprimir. El papiro era demasiado frágil como superficie de impresión y el pergamino, un tejido fino extraído de la piel de animales recién desollados, resultaba un material caro. El papel, por el contrario, es bastante resistente y económico. Por ello, la práctica budista de confeccionar copias de las oraciones y los textos sagrados favorecieron los métodos mecánicos de reproducción. Los primeros ejemplos conocidos de impresión china, producidos antes de 200 d.C., se obtuvieron en base a letras e imágenes talladas en relieve en bloques de madera. En 972 se imprimieron de esta forma los “Tripitaka”, escritos sagrados budistas que constan de más de 130.000 páginas. Un inventor chino de esta época pasó de los bloques de madera al concepto de la impresión mediante tipos móviles, es decir, caracteres sueltos dispuestos en fila, igual que en las técnicas actuales. Pero dado que el idioma chino exige entre 2.000 y 40.000 caracteres diferentes, los antiguos chinos no consideraron útil dicha técnica, y abandonaron el invento. Los tipos móviles, fundidos en moldes, fueron inventados independientemente por los coreanos en el siglo XIV, pero también los consideraron menos útiles que la impresión tradicional a base de bloques. No obstante estos importantes avances, el desarrollo de este pueblo asiático siempre ha permanecido en estado embrionario por razones políticas y económicas ya que cada vez que una civilización china alcanzaba cierto grado 2 de desarrollo, se debilitaba sin haber tenido tiempo de explotar todas sus riquezas. La impresión en Occidente Desde 1453, fecha en que terminó la Guerra de los Cien Años (que enfrentó a franceses con ingleses) hasta 1494 cuando empezaron las expediciones francesas a Italia, Europa occidental conoció un período de relativa paz. Volvió la prosperidad, aumentó la riqueza y se incrementó la población. Al mismo tiempo se manifestó una gran ansia de saber, de comprender las cosas, de intercambiar ideas. Se fundaron universidades y la demanda de libros creció de tal modo que sólo la imprenta podía satisfacerla. Desde fines del siglo XIV había hecho su aparición en Europa un nuevo procedimiento: la xilografía (del griego xilon, madera, y gráphein, escribir). Conocido ya en China a fines del siglo VII de nuestra era, este procedimiento consiste en grabar dibujos o letras en una plancha de madera, entintarla y presionar sobre ella una hoja de papel. Primero se empleó este método para imprimir juegos de carta (muy en boga en aquella época) e imágenes piadosas, pero pronto fue aprovechado para hacer pequeños libros ilustrados. El procedimiento sin embargo, era lento, y el material resultaba muy frágil, por lo que surgió la idea de sustituir la plancha de madera por elementos móviles independientes y de mayor duración: los tipos, y así nació la tipografía. La primera fundición de tipos móviles de metal se realizó en Europa hacia mediados del siglo XV; el procedimiento consistía en imprimir sobre papel con una prensa. El invento no parece guardar relación alguna con otros anteriores del Extremo Oriente puesto que ambas técnicas se diferencian mucho en cuanto a los detalles. Mientras que los impresores orientales utilizaban tintas solubles en agua, los occidentales emplearon desde un principio tintas diluidas en aceites. En Oriente, las impresiones se conseguían sencillamente oprimiendo el papel con un trozo de madera contra el bloque entintado. Los primeros impresores occidentales localizados en el valle del río Rin utilizaban prensas mecánicas de madera cuyo diseño recordaba el de las prensas de vino. Los impresores occidentales desarrollaron una técnica de fundición de tipos de tal precisión que se mantenían unidos por simple presión aplicada a los extremos del soporte de la página. El desarrollo de un método que permitiera fundir letras con dimensiones precisas constituye la contribución principal del invento occidental. Los fundamentos de la imprenta ya habían sido utilizados por los artesanos textiles europeos para estampar los tejidos, al menos un siglo antes de que se inventase la impresión sobre papel. El arte de la fabricación de papel, que llegó a Occidente durante el siglo XII, se extendió por toda Europa durante los siglos XIII y XIV. Hacia mediados del siglo XV, ya existía papel en grandes cantidades. Durante el renacimiento, el auge de una clase media próspera e ilustrada aumentó la demanda de materiales escritos. La figura de Martín Lutero y de la Reforma, así como las subsiguientes guerras religiosas, dependían en gran medida de la prensa y del flujo continuo de impresos. 3 Se sabe muy poco sobre la vida de Johannes Gensfleisch, que con el tiempo tomó el nombre de la propiedad donde residía su familia: Gutenberg. Debió de nacer hacia 1397 en Maguncia, ya en 1430 residía en Estrasburgo, donde trabajó como orfebre, en la talla de piedras preciosas y en la fabricación de espejos. Hacía tiempo que se interesaba por la imprenta, pero fue en Maguncia, adonde había vuelto en 1448, donde dio los últimos toques al invento que iba a hacerlo famoso. Por la misma época, Laurens Coster de Haarlem, en los Países Bajos, trabajaba en la fabricación de caracteres móviles, pero nada permite asegurar que consiguiese unos tipos prácticos antes que Gutenberg. Para que el procedimiento de impresión estuviera completamente listo, hacían falta dos cosas: fabricar los caracteres móviles y construir la prensa de imprimir. Como Gutenberg exploró con éxito los dos campos, se le considera el padre de la imprenta. El material ideado por Gutenberg tiene gran importancia, puesto que la imprenta no experimentó cambios importantes hasta poco antes de iniciarse el siglo XX, cuando se inventaron las primeras máquinas de componer. Para obtener los caracteres, en primer lugar había que grabar la letra en un punzón de acero, con el cual se hacía una incisión en un bloque de cobre (material más blando que el acero). En esta matriz (que es el nombre que se da a dicha incisión) se vertía una aleación de plomo, antimonio y estaño. Esta aleación ha sido empleada durante mucho tiempo en la imprenta, debido a sus especiales cualidades: punto de fusión relativamente bajo, gran fluidez cuando está fundida y buena resistencia mecánica en estado sólido. Una vez obtenidos los caracteres de imprenta, había que reunirlos en palabras y en líneas que a su vez se agrupaban en páginas para constituir una forma (varias páginas montadas con eltexto y los blancos). El tórculo o prensa de imprimir ideado por Gutenberg se fabricaba en madera de roble, tenía un tamaño relativamente grande y era accionado a mano. Constaba de una pieza horizontal, la platina (que, por ser de piedra en los primeros tórculos, recibió el nombre de mármol), sobre la cual se disponía la forma. Una plancha de madera, el cuadro, que subía y bajaba por medio de un grueso tornillo, denominado husillo, presionaba la hoja de papel que había que imprimir contra la forma, previamente entintada. El cuadro era bastante más pequeño que la forma, por lo que no se podía imprimir una hoja entera de una sola vez; por lo tanto, había que efectuar la impresión mediante dos descensos del cuadro y de ahí proviene el nombre de prensa de dos golpes que se da a este sistema. A principios del siglo XIX, el tórculo empezó a ser sustituido por la máquina plana, en la que un cilindro reemplaza al cuadro. La vida de Gutenberg, como la de otros muchos inventores, estuvo jalonada por grandes sinsabores. Cuando vivía en Estrasburgo ya tuvo que sostener un pelito contra sus socios y otro tanto le sucedió en Maguncia. Hacia 1450 su invento estaba a punto, y es probable que ya hubiera impreso algunas obras, entre ellas un calendario astronómico que se le suele atribuir. Sin embargo, ninguna de estas obras está fechada. Para instalar una buena imprenta, hace falta dinero. Por eso, Gutenberg se había asociado con un rico burgués de Maguncia, Johann Furst, que le adelantó el dinero necesario para la instalación y con un técnico, Peter Schöffer. Gutenberg preparaba la edición de una Biblia 4 a la que se considera la primera obra impresa: se trata de la llamada Biblia de Gutenberg o Biblia de 42 líneas. Pero cuando vio la luz esta obra en 1455, el inventor ya había reñido con Furst. Luego se presenta un proceso judicial que pierde Gutenberg, viéndose obligado a entregar a Furst todo su material de imprenta. Cargado de deudas, llevó una vida errante entre Maguncia y Estrasburgo. Mientras tanto, Peter Schöffer imprimió en 1457 el célebre Salterio de Maguncia (un salterio es una colección de salmos) de ejecución perfecta. Adolfo de Nassau recogió a Gutenberg en su corte en 1465. El inventor murió en paz: acabó sus días probablemente a principios de 1468 en la residencia de su protector. Juan Gutenberg – Biblia de 42 líneas. El gran logro de Gutenberg contribuyó sin duda de forma decisiva a la aceptación inmediata del libro impreso como sustituto del libro manuscrito. Los libros impresos antes de 1501 se dice que pertenecen a la era de los incunables, o libros iniciales de la cuna. En el periodo comprendido entre 1450 y 1500 se imprimieron más de 6.000 obras diferentes. El número de imprentas aumentó rápidamente durante esos años. En Italia, por ejemplo, la primera imprenta se fundó en Venecia en 1469, y hacia 1500 la ciudad contaba ya con 417 imprentas. En 1476 se imprimió un gramática griega con tipografía totalmente griega en Milán y en Soncino se imprimió una Biblia hebrea en 1488. En 1476 William Caxton llevó la imprenta a Inglaterra; en España, Arnaldo de Brocar compuso la Biblia Políglota Complutense en seis tomos entre 1514 y 1517 por iniciativa del Cardenal Cisneros; en 1539 Juan Pablos fundó una imprenta en la Ciudad de México, introduciendo esta técnica en el Nuevo Mundo. Stephen Day, un cerrajero de profesión, llegó a la Bahía de Massachusetts en Nueva Inglaterra en 1628 y colaboró en la fundación de Cambridge Press. 5 Los impresores del norte de Europa fabricaban sobre todo libros religiosos, como biblias, salterios y misales. Los impresores italianos, en cambio, componían libros profanos, por ejemplo, los autores clásicos griegos y romanos redescubiertos en ese momento, las historias de los escritores laicos italianos y las obras científicas de los eruditos renacentistas. Una de las primeras aplicaciones importantes de la imprenta fue la publicación de panfletos: en las luchas religiosas y políticas de los siglos XVI y XVII, los panfletos circularon de manera profusa. La producción de estos materiales ocupaba en gran medida a los impresores de la época. Los panfletos tuvieron también una gran difusión en las colonias españolas de América en la segunda mitad del siglo XVIII. Las prensas de imprimir La máquina que se utiliza para transferir la tinta desde la plancha de impresión a la página impresa se denomina prensa. Las primeras prensas de imprimir, como las del siglo XVI e incluso anteriores, eran de tornillo, pensadas para transmitir una cierta presión al elemento impresor o molde, que se colocaba hacia arriba sobre una superficie plana. El papel, por lo general humedecido, se presionaba contra los tipos con ayuda de la superficie móvil o platina. Las partes superiores de la imprenta frecuentemente iban sujetas al techo y una vez que el molde se había entintado, la platina se iba atornillando hacia abajo contra el mismo. La prensa iba equipada con raíles que permitían expulsar el molde, volviendo a su posición original, de modo que no fuera necesario levantar mucho la platina. Sin embargo, la operación resultaba lenta y trabajosa; estas prensas sólo producían unas 250 impresiones a la hora, y sólo imprimían una cara cada vez. En el siglo XVII se añadieron muelles a la prensa para ayudar a levantar rápidamente la platina. Hacia 1800 hicieron su aparición las prensas de hierro, y por aquellas mismas fechas se sustituyeron los tornillos por palancas para hacer descender la platina. Las palancas eran bastante complicadas; primero tenían que hacer bajar la platina lo máximo posible, y al final tenían que conseguir el contacto aplicando una presión considerable. Aunque las mejores prensas manuales de la época sólo producían unas 300 impresiones a la hora, las prensas de hierro permitían utilizar moldes mucho más grandes que los de madera, por lo que de cada impresión se podía obtener un número mucho mayor de páginas. La impresión de libros utilizaba cuatro, ocho, dieciséis y más páginas por pliego. Durante el siglo XIX, las mejoras incluyeron el desarrollo de la prensa accionada por vapor; la prensa de cilindro, que utiliza un rodillo giratorio para prensar el papel contra una superficie plana; la rotativa, en la que tanto el papel como la plancha curva de impresión van montados sobre rodillos y la prensa de doble impresión, que imprime simultáneamente por ambas caras del papel. Los periódicos diarios de gran tirada exigen utilizar varias de estas prensas tirando al mismo tiempo el mismo producto. En 1863 el inventor norteamericano William A. Bullock patentó la primera prensa de periódicos alimentada por bobina, capaz de imprimir los periódicos en rollos en vez de hojas sueltas. En 1871 el impresor Richard March Hoe perfeccionó la prensa de papel continuo; su equipo producía 18.000 periódicos a la hora. 6 Ilustración de libros y máquinas tipográficas Durante siglos, los dibujantes trabajaban en libros ilustrados a mano; con la llegada de la imprenta, los artistas grababan sus creaciones en madera o metal, lo cual permitía a los impresores renacentistas reproducir en sus imprentas tanto imágenes como textos. Entre los artistas famosos del renacimiento que produjeron ilustraciones para libros se hallan el italiano Andrea Mantegna y los alemanes Alberto Durero y Hans Holbein el Joven. La amplia reproducción de sus trabajos influyó de manera notable el desarrollo del arte renacentista. Hasta el siglo XIX se habían ido creando algunas tipografías de gran belleza y se había perfeccionado el oficio de la imprenta. Hacia 1800, sin embargo, los avances en el mundo de la impresión hicieron hincapié en aumentar la velocidad. Charles, tercer conde de Stanhope, introdujo la primera prensa de imprimir construida totalmente de acero. En 1803, los hermanos Henry y Sealy Fourdrinier instalaron en Londres su primera máquina de fabricar papel; producía una bobinade papel continuo capaz de hacer frente a una demanda en constante crecimiento. Más tarde, en 1814 Friedrich König inventó la prensa accionada por vapor, revolucionando toda la industria de la impresión. En 1817, Fco. Xavier Mina, liberal español que organizó una expedición para apoyar la lucha de los patriotas mexicanos por su independencia, llevó a México la primera imprenta de acero, en la que imprimió sus periódicos y proclamas. Se considera la primera imprenta que hubo en el estado de Texas, entonces territorio de Nueva España. En la actualidad se encuentra en el Museo del Estado. Las grandes ediciones que publicaban aumentaron aún más en 1829 al aparecer los estereotipos, que permiten fabricar duplicados de planchas de impresión ya compuestas. En 1886 los equipos de composición se perfeccionaron, permitiendo reducir drásticamente el tiempo necesario para componer un libro en comparación con las labores manuales. Por último, la fotografía ha venido a contribuir al desarrollo de los modernos procesos de fotomecánica. En la década de los cincuenta aparecieron las primeras máquinas de fotocomposición, que producían imágenes fotográficas de los tipos en vez de fundirlos en plomo. Estas imágenes se fotografían con una cámara de artes gráficas a fin de producir unos negativos en película que sirven para obtener las planchas litográficas. Los avances en la tecnología de planchas en los años cincuenta y sesenta, junto con la fotocomposición, pusieron fin a un reinado de 500 años de la tipografía como principal proceso de impresión. La composición tipográfica con tipos de fundición prácticamente ha desaparecido, pero el huecograbado sigue utilizándose de forma habitual. La mayoría de las planchas en relieve se fabrican en la actualidad por procesos fotomecánicos directos. Los ordenadores o computadoras que se utilizan hoy como máquinas de oficina pueden producir imágenes listas para impresión, reduciendo el tiempo y los costes de los principales procesos de imprenta. Las computadoras se utilizan de forma habitual para crear dibujos, definir tipos, digitalizar y retocar imágenes y fundir todos estos elementos en un único trozo de película o directamente sobre la plancha de imprimir. 7 Capítulo II: La imprenta en el continente americano . La llegada de los colonizadores europeos al nuevo mundo, generará la necesidad de establecer las primeras imprentas en suelo americano. La Iglesia tendrá un papel fundamental en virtud de la evangelización que llevará adelante en los territorios conquistados para establecer el control efectivo de la población aborigen. La Corona Española será la primera en implementar este sistema de producción de textos, mediante la importación de imprentas desde los principales centros de impresión de la península ibérica, siguiéndole más tarde las otras potencias como Portugal e Inglaterra. A continuación, se describe con una breve síntesis el proceso desarrollado en algunos países americanos. México Al poco tiempo que Hernán Cortés había arribado a suelo americano, en 1533 el Obispo Juan de Zumárraga escribía al emperador Carlos V diciéndole que sería muy conveniente instalar un taller de imprenta y molino de papel. Ante esta requisitoria el monarca accedió. No consta con certeza la fecha en que funcionó la primera imprenta en México pero es probable que ya entre 1535 y 1537 existía un modesto taller, a cuyo frente estaba Esteban Martín, encontrándose entre otras publicaciones salidas de aquellos primitivos tórculos la “Escala Espiritual” que había compuesto San Juan Clímaco. Juan de Zumárraga contrató mientras estuvo en España entre 1532 y 1533, la ida a México de un célebre impresor domiciliado en Sevilla. Se trataba de Juan Cromberger, quien nunca llegó al nuevo mundo pero celebró un acuerdo con Giovanni Paoli, conocido como Juan Pablo, según el cual debía éste trasladarse a México e instalar un taller tipográfico con los materiales que Cromberger pondría a su disposición. El contrato se hizo por diez años y en 1548 desaparece el nombre de Cromberger al pie de los impresos mexicanos y aparece el de Juan Pablo. De acuerdo a la Real Cédula expedida en 1542, Cromberger estaba autorizado no solo a imprimir libros de doctrina cristiana sino también libros de ciencias. En el transcurso del siglo XVI las prensas mexicanas produjeron 116 obras, entre ellos el “Manual de Adultos”, “Vocabulario de Molina”, “Physica Speculatio”, “Diálogos de Cervantes Salazar”, “Missale Romanum”. Según Genaro Estrada, hablando en números redondos, se pueden calcular en dos mil los impresos mexicanos del siglo XVII y en siete mil cuatrocientos los del siglo XVIII. Desde 1748 hasta 1767 poseyeron los jesuitas en la ciudad de México una imprenta que llegó a dar luz a por lo menos 208 obras, en el espacio de 20 años, funcionando en el Colegio Real de San Ildefonso. Es de destacar que en 1554 se comenzó a editar volúmenes en folio, como los “Diálogos de Cervantes de Salazar”, la “Recognitio Sumularum” y la “Dialéctica Resolutio”. En estas obras se encuentra por primera vez el uso de tipos romanos e itálicos. Aparecen también nuevos encabezamientos y nuevas xilografías. Juan Pablos tiene el honor de haber sido el tercero entre los impresores de América y el primero que de lleno se consagró al arte de imprimir. Hacia el siglo XVII se localizan imprentas en Puebla de los Angeles, 8 en el siglo XVIII en Oaxaca, Guadalajara y Veracruz, en el siglo XIX en Mérida de Yucatán. Perú En 1570 se hallaba en la ciudad de México un impresor oriundo de Turín de nombre Antonio Ricardo. A los dos años, después de haber impreso catorce libros, se trasladó a Lima. El historiador peruano Jesuita Rubén Vargas, expuso que en Perú se hacía necesaria una oficina tipográfica para multiplicar los catecismos en los idiomas de los aborígenes. Los jesuitas reunidos en 1576 en Lima y en Cuzco, presididos por el padre Juan de la Plaza, arbitraron los medios para solucionar esta dificultad. Por ello, se embarca para México en junio de 1579 el mencionado padre De la Plaza, siendo él quien indujo a Ricardo a trasladarse a la ciudad de Lima. Llegando a Perú en 1581, instaló su taller dentro del Colegio que la Compañía de Jesús tenia en dicha ciudad. Una de las resoluciones del Concilio celebrado recientemente en la ciudad, fue el de encomendar a los jesuitas la composición de un “Catecismo Trilingue”. La Real Audiencia se mostró inicialmente muy reacia a permitir la instalación de la imprenta, sin embargo la autorización se obtuvo el 3 de febrero de 1584. El catecismo no fue el primer impreso salido de los talleres jesuitas, puesto que mientras éste se imprimía, se realizaba la “Pragmática de los Diez días del Año” o estatuto que imponía en los actos de la vida civil la corrección introducida en el calendario y conocida con el nombre de corrección gregoriana. El 14 de julio de 1584 la Audiencia ordenó la publicación de este documento. Los primeros libros peruanos no se distinguieron por su belleza. Portadas de mal gusto, mezcla arbitraria de cuerpos tipográficos, tinta floja y apagada, márgenes escasos, colofones secos y sin alma, viñetas toscas, todo eso y mucho más se advierte en los libros peruanos, en contraste sensible y palpable con los primeros impresos mexicanos. Paraguay Los orígenes precisos del arte tipográfico en el Paraguay son de la época correspondiente al gobierno de Carlos Antonio López, en cuyo tiempo se publicó el primer periódico que hubo en el país: "El Paraguayo Independiente". Su primer número apareció el 26 de abril de 1845 y estaba destinado principalmente a la defensa de los derechos territoriales y a la independencia del Paraguay. Uruguay La primera imprenta que funcionó fue la que llevaron los ingleses al tomar militarmente en febrero de 1807 la ciudad de Montevideo. Como instrumento de propaganda política y comercial, el Jefe de la expedición, Sir Samuel Auchmuty,había hecho embarcar una prensa con las necesarias cajas de letras y demás utensilios. El 11 de mayo del mismo año se publica el boletín "La Estrella del Sur" que tuvo una duración de dos meses. Las autoridades españolas en su afán de combatir en 1810 a los revolucionarios de Buenos Aires, solicitaron de la Corte y al representante español en Río de Janeiro el 9 envío de una imprenta. La Infanta Carlota, consorte del príncipe Regente de Portugal, se interesó en Río de Janeiro por complacer a los españoles de Montevideo y les envió todo el material de un taller tipográfico. El 24 de septiembre de 1810 estaba ya en poder de los mismos. Tal fue el origen de la Imprenta de la ciudad de Montevideo, vulgarmente llamada Imprenta de la Carlota. La principal publicación realizada en sus talleres fue la "Gazeta de Montevideo". Brasil Max Fleuiss reconoce que la imprenta más antigua de que se tiene noticia es la que importó la Academia Dos Selectos de Río de Janeiro, fundada por Gómez Freire de Andrade y uno de cuyos presidentes fue el Padre Francisco de Faría, profesor de Filosofía en el Colegio que en dicha ciudad tenía la Compañía de Jesús. Gómez Freire de Andrade autorizó la importación de una imprenta, pero apenas instalada, fue proscripta por la Corte Lusitana el 6 de julio de 1747. Fue recién en 1808 que contó esa ciudad con un taller de primera categoría, la llamada Imprenta Real, que más adelante se llamó Imprenta Imperial e Imprenta Nacional. Fueron el alma de ese taller, en sus comienzos, dos tipógrafos lusitanos: Román Eloi Cazado y Pablo dos Santos Ferreira. Estados Unidos En 1620 desembarcaron los Peregrinos protestantes en la playa de Plymouth y poco tiempo después comenzaron a formar la primera población de New England. Dieciocho años más tarde llegaron los aparejos necesarios para armar un taller tipográfico. En Boston, en 1635 un clérigo de Sutton de nombre José Glober regresa a Inglaterra y en 1638 vuelve a América trayendo entre otras cosas una imprenta, papel, tinta y accesorios. Para manejar esta prensa hizo un contrato con un cerrajero llamado Esteban Day y obtuvo que él, sus dos hijos y otras personas pasaran al Nuevo Mundo. Glober falleció antes de llegar a los Estados Unidos pero en marzo de 1639 la imprenta funcionaba. En ese año dio a luz el “Freemans Oath” y el “Almanac for 1639 calculated for New England”. Otras ciudades de la Unión Americana tuvieron su imprenta a lo largo de ese siglo y en los siguientes como Filadelfia (1685), Saint Mary’s (1685), New Jersey (1723), Anápolis (1726), Baltimore (1773) y New Orleáns (1769). Algunos estados cuyo progreso es de época moderna, establecieron oficinas tipográficas en la primera mitad del siglo XIX como Texas (1817), Iowa (1836), Minnesota (1849), Nevada (1858) y Colorado (1859). Por lo que respecta al papel, fue el alemán Guillermo Rittinghdussen quien en 1690 en las vecindades de Filadelfia, instaló el primer molino de papel. Tuvo muchos competidores sobre todo en el estado de Massachussets, donde los molinos se multiplicaron extraordinariamente. 10 Capítulo III: La imprenta en el actual territorio a rgentino. La imprenta de Misiones En el año 1585 llegaron al río de La Plata los primeros religiosos de la Compañía de Jesús, los padres Francisco Angulo y Alonso de Barzana. En 1587 llegaban procedentes de Brasil los Padres Armini, Grao, Saloni, Ortega y Fields. Estos tres últimos como sabían la lengua guaraní, fueron destinados a las regiones del Paraguay, donde fundaron las célebres Reducciones, que tuvieron su origen en 1610. Los orígenes de la imprenta en el río de La Plata se remontan a 1630, aunque tantos desvelos y tan grande solicitud de parte de los jesuitas rioplatenses y de parte del General de La Compañía de Jesús no llegaron a producir, por entonces, el tan deseado resultado. Dibujo de la Misión de San Ignacio. A fines del siglo XVII, las Reducciones Guaraníticas habían llegado a un desenvolvimiento cultural tan intenso, que la existencia de una imprenta era algo de la mayor importancia y su falta se hacía sentir cada vez más. Los treinta pueblos contaban con una población de 100.000 habitantes, aproximándose al total de todas las ciudades españolas entonces existentes, en lo que es hoy Paraguay, Argentina y Uruguay, comparable a ellas, sino superior, en la magnificencia de sus templos, en la urbanización de sus poblaciones, en la riqueza de sus campos, en la variedad de sus industrias y en la intensidad de su cultura escolar y post-escolar. Aquellos indígenas tenían una decidida vocación por la letra impresa, y tenían sus complacencias en reproducir a pluma, no ya escritos de cortas dimensiones, sino volúmenes enteros, y esto con tanta maestría y con una técnica tan peculiarmente suya, que existen libros manuscritos que parecen impresos en los mejores talleres europeos. Fue conveniente proporcionarles medios de instrucción a los aborígenes por el enorme afán que por la lectura ellos manifestaban. Aquella necesidad y esta avidez debió inducir a los jesuitas a valerse de planchas xilográficas para 11 difundir las nociones primordiales del catecismo y de las letras humanas y aunque existía desde 1643 el Catecismo de Ruiz de Montoya, impreso en Madrid, no era un libro popular sino científico, ya que no estaba destinado a las gentes en general, sino a los catequistas. A fines del siglo XVII moraban en las misiones jesuíticas guaraníticas dos hombres de singulares prendas: Los Padres Juan Bautista Neumann, oriundo de Viena (Austria), y José Serrano, de Andalucía (España). A estos dos misioneros corresponde la gloria de haber sido los fundadores del arte tipográfico en la República Argentina, pues fueron ellos los primeros en armar una prensa, fundir los necesarios tipos y dar a publicidad los primeros libros argentinos, en la Reducción de Loreto. Primera imprenta misional. Ilustración de un impreso misional. Antes de 1694 el Padre Serrano comenzó la traducción del “Flos Sanctorum” del R.P. Pedro Rivadeneira. En 1700 se disponía a remitirlo a Roma para su impresión, cuando el Padre Neumann armó su rústica prensa tipográfica y puso de manifiesto la posibilidad de que las obras traducidas por el Padre Serrano se publicaran en las mismas Misiones. El Padre Neumann armó en 1700 la primera imprenta argentina. El 1º libro publicado en las regiones del Río de la Plata fue un “Martirologio Romano”. El más antiguo libro argentino que ha llegado hasta nosotros fue íntegramente compuesto en territorio actualmente argentino. Solo el papel debió venir del extranjero. Es áspero, medianamente fuerte y análogo al usado en los libros españoles de fines del siglo XVII. Además de no tener prueba alguna para inclinarnos a creer que fue fabricado en las Misiones, tenemos el testimonio del Padre Sepp, quien escribía en 1709: “Quiso el Padre Serrano establecer una imprenta y con feliz éxito lo llevó a cabo...Cierto que fabricar aquí el papel es del todo imposible, y a veces no hay ninguno...; es forzoso traerlo de Europa, los que resulta muy caro”. La escasez del papel fue la única causa por la que la imprenta misionera, después de 12 imprimir una decena de obras grandes y un número mayor de obritas de cortas dimensiones, cesó enteramente en su nobilísima labor. Después de la impresión del libro de Serrano no se sabe con certeza que los jesuitas publicaran otro alguno hasta el año de 1709, en el que parece que reeditaron el “Martirologio Romano”, ya que la primera edición había salido muy deficiente. Del período que corre entre 1711 y 1721 solo se conocen cuatro libros impresos en las Misiones. Si no en todos los libros guaraníticos, en no pocos de ellos, los tipos son hermosos y están bien dibujados y contorneados. Los tipos utilizados eran una amalgama de estaño y plomo. Según un misionero, Martín Dobrizhoffer, alescribir de los indios decía que "...no pocos de ellos imprimieron libros, y libros de gran volumen, no solamente en lengua guaraní sino también en lengua latina, y lo que es más, ellos mismos fundieron de estaño los caracteres o notas tipográficas". No nos es dado señalar hasta qué punto fue obra de los indígenas o de los misioneros la construcción, la materialidad ya que no la formalidad de la prensa y la fundición de los tipos, pero se sabe que se debieron a los indígenas las láminas de mayores dimensiones que son precisamente las más perfectas, que aparecen en el libro de Nieremberg, traducido al guaraní y editado en las Doctrinas o Reducciones en 1705. Según los misioneros, era muy grande la destreza y habilidad de los indios en la reproducción de láminas y de objetos de arte, aun de los más primorosos y afiligranados. Hubo por lo menos tres o cuatro imprentas: en Santa María la mayor, en San Javier, en Loreto y una cuarta que podría ser Candelaria, que era la sede del Superior de las Misiones. La producciones de la imprenta de las Misiones abarcan los años transcurridos entre los de 1705 y 1727. No se conoce libro alguno impreso con posterioridad a esa última fecha. La expulsión de los Jesuitas se produce en 1767. Se ha insinuado que la prensa misionera enmudeció porque los jesuitas descubrieron que la existencia y funcionamiento de la misma no era del agrado del gobierno español La imprenta en Córdoba Los 1º jesuitas llegaron a Córdoba del Tucumán en 1599. Comenzaron por vivir en el hospital y emplear su tiempo y sus talentos en la enseñanza del Catecismo a los párvulos y esclavos, y en repetidas excursiones, a los indios comarcanos. Córdoba llegó a ser el centro geográfico de toda la vasta obra misionera, pedagógica y cultural de la Compañía de Jesús en las regiones del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. Allí moraba el provincial y allí tenía su asiento la histórica universidad. A mediados del siglo XVIII contaba la compañía de Jesús con varios centros culturales en la ciudad docta del interior. La Universidad, el Colegio de Monserrat y el Colegio Máximo eran tres instituciones bien cimentadas, prósperas y de un brillante porvenir. En las Misiones guaraníticas funcionaba una imprenta jesuítica desde 1700, mientras la próspera universidad carecía de ella. Tras arduas gestiones, a mediados del año 1764 llegó la imprenta con todos sus accesorios a Córdoba, pero el entonces Rector de la Universidad y Colegio Máximo, el Jesuita Griego Manuel Querini, no simpatizó con la misma. El primer impresor que tuvo la ciudad de Córdoba fue el Hermano Pablo Karer, de or igen alemán, quien 13 en 1767 al tiempo de la expulsión tenía el único y exclusivo cargo de “impresor”. A los dos años de funcionar la imprenta instalada por los jesuitas en Córdoba sobrevino la expulsión y con ella el desquicio en la casa solariega de la cultura cordobesa. Entraron a llenar el vacío que dejaron los jesuitas los Padres franciscanos a quienes se confió la Universidad y el Convictorio y no al clero, porque “si se echase mano de los discípulos de los jesuitas (y los clérigos en su mayoría habían sido educados por ellos) para la pública enseñanza sería abierta contravención a los piadosos designios del monarca; pues se perpetuaría en los países la escuela de aquellos Regulares con todas sus preocupaciones, por el amor que naturalmente se profesa a los maestros, aun muertos hace muchos años, como vivan en sus cartapacios”. Los padres franciscanos, al tomar posesión del Convictorio, vieron en los sótanos del mismo la Imprenta Jesuítica y allí dejaron hasta que el virrey Don Juan José de Vértiz y Salcedo decidió traer la imprenta a Buenos Aires y ponerla al servicio de la “Casa de Expósitos”, fundada por él mismo e inaugurada el 7 de agosto de 1779. La imprenta en Buenos Aires Se afirma generalmente que no hubo oficina alguna tipográfica en Buenos Aires hasta 1780, fecha en que se trasladó a la capital del Virreinato la imprenta que había poseído y utilizado en Córdoba los Padres Jesuitas pero hay buenas razones para sospechar y para creer que ya a mediados del siglo XVIII, si no antes, hubo algún taller tipográfico en Buenos Aires. La sospecha surgió a raíz de hallar en el Archivo de la Curia Eclesiástica de Buenos Aires y en su Indica General, índice que consigna la noticia de documentos comprendidos entre 1610 y 1859, las siguientes líneas que corresponden a 1756 "Vega, Alonso de la: Criminal por abuso de imprenta, Leg. 20, núm. 20". En los 1º días de febrero de 1780 llegaba a Buenos Aires, traída desde Córdoba, los materiales necesarios para establecer el primer taller tipográfico que "oficialmente" existió en la capital argentina. Se ha atribuido al Virrey Vértiz la creación de la 1º imprenta en Buenos Aires, sin embargo Manuel Ignacio Fernández , intendente general del Ejército y real hacienda, hombre de gran cultura y poseedor de una de las más ricas y valiosas bibliotecas que hubo en el Río de la Plata a fines del siglo XVIII, se había interesado, con anterioridad a la venida de Vértiz, en implantar un taller tipográfico en Buenos Aires. Agustín Garrigós fue el primer impresor con el que contó la ciudad de Buenos Aires. De origen español, natural de Alicante, en Valencia, vino a América en la armada de Ceballos y formaba parte del cuerpo de dragones que comandaba el teniente coronel don García de Velazco. Corrió con la instalación y funcionamiento de la imprenta y fue el cerebro y brazo de la misma desde mediados de julio de 1780 hasta octubre de 1791. La vieja prensa que había inaugurado el arte tipográfico en Córdoba y Buenos Aires, fue vendida el 31 de agosto de 1824 y enviada a Salta. La industria del grabado acompañó a la industria del libro desde los mismos orígenes de éste, a lo menos por lo que respecta al Río de la Plata. El libro de Nieremberg, impreso en 1705 y que es el más antiguo libro del que se posee 14 ejemplar, es un verdadero álbum, dado el número y magnitud y preciosidad de sus láminas. Juan Yaparí es uno de los que colaboraron con el arte del buril. Tomás Tilcara es otro destacado. El guaraní era un eximio copista pero carecía de inventiva. Aunque el arte de la encuadernación no nació con el de la impresión y en muchos casos la precedió, cierto es que fue en los mismos talleres gráficos donde recibió mayor impulso. En Córdoba en 1611, un tal Cristóbal de Moyano compró unos cordobanes para empastar libros, y en 1732 también en Córdoba tenía gran prestigio como encuadernador el Hermano José Klausner, de quien se aseveraba que era "fabricante de lámparas, barbero, encuadernador y gran artífice". Con la inauguración de la Imprenta de Expósitos en 1780, Buenos Aires contó con taller de encuadernación anexo a la misma; aunque destinado a trabajar los libros y folletos, publicados en dicha casa, parece ser que se ocupaba también de otras obras. Contaba con dos guillotinas, instrumentos primordiales en una oficina de encuadernación. No siempre en fácil distinguir cuáles sean libros de encuadernación europea y cuáles a factura argentina, pero a veces son evidentemente del país como el "Repertorio muy copiosos del texto y leyes de las siete partidas", Madrid 1611, en badana lisa y sin colores; y el "De Jure Académico" de Andrés Mendo, Madrid 1755, en cordobán coloreado y jaspeado, cosido con cuatro nervios. Bibliografía: • Editorial Salvat del Estudiante (1978). Tomo II. España. Ediciones Salvat. • Furlong, Guillermo (1953): Historia y Bibliografía de las primeras imprentas rioplatenses (1700-1850) Tomo I. Buenos Aires. Editorial Guaranda. • Furlong, Guillermo (1947): Orígenes del Arte Tipográfico en América, especialmente en la Argentina. Buenos Aires. Editorial Huarpes S.A. • Investigación y elaboración a cargo de Martín A. Cagliani, estudiante de Antropología Arqueológica e Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de BuenosAires. Victoria, Buenos Aires, Argentina.
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