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Origen y evolución de la imprenta - Maleno Baez

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ORIGEN Y EVOLUCION DE LA IMPRENTA EN EL MUNDO 
 Arq. Miguel Ángel Riera 
______________________________________________________ 
Capítulo I: Antecedentes de la imprenta. 
De uso común en la antigüedad en Babilonia y otros pueblos, como sustituto de 
la firma y como símbolo religioso, las piedras para sellar se consideran la forma 
más antigua conocida de impresión. La piedra, engastada a menudo en un 
anillo, se coloreaba con pigmento o barro y se prensaba contra una superficie 
elástica y dúctil a fin de conseguir su impresión. 
Los libros que se copiaban a mano con tinta aplicada con pluma o pincel 
constituyen una característica notable de las civilizaciones egipcia, griega y 
romana. Estos manuscritos también se confeccionaban en los monasterios 
medievales y tenían gran valor. En la antigua Roma, los editores de libros 
comerciales lanzaron ediciones de hasta 5.000 ejemplares de ciertos 
manuscritos coloreados, como los epigramas del poeta romano Marcial. Las 
tareas de copiado eran llevadas adelante por esclavos ilustrados. 
La impresión en Oriente 
En el siglo II d.C. los chinos habían desarrollado e implantado el arte de 
imprimir textos. Dos factores importantes influyeron favorablemente en el 
desarrollo de la imprenta en China: la invención del papel en 105 d.C. y la 
difusión de la religión budista. Materiales de escritura como el papiro y el 
pergamino, no resultaban apropiados para imprimir. El papiro era demasiado 
frágil como superficie de impresión y el pergamino, un tejido fino extraído de la 
piel de animales recién desollados, resultaba un material caro. El papel, por el 
contrario, es bastante resistente y económico. Por ello, la práctica budista de 
confeccionar copias de las oraciones y los textos sagrados favorecieron los 
métodos mecánicos de reproducción. 
Los primeros ejemplos conocidos de impresión china, producidos antes de 200 
d.C., se obtuvieron en base a letras e imágenes talladas en relieve en bloques 
de madera. En 972 se imprimieron de esta forma los “Tripitaka”, escritos 
sagrados budistas que constan de más de 130.000 páginas. Un inventor chino 
de esta época pasó de los bloques de madera al concepto de la impresión 
mediante tipos móviles, es decir, caracteres sueltos dispuestos en fila, igual 
que en las técnicas actuales. Pero dado que el idioma chino exige entre 2.000 y 
40.000 caracteres diferentes, los antiguos chinos no consideraron útil dicha 
técnica, y abandonaron el invento. Los tipos móviles, fundidos en moldes, 
fueron inventados independientemente por los coreanos en el siglo XIV, pero 
también los consideraron menos útiles que la impresión tradicional a base de 
bloques. No obstante estos importantes avances, el desarrollo de este pueblo 
asiático siempre ha permanecido en estado embrionario por razones políticas y 
económicas ya que cada vez que una civilización china alcanzaba cierto grado 
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de desarrollo, se debilitaba sin haber tenido tiempo de explotar todas sus 
riquezas. 
La impresión en Occidente 
Desde 1453, fecha en que terminó la Guerra de los Cien Años (que enfrentó a 
franceses con ingleses) hasta 1494 cuando empezaron las expediciones 
francesas a Italia, Europa occidental conoció un período de relativa paz. Volvió 
la prosperidad, aumentó la riqueza y se incrementó la población. Al mismo 
tiempo se manifestó una gran ansia de saber, de comprender las cosas, de 
intercambiar ideas. Se fundaron universidades y la demanda de libros creció de 
tal modo que sólo la imprenta podía satisfacerla. 
Desde fines del siglo XIV había hecho su aparición en Europa un nuevo 
procedimiento: la xilografía (del griego xilon, madera, y gráphein, escribir). 
Conocido ya en China a fines del siglo VII de nuestra era, este procedimiento 
consiste en grabar dibujos o letras en una plancha de madera, entintarla y 
presionar sobre ella una hoja de papel. Primero se empleó este método para 
imprimir juegos de carta (muy en boga en aquella época) e imágenes piadosas, 
pero pronto fue aprovechado para hacer pequeños libros ilustrados. El 
procedimiento sin embargo, era lento, y el material resultaba muy frágil, por lo 
que surgió la idea de sustituir la plancha de madera por elementos móviles 
independientes y de mayor duración: los tipos, y así nació la tipografía. 
La primera fundición de tipos móviles de metal se realizó en Europa hacia 
mediados del siglo XV; el procedimiento consistía en imprimir sobre papel con 
una prensa. El invento no parece guardar relación alguna con otros anteriores 
del Extremo Oriente puesto que ambas técnicas se diferencian mucho en 
cuanto a los detalles. Mientras que los impresores orientales utilizaban tintas 
solubles en agua, los occidentales emplearon desde un principio tintas diluidas 
en aceites. En Oriente, las impresiones se conseguían sencillamente 
oprimiendo el papel con un trozo de madera contra el bloque entintado. Los 
primeros impresores occidentales localizados en el valle del río Rin utilizaban 
prensas mecánicas de madera cuyo diseño recordaba el de las prensas de 
vino. 
Los impresores occidentales desarrollaron una técnica de fundición de tipos de 
tal precisión que se mantenían unidos por simple presión aplicada a los 
extremos del soporte de la página. El desarrollo de un método que permitiera 
fundir letras con dimensiones precisas constituye la contribución principal del 
invento occidental. Los fundamentos de la imprenta ya habían sido utilizados 
por los artesanos textiles europeos para estampar los tejidos, al menos un siglo 
antes de que se inventase la impresión sobre papel. El arte de la fabricación de 
papel, que llegó a Occidente durante el siglo XII, se extendió por toda Europa 
durante los siglos XIII y XIV. Hacia mediados del siglo XV, ya existía papel en 
grandes cantidades. Durante el renacimiento, el auge de una clase media 
próspera e ilustrada aumentó la demanda de materiales escritos. La figura de 
Martín Lutero y de la Reforma, así como las subsiguientes guerras religiosas, 
dependían en gran medida de la prensa y del flujo continuo de impresos. 
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Se sabe muy poco sobre la vida de Johannes Gensfleisch, que con el tiempo 
tomó el nombre de la propiedad donde residía su familia: Gutenberg. Debió de 
nacer hacia 1397 en Maguncia, ya en 1430 residía en Estrasburgo, donde 
trabajó como orfebre, en la talla de piedras preciosas y en la fabricación de 
espejos. Hacía tiempo que se interesaba por la imprenta, pero fue en 
Maguncia, adonde había vuelto en 1448, donde dio los últimos toques al 
invento que iba a hacerlo famoso. Por la misma época, Laurens Coster de 
Haarlem, en los Países Bajos, trabajaba en la fabricación de caracteres 
móviles, pero nada permite asegurar que consiguiese unos tipos prácticos 
antes que Gutenberg. Para que el procedimiento de impresión estuviera 
completamente listo, hacían falta dos cosas: fabricar los caracteres móviles y 
construir la prensa de imprimir. Como Gutenberg exploró con éxito los dos 
campos, se le considera el padre de la imprenta. 
 
El material ideado por Gutenberg tiene gran importancia, puesto que la 
imprenta no experimentó cambios importantes hasta poco antes de iniciarse el 
siglo XX, cuando se inventaron las primeras máquinas de componer. Para 
obtener los caracteres, en primer lugar había que grabar la letra en un punzón 
de acero, con el cual se hacía una incisión en un bloque de cobre (material más 
blando que el acero). En esta matriz (que es el nombre que se da a dicha 
incisión) se vertía una aleación de plomo, antimonio y estaño. Esta aleación ha 
sido empleada durante mucho tiempo en la imprenta, debido a sus especiales 
cualidades: punto de fusión relativamente bajo, gran fluidez cuando está 
fundida y buena resistencia mecánica en estado sólido. 
 
Una vez obtenidos los caracteres de imprenta, había que reunirlos en palabras 
y en líneas que a su vez se agrupaban en páginas para constituir una forma 
(varias páginas montadas con eltexto y los blancos). El tórculo o prensa de 
imprimir ideado por Gutenberg se fabricaba en madera de roble, tenía un 
tamaño relativamente grande y era accionado a mano. Constaba de una pieza 
horizontal, la platina (que, por ser de piedra en los primeros tórculos, recibió el 
nombre de mármol), sobre la cual se disponía la forma. Una plancha de 
madera, el cuadro, que subía y bajaba por medio de un grueso tornillo, 
denominado husillo, presionaba la hoja de papel que había que imprimir contra 
la forma, previamente entintada. El cuadro era bastante más pequeño que la 
forma, por lo que no se podía imprimir una hoja entera de una sola vez; por lo 
tanto, había que efectuar la impresión mediante dos descensos del cuadro y de 
ahí proviene el nombre de prensa de dos golpes que se da a este sistema. A 
principios del siglo XIX, el tórculo empezó a ser sustituido por la máquina plana, 
en la que un cilindro reemplaza al cuadro. 
 
La vida de Gutenberg, como la de otros muchos inventores, estuvo jalonada 
por grandes sinsabores. Cuando vivía en Estrasburgo ya tuvo que sostener un 
pelito contra sus socios y otro tanto le sucedió en Maguncia. Hacia 1450 su 
invento estaba a punto, y es probable que ya hubiera impreso algunas obras, 
entre ellas un calendario astronómico que se le suele atribuir. Sin embargo, 
ninguna de estas obras está fechada. Para instalar una buena imprenta, hace 
falta dinero. Por eso, Gutenberg se había asociado con un rico burgués de 
Maguncia, Johann Furst, que le adelantó el dinero necesario para la instalación 
y con un técnico, Peter Schöffer. Gutenberg preparaba la edición de una Biblia 
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a la que se considera la primera obra impresa: se trata de la llamada Biblia de 
Gutenberg o Biblia de 42 líneas. Pero cuando vio la luz esta obra en 1455, el 
inventor ya había reñido con Furst. Luego se presenta un proceso judicial que 
pierde Gutenberg, viéndose obligado a entregar a Furst todo su material de 
imprenta. Cargado de deudas, llevó una vida errante entre Maguncia y 
Estrasburgo. Mientras tanto, Peter Schöffer imprimió en 1457 el célebre 
Salterio de Maguncia (un salterio es una colección de salmos) de ejecución 
perfecta. Adolfo de Nassau recogió a Gutenberg en su corte en 1465. El 
inventor murió en paz: acabó sus días probablemente a principios de 1468 en 
la residencia de su protector. 
 
 
 
Juan Gutenberg – Biblia de 42 líneas. 
El gran logro de Gutenberg contribuyó sin duda de forma decisiva a la 
aceptación inmediata del libro impreso como sustituto del libro manuscrito. Los 
libros impresos antes de 1501 se dice que pertenecen a la era de los 
incunables, o libros iniciales de la cuna. En el periodo comprendido entre 1450 
y 1500 se imprimieron más de 6.000 obras diferentes. El número de imprentas 
aumentó rápidamente durante esos años. En Italia, por ejemplo, la primera 
imprenta se fundó en Venecia en 1469, y hacia 1500 la ciudad contaba ya con 
417 imprentas. En 1476 se imprimió un gramática griega con tipografía 
totalmente griega en Milán y en Soncino se imprimió una Biblia hebrea en 
1488. En 1476 William Caxton llevó la imprenta a Inglaterra; en España, 
Arnaldo de Brocar compuso la Biblia Políglota Complutense en seis tomos 
entre 1514 y 1517 por iniciativa del Cardenal Cisneros; en 1539 Juan Pablos 
fundó una imprenta en la Ciudad de México, introduciendo esta técnica en el 
Nuevo Mundo. Stephen Day, un cerrajero de profesión, llegó a la Bahía de 
Massachusetts en Nueva Inglaterra en 1628 y colaboró en la fundación de 
Cambridge Press. 
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Los impresores del norte de Europa fabricaban sobre todo libros religiosos, 
como biblias, salterios y misales. Los impresores italianos, en cambio, 
componían libros profanos, por ejemplo, los autores clásicos griegos y romanos 
redescubiertos en ese momento, las historias de los escritores laicos italianos y 
las obras científicas de los eruditos renacentistas. Una de las primeras 
aplicaciones importantes de la imprenta fue la publicación de panfletos: en las 
luchas religiosas y políticas de los siglos XVI y XVII, los panfletos circularon de 
manera profusa. La producción de estos materiales ocupaba en gran medida a 
los impresores de la época. Los panfletos tuvieron también una gran difusión 
en las colonias españolas de América en la segunda mitad del siglo XVIII. 
Las prensas de imprimir 
La máquina que se utiliza para transferir la tinta desde la plancha de impresión 
a la página impresa se denomina prensa. Las primeras prensas de imprimir, 
como las del siglo XVI e incluso anteriores, eran de tornillo, pensadas para 
transmitir una cierta presión al elemento impresor o molde, que se colocaba 
hacia arriba sobre una superficie plana. El papel, por lo general humedecido, se 
presionaba contra los tipos con ayuda de la superficie móvil o platina. Las 
partes superiores de la imprenta frecuentemente iban sujetas al techo y una 
vez que el molde se había entintado, la platina se iba atornillando hacia abajo 
contra el mismo. La prensa iba equipada con raíles que permitían expulsar el 
molde, volviendo a su posición original, de modo que no fuera necesario 
levantar mucho la platina. Sin embargo, la operación resultaba lenta y 
trabajosa; estas prensas sólo producían unas 250 impresiones a la hora, y sólo 
imprimían una cara cada vez. 
En el siglo XVII se añadieron muelles a la prensa para ayudar a levantar 
rápidamente la platina. Hacia 1800 hicieron su aparición las prensas de hierro, 
y por aquellas mismas fechas se sustituyeron los tornillos por palancas para 
hacer descender la platina. Las palancas eran bastante complicadas; primero 
tenían que hacer bajar la platina lo máximo posible, y al final tenían que 
conseguir el contacto aplicando una presión considerable. Aunque las mejores 
prensas manuales de la época sólo producían unas 300 impresiones a la hora, 
las prensas de hierro permitían utilizar moldes mucho más grandes que los de 
madera, por lo que de cada impresión se podía obtener un número mucho 
mayor de páginas. La impresión de libros utilizaba cuatro, ocho, dieciséis y más 
páginas por pliego. 
Durante el siglo XIX, las mejoras incluyeron el desarrollo de la prensa 
accionada por vapor; la prensa de cilindro, que utiliza un rodillo giratorio para 
prensar el papel contra una superficie plana; la rotativa, en la que tanto el papel 
como la plancha curva de impresión van montados sobre rodillos y la prensa de 
doble impresión, que imprime simultáneamente por ambas caras del papel. Los 
periódicos diarios de gran tirada exigen utilizar varias de estas prensas tirando 
al mismo tiempo el mismo producto. En 1863 el inventor norteamericano 
William A. Bullock patentó la primera prensa de periódicos alimentada por 
bobina, capaz de imprimir los periódicos en rollos en vez de hojas sueltas. En 
1871 el impresor Richard March Hoe perfeccionó la prensa de papel continuo; 
su equipo producía 18.000 periódicos a la hora. 
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Ilustración de libros y máquinas tipográficas 
Durante siglos, los dibujantes trabajaban en libros ilustrados a mano; con la 
llegada de la imprenta, los artistas grababan sus creaciones en madera o 
metal, lo cual permitía a los impresores renacentistas reproducir en sus 
imprentas tanto imágenes como textos. Entre los artistas famosos del 
renacimiento que produjeron ilustraciones para libros se hallan el italiano 
Andrea Mantegna y los alemanes Alberto Durero y Hans Holbein el Joven. La 
amplia reproducción de sus trabajos influyó de manera notable el desarrollo del 
arte renacentista. 
Hasta el siglo XIX se habían ido creando algunas tipografías de gran belleza y 
se había perfeccionado el oficio de la imprenta. Hacia 1800, sin embargo, los 
avances en el mundo de la impresión hicieron hincapié en aumentar la 
velocidad. Charles, tercer conde de Stanhope, introdujo la primera prensa de 
imprimir construida totalmente de acero. En 1803, los hermanos Henry y Sealy 
Fourdrinier instalaron en Londres su primera máquina de fabricar papel; 
producía una bobinade papel continuo capaz de hacer frente a una demanda 
en constante crecimiento. Más tarde, en 1814 Friedrich König inventó la prensa 
accionada por vapor, revolucionando toda la industria de la impresión. En 1817, 
Fco. Xavier Mina, liberal español que organizó una expedición para apoyar la 
lucha de los patriotas mexicanos por su independencia, llevó a México la 
primera imprenta de acero, en la que imprimió sus periódicos y proclamas. Se 
considera la primera imprenta que hubo en el estado de Texas, entonces 
territorio de Nueva España. En la actualidad se encuentra en el Museo del 
Estado. Las grandes ediciones que publicaban aumentaron aún más en 1829 al 
aparecer los estereotipos, que permiten fabricar duplicados de planchas de 
impresión ya compuestas. 
En 1886 los equipos de composición se perfeccionaron, permitiendo reducir 
drásticamente el tiempo necesario para componer un libro en comparación con 
las labores manuales. Por último, la fotografía ha venido a contribuir al 
desarrollo de los modernos procesos de fotomecánica. En la década de los 
cincuenta aparecieron las primeras máquinas de fotocomposición, que 
producían imágenes fotográficas de los tipos en vez de fundirlos en plomo. 
Estas imágenes se fotografían con una cámara de artes gráficas a fin de 
producir unos negativos en película que sirven para obtener las planchas 
litográficas. Los avances en la tecnología de planchas en los años cincuenta y 
sesenta, junto con la fotocomposición, pusieron fin a un reinado de 500 años de 
la tipografía como principal proceso de impresión. La composición tipográfica 
con tipos de fundición prácticamente ha desaparecido, pero el huecograbado 
sigue utilizándose de forma habitual. La mayoría de las planchas en relieve se 
fabrican en la actualidad por procesos fotomecánicos directos. Los 
ordenadores o computadoras que se utilizan hoy como máquinas de oficina 
pueden producir imágenes listas para impresión, reduciendo el tiempo y los 
costes de los principales procesos de imprenta. Las computadoras se utilizan 
de forma habitual para crear dibujos, definir tipos, digitalizar y retocar imágenes 
y fundir todos estos elementos en un único trozo de película o directamente 
sobre la plancha de imprimir. 
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Capítulo II: La imprenta en el continente americano . 
 
La llegada de los colonizadores europeos al nuevo mundo, generará la 
necesidad de establecer las primeras imprentas en suelo americano. La Iglesia 
tendrá un papel fundamental en virtud de la evangelización que llevará 
adelante en los territorios conquistados para establecer el control efectivo de la 
población aborigen. La Corona Española será la primera en implementar este 
sistema de producción de textos, mediante la importación de imprentas desde 
los principales centros de impresión de la península ibérica, siguiéndole más 
tarde las otras potencias como Portugal e Inglaterra. A continuación, se 
describe con una breve síntesis el proceso desarrollado en algunos países 
americanos. 
 
México 
 
Al poco tiempo que Hernán Cortés había arribado a suelo americano, en 1533 
el Obispo Juan de Zumárraga escribía al emperador Carlos V diciéndole que 
sería muy conveniente instalar un taller de imprenta y molino de papel. Ante 
esta requisitoria el monarca accedió. No consta con certeza la fecha en que 
funcionó la primera imprenta en México pero es probable que ya entre 1535 y 
1537 existía un modesto taller, a cuyo frente estaba Esteban Martín, 
encontrándose entre otras publicaciones salidas de aquellos primitivos tórculos 
la “Escala Espiritual” que había compuesto San Juan Clímaco. Juan de 
Zumárraga contrató mientras estuvo en España entre 1532 y 1533, la ida a 
México de un célebre impresor domiciliado en Sevilla. Se trataba de Juan 
Cromberger, quien nunca llegó al nuevo mundo pero celebró un acuerdo con 
Giovanni Paoli, conocido como Juan Pablo, según el cual debía éste 
trasladarse a México e instalar un taller tipográfico con los materiales que 
Cromberger pondría a su disposición. El contrato se hizo por diez años y en 
1548 desaparece el nombre de Cromberger al pie de los impresos mexicanos y 
aparece el de Juan Pablo. De acuerdo a la Real Cédula expedida en 1542, 
Cromberger estaba autorizado no solo a imprimir libros de doctrina cristiana 
sino también libros de ciencias. 
 
En el transcurso del siglo XVI las prensas mexicanas produjeron 116 obras, 
entre ellos el “Manual de Adultos”, “Vocabulario de Molina”, “Physica 
Speculatio”, “Diálogos de Cervantes Salazar”, “Missale Romanum”. Según 
Genaro Estrada, hablando en números redondos, se pueden calcular en dos 
mil los impresos mexicanos del siglo XVII y en siete mil cuatrocientos los del 
siglo XVIII. Desde 1748 hasta 1767 poseyeron los jesuitas en la ciudad de 
México una imprenta que llegó a dar luz a por lo menos 208 obras, en el 
espacio de 20 años, funcionando en el Colegio Real de San Ildefonso. Es de 
destacar que en 1554 se comenzó a editar volúmenes en folio, como los 
“Diálogos de Cervantes de Salazar”, la “Recognitio Sumularum” y la “Dialéctica 
Resolutio”. En estas obras se encuentra por primera vez el uso de tipos 
romanos e itálicos. Aparecen también nuevos encabezamientos y nuevas 
xilografías. Juan Pablos tiene el honor de haber sido el tercero entre los 
impresores de América y el primero que de lleno se consagró al arte de 
imprimir. Hacia el siglo XVII se localizan imprentas en Puebla de los Angeles, 
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en el siglo XVIII en Oaxaca, Guadalajara y Veracruz, en el siglo XIX en Mérida 
de Yucatán. 
 
Perú 
 
En 1570 se hallaba en la ciudad de México un impresor oriundo de Turín de 
nombre Antonio Ricardo. A los dos años, después de haber impreso catorce 
libros, se trasladó a Lima. El historiador peruano Jesuita Rubén Vargas, expuso 
que en Perú se hacía necesaria una oficina tipográfica para multiplicar los 
catecismos en los idiomas de los aborígenes. Los jesuitas reunidos en 1576 en 
Lima y en Cuzco, presididos por el padre Juan de la Plaza, arbitraron los 
medios para solucionar esta dificultad. Por ello, se embarca para México en 
junio de 1579 el mencionado padre De la Plaza, siendo él quien indujo a 
Ricardo a trasladarse a la ciudad de Lima. Llegando a Perú en 1581, instaló su 
taller dentro del Colegio que la Compañía de Jesús tenia en dicha ciudad. 
 
Una de las resoluciones del Concilio celebrado recientemente en la ciudad, fue 
el de encomendar a los jesuitas la composición de un “Catecismo Trilingue”. La 
Real Audiencia se mostró inicialmente muy reacia a permitir la instalación de la 
imprenta, sin embargo la autorización se obtuvo el 3 de febrero de 1584. El 
catecismo no fue el primer impreso salido de los talleres jesuitas, puesto que 
mientras éste se imprimía, se realizaba la “Pragmática de los Diez días del 
Año” o estatuto que imponía en los actos de la vida civil la corrección 
introducida en el calendario y conocida con el nombre de corrección 
gregoriana. El 14 de julio de 1584 la Audiencia ordenó la publicación de este 
documento. Los primeros libros peruanos no se distinguieron por su belleza. 
Portadas de mal gusto, mezcla arbitraria de cuerpos tipográficos, tinta floja y 
apagada, márgenes escasos, colofones secos y sin alma, viñetas toscas, todo 
eso y mucho más se advierte en los libros peruanos, en contraste sensible y 
palpable con los primeros impresos mexicanos. 
 
Paraguay 
 
Los orígenes precisos del arte tipográfico en el Paraguay son de la época 
correspondiente al gobierno de Carlos Antonio López, en cuyo tiempo se 
publicó el primer periódico que hubo en el país: "El Paraguayo Independiente". 
Su primer número apareció el 26 de abril de 1845 y estaba destinado 
principalmente a la defensa de los derechos territoriales y a la independencia 
del Paraguay. 
 
Uruguay 
 
La primera imprenta que funcionó fue la que llevaron los ingleses al tomar 
militarmente en febrero de 1807 la ciudad de Montevideo. Como instrumento de 
propaganda política y comercial, el Jefe de la expedición, Sir Samuel 
Auchmuty,había hecho embarcar una prensa con las necesarias cajas de 
letras y demás utensilios. El 11 de mayo del mismo año se publica el boletín 
"La Estrella del Sur" que tuvo una duración de dos meses. Las autoridades 
españolas en su afán de combatir en 1810 a los revolucionarios de Buenos 
Aires, solicitaron de la Corte y al representante español en Río de Janeiro el 
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envío de una imprenta. La Infanta Carlota, consorte del príncipe Regente de 
Portugal, se interesó en Río de Janeiro por complacer a los españoles de 
Montevideo y les envió todo el material de un taller tipográfico. El 24 de 
septiembre de 1810 estaba ya en poder de los mismos. Tal fue el origen de la 
Imprenta de la ciudad de Montevideo, vulgarmente llamada Imprenta de la 
Carlota. La principal publicación realizada en sus talleres fue la "Gazeta de 
Montevideo". 
 
Brasil 
 
Max Fleuiss reconoce que la imprenta más antigua de que se tiene noticia es la 
que importó la Academia Dos Selectos de Río de Janeiro, fundada por Gómez 
Freire de Andrade y uno de cuyos presidentes fue el Padre Francisco de Faría, 
profesor de Filosofía en el Colegio que en dicha ciudad tenía la Compañía de 
Jesús. Gómez Freire de Andrade autorizó la importación de una imprenta, pero 
apenas instalada, fue proscripta por la Corte Lusitana el 6 de julio de 1747. Fue 
recién en 1808 que contó esa ciudad con un taller de primera categoría, la 
llamada Imprenta Real, que más adelante se llamó Imprenta Imperial e 
Imprenta Nacional. Fueron el alma de ese taller, en sus comienzos, dos 
tipógrafos lusitanos: Román Eloi Cazado y Pablo dos Santos Ferreira. 
 
Estados Unidos 
 
En 1620 desembarcaron los Peregrinos protestantes en la playa de Plymouth y 
poco tiempo después comenzaron a formar la primera población de New 
England. Dieciocho años más tarde llegaron los aparejos necesarios para 
armar un taller tipográfico. En Boston, en 1635 un clérigo de Sutton de nombre 
José Glober regresa a Inglaterra y en 1638 vuelve a América trayendo entre 
otras cosas una imprenta, papel, tinta y accesorios. Para manejar esta prensa 
hizo un contrato con un cerrajero llamado Esteban Day y obtuvo que él, sus 
dos hijos y otras personas pasaran al Nuevo Mundo. Glober falleció antes de 
llegar a los Estados Unidos pero en marzo de 1639 la imprenta funcionaba. En 
ese año dio a luz el “Freemans Oath” y el “Almanac for 1639 calculated for New 
England”. 
 
Otras ciudades de la Unión Americana tuvieron su imprenta a lo largo de ese 
siglo y en los siguientes como Filadelfia (1685), Saint Mary’s (1685), New 
Jersey (1723), Anápolis (1726), Baltimore (1773) y New Orleáns (1769). 
Algunos estados cuyo progreso es de época moderna, establecieron oficinas 
tipográficas en la primera mitad del siglo XIX como Texas (1817), Iowa (1836), 
Minnesota (1849), Nevada (1858) y Colorado (1859). Por lo que respecta al 
papel, fue el alemán Guillermo Rittinghdussen quien en 1690 en las vecindades 
de Filadelfia, instaló el primer molino de papel. Tuvo muchos competidores 
sobre todo en el estado de Massachussets, donde los molinos se multiplicaron 
extraordinariamente. 
 
 
 
 
 
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Capítulo III: La imprenta en el actual territorio a rgentino. 
 
La imprenta de Misiones 
 
 
En el año 1585 llegaron al río de La Plata los primeros religiosos de la 
Compañía de Jesús, los padres Francisco Angulo y Alonso de Barzana. En 
1587 llegaban procedentes de Brasil los Padres Armini, Grao, Saloni, Ortega y 
Fields. Estos tres últimos como sabían la lengua guaraní, fueron destinados a 
las regiones del Paraguay, donde fundaron las célebres Reducciones, que 
tuvieron su origen en 1610. Los orígenes de la imprenta en el río de La Plata se 
remontan a 1630, aunque tantos desvelos y tan grande solicitud de parte de los 
jesuitas rioplatenses y de parte del General de La Compañía de Jesús no 
llegaron a producir, por entonces, el tan deseado resultado. 
 
 
Dibujo de la Misión de San Ignacio. 
 
A fines del siglo XVII, las Reducciones Guaraníticas habían llegado a un 
desenvolvimiento cultural tan intenso, que la existencia de una imprenta era 
algo de la mayor importancia y su falta se hacía sentir cada vez más. Los 
treinta pueblos contaban con una población de 100.000 habitantes, 
aproximándose al total de todas las ciudades españolas entonces existentes, 
en lo que es hoy Paraguay, Argentina y Uruguay, comparable a ellas, sino 
superior, en la magnificencia de sus templos, en la urbanización de sus 
poblaciones, en la riqueza de sus campos, en la variedad de sus industrias y en 
la intensidad de su cultura escolar y post-escolar. Aquellos indígenas tenían 
una decidida vocación por la letra impresa, y tenían sus complacencias en 
reproducir a pluma, no ya escritos de cortas dimensiones, sino volúmenes 
enteros, y esto con tanta maestría y con una técnica tan peculiarmente suya, 
que existen libros manuscritos que parecen impresos en los mejores talleres 
europeos. 
 
Fue conveniente proporcionarles medios de instrucción a los aborígenes por el 
enorme afán que por la lectura ellos manifestaban. Aquella necesidad y esta 
avidez debió inducir a los jesuitas a valerse de planchas xilográficas para 
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difundir las nociones primordiales del catecismo y de las letras humanas y 
aunque existía desde 1643 el Catecismo de Ruiz de Montoya, impreso en 
Madrid, no era un libro popular sino científico, ya que no estaba destinado a las 
gentes en general, sino a los catequistas. A fines del siglo XVII moraban en las 
misiones jesuíticas guaraníticas dos hombres de singulares prendas: Los 
Padres Juan Bautista Neumann, oriundo de Viena (Austria), y José Serrano, de 
Andalucía (España). A estos dos misioneros corresponde la gloria de haber 
sido los fundadores del arte tipográfico en la República Argentina, pues fueron 
ellos los primeros en armar una prensa, fundir los necesarios tipos y dar a 
publicidad los primeros libros argentinos, en la Reducción de Loreto. 
 
 
 
 Primera imprenta misional. Ilustración de un impreso misional. 
 
Antes de 1694 el Padre Serrano comenzó la traducción del “Flos Sanctorum” 
del R.P. Pedro Rivadeneira. En 1700 se disponía a remitirlo a Roma para su 
impresión, cuando el Padre Neumann armó su rústica prensa tipográfica y puso 
de manifiesto la posibilidad de que las obras traducidas por el Padre Serrano 
se publicaran en las mismas Misiones. El Padre Neumann armó en 1700 la 
primera imprenta argentina. El 1º libro publicado en las regiones del Río de 
la Plata fue un “Martirologio Romano”. El más antiguo libro argentino que ha 
llegado hasta nosotros fue íntegramente compuesto en territorio actualmente 
argentino. Solo el papel debió venir del extranjero. Es áspero, medianamente 
fuerte y análogo al usado en los libros españoles de fines del siglo XVII. 
Además de no tener prueba alguna para inclinarnos a creer que fue fabricado 
en las Misiones, tenemos el testimonio del Padre Sepp, quien escribía en 1709: 
“Quiso el Padre Serrano establecer una imprenta y con feliz éxito lo llevó a 
cabo...Cierto que fabricar aquí el papel es del todo imposible, y a veces no hay 
ninguno...; es forzoso traerlo de Europa, los que resulta muy caro”. La escasez 
del papel fue la única causa por la que la imprenta misionera, después de 
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imprimir una decena de obras grandes y un número mayor de obritas de cortas 
dimensiones, cesó enteramente en su nobilísima labor. 
 
Después de la impresión del libro de Serrano no se sabe con certeza que los 
jesuitas publicaran otro alguno hasta el año de 1709, en el que parece que 
reeditaron el “Martirologio Romano”, ya que la primera edición había salido muy 
deficiente. Del período que corre entre 1711 y 1721 solo se conocen cuatro 
libros impresos en las Misiones. Si no en todos los libros guaraníticos, en no 
pocos de ellos, los tipos son hermosos y están bien dibujados y contorneados. 
Los tipos utilizados eran una amalgama de estaño y plomo. Según un 
misionero, Martín Dobrizhoffer, alescribir de los indios decía que "...no pocos 
de ellos imprimieron libros, y libros de gran volumen, no solamente en lengua 
guaraní sino también en lengua latina, y lo que es más, ellos mismos fundieron 
de estaño los caracteres o notas tipográficas". 
No nos es dado señalar hasta qué punto fue obra de los indígenas o de los 
misioneros la construcción, la materialidad ya que no la formalidad de la prensa 
y la fundición de los tipos, pero se sabe que se debieron a los indígenas las 
láminas de mayores dimensiones que son precisamente las más perfectas, que 
aparecen en el libro de Nieremberg, traducido al guaraní y editado en las 
Doctrinas o Reducciones en 1705. Según los misioneros, era muy grande la 
destreza y habilidad de los indios en la reproducción de láminas y de objetos de 
arte, aun de los más primorosos y afiligranados. Hubo por lo menos tres o 
cuatro imprentas: en Santa María la mayor, en San Javier, en Loreto y una 
cuarta que podría ser Candelaria, que era la sede del Superior de las Misiones. 
La producciones de la imprenta de las Misiones abarcan los años transcurridos 
entre los de 1705 y 1727. No se conoce libro alguno impreso con posterioridad 
a esa última fecha. La expulsión de los Jesuitas se produce en 1767. Se ha 
insinuado que la prensa misionera enmudeció porque los jesuitas descubrieron 
que la existencia y funcionamiento de la misma no era del agrado del gobierno 
español 
 
La imprenta en Córdoba 
 
Los 1º jesuitas llegaron a Córdoba del Tucumán en 1599. Comenzaron por vivir 
en el hospital y emplear su tiempo y sus talentos en la enseñanza del 
Catecismo a los párvulos y esclavos, y en repetidas excursiones, a los indios 
comarcanos. Córdoba llegó a ser el centro geográfico de toda la vasta obra 
misionera, pedagógica y cultural de la Compañía de Jesús en las regiones del 
Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. Allí moraba el provincial y allí tenía su 
asiento la histórica universidad. A mediados del siglo XVIII contaba la 
compañía de Jesús con varios centros culturales en la ciudad docta del interior. 
La Universidad, el Colegio de Monserrat y el Colegio Máximo eran tres 
instituciones bien cimentadas, prósperas y de un brillante porvenir. 
 
En las Misiones guaraníticas funcionaba una imprenta jesuítica desde 1700, 
mientras la próspera universidad carecía de ella. Tras arduas gestiones, a 
mediados del año 1764 llegó la imprenta con todos sus accesorios a Córdoba, 
pero el entonces Rector de la Universidad y Colegio Máximo, el Jesuita Griego 
Manuel Querini, no simpatizó con la misma. El primer impresor que tuvo la 
ciudad de Córdoba fue el Hermano Pablo Karer, de or igen alemán, quien 
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en 1767 al tiempo de la expulsión tenía el único y exclusivo cargo de 
“impresor”. A los dos años de funcionar la imprenta instalada por los jesuitas 
en Córdoba sobrevino la expulsión y con ella el desquicio en la casa solariega 
de la cultura cordobesa. Entraron a llenar el vacío que dejaron los jesuitas los 
Padres franciscanos a quienes se confió la Universidad y el Convictorio y no al 
clero, porque “si se echase mano de los discípulos de los jesuitas (y los 
clérigos en su mayoría habían sido educados por ellos) para la pública 
enseñanza sería abierta contravención a los piadosos designios del monarca; 
pues se perpetuaría en los países la escuela de aquellos Regulares con todas 
sus preocupaciones, por el amor que naturalmente se profesa a los maestros, 
aun muertos hace muchos años, como vivan en sus cartapacios”. Los padres 
franciscanos, al tomar posesión del Convictorio, vieron en los sótanos del 
mismo la Imprenta Jesuítica y allí dejaron hasta que el virrey Don Juan José de 
Vértiz y Salcedo decidió traer la imprenta a Buenos Aires y ponerla al servicio 
de la “Casa de Expósitos”, fundada por él mismo e inaugurada el 7 de agosto 
de 1779. 
 
La imprenta en Buenos Aires 
 
Se afirma generalmente que no hubo oficina alguna tipográfica en Buenos 
Aires hasta 1780, fecha en que se trasladó a la capital del Virreinato la 
imprenta que había poseído y utilizado en Córdoba los Padres Jesuitas pero 
hay buenas razones para sospechar y para creer que ya a mediados del siglo 
XVIII, si no antes, hubo algún taller tipográfico en Buenos Aires. La sospecha 
surgió a raíz de hallar en el Archivo de la Curia Eclesiástica de Buenos Aires y 
en su Indica General, índice que consigna la noticia de documentos 
comprendidos entre 1610 y 1859, las siguientes líneas que corresponden a 
1756 "Vega, Alonso de la: Criminal por abuso de imprenta, Leg. 20, núm. 20". 
 
En los 1º días de febrero de 1780 llegaba a Buenos Aires, traída desde 
Córdoba, los materiales necesarios para establecer el primer taller tipográfico 
que "oficialmente" existió en la capital argentina. Se ha atribuido al Virrey Vértiz 
la creación de la 1º imprenta en Buenos Aires, sin embargo Manuel Ignacio 
Fernández , intendente general del Ejército y real hacienda, hombre de gran 
cultura y poseedor de una de las más ricas y valiosas bibliotecas que hubo en 
el Río de la Plata a fines del siglo XVIII, se había interesado, con anterioridad a 
la venida de Vértiz, en implantar un taller tipográfico en Buenos Aires. 
 
Agustín Garrigós fue el primer impresor con el que contó la ciudad de Buenos 
Aires. De origen español, natural de Alicante, en Valencia, vino a América en la 
armada de Ceballos y formaba parte del cuerpo de dragones que comandaba 
el teniente coronel don García de Velazco. Corrió con la instalación y 
funcionamiento de la imprenta y fue el cerebro y brazo de la misma desde 
mediados de julio de 1780 hasta octubre de 1791. La vieja prensa que había 
inaugurado el arte tipográfico en Córdoba y Buenos Aires, fue vendida el 31 de 
agosto de 1824 y enviada a Salta. 
 
La industria del grabado acompañó a la industria del libro desde los mismos 
orígenes de éste, a lo menos por lo que respecta al Río de la Plata. El libro de 
Nieremberg, impreso en 1705 y que es el más antiguo libro del que se posee 
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ejemplar, es un verdadero álbum, dado el número y magnitud y preciosidad de 
sus láminas. Juan Yaparí es uno de los que colaboraron con el arte del buril. 
Tomás Tilcara es otro destacado. El guaraní era un eximio copista pero carecía 
de inventiva. Aunque el arte de la encuadernación no nació con el de la 
impresión y en muchos casos la precedió, cierto es que fue en los mismos 
talleres gráficos donde recibió mayor impulso. En Córdoba en 1611, un tal 
Cristóbal de Moyano compró unos cordobanes para empastar libros, y en 1732 
también en Córdoba tenía gran prestigio como encuadernador el Hermano 
José Klausner, de quien se aseveraba que era "fabricante de lámparas, 
barbero, encuadernador y gran artífice". 
 
Con la inauguración de la Imprenta de Expósitos en 1780, Buenos Aires contó 
con taller de encuadernación anexo a la misma; aunque destinado a trabajar 
los libros y folletos, publicados en dicha casa, parece ser que se ocupaba 
también de otras obras. Contaba con dos guillotinas, instrumentos primordiales 
en una oficina de encuadernación. No siempre en fácil distinguir cuáles sean 
libros de encuadernación europea y cuáles a factura argentina, pero a veces 
son evidentemente del país como el "Repertorio muy copiosos del texto y leyes 
de las siete partidas", Madrid 1611, en badana lisa y sin colores; y el "De Jure 
Académico" de Andrés Mendo, Madrid 1755, en cordobán coloreado y 
jaspeado, cosido con cuatro nervios. 
 
 
Bibliografía: 
 
• Editorial Salvat del Estudiante (1978). Tomo II. España. Ediciones 
Salvat. 
• Furlong, Guillermo (1953): Historia y Bibliografía de las primeras 
imprentas rioplatenses (1700-1850) Tomo I. Buenos Aires. Editorial 
Guaranda. 
• Furlong, Guillermo (1947): Orígenes del Arte Tipográfico en América, 
especialmente en la Argentina. Buenos Aires. Editorial Huarpes S.A. 
• Investigación y elaboración a cargo de Martín A. Cagliani, estudiante de 
Antropología Arqueológica e Historia en la Facultad de Filosofía y Letras 
de la Universidad de BuenosAires. Victoria, Buenos Aires, Argentina.

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