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1 TEORIA DE LAS TRES TENDENCIAS Debido al elevado costo inicial que surge de la inversión necesaria en infraestructura productiva, sólo se justifica encarar una producción industrial de edificios, si el mercado sostiene una demanda tal, que posibilite amortizar esa inversión mediante el consumo masivo de los productos, de modo de reducir considerablemente la incidencia de dicha inversión en el costo individual de cada uno de ellos. Atendiéndose exclusivamente a la construcción industrializada a base de componentes constructivos, su amortización y rentabilidad serán función de la mayor o menor cantidad de respuestas que el sistema constructivo dé a las demandas del mercado consumidor. Lógicamente, para que esto suceda y se logre rentabilidad, el sistema constructivo deberá absorber toda o gran parte de la demanda. Esta característica del sistema constructivo se refiere a su FLEXIBILIDAD. Cabe aquí preguntarnos cuáles son los factores que debemos tener en cuenta al diseñar el sistema constructivo para optimizar su flexibilidad de uso. Ante todo, definamos qué es concretamente la flexibilidad de uso de un sistema constructivo y como se lo valoriza. Dada una demanda específica que surge del mercado consumidor, donde encontraremos una cierta cantidad de tipologías edilicias que tendrán que ser construidas, nuestro sistema constructivo estará expuesto a competir ofreciendo soluciones que podrán o no satisfacer todas y cada una de las tipologías pretendidas, o parcialmente, a alguna o algunas de ellas, la FLEXIBILIDAD DE USO (que identificaremos con “F”), del sistema constructivo, tendrá un valor porcentual que calcularemos dividiendo el número de soluciones aportadas por la cantidad de tipologías solicitadas: ; De aquí, decimos que el valor F puede oscilar entre 0 y 1, según que no resuelva ninguna de las tipologías propuestas, o las resuelva a todas, respectivamente, pudiendo tener valores intermedios, en caso de soluciones parciales. Para tener una idea clara de lo que esto significa, tomaremos un ejemplo esquemático como el siguiente: Cuadro de las tipologías propuestas Tenemos aquí 11 variantes tipológicas que aparecen como demandas del mercado, a las que nuestro sistema constructivo deberá ofrecer soluciones a todas, a algunas, a sólo una o a ninguna de ellas. Tomemos como posible los siguiente: Un sistema constructivo basado en un solo componente tipo, de dimensión modular a, que llamaremos SISTEMA “A”: Vemos que nuestro sistema constructivo “A” se adecua perfectamente a los requerimientos de diseño de las demandas del mercado, por cuanto su dimensión modular es compatible con cada una de las tipologías pretendidas; luego, con el sistema “A” podemos dar solución a las 11 alternativas de la demanda, para lo cual utilizamos un total de 95 componentes de tipos a. Diremos, entonces, que el índice de flexibilidad de uso (F) del sistema constructivo “A” es: a 2 Veamos ahora que sucede con un sistema constructivo, que identificaremos como SISTEMA “B”, que también encara el problema con un único componente tipo, pero cuya dimensión modular es b = 2 a. Repasando el cuadro de tipologías demandadas por el mercado, encontraremos solo una (la nº 7), que puede ser construida con este nuevo sistema constructivo, empleando para ello sólo 4 componentes del tipo b. La flexibilidad de uso (F) del sistema “B” es, consecuentemente: Tomemos por último, un tercer sistema constructivo (identificado como SISTEMA “C”), que se resuelve con la integración de los dos anteriores, más una variante de diseño que contemple las situaciones especiales de encuentro de componentes en “T” y en “+”, que se encuentran en las tipologías Nº 3, 5, 6, 8, 9, 10 y 11: Estos encuentros se resuelven con elementos modulares del tipo a, o mediante la combinación de componentes a y b, con perfiles de coordinación adecuados para recibir en una zona intermedia, otros componentes, de modo de solucionar aquellos encuentros. Con este fin, agregamos estas dos nuevas tipologías de componentes, que llamaremos b1 y b2 , con los que completamos el cuadro correspondiente al sistema “C”. Vemos como este sistema constructivo, al igual que el “A”, se ajusta perfectamente a los requerimientos de las tipologías constructivas demandadas, dando solución a la totalidad de ellas. En este caso, fueron necesarios 25 componentes del tipo a, 15 del tipo b, 18 del tipo b1 y 2 del tipo b2; 60 componentes en total. b = 2a a a 3 5 6 8 9 10 11 b = 2a Componente tipo b1 b = 2a Componente tipo b1 b = 2a Componente tipo b2 3 Su índice de flexibilidad de uso será, de acuerdo a lo ya visto: Hemos establecido una primera tendencia, al asegurar que al diseñar el sistema constructivo, pretendemos de él la máxima flexibilidad de uso. ¿Cuál será, en cambio, la tendencia en cuanto al número de componentes tipo y a la dimensión media del sistema constructivo? La cantidad de líneas de producción, que constituyen la base productiva de un sistema constructivo, está directamente relacionada con el número de componentes tipo. Comparativamente, diremos que en materia productiva, el sistema “C” es más complejo que el “A” o el “B”, porque requiere más líneas de producción que éstos; mientras los últimos se desarrollan a partir de un solo componente, es decir, requieren de una sola línea de producción, el primero resuelve con cuatro. Económicamente, resulta más ventajoso un sistema constructivo cuanto menos líneas de producción tenga. Recordemos que entendemos por línea de producción. Una línea de producción comienza con la preparación del molde. Aquí se define el componente constructivo según sus dimensiones modulares, su tamaño y forma. Prosigue luego la línea de producción con la preparación del componente constructivo en su infraestructura, es decir, se instalan en el molde todos los elementos que constituirán la esencia de aquél: armaduras, carpinterías, aislaciones, instalaciones, etc. Es decir, en esta etapa se define el componente constructivo según su función y características tecnológicas. Por último, con el colado del hormigón, seguido del compactado, curado y acabado final, se completa el proceso productivo del componente y se lo dispone para su montaje en obra. Consecuentemente, aumentar el número de líneas de producción implica aumentar el número de moldes necesarios, prolongar los plazos de ejecución, multiplicar las tareas emergentes de la fabricación del componente, etc. Aumentar el número de líneas de producción exige un mayor control de gestión, más mano de obra; resumiendo, encarece el costo productivo del sistema constructivo. En cuanto al montaje de los componentes en obra, el número de sus tipologías es directamente proporcional con la complejidad de los procesos de montaje, requiere mayor control, retrasa los plazos de ejecución; en síntesis, también se traduce el aumento del número de componentes tipo en un aumento del costo de montaje del sistema. Como corolario, establecemos una tendencia en cuanto al número de componentes tipo: lograr el menor número de ellos en la definición del sistema constructivo. Razonadamente, podríamos decir que la tendencia se optimizaría con un solo componente tipo. Pero también sabemos que esto está lejos de ser posible. La lógica nos dice que no podríamos lograr un componente tipo multifuncional, con una tecnología que resuelva todos los requerimiento ambientales y de protección para cualquier situación que se plantee en el edificio. Necesariamente, debemos recurrir a una cierta variedad de tipologías de componentes, y la reducción de su número estará condicionada por la complejidad de cada tipología edilicia. Esta valoración sólo podremos establecerla por comparación con otros parámetros. Esto es cierto. Un número será considerado pequeño, frente a otro más grande; pero inmediatamente pasará a valermás, si se lo compara con otro más pequeño. Es decir, sólo es válido establecer la optimización de la tendencia del número de componentes tipo, reduciéndolo al mínimo posible, y en la medida que lo relacionemos con otro sistema constructivo de mayor número de ellos. Hemos determinado los índices de flexibilidad de uso de cada uno de los sistemas constructivos diseñados y, paralelamente, podemos caracterizar a cada uno de ellos, según un NUMERO DE 4 COMPONENTES TIPO (que identificaremos con “CT”), con los que han abordado el problema, considerando, además, la DIMENSIÓN MEDIA de los mismos (identificada como “DM”), que mediremos en función de un coeficiente que toma en cuenta el volumen total que representan los componentes utilizados en la construcción de las tipologías, dividido su número: El número de componentes empleados corresponde al total de ellos que participan en la solución de las tipologías constructivas, y nada tiene que ver con el número de componentes tipo que conforma la base de cada uno de los sistemas constructivos empleados. La tercera tendencia que entra en juego en esta tríada de factores de decisión para el diseño del sistema constructivo y determina sus caracteres básicos, es la dimensión media de los componentes. Esta dimensión media, que ya vimos cómo se la mide, se optimiza logrando que sea la mayor posible. Estamos en una situación similar a la anterior, aunque en este caso, el tamaño de los componentes no tiene un límite visible, como pasaba con el número de componentes tipo, que era 1 (no se podría pensar en menos), y su valor lo dará la razonabilidad para imaginarlo, y la factibilidad para lograrlo. Cabe también una pregunta. ¿Qué tamaño es el más aconsejable, que tamaño el más apropiado para definir el sistema constructivo? Si nos remitimos a los aspectos que se refieren a la fabricación del componente, cuanto mayor sea su tamaño, menores serán las tareas de producción, tanto en número como en complejidad y, por consiguiente, se reducirán igualmente los plazos de ejecución de las mismas. Veamos un ejemplo. Mientras en el sistema “A” hemos reducido a una sola línea de producción, lo mismo que en “B”, en éste, debido al tamaño del componente, hemos reducido a la mitad las tareas necesarias para producir el mismo volumen que en “A”, pues aquí el tamaño de su componente, que vale a, es exactamente la mitad que el del sistema “B”, que mide b y, por lo tanto, producir el mismo volumen en ambos sistemas, implica duplicar los esfuerzos cuando se trata del sistema “A”, con respecto al “B”. A esto agregamos que el uso de los moldes necesarios se reduce proporcionalmente a medida que aumenta el tamaño de los componentes, como así también será proporcional la reducción del desperdicio del material empleado en su producción. Considerando la etapa de montaje, si bien el aumento del tamaño de los componentes exigirá mayor capacidad en los equipos utilizados, la ubicación de aquellos en su área modular, cuando sean de gran tamaño, se simplificará, reduciendo las tareas y acortando los plazos. A estos dos factores de decisión, fabricación y montaje, se anexa un tercero, mucho más importante y determinante de la tendencia en este sentido. Aumentar el número de los componentes constructivos trae como consecuencia la reducción de su número, y esto se relaciona directamente con el número de juntas en la construcción. Reducir el número de componentes reduce igualmente el número de juntas y, si recordamos que definimos a éstas como falsas fisuras, necesarias y provocada intencionalmente, por tratarse de una construcción basada en el uso de partes (componentes constructivos), debemos aceptar que el problema existe, es ineludible, y debe ser resuelto con la mayor eficiencia y responsabilidad. Reducir el número de juntas de construcción significa reducir el número de los problemas que ellas representan en la obra. Además, reduciendo el número de componentes, como consecuencia del aumento del tamaño, aumentamos el monolitismo del edificio que, aunque no logremos hacerlo en forma total, mejorará considerablemente las condiciones de estabilidad y resistencia del edificio. Sintetizando, la tendencia en cuanto al tamaño de los componentes constructivos se optimiza aumentando su dimensión media. Hagamos ahora un pequeño cuadro que sintetice los valores comparativos de los tres sistemas constructivos propuestos al principio, en relación a los tres factores decisorios. 5 El volumen total que suman las 11 demandas del mercado es de 95 módulos a. Quiere decir esto que la dimensión media de los componentes de cada sistema constructivo vale: La lectura del cuadro nos dice que, si tratamos de compatibilizar las tres tendencias en un mismo sistema constructivo, nos enfrentamos a la decisión de optimizar dos de ellas en perjuicio de la tercera. El cuadro propuesto se completa de la siguiente manera: FLEXIBILIDAD NÚMERO DE COMPONENTES TIPO DIMENSIÓN MEDIA DE LOS COMPONENTES Sistema “A” 100 % (+) 1 CT (+) 1,00 a (-) Sistema “B” 9 % (-) 1 CT (+) 2,00 a (+) Sistema “C” 100 % (+) 4 CT (-) 1,58 a (+) La decisión final de cuales tendencias optimizar, forma parte de la estrategia empresaria, sea priorizar la flexibilidad de uso y el número de componentes tipo, en perjuicio de su dimensión media, o la flexibilidad de uso y la dimensión media, en desmedro del número de los componentes tipo, o bien optimizar esta tendencia y la de la dimensión media, sin importar la flexibilidad de uso del sistema constructivo. 6
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