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d Teoria_de_las_tres_tendencias - TEODORO IVAN BLAKMAN BRIONES

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TEORIA DE LAS TRES TENDENCIAS 
Debido al elevado costo inicial que surge de la inversión necesaria en infraestructura productiva, sólo 
se justifica encarar una producción industrial de edificios, si el mercado sostiene una demanda tal, 
que posibilite amortizar esa inversión mediante el consumo masivo de los productos, de modo de 
reducir considerablemente la incidencia de dicha inversión en el costo individual de cada uno de ellos. 
Atendiéndose exclusivamente a la construcción industrializada a base de componentes constructivos, 
su amortización y rentabilidad serán función de la mayor o menor cantidad de respuestas que el 
sistema constructivo dé a las demandas del mercado consumidor. 
Lógicamente, para que esto suceda y se logre rentabilidad, el sistema constructivo deberá absorber 
toda o gran parte de la demanda. 
Esta característica del sistema constructivo se refiere a su FLEXIBILIDAD. 
Cabe aquí preguntarnos cuáles son los factores que debemos tener en cuenta al diseñar el sistema 
constructivo para optimizar su flexibilidad de uso. 
Ante todo, definamos qué es concretamente la flexibilidad de uso de un sistema constructivo y como 
se lo valoriza. 
Dada una demanda específica que surge del mercado consumidor, donde encontraremos una cierta 
cantidad de tipologías edilicias que tendrán que ser construidas, nuestro sistema constructivo estará 
expuesto a competir ofreciendo soluciones que podrán o no satisfacer todas y cada una de las 
tipologías pretendidas, o parcialmente, a alguna o algunas de ellas, la FLEXIBILIDAD DE USO (que 
identificaremos con “F”), del sistema constructivo, tendrá un valor porcentual que calcularemos 
dividiendo el número de soluciones aportadas por la cantidad de tipologías solicitadas: 
 
 ; 
 
De aquí, decimos que el valor F puede oscilar entre 0 y 1, según que no resuelva ninguna de las 
tipologías propuestas, o las resuelva a todas, respectivamente, pudiendo tener valores intermedios, 
en caso de soluciones parciales. 
Para tener una idea clara de lo que esto significa, tomaremos un ejemplo esquemático como el 
siguiente: 
Cuadro de las tipologías propuestas 
Tenemos aquí 11 variantes tipológicas que aparecen como demandas del mercado, a las que nuestro 
sistema constructivo deberá ofrecer soluciones a todas, a algunas, a sólo una o a ninguna de ellas. 
Tomemos como posible los siguiente: 
Un sistema constructivo basado en un solo componente tipo, de dimensión modular a, que 
llamaremos SISTEMA “A”: 
Vemos que nuestro sistema constructivo “A” se adecua perfectamente a los 
requerimientos de diseño de las demandas del mercado, por cuanto su 
dimensión modular es compatible con cada una de las tipologías 
pretendidas; luego, con el sistema “A” podemos dar solución a las 11 
alternativas de la demanda, para lo cual utilizamos un total de 95 
componentes de tipos a. 
Diremos, entonces, que el índice de flexibilidad de uso (F) del sistema 
constructivo “A” es: 
 
 
 
a
2 
Veamos ahora que sucede con un sistema constructivo, que 
identificaremos como SISTEMA “B”, que también encara el problema 
con un único componente tipo, pero cuya dimensión modular es b = 2 
a. 
Repasando el cuadro de tipologías demandadas por el mercado, 
encontraremos solo una (la nº 7), que puede ser construida con este 
nuevo sistema constructivo, empleando para ello sólo 4 componentes 
del tipo b. 
La flexibilidad de uso (F) del sistema “B” es, consecuentemente: 
 
 
 
Tomemos por último, un tercer sistema constructivo (identificado como SISTEMA “C”), que se 
resuelve con la integración de los dos anteriores, más una variante de diseño que contemple las 
situaciones especiales de encuentro de componentes en “T” y en “+”, que se encuentran en las 
tipologías Nº 3, 5, 6, 8, 9, 10 y 11: 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Estos encuentros se resuelven con elementos modulares del tipo a, o mediante la combinación de 
componentes a y b, con perfiles de coordinación adecuados para recibir en una zona intermedia, 
otros componentes, de modo de solucionar aquellos encuentros. 
 
 
Con este fin, agregamos estas dos nuevas tipologías de componentes, que llamaremos b1 y b2 , con 
los que completamos el cuadro correspondiente al sistema “C”. 
Vemos como este sistema constructivo, al igual que el “A”, se ajusta perfectamente a los 
requerimientos de las tipologías constructivas demandadas, dando solución a la totalidad de ellas. En 
este caso, fueron necesarios 25 componentes del tipo a, 15 del tipo b, 18 del tipo b1 y 2 del tipo b2; 
60 componentes en total. 
b = 2a
a a
3 5 6
8 9 10 11
b = 2a
Componente tipo b1
b = 2a
Componente tipo b1
b = 2a
Componente tipo b2
3 
Su índice de flexibilidad de uso será, de acuerdo a lo ya visto: 
 
 
 
Hemos establecido una primera tendencia, al asegurar que al diseñar el sistema constructivo, 
pretendemos de él la máxima flexibilidad de uso. ¿Cuál será, en cambio, la tendencia en cuanto al 
número de componentes tipo y a la dimensión media del sistema constructivo? 
La cantidad de líneas de producción, que constituyen la base productiva de un sistema constructivo, 
está directamente relacionada con el número de componentes tipo. 
Comparativamente, diremos que en materia productiva, el sistema “C” es más complejo que el “A” o 
el “B”, porque requiere más líneas de producción que éstos; mientras los últimos se desarrollan a 
partir de un solo componente, es decir, requieren de una sola línea de producción, el primero resuelve 
con cuatro. 
Económicamente, resulta más ventajoso un sistema constructivo cuanto menos líneas de producción 
tenga. 
Recordemos que entendemos por línea de producción. 
Una línea de producción comienza con la preparación del molde. 
Aquí se define el componente constructivo según sus dimensiones modulares, su tamaño y forma. 
Prosigue luego la línea de producción con la preparación del componente constructivo en su 
infraestructura, es decir, se instalan en el molde todos los elementos que constituirán la esencia de 
aquél: armaduras, carpinterías, aislaciones, instalaciones, etc. Es decir, en esta etapa se define el 
componente constructivo según su función y características tecnológicas. 
Por último, con el colado del hormigón, seguido del compactado, curado y acabado final, se completa 
el proceso productivo del componente y se lo dispone para su montaje en obra. 
Consecuentemente, aumentar el número de líneas de producción implica aumentar el número de 
moldes necesarios, prolongar los plazos de ejecución, multiplicar las tareas emergentes de la 
fabricación del componente, etc. Aumentar el número de líneas de producción exige un mayor control 
de gestión, más mano de obra; resumiendo, encarece el costo productivo del sistema constructivo. 
En cuanto al montaje de los componentes en obra, el número de sus tipologías es directamente 
proporcional con la complejidad de los procesos de montaje, requiere mayor control, retrasa los 
plazos de ejecución; en síntesis, también se traduce el aumento del número de componentes tipo en 
un aumento del costo de montaje del sistema. 
Como corolario, establecemos una tendencia en cuanto al número de componentes tipo: lograr el 
menor número de ellos en la definición del sistema constructivo. Razonadamente, podríamos decir 
que la tendencia se optimizaría con un solo componente tipo. Pero también sabemos que esto está 
lejos de ser posible. 
La lógica nos dice que no podríamos lograr un componente tipo multifuncional, con una tecnología 
que resuelva todos los requerimiento ambientales y de protección para cualquier situación que se 
plantee en el edificio. 
Necesariamente, debemos recurrir a una cierta variedad de tipologías de componentes, y la reducción 
de su número estará condicionada por la complejidad de cada tipología edilicia. 
Esta valoración sólo podremos establecerla por comparación con otros parámetros. Esto es cierto. Un 
número será considerado pequeño, frente a otro más grande; pero inmediatamente pasará a valermás, si se lo compara con otro más pequeño. 
Es decir, sólo es válido establecer la optimización de la tendencia del número de componentes tipo, 
reduciéndolo al mínimo posible, y en la medida que lo relacionemos con otro sistema constructivo de 
mayor número de ellos. 
Hemos determinado los índices de flexibilidad de uso de cada uno de los sistemas constructivos 
diseñados y, paralelamente, podemos caracterizar a cada uno de ellos, según un NUMERO DE 
4 
COMPONENTES TIPO (que identificaremos con “CT”), con los que han abordado el problema, 
considerando, además, la DIMENSIÓN MEDIA de los mismos (identificada como “DM”), que 
mediremos en función de un coeficiente que toma en cuenta el volumen total que representan los 
componentes utilizados en la construcción de las tipologías, dividido su número: 
 
 
El número de componentes empleados corresponde al total de ellos que participan en la solución de 
las tipologías constructivas, y nada tiene que ver con el número de componentes tipo que conforma la 
base de cada uno de los sistemas constructivos empleados. 
La tercera tendencia que entra en juego en esta tríada de factores de decisión para el diseño del 
sistema constructivo y determina sus caracteres básicos, es la dimensión media de los componentes. 
Esta dimensión media, que ya vimos cómo se la mide, se optimiza logrando que sea la mayor posible. 
Estamos en una situación similar a la anterior, aunque en este caso, el tamaño de los componentes 
no tiene un límite visible, como pasaba con el número de componentes tipo, que era 1 (no se podría 
pensar en menos), y su valor lo dará la razonabilidad para imaginarlo, y la factibilidad para lograrlo. 
Cabe también una pregunta. ¿Qué tamaño es el más aconsejable, que tamaño el más apropiado para 
definir el sistema constructivo? 
Si nos remitimos a los aspectos que se refieren a la fabricación del componente, cuanto mayor sea su 
tamaño, menores serán las tareas de producción, tanto en número como en complejidad y, por 
consiguiente, se reducirán igualmente los plazos de ejecución de las mismas. 
Veamos un ejemplo. 
Mientras en el sistema “A” hemos reducido a una sola línea de producción, lo mismo que en “B”, en 
éste, debido al tamaño del componente, hemos reducido a la mitad las tareas necesarias para 
producir el mismo volumen que en “A”, pues aquí el tamaño de su componente, que vale a, es 
exactamente la mitad que el del sistema “B”, que mide b y, por lo tanto, producir el mismo volumen en 
ambos sistemas, implica duplicar los esfuerzos cuando se trata del sistema “A”, con respecto al “B”. 
A esto agregamos que el uso de los moldes necesarios se reduce proporcionalmente a medida que 
aumenta el tamaño de los componentes, como así también será proporcional la reducción del 
desperdicio del material empleado en su producción. 
Considerando la etapa de montaje, si bien el aumento del tamaño de los componentes exigirá mayor 
capacidad en los equipos utilizados, la ubicación de aquellos en su área modular, cuando sean de 
gran tamaño, se simplificará, reduciendo las tareas y acortando los plazos. 
A estos dos factores de decisión, fabricación y montaje, se anexa un tercero, mucho más importante y 
determinante de la tendencia en este sentido. 
Aumentar el número de los componentes constructivos trae como consecuencia la reducción de su 
número, y esto se relaciona directamente con el número de juntas en la construcción. 
Reducir el número de componentes reduce igualmente el número de juntas y, si recordamos que 
definimos a éstas como falsas fisuras, necesarias y provocada intencionalmente, por tratarse de una 
construcción basada en el uso de partes (componentes constructivos), debemos aceptar que el 
problema existe, es ineludible, y debe ser resuelto con la mayor eficiencia y responsabilidad. Reducir 
el número de juntas de construcción significa reducir el número de los problemas que ellas 
representan en la obra. 
Además, reduciendo el número de componentes, como consecuencia del aumento del tamaño, 
aumentamos el monolitismo del edificio que, aunque no logremos hacerlo en forma total, mejorará 
considerablemente las condiciones de estabilidad y resistencia del edificio. 
Sintetizando, la tendencia en cuanto al tamaño de los componentes constructivos se optimiza 
aumentando su dimensión media. 
Hagamos ahora un pequeño cuadro que sintetice los valores comparativos de los tres sistemas 
constructivos propuestos al principio, en relación a los tres factores decisorios. 
5 
El volumen total que suman las 11 demandas del mercado es de 95 módulos a. Quiere decir esto que 
la dimensión media de los componentes de cada sistema constructivo vale: 
 
 
 
 
 
 
 
La lectura del cuadro nos dice que, si tratamos de compatibilizar las tres tendencias en un mismo 
sistema constructivo, nos enfrentamos a la decisión de optimizar dos de ellas en perjuicio de la 
tercera. 
El cuadro propuesto se completa de la siguiente manera: 
 
 FLEXIBILIDAD 
NÚMERO DE 
COMPONENTES TIPO 
DIMENSIÓN MEDIA DE 
LOS COMPONENTES 
Sistema “A” 100 % (+) 1 CT (+) 1,00 a (-) 
Sistema “B” 9 % (-) 1 CT (+) 2,00 a (+) 
Sistema “C” 100 % (+) 4 CT (-) 1,58 a (+) 
 
La decisión final de cuales tendencias optimizar, forma parte de la estrategia empresaria, sea priorizar 
la flexibilidad de uso y el número de componentes tipo, en perjuicio de su dimensión media, o la 
flexibilidad de uso y la dimensión media, en desmedro del número de los componentes tipo, o bien 
optimizar esta tendencia y la de la dimensión media, sin importar la flexibilidad de uso del sistema 
constructivo. 
 
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