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La boda en blancoLa boda en blanco Diana Palmer 22º Hombres de Texas La boda en blanco (2009) Título Original: The wedding in white (2000) Serie: 22º Hombres de Texas Editorial original: Silhouette Sello: Deseo No está editada en castellano, es una traducción del inglés Género: Contemporáneo Protagonistas: Mack Killain y Natalie Brock Argumento: La dulce y suave maestra Natalie Brock cambió su vida para siempre cuando el apuesto ranchero Mack Killain con su maravilloso beso, le demostró, tentadoramente lo que era la verdadera pasión. Desde ese primer despertar sensual, Natalie sabía que Mack es el único hombre para ella. El problema más difícil era que el solitario ranchero, había jurado estar fuera del mercado del matrimonio -especialmente con una inocente como ella- como le había dicho en más de una ocasión. Pero Natalie no iba a renunciar. Mack le había enseñado que valía la pena la Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas lucha y Natalie no se conformaría con nada menos que todo su amor. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 2-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Capítulo 1 —¡Nunca me casaré! —gimió Vivian—. Él no me deja quedar aquí con With. ¡Yo sólo quería que viniera a cenar, y ahora tengo que llamarle y anular la cita! Mack es odioso. —No, no —dijo Natalie Brock, abrazando a la joven—. Él no es odioso. Lo que pasa es que no entiende tus sentimientos por With. Y tienes que recordar que ha sido responsable de ti desde que tenías quince años. —Pero él es solo mi hermano, no mi padre—, respondió sollozando, secándose las lágrimas con el dorso de la mano—. Ya tengo veintidós años— agregó en tono de queja—. ¡Además, él ya no tiene porqué decirme lo que tengo o no que hacer! —Claro que puede, es el administrador del Ridge Ranch —le recordó Natalie irónicamente. El Ridge Ranch era el más grande en esta parte de Montana, incluso se le puso el mismo nombre a la ciudad—. Él es el gran jefe. —¡Bah!— Vivian se secó sus enrojecidos ojos con un pañuelo —. Sólo porque papá se lo dejó a él. —Eso no es del todo cierto—, replicó divertida—. Tu padre le dejó un rancho que estaba casi en la quiebra, y con una hipoteca sobre él, que el banco estaba intentado recuperar —señaló con la mano todo el suntuoso mobiliario victoriano de la sala—. Todo esto ha salido de su duro trabajo, no del testamento. —Y por eso, todo lo que McKinzey Donald Killain quiere, lo consigue —dijo Vivian enfadada. Era raro oír que lo llamaran por su nombre completo. Desde siempre, todo el que había crecido, tanto en el rancho Killain, como en los alrededores de Ridge, Montana, le había llamado Mack. Era una abreviatura de su nombre, ya que pocos de sus amigos, cuando eran pequeños, podían pronunciarlo. —Él sólo quiere seas feliz —dijo Natalie dijo en voz baja, besando la mejilla enrojecida de la joven rubia—. Voy a hablar con él. —¿Lo harás?— dijo, mirándola con sus brillantes ojos azules llenos de esperanza. — Lo haré. —Eres la mejor amiga que he tenido siempre, Nat —dijo Vivian fervientemente—. Nadie más por aquí tiene las agallas de decirle algo—, añadió. —Bob y Carlos no se sienten cómodos hablando con él—. Natalie defendió a los hermanos pequeños de la familia. Mack ha sido responsable de sus tres hermanos desde que tenía veinte Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 3-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas años. Ahora tenía veintiocho, y se había convertido en una persona dura e impaciente, un auténtico demonio a quien, la mayoría de la gente encontraban intimidante. Natalie lo había molestado y criticado en su adolescencia y todavía lo hacía. Lo adoraba, a pesar de su fuerte temperamento y su impaciencia legendaria. Sabía que mucho de ese mal humor venía de tener un ojo. Poco después del accidente, podía haberle costado la vida en vez de perder el ojo, le dijo que con el parche de su ojo izquierdo parecía un pirata sexy. Él le dijo que se fuera a casa y se metiera en sus malditos propios asuntos. Hizo caso omiso de él y continuó ayudando a Vivian a cuidarlo, incluso cuando volvió a casa del hospital. No había sido fácil. Natalie era un estudiante del último año en la escuela secundaria que el ocupaba todo el tiempo. Se había mudado desde el orfanato, en el que había estado la mayor parte de su vida, a la casa de su tía soltera el año antes de que ocurriera el accidente. A su tía, la anciana Sra. Barnes, no le gustaba Mack Killain, aunque lo respeta. Natalie había tenido que pedirle a su tía que la llevara al hospital y después iba al rancho Killain, todos los días, para cuidar de Mack. Su tía había dicho que eso era el trabajo de Vivian, no el de Natalie, pero Vivian no podía manejar sola a su hermano mayor. Si hubiera estado solo, Mack se habría ido a la frontera del norte con sus hombres para ayudar a herrar a los terneros. En primer lugar, los médicos temían que hubiera perdido la vista en ambos ojos. Pero después, se dieron cuenta de que el derecho todavía funcionaba. Durante ese tiempo de incertidumbre, Natalie se quedó y se negó a irse, molestándolo cuando abatía, animándolo cuando quería irse. No dejó que se rindiera, y pronto había habido una leve recuperación. Por supuesto, la había despedido en el mismo momento en que puso los pies en la casa y no había protestado. Lo había conocido en sus peores momentos y estaba resentido. Estaba claro que no la quería como amiga y no insistió. Como huérfana, estaba acostumbrada al rechazo. Su tía no se había preocupado por ella, hasta le diagnosticaron una insuficiencia cardíaca y necesitó que alguien la cuidara. Natalie había ido voluntariamente, no sólo porque ella estaba cansada del orfanato, sino también porque su tía vivía en la parte sur del rancho Killain. Después de eso Natalie visitaba a su nueva amiga Vivian todos los días. Cuando su tía murió inesperadamente, dejándole unos ahorros considerables, fue cuando pudo ir a la Universidad y pagar los gastos de la casa en la que había vivido su tía y ella. Vivía frugalmente y había conseguido todo por sí misma. Ahora, casi no tenía dinero, pero había sacado buenas notas y le habían prometido de un puesto de maestra en la escuela local cuando se graduara. La vida, a sus veintidós años, parecía Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 4-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas mucho mejor que a los seis, cuando a una niña llorosa la habían sacado de su casa y la habían llevado al orfanato, después de que un incendio hubiera matado a sus padres. Al igual que Mack, que también había tenido su parte de tragedia y dolor. Pero enseñar era estupendo. Quería a alumnos de primer grado, tan abiertos, cariñosos y curiosos. Eso iba a ser su futuro. Había estado saliendo, durante varias semanas, con Dave Markham, un profesor de sexto grado en la escuela. Pero lo que nadie sabía era que eran más amigos que novios. Dave fue muy amable con la empleada de la agencia local de seguros, que estaba fantaseando sobre uno de los hombres con los que trabajó. Natalie, de momento, no estaba interesada en el matrimonio. Su única experiencia en el amor había sido una relación con un chico un poco más mayor que ella, cuando estudiaba el último curso. Acababan de empezar a salir, cuando se estrelló contra una roca, mientras volvía a casa después de haber estado pescando el fin de semana con su primo. Perder a sus padres, y después a su primer amor, le habían enseñado los peligros del amor. Quería estar segura. Quería estar sola. Además de eso, era demasiado cuidadosa para saltar de cama en cama en unas relaciones que parecían el objetivo de muchas jóvenes modernas. Ella no teníaningún interés en enamorarse o en mantener una relación puramente física. Así que hasta que Dave llegó, no había vuelto a salir. Bueno, eso no era del todo cierto, reconoció. Estaba el baile que al que Mack la había convencido de que fuera, pero él era mucho mayor que los chicos del instituto de enseñanza superior de la ciudad que habían asistido. Sin embargo, él le había hecho la pelota a Natalie para que lo acompañara. Mack se burlaba de cualquier norma, pero lo hacía porque carecía de la gracia para alternar en sociedad. Antes de irse, seguro que daba más de un tema de conversación para debatir después. Sin embargo, ella no le había pedido que la llevara. Parecía que no le gustaba nadie en estos días. Especialmente Natalie. A Natalie no le molestaba su agresiva compañía, en absoluto. Admiraba que prefiriera decir la verdad, incluso aunque no les gustara a los demás, y lo que pensaba aunque no fuera socialmente aceptable. A ella también le gustaba decir lo que pensaba. Eso lo había aprendido de Mack. La había forzado a defenderse poco después de que se hiciera amiga de su hermana. Se protegió con un muro porque no quería abandonar y llorar. La enseñó a tener los pies en la tierra y a mantener sus ideas. La hizo lo bastante fuerte como para que pudiera soportar casi cualquier cosa. Recordaba la pelea que tuvieron la noche que la invitó al baile. La había dejado en la puerta de su casa con un comentario Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 5-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas demasiado venenoso, con el ojo tapado y ninguna sonrisa que hiciera que su cara fuera menos dura. Sin embargo, había demasiadas cosas entre ellos para permitir que un desacuerdo los mantuviera separados. Mack parecía más mayor de los veintiocho años que tenía. Desde muy joven había tenido que soportar una responsabilidad tan grande sobre sus anchos hombros que no había tenido una verdadera infancia. Su madre había muerto joven, y su padre había sucumbido a la bebida y empezó a maltratar a los niños. Mack los había defendido, muchas veces recibiendo los golpes destinados a los otros tres. Al final, su padre había sufrido un derrame cerebral y lo habían ingresado en una residencia de ancianos, mientras que Mack mantuvo junto a él a los pequeños Killains, mientras trabajaba como mecánico en la ciudad. Su padre murió cuando Mack tenía veintiún años, dejándolo con tres adolescentes que sacar adelante. Mientras tanto, había invertido cuidadosamente, comprado acciones y empezado a criar su propia variedad de toros Angus. Tuvo éxito en todo lo que hizo. Su única y verdadera racha de la mala suerte, había sido cuando su caballo lo tiró al suelo en los pastos frente a un gran toro Angus. Cuando el toro lo embistió, había tratado de cogerlo por los cuernos para salvarse, ya que le había corneado en la cara. Había perdido la vista, pero, afortunadamente, sólo en un ojo. El resto del cuerpo estaba entero. Un cuerpo magnífico, que las mujeres encontraban muy atractivo físicamente Era el deseo secreto de toda mujer, hasta que abría la boca. Su falta de diplomacia le hacía quedarse solo. Natalie dejó Vivian llorando en la sala y fue a buscar a Mack. Estaba de rodillas sobre los adoquines de un compartimiento del espacioso y limpio establo, acariciando el pelaje de uno de sus coolíes de la frontera. La mayoría de las veces era un hombre amable, que quería a los animales. Cada animal extraviado, en el condado de Baker, era llevado al rancho Killain, por lo que siempre había amigos peludos por todas partes. Los coolíes de la frontera son para trabajar y se utilizan para ayudar a pastorear el ganado en las vastas llanuras. Pero Mack los adoraba, y el sentimiento era mutuo. Natalie se apoyó contra la puerta del granero con los brazos cruzados y sonrió ante la imagen que estaba viendo en ese momento. Como si intuyera su presencia, levantó la cabeza. No podía ver sus ojos bajo la sombra de su gran sombrero, pero sabía que, probablemente, la estaba mirando furioso. No le gustaba que las personas supieran lo humano que era. —¿Visitando los barrios pobres, Srta. Educadora? —dijo, arrastrando las palabras y haciéndole una reverencia. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 6-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Ella sonrió, acostumbrada a sus comentarios. —Quería ver cómo vive la otra mitad, Sr. ranchero— dijo ella —. Vivian dice que no dejas que el amor de su vida entre por la puerta. —Entonces, ¿qué eres tú?, ¿una virgen que se sacrifica para apaciguarme?— preguntó, acercándose a ella con un paso rápido y amenazante, que hizo saltar su corazón. —Supongo que tú no sabes si soy una virgen o no—, señaló cuando se detuvo apenas un palmo de ella. Él soltó una palabrota y sonrió burlonamente, esperando a ver lo que ella decía. Ella hizo caso omiso de su mala lengua, negándose a morder el cebo y le sonrió de nuevo. Aparentemente, eso lo desconcertó. Empujó su sombrero sobre su pelo negro azabache y la miró fijamente. Tenía sangre Lakota desde hacía dos generaciones. Él podía hablar ese idioma con fluidez, igual que el francés y el alemán. Dio clases a distancia en Internet. Era un gran estudiante, al que todo le fascinaba. Su mirada audaz vagó por su esbelto cuerpo enfundado en unos vaqueros bastante holgados y en un suéter de color amarillo suave de con el escote en forma de uve. Tenía pelo oscuro muy ondulado y los ojos verde esmeralda. No era bonita, pero sus ojos eran suaves y su boca formaba un suave arco. Su figura llamaba la atención, en especial la de Mack. —El aspirante a novio de Viv, dejó embarazada a la hija de Henry el año pasado —dijo repentinamente Su grito entrecortado hizo que sus ojos se entrecerraran. —No tenías ni idea ¿verdad? —dijo él—. Viv y tú sois iguales. —¿Perdón? —En el gusto tan lamentable que tenéis para elegir a los hombres —añadió. Le echó una mirada de falsa indignación. —Yo sólo iba a decir lo muy sexy que eres. —No digas tonterías —dijo con increíble frialdad. Ella enarcó sus cejas. —Vaya ¡qué susceptibles estamos hoy! La miró furioso. —¿Qué quieres? Si es una invitación para que el amigo de Viv venga a cenar, no puede venir a menos que vengas tú también Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 7-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Eso la sorprendía. Generalmente, siempre estaba echándola de casa. —¡Tres son una multitud! —murmuró ella. —Cuatro. Yo vivo aquí —señaló y frunció el ceño—. Más de cuatro —continuó—. Vivian, Bob, Carlos y yo. Tú y el aspirante a Romeo hacen seis. —Eso está cogido por los pelos —señaló—. Estás sugiriendo que venga para que seamos un número par, ¿no? —reprobó. Su cara no demostró ninguna emoción. —Ponte un vestido. Esto la sorprendió realmente. —Escucha, ¿no estarás planeando ningún rito pagano para sacrificar una virgen? —preguntó, remarcando la palabra virgen. —Algo de escote bajo—, siguió diciendo, estrechando sus ojos y mirando de una manera sensual el perfil de sus senos bajo el jersey. —¡Déja de mirarme los senos! —replicó indignada, cruzando los brazos por encima de ellos. —Ponte un sujetador —dijo, imperturbable. Su cara enrojeció. —¡Llevo un sujetador! Su ojo negro brilló. —Ponte uno más grueso. Ella lo miró furiosa. —¡No sé que es lo que te pasa! Él levantó una ceja y su ojo resbaló por su cuerpo apreciativamente. —Lujuria —dijo con total naturalidad—. Hace tanto tiempo que no he tenido relaciones sexuales que ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez. No podía contestar a un comentario como ese. Ellos habían compartido esos recuerdos de intimidad como dos viejos amigos. Ella no podía luchar verbalmentecon él su voz sonó una octava más baja de lo normal. Fue tan sensual que hizo que le temblaran las rodillas. Y le vino a la memoria una noche inolvidable que habían compartido. Las señales de peligro asomaron a su cerebro. Él suspiró teatralmente cuando hizo que ella se sonrojara. —Hasta aquí llega toda la sofisticación que dices tener — musitó él. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 8-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Ella se aclaró la garganta. —Me gustaría que no dijeras esas cosas de mi —dijo preocupada. —Tal vez no debería —admitió. Con la mano le puso un mechón de pelo detrás de la oreja. Su tacto la estremeció y dio un paso atrás—. Nunca te haría daño, Natalie—, dijo tranquilamente. Logró esbozar una sonrisa nerviosa. —Me gustaría que me lo pusieras por escrito —dijo, tratando de alejarse sin que pareciera que estaba intimidada, a pesar de que era así. Sin embargo, tenía la puerta del granero a su espalda y sabía que no había manera de escapar. Podía verlo sobre su cara cuando deslizó su largo brazo por su cabeza y le acarició la oreja con la mano. El corazón le subió a la garganta. Ella lo miró reflejando todos sus miedos en sus ojos verde esmeralda. Se miraron durante un largo rato, sin hablar. —Carl nunca te habría hecho feliz —dijo, de repente—. Su familia tenía dinero. Y no habrían dejado casarse a su hijo con una huérfana sin fortuna. Sus ojos se oscureciendo dolorosamente. —Tú no sabes nada de eso. —Sí lo sé —respondió bruscamente—. Lo dijeron en el funeral, cuando alguien mencionó lo destrozada que estarías. Ni siquiera pudiste ir al funeral. Ella recordaba eso. y, también, que Mack había ido a buscarla a casa de su tía la noche Carl había muerto. Su tía se había ido de comprar fuera de la ciudad, durante el fin de semana, y se había quedado completamente sola. Mack la encontró vestida con un camisón muy sexy de satén rosa y una bata, llorando. La había levantado en brazos y la llevo a la vieja butaca que había cerca de la cama. La había sentado en su regazo hasta que dejó de llorar. Después de esos recuerdos que todavía hacía que temblaran sus rodillas, había permanecido con ella toda la noche angustiado, sentado en una silla al lado de la cama, vigilando su sueño. Era tal el respeto que le tenía la comunidad que, ni siquiera la tía de Natalie había dicho una palabra acerca de su presencia allí, cuando, al volver de su viaje, se enteró de ello. Natalie inspirada en la defensa extrañas trimestres. Su ternura hacía que, incluso las personas más peligrosas, se volvieran vulnerables cuando estaban a su alrededor. —Tú me ayudaste—, recordó suavemente. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 9-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —Sí —Su cara pareció tensarse cuando la miró—. Si, te ayudé Se sentía tan cerca de él que era como si la levantara y la llevara en volandas. Pequeñas punzadas de placer atravesaron su cuerpo cuando notó su mirada fija y penetrante. La sensación era tan intensa cuando se miraron, que casi podía sentir su pecho desnudo contra el suyo. Habían pasado cinco años desde esa noche, pero parecía que había sido ayer. Era como caminar en la cuerda floja. —Y cuando perdí la vista —continuó— tú estuviste conmigo. Ella se mordió e labio superior para evitar que le temblara. —No fui la única que trataba de ayudarte —le recordó. —Vivian lloró cuando le contesté bruscamente, y los niños se escondieron bajo sus camas. Tú no. Tú te hiciste cargo de la situación enseguida. E hiciste que quisiera seguir viviendo. Bajó los ojos a su pecho. Tenía la complexión de un vaquero de rodeo, con los hombros y el pecho amplios. La camisa de cuadros estaba abierta en el cuello, y vio el vello grueso y se rizando que lo cubría desde e pecho a la cintura. No era un hombre peludo, pero estaba irresistible sin la camisa. Lo había visto de ese modo más a menudo de lo que le gustaría recordar. Era tan guapo bajo su ropa, como una escultura que había visto en las fotografías de las exposiciones del museo. Ni siquiera podía imaginarse como sería acariciar su pecho donde el vello era espeso… —Tú fuiste muy amable conmigo cuando Carl se murió — respondió. De nuevo había tensión entre ellos, cuando ella termino de hablar. Intuía una cólera acerada en él. —Ya que estamos hablando de tu mal gusto respecto a los hombres, ¿qué ves en ese tal Markham? —preguntó secamente —. Es tan remilgado como una tía solterona y, en una pelea, estaría fuera de combate en un momento. Ella levantó la cara. —Dave es mi amigo —dijo brevemente—. E, indudablemente, no es peor que las brujas con las que tú vas. Él frunció los labios fuertemente. —Glenna no es una bruja. —Tampoco es una santa —le aseguró—. Y si no tienes relaciones sexuales, ¡puedo garantizar que no es porque ella no quiera —añadió sin pensar. Pero una vez que las palabras salieron de su boca, vio una mirada asesina en el ojo que no estaba tapado por el parche y le hubiera gustado morderse la lengua. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 10-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —¿Vais a seguir gritando?— gimió Bob Killain, cuando se plantó ante la puerta de establo y se quedó mirándolos fijamente —. ¡Si Sadie Marshall os oye mientras va hacia la cocina, le dirá a todo el mundo de su clase de la catequesis que vosotros estáis viviendo en pecado aquí! —exclamó, nombrando al ama de llaves de la familia Killain. Natalie lo miró indignada, con las manos apoyadas en las caderas. —Deberías preocuparte por Glenna —le aseguró ella al joven y pelirrojo hermano de Mack—. Su nombre está escrito en tantas cabinas telefónicas, que podría reunir todas las condiciones necesarias para ser una atracción de feria. Mack intentó no reírse, pero no pudo evitarlo. Se tapó los ojos con el sombrero y volvió a ser, otra vez, el ranchero. —¡Oh, diablos, me voy a trabajar. ¿No tienes nada que hacer? —le preguntó a su hermano. Bob se aclaró la garganta tratando, sin éxito, de no reírse—. Voy a la casa de María Burns para ayudarla con la trigonometría. —Llevarás protección, ¿no?— dijo Mack, en broma, volviéndose hacia él. Bob se puso tan colorado como su pelo. —Bueno, no todos nos pasamos el día hablando de sexo — murmuró. —No —estuvo de acuerdo Natalie, mirando a Mack jocosamente—. ¡Algunos tenemos que ir en busca de nombres a las cabinas telefónica y llamamos para concertar citas! —¿Puedes callarte, Nat? —dijo Mack, abriendo el compartimento de su caballo. Se subió a la silla, haciendo caso omiso de Natalie y Bob. —¡Volveré antes de medianoche! —dijo Bob, viendo una oportunidad de escapar. —Ya has oído lo que he dicho —dijo Mack. Bob hizo una inclinación de cabeza y salió fuera del rancho. —Sólo tiene dieciséis años, Mack—, dijo, recuperando la compostura lo suficiente para acercarse a él que estaba apretándole la cincha al caballo. Él la miró. —Tú acababas de cumplir los diecisiete cuando estabas saliendo el héroe del fútbol —le recordó. Ella lo miró con curiosidad. —Sí, pero, con la excepción de unos besos muy castos, no hubo mucho más. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 11-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Le echó una mirada divertida, antes de volver a su tarea. Probó la cincha, que estaba lo bastante tensa y ajustó los estribos. —¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Natalie con curiosidad. —Tuve una larga charla con él cuando me enteré de que habías aceptado ir al baile de Navidad con él. Ella se quedo con la boca abierta —¿Quéle dijiste? Puso un pie en el estribo y se subió a la silla de montar fácilmente. Se inclinó sobre el pomo y miró a Natalie. —Le dije que, si te seducía, tendría que enfrentarse a mí y, también, se lo dije a sus padres. Estaba horrorizada. Apenas podía respirar. —De todos los entrometidos, presuntuosos… —Eras una mujer soltera que se había criado en un orfanato y, en aquel momento, vivías con tu tía, quien ni siquiera podía hablar de besos sin desmayarse —dijo, ya sin sonreír—. No sabías nada de los hombres ni del sexo ni de las hormonas. Alguien tenía que protegerte y no había nadie más que pudiera hacerlo. —¡No tenías derecho! Su ojo sano, la miró con algo parecido a la posesión. —Tenía más derecho que nadie y algún día te diré porqué — dijo tranquilamente—. Y eso es todo lo que voy a decir sobre el tema. Le dio la vuelta el caballo, sin hacer caso a su furia. —¡Mack! —dijo, enfadada. Se paró y la miró. —Dile a Viv que puede invitar a su amigo para la cena el sábado por la noche, con la condición de que tú también vengas. —¡No quiero venir! Vaciló por un momento, entontes giró el caballo hacia ella. —Tú y yo no siempre estaremos de acuerdo en todo —dijo —. Pero estamos más cerca de lo que parece. Te conozco — añadió en un tono que hizo que le temblaran las rodillas—. Y tú también me conoces a mí. Ella no podía luchar contra las emociones que la confundían y la agitaban más de lo que lo habían hecho nunca y lo miró con ojos que traicionaban su anhelo por él. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 12-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Dió un largo y lento suspiro, que hizo que su rostro se relajara. —No voy a disculparme por cuidar de tí. —Yo no soy parte de tu familia, Mack—, dijo roncamente—. ¡Puedes decirles a Viv, a Bob y a Charles lo que tienen que hacer, pero a mí no! Miró su cara enfadada y sonrió suavemente, de una manera que, rara vez, sonreía a nadie—. ¡Oh, no estoy diciendo, pequeña —respondió, suavemente. —¡Y tampoco me llames pequeña! —Todo pasión y furia —dijo él, mirándola—. ¡Vaya desperdicio! Ella estaba tan confundida que no podía ni pensar. —¡No entiendo a nadie hoy! —No —dijo él dándole la razón y dejando de sonreír. La miró fijamente a los ojos—. Deberías trabajar más en eso, también. Le dio la vuelta al caballo, y esta vez ya no se volvió. Ella quería tirar cosas. No podía creer que le hubiera dicho tales cosas, que hubieran estado tan cerca en el granero que, por un instante, pensó que quería besarla. No un casto beso en la mejilla, como en Navidad bajo el muérdago. Sino un beso como los que había visto en las películas, cuando el héroe aplasta a la heroína contra su cuerpo y ponía su dura boca la suyo hasta que les faltaba la respiración. Trató de imaginar la firme y hermosa boca de Mack sobre sus labios, y tembló. Ya era bastante malo recordar lo que había pasado, la lluviosa noche en que Carl había muerto, cuando uno de los delgados tirantes de su camisón se había deslizado hacia abajo por su brazo… ¡Oh, no, se dijo firmemente a sí misma! ¡Nada de eso! No iba a empezar a soñar, de nuevo, acerca de Mack y ella. Ya lo había hecho una vez y las consecuencias habían sido horribles. Volvió a la casa para darle Viv las malas noticias. —¡Pero eso es maravilloso! —exclamó su amiga, sonriendo en lugar de llorar—. Vendrás, ¿no? —Él está tratando de manipularme —dijo Natalie irritada—. ¡Y no se lo voy a permitir! — Pero si no vienes, tampoco puede venir Whit —replicó Viv —. Si de verdad eres mi amiga, tienes que venir. Natalie se quejó pero, al final, se rindió Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 13-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Vivian le dio un gran abrazo. —Sabía que lo harías —dijo, alegremente—. —¡Apenas puedo esperar hasta el sábado! Os gustará a Mack y a tí. Es un tipo muy amable. Natalie vaciló, pero si no se lo decía ella, sin duda lo haría Mack, y muy ampliamente. —Viv, ¿sabías que dejó embarazada a una chica? —Bueno, sí —dijo—. Pero fue culpa de ella —señaló—. Ella le perseguía y, cuando lo hicieron, me dijo que ella no le dejó utilizar ninguna protección. Natalie se sonrojó por segunda vez ese día, terriblemente incómoda, hablando libremente de cosas bastante embarazosas. —Lo siento—, dijo Viv con una sonrisa—. Tienes muy poco mundo, ¿sabes? —Eso es justo lo dijo tu hermano —murmuró Natalie. Vivian la estudió con curiosidad durante mucho tiempo. —Puede que no le guste Whit, pero le tampoco le gusta tu amigo Dave Markham. —Él se dedica a criticarme, mientras va por ahí detrás de Glenna Bimbo. ¡No te rías, no me hace ninguna gracia! Vivian se aclaró la garganta. —Lo siento. Pero es muy simpática —le dijo a su amiga—. Es sólo que le gustan los hombres. —Uno tras otro, —estuvo de acuerdo Natalie—, e incluso varios a la vez, según dice la gente. Tu hermano va a coger alguna enfermedad terrible y será por su propia culpa. ¿Por qué sigues riéndote? —Estás celos —dijo Vivian. —¡Hoy no es mi día! —dijo Natalie, duramente—. Me voy a casa. —Él sólo ha salido dos veces con ella, —dijo su mejor amiga, insistiendo impertérrita —y ni siquiera tenía lápiz labial en su camisa, cuando llegó a casa. Sólo fue a ver una película de acción. —Estoy segura de que tu hermano no ha llegado a su edad actual, sin aprender a evitar las manchas de lápiz labial—, dijo beligerante. —A las mujeres les gusta —dijo Vivian. —Hasta que abre la boca y la fastidia—, añadió Natalie—. Su idea de la diplomacia es disparar y luego sonreír. Si a Glenna le gusta, ¡es sólo porque ha mantenida la boca cerrada! Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 14-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Vivian se rió. —Supongo que podría ser cierto —confesó—. Pero él es un cambio absolutamente refrescante entre todas las personas políticamente correctas que tienen miedo de abrir la boca. —Supongo que sí. Vivian se puso de pie. —¿Natalie? —¿Qué? Ella miraba a su amiga en silencio. —Todavía estás enamorada de él, ¿no? Natalie anduvo rápidamente hacia la puerta. No iba a responder. —Me tengo que ir. Tengo exámenes la próxima semana, y será mejor que estudie mucho. No quiero suspender los exámenes y quedarme sin mi graduación — añadió. Vivian quería decir a Natalie que tenía bastante idea de lo que había ocurrido entre ella y Mack hacía mucho tiempo, pero no quería avergonzar a Natalie hablando del tema. Su amiga era tan reprimida… —No sé lo que ocurrió —mintió—, pero tienes que recordar que sólo tenías diecisiete años. Y él veintitrés. Natalie se dio la vuelta, su rostro estaba pálido y conmocionado. —¿Él te dijo…? —Él no me dijo nada —dijo Vivian suave y honestamente. No necesitaba que se lo contara. Su hermano y su mejor amigo lo habían contado sin decir una palabra. Ella sonrió —pero tú caminabas como un alma en pena y nunca venías cuando él estaba en casa. Y él tampoco se quedaba en casa si sabía que ibas a venir a verme. Supuse que, probablemente, te había dicho algo muy duro y que habíais discutido. Natalie endureció sus facciones. —El pasado es mejor dejarlo enterrado —dijo secamente. —No estoy curioseando. Solo hacía una observación. —Voy a venir el sábado por la noche, pero sólo porque, si no lo hago, él no dejará que venga Whit —dijo Natalie un poco rígida. —No lo mencionaré nunca más —dijo Vivian, y Natalie sabía lo que quería decir—. Lo siento. No quise recordarte nada doloroso. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 15-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —No duele. Hace mucho tiempo que lo he olvidado. —La mentira se deslizó suavemente por su boca, y le sonrió por última vez en Vivian, antesde salir por la puerta. Fingir que no le importaba era la cosa más difícil que había hecho en muchos años. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 16-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Capítulo 2 Natalie se sentó en el aula de la escuela primaria a la mañana siguiente, con los ojos enrojecidos por haber estado hasta muy tarde la noche estudiando para los exámenes. Era importantísimo que revisara sus apuntes de clase todas las noches para que cuando llegara el día del examen estuviera preparada. Apenas había tenido tiempo para pensar, y tampoco no quería hacerlo. No quería volver a recordar lo que había pasado noche cuando ella tenía diecisiete años y Mack la había abrazado en la oscuridad. La suave voz de la Sra. Ringgold, recordándole que era el momento de empezar a escribir, la devolvió la presente. Se disculpó y organizó la clase en pequeños grupos alrededor de las dos mesas grandes de la clase. La Sra. Ringgold y ella estuvieron juntas ayudando a los niños a escribir bien las letras del abecedario, tomandose el tiempo necesario para estudiar y corregir o alabar el trabajo de cada uno. Durante el almuerzo que se reunió con Dave Markham. —Tienes mala cara hoy —le dijo con una sonrisa. Era alto y delgado, pero no igual que Mack. Dave era un intelectual al que le gustaba la música clásica y la literatura. No podía montar o lanzar lazo y tampoco sabía nada sobre agricultura. Pero era amable y, además, era alguien con quien podía salir sin tener que pelearse después de postre. —La Sra. Ringgold dice que lo estoy haciendo muy bien en la clase —ella aconsejó—. El profesor Bailey viene a mañana a verme trabajar. Y, la próxima semana, será el final — Hizo como si se estremeciera. —Vas a probar —le dijo, sonriendo—. Todo el mundo le tiene pánico a los exámenes, pero si repasas los apuntes todos los días no tendrás ningún problema con ellos. —Me gustaría poder repasar mis apuntes—, le confió en voz baja—. Si el profesor Bailey me suspende por mi letra, me listos al estar fuera de mi oreja. —¿Y tu vas a enseñar a los niños a escribir?—le preguntó, simulando estar horrorizado. Ella fijo su vista en él. —Escucha, no puedo enseñarle a los demás lo que yo no se hacer. No todo consiste en hablar con voz autoritaria. —Tú lo haces bastante bien —tuvo que admitir—. He oído que has tenido un buen profesor. —¿Qué? Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 17-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —McKinzey Killain —le contestó. —Mack —lo corrigió—. Nadie lo llama McKinzey. —Todo el mundo l llama Sr. Killain, excepto tú —le dijo él—. Y por lo que he escuchado, la mayoría de la gente de por aquí, trata de no llamarlo de ninguna manera. —Él no es tan malo —dijo—. Lo que pasa es que tiene un pequeño problema a la hora de ser diplomático. —Sí —No sabe lo que es eso. —Debido a tu estatus, tú no tienes que hacerlo —dijo riéndose entre dientes—. ¿Realmente vas a comer hígado encebollado?— preguntó, echando un vistazo en su plato y hacer una mueca de asco. —La carne de estos órgano son muy sanas. Bastante más que eso —dijo mirando su taco mexicano—. Tu estómago se va a estropear con tanto pimiento jalapeño. —Afortunadamente, tengo un estómago de hierro, gracias. —¿Qué te parece que si vamos al cine el sábado por la noche? —preguntó—. Están poniendo la nueva película de ciencia ficción en el Grand. —Me encantaría… oh, lo siento, no puedo —se corrigió, haciendo una mueca—. Le prometí a Vivian que iría a cenar con ella esa noche. —¿Es algo habitual? —quiso saber. —Sólo cuando Vivian quiere llevar un amigo a casa —dijo con una sonrisa triste—. Mack dice que si no voy yo, su novio no puede ir. La miró extrañado. —¿Por qué? Ella anduvo con su bandeja, buscando un lugar para sentarse. —¿Por qué? No lo sé. Sólo fue una condición. Tal vez pensó que yo no iba a ir y así tampoco iría el amigo de Viv. No le gusta nada en absoluto el chico. —Oh, ya veo. —¿De dónde ha salido toda esa gente?— preguntó con curiosidad, ya que había muy pocos sitios libres. —Visitas de la Comisión de la Junta de Educación. Están aquí para estudiar el problema del espacio — añadió divertido. —Deberían darse cuenta de que, especialmente ahora, no hay demasiado espacio. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 18-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —Estamos esperando que acepten concedernos una cantidad del presupuesto, para que podamos deshacernos de los remolques que estamos utilizando actualmente como aulas.' —Me pregunto si lo conseguiremos. Él se encogió de hombros. —Cualquiera sabe. Cada vez que hablan de aumentar la cuota de contribución, se ponen a protestar, sobre todo aquellos que no tienen hijos. —Ya me acuerdo. Encontraron dos asientos al final de la mesa de los profesores y se sentaron a comer. Ella sonrió al comité de visitantes y pasó, el tiempo que le quedaba de su comida, discutiendo sobre el nuevo equipo de juegos de la junta de educación que ya les había prometido. Ella agradeció poder pensar en algo que no fuera Mack Killain. La pequeña casa de Natalie estaba a las afueras de rancho Killain, y a menudo se quejaba de que su jardín estuviera en la parte de atrás. Había tan poco césped que podía usar un corta césped para trabajar. Lo que sí tenía era una valla con rosas por todos lados. Le gustaba sentarse en el pequeño patio y observar los pájaros que iban y venían a los pequeños comederos que ella había colgado del alto álamo que había en el jardín. Más allá de la cerca, podía ver, de vez en cuando, la zona donde pastaba el ganado Angus, de pura raza, que criaban los Killain. La vista era maravillosa. La casa, por dentro, era otra historia. La cocina tenía una estufa, un frigorífico y un fregadero y poco más. La sala de estar –comedor tenía un sofá y un sillón, bastante usado y una alfombra persa con agujeros. El dormitorio tenía una cama individual y un aparador, un viejo sillón y una silla. Las ventanas eran pequeñas y, todas, necesitaban reparación. Como hogar no era el sueño americano, pero, a Natalie, cuya vida había transcurrido en un orfanato, era un lujo tener su propia casa. Hasta su tercer año de secundaria, cuando se trasladó a la casa de su tía para convertirse en una compañera, enfermera y ama de casa, durante dos años hasta que ella murió de repente, nunca había tenido nada propio. Ella tenía un retrato enmarcado de sus padres y otro de Vivian, Mack, Bob y Charles, los cuatros hermanos Killain, que ella había hecho durante una barbacoa a la que la había invitado Vivian en el rancho. Cogió la fotografía y miró fijamente al hombre más alto del grupo. Miraba la cámara furioso y ella recordó, divertida, que él había estado tan ocupado diciéndole como hacer la foto que había salido con la boca abierta. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 19-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Era siempre igual. Sabía hacer un montón de cosas muy bien, y no se cortaba dándole instrucciones a los demás. Un día, había entrado directamente en la cocina de un restaurante para enseñarle, al altivo chef francés, cómo hacer una salsa barbacoa. Afortunadamente, el segundo de ellos se había ido por la puerta de atrás, antes de romper nada. Puso la foto en su sitio y fue a hacerse un sándwich. Mack le dijo que no comía bien y tenía que darle la razón. Podía cocinar, pero le parecía una pérdida de tiempo de armar tanto jaleo para ella sola. Además, generalmente estaba tan cansada cuando llegaba a casa de sus clases que no tenía ni fuerzas para prepararla comida. Puso jamón, lechuga, queso y mayonesa en el pan, todas las cosas esenciales, pensó. Comprobó su último esfuerzo antes de que comérselo. No estaba mal para una mujer soltera. Se sentó frente a la pequeña televisión en color que los Killains le habían regalado la pasada Navidad, un regalo por el que había protestado, por todo lo que les había ayudado. Puso las noticias y, como siempre, todas eran malas. La puso en un canal de dibujos animados. La historia de Marvin el Marciano era mucho mejor que todo lo que pasaba en Washington, DC Cuando terminó su bocadillo, se quitó los zapatos y se hizo un ovillo en el sofá con una taza de café solo. No hay nada como tener un verdadero hogar, pensó, mientras sus ojos sonrientes miraban alrededor de la sala. Y hoy era viernes. Había intercambiado su turno con otra compañera, así que tenía el viernes y el sábado libres del trabajo a tiempo parcial que hacia en la tienda de comestibles. El domingo también estaba abierto el domingo, pero como había poca gente, Natalie no tenía que ir tampoco ese día. Sería un sueño de fin de semana si no tuviera que vestirse para ir a cena de la noche siguiente al rancho Killain. Esperaba que Vivian no fuera en serio acerca del joven que había invitado a cenar, porque, cuando Mack no aprobaba a alguien, no solían volver. Natalie sólo tenía un buen vestido, de crêpe negro, con unos finos tirantes, que caía en línea recta hasta los tobillos. Tenía un chal a juego y un par de zapatos clásicos. Se maquilló más que de costumbre e hizo una mueca ante lo que veía. Todavía no aparentaba su edad. Podía haber pasado por una chica de dieciocho años. Se montó en su coche y condujo hacía el rancho Killain, mirando con aprobación la nueva pintura que los hombres de Mack había dado a las valla de alrededor de la gran casa victoriana, con su exquisita carpintería y las galerías entramadas. Podrían haber dormido, cómodamente, hasta diez invitados incluso antes de que Mack añadiera otro ala para dar que cada uno de sus hermanos tuvieran su propia habitación. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 20-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Había un garaje combinado en la parte de atrás donde guardaba Mack el Lincoln y el enorme camión que utilizaban en el rancho. Había un moderno establo donde se guardaban los tractores y las cosas de mantenimiento del rancho. También había otro establo mayor donde Mack guardaba sus mejores toros, y otro más, para los caballos y las sillas de montar. Había una cancha de tenis, que se utilizaba muy poco, una piscina cubierta de tamaño olímpico y un invernadero. Este último era el favorito de Natalie cuando iba de visita. Mack cultivaba muchas clases de orquídeas, y a Natalie le gustaban tanto como a él. Ella esperaba encontrarse con Vivian a reunirse al pie de los escalones, pero fue Mack el que apareció. Llevaba un traje oscuro y parecía elegante y perturbador, mientras, con las manos metidas en los bolsillos, esperaba a que ella subiera la escalera. —¿No tienes otro vestido? —le pregunto irritado—. Siempre que vienes te pones el mismo. Ella levantó la barbilla arrogantemente. —Trabajo seis días a la semana para pagarme la universidad, pagarlos gastos de la casa, los impuestos y la comida, por lo que no me queda casi nada y menos para comprarme un vestido nuevo. —Excusas, excusas—, murmuró él. Con los ojos se entrecerrados miró el escote del vestido—. Y lo que menos me gusta es el escote —dijo en breve—. Enseñas demasiado los senos. Levantó las dos manos, tirando su pequeño bolso de noche casi contra el techo. —Oye, ¿se puede saber que tienes contra mis pechos últimamente? —le preguntó. Él frunció el ceño mientras miraba fijamente su corpiño. —Estás alardeando de ellos. —¡Eso no es verdad! —Está bien que lo hagas delante de mí, —continuó monótonamente—, pero no quiero que al novio golfo de Vivian se le empiece a caer la baba por ti, durante la cena. —No atraigo esa clase de atención—, farfulló. —Con un cuerpo como el tuyo, atraerías la atención hasta a un muerto —, dijo brevemente—. Sólo mirarte hace que me excite. No tenía ninguna respuesta. La había dejado muda con ese comentario típicamente franco. —¿No tienes nada descarado que decir?— se burló él. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 21-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Sus ojos lo inspeccionaron a través del bien cortado traje. —No pareces estar excitado ahora. —¿Cómo lo sabes? —le preguntó—. Ni siquiera sabes lo que es una excitación dolorosa. Ella frunció el ceño. —No te entiendo. —Una mujer con experiencia, no tardaría ni cinco segundo en entender lo que he dicho —dijo él—. No sólo eres una reprimida, sino que estás ciega. Ella arqueó las cejas. —¿Perdón? Enojado, dejó salir el aliento. —¡Oh, diablos, olvídalo —se volvió sobre los talones y dijo:— ¿Vienes o no? —Están insoportable esta noche —murmuró secamente, siguiéndolo—. ¿Qué te pasa? ¿Es que no puede Glenna quitarte ese… dolor constante? Se detuvo tan bruscamente que ella casi tropezó contra su espalda. Se volvió y la cogió por la cintura, apretándola contra él. Un escalofrío la recorrió desde los pies a la cabeza atravesándole la espalda, mientras él restregaba, deliberadamente, su erección contra sus caderas. Mantuvo su mirada fija en ella, mientras su erección iba aumentando contra su estómago. —Glenna no puede hacerlo porque no es ella quién lo provoca —dijo, burlándose de ella. —¡McKinzey Donald Killain! —exclamó, sin aliento por la indignación. —¿Te sorprende? —le dijo en voz baja. Trató de retroceder, pero él tiró de su mano, así que tuvo que quedarse atrapada en ese abrazo sensual. —¿Te molesta?— susurró, roncamente. Su respiración era entrecortada. —Solo cuando te mueves —dijo, mientras otra ola de deseo se expandía a través de su poderosa estructura. Ella lo miraba con curiosidad, con el cuerpo relajado mientras sus fuertes manos seguían acariciándole las caderas muy suavemente. Volvió a mirarla con su ojo bueno entrecerrado, buscando su cara. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 22-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —Nunca me he sentido así —dijo roncamente. Ella estaba fascinada, no sólo con la intimidad de su posición, sino también con el extraño sentimiento de posesión que podía despertar en ella tan fácilmente. No estaba avergonzada. Se sentía posesiva con él. Siempre se sintió así. —¿Le produces esto mismo a Markham?— preguntó, sin sonreír. —Dave es mi amigo —respondió ella—. Nunca se le ocurriría sujetarme… de esta manera. —¿Lo dejarías, si lo hiciera? Pensó en ello por unos segundos y frunció el ceño otra vez, preocupada. —Por supuesto que no —dijo, regañadientes. —¿Por qué no? Lo miró fijamente. —Sería desagradable… con él. Él sintió que su corazón saltaba. —¿Sería? —preguntó él—. ¿Por qué? —Es sólo que… lo sería Sus manos se extendieron descaradamente sobre sus caderas y la atrajeron más contra su cuerpo. Él tembló ante el placer que se extendió a través de su cuerpo. Apretó los dientes, y cerró los ojos cuando se agachó para apoyar su frente contra la de ella. Natalie sentía como se endurecían sus pezones. Sus brazos estaban ahora bajo los de él y sus manos tocaban el áspero tejido de su chaqueta. Su pequeña bolso estaba en el suelo del porche, completamente olvidado. Ella no sintió, vio ni oyó nada, excepto a Mack. Su cuerpo entero latía satisfecho por la sensación de lo cerca que estaba de ella. Podía sentir su aliento a menta en sus labios, mientras los sonidos de la noche se fueron haciendocada más insignificantes. —Natalie —susurró roncamente, y sus manos empezaron a subir y bajar por sus caderas de una manera lenta y dulce rozándola contra él. Gimió bruscamente. Ella tembló de placer. Su cuerpo agitó con esas deliciosas y peligrosas sensaciones. —¿Mack?— susurró ella, rozándose contra él con un ritmo involuntariamente sensual. Deslizó sus manos por sus caderas, su cintura y acarició, descaradamente, sus pechos a través de la delgada línea de encaje de la tela del sujetador que llevaba debajo el vestido. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 23-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Mientras ella lo miraba, él metió las manos dentro del escote de su vestido para acariciarle la piel sedosa de sus senos. Ella se quedó sin aliento ante una caricia tan audaz. —Esto —dijo él, suavemente—, no es una buena idea. —Por supuesto que no lo es— dijo Natalie insegura. Su cuerpo parecía tener voluntad propia, levantándose y desplazándose hacia las manos de Mack para que le acariciara sus pezones que estaban tan necesitados de que lo hiciera. —No —murmuró él en voz baja. —¿Mack? Su frente se apoyó suavemente contra la suyo mientras trataba recuperar el aliento. —Si te toco como tú quieres, no voy a ser capaz de detenerme. Hay cuatro personas dentro de la casa, y tres de ellas se desmayaría si nos vieran de este modo. —¿Realmente crees sería así?— preguntó en un suspiro. Sus pulgares se acercaron a los pequeños botones endurecidos por dentro del vestido y ella gimió. —¿Quieres que te toque?— susurró en sus labios. —¡Sí!— contestó con un nudo en la garganta. —No será suficiente, —murmuró él. —¡Lo será!, ¡Lo será! —No es suficiente —continuó él. Besó su boca y sus párpados cerrados, mientras sus pulgares avanzaban perezosamente hacia las copas de encaje—. Tienes unos bonitos pechos pequeños—, susurró él acariciando tiernamente la suavidad de su piel—. Me dan ganas ahora mismo de poner mi boca sobre ellos y mamar. Ella gritó, conmocionada por las deliciosas imágenes que sus palabras producían en su mente. —Me duele —le susurró en sus labios, mientras su pulgar encontraba, finalmente, su duro pezón y lo acariciaba. Ella sollozó, apretando su cara contra la de él, temblando por la agonía de esa sensación increíble. Hizo un sonido áspero y la llevó más cerca del final de la oscura galería, lejos de la puerta y de las ventanas. Sus manos seguían acariciándola con insistencia, mientras su boca caliente y hambrienta presionaba contra su garganta justo donde su pulso latía con fuerza. —Sí —dijo ella intentando deshacer el nudo que tenía en la garganta y levantando aún más sus manos—. Sí, Mack, sí, por favor, ¡oh, por favor! Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 24-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —¡Estás un poco loca!— él gimió. Segundos más tarde, había desabrochado el vestido y puso la boca donde antes habían estado sus manos y buscó la suave piel de su pecho para, finalmente, desplazar el sujetador y tomar en su boca el duro pezón. Sentía sus uñas en la nuca como pequeñas agujas, haciendo que su boca se acercara aún más y calmara la exquisita excitación que sentía con sus caricias, mientras él la apretaba entre sus brazos para tenerla todo lo cerca que fuera posible. La brusquedad con la que la empujó, la asombró y se sentía tan débil que apenas podía mantenerse en pie. Él se había alejado y apoyado contra la pared, respirando como si hubiera corrido una maratón, mientras su cuerpo se estremecía. Ella no sabía qué decir ni qué hacer. Estaba abrumada. Ni siquiera era capaz de abrocharse el vestido. Después de unos segundos, respiró fuertemente y se volvió hacia ella, que no se había movido ni un milímetro desde que se apartó de ella. Él sonrió tristemente. Era, pensó, dolorosamente inocente. —Ven aquí —dijo en un tono ronco, y le ayudó a abrocharse el vestido—. No puedes entrar así. Lo miró de la misma manera que un gato pequeño y curioso, mientras la vestía, como si necesitara toda su concentración para hacerlo. —Natalie —se burló con dureza —tienes que dejar de mirar como si fueras la víctima de un accidente. —¿Eso es lo que le haces a ella? —preguntó, con sus pálidos ojos verdes brillantes. Él masculló una maldición mientras le abrochaba el último botón del vestido. — Glenna no es asunto tuyo. —Oh, ya veo. Tú si puedes preguntarme acerca de mi vida social, y yo no puedo hacerlo, ¿es así como funcional? Él frunció el ceño encogiéndose de hombros y la miró. —Glenna no es alguien que está madurando todavía — murmuró él—. Es una mujer adulta y sofisticada a la que no hay que ponerle un anillo de boda en el dedo para estar con ella. —¡Mack!— Natalie exclamó furiosamente. —Ni siquiera tengo que mirarte para ver que te has sonrojado —dijo con demasiada fuera—. Tienes veinte y dos años y parece que no ha pasado ni un día por ti desde la noche que pasé contigo cuando murió Carl. —Tú me estuviste mirando —susurró ella. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 25-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Las manos de él se tensaron. —Suerte que tuviste de que solo te mirara. Sus ojos buscaron su rostro a la débil luz. —¿Querías que yo…? —dijo cuando se dio cuenta de lo que significaban sus palabras. —Sí, lo quería —confesó—. Pero sólo tenías diecisiete años. —Y ahora tengo veintidós. Él suspiró y sonrió. —No hay mucha diferencia —murmuró él—. Y todavía no hay mucho futuro. —No para un hombre que sólo quiere divertirse un poco de vez en cuando — dijo sarcásticamente. —Y tú, por cierto, no entras en esa categoría —le contestó dándole la razón—. Tengo dos hermanos y una hermana a los que cuidar todavía. No tengo sitio para una esposa. —Muy bien. Simplemente olvida que te he propuesto matrimonio. Sus dedos recorrieron suavemente sus labios hinchados. —Además de las responsabilidades, no estoy listo para sentar cabeza. Me faltan muchos años todavía. —Estoy segura de que podré devolver el anillo de compromiso, sin ningún problema. Él parpadeó. —¿Estamos hablando de lo mismo? —De todas formas, sólo te he comprado un anillo de compromiso barato — continuó escandalosamente—. Probablemente no te habría quedado bien, así que no te preocupes. Comenzó a reír. No podía evitarlo. Ella realmente era como un dolor de muelas. —¡Maldita sea, Natalie! —dijo abrazándola con fuerza, con un abrazo cariñoso, sin ningún asomo de lujuria. Ella lo abrazó también soltando un largo suspiro y con los ojos cerrados. —Creo que esto se parece a los patitos —murmuró ella distraída. —¿Qué dices? —Son impresionables. Siguen la primera cosa que ven en movimiento cuando salen del cascarón pensando que es su madre. Supongo que con los hombres y las mujeres ocurre lo Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 26-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas mismo. Eres el primer hombre que no me hace caso y supongo que estoy impresionada. Su corazón latió salvajemente, mientras seguía abrazándola. —El mundo está lleno de hombres que quieren casarse y tener hijos… — Y encontraré uno algún día —terminó ella por él—. Te lo aseguro. Pero si, realmente, quieres que yo encuentre a otra persona, tengo que decirte que llevarme a rincones oscuros y quitarme a medias el vestido, no me parece la forma más adecuada de hacerlo. Realmente se estaba riendo de él, de una forma tan patética que tuvo que dejar que se fuera. —Me rindo —dijo impotente. —Ya es demasiado tarde —ella se volvió a buscar su bolso mientras hablaba—. Has dicho que no deseas mi anillo. —Vamos a dentro, mientras tengamos tiempo —respondiómientras iba hacia la puerta. —Todavía no —dijo rápidamente, yéndose hacia donde había luz para mirarse en el espejo, tomándose su tiempo para retocarse el carmín y arreglarse el pelo. La miró tranquilamente, con los ojos fijos e intensos. Puso la polvera en su bolso y fue hacia él. —Será mejor que te arregles las ropas —murmuró ella después de examinar su cara—. Esa mancha de carmín no te pega nada. Le echó una mirada furiosa, pero sacó su pañuelo y dejó que le quitara las manchas de la mejilla y el cuello. Afortunadamente, el pintalabios no había manchado el cuello blanco de su camisa, o no lo habría podido ocultar. —La próxima vez, no te pongas seis capas de maquillaje antes de venir aquí —aconsejó fríamente. —La próxima vez, mantén las manos en los bolsillos. Él se rió entre dientes. —No habrá muchas oportunidades, si tu próximo vestido sigue mostrando tus senos igual que este. Ella se echó el mantón de encaje y se cubrió los hombros con él. Ella le echó una altiva mirada y esperó a que él abriera la puerta principal. —El próximo vestido que compre tendrá un escote mandarín, puedes apostar lo —le dijo ella en voz baja. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 27-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —Asegúrese de que no tiene botones, tampoco —susurró socarronamente cuando se echó a un lado para dejarla pasar. —Vicioso —susurró ella. —Provocadora —susurró de nuevo. Caminó delante de él y entró en la sala antes de que pudiera pensar en algo más que decirle sobre el comentario que había hecho. Parecía tranquila, pero por dentro, todavía sentía pequeños tirones de miedo y placer por su tacto. Ocurría que a ella, a pesar de todo el tiempo que hacía que se conocían, nunca la había besado. Pensó que no ayudaba a su situación, así que sonrío afectuosamente a Bob y a Charles cuando se levantaron y, a continuación, a Vivian y al hombre alto y rubio, que se levantó en el sofá a su lado. —Natalie, éste es Whit —se lo presentó Vivian, mirándolo con un gran afán de posesión. Whit miró a su vez a Natalie como si hubiera descubierto petróleo. Oh, chico, pensó Natalie con pena, mientras se fijaba en el ardor de los ojos azules de Whit cuando se dieron la mano. La miró unos momentos demasiado largos y ella hizo una mueca. Aquí había una complicación con la que no había contado. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 28-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Capítulo 3 Tampoco ayudaba que Whit fuera un graduado del mismo instituto de enseñanza superior al que Natalie había asistido y que habían ido juntos a clase con algunos de los mismos catedráticos Vivian nunca había querido ir a la universidad, y todavía no sabía qué quería hacer con su vida. Recientemente, Mack se había empeñado e insistido en que consiguiera un trabajo o un título. Vivian lo había mirado horrorizada, pero, al final, había aceptado asistir a un curso de programación de ordenadores en la escuela local de formación profesional. Allí era donde había conocido a Whit, que enseñaba inglés allí. Mientras cenaban, Natalie condujo hábilmente la conversación hacía la escuela de formación profesional, para que Vivian pudiera participar. Vivian estaba furiosa y cada vez más molesta por momentos. A Natalie le hubiera gustado patear a Mack por ponerla en esta situación. ¡Si sólo le permitiría a Vivian invitar a Whit sin condiciones…! —¿Por qué no fuiste a la universidad para hacer el curso de programación de ordenadores? —preguntó Whit a Vivian, en un tono demasiado condescendiente. —Las clases ya estaban completas cuando decidí ir —dijo Vivian dijo con una sonrisa forzada—. Además, nunca te habría conocido si hubiera ido a la universidad en lugar de a la escuela de formación profesional. —Supongo que no —le sonrió a Viv, desviando, inmediatamente, su atención hacia Natalie—. ¿A qué grado vas a darle clase? —Primero o segundo —dijo Natalie—. Y tengo que levantarme muy temprano, me temo. Tengo exámenes la próxima semana, así que tengo que quedarme hasta muy tarde estudiando esta noche. —¿No te puedes quedar ni para el postre? —preguntó Whit. —No…, lo siento. —¡Qué pena! —dijo Whit. —Sí, qué pena —repitió Vivian, pero en un tono totalmente diferente. —Te acompaño hasta el coche —dijo Mack, antes de que Whit pudiera ofrecerse. Whit sabía que no tenía nada que hacer. Sonrío tímidamente y le preguntó a Vivian si le podía servir otra taza de café Fuera estaba tan oscuro como ala de cuervo. Mach llevaba a Natalie cogida del brazo mientras iban andando, pero no de Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 29-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas manera cariñosa. Él le apretaba tanto que le estaba cortando la circulación. —Bueno, todo ha sido un desastre —dijo entre dientes. —Fue culpa tuya —señaló irritada—. Si no me hubieras obligado a venir. —Últimamente, desastre, es mi segundo nombre—, respondió medio divertido. —No es mala persona —dijo ella—. Es normal. Le gusta lo que a cualquier hombre. Tarde o temprano, Viv va a darse cuenta de que se ha equivocado y lo dejará. Así que —añadió con fuerza—, no te opongas que se vean, porque si lo haces, puede que se case con él en un ataque de rabia Mack se detuvo ante la puerta del conductor del coche y le soltó el brazo. —No lo hará, si tú estás con ella. —No voy a revolotear a su alrededor. Él me da escalofríos—, dijo con rotundidad—. ¡Si no hubiera tenido este mantón sobre el vestido, me hubiera puesto el mantel por encima! —Te dije que no llevaras ese escote. —Lo he hecho sin pensar —admitió—. La próxima vez, me voy a poner un abrigo —dijo mientras rebuscaba en su bolso las llaves del coche—. Y me habías dicho que era un chico joven y no lo es. Es un profesor. —Comparado conmigo, sí lo es. —La mayoría de los hombres son niños comparados contigo —dijo impacientemente—. Si Viv los compara contigo, ¡nunca encontrará a nadie! La miró furioso. —Eso no suena, precisamente, como un cumplido. —No lo es. Tú esperas que todos sean como tú. —Tengo éxito. —Sí, tienes éxito —admitió ella—. ¡Pero ere un desastre socialmente! ¡Abres la boca, y a la gente le falta tiempo para irse! —¿Es culpa mía que la gente no sepa hacer su trabajo correctamente? —dijo—. Trato de no interferir a menos que vea que la gente cometa errores realmente grandes—, comenzó a decir. —Camareras que no pueden hacer el café lo suficientemente fuerte—, lo interrumpió, contando con sus dedos —. Directores de orquesta que no dirigen con bastante espíritu, bomberos que no sujetan bien las mangueras, oficiales de Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 30-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas policías que se olvidan de dar los intermitentes cuando los estás siguiendo, niños pequeños cuyos cordones no están bien atados. —Tal vez si interfiero un poco —se defendió él. —Te pareces al defensor del consumidor andante — contestó, exasperada—. Si alguna vez te capturara una fuerza enemiga, ¡se tirarían al vacío! Él empezó a sonreír. —¿Tú piensas lo mismo? Ella levantó los ojos al cielo. —Me voy a casa. —Buena idea. Tal vez el experto en inglés haga lo mismo. —Si no lo hace, siempre puedes corregir su gramática —le sugirió. —Esa es la idea. Ella abrió la puerta y entró en el coche. —No corras—, dijo, apoyándose en la ventanilla abierta, sin sonreír—. Hay bastante niebla aquí. Tómate tu tiempo para llegar a casa, y mantén las puertas cerradas. —Deja de decirme lo que tengo que hacer —murmuró ella. —Tú lo haces todo el tiempo —señaló él. —Tú no te cuidas —le respondió tranquilamente. —¿Por qué debería molestarme, si tú estás dispuesta ahacerlo por mí?— le preguntó. Estaba perdiendo la batalla. Sólo podía pensar en la manera en que la había abrazado antes, el tacto de sus fuertes manos sobre su piel desnuda. Tenía que dejar de pensar en él. —Reserva la noche del próximo viernes —dijo inesperadamente. Frunció el ceño. —¿Por qué? —Pensaba que podríamos ir con Vivian y el catedrático a Billings a cenar y ver una obra de teatro —vaciló—. No sé… ¿Cuándo tienes los exámenes? —Uno el lunes, otro el martes, otro el jueves y otro el viernes. —Entonces estarás libre esa noche —dijo con confianza—. Puedes comprarte un vestido nuevo, ¿no? —Me compraré una cota de malla —le prometió. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 31-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas Él sonrió abiertamente. Esa sonrisa lo cambiaba, le hacía parecer más joven, más accesible. Y, cuando lo veía así, ella parecía tener mariposas en el estómago. —Te recogeremos sobre las cinco, aproximadamente. Ella le sonrió. —De acuerdo. Él se bajó del coche, y esperó hasta que lo arrancó y empezó a rodar para saludarla con la mano y luego se volvió hacia el porche. Ella se quedó mirándolo durante varios segundos. Se había producido un cambio en su relación. Por una parte estaba aterrorizada, pero, por otra estaba emocionada. Ella condujo hasta su casa, obligándose a no pensar en ello. Esa noche, Natalie había apasionado, caliente los sueños de la mujer y de Mack en una gran cama doble en alguna parte. Se despertó sudando y no podía volver a dormir. Y cuando se levantó se sintió lo bastante culpable como para ir a la iglesia. Pero cuando volvió a casa y mientras se tomaba un plato de sopa para comer empezó a pensar en Mack otra vez y no pudo quitárselo de la cabeza. La lluvia caía sin parar. Si la temperatura seguía bajando era posible que, incluso, nevara, a pesar de estar en primavera. El clima de Montana era, impredecible, en el mejor de los casos. Cogió su libro de texto de biología e hizo una mueca cuando trató de leer sus notas. Este era su segundo curso sobre el tema, y estaba preocupada por el próximo examen. No importaba lo duro que estudiara, la ciencia sólo iba bien en su cabeza. La genética era una pesadilla, y la anatomía animal, un desastre. Su catedrático les había aconsejado que era muy importante que estuvieran bastante tiempo en el laboratorio, porque los estaban esperando para mostrarles como circulaba el flujo de la sangre a través de las arterias, las venas y el sistema linfático. A pesar de las horas extras que había pasado estudiando con su grupo en el laboratorio, se estaba estrujando la cabeza intentando recordar todo lo que había aprendido durante ese semestre del curso. Había estado estudiando intensamente eso durante toda la tarde, cuando llamaron a la puerta de la calle. Era casi de noche y estaba hambrienta. Tendría que encontrar algo para comer, supuso. Esperando que fuera Vivian la que llamaba, fue hacía la puerta, en vaqueros y con un botón desabrochado de su amplia camisa verde, sin ningún maquillaje y con el pelo despeinado. Abrió la puerta y encontró allí a Mack, vestido con unos vaqueros y una camisa de punto amarilla, que llevaba una bolsa de comida. —Pescado frito con papas fritas —anunció. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 32-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —¿Para mí? —preguntó, sorprendida. —Para nosotros —contestó, empujado la puerta con el codo para entrar—. He venido para ayudarte. —¿En serio? —empezaba a sentirse como un loro. —Con el examen de biología —continuó Mack—. ¿O no necesitas ayuda? —Estaba pensando en rezar durante veinticuatro horas y en ir a clase con muletas para ver si despierto la compasión del profesor. —Conozco a su catedrático, y no sentiría compasión ni por un gatito descuartizado si estuviera tratando de saltarse su examen —respondió él—. ¿Puedo quedarme? Ella se río por lo bajo. —Sí. Fue a la cocina y cogió dos platos. —Voy a hacer otra cafetera —dijo Natalie. No se fiaba mucho de él y se sentía un poco cortada, después de lo ocurrido la noche anterior. Tenían en común los íntimos recuerdos de dos antiguos socios. Le echó un vistazo un poco nerviosa, mientras seguía preparando el café—. ¿No era hoy cuando ponían la película de ciencia ficción? —le preguntó, porque sabía que él sólo quería ver una, y ésta era esta noche. —Es una repetición —dijo sin preocuparse—. ¿Tienes ketchup? —¿Vas a poner al pescado salsa de tomate? —pregunta simulando su sorpresa. —Yo no como nada a lo que no le pueda poner salsa de tomate —respondió. —¿Eso incluye los helados? Él le sonrió. —El de vainilla está muy bueno. —¡Puaj! —¿Dónde está tu sentido de la aventura?—le reprochó él—. Tienes que experimentar cosas nuevas para así parecer sofisticada. —No voy a comer helado con salsa de tomate, independientemente de que lo hagan o no los demás. —Caprichosa —puso el pescado y las patatas en los platos, cogió dos servilletas y los cubiertos y los colocó encima de la pequeña mesa de la cocina. —¿Por qué estamos comiendo aquí? —murmuró secamente. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 33-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —Porque si lo hacemos en el salón, querrás ver la televisión —señaló—. Y si encuentras una película que te guste, el estudio se irá al garete. —Aguafiestas. —Quiero que te gradúes. Has trabajado demasiado duro, demasiado tiempo en ésto, como para ponerte a holgazanear en el último momento. —Supongo que tú sabes todo acerca de la genética, ¿no?— suspiró ella, mientras que la cafetera dejaba de gotear. —Sobre la cría de ganado vacuno —le recordó él—. Por supuesto que sí —contestó con una mueca—. Me encanta la biología. Se podría pensar que soy bueno en esto. —Eres bueno con los niños —dijo ella, sonriendo suavemente—. Eso es lo más importante —se encogió de hombros—. Y supongo que tienes razón —dijo, mientras estudiaba su delgada cara mirando el sorprendente parche negro que llevaba en el ojo—. ¿Todavía estás haciendo los cursos de arqueología de la universidad por Internet? —Sí. Este semestre es arqueología forense. Huesos —aclaró. Su ojo brilló—. ¿Quieres que te hable de ello? —No cuando estoy comiendo —dijo haciendo una mueca de asco. —Eres aprensiva, ¿verdad? —Sólo cuando estoy comiendo —respondió ella. Echó un vistazo a la cafetera, viendo que ya había terminado y se levantó para coger dos grandes tazones blancos y los llenó con el negro café. Le puso a él uno delante y con el suyo en la mano volvió a sentarse. Ninguno le echó nata ni azúcar, por lo que no hacía falta poner ninguna de las dos cosas sobre la mesa. —¿Cómo está Viv? —preguntó, mientras empezaba a comerse el pescado. —Que echa humo. Su amigo se fue sin pedirle otra cita — dijo mirándola con curiosidad—. Pensaba que la ibas a llamar por teléfono. —No he podido —dijo ella con sinceridad—. Además, él no es mi tipo. —¿Y quién lo es? ¿Markham? —su profunda voz destilaba puro veneno. —Dave es guapo. —Guapo —se terminó de un bocado el pescado y lo tragó con el café—. Y yo ¿soy guapo? —insistió. Ella se dio cuenta de que estaba molesto y se burló de él. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 34-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —Tanto como una madriguera de serpientes de cascabel. —Eso pensaba —dijo él cogiendo una patata y echando la silla para atrás, dirigiéndole una larga y penetrante mirada—. Eres la única mujer que conozco que está mejor sin maquillaje. —Es demasiado trabajo cuando estoy sola en casa. No esperaba compañía —añadió. Él sonrió. —Ya me he dado cuenta. ¿Cuántos años tiene lablusa? —Tres años—, dijo con un suspiro, mirando la tela descolorida—. Pero es cómoda. Su mirada permaneció sobre ella un rato demasiado largo, fija e inquietante. —¡Llevo sujetador! —le espetó ella. Él levantó las cejas —¿De verdad? —preguntó simulando sorpresa. —No me mires así. Él sólo sonrió y terminó su pescado, ajeno a su brillo. —Háblame de los grupos sanguíneos —le dijo, cuando iban por su segunda taza de café. Ella lo hizo, nombrándolos y describiendo cuáles eran compatibles y cuáles no. —No está mal —dijo cuando terminó—. Ahora, vamos a examinar los genes recesivos. No se había dado cuenta de lo mucho que había aprendido, hasta que empezó a responder a las preguntas sobre el tema. Solo se equivocó cuando llegaron a las fórmulas sobre las combinaciones y las descripciones de las poblaciones genéticas y los grupos de genes. Entraron en la sala. Le pasó el libro. Se estiró sobre el sofá, quitándose las botas para poder acomodarse mientras se hacía un ovillo en el sillón grande frente a él. Leyó las descripciones e hizo que ella las repitiera, y luego le hizo preguntas tipo test. Ella no recordaba haber sido nunca tan “machacada” sobre un tema. Entonces él tomó su informe de laboratorio y sostuvo su en sus manos mirando las pautas de la circulación de la sangre por el cuerpo de una rata de laboratorio que la clase había disecado. Lo puso sobre el piso y se sentó en el suelo, poniendo el libro frente a ellos para que ella pudiera ver el diagrama y señalara los distintos órganos, así como las principales arterias y venas. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 35-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —¿Cómo hacen esto en los exámenes? —le preguntó—. ¿Pone un diagrama y hay que de rellenar los espacios? —No. Por lo general clava un alfiler en el órgano, la vena o la arteria que quiere que identifiquemos. —Bárbaro —farfulló él. Ella sonrió. —En realidad, tenemos el mejor profesor de biología de los alrededores, ya que la mayoría de nuestros estudiantes van a la Facultad de Medicina o a la Escuela de Enfermeras. La biología es peor que un dolor muelas, pero ninguno de nuestros estudiantes tienen que recuperar curso. —Eso dice mucho sobre la calidad de la enseñanza —dijo. Ella sonrió. —Supongo que sí. Siguieron repasando el esquema de anatomía esquemática hasta que ella se supo todas las respuestas. Pero a las diez ella comenzó a bostezar. —Estás cansada —dijo él—. Necesitas una buena noche de sueño para que mañana estés despejada y puedas hacer un buen examen. —Gracias por ayudarme. Él se encogió de hombros. —¿Para qué están los vecinos? —preguntó con una risa—. ¿Qué tal una taza de chocolate caliente antes de que me vaya a casa? —Voy a hacerlo. Él se estiró perezosamente sobre la alfombra. —Estaba esperando que me lo ofrecieras. Yo no puedo hacerlo a menos que tengas algo con que revolver la leche caliente. Según recuerdo, tú puedes hacerlo a partir de cero. —Claro que puedo —dijo ella, engreídamente—. Vuelvo en un abrir y cerrar de ojos. Ella cogió los ingredientes, los mezcló, calentó la leche en el microondas y llevó las dos tazas humeantes a la sala de estar. Se sentó junto a él sobre la alfombra, utilizando el sofá de respaldo mientras se tomaban el caliente líquido. —Es justo lo que necesitaba para dormir —murmuró soñolienta—. ¡Como si necesitara ayuda! —¿Crees que ya te sabes todo bien? —le preguntó. —Del derecho y del revés —asintió—. Gracias. —Tú harías lo mismo por mí. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 36-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —Sí, lo haría. Cuando acabó su bebida, puso la taza sobre la mesa, cogió la de ella cuando terminó y la colocó junto a la suya. —¿Cómo llevas los otros exámenes? —preguntó. —Esas materias ya me las sé —contestó—. Solo tengo que repasarlas. Pero la biología es una pesadilla. Nunca creí que fuera capaz de aprendérmela. Tienes un don para hacer que suene simple. Pero no lo es. —La uso mucho en mi programa de reproducción —dijo perezosamente, flexionando los hombros—. No se puede conseguir una buena raza de ganado si no tienen unas cualidades específicas. —Supongo que no —dijo ella mirando, involuntariamente, sus pómulos altos, su nariz recta, y luego hacia su boca que era muy sensual. Y sintió un hormigueo al hacerlo. —Me estás mirando fijamente —murmuró él. —Estaba pensando —respondió ella ausente. —¿Pensando en qué? Ella se removió y bajó los ojos, sonriendo tímidamente. — Estaba pensando que nunca me besaste. —Eso es mentira —respondió divertidamente—. La última vez que te besé fue en Navidad bajo el muérdago. —¿Eso fue un beso? —dijo ella, arrastrando las palabras. —Era el único tipo del beso con el que me sentía cómodo, teniendo en cuenta que mis hermanos nos estaban mirando todo el tiempo —dijo con un centelleo en su oscuro ojo. —Supongo que te habrían hecho sudar la gota gorda si lo hubieras intentado en serio con alguien. —He hecho varias intentos contigo —respondió, sin sonreír —. No parece que te dieras cuenta. Ella se sonrojó y sintió un nudo en la garganta. —Me he dado cuenta de todos ellos. —Eso es lo que crees —la corrigió. Su mirada se posó en su boca suave y permaneció allí—. Disfrutaría besándote, Nat — añadió en voz baja—. Pero un beso es un paso que lleva a un camino por el que, seguramente, no quieras andar todavía. Ella frunció el ceño, perpleja. —¿Qué tipo de camino? —No quiero casarme —dijo simplemente—. Y tú no quiere tener relaciones. Traducido por Debbie y corregido por Sira Nº Paginas 37-140 Diana Palmer – Boda en blanco – 22º Hombres de Texas —¡McKinzey Killain! —exclamó, indignada sentándose derecha. —Hay otra palabra para ello —dijo él, haciendo una mueca maliciosa—. ¿Quieres oírla? —¡Dilo y te abro la cabeza! —lo amenazó, intentando quitarle de uno de los altamente pulido par pasado, situada a la cadera. Pero él fue demasiado rápido para ella. La agarró el brazo y la sujetó por la cintura contra él, atrapándola entre sus brazos y sus piernas con un rapidez felina. Se encontró tumbada de espaldas mirando su tensa y sombría cara. Había esperado risas, diversión, incluso burlas con buen humor. Pero, evidentemente, no había ninguna de esas emociones. Estaba muy quieto, y su ojo bueno tenía una expresión intimidatoria. Podía sentir sus poderosos músculos junto a su cuerpo, sintiendo la presión vagamente excitante. Podía sentir el ritmo acelerado de su corazón contra sus pechos a través de su camisa. Podía saborear su aliento en su boca mientras la miraba echando chispas por el ojo. Ella empezó a sentirse acalorada y excitada por su proximidad y no sabía si reír o luchar para tratar de que la soltara y alejarse de la alfombra. Parecía notar su lucha interna, ya que trasladó la pierna lo suficientemente cerca de su sitio más íntimo. Ella dio un tirón y movió las caderas. Él se las agarró con su gran mano y las dirigió hacia su erección. —No hagas eso —dijo con brusquedad—, a menos que tengas ganas de jugar imprudentemente. Curiosa, se estuvo quieta. Él quitó la mano de su cadera y la subió hasta su pelo, deshaciendo el lazo con el que lo sujetaba detrás de las orejas. Le alisó el suave cabello extendido sobre la alfombra y mirándola con una expresión que expresaba una total posesión. Sus dedos fueron desde su cuello a la apertura de su blusa y permaneció allí acariciando deliberadamente la piel suave provocando un escalofrío de respuesta en el cuerpo de Nat. Él movió apenas sus largas piernas de sus labios se escapó un suspiro mientras ella arqueaba el cuerpo involuntariamente. Se colocó encima de ella, inmovilizándola, con la cara con de piedra —¿Sabes
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