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LA GRACIA Y LA SANTIDAD DE JESUCRISTO Diplomado en Teología ¿Cómo es Cristo en cuanto hombre? • Es perfecto hombre • Tiene una naturaleza humana íntegra a la que no falta nada de lo que es propiamente humano • En la encarnación «la naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida» (GS, 22) por el Hijo de Dios Cristo tuvo en su humanidad aquellas cualidades naturales y sobrenaturales que eran convenientes para servir al Verbo en la obra de nuestra salvación Salvación El Hijo de Dios se encarnó para ser, como hombre, la causa de nuestra salvación; por eso su humanidad debe ser el instrumento adecuado unido al Verbo para llevar a cabo esa obra salvífica. La humanidad de Cristo es un instrumento vivo y racional Cristo hombre tiene aquellas cualidades que son convenientes al fin de la encarnación: p. ej., Él está «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14) para poder comunicarnos la verdad y la gracia divinas por las que nos salvamos, ya que «de su plenitud recibimos todos» (Jn 1, 16). Perfección de la humanidad de Cristo Unión íntima No hay una unión más íntima de la criatura con Dios que la unión en la misma persona divina, de ahí que Cristo en su humanidad esté lleno de los dones divinos: es un hombre natural y sobrenaturalmente perfecto. Limitaciones La santidad de Cristo, compendio de todas sus cualidades sobrenaturales • La santidad es un atributo propio de Dios, el solo Santo, «tres veces Santo» (Is 6, 3). • El concepto de santidad se refiere al ser divino en sí mismo que es trascendente sobre todo lo creado; y, como consecuencia, encierra la idea de pureza y de ausencia de pecado. • La noción de santidad también se predica de las criaturas, que se dicen «santas» en cuanto están unidas a Dios y participan íntimamente de la vida divina. Nuevo Testamento La noción de santidad en el Nuevo Testamento, además de conservar la idea de una consagración o dedicación a Dios, se enriquece con la de una participación en la vida divina por acción del Espíritu Santo que transforma al hombre interiormente, lo diviniza y lo purifica del pecado: p. ej., son santos los bautizados (cf. Hch 9, 13; Rom 15, 25). La santidad de Cristo En la sagrada Escritura Cristo es llamado santo (cf. Lc 1, 35; Hch 3, 14) o el Santo de Dios (cf. Jn 6, 69). Evidentemente es santo en cuanto Dios. La santidad de Cristo También es santo en cuanto hombre, y esto en tres sentidos: en primer lugar, porque su humanidad está unida al solo Santo en unidad de persona, es de Dios y pertenece enteramente al Verbo; en segundo lugar, porque mediante la gracia santificante - participación del Espíritu Santo- su humanidad está plenamente divinizada en su esencia y en sus potencias; y en tercer lugar, es santo en el aspecto moral porque vive siempre unido a la voluntad de su Padre y en Él no hay pecado alguno. La santidad ontológica de Cristo en cuanto hombre Unión hipostática Por la unión hipostática, la humanidad de Cristo es ontológicamente santa en cuanto ha sido asumida por el Hijo de Dios; por tanto, es enteramente de Dios, pertenece al Verbo, está destinada y consagrada a su servicio, y es en sí misma instrumento de la divinidad. Gracia de unión • Esta misma unión hipostática, considerada como un don otorgado a la naturaleza humana asumida, se puede llamar «gracia de unión»: para la humanidad de Cristo es una gracia el hecho de haber sido elevada a la mayor unión con la divinidad a que puede ser elevado ser alguno: la unión en la persona del Hijo de Dios • La misma persona del Verbo es como un don para la naturaleza humana de Cristo, un don infinito Cristo hombre es santificado formalmente por la gracia habitual La gracia habitual • Es el don sobrenatural que Dios otorga al hombre por el que lo une a sí y le hace semejante a sí mismo, partícipe de la naturaleza divina (cf. 2 Pe 1, 4) que es santa. • La gracia se llama también «santificante» porque es una cualidad que transforma la naturaleza del hombre divinizándolo, haciéndole justo y santo. La plenitud de gracia habitual en Cristo La revelación no solo nos dice que Jesús tiene la gracia habitual o santificante, sino que estaba «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14), y nos habla de su «plenitud de gracia» (Jn 1, 16). Plenitud • La gracia es causada en el hombre por la presencia de Dios en él, igual que la luz del aire es consecuencia de la presencia del sol. • La razón de la plenitud de gracia en Cristo es que su humanidad está unida a Dios en la unidad más estrecha imaginable, en unidad de persona, por lo que recibe la máxima y más plena comunicación posible de la vida divina. ¿En qué consiste esta plenitud de gracia? Considerándola como una realidad creada que tiene su sujeto en el alma, es evidente que la gracia habitual no puede ser infinita en sí misma, sino limitada. Humanidad • Pero Cristo ha recibido en su humanidad la gracia en el más alto grado que puede darse • Se puede decir que la gracia en Cristo es en cierto modo ilimitada, «sin medida» (Jn 3, 34); mientras que a nosotros se nos da según medida (cf. Ef 4, 7) • Jesús poseía la gracia con toda la perfección posible: con todos los efectos, virtudes, dones y operaciones que esta puede tener y alcanzar Plenitud Esta plenitud de gracia es propia y exclusiva de Cristo, pues le fue conferida para que Él fuera el principio universal de la justificación de todo el género humano. Plenitud Todas las gracias que han tenido los hombres de Él provienen, como de su fuente; y por eso Él las posee todas, y en grado más alto: «De su plenitud todos hemos recibido gracia por gracia» (Jn 1, 16). Plenitud Esta misma plenitud de gracia habitual de Cristo, en cuanto es la cabeza y el principio de la santificación de todos, se conoce con el nombre de «gracia capital». Virtudes Junto con la gracia, Cristo tiene todas las virtudes, dones y carismas del Espíritu Santo en la forma conveniente a su perfección de Hijo de Dios y a su misión de Redentor. Las virtudes sobrenaturales •Cristo tuvo muchas virtudes, y en grado admirable: la misericordia, la humildad, la obediencia, la paciencia, etc. •Especialmente brilla en Él un encendidísimo amor a su Padre y a nosotros, los hombres, hasta el punto de ofrecer su vida por cada uno. Divinización • La gracia diviniza al alma en sí misma, en su esencia, pero su acción divinizadora se extiende también a las potencias del alma mediante las virtudes sobrenaturales para que el hombre pueda realizar obras de valor sobrenatural • Cristo, en su humanidad, estaba lleno del Espíritu Santo (cf. Lc 4, 1), por tanto, no podían faltarle las virtudes infusas, y estas en grado máximo y perfecto. Visión de Dios Jesús no tuvo aquellas virtudes que suponen en sí mismas alguna carencia o imperfección: p. ej., no tuvo la fe (pues ya poseía la visión de Dios), ni propiamente tuvo la esperanza (pues su humanidad ya poseía a Dios), ni la penitencia (pues no tuvo pecado). Los dones del Espíritu Santo • La revelación nos dice que Jesús, «lleno del Espíritu Santo [...] era conducido por el Espíritu» (Lc 4, 1); y que poseía también los dones del Espíritu Santo en grado excelentísimo y eminente (cf. Is 11, 2). • Los dones del Espíritu Santo llevan a su última perfección las virtudes para que el hombre actúe totalmente según el querer de Dios. • De ahí que Cristo poseyera esos dones para que la perfección de todas sus virtudes fuera plena. Los carismas Santidad de vida Jesús en cuanto hombre no solo es santo porque su humanidad está unida al Verbo y le pertenece enteramente, o porque mediante la gracia su naturaleza humana está divinizada en su esencia y en sus potencias, sino que también es santo en sentido operativo y moral, en cuanto vivió libremente en todo momento en unión con su Padre por el amor. Plenitud Su plenitudde gracia y de caridad le llevaba a identificar completamente su voluntad humana con la voluntad santa de Dios en lo grande y en lo pequeño, y a cumplir siempre los designios de su Padre. Él mismo confiesa: «Yo siempre hago lo que agrada a mi Padre» (Jn 8, 29). Ausencia de pecado en Jesús Sensibilidad El Magisterio de la Iglesia ha señalado que Jesús estuvo libre del pecado original y que no sufrió el desorden de la concupiscencia, que es una consecuencia de ese pecado de origen; de modo que en Él la sensibilidad estaba siempre perfectamente subordinada a la razón Era impecable
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