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IV. LA REDENCIÓN EN LOS PADRES En los Padres, el concepto de redención sigue las pautas de la Sagrada Escritura. Centrados, fundamentalmente, en el problema de la constitución ontológica de Cristo, se limitan a resaltar los aspectos conocidos de la S. Escritura, con alguna profundización en el carácter soteriológico de la encarnación y su finalidad salvífica. Se ha hablado así mucho de la teoría física o mística que ligaba la redención a la encarnación: la naturaleza humana universal ha sido elevada y santificada en el acto mismo en el que Cristo se hace hombre. Esta teoría, presente, sobre todo, en los Padres griegos, encuentra su forma más rígida bajo el influjo de la teoría platónica, según la cual la naturaleza humana singular realiza la idea misma de naturaleza. (Idealismo platónico donde el cuerpo es una cárcel y el mundo de las ideas) Se subraya también y se pone la atención en el sufrimiento del Salvador como aquel que sustituye a los hombres pecadores, llevando en sí el castigo que la justicia divina exigía de ellos y reconciliándolos con Dios a través de su muerte sacrificial. Es, también, de resaltar la teoría patrística del precio pagado por Cristo al demonio en la obra de la redención. El hombre caído yacía bajo el poder del diablo y, por ello, la salvación incluye el rescate de dicha servidumbre. No podemos olvidar, por otro lado, la magnífica idea de la recapitulación, presente, sobre todo, en S. Ireneo y según la cual Cristo ha devuelto al hombre la imagen y la semejanza perdida en el paraíso, recapitulando así la creación. De todos modos, no encontramos todavía en los Padres un esfuerzo de sistematización, dado que en este campo no había surgido aún problemática alguna seria en forma de herejía que hubiese que rebatir. Símbolos de la fe Los símbolos de la fe hacen referencia, evidentemente, al hecho redentor de Cristo. En Ignacio, Justino e Ireneo encontramos ya profesiones de fe en Cristo, nacido de la Virgen, crucificado bajo Poncio Pilato y resucitado al tercer día. El Símbolo nicenoconstantinopolitano, que es también un símbolo de fe bautismal, es el que mayormente resalta el carácter salvífico de la encarnación y de la pasión de Cristo. <<Creemos… en un solo Señor Jesucristo… el cual por nosotros los hombres y por nuestra salvación… se hizo hombre, fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato… y resucitó al tercer día>> (D 150). También en el símbolo Quicumque leemos que Cristo padeció por nuestra salvación (D 76). Habrá que esperar hasta el II concilio de Orange, que trató de la cuestión de semipelagianismo, para encontrar la fórmula de que Cristo murió para reparar la naturaleza perdida por Adán (D 391). 1. Padres prenicenos Los Padres prenicenos son fiel reflejo de la tradición bíblica sobre la redención, de modo que en ellos aparecen los términos bíblicos de rescate, expiación, sacrificio, reconciliación y el tema de la recapitulación de todas las cosas en Cristo. Veamos algunos de ellos. Ignacio de Antioquía Tenemos un texto en S. Ignacio en el que, como es habitual en él, enseña que Cristo sufrió en su sangre para reunir, mediante su muerte y resurrección, a judíos y gentiles en la Iglesia: <<Cristo fue verdaderamente clavado por nosotros en su carne, bajo Poncio Pilato (nosotros existimos gracias al fruto de su cruz, a su pasión divinamente gozosa) para enarbolar su estandarte en los siglos por su resurrección y para congregar a sus santos y fieles, tanto judíos como gentiles, en el único cuerpo de su Iglesia. Todo lo sufrió por nosotros, para que fuésemos salvados>>. San Justino En su Diálogo con Trifón, Justino desarrolla toda una teología de la cruz. Denuncia las interpretaciones erróneas que ve en Cristo a un maldito de Dios y confiesa el sentido de la expiación libre y salvífica de Cristo: <<Ahora bien, si fue voluntad del Padre del universo que su Cristo cargara por amor al género humano con las maldiciones de todos, sabiendo que le habría de resucitar después de crucificado y muerto, ¿por qué vosotros habláis como de un maldito, de quien se dignó padecer todo esto por designio del Padre?... Porque, si bien es cierto que fue su Padre mismo quien hizo que sufriera todo lo que sufrió por amor al género humano, vosotros no obrasteis por cumplir un designio de Dios, lo mismo que al matar a los profetas no hicisteis una obra de piedad>>. La maldición no viene de Dios, pero los hombres que crucificaron a Cristo lo hicieron responsablemente. Tertuliano Tertuliano, abogado y jurista de formación, que tantos términos acuñó en el campo de la teología, fue el primero que aplicó el término de satisfacción a la conducta del penitente: <<Afligiendo la carne y el espíritu, satisfaceos por el pecado y al mismo tiempo nos fortalecemos de antemano contra las tentaciones>>. <<Lo has ofendido, pero todavía puedes reconciliarte con él. Te las tienes que ver con alguien que acepta una satisfacción y hasta la desea>>. Habrá que esperar hasta S. Ambrosio para que se aplique el concepto de satisfacción a la cruz de Cristo, aunque de forma implícita podríamos encontrarla ya en estas palabras de Tertuliano: <<Nuestra muerte no podía ser destruida sin la pasión del Señor, ni nuestra vida recuperada sin su resurrección>>. Orígenes Orígenes es el primer testigo de la teoría de que hemos sido rescatados con el pago de un precio dado al demonio. Es esta una teoría que la encontraremos frecuentemente en los Santos Padres.: <<Reconoced la verdad de lo que se escribe S. pedro: no hemos sido rescatados a pecio de plata o de oro corruptible, sino con la sangre preciosa del Hijo unigénito. Si hemos sido comprados por un precio, como afirma igualmente S. Pablo, sin duda hemos sido comprados a alguien que nos tenía como esclavos, a alguien que reclamó el precio que quiso para devolver la libertad a los que estaban sujetos a él. Pues bien, es el demonio el que nos sujetaba; habíamos sido vendidos a él por nuestros pecados; por lo tanto, él reclamó como rescate la sangre de Cristo>>. Orígenes resalta también la idea de la propiciación: <<El apóstol añade algo más sublime diciendo: <<Dios lo ha establecido propiciatorio por su sangre mediante la fe>>, es decir, que por la oblación de su sangre hizo a Dios propicio a los hombres, y así manifestó su justicia… Porque Dios es justo, y en cuanto justo, no podía justificar a unos injustos; por eso quiso la intervención de un propiciador, para que, por la fe en él, fuéramos justificados los que no podían serlo por sus obras. Esta misma idea la desarrolla comentando la carta a los Hebreos y en otros lugares. San Ireneo Exponemos más extensamente a S. Ireneo por la altura de su síntesis y de su reflexión sobre el tema. En Ireneo es capital de la doctrina de la recapitulación. Entiende, en primer lugar, la redención de Cristo como un combate victorioso sobre el demonio: <<Nuestro Señor es verdaderamente el único maestro; es verdaderamente bueno, él que es Hijo de Dios; soportó el sufrimiento, él que es el Verbo de Dios Padre convertido en Hijo del hombre. Porque luchó y venció; por una parte, era hombre, combatiendo por sus padres y redimiendo su desobediencia con su obediencia; por otra parte, encadenó al ´fuerte´ (Mt 12, 29; Mc 3, 27), liberó a los débiles y otorgó la salvación a la obra modelada por él, destruyendo el pecado. Porque el Señor es ´compasivo y misericordioso´ (Tt 3, 4) y ama al género humano. Así pues, como ya hemos dicho, acercó y unió al hombre con Dios. Pues, si no hubiera sido un hombre el que venció al adversario del hombre, el enemigo no habría sido vencido con toda justicia… Era preciso por consiguiente, que el que tenía que matar el pecado y rescatar al hombre digno de muerte, se hiciera lo mismo que este era, es decir un hombre reducido a la esclavitud porel pecado y retenido bajo el poder de la muerte, a fin de que el pecado fuera matado por un hombre y, de este modo, el hombre saliera de la muerte>>. Venció al fuerte y destruyó al pecado con sus consecuencias. Destruye la desobediencia con la obediencia. Hay pues, una clara alusión al hecho de que Cristo recapitula la creación en la medida en que deshace las raíces del mal, el pecado original y su instigador, el diablo. El combate de Jesús con el adversario aparece así como una revancha sobre el combate original del paraíso. Era, por tanto, preciso que el redentor fuera un hombre. Y de este modo recapitula la creación, de modo de que los que habíamos perdido en Adán, lo recuperamos en Cristo: <<Cuando el Hijo de Dios se encarnó y se hizo hombre recapituló en sí a todos los hombres, procurándoles la salvación compendiada (in compendio), de suerte que lo que habíamos perdido en Adán, es decir, el ser imagen y semejanza de Dios, lo recobrásemos en Cristo Jesús>>. <<El Verbo de Dios se hizo hombre, el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre, para que el hombre entrase en comunión con el Verbo de Dios, y recibiendo la adopción se convirtiese en hijo de Dios>>. Se trata de la recapitulación en Cristo, nuevo Adán, que abarca en su acción salvadora al universo entero: <<No hay más que un solo Dios, el Padre… y un solo Cristo Jesús, nuestro Señor, que viene en el transcurso de la economía universal y todo lo recapitula en sí>>. Pero S. Ireneo, que da tanto relieve al valor salvífico de la encarnación, no ignora la importancia del tema sacrificial. Ireneo, admite Sesboüé, tiene claras dos convicciones fundamentales recibidas de la Escritura: el único sacrificio válido a los ojos de Dios es el de Cristo. El culto exterior de los cristianos es el sacrificio eucarístico, memorial del único sacrificio de Cristo, que les permite ofrecer su vida a Dios como sacrificio espiritual. Dios no tiene necesidad de sacrificios; son las disposiciones del oferente las que santifican con el sacrificio si son puras, <<ya que obligan a Dios a aceptarlo como de un amigo>>. Ireneo considera, sobre todo, el poder congregador de la cruz; las manos de Cristo están extendidas para reunir a todos los hombres, <<dos manos extendidas, porque son dos los pueblos dispersos por la tierra. Y una sola cabeza en el centro, porque hay un solo Dios por encima de todos, en medio de todos y en todos>>. 2. Padres griegos de los siglos IV y V En los Padres griegos de los siglos IV y V sobresalen dos temas preferentes y complementarios: la divinización, que es concedida a toda la humanidad por la encarnación, y el valor salvífico de la muerte y resurrección de Cristo como expiación universal de los pecados de los hombres. a) Divinización de los hombres Al hablar de la cristología, algunos Padres, particularmente S. Atanasio, deducía la divinidad de Cristo del hecho de que nos diviniza. La convicción de los Padres griegos de que el Verbo se ha hecho hombre para divinizarnos la podemos encontrar en múltiples textos desde S. Ireneo. La encontramos por ejemplo en Orígenes, Atanasio, Gregorio de Nisa. Leamos un texto de S. Juan Crisóstomo que resulta paradigmático por su concisión y claridad: <<(El Verbo) se hizo hijo del hombre, siendo verdadero Hijo de Dios, para hacer de los hijos del hombre de Dios>>. Los Padres griegos, al hablar de la divinización del hombre, insisten particularmente en el misterio de la encarnación. Ahora bien, llevados frecuentemente de la concepción platónica según la cual la naturaleza humana universal se encuentra en la particular, presentan afirmaciones originales. Leemos en Cirilo de Alejandría: <<El Hijo único se hizo hombre. Él, que es la vida, se desposó, en cierta manera, con nuestra naturaleza. Así venció la fuerza de la muerte y destruyó el fermento de corrupción que nos había invadido… Todos estábamos en él, ya que se había hecho hombre… a fin de que fuese reprimida la ley del pecado que tiranizaba nuestros miembros y a fin de que nuestra naturaleza fuese santificada>>. <<Toda la naturaleza humana estaba en Cristo en cuanto que era hombre>>. Evidentemente, esto no quiere decir que la encarnación del Verbo fuera colectiva y que en ella desapareciese la individualidad de Jesús. b. Sacrificio expiatorio de Cristo Los Padres griegos no ignoran el valor salvífico de la muerte y resurrección de Cristo. Estos textos siguientes nos ayudan a ver cómo se conjugan tanto la dimensión de la redención y el rescate realizado por Dios como la dimensión del sacrificio ofrecido en expiación. San Atanasio dice que no convenía que Dios dejase perecer definitivamente al hombre, creado a su imagen y semejanza. Solo el Verbo: “era capaz de recrear todas las cosas, de sufrir por todos los hombres y de ser en nombre de todos, un digno mensajero del Padre”. Eusebio de Cesarea afirma que Cristo se apropió de nuestros pecados y aceptó el castigo que merecíamos. Su muerte es un sacrificio sustitutorio. San Basilio destaca la idea de sacrificio ofrecido a Dios como oblación “En cuanto se ofreció a sí mismo como sacrificio y oblación a Dios a causa de nuestros pecados”. Recurriendo al concepto de expiación sostiene que el hombre, de suyo, no puede ofrecerla a Dios; es Dios mismo el que la ofrecerá por todos los hombres. Gregorio de Nisa recoge la idea que ya apareció en Orígenes de la deuda pagada al diablo. Supone que el demonio tiene un derecho real sobre la humanidad, pero Cristo utilizó la astucia contra el demonio ocultando su divinidad, de modo que al ser tentando por Satanás, fue Cristo el que venció: “El poder adverso no podía entrar en contacto con Dios si este se presentaba sin disimulo, ni soportar su aparición si tuviera lugar sin velo. Por eso Dios, para ofrecer un señuelo más fácil al que intentaba sacar mayor ventaja en el trato, se ocultó bajo el ropaje de nuestra naturaleza, de modo que el demonio, como ser voraz, precipitándose sobre el cebo de la humanidad, quedara preso en el anzuelo de la divinidad. Así habiendo hecho la vida morada en la muerte, habiendo venido la luz a brillar en las tinieblas, se vería desaparecer lo que se opone a la luz y a la vida”. San Gregorio Magno, se rebela ante la idea de que haya que pagar un rescate al demonio: ¿”A quién y por qué se ha derramado esta sangre vertida por nosotros” Si es al demonio ¡Qué injuria! ¿Cómo suponer que recibe no solamente un rescate de Dios, sino a Dios mismo en el rescate…? Si es al Padre, yo pregunto ¿Cómo se ha hecho esto? Pues no era él el que nos tenía cautivos” Así pues, para S. Gregorio, el rescate no se paga ni a Dios padre, porque es inconcebible que haya encontrado placer en la sangre de su Hijo. 3.- Padres latinos de los S. IV y V Los padres latinos consideran más particularmente la pasión y la muerte de Cristo como principio de liberación de la esclavitud del pecado. San Ambrosio retoma el concepto de satisfacción avanzado por Tertuliano y enseña que Cristo sufre por nuestros pecados, que no son los suyos, satisfaciendo al Padre por nosotros (comenta salmos 38, 20 y 69). San Agustín será el que establecerá una doctrina del sacrificio diciendo que “el sacrificio visible es sacramento, o sea signo sagrado del sacrificio invisible” De esta forma pone en guardia contra el peligro de una religión sin amor, aunque reconoce la importancia del sacrificio invisible. Lo importante, con todo es el amor, hasta el punto de que la misericordia es sacrificio si se ejerce con miras a Dios. San Agustín de gran relieve a Cristo en cuanto mediador entre el Padre y el mundo. Es un único mediador “que nos reconcilia con Dios con el sacrificio de la paz, permaneciendo uno con aquel con el que hace la ofrenda, haciendo uno en sí a aquellos por lo que la ofrecía, siendo él mismo el que ofrecía y el sacrificio ofrecido”. Tomando la inspiraciónde la carta a los Hebreos, S. Agustín resalta el aspecto de oblación de Cristo en la cruz como sacerdote y víctima perfectos. La dimensión ascendente aparece en San Agustín en textos en los que habla de pagar la deuda contraída por la humanidad. Haciendo un comentario de de Rm 5, 6-12, confiesa el santo de Hipona “El apóstol compara a los dos hombres: el uno es el primer Adán, por el pecado y la muerte del cual nosotros, sus descendientes, estábamos encadenados en males casi hereditarios; el otros es el segundo Adán, que, además de ser hombre, es Dios, el cual pagando por nosotros una deuda que no era suya, nos redimió de la deuda paterna y de nuestra propia deuda”.(Sustitución vicaria). Es también testigo de la teoría del abuso del poder por parte del demonio, haciendo morir a Cristo inocente. El diablo ha sido derrotado porque Dios ha recibido la satisfacción y ha concedido el perdón de los pecados. La esencia de la redención se encuentra en el sacrificio expiatorio ofrecido por Cristo en su pasión: “No habríamos podido ser nunca liberados, ni siquiera por el único mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, si no hubiera sido Dios. Cuando Adán fue creado, era justo naturalmente, y no había necesidad de un mediador. Más, cuando el pecado creó un inmenso abismo entre la humanidad y Dios, se recurrió a un mediador que era único en cuanto nació. Vivió y fue matado sin pecado, a fin de que fuéramos reconciliados con Dios y nos fuese dada, mediante la resurrección de la carne, la vida eterna. Mediante la humildad de Dios, el orgullo humano fue condenado y curado y el hombre se dio cuenta de cuánto se había alejado de Dios. De hecho, fue necesaria la encarnación de Dios para salvarlo. Además, el Dios hombre nos dio un ejemplo de obediencia. Porque el unigénito tomó la forma de siervo sin haber hecho nada para merecerlo, se abrió una fuente de gracia y la resurrección de la carne prometida a los redimidos se realizó anticipadamente en el Redentor mismo. El diablo fue vencido en aquella misma naturaleza que él pensaba alegremente que tenía engañada”. Los padres nos presentan varios elementos pero al final Cristo ha sustraído a la humanidad del poder del demonio. El demonio ha sido vencido allí mismo donde él había triunfado provisionalmente: en el corazón del hombre.
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