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ARCHOA, Oskar E Dios salva pecadores

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DIOS SALVA PECADORES / Oskar Arocha
© Poiema Publicaciones, 2016
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas han sido tomadas de
La Biblia de Las Américas (LBLA) ©1986, 1995, 1997 por The Lockman
Foundation. Las citas marcadas con la sigla RV60 pertenecen a La Santa
Biblia, Versión Reina-Valera ©1960 por las Sociedades Bíblicas Unidas; las
marcadas con la sigla TLA, a La Traducción al Lenguaje Actual ©2000 por
las Sociedades Bíblicas Unidas; Las marcadas con la sigla NBLH, a La
Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy ©2005 por The Lockman Foundation.
Prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio
visual o electrónico sin permiso escrito de la casa editorial. Escanear, subir
o distribuir este libro por Internet o por cualquier otro medio es ilegal y
puede ser castigado por la ley.
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Contenido
Agradecimientos
Prólogo por Miguel Núñez
Introducción
 
I. La salvación planificada
1. La salvación antes del principio
2. Unidos a Cristo en la cruz
 
II. La salvación lograda
3. La caída y la misericordia
4. El León de la tribu de Judá
5. El Profeta mayor que Moisés
6. El Sacerdote de eterna salvación
7. El Siervo sufriente exaltado
8. La esencia de la cruz
9. La propiciación
10. La redención
11. La reconciliación
 
III. La salvación aplicada
12. El llamado
13. El nuevo nacimiento
14. La fe
15. El arrepentimiento
16. La justificación
17. La adopción
18. La santificación
19. La preservación y la perseverancia
20. La glorificación
 
Conclusión
Notas
 
Lista de
 
abreviaturas
Obras importantes (en Notas de texto)
BAGD
The Bauer, Walter Greek-English Lexicon of the New Testament and
Other Early Christian Literature, 3ra edición
BDB The Brown, Driver, Briggs Hebrew and English Lexicon
BDF
Blass, F., A. Debrunner y R.W. Funk. A Greek Grammar of the New
Testament and Other Early Christian Literature
EBC Serie Expositors Bible Commentary
ICC Serie The International Critical Commentaries
Louw-
Nida
Greek-English Lexicon of the New Testament
NAC Serie The New American Commentary
TDNT Theological Dictionary of the New Testament
Biblias y versiones
AT Antiguo Testamento
BJ Biblia de Jerusalén
NBLHNueva Biblia Latinoamericana de Hoy
ESV English Standard Version
KJV King James Version
LBLA La Biblia de las Américas
LXX Septuaginta (Antiguo Testamento)
NASB New American Standard Version
NT Nuevo Testamento
NTG Nestle-Aland Novum Testamento Graece, 27
ma
 edición
NIV New International Version
NVI Nueva Versión Internacional
RV60 Santa Biblia, Versión Reina Valera
 
Agradecimientos
Sobre todas las cosas doy gracias a Dios mi Padre y a
Jesucristo mi confianza, mi pasión, mi redentor y mi Dios. Él
puso en mi corazón una pasión por la Escritura y todo
aquello que nos ha revelado en cuanto a la salvación de los
pecadores. Gracias a Dios he tenido padres, hermanos,
amigos, estudiantes, maestros y mentores que enaltecen la
supremacía de Cristo y su obra redentora. ¡Gracias Dios!
Gracias Papi y Mami, porque desde pequeño me enseñaron
la verdad y la modelaron con humildad y excelencia. Gracias
amada mía, mi única, por tu apoyo incondicional. Gracias a
Luis, mi hermano y mejor amigo, y a Juan José y Carlos, mis
compañeros de teología. Gracias a todos los que me
ayudaron en la redacción final: Jairo, Sandra, Toribio, Isaías,
Lázaro, Papi, Mami, Patricia, Luis y Yadín. Gracias al
Reformed Baptist Seminary y a la Academia Ministerial de la
Gracia que por muchos años me dieron la oportunidad de
enseñar cada uno de estos temas, y a los estudiantes que con
sus excelentes comentarios y preguntas me sirvieron para
que el documento final se adaptara y atendiera a los
aspectos más importantes del tema. Gracias a todos que han
permitido que este proyecto se convirtiera en una realidad.
Quiera Dios que sea de bendición a muchos.
¡Te amo Jesús! ¡Gracias Dios!
Oskar E. Arocha
 
@oskararocha
 
 
Prólogo
por Miguel Núñez
Dios Salva Pecadores es el título de esta obra. Creo que todo
cristiano verdadero puede afirmar esta gran verdad
independientemente de su trasfondo doctrinal o
denominación. Podríamos diferir en cuanto a cómo Dios lleva
a cabo la elección y la salvación de los hombres, pero todo
creyente que ha nacido de nuevo afirmaría que ciertamente
es Dios quien salva a los perdidos.
Sin embargo, un buen número de hijos de Dios que afirma
la verdad que acabamos de mencionar no entiende de qué
manera la salvación fue planificada por Dios desde los
tiempos eternos y cómo fue lograda por la vida, muerte y
resurrección de Cristo. Otros creen entenderla, pero tienen
algunas lagunas o tienen un entendimiento incompleto
acerca de ciertos hechos relativos a la salvación de su alma.
Las razones por las que pasa esto pueden variar. En
algunos casos, no se ha enseñado lo suficiente acerca de un
tema tan crucial como la salvación de los hombres; en otros
casos, la enseñanza se ha limitado a aspectos muy
específicos de la redención, dejando de lado enseñanzas
vitales de la salvación de nuestras almas. Hay grupos que
entienden cómo Cristo logró la salvación en favor nuestro,
pero carecen de entendimiento de cómo esta salvación es
aplicada de manera individual a los hombres. Si estás en
cualquiera de esos grupos, este libro es para ti.
Por otro lado, creo que un buen número de creyentes ha
logrado entender la salvación, pero no ha logrado
comprender la historia redentora. Una cosa es entender lo
que Cristo hizo el viernes por la noche y el domingo por la
mañana y otra cosa es entender lo que Dios planificó desde
la eternidad pasada. Si no has entendido bien la historia de
la redención desde antes de la creación del mundo hasta la
venida del mundo venidero, entonces, esta obra es para ti
también. Comprender la salvación de los hombres significa
poder trazar la historia desde Génesis hasta Apocalipsis con
un enfoque en la materialización de aquello que Dios pensó
cuando solo existía la Trinidad. ¡Qué extraordinaria es esa
verdad!
Si quieres tener un entendimiento claro, conciso y preciso
de la teología bíblica de la salvación, este libro es un
excelente recurso. Si limitamos el entendimiento de la
redención del hombre a los hechos acontecidos entre el
viernes cuando Cristo murió y el domingo cuando resucitó,
no solamente terminaremos con una idea incompleta de la
historia redentora, sino que con toda probabilidad
terminaremos también con ideas incorrectas acerca de cómo
Dios planificó dicha redención.
De una forma amena y resumida, Oskar Arocha te da un
panorama que va desde la eternidad pasada hasta la
eternidad futura. Desde que Dios eligió el hombre hasta que
Dios lo salva después de que él cayó y se perdió en medio de
la historia. Este es un libro doctrinal, pero también es un
libro que narra aspectos importantes de una historia: la
historia de la redención. Una de las fortalezas de este libro
es que hace de esta historia complicada algo que tú puedes
entender con relativa facilidad y brevedad sin tener que
incursionar en grandes textos de teología sistemática; te
permite entender el mejor regalo que Dios haya podido darle
al hombre —su salvación. Este libro nos ayuda a ver lo que el
Padre ha hecho en favor nuestro, lo que el Hijo obró por
gracia para beneficio del hombre y lo que el Espíritu Santo
hace en el proceso de la redención de los descendientes de
Adán. Al terminar esta libro, podrás comprender el rol de la
Trinidad en favor de nuestra salvación.
Dios obra la salvación de los hombres (Dios solamente),
pero la fe del hombre y su arrepentimiento son importantes
en este proceso. Entender cómo la soberanía de Dios y la
responsabilidad del hombre interactúan ha ocupado la mente
de los teólogos por todos los siglos y aún no se ponen de
acuerdo. Y probablemente no podremos hacerlo de este lado
de laeternidad, pero como bien afirma el autor de este libro,
no hay dudas de que Dios obra soberanamente en el hombre,
lo que este termina haciendo el día de su salvación: el
hombre cree y se arrepiente o el hombre se arrepiente y
cree. Es un proceso dual, simultáneo e inseparable. En la
sección de la salvación aplicada, podrás revisar algunas de
estas verdades de una manera resumida y sencilla.
Nuestra salvación no culmina el día que conocemos a
Cristo. Esto es algo que este libro te ayudará a entender.
Hay todo un recorrido de santificación, perseverancia (vista
desde la perspectiva humana) o de preservación (vista desde
la perspectiva divina) hasta entrar en la gloria. El
entendimiento de todo esto ocupa gran parte de la sección
que trata de cómo la obra de Cristo es aplicada a nuestras
vidas de forma individual.
Aplaudo el esfuerzo de unir estas ideas de una manera
fluida. Entiendo que será un gran aporte para la iglesia
latinoamericana, hecho por alguien que ha estado enseñando
la doctrina de la salvación a personas que se han estado
formando para pastorear iglesias en nuestra región, y que lo
ha hecho por varios años. Esto es el fruto de su trabajo.
Gracias, Oskar, por contribuir en el fortalecimiento de la
iglesia hispana.
A medida que puedas ir entendiendo estos conceptos de
una mejor manera, podrás disfrutar mucho más tu relación
con Dios y tu vida de salvación. A partir de ese momento
podrás tener un mayor gozo y una gratitud creciente hacia
ese Dios que ha hecho todo lo necesario para rescatarte de
su condición de perdición. Entender nuestra salvación no es
solo un asunto doctrinal o de teología bíblica, sino que es un
asunto de aplicación práctica. La falta de obediencia del
creyente, de acuerdo a las palabras de Cristo, es un
problema de falta de amor hacia Él. Pero la falta de amor
hacia Jesús está íntimamente relacionada con una falta de
gratitud por lo que Dios hizo en favor nuestro; y esa falta de
gratitud puede relacionarse con una falta de entendimiento
acerca de los conceptos expresados en este libro. Esa es la
razón por la que celebro la llegada de este libro al número
de obras en español, escritas por hispanos para el mundo
hispanohablante.
Lee esta obra, entiende mejor la salvación que se te ha
dado, celebra con gratitud la obra de Cristo en tu favor y
seguramente podrás disfrutar mejor la vida abundante que
Cristo compró para ti y para mí.
 
 
Introducción
Las verdades del evangelio de Jesucristo pueden ser
resumidas en tres palabras: “Dios salva pecadores”. Los
pecadores no se salvan a sí mismos en ningún sentido, sino
que la salvación es de principio a fin íntegra y completa; la
salvación es del Señor, a quien le pertenece la gloria por
siempre, amén 1 . Cristo vino a este mundo a salvar a
pecadores, porque Él dijo: “Los sanos no tienen necesidad de
médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a
justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lc 5:31-32).
Planificada, lograda y aplicada
La redención de los pecadores inicia desde antes del
principio y concluye con la maravilla de la gloria venidera, y
todos los temas entre estos dos puntos se unen entre sí
teniendo a Cristo Jesús como centro unificador. Esos temas
pueden ser agrupados en tres grandes secciones: la
redención planificada, lograda y aplicada 2 ; planificada por
el Padre, lograda por el Hijo y aplicada por el Espíritu Santo.
Los primeros dos capítulos desglosan la enseñanza bíblica
desde el punto de vista de la planificación, mostrando que en
la mente de Dios, aun antes que existiera el tiempo, la
redención había sido planificada.
Los capítulos 3 al 11 detallan la redención lograda. Esta
segunda sección puede ser dividida a su vez en dos
subsecciones: la primera que acude al contenido del AT
(capítulos 3 al 7) y la otra que acude al del NT (capítulos 8 al
11). Desde el punto de vista del AT, el centro siempre fue el
Mesías. Desde la caída de Adán, y confirmado en cada
generación por medio de hombres y mujeres de Dios, el
Mesías fue anunciado como la Simiente prometida, el Rey, el
Profeta, el Sacerdote y el Siervo ungido de Dios. Desde el
punto de vista del Nuevo Testamento, el énfasis se da en el
acto histórico de Cristo crucificado en Gólgota como
expiación por los pecados y de los resultados completamente
logrados: la propiciación, la redención y la reconciliación.
Los capítulos 12 al 20 describen la redención aplicada. Es
aplicada porque el Espíritu Santo aplica en los pecadores
todas aquellas divinas bendiciones espirituales otorgadas y
garantizadas en Cristo: el llamado, el nuevo nacimiento, la
fe, el arrepentimiento, la justificación, la adopción, la
santificación, la preservación y perseverancia y, finalmente,
la glorificación. Para todos aquellos por los que Cristo murió
en la cruz y logró redención, en un momento de sus vidas, de
manera soberana y sobrenatural, el Espíritu aplica estas
bendiciones.
En cuanto al propósito
El objetivo de este libro es servir de introducción a los 20
temas más importantes de la salvación de Dios expuestos en
la Biblia. Es una introducción porque solo desarrolla los
detalles más importantes de cada tema. No es superficial,
pero sin duda deja abiertas las puertas para que el
interesado pueda profundizar más. La premisa es que una
introducción a los 20 temas más importantes de cualquier
doctrina debe dejar nuestros pies bien plantados. Mi anhelo
y oración a Dios es que esa meta educativa sea lograda a
través de este libro.
Es una introducción bíblica, en contraste con una
académica o histórica. El desarrollo fluye desde el punto de
vista bíblico y exegético, sin dedicarle tanto tiempo a los
conceptos teológicos o a la historia de la doctrina. En ese
sentido, no se encontrarán términos teológicos tales como
arminianismo, calvinismo, dispensacionalismo o “teología del
pacto”, sino que más bien dialogará con los textos bíblicos
más relevantes, el fundamento gramatical y exegético que
estructuran su correcta interpretación y el apoyo académico
de autores clásicos y recientes.
Esta introducción es profundamente doxológica, no
meramente intelectual. A pesar de que el lector que más se
puede beneficiar del contenido es uno que ya tiene algún
conocimiento bíblico básico de la salvación de Dios, el
propósito más profundo es que en cada capítulo la enseñanza
bíblica produzca doxología cristocéntrica. Ruego a Dios que
a todo lector le suceda tal como le sucedió a Pablo en
Romanos 11, esto es, que luego de ser persuadido del
conocimiento de Dios y de la gloria de la cruz, estalle como
él en alabanzas a Cristo y pueda decir:
¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del
conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios
e inescrutables sus caminos! Pues, ¿quién ha conocido la
mente del Señor?, ¿o quién llegó a ser Su consejero?, ¿o
quién le ha dado a Él primero para que se le tenga que
recompensar? Porque de Él, por Él y para Él son todas
las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén (Ro
11:33-36).
Una palabra para los maestros
Sin duda, la soteriología (doctrina de la salvación) me
apasiona, porque anhelo ver a más personas enseñar la
gracia de Dios, a más creyentes tener una fuerte fe y firme
esperanza en Dios, y a más pecadores venir a los pies de
Cristo. En ese sentido, el contenido de cada capítulo puede
ser usado de distintas maneras para lograr diversos
objetivos.
El contenido, independiente a las notas al pie, puede
servirle al lector para iniciarse en estudios acerca de la
salvación. También puede servirle para iniciar una reflexión,
un serie de estudios en grupos pequeños o una conversación.
Además, si desea profundizar o usar el libro como texto
académico para una clase introductoria en seminarios o
institutos bíblicos, las notas al pie tienen detalles adicionales
de autores y de comentarios al texto original, y el Índice de
las Escrituras sirve como guía para profundizar todo el
contenidobíblico. Si un pastor lo desea usar como tema de
predicación, tan solo hace falta que desglose las citas
bíblicas, agregue ilustraciones en puntos claves y
aplicaciones prácticas para allanar el camino de los
hermanos y visitantes. Yo mismo lo he usado de esa manera y
gracias a Dios he visto buenos resultados.
Finalmente, antes de iniciar, te ruego que alabes a Dios
con estas hermosas palabras:
Y a Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según
el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la
iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por
los siglos de los siglos. Amén.
Efesios 3:20-21
¡Alabado sea siempre el nombre de Cristo, nuestro
Salvador y Rey!
Parte 1
La salvación
 
planificada
 
1
La salvación
 
antes del principio
En el principio creó Dios los cielos y la tierra (Gn 1:1). Con
estas palabras inician nuestras Biblias. Antes del principio no
había nada, ni siquiera el tiempo, solo el Creador, Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo, y entre ellos había gloria
perfecta e inefable (Jn 17:22-24). Antes del principio este
Consejo Eterno divino planificó todo, incluyendo nuestra
salvación:
… participa conmigo en la aflicciones del evangelio,
según el poder de Dios, quien nos ha salvado y nos ha
llamado con un llamamiento santo, no según nuestras
obras, sino según Su propósito y según la gracia que nos
fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad 1 , y que
ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro
Salvador Cristo Jesús…
2 Timoteo 1:8b -10
En su comentario de las epístolas pastorales, Thomas Lea
concluye que aquí el apóstol Pablo resalta dos verdades
importantísimas: primero, que Cristo es presentado como el
único mediador de la gracia redentora, y segundo, que Cristo
era desde antes del principio del tiempo 2 . El pasaje dice que
antes del principio la Trinidad había acordado un plan para
redimir al hombre de sus pecados. Nos dice que en la mente
de Dios la gracia había sido otorgada en Cristo, y en el
tiempo la manifestación sobre el monte Calvario vino a ser la
realización de lo previamente determinado.
El apóstol Pedro también dijo que Jesús “estaba preparado
desde antes de la fundación del mundo” (1P 1:18-20), y el
apóstol Juan dijo de Jesús que fue “el Cordero inmolado
desde antes de la fundación del mundo” (Ap 13:8) 3 . Estos y
otros pasajes revelan que el Dios trino había determinado
que Dios el Hijo (Jesús) efectuara la obra redentora.
El Señor Jesús también dice esto. Repetidas veces declara
haber recibido de parte del Padre la comisión de redimir y
rescatar. En su discurso del Pastor y las ovejas dijo: “Tengo
autoridad para dar Mi vida y para tomarla de nuevo, este
mandamiento recibí de Mi Padre” (Jn 10:18). En otra
ocasión dijo: “Esta es la voluntad del Que me envió: que de
todo lo que Él (Padre) me ha dado yo no pierda nada” (Jn
6:36-39). Y cuando oraba en Getsemaní le dijo al Padre: “Yo
te glorifiqué en la tierra, habiendo terminado la obra que me
diste que hiciera. Y ahora, glorifícame Tú, Padre, junto a Ti,
con la gloria que tenía contigo antes que el mundo existiera”
(Jn 17:4-5).
La idea que Juan quiere trasmitir va más allá de las simples
palabras. En una sociedad cuya cosmovisión fue
extensamente influenciada por griegos intelectuales como
Platón, quienes consideraban imposible unir la gloria divina
con la encarnación 4 , Juan conecta la encarnación con la
deidad, la gloria divina, la redención y la preexistencia del
Hijo. Juan logra conectar con aquel mismo fundamento con el
que empezó su evangelio: “En el principio existía el Verbo, y
el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1:1). Y al
unir todos los conceptos queda explícitamente exaltado el
enfoque de la existencia del Verbo, no solo desde antes del
principio, sino también como una divina naturaleza
“supracósmica”, es decir, que lo trasciende todo.
Las profecías también nos ilustran lo que había en la mente
de Dios en cuanto a la salvación. Por medio de los profetas
del AT el Espíritu reveló que ya el Padre había determinado
quitarle la vida al Hijo (Is 53:10) y el Hijo había determinado
cargar con el pecado (Is 53:4-6); el Padre le había
preparado cuerpo (Heb 10:5-7; ver Sal 40:1-17) y, después
de ser desfigurado, sería enaltecido, levantado y en gran
manera exaltado (Is 52:13-15).
En resumen, antes del principio Dios el Padre se propuso
enviar al Hijo al mundo con el fin de redimir, el Hijo se
propuso aceptar, adquirir y asegurar tal comisión, y el
Espíritu se propuso aceptar la encomienda del Padre y
aplicar los méritos adquiridos por el Hijo.
Salvación antes del pecado
Cuando contemplamos esta asombrosa verdad, una pregunta
común es: “¿Cómo Dios determinó proveer salvación si aún
no existía el pecado?”. No sabemos, porque no es el enfoque
de la revelación divina. El texto no dice. Sin embargo, sería
una gran pérdida si no viéramos que la salvación
determinada y planificada antes del principio ilustra
poderosamente lo teocéntrico que Dios es. Por eso el Hijo
dijo: “Padre, glorifica a Tu Hijo, para que también Tu Hijo te
glorifique a Ti” (Jn 17:1-5). “¡Oh, profundidad del
conocimiento de Dios! […] ¿quién ha conocido la mente del
Señor?” (Ro 11:33-34).
El predeterminado consejo fue revelado para fortalecer la
plena certeza de nuestra esperanza: que pronto estaremos
con Cristo. Y ¡cuán útil es que meditemos en cómo esta
hermosa y asombrosa verdad manifiesta la grandeza y la
eternidad del amor de Dios! “Porque en esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que
Él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros
pecados” (1Jn 4:10).
Antes del principio Dios nos amó y demostró este amor en
la persona de Jesús, en el monte Calvario. ¿Cómo no hemos
de confiar y adorar a Aquel que es soberano y conocedor de
todo? ¿Cómo no alabar al Cordero que fue inmolado desde
antes de la fundación del mundo? ¿Cómo no gozarnos en
Dios, que trasciende el tiempo y todo lo creado? Él nos amó
primero. Nos amó antes del principio.
 
2
Unidos a Cristo
 
en la cruz 1
La realidad espiritual más importante de nuestra relación
con Dios es que hemos “muerto con Cristo” (Ro 6:8). ¡Es
sorprendente! La Palabra revela que estábamos unidos a
Cristo en la cruz y que unidos a Él ahora podemos recibir de
Dios Padre toda bendición espiritual (Ef 1:3, 7; 2Co 1:20; Fil
4:19; 2Ti 1:1).
Esta relación es presentada en la Escritura como una
relación de representación. En la primera carta a la iglesia
en Corinto esta relación es comparada con nuestra relación
de representación en Adán, cuando dice: “Así como en Adán
todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”
(1Co 15:22). Kistemaker destaca que el texto griego de la
primera frase, la frase de Adán, está en tiempo pasado; sin
embargo la segunda frase está en futuro 2 . Esta evidencia
gramatical es importante porque en sentido cronológico,
cuando este pasaje fue escrito, ya ambos acontecimientos
habían ocurrido. Así que, en la historia de la redención, aun
desde que Adán pecó y la promesa de gracia fue revelada,
todos aquellos que han depositado su confianza en el Mesías
fueron representados y han tenido un bendito futuro
asegurado desde ese momento, para siempre.
Por otro lado, otro pasaje en Romanos dice: “Tal como por
una transgresión resultó la condenación […] así también por
un acto de justicia resultó la justificación” (Ro 5:18).
Estábamos unidos a Cristo en ese “acto de justicia”
expresado en el Calvario, pero hay más. Según Mounce la
construcción gramatical de la frase “acto de justicia” se
refiere normalmente a un pronunciamiento más que a una
acción. Indica un proceso completado más que un solo
acontecimiento. Y unido a frases del contexto tales como “el
juicio” en el verso 16, el autor está apuntando a una
“sentencia de justificación”. 3 En otras palabras, la unión con
Cristo no solo conecta específicamentea la cruz de Cristo,
sino también, en un sentido integral, a todo aquello que fue
logrado por él: vida, muerte, resurrección y gloria (ver Ef
2:4-7; Ro 6:8).
Extraordinariamente trascendental
Nuestra unión a Cristo en la cruz es trascendental porque
cuando Cristo fue crucificado, ya la unión había sido decidida
antes de la fundación del mundo. El Padre nos bendijo “en
Cristo, según nos escogió en Él [Cristo] antes de la fundación
del mundo” (Ef 1:3) y esa gracia “nos fue dada en Cristo
Jesús desde la eternidad” (2Ti 1:9).
Esta realidad se ilustra como si en cada momento pasado,
presente y futuro el Padre nos observara a través de unos
anteojos llamados ‘crucificados juntamente con Cristo’. Y no
importa si fue 2000 años antes de Cristo con algún creyente
de Ur de los Caldeos (Abraham), o si fue en el momento
exacto en que la sangre fue derramada en el Gólgota, o si es
2000 años después, el Padre considera a los suyos “muertos
con Cristo”.
Ante lo extraordinario de esta realidad espiritual, algunos
teólogos de siglos pasados hablaron de esta unión como una
unión “mística” 4 , no porque sea mágica, sino porque no
tenemos palabras para explicar tan maravillosa realidad. La
Escritura dice que cuando Cristo murió en la cruz, todos
aquellos por quienes murió murieron juntamente con Él, y
cuando resucitó, resucitaron con Él (Ro 6:6-8). “Aun cuando
estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida
juntamente con Cristo (por gracia han sido salvados), y con
Él nos resucitó” (Ef 2:4-6).
¿Quiénes murieron juntamente con Cristo?
Entonces, si Cristo conocía y tenía una relación existente con
aquellos por quienes murió, ¿quiénes fueron aquellos que
murieron juntamente con Él? 5 Esa pregunta nunca falta en
este tema. La Escritura responde, sin mencionar nombres o
apellidos, que cuando Cristo murió en la cruz, aquellos por
quienes murió Dios les llamaba Su linaje, Su pueblo, Sus
ovejas y Su Iglesia.
En el anuncio profético de la muerte de Jesús, el profeta
Isaías declara: “Cuando haya puesto su vida en expiación por
el pecado, verá linaje” (Is 53:10). En el anuncio profético de
Su nacimiento el ángel del Señor dijo: “llamarás Su nombre
Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados” (Mt
1:21). En el conocido discurso del Pastor y las ovejas Jesús
dijo: “Yo soy el Buen Pastor; y conozco mis ovejas […] y
pongo mi vida por las ovejas” (Jn 10:14, 16). Y en su discurso
sobre el diseño del matrimonio según Dios, el apóstol Pablo
dijo: “Amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y
se entregó a Sí mismo por ella” (Ef 5:23-25).
Estos distintos títulos (linaje, pueblo, iglesia y ovejas)
aluden a los redimidos que murieron juntamente con Cristo,
y aun así nosotros no sepamos sus nombres, Dios sí los sabe.
Jesús dijo: “Yo conozco a Mis ovejas […] así como el Padre
me conoce y Yo conozco al Padre, y doy Mi vida por las
ovejas” (Jn 10:14-15). Dios las conoce por sus nombres, son
Suyas y las ama en Cristo, que dio Su vida por ellas.
Es maravilloso considerar cada titular:
» Linaje habla de hijos y de una descendencia pura que
proviene del Progenitor o Padre.
» Pueblo introduce un concepto de comunidad y un lugar
de desarrollo y disfrute ilustrado por Israel en la tierra
de Canaán.
» Iglesia presenta la relación más íntima, la unión de un
hombre y su mujer, donde dos vienen a ser una sola
carne.
» Ovejas conecta al rebaño indefenso y en riesgo, pero que
tiene un Pastor que guía, ama y protege. Nos remonta a
David que dijo: “Jehová es mi Pastor, nada me faltará”
(Sal 23:1), y al patriarca Jacob que dijo: “De allí es el
Pastor, la Roca de Israel” (Gn 49:24).
Estos redimidos que individualmente se relacionan a Dios
en Cristo son gente de cada pueblo, lengua, tribu y nación
(Ap 5:9). Ellos conforman un solo pueblo, un solo rebaño, un
solo Israel, una sola iglesia, una sola nación, y todos bajo un
solo Rey, Jesucristo, el Rey de gloria. Y sabiendo que somos
de Dios, unidos indivisiblemente en Cristo, podemos,
entonces, estar seguros de toda bendición y toda promesa.
Tenemos una esperanza viva para vivir con gozo pleno.
¡Podemos fijar nuestras esperanzas plenamente, con gozo
celestial, en Cristo, tanto que seamos así las personas más
libres sobre la tierra!
Parte 2
La salvación
 
lograda
 
3
La caída y
 
la misericordia
En el sexto día de la creación dijo Dios: “Hagamos al
hombre” (Gn 1:26). Dios creó al hombre y a la mujer a Su
imagen y semejanza. Dios también los bendijo (Gn 1:26-28)
y, a pesar de haberlos creado “un poco menor que los
ángeles” (Sal 8:5; Heb 2:5-9), los coronó de gloria y
majestad para señorear sobre la grandiosa creación.
Al final del relato de la creación, la palabra dice que
“ambos estaban desnudos […] y no se avergonzaban” (Gn
2:25), dando a entender la pureza de la relación entre el
hombre y la mujer, y la de ellos con toda la creación, como
resultado de su directa relación con Dios 1 . El hombre y la
mujer eran la cúspide de la perfecta creación de Dios. Pero
la serpiente era astuta.
La serpiente era astuta
Génesis 3:1 dice: “La serpiente era astuta más que todas las
bestias del campo que Jehová había creado” (Traducción del
autor). Esto indica que la serpiente fue el antagonista, y el
énfasis del pasaje es su astucia. El texto no se enfoca en
definir a la serpiente como una bestia del campo 2 , sino que
no había nada creado con más astucia. Es decir, la serpiente
fue más astuta que todo lo creado. Y no solo fue más astuta
que todos los animales, sino que la narrativa muestra que
aun fue más astuta que el hombre. Si la historia en Edén
hubiera terminado en el verso 13, la serpiente hubiera
vencido.
Su gran astucia fue necesaria porque la serpiente sabía
que no era suficiente con solo comer del árbol. Sin embargo,
para derrocar al hombre de su investida majestad, la
serpiente sabía que las acciones de Adán y Eva debían ser
voluntarias y en rebelión al Creador. Esta gran astucia se
evidencia en sus tácticas:
» Habló a la mujer . Determinó hablar con la mujer, a
pesar de que el hombre estaba “con ella” (Gn 3:6).
» Menospreció la palabra de Dios . Conocía la palabra de
Dios y la tergiversó. Dios había dicho: “De todo 3 árbol
del huerto podrás comer” (Gn 2:16), pero la serpiente
dijo: “…de ningún ” (Gn 3:1).
» Menospreció el carácter de Dios . Les dijo: “Dios sabe
que el día que de él coman, se les abrirán ojos” (Gn 3:5
NBLH). Con esas palabras sugirió que Dios no les había
dado toda la verdad, ni total libertad, ni plena
experiencia, esperando que ellos menospreciaran en sus
corazones la bondad de Dios y logrando sembrar la
incredulidad dentro de ellos.
El astuto plan de la serpiente funcionó, y tan pronto cambió
el corazón de Adán y Eva hacia Dios, vieron el árbol como
algo magnífico. El verso 6 dice: “La mujer vio que era bueno
para comer […] que tenía buen aspecto y era deseable”. Tan
pronto cayeron los dos pilares de su relación con Dios, esto
es, Su palabra y Su bondad, los malos deseos de su mismo
corazón se vieron arrastrados y seducidos. El deseo fue
concebido y pecaron: ella tomó, comió y dio a su marido, que
también comió.
La relación con Dios había sido quebrantada. Por el pecado
cometido, sus ojos fueron abiertos y conocieron que estaban
desnudos. Luego agregaron a su necedad haciendo lo que
todo pecador intenta hacer: por miedo a ser condenados, se
esforzaron por cubrir su pecado con delantales de hojas. El
profeta Job resalta el error de este primer intento de
“salvación por obras” cuando dijo: “¿Acaso he cubierto mis
transgresiones como Adán?” (Job 31:33a ). ¡Qué infantil!
¡Tratar de cubrir una condena cósmica con un par de hojas!
Pero así somos.
Confrontados por Dios para misericordia
Ellos sabían lo que habían cometido y, cuando reconocieron
la presencia de Dios, se escondieron (Gn 3:8). Sucedió casi
como por instinto, pues evidentemente no confiaron en sus
‘maravillosos’ delantales de hojas. Y es interesantenotar una
ilustración en su conducta, porque la narrativa muestra una
representación física del problema espiritual: estando
avergonzados y atemorizados porque habían roto la pureza
de su relación con Dios, se cubrían y se escondían de Él.
Entonces, fueron confrontados por la presencia y la
palabra de Dios, por medio de varias preguntas: “¿Dónde
estás? ¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Has
comido del árbol del cual te mandé que no comieras? ¿Qué
es esto que has hecho? (a la mujer)”. A cada pregunta dieron
respuestas verdaderas de lo que había sucedido, si es que
solamente contamos el sentido estricto de las palabras, pero
entre líneas se justificaban: “la mujer que me diste […] me
dio del árbol” y “la serpiente me engañó” (Gn 3:8-13).
Este diálogo de confrontación revela dos verdades
cruciales que existen a partir de ese día como resultado de la
muerte del corazón (alma) y el cuerpo. La primera verdad es
que el corazón del hombre está muerto. Tan pronto entró el
pecado, entró la muerte espiritual. A partir de ese momento
sus deseos no serían para Dios, sino para la carne y el
mundo. Ellos mismos lo demuestran, porque tan pronto
encontraron placer en lo prohibido, pecaron tomando y
comiendo, pecaron tratando de cubrir sus pecados, pecaron
tratando de esconderse de la presencia de Dios, tuvieron
pavor de confesarse ante Dios y pecaron tratando de
justificar sus malos actos. Desde el momento de la caída, la
humanidad ha sufrido una especie de “esquizofrenia moral”.
4
La segunda verdad es que Dios ha sido misericordioso.
Dios les había dicho: “El día que de él comas, ciertamente
morirás” (Gn 2:17), pero algo ocurrió, porque eso no fue
exactamente lo que sucedió. ¿Qué sucedió? A pesar que lo
justo era la muerte súbita del alma y del cuerpo, Dios, en su
paciencia, aplazó la muerte del cuerpo dándole al hombre
una promesa (Gn 3:15) y la oportunidad del arrepentimiento.
5
La paciencia de Dios se ve aún con mayor claridad cuando
contrastamos el trato de Dios hacia la serpiente. Para el
hombre hubo paciencia y misericordia, pero para la
serpiente solo rigurosa condenación. Dios confrontó al
hombre y le dio una promesa, pero a la serpiente le hizo
inmediata condena y le dijo: “Maldita serás” (Gn 3:14). Dios
“no perdonó a los ángeles que pecaron” (2P 2:4; Heb 2:5,
16).
Finalmente, hay un contraste más a considerar que revela
redención y esperanza. El contraste es entre Caín y Adán.
Caín también fue confrontado y se le mostró paciencia, pero
su reacción fue que “se levantó contra su hermano Abel y lo
mató”. Y luego cuando Dios le dijo: “¿Dónde esta tu hermano
Abel?”, Caín mintió diciendo, “no sé” , por tanto el Señor le
dijo: “Maldito eres” (Gn 4:1-11) 6 .
En cambio, luego de que Dios diera la promesa a Adán y a
Eva, la narrativa muestra evidencias de fe en ellos y
aceptación de parte de Dios. En respuesta a la promesa de
que un hijo de Eva (la simiente) destruiría a la serpiente,
Adán “le puso por nombre Eva a su mujer, porque era la
madre de todos los vivientes” 7 . Y en sustitución de los
delantales de hojas que habían cocido para cubrirse, el
Señor Dios les “hizo vestiduras de piel […] y los vistió” (Gn
3:20-21). Fueron vestidos por Dios como señal, hasta que
llegara el día del cumplimiento de la promesa, el día en que
la simiente habría de aplastar la cabeza de la serpiente
mientras 8 la serpiente habría de herirla en el calcañar, en la
cruz. Y hasta ese día glorioso, la alabanzas y la esperanza de
inmortalidad en el ser humano descansaban en la futura
victoria del Mesías prometido.
 
4
El León de la
 
tribu de Judá
Jesucristo es el Rey de gloria, el Rey redentor. Jesús vino al
mundo como el prometido Rey eterno, el Hijo de Dios, el hijo
de Adán y de Abraham, del linaje de Judá y de David, para,
por medio de la muerte, vencer y humillar a todos sus
enemigos, estableciendo para Sí mismo y para la gloria del
Padre un reino y un pueblo leal a Su imperio.
Esta realidad es presentada desde el inicio de la historia
hasta el final, desde Génesis hasta Apocalipsis. Cuando Adán
y Eva pecaron en Edén, les fue prometido un hijo redentor, el
“Mesías”. Adán, a quien se le había conferido todo dominio
(Gn 1:26), ahora yacía derrotado por el adversario (Gn 3:8-
20). Pero Dios prometió que Su Hijo sería más fuerte que el
adversario para obtener una aplastante victoria final (Gn
3:15; Ro 16:20).
El Mesías prometido
La esperanza de Abraham descansó en la promesa divina de
un futuro Mesías rey gobernante. El Señor le dijo a
Abraham: “Tu descendencia poseerá la puerta de sus
enemigos. Y en tu simiente serán bendecidas todas las
naciones de la tierra” (Gn 22:17-18; ver Gn 26:4 a Isaac; Gn
28:14 a Jacob; Gá 3:16). Esta fue la esperanza de Jacob,
pues él profetizó sobre su descendencia aquellas cosas que
habrían de suceder “en los días venideros” 1 (Gn 49:1)
diciendo:
Cachorro de león es Judá [ …] Se agazapa, se echa
como león [ …] El cetro no se apartará de Judá, ni la
vara de gobernante de entre sus pies, hasta que venga
Aquel a quien pertenecen todas las cosas (SILOH), y a Él
sea dada la obediencia de los pueblos […] ¡Tu salvación
espero, oh Señor! […] el Poderoso de Jacob […] el
Pastor, la Roca de Israel.
Génesis 49:10-11, 18, 24
Moisés también escribió aquella profecía de Balaam
destinada para los “días venideros” (Nm 24:14). La profecía
presenta a este gobernante León de la tribu de Judá: Su
reino será “exaltado”, devorará “a las naciones que son Sus
adversarios” y saldrá “de Jacob” (Nm 24:7, 8, 19).
Así lo entendieron las generaciones hasta Moisés y todo
Israel después de ellas porque el escriba de las Crónicas de
los reyes de Judá habló sobre Judá y de su descendencia así:
“Judá prevaleció sobre sus hermanos, y de él procedió el
príncipe” (1Cr 5:1-2), y también el salmista: “[El Señor]
desechó también la tienda de José […] escogió a la tribu de
Judá” (Sal 78:67).
Esta esperanza también la podemos ver en creyentes que
no fueron grandes profetas o líderes del pueblo y que
vivieron antes de la dinastía de los reyes en Israel. Ana, la
madre de Samuel, oró y dijo: “Los que se oponen al Señor
serán quebrantados […] el Señor dará fuerza a Su rey, y
ensalzará el poder de Su ungido” (1Sa 2:1, 10). 2
Más adelante, Dios ilustró al futuro rey ungido en la
persona de David y su reino. Luego por medio de David
ratificó la promesa y fue aún más específico en cuanto a la
descendencia. Durante la coronación de Salomón limitó la
llegada del Mesías a un futuro hijo de él:
Cuando tus días se cumplan y reposes con tus padres,
levantaré a tu descendiente después de ti, el cual saldrá
de tus entrañas, y estableceré Su reino. Él edificará
casa a Mi nombre, y Yo estableceré el trono de Su reino
para siempre. Yo seré padre para Él y Él será hijo para
Mí.
2 Samuel 7:12-14
David habló de un día más allá de la muerte de Salomón en
que Dios levantaría de Su descendencia a un Rey con un
reino eterno, que edificaría casa final para el nombre del
Señor y que sería Hijo de Dios (ver Sal 2:7-12).
Siglos después el profeta Isaías declaró que este Hijo
nacería de una virgen como señal retroactiva 3 del disgusto
del Señor contra la incredulidad del rey Acaz (Is 7:14).
Sobre ese niño estaría el nombre de Dios mismo (Emmanuel:
Dios con nosotros). Además:
…la soberanía reposará sobre Sus hombros; y se
llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso,
Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de Su
soberanía y de la paz no tendrán fin sobre el trono de
David y sobre Su reino.
Isaías 9:6-7
Unos 600 años después, basado en esta doctrina y cultura
profética mesiánica de miles de años, las expectantes
multitudes que iban delante de Jesús gritaban a las puertas
de Jerusalén: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que
viene en el nombre del Señor!” (Mt 21:5-9, 15; Mr 11:9-10;
Jn 12:13; ver Hch 13:22-23).
El Mesías en retrospectiva
Esta historia del Mesías que comenzó en Edén es resumidade manera magistral por el autor del libro de Hebreos. El
autor en su primer capítulo toma exclusivamente textos del
AT que apuntan a Cristo como Hijo de Dios, Dios mismo,
Creador y Rey eterno, para luego resaltar que así como
Adán fue creado un “poco inferior a los ángeles”, también
Jesús lo fue (Heb 2:1-9). Y que Jesús, participando de “carne
y sangre”, es aquel que anuló “mediante la muerte el poder
de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo”,
para “librar” a los que “estaban sujetos a esclavitud durante
toda su vida” (Heb 2:14). Por medio de la muerte, Jesús
logró vencer al diablo, morir por todos nosotros, comprar
nuestra libertad, restaurar todas las cosas y ser coronado de
gloria y honor como supremo Rey.
Estas verdades señaladas por el autor de Hebreos y que
exaltan a Jesús como Rey conforman aquella misma promesa
que fundamentaban la fe de Adán, Abraham, Moisés, David y
todo aquel que creyó. Ellos pusieron su confianza en un
futuro descendiente que aplastaría a la serpiente y a todos
sus enemigos. Luego, en el cumplimiento del tiempo, Jesús
nació en Belén, vivió una vida perfecta y logró por medio de
Su muerte y resurrección la redención de Su pueblo.
La victoria fue lograda y lo que ahora vislumbramos es el
aumento de las fronteras de Su reino hasta aquel día de
nuestra esperanza, donde Jesús restaurará todas las cosas
según la victoria del Calvario. Un día Él volverá montado
sobre un caballo blanco con espada afilada para herir a las
naciones, con un victorioso nombre escrito en Su manto y en
Su muslo: “Rey de reyes y Señor de señores” (Ap 19:15-16).
 
5
El Profeta mayor
 
que Moisés 1
El fundamento de la temática Profeta-Mesías se desarrolló
en Sinaí, aquella montaña de Dios donde acampó el pueblo el
primer día del tercer mes después de la salida de Egipto. Allí
el Señor desplegó ante el pueblo grandes maravillas e hizo
con ellos un pacto temporal conocido como el antiguo pacto.
Las primeras palabras del pacto prometían un “reino de
sacerdotes y una nación santa” (Éx 19:5-6), pero terminó
siendo para Israel un reino con 2 sacerdotes y una nación
incrédula con una constante necesidad de purificación.
El Profeta de Sinaí
¿Qué pasó? Sinaí fue diseñado por Dios como un lugar de
adoración, porque le dijo a Moisés: “Cuando hayas sacado al
pueblo de Egipto, adorarán a Dios en este monte” (Éx 3:12).
La intención de Dios en ese lugar era exaltar Su majestad y
revelar a plena luz del día el corazón del hombre delante de
Él 3 . En otras palabras, la narrativa de Sinaí debe ser
entendida en el contexto de que el Señor revela a Israel Su
persona, carácter y promesas, y también de que es
descubierta la conducta espiritual de Israel, que resultó
como reacción a esa revelación.
El pueblo llegó a Sinaí y allí Dios les reveló Su pacto. Fue
un pacto fundamentado en la gracia 4 , que demandaba
lealtad y señalaba un glorioso propósito final para Israel (Éx
19:4-6). El pueblo aceptó las palabras (Éx 19:7-8) y allí el
Señor probó 5 sus corazones (Éx 19:9; 20:20). Por medio de
Moisés, el Señor ordenó al pueblo que se consagrara y se
alistara porque al tercer día descendería a la vista de todo el
pueblo, y cuando sonara “largamente la bocina”, ellos debían
“subir al monte […] al encuentro con Dios” (Éx 19:10-13,
17). Pero el pueblo no puso su confianza en Dios ni en la
promesa de Su pacto, y “no subieron” (Dt 5:5). El pueblo se
quedó “al pie del monte”; no se acercaron a adorarlo, sino
que se quedaron a “distancia” (Éx 19:17; 20:18-21). La
relación espiritual entre el pueblo y Dios era eso: una
‘relación a distancia’.
Sus corazones fueron expuestos y hasta reconocieron que
no estaban aptos para acercarse a Dios en tal condición
espiritual 6 . Por esa razón, pidieron al Señor y el Señor
aceptó reconfigurar el pacto para que no murieran (Éx
20:18-21; Dt 5:21-29). Entonces, allí les dio leyes, un
sacerdocio y un tabernáculo, a fin de que pudieran adorar “a
distancia” hasta que llegara el cumplimiento del Profeta
prometido como Moisés (Éx 20:18-21; Dt 18:15-19). El
Profeta prometido alcanzaría todo aquello que fue
inalcanzable para el pueblo, aun para Moisés como
mediador. Así, al final, por medio del Profeta-Mesías, el
pueblo sería para Dios un reino de sacerdotes y una nación
santa.
La evidencia mesiánica más clara está detallada en
Deuteronomio 18:15-18. 7 Mientras el enfoque central de
Éxodo 20:18-21 y Deutero-nomio 5:23-27 apuntan a la
realidad de que el pueblo no estaba apto para acercarse a
Dios, Deuteronomio 18 se concentra en el oficio del Profeta
mediador que el pueblo necesitaba. Allí Moisés recuerda al
pueblo que la promesa del futuro Profeta mediador como
Moisés fue “conforme a todo lo que pidieron al Señor en
Horeb el día de la asamblea ” (Dt 18:16). 8 Pero ¿por qué
esperar por otro como Moisés si Moisés estaba disponible?
Porque aunque Moisés había sido fiel por 40 años (Nm 12:6-
8), nada pudo lograr para alcanzar el perdón de los pecados
del pueblo (Éx 32:30-35), sino todo lo contrario. Al final,
hasta el mismo Moisés se contaminó con la incredulidad del
pueblo (Nm 20:1-12; Dt 3:26).
El Profeta prometido
¿Quién sería el futuro Profeta prometido? El mismo
Pentateuco presenta que este profeta sería tal como Moisés,
pero en términos exclusivamente escatológicos 9 y
mesiánicos (Dt 34:10; ver Hch 3:20-23; 7:37-38). Sería un
profeta como Moisés, pero mucho mayor. Sería el Mesías
prometido.
La narrativa de más de 40 años en el desierto obliga a
considerar que la necesidad en Horeb estaba más allá de
Moisés, y que tal Profeta prometido tendría que alcanzar
todo lo que fue inalcanzable para Moisés. Sería alguien que
no solamente pudiera acercarse a Dios y llevara un mensaje
al pueblo, sino alguien que no pudiera ser corrompido por el
pueblo, que pudiera cargar el pecado del pueblo sobre Sí (Éx
19:4) y darles un nuevo corazón para acercarse al Señor en
adoración.
Según Moisés, solamente una persona podía lograr esa
obra monumental: el Señor mismo. La respuesta está
claramente expresada al final del Pentateuco en
Deuteronomio 29:2-4; 30:6:
Y convocó Moisés a todo Israel y les dijo: Ustedes han visto
todo lo que el Señor hizo [ …] aquellas grandes señales y
maravillas. Pero hasta el día de hoy el Señor no les ha
dado corazón para entender , ni ojos para ver, ni oídos
para oír […] el Señor tu Dios circuncidará tu corazón y el
corazón de tus descendientes, para que ames al Señor tu
Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que
vivas.
¿Pudiera ser que el profeta mesiánico haría las justas
obras que solamente son atribuídas al Señor Dios? Y
considerando que sería un profeta “de tus hermanos” (Dt
18:15), ¿sería la misma persona que Dios prometió a los
patriarcas, en quien serían “benditas todas las naciones de la
tierra” (Gn 22:17-18; 26:4)? ¿Sería el hijo de Eva, el
destructor de la serpiente y el conquistador de la muerte (Gn
3:15)? ¿Sería aquel Rey de la tribu de Judá de quien
profetizó Jacob (Gn 49:10)? ¿Sería aquel glorioso Rey de
Israel de quien profetizó Balaam diciendo: “Su reino será
exaltado” (Nm 24:7, 14-19)? ¡Sí, el profeta mayor que
Moisés es el Mesías, Cristo el Señor!
En aquel memorable sermón justo debajo del Pórtico de
Salomón, el apóstol Pedro dejó la respuesta más contundente
en cuanto a Jesús como prometido Profeta-Mesías:
…Jesús , el Cristo designado de antemano […] de quien
Dios habló por boca de sus santos profetas desde
tiempos antiguos. Moisés dijo: El Señor Dios les
levantará un profeta como yo de entre sus hermanos […]
asimismo todos los profetas que han hablado desde
Samuel y sus sucesores también anunciaron estos días.
Ustedes son los hijos de los profetas y del pacto que Dios
hizo con sus padres, al decir a Abraham: Y en tu
simiente serán benditas todas las familias de la tierra.
Para ustedes en primer lugar, Dios, habiendo resucitado
a Su Siervo, le ha enviado para que les bendiga, a fin deapartarlos de sus iniquidades .
Hechos 3:20-26
Jesús vino al mundo como el supremo Profeta esperado
para lograr aquello que el más grande de los profetas no
pudo lograr. Vino de parte de Dios y guio al pueblo especial
de Dios a ser una nación de santos adoradores. En Cristo
creyeron los antiguos y fueron aprobados. Los patriarcas le
juraron eterna alianza y fueron aceptados. Los padres
confiaron en Él y les fue contado por justicia (Heb 11:1-6).
 
6
El Sacerdote
 
de eterna salvación
En Su encarnación, Cristo Jesús fue ordenado Sacerdote a
favor de los hombres frente a Dios para presentar ofrenda y
sacrificio por el pecado. Y como Sacerdote, logró una labor
que fue imposible para Moisés, Aarón y todos los demás:
entró a la presencia de Dios para alcanzar el perdón de
pecados de Su pueblo. Desde entonces, después de haber
obtenido con Su propia sangre eterna redención en el más
perfecto tabernáculo (Su cuerpo), Jesús intercede hoy y
siempre como nuestro eterno Sumo sacerdote. (Heb 5:1-4;
9:11-13; Éx 32:30-35).
El Sacerdote de Sinaí
Tal como con el Profeta-Mesías, la temática central del
sacerdocio se desarrolló en Sinaí, pero no en el “día de la
asamblea”, sino cuando Moisés subió al monte y bajó con dos
tablas de piedra sobre las que Dios escribió los diez
mandamientos (Éx 32:15-16; 34:28). La narrativa de Éxodo
32 al 34 es clave, porque está ubicada estratégicamente
entre las direcciones para instituir el tabernáculo (Éx 25 –
31) y la construcción del mismo (Éx 35 – 40). De esa forma,
Moisés indica que lo narrado en Éxodo 32 al 34 describe la
ocasión, contexto y propósito del tabernáculo.
¿Qué pasó allí? Cuando Moisés subió al monte, dejó al
pueblo a cargo de Aarón y de los líderes ancianos (Éx 24:11-
18), pero todos cometieron el terrible pecado de la idolatría
(Éx 32:1-6). A causa del pecado, el Señor se propuso
destruirlos a todos (Éx 32:7-10), pero Moisés intercedió
ante Dios a fin de que, por amor a la gloria de Su nombre y
de Sus promesas, desistiera la destrucción. El Señor aceptó
(Éx 32:11-14). Luego Moisés descendió, y cuando vio al
pueblo en idolatría desenfrenada, quebró las tablas de
piedra y castigó al pueblo (Éx 32:15-19). A pesar del castigo,
otros continuaban fuera de control (Éx 32:25). Moisés se vio
obligado a pronunciar un llamado de lealtad a Dios para así
detener el desenfreno. Se puso en pie a la puerta del
campamento y dijo: “¡El que esté por el Señor, venga a mí!”
(Éx 32:25-26). Fue sorprendente el silencio de los ancianos
a este llamado 1 , y solo los levitas se levantaron y
respondieron al llamado matando a espada hasta que el
desenfreno terminara. Más de tres mil hombres murieron.
Ese día el Señor Dios los bendijo y fueron consagrados a
precio de sangre 2 como sacerdotes al servicio de Dios 3 (Éx
32:27-29).
Después de cesar la idolatría, Moisés subió una vez más a
Dios y oró. Intercedió pidiendo un perdón condicionado 4 a
favor del pecado del pueblo diciendo: “Este pueblo ha
cometido un gran pecado […]perdona su pecado, pero si no,
bórrame del libro” (Éx 32:31-33). El Señor rechazó la
petición (Éx 32:33), les hirió con una plaga (Éx 32:34-35) y
declaró a Moisés: “Anda, sube tú y el pueblo […] y enviaré un
ángel delante de ti […] pero Yo no subiré en medio de ti,
Israel, no sea que te destruya” (Éx 33:1-3). Esa fue la peor
de las noticias, y el pueblo se entristeció (Éx 33:4-6). Por esa
causa, Moisés subió de nuevo a la presencia de Dios e hizo
intercesión por el pueblo, pidiendo al Señor que Su favor
estuviese con el pueblo, así como había estado con él, y que
cambiara de parecer para que Su presencia estuviera con
ellos (Éx 33:12-17). En respuesta, el Señor aceptó estar en
medio del pueblo por Moisés (no por el pueblo 5 ) y dijo:
“Tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré
compasión del que tendré compasión” (Éx 33:19). A esto,
Moisés hizo al Señor una plegaria final: “Por favor, si he
hallado gracia delante de Ti, Señor, por favor Señor, ve en
medio nuestro, aunque 6 este pueblo sea de dura cerviz; y
perdona nuestro pecado” (Éx 34:9) * . A esta petición, Dios
aceptó diciendo: “He aquí, Yo voy a hacer un pacto delante
de todo tu pueblo” (Éx 34:10a ) ** .
Por tanto, mediante la intercesión de Moisés y por la
gracia divina, el Señor confirmó Su decisión de habitar en
medio del pueblo dándole una vez más los diez
mandamientos y estableciendo el tabernáculo como aquel
medio divino para que el Santo Dios repartiera Su amor en
medio de un pueblo incrédulo de dura cerviz. También
Moisés testificó de la intención de Dios poniendo un velo
sobre su brillante rostro para que el pueblo no fijara su vista
en aquello que se habría de desvanecer (Éx 34:29-35; 2Co
3:12-13). De esa forma, lo que inicialmente pretendía ser un
encuentro personal con Dios terminó siendo un encuentro
mediado por un altar, un tabernáculo y un conjunto de
sacerdotes (Éx 19:4-6).
Hasta un nuevo pacto prometido
La narrativa cuenta que tan pronto Dios aceptó y estableció
normas para habitar en medio de un pueblo duro de corazón,
Él mismo les estaba mostrando a Moisés y al pueblo que el
tabernáculo, el sacerdocio de la tribu de Leví y el pacto en
Horeb eran temporales, eran pasajeros. El pacto, el
tabernáculo, el sacerdocio levítico, los sacrificios y las
ofrendas fueron instituidos de manera temporal hasta la
llegada de un nuevo pacto, con un nuevo tabernáculo, un
nuevo linaje sacerdotal y con un Cordero sacrificial inmolado
que realmente redimiera con Su sangre para Dios un reino
de sacerdotes (ver Ap 5:9-10).
Esa futura esperanza fue descrita por Moisés en sus
últimos días de vida cuando habló de un pacto “además 7 del
pacto que Él [Dios] había hecho con ellos en Horeb” (Dt
29:1-4). La diferencia distintiva sería que aún Dios no les
había dado en Horeb un “corazón para entender”. Un día,
cuando el Señor hiciera “volver de la cautividad”, “el Señor
circuncidaría” el corazón para que lo amaran (Dt 30:1-6). En
palabras del profeta Jeremías, que escribió de un futuro
nuevo pacto, encontramos la misma relación entre lo
sucedido en Sinaí y la futura promesa. El profeta habló de
días venideros, después de la cautividad (“Restauraré su
bienestar”, Jer 31:23), de un nuevo pacto que sería “no como
el pacto que hizo con sus padres”, sino un pacto en que Dios
se comprometía a obrar en sus “corazones” y “perdonar su
maldad” (Jer 31:23-34) 8 .
También el Rey David, conociendo que la perfección no
vendría por medio del sacerdocio levítico, profetizó de un
nuevo Sacerdote, Dios y Rey diciendo: “Dijo el Señor [Yavé]
a mi Señor [Adonai]: siéntate a Mi diestra hasta que ponga a
Tus enemigos por estrado de Tus pies […] El Señor [Yavé] ha
jurado y no se retractará: Tú eres sacerdote para siempre
según el orden de Melquisedec” (Sal 110:1, 4) 9 . Y
finalmente, años después de la muerte y resurrección de
Cristo, el autor de Hebreos recordó que tal Sacerdote “vino
a ser fuente de eterna salvación”, que fue “fiador de un
mejor pacto”, que, “[como] permanece para siempre, es
poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él
se acercan a Dios, santo, inocente, inmaculado, apartado de
los pecadores y exaltado más allá de los cielos” (Heb 5:5-10;
7:1-28). El Sacerdote prometido es nuestro Sumo sacerdote
para siempre y Su nombre es Cristo Jesús, el Señor.
 
 
* Traducido por el autor.
** Traducción propia del autor. El orden escogido de las palabras es clave para lograr una mayor
claridad en el pasaje porque resalta cada pronombre en su justa medida.
 
7
El Siervo sufriente
 
exaltado
Isaías 52:13 al 53:12 contiene el cuarto 1 y último poema 2
del Siervo, comúnmente conocido como “El Siervo
Sufriente”. El mensaje central del poema revela una divina
intención de lograr la gran exaltación del Siervo de Dios (Is
52:13; 53:10-12), a través de Su profunda y sufriente
muerte expiatoria a favor de nuestros pecados (Is 53:4-9),
como la cúspide de la final liberacióndel pueblo de Dios,
cuando “todos los confines de la tierra vean la salvación del
Dios nuestro” (Is 52:10 RV60).
En el contexto previo, el Señor exhortó a Su pueblo
sufriente a que levantara su semblante caído porque la
redención estaba cerca (Is 52:1-6), porque cercano estaba
aquel día en que el mensajero anunciaría la victoria de su
Rey, y los centinelas verían al Señor llegando a Sion para
restaurar, consolar y establecer Su Reino (Is 52:7-12). Es un
mensaje de exuberante gozo por el triunfante retorno
conocido como el “Nuevo Éxodo”, dada su similitud a cuando
Israel “descendió a Egipto” (Is 52:4) y desde allí fue salvado.
3 De esta manera, la profecía une bajo un mismo suceso la
redención y la exaltación del Rey, porque el pueblo bajo
opresión de las tinieblas sería redimido cuando Dios llegara
a Sion, obtuviera la victoria y fuera exaltado y coronado Rey.
Entonces, en aquel momento de gloria, Su pueblo redimido
proclamaría: “¡Tu Dios reina!” (Is 52:7).
Mi Siervo
En ese contexto de opresión, redención y coronación se
desarrolla el poema del Siervo dividido en cinco estrofas con
tres versículos para cada estrofa 4 (Is 52:13 – 53:12). El
poema identifica al Siervo con el pronombre “Él”, pero
¿quién es Él? En el libro de Isaías podemos encontrar la
frase “Mi siervo” con referencia al profeta Isaías (Is 20:3), o
al rey David (Is 37:35) o al pueblo de Israel (Is 44:21). Sin
embargo, podemos estar seguros que en Isaías 52 – 53 aquel
llamado “Mi Siervo” no es ninguno de estos, porque 5 :
1. Según Isaías 53:9, el Siervo sufre y muere aunque
“nunca hizo maldad ni hubo engaño en Su boca”, pero
repetidas veces Israel 6 (Is 40:2; 42:18-25), David (2Sa
12:13; Sal 51:1-6) e Isaías (Is 6:6-7) son considerados
pecadores a causa de sus transgresiones.
2. Aunque fuera de los poemas del Siervo hay referencias
explícitas que conectan al Siervo con Israel, los poemas
se distinguen precisamente por el hecho de que dentro
de ellos el “Siervo” es presentado como un individuo 7 .
3. En todo el libro de Isaías cuando los pronombres “nos”,
“nuestro” o “nosotros” son introducidos de manera
abrupta (Is 53:1), siempre es el profeta hablando de
parte del pueblo de Israel con quien se identifica 8 .
¿Quién es el Siervo? Es Aquel que será “enaltecido,
levantado y en gran manera exaltado” (Is 52:13), y tanta
será Su gloria que “asombrará a muchas naciones y los reyes
cerrarán la boca 9 ” (Is 52:15). Pero primero Él debe sufrir
en gran manera, pues antes de Su gran gloria, “Su
apariencia será desfigurada 10 ” (Is 52:14; ver Lc 24:26; Hch
3:18).
Varón de dolores
El capítulo 53 comienza con dos preguntas: “¿Quién ha
creído a nuestro anuncio?” y “¿A quién se ha revelado el
brazo del Señor?”. De la primera pregunta se infiere que los
acontecimientos antes descritos serían inesperados, y tal
como había sido profetizado, muchos en incredulidad lo
descartarían 11 . Pero de la segunda pregunta se infiere que
a otros se les revelará la verdad y creerán 12 .
El camino del Siervo fue inesperado y más aun ante el
contraste de la gran gloria prometida y ante la realidad del
profundo sufrimiento. El profeta lo describe como un
Renuevo tierno en tierra seca, de aspecto inatractivo,
insignificante y sobre todo indigno de poner sobre Él nuestra
esperanza (Is 53:2). En ese momento de humillación no
vimos en Él un Salvador y mucho menos un Rey exaltado
porque Él cargaba toda aflicción, vergüenza y pena sobre
Sus hombros. Tanta fue Su carga que, así como quien tiene
delante un cuerpo descuartizado y sangriento voltea su
rostro por el horror, así lo despreciamos y le llamamos
“Varón de dolores”.
Tan extensa fue Su carga por nuestros pecados que
ciertamente aparentaba que le pertenecían. Tan fuerte
abrazó sobre Sí mismo nuestras penas que por un momento
era indistinguible saber que la corrupción que cargaba no
era Suya 13 , y le consideramos como “azotado, herido de
Dios” (Is 53:4), pero estábamos equivocados. No fue por Sus
pecados, sino por los nuestros. El verso 5 lo repite cuatro
veces 14 :
» Herido por nuestras transgresiones.
» Molido por nuestras iniquidades.
» El castigo por nuestra paz fue sobre él.
» Por sus heridas hemos sido sanados.
El lenguaje usado no permite una mejor manera para
describir un sacrificio expiatorio de sustitución. Tenemos la
más explícita presentación de sustitución penal expiatoria en
todo el AT y quizás en toda la Escritura: Él tomó nuestro
lugar y por causa de nuestros pecados fue castigado; como
resultado tenemos eterna paz y salvación. Nosotros
pecamos, pero no fuimos heridos, sino Él. Él sufrió nuestro
dolor. Nosotros le dimos la espalda a Dios y como ovejas nos
descarriamos, pero para nuestro asombro el Señor tomó
todas nuestras iniquidades y las cargó sobre Él.
Ciertamente Él fue oprimido y afligido, pero “no abrió Su
boca” 15 (Is 53:7). No se defendió, ni le huyó al dolor. Su
asombrosa conducta es comparada a un cordero en silencio
que es llevado al matadero. Es una metáfora que dice que el
Siervo de Dios es el excelso “Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo” (Jn 1:29).
Como parte de Su opresión, fue juzgado injustamente y
condenado por una generación indiferente a la realidad de
que fue castigado hasta la muerte en sustitución por “la
rebelión de Su pueblo” (Is 53:8 RV60). No entendieron, no
les importó, y considerándole criminal, hasta dispusieron
darle sepultura de hombre malvado que según las
costumbres era en una fosa común. Pero no sucedió así, sino
que fue sepultado como un rico 16 . Ese pequeño detalle es
relevante porque 17 este Siervo “no hizo ningún mal” (Is
53:9) y fue inocente ante Dios de todos los cargos en Su
contra. En otras palabras, como evidencia del favor divino,
Dios intervino en contra de las intenciones humanas. Declaró
histórica y universalmente la inocencia del Siervo,
asegurandose de que su sepultura no fuera como la de un
criminal, sino como la de un hombre rico 18 .
¡Victoria final!
Detrás del Cordero inmolado estaba la voluntad de Dios,
porque dice la Escritura: “quiso el Señor quebrantarle” (Is
53:10, ver Is 46:10). Es evidente la premeditada intención
detrás de los hechos, pero el quebrantamiento no es la meta,
sino tan solo el medio. Porque por medio de la expiación Dios
planificó 1) prosperar al Siervo con muchos hijos, riquezas y
un triunfo victorioso; 2) dar eterna satisfacción al Siervo
cuando viera al final la sonrisa de Dios; y 3) justificar a
muchos y cargar con sus iniquidades (Is 53:11).
¡Cuán poderosa sustitución expiatoria! Por medio de
cargar sobre Sí nuestro pecado y castigo, Dios le ha exaltado
como Rey supremo y ha provisto para nosotros eterna
salvación gloriosa en Él.
 
8
La esencia
 
de la cruz
Dijo el apóstol Pablo: “Jamás acontezca que yo me gloríe,
sino en la cruz de Jesucristo” (Gá 6:14), porque la cruz es la
vida y el gozo del cristiano. No hay ira tan profunda que la
cruz de Cristo no apacigüe, ni transgresión tan grave que no
quite, ni sufrimiento tan profundo que no pacifique, ni
mancha tan sucia que no limpie. No hay pecado que no
borre, ni deuda tan grande que no pague. ¡Oh, excelsa cruz
de Cristo!
En la cruz fue la muerte expiatoria de nuestro Señor
Jesucristo, pero ¿cuál es la esencia de la cruz? La esencia es
que Cristo murió haciendo expiación penal en sustitución por
nosotros. Dios, en Su Palabra, presenta esta esencia en tres
elementos imprescindibles, mostrando que la muerte
expiatoria de Cristo fue una muerte s ustitutoria , penal y
satisfactoria .
Sustitutoria
La sustitución señala un glorioso intercambio: Cristo tomó
nuestro lugar. Nos tocaba ser humillados y avergonzados
como Él lo fue, recibir el castigo que Él recibió y sufrir lo
que Él sufrió. Él murió la muerte que nos tocaba morir. Aquí
coinciden todos los pasajes que hablan de este tema.
El apóstol Pablo escribió a los hermanos en Corinto: “Al
Que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado” (2Co
5:21). Tambiéndijo a los de Galacia: “Cristo nos redimió […]
haciéndose maldición por nosotros” (Gá 3:13). El autor de
Hebreos escribió: “Para que Jesús […] gustase la muerte por
todos.” (Heb 2:9). El apóstol Juan en su carta dijo que Jesús
“es la propiciación por nuestros pecados” (1Jn 2:2). Jesús
dijo de Sí mismo: “el Hijo del hombre vino […] para dar Su
vida en rescate por muchos” (Mr 10:45; Mt 20:28). El
apóstol Pedro escribió que “Cristo padeció por nosotros […]
Él mismo llevó nuestros pecados […] por Su herida hemos
sido sanados […] padeció por los pecados, el Justo por los
injustos” (1P 2:21-24; 3:18); en su comentario a la epístola
de Pedro, el doctor Thomas Schreiner dice: “La frase ‘Cristo
padeció por nosotros’ se refiere al sacrificio vicario
[sustitutorio] de Cristo, enfatizando que la idea es
explícitamente expresada en el verso 24 y luego en el verso
18 del próximo capítulo 1 ”.
La evidencia de la sustitución es extensa y además está
fundamentada por la gramática misma de las conjunciones
usadas. En todos estos pasajes antes citados encontramos
una de estas dos palabras griegas: u`pe.r (jypér) o avnti,
(antí). La gramática y el contexto de cada uno de estos
pasajes definen estas conjunciones, que han sido traducidas
como “por” 2 , a ser entendidas como “en lugar de”, “en favor
de” o “en vez de” 3 . Así que en estos pasajes vemos la
descripción explícita de que la muerte de Cristo fue, en
esencia, sustitutoria, es decir, en lugar de aquellos por
quienes murió.
Penal
El elemento penal de la muerte de Cristo significa que Su
muerte fue aquel castigo prescrito como pena a todo aquel
que se rebela en contra de Dios y viola Su ley 4 . Y cabe
señalar que el problema del hombre con Dios no mejora con
un cambio de conducta. Tampoco pudiéramos asumir que la
vida de Cristo fue tan solo un gran ejemplo a seguir y que
desafortunadamente terminó en las manos sangrientas del
Imperio Romano. Su muerte no fue una corrección, ni una
calamidad, ni una disciplina, sino un castigo penal.
¿Por qué castigar? Porque Dios ha atado la gloria de Su
nombre a Su justicia y Su justicia demanda que toda maldad
sea pagada. Él ha declarado y no se retractará: “Yo pagaré”
(Dt 32:35; Ro 14:19). La muerte es el castigo que merece el
pecado. La justicia de Dios demanda castigo y el castigo es la
muerte. La Palabra dice: “El día que de él comas,
ciertamente morirás” (Gn 2:17), “el alma que pecare
morirá” (Ez 18:20), “la paga del pecado es muerte” (Ro
6:23), “cualquiera que maldijere a su Dios llevará su
iniquidad […] ha de ser muerto” (Lv 24:15-16), “maldito todo
el que no permanece en todas las cosas escritas en el libro
de la ley, para hacerlas” (Gá 3:10).
Por tanto, sabemos que solo hay dos opciones: o paga el
pecador, o paga Cristo, y si paga Cristo somos “hechos
justicia de Dios en Él” (2Co 5:21), porque en Él fue anulado
“el acta de los decretos que había contra nosotros […]
clavándola en la cruz” (Col 2:14).
Satisfactoria
El elemento de satisfacción es nuestra garantía de que no
hay manera que se pague dos veces por un mismo pecado.
Cuando Cristo murió por los pecados, todos los pecados
fueron pagados y la justicia de Dios fue satisfecha. Dios
quedó satisfecho por completo, porque una compensación
completa fue realizada. Así lo expresa el autor de Hebreos:
Y así como está decretado que los hombres mueran una
sola vez, y después de esto, el juicio, así también Cristo,
habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados
de muchos…
Hebreos 9:27-28
El pasaje muestra que, en ambos casos, el nuestro y el de
Cristo, hay un aspecto finito: Los hombres “mueren una sola
vez” 5 . El caso del hombre es grave porque sus
oportunidades para prepararse para el juicio terminan
cuando muere, pero, entonces, Cristo es introducido para
llevar los pecados. En medio de la explicación, el autor
vuelve e inserta la misma extraordinaria frase “una sola vez”
6 , a fin de que no quede duda de que la obra de Cristo en la
cruz logró satisfacer el juicio de Dios.
El apóstol Juan resalta la misma garantía en su evangelio.
Cuando llegó el momento de Jesús terminar Su obra y lograr
la redención y la salvación para los suyos, Jesús dijo:
“Consumado es” (Jn 19:30). Con esas últimas palabras Jesús
selló la obra que finalizó el castigo, y la justicia de Dios
quedó satisfecha.
Por tanto, podemos estar seguros de que “tenemos paz
para con Dios” (Ro 5:1), que habiendo Dios entregado a Su
Hijo por nosotros, sabemos también que “nos concederá con
Él todas las cosas” (Ro 8:32) y que nada ni nadie “nos podrá
separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor
nuestro” (Ro 8:37-39).
Una mesa de tres patas
Como se dijo al principio, la esencia de la cruz contiene estos
tres elementos imprescindibles, mostrando que la muerte
expiatoria de Cristo fue una muerte 1) Sustitutoria, 2) Penal
y 3) Satisfactoria. Esta unidad inseparable la podemos
ilustrar con una mesa de tres patas. Si le quitas una de las
patas a la mesa, la mesa se cae. De igual manera, si solo
suspendemos uno de los elementos, hemos perdido la esencia
de la cruz.
Si no es penal, entonces Dios no es santo y Cristo murió en
vano. Si no satisfizo a Dios, entonces Jesús no tiene poder y
aún estamos en nuestros pecados. Si no es en sustitución por
los pecadores, entonces Dios no es Justo porque castigó a
Jesús, el inocente y sin pecado.
La esencia de la cruz es completamente gloriosa y nos
invita a unirnos a las hermosas palabras de los creyentes del
segundo siglo:
¡Oh, la excelencia, la gentileza y el amor de Dios! ¡Oh,
dulce intercambio! ¡Oh, inescrutable creación! ¡Oh, los
inesperados beneficios: que la maldad de muchos sea
llevada sobre el Justo, y la justicia de Uno sea para la
justicia de muchos impíos! 7
Gracias damos al Padre que derramó toda su ira por
nuestros pecados sobre Jesús. Y gracias a Jesús que puso su
vida en sustitución por la nuestra. Por eso sabemos que Dios
quedó satisfecho y ya “no hay condenación para los que
están en Cristo Jesús” (Ro 8:1).
 
9
La propiciación:
 
el resultado
 
de la cruz, I
Propiciar es pacificar la ira del ofendido. Cuando Cristo
murió en la cruz absorbió toda la ira de Dios, y resuelto el
problema de la ira tenemos paz con Dios. El punto
neurálgico es la ira de Dios, porque la ira se interpone entre
Dios y nosotros al punto que, si no es propiciada, ni siquiera
podría iniciarse una relación entre Dios y el pecador. Pero,
por medio de Cristo, “a quien Dios puso como propiciación”
(Ro 3:25), Dios es justo justificando al impío que cree, y
“habiendo sido justificados […] tenemos paz para con Dios 1
” (Ro 5:1).
La ira de Dios no es un enojo arbitrario, pasión salvaje o
temperamento descontrolado tal como la de los dioses de las
otras naciones 2 , sino que Dios se enoja porque ama 3 . La
ira de Dios es una constante oposición contra toda injusticia
y contra toda rebeldía (Ro 1:18) 4 por Su santa
determinación de justamente castigar toda maldad (Ro 2:6-
9) 5 . La ira de Dios es Su santa voluntad establecida que
reacciona contra todo lo que le deshonra. Es la
manifestación del disgusto de Dios porque han ofendido Su
grandeza inescrutable 6 y, cuando se manifiesta, su resultado
es juicio, condenación y muerte. Esa ira fue la que Cristo
absorbió en la cruz cuando vino a ser nuestra propiciación.
En el Antiguo y en el Nuevo
La Escritura testifica de la ira de Dios tanto en el AT como
en el NT, pero, más importante aún, ambos proclaman la
propiciación. El NT siempre presenta la propiciación en un
contexto de principios y argumentos que resaltan la ira, el
amor y la obra redentora de Cristo. El AT, por otro lado,
ilustra la propiciación. Por ejemplo, Números 16:41-50
describe a Dios airado y diciendo: “¡Apártense […] los
consumiré en un momento! 7 ” ¿Por qué tanta ira? Fue a
causa del pecado del pueblo que “murmuró 8 ” con un
corazón mal agradecido. Pero, en medio de la inaplazable
destrucción, la ira de Dios fuepropiciada por medio de los
instrumentos del altar que Dios mismo les había concedido.
Ese día “se hizo expiación 9 por el pueblo” cuando la ira de
Dios fue pacificada.
La propiciación también fue ilustrada en las ceremonias y
los instrumentos del tabernáculo. Por ejemplo, la ley habla
del “propiciatorio” (Éx 25:17-22; Lev. 16:1-3, 13-15) 10 , una
lámina fina de oro que cubría el Arca del pacto y que
funcionaba como un símbolo 11 pacificador entre el Santo
Dios y el pueblo pecador, para allí Dios habitar en medio del
pueblo y darle instrucciones.
La necesidad de propiciar
El NT tiene cuatro pasajes que describen la propiciación (Ro
3:24-25; Heb 2:16-17; 1Jn 2:2; 4:10). Sin embargo,
Romanos 3:24-26 es el más importante y es el que más
desarrolla el significado de este concepto. “Es considerado
el texto crucial a estudiar. Pablo le ha dedicado pesada
artillería para demostrar la ira de Dios y el juicio contra el
pecador” 12 . El texto dice:
…la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió
públicamente como propiciación por Su sangre a través de
la fe, como demostración de Su justicia, porque en Su
tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos
anteriormente, para demostrar en este tiempo Su justicia,
a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe
en Jesús.
El contexto señala que todos somos igual de pecadores
condenados, pero que por medio de la redención Dios
gratuitamente justifica en Cristo, a quien exhibió
públicamente como propiciación. El resto del pasaje explica
el propósito (¿para qué?) y la razón (¿por qué?).
¿Cuál fue el Propósito? Fue “para demostrar su justicia”.
Es en el acto de la propiciación que Dios combina su
naturaleza, “Dios justo”, junto con su carácter, “Dios
misericordioso”, y justifica al impío. En otras palabras, ya
que Dios es justo, condena y castiga el pecado y abomina
cualquier concepto que declare “justo” al pecador (ver Pro
17:15); y ya que es misericordioso, perdona a aquel que
únicamente merece condenación y castigo. ¿Qué hace Dios
para armonizar estas verdades? 13 Satisface Su justicia en la
propiciación por medio de la sangre de Cristo, es decir,
justifica al impío creyente (Ro 4:3-8) y logra Su intención, de
que “Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en
Jesús” (Ro 3:26).
¿Cuál fue la razón? Fue “por causa de haber pasado por
alto los pecados pasados”. ¿Qué necesidad había de que Dios
manifestara su justicia de tal manera? ¿Que necesidad había
de hacer una exhibición pública? La idea es que algo que
define a Dios estaba en juego: Su justicia. Dado que Dios
anteriormente pasó por alto y perdonó a muchos que
creyeron, la historia parecía presentar a Dios como uno que
aceptó el pecado, y que sin juicio absolvió al impío. Por
ejemplo, ¿qué derecho tenía Dios de perdonar a Abraham si
Abraham era un impío (Gn 15:6-7; Neh 9:7; Ro 4:1-4)? ¿Con
qué derecho el Profeta Natán dijo al adúltero y asesino
David: “El Señor ha quitado tu pecado; no morirás” (2Sa
12:13; Sal 51:1-6; Ro 4:4-8)?
Por esa causa fue necesaria una propiciación pública. La
redención pública como propiciación por medio de la sangre
de Cristo fue prueba y firme demostración de que todo
castigo merecido a causa de los pecados fue tratado en base
a todas las demandas de la santidad de Dios. Toda la ira
producida por el pecado de Abraham, David y todo el que
murió juntamente con Cristo descansó sobre el Calvario y
Dios quedó satisfecho.
La propiciación redefine la justicia porque para el hombre
la justicia termina cuando es alcanzada la conformidad con la
ley y, en tal caso, lo justo sería que todos reciban inmediata y
eterna condenación. Pero la cruz muestra una justicia
superior, porque por medio de la cruz Dios revela que lo
“justo” es que Él sea libre para condenar (Ro 3:1-8) 14 o para
salvar gratuitamente (Ro 3:21-24) al pecador 15 . Sabemos
que esta es Su suprema meta porque fue logrado al mayor
costo posible: la vida de Su único Hijo, Jesús.
Los hechos de la propiciación muestran lo teocéntrica que
es la salvación de los pecadores. Sin Dios tener más juez que
el amor por Su propia gloria, derramó sobre la cruz toda la
merecida ira divina hasta una completa satisfacción. Como
resultado de eso, nosotros somos beneficiados; ya ninguna
ira hay para todo aquel que murió juntamente con Cristo. En
todo esto, Dios es justo cuando justifica al impío, y nosotros
somos bendecidos.
 
10
La redención:
 
el resultado
 
de la cruz, II
La redención es el rescate 1 o la liberación que alguien
otorga mediante el pago de un monto determinado. En la
cruz Cristo entregó Su vida para rescatarnos. Allí fuimos
redimidos porque Él pagó el costo; fuimos comprados por
gracia infinita. El pago lo hizo Jesús. Pagó con Su vida, con
Su preciosa sangre derramada, la cual vale más que diez mil
universos.
Señalado desde los tiempos antiguos
La teología de redención en el AT es extensa. Contiene una
combinación de historias, ceremonias, aspectos culturales,
símbolos y declaraciones explícitas, todas señalando a una
redención final como la única solución y fundamento de la
esperanza del creyente. Por ejemplo, hay tres palabras de
donde fluye mucha de esta riqueza:
» En Levítico 25:47-54 la palabra hebrea lag (gâʼal ) era
usada cuando algo o alguien (una casa, un familiar o un
predio) era redimido mediante el pago realizado de su
respectivo costo.
» En Éxodo 13:11-15 la palabra hebrea hdp (pâdâh )
significa redimir, pero ligada a un concepto de
sustitución. En el texto anterior, por ejemplo, se
rescataba un asno ofreciendo la vida de un cordero a
cambio; pero también los levitas sirvieron como
sustitutos para redimir a los israelitas (Nm 3:11-13), o
se daban cinco siclos 2 de plata por un israelita de un
mes de edad (Nm 18:16).
» Éxodo 18:1-12 usa la palabra hebrea lcn (nâtsal )
cuando Moisés le contó a su suegro Jetro de “lo que el
Señor había hecho con Faraón”, y ese acto de Dios
Moisés lo describió con estas palabras: “los había
librado (redimido) el Señor” (Éx 18:8).
Sabemos que el lenguaje de redención fue muy valorado
por Israel, pero ¿tenía eso algún significado o enseñanza
espiritual para ellos en cuanto a su salvación? Sí, pues la
redención en la narrativa, las ceremonias y los símbolos
apuntaban a la obra de salvación de Dios necesaria para
tener comunión con Él y, al final, estar con Él para siempre 3
. Así fue expresado por Dios mismo cuando les dijo: “Los
libraré [nâtsal ] […] redimiré [gâʼal …] y tomaré por pueblo,
y Yo seré el Dios de ustedes, y sabrán que Yo soy el Señor”
(Éx 6:6-7). También fue reconocido por el pueblo cuando
cantó alabanzas al ser rescatado del Mar rojo, porque dijo
de la obra de Dios: “En Tu misericordia has guiado al pueblo
que has redimido, los has guiado a Tu santa morada, al
monte 4 de Tu morada, [… a Tu] santuario. El Señor reinará”
(Éx 15:13, 17-18). Dios les dijo, y así ellos también
entendieron, que todo apuntaba a la meta divina: conocer y
morar eternamente con Dios.
Rescatados y comprados
La Escritura presenta al pecador como uno que es esclavo.
La cautividad es causada por el pecado y es necesario que
alguien pague por su liberación porque los enemigos del
pecador, la muerte y las huestes de maldad, toman ocasión
de esa esclavitud para destruirle (1Co 15:53-57). La
esclavitud no es material, sino que ilustra la cautividad
espiritual causada por el pecado y se manifiesta en la
realidad del pecador como pena, culpa y castigo. La única
esperanza del pecador es que alguien fuera de él lo redima,
porque el precio del pago es imposible para él, pero posible
para Aquel en quien tenemos “redención mediante Su
sangre, el perdón de pecados, según las riquezas de Su
gracia” (Ef 1:7). En la cruz fue realizado el pago completo y
fue comprada la libertad en Cristo 5 .
Los pasajes más relevantes del NT usan una de dos
palabras griegas. La primera es lu,tron (lytron ), que se
define como el precio

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