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Alexis de Tocqueville, Sobre la democracia en América 
Plan del seminario 
 
 
La mirada y el método de Tocqueville 
1) Un hecho providencial: la democracia y el sentido de la historia 
2) La necesidad de una ciencia política nueva, la de los instintos y pasiones democráticas. 
La definición de la democracia 
1) El poder de la mayoría 
2) La igualdad de condiciones 
3) La ambivalencia de las mecanismos de la democracia. 
Descubrimiento de la democracia en América 
1) El lugar de la libertad 
2) La amenaza que pesa sobre la libertad 
3) La omnipotencia de la mayoría 
4) Oponer la libertad a los instintos democráticos. 
Filosofía y cultura democráticas 
1) El individualismo 
2) El “semejante” en el sentido democrático 
a) La piedad 
b) Una filosofía del hombre 
c) Una debilidad igual 
d) Vivir de su trabajo 
e) Una mediocridad semejante 
Sobre la posibilidad de una tiranía democrática 
1) Deriva política 
2) Deriva intelectual 
3) La cuestión moral y religiosa 
Conclusión: ir de la igualdad a la libertad 
 
_________________________________________________________________________ 
Abreviaciones: T: Tocqueville. DA: Sobre la democracia en América. Citamos la edición francesa Granier 
Flammarion en dos volúmenes, 1981. Se indica el volumen con la letra T (para evitar confusiones), luego la parte, el 
capítulo y la página. Ejemplo: TI, PI, capítulo VIII, página 183. 
 
 
La mirada y el método de Tocqueville 
 
(Texto de referencia para este tema: la introducción a la obra) 
Para quien desea conocer la obra antes de leerla toda, se aconseja revisar la introducción y la cuarta parte del 
segundo volumen. 
 
Tocqueville es un joven aristócrata que pertenece por su formación y por su familia a la sociedad pre- 
revolucionaria. En su libro, Sobre la democracia en América, él designa con la palabra “sociedad aristocrática” una 
sociedad de castas, fundada sobre una desigualdad entendida como natural (él pertenece a este tipo de sociedad por 
su nacimiento y por su educación). Tocqueville opone a este tipo de sociedad las “sociedades democráticas”, cuyo 
principio descubre en América: ellas están fundadas en la igualdad de los individuos. 
 
1) Un hecho providencial: la democracia en el sentido de la historia 
La gran originalidad de Tocqueville consiste en la manera en la que observa el advenimiento de la democracia: 
su punto de vista considera el advenimiento de la democracia como un fenómeno general, providencial e 
irreversible del mundo civilizado. Dicho de otro modo, la revolución francesa no es simplemente un accidente que 
habría cambiado el curso ordinario de la historia, ella se inscribe en un sentido universal de la historia que va 
irremediablemente hacia la democratización de los regímenes políticos, la democratización de las costumbres, de la 
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economía, de la cultura. Una suerte de “terror religioso” embarga al observador cuando mira el advenimiento de la 
democracia como un hecho cósmico, como aquello que da sentido a la historia del mundo. 
“El libro que va a leer ha sido escrito bajo la impresión de una suerte de terror religioso producido en el alma 
del autor por la visión de esta revolución irresistible que camina desde hace muchos siglos a través de todos los 
obstáculos, y que vemos aun hoy avanzar en medio de las ruinas que ella ha dejado”(TI, Introducción, p.61) 
¿Pero por qué este hecho providencial da miedo? Porque no sabemos a donde vamos. En Europa la sociedad 
aristocrática formaba un orden político estable, y este orden ha sido destruido por la Revolución y la Ilustración). 
Sin embargo, ignoramos si el movimiento que lleva a la civilización estará en condición de recomponer un mundo, 
o si él depara grandes males. Nosotros hemos destruido una sociedad, pero no hemos construido otra. 
 “El prestigio del poder real se ha desvanecido, sin ser reemplazado por la majestad de las leyes” (Idem, p.65) 
En el plano cultural y moral, la época que atraviesa Francia es un periodo de crisis e incertidumbre. Tocqueville 
lo dirá muchas veces en el libro: la aristocracia está en vías de destrucción, pero ella no está completamente 
destruida (luego de la época de Tocqueville, en efecto, habrán aun largas luchas entre realistas y republicanos) 
 
2) La necesidad de una ciencia política nueva, aquella de los instintos y pasiones democráticas 
“Hace falta una nueva ciencia política para un mundo completamente nuevo” (Idem, p.62) Para comprender la 
esencia y el futuro de la democracia hace falta una ciencia política nueva. En verdad, Tocqueville elabora en su 
libro un cuestionamiento filosófico-político y sociológico-moral pues él no interroga la democracia como una 
simple forma de régimen, sino como una forma de cultura completa. La democracia es un conjunto de convicciones, 
de sentimientos, de pasiones, al mismo tiempo que un conjunto de instituciones. Tradicionalmente, uno describe los 
regímenes de la siguiente manera: autocracia (gobierno de uno solo), aristocracia (gobierno de varios), democracia 
(gobierno de todos). Sin embrago, recordamos el método introducido por Montesquieu: no basta con describir un 
modo de gobierno, hay que también buscar el “principio” que lo hace actuar. Para Montesquieu, el principio que 
hace actuar la aristocracia consiste en preferir el honor a la vida; aquello que hace actuar el despotismo consiste en 
buscar generar miedo: lo que hace actuar a la república consiste en preferir el interés público sobre el interés 
privado, lo que Montesquieu llama “la virtud”. 
Así, Tocqueville, por su parte, va ir más lejos en la búsqueda de los principios o, más exactamente, de las 
pasiones humanas que nos hacen actuar en democracia. Él definirá, incluso, la democracia por su inestabilidad, es 
decir, por el hecho de que ella es un principio de movimiento, una acción infatigable. El fin de Tocqueville es 
deducir de los móviles psicológicos y morales de la democracia cuál será su futuro mismo. Y, como veremos, en 
muchos puntos (en verdad, en casi todos) él profetiza con una exactitud sorprendente lo que nosotros mismos 
descubrimos recién hoy de la democracia. 
 
3) De los Estados Unidos de América a Europa 
¿Por qué tener un conocimiento de la democracia en América?. Dos razones: 
a) Europa no tiene la distancia necesaria: “Una gran revolución democrática se opera entre nosotros. Todos la ven, 
pero no todos la juzgan de la misma manera” (Introducción, p.57). Europa está dividida entre dos convicciones 
extremas: aquellos que consideran detener el proceso por ser accidental, y aquellos que desean intensificarlo 
como ineluctable. 
b) La democracia es, par excellence, una realización americana: ella ha nacido en América como el primer 
régimen adoptado por un país nuevo. En los EEUU, la democracia es una creación original, a diferencia de 
Francia, que tenía un pasado y una verdadero mundo antes que se produzca el hecho democrático. Francia ha 
debido destruir un mundo para poder instalar la democracia. Este comienzo (= destrucción del mundo) presenta 
grandes peligros para el futuro de la democracia: ¿cómo la democracia en Europa superará la dificultad de 
imponerse como un modo de vida capaz de encontrar en sí mismo sus propias regulaciones? 
Tocqueville va, pues, a utilizar a América como un terreno de observación que permita captar los mecanismos 
institucionales, psicológicos y morales del espíritu democrático. 
 
4) Interés filosófico del libro: provocar asombro 
En este sentido, el libro es una experiencia en sí misma. Es la experiencia que consiste en ver la democracia 
desde el exterior. Ver la democracia tal como ella sucede en América es mirar la democracia desde un punto de 
vista exterior a Europa. (Hagamos una acotación: ¿no hará falta hoy poder ver el nacimiento de la democracia 
desde el exterior? Pues los jóvenes de los países democráticos y ricos han perdido el asombro: la democracia les 
parece banal y ordinaria, incluso aburrida; ellos la perciben como una suerte de fin de la historia o como una forma3
de pensamiento único. Es una percepción de la democracia que perjudica a las costumbres democráticas y a la 
cultura democrática en sí). 
Tocqueville, por su parte, tiene el poder de asombrarnos: 
La democracia es vista desde una doble exterioridad: 
- del lado de Europa, la nobleza y la tradición monárquica son los puntos de vista normales y ordinarios sobre 
la vida política y la organización social de los puebles; así, la democracia exige, para ser entendida, que uno 
salga de lo ordinario para que sea perceptible el cambio radical que ella introduce. El hecho de ser un 
aristócrata (lo que es Tocqueville) es, pues, una exterioridad útil para la percepción de la novedad 
democrática. 
- Tocqueville va a estudiar la democracia tal como ella es en los EEUU y tal como no existe aun en Europa: la 
democracia, vista desde los EEUU, no es Europa, pero aquello que espera Europa. Los EEUU son, pues, un 
punto de vista exterior que provoca la curiosidad sobre la manera de plantear la cuestión de la democracia en 
Europa: ¿será de la misma naturaleza o diferente? 
De ahí el inmenso interés filosófico del asombro. Además, la fuente más fresca y refrescante del asombro 
provocado por la democracia es que la democracia es un gobierno del cual uno puede preguntarse por lo que la hace 
subsistir: ella parece tener, en efecto, la capacidad de destruirse a sí misma, por lo que se plantea una cuestión de 
asombrosa simplicidad : ¿cuál es la condición de posibilidad de la democracia?. Este asombro tiene igualmente una 
significación epistemológica (en el sentido politológico): ¿cómo puede ser un gobierno que dure?, ¿cuáles son sus 
mecanismos? ¿cómo hace para no perecer por sus propias debilidades, por sus propias contradicciones? 
Hay que comprender, en efecto, que la democracia corresponde a una mutación de la civilización: la democracia 
es el fin de la grandeza, de las políticas de grandeza, y el comienzo de la felicidad para el mayor número. En el 
pasado, todos los pueblos que dejaron una marca en el mundo fueron dirigidos por una aristocracia: “Casi todos los 
pueblos que actuaron con fuerza sobre el mundo, aquellos que han concebido, seguido y ejecutado grandes planes, 
desde los romanos hasta los ingleses, fueron dirigidos por una aristocracia, y ¿cómo sorprenderse?” (TI, PII 
capítulo V, último apartado, p. 324) 
Mejor aún, existe una gradación en el asombro producido por la naturaleza de la democracia: 
a) En un primer nivel uno encuentra el asombro que podía tener Platón frente a la democracia: ¿qué valor puede 
tener un gobierno en donde los mejores no son los que gobiernan, en donde la opinión tiene el derecho de 
convertirse en ama de las leyes, donde las pasiones vulgares tienen derecho de expresarse y derecho al respeto? 
El asombro, aquí, está suscitado por esta especie de revolución cultural e histórica que representa la democracia: 
se da la espalda a la grandeza, a la voluntad de jugar un rol en el mundo. 
“¿Pretende usted organizar un pueblo de manera que pueda actuar fuertemente sobre los otros? ¿Tendrá 
como destino el intentar grandes empresas, y, sea cual fuere el resultado de sus esfuerzos, dejar una huella 
inmensa en la historia? 
Si este es, siguiéndolo, el objetivo principal que deben proponerse los hombres en sociedad, no tome por 
gobierno a la democracia; él no lo conducirá seguramente al fin. 
Pero si le parece útil orientar la actividad intelectual y moral del hombre sobre las necesidades y la vida 
material, y emplearla para producir el bienestar; si la razón le parece más provechosa a los hombres que el 
genio; si vuestro objetivo no es crear acciones heroicas, sino hábitos tranquilos; si usted prefiere ver vicios 
mas que crímenes, (...) si, finalmente, el objetivo principal de un gobierno no es, según usted, dar la mayor 
fuerza o la mayor gloria posible al cuerpo entero de la nación, sino el procurar a cada uno de los individuos 
que lo componen el mayor bienestar y evitarles la mayor miseria, entonces, iguale las condiciones y constituya 
el gobierno de la democracia” (TI, PII, Capítulo VI, p.342) 
b) En un segundo nivel del asombro, uno descubre que ese gobierno supone peligros, lo que es bastante paradójico 
a primera vista pues los individuos buscan el bienestar, la prosperidad; ellos están lejos de la pasión guerrera y 
del deseo de gloria que caracteriza el poder de los reyes. ¿Qué poder temible puede tener la democracia? Se 
trata de la omnipotencia que adquiere la mayoría: 
 “El despotismo, el gobierno absoluto de uno solo, para llegar al alma golpeaba vulgarmente al cuerpo; y el 
alma, escapando a sus golpes, se elevaba gloriosa sobre él; pero en las repúblicas democráticas, ya no es así 
como procede la tiranía; ella deja el cuerpo y va directamente al alma. El amo ya no dice: pensarán como yo o 
morirán; él dice: ustedes son libres de no pensar en absoluto como yo; su vida, sus bienes, todo os dejo; pero a 
partir de ese día usted se convierte en un extranjero entre nosotros (...) Yo les dejo la vida, pero se las dejo 
peor que la muerte” (TI, PII, capítulo VII, p.354) 
 
 4
Tocqueville explica que el poder se materializa en la época de los reyes: ellos usan la fuerza y la muestran 
(alusión a cadenas y verdugos). Con la democracia, el poder se desmaterializa y deviene más “mental” y moral: ella 
excluye a aquellos que no se alinean a la opinión dominante. Ella les niega el reconocimiento y la estima. El 
individuo pierde el derecho de ser un semejante, un igual, él ya no forma parte de la mayoría. La tiranía toma otro 
sentido y otra forma: se convierte en la obligación de vivir y pensar como “todo el mundo”, como dice una 
expresión popular. Y “todo el mundo” es la mayoría. 
Se comprende, entonces, que la paradoja más asombrosa de la democracia reside en el poder que ella tiene de 
operar contra sí misma. 
 “Los medios de la democracia son, pues, más imperfectos que los de la aristocracia: frecuentemente ella 
trabaja, sin quererlo, contra sí misma; pero su fin es más útil” (TI, PII, capítulo VI, p.326) 
 
5) La lengua de Tocqueville 
Hay que señalar en que medida la lengua de Tocqueville es inseparable de su investigación. Ella crea su objeto al 
mismo tiempo que lo estudia. Es por ello que es imposible de prescindir del texto mismo: sería debilitar y afear la 
belleza y la exactitud de la visión producida por el lenguaje tocquevilliano. Es indispensable, pues, hacer 
constantemente referencia al texto para no substituirlo por una mala y triste paráfrasis. 
 
Resumen de estas consideraciones sobre el método: 
La democracia es el devenir ineluctable de Europa; pero es necesario aun hacer de este devenir una 
oportunidad y no un riesgo. Para ello, debemos conocer los peligros que forman parte de los mecanismos 
(psicológicos y morales) de la democracia a fin de evitarlos con las instituciones apropiadas. El ejemplo de los 
EEUU permite descubrirlos, sin que haya que hacer de EEUU un modelo a imitar. La democracia es vista desde el 
interior cuando ella es estudiada en los EEUU, lo que permite ver a Europa desde el exterior; la democracia es vista 
desde el exterior cuando se la mira desde el punto de vista del mundo aristocrático (en Europa). 
 
Definición de la democracia 
 
Presentación resumida antes del análisis 
1) la democracia es el poder de la mayoría o el interés de mayor número 
2) la democracia es la igualación de las condiciones 
 
1) El poder de la mayoría 
a) definiciones 
Lo que caracteriza a la democracia es el interés del mayor número, y no, como se dice de una manera rápida y 
global, el interés de todos: 
“La ventaja real del gobierno democrático no es garantizar los intereses de todos, como a veces se ha 
pretendido, sino el proteger al mayor número. En los Estados Unidos, donde el pobre gobierna, los ricos temen 
siempre que este abuse de su poder contra ellos” (TI, PII, capítulo VI, p. 337) 
Para subrayar: se puede relacionar esta idea con la de Kant, quien dice en el Proyecto de paz perpetua, queen la 
democracia “todos gobiernan, los que no son todos sin embargo” (Primer artículo definitivo, primer apartado) 
Tocqueville no ve en la democracia americana la preeminencia o la transcendencia de un bien común o de una 
voluntad general en el sentido de Rousseau. Él ve la dominación del mayor número, de las reivindicaciones; de las 
representaciones y los pensamientos de la mayor parte del pueblo: “el voto universal da realmente el gobierno de la 
sociedad a los pobres” (Idem, capítulo V, p.300) y la democracia “gasta enormes sumas para satisfacer las 
necesidades o facilitar los goces del pueblo” (idem, p.305). 
Así, la democracia significa el reino de la mayoría, del más grande número, siendo los más numerosos los 
pobres. 
b) No existe una medida común entre la democracia americana y la democracia ateniense por que la democracia 
ateniense es aristocrática. La democracia de la cual habla Tocqueville es un fenómeno exclusivamente moderno, 
ligado a una filosofía moderna, que reposa particularmente en el individualismo y la igualación de condiciones. 
“Las leyes de la democracia apuntan, en general, al más grande número, pues ellas emanan de la mayoría 
de los ciudadanos, la cual puede equivocarse, pero no podría tener un interés contrario a sí misma (...) 
Podemos decir, de manera general, que el objeto de la democracia, en su legislación, es mas útil a la 
humanidad que el objeto de la aristocracia en la suya. Pero ahí terminan sus ventajas” (Idem, capítulo VI, 
p.326) 
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2) La igualdad de condiciones 
Tocqueville hace de la igualdad de condiciones el fenómeno característico de la democracia moderna. Hay que 
comprender de diversas formas esta igualdad o igualación de condiciones: 
- En un sentido descriptivo y objetivo, la igualdad de condiciones es un hecho que señala la ruptura con la 
sociedad aristocrática en el caso de Europa, o simplemente la diferencia de ella en el caso de América. La sociedad 
aristocrática reposa sobre un orden jerárquico inmutable, donde el lugar de cada uno está definido por su rango, 
fijado por su nacimiento. La sociedad democrática, por su parte, está formada por individuos independientes e 
iguales. En este primer nivel, la igualdad de condiciones no hace sino describir un sistema de valores en oposición a 
otro. 
- En un sentido normativo y moral, la igualdad de condiciones es una dinámica de la democracia, ella es un 
motor de la vida social. Tocqueville la identifica a una pasión característica de la democracia: cada uno desea 
elevarse, realizar su bienestar, apropiarse de los medios de la riqueza, juzgar por sí mismo. 
- En un sentido histórico y cultural, la igualdad de condiciones está ligada al cristianismo. En la introducción a la 
obra, Tocqueville esboza un cuadro que muestra que, desde la edad media, el clérigo ha jugado en Europa un rol en 
la igualación de las condiciones (dando acceso a la cultura a los pobres así como a los ricos, Introducción, p.58). 
Explica, luego, que los reyes han sido “niveladores”. Cuando él mira su propia época (el siglo XX), Tocqueville 
tiene la consciencia de vivir en un tiempo “donde los destinos del mundo cristiano parecen en suspenso”. La 
importancia que da a la religión en el contexto democrático parece indicar que ha percibido la democracia como una 
etapa de la historia del cristianismo, aun si se trata de un momento de crisis que hace temer su destrucción. “La 
organización y el establecimiento de la democracia entre los cristianos es el gran problema político de nuestro 
tiempo” (TI, PII, capítulo IX, p.420) 
 
3) La ambivalencia de los mecanismos de la democracia 
Otra característica del fino análisis de Tocqueville se funda en el rechazo a adoptar una posición unilateral que 
sería, o bien favorable a la aristocracia condenando la democracia por sus debilidades, o bien favorable a la 
democracia condenando a la aristocracia por sus injusticias. La posición de Tocqueville es más sutil y consiste en 
aceptar el carácter ineluctable de la democracia, pero iluminándola en sus propias debilidades: él desea que la 
democracia sea capaz de reformarse a sí misma, con el fin de que no acabe en la tiranía bajo el efecto de sus propios 
defectos. 
a) La democracia debe saber luchar contra los instintos democráticos mismos: la voluntad de vivir libre debe 
luchar contra la tendencia a buscar la omnipotencia de la mayoría. 
Conviene hacer la distinción entre las dos inclinaciones hacia la igualdad: aquella que eleva y aquella que rebaja. 
Aquella que eleva apunta a la fuerza, la fecundidad, el desarrollo de los talentos: ella presupone que todos los 
hombres tienen una tendencia a elevarse. La que rebaja reduce la igualdad a una misma mediocridad: ella presupone 
que los hombres no aman la libertad, sino la sumisión (el ser gregario, diría Nietzsche). 
 “Hay en efecto una pasión masculina y legítima por la igualdad que excita a los hombres a desear ser fuertes y 
estimados. Esta pasión tiende a elevar a los pequeños al rango de los grandes. Pero se encuentra también en el 
corazón humano un gusto depravado por la igualdad, la que lleva a los débiles a desear atraer a los fuertes a su 
nivel, y que reduce a los hombres a preferir la igualdad en servidumbre que la desigualdad en libertad” (TI, PI, 
capítulo III, p.115) 
b) Hay que destacar que la descripción de Tocqueville no es idealizada. Los aspectos positivos de la democracia 
tienen un soporte humano real (de naturaleza psicológica, geográfica, histórica sociológica y moral) que no es 
necesariamente ideal. Para tomar un ejemplo: el individualismo, en tanto que egoísmo bien comprendido, es una 
característica constante de la igualdad de condiciones. Un otro ejemplo: la igualdad democrática está ligada al reino 
del hombre común, medio, o incluso mediocre. Tocqueville no examina solamente los principios generales de la 
democracia, sino también la manera como ellos actúan concretamente y se realizan en las costumbres. El método es 
diferente al de Rousseau, por ejemplo: Rousseau se sitúa al nivel de los principios; él está a la búsqueda de una 
fundación y transparencia racional de los principios de un gobierno justo cuando dice que hace falta encontrar una 
forma de gobierno que sea capaz de colocar la ley por encima de los hombres. Tocqueville procede de otro modo. 
Él examina, por su parte, qué institución hace la ley, qué institución aplica la ley y qué tipo de hombre obedece a 
estas leyes, con qué mentalidad y con qué expectativas. Es por ello que Tocqueville está considerado no solamente 
como un filósofo y politólogo, sino como un sociólogo. 
 
 6
Así, pues, los hombres concretos no están movidos simplemente por razonamientos puros, sino por intereses y 
prejuicios, y esos móviles son ambivalentes. Por ejemplo, el apetito del bienestar aparece, en el contexto 
democrático, como un motor que favorece la libertad: cada uno se pone a trabajar para construir una vida agradable, 
adquirir una propiedad, ser honrado, trasmitirle bienestar a sus hijos, etc.; el apetito de bienestar puede, entonces, 
alimentar el espíritu de empresa. Pero él puede, también, llevar al espíritu a preocupaciones exclusivamente 
materiales y sin envergadura, desarrollar el gusto de la mediocridad, de la preferencia de sí y provocar la 
indiferencia general con relación a los demás y al régimen político. El bienestar puede ser aquello que uno espera 
del Estado, lo que conduce a dar al Estado todos los poderes dado que él es quien proporciona el placer; dicho 
brevemente, el apetito del bienestar puede ser también una nueva fuente de tiranía aceptada en nombre del confort. 
 
Resumen 
La celebridad de Tocqueville está vinculada a esta visión profética: la democracia, que debe venir a 
proporcionar la libertad al mundo, puede ser la fuente de una tiranía inédita, de un poder absoluto cuya 
característica es someter no solamente a una clase, sino a la totalidad de los individuos que componen un 
pueblo. La democracia es un instrumento de liberación que puededevenir, por sí mismo, siguiendo su propia 
pendiente, un fabuloso instrumento de opresión. 
Estudiar Sobre la Democracia en América es comprender como Tocqueville ha llegado a esta percepción de las 
ambivalencias de la democracia, qué análisis ha llevado a cabo y qué remedios ha propuesto. 
 
Fin y plan del libro 
 
1) El fin del libro: 
El fin de la obra no carece de sutileza: se trata de defender la democracia de sí misma. Vivir en democracia no es 
una actividad natural y espontánea, hay que aprenderla. Una de las tareas del filósofo político es enseñar a vivir 
libre en democracia, a preservar la democracia de las desviaciones que la amenazan desde su interior, o, para 
emplear la formula de Tocqueville, a preservar la democracia de los instintos democráticos “Es por que yo no era 
en absoluto un adversario de la democracia que he deseado ser sincera con ella” (Tome II, Advertencia, p.6) 
 
2) El plan del libro: 
El primer volumen de Sobre la Democracia en América ha sido publicado en 1835, el segundo en 1840. El 
primer volumen comprende dos grandes partes. Tocqueville estudia ahí particularmente los aspectos institucionales 
de la democracia en América. Este estudio le permite deducir y formular los grandes mecanismos de la democracia 
en general. 
El segundo volumen es el que con mas frecuencia se estudia pues desarrolla los aspectos culturales, filosóficos y 
morales de la democracia. Este volumen tiene cuatro partes: 
- la influencia de la democracia en el movimiento intelectual en los Estados Unidos 
- la influencia de la democracia sobre los sentimientos americanos. 
- la influencia de la democracia sobre las costumbres propiamente dichas 
- la influencia que ejercen las ideas y los sentimientos democráticos en la sociedad política. 
Los europeos están más vinculados al segundo volumen porque, a pesar de los títulos, sienten que se trata en 
efecto de ellos, y que la preocupación de Tocqueville es saber cómo podrá ser la democracia en Europa con los 
peligros particulares que la amenazan y que son desconocidos para los americanos. Existe, efectivamente, una gran 
diferencia entre la manera como la democracia se ha establecido en América y la manera como ella deberá 
imponerse en Europa. En el caso de América, era necesario crear un mundo, un Estado, instituciones y un régimen: 
la democracia es un régimen “inicial”, si se puede decir. En Europa existía ya un mundo con un régimen, un pasado, 
una cultura e instituciones legitimadas por su antigüedad. 
La presentación que sigue se esforzará por llevar a cabo, en la medida de lo posible, una suerte de itinerario de 
descubrimiento del libro, bajo un ángulo que seleccionará los problemas más filosóficos. 
 
 
 
 
 
 
 
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El ejemplo americano. Descubrimiento de la Democracia en América 
 
Esta parte está consagrada al estudio de lo que América ha enseñado a Tocqueville sobre la naturaleza y los 
mecanismos de la democracia. 
 
a) El lugar de la libertad 
Los americanos son un pueblo que conocía la libertad cuando llegaron al Nuevo Mundo, que dependen de la 
libertad y que se esfuerza por preservar instituciones libres. ¿Por qué es útil está precisión? Porque no es el caso de 
Europa. Los europeos han conocido antes la monarquía en su forma autocrática (la monarquía absoluta). 
¿Qué hay que entender por la palabra libertad? 
Conviene que tengamos en mente dos sentidos de la palabra libertad: la libertad individual, sin duda; pero 
también la libertad política. La libertad individual consiste en pensar por sí mismo, en ser independiente de otros y 
en buscar construir la felicidad y prosperidad por cuenta propia. La libertad política consiste en la posibilidad de 
ejercitar públicamente su libertad y su juicio (a través del voto, del derecho a la asociación, etc.); ella consiste en 
disponer de un derecho de acción que el Estado no puede acaparar. La libertad política consiste en la libertad de 
todos en el seno de la vida pública. Es una libertad que se comparte con todos los demás ciudadanos. “No hay nada 
más duro que el aprendizaje de la libertad”, observa Tocqueville (TI, PII, capítulo VI, p.335). 
¿Cuál es la versión de la libertad que ha sido observada y analizada por Tocqueville? En su versión pragmática, 
directamente observable, la práctica americana de la libertad es un materialismo comercial. Tocqueville ve, además, 
en el comercio la expresión característica y significativa de la libertad democrática. Él distingue, en este sentido, 
entre el comercio y la industria. La industria puede hacer temer, en efecto, la recomposición de una nueva 
aristocracia, aquella de los propietarios frente a una “clase industrial” que es el proletariado (la palabra no es de 
Tocqueville, pero esa es la realidad que él describe cuando examina los efectos de la división del trabajo y del 
éxodo rural). Por oposición a la industria, el comercio obliga a los individuos a una suerte de heroísmo de la 
iniciativa personal siempre en alerta (“los americanos ponen una suerte de heroísmo en su manera de comerciar”, 
TI, PII, capítulo X, p. 527) 
“No conozco nada más opuesto a las costumbres revolucionarias que las costumbres comerciales. El comercio 
es naturalmente el enemigo de todas las pasiones violentas. Él ama los diversos temperamentos, se complace con 
los compromisos, abandona con cuidado la cólera. Es paciente, flexible, sutil” (TII, PIII, capítulo XXI, p.314) 
 
b) La amenaza que pesa sobre la libertad en los Estados de la unión americana consiste en la omnipotencia de la 
mayoría. Se trata de cada uno de los Estados considerados separadamente y no de la Unión Federal americana. 
 
“Lo que yo más reprocho del gobierno democrático, tal como se lo ha organizado en los Estados Unidos no es, 
como muchos pretenden en Europa, su debilidad, sino por el contrario su fuerza irresistible. Y lo que más me 
repugna en América, no es la extrema libertad que ahí reina, es la poca garantía que se encuentra contra la 
tiranía” (TI, PII, capítulo VII, p. 350. El capítulo VII está consagrado al estudio “de la omnipotencia de la mayoría 
en los Estados Unidos y sus efectos”) 
Esta omnipotencia reviste, principalmente, la forma de la dominación de la opinión pública sobre la acción 
individual. Ya hemos evocado una manifestación de esto: el rechazo de aquellos que no adoptan la manera de 
pensar de la mayoría. Podemos tomar otra ilustración: Tocqueville menciona el hecho de que si bien los hombres de 
color negro pueden haber sido emancipados y estar libres, los prejuicios de la mayoría les impiden de gozar de sus 
derechos, pues “si la mayoría está llena de los más grandes prejuicios contra los negros, los magistrados no 
sienten la fuerza para garantizar a aquellos los derechos que el legislador les ha conferido” (Idem, p.351, nota). 
 
c) América tiene la capacidad de oponer la libertad a los instintos democráticos 
¿Cómo comprender, entonces, que América sea el pueblo que revela e ilustra mejor la naturaleza verdadera de la 
democracia, posiblemente el único pueblo donde la democracia ha tenido éxito? La respuesta de Tocqueville es la 
siguiente: porque la democracia en América no comete mas que errores “rectificables”. 
α) Primera forma de rectificar los errores: América combate las desviaciones de la democracia a través de tres 
grandes medios: 
- el poder federal está limitado por el poder de los Estados 
- las libertades comunales son grandes 
- las asociaciones son apreciadas 
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Los americanos mismos perciben el riesgo de los abusos de la democracia. Tocqueville cita al presidente 
Madison: 
“Es de suma importancia en las Repúblicas (...) defender la sociedad contra la opresión de aquellos que la 
gobiernan” (TI, PII, capítulo VII, p.359) 
y cita también a Jefferson, quien protesta igualmente contra el peligro de la dominación de la mayoría sobre el 
conjunto del pueblo: 
Jefferson: “La tiranía de los legisladores es actualmente, y lo será aun por muchos años, el peligro más 
temible” (Idem, p.360) El comentariode Tocqueville es: él ve en Jefferson “el más poderoso apóstol que jamás 
haya conocido la democracia”. 
β) Segunda manera de rectificar los errores: la religión moraliza las costumbres. 
Otra forma de combatir los vicios de la democracia depende del rol de la religión en América; explica 
Tocqueville. 
“En los Estados Unidos, la religión es la que lleva a la ilustración; es la observancia de las leyes divinas la que 
conduce al hombre a la libertad” (TI, PI, capítulo II, p.101). 
 
La religión y la libertad civil son dos dominios que tienen cada uno su autonomía. Pero el hecho remarcable es 
que la coexistencia entre la libertad civil y la libertad religiosa es tolerada y promovida por cada una de estas 
libertades. La separación entre los dos dominios crea, en conjunto, una dinámica favorable a la práctica de diversas 
libertades: aquella que no está subordinada a una religión; aquella que es libremente aceptada como signo de buena 
moralidad (TI, PI, capítulo II, p. 104). Para los americanos, la libertad y el cristianismo se confunden (TI, PII, 
capítulo VII, p. 399). 
 
Filosofía y cultura democrática 
 
Podríamos resumir así la filosofía de base democrática: todos los hombres son individuos y todos son 
semejantes. 
1) El individualismo. Examinemos ahora en que consiste la aplicación del individualismo a la “mentalidad” 
americana, que no es otra que la doctrina del interés bien entendida. 
El individualismo es característico no solo de la democracia, sino del espíritu de la modernidad. La diferencia 
con las sociedades aristocráticas consiste en la ruptura de un lazo de obediencia fijado por la naturaleza (padre/hijo; 
rey/sujetos; señor/vasallo). Sin embargo, la diferencia consiste también en la ruptura con los lazos que organizan la 
sociedad y que estaban fundados sobre la fidelidad y la devoción (existe una suerte de nobleza de obediencia que 
Tocqueville llama “honestidad servil” (TII, PIII, capítulo V, p.222). Las sociedades tradicionales cultivan los lazos 
que organizan las relaciones entre los individuos; la sociedad democrática tiene que tratar con individuos aislados y 
separados. 
Es por ello que Tocqueville matiza la definición de individualismo que da al inicio del capítulo II de la segunda 
parte (TII, p.125). Él comienza por precisar que no hay que confundir el individualismo con el egoísmo, que es “un 
amor apasionado y exagerado de sí mismo que lleva al hombre a relacionar todo consigo y a preferirse frente a 
todo”. El individualismo es una disposición moderna que lleva al individuo a aislarse, a preferir la vida privada, el 
círculo de sus allegados, en vez de la vida pública (aquello que Benjamin llama, precisamente, “la libertad de los 
modernos”). Este es un fenómeno irreversible de la civilización, asociado a la desaparición de jerarquías y a la 
igualación de condiciones. Es, continua Tocqueville, “un sentimiento reflexivo y calmo que dispone a cada 
ciudadano a aislarse de la masa de sus semejantes y a retirarse a un lado con su familia y sus amigos”. 
Sin embargo, si el individualismo no es un defecto para el individuo, constituye un peligro para la sociedad. La 
falta de participación en la vida política, el aislamiento de los individuos, lo que los sociólogos contemporáneos 
llaman la “atomización”, termina por convertir al individualismo en destructor de la vida social y moralmente tan 
condenable como el egoísmo: “el individualismo al inicio no desgasta mas que la fuente de las virtudes públicas, 
pero a la larga ataca todas las otras y va finalmente a absorberse en el egoísmo”. 
Así, pues, el capítulo VIII de la segunda parte explica que los americanos combaten el individualismo “por la 
doctrina del interés bien entendido”. Dicho de otro modo, el utilitarismo corrige al individualismo. El interés bien 
entendido es un “amor de sí esclarecido”, no ciego y apasionado, sino atento a ver cómo el interés de cada uno 
puede beneficiarse del interés bien entendido de los otros. Así, el interés bien entendido es una manera de vincular a 
los individuos unos con otros y una manera de limitar el egoísmo de cada uno, pues él debe tomar en cuenta la 
reciprocidad de las expectativas de los otros. El éxito del interés bien entendido, comenta Tocqueville, se debe a que 
es fácil de comprender, sin grandeza y adaptado a nuestras debilidades... Lo que llama la atención del lector en esta 
 9
presentación es el hecho que Tocqueville no considera el interés bien entendido como aquello que va a desarrollar e 
intensificar el egoísmo, sino, por el contrario, como aquello que lo limita. La doctrina del interés bien entendido 
“vuelve el interés personal contra sí mismo y se sirve, para dirigir las pasiones, del aguijón que las excita” (TII, 
PII, capítulo VIII, p. 155). 
 
3) El “semejante” en el sentido democrático 
Existe un sentido aristocrático del semejante: es el hombre de la misma casta; un reconocimiento particular, por 
consecuencia. Él se asocia a una incomprensión del sufrimiento del pueblo: “Madame de Sévigné no concebía 
claramente lo que era sufrir permanentemente cuando no se es gentilhombre” (TII, PIII, capítulo I, p.208) 
a) La piedad: la democracia extiende la simpatía más allá de los límites del mismo sentimiento en las sociedades 
aristocráticas. La obra de la piedad consiste en el hecho que un hombre se coloca en el lugar de aquel que sufre. 
“No hay miseria que no conciba sin pena y en la cual un instinto secreto no le revele su magnitud. Será lo mismo si 
se trata de extranjeros o enemigos: la imaginación lo coloca inmediatamente su lugar. Ella mezcla algo personal 
en su piedad que le hace sufrir a él mismo cuando se desgarra el cuerpo de su semejante” (Idem). La igualdad de 
condiciones amplia, pues, en cierta forma, la manera de sentir y de experimentar el dolor y la disposición de 
simpatía frente a otro. 
b) Una filosofía del hombre 
Podemos asociar este reconocimiento del semejante como hombre a la importancia adquirida por la filosofía del 
hombre (del género humano) en la democracia. Estamos frente a una filosofía centrada en el hombre y ya no sobre 
la creación divina. En democracia, el hombre es el único centro de interés de los hombres. Cuando las clases se 
vinculan, la imagen de una “perfección ideal y siempre fugitiva se presenta al espíritu humano” (TII, PI, capítulo 
VIII, p.44). El género humano es percibido como una única totalidad en marcha, lo que abre las sociedades 
democráticas hacia el futuro (TII, PI, capítulo XVII, pp. 95 y 97). Con frecuencia los representantes del pueblo se 
dirigen a la humanidad entera cuando hablan a la nación (TII, PI, capítulo XXI, p.115). Dar o disponer de un sentido 
del futuro es indispensable en democracia, es por ello que la perspectiva del progreso está dotada de una 
significación moral y social: los gobiernos deben enseñar que “los grandes triunfos se encuentran al final de 
grandes deseos y que uno no consigue algo durable sino se lo adquiere con sufrimiento” (PII, PII, capítulo XVII, 
p.189) 
c) Una igual debilidad. Pero no habría que tener una visión demasiado idealizada de la disposición a la piedad y al 
sentimiento de unidad del género humano. Tocqueville examina a partir de ello mecanismos más ordinarios y 
concretos. En primer lugar, se puede observar que la piedad democrática no se extiende a los desdichados esclavos 
americanos. Por otro lado, la piedad no contradice de ningún modo el individualismo democrático por que ella es la 
expresión de la igual debilidad de los individuos. Esto significa que lo individuos tienen una necesidad de 
protección tan grande como su independencia y aislamiento. Veremos las consecuencias políticas de ello, esenciales 
a los ojos de Tocqueville, en la parte del seminario consagrada a la posibilidad de una tiranía democrática. 
d) Vivir de su trabajo 
El trabajo asalariado es el parte común de los hombres que viven en sociedad. Es una diferencia esencial con la 
aristocracia. Esta diferencia suscita dos orientaciones para la reflexión:- La producción industrial reserva una suerte muy desigual a los empresarios y obreros. 
El trabajo forma parte de la dinámica de la igualdad de condiciones y marca, en ese sentido, la salida de la 
aristocracia: es un factor de liberación y de independencia. Pero Tocqueville percibe, al mismo tiempo, la 
desnaturalización que ello sufre en la industria; él ya entrevé lo que es la producción de masas y la degradación que 
hace padecer al individuo. La especialización extrema de la actividad del obrero (lo que se llamará más tarde el 
“taylorismo”) tiene por efecto la degradación de su humanidad: “deviene cada día más hábil pero menos capaz, y se 
podría decir que en él el hombre se degrada a medida que se perfecciona el obrero”. TII, PII, capítulo XX, p.199. 
Por otro lado, la división entre aquellos que poseen y aquellos que trabajan tiene como riesgo el producir una nueva 
aristocracia, en el sentido de la emergencia de nuevos amos en el corazón mismo de la sociedad democrática: “en la 
medida que el principio de división del trabajo recibe una aplicación más completa, el obrero se hace más débil, 
más limitado y dependiente. El oficio logra progresos, el artesano, sin embargo, retrocede. Por otro lado, a medida 
que se da cuenta manifiestamente que los productos de una industria son tanto más perfectos y menos caros cuando 
la manufactura es más amplia y el capital más grande, hombres muy ricos e iluminados se presentan para explotar 
las industrias que hasta ese entonces habían estado en manos de artesanos ignorantes o torpes. La grandeza de los 
esfuerzos necesarios y la inmensidad de los resultados por obtenerlos los atraen. 
Así, pues, al mismo tiempo que la ciencia industrial rebaja sin cesar a la clase de los obreros, eleva a la de los 
amos” (Idem, p.200). 
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- Y, sin embargo, el trabajo estimula la convicción de la igualdad de condiciones en la democracia. 
En efecto, el mundo del trabajo es desigual, pero la lógica de la igualdad de condiciones triunfa en todos los 
espíritus. ¿Cómo explicar que cada uno se sienta igual mientras que existen desigualdades reales? La razón dada por 
Tocqueville es la siguiente: las desigualdades no son atribuidas (como es el caso de las sociedades aristocráticas) al 
nacimiento o a la naturaleza; ellas no son fijas y determinadas para siempre, ellas no está llamadas a reproducirse 
por una suerte de necesidad cósmica o por un decreto divino. Utilicemos libremente un ejemplo (que no es de 
Tocqueville): si soy panadero o instructor, yo sé que no lo soy por una suerte de necesidad metafísica, sino 
únicamente en función de las oportunidades y desventuras de mi existencia y en función de las convenciones que 
norman la sociedad. Es por ello que la jerarquía social puede ser atribuida a un contrato (el amo sabe que su poder 
depende de un simple contrato) y que la desigualdad es considerada como convencional y no como natural. Yo sé 
que, por derecho, podría ejercer la actividad de un superior; sé que, por derecho, otras plazas son para mí 
posibilidades y no imposibilidades o prohibiciones. Adicionalmente, la opinión pública interviene para hacer 
dominante el espíritu igualitario: la opinión pública crea entre los ricos y los pobres “una suerte de igualdad 
imaginaria, a pesar de la desigualdad real en sus condiciones” (PII, PIII, capítulo V, p.226). 
d) Una mediocridad semejante 
Somos democráticamente semejantes por que nos parecemos en nuestras inclinaciones. Así, aquellas pueden 
caracterizarse por ciertos defectos semejantes y una cierta mediocridad. Tocqueville observa que en materia 
cultural, el desinterés no es la característica de los hombres democráticos: ellos tienen necesidad de conocimientos 
útiles, rápidamente adquiridos y fácilmente rentables. Muchas de estas características hacen pensar en ciertas 
decepciones de los profesores de hoy: una cultura útil, eficaz y fácil. 
“Ellos aman los libros que uno obtiene sin esfuerzo, que se leen rápido, que no exigen ninguna investigación 
erudita para ser comprendidos” (TII, PI, capítulo XIII, p.73). “La democracia (...) introduce el espíritu industrial 
en el seno de la literatura” (Idem, capítulo XIV, p.77). En las sociedades democráticas el gusto por la práctica se 
impone al gusto por lo teórico y uno ve desarrollarse un gusto perezoso por las ideas generales, a menos que se trate 
de un interés por los discursos vacíos: “Los hombres que habitan los países democráticos tienen con frecuencia 
pensamientos vacilantes; les hace falta expresiones largas para abarcarlas. Como nunca saben si la idea que 
expresan hoy convendrá en la situación de mañana, cultivan naturalmente el gusto por los términos abstractos. 
Una palabra abstracta es como una caja de doble fondo: uno coloca ahí las ideas que quiere y las saca sin que 
nadie lo vea” (TII, PI, capítulo XVI, p.89) 
Una remarca puede suscitar interés y gracia a los estudiantes. Existe, explica Tocqueville, dos maneras de amar 
el estudio y la investigación. La primera es “un gusto egoísta, mercantil e industrial”; la segunda es “un amor 
ardiente, orgulloso y desinteresado por la verdad” Y la cuestión es saber si esta pasión rara y fecunda será el futuro 
de las sociedades democráticas. Tocqueville dice claramente que él no lo cree así (TII, PI, capítulo X, p.56). Una 
cierta mediocridad caracterizará, pues, la sociedad democrática, a diferencia del ideal cultural aristocrático que 
deseaba colocar al hombre por encima del hombre. Tocqueville dice, por ejemplo, a propósito del arte de Rafael: 
“él deseaba hacer del hombre algo que fuese superior al hombre” (Idem, capítulo XI, p.65). Es difícil no pensar en 
la filosofía de Nietzsche. 
 
Sobre la posibilidad de una tiranía democrática 
 
La posible (y tal vez previsible) degradación de la democracia en tiranía es uno de los análisis más célebres y 
cautivadores de Tocqueville. Este ocupa la última parte del volumen II, pero está preparado por el conjunto de 
desarrollos que lo preceden. Su fuerza no puede ser entendida si no percibimos el lazo entre la igualdad de 
condiciones y el apetito de un poder único y omnipotente. En apariencia, en efecto, estamos ante un fenómeno 
contradictorio: ¿cómo los hombres libres, que reclaman ser independientes de sus semejantes y pensar pos sí 
mismos, pueden decidir abdicar al gusto por la libertad en favor de una servidumbre igual para todos? El texto de 
referencia para este análisis se sitúa al final de la obra: es el capítulo VI de la cuarta parte del segundo volumen. Su 
lectura es indispensable antes de todo comentario: 
“Quiero imaginar bajo qué nuevos rasgos podría producirse el despotismo en el mundo: veo una masa 
innumerable de hombres semejantes e iguales que giran sin cesar sobre sí mismos para procurarse pequeños y 
vulgares placeres con los cuales llenan su alma. Cada uno de ellos, apartado a un lado, es como un extranjero en 
el destino de todos los otros: sus hijos y sus amigos particulares forman para él toda la especie humana; cuando 
permanece con sus conciudadanos, está al costado de ellos pero no los ve; los toca pero no los siente en absoluto; 
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él no existe mas que en sí mismo y por sí solo, y, si le queda aun una familia, podemos decir, como menos, que ya 
no tiene patria. 
Sobre ellos se eleva un poder inmenso y tutelar que se encarga solo de asegurar su goce y de velar por su 
suerte. Este poder es absoluto, detallado, regular, previsor y suave. Se parecería al poder paterno si, como aquel, 
tuviese como objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, por el contrario, él no busca mas que fijarlos 
irrevocablemente en la infancia; le gusta que los ciudadanos se regocijen ya que ellos no piensan mas que en 
regocijarse. Él trabaja voluntariamente para su felicidad; pero desea ser el único agente y árbitro; él vela por su 
seguridad, prevé y asegura sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus propios asuntos, dirige sus 
industrias, norma sus sucesiones, reparte sus herencias; ¿puede no quitarlecompletamente acaso la molestia de 
pensar y la pena de vivir?” (p. 385). 
Haremos un triple comentario: 
- existe una lógica política de esta desviación del individualismo en el despotismo: el hecho que la igualdad 
signifique aislamiento. 
- pero esta deriva tiene también fermentos filosóficos: la pendiente hacia el materialismo. 
- y este tiene razones morales: la deriva del individualismo en egoísmo. 
1) Deriva política 
Para comprender bien la lógica política de esta desviación hacia la tiranía hace falta remarcar claramente que la 
igualdad no acerca a los hombres sino que los aísla. El análisis de Tocqueville se entiende muy bien si 
recordamos las descripciones del estado de naturaleza que uno encuentra en Locke, Hobbes o Rousseau: para 
concebir la idea que la libertad de todo individuo es natural, los filósofos de la ilustración han sacado a los 
individuos de sus sociedades reales y de los lazos históricos que las componen, para colocarlos mentalmente en un 
estado de naturaleza. Es como observador de la sociedad que Tocqueville percibe que la ausencia de lazos con los 
otros constituye la primera afirmación de la libertad individual. 
“La democracia lleva a los hombres a no acercarse a sus semejantes” II, p.130. 
Tocqueville descubre que la independencia reivindicada por cada uno en la sociedad como principio 
fundamental de su libertad es perfectamente sinónima del aislamiento: pensar pos sí mismo, no depender de ninguna 
otra opinión que no sea la suya, no admitir ninguna tesis superior a la propia, significa el rechazo a tener lazos. 
En consecuencia, en el plano político, el aislamiento individual significa la extrema debilidad del individuo 
frente al poder. Ni la familia, ni las corporaciones del antiguo régimen, ni los lazos comunales son intermediarios 
entre el individuo y el poder. El poder mismo ya no se relaciona con entidades organizadas (como las castas o 
poderosas asociaciones), sino solamente con individuos separados. Nos encontramos, de una manera extraña (la del 
individualismo democrático), con la situación descrita alguna vez por La Boétie en su obra Sobre la servidumbre 
voluntaria. Para La Boétie el poder toma su sustancia de la aceptación del servilismo por los individuos. En el caso 
de la democracia, Tocqueville muestra que el individuo se representa la sociedad como un inmenso poder al cual 
exige protección frente a todos los peligros. 
Un esquema nos permite relacionar los diferentes criterios del análisis tocquevilliano sobre el plano político: 
El concepto de semejanza está ligado a la igualdad democrática sobre el plano doctrinal. 
La igualdad se realiza socialmente con el aislamiento, el cual traduce el concepto democrático del 
individualismo. 
El individualismo crea políticamente un fenómeno de masa que requiere la omnipotencia del poder. 
SEMEJANZA IGUALDAD INDIVIDUALISMO AISLAMIENTO 
OMNIPOTENCIA DEL PODER 
 
2) Deriva intelectual 
Somos nosotros los que damos ese título pensando en la importancia que Tocqueville da a la necesidad de 
espiritualidad en un mundo democrático. No es exagerado suponer que esta posible deriva concierne 
específicamente la democracia en Europa, tal como uno podía imaginar su realización en la época de Tocqueville. 
Los americanos, hemos visto, tienen la virtud de combatir los instintos democráticos preservando la libertad 
política. Pero en Europa puede que la libertad individual termine por expresarse únicamente como la negación de la 
libertad política. 
Recordemos que la libertad política es la preservación de instituciones libres, mas allá de la preservación de la 
libertad individual. La libertad política es un bien que uno comparte con los otros, mientras que la libertad 
individual es aquella que uno guarda para sí y, a veces, contra los otros. La libertad política exige que uno sepa 
obedecer reglas comunes y preservar algo más que a sí mismo y su estricto interés individual. Esta es una de las 
paradojas descubiertas por Tocqueville y que uno siente como verdadera desde que la piensa: la libertad individual 
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no puede ser preservada mas que en un mundo donde los individuos pueden plantearse metas superiores a sus goces 
inmediatos. 
¿Por qué esta deriva intelectual concerniría a la Europa del siglo XIX? Damos aquí una hipótesis: es verosímil 
que Tocqueville asocie la democracia y el cristianismo. El ve en la democracia una ampliación del tema cristiano de 
la igualdad de los hombres, lo que lo hace optar, contra su propia clase social, en favor de un destino providencial 
de la democracia. Así, pues, él ha observado que en los Estados Unidos la religión acompaña la revolución política 
sin mezclarse con la política. Cree en la idea que la religión contribuye a la preservación de la libertad. ¿Es una 
afirmación extraña? No si uno comprende que el individuo amplía su libertad más allá del horizonte limitado de sus 
pequeños asuntos. La religión le da razones para preservar la libertad, razones que no son políticas sino espirituales. 
Dicho de otro modo, hay razones por las que ser libre que no conciernen al Estado. 
¿Qué sucede en Europa? 
A los ojos de Tocqueville, existe en Europa un nacimiento cartesiano de la democracia. (TII, PI, capítulo I, pp 11 
y 12). Este enseña a pensar por sí mismo, y es una fuerte fuente filosófica del espíritu europeo de la democracia. Él 
plantea, sin embargo, la cuestión de la incredulidad y de la pérdida de moralidad asociada: “Parece que desde el 
momento en que pierden la esperanza en la eternidad, ellos están dispuestos a actuar como si no existiese mas que 
un solo día” (TII, PII, capítulo XVII, p. 188) 
¿Qué debemos temer del desarrollo generalizado de la incredulidad? El materialismo, responde Tocqueville. Así, 
cuando el materialismo es simplificado, tiende a convertirse en un culto del gozo estrictamente privado. El riesgo 
específicamente intelectual que teme Tocqueville es, pues, la indiferencia de los individuos a la vida pública, la 
indiferencia a la libertad de las instituciones. La indiferencia, en efecto, conduce a los individuos a sacrificar la 
libertad pública (la libertad para todos) a la felicidad privada de cada uno. Es entonces que la igualdad decide 
realizarse en la servidumbre. Hay un evidente mérito de Tocqueville en hacer escuchar y comprender esta deriva de 
la democracia a través de orejas democráticas, y no contra ellas o a pesar de ellas. Condenar la democracia por el 
riesgo de que ella pueda devenir un poder absoluto sería una actitud reaccionaria. Subrayar ese riesgo con el fin que 
la democracia misma combata el peligro de la indiferencia a los asuntos públicos constituye una actitud 
democrática. 
Cuando la INDEPENDENCIA se realiza en el plano político a través del AISLAMIENTO y sobre el plano 
moral por el EGOÍSMO, se produce entonces la desviación intelectual (doctrinal) de la democracia en despotismo. 
 
3) La cuestión moral y religiosa 
Comprendemos mejor la importancia dada a la cuestión religiosa: en el nivel moral, es importante evitar la 
desviación del individualismo en egoísmo. Es claro que Tocqueville prefiere el individualismo bien entendido (yo 
me preservo preservando a los otros; yo satisfago mis intereses para lograr el mayor bien del conjunto) a una total 
desmoralización de la búsqueda del bienestar. Si los individuos no tienen meta que sobrepase el simple horizonte de 
acumulación de riquezas, ellos corren el riesgo de perder el gusto por la libertad. La preservación de la democracia 
exige que se evite la deriva moral de los espíritus en la sola búsqueda de los intereses materiales. Hace falta una 
dinámica que lleve a los individuos a mantener la exigencia de una superación de sí mismos. 
Tocqueville encuentra en el ejemplo americano tres maneras de luchar contra el individualismo extremo: el 
interés bien entendido, la religión y las asociaciones. Las asociaciones son formas de unirse por causas diversas: 
“organizar fiestas, fundar seminarios, construiralbergues, edificar iglesias, repartir libros, enviar misiones a las 
antípodas”, crear escuelas, hospitales o prisiones. (TII, PII, capítulo V, p.137). Lo que importa no es el fin de esas 
asociaciones, sino su función en las costumbres políticas democráticas: ellas permiten recrear una forma de libertad 
política capaz de combatir el aislamiento de los individuos. La democracia necesita que la libertad sea defendida 
contra el igualitarismo. Les asociaciones permiten a los individuos unirse, lo que constituye una muralla contra la 
tiranía: “Es claro que si cada ciudadano, a medida que deviene más débil, y por consecuencia, más incapaz de 
preservar aisladamente su libertad, no aprendiera el arte de unirse con sus semejantes para defenderla, la tiranía 
crecería necesariamente con la igualdad” (Idem, p. 137). En lugar de que el individuo se repliegue sobre sí y se 
encierre en un círculo restringido de familiares, la asociación le enseña la libertad según las leyes, la obediencia a un 
interés común. 
Combatir democráticamente las debilidades y los peligros de la democracia es, pues, el fin último del libro. Es 
necesario, para ello, que el espíritu de libertad sea salvado por la libertad política: la participación en los asuntos 
públicos y el gusto de la acción en común (concepción de poder que retomará H. Arendt). Tocqueville da un 
panorama de la libertad política más complejo que el de Benjamin Constant porque él ha comprendido que la 
libertad individual, cuando se opone a la libertad política (pública), conduce del igualitarismo al despotismo. Es 
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necesario, entonces, paradójicamente, que la práctica colectiva de acciones comunes vuelva a dar el gusto por la 
libertad 
 
 
Conclusión: ir de la igualdad a la libertad 
 
Realizar la libertad para todos es el fin más raro que pueda ambicionar un régimen político; Tocqueville nos 
enseña que es, además, el más difícil de realizar y mantener. La igualdad de condiciones es un fenómeno histórico 
que será continuo y está destinado a expandirse por el mundo. El debe acompañarse de una voluntad política que 
tenga a la libertad como meta, que haga de modo tal que la igualación de condiciones conduzca a la libertad de 
todos y no al sometimiento de todos. La democracia no debe ser un régimen de servidumbre voluntaria. Para evita 
sucumbir a esta tentación, que emana de la democracia misma, es necesario que la “pasión de la libertad” combata 
“la pasión de la igualdad”. La democracia no es solamente un régimen, es una manera de vivir y de organizar el 
destino de la sociedad. Ella es, tal vez, el destino de todas las sociedades del mundo. Pero ella debe preservarse de sí 
misma cultivando el gusto por la libertad. Hay que llevar a cabo la apuesta más difícil: que la libertad personal se 
realice como un valor público para la colectividad; ella debe ser la fuente de iniciativa, de movimiento, de vitalidad, 
de inventiva y de esfuerzo. Las sociedades modernas deben encontrar su reposo en el movimiento.

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