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Retornando a casa: la reintegración 
comunitaria de niños, niñas y 
adolescentes en Uganda y Colombia 
 
 
 
 
 
 
 
 
Rafael Camilo Quishpe Contreras 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Universidad Nacional de Colombia 
 
Facultad de Ciencias Humanas 
 
Bogotá, Colombia 
 
2015 
Retornando a casa: la reintegración 
comunitaria de niños, niñas y 
adolescentes en África y Colombia 
 
 
 
 
Rafael Camilo Quishpe Contreras 
 
 
 
Tesis o trabajo de investigación presentada(o) como requisito parcial para optar al 
título de: 
 
 
Especialista en construcción de paz y Acción sin Daño 
 
 
 
 
Director (a): 
 
Phd. Olga del Pilar Vázquez Cruz 
 
 
 
 
Línea de Investigación: 
 
Investigación 
 
 
 
 
 
 
Universidad Nacional de Colombia 
 
Facultad de Ciencias Humanas 
 
Bogotá, Colombia
1 
 
Resumen 
 
Desde hace algunos años el enfoque de reintegración comunitaria se ha 
empezado a utilizar tanto por instituciones gubernamentales como por ONGs y 
sociedad civil, para brindarles herramientas a las comunidades que garanticen un 
tránsito eficaz de los excombatientes a la civilidad, y que a su vez fomenten el 
desarrollo local, fortaleciendo las capacidades locales para la paz de todos los 
actores presentes en el territorio. El presente texto observa dos iniciativas 
relevantes de reintegración comunitaria de niños, niñas y adolescentes: el caso 
del Norte de Uganda (desvinculados del LRA) y la experiencia de la comunidad 
indígena Nasa (desvinculados de las FARC), en el sur de Colombia. El contraste 
analítico de las dos experiencias permite derivar importantes lecciones y 
recomendaciones para el caso colombiano ad portas de un posible posacuerdo, 
en relación con el acceso a oportunidades educativas y productivas, la 
reconciliación y restauración de relaciones sociales, la identidad cultural, el 
empoderamiento de las comunidades y la seguridad local. 
 
 
Palabras clave: reintegración comunitaria, construcción de paz local, 
reconciliación, niños soldado, comunidad Acholí, comunidad Nasa. 
 
 
Abstract 
A few years ago the community-based reintegration approach has started to be 
used by Government Institutions, NGOs and civil society, providing tools for 
communities to ensure an effective transition from ex-combatants to the civility 
and in turn, encourage the local development, strengthening local abilities for 
peace of all actors. This paper looks at two relevant initiatives of children 
community-based reintegration: the case of Northern Uganda (former child 
soldiers LRA) and the indigenous Nasa community experience (former child 
soldiers FARC-EP) in Southern Colombia. The analytical contrast of the two 
experiences allows for inferring remarkable lessons and recommendations for the 
Colombian case, only a step away from a possible post-peace accord related to 
the educational and productive opportunities access; social relations reconciliation 
and restoring; the cultural identity, the communities empowerment, and the local 
security. 
 
 
Keywords: Community- based reintegration, local peacebuilding, reconciliation, 
child soldiers, Acholí community, Nasa community
2 
Contenido 
 
Introducción ................................................................................................................... 3 
Capitulo 1. Definiciones iniciales: Los conceptos de DDR, la reintegración 
comunitaria y la construcción de paz local .................................................................. 5 
1.1 Los conceptos de DDR ........................................................................................... 5 
1.2 El enfoque de Reintegración Comunitaria y las dimensiones locales de la 
construcción de paz. ..................................................................................................... 8 
1.2.1 Reintegración centrada en excombatientes vs Reintegración Comunitaria. ...... 8 
1.2.2 Conectando la reintegración comunitaria con la construcción de paz local ....... 9 
1.2.3 Elementos específicos de la reintegración comunitaria en la desvinculación de 
menores. ................................................................................................................. 12 
2. Reintegración comunitaria en África: la vuelta a la civilidad de los menores 
reclutados por el LRA en Uganda ............................................................................... 13 
2.1 Caracterización del conflicto armado en Uganda. ................................................. 14 
2.1.1 La guerra librada en el norte de Uganda: LRA y sus prácticas de guerra ....... 14 
2.2 Los programas de reintegración en el Norte de Uganda ....................................... 16 
2.2.1 Dimensión Económica .................................................................................... 17 
2.2.2 Dimensión social ............................................................................................ 20 
2.2.3 Dimensión cultural .......................................................................................... 22 
2.2.4 Dimensión Política .......................................................................................... 24 
2.2.5 Dimensión de seguridad ................................................................................. 24 
3. Reintegración comunitaria en Colombia: el caso de la comunidad Nasa ............ 25 
3.1 El programa de reintegración comunitaria en el Cauca: “Recomponer un camino de 
vuelta a casa” ............................................................................................................. 26 
3.1.1 Dimensión Económica .................................................................................... 27 
3.1.2 Dimensión Social ............................................................................................ 28 
3.1.3 Dimensión Cultural ........................................................................................ 29 
3.1.4 Dimensión Política .......................................................................................... 30 
3.1.5 Dimensión de Seguridad ................................................................................ 31 
4. Contraste Analítico de Casos .................................................................................. 32 
4.1 Reunificación familiar y un entorno comunitario inclusivo ...................................... 33 
4.2 Apoyo psicosocial ................................................................................................. 36 
4.3 Oportunidades para la educación y el sustento ..................................................... 37 
4. Conclusiones y Recomendaciones ......................................................................... 38 
Bibliografía ................................................................................................................... 40 
 
3 
 
 
Introducción 
La reintegración de excombatientes -como parte de los procesos de 
Desmovilización, Desarme y Reintegración (DDR)- es un asunto de trascendental 
importancia para la consolidación de la paz. Generalmente dichos programas se 
han asociado a la reforma al sector de la seguridad, desconociendo las 
potencialidades que tiene este proceso en relación con la construcción de paz en 
el nivel nacional, regional y local. Sin embargo, desde hace algunos años se ha 
empezado a introducir el enfoque de reintegración comunitaria en los procesos de 
DDR del mundo, principalmente en el continente africano (Chad, Costa de Marfil, 
Sierra Leona, entre otros). Si bien los balances evidencian multiples dificultades a 
los que se han visto enfrentados, en general estos han dejado lecciones 
relevantes y buenas prácticas a tener en cuenta por los países que buscan 
transitar hacia la paz. 
Los programas de reintegración comunitaria buscan atender a grupos vulnerables 
como mujeres, niños, niñas y adolescentes. Esta última población ha merecido 
especial atención, dado los impactos particulares a los quese ven expuestos en 
aquellos conflictos armados en donde se da como práctica sistemática el 
reclutamiento ilícito por parte de multiples actores armados, legales e ilegales - tal 
como se presenta en el caso colombiano. 
Pese a que el desarrollo de programas relacionados con la reintegración 
comunitaria en Colombia se ha incrementado en los últimos años (principalmente 
desde la ACR, PNUD y OIM), son aún exiguas las reflexiones que observen las 
experiencias internacionales en esta materia – especialmente en relación a la 
desvinculación de niños, niñas y jóvenes en clave de paz local - y que, por ende, 
brinden miradas hacia posibles buenas lecciones o aspectos a tener en cuenta a 
la hora de implementar políticas nacionales encaminadas a consolidar la 
reintegración y los procesos locales de construcción de paz (coexistencia y 
convivencia entre menores desmovilizados, victimas y comunidades receptoras). 
El presente trabajo se encamina en esta dirección, y tiene como objetivo general 
contrastar desde la construcción de paz local dos experiencias de reintegración 
comunitaria de menores: la experiencia de los menores desvinculados del Lord 
Resistance Army (LRA) en Uganda y el programa de reintegración comunitaria 
del pueblo nasa, a fin de derivar posibles lecciones para los procesos venideros 
en un posible escenario de posacuerdo. La metodología usada es cualitativa y de 
carácter documental con revisión sistemática y detallada de fuentes secundarias, 
4 
dado que se busca rastrear y contrastar una experiencia acaecida en otro lugar 
diferente a la realidad inmediata. 
El texto se desarrolla en cuatro momentos específicos. En el primer capítulo se 
busca definir la relación conceptual entre reintegración comunitaria, 
desvinculación de menores y construcción de paz local. El segundo capítulo 
observa el caso de reintegración comunitaria en el norte de Uganda, atendiendo 
en el análisis a cinco dimensiones: económica, política, social, cultural y de 
seguridad. 
Por su parte, el tercer capítulo ahonda en la experiencia del pueblo nasa, ubicado 
en el norte del Cauca, y su programa “Recomponer un camino de vuelta a casa”. 
De la misma manera que en el segundo apartado, se profundiza el análisis en las 
cinco dimensiones mencionadas. 
El cuarto capítulo se ocupa de la comparación de casos, situando el análisis 
contrastado en tres pilares que se consideran fundamentales para la reintegración 
exitosa de los menores desvinculados: reunificación familiar y entorno comunitario 
inclusivo; apoyo psicosocial; y educación y oportunidades económicas. 
Finalmente, el último capítulo presenta las conclusiones y recomendaciones 
principales que se derivan del estudio, así como algunas lecciones a tener en 
cuenta en el posible escenario del posacuerdo en Colombia. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5 
Capitulo 1. Definiciones iniciales: Los 
conceptos de DDR, la reintegración 
comunitaria y la construcción de paz local 
 
1.1 Los conceptos de DDR 
Múltiples son las agendas a las que se enfrentan los países que, por medio de la 
negociación con los grupos armados ilegales, acuerdan transitar hacia la paz 
luego de un conflicto armado prolongado: programas de desminado, aplicación de 
mecanismos de justicia transicional (verdad, justicia, reparación a victimas), 
asistencia humanitaria y reconstrucción de infraestructura, reformas políticas e 
institucionales, entre otras. 
Dentro de estas reformas, y generalmente ligada al sector de la seguridad y el 
desarrollo, se encuentran los programas de Desarme, Desmovilización y 
Reintegración (de ahora en adelante DDR), los cuales se implementan con el fin 
de contribuir a la “seguridad y estabilidad en contextos de recuperación posbélica 
a través de la eliminación de las armas a manos de los combatientes de las 
estructuras militares y ayudándoles a reintegrarse social y económicamente en la 
sociedad, buscándoles modos de vida civiles” (Escola de Pau, s.f, p.5). Estos 
procesos involucran tanto a las partes que acuerdan un determinado proceso de 
paz como a la comunidad internacional, quien generalmente actúa como 
verificadora y garante de un desarrollo según lo acordado. 
Según la Escola de Pau (s.f, p.6) los beneficiarios de los procesos de DDR en 
general se pueden clasificar en 5 categorías -las cuales varían según lo que 
estipule cada uno de los acuerdos alcanzados entre las partes: 
1. Combatientes (mujeres y hombres adultos) 
2. Menores soldados 
3. No combatientes asociados a las estructuras armadas 
4. Discapacitados y heridos 
5. Familiares dependientes de los combatientes 
Como se mencionó, los procesos de DDR se componen de 3 instancias, las 
cuales responden a objetivos específicos y a plazos diferenciados (corto, mediano 
y largo plazo), y obedecen a un enfoque multidimensional donde se tiene en 
cuenta aspectos políticos, socio-económicos, humanitarios y de seguridad (s.f, 
p.5). En primer lugar, el proceso de Desarme se enfoca en el control, recolección 
y destrucción del armamento y material de guerra usado por los combatientes 
durante la confrontación armada. Si bien se piensa que la relación entre armas y 
combatientes es de 1 a 1, la experiencia internacional muestra que en la mayoría 
6 
de procesos esto no se cumple, dado en gran medida por hechos relacionados 
con una selección previa por parte de los excombatientes del material a entregar, 
e incluso, por el ocultamiento previo de algún armamento.1 
El segundo momento es la Desmovilización, la cual es definida como “el 
licenciamiento formal y controlado de miembros activos de fuerzas o grupos 
armados” (DNP, 2008, p.7).Conceptualmente este es un proceso que obedece al 
mediano plazo y busca “dar por terminada una organización armada, bien sea 
porque se deshace la organización o porque el combatiente se separa de esta” 
(ODDR, 2010, p.6). Generalmente la desmovilización inicia con la concentración 
de las tropas en zonas previamente acordadas por las partes. Allí se les brinda 
asistencia humanitaria, se les presta medidas de estabilización y se inician los 
trámites para su documentación como civiles. Para el caso de las 
desmovilizaciones colectivas, estas comprenden la realización de ceremonias 
formales de desmovilización, en donde en presencia de representaciones 
gubernamentales e internacionales los combatientes hacen entrega del material 
de guerra. 
Simbólicamente esta instancia también significa el momento en el cual los 
excombatientes abandonan las lógicas de la guerra, se disuelve el grupo armado 
y las estructuras de mando que allí operaban, y se transita hacia el camino de la 
civilidad. Lo anterior es un presupuesto, ya que la guerra y sus dinámicas 
inscriben en el cuerpo de los excombatientes marcas que “tienen cierta 
permanencia, no en cuanto la duración en un tiempo lógico […] sino en el sentido 
de una sujeción, de algo que al quedar inscrito en el cuerpo, implica al sujeto” 
(Aranguren, 2011, p.12). En este sentido, reconocemos que para muchos de los 
excombatientes la etapa de desmovilización no significa el fin de su vinculación 
subjetiva con el grupo armado que se deja y, mucho menos, con la guerra y su 
discursividad. 
Finalmente, la etapa de reintegración es la que se proyecta en el largo plazo, ya 
que refiere al proceso mediante el cual los excombatientes “adquieren un estatus 
civil y consiguen un empleo e ingreso económico de manera sostenible” (DNP, 
p.7). Por supuesto, la reintegración al ser un proceso integral también se conecta 
con las dimensiones sociales y políticas, en las cuales se espera que el 
excombatiente se mantenga en la legalidad y se configure como un sujeto político 
y ciudadano que logre entablar relaciones sociales -marcadas por la convivencia 
pacífica o la reconciliación- en las comunidades en donde se asienta. 
Generalmente los programas de reintegración que se han diseñado en el mundo 
han contemplado las siguientes dimensiones: 
1. Dimensión económica: La dimensión económica abarca medidasde política 
pública diseñadas por los Estados para garantizar la estabilización del 
 
1 En países como El Salvador y Nicaragua es bien sabido que los mandos medios y los soldados 
rasos hicieron “caletas” en donde guardaron armamento antes de concentrarse en las zonas de 
desmovilización. 
https://forodeespanol.com/Archive/ParentesisYCorchetes/bhvpg/post.htm
7 
desmovilizado. Esto puede comprender desde ayudas económicas de 
estabilización a corto plazo (como subsidios) hasta acceso a vivienda, educación, 
tierras, capacitaciones laborales/vocacionales y proyectos productivos, los cuales 
buscan proveer “sostenibilidad a los antiguos combatientes en su vida civil y 
entreteje las necesidades y recursos de corto, mediano y largo plazo” (Podder, 
2011, p.2) 
2. Dimensión política: La dimensión política de la reintegración está íntimamente 
relacionada con el proceso de construcción de ciudadanía y civilidad que 
atraviesa el desmovilizado en la democracia y el sistema político al cual retorna, 
luego de su paso por el grupo armado (Ugarriza 2013; Podder 2011) así como su 
participación en los procesos de toma de decisiones en el ámbito público (FIP, 
2014). De igual manera, refiere al “establecimiento del control civil sobre las 
instituciones militares y el enlistamiento de los antiguos combatientes en la 
nuevas fuerzas armadas como parte de una amplia reforma al sector de la 
seguridad” (Podder, p.2). En relación a la reintegración política de menores 
desvinculados, este es un tema aún poco trabajado en el medio académico y aún 
no se encuentra definido claramente en los estándares de la ONU sobre DDR. 
(Mago, 2011) 
3. Dimensión social: La definición de esta dimensión cuenta aún con poco 
acuerdo entre académicos y ejecutores de política pública alrededor del mundo, 
quienes tienden a asociarla indistintamente con las dimensiones económicas y 
políticas de la reintegración. Generalmente, la reintegración social “se ha 
identificado con la aceptación de los excombatientes por sus familias y vecinos o 
como un resultado de exitosas medidas de justicia transicional y reconciliación” 
(Nussio y Kaplan, 2012, pp.2-3). Frente a esta situación Nussio y Kaplan 
proponen entender la reintegración social como “el proceso mediante el cual los 
excombatientes se involucran en sus comunidades como se refleja en el nivel de 
participación en las organizaciones comunitarias” (2012, p.3). 
Este trabajo atiende a las dimensiones locales de la reintegración (comunitaria) y 
la construcción de la paz, haciendo especial énfasis en la relación de dichos 
conceptos con el proceso de desvinculación de menores. En este sentido, se 
propone profundizar en primer momento el concepto del enfoque de reintegración 
comunitaria -en contraste con el enfoque centrado en el individuo- y las 
características del mismo. Luego, se busca precisar otros conceptos que se 
consideran útiles para caracterizar la construcción de paz en el escenario local y 
que a su vez tienden puentes con el concepto de reintegración comunitaria, 
especificando las dimensiones que adquieren respecto al proceso de 
desvinculación de menores. 
 
 
8 
1.2 El enfoque de Reintegración Comunitaria y las 
dimensiones locales de la construcción de paz. 
1.2.1 Reintegración centrada en excombatientes vs 
Reintegración Comunitaria. 
Los programas de DDR, y específicamente los programas de reintegración, se 
han vinculado general y directamente con la reforma al sector de la seguridad y la 
recuperación del monopolio del uso de la fuerza por parte del Estado (Verkoren y 
Willems, 2010) en tanto se han percibido a los excombatientes como “amenazas 
continuas” a los cuales se debe mantener en la civilidad para así alejarlos de 
cometer acciones delictivas y disminuir los riesgos que amenazan la estabilidad 
en un escenario de construcción de paz. Bajo este presupuesto, el enfoque que 
ha guiado el diseño e implementación de los programas de reintegración ha sido 
el “centrado en individuos”, el cual se caracteriza por la “necesidad de desarrollar 
soluciones individuales de reintegración a largo plazo” (Carames, 2008, p.17). En 
este sentido cobran relevancia las ayudas individuales brindadas, tales como los 
apoyos de emprendimiento empresarial y proyectos productivos, acceso a tierras, 
educación y formación entre otros. 
Ahora bien, dicho enfoque al centrarse exclusivamente en los combatientes tiene 
una serie de implicaciones que pueden obstaculizar un proceso exitoso de 
reintegración. Al tener en cuenta que estos procesos se desarrollan de forma 
localizada en las zonas geográficas donde se asientan los excombatientes, se ha 
evidenciado que las ayudas individualizadas a estos pueden generar recelo y 
tensiones entre las comunidades, quienes perciben a los desmovilizados como 
una amenaza de seguridad o “victimarios”, a la vez que se crea una percepción 
generalizada de “injusticia” respecto a las ayudas que reciben en relación con 
otras poblaciones que cohabitan en el mismo espacio -tales como víctimas o 
población históricamente “pobre” (Prieto, 2012; Caramés, s.f;). 
En contraste con los enfoques de reintegración basada en individuos, la 
reintegración comunitaria se constituye en una apuesta inclusiva y participativa 
dentro de una estrategia amplia de construcción de paz (Carames, p.11). 
Específicamente se ha entendido como “el proceso de proporción a las 
comunidades instrumentos y capacidades para apoyar la reintegración de 
excombatientes” (Escola de Pau, s.f, p.1). 
Como se observa, esta estrategia ya no busca incidir solo en el contexto 
inmediato del desmovilizado y sus necesidades económicas, sino también en el 
contexto amplio de relación con la comunidad en la cual se encuentra al retornar 
a la civilidad. Esta aproximación permite, a su vez, observar al excombatiente ya 
no como una amenaza sino como un “recurso humano empoderado mediante 
habilidades en proyectos de reintegración comunitaria que también benefician 
civiles” (Podder, p.1). 
9 
De igual modo, la reintegración comunitaria apuesta fuertemente hacia la 
consecución de dinámicas como la reconciliación, la justicia transicional 
(garantías de verdad, justicia, reparación y no repetición), la reconstrucción del 
tejido social, la generación de confianza y el auto-reconocimiento de los actores 
que interactúan en el entorno local como “sujetos políticos en pleno uso y goce de 
derechos y deberes” (PNUD, 2009, p.4). 
1.2.2 Conectando la reintegración comunitaria con la 
construcción de paz local 
Como se evidenció en el apartado anterior, la reintegración comunitaria se 
encuentra fuertemente vinculada al escenario local, el cual pese a ser “el más 
afectado por los conflictos y sin que sus pobladores tengan la oportunidad de ser 
parte de las negociaciones entre las élites, en muchos casos consiguen 
desarrollar procesos políticos organizativos y reivindicativos que les permite 
logros políticos, económicos y de convivencia” (Katz, 2011, p.17) 
Ahora bien ¿en qué términos se da dicha relación? Para dar respuesta esta 
pregunta, se propone abordar la manera en que la reintegración comunitaria 
incide en el fortalecimiento de las capacidades locales para la paz en 5 
dimensiones especificas: Económica, Social, Cultural, Política y de Seguridad, 
dimensiones que retoman la propuesta de Huma Haider (2009), la cual identifica 
los objetivos que se plantean las aproximaciones a la construcción de paz 
comunitaria. 
El presente escrito acoge igualmente lo afirmado por Katz (2011, p.18) para así 
definir el fortalecimiento de las capacidades locales para la paz como el proceso 
mediante el cual individuos, comunidades, organizaciones sociales e instituciones 
desarrollan una serie de potencialidades para la paz-las cuales se presentan 
inicialmente como actitudes y aptitudes – mediante la ampliación de las 
oportunidades y herramientas para la acción2 en el nivel territorial. 
Es preciso definirlos componentes de cada una de las dimensiones 
anteriormente mencionadas, en aras de explicitar de qué manera se vincula la 
reintegración comunitaria en dichos momentos. En primer lugar, la dimensión 
económica refiere a la incidencia de la reintegración comunitaria en el desarrollo 
de la infraestructura, de la economía productiva de la zona de acogida y de la 
prestación de servicios. Igualmente se relaciona con la autonomía de la 
comunidad para establecer sus prioridades como beneficiarios y gestionar 
proyectos económicos (Haider, p.10). 
La dimensión social comprende el ámbito relacional entre los diversos actores 
que interactúan en un espacio social determinado. Para este caso, se vincula a la 
reintegración comunitaria con el concepto de reconciliación y sus alcances: 
 
2 La acción, en términos de Katz (2011, p.18) se refiere tanto al “poder hacer” también al 
“mantener, construir, generar, producir, lograr” 
10 
coexistencia y convivencia pacífica, en tanto puede cimentar las bases para la 
construcción reconstrucción (o construcción) del tejido social fracturado por la 
guerra y generar un aumento de la confianza entre excombatientes y 
comunidades receptoras. 
Si bien el concepto de reconciliación ha sido abordado ampliamente, partiendo 
desde nociones maximalistas y minimalistas (Méndez, 2011; Salomon 2005), el 
presente trabajo recoge la reciente propuesta del CINEP (2015) quien entiende la 
reconciliación como “la construcción o reconstrucción de relaciones que en un 
tiempo previo, por causas del conflicto, fueron fracturadas, debilitadas o 
simplemente eran inexistentes, y que están encaminadas a la concreción de un 
escenario social que prescinda de la violencia” (2015, p.20). 
Esta definición recoge simultáneamente el entendimiento de la reconciliación 
como meta y como proceso, en tanto se entiende como objetivo final al que se 
llega (y por supuesto las implicaciones amplias como reformas culturales, 
reconciliación nacional o transformaciones en el largo plazo) a la vez que se 
comprende como un desarrollo paulatino que se puede reconocer en la 
“construcción de espacios encuentro y de generación de dispersión entre los 
miembros de una sociedad para asumir e integrar el pasado y el futuro con el fin 
de afrontar el presente” (2015, p.20). A su vez, establece tres dimensiones que 
puntualizan el nivel de relacionamiento en el cual se da la reconciliación: 1) 
dimensión interpersonal o individual 2) dimensión social o colectiva 3) Dimensión 
política. 
Respecto a los alcances, es preciso notar que no siempre la reintegración 
comunitaria incide de tal manera en el fomento de la reconciliación como proceso, 
sino que lo puede hacer de una manera más limitada y parcial, en donde solo se 
presentan encuentros esporádicos que realmente no construyen confianza ni 
relaciones de largo plazo. Para estos casos es preciso rescatar los conceptos de 
coexistencia y convivencia pacífica. El primero se define como un proceso de 
alcance limitado que se desarrolla en el nivel interpersonal y que se da en lugares 
donde no existe una violencia directa. En esta dimensión no existe un cambio “en 
los imaginarios sobre el otro” (2015, p.22) ya que se da una cohabitación en 
donde las comunidades desconocen la condición de excombatientes de algunos 
de los individuos asentados. 
Por su parte, en la convivencia pacífica ya existe tal reconocimiento y se transita 
hacia la aceptación de la diferencia. En últimas, esta se “configura como un 
escenario que procura respeto, tolerancia y garantías democráticas, y en el que, 
sin embargo, las acciones no están dirigidas necesariamente a la superación y 
transformación de las causas estructurales del conflicto“(2015, p.22) 
La tercera dimensión es la cultural. Esta comprende principalmente la relación 
que tiene la reintegración comunitaria con la preservación de la cultura. Como se 
profundizará más adelante, algunos programas de reintegración comunitaria han 
sido exitosos en la medida en que las comunidades de acogida han hecho uso de 
sus recursos culturales (tales como las ceremonias de sanación) para reintegrar a 
11 
los excombatientes. No está de más recordar que en los casos donde el 
desmovilizado retorna a su comunidad de origen y esta tiene un componente 
étnico específico, las connotaciones del regreso se vinculan con aspectos más 
amplios como la re-armonización con la identidad cultural, los principios morales y 
las costumbres, todas ancladas a la cosmovisión particular de la comunidad 
(Welter, 2012) 
La cuarta dimensión es política. Aquí se denota cómo la reintegración comunitaria 
fomenta la participación y la gobernanza local, el empoderamiento de las 
comunidades y el restablecimiento del contrato social y las relaciones estado-
sociedad (Haider 2009), mediante el involucramiento de los excombatientes en 
asociaciones comunitarias y en los procesos democráticos locales de toma de 
decisiones. En relación a la participación y la gobernanza local, los procesos 
comunitarios pueden facilitar “la reforma a la gobernanza mediante el desarrollo 
de canales para las voces y el equipamiento de las comunidades con las 
habilidades y herramientas para llevar a cabo una serie de actividades más allá 
de un proyecto en particular” (2009, p.7). 
De la misma manera, mediante la apropiación de la comunidad respecto a la 
identificación y priorización de sus necesidades y la gestión del curso de sus 
proyectos se fomenta el empoderamiento, el cual se entiende como un “proceso 
político y material para aumentar la libertad, la autonomía y el poder del individuo 
y el colectivo sobre los recursos, acciones y decisiones que afectan su vida” 
(Katz, p.19). El empoderamiento se convierte entonces un elemento fundamental 
para las comunidades, las cuales en tiempo de guerra no podían ejercer control 
sobre el horizonte de desarrollo que deseaban (Haider, p.9). 
Generalmente en aquellos contextos locales donde operó el conflicto armado la 
desconfianza en las instituciones es una constante, más aún si se tiene en cuenta 
que en muchos casos estas zonas geográficas han tenido históricamente una 
presencia precaria o nula del Estado. Por tal motivo, aquellos programas 
comunitarios – como los de reintegración- que están “apoyados, financiados y 
supervisados por el gobierno (local o nacional), o vinculados de otro modo con el 
gobierno […] pueden ayudar a (re) conectar el estado con sus ciudadanos” (2009, 
p.13) 
Finalmente, la dimensión de la seguridad alude a la seguridad comunitaria y el 
impacto que genera la reintegración de los excombatientes en las comunidades. 
La seguridad comunitaria como concepto alude a la “sensación de seguridad 
derivada de un sentido de confianza de los vecinos y la participación en la 
pertenencia a una comunidad” (Verkoren y Willems, p.4). De igual manera, 
fomenta la participación de las comunidades en la identificación y priorización de 
sus necesidades en materia de seguridad y las respuestas que se consideren 
adecuadas (2009, p.4) 
En relación con la reintegración comunitaria, la seguridad comunitaria ofrece una 
mirada más amplia a lo que se entiende por “excombatientes”, identificando 
dentro de los beneficiarios a individuos que sin haber pertenecido a la tropa 
https://forodeespanol.com/Archive/ParentesisYCorchetes/bhvpg/post.htm
12 
cumplían diversos roles dentro del grupo armado y a otras poblaciones que 
cohabitan en la comunidad de recepción (2009, p.9). Esto, por supuesto, incide 
en la reducción de las tensiones que pueden surgir cuando se brinda asistencia 
únicamente al desmovilizado en relación con los demás actores locales. El papel 
de la reintegración comunitaria también es fundamental al reducir –mediante el 
anclaje del desmovilizado a la civilidad- las amenazas de violencia, proliferación 
de armas y crímenes (2009, p.4) en el contexto territorial. Como lo afirma Hainer: 
“un enfoque basado en la comunidadhabría fortalecido los lazos entre soldado y 
comunidad, lo que reduce las posibilidades de que el soldado tenga que buscar 
formas alternativas de seguridad” (2009, p.10). 
1.2.3 Elementos específicos de la reintegración comunitaria en la 
desvinculación de menores. 
Reconociendo que la población infantil y juvenil desvinculada del conflicto recibe 
una atención diferenciada en los programas de atención al igual que otros grupos 
poblacionales (mujeres, discapacitados, grupos étnicos), es necesario observar 
cuáles son los elementos que vinculan los procesos de reintegración comunitaria 
en su caso específico. 
Para tal cometido el presente estudio acogerá los presupuestos de Verhey 
(2001), quien identifica 3 elementos fundamentales para una reintegración exitosa 
de menores desvinculados: 1) Reunificación familiar y un entorno comunitario 
inclusivo 2) Apoyo psicosocial 3) Oportunidades para la educación y el sustento 
La reunificación familiar es sin duda alguna uno de los elementos más 
trascendentales para el mantenimiento de los menores en la civilidad. El estudio 
realizado por Verhey en El Salvador y Angola observó que, en el primer país, 
cerca de un 84% de los menores entrevistados afirmaron que la familia jugó “el rol 
más importante en su transición hacia la vida civil” (2001, p.21), respecto a un 
9.6% que mencionó a los amigos como el principal "ancla” a la civilidad. Sin 
embargo, es necesario advertir las posibles transformaciones que a nivel familiar 
pueden darse luego de la desvinculación del menor: ya sea por la muerte de uno 
o ambos padres, el desplazamiento forzado o la creación de un nuevo núcleo 
familiar por parte del desvinculado, las dinámicas familiares cambian y no son 
iguales a las que se presentaban antes del reclutamiento. En este sentido, cobra 
importancia el trabajo de los ejecutores de los programas de reintegración al 
“desarrollar mediaciones familiares y habilidades de movilización comunitaria” 
(2001, p.16). 
La movilización comunitaria resulta importante en tanto esta se comporta como 
una red que facilita, gestiona y apoya la reintegración y reunificación de los 
menores con sus familias. En esta vía la autora resalta la labor de los llamados 
“catequistas” en Angola, la cual es una red que trabaja en la reintegración de los 
menores soldados. Entre las ventajas que permitieron como organización realizar 
un trabajo notable se destaca: la neutralidad por la que es percibida; la inclusión 
entre los servicios de bienestar social de los principios de los derechos del niño; 
13 
la capacidad de comunicarse con áreas de difícil acceso; el respeto que tenían 
por la comunidad; y el apoyo permanente debido a sus capacidades locales -
instalados en las villas, uso del lenguaje local y el conocimiento de la cultura del 
lugar (2001, p. 17) 
Por su parte, el apoyo psicosocial y la curación tradicional operan positivamente 
al ayudar a restablecer la cultura, moral y los valores de socialización que se 
habían perdido con el reclutamiento y la participación del menor en la guerra. 
Para los dos casos que se van a analizar en este escrito, estas dimensiones 
resultan fundamentales ya que cada una de las comunidades de acogida (tanto 
en el caso colombiano como en el del LRA) tienen prácticas culturales y 
cosmovisiones únicas, las cuales sustentan los rituales que se le practican al 
menor desvinculado, rituales que buscan tratar angustias psicosociales y/o 
permitir la reincorporación del menor a las dinámicas de la comunidad. Tal y 
como lo afirma Verhey (p.17) “la solidaridad comunitaria provee reconocimiento, 
aceptación, y un lugar histórico para la experiencia individual de dolor y trauma”. 
Finalmente la educación y las oportunidades económicas establecen un fuerte 
vínculo con el aspecto psicosocial, ya que “el establecimiento de una nueva 
identidad para el menor desvinculado dependerá de las actividades productivas y 
los nuevos aprendizajes”. (2001, p.18) Aprendizajes que sin dudas están 
atravesados por el papel de la familia y la comunidad como acompañantes 
continuos del proceso. Como aspectos claves en los programas de reintegración 
para esta dimensión se proponen: 1) acelerar la educación formal a la par de los 
modelos alternativos de educación 2) Apoyar las necesidades de supervivencia 
con la generación de ingresos y un entrenamiento vocacional apropiado al 
mercado 3) Incluir la reintegración de menores soldados en la economía política 
del posconflicto (2001, p.24). 
2. Reintegración comunitaria en África: la 
vuelta a la civilidad de los menores 
reclutados por el LRA en Uganda 
 
El primer caso -que se presenta a continuación- es el del proceso de 
reintegración comunitaria por el que han transitado los menores que se han 
desvinculado de las filas del Lord Resistance Army (LRA), grupo armado dirigido 
por Joseph Kony, quien es reconocido internacionalmente por el amplio uso del 
reclutamiento de menores para combatir en la guerra que libra en Uganda, 
Sudan, Republica Democrática del Congo y parte de Republica Centroafricana. 
Dada las limitaciones de espacio, se propone en primer lugar hacer un breve 
recuento del conflicto armado en Uganda, dilucidando las prácticas de 
reclutamiento usadas por el LRA. A renglón seguido se propone observar el 
programa de reintegración comunitaria que allí se ha llevado a cabo, identificando 
14 
los componentenes de la reintegración en las cinco dimensiones planteadas en la 
exploración teórica: económica, social, cultural, política y de seguridad. 
2.1 Caracterización del conflicto armado en Uganda. 
Uganda es un país que se encuentra ubicado en África Oriental. Con una 
superficie de 241.038 km2, limita con la Republica Democrática del Congo, con 
Sudán del Sur, Kenia y con Ruanda y Tanzania. La religión predominante en este 
país es la cristiana, seguido por los protestantes, musulmanes y suníes. Tan solo 
un 1% del total de la población práctica las religiones tradicionales del país. 
(Gobierno de España, s.f, p.1). 
Luego del proceso de descolonización que culminó con la independencia del país 
el 9 de Octubre de 1962, el país es liderado por Milton Obote, quien oficia como 
primer ministro. En el año 1971 Idi Amin da un golpe de estado y asume el cargo 
de mandatario del país. Durante este periodo son multiples las violaciones a 
derechos humanos, las persecuciones, la limpieza étnica y la purga a miembros 
del ejército como prácticas recurrentes del gobierno Amin. (Observatorio de 
Conflictos s.f; Rodríguez, s.f). Tras un largo conflicto que enfrenta a las fuerzas 
armadas de Amin, quien invade a Tanzania como respuesta a los ataques de 
grupos que buscaban derrocarlo, en 1980 Milton Obote llega de nuevo a la 
presidencia, ayudado en gran medida por el Frente de Liberación Nacional de 
Uganda y el Ejército de Liberación de Uganda. 
Ya en el poder, Obote se enfrentará a un nuevo grupo armado – el Ejército de 
Resistencia Nacional - dirigido por Yoweri Museveni, quien denuncia fraude en las 
elecciones que habían dado como ganador al primero (Observatorio de 
Conflictos, p.1). Luego de varios años en disputa, en 1986 Museveni ocupa la 
capital del país, Kampala, y se proclama presidente del mismo. Desde la 
instauración de Museveni en el poder, múltiples han sido las confrontaciones que 
ha tenido el Gobierno Nacional con distintos grupos, que sobre todo desde el 
norte – menos desarrollado que el sur del país- buscan escalar posiciones y 
ejercer un mayor control territorial. Según el Observatorio de Paz y Conflictos (s.f, 
p.1) la primera ola de confrontaciones de Museveni se da con el Ejército Popular 
y Democrático de Uganda (UDPA), el Ejército Popular de Uganda (UPA) y los 
Movimientos Espíritu Santo. Luego de derrotas militares y negociaciones de paz 
que dan con el fin de dichas estructuras militares en 1988, surgen disidencias que 
conformarían lo que se conoce como el Lord Resistance Army (LRA) en 1992. 
2.1.1 La guerra librada en el norte de Uganda: LRA y susprácticas de guerra 
El conflicto del norte de Uganda es uno de los conflictos en el mundo que 
presenta una mayor tragedia humanitaria. Según Rodríguez (s.f) para el 2004 
diversas ONGs que funcionaban en el terreno “aseguraban que unas 1.000 
personas morían a la semana como consecuencia de la violencia y de las 
pésimas condiciones de vida en los campos de desplazados” (s.f, p.148). 
15 
Como se mencionó anteriormente, el norte de Uganda es, con respecto a otras 
zonas del país, mucho más pobre y ha recibido históricamente menos atención 
por parte del Estado Ugandés. Esta situación hunde sus raíces en un conflicto 
étnico de vieja data, ya que desde la época colonial el sistema británico favorecía 
a la etnia baganda, quienes se ubicaban en el sur del país y siempre han tenido 
más oportunidades de acceso a servicios y bienes en contraposición a los grupos 
nilóticos, quienes “fueron utilizados como reserva de mano de obra barata para 
trabajos pesados y, sobre todo, como fuente de reclutamiento para el ejército y la 
policía” (Rodríguez, p.148). 
Esto, por supuesto, ha servido de caldo de cultivo para la instauración del Lord 
Resistance Army (LRA), quien desde 1988 – y en cabeza de Kony – agrupó en 
sus filas a excombatientes de movimientos armados fallidos que habían 
desarrollado acciones previamente en la región de Acholi (Blattman y Annan, 
2008, p.3). Articulando un discurso de político y de exclusión social, el grupo 
usaba en principio la violencia selectiva como forma de desarticular apoyos que 
tenía el gobierno de parte de la sociedad civil. Posteriormente, y frente al 
decaimiento de su apoyo popular, el LRA empezó a utilizar el reclutamiento 
forzado como mecanismo privilegiado para sumar miembros jóvenes a sus 
tropas, esto mediante el secuestro de los mismos (Blattman y Annan, p.4) así 
como la violencia indiscriminada contra la sociedad civil, lo que se conoce como 
“daños colaterales” (Rodríguez, p.152). 
El LRA es reconocido internacionalmente por su práctica recurrente de vincular a 
menores de edad en sus filas. Si bien al principio el reclutamiento de menores se 
daba para participar de la guerra de manera indirecta, generalmente como 
“campaneros”, espías o mensajeros (Young, 2007, p.19), luego se viró hacia la 
participación de los mismos en las confrontaciones de manera directa, es decir, 
empuñando armas y haciendo uso de material de guerra. Durante los más de 
veinte años que ha durado el conflicto armado, existen estimados que oscilan 
entre 30.000 y hasta 60.000 menores reclutados forzosamente por parte de Kony. 
La tendencia de reclutamiento ha tenido su pico a inicios de milenio (2002-2003) 
debido al permiso concedido por el Gobierno de Sudán al Gobierno Ugandés de 
entrar en su territorio para destruir las bases del LRA en dicho país, lo cual 
implicó a su vez un incremento sustantivo en el desplazamiento forzado de la 
población acholí hacia campos de refugiados (Blattman y Annan, p.4). Frente a la 
situación de secuestro masivo se empezaron a realizar prácticas de protección 
por parte de las comunidades y los menores que habitaban las zonas rurales. 
Dichas prácticas, conocidas, como alup, consistían en pernoctar en las ciudades 
o lugares cercanos, entre la hierba o en dormitorios de las misiones para así 
evitar ser secuestrados y vinculados forzosamente al grupo armado (Rodríguez 
s.f; Young 2007). 
En el caso de los menores en el norte de Uganda, la práctica del reclutamiento se 
llevaba a cabo mediante un secuestro inicial y luego un transporte hacia los 
campamentos en Sudán, en donde se les adiestraba en manejo de armamento 
(Rodríguez, p.152). En el caso de las mujeres reclutadas, estas eran usadas 
16 
como combatientes, sirvientas y/o esclavas sexuales de la comandancia (Young, 
2007, p.19). Algunos menores se vincularon al grupo de manera voluntaria, y 
estos generalmente ocupan luego cargos de mando en las filas del grupo armado 
(Blattman y Annan, 2008). Es importante advertir que, en muchos casos, los 
menores han sido forzados a cometer crímenes contra sus propias familias y 
comunidades, esto con la intención de que “nunca más pudieran retornar a sus 
casas” (Young, 2007, p.19). Esto, evidentemente, tiene serias implicaciones en el 
retorno y el posterior proceso de reintegración de los menores, quienes presentan 
serios problemáticas psicológicos y físicos, muchos de ellos contagiados con 
enfermedades de transmisión sexual como el VIH. 
Pero más allá que estas secuelas, la guerra impactó de manera significativa en el 
ámbito social y económico: la interrupción del acceso a la educación y los 
servicios básicos, la desintegración familiar y comunitaria así como una 
productividad en decrecimiento y una infraestructura totalmente derruida fueron 
rasgos característicos que llevaron al Norte de Uganda a una espiral de violencia 
de la cual no ha logrado salir. Pese a la ley de amnistía declarada por el Gobierno 
Ugandés en 1999 (y la cual fue ampliamente respaldada por la sociedad del norte 
de Uganda y sus líderes tradicionales) la comandancia del LRA no se acogió a 
ella y, por el contrario, profundizó su violencia y sus prácticas características 
contra la población de la región Acholí.(Rodríguez, p.154) 
2.2 Los programas de reintegración en el Norte de 
Uganda 
La reintegración en el Norte de Uganda transita por dos sendas programáticas: la 
operada por el Gobierno Nacional y la operada por las diferentes ONGs que 
trabajan en terreno. 
En relación con el primero, esta surge como resultado del proceso de Amnistía 
que se dió a todos los combatientes del LRA que decidieran retornar a la vida 
civil. Muchos de los menores logran escapar del grupo armado son generalmente 
recepcionados por las unidades militares del Gobierno, es decir, del Ugandan 
People´s Defense Force (UPDF). Allí, luego de un interrogatorio -que sirve en 
muchos casos de material para realizar operaciones de inteligencia – se les 
ofrece vincularse a las fuerzas militares para ayudar a combatir el LRA. Muchos 
de los jóvenes aceptan y de esta manera no se desvinculan de las dinámicas de 
la guerra, lo cual implica que la reintegración para estos menores no se hace 
efectiva. 
Como parte del apoyo brindado, el Gobierno apoya a los excombatientes con 
dinero y algunos implementos para vivienda. Pese a que recientemente los 
proyectos del Gobierno están implementando -mediante la Northen Uganda 
Social Action Fund (NUSAF)- una visión de más largo plazo que implica el apoyo 
económico a programas, entrenamientos vocacionales, desarrollo empresarial y 
repoblamiento de ganado (Blattman y Annan, p.10), se puede afirmar que su 
enfoque fundamental ha sido el del apoyo a la estabilización a corto plazo, es 
17 
decir, a la reinserción y no a la reintegración en su horizonte característico de 
largo plazo. 
Por su parte, los programas de reintegración ofrecidos por las ONGs al ser 
variados y operados para multiples instituciones ofrecen tanto apoyos que se 
acercan a la noción de reinserción (como los programas gubernamentales) como 
otros que buscan incidir en las diversas dimensiones de la reintegración, 
atendiendo a las dinámicas locales e implementando acciones que logran 
fortalecer en los excombatientes y las comunidades capacidades locales para la 
construcción de paz. 
Respecto a los primeros, estos operan mediante el funcionamiento de los 
llamados “centros de recepción”. Allí se brinda asistencia médica, asesoramiento 
individual y grupal con profesionales y se inician contactos para lograr la 
reunificación familiar de los menores desvinculados (Muwonge, p.10). Es 
necesario notar que la tendencia general de estos programas es que se han 
diseñado e implementado bajo la concepción (errónea según lo demuestran 
estudios como los de Blatman et al 2008) de que la gran mayoría de menores 
sufren traumas psicológicos y que por ende es este el eje central sobre el cual 
debe girar la atención y la acción institucional. De esta manera se poneen 
segundo plano la necesidad de incidir, de manera más enfática, en proyectos que 
promuevan el desarrollo de las comunidades y el empoderamiento de las mismas 
en relación con el direccionamiento del futuro de sus comunidades. Generalmente 
estos programas también prestan asistencia humanitaria de emergencia en los 
campos de refugiados en los que habitan una gran parte de la población del Norte 
de Uganda. 
Los programas que ofrecen una visión hacia la reintegración comunitaria son 
pocos respecto a la mayoría que se abordan desde la primera perspectiva. Sin 
embargo, se propone analizar los programas en su conjunto en orden con las 
cinco dimensiones de la reintegración comunitaria planteadas en el marco 
conceptual: económica, social, cultural, política y de seguridad. De esta manera, 
se asegura que en las dimensiones no sólo se incluyan las descripciones de los 
programas que en efecto poseen un componente comunitario importante, sino 
también un análisis sobre las dificultades, fortalezas y retos que se afrontan 
aquellas para lograr un proceso de reintegración comunitaria que fomente y 
fortalezca las capacidades locales para la paz. 
2.2.1 Dimensión Económica 
La tendencia general de la dimensión económica de los proyectos de 
reintegración es o bien la implementación de medidas en el corto y mediano 
plazo o el desarrollo de programas que de manera asertiva comprenden las 
necesidades del mercado local y sus dinámicas productivas, fomentando así una 
reintegración inclusiva para los menores y las comunidades. Tal como se abordó 
en el capitulo conceptual, la reintegración comunitaria en su dimensión 
económica se entiende como aquellas medidas que van más allá de la atención 
18 
focalizada o centrada en el individuo excombatiente (en este caso en los menores 
desvinculados), y que por el contrario, buscan incidir de manera amplia en el 
desarrollo de la comunidad y sus capacidades productivas, a partir de un 
entendimiento claro sobre las necesidades y las potencialidades locales para el 
mercado. Son, en últimas, medidas de carácter comprensivo y amplio que pueden 
cimentar las bases para un desarrollo local sustentable y vinculante en clave de 
paz. Tal y como lo afirma Maina 
Para que la reintegración sea considerada exitosa debe hacerse una investigación 
sobre qué es lo que la economía local necesita con el fin de informar a los 
ejecutores del a reintegración sobre cuáles son las vocaciones que se necesitan. No 
entender las condiciones socio-económicas, los mercados laborales locales y la falta 
de ideas innovadoras sobre cómo poner en marcha el empleo para los 
excombatientes pueden socavar drásticamente el proceso de reintegración (Maina, 
2009, p.8) 
Para analizar los proyectos en esta dimensión es necesario, en un primer 
momento, esbozar los impactos que sufren los menores en el ámbito productivo y 
vocacional al vincularse a la guerra y posteriormente al retornar a sus 
comunidades. En el momento de ser secuestrado y posteriormente vinculado a un 
grupo armado, el menor trunca el desarrollo de sus habilidades intelectuales o 
laborales, las cuales se diluyen en las nuevas enseñanzas: las enseñanzas de la 
guerra. Se cambian así los cursos de matemáticas, sociales e idiomas por cursos 
en manejo de armas y material de guerra; se cambia la socialización con los 
pares mediante el juego por una socialización mediada por el miedo, la 
desconfianza y el seguimiento de órdenes. 
Por supuesto, la interrupción de su ciclo de aprendizaje escolar implica que 
muchos de los niños o jóvenes que retornan sean iletrados o se encuentren 
atrasados en términos de los conocimientos que para su edad deberían manejar. 
En muchos casos, los jóvenes adultos terminan asistiendo a las escuelas y 
recalando en cursos en donde son muy mayores respecto a los niños que se 
encuentran asistiendo (Blattman y Anna, p.22). De la misma manera, para ellos la 
imperiosa necesidad de conseguir un empleo que garantice su subsistencia 
impide que, en muchos casos, puedan asistir regularmente a la escuela. 
Existen en terreno algunos proyectos implementados por ONGs internacionales, 
los cuales se han centrado en el ámbito educacional de los menores 
desvinculados. Tal es el caso de la School of War Affected Children (SOWAC), la 
cual se creó con apoyo de los Gobiernos de Uganda y Bélgica para escolarizar a 
los menores desvinculados y basa su admisión en el certificado de amnistía que 
brinda el gobierno luego de que retorna del LRA a la civilidad (Maina, 2009, p.9). 
Si bien en principio la iniciativa puede parecer acertada, la realidad es que su 
creación a la vez que ha impedido una resocialización efectiva de los menores 
con la comunidad (en tanto la escuela solo acepta a menores desvinculados, los 
cuales en últimas son educados aparte de los demás niños de la zona) ha 
generado resentimiento entre la población general, la cual al carecer de medios 
de vida sustentables no ven con buenos un trato diferencial (y si se quiere, 
19 
preferencial) en relación con el acceso a la educación de personas que 
pertenecieron a un grupo armado (2009, p.10). 
Estudios recientes en el Norte de Uganda como el de Atri y Cusimano (2012) 
demuestran que, en términos comunitarios, son más aceptados aquellos menores 
y jóvenes que son económicamente autosuficientes en relación con aquellos que 
no lo son, en tanto estos últimos son considerados como una carga adicional en 
una situación generalizada de pobreza. Al estar por fuera de la dinámica laboral y 
productiva durante su estancia en el grupo armado, los menores que retornan 
encuentran dificultades para vincularse a un trabajo que les garantice un salario 
digno, dada su baja capacidad en términos de habilidades aprendidas para 
desempeñar un puesto. En estas circunstancias, generalmente se terminan 
vinculando a empleos de baja productividad como la fabricación del carbón o el 
manejo de bicitaxis (Blattman y Annan, p.16). También es necesario tener en 
cuenta que con una gran mayoría de población civil habitando en los campos de 
refugiados, las oportunidades productivas son bajas dado el nivel generalizado de 
pobreza de la región. 
Especial atención merecen las mujeres que retornan a las comunidades luego de 
haber tenido un hijo en cautiverio. Sumado a la estigmatización de la que son 
objeto por el hecho de la “carga adicional” que significa alguien más a su cargo, 
son vistas por sus familias como improductivas en tanto no pueden ayudar en el 
sostenimiento económico y asumir responsabilidades (Atri y Cusimano, p.27). Al 
tener que cuidar de sus hijos, estas mujeres no pueden asistir a talleres 
vocacionales o a la escuela que fomenten el desarrollo de sus habilidades 
(Maina, p.10). Actualmente no se encuentra un plan específico diseñado para 
atender esta problemática. 
Como se mencionó anteriormente, en los programas gubernamentales ha 
existido una tendencia a brindar asistencia en el corto y mediano plazo, con una 
creciente implementación de proyectos que se encaminan hacia la vinculación de 
otros sectores poblacionales. Ahora bien, una observación detallada de las 
ayudas económicas brindadas a los menores desvinculados muestra que estas 
han sido, en muchos casos, fuente de resentimiento para otras poblaciones 
vulnerables que cohabitan en el mismo espacio geográfico. Al ser el Norte de 
Uganda una región caracterizada por sus altos niveles de pobreza y una 
población concentrada – en su gran mayoría – en los campamentos de refugiados 
(dado el nivel de violencia en las zonas rurales y las prácticas recurrentes de 
reclutamientos), las ayudas económicas son vistas como privilegios, en este caso, 
dados a personas que causaron daño a la población. Como se verá más 
adelante, esto impacta significativamente en los sentimientos que tiene la 
comunidad respecto a los menores desvinculados, y por ende, en las 
características de la aceptación social de los mismos. 
En general la dimensión económica de la reintegración en elNorte de Uganda se 
ha planteado desde una lectura muy escueta que no le ha apostado a retomar las 
dinámicas productivas tradicionales (como la producción agrícola y agropecuaria) 
ni ha observado las potencialidades de los menores desvinculados como 
20 
constructores de paz. Sin embargo, existen proyectos que han leído 
adecuadamente el entorno local y han logrado desarrollar apuestas que no sólo 
garantizan en el largo plazo la sostenibilidad productiva de las excombatientes 
sino también el establecimiento de relaciones con la comunidad. Tal es el caso de 
la ONG St. Mónica, el cual ha vinculado en su equipo de trabajo a personas 
locales quienes, por supuesto, han sufrido de primera mano los embates del 
conflicto y se encuentran comprometidas con el desarrollo y la reconstrucción de 
sus comunidades (Maina, p.8). Esta situación genera legitimidad de la institución 
ante la población, permitiendo generar un trabajo basado en la confianza y que 
facilita la reintegración de los menores a la comunidad al servir como 
intermediarios reconocidos. 
Igualmente, dentro de los proyectos desarrollados por St. Monica cabe destacar 
uno en particular, que se ha venido implementando en el distrito de Gulu. Este 
proyecto tiene como población beneficiaria inmediata (que no quiere decir la 
única) a las mujeres excombatientes que retornan del LRA3. Luego de una lectura 
y evaluación de las características, necesidades y oportunidades del mercado 
local, se optó por brindar capacitaciones en sastrería para cerca de 270 niñas 
desvinculadas por año. Al ser la sastrería un mercado igualmente competido en la 
región, el proyecto se enfocó particularmente en la confección masiva de maletas 
y uniformes para colegio (Maina, p.8). De igual manera, el proyecto establece 
relaciones con la población civil en busca de empleo para las mujeres que salen 
de las capacitaciones, lo cual a la vez que busca garantizar la posibilidad de 
conseguir una sostenibilidad autónoma, impacta en la reintegración de las 
menores positivamente, al relacionarlas con la comunidad a través del mundo 
laboral real. 
2.2.2 Dimensión social 
En la dimensión social de la reintegración comunitaria es necesario observar que 
los procesos están fuertemente anclados y relacionados con la dimensión cultural 
y los rituales de reintegración, haciendo dificultoso establecer una distinción de 
que elementos pertenecen a una u otra dimensión. En tanto la dimensión cultural 
se abordará con amplitud en el siguiente apartado, aquí se propone observar los 
impactos y percepciones que han tenido las comunidades luego del retorno de los 
menores. Dichos relacionamientos se dan de manera espontánea y no obedecen 
a un programa o actividades que en específico estén diseñadas para incidir en 
esta dimensión. 
Partimos, igualmente, de señalar que la dimensión social de la reintegración 
social del menor desvinculado inicia luego de transitar por la fase de reinserción 
en los centros de recepción, los cuales son operados por ONGs como World 
 
3
 Según la investigación de Atri y Cusimano (2012, p.24), las mujeres tienen una mejor aceptación 
social luego de su retorno que los hombres (51% frente a 24% según la población encuestada). 
Esto debido a dos razones fundamentales a) Al existir la posibilidad de que se puedan casar, no 
significarán una carga para su familia b) Los hombres son vistos como más peligrosos, tanto 
durante la guerra como en su retorno. 
21 
Vision (WV), quienes brindan, mediante orientadores, ayuda psicosocial a los 
menores, se les inculca los valores cristianos y enlazan a la familia del menor 
para hacer efectivo su retorno al hogar. En el caso particular de este proyecto, en 
el momento de llevar al menor de retorno a su comunidad y familia se le da 136 
euros aproximadamente y utensilios para el hogar (Akello, Richters y Reis, 2006, 
p.232). Los menores igualmente pasan por los rituales de sanación y limpieza, los 
cuales se explicarán más adelante. 
Ya en la civilidad, se puede afirmar que en general la aceptación familiar y 
comunitaria es alta. Según investigaciones recientes realizadas en el Norte de 
Uganda, cerca de un 94% de los menores encuestados afirmaban sentirse 
aceptados por sus comunidades (Blattman y Annan, p.14) mientras que un 97% 
del total de comunidad que participó de otra encuesta afirmó que los menores 
son bienvenidos de nuevo (Atri y Cusimano, p.2). 
Sin embargo, el hecho de que los menores sean aceptados socialmente por las 
comunidades no ha implicado per se que estas no tengan sentimientos negativos 
hacia ellos o que algunos menores hayan sido objeto de comportamientos 
agresivos por parte de personas. Los insultos, reproches y hasta algunas 
agresiones físicas han sido la respuesta de una comunidad que admite que en su 
interior aún existen personas que todavía tienen enojo y rabia hacia ellos, 
principalmente por la comisión de crímenes, el impacto que sus actos causaron 
en personas de escasos recursos que murieron o resultaron afectadas y en una 
visión del pasado dolorosa (Atri y Cusimano, p.19). Otras motivaciones de estos 
comportamientos –que son más recurrentes en zonas donde hay presencia del 
LRA- refieren a personas en estado de alcoholismo, familiares y parientes a 
quienes les fueron secuestrados sus hijos y no han retornado aún o cuando 
existen sospechas de que los menores están involucrados en asesinatos 
(Blattman y Annan, p.16). 
Ahora bien, la dimensión social de la reintegración también hace referencia a la 
reconciliación y sus alcances, tal como se mencionó en el capitulo conceptual. 
Aparte de los rituales de curación (de los que se hablará más adelante) que 
operan eventualmente como mecanismos de justicia tradicional, es importante 
referir la relación entre el pacto de amnistía que se ha promulgado por el 
Gobierno Nacional y las medidas de justicia transicional en lo local, así como las 
percepciones que tiene la comunidad respecto a ellas. 
En el año 2000 el Gobierno Nacional de Uganda promulgó la ley de Amnistía para 
los miembros del LRA que quisieran reintegrarse a la sociedad civil. Esta ley 
buscaba “perdonar, exonerar y liberar a los antiguos rebeldes que 
voluntariamente renuncian a luchar contra el gobierno a través de medios 
militares, de la enjuiciamiento criminal o cualquier otra forma de castigo por parte 
del Estado” (Muwonge, p.7). Sin embargo, en la práctica la ley ha visto limitado su 
accionar desde la intervención de la Corte Penal Internacional , quien ha proferido 
ordenes de captura contra los principales jefes del LRA, quienes incluso, se 
negaron a firmar el acuerdo de paz en 2008 aduciendo que estas aún seguían 
vigentes (Rodríguez, p.165) 
22 
Al indagar sobre las percepciones que de la ley de amnistía tienen las 
comunidades, los resultados son algo contradictorios. Estudios como el de 
Muwonge (2007) afirman que la población en general percibe la amnistía como un 
mecanismo insuficiente para alcanzar la reintegración y la reconciliación, mientras 
que Atri y Cusimano (2012) observan cómo cerca de un 88% de los encuestados 
respalda dicha ley y un 82.73% a su vez afirma que la amnistía es de por sí 
suficiente para garantizar la reconciliación de la comunidad. Esta percepción se 
complementa con una mayoría de habitantes del norte de Uganda que opinan 
que a los menores no se les debe castigar por sus hechos (solo un 13% cree que 
si se debe hacer). Eso sí, existe un amplio consenso (88%) respecto a que los 
menores si deberían pedir perdón por sus actos cometidos (Atri y Cusimano, 
p.49) 
Esta evidencia última pone en un escenario complejo las aplicación de medidas 
que se encaminan hacia la consecución de una justicia transicional que tenga 
entre sus componentes un acceso a la verdad, la justicia y la reparación de las 
victimas que fueron sufrieron a causa de la guerra. Con una sociedad que ha 
asociado la reconciliación al perdón y, sobre todo, alolvido –a causa del sentido 
que el gobierno le ha dado al proceso de amnistía – y que a su vez transita de la 
coexistencia hacia la coexistencia pacífica, es difícil introducir mecanismos que 
promuevan los componentes mencionados anteriormente; mecanismos que son 
base fundamental para la construcción de una paz sostenible y duradera que 
reconozca los hechos del pasado, dignifique a las víctimas y que sirva como 
ejemplo para que los hechos no se vuelvan a repetir. 
2.2.3 Dimensión cultural 
Existe una creencia generalizada en la comunidad acholí del Norte de Uganda 
respecto a los menores que retornan luego de la guerra. Dicha creencia habla de 
la presencia de una “polución espiritual” o cen entre los excombatientes, polución 
que según se cree, se puede propagar entre las personas, contaminando no sólo 
a la familia sino también a la comunidad de acogida (Akello et al 2006; Blattman 
et al 2008; Atri y Cusimano 2012). Para tratar esta problemática se han 
implementado ceremonias cristianas y tradicionales de limpieza, generalmente 
desarrolladas por ancianos de la comunidad (Blattman y Annan, p.8) 
Es importante para la reintegración y la aceptación familiar y comunitaria del 
menor tratar esta problemática, en tanto la limpieza garantiza que el menor ya no 
está más contaminado y por ende la comunidad puede estar tranquila de que no 
será contaminada con los espíritus negativos provenientes de las acciones que 
cometió el menor durante su permanencia en el grupo. 
De la misma manera que estos rituales, existe otra práctica local desarrollada 
históricamente por las comunidades acholíes, la cual es usada como forma de 
reparar relaciones y reconciliar clanes que por una u otra circunstancia se 
encontraban enemistados. Para los acholíes 
23 
…el homicidio trae consigo automáticamente una separación entre las dos familias, 
la del asesino y la de la víctima. Esta barrera (llamada ujabo en acholí) crea un 
estado de enemistad (mone) que no permite que los miembros de ambos clanes 
puedan sentarse a comer y beber juntos, ni se puedan casar entre ellos, ni siquiera 
comprar en el mercado productos que vengan de la familia con la que existe este 
estado de separación. Además, el homicidio clama venganza (chulo kwor) y provoca 
miedo (Rodríguez, s.f, p.158) 
El mato oput, como se le conoce a esta ceremonia, se desarrolla en tres grandes 
momentos: a) confesión por parte del agresor y solicitud de perdón por parte del 
clan del que es miembro el agresor hacia el otro clan b) sacrificio y consumo del 
animal por parte de los dos clanes como signo de reconciliación y/o el pago de la 
compensación del hecho por el daño causado; c) consumo de la cerveza de mijo 
mezclada con la raíz del oput, árbol local (Rodríguez s.f; Atri y Cusimano 2012). 
Una versión “modificada” ha sido puesta en práctica para reintegrar 
simbólicamente a los menores desvinculados del LRA. Dicha práctica se ha 
venido realizando – impulsada por dineros de cooperación internacional- dentro 
de los campos de refugiados en donde ahora mismo habita una gran mayoría de 
la población Acholí. Según Muwonge (2007, p.8) las ceremonias se han basado 
en la declaración por parte del menor los hechos negativos cometidos (kir), e 
involucran el acto de pisar un huevo crudo como símbolo de pureza. También se 
involucran otros objetos tradicionales como el palo laibi o una rama del árbol 
Opobo, las cuales se asocian al hecho del retorno a la casa y la limpieza 
espiritual del menor. 
Si bien este tipo de mecanismos han sido usados por las comunidades y estas a 
su vez han demandado su uso como mecanismo alternativo para justicia y la 
reconciliación4, la realidad evidencia múltiples dificultades de instaurar esta 
práctica como recurrente para reintegrar a los menores. En primer lugar, 
pareciera que el mato oput tradicional nunca ha sido utilizado para reintegrar a los 
menores desvinculados y tampoco se usa frecuentemente entre los clanes que 
habitan el territorio. 
Es más, se afirma que el mato oput “modificado” no es en sí un proceso que esté 
diseñando en clave de reintegración, purificación y paz, sino que obedece más 
bien a una ceremonia que la comunidad realiza para “dar la bienvenida a 
personas que, por el motivo que sea, han estado fuera de casa durante mucho 
tiempo (incluso por haber ido a realizar estudios”. (Rodríguez, p.162). 
En segundo lugar, una posible instauración del mato oput como práctica para 
reintegrar menores iría en contravía misma de los principios de esta ceremonia. 
Esto, debido a que en la cultura tradicional acholí existe una responsabilidad y 
una culpabilidad igual cuando un individuo comete un crimen, sin importar si es 
niño, niña, adolescente o adulto. Aún mas, siendo la cultura acholí una cultura 
 
4
 En la investigación de Atri y Cusimano (2012) cerca del 85% de la población acholí encuestada 
consideraba que los menores deberían practicar el mato oput. 
24 
caracterizada por su filosofía de la noviolencia, los casos de asesinatos forzados 
no tienen cabida en su comprensión del mundo (Atri y Cusimano, p.59). 
De este modo, la filosofía acholí estaría en contraposición con la comprensión de 
la ley formal en esta temática, la cual considera que un menor de edad 
secuestrada y reclutada no deriva ninguna responsabilidad frente a los crímenes 
que pudiera cometer en el marco de la guerra 
En términos de la recuperación de cultura (que es uno de los componentes 
fundamentales de la dimensión cultural de la reintegración comunitaria) es 
evidente que estas actividades no han propiciado el fortalecimiento de la 
identidad acholí. Más problemático se vuelve esto si se tiene en cuenta que 
muchas de las comunidades en las que otrora vivían los menores están parcial o 
completamente desestructuradas, dado el fuerte problema del desplazamiento 
forzado rural y la situación de concentración de la población en los campos de 
refugiados como consecuencia. Teniendo en cuenta que la construcción de una 
identidad como comunidad étnica o clan está fuertemente ligada al territorio, no 
resulta esperanzador el camino en este sentido. 
2.2.4 Dimensión Política 
Puede afirmarse que los programas implementados en el Norte de Uganda han 
desarrollado muy poco la dimensión política de la reintegración comunitaria. 
Algunas excepciones se han avizorado desde la experiencia de St. Monica en 
relación con el empoderamiento, quienes han celebrado reuniones entre las 
directivas de la ONG con las comunidades, incluyéndolas en el diseño de los 
programas de reintegración mediante la participación en foros (Maina, p.7). 
Pese a que la evidencia indica que los menores que fueron secuestrados y que 
luego se desvinculan tienen un mayor nivel de compromiso político electoral y su 
participación es fuerte en términos de participación en organizaciones 
comunitarias (Blattman y Annan, p.18) existe un reducido número de menores 
que en realidad trascienden hacia la actividad política real. La gran mayoría de los 
menores no se apersonan respecto al proceso de la política pública de 
reintegración - de la que son los beneficiarios directos- y no sugieren ningún tipo 
de ajustes a realizar. Así, pareciera que sienten que sus “opiniones no cuentan 
para nada” (Maina, p.7) 
2.2.5 Dimensión de seguridad 
En términos de seguridad, el escenario que se presenta en la región del Norte de 
Uganda es bastante complejo. En un contexto de continuación de la confrontación 
violenta entre el LRA y las fuerzas militares, los riesgos de que los menores 
desvinculados puedan ser re-ingresados a las filas del grupo armado ilegal son 
altos. Esta situación es aún más problemática si se tiene en cuenta que las zonas 
rurales se encuentran abandonadas, de tal manera que en el proceso de retorno 
no hay garantías de una seguridad comunitaria para el menor. 
25 
Las percepciones de la población en general tampoco son muy alentadoras, al 
punto que se pueden llegara considerar o estigmatizar a los menores como 
fuentes de inseguridad física y espiritual (Atri y Cusimano, p.18). Dichas opiniones 
se basan en suposiciones como que los menores pueden esconder armamento, 
socializarán de manera violenta tal y como lo hacían en la guerra, podrían 
cometer delitos y asesinatos, pueden retomar las armas para reactivarse en los 
grupos armados o vienen cargados con espíritus cen. 
Sobre todo la pobreza estructural que persiste en la región puede ser un foco de 
generación de conflictos: al no encontrar las oportunidades necesarias para 
mantenerse en la legalidad y ser productivos, los menores podrían buscar las 
maneras de enrolarse en la guerra; o bien, pueden surgir nuevos grupos violentos 
en respuesta a la inexistente respuesta estatal respecto a las necesidades de 
subsistencia. En este punto merece especial atención observar que el 
reclutamiento de menores desvinculados por parte del Ejercito Nacional erosiona 
de manera significativa la posibilidad de que niños, niñas y adolescentes puedan 
transitar efectivamente hacia la vida civil, poniéndolos de nuevo a operar bajo las 
lógicas de la guerra y la socialización violenta. 
Tampoco se debe perder de vista que el tema de la seguridad ha tomado nuevas 
dimensiones, principalmente en los campos de refugiados que se han creado 
para atender a las comunidades que han sido desplazadas del entorno rural. Allí, 
se han observado algunos conflictos entre la población desplazada y los menores 
desvinculados, los cuales no han podido ser solucionados de manera satisfactoria 
dada la poca presencia de la policía en los campos de refugiados. (Muwonge, 
p.18). 
3. Reintegración comunitaria en Colombia: el 
caso de la comunidad Nasa 
Una de las modalidades de violencia degradada que se ha presentado 
sistemáticamente por parte de los grupos armados ilegales en Colombia ha sido 
el reclutamiento forzado de niños, niñas, jóvenes y adolescentes. Según la 
normatividad nacional e internacional, esta práctica se constituye en una “grave 
violación de los derechos humanos” (ICBF, 2008, p.7), y a pesar de su estricta 
prohibición, todos los grupos siguen incurriendo reiteradamente en la misma. 
El Cauca Colombiano ha sido históricamente una región en donde pervive la 
férrea defensa pacífica por parte de las comunidades indígenas de su territorio e 
identidad, y una fuerte confrontación armada entre grupos armados: 
Paramilitares, FARC-EP y Fuerzas Militares. Estos dos últimos grupos, quienes 
arreciaron su confrontación luego de la instauración de la Política de Seguridad 
Democrática, aun persisten en el territorio, cometiendo graves violaciones a los 
Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario. 
26 
En este contexto, y pese a la oposición de las autoridades tradicionales locales, 
se han dado múltiples vinculaciones de menores indígenas a los grupos armados, 
particularmente a las FARC-EP, quienes tienen mayor presencia en el territorio. 
El grupo armado, en este caso, se ha presentado como una alternativa “amigable” 
– en inicio- frente al aburrimiento o la desorientación respecto al proyecto de vida 
que tienen algunos niños, niñas y adolescentes Nasa, quienes han convivido 
cotidianamente con la guerra y los combatientes de los grupos armados (Rubio, 
2015, p.70). 
3.1 El programa de reintegración comunitaria en el 
Cauca: “Recomponer un camino de vuelta a casa” 
En respuesta a esta creciente problemática surgió desde el 2007 el Programa 
“Recomponer un camino de vuelta a casa”, impulsado por la Asociación de 
Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN) e inscrito en la modalidad de 
Hogar Gestor desarrollada por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar 
(ICBF). El programa se creó bajo el objetivo de “atender a los menores edad que 
la Guardia Indígena y sus autoridades tradicionales les arrebatan a los grupos 
armados ilegales”5 (Verdad Abierta, 18 de Febrero de 2015) y se ha articulado a 
la estrategia de autoprotección Nasa “Plan Minga en Resistencia (Welter, 2011, 
p.34). 
Antes de entrar a describir este programa de acuerdo a las dimensiones 
planteadas, es necesario hacer algunas observaciones respecto a la especificidad 
del mismo. En primer momento, advertir que el programa, pese a que se inscribe 
en un marco institucional – Hogar Gestor ICBF- , es manejado autónomamente 
por el cabildo, en tanto es él quien define los contenidos y actividades a realizar. 
En segunda instancia, que existe según la concepción Nasa una diferencia 
conceptual y semántica entre lo que occidentalmente se conoce como 
“desmovilizado” y “reintegración”; en este caso, los conceptos utilizados son 
“desarmonizado” y “rearmonizado”, en tanto esta comunidad entiende que el irse 
de la guerra supone per se un desequilibrio del individuo con la cosmología nasa, 
con su pensamiento, sus costumbres y su anclaje al territorio (Rubio 2015; Welter 
2011). En este sentido, el proceso de “rearmonización” se desenvuelve en 4 
espacios vitales, a saber: familia, autoridad tradicional, comunidad y territorio 
(Verdad Abierta, 18 de Febrero de 2015). 
En tercer lugar, que el proceso no responde a un camino estandarizado, sino que 
atiende a las particularidades de cada uno de los menores que retornan en 
términos no solo de las motivaciones que los llevó a vincularse sino también 
respecto a sus expectativas a futuro. Finalmente, que el proceso es integral y por 
esta razón las distinciones analíticas presentadas sólo se hacen con el propósito 
 
5
 En cuanto a los objetivos específicos, estos se dividen en 3: a) Preparación para el retorno a la 
comunidad b) Acompañamiento en la definición de la situación jurídica del menor c) Capacitación 
para el desarrollo de trabajo de prevención y trabajo organizativo (BPSC, s.f) 
27 
de “diseccionar” una propuesta que articula en sí misma, y a la vez, todos los 
componentes: social, cultural, político, económico y de seguridad. 
3.1.1 Dimensión Económica 
Para la comunidad nasa que recibe a los menores desvinculados el componente 
de reintegración económica no es el central en el programa sino una parte más 
del “todo” integral, fuertemente anclado a la recuperación del pensamiento propio. 
Específicamente en esta dimensión se podrían clasificar las iniciativas de 
educación así como las de desarrollo de proyectos productivos y acceso a la 
tierra; iniciativas que no son excluyentes entre si y a las que el menor debe 
atender en su totalidad. 
El componente de educación es uno de los componentes fundamentales en este 
programa. Según la cosmovisión nasa (la cual es marcadamente pacifista) la 
guerra es para los “no estudiados”, de tal manera que el proceso educativo se 
convierte en la “forma de construir lo destruido y armonizar la vida colectiva para 
los nasa” (Rubio, p.78).En este sentido, las “Escuelas de Pensamiento” se han 
convertido en pilares fundamentales donde se fortalecen en los menores los usos 
y costumbres de los ancestros (Reconciliación Colombia) a la vez que se asientan 
como lugares de encuentro y socialización de los menores con sus pares y con la 
comunidad en general. 
De igual manera, la búsqueda de fortalecer la cultura indígena se ha extendido en 
diversas actividades de índole cultural. El cabildo ha impulsado el descubrimiento 
de las artes por parte de los menores mediante la generación de apoyos y 
sinergias con universidades, las cuales han coadyuvado al desarrollo de acciones 
que se encaminan a la recuperación de la memoria del pueblo nasa (Welter, 
p.40). 
Conectando la escuela con la dimensión productiva es importante notar que en la 
ruta está estipulado que los menores deben terminar primero sus estudios para 
luego sí acceder a los proyectos productivos o bien a los procesos organizativos 
locales (Verdad Abierta, 18 de Febrero de 2015). Bajo la premisa de “hacer de 
todo estudiante un trabajador en formación y de todo trabajador un estudiante” 
(Welter, p.39), se

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