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El Mundo 
LA CARCEL EN LA QUE LOS SOLDADOS Y ESPIAS DE BUSH 
TORTURARON A LOS PRISIONEROS IRAQUIES 
Consideraciones sobre la tortura después 
de Abu Ghraib, en Irak 
Un impactante documental y un informe de la Cruz 
Roja revelan siniestros detalles de los abusos. 
Por: Matilde Sánchez 
 
 
 
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"SIEMPRE LEVANTO LOS PULGARES ANTE LA CAMARA". SABRINA 
HARMAN JUNTO AL PRISIONERO MUERTO AL-JAMIDI. 
Digna de un archivo negro del sadismo, una cascada de nuevas imágenes de torturas, 
que incluyen vejaciones sexuales en cárceles de Irak y Afganistán, amenaza con enviar 
a decenas de altos jefes militares a la corte marcial y con procesar al ex presidente 
George Bush y a su vice, Dick Cheney, desde 2002 el adalid del "set alternativo de 
procedimientos" para el interrogatorio de terroristas, de uso sistemático en la 
contrainteligencia desde el ataque del 9/11 hasta 2006. Si bien Barack Obama había 
prometido a la Unión Americana de Libertades Civiles, ACLU, que difundiría el 
material, esta semana el presidente decidió no hacerlo público argumentando que 
motivaría represalias contra las tropas todavía estacionadas en Irak. Desde hace años 
diversas ONGs reclaman al gobierno que abra la información sobre el uso de tormentos 
en los llamados "sitios negros" del sistema carcelario de ultramar. Es en estos meses, a 
partir de un informe de la Cruz Roja de febrero de 2007, que se conocen detalles sobre 
esos centros de detención extraterritorial que los EE.UU. mantienen en Irak, Afganistán, 
Guantánamo, Tailandia, Polonia, Rumania y Marruecos. 
 
Muchas de las nuevas fotos, inaccesibles para las agencias pero que la semana pasada 
divulgó un canal de TV australiano, se agregan al expediente de doce CDs con cerca de 
2.000 fotos privadas, tomadas entre octubre y diciembre de 2003 en la cárcel de Abu 
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mailto:msanchez@clarin.com
Ghraib, en Irak. Se trata de un verdadero estudio fotográfico sobre el sumergido mundo 
de la tortura física y moral de enemigos. Trascendió que el nuevo archivo contiene 
tomas de un soldado norteamericano en el intento de violar a una prisionera, obligada a 
mostrar sus pechos. Hasta ahora no se habían visto prisioneras entre los trofeos 
fotográficos de Abu Ghraib, aunque es sabido que en sus meses de mayor hacinamiento, 
cuando la colonia albergó a miles de presos, muchos de ellos no registrados 
("unlogged", chupados en nuestra jerga), se contaban mujeres y hasta menores. De 
acuerdo con el informe del general Antonio Tabuga para una comisión especial sobre 
maltrato en las cárceles de Irak, de 2004, a menudo los menores eran capturados como 
rehenes. En otras fotos se ve a un traductor violando a un prisionero, y otras incluyen 
ataques sexuales con un tubo fluorescente, alambre y un horquilla de jardín. Otra vez ha 
sido Tabuga quien reveló esta semana el contenido del nuevo expediente. Retirado 
desde 2007, el general se limitó a decir que "muestran torturas, abuso, violaciones e 
indecencias de todo tipo imaginable" e insistió en que sólo servirán a los fines 
judiciales: "La mera descripción de las imágenes es abominable, créanme." 
 
La irrupción y bloqueo de las nuevas fotos sigue al reciente informe del Comité 
Internacional de la Cruz Roja, entregado a varias comisiones del Congreso, entre ellas el 
del Senado para las Fuerzas Armadas. Fue de este informe que se sirvió el juez español 
Baltasar Garzón. En los últimos meses de 2006, la Cruz Roja entrevistó a 14 "detenidos 
de alta categoría" en varios "sitios negros". Los comentarios e indagaciones en 
profundidad sobre el tema vienen publicándose en las principales revistas literarias, 
como The New Yorker y The New York Review of Books. 
 
Más allá de sus consecuencias judiciales, las nuevas pruebas de vejaciones sacuden la 
conciencia y hacen pensar en un giro significativo, un antes y un después de Abu 
Ghraib, pero no porque incorporen métodos innovadores en el infame campo de la 
tortura. El umbral en cuestión es de otra naturaleza. Al repasar las fotos ya conocidas, se 
tiene la impresión de que distintos tabúes culturales han sido franqueados. Primero, 
ponen en evidencia hasta qué punto la industria audiovisual presta sus fórmulas y 
prácticas a la dominación del enemigo (me refiero al advenimiento de la fotografía 
electrónica sin soporte de papel, me refiero al lenguaje de la pornografía, a las 
diferencias culturales en términos de derechos civiles, que para un prisionero musulmán 
agravan el sadismo cuando lo ejerce una mujer, se trata incluso de un umbral en la 
historia del feminismo). Reflexionar sobre estos colaterales resulta más pertinente 
todavía en un país como Argentina, primero, porque contamos con nuestro propio 
capítulo en la Historia Universal de los Desaparecidos, pero sobre todo a la hora de 
concebir con seriedad un museo de la memoria. 
 
Estrenado hace un año en los EE.UU., el conmocionante documental Procedimiento 
standard, del notable realizador Errol Morris, se puede conseguir en algunos videoclubs 
argentinos. Morris ya había dirigido el extraordinario Niebla de guerra, sobre el ex 
Secretario de Estado Robert McNamara y la política exterior estadounidense durante la 
Guerra Fría. En el nuevo documental, Morris investiga las condiciones y el tiempo real 
del festín fotográfico de Abu Ghraib, a través de la reconstrucción de las sesiones y 
videos y con entrevistas a la mayoría de los procesados en el juicio de 2004 -la ex 
brigadier Janis Karpinski, a cargo de los ocho penales estadounidenses en Irak, la 
angelical Sabrina Harman, célebre por sus pulgares levantados junto a al-Jamidi, muerto 
bajo tortura; la endurecida Lynndie England, embarazada de su jefe Charles Graner, un 
psicópata estereotipado, amante de varias carceleras, instigador de las fotos y hoy 
convicto a diez años. Todas las entrevistas fueron realizadas por Morris en 2006. 
 
"Es un error confundir las fotografías de Abu Graib con los crímenes de Abu Ghraib," 
señalaba Morris hace un año desde su blog Zoom, en la página del diario The New York 
Times. "Una de las mayores ironías es que las fotografías podrían servir como 
revelación o como encubrimiento al mismo tiempo, alentar a la gente a no ver nada más 
y a pensar que lo vio todo", concluía el director. Las nuevas imágenes parecen darle la 
razón: ¿Abu Ghraib fue apenas la cima de un gran vertedero? 
 
Uno de los aspectos aberrantes que revela el film es hasta qué punto la gestión 
carcelaria en Irak recayó en manos de jóvenes sin experiencia, embrutecidos por una 
educación deficiente y despachados a Irak con un mínimo de instrucción. Lo deja en 
claro sobre todo uno de los testimonios, de una imbecilidad onomatopéyica, preverbal, y 
lo enfatiza el investigador Brent Pack, quien reconstruyó las distintas líneas temporales 
de las imágenes para la Justicia. En Abu Ghraib, reservistas de 18 años que venían de 
hacer un cursillo para interrogadores quedaban a cargo de indagar a generales de hasta 5 
estrellas, de entre 40 y 65 años. Demasiado ignorantes para obtener información 
significativa. Así, se verificaba en Abu Ghraib lo que la filósofa alemana Hanna Arendt, 
en su crónica del juicio a Adolf Ecihmann en Jerusalén, llamó "la banalidad del mal", a 
la que se agrega, según observó Susan Sontag, ese ingrediente de "diversión" propio de 
la cultura juvenil. 
 
Asimismo, emerge el clásico desconcierto de todo régimen en su punto de fragor 
represivo, actuando sin un plan racional y por los impulsos de su propia paranoia. 
Varios testimonios aseguran que en medio de la noche llegaba a Abu Ghraib el camión 
repleto de detenidos "y resultaba que eran taxistas, soldadores, panaderos, hombres 
recogidos de la calle, hijos detenidos porque sus padres no estaban en casa. A eso yo lo 
llamo secuestro", sostiene uno de los testigos. 
 
Se debe tener presente, además, que Irak es la primera guerra tercerizadamediante 
empresas contratistas, en la que actuaron decenas de interrogadores privados. En Abu 
Ghraib fue clave el papel de los intérpretes: en la muerte de al-Jamidi, el rol de un tal 
"Clint C", empleado de la empresa Titan, proveedora de traductores. Otra de ellas era 
CACI, sigla de una empresa ya disuelta y encargada de proveer interrogadores. Los 
"sitios negros" son, de hecho, un universo de siglas anónimas que encriptan agencias 
encubiertas, contratistas y Task Force, o grupos de tareas. 
 
Morris permite comprobar otro paralelismo desconsolado: en qué medida el sistema de 
quiebre y aniquilamiento de enemigos ha mutado en su narrativa desde la Segunda 
Guerra. Si la Shoah ponía en escena un universo concentracionario netamente fabril, 
con turnos de tareas y "trabajo útil", Abu Ghraib evolucionó hacia un mundo sin otro 
trabajo que la explotación sexual, mediante cuadros vivos para un video de satisfacción 
personal, con las estaciones clásicas de la pornografía hardcore -sadomasoquismo, 
coprofagia, camas redondas en forma de "pirámide humana"-. Su industria, por lo tanto, 
es el entretenimiento en el que los carceleros posan, el prisionero es obligado a posar -
masturbándose o supliciado, y el grosor de un pelo separa ambas prácticas-, y donde el 
muerto hace de muerto mientras el fotógrafo es productor del entretenimiento. De 
hecho, al-Jamidi fue bautizado Bernie por Bernie's weekend, una película clase B que 
cuenta una fiesta delirante con un homicidio fraguado. 
 
Retomando su libro sobre la fotografía de guerra, Ante el dolor de los demás, de 2003, 
la escritora norteamericanaSusan Sontag reflexionaba sobre Abu Ghraib en un ensayo 
un año más tarde. Allí afirmaba que existe una alarma extra en esas fotos, dado que rara 
vez en la historia los victimarios aparecen en sus trofeos de guerra. Ni siquiera en los 
campos de concentración nazi, los criminales se muestran ligeros y sin solemnidad ante 
el vejamen. Que tortura y sexualidad suelen ir juntas no es novedad, señala; fueron 
conjugadas por todas las culturas, desde la Inquisición hasta las razzias de Pol Pot en 
Camboya. 
 
"Lo realmente abominable, dado que estas imágenes fueron tomadas con el fin de 
hacerlas circular y ser enviadas a otros, -señalaba- es que muestran algo divertido. Y 
esta idea de la diversión es la que, cada vez más -y contra lo que el presidente Bush le 
dice al mundo- "en verdad están en la naturaleza y el corazón de los EE.UU.". Es difícil 
medir la creciente aceptación de la brutalidad en la vida norteamericana pero sus 
evidencias están en todas partes, por empezar en los videojuegos de matanza, el 
principal entretenimiento de los muchachos -¿estamos tan lejos de un videogame que se 
llame "Interrogando al terrorista?" 
 
Despersonalización ante el dolor del otro, infantilismo, atrofia del sentimiento de 
compasión, esta vez para la posteridad. Y en su registro, por primera vez en la historia, 
un grupo de mujeres cree participar por cuenta propia, a modo de subrayado 
postfeminista. Rodando la película de un psicópata, ellas también han mutado. 
Fuente: 
http://www.clarin.com/diario/2009/05/31/elmundo/i-01929755.htm 
	LA CARCEL EN LA QUE LOS SOLDADOS Y ESPIAS DE BUSH TORTURARON A LOS PRISIONEROS IRAQUIES
	Consideraciones sobre la tortura después de Abu Ghraib, en Irak 
	Un impactante documental y un informe de la Cruz Roja revelan siniestros detalles de los abusos.

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