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37 Fotografía y desaparición en Argentina. Consideraciones sobre la foto de Alice Domon y Léonie Duquet tomada en el sótano de la ESMA Claudia Feld* * La investigación en la que se basa este artículo fue realizada en el marco de la beca posdoctoral Hermès (2008) y del programa “Directeur d’Etudes Associés” (2010), ambos financiados por la Fondation Maison des Sciences de l’Homme de París. Agradezco a Dominique Fournier, de la FMSH, por el apoyo recibido. Agradezco a Natalia Fortuny, Jordana Blejmar, Luis Ignacio García y Cora Gamarnik por sus comentarios a una primera versión de este texto. Agradezco a Nadia Tahir por su ayuda en la búsqueda de informaciones en Francia. 39 IntroduccIón Entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977, en diversos operativos de la Armada realizados en Buenos Aires, fueron secuestradas doce personas, integrantes de un grupo más amplio que se reunía frecuentemente en la Iglesia de la Santa Cruz para denunciar y organizar la búsqueda de sus familiares desaparecidos. Entre los secuestrados del grupo había madres de desaparecidos, militantes de derechos humanos y dos religiosas francesas de la Congregación de las Misiones Extranjeras de París en Argentina: Alice Domon y Léonie Duquet. Tanto Domon como Duquet vivían en la Argentina desde hacía muchos años, dedicadas a diversas misiones humanitarias1. Alice Domon tenía, además, una fuerte participación en la acción social. Había colaborado con los campesinos de las Ligas Agrarias en la provincia de Corrientes y, durante los meses anteriores a su secuestro, había trabajado activamente junto a las Madres de Plaza de Mayo y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) en la búsqueda de informaciones sobre la suerte corrida por los desaparecidos y en la denuncia pública de esos casos. Los secuestros fueron realizados a plena luz del día en diversos lugares, pero el más notorio de esos operativos fue el de siete personas capturadas 1 Alice Domon había llegado a la Argentina en 1967 y Léonie Duquet en 1949. Para un retrato de las religiosas y sus actividades en la Argentina, ver Cabrejas, 1998 y Pierron, 2009. Claudia Feld 40 Artículos de investigación sobre Fotografía al mismo tiempo, a la salida de una misa en la puerta de la Iglesia de la Santa Cruz, el 8 de diciembre. Mucho tiempo después, se supo que el Grupo de Tareas 3.3.2, pertene- ciente a la Armada argentina, había planificado y llevado a cabo estos se- cuestros, con información suministrada por el teniente de fragata Alfredo Astiz, que se había infiltrado en la agrupación de Madres haciéndose pasar por el hermano de un desaparecido. Según testimonios conocidos posteriormente, las doce personas secues- tradas fueron llevadas a la ESMA2, donde fueron torturadas y manteni- das en cautiverio clandestino durante varios días, hasta que finalmente fueron asesinadas. Desde entonces, sus nombres figuran en la larga lista de desaparecidos en la Argentina3. Ante la protesta diplomática francesa, los miembros del Grupo de Tareas de la ESMA hicieron circular una in- formación falsa para culpar a la organización guerrillera Montoneros del secuestro de las monjas. Esa información fue acompañada por una foto sacada en el sótano de la ESMA: la última que muestra a las religiosas vivas y una de las pocas imágenes fotográficas que se conocen de personas desaparecidas, retratadas dentro de un centro clandestino de detención. En este trabajo, quisiera proponer algunas preguntas y consideraciones acerca de esta fotografía. El análisis de la foto misma se desarrollará a través de la indagación sobre los modos en que esa fotografía fue presen- tada y mostrada en el espacio público, particularmente en la prensa y la televisión, tanto en el período de la dictadura como después. Me referiré puntualmente a la prensa argentina y francesa del momento inmediata- 2 Además de las siete personas secuestradas en la Iglesia Santa Cruz, tres hombres del mismo grupo fueron secuestrados ese mismo día, y dos días después –el 10 de diciembre- fueron secuestradas la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor de Devicenti, y la religiosa francesa Léonie Duquet. La Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) fue un importante centro clandestino de detención de la última dictadura argentina, por el que se calcula que pasaron alrededor de 4000 detenidos-desaparecidos, de los que sobrevivieron cerca de 200. Existen varios testimonios de sobrevivientes de la ESMA que vieron a Alice Domon y Léonie Duquet cautivas allí. Para un testimonio producido durante la dictadura, ver C.A.D.H.U., 1979: 55-57. 3 El cuerpo de Léonie Duquet, junto con los de tres madres de desaparecidos y otra de las mujeres secuestradas en ese operativo, fue identificado en 2005 en una tumba NN en el cementerio de General Lavalle, que guardaba restos encontrados en las costas del mar Argentino en 1977 y 1978. Los restos de Duquet fueron identificados el 29 de agosto de 2005. 41 mente posterior a los secuestros, y a algunos programas emitidos por la televisión francesa en las décadas de los ‘80 y ‘90. Más precisamente, qui- siera indagar, a partir de esta foto y de sus sucesivas reutilizaciones, en tres problemáticas que ligan a la fotografía con la memoria de la desaparición en la Argentina. En primer lugar, es posible interrogar el estatuto de esa foto en tanto prue- ba y, más específicamente, en tanto “prueba de la desaparición”. Como es sabido, la desaparición forzada, principal modalidad represiva instaurada por la última dictadura militar argentina (1976-1983), se basó en la falta de visibilidad pública de sus acciones más sangrientas: si los secuestros de las víctimas eran “visibles”, ya que muchas veces se hacían en lugares públicos y en presencia de testigos, luego se ocultaba lo que sucedía con las víctimas. La dictadura torturaba y asesinaba a sus opositores en centros clandestinos de detención cuyas imágenes no se veían públicamente, al mismo tiempo que negaba su existencia y ocultaba o suprimía las huellas que pudieran permitir ligar esos sitios con la actividad represiva. Lo que sucedía “adentro” de los centros clandestinos raramente podía ser visto “afuera”, aunque –como señalaré más adelante– esas fronteras fueron más porosas y permeables de lo que podría suponerse. Una vez terminada la dictadura, no se han encontrado imágenes en la Argentina como las producidas en los campos de concentración nazis por las tropas de liberación, ni films de propaganda como los realizados por el mismo nacionalsocialismo durante el funcionamiento de los campos, ni fotografías “privadas” como las tomadas por soldados nazis durante los fusilamientos de prisioneros (Baer 2006). Un sobreviviente de la ESMA, Víctor Basterra, logró escabullir entre sus ropas y sacar de ese lugar una se- rie de fotos de personas desaparecidas tomadas allí, aunque en su mayoría esos rostros se ubicaban en lugares no reconocibles4. Solo con el tiempo, y través de un trabajo memorial específico que se ha conjugado con los diversos momentos en que Basterra brindó su testimonio, estas imágenes 4 Se trata principalmente de fotografías de represores y de algunas personas secuestradas, cuyos negativos y copias Basterra pudo salvar de su destrucción y sacar afuera. Algunas de estas fotos se han publicado en Brodsky, 2005. Para un análisis sobre estas fotografías, ver Ana Longoni y Luis García, 2012.Para consideraciones sobre el rol de esas fotos en la memoria de la desaparición y en el debate sobre la construcción de un museo en el predio de la ESMA, ver Bell, 2010 y Andermann, 2011. Claudia Feld 42 Artículos de investigación sobre Fotografía han podido empezar a ser reconocidas como “documentos visuales” de la desaparición. Y aun así, constituyen una excepción que no hace más que enfatizar la falta de documentos visuales sobre este crimen específico. Por todo esto, la noción de desaparición propone desafíos singulares para la fotografía, si se tiene encuenta la contradicción inherente que parecería haber entre la foto como huella y como imagen, y la desaparición como sistema de borramiento y ocultamiento de huellas y de imágenes. En su carácter de índice, la fotografía trae al presente las huellas de lo suce- dido. Tal como afirmó Roland Barthes, el referente captado por la cámara tiene que haber existido para que la imagen se produzca: “nunca puedo negar en la Fotografía que la cosa haya estado allí. Hay una doble posición conjunta: de realidad y de pasado” (Barthes, 1990: 135-136). Aunque Philippe Dubois sostiene que “el principio de la huella, por esencial que sea, sólo marca un momento del proceso fotográfico” (Dubois, 1986: 49), es este registro de la cámara el que permite construir un reservorio de imágenes que pueden ser leídas como “pruebas” del pasado. Entonces, la primera problemática que atraviesa nuestro análisis tiene que ver con el modo en que esta foto singular, tomada en el sótano de la ESMA a dos religiosas que ya estaban desaparecidas, para ser publicada como “prueba de vida” aun después de su muerte, puede cuestionar el estatuto de huella y de prueba de la fotografía. Si esta foto es una prueba de algo, ¿prueba de qué es? En suma, la primera cuestión que explora este artículo es el carác- ter problemático del vínculo entre fotografía y desaparición. La segunda cuestión a examinar tiene que ver con el también problemá- tico vínculo entre fotografía y representación del horror. ¿En qué medida esta foto puede ser vista como un documento de las atrocidades ocurridas dentro del centro clandestino de detención? La problemática, ampliamen- te trabajada por muchos autores, acerca de la manera en que las atrocida- des se muestran en el espacio público, lo que Rancière (2010) llama “la imagen intolerable”, se propone aquí con una entrada singular. ¿Puede ser leída esta foto como “imagen del horror”? ¿Qué características de esta fotografía permitirían esta lectura? Entre los debates más conocidos acerca de la representación del horror me- diante fotografías –en este caso vinculadas con el Holocausto–, es posible 43 mencionar el que tuvo como protagonistas a Georges Didi-Huberman, Claude Lanzmann, Gérard Wajcman y otros intelectuales franceses. El de- bate se centró en cuatro fotografías tomadas por miembros del Sonderkom- mando5 en los crematorios de Auschwitz-Birkenau y luego “arrancadas al infierno” (Didi-Huberman, 2003) y mostradas en otros ámbitos y momen- tos históricos. La polémica incluye varios ejes: si esas fotos “documentan” el horror; si deben ser mostradas en el espacio público, dónde y de qué manera; si pueden informar, en alguna medida, sobre las atrocidades come- tidas allí, entre otras cuestiones (Didi-Huberman, 2003). No quisiera in- ternarme aquí en esta extensa polémica, sino sólo señalar un aspecto de ella que puede ser útil para analizar la fotografía específica trabajada en este ar- tículo. Se trata de saber de qué manera esta foto da a ver algo más de lo que (aparentemente) muestra. Si son su “marco” (Buttler, 2009) y su “situación de enunciación” (Didi-Huberman, 2003) los que informan sobre el horror tanto o más que el referente fotografiado. En este punto, la comparación de esta foto con las cuatro fotografías de los crematorios de Auschwitz en- cuentra su límite, ya que, tal como señala Didi-Huberman, aquellas cuatro fotos fueron tomadas por miembros del Sonderkommando en una acción de resistencia, y por ello, cuando su “situación de enunciación” se hace visible, permite rescatar del olvido tanto lo fotografiado (la aniquilación de millo- nes de judíos en las cámaras de gas) como el acto –fragmentario, heroico, improbable– de querer contar al mundo lo que allí ocurría. En cambio, la foto que estamos analizando aquí fue tomada por los perpetradores en el sótano de la ESMA a dos personas desaparecidas con el fin de generar una prueba falsa sobre su destino y darla a conocer públicamente. Por lo tanto, ese marco y esa situación de enunciación sólo pueden aparecer, en la imagen, como una pregunta abierta acerca de quién tomó la foto, cuándo y dónde fue tomada. Estos son los interrogantes claves que definen el crimen de la desaparición (¿dónde están los desaparecidos, qué les pasó, quiénes los llevaron?). Nos preguntamos si son ese marco y esa situación de enunciación los que aquí pueden considerarse como “documento del horror”. Es decir, si esa misma pregunta abierta, que se hace visible en la imagen, es la que documenta el horror justamente por la incapacidad que tenemos –nosotros, los espectadores de esa imagen– para contestarla. 5 Comando especial formado por prisioneros de los campos de exterminio, cuya tarea era incinerar los cuerpos de las personas asesinadas en las cámaras de gas, extrayéndoles previamente aquellos elementos que los nazis consideraban “útiles” (cabellos, dientes de oro, ropa, etc.). Ver Levi, 1987: 49-51. Claudia Feld 44 Artículos de investigación sobre Fotografía Finalmente, la tercera temática a abordar tiene que ver con la posteriori- dad del acontecimiento y los usos de esta fotografía en la configuración de memorias sobre la desaparición. En sus sucesivas reutilizaciones, por más de treinta años, esta foto ha sido repetida, reencuadrada y mostrada con diversos montajes, en múltiples medios de comunicación. Uno de los efectos de la estetización progresiva de la imagen (Didi-Huberman, 2003) ha sido el borramiento de la particular situación de enunciación que re- cién mencionamos: es decir, la omisión de las marcas que permiten inferir que la foto fue sacada por los perpetradores en el sótano de la ESMA a dos personas que pronto serían asesinadas. Un primer problema, por lo tanto, en relación con el modo en que esta foto singular se articula con una memoria sobre la desaparición de las monjas francesas, es pensar qué nuevos sentidos se construyen al reen- cuadrar y reeditar la foto. Un segundo problema tiene que ver con el he- cho mismo de que esa foto se repita constantemente. Es sabido que los discursos memoriales que se presentan en el espacio público tienden a configurar o conformar figuras fuertes que, con el tiempo, pueden trans- formarse en emblemáticas y que, en determinados momentos, condensan significaciones y estabilizan sentidos sobre el pasado. Estas figuras fuertes funcionan como contrapeso de la dispersión de sentidos que ofrecen los recuerdos, tanto en un nivel individual como colectivo6. En referencia puntual al uso de las fotografías en este proceso, Marie-An- ne Matard-Bonucci (1995) habla de “íconos emblemáticos” y Marianne Hirsch (2001) de un proceso de “iconización”. Por lo tanto, siguiendo a Hirsch, es posible preguntarse en qué medida la repetición de esta imagen termina borrando o amortiguando su carácter perturbador, su posibili- dad de seguir comunicando algo del orden de lo intolerable7. Me interesa justamente abordar esa tensión propia de las memorias mediatizadas: la tensión entre el carácter único y disruptivo del acontecimiento en cues- tión (la desaparición de personas como método de aniquilación bajo el terrorismo de Estado en la Argentina) y las representaciones cada vez más 6 La noción de “trabajo de encuadramiento” analizada por Pollak (2006) permite examinar más profundamente este proceso de selección y estabilización. 7 No tomaré aquí el concepto de “postmemory” trabajado centralmente en la obra de M. Hirsch, porque no creo que puede aplicarse mecánicamente y sin matices a este caso específico, pero es claro que la noción de “iconización” remite a ese proceso estudiado por Hirsch. 45 estabilizadas y repetitivas que difunden los medios de comunicación –y que son, a su vez, la condición para que la temática se vuelva accesible para un público masivo. Aunque no están tratadas estrictamente en este orden, las consideraciones que siguen atraviesan estas tres grandes problemáticas. LAs notIcIAs En un contexto dictatorial de censura y fuerte control sobre losmedios de comunicación, los diarios argentinos8 informaron sobre el secuestro de las religiosas varios días después, el 14 de diciembre de 1977, cuando el caso tomó estado público por el entredicho diplomático que suponía la deten- ción de dos personas de nacionalidad francesa sin que las autoridades de ese país fueran informadas9. Los títulos de los diarios argentinos del 14 y 15 de diciembre hacen referencia a la “protesta francesa” ante el secuestro de las dos religiosas y al pedido de informaciones sobre su suerte. En una estrategia que siguieron casi todos los diarios argentinos durante la dictadura, debido a que la censura prohibía publicar informaciones que no fueran confirmadas por una fuente oficial (Blaustein y Zubieta, 1998), los diarios del 14 y 15 de diciembre describen las denuncias y reproducen los comunicados de la Cancillería argentina, sin ofrecer una crónica clara sobre los hechos ni buscar fuentes alternativas o testigos que pudieran relatar esos acontecimientos de primera mano. Las informaciones varían, a veces en el mismo diario, de uno a otro día, y abundan las imprecisio- nes: no hay exactitud sobre los nombres de las personas secuestradas (la ortografía y los nombres van variando de una edición a otra), ni sobre 8 Fueron consultados para este trabajo los diarios La Nación, Clarín, La Opinión, La Prensa, Crónica, La Razón, El Cronista Comercial y Buenos Aires Herald del mes de diciembre de 1977. A los fines de la problemática planteada aquí, omitiremos en este análisis la información relativa a cada uno de los diarios analizados (su formato y estilo discursivo, a qué ideología responden, cuál es su estructura económica, a qué público se dirige cada uno de ellos), y nos centraremos en las constantes, señalando sólo las diferencias que resulten significativas en la cobertura de esta temática puntual. 9 Según señalaron los diarios franceses de ese momento: “la Argentina firmó una convención de Viena sobre las relaciones diplomáticas y consulares, que obliga a los países signatarios a informar a una embajada cuando uno de sus ciudadanos es arrestado” (Le Monde, 16/12/1977, p. 10). Claudia Feld 46 Artículos de investigación sobre Fotografía la cantidad de secuestrados en ese grupo (¿7, 15, 20?), ni acerca de los operativos realizados (a veces se dice erróneamente que las dos monjas fueron secuestradas el 8 de diciembre, otras veces se precisa que Domon fue secuestrada el 8 y Duquet el 10). Más que dar noticias sobre los secuestros, lo que comunican los diarios es la denuncia hecha por Francia y –por esa razón– el foco de la información está puesto en las monjas, y no en el secuestro de un grupo de personas. Si bien era la primera vez que la represión se dirigía tan claramente a un grupo de familiares de desaparecidos y tocaba especialmente a la organi- zación Madres de Plaza de Mayo –cuya presidenta, Azucena Villaflor de Devicenti, fue secuestrada el 10 de diciembre–, muy pocos diarios infor- man que entre los secuestrados había madres y otros familiares de desapa- recidos. Sin embargo, el gran vacío de información en estos diarios no se refiere tanto a los secuestrados como a los autores del hecho. Se habla de la actuación de “grupos armados” a los que los diarios no les asignan identidad alguna y, por supuesto, no los vinculan de ninguna manera con la actuación de la Junta militar en el poder. La excepción importante, en cuanto a las informaciones que circularon durante esos días en la prensa argentina, la presentó el diario de habla inglesa Buenos Aires Herald10, que informa, en su tapa del 13 de diciem- bre de 1977, sobre el secuestro del grupo: allí da una descripción deta- llada de los hechos y de las personas secuestradas, con precisiones sobre los organismos de derechos humanos afectados (el MEDH y las Madres de Plaza de Mayo). En esa nota, se menciona a una religiosa secuestrada dentro del grupo, “sister Alicia”, pero no se dice que es francesa11. El tono de la nota es de denuncia y puede inferirse que fue escrita a partir de un testimonio de primera mano, aunque no se menciona fuente algu- na. El artículo también señala que la policía no dio informaciones sobre el hecho y habla de la falta de respuestas a los habeas corpus presentados. Una nota editorial del mismo día, firmada por su director Robert Cox y publicada en inglés y en español, expresa las sospechas acerca de que los 10 Desde 1976, el Herald había publicado numerosas denuncias sobre desapariciones. Para una descripción más precisa de la actuación de este diario durante la dictadura (Schindel, 2004). Las primeras noticias sobre los secuestros del grupo Santa Cruz que aparecieron en el Herald se publicaron el 10 y el 11 de diciembre de 1977. 11 “Disappearances worry petitioners”, Buenos Aires Herald, 13 de diciembre de 1977, p. 1. Además del Herald, la noticia aparece muy tempranamente en el diario La Prensa del 12 de diciembre de 1977. 47 autores de los secuestros hayan actuado con algún tipo de acuerdo de la Junta militar: “Si los ocupantes de los coches sin identificación no eran in- tegrantes de los cuerpos de seguridad, ¿cómo es posible que hayan podido operar tan desembozadamente en una de las metrópolis más férreamente vigiladas del mundo?” (“¿Qué es lo que está pasando?”, Buenos Aires Herald, 13/12/1977, p. 8) Mientras tanto, en esos primeros días, los diarios franceses12 denuncian la desaparición de “un grupo de entre 15 y 20 personas” y ponen el acento en el hecho de que eran “madres de familia” y familiares de desaparecidos. Libération informa sobre el secuestro del grupo el día 12 y Le Monde el día 13, antes de que se hagan públicas las acciones del gobierno francés frente a estos hechos. En estos artículos, no se menciona a las dos religiosas. Re- cién el 14 de diciembre aparecen títulos sobre el secuestro de las monjas13, al mismo tiempo que se informa sobre las protestas del gobierno francés ante el ministerio de Relaciones Exteriores argentino. Entre el 14 y el 16 de diciembre, las notas de los diarios franceses (espe- cialmente Le Monde) informan sobre las distintas acciones del gobierno francés, en París y en Buenos Aires, destinadas a reclamar por el secuestro de las religiosas. En esas noticias los operativos se describen minuciosa- mente, se dan datos claros sobre la identidad de las dos monjas y sobre la pertenencia de los otros miembros del grupo al movimiento de derechos humanos. De todas maneras, cada diario lo hace con su propio formato, su estilo y su foco. Si comparamos, por ejemplo, Le Monde y Libération, observamos que mientras que para el primero el centro está puesto en las diversas acciones de reclamo del gobierno francés ante el argentino; para el segundo diario, en cambio, el foco está colocado en el hecho mismo de que haya desaparecidos en Argentina. Libération utiliza el secuestro de las monjas como punta de lanza para denunciar a la dictadura argentina y 12 Fueron relevados Libération, Le Monde, Le Figaro, L’Humanité, La Croix, France Soir de diciembre 1977 y enero 1978. 13 Por ejemplo, aunque en la edición del 13 de diciembre, Le Monde había informado sobre el secuestro del grupo, recién el 14 de diciembre, el secuestro de las monjas es anunciado como una nueva noticia, sin establecer un vínculo con lo informado el día anterior. “Deux religieuses françaises ont été enlevées par des inconnus”, p. 48. Claudia Feld 48 Artículos de investigación sobre Fotografía sus métodos represivos basados en secuestros, torturas y desapariciones14. En cuanto a los autores del hecho, los diarios franceses explicitan una fuerte sospecha acerca de que los “grupos armados” que efectuaron los se- cuestros podrían vincularse con el gobierno dictatorial. De todos modos, ese vínculo se establece débilmente: en las noticias aparecen caracterizados como policías de civil15, como “grupos paralelos a las fuerzas armadas”16 o como “grupos fuera de control”17. En ese mismo momento, en el contextointernacional, las denuncias con- tra la dictadura argentina habían recrudecido notoriamente. El gobierno de James Carter, en los Estados Unidos, había comenzado a presionar a la Junta militar sobre la cuestión de los derechos humanos en el país18, y ya eran audibles, en varios países, las críticas a la realización del Mundial de Fútbol en la Argentina que se estaba planificando para junio de 197819. Si bien las denuncias sobre desaparecidos estaban presentes en la prensa internacional desde principios de la dictadura y, para entonces, ya habían 14 Ver “Enlèvement de deux religieuses françaises / Argentine : deux disparues en un jour, 15000 en deux ans” (Secuestro de dos religiosas francesas / Argentina : dos desaparecidas en un día, 15000 en dos años) (Libération, 14/12/1977, p. 11). 15 Le Monde, 16/12/1977, p. 10; La Croix, 16/12/1977, p. 7; France Soir, 16/12/1977, p. 5. 16 Libération, 14/12/1977. 17 La idea de que existían “grupos fuera de control” que actuaban en la represión fuera de las órdenes de los altos mandos de las Fuerzas Armadas está expresada en el diario Libération del 14 de diciembre como una crítica hacia Videla. Sin embargo, la misma Junta de gobierno alentaba el rumor de que existían esos grupos para ocultar el hecho de que la represión era, en realidad, planificada y sistemáticamente llevada a cabo desde la cúpula del Estado. 18 En septiembre de 1977, en una reunión con James Carter y ante la preocupación del mandatario norteamericano por los derechos humanos, Videla había prometido una “Navidad en Paz” para la Argentina (La Nación, 7/9/1977, p. 1). A lo largo de 1977, Patricia Derian, del departamento de Estado de los Estados Unidos, realizó tres visitas a la Argentina para pedir a los miembros de la Junta noticias sobre los desaparecidos. En noviembre, Cyrus Vance, secretario de Estado norteamericano, también visitó el país y se entrevistó con los miembros de la Junta con el mismo propósito. Al mismo tiempo, los Estados Unidos amenazaban con embargar la venta de armas a la Argentina si no mejoraba la situación de los derechos humanos. Ver Uriarte, 1991: 166-174. 19 Esta acción fue particularmente importante en Francia. Se trataba de evitar que el Mundial de Fútbol tuviera lugar en un país en donde el Estado violaba sistemáticamente los derechos humanos. Según Marina Franco, el primer llamado para el boicot del Mundial aparece en Le Monde en octubre de 1977 y el “Comité de Boycott du Mondial de Football en Argentine” (COBA) se formó a fines de ese mismo año (Franco, 2008: 182). 49 sido secuestradas miles de personas, algunas de ellas muy conocidas por su participación en la cultura y en el periodismo argentinos20, el secuestro de dos religiosas seguido de una enérgica protesta del gobierno francés catapultó al centro de la escena internacional la cuestión de los derechos humanos en la Argentina. Se trataba de un momento especialmente in- conveniente para afrontar una mala imagen por parte del gobierno dicta- torial argentino, y de un caso muy difícil de presentar como consecuencia habitual en las acciones de la llamada “lucha contra la subversión”, ya que las monjas no podían ser simplemente presentadas como “subversivas” ante la opinión internacional y la situación más bien se prestaba para mos- trar lo contrario: que el régimen se ensañaba con personas inocentes. Esta característica importaba tanto en el plano interno como hacia el exterior de la Argentina. Con respecto a la imagen de la Junta dentro de la Argen- tina, en relación a este caso, Estela Schindel sostiene: “Para la oligarquía argentina, aliada con los militares en el proyecto dictatorial, lo ‘francés’ representó siempre un em- blema de cultura y elegancia (…). En ese imaginario de cla- se, ciudadanos franceses debían contar con un crédito sim- bólico adicional. Si a eso se agrega el hecho de ser mujeres, destinadas a un rol doméstico y privado según los valores tradicionales, y la condición de religiosas, que impone auto- máticamente respeto en esos círculos ultracatólicos, las mon- jas francesas desaparecidas plantean una ecuación difícil de cerrar para algunos sectores de la alianza cívico militar en el poder” (Schindel, 2004). Por esas razones, el gobierno argentino que, en general, no daba ninguna explicación acerca de los desaparecidos –y, mucho menos, acerca de casos precisos de desapariciones–, emitió un comunicado que se publicó en casi todos lo diarios de Buenos Aires el 17 de diciembre de 1977. Con un contenido bastante ambiguo, el comunicado parecía asignar la responsa- bilidad de los secuestros a lo que designaba como “subversión”. El texto comenzaba mencionando “la desaparición de un grupo de personas, entre 20 Por ejemplo, el secuestro del periodista Jacobo Timerman, en abril de 1977, había causado un gran impacto en la prensa internacional y fue la presión exterior la que favoreció su liberación varios meses después. En julio de 1977, la misma presión se hizo sentir ante la desaparición del embajador argentino en Venezuela, Héctor Hidalgo Solá. Claudia Feld 50 Artículos de investigación sobre Fotografía ellas dos religiosas”, pero luego hablaba de la necesidad “de erradicar todas las manifestaciones disociadoras de la comunidad nacional” y repudiaba “todo intento perturbador de la paz y la tranquilidad de los argentinos”, condenando a “la subversión encerrada en su nihilismo”. Sin embargo, no daba ninguna información concreta sobre la suerte corrida por los secues- trados ni sobre los responsables de ese hecho. Los diarios argentinos pu- blicaron ese texto casi sin agregar comentarios al respecto21. Pero era claro que, para la magnitud que habían alcanzado las protestas internacionales, esa información no resultaba suficiente. AL borde de LA muerte Durante esos días, además de la presión internacional y del entredicho diplomático con Francia, el secuestro del grupo de la Santa Cruz des- encadenó un sinnúmero de tensiones al interior de la Junta militar de gobierno, reactivó un viejo conflicto entre la Marina y el Ejército, y cris- talizó muchas de las tensiones que existían en el interior de la Armada, fundamentalmente entre los mismos oficiales del Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA. Estas cuestiones exceden, evidentemente, los alcances del presente artículo pero ayudan a explicar por qué los oficiales de la ESMA decidieron secuestrar en ese momento, y asesinar unos pocos días después, a ese grupo preciso de personas (Goñi, 1996)22. Baste decir que, aun dentro de este sistema represivo basado en el secre- to, con centros clandestinos de detención instaurados por las tres armas en todo el país, el operativo de secuestro y asesinato de las dos monjas 21 Clarín, 17/12/1977, “Repudió el gobierno la desaparición de dos monjas francesas”; La Opinión, 17/12/1977, “La desaparición de dos religiosas”; La Prensa, 17/12/1977, “Rechaza el gobierno el secuestro de personas”; Buenos Aires Herald, 17/12/1977, “Nihilistic subversión blamed / Govt. Repudiates nuns’ abduction”; Crónica, 17/12/1977, “El gobierno expresó su vivo repudio por desaparición de un grupo de personas, entre ellas dos religiosas”. 22 Las hipótesis por las que se lleva a cabo el operativo de secuestro en ese momento son muchas y recorren desde un enfrentamiento entre la Armada y el Ejército, hasta la sospecha –por parte del Grupo de Tareas de la ESMA– de haber encontrado, en ese grupo de madres y familiares reunidos en la Iglesia Santa Cruz, a una peligrosa célula “subversiva” que debían eliminar (Goñi, 1996). Aquí no estamos tratando de proponer una respuesta a este interrogante, sino de subrayar cuán excepcional fue el operativo, aun dentro de un sistema “de excepción”, basado en el secuestro y la desaparición de miles de personas de manera clandestina. 51 francesas estuvo especialmente rodeado de silencios que se proyectaron, incluso, al interior de la Junta y de la misma Armada (Goñi, 1996). Una de las tentativas para mantener ese silenciotuvo como elemento central una fotografía de las monjas tomada dentro de la ESMA, y destinada – paradójicamente– a ser difundida públicamente en ese mismo momento. La fotografía se tomó en el sótano del Casino de Oficiales de la ESMA23: “las dos monjas fueron sentadas frente a una gran bandera de Montoneros, sosteniendo una copia de La Nación del 14 de diciembre en primer plano” (Goñi, 1996: 109)24. Los Marinos utilizaron esa foto para acompañar un falso comunicado de Montoneros en el que la organización guerrillera se autoadjudicaba el secuestro de las religiosas y hacía una serie de demandas a cambio de las secuestradas. Según testimonios de sobrevivientes, la foto fue tomada cuando ya se ha- bía decidido la muerte de todos los miembros del grupo. De hecho, un testigo afirma que los marinos pensaban trucar la fecha del diario y seguir publicando la foto como prueba de vida: “La idea de Acosta25 era sacarla con un diario y después ir trucando el diario, para que se pensara mucho más tiempo después de haberlas eliminado que seguían vivas, una idea infantil que no se hizo nunca” (Testimonio de Miguel Angel Lauletta, citado por Goñi, 1996: 109). Esta es una primera característica que quisiera señalar con respecto a esta foto: se trata de una fotografía tomada al borde de la muerte. No sólo por- que se tomó en un centro clandestino de detención, o porque las mujeres 23 El centro clandestino de detención que funcionó en el predio de la ESMA tuvo como epicentro de las actividades represivas al edificio denominado Casino de Oficiales. En su sótano se aplicaban torturas pero también –en distintos momentos de la dictadura– hubo oficinas, una enfermería y un laboratorio fotográfico. 24 El testimonio de Ricardo Coquet, sobreviviente de la ESMA, en el archivo oral de Memoria Abierta incluye un fragmento sobre la manera en que, obligado por el grupo de tareas, debió confeccionar la bandera de Montoneros para esa fotografía. Ver http://www.memoriaabierta.org. ar/materiales/fch.php. 25 El capitán de corbeta Jorge Eduardo Acosta fue el jefe del Grupo de Tareas del centro clandestino de detención que funcionó en la ESMA. Claudia Feld 52 Artículos de investigación sobre Fotografía fotografiadas portan los rastros de los tormentos sufridos (elemento sobre el que volveré más adelante), sino porque es una foto elaborada para “dar pruebas de vida” cuando ellas ya hubieran sido asesinadas. Es una foto que, de algún modo, sella la suerte de las monjas: una vez que la imagen circulara fuera de la ESMA era improbable que ellas pudieran reaparecer con vida. Tal característica hace que esta foto sea cualitativamente dife- rente de las ya mencionadas imágenes sustraídas de la ESMA por el so- breviviente Víctor Basterra y luego utilizadas como prueba en diversas instancias judiciales. La foto de las monjas fue tomada con la intención expresa de ser mostrada y circuló públicamente en el mismo momento en que la ESMA estaba funcionando como centro clandestino de detención. Sontag (1977) y Berger (1980) hablan de la contigüidad que hay entre el acto de matar y el de fotografiar: disparar un arma, disparar una cámara de fotos. No quisiera aquí tomar al pie de la letra esta metáfora, sino señalar que esta fotografía exige volver a cuestionar la compleja contigüidad entre el acto de fotografiar y el de matar en ese espacio específico que era el centro clandestino de detención. Por una parte, porque en muchos centros clan- destinos los detenidos eran fotografiados sistemáticamente poco después de su secuestro. Eso es lo que nos enseñan las terribles fotos rescatadas de la ESMA por Basterra. Es decir, existía un circuito burocrático-policial de registro fotográfico de los detenidos ya desaparecidos, casi todos ellos luego asesinados, por el cual se podría haber establecido con certeza la suerte de esas personas, si todas las fotos se hubieran hallado26. Sabemos por diferentes testimonios que, en la tarea de borramiento y negación que ejecutaron las Fuerzas Armadas, el asesinato y la desaparición de los cuerpos fueron concatenados con la destrucción de esas fotografías y otros documentos probatorios poco antes del final de la dictadura. Por lo cual, la desaparición de las personas, la de sus cuerpos y la de sus retratos reali- 26 En ese sentido, Luis García y Ana Longoni (2012) llaman la atención sobre un posible “archivo del terror” en Argentina: “Es cierto que, a diferencia del Archivo del Terror en Paraguay que se recuperó y se conserva intacto y abierto a la consulta, que entre otras cuestiones documenta minuciosamente todas las operaciones implicadas en la Operación Condor, y donde hay más de 20.000 fotos (incluso muchas de desaparecidos argentinos o en la Argentina), en nuestro país no apareció (al menos por ahora) un archivo centralizado de la represión. Pero sí hay indicios materiales, aquí y allá, de que existió y fue sistemático.” Por otra parte, el archivo encontrado en el D2 de Córdoba, con negativos de fotos tomadas a personas detenidas y secuestradas en ese centro clandestino de detención, también amplía las perspectivas de análisis sobre ese “archivo del terror” destruido u oculto. Ver al respecto Magrin, 2011. 53 zados en el centro clandestino quedaron ligadas a un mismo acto desapa- recedor, a un mismo sistema de muerte. Por otra parte, en la ESMA la muerte era el gran “secreto”. Los testimo- nios de sobrevivientes dan cuenta del proceso de aniquilación que allí se realizaba, en sus diferentes etapas: el secuestro, la tortura, el cautiverio en condiciones inhumanas, los partos clandestinos, los abusos de todo tipo. Como ocurrió en otros centros clandestinos de detención instaurados por la dictadura, lo único que, en su gran mayoría, no pudieron presenciar estos “testigos oculares” –que luego sobrevivieron– era el asesinato, que se llevaba a cabo fuera de la visibilidad de los demás detenidos. La muerte, omnipresente en la ESMA, muy pocas veces era visible. Uno de los procedimientos más usuales de asesinato fue lo que, mucho después, se conoció como “vuelos de la muerte”: los secuestrados eran ba- jados al sótano, adormecidos mediante una inyección, subidos a camiones que los depositaban en el aeropuerto donde se los metía en aviones. Desde esos aviones, se los arrojaba, adormecidos y todavía vivos, al mar o a las aguas del Río de la Plata. Si bien las personas que iban a ser asesinadas salían de “Capucha” y eran inyectadas en el sótano, estas acciones no eran presenciadas directamente por los otros secuestrados. Los testimonios ha- blan de ruidos, de un ambiente muy tenso, de momentos en que no los dejaban circular por el Casino de Oficiales porque se estaba realizando un “traslado”, etcétera27. Según estos testimonios, los represores no mencionaban qué estaba ocu- rriendo: en general, se decía que esos detenidos iban a ser “trasladados”. El “traslado” era el eufemismo con el que se referían al asesinato de las personas secuestradas. De esta manera, la muerte se experimentaba en la ESMA como una nueva desaparición. Los secuestrados, ya desaparecidos para el mundo exterior, eran ahora sustraídos del Casino de Oficiales sin que nadie volviera a saber de ellos. 27 Recién en 1995 se conoció el testimonio de Adolfo Scilingo, un represor de la ESMA encargado de los “vuelos de la muerte”. Si bien la información sobre esos vuelos se conocía previamente a través de relatos fragmentarios y de rumores, la declaración de Scilingo consistió en el primer relato público sobre los vuelos, proveniente de un “testigo ocular”. Ver Verbitsky, 1995. Claudia Feld 54 Artículos de investigación sobre Fotografía Eso sucedió también en este caso particular. El momento en que las mon- jas fueron fotografiadas es relatado por un sobreviviente, Ricardo Coquet, en diversos testimonios. Coquet cuenta que –oculto en el baño conti- guo– vio, en un lugar del sótano denominado “huevera”, la bandera de Montoneros (que había sido confeccionada porél mismo) colgada en la pared con una mesa delante. Y luego estaban las dos monjas sentadas ahí para ser fotografiadas. “Ahí vi que estaba primero el lugar y después las monjas. Pedí permiso, fui al baño y miré, y en ese momento no había nada. Y después fui más tarde y estaba el escenario. Lo pedí porque vi que pasaba un guardia llevando a una de las mon- jas (...) y entonces ahí lo vi”28. La foto muestra el diario del día 14 de diciembre de 1977. En recons- trucciones realizadas por el Equipo Argentino de Antropología Forense, se postula que todo el grupo de la Santa Cruz fue asesinado en esa misma fecha. Era el miércoles siguiente al secuestro y es sabido que los “vuelos de la muerte” se realizaban en ese día de la semana. Por otra parte, los cuerpos encontrados en las costas –cinco de los cuales fueron identificados mucho después como parte de ese grupo– fueron hallados entre el 20 de diciem- bre y el 16 de enero en las costas del Mar Argentino29. Es decir que, muy probablemente, el acto fotográfico presenciado por Co- quet se produjo sólo unas pocas horas antes del asesinato de las monjas. Una atroz ironía se desprende de la coincidencia de estas fechas: cuando el caso empezó a ser denunciado por la prensa internacional y tomó esta- do público en la Argentina, cuando la foto se hizo conocida, cuando las presiones se hicieron más fuertes y las personas que buscaban a este grupo podían tener la esperanza de que esa presión serviría para conseguir la li- beración de los/as secuestrados/as, todo el grupo ya había sido asesinado30. 28 De mi entrevista con Ricardo Coquet, realizada en Buenos Aires el 27 de agosto de 2012. Miguel Ángel Lauletta también testimonia haber presenciado el momento en que tomaron la foto (citado en Goñi, 1996). 29 De mi entrevista con Maco Somigliana, del Equipo Argentino de Antropología Forense, realizada en Buenos Aires el 3 de mayo de 2012. 30 De algún modo, como se dijo, la acción de fotografiar a las religiosas está inscripta en la decisión de matar a todo el grupo. Según Somigliana, “cuando ellos les sacan la foto es porque ya 55 Por todo esto, la primera consideración que propone esta la foto es la de su contigüidad con la muerte, tanto en su coincidencia temporal como en calidad de acto que “habilita” el asesinato. Pero también la de su supervi- vencia como resto y rastro de lo que fue destruido, como huella material de esas vidas en cautiverio, antes de su definitiva desaparición31. LA pubLIcAcIón de LA Foto Los marinos enviaron el comunicado, la foto y una carta manuscrita de Alice Domon a la agencia France-Presse de Buenos Aires el 17 de diciem- bre de 1977. La carta fue presumiblemente dictada en español por un oficial de la ESMA, pero escrita en francés por Alice Domon y dirigida al obispo de Toulouse, P. Guyot. Según Yvonne Pierron (2009: 100), además de la Agencia France-Presse, la embajada de Francia recibió una copia de los documentos. “La foto de Domon y Duquet en el sótano de la ESMA llegó en una carta certificada a las oficinas de la agencia France- Presse el sábado 17 de diciembre. El sobre contenía asimismo la carta que los marinos habían forzado a Alicia a escribir y un largo comunicado con el sello de Montoneros reclaman- do la liberación de 20 prisioneros del Proceso32. Se proponía el intercambio de las monjas por una lista que incluía al ex presidente Héctor J. Cámpora y al dirigente sindical Loren- zo Miguel. (…) La carta llegó poco después del mediodía y fue entregada a la policía a las tres de la tarde para su análisis. Para las seis, el Primer Cuerpo del Ejército ya había citado a la misma como prueba de que los secuestros habían sido perpetrados por la subversión” (Goñi, 1996: 115). saben que las van a matar. En un sentido queman las naves. Si les sacan una foto con la bandera de Montoneros detrás, el curso de acción único posible es que los maten, no los pueden soltar” (entrevista realizada el 3 de mayo de 2012). 31 En este caso particular, además, la aparición y posterior identificación del cuerpo de una de las religiosas y de otras cuatro mujeres del grupo ha permitido recobrar los rastros materiales de la muerte y reconstruir el asesinato. 32 El régimen dictatorial instaurado en la Argentina entre 1976 y 1983 se autodenominó “Proceso de Reorganización Nacional”, expresión que muchos abreviaban simplemente como “Proceso”. Claudia Feld 56 Artículos de investigación sobre Fotografía Si bien las cartas con la foto llegaron a France-Presse, lo que difundió la prensa argentina fue solamente un comunicado del Primer Cuerpo del Ejército que aseguraba que los Montoneros habían secuestrado a las reli- giosas. Ese comunicado fue reproducido por los diarios argentinos, tex- tualmente en la mayoría de los casos, el 18 de diciembre. Buenos Aires He- rald es el único diario que se permite dudar sobre la veracidad de la carta de Montoneros citada por el Comunicado del Ejército. Su sospecha, que no se explicita directamente, tiene que ver con preguntar insistentemente por qué el (supuesto) comunicado de Montoneros no menciona a ningu- na de las otras personas secuestradas en el grupo. Lo que da a entender el Herald es que si realmente Montoneros hubiese tenido a las monjas y querido negociar con esos rehenes no debería haber omitido el hecho de que, junto con las religiosas, otras diez personas se hallaban en su poder33. En los diarios, las noticias citan los puntos reclamados por Montoneros, pero no mencionan ni la carta de Alice Domon ni la fotografía. Ninguno de esos diarios publicados en Buenos Aires reprodujo la foto. Algunos días después, el 21 de diciembre –cuando los diarios franceses ya hablaban de la fotografía–, el Herald mencionó la foto aunque sin reproducirla34. Por su parte, los diarios franceses informaron sobre el fraguado mensaje de Montoneros uno o dos días después que los argentinos35, cuando Monto- neros ya había desmentido la noticia. La información fue justamente esa desmentida. Se habla del comunicado del Ejército para criticar la falsedad de la noticia difundida por el gobierno argentino, y se menciona tanto la carta manuscrita de Domon como la fotografía. Dos diarios franceses reproducen la imagen: France Soir, el 20 de diciem- bre, y Libération, el 21 de diciembre de 1977 (IMÁGENES 1, 2 y 3). 33 Ver: “New call for information on missing”, Buenos Aires Herald, 20/12/1977, p. 1. Para una argumentación detallada acerca de los signos que permitían inferir la falsedad del comunicado de Montoneros, ver Bousquet, 1983: 84 - 87. 34 Es posible inferir que la foto no llegó a las redacciones de los diarios argentinos. Jean-Pierre Bousquet, el corresponsal de France-Presse que recibió el sobre con el comunicado fraguado, recuerda haber enviado toda la documentación a la policía, por tratarse de un asunto que excedía sus competencias, y dice que conservó una copia del documento y de la foto que mandó a Francia, a la central de la AFP. Según él, la otra copia de la documentación que llegó a la Embajada francesa tampoco fue enviada a los diarios (entrevista realizada por C. Feld y N. Tahir, el 21 de noviembre de 2010 en Narbonne, Francia). 35 Libération y Le Figaro el 19/12; Le Monde y La Croix el 20/12/1977. 57 Imagen 1: Diario Libération, 21 de diciembre de 1977. Imagen 2: Diario Libération, 21 de diciembre de 1977. Detalle. Imagen 3: Diario France Soir, 20 de diciembre de 1977. Claudia Feld 58 Artículos de investigación sobre Fotografía El primero, anuncia que se trata de “la primera foto de las dos religiosas secuestradas en Argentina” (France Soir, 20/12/1977, p. 3) y reproduce, a grandes rasgos, el informe de France-Presse donde se habla del “comuni- cado” de Montoneros, de la carta y de la foto, explicando en qué consis- tió el hecho, citando las dudas que “los medios diplomáticos” expresaron acerca de la autenticidad del “comunicado” y aclarando que un portavoz de los Montoneros, en París, desmintió formalmente “toda participa-ción de su organización en el secuestro de las dos religiosas” (France Soir, 20/12/1977, p. 3). Por su parte, Libération, que el 19 de diciembre ya había expresado sus dudas acerca de la veracidad del mensaje de Montoneros36, insiste, en su comentario sobre la foto, acerca de los elementos que inducen a pensar que se trata de una falsificación: “Este documento sugiere, además, el trucaje: contrariamente a lo que deja ver este documento, la sigla de Montoneros no es redonda sino ligeramente ovalada. Finalmente, la relación entre el tamaño de las letras de la pseudo sigla Montoneros y el de las dos religiosas muestra que esta foto fue tomada (si no se trata de un montaje) en una habitación inmensa. Pues nos es difícil imaginar, teniendo en cuenta las condiciones de clan- destinidad en las que viven los Montoneros o el ERP en la Argentina, que hayan podido tener cautivas a las hermanas Alicia y Léonie en un galpón enorme.” 37 La nota de Libération pone en evidencia una segunda característica que me gustaría señalar con respecto a esta foto. Se trata de la incongruencia. Aun dentro de una estética muy específica (la de las fotos tomadas a secuestra- dos políticos, muy visible en los primeros años ’70 en Argentina) (IMA- GEN 4), esta fotografía reúne elementos que no parecieran encontrarse en una tranquila convivencia dentro de la imagen, mediante una com- posición que deja al descubierto la artificialidad del montaje: el diario La 36 Libération, 19/12/1977, p. 9: “Argentine / La junte intoxique / Elle attribue aux ‘Montoneros’ l’enlèvement de deux religieuses françaises” (“Argentina/ La junta intoxica / Atribuye a los ‘Montoneros’ el secuestro de dos religiosas francesas”). Es necesario tener en cuenta que algunos diarios franceses como Le Monde no publicaban fotos en esa época. 37 Libération, 21/12/1977, p. 11: “Argentine / Un document (mal) truqué du général Videla”. El enfatizado me pertenece. 59 Nación aparece en primer plano, ta- pando parte del cuerpo de Domon; el espacio es demasiado grande y las monjas se ven como perdidas en el ángulo inferior izquierdo; las letras de la palabra “Montoneros” no ter- minan de entrar en el encuadre ele- gido y el escudo ocupa demasiado lugar38. Hay una tensión evidente entre los distintos elementos que se yuxtaponen, entre la información que se quiere mostrar (la palabra “Montoneros”, la fecha del diario La Nación) y la información que se quiere mantener oculta (¿dónde fue sacada la foto?, ¿quiénes la sa- caron?). Por esas razones, Libération habla claramente de “trucaje”, evidenciando una tensión entre la verdad que estaría intentando establecer esa supuesta “prueba de vida” y la men- tira difundida por los militares argentinos. En el análisis de Libération, la foto parece invertir su valor: en lugar de ser un documento probatorio de una verdad incuestionable –valor que, como ya dijimos, suele atribuirse a la fotografía, en general, por su carácter indicial y fuertemente referen- cial–, se presenta como la prueba irrefutable de una mentira. Más allá de la interpretación dada por Libération, puede considerarse a la foto y a todo el episodio del comunicado falso como parte de un complejo sistema de señales por el cual la dictadura diseminaba el terror, combinan- do ocultación y visibilidad. La visibilidad de los operativos de secuestro se combinaba con la invisibilidad de lo ocurrido después a las víctimas, y la aparición de algunos cadáveres sin identificación (Schindel, 2004) y con signos de haber sido brutalmente torturados permitía suponer que los secuestrados eran sometidos a algo horroroso. La dictadura buscaba que la sociedad viera esa invisibilización. Tal como ha señalado Pilar Calvei- ro (1998), el centro clandestino de detención lograba diseminar el terror 38 Tal como me ha señalado Cora Gamarnik en diálogo personal, aparentemente quien tomó la foto se vio con el problema de hacer coincidir, en ese espacio rectangular que tenía, todos los elementos necesarios. La foto termina resultando “incómoda” hasta en ese sentido. Claudia Feld 60 Artículos de investigación sobre Fotografía hacia afuera mediante esa conjunción de exhibición y secreto: la sociedad sabía y no sabía al mismo tiempo, ya que recibía una información que le ofrecía tantas certezas como dudas acerca del destino de los desaparecidos. Es por esta mezcla de ocultación y visibilidad que algunos han caracte- rizado a la desaparición como un sistema “discreto” de disciplinamiento social (García Castro, 2002), en el cual la combinación entre información y secreto resultaba eficaz para reproducir el miedo. En ese marco, la foto de las monjas francesas tomada dentro de la ESMA puede analizarse como un documento que condensa esta problemática y evidencia toda la perversidad de la “discreción” en la modalidad represiva de la desaparición de personas: la visibilidad y la exhibición de las monjas vivas, aunque la foto circulara después de su asesinato; la intención de que la foto ocultara lo que pasó realmente con ellas, en tanto se hacían visibles las hue- llas de los tormentos sufridos después de su secuestro. Es en ese sentido que esta foto pone en tensión su propio carácter indicial y probatorio: es índice, sí, pero no sólo por lo que puede verse en ella sino por aquello que mantiene oculto. Es índice del secreto (o de la combinación entre visibilidad y secreto) y, en ese sentido, la “verdad” que produce es una verdad otra. No tanto la que proviene de su referente, sino la que emana de su (¿invisible?) situación de enunciación. Volveré sobre este punto más adelante. LAs mIrAdAs deL retrAto A pesar de estas incongruencias, tensiones y contradicciones, esta fotogra- fía siguió circulando públicamente a lo largo de más de treinta años. Entre las múltiples utilizaciones y reediciones de la foto quisiera detenerme so- lamente en algunas vinculadas con el uso de esa imagen en programas de la televisión francesa de los años ’80 y ‘90. Centraré el análisis únicamente en la utilización de la foto, lo cual implicará dejar de lado ricas posibili- dades de análisis que podrían hacerse sobre el conjunto de la emisión y, más generalmente, sobre las maneras en que la televisión francesa recuerda y representa la desaparición de estas dos religiosas39. Tampoco se trata de un análisis histórico de estas emisiones ni de una periodización, ya que no evocaré el contexto de producción ni las transformaciones generales en el 39 Dada la falta de archivos televisivos y de una información sistemática sobre los programas emitidos en la televisión argentina en los años ‘80 y ‘90, no he conseguido acceder a programas argentinos que aborden específicamente esta temática, producidos y difundidos en fechas similares a los estudiados en el presente trabajo. 61 campo de la representación y de la memoria. Lo que importa es exami- nar las múltiples relaciones entre memoria e imagen que pueden tejerse a partir de una fotografía que presenta estas características singulares y que se ha transformado, con el tiempo, en un “ícono emblemático” (Matard- Bonucci, 1995) de la desaparición de las dos monjas francesas. El primer programa a mencionar es un docudrama titulado “La passion de sœur Alice” (La pasión de sor Alice), emitido en el marco de la emi- sión “Mercredis de l’information”, por TF 1, el 14 de abril de 1982. Este programa fue difundido cuando las noticias sobre la Argentina ocupaban la primera plana de muchos diarios franceses, por el desembarco argen- tino en Malvinas (origen de la guerra con Reino Unido) producido dos semanas antes. Mediante este género del docudrama, que mezcla la re- constitución “ficcional” con algunas entrevistas realizadas a los “testigos” de los hechos, el periodista Michel Thoulouze, responsable del programa, entendía poder hablar de acontecimientos cuyo abordaje a través de un “reportaje clásico” era imposible40. El programa recrea la vida de Alice Domon, desde su llegada a la Argenti- na, realizandouna reconstitución filmada de las acciones y los escenarios donde ocurrieron los hechos. En esta tarea, la emisión se permite algunas licencias dramáticas como, por ejemplo, emplazar la acción en los cafeta- les de Nicaragua en lugar de hacerlo en las plantaciones de tabaco de la provincia argentina de Corrientes. Según los realizadores, esto se debió al hecho de que era imposible filmar en la Argentina dado que la dictadura todavía estaba en el poder. El docudrama reconstruye el secuestro y el cautiverio en el centro clandes- tino de detención –aunque no menciona el nombre de la ESMA–, e inclu- ye crudas escenas de tortura, protagonizadas por la actriz que representa el papel de Alice Domon. La escena específica en la que les tomaron la foto a las monjas tiene lugar a los 46 minutos de comenzado el programa, de una duración total de una hora. Con la bandera colgada detrás de ellas sobre la que se lee la inscripción “Montoneros” en letras rojas, Alice se encuentra con Léonie por primera vez desde que llegó al centro clandestino de de- tención. Allí se desarrolla un diálogo entre ambas, en el que Alice le pide perdón a Léonie por haberla involucrado: “Perdóname, encontraron tu 40 El género docudrama resultaba en ese entonces novedoso para la televisión francesa. Thoulouze explica las características del género en una entrevista realizada por la revista Telerama en relación al docudrama sobre las religiosas desaparecidas (Sorg, 1982). Claudia Feld 62 Artículos de investigación sobre Fotografía dirección en mi libreta. No tendría que haber ido a tu casa”, le dice. Este diálogo, aunque inverosímil, es coherente con la centralidad dramática otorgada a Alice y con la necesidad del guión de explicar que Duquet no tenía el mismo compromiso político que Domon41. Lo interesante para el análisis de la escena no es tanto la reconstitución que hace el programa de la foto en sí (IMAGEN 5), sino la recreación del instante preciso en que la foto fue tomada (IMAGEN 6). Lo que el docudrama reconstituye aquí es justamente la información que había sido escamoteada por la foto originaria, el fuera-de-campo de la foto; esto es, los interrogantes principales que se desprenden de la fotografía pu- blicada en 1977: ¿quién tomó la foto?, ¿dónde fue tomada? El programa de Michel Thoulouze hace aparecer esas informaciones en imágenes. Son informaciones poco precisas, ya que sólo vemos un muro desnudo, algu- nos elementos que podrían señalar la tortura (una bañera, un balde42) y un soldado con un uniforme que no tenía nada que ver con los utilizados en la ESMA (IMAGEN 6). Sin embargo, es necesario señalar que la imagen original, como toda foto, ya portaba las huellas de ese fuera-de-campo que los marinos se esforzaban 41 La escena de la conversación entre ellas resulta inverosímil si se tienen en cuenta las condiciones de cautiverio en la ESMA. Por otra parte, es sabido que el secuestro de Duquet respondió a razones más complejas que la de una simple dirección encontrada en una agenda. 42 El método de tortura denominado “submarino” consistía en sumergir la cabeza de un/a prisionero/a en un recipiente de agua sucia. Imagen 5: Programa televisivo “La passion de sœur Alice”, emitido por TF 1 el 14 de abril de 1982. 63 por mantener oculto. Entre los múltiples indicadores del fuera-de-campo, Philippe Dubois hace referencia a la mirada de las personas retratadas. Según Dubois, en la mirada de una persona retratada se establece “un fuera-de-campo que actúa en la profundidad de la ima- gen, o más bien es su avanzada, que no desborda por los costados sino por delante, razón que lo convierte en el origen del corte. Un fuera-de-campo que posiciona explícitamente al operador, que lo integra más o menos como interlocutor invisible, que designa su lugar y que es el lugar de la mira- da constituyente de la escena y del campo mismo” (Dubois 1986: 164. Enfatizado por el autor). En el juego de miradas, en lo que estaban viendo Alice y Léonie al ser fotografiadas, se inscribe, por lo tanto, ese fuera-de-campo de la foto: el secreto que los marinos querían mantener oculto43. Pero esas miradas, en la foto original, no parecen estar viendo nada en particular: Léonie tiene la vista perdida, Alice una mirada reconcentrada, una mirada “oscura, plena de rabia”, según el testimonio de alguien que las conoció. 43 Insisto en que se trata de una foto tomada para que circulara fuera de la ESMA en ese momento, a diferencia de las fotos sustraídas de la ESMA por Basterra. En ese sentido, como ya se señaló, hay algo que la foto quiere mostrar hacia fuera, pero al hacerlo deja en evidencia también ese secreto. En otras palabras, la foto exhibe el secreto en su calidad de secreto. Imagen 6: Programa televisivo “La passion de sœur Alice”, emitido por TF 1 el 14 de abril de 1982. Claudia Feld 64 Artículos de investigación sobre Fotografía “Me detengo en la aterradora foto de las dos mujeres. Qué atrocidad… Mi pobre Léonie está irreconocible. No tiene puesto los anteojos y su mirada parece perdida. Su boca está cerrada, su expresión es dura, sus cabellos revueltos. A su izquierda, yace mi Caty, su mirada es oscura, plena de rabia, su mandíbula está contraída. Tiene aspecto fatigado y parece muy delgada” (Pierron 2009: 100-101). Es como si también a ellas les estuviera vedada la visión que a nosotros, es- pectadores de la foto, se nos impide. Como si la venda con la que se cubría los ojos de los secuestrados todavía estuviera presente44. Es en ese sentido que la foto “deja ver” el centro clandestino de detención: porque el espacio que rodea a las religiosas no puede ser penetrado por sus miradas. Es el marco de la foto (Buttler, 2009), la frontera entre lo que puede verse y lo que ha quedado fuera del encuadre, lo que instaura un arco de preguntas abiertas sobre las condiciones en que esa foto fue tomada a dos personas ya desaparecidas. En ese sentido, el espacio que rodea a las religiosas retra- tadas es, como se dijo, el indicio de un secreto, señala aquello que quiere mantenerse oculto a la mirada y al conocimiento de cualquiera que vea la foto. Pero también esta foto “deja ver” el centro clandestino de detención en aquello que no accede fácilmente a nuestras miradas, no porque quede fuera del encuadre sino porque se mantiene velado en la foto misma, inac- cesible a una mirada rápida y exhibido solamente por un trabajo posterior con la foto, por un nuevo marco y una nueva presentación, como por ejemplo los signos de torturas (volveré luego sobre este punto). La noción de fuera-de-campo, por otra parte, no sólo envuelve la pregunta sobre dónde fue tomada la foto sino también acerca de quién la tomó: ¿un miembro del grupo de tareas?, ¿otro prisionero que realizaba “trabajo esclavo”?, ¿el propio torturador, como en la interpretación que propone el docudrama? Por algunos testimonios de sobrevivientes que se conocieron mucho después, pudo saberse que el fotógrafo fue un detenido-desapa- 44 Los secuestrados de la ESMA eran “tabicados” con un “anteojito” o “especie de antifaz de género oscuro, sin orificios para los ojos, que se utilizaba para impedir la visión del entorno venda sobre los ojos” sobre el que, muchas veces, se colocaba una capucha (Actis et alt. 2001). Valeria Manzano habla de una “posición de venda” para referirse al “quiebre subjetivo que produce el ingreso al centro clandestino” y que se instituye como una mediación en el contacto entre secuestrados y represores. Cfr. Manzano 2009: 162-163. La incapacidad de “ver” de los prisioneros de campos de concentración nazis ha sido señalada por múltiples análisis, entre otros Levi 1987 y Felman 1990. 65 recido que realizaba “trabajo esclavo”45 en el laboratorio fotográfico de la ESMA. Verbitsky (2005: 160) señala que se trató de Marcelo Camilo Her- nández, secuestrado en la ESMA desde el 10 de enero de 1977. ¿Qué tipo de mirada era la que podía plasmar allí ese fotógrafo? Este dato nos permi- tepensar que la foto no encarna, como podría haber sucedido, la mirada directa de los represores sobre sus víctimas, sino que presenta, justamente, el cruce de estos dos tipos de miradas: la del prisionero-fotógrafo que mira a las monjas a través de la lente de la cámara –según las instrucciones del Grupo de Tareas y bajo su amenaza–, y la mirada de las mujeres retratadas, “oscurecida” en esa situación límite, pero que pareciera albergar el único punto de “rabia” y resistencia, el último enclave de subjetividad entre el momento de la tortura y el del asesinato. El análisis del fuera-de-campo, en suma, permite problematizar las condi- ciones de enunciación de la foto y abre la pregunta sobre cuáles de esas condiciones –que, como hemos dicho, los marinos ocultan cuidadosamen- te– son visibles a pesar de (o justamente por) ese ocultamiento. Es por la mirada y la expresión del rostro de las religiosas, pero también por su difícil ubicación en el espacio y por los elementos que disfrazan el fondo irrecono- cible de esa escena, que la foto da a ver no sólo la figura de las monjas sino también su condición de secuestradas. Es una foto robada, arrancada a ellas, tomada a su pesar. La foto no sólo “muestra” la violencia en un sentido es- tricto sino que la replica, es parte de esa violencia a la que las monjas fueron sometidas en el centro clandestino de detención. LAs hueLLAs deL cAutIverIo Otro programa televisivo al que quisiera referirme es la emisión “Résistan- ces”, del 5 de septiembre de 1985: un programa periodístico especialmen- te dedicado a la cuestión de los derechos humanos, emitido por Antenne 2 y conducido por el periodista Bernard Langlois. Cuando esta emisión fue difundida, ya había concluido la dictadura en la Argentina y se estaba 45 En la ESMA funcionó un sistema que la Marina denominó “de recuperación de detenidos”: algunos detenidos-desaparecidos eran forzados a realizar tareas de mantenimiento del lugar, trabajos de “Inteligencia” para la Marina y tareas vinculadas a delitos comunes cometidos por los represores de la ESMA (robo de propiedades, estafas, etc.). En la actualidad, los sobrevivientes y las instituciones vinculadas con la defensa de los derechos humanos utilizan la categoría de “trabajo esclavo” para referirse a ese tipo de tareas realizadas bajo amenaza de muerte. Claudia Feld 66 Artículos de investigación sobre Fotografía llevando a cabo el juicio a los ex comandantes. Eran cotidianos en la pren- sa argentina los testimonios de sobrevivientes de centros clandestinos de detención, entre ellos, de la ESMA46. En ese marco, el programa “Résistances” opta por incluir un testigo inha- bitual, que es presentado como un “torturador de la ESMA” de nombre Claudio Vallejos. Con una puesta en escena cercana al documental tra- dicional, la emisión reconstruye la historia del secuestro y el asesinato de la monjas, utilizando como soporte visual un recorrido filmado por los diversos escenarios que, según ese testigo, transitaron las religiosas después de haber sido secuestradas. Las imágenes son casi todas tomadas desde un auto en movimiento, en el que habla Vallejos. Esto se debió a que, según el presentador, Vallejos era “perseguido en Argentina” y fue llevado, para la filmación, “clandesti- namente” a Buenos Aires desde su lugar de residencia, en Río de Janeiro. Dice el presentador: “La reconstitución del itinerario de las dos monjas francesas se realizaría, por lo tanto, bajo libertad vigilada y todos los luga- res serían filmados con cámara oculta”. El testimonio de Vallejos no coincide con lo que los sobrevivientes de la ESMA dijeron, en ese momento y posteriormente, sobre lo ocurrido a las religiosas y por eso puede sospecharse que este testimonio sea en parte 46 Sobre el papel de los medios de comunicación argentinos durante el juicio a los ex comandantes, ver Feld, 2002. Imagen 7: Programa televisivo “Résistances”, emitido por Antenne 2 el 5 de septiembre de 1985. Imagen 8. 67 falso, ya que –a diferencia de los múltiples testigos que pudieron ver a las secuestradas en la ESMA e informaron sobre el caso– Vallejos afirma que el cautiverio se prolongó durante varios meses y que no estuvieron sólo en la ESMA sino en diferentes lugares47. En el programa de televisión, ese testimonio que relata con detalle torturas horrorosas es utilizado para magnificar el calvario sufrido por las religiosas48. La foto de las monjas aparece como parte de la escenografía en la presenta- ción del programa. Ante un muro desnudo, el presentador está de pie jun- to a un panel con la foto (IMAGEN 7) y luego la cámara realiza un acer- camiento que termina en la imagen de Domon y Duquet (IMÁGENES 8 y 9). En esta reutilización de la foto, lo más notorio es el nuevo encuadre que se ha hecho de la imagen: en este recorte quedan borrados el espacio que rodea a las monjas y la bandera con la inscripción “Montoneros”. Si bien en el resto del programa se habla de la ESMA y se informa que las religiosas fueron llevadas allí, en ningún momento se menciona que esa fotografía fue tomada dentro de ese centro clandestino de detención. El nuevo encuadre de la foto pone los rostros en el centro de la imagen y hace resaltar las sombras que rodean a las mujeres retratadas. De esta ma- nera, ayuda a reforzar el alegato que quiere construir el programa contra 47 Un testimonio de Vallejos sobre el Grupo de Tareas 3.3.2. de la ESMA y que se centra casi exclusivamente en el secuestro del embajador Hidalgo Solá, apareció en la revista La Semana, números 399 y 400 (julio y agosto de 1984). Esta revista no presenta a Vallejos como testigo del secuestro de las monjas francesas. 48 En las emisiones analizadas abundan las referencias a la figura de Alice Domon hechas en claves religiosas. La referencia al “martirologio” es central en muchas de ellas. Imagen 9. Claudia Feld 68 Artículos de investigación sobre Fotografía los crímenes de la dictadura. En los rostros se resalta la palidez, la delgadez en la cara de Alice. Puede inferirse que las mujeres han sufrido malos tra- tos y torturas. Además, la ubicación de la foto sobre un pared vacía genera el efecto de sentido de que ellas se hallan en una situación particularmente sórdida (este sentido está reforzado por la música con la que se realiza el acercamiento visual hacia la foto). El nuevo encuadre destaca, por lo tan- to, las huellas de las condiciones de cautiverio. Más allá de que este encuadre esté al servicio de la construcción de una dramatización más acentuada, es un marco que pone en evidencia nuevas informaciones difícilmente advertibles en el encuadre y el soporte anterio- res. Este recorte no incluye informaciones sobre el lugar, ni siquiera esas señales que “disfrazaban” el sitio ocultando el sótano de la ESMA, sino que se centra en el rostro de las religiosas. Por lo tanto, esta presentación no enfatiza tanto las señales que permitirían preguntar dónde estaban las personas retratadas, sino aquellas que interrogan sobre lo que les pasó. La relación entre fotografía y tortura ha sido analizada profundamente por Susan Sontag (2003) y por Judith Buttler (2009), quienes se inte- rrogan sobre el tipo de mirada que requieren las fotos de atrocidades, Imagen 10: Fotografía de Graciela Alberti tomada por el Grupo de Tareas de la ESMA. Reproducida en Brodsky, Marcelo, Memoria en construcción. El debate sobre la ESMA, Buenos Aires, La Marca Editora, 2005. 69 la noción de humanidad que subyace a estas fotografías, y la respuesta indignada (Buttler) o anestesiada (Sontag) que el público podría tener ante tales imágenes. Esta discusión excede los alcances de este trabajo, sin embargo permite iluminar un campo de referencias para pensar el tratamiento y el análisis de imágenes de este tipo. Al respecto, quisiera sólo señalar dos puntos. Primero, que la foto que estamos examinando se diferencia sustancialmente de las analizadas por Sontag y Buttler en el hecho de que nose trata de una imagen que espectacularice la violencia: ni lo que Sontag denomina “fotografías del genocidio” (2003: 101), ni las fotos de prisioneros siendo torturados en Abu Ghraib como las que analiza Buttler (2009). Segundo, que las atrocidades fotografiadas aquí se hacen “visibles” sólo cuando una nueva presentación y un encuadre diferente tienen lugar, tanto redimensionando la imagen como agregan- do profundidad a su contenido. No es el acto de torturar lo que se ha fotografiado aquí sino las huellas de tortura en los rostros de las víctimas. Como hemos dicho, la foto no persigue la finalidad de mostrar esto, sino otros elementos colocados en la imagen de manera más visible (el diario, la bandera de Montoneros). Por eso, estas otras informaciones (los signos de torturas) se mantienen como en un fondo de significación. No dan a ver lo que el fotógrafo quiso mostrar (Buttler, 2009) sino lo que se muestra “a pesar” de la foto misma. Y emergen cuando se produce una visión más detenida de la foto, cuya intelección es facilitada por este nuevo encuadre. En este aspecto, esta foto singular puede compararse con algunas de las fotografías rescatadas de la ESMA por Basterra. Más precisamente, con la foto de Graciela Alberti, que integra el conjunto de retratos de dete- nidos-desaparecidos fotografiados por el Grupo de Tareas (IMAGEN 10). Es la presentación de la foto en un formato estetizado y de mejor calidad, que ha vuelto a mostrar las imágenes veinte años después de que fueran publicadas por primera vez, lo que ha permitido que en el rostro abotargado de Graciela Alberti pudieran advertirse las huellas de las torturas sufridas por ella en el centro clandestino de detención (Feld, 2012). Tanto en esa foto como en la de las monjas francesas, la tortura aparece – tal como postulan Longoni y García– como una “presencia espectral”, que genera todo un juego de tensiones y transfiguraciones entre el antes y el Claudia Feld 70 Artículos de investigación sobre Fotografía después de la detención, entre la identidad del/la militante secuestrado/a y la visibilidad de la persona desaparecida y torturada en un centro clan- destino de detención: “La tortura, que atraviesa espectralmente la superficie de es- tas fotos, atenta contra la construcción de la imagen del mi- litante heroico, apenas transfigurado en mártir por la dicta- dura: la tortura corroe el aura de las memorias heroizantes.” (Longoni y García, 2012) Por lo tanto, la foto de las monjas francesas, ahora reencuadrada y con los rostros mostrados en detalle, da a ver también aquí la experiencia del cen- tro clandestino de detención, ya no como espacio visible/ocultado, sino como máquina de tortura cuyas huellas se hacen visibles en los cuerpos de las víctimas49. LA Foto como “cAso” Por otra parte, en este nuevo uso, la fotografía devela otra característica: es el documento que informa quiénes fueron las monjas desaparecidas. Su valor de “verdad” se ha trastocado y no es posible observar las marcas de origen del documento. Por eso, en este contexto la foto cobra un valor “ilustrativo”, ya no con respecto a las mentiras de los militares ni al fuera- de-campo constituido por la ESMA, sino a la mera existencia de aquellas personas a quienes los militares han hecho desaparecer. En otras emisiones difundidas posteriormente, principalmente noticieros televisivos, se mantendrá y reforzará esta función “ilustrativa” de la foto. Al respecto, podemos mencionar una tensión importante entre esta foto particular y otras que aparecen en los programas televisivos, en las que las religiosas se ven sonrientes, de cuerpo entero, vestidas con ropa de calle o con hábitos, en acción. Los programas televisivos recurren a una serie de estrategias para juntar en imágenes a las dos monjas, pero sólo en esta foto 49 A diferencia de lo que postulan Longoni y García para las fotos de militantes secuestrados/as en la ESMA, en el caso de las monjas francesas las menciones al “martirologio” y al sufrimiento se producen repetidamente y con valor positivo en los relatos aquí analizados. 71 han sido retratadas una junto a la otra. Por esta razón, la foto puede constituirse en una ilustración de lo que el periodismo denomina “el caso de las dos religiosas des- aparecidas” y es usada en los pro- gramas para “entrar en tema”. En muchos noticieros franceses de los años ’90, la foto y el “caso” pasan a ser equivalentes en la escena tele- visiva. Esta es una práctica común en las reproducciones de fotos en televisión: las fotografías se mues- tran sin mencionar a los autores ni indicar el contexto en que fueron tomadas. Sin embargo, lo llamativo aquí es que para mostrar esa “verdad” del “caso”, los programas televisivos no dudan en recurrir muchas veces a nuevos “trucos” y fotomontajes que alejan aún más la foto de su origen. Sólo dos ejemplos. En el noticiero de TF 1 del 26 de febrero de 1996, que habla de la queja de Francia por la no extradición de Alfredo Astiz, ante la visita del entonces presidente argentino Carlos Menem a París50, la fotografía de las monjas aparece como fondo de la presentación de la noticia, pero desprovista de todo marco espacial: no se ven ni el diario La Nación, ni la bandera, y por supuesto no se hace ninguna mención al hecho de que la foto fue tomada dentro de la ESMA. Se han borrado las sombras que rodean los retratos y esos rostros aparecen singularmente limpios, casi como un logotipo, sobre un fondo de televisores encendidos (IMAGEN 11). Por lo tanto, aquí, el borramiento es doble: se borran los indicadores de las situación de enun- ciación (la bandera, el diario, lo que hacía de esta foto una fallida “prueba de vida” construida por el Grupo de Tareas), pero también se borran los 50 Debido a la ley de “Obediencia Debida”, Astiz no era perseguido, en ese momento, por la justicia argentina. Sin embargo, fue juzgado en ausencia, en Francia, en el año 1990 y condenado a prisión perpetua por su participación en el secuestro y la desaparición de Domon y Duquet. Desde entonces, el gobierno francés reclamó su extradición al argentino. El presidente Menem negó la extradición repetidas veces. Después de 2005, con la reapertura de los juicios en Argentina, se reabrieron las causas a los represores de la ESMA, entre ellos Astiz, quien fue condenado a prisión perpetua por este caso en 2011. Claudia Feld 72 Artículos de investigación sobre Fotografía indicios de las condiciones de cautiverio que se remarcaban en el uso an- teriormente examinado. Otro ejemplo parecido es el del noticiero de France 3 del 25 de febrero de 1996, que informa sobre el mismo hecho. Aquí se muestra a la foto de las monjas detrás de la presentadora del noticiero, pero esta vez se ha cambia- do el orden en el espacio. No aparecen una al lado de la otra, sino que Ali- ce está arriba y Léonie abajo (IMAGEN 12). Luego queda sólo la imagen de la foto y se las ve una junto a la otra, pero es como si se hubiera puesto una lente de aumento sobre el rostro de sor Alice, que en la siguiente imagen ha queda solo, mientras el rostro de Léonie se ha desvanecido (IMÁGENES 13 y 14). La centralidad de Alice en el relato de muchos de estos programas es ilustrada aquí por el fotomontaje que vuelve a sacar de contexto y a fragmentar aun más la foto tomada en la ESMA. En esta nueva utilización lo que impacta es la manera en que se han sus- traído de la foto informaciones fundamentales. No sólo se ha borrado el espacio del centro clandestino de detención (aun en su versión disfrazada y ocultada) y las señales de la falsa “prueba de vida”, sino también las huellas de tortura (aun en su difícil acceso a la visibilidad). Su función se ha retrotraído al rol tradicional del retrato de señalar la identidad de las personas fotografiadas, ya no lo que les pudo haber sucedido a estas dos personas en particular. Como hemos visto en el ejemplo anterior, el reencuadramiento puede crear sentidos muy diversos y
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