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Feld, Fotografía y desaparición

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Fotografía y desaparición en Argentina.
Consideraciones sobre la foto de Alice Domon y Léonie Duquet 
tomada en el sótano de la ESMA
Claudia Feld* 
* La investigación en la que se basa este artículo fue realizada en el marco de la beca posdoctoral 
Hermès (2008) y del programa “Directeur d’Etudes Associés” (2010), ambos financiados por la 
Fondation Maison des Sciences de l’Homme de París. Agradezco a Dominique Fournier, de la 
FMSH, por el apoyo recibido. Agradezco a Natalia Fortuny, Jordana Blejmar, Luis Ignacio García 
y Cora Gamarnik por sus comentarios a una primera versión de este texto. Agradezco a Nadia 
Tahir por su ayuda en la búsqueda de informaciones en Francia.
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IntroduccIón
Entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977, en diversos operativos de la 
Armada realizados en Buenos Aires, fueron secuestradas doce personas, 
integrantes de un grupo más amplio que se reunía frecuentemente en la 
Iglesia de la Santa Cruz para denunciar y organizar la búsqueda de sus 
familiares desaparecidos. Entre los secuestrados del grupo había madres de 
desaparecidos, militantes de derechos humanos y dos religiosas francesas 
de la Congregación de las Misiones Extranjeras de París en Argentina: 
Alice Domon y Léonie Duquet. 
Tanto Domon como Duquet vivían en la Argentina desde hacía muchos 
años, dedicadas a diversas misiones humanitarias1. Alice Domon tenía, 
además, una fuerte participación en la acción social. Había colaborado 
con los campesinos de las Ligas Agrarias en la provincia de Corrientes y, 
durante los meses anteriores a su secuestro, había trabajado activamente 
junto a las Madres de Plaza de Mayo y el Movimiento Ecuménico por los 
Derechos Humanos (MEDH) en la búsqueda de informaciones sobre la 
suerte corrida por los desaparecidos y en la denuncia pública de esos casos.
Los secuestros fueron realizados a plena luz del día en diversos lugares, 
pero el más notorio de esos operativos fue el de siete personas capturadas 
1 Alice Domon había llegado a la Argentina en 1967 y Léonie Duquet en 1949. Para un retrato 
de las religiosas y sus actividades en la Argentina, ver Cabrejas, 1998 y Pierron, 2009.
Claudia Feld
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Artículos de investigación sobre Fotografía
al mismo tiempo, a la salida de una misa en la puerta de la Iglesia de la 
Santa Cruz, el 8 de diciembre.
Mucho tiempo después, se supo que el Grupo de Tareas 3.3.2, pertene-
ciente a la Armada argentina, había planificado y llevado a cabo estos se-
cuestros, con información suministrada por el teniente de fragata Alfredo 
Astiz, que se había infiltrado en la agrupación de Madres haciéndose pasar 
por el hermano de un desaparecido.
Según testimonios conocidos posteriormente, las doce personas secues-
tradas fueron llevadas a la ESMA2, donde fueron torturadas y manteni-
das en cautiverio clandestino durante varios días, hasta que finalmente 
fueron asesinadas. Desde entonces, sus nombres figuran en la larga lista 
de desaparecidos en la Argentina3. Ante la protesta diplomática francesa, 
los miembros del Grupo de Tareas de la ESMA hicieron circular una in-
formación falsa para culpar a la organización guerrillera Montoneros del 
secuestro de las monjas. Esa información fue acompañada por una foto 
sacada en el sótano de la ESMA: la última que muestra a las religiosas 
vivas y una de las pocas imágenes fotográficas que se conocen de personas 
desaparecidas, retratadas dentro de un centro clandestino de detención.
En este trabajo, quisiera proponer algunas preguntas y consideraciones 
acerca de esta fotografía. El análisis de la foto misma se desarrollará a 
través de la indagación sobre los modos en que esa fotografía fue presen-
tada y mostrada en el espacio público, particularmente en la prensa y la 
televisión, tanto en el período de la dictadura como después. Me referiré 
puntualmente a la prensa argentina y francesa del momento inmediata-
2 Además de las siete personas secuestradas en la Iglesia Santa Cruz, tres hombres del mismo grupo 
fueron secuestrados ese mismo día, y dos días después –el 10 de diciembre- fueron secuestradas 
la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor de Devicenti, y la religiosa francesa 
Léonie Duquet. La Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) fue un importante centro 
clandestino de detención de la última dictadura argentina, por el que se calcula que pasaron 
alrededor de 4000 detenidos-desaparecidos, de los que sobrevivieron cerca de 200. Existen varios 
testimonios de sobrevivientes de la ESMA que vieron a Alice Domon y Léonie Duquet cautivas 
allí. Para un testimonio producido durante la dictadura, ver C.A.D.H.U., 1979: 55-57.
3 El cuerpo de Léonie Duquet, junto con los de tres madres de desaparecidos y otra de las mujeres 
secuestradas en ese operativo, fue identificado en 2005 en una tumba NN en el cementerio de 
General Lavalle, que guardaba restos encontrados en las costas del mar Argentino en 1977 y 
1978. Los restos de Duquet fueron identificados el 29 de agosto de 2005.
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mente posterior a los secuestros, y a algunos programas emitidos por la 
televisión francesa en las décadas de los ‘80 y ‘90. Más precisamente, qui-
siera indagar, a partir de esta foto y de sus sucesivas reutilizaciones, en tres 
problemáticas que ligan a la fotografía con la memoria de la desaparición 
en la Argentina.
En primer lugar, es posible interrogar el estatuto de esa foto en tanto prue-
ba y, más específicamente, en tanto “prueba de la desaparición”. Como es 
sabido, la desaparición forzada, principal modalidad represiva instaurada 
por la última dictadura militar argentina (1976-1983), se basó en la falta 
de visibilidad pública de sus acciones más sangrientas: si los secuestros 
de las víctimas eran “visibles”, ya que muchas veces se hacían en lugares 
públicos y en presencia de testigos, luego se ocultaba lo que sucedía con 
las víctimas. La dictadura torturaba y asesinaba a sus opositores en centros 
clandestinos de detención cuyas imágenes no se veían públicamente, al 
mismo tiempo que negaba su existencia y ocultaba o suprimía las huellas 
que pudieran permitir ligar esos sitios con la actividad represiva. Lo que 
sucedía “adentro” de los centros clandestinos raramente podía ser visto 
“afuera”, aunque –como señalaré más adelante– esas fronteras fueron más 
porosas y permeables de lo que podría suponerse.
Una vez terminada la dictadura, no se han encontrado imágenes en la 
Argentina como las producidas en los campos de concentración nazis por 
las tropas de liberación, ni films de propaganda como los realizados por 
el mismo nacionalsocialismo durante el funcionamiento de los campos, 
ni fotografías “privadas” como las tomadas por soldados nazis durante los 
fusilamientos de prisioneros (Baer 2006). Un sobreviviente de la ESMA, 
Víctor Basterra, logró escabullir entre sus ropas y sacar de ese lugar una se-
rie de fotos de personas desaparecidas tomadas allí, aunque en su mayoría 
esos rostros se ubicaban en lugares no reconocibles4. Solo con el tiempo, 
y través de un trabajo memorial específico que se ha conjugado con los 
diversos momentos en que Basterra brindó su testimonio, estas imágenes 
4 Se trata principalmente de fotografías de represores y de algunas personas secuestradas, cuyos 
negativos y copias Basterra pudo salvar de su destrucción y sacar afuera. Algunas de estas fotos 
se han publicado en Brodsky, 2005. Para un análisis sobre estas fotografías, ver Ana Longoni y 
Luis García, 2012.Para consideraciones sobre el rol de esas fotos en la memoria de la desaparición 
y en el debate sobre la construcción de un museo en el predio de la ESMA, ver Bell, 2010 y 
Andermann, 2011.
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Artículos de investigación sobre Fotografía
han podido empezar a ser reconocidas como “documentos visuales” de la 
desaparición. Y aun así, constituyen una excepción que no hace más que 
enfatizar la falta de documentos visuales sobre este crimen específico. Por 
todo esto, la noción de desaparición propone desafíos singulares para la 
fotografía, si se tiene encuenta la contradicción inherente que parecería 
haber entre la foto como huella y como imagen, y la desaparición como 
sistema de borramiento y ocultamiento de huellas y de imágenes.
En su carácter de índice, la fotografía trae al presente las huellas de lo suce-
dido. Tal como afirmó Roland Barthes, el referente captado por la cámara 
tiene que haber existido para que la imagen se produzca: “nunca puedo 
negar en la Fotografía que la cosa haya estado allí. Hay una doble posición 
conjunta: de realidad y de pasado” (Barthes, 1990: 135-136). Aunque 
Philippe Dubois sostiene que “el principio de la huella, por esencial que 
sea, sólo marca un momento del proceso fotográfico” (Dubois, 1986: 49), 
es este registro de la cámara el que permite construir un reservorio de 
imágenes que pueden ser leídas como “pruebas” del pasado. Entonces, la 
primera problemática que atraviesa nuestro análisis tiene que ver con el 
modo en que esta foto singular, tomada en el sótano de la ESMA a dos 
religiosas que ya estaban desaparecidas, para ser publicada como “prueba 
de vida” aun después de su muerte, puede cuestionar el estatuto de huella 
y de prueba de la fotografía. Si esta foto es una prueba de algo, ¿prueba de 
qué es? En suma, la primera cuestión que explora este artículo es el carác-
ter problemático del vínculo entre fotografía y desaparición.
La segunda cuestión a examinar tiene que ver con el también problemá-
tico vínculo entre fotografía y representación del horror. ¿En qué medida 
esta foto puede ser vista como un documento de las atrocidades ocurridas 
dentro del centro clandestino de detención? La problemática, ampliamen-
te trabajada por muchos autores, acerca de la manera en que las atrocida-
des se muestran en el espacio público, lo que Rancière (2010) llama “la 
imagen intolerable”, se propone aquí con una entrada singular. ¿Puede 
ser leída esta foto como “imagen del horror”? ¿Qué características de esta 
fotografía permitirían esta lectura?
Entre los debates más conocidos acerca de la representación del horror me-
diante fotografías –en este caso vinculadas con el Holocausto–, es posible 
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mencionar el que tuvo como protagonistas a Georges Didi-Huberman, 
Claude Lanzmann, Gérard Wajcman y otros intelectuales franceses. El de-
bate se centró en cuatro fotografías tomadas por miembros del Sonderkom-
mando5 en los crematorios de Auschwitz-Birkenau y luego “arrancadas al 
infierno” (Didi-Huberman, 2003) y mostradas en otros ámbitos y momen-
tos históricos. La polémica incluye varios ejes: si esas fotos “documentan” 
el horror; si deben ser mostradas en el espacio público, dónde y de qué 
manera; si pueden informar, en alguna medida, sobre las atrocidades come-
tidas allí, entre otras cuestiones (Didi-Huberman, 2003). No quisiera in-
ternarme aquí en esta extensa polémica, sino sólo señalar un aspecto de ella 
que puede ser útil para analizar la fotografía específica trabajada en este ar-
tículo. Se trata de saber de qué manera esta foto da a ver algo más de lo que 
(aparentemente) muestra. Si son su “marco” (Buttler, 2009) y su “situación 
de enunciación” (Didi-Huberman, 2003) los que informan sobre el horror 
tanto o más que el referente fotografiado. En este punto, la comparación 
de esta foto con las cuatro fotografías de los crematorios de Auschwitz en-
cuentra su límite, ya que, tal como señala Didi-Huberman, aquellas cuatro 
fotos fueron tomadas por miembros del Sonderkommando en una acción de 
resistencia, y por ello, cuando su “situación de enunciación” se hace visible, 
permite rescatar del olvido tanto lo fotografiado (la aniquilación de millo-
nes de judíos en las cámaras de gas) como el acto –fragmentario, heroico, 
improbable– de querer contar al mundo lo que allí ocurría. En cambio, 
la foto que estamos analizando aquí fue tomada por los perpetradores en 
el sótano de la ESMA a dos personas desaparecidas con el fin de generar 
una prueba falsa sobre su destino y darla a conocer públicamente. Por lo 
tanto, ese marco y esa situación de enunciación sólo pueden aparecer, en la 
imagen, como una pregunta abierta acerca de quién tomó la foto, cuándo y 
dónde fue tomada. Estos son los interrogantes claves que definen el crimen 
de la desaparición (¿dónde están los desaparecidos, qué les pasó, quiénes los 
llevaron?). Nos preguntamos si son ese marco y esa situación de enunciación 
los que aquí pueden considerarse como “documento del horror”. Es decir, 
si esa misma pregunta abierta, que se hace visible en la imagen, es la que 
documenta el horror justamente por la incapacidad que tenemos –nosotros, 
los espectadores de esa imagen– para contestarla.
5 Comando especial formado por prisioneros de los campos de exterminio, cuya tarea era 
incinerar los cuerpos de las personas asesinadas en las cámaras de gas, extrayéndoles previamente 
aquellos elementos que los nazis consideraban “útiles” (cabellos, dientes de oro, ropa, etc.). Ver 
Levi, 1987: 49-51.
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Artículos de investigación sobre Fotografía
Finalmente, la tercera temática a abordar tiene que ver con la posteriori-
dad del acontecimiento y los usos de esta fotografía en la configuración 
de memorias sobre la desaparición. En sus sucesivas reutilizaciones, por 
más de treinta años, esta foto ha sido repetida, reencuadrada y mostrada 
con diversos montajes, en múltiples medios de comunicación. Uno de los 
efectos de la estetización progresiva de la imagen (Didi-Huberman, 2003) 
ha sido el borramiento de la particular situación de enunciación que re-
cién mencionamos: es decir, la omisión de las marcas que permiten inferir 
que la foto fue sacada por los perpetradores en el sótano de la ESMA a dos 
personas que pronto serían asesinadas.
Un primer problema, por lo tanto, en relación con el modo en que esta 
foto singular se articula con una memoria sobre la desaparición de las 
monjas francesas, es pensar qué nuevos sentidos se construyen al reen-
cuadrar y reeditar la foto. Un segundo problema tiene que ver con el he-
cho mismo de que esa foto se repita constantemente. Es sabido que los 
discursos memoriales que se presentan en el espacio público tienden a 
configurar o conformar figuras fuertes que, con el tiempo, pueden trans-
formarse en emblemáticas y que, en determinados momentos, condensan 
significaciones y estabilizan sentidos sobre el pasado. Estas figuras fuertes 
funcionan como contrapeso de la dispersión de sentidos que ofrecen los 
recuerdos, tanto en un nivel individual como colectivo6.
En referencia puntual al uso de las fotografías en este proceso, Marie-An-
ne Matard-Bonucci (1995) habla de “íconos emblemáticos” y Marianne 
Hirsch (2001) de un proceso de “iconización”. Por lo tanto, siguiendo a 
Hirsch, es posible preguntarse en qué medida la repetición de esta imagen 
termina borrando o amortiguando su carácter perturbador, su posibili-
dad de seguir comunicando algo del orden de lo intolerable7. Me interesa 
justamente abordar esa tensión propia de las memorias mediatizadas: la 
tensión entre el carácter único y disruptivo del acontecimiento en cues-
tión (la desaparición de personas como método de aniquilación bajo el 
terrorismo de Estado en la Argentina) y las representaciones cada vez más 
6 La noción de “trabajo de encuadramiento” analizada por Pollak (2006) permite examinar más 
profundamente este proceso de selección y estabilización. 
7 No tomaré aquí el concepto de “postmemory” trabajado centralmente en la obra de M. Hirsch, 
porque no creo que puede aplicarse mecánicamente y sin matices a este caso específico, pero es 
claro que la noción de “iconización” remite a ese proceso estudiado por Hirsch.
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estabilizadas y repetitivas que difunden los medios de comunicación –y 
que son, a su vez, la condición para que la temática se vuelva accesible para 
un público masivo.
Aunque no están tratadas estrictamente en este orden, las consideraciones 
que siguen atraviesan estas tres grandes problemáticas.
LAs notIcIAs
En un contexto dictatorial de censura y fuerte control sobre losmedios de 
comunicación, los diarios argentinos8 informaron sobre el secuestro de las 
religiosas varios días después, el 14 de diciembre de 1977, cuando el caso 
tomó estado público por el entredicho diplomático que suponía la deten-
ción de dos personas de nacionalidad francesa sin que las autoridades de 
ese país fueran informadas9. Los títulos de los diarios argentinos del 14 y 
15 de diciembre hacen referencia a la “protesta francesa” ante el secuestro 
de las dos religiosas y al pedido de informaciones sobre su suerte.
En una estrategia que siguieron casi todos los diarios argentinos durante 
la dictadura, debido a que la censura prohibía publicar informaciones que 
no fueran confirmadas por una fuente oficial (Blaustein y Zubieta, 1998), 
los diarios del 14 y 15 de diciembre describen las denuncias y reproducen 
los comunicados de la Cancillería argentina, sin ofrecer una crónica clara 
sobre los hechos ni buscar fuentes alternativas o testigos que pudieran 
relatar esos acontecimientos de primera mano. Las informaciones varían, 
a veces en el mismo diario, de uno a otro día, y abundan las imprecisio-
nes: no hay exactitud sobre los nombres de las personas secuestradas (la 
ortografía y los nombres van variando de una edición a otra), ni sobre 
8 Fueron consultados para este trabajo los diarios La Nación, Clarín, La Opinión, La Prensa, 
Crónica, La Razón, El Cronista Comercial y Buenos Aires Herald del mes de diciembre de 1977. 
A los fines de la problemática planteada aquí, omitiremos en este análisis la información relativa 
a cada uno de los diarios analizados (su formato y estilo discursivo, a qué ideología responden, 
cuál es su estructura económica, a qué público se dirige cada uno de ellos), y nos centraremos 
en las constantes, señalando sólo las diferencias que resulten significativas en la cobertura de esta 
temática puntual.
9 Según señalaron los diarios franceses de ese momento: “la Argentina firmó una convención de 
Viena sobre las relaciones diplomáticas y consulares, que obliga a los países signatarios a informar 
a una embajada cuando uno de sus ciudadanos es arrestado” (Le Monde, 16/12/1977, p. 10).
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Artículos de investigación sobre Fotografía
la cantidad de secuestrados en ese grupo (¿7, 15, 20?), ni acerca de los 
operativos realizados (a veces se dice erróneamente que las dos monjas 
fueron secuestradas el 8 de diciembre, otras veces se precisa que Domon 
fue secuestrada el 8 y Duquet el 10).
Más que dar noticias sobre los secuestros, lo que comunican los diarios es 
la denuncia hecha por Francia y –por esa razón– el foco de la información 
está puesto en las monjas, y no en el secuestro de un grupo de personas. 
Si bien era la primera vez que la represión se dirigía tan claramente a un 
grupo de familiares de desaparecidos y tocaba especialmente a la organi-
zación Madres de Plaza de Mayo –cuya presidenta, Azucena Villaflor de 
Devicenti, fue secuestrada el 10 de diciembre–, muy pocos diarios infor-
man que entre los secuestrados había madres y otros familiares de desapa-
recidos. Sin embargo, el gran vacío de información en estos diarios no 
se refiere tanto a los secuestrados como a los autores del hecho. Se habla 
de la actuación de “grupos armados” a los que los diarios no les asignan 
identidad alguna y, por supuesto, no los vinculan de ninguna manera con 
la actuación de la Junta militar en el poder.
La excepción importante, en cuanto a las informaciones que circularon 
durante esos días en la prensa argentina, la presentó el diario de habla 
inglesa Buenos Aires Herald10, que informa, en su tapa del 13 de diciem-
bre de 1977, sobre el secuestro del grupo: allí da una descripción deta-
llada de los hechos y de las personas secuestradas, con precisiones sobre 
los organismos de derechos humanos afectados (el MEDH y las Madres 
de Plaza de Mayo). En esa nota, se menciona a una religiosa secuestrada 
dentro del grupo, “sister Alicia”, pero no se dice que es francesa11. El 
tono de la nota es de denuncia y puede inferirse que fue escrita a partir 
de un testimonio de primera mano, aunque no se menciona fuente algu-
na. El artículo también señala que la policía no dio informaciones sobre 
el hecho y habla de la falta de respuestas a los habeas corpus presentados. 
Una nota editorial del mismo día, firmada por su director Robert Cox y 
publicada en inglés y en español, expresa las sospechas acerca de que los 
10 Desde 1976, el Herald había publicado numerosas denuncias sobre desapariciones. Para una 
descripción más precisa de la actuación de este diario durante la dictadura (Schindel, 2004). 
Las primeras noticias sobre los secuestros del grupo Santa Cruz que aparecieron en el Herald se 
publicaron el 10 y el 11 de diciembre de 1977.
11 “Disappearances worry petitioners”, Buenos Aires Herald, 13 de diciembre de 1977, p. 1. 
Además del Herald, la noticia aparece muy tempranamente en el diario La Prensa del 12 de 
diciembre de 1977.
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autores de los secuestros hayan actuado con algún tipo de acuerdo de la 
Junta militar:
“Si los ocupantes de los coches sin identificación no eran in-
tegrantes de los cuerpos de seguridad, ¿cómo es posible que 
hayan podido operar tan desembozadamente en una de las 
metrópolis más férreamente vigiladas del mundo?” (“¿Qué es 
lo que está pasando?”, Buenos Aires Herald, 13/12/1977, p. 8)
Mientras tanto, en esos primeros días, los diarios franceses12 denuncian la 
desaparición de “un grupo de entre 15 y 20 personas” y ponen el acento 
en el hecho de que eran “madres de familia” y familiares de desaparecidos. 
Libération informa sobre el secuestro del grupo el día 12 y Le Monde el día 
13, antes de que se hagan públicas las acciones del gobierno francés frente 
a estos hechos. En estos artículos, no se menciona a las dos religiosas. Re-
cién el 14 de diciembre aparecen títulos sobre el secuestro de las monjas13, 
al mismo tiempo que se informa sobre las protestas del gobierno francés 
ante el ministerio de Relaciones Exteriores argentino. 
Entre el 14 y el 16 de diciembre, las notas de los diarios franceses (espe-
cialmente Le Monde) informan sobre las distintas acciones del gobierno 
francés, en París y en Buenos Aires, destinadas a reclamar por el secuestro 
de las religiosas. En esas noticias los operativos se describen minuciosa-
mente, se dan datos claros sobre la identidad de las dos monjas y sobre la 
pertenencia de los otros miembros del grupo al movimiento de derechos 
humanos. De todas maneras, cada diario lo hace con su propio formato, 
su estilo y su foco. Si comparamos, por ejemplo, Le Monde y Libération, 
observamos que mientras que para el primero el centro está puesto en las 
diversas acciones de reclamo del gobierno francés ante el argentino; para 
el segundo diario, en cambio, el foco está colocado en el hecho mismo de 
que haya desaparecidos en Argentina. Libération utiliza el secuestro de las 
monjas como punta de lanza para denunciar a la dictadura argentina y 
12 Fueron relevados Libération, Le Monde, Le Figaro, L’Humanité, La Croix, France Soir de 
diciembre 1977 y enero 1978.
13 Por ejemplo, aunque en la edición del 13 de diciembre, Le Monde había informado sobre el 
secuestro del grupo, recién el 14 de diciembre, el secuestro de las monjas es anunciado como 
una nueva noticia, sin establecer un vínculo con lo informado el día anterior. “Deux religieuses 
françaises ont été enlevées par des inconnus”, p. 48.
Claudia Feld
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Artículos de investigación sobre Fotografía
sus métodos represivos basados en secuestros, torturas y desapariciones14.
En cuanto a los autores del hecho, los diarios franceses explicitan una 
fuerte sospecha acerca de que los “grupos armados” que efectuaron los se-
cuestros podrían vincularse con el gobierno dictatorial. De todos modos, 
ese vínculo se establece débilmente: en las noticias aparecen caracterizados 
como policías de civil15, como “grupos paralelos a las fuerzas armadas”16 o 
como “grupos fuera de control”17.
En ese mismo momento, en el contextointernacional, las denuncias con-
tra la dictadura argentina habían recrudecido notoriamente. El gobierno 
de James Carter, en los Estados Unidos, había comenzado a presionar a la 
Junta militar sobre la cuestión de los derechos humanos en el país18, y ya 
eran audibles, en varios países, las críticas a la realización del Mundial de 
Fútbol en la Argentina que se estaba planificando para junio de 197819. 
Si bien las denuncias sobre desaparecidos estaban presentes en la prensa 
internacional desde principios de la dictadura y, para entonces, ya habían 
14 Ver “Enlèvement de deux religieuses françaises / Argentine : deux disparues en un jour, 15000 
en deux ans” (Secuestro de dos religiosas francesas / Argentina  : dos desaparecidas en un día, 
15000 en dos años) (Libération, 14/12/1977, p. 11).
15 Le Monde, 16/12/1977, p. 10; La Croix, 16/12/1977, p. 7; France Soir, 16/12/1977, p. 5.
16 Libération, 14/12/1977.
17 La idea de que existían “grupos fuera de control” que actuaban en la represión fuera de las 
órdenes de los altos mandos de las Fuerzas Armadas está expresada en el diario Libération del 14 
de diciembre como una crítica hacia Videla. Sin embargo, la misma Junta de gobierno alentaba 
el rumor de que existían esos grupos para ocultar el hecho de que la represión era, en realidad, 
planificada y sistemáticamente llevada a cabo desde la cúpula del Estado.
18 En septiembre de 1977, en una reunión con James Carter y ante la preocupación del 
mandatario norteamericano por los derechos humanos, Videla había prometido una “Navidad 
en Paz” para la Argentina (La Nación, 7/9/1977, p. 1). A lo largo de 1977, Patricia Derian, del 
departamento de Estado de los Estados Unidos, realizó tres visitas a la Argentina para pedir a los 
miembros de la Junta noticias sobre los desaparecidos. En noviembre, Cyrus Vance, secretario de 
Estado norteamericano, también visitó el país y se entrevistó con los miembros de la Junta con 
el mismo propósito. Al mismo tiempo, los Estados Unidos amenazaban con embargar la venta 
de armas a la Argentina si no mejoraba la situación de los derechos humanos. Ver Uriarte, 1991: 
166-174.
19 Esta acción fue particularmente importante en Francia. Se trataba de evitar que el Mundial 
de Fútbol tuviera lugar en un país en donde el Estado violaba sistemáticamente los derechos 
humanos. Según Marina Franco, el primer llamado para el boicot del Mundial aparece en Le 
Monde en octubre de 1977 y el “Comité de Boycott du Mondial de Football en Argentine” 
(COBA) se formó a fines de ese mismo año (Franco, 2008: 182).
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sido secuestradas miles de personas, algunas de ellas muy conocidas por 
su participación en la cultura y en el periodismo argentinos20, el secuestro 
de dos religiosas seguido de una enérgica protesta del gobierno francés 
catapultó al centro de la escena internacional la cuestión de los derechos 
humanos en la Argentina. Se trataba de un momento especialmente in-
conveniente para afrontar una mala imagen por parte del gobierno dicta-
torial argentino, y de un caso muy difícil de presentar como consecuencia 
habitual en las acciones de la llamada “lucha contra la subversión”, ya que 
las monjas no podían ser simplemente presentadas como “subversivas” 
ante la opinión internacional y la situación más bien se prestaba para mos-
trar lo contrario: que el régimen se ensañaba con personas inocentes. Esta 
característica importaba tanto en el plano interno como hacia el exterior 
de la Argentina. Con respecto a la imagen de la Junta dentro de la Argen-
tina, en relación a este caso, Estela Schindel sostiene:
“Para la oligarquía argentina, aliada con los militares en el 
proyecto dictatorial, lo ‘francés’ representó siempre un em-
blema de cultura y elegancia (…). En ese imaginario de cla-
se, ciudadanos franceses debían contar con un crédito sim-
bólico adicional. Si a eso se agrega el hecho de ser mujeres, 
destinadas a un rol doméstico y privado según los valores 
tradicionales, y la condición de religiosas, que impone auto-
máticamente respeto en esos círculos ultracatólicos, las mon-
jas francesas desaparecidas plantean una ecuación difícil de 
cerrar para algunos sectores de la alianza cívico militar en el 
poder” (Schindel, 2004).
Por esas razones, el gobierno argentino que, en general, no daba ninguna 
explicación acerca de los desaparecidos –y, mucho menos, acerca de casos 
precisos de desapariciones–, emitió un comunicado que se publicó en casi 
todos lo diarios de Buenos Aires el 17 de diciembre de 1977. Con un 
contenido bastante ambiguo, el comunicado parecía asignar la responsa-
bilidad de los secuestros a lo que designaba como “subversión”. El texto 
comenzaba mencionando “la desaparición de un grupo de personas, entre 
20 Por ejemplo, el secuestro del periodista Jacobo Timerman, en abril de 1977, había causado 
un gran impacto en la prensa internacional y fue la presión exterior la que favoreció su liberación 
varios meses después. En julio de 1977, la misma presión se hizo sentir ante la desaparición del 
embajador argentino en Venezuela, Héctor Hidalgo Solá.
Claudia Feld
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Artículos de investigación sobre Fotografía
ellas dos religiosas”, pero luego hablaba de la necesidad “de erradicar todas 
las manifestaciones disociadoras de la comunidad nacional” y repudiaba 
“todo intento perturbador de la paz y la tranquilidad de los argentinos”, 
condenando a “la subversión encerrada en su nihilismo”. Sin embargo, no 
daba ninguna información concreta sobre la suerte corrida por los secues-
trados ni sobre los responsables de ese hecho. Los diarios argentinos pu-
blicaron ese texto casi sin agregar comentarios al respecto21. Pero era claro 
que, para la magnitud que habían alcanzado las protestas internacionales, 
esa información no resultaba suficiente.
AL borde de LA muerte
Durante esos días, además de la presión internacional y del entredicho 
diplomático con Francia, el secuestro del grupo de la Santa Cruz des-
encadenó un sinnúmero de tensiones al interior de la Junta militar de 
gobierno, reactivó un viejo conflicto entre la Marina y el Ejército, y cris-
talizó muchas de las tensiones que existían en el interior de la Armada, 
fundamentalmente entre los mismos oficiales del Grupo de Tareas 3.3.2 
de la ESMA. Estas cuestiones exceden, evidentemente, los alcances del 
presente artículo pero ayudan a explicar por qué los oficiales de la ESMA 
decidieron secuestrar en ese momento, y asesinar unos pocos días después, 
a ese grupo preciso de personas (Goñi, 1996)22. 
Baste decir que, aun dentro de este sistema represivo basado en el secre-
to, con centros clandestinos de detención instaurados por las tres armas 
en todo el país, el operativo de secuestro y asesinato de las dos monjas 
21 Clarín, 17/12/1977, “Repudió el gobierno la desaparición de dos monjas francesas”; La 
Opinión, 17/12/1977, “La desaparición de dos religiosas”; La Prensa, 17/12/1977, “Rechaza 
el gobierno el secuestro de personas”; Buenos Aires Herald, 17/12/1977, “Nihilistic subversión 
blamed / Govt. Repudiates nuns’ abduction”; Crónica, 17/12/1977, “El gobierno expresó su vivo 
repudio por desaparición de un grupo de personas, entre ellas dos religiosas”.
22 Las hipótesis por las que se lleva a cabo el operativo de secuestro en ese momento son muchas 
y recorren desde un enfrentamiento entre la Armada y el Ejército, hasta la sospecha –por parte del 
Grupo de Tareas de la ESMA– de haber encontrado, en ese grupo de madres y familiares reunidos 
en la Iglesia Santa Cruz, a una peligrosa célula “subversiva” que debían eliminar (Goñi, 1996). 
Aquí no estamos tratando de proponer una respuesta a este interrogante, sino de subrayar cuán 
excepcional fue el operativo, aun dentro de un sistema “de excepción”, basado en el secuestro y la 
desaparición de miles de personas de manera clandestina.
51
francesas estuvo especialmente rodeado de silencios que se proyectaron, 
incluso, al interior de la Junta y de la misma Armada (Goñi, 1996). Una 
de las tentativas para mantener ese silenciotuvo como elemento central 
una fotografía de las monjas tomada dentro de la ESMA, y destinada –
paradójicamente– a ser difundida públicamente en ese mismo momento. 
La fotografía se tomó en el sótano del Casino de Oficiales de la ESMA23: 
“las dos monjas fueron sentadas frente a una gran bandera de Montoneros, 
sosteniendo una copia de La Nación del 14 de diciembre en primer plano” 
(Goñi, 1996: 109)24. Los Marinos utilizaron esa foto para acompañar un 
falso comunicado de Montoneros en el que la organización guerrillera se 
autoadjudicaba el secuestro de las religiosas y hacía una serie de demandas 
a cambio de las secuestradas.
Según testimonios de sobrevivientes, la foto fue tomada cuando ya se ha-
bía decidido la muerte de todos los miembros del grupo. De hecho, un 
testigo afirma que los marinos pensaban trucar la fecha del diario y seguir 
publicando la foto como prueba de vida:
“La idea de Acosta25 era sacarla con un diario y después ir 
trucando el diario, para que se pensara mucho más tiempo 
después de haberlas eliminado que seguían vivas, una idea 
infantil que no se hizo nunca” (Testimonio de Miguel Angel 
Lauletta, citado por Goñi, 1996: 109).
Esta es una primera característica que quisiera señalar con respecto a esta 
foto: se trata de una fotografía tomada al borde de la muerte. No sólo por-
que se tomó en un centro clandestino de detención, o porque las mujeres 
23 El centro clandestino de detención que funcionó en el predio de la ESMA tuvo como epicentro 
de las actividades represivas al edificio denominado Casino de Oficiales. En su sótano se aplicaban 
torturas pero también –en distintos momentos de la dictadura– hubo oficinas, una enfermería y 
un laboratorio fotográfico.
24 El testimonio de Ricardo Coquet, sobreviviente de la ESMA, en el archivo oral de Memoria 
Abierta incluye un fragmento sobre la manera en que, obligado por el grupo de tareas, debió 
confeccionar la bandera de Montoneros para esa fotografía. Ver http://www.memoriaabierta.org.
ar/materiales/fch.php.
25 El capitán de corbeta Jorge Eduardo Acosta fue el jefe del Grupo de Tareas del centro 
clandestino de detención que funcionó en la ESMA.
Claudia Feld
52
Artículos de investigación sobre Fotografía
fotografiadas portan los rastros de los tormentos sufridos (elemento sobre 
el que volveré más adelante), sino porque es una foto elaborada para “dar 
pruebas de vida” cuando ellas ya hubieran sido asesinadas. Es una foto 
que, de algún modo, sella la suerte de las monjas: una vez que la imagen 
circulara fuera de la ESMA era improbable que ellas pudieran reaparecer 
con vida. Tal característica hace que esta foto sea cualitativamente dife-
rente de las ya mencionadas imágenes sustraídas de la ESMA por el so-
breviviente Víctor Basterra y luego utilizadas como prueba en diversas 
instancias judiciales. La foto de las monjas fue tomada con la intención 
expresa de ser mostrada y circuló públicamente en el mismo momento en 
que la ESMA estaba funcionando como centro clandestino de detención.
Sontag (1977) y Berger (1980) hablan de la contigüidad que hay entre el 
acto de matar y el de fotografiar: disparar un arma, disparar una cámara de 
fotos. No quisiera aquí tomar al pie de la letra esta metáfora, sino señalar 
que esta fotografía exige volver a cuestionar la compleja contigüidad entre 
el acto de fotografiar y el de matar en ese espacio específico que era el centro 
clandestino de detención. Por una parte, porque en muchos centros clan-
destinos los detenidos eran fotografiados sistemáticamente poco después 
de su secuestro. Eso es lo que nos enseñan las terribles fotos rescatadas de 
la ESMA por Basterra. Es decir, existía un circuito burocrático-policial 
de registro fotográfico de los detenidos ya desaparecidos, casi todos ellos 
luego asesinados, por el cual se podría haber establecido con certeza la 
suerte de esas personas, si todas las fotos se hubieran hallado26. Sabemos 
por diferentes testimonios que, en la tarea de borramiento y negación 
que ejecutaron las Fuerzas Armadas, el asesinato y la desaparición de los 
cuerpos fueron concatenados con la destrucción de esas fotografías y otros 
documentos probatorios poco antes del final de la dictadura. Por lo cual, 
la desaparición de las personas, la de sus cuerpos y la de sus retratos reali-
26 En ese sentido, Luis García y Ana Longoni (2012) llaman la atención sobre un posible 
“archivo del terror” en Argentina: “Es cierto que, a diferencia del Archivo del Terror en Paraguay 
que se recuperó y se conserva intacto y abierto a la consulta, que entre otras cuestiones documenta 
minuciosamente todas las operaciones implicadas en la Operación Condor, y donde hay más de 
20.000 fotos (incluso muchas de desaparecidos argentinos o en la Argentina), en nuestro país 
no apareció (al menos por ahora) un archivo centralizado de la represión. Pero sí hay indicios 
materiales, aquí y allá, de que existió y fue sistemático.” Por otra parte, el archivo encontrado en el 
D2 de Córdoba, con negativos de fotos tomadas a personas detenidas y secuestradas en ese centro 
clandestino de detención, también amplía las perspectivas de análisis sobre ese “archivo del terror” 
destruido u oculto. Ver al respecto Magrin, 2011.
53
zados en el centro clandestino quedaron ligadas a un mismo acto desapa-
recedor, a un mismo sistema de muerte.
Por otra parte, en la ESMA la muerte era el gran “secreto”. Los testimo-
nios de sobrevivientes dan cuenta del proceso de aniquilación que allí se 
realizaba, en sus diferentes etapas: el secuestro, la tortura, el cautiverio en 
condiciones inhumanas, los partos clandestinos, los abusos de todo tipo. 
Como ocurrió en otros centros clandestinos de detención instaurados por 
la dictadura, lo único que, en su gran mayoría, no pudieron presenciar 
estos “testigos oculares” –que luego sobrevivieron– era el asesinato, que se 
llevaba a cabo fuera de la visibilidad de los demás detenidos. La muerte, 
omnipresente en la ESMA, muy pocas veces era visible.
Uno de los procedimientos más usuales de asesinato fue lo que, mucho 
después, se conoció como “vuelos de la muerte”: los secuestrados eran ba-
jados al sótano, adormecidos mediante una inyección, subidos a camiones 
que los depositaban en el aeropuerto donde se los metía en aviones. Desde 
esos aviones, se los arrojaba, adormecidos y todavía vivos, al mar o a las 
aguas del Río de la Plata. Si bien las personas que iban a ser asesinadas 
salían de “Capucha” y eran inyectadas en el sótano, estas acciones no eran 
presenciadas directamente por los otros secuestrados. Los testimonios ha-
blan de ruidos, de un ambiente muy tenso, de momentos en que no los 
dejaban circular por el Casino de Oficiales porque se estaba realizando un 
“traslado”, etcétera27.
Según estos testimonios, los represores no mencionaban qué estaba ocu-
rriendo: en general, se decía que esos detenidos iban a ser “trasladados”. 
El “traslado” era el eufemismo con el que se referían al asesinato de las 
personas secuestradas. De esta manera, la muerte se experimentaba en la 
ESMA como una nueva desaparición. Los secuestrados, ya desaparecidos 
para el mundo exterior, eran ahora sustraídos del Casino de Oficiales sin 
que nadie volviera a saber de ellos. 
27 Recién en 1995 se conoció el testimonio de Adolfo Scilingo, un represor de la ESMA encargado 
de los “vuelos de la muerte”. Si bien la información sobre esos vuelos se conocía previamente a 
través de relatos fragmentarios y de rumores, la declaración de Scilingo consistió en el primer 
relato público sobre los vuelos, proveniente de un “testigo ocular”. Ver Verbitsky, 1995.
Claudia Feld
54
Artículos de investigación sobre Fotografía
Eso sucedió también en este caso particular. El momento en que las mon-
jas fueron fotografiadas es relatado por un sobreviviente, Ricardo Coquet, 
en diversos testimonios. Coquet cuenta que –oculto en el baño conti-
guo– vio, en un lugar del sótano denominado “huevera”, la bandera de 
Montoneros (que había sido confeccionada porél mismo) colgada en la 
pared con una mesa delante. Y luego estaban las dos monjas sentadas ahí 
para ser fotografiadas.
“Ahí vi que estaba primero el lugar y después las monjas. 
Pedí permiso, fui al baño y miré, y en ese momento no había 
nada. Y después fui más tarde y estaba el escenario. Lo pedí 
porque vi que pasaba un guardia llevando a una de las mon-
jas (...) y entonces ahí lo vi”28.
La foto muestra el diario del día 14 de diciembre de 1977. En recons-
trucciones realizadas por el Equipo Argentino de Antropología Forense, 
se postula que todo el grupo de la Santa Cruz fue asesinado en esa misma 
fecha. Era el miércoles siguiente al secuestro y es sabido que los “vuelos de 
la muerte” se realizaban en ese día de la semana. Por otra parte, los cuerpos 
encontrados en las costas –cinco de los cuales fueron identificados mucho 
después como parte de ese grupo– fueron hallados entre el 20 de diciem-
bre y el 16 de enero en las costas del Mar Argentino29.
Es decir que, muy probablemente, el acto fotográfico presenciado por Co-
quet se produjo sólo unas pocas horas antes del asesinato de las monjas. 
Una atroz ironía se desprende de la coincidencia de estas fechas: cuando 
el caso empezó a ser denunciado por la prensa internacional y tomó esta-
do público en la Argentina, cuando la foto se hizo conocida, cuando las 
presiones se hicieron más fuertes y las personas que buscaban a este grupo 
podían tener la esperanza de que esa presión serviría para conseguir la li-
beración de los/as secuestrados/as, todo el grupo ya había sido asesinado30.
28 De mi entrevista con Ricardo Coquet, realizada en Buenos Aires el 27 de agosto de 2012. 
Miguel Ángel Lauletta también testimonia haber presenciado el momento en que tomaron la 
foto (citado en Goñi, 1996).
29 De mi entrevista con Maco Somigliana, del Equipo Argentino de Antropología Forense, 
realizada en Buenos Aires el 3 de mayo de 2012.
30 De algún modo, como se dijo, la acción de fotografiar a las religiosas está inscripta en la 
decisión de matar a todo el grupo. Según Somigliana, “cuando ellos les sacan la foto es porque ya 
55
Por todo esto, la primera consideración que propone esta la foto es la de 
su contigüidad con la muerte, tanto en su coincidencia temporal como en 
calidad de acto que “habilita” el asesinato. Pero también la de su supervi-
vencia como resto y rastro de lo que fue destruido, como huella material 
de esas vidas en cautiverio, antes de su definitiva desaparición31.
LA pubLIcAcIón de LA Foto
Los marinos enviaron el comunicado, la foto y una carta manuscrita de 
Alice Domon a la agencia France-Presse de Buenos Aires el 17 de diciem-
bre de 1977. La carta fue presumiblemente dictada en español por un 
oficial de la ESMA, pero escrita en francés por Alice Domon y dirigida al 
obispo de Toulouse, P. Guyot. Según Yvonne Pierron (2009: 100), además 
de la Agencia France-Presse, la embajada de Francia recibió una copia de 
los documentos.
“La foto de Domon y Duquet en el sótano de la ESMA llegó 
en una carta certificada a las oficinas de la agencia France-
Presse el sábado 17 de diciembre. El sobre contenía asimismo 
la carta que los marinos habían forzado a Alicia a escribir y 
un largo comunicado con el sello de Montoneros reclaman-
do la liberación de 20 prisioneros del Proceso32. Se proponía 
el intercambio de las monjas por una lista que incluía al ex 
presidente Héctor J. Cámpora y al dirigente sindical Loren-
zo Miguel. (…) La carta llegó poco después del mediodía y 
fue entregada a la policía a las tres de la tarde para su análisis. 
Para las seis, el Primer Cuerpo del Ejército ya había citado 
a la misma como prueba de que los secuestros habían sido 
perpetrados por la subversión” (Goñi, 1996: 115).
saben que las van a matar. En un sentido queman las naves. Si les sacan una foto con la bandera 
de Montoneros detrás, el curso de acción único posible es que los maten, no los pueden soltar” 
(entrevista realizada el 3 de mayo de 2012).
31 En este caso particular, además, la aparición y posterior identificación del cuerpo de una de 
las religiosas y de otras cuatro mujeres del grupo ha permitido recobrar los rastros materiales de 
la muerte y reconstruir el asesinato. 
32 El régimen dictatorial instaurado en la Argentina entre 1976 y 1983 se autodenominó “Proceso 
de Reorganización Nacional”, expresión que muchos abreviaban simplemente como “Proceso”.
Claudia Feld
56
Artículos de investigación sobre Fotografía
Si bien las cartas con la foto llegaron a France-Presse, lo que difundió la 
prensa argentina fue solamente un comunicado del Primer Cuerpo del 
Ejército que aseguraba que los Montoneros habían secuestrado a las reli-
giosas. Ese comunicado fue reproducido por los diarios argentinos, tex-
tualmente en la mayoría de los casos, el 18 de diciembre. Buenos Aires He-
rald es el único diario que se permite dudar sobre la veracidad de la carta 
de Montoneros citada por el Comunicado del Ejército. Su sospecha, que 
no se explicita directamente, tiene que ver con preguntar insistentemente 
por qué el (supuesto) comunicado de Montoneros no menciona a ningu-
na de las otras personas secuestradas en el grupo. Lo que da a entender 
el Herald es que si realmente Montoneros hubiese tenido a las monjas y 
querido negociar con esos rehenes no debería haber omitido el hecho de 
que, junto con las religiosas, otras diez personas se hallaban en su poder33.
En los diarios, las noticias citan los puntos reclamados por Montoneros, 
pero no mencionan ni la carta de Alice Domon ni la fotografía. Ninguno 
de esos diarios publicados en Buenos Aires reprodujo la foto. Algunos días 
después, el 21 de diciembre –cuando los diarios franceses ya hablaban de 
la fotografía–, el Herald mencionó la foto aunque sin reproducirla34.
Por su parte, los diarios franceses informaron sobre el fraguado mensaje de 
Montoneros uno o dos días después que los argentinos35, cuando Monto-
neros ya había desmentido la noticia. La información fue justamente esa 
desmentida. Se habla del comunicado del Ejército para criticar la falsedad 
de la noticia difundida por el gobierno argentino, y se menciona tanto la 
carta manuscrita de Domon como la fotografía.
Dos diarios franceses reproducen la imagen: France Soir, el 20 de diciem-
bre, y Libération, el 21 de diciembre de 1977 (IMÁGENES 1, 2 y 3). 
33 Ver: “New call for information on missing”, Buenos Aires Herald, 20/12/1977, p. 1. Para una 
argumentación detallada acerca de los signos que permitían inferir la falsedad del comunicado de 
Montoneros, ver Bousquet, 1983: 84 - 87.
34 Es posible inferir que la foto no llegó a las redacciones de los diarios argentinos. Jean-Pierre 
Bousquet, el corresponsal de France-Presse que recibió el sobre con el comunicado fraguado, 
recuerda haber enviado toda la documentación a la policía, por tratarse de un asunto que excedía 
sus competencias, y dice que conservó una copia del documento y de la foto que mandó a Francia, 
a la central de la AFP. Según él, la otra copia de la documentación que llegó a la Embajada 
francesa tampoco fue enviada a los diarios (entrevista realizada por C. Feld y N. Tahir, el 21 de 
noviembre de 2010 en Narbonne, Francia).
35 Libération y Le Figaro el 19/12; Le Monde y La Croix el 20/12/1977.
57
Imagen 1: Diario Libération, 21 de diciembre de 1977.
Imagen 2: Diario Libération, 21 de diciembre de 
1977. Detalle.
Imagen 3: Diario France Soir, 20 de 
diciembre de 1977.
Claudia Feld
58
Artículos de investigación sobre Fotografía
El primero, anuncia que se trata de “la primera foto de las dos religiosas 
secuestradas en Argentina” (France Soir, 20/12/1977, p. 3) y reproduce, a 
grandes rasgos, el informe de France-Presse donde se habla del “comuni-
cado” de Montoneros, de la carta y de la foto, explicando en qué consis-
tió el hecho, citando las dudas que “los medios diplomáticos” expresaron 
acerca de la autenticidad del “comunicado” y aclarando que un portavoz 
de los Montoneros, en París, desmintió formalmente “toda participa-ción de su organización en el secuestro de las dos religiosas” (France Soir, 
20/12/1977, p. 3).
Por su parte, Libération, que el 19 de diciembre ya había expresado sus 
dudas acerca de la veracidad del mensaje de Montoneros36, insiste, en su 
comentario sobre la foto, acerca de los elementos que inducen a pensar 
que se trata de una falsificación:
“Este documento sugiere, además, el trucaje: contrariamente 
a lo que deja ver este documento, la sigla de Montoneros no 
es redonda sino ligeramente ovalada. Finalmente, la relación 
entre el tamaño de las letras de la pseudo sigla Montoneros y el 
de las dos religiosas muestra que esta foto fue tomada (si no se 
trata de un montaje) en una habitación inmensa. Pues nos es 
difícil imaginar, teniendo en cuenta las condiciones de clan-
destinidad en las que viven los Montoneros o el ERP en la 
Argentina, que hayan podido tener cautivas a las hermanas 
Alicia y Léonie en un galpón enorme.” 37
La nota de Libération pone en evidencia una segunda característica que me 
gustaría señalar con respecto a esta foto. Se trata de la incongruencia. Aun 
dentro de una estética muy específica (la de las fotos tomadas a secuestra-
dos políticos, muy visible en los primeros años ’70 en Argentina) (IMA-
GEN 4), esta fotografía reúne elementos que no parecieran encontrarse 
en una tranquila convivencia dentro de la imagen, mediante una com-
posición que deja al descubierto la artificialidad del montaje: el diario La 
36 Libération, 19/12/1977, p. 9: “Argentine / La junte intoxique / Elle attribue aux ‘Montoneros’ 
l’enlèvement de deux religieuses françaises” (“Argentina/ La junta intoxica / Atribuye a los 
‘Montoneros’ el secuestro de dos religiosas francesas”). Es necesario tener en cuenta que algunos 
diarios franceses como Le Monde no publicaban fotos en esa época.
37 Libération, 21/12/1977, p. 11: “Argentine / Un document (mal) truqué du général Videla”. 
El enfatizado me pertenece.
59
Nación aparece en primer plano, ta-
pando parte del cuerpo de Domon; 
el espacio es demasiado grande y las 
monjas se ven como perdidas en el 
ángulo inferior izquierdo; las letras 
de la palabra “Montoneros” no ter-
minan de entrar en el encuadre ele-
gido y el escudo ocupa demasiado 
lugar38. Hay una tensión evidente 
entre los distintos elementos que se 
yuxtaponen, entre la información 
que se quiere mostrar (la palabra 
“Montoneros”, la fecha del diario 
La Nación) y la información que 
se quiere mantener oculta (¿dónde 
fue sacada la foto?, ¿quiénes la sa-
caron?). Por esas razones, Libération 
habla claramente de “trucaje”, evidenciando una tensión entre la verdad 
que estaría intentando establecer esa supuesta “prueba de vida” y la men-
tira difundida por los militares argentinos. En el análisis de Libération, la 
foto parece invertir su valor: en lugar de ser un documento probatorio de 
una verdad incuestionable –valor que, como ya dijimos, suele atribuirse 
a la fotografía, en general, por su carácter indicial y fuertemente referen-
cial–, se presenta como la prueba irrefutable de una mentira.
Más allá de la interpretación dada por Libération, puede considerarse a la 
foto y a todo el episodio del comunicado falso como parte de un complejo 
sistema de señales por el cual la dictadura diseminaba el terror, combinan-
do ocultación y visibilidad. La visibilidad de los operativos de secuestro 
se combinaba con la invisibilidad de lo ocurrido después a las víctimas, 
y la aparición de algunos cadáveres sin identificación (Schindel, 2004) y 
con signos de haber sido brutalmente torturados permitía suponer que los 
secuestrados eran sometidos a algo horroroso. La dictadura buscaba que 
la sociedad viera esa invisibilización. Tal como ha señalado Pilar Calvei-
ro (1998), el centro clandestino de detención lograba diseminar el terror 
38 Tal como me ha señalado Cora Gamarnik en diálogo personal, aparentemente quien tomó 
la foto se vio con el problema de hacer coincidir, en ese espacio rectangular que tenía, todos los 
elementos necesarios. La foto termina resultando “incómoda” hasta en ese sentido.
Claudia Feld
60
Artículos de investigación sobre Fotografía
hacia afuera mediante esa conjunción de exhibición y secreto: la sociedad 
sabía y no sabía al mismo tiempo, ya que recibía una información que le 
ofrecía tantas certezas como dudas acerca del destino de los desaparecidos. 
Es por esta mezcla de ocultación y visibilidad que algunos han caracte-
rizado a la desaparición como un sistema “discreto” de disciplinamiento 
social (García Castro, 2002), en el cual la combinación entre información 
y secreto resultaba eficaz para reproducir el miedo.
En ese marco, la foto de las monjas francesas tomada dentro de la ESMA 
puede analizarse como un documento que condensa esta problemática y 
evidencia toda la perversidad de la “discreción” en la modalidad represiva de 
la desaparición de personas: la visibilidad y la exhibición de las monjas vivas, 
aunque la foto circulara después de su asesinato; la intención de que la foto 
ocultara lo que pasó realmente con ellas, en tanto se hacían visibles las hue-
llas de los tormentos sufridos después de su secuestro. Es en ese sentido que 
esta foto pone en tensión su propio carácter indicial y probatorio: es índice, 
sí, pero no sólo por lo que puede verse en ella sino por aquello que mantiene 
oculto. Es índice del secreto (o de la combinación entre visibilidad y secreto) 
y, en ese sentido, la “verdad” que produce es una verdad otra. No tanto la 
que proviene de su referente, sino la que emana de su (¿invisible?) situación 
de enunciación. Volveré sobre este punto más adelante.
LAs mIrAdAs deL retrAto
A pesar de estas incongruencias, tensiones y contradicciones, esta fotogra-
fía siguió circulando públicamente a lo largo de más de treinta años. Entre 
las múltiples utilizaciones y reediciones de la foto quisiera detenerme so-
lamente en algunas vinculadas con el uso de esa imagen en programas de 
la televisión francesa de los años ’80 y ‘90. Centraré el análisis únicamente 
en la utilización de la foto, lo cual implicará dejar de lado ricas posibili-
dades de análisis que podrían hacerse sobre el conjunto de la emisión y, 
más generalmente, sobre las maneras en que la televisión francesa recuerda 
y representa la desaparición de estas dos religiosas39. Tampoco se trata de 
un análisis histórico de estas emisiones ni de una periodización, ya que no 
evocaré el contexto de producción ni las transformaciones generales en el 
39 Dada la falta de archivos televisivos y de una información sistemática sobre los programas 
emitidos en la televisión argentina en los años ‘80 y ‘90, no he conseguido acceder a programas 
argentinos que aborden específicamente esta temática, producidos y difundidos en fechas similares 
a los estudiados en el presente trabajo.
61
campo de la representación y de la memoria. Lo que importa es exami-
nar las múltiples relaciones entre memoria e imagen que pueden tejerse a 
partir de una fotografía que presenta estas características singulares y que 
se ha transformado, con el tiempo, en un “ícono emblemático” (Matard-
Bonucci, 1995) de la desaparición de las dos monjas francesas.
El primer programa a mencionar es un docudrama titulado “La passion 
de sœur Alice” (La pasión de sor Alice), emitido en el marco de la emi-
sión “Mercredis de l’information”, por TF 1, el 14 de abril de 1982. Este 
programa fue difundido cuando las noticias sobre la Argentina ocupaban 
la primera plana de muchos diarios franceses, por el desembarco argen-
tino en Malvinas (origen de la guerra con Reino Unido) producido dos 
semanas antes. Mediante este género del docudrama, que mezcla la re-
constitución “ficcional” con algunas entrevistas realizadas a los “testigos” 
de los hechos, el periodista Michel Thoulouze, responsable del programa, 
entendía poder hablar de acontecimientos cuyo abordaje a través de un 
“reportaje clásico” era imposible40.
El programa recrea la vida de Alice Domon, desde su llegada a la Argenti-
na, realizandouna reconstitución filmada de las acciones y los escenarios 
donde ocurrieron los hechos. En esta tarea, la emisión se permite algunas 
licencias dramáticas como, por ejemplo, emplazar la acción en los cafeta-
les de Nicaragua en lugar de hacerlo en las plantaciones de tabaco de la 
provincia argentina de Corrientes. Según los realizadores, esto se debió al 
hecho de que era imposible filmar en la Argentina dado que la dictadura 
todavía estaba en el poder.
El docudrama reconstruye el secuestro y el cautiverio en el centro clandes-
tino de detención –aunque no menciona el nombre de la ESMA–, e inclu-
ye crudas escenas de tortura, protagonizadas por la actriz que representa el 
papel de Alice Domon. La escena específica en la que les tomaron la foto a 
las monjas tiene lugar a los 46 minutos de comenzado el programa, de una 
duración total de una hora. Con la bandera colgada detrás de ellas sobre la 
que se lee la inscripción “Montoneros” en letras rojas, Alice se encuentra 
con Léonie por primera vez desde que llegó al centro clandestino de de-
tención. Allí se desarrolla un diálogo entre ambas, en el que Alice le pide 
perdón a Léonie por haberla involucrado: “Perdóname, encontraron tu 
40 El género docudrama resultaba en ese entonces novedoso para la televisión francesa. Thoulouze 
explica las características del género en una entrevista realizada por la revista Telerama en relación 
al docudrama sobre las religiosas desaparecidas (Sorg, 1982).
Claudia Feld
62
Artículos de investigación sobre Fotografía
dirección en mi libreta. No tendría que haber ido a tu casa”, le dice. Este 
diálogo, aunque inverosímil, es coherente con la centralidad dramática 
otorgada a Alice y con la necesidad del guión de explicar que Duquet no 
tenía el mismo compromiso político que Domon41. Lo interesante para el 
análisis de la escena no es tanto la reconstitución que hace el programa de 
la foto en sí (IMAGEN 5), sino la recreación del instante preciso en que 
la foto fue tomada (IMAGEN 6).
Lo que el docudrama reconstituye aquí es justamente la información que 
había sido escamoteada por la foto originaria, el fuera-de-campo de la foto; 
esto es, los interrogantes principales que se desprenden de la fotografía pu-
blicada en 1977: ¿quién tomó la foto?, ¿dónde fue tomada? El programa 
de Michel Thoulouze hace aparecer esas informaciones en imágenes. Son 
informaciones poco precisas, ya que sólo vemos un muro desnudo, algu-
nos elementos que podrían señalar la tortura (una bañera, un balde42) y 
un soldado con un uniforme que no tenía nada que ver con los utilizados 
en la ESMA (IMAGEN 6).
Sin embargo, es necesario señalar que la imagen original, como toda foto, 
ya portaba las huellas de ese fuera-de-campo que los marinos se esforzaban 
41 La escena de la conversación entre ellas resulta inverosímil si se tienen en cuenta las condiciones 
de cautiverio en la ESMA. Por otra parte, es sabido que el secuestro de Duquet respondió a 
razones más complejas que la de una simple dirección encontrada en una agenda.
42 El método de tortura denominado “submarino” consistía en sumergir la cabeza de un/a 
prisionero/a en un recipiente de agua sucia.
Imagen 5: Programa televisivo “La passion de sœur Alice”, emitido 
por TF 1 el 14 de abril de 1982.
63
por mantener oculto. Entre los múltiples indicadores del fuera-de-campo, 
Philippe Dubois hace referencia a la mirada de las personas retratadas. 
Según Dubois, en la mirada de una persona retratada se establece
“un fuera-de-campo que actúa en la profundidad de la ima-
gen, o más bien es su avanzada, que no desborda por los 
costados sino por delante, razón que lo convierte en el origen 
del corte. Un fuera-de-campo que posiciona explícitamente 
al operador, que lo integra más o menos como interlocutor 
invisible, que designa su lugar y que es el lugar de la mira-
da constituyente de la escena y del campo mismo” (Dubois 
1986: 164. Enfatizado por el autor).
En el juego de miradas, en lo que estaban viendo Alice y Léonie al ser 
fotografiadas, se inscribe, por lo tanto, ese fuera-de-campo de la foto: el 
secreto que los marinos querían mantener oculto43. Pero esas miradas, en 
la foto original, no parecen estar viendo nada en particular: Léonie tiene la 
vista perdida, Alice una mirada reconcentrada, una mirada “oscura, plena 
de rabia”, según el testimonio de alguien que las conoció. 
43 Insisto en que se trata de una foto tomada para que circulara fuera de la ESMA en ese 
momento, a diferencia de las fotos sustraídas de la ESMA por Basterra. En ese sentido, como ya se 
señaló, hay algo que la foto quiere mostrar hacia fuera, pero al hacerlo deja en evidencia también 
ese secreto. En otras palabras, la foto exhibe el secreto en su calidad de secreto.
Imagen 6: Programa televisivo “La passion de sœur Alice”, emitido 
por TF 1 el 14 de abril de 1982.
Claudia Feld
64
Artículos de investigación sobre Fotografía
“Me detengo en la aterradora foto de las dos mujeres. Qué 
atrocidad… Mi pobre Léonie está irreconocible. No tiene 
puesto los anteojos y su mirada parece perdida. Su boca está 
cerrada, su expresión es dura, sus cabellos revueltos. A su 
izquierda, yace mi Caty, su mirada es oscura, plena de rabia, 
su mandíbula está contraída. Tiene aspecto fatigado y parece 
muy delgada” (Pierron 2009: 100-101).
Es como si también a ellas les estuviera vedada la visión que a nosotros, es-
pectadores de la foto, se nos impide. Como si la venda con la que se cubría 
los ojos de los secuestrados todavía estuviera presente44. Es en ese sentido 
que la foto “deja ver” el centro clandestino de detención: porque el espacio 
que rodea a las religiosas no puede ser penetrado por sus miradas. Es el 
marco de la foto (Buttler, 2009), la frontera entre lo que puede verse y lo 
que ha quedado fuera del encuadre, lo que instaura un arco de preguntas 
abiertas sobre las condiciones en que esa foto fue tomada a dos personas 
ya desaparecidas. En ese sentido, el espacio que rodea a las religiosas retra-
tadas es, como se dijo, el indicio de un secreto, señala aquello que quiere 
mantenerse oculto a la mirada y al conocimiento de cualquiera que vea la 
foto. Pero también esta foto “deja ver” el centro clandestino de detención 
en aquello que no accede fácilmente a nuestras miradas, no porque quede 
fuera del encuadre sino porque se mantiene velado en la foto misma, inac-
cesible a una mirada rápida y exhibido solamente por un trabajo posterior 
con la foto, por un nuevo marco y una nueva presentación, como por 
ejemplo los signos de torturas (volveré luego sobre este punto).
La noción de fuera-de-campo, por otra parte, no sólo envuelve la pregunta 
sobre dónde fue tomada la foto sino también acerca de quién la tomó: 
¿un miembro del grupo de tareas?, ¿otro prisionero que realizaba “trabajo 
esclavo”?, ¿el propio torturador, como en la interpretación que propone el 
docudrama? Por algunos testimonios de sobrevivientes que se conocieron 
mucho después, pudo saberse que el fotógrafo fue un detenido-desapa-
44 Los secuestrados de la ESMA eran “tabicados” con un “anteojito” o “especie de antifaz de 
género oscuro, sin orificios para los ojos, que se utilizaba para impedir la visión del entorno 
venda sobre los ojos” sobre el que, muchas veces, se colocaba una capucha (Actis et alt. 2001). 
Valeria Manzano habla de una “posición de venda” para referirse al “quiebre subjetivo que 
produce el ingreso al centro clandestino” y que se instituye como una mediación en el contacto 
entre secuestrados y represores. Cfr. Manzano 2009: 162-163. La incapacidad de “ver” de los 
prisioneros de campos de concentración nazis ha sido señalada por múltiples análisis, entre otros 
Levi 1987 y Felman 1990.
65
recido que realizaba “trabajo esclavo”45 en el laboratorio fotográfico de la 
ESMA. Verbitsky (2005: 160) señala que se trató de Marcelo Camilo Her-
nández, secuestrado en la ESMA desde el 10 de enero de 1977. ¿Qué tipo 
de mirada era la que podía plasmar allí ese fotógrafo? Este dato nos permi-
tepensar que la foto no encarna, como podría haber sucedido, la mirada 
directa de los represores sobre sus víctimas, sino que presenta, justamente, 
el cruce de estos dos tipos de miradas: la del prisionero-fotógrafo que mira 
a las monjas a través de la lente de la cámara –según las instrucciones del 
Grupo de Tareas y bajo su amenaza–, y la mirada de las mujeres retratadas, 
“oscurecida” en esa situación límite, pero que pareciera albergar el único 
punto de “rabia” y resistencia, el último enclave de subjetividad entre el 
momento de la tortura y el del asesinato.
El análisis del fuera-de-campo, en suma, permite problematizar las condi-
ciones de enunciación de la foto y abre la pregunta sobre cuáles de esas 
condiciones –que, como hemos dicho, los marinos ocultan cuidadosamen-
te– son visibles a pesar de (o justamente por) ese ocultamiento. Es por la 
mirada y la expresión del rostro de las religiosas, pero también por su difícil 
ubicación en el espacio y por los elementos que disfrazan el fondo irrecono-
cible de esa escena, que la foto da a ver no sólo la figura de las monjas sino 
también su condición de secuestradas. Es una foto robada, arrancada a ellas, 
tomada a su pesar. La foto no sólo “muestra” la violencia en un sentido es-
tricto sino que la replica, es parte de esa violencia a la que las monjas fueron 
sometidas en el centro clandestino de detención.
LAs hueLLAs deL cAutIverIo
Otro programa televisivo al que quisiera referirme es la emisión “Résistan-
ces”, del 5 de septiembre de 1985: un programa periodístico especialmen-
te dedicado a la cuestión de los derechos humanos, emitido por Antenne 
2 y conducido por el periodista Bernard Langlois. Cuando esta emisión 
fue difundida, ya había concluido la dictadura en la Argentina y se estaba 
45 En la ESMA funcionó un sistema que la Marina denominó “de recuperación de detenidos”: 
algunos detenidos-desaparecidos eran forzados a realizar tareas de mantenimiento del lugar, 
trabajos de “Inteligencia” para la Marina y tareas vinculadas a delitos comunes cometidos por los 
represores de la ESMA (robo de propiedades, estafas, etc.). En la actualidad, los sobrevivientes 
y las instituciones vinculadas con la defensa de los derechos humanos utilizan la categoría de 
“trabajo esclavo” para referirse a ese tipo de tareas realizadas bajo amenaza de muerte.
Claudia Feld
66
Artículos de investigación sobre Fotografía
llevando a cabo el juicio a los ex comandantes. Eran cotidianos en la pren-
sa argentina los testimonios de sobrevivientes de centros clandestinos de 
detención, entre ellos, de la ESMA46.
En ese marco, el programa “Résistances” opta por incluir un testigo inha-
bitual, que es presentado como un “torturador de la ESMA” de nombre 
Claudio Vallejos. Con una puesta en escena cercana al documental tra-
dicional, la emisión reconstruye la historia del secuestro y el asesinato de 
la monjas, utilizando como soporte visual un recorrido filmado por los 
diversos escenarios que, según ese testigo, transitaron las religiosas después 
de haber sido secuestradas.
Las imágenes son casi todas tomadas desde un auto en movimiento, en 
el que habla Vallejos. Esto se debió a que, según el presentador, Vallejos 
era “perseguido en Argentina” y fue llevado, para la filmación, “clandesti-
namente” a Buenos Aires desde su lugar de residencia, en Río de Janeiro. 
Dice el presentador: “La reconstitución del itinerario de las dos monjas 
francesas se realizaría, por lo tanto, bajo libertad vigilada y todos los luga-
res serían filmados con cámara oculta”.
El testimonio de Vallejos no coincide con lo que los sobrevivientes de la 
ESMA dijeron, en ese momento y posteriormente, sobre lo ocurrido a 
las religiosas y por eso puede sospecharse que este testimonio sea en parte 
46 Sobre el papel de los medios de comunicación argentinos durante el juicio a los ex comandantes, 
ver Feld, 2002. 
Imagen 7: Programa televisivo “Résistances”, emitido 
por Antenne 2 el 5 de septiembre de 1985.
Imagen 8.
67
falso, ya que –a diferencia de los múltiples testigos que pudieron ver a las 
secuestradas en la ESMA e informaron sobre el caso– Vallejos afirma que 
el cautiverio se prolongó durante varios meses y que no estuvieron sólo 
en la ESMA sino en diferentes lugares47. En el programa de televisión, 
ese testimonio que relata con detalle torturas horrorosas es utilizado para 
magnificar el calvario sufrido por las religiosas48.
La foto de las monjas aparece como parte de la escenografía en la presenta-
ción del programa. Ante un muro desnudo, el presentador está de pie jun-
to a un panel con la foto (IMAGEN 7) y luego la cámara realiza un acer-
camiento que termina en la imagen de Domon y Duquet (IMÁGENES 8 
y 9). En esta reutilización de la foto, lo más notorio es el nuevo encuadre 
que se ha hecho de la imagen: en este recorte quedan borrados el espacio 
que rodea a las monjas y la bandera con la inscripción “Montoneros”. Si 
bien en el resto del programa se habla de la ESMA y se informa que las 
religiosas fueron llevadas allí, en ningún momento se menciona que esa 
fotografía fue tomada dentro de ese centro clandestino de detención.
El nuevo encuadre de la foto pone los rostros en el centro de la imagen y 
hace resaltar las sombras que rodean a las mujeres retratadas. De esta ma-
nera, ayuda a reforzar el alegato que quiere construir el programa contra 
47 Un testimonio de Vallejos sobre el Grupo de Tareas 3.3.2. de la ESMA y que se centra casi 
exclusivamente en el secuestro del embajador Hidalgo Solá, apareció en la revista La Semana, 
números 399 y 400 (julio y agosto de 1984). Esta revista no presenta a Vallejos como testigo del 
secuestro de las monjas francesas.
48 En las emisiones analizadas abundan las referencias a la figura de Alice Domon hechas en 
claves religiosas. La referencia al “martirologio” es central en muchas de ellas.
Imagen 9.
Claudia Feld
68
Artículos de investigación sobre Fotografía
los crímenes de la dictadura. En los rostros se resalta la palidez, la delgadez 
en la cara de Alice. Puede inferirse que las mujeres han sufrido malos tra-
tos y torturas. Además, la ubicación de la foto sobre un pared vacía genera 
el efecto de sentido de que ellas se hallan en una situación particularmente 
sórdida (este sentido está reforzado por la música con la que se realiza el 
acercamiento visual hacia la foto). El nuevo encuadre destaca, por lo tan-
to, las huellas de las condiciones de cautiverio.
Más allá de que este encuadre esté al servicio de la construcción de una 
dramatización más acentuada, es un marco que pone en evidencia nuevas 
informaciones difícilmente advertibles en el encuadre y el soporte anterio-
res. Este recorte no incluye informaciones sobre el lugar, ni siquiera esas 
señales que “disfrazaban” el sitio ocultando el sótano de la ESMA, sino 
que se centra en el rostro de las religiosas. Por lo tanto, esta presentación 
no enfatiza tanto las señales que permitirían preguntar dónde estaban las 
personas retratadas, sino aquellas que interrogan sobre lo que les pasó.
La relación entre fotografía y tortura ha sido analizada profundamente 
por Susan Sontag (2003) y por Judith Buttler (2009), quienes se inte-
rrogan sobre el tipo de mirada que requieren las fotos de atrocidades, 
Imagen 10: Fotografía 
de Graciela Alberti 
tomada por el Grupo 
de Tareas de la ESMA. 
Reproducida en Brodsky, 
Marcelo, Memoria en 
construcción. El debate 
sobre la ESMA, Buenos 
Aires, La Marca Editora, 
2005.
69
la noción de humanidad que subyace a estas fotografías, y la respuesta 
indignada (Buttler) o anestesiada (Sontag) que el público podría tener 
ante tales imágenes. Esta discusión excede los alcances de este trabajo, 
sin embargo permite iluminar un campo de referencias para pensar el 
tratamiento y el análisis de imágenes de este tipo. Al respecto, quisiera 
sólo señalar dos puntos. Primero, que la foto que estamos examinando 
se diferencia sustancialmente de las analizadas por Sontag y Buttler en el 
hecho de que nose trata de una imagen que espectacularice la violencia: 
ni lo que Sontag denomina “fotografías del genocidio” (2003: 101), ni 
las fotos de prisioneros siendo torturados en Abu Ghraib como las que 
analiza Buttler (2009). Segundo, que las atrocidades fotografiadas aquí 
se hacen “visibles” sólo cuando una nueva presentación y un encuadre 
diferente tienen lugar, tanto redimensionando la imagen como agregan-
do profundidad a su contenido.
No es el acto de torturar lo que se ha fotografiado aquí sino las huellas 
de tortura en los rostros de las víctimas. Como hemos dicho, la foto no 
persigue la finalidad de mostrar esto, sino otros elementos colocados en 
la imagen de manera más visible (el diario, la bandera de Montoneros). 
Por eso, estas otras informaciones (los signos de torturas) se mantienen 
como en un fondo de significación. No dan a ver lo que el fotógrafo 
quiso mostrar (Buttler, 2009) sino lo que se muestra “a pesar” de la foto 
misma. Y emergen cuando se produce una visión más detenida de la 
foto, cuya intelección es facilitada por este nuevo encuadre.
En este aspecto, esta foto singular puede compararse con algunas de las 
fotografías rescatadas de la ESMA por Basterra. Más precisamente, con 
la foto de Graciela Alberti, que integra el conjunto de retratos de dete-
nidos-desaparecidos fotografiados por el Grupo de Tareas (IMAGEN 
10). Es la presentación de la foto en un formato estetizado y de mejor 
calidad, que ha vuelto a mostrar las imágenes veinte años después de 
que fueran publicadas por primera vez, lo que ha permitido que en el 
rostro abotargado de Graciela Alberti pudieran advertirse las huellas de 
las torturas sufridas por ella en el centro clandestino de detención (Feld, 
2012).
Tanto en esa foto como en la de las monjas francesas, la tortura aparece –
tal como postulan Longoni y García– como una “presencia espectral”, que 
genera todo un juego de tensiones y transfiguraciones entre el antes y el 
Claudia Feld
70
Artículos de investigación sobre Fotografía
después de la detención, entre la identidad del/la militante secuestrado/a 
y la visibilidad de la persona desaparecida y torturada en un centro clan-
destino de detención:
“La tortura, que atraviesa espectralmente la superficie de es-
tas fotos, atenta contra la construcción de la imagen del mi-
litante heroico, apenas transfigurado en mártir por la dicta-
dura: la tortura corroe el aura de las memorias heroizantes.” 
(Longoni y García, 2012)
Por lo tanto, la foto de las monjas francesas, ahora reencuadrada y con los 
rostros mostrados en detalle, da a ver también aquí la experiencia del cen-
tro clandestino de detención, ya no como espacio visible/ocultado, sino 
como máquina de tortura cuyas huellas se hacen visibles en los cuerpos de 
las víctimas49.
LA Foto como “cAso”
Por otra parte, en este nuevo uso, la fotografía devela otra característica: 
es el documento que informa quiénes fueron las monjas desaparecidas. 
Su valor de “verdad” se ha trastocado y no es posible observar las marcas 
de origen del documento. Por eso, en este contexto la foto cobra un valor 
“ilustrativo”, ya no con respecto a las mentiras de los militares ni al fuera-
de-campo constituido por la ESMA, sino a la mera existencia de aquellas 
personas a quienes los militares han hecho desaparecer.
En otras emisiones difundidas posteriormente, principalmente noticieros 
televisivos, se mantendrá y reforzará esta función “ilustrativa” de la foto. 
Al respecto, podemos mencionar una tensión importante entre esta foto 
particular y otras que aparecen en los programas televisivos, en las que las 
religiosas se ven sonrientes, de cuerpo entero, vestidas con ropa de calle o 
con hábitos, en acción. Los programas televisivos recurren a una serie de 
estrategias para juntar en imágenes a las dos monjas, pero sólo en esta foto 
49 A diferencia de lo que postulan Longoni y García para las fotos de militantes secuestrados/as 
en la ESMA, en el caso de las monjas francesas las menciones al “martirologio” y al sufrimiento se 
producen repetidamente y con valor positivo en los relatos aquí analizados.
71
han sido retratadas una junto a la 
otra. Por esta razón, la foto puede 
constituirse en una ilustración de 
lo que el periodismo denomina 
“el caso de las dos religiosas des-
aparecidas” y es usada en los pro-
gramas para “entrar en tema”. En 
muchos noticieros franceses de los 
años ’90, la foto y el “caso” pasan a 
ser equivalentes en la escena tele-
visiva. Esta es una práctica común 
en las reproducciones de fotos en 
televisión: las fotografías se mues-
tran sin mencionar a los autores 
ni indicar el contexto en que fueron tomadas. Sin embargo, lo llamativo 
aquí es que para mostrar esa “verdad” del “caso”, los programas televisivos 
no dudan en recurrir muchas veces a nuevos “trucos” y fotomontajes que 
alejan aún más la foto de su origen. Sólo dos ejemplos.
En el noticiero de TF 1 del 26 de febrero de 1996, que habla de la queja de 
Francia por la no extradición de Alfredo Astiz, ante la visita del entonces 
presidente argentino Carlos Menem a París50, la fotografía de las monjas 
aparece como fondo de la presentación de la noticia, pero desprovista de 
todo marco espacial: no se ven ni el diario La Nación, ni la bandera, y por 
supuesto no se hace ninguna mención al hecho de que la foto fue tomada 
dentro de la ESMA. Se han borrado las sombras que rodean los retratos y 
esos rostros aparecen singularmente limpios, casi como un logotipo, sobre 
un fondo de televisores encendidos (IMAGEN 11). Por lo tanto, aquí, el 
borramiento es doble: se borran los indicadores de las situación de enun-
ciación (la bandera, el diario, lo que hacía de esta foto una fallida “prueba 
de vida” construida por el Grupo de Tareas), pero también se borran los 
50 Debido a la ley de “Obediencia Debida”, Astiz no era perseguido, en ese momento, por la 
justicia argentina. Sin embargo, fue juzgado en ausencia, en Francia, en el año 1990 y condenado 
a prisión perpetua por su participación en el secuestro y la desaparición de Domon y Duquet. 
Desde entonces, el gobierno francés reclamó su extradición al argentino. El presidente Menem 
negó la extradición repetidas veces. Después de 2005, con la reapertura de los juicios en Argentina, 
se reabrieron las causas a los represores de la ESMA, entre ellos Astiz, quien fue condenado a 
prisión perpetua por este caso en 2011.
Claudia Feld
72
Artículos de investigación sobre Fotografía
indicios de las condiciones de cautiverio que se remarcaban en el uso an-
teriormente examinado. 
Otro ejemplo parecido es el del noticiero de France 3 del 25 de febrero de 
1996, que informa sobre el mismo hecho. Aquí se muestra a la foto de las 
monjas detrás de la presentadora del noticiero, pero esta vez se ha cambia-
do el orden en el espacio. No aparecen una al lado de la otra, sino que Ali-
ce está arriba y Léonie abajo (IMAGEN 12). Luego queda sólo la imagen 
de la foto y se las ve una junto a la otra, pero es como si se hubiera puesto 
una lente de aumento sobre el rostro de sor Alice, que en la siguiente 
imagen ha queda solo, mientras el rostro de Léonie se ha desvanecido 
(IMÁGENES 13 y 14). La centralidad de Alice en el relato de muchos de 
estos programas es ilustrada aquí por el fotomontaje que vuelve a sacar de 
contexto y a fragmentar aun más la foto tomada en la ESMA.
En esta nueva utilización lo que impacta es la manera en que se han sus-
traído de la foto informaciones fundamentales. No sólo se ha borrado el 
espacio del centro clandestino de detención (aun en su versión disfrazada 
y ocultada) y las señales de la falsa “prueba de vida”, sino también las 
huellas de tortura (aun en su difícil acceso a la visibilidad). Su función se 
ha retrotraído al rol tradicional del retrato de señalar la identidad de las 
personas fotografiadas, ya no lo que les pudo haber sucedido a estas dos 
personas en particular. 
Como hemos visto en el ejemplo anterior, el reencuadramiento puede 
crear sentidos muy diversos y

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