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e-Eccleston Estudios sobre el nivel inicial Año 1. Número 1. Otoño, 2005. Jardín Maternal. Una dimensión compleja Dossier: ¿Cuál es la diferencia entre lo que hacen los docentes de Maternal y lo que hacen los padres? Un análisis del modelo teórico para interpretar la relación pedagógica en Jardín Maternal. Gabriela A. Fairstein El entorno sonoro, los bebés y el Jardín Maternal Lucía I. Moreau de Linares Experiencias: La práctica de la Expresión Corporal en el Jardín Maternal. Experiencias y reflexiones. Ana María Porstein Novedades: Postítulo Superior de Especialización en Jardín Maternal Mario Zimmerman, Claudia Gerstenhaber y otros e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Indice Editorial Adriana Andersson Página 3 e-Eccleston: un proyecto con historia Vice rectorado y Equipo de Gestión de la Información Página 4 Dossier: ¿Cuál es la diferencia entre lo que hacen los docentes de Maternal y lo que hacen los padres? Un análisis del modelo teórico para interpretar la relación pedagógica en Jardín Maternal. Gabriela A. Fairstein Página 7 Resumen El trabajo analiza la relación entre padres y docentes en el Jardín Maternal, a partir de cuestionar el modelo habitual que se utiliza para analizar estas interrelaciones. Se cuestiona que el modelo del triángulo didáctico “docente- alumno-contenido” tenga validez en Jardín Maternal, a partir de analizar lo que la literatura pedagógica entiende como “alumno” y como “contenido curricular”. Se sugieren algunas líneas para la tarea de elaborar un nuevo modelo de la relación pedagógica en maternal. El entorno sonoro, los bebés y el Jardín Maternal. Lucía I. Moreau de Linares Página 29 Resumen Este artículo procura sensibilizar a quienes trabajan en Jardines Maternales acerca de las dificultades y posibilidades que tienen los niños y niñas pequeños, inmersos en el entorno sonoro, para poder comunicarse y disfrutar de expresiones sensibles como la literatura y la música. Los adultos pueden sintonizar, entrar en diálogo y crear envolturas protectoras para evitar conductas rutinarias y automatizadas. 1 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Experiencias: La práctica de la Expresión Corporal en el Jardín Maternal. Experiencias y reflexiones. Ana María Porstein Página 35 Resumen Al recordar los propósitos de la Expresión Corporal en el ámbito educativo, se destaca el valor de la sensibilización artística del pequeño desde el Jardín Maternal, rescatando su doble protagonismo: como observador, espectador, capaz de apreciar la danza de otros; y como “actor”, capaz de explorar e imitar. Estos pasos lo orientarán más adelante hacia la improvisación y la creación. Los conceptos destacados son: espacio y/o escenario lúdico–expresivo; disponibilidad lúdica del docente; formato de juego entre niño y docente. Novedades: Postítulo Superior de Especialización en Jardín Maternal Claudia Gerstenhaber, Mario Zimmerman, y otros Página 45 Recomendaciones para ampliar la temática Página 49 Bibliografía de los autores Página 54 Convocatoria a próximos artículos Página 58 Orientaciones a los autores Página 59 2 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Editorial inalmente, el momento esperado llegó gracias a la suma de esfuerzos, voluntad deseos, creatividad y cooperación. F e-Eccleston inicia así, formalmente, este espacio de comunicación en el marco del programa de Gestión de la Información de la Dirección de Educación Superior del GCBA y se postula como una continuación, en formato electrónico, de anteriores publicaciones editadas en soporte papel por este ISPEI: las revistas Aletheia, entre 1979 y 1980 y Eccleston, entre 1994 y 1995 y Noti- Eccleston en el año 2001. Aquellas publicaciones, realizadas con esfuerzo y compromiso, se vieron obligadas por distintos motivos a interrumpir su publicación, pero nunca se abandonó la idea de seguir con los pasos iniciados. Hoy, en su primera aparición, se presenta con propósitos definidos: - Impulsar la producción y circulación académica en toda la comunidad educativa, especialmente en la destinada al Nivel Inicial tanto de nuestro país como del exterior. - Continuar creciendo y aportando ideas en forma ágil y atractiva para pensar de un modo diferente y crítico. - Reflejar diferentes concepciones y realidades. - Aportar datos, resultados de investigaciones y reflexiones académicas y científicas que posibiliten una mayor comprensión de la complejidad educativa contemporánea, con especial énfasis en la de nuestro país. También se constituye como un espacio de información y reflexión, de transmisión de experiencias y de recuperación de iniciativas y temas relacionados con los procesos de enseñanza en el Nivel Superior. Esperamos que este inicio permita establecer con los lectores una relación a largo plazo demostrando, una vez más, nuestro permanente compromiso con la excelencia académica. Profesora Adriana Andersson Rectora Buenos Aires, mayo de 2005 3 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. e-Eccleston: un proyecto con historia Intentaremos dar cuenta del camino recorrido hasta aquí y que hoy, nos permite presentar la revista electrónica e-Eccleston. Esta publicación forma parte de un programa mayor que se viene desarrollando en nuestra institución. El programa de Gestión de la Información (GI) del ISPEI Eccleston, coordinado por Vice rectorado, viene produciendo acciones desde 2001, año en el que se conformó el primer equipo con las profesoras Claudia Pires, Cristina Pizarro y María Graciela Rodríguez. A partir de esa experiencia inaugural, el programa de GI comenzó a operar a ritmo lento pero constante. En el inicio, las demandas de la institución aparecían fuertemente tamizadas en el contexto definido por la transición al nuevo plan de estudios, lo que produjo entre otras cosas, una fuerte demanda de información que, a los efectos puramente analíticos, denominaremos ‘instrumental’, ya que estaba estrechamente vinculada con las nuevas instancias curriculares, la organización cuatrimestral de las mismas, la elección y diversificación de los trayectos formativos y las variaciones en los dispositivos de enseñanza, entre otros. Esta situación reveló la necesidad de alivianar la saturación de la demanda y para ello, se pensó, en línea con la propuesta emanada desde la DGESUP, en la creación de un sitio institucional en Internet que replicaría la información de tipo ‘instrumental’ ya publicada en carteleras. La tarea se vio altamente favorecida con la llegada al equipo de Ernesto Roclaw, especialista en informática, quien diseñó un primer nivel de usuario, destinado a alumnos e ingresantes, que eran los más urgentes demandantes de este tipo de información. En la etapa siguiente, el sitio proyecta una ampliación hacia un segundo nivel de usuario constituido por docentes, graduados y comunidades educativa en general. Al promediar el año 2004, el sitio hizo su aparición satisfaciendo en gran medida, la demanda de información ‘instrumental’. Si todo documento institucional es una presentación pública de sí, la 4 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. aparición del sitio en Internet nos demandó una intensa reflexión institucional en la que se hizo imprescindible interrogarse sobre sí misma:qué mostrar, cómo y cuánto. Y esto es así ya que toda acción de comunicación no puede pensarse en forma aislada, no sólo por su repercusión en otras dimensiones institucionales y sociales sino también porque implica e instala la evaluación de sus modos de comunicarse interna y externamente, de los procesos que atraviesa, de los imaginarios que circulan por ella, y especialmente de los desfasajes entre la imagen representada de sí misma y la proyectada. En este proceso una de las primeras cosas que observamos fue un desbalance entre la información ‘instrumental’ y la información ‘académica’ (si es posible separarlas). Obviamente esto era el resultado de las primeras acciones realizadas, orientadas prioritariamente a paliar la saturación de la demanda instalada. Sin embargo, el desbalance, o mejor dicho, la presentación pública de este desbalance, ponían en juego la identidad institucional, tradicionalmente conocida y re- conocida por sus aportes académicos a la comunidad educativa especialmente la dedicada a la formación docente para la Educación Inicial. Este marco fue el que nos ayudó en la decisión de concretar un proyecto editorial considerando además dos factores confluyentes: por un lado, los condicionantes económicos, pues el formato electrónico abarata en grado sumo los costos, a la vez que garantiza un acceso prácticamente ilimitado a los lectores; por el otro, el de la memoria institucional, ya que no era posible dejar de lado la historia editorial del ISPEI, de la que e-Eccleston se postula como continuación. La idea de colaborar con el intercambio de ideas y reflexiones en el seno de la comunidad educativa, encontró, así, un espacio viable en las nuevas tecnologías. La recuperación de aquellas motivaciones nos guían en el interés de lograr la reapertura de canales nunca del todo cerrados y de reiniciar diálogos fructíferos con la comunidad académica intra y extra institucional. Esperamos que estos esfuerzos sean merecedores de la alta calidad de los artículos que presentamos en éste, el primer número de e-Eccleston, que hoy, y de este modo, hace su presentación. 5 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Agradecemos a los autores de los artículos que se publican en este número inaugural y a todos nuestros colegas que pusieron sus conocimientos, horas de trabajo y buena disposición para que hoy logremos concretar esta publicación. Vice rectorado y Equipo de Gestión de la Información Junio de 2005 6 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. “¿Cuál es la diferencia entre lo que hacen los docentes de Maternal y lo que hacen los padres? Un análisis del modelo teórico para interpretar la relación pedagógica en Jardín Maternal. Lic. Gabriela A. Fairstein1 Este artículo surge a partir de una reflexión acerca de la relación entre padres y docentes en el Jardín Maternal y de las dificultades para establecer entre ambos relaciones provechosas y no conflictivas. La pregunta que da título al trabajo es de por sí provocadora y pretende llamar la atención sobre el modo en que entendemos, y desde esta comprensión encaramos, estas relaciones. ¿Por qué las mamás tienen miedo de que ocupemos su lugar? ¿Por qué los docentes se ponen tan críticos de los padres? ¿Por qué esta relación parece más conflictiva en este nivel educativo que en otros? El análisis que se presenta pone en tela de juicio el modelo conceptual desde el cual interpretamos la relación pedagógica en Jardín Maternal. Si bien los resultados pueden hacerse extensivos a otros aspectos de la tarea docente en el nivel, este trabajo se centrará en el aspecto de las relaciones padres- docentes ya que es a partir de allí desde donde se lo ha abordado. Los argumentos que se ofrecen son a título de hipótesis y el artículo pretende compartir una reflexión surgida a partir de efectuar un análisis didáctico de la relación pedagógica en Maternal, esperando iniciar un debate sobre esta cuestión. 1 Gabriela Alejandra Fairstein es Profesora en Educación Preescolar, Licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad de Buenos Aires y Magíster en Pedagogía Aplicada por la Universidad Autónoma de Barcelona. Se desempeña como Profesora regular de la Cátedra de Didáctica I (Prof. Tit.: Prof. Alicia W. de Camilloni), del Departamento de Ciencias de la Educación (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires). Es Profesora y miembro del equipo de coordinación del Posgrado en Constructivismo y Educación, coordinado por el Dr. Mario Carretero, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO- Sede Argentina). Además proyectó e implementó el Jardín Maternal del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal y el de la Facultad de Derecho de la UBA, del que fue directora por tres años. Actualmente, es consultora del ANLIS, Dr. Carlos G. Malbrán para la reestructuración del Jardín Maternal. 7 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Sobre el modelo para analizar la relación con los padres en el Jardín Maternal La relación con los padres constituye un aspecto conflictivo en el Jardín Maternal. En otro trabajo se han analizado estas relaciones, caracterizando diferentes tipos de instituciones a partir de la relación que establecen con los padres (Fairstein, 2005). Allí se señalaba que, en muchas ocasiones, los educadores de Maternal nos colocamos en el lugar de jueces de las prácticas de crianza de los padres; también intentamos incorporarlos como “socios” de la labor educativa y aunar criterios con ellos para la educación de los niños; en otros casos, entendemos que nuestra tarea pedagógica va dirigida no solo al bebé sino también a sus padres y los colocamos en el lugar de alumnos. Esta cuestión presentaría un dilema: ¿incluimos a los padres como sujetos de educación (educandos) y planificamos para ellos, o los colocamos a la par nuestra y les pedimos que aúnen criterios con nosotros? ¿En el primer caso, los igualamos al niño? ¿En el segundo, les demandamos una racionalidad que a lo mejor no pueden tener? Creo que el problema reside en el modelo pedagógico que tenemos en mente. Voy a tratar de explicar a qué me refiero. La Pedagogía señala que la relación pedagógica puede explicarse a través del modelo de un triángulo. Relación pedagógica Conocimiento Educador Aprendiz Si se utiliza el esquema del triángulo para comprender las relaciones entre docentes y padres, puede considerarse que ambos establecen una relación pedagógica con el niño, aunque serían relaciones diferentes entre sí. Podría definirse a una de ellas como relación pedagógica escolar, en la que el “educador” se define como docente, el “aprendiz” se concibe como alumno, y el “conocimiento” que mediatiza sería un contenido curricular. La otra relación podría definirse como relación pedagógica familiar, en la que el “educador” 8 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. estaría representado por adultos que detentan el rol de padres, el “aprendiz” sería un sujeto que actúa desde el rol de hijo, y el “conocimiento” que media en la relación sería la socialización. Esto permite evidenciar el carácter diferente que tienen ambas relaciones pedagógicas. Nótese que la relación pedagógica escolar se conceptualiza utilizando términos particulares para dar cuenta de los elementos “educador”, “aprendiz” y “conocimiento” del triángulo: éstosson “docente”, “alumno” y “contenido” La Pedagogía y la Didáctica se ocupan básicamente de la relación docente- alumno-contenido y nos brindan gran cantidad de herramientas conceptuales para comprenderla. Asimismo, las instituciones educativas priorizan esta relación, considerando a la relación de los padres con los hijos como un elemento relativamente externo a la escuela, que puede interferir, ayudar, obstaculizar, etc., la relación docente-alumno. Desde este modelo suele explicarse la “inter-relación” entre padres y docentes, en tanto ambos transmiten conocimientos diferentes, asumen roles diferentes en relación con la educación del niño, y éste también actúa desde roles distintos. El siguiente gráfico esquematiza la interrelación: r Doce Pad Así, desde el punto de vist docente-alumno y padres-hijo permite comprender y anal pedagógicas. A partir de allí, s padres. Contenido Curricula nte Alumno n Interrelació res Hijo Socialización a conceptual, se entiende que las relaciones son relaciones de carácter diferente, y ello izar la interrelación entre ambas relaciones e piensa y planifica la relación entre docentes y 9 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Este es un buen modelo de la “relación pedagógica habitual”, útil para comprender las interrelaciones entre padres y docentes en la escuela primaria, e incluso en Jardín de Infantes. Sin embargo, este modelo conceptual es lo que se cuestionará para el Jardín Maternal: ¿cómo se distinguen en este caso la relación pedagógica escolar y la relación pedagógica familiar? Las variables “educador”, “aprendiz” y “conocimiento” del triángulo pedagógico, ¿son tan diferentes en la relación “escolar” y en la “familiar” en el caso del nivel Maternal? Analicemos cada uno de los aspectos y veamos qué obtenemos. Rol del niño En la relación pedagógica habitual, utilizamos el concepto de “alumno” para designar el rol que ocupa el niño en relación con el docente, lo que permite distinguirlo del rol de “hijo” que ocupa en la relación con sus padres. Ahora bien, ser “alumno” no es una condición natural del niño, sino que implica la asunción de un rol institucional preconfigurado. Tanto desde la sociología de la educación, los estudios institucionales, como desde la psicología sociocultural, se hace hincapié en que “ser alumno” no es lo mismo que “ser niño” y que la “alumnidad” –por llamarlo de algún modo- es una posición subjetiva que se construye, que requiere de un lento aprendizaje institucional. Desde la sociología de la educación, Perrenoud ha conceptualizado lo que llama “el oficio de alumno” para dar cuenta de los rasgos particulares que detenta este rol en las instituciones educativas: “en el transcurso de meses y, después, de años, el escolar adquiere los saberes y el saber hacer, valores y códigos, costumbres y actitudes que lo convertirán en el perfecto `indígena´ de la organización escolar o, al menos, le permitirán sobrevivir sin demasiadas frustraciones, o sea, vivir bien gracias a haber comprendido las maneras adecuadas. En la escuela, se aprende el oficio de alumno” (Perrenoud, 1996:217. Cursivas en el original). Del mismo modo, los enfoques del análisis institucional señalan que ser alumno “justamente es una de esas cosas que la escuela enseña a través de la trama organizacional.” (Alfiz, 1997:72). También desde los enfoques socioculturales de la psicología aparece esta idea. Ricardo Baquero sostiene que “la lectura `vigotskyana´ de los procesos 10 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. de desarrollo y constitución subjetiva en el seno de las prácticas pedagógicas” permite entender el “ser alumno” como un “un efecto particular de las prácticas escolares” (Baquero, 1996:.222-223). Por último, Daniel Valdez explica que “los comportamientos de los alumnos son significados en el contexto de la actividad escolar. […] Las normas que regulan el trabajo escolar y la condición de alumno, parecen definir los criterios en cuanto a la evaluación de los comportamientos que competen al `oficio´ de alumno” (Valdez, 2000:113). En síntesis, ser alumno no es una condición natural del niño sino una posición subjetiva que se define en una relación situada. Ser alumno, reconocerse como alumno, supone la asunción de un rol institucional preconfigurado, que requiere de un aprendizaje específico de las normas, códigos y comportamientos adecuados. En la relación pedagógica habitual, se entiende que el niño asume el rol de alumno, que puede discriminar entre éste y el rol de hijo, y comportarse de la manera esperada en cada caso: saber que es alumno en la escuela e hijo en su casa; comportarse como alumno en relación con sus docentes y como hijo en relación con sus padres. De hecho habrá una continuidad, en tanto se trata del mismo niño pero, para la relación pedagógica escolar, importa que se logre marcar esta discontinuidad. Sin embargo, en el caso del Jardín Maternal, ¿es válido utilizar un modelo teórico que conceptualice al niño como “alumno”? La asunción de roles supone, en el sujeto, la presencia de un Yo relativamente consolidado y cierta capacidad de descentración cognitiva. Si bien profundizar en cuestiones psicológicas excedería los límites de este trabajo, recordemos que el Psicoanálisis explica que la constitución del Yo se consolida aproximadamente a los tres años de edad, período relativamente coincidente con el inicio de la capacidad de descentración, estudiada inicialmente por Piaget y la Escuela de Ginebra. Desde el psicoanálisis, vale recordar tanto a Freud como los estudios de Anna Freud, G. Mead o Erikson, que han señalado que es la presencia de un Yo constituido lo que posibilita la asunción de roles. Asimismo, el estudio ya clásico de Berger y Luckmann sobre la construcción de la subjetividad también destaca que la adquisición del conocimiento específico de roles es propio del proceso de socialización 11 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. secundaria, el cual comienza recién “cuando el concepto de otro generalizado (y todo lo que esto comporta) se ha establecido en la conciencia del individuo” (Berger y Luckmann, 1968:174). ¿Es entonces válido en el Jardín Maternal un modelo conceptual que nos indique que estamos en presencia de un “alumno”? ¿Podemos conceptualizar la relación pedagógica en el Maternal como una relación docente –alumno, con lo que ahora sabemos que “ser alumno” significa? ¿Nos será de utilidad un cuerpo teórico acerca de la relación docente-alumno, que ha sido elaborado en relación con “alumnos” en el sentido arriba explicado? En el Maternal trabajamos con bebés y con niños menores de tres años, para quienes la instancia psíquica del Yo se encuentra en proceso de constitución, y por ende su conciencia de su posición subjetiva de alumno o de hijo es limitada. El sujeto de aprendizaje del Jardín Maternal difícilmente asume el rol institucional preconfigurado de alumno. En otras palabras, la “alumnidad” no es innata, por lo que parece poco adecuado adjudicar al bebé o niño pequeño la condición de “alumno”. Por supuesto, y tal como nos ha mostrado la psicología sociocultural y la psicología social, es el hecho de que los coloquemos en ese papel lo que contribuirá a que puedan construirlo. Pero lo que se desea resaltar en todo caso, no tiene que ver con nuestras prácticas de crianza sino con el modelo teórico que usamos para conceptualizarlas. Función del elemento “conocimiento” en la definición de la relación En la relación pedagógica habitual,la relación docente-alumno está mediada por lo que llamamos “contenido escolar” o “contenido curricular”. El contenido de la enseñanza puede definirse como el resultado de la selección y reconstrucción, con fines educativos, de ciertos conocimientos y formas culturales. Según Coll y otros (1994) los contenidos curriculares “son una selección de formas o saberes culturales cuya asimilación es considerada esencial para que se produzca un desarrollo y una socialización adecuados de los alumnos y alumnas en el marco de la sociedad a la que pertenecen”. Más adelante agregan: “se aplica aún un criterio de selección complementario, en la 12 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. medida en que sólo los saberes y formas culturales cuya correcta y plena asimilación requiere una ayuda específica deberían ser incluidos como contenidos de enseñanza y aprendizaje en las propuestas curriculares” (14). Por su parte, Basabe, Cols y Feeney (2004) explican que “aquello que llamamos `contenido escolar´ es la articulación de determinados elementos culturales con ciertos propósitos formativos y un tratamiento pedagógico; el contenido liga un recorte cultural a ciertas intenciones educativas de un sistema o un programa educativo. El contenido es siempre resultado de complejos procesos de selección, secuenciación y organización a través de los cuales se transforma un conocimiento producido en contextos sociales especializados en una versión accesible a unos destinatarios singulares –ajenos a dichos ámbitos– y adecuada para ciertos propósitos –no necesariamente coincidentes con los de sus productores.” (5). De las definiciones anteriores interesa resaltar dos aspectos: por un lado, que el contenido escolar o curricular es aquel saber “cuya correcta y plena asimilación requiere una ayuda específica”. Por otro lado, que el contenido del currículum no es un recorte de la cultura sino el resultado de una transformación, es una creación nueva y propiamente escolar. El contenido curricular, por definición, es una creación estrictamente pedagógica de un nuevo conocimiento, que se realiza a partir de un saber existente en la cultura. Como señalan las autoras es una “versión accesible”, efectuada ad hoc para “unos destinatarios singulares” –ajenos al ámbito de creación del saber en cuestión–; es una “versión accesible”, efectuada en función de ciertos propósitos, que pueden tener poco que ver con los propósitos de sus productores. Estas cuestiones son importantes a nuestra argumentación en tanto nos indican el proceso social y cultural en virtud del cual una parcela de la realidad se convierte en contenido escolar. Pero no interesa cómo se convierte sino por qué ha de convertirse. ¿Por qué algunas cosas dejan de aprenderse en la experiencia cotidiana y deben enseñarse a través de un aparato institucional? Se trata de un proceso histórico y vale la pena recurrir a la argumentación de Lundgren (1992). Para este sociólogo, el currículum aparece para resolver lo 13 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. que él denomina el “problema de la representación”: “cuando los procesos de producción se separan de los de reproducción aparece el problema de la representación” (18. Cursivas en el original), es decir, cómo representar, en el contexto de la reproducción, los saberes producidos en, y necesarios para, el contexto de la producción. El currículum será el conjunto de textos producidos para solucionar este problema. Para el autor el currículum es “una selección de contenidos y fines para la reproducción social, o sea, una selección de qué conocimiento y qué destrezas han de ser transmitidos por la educación” (20). De modo que la existencia del currículum responde a una necesidad social, y no a una necesidad de la enseñanza. En otras palabras, no es que primero se inventaron las escuelas y luego los docentes se preguntaron qué podrían enseñar allí. La escuela aparece en respuesta a una necesidad social relativa a la transmisión del conocimiento. Veámoslo a través de un ejemplo: cuando ciertos conocimientos, relativos a alguna parcela de la realidad, ya no pueden aprenderse en la vida cotidiana por todos los sujetos que deberían aprenderlos, aparece un aparato institucional especializado en trasmitirlos. Así, la Publicidad o la Hotelería, por caso, no siempre fueron objetos de enseñanza institucionalizada. Hasta hace unos años, estos conocimientos se aprendían a partir de la experiencia en el trabajo y sólo recientemente han pasado a ser objeto de tratamiento pedagógico para ser enseñados fuera de los ámbitos de producción. Como decíamos, la existencia de un currículum (en este ejemplo, de las carreras de Publicidad u Hotelería) responde a una necesidad social de transmisión de estos conocimientos. De modo que una parcela del saber es transformada en “contenido curricular” cuando se evidencia que no puede ser transmitida a través de la experiencia cotidiana. En otras palabras, la existencia de un conocimiento tan especializado que no puede aprenderse en la experiencia cotidiana es uno de los elementos que da nacimiento históricamente a la institución escolar. En síntesis, según la definición explicada, el contenido curricular en la relación pedagógica habitual no solo está mediando, sino que justifica y legitima la relación pedagógica ente docentes y alumnos. Además, permite distinguirla claramente de la relación pedagógica padres – hijos, en tanto 14 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. ambas están gobernadas por propósitos formativos diferentes. La relación docente –alumno tiene una función social conocida y compartida, y hasta un aparato legal que la diferencia definitivamente de la relación pedagógica padres – hijos. En virtud de estas diferencias, el docente justifica su relación con el alumno y su accionar. Lo justifica ante sí, ante el niño, ante los padres, ante la sociedad. Sin embargo ¿qué sucede en el ámbito del Jardín Maternal? La cuestión aquí es dilucidar si lo que enseñamos responde a la caracterización del contenido curricular que hemos efectuado. ¿Es válida la definición de “contenido curricular” para el conocimiento que se transmite en Jardín Maternal? ¿Se trata de conocimientos que no podrían adquirirse fuera de la institución educativa? La respuesta por supuesto es compleja y es un tema de debate recurrente en la pedagogía de Maternal: Laura Pitluk señala: “se puede pensar el jardín maternal como un espacio en el que se instala la apropiación de contenidos. Pero aquí se plantea un conflicto en vías de resolver. No es sencillo encontrar el “lugar” real y necesario que deben ocupar los contenidos.[…] Al pensar en los contenidos surge una primera cuestión: muchas de las cosas que se hacen con los niños en estas edades tienen que ver con aspectos evolutivos y logros que ellos alcanzarían aun si no asistieran a la institución, pero, de hecho, el jardín tiene una gran presencia en estos avances” (Pitluk, 1998:35). Por su parte, Elizabeth Marotta (1998) plantea que los conocimientos que se adquieren en Jardín Maternal se refieren a: “(L)a apropiación de parcelas cada vez más amplias de la cultura. [...] El desarrollo de procesos “típicamente evolutivos” que se transforman en conocimientos gracias a la interacción del sujeto con otros sujetos y con los objetos. El aprendizaje de modos de vinculación afectiva con otros y estrategias para conocer, indagar y modificar su propia realidad. Cabe preguntarse, entonces, ¿cómo se transforman esos conocimientos en contenidos en el jardín maternal?¿Cuál es el concepto de contenidos del que hablamos? ¿Cuáles serían esos contenidos?” (62. Negritas en el original). 15 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Si es difícil adjudicar la definición de “contenido escolar” a los conocimientos que se transmiten en Jardín Maternal, ¿cómo, y en virtud de qué, se justifica el accionar del docente? Si el conocimiento que transmite el docente en Maternal no parece, en su definición, muy diferente del que transmiten los padres, ¿cómo se legitima socialmente (y ante los padres) la relación docente – alumno? Si el conocimiento que se transmite parece ser de carácter similar, si los propósitos formativos de docentes y padres son, en términos generales, similares, ¿en virtud de qué elementos diferenciamos la acción pedagógica que desarrollan unos y otros? Roles de docente y padres En la relación pedagógica habitual, el rol diferente del niño es concomitante a la delimitación de los roles del docente y de los padres. Por supuesto, estos roles no se definen únicamente desde la percepción del niño, pero este será un elemento importante en su legitimación. Del mismo modo, en la relación pedagógica habitual, la presencia de un “contenido curricular” en un caso, también constituye un elemento importante para distinguir el rol de los docentes del de los padres. De manera que en la relación pedagógica habitual los roles de padres y docentes están claros, y lo están para todos los integrantes de la comunidad educativa. Esta claridad permite anticipar qué tipo de comportamiento se espera de cada uno de ellos. Sin embargo, en el caso del Jardín Maternal, hemos visto que ni el rol que asume el niño ni el tipo de conocimiento que se transmite, alcanzan para diferenciar lo suficiente los roles de padres y docentes. Las diferencias entre los roles de padres y docentes aparecen desdibujadas en comparación con la relación pedagógica habitual. Por eso, si se toma el modelo de la relación pedagógica habitual, no es casual que aparezcan tantos problemas cuando lo llevamos a la práctica. ¿Por qué es tan difícil aunar criterios con los padres? ¿Por qué cuesta tanto legitimar la acción pedagógica del docente? ¿Por qué constantemente los padres aparecen “interfiriendo” en la labor pedagógica del docente con el niño? 16 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. El problema de la interrelación entre las dos relaciones Llegamos así al aspecto que dio origen a este trabajo. ¿Es válido el modelo de la “relación pedagógica habitual” para analizar las relaciones entre padres y docentes en Jardín Maternal? En la relación pedagógica habitual, padres y docentes se relacionan y se comunican entre sí en función de sus roles, y en virtud de las diferentes relaciones pedagógicas que establecen con el niño. Cada una de estas dos relaciones pedagógicas tiene una “razón de ser” diferenciada, lo que posibilita el establecimiento de una interrelación. La sociedad y la cultura definen estas “razones de ser” distintivas, a tal punto que se expresan en leyes, relativas tanto a los deberes de padres como a la función de la escolarización. Los padres no pretenden ocupar el lugar de los docentes, ni los docentes el de los padres, ni existe el temor de que esto ocurra. Pero vayamos al Jardín Maternal. Aquí es difícil establecer la diferencia entre la “razón de ser” de una relación pedagógica y la otra (docente-alumno y padres –hijo), al menos en función de los parámetros que distinguen estas relaciones en otros niveles (rol de alumno-rol de hijo; contenido curricular– socialización) De hecho, en los dos casos, los propósitos parecen ser similares: a grandes rasgos, el desarrollo del niño y su inserción en la cultura. Al tener propósitos poco diferenciados, existe el riesgo de que los roles de padres y docentes se superpongan, sumado al rol poco diferenciado del niño en uno y otro caso. En Jardín Maternal, existe el riesgo real de que las labores educativas de padres y docentes se superpongan, y existe por ende el temor de que ambos pretendan ocupar lugares muy similares. No obstante, el modelo teórico utilizado no nos permite dar cuenta de estas dificultades reales que aparecen en la práctica. El modelo de la “relación pedagógica habitual” parece inadecuado, porque en Jardín Maternal no hay una relación docente-alumno-contenido como la que ha sido conceptualizada por la Didáctica para los otros niveles educativos: ni el bebé puede considerarse “alumno”, ni lo que se enseña puede considerarse como “contenido”, tal como han sido conceptualizados para la relación pedagógica habitual. Si intentamos utilizar este modelo para comprender y explicar nuestra 17 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. labor, y para justificarla ante los padres, es muy probable que tengamos la impresión, una vez más, de que la teoría tiene poco que ver con la práctica. ¿Será posible pensar en otro modelo? Hacia un nuevo modelo para interpretar la relación pedagógica en Jardín Maternal Elaborar un nuevo modelo para interpretar las relaciones pedagógicas en Jardín Maternal excedería los límites de este trabajo, pero sobre todo, excedería las posibilidades de este artículo, ya que consideramos que debería ser una tarea colectiva del campo pedagógico de Jardín Maternal. Es por ello que solo se propondrán algunas líneas que parece apropiado seguir en ese camino. Comencemos por señalar que tanto los docentes de Maternal, como los padres de un niño pequeño, asumen el rol de educadores, pero que establecen una relación diferente con el niño y encaran su labor educativa de modo distinto, tanto en lo relativo a los principios que guían su acción como al tipo de intervenciones que desarrollan. No están en discusión esas diferencias en la práctica. Pero lo que sí vale la pena pensar es si para nombrar estas diferencias es válido recurrir a las ideas de “contenido curricular” versus “socialización”, y “alumno” versus “hijo”. Volvamos al triángulo inicial de la pedagogía y tratemos de pensar nuevamente los dos elementos cuestionados en el modelo de la relación pedagógica “habitual”: “aprendiz” y “conocimiento”. Relación pedagógica Conocimiento Educador Aprendiz Definir estos dos elementos para la relación pedagógica en jardín maternal permitirá echar una nueva luz sobre los roles que asumen padres y docentes y, 18 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. principalmente, construir un nuevo esquema para interpretar cómo se relacionan. Aprendiz: ¿Cómo debería definirse al “aprendiz” en Jardín Maternal? Más arriba se ha señalado que no podría considerarse “alumno”, dado que, en tanto la instancia psíquica del Yo aún no se ha constituido, el sujeto no está en condiciones de asumir roles institucionales. Entonces, ¿deberíamos conceptulizar al aprendiz de Maternal como “niño”? En realidad esta definición también sería cuestionable ya que el pequeño se encuentra en un estado de indiferenciación psicológica respecto de su madre. Utilizando la metáfora de Margaret Mahler (1977), recordemos que el nacimiento psicológico del infante humano no coincide con el nacimiento biológico. Mientras este último es un hecho observable, el nacimiento psicológico es un proceso intrapsíquico lento, cuya culminación ocurre alrededor de los 30 -36 meses, momento en el cual aparecen los primeros rasgos de separación–individuación del niño respecto de su madre. Es decir,el “Yo” del niño –tanto en sus aspectos emocionales como cognoscitivos- se consolida (“nace”) recién al finalizar el tercer año de vida. De modo que el aprendiz en el Jardín Maternal no podría definirse recurriendo al concepto de “niño” o “bebé” solamente. Nuestra labor educativa va dirigida no sólo a los aspectos biológicos del niño sino también –y muy especialmente- a la constitución de su subjetividad. Pero si esta subjetividad incipiente está indiferenciada respecto de la de su mamá, ambos deberían ser colocados en el especio del “aprendiz”. En esta línea, Laura Gutman, en un artículo reciente, nos propone pensar que en el Jardín Maternal atendemos a un “bebemamá”, o una “mamabebé”. La autora sostiene: “En nuestra cultura, tan acostumbrada a `ver´ sólo con los ojos, creemos que todo lo que hay para comprender del nacimiento de un ser humano es el desprendimiento físico. Sin embargo… […] el bebé y su mamá siguen fusionados en el mundo emocional. Este recién nacido, salido de las entrañas físicas y espirituales de su madre, hace parte aún del entorno emocional en el que está sumergido. […] Por lo tanto, de ahora en más, en lugar de hablar del `bebé´, nos referiremos al `bebemamá´. Quiero decir que el 19 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. bebé es en la medida en que está fusionado con su mamá. Y, para hablar de la `madre´, también sería más correcto, referirnos a la `mamabebé´, porque la mamá es en la medida en que permanece fusionada con su bebé.” (Gutman, 2001:78. Negritas en el original). De manera que el lugar del “aprendiz” en el jardín maternal está ocupado no por un “alumno” -considerado con las características que hemos señalado-, ni tampoco por el “niño” -a secas-, sino por el bebé en fusión emocional con su mamá. La idea de “bebemamá” parece ser más adecuada para definir a nuestro sujeto de educación. De hecho, siempre señalamos que en Jardín Maternal, nuestra labor educativa va dirigida no solo al niño sino también a sus padres. Conocimiento: ¿Cómo debería definirse al “conocimiento” de la relación pedagógica en el Jardín Maternal? Nuestros propósitos formativos en maternal se relacionan con la socialización del niño y su inserción en la cultura, con su desarrollo integral, con la constitución de su subjetividad, etc. De modo que los “conocimientos” que trasmitimos son los relativos a estos procesos. Aunque a veces aparezca la necesidad de otorgarle cierto estatus “escolar”, de referirse a disciplinas, conocimientos académicos… la realidad es que en el Jardín Maternal no enseñamos “materias” en el sentido en que lo hacen otros niveles educativos -lo que no significa que los conocimientos disciplinares de psicolingüística, de psicomotricidad, música, plástica, psicomatemáticas, etc. no sean de gran utilidad para pensar nuestras planificaciones y nos ayuden a comprender los avances que realizan o podrían realizar los niños-. La problemática por definir el “contenido curricular” en Jardín Maternal aparece como consecuencia de su consideración como institución de carácter pedagógico, y no solo asistencial. Sin embargo, ello no debería implicar que los conocimientos que se transmiten deban definirse del mismo modo que se definen en la enseñanza escolar. Nuestra colega Valeria Feder (2001) llama la atención sobre este punto: “la recategorización como institución educativa pareciera traer aparejada la preocupación por los contenidos a enseñar, problemática didáctica que no hay que desmerecer, a pesar de que discusiones 20 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. de este tipo den la impresión, a veces, de estar desligadas de las necesidades del niño pequeño” (22. Cursivas en el original). Sin dudas, en maternal se transmiten conocimientos, y es posible elaborarlos en un currículum, pero como se ha explicado más arriba, ello no significa que el modo de construcción del contenido siga el mismo proceso que en otros niveles educativos. Al analizar la idea de “contenido escolar” se señalaba que su existencia responde a una necesidad social, y no a una necesidad de la enseñanza; es decir, no es que primero se inventó la escuela y luego apareció la pregunta acerca de qué podría enseñarse en ella. El concepto de contenido escolar, tal como ha sido definido por la Didáctica, se refiere a conocimientos que requieren de la intervención institucional para ser aprendidos. Este no es el caso de los conocimientos de Jardín Maternal, por lo que la utilización de este concepto –más allá del término, que puede utilizarse una vez redefinido- resultaría poco adecuada. Los conceptos nos ayudan a definir nuestra actividad. Considerar que enseñamos “contenidos curriculares”, según la definición elaborada para otros niveles educativos, puede estar en el origen de muchos malos-entendidos y conflictos entre padres y docentes en el Jardín Maternal. Vale la pena verlo a través de un ejemplo: un docente de EGB puede solicitar a los padres que no enseñen “regla de tres simple” a sus hijos tal como ellos lo saben, ya que en la escuela se utiliza un enfoque nuevo y la explicación de los padres podría obstaculizar la comprensión del niño (¿cuántos adultos no han tenido que aprender ciertas cosas de nuevo con sus hijos, para poder ayudarlos con las tareas?). En este caso, los padres aceptan la autoridad de la escuela en relación con el conocimiento “regla de tres simple” y delegan su enseñanza en el maestro. Sin embargo, no sucedería lo mismo si el docente de maternal solicitara a los padres que no enseñaran al niño, por ejemplo, lenguaje o hábitos de higiene. Lo absurdo del ejemplo nos muestra la inadecuación de la definición de “contenido escolar” elaborada para otros niveles del sistema. Pero el ejemplo, además, pone de manifiesto claramente que en Jardín Maternal compartimos nuestros propósitos formativos con los padres, y que de hecho, tenemos que enseñar las mismas cosas. La especificidad de nuestra 21 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. tarea seguramente se define desde otros aspectos, como el carácter de nuestras intervenciones, la diversidad en el abanico de experiencias que ofrecemos, el tipo de estimulación que brindamos… Pero a los efectos de elaborar un modelo conceptual que dé cuenta de la relación pedagógica, debemos asumir que compartimos con los padres nuestro propósito educativo general, y que los conocimientos que trasmitimos se superponen con los que ellos transmiten. Los roles educativos de padres y docentes y su interrelación: En función de estas consideraciones, ¿cómo puede conceptualizarse el modelo pedagógico para dar cuenta de la interrelación entre padres y docentes? Al parecer no podría ser concebido como un modelo de dos relaciones claramente diferenciadas, como lo hicimos para la “relación pedagógica habitual”. No podemos hablar de una relación docente-alumno-contenido frente a una relación padres-hijo-socialización. Debemos considerar, por un lado, que se trata de dos relaciones que se superponen en su objetivo. Además, debería tenerse en cuenta que los padres ocupan tanto el rol de “educador” -como pareja de adultos en la crianza del hijo- cuanto el de “aprendiz” –y en un papel destacado la mamá en tanto se encuentra en fusión emocional con el bebé. El siguiente esquema pretende graficar este modelo, aunque se ofrece a título de ensayo, no para cerrar sino más bien para abrir la discusión teórica. Posible esquema de la relación pedagógica en el Jardín Maternal Bebemamá Docente Interrelación PadresSocialización En el esquema aparecen dos triángulos cuyos vértices son: docente- bebemamá-socialización en uno de ellos, y padres-bebemamá-socialización en 22 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. el otro. Los dos triángulos se encuentran superpuestos en uno de sus lados lo que indica que ambas relaciones comparten el objetivo de tender hacia la socialización del niño. A diferencia del modelo pedagógico “habitual” los padres no delegan la enseñanza de los contenidos de la socialización en el docente (como sucede en el ejemplo de la regla de tres) sino que la “comparten”. Es en este sentido que se suele señalar que padres y docentes de Jardín Maternal deben actuar como “socios” en la crianza del niño. Sin embargo, también es éste el origen de muchos conflictos de “competencias” entre padres y docentes, en el sentido de que a ambos les “compete” la educación del bebé. Pero ello sucede cuando se toma como modelo la relación pedagógica habitual, en la cual no hay problemas de competencias: los padres se dedican a los contenidos de la socialización y los docentes a los contenidos curriculares. Dado que en Maternal los roles de padres y docente se superponen, existe el riesgo, y de allí el temor, de que pretendan ocupar lugares muy similares. Los sobrados ejemplos de celos entre madres y docentes dan cuenta de esta situación. De todos modos, se trata de dos triángulos diferentes: padres y docentes no se funden en un solo actor. Si bien desarrollan acciones hacia un mismo “aprendiz” y con propósitos coincidentes, encaran este objetivo desde posiciones diferentes y llevan a cabo acciones distintas: observan al “bebemamá” y persiguen el propósito de la socialización desde miradas propias. El docente posee un conocimiento especializado acerca de la primera infancia y las prácticas de crianza, que le permite actuar de un modo más informado y racional. Como señalamos en otro lugar, los padres no fueron al profesorado. Es el docente quien debe actuar con la racionalidad suficiente para anticipar y evitar los posibles conflictos de “competencias”. Por otro lado, confrontado con el otro esquema, aquí la interrelación entre padres y docentes no es externa sino interna a la relación que cada uno de ellos establece con el “aprendiz”: ello se observa en la línea punteada que atraviesa por adentro a los dos triángulos y no que está colocada afuera como en el otro caso. En el modelo “habitual” se establece una interrelación entre dos relaciones diferentes. La escuela prioriza la relación docente-alumno, y se 23 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. concibe a la relación padres–hijo como un elemento que puede obstaculizar o facilitar el normal desarrollo de la relación docente-alumno. En el caso de maternal no hay dos relaciones tan diferenciadas (ambos se relacionan con el mismo aprendiz y comparten el objetivo). En este sentido no es posible priorizar una relación que no existe (docente-alumno-contenido), ni pensar si los padres obstaculizan o favorecen esta relación. Como decíamos, comparten la tarea. En el modelo “habitual” padres y docentes se comunican entre ellos desde sus roles claramente definidos. Está claro para todos lo que se espera de cada uno en virtud de sus roles (recordemos que se diferencian por el objetivo y por el rol del niño). En el Jardín Maternal las diferencias se desdibujan y por eso no puede tomarse el esquema “habitual” como modelo de la interrelación. Por último, observemos que la mamá está colocada formando parte de dos elementos: está presente en los lugares “bebemamá” y en “padres”. Esto no hace referencia a que el Jardín Maternal, como institución, desarrolle tareas de orientación hacia los “padres” -entendidos como familia-. Más bien, la presencia de la madre compartiendo el lugar del “aprendiz” pretende resaltar que la labor docente se orienta hacia esa constelación emocional que conforman bebé y madre, y no hacia el bebé aislado. Laura Gutman explica que el recién nacido “hace parte aún del entorno emocional en el que está sumergido. Al no haber comenzado todavía el desarrollo del intelecto, conserva sus capacidades intuitivas, telepáticas, sutiles, que están absolutamente conectadas con el alma de su mamá. Por lo tanto, este bebé, se constituye en el sistema de representación del alma de la mamá. […] La mamá atraviesa este período “desdoblada” en el campo emocional, ya que su alma se manifiesta tanto en su propio cuerpo como en el cuerpo del bebé. Y lo más increíble es que el bebé siente como propio todo lo que siente su mamá, sobre todo lo que ella no puede reconocer, lo que no reside en su conciencia, lo que ha relegado a su sombra” (Gutman, 2001:78-79. Negritas en el original). En este sentido, la tarea docente se dirige al “bebemamá”, y no a un bebé al que se ha arrancado su madre; más bien, el bebé es con su mamá. Esto permite comprender además, que los roles del docente y de la pareja de padres se superponen ya 24 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. desde la dimensión psicológica (no solo desde los objetivos pedagógicos): ambos son representantes de lo social, que irrumpe en el vínculo dual madre- hijo, estableciendo la triangularidad en la relación. Hasta aquí el primer esbozo de desarrollo de un nuevo modelo para comprender la relación pedagógica en Jardín Maternal que se ha pretendido ofrecer. Muchas ideas han quedado sólo sugeridas y muchas deben aún desarrollarse. Al iniciar este trabajo se señalaba que en Jardín Maternal intentamos incorporar a los padres como “socios” de la labor educativa y aunar criterios con ellos para la educación de los niños, pero al mismo tiempo entendemos que nuestra tarea pedagógica va dirigida no solo al bebé sino también a sus padres. Así se señalaba que esta cuestión presenta un dilema: ¿incluimos a los padres como sujetos de educación (educandos) y planificamos para ellos, o los colocamos a la par nuestra y les pedimos que aúnen criterios con nosotros? ¿En el primer caso, los igualamos al niño? ¿En el segundo, les demandamos una racionalidad que a lo mejor no pueden tener? Sin dudas, este dilema, esta particularidad, constituye uno de los desafíos más importantes de la educación en Jardín Maternal y pone en evidencia la necesidad de un modelo conceptual que dé cuenta lo más cabalmente posible de esta relación pedagógica. De lo contrario, un modelo inadecuado, “importado” de otros niveles educativos, nos conduce al callejón sin salida de los conflictos de “a quién le corresponde qué” en la educación del bebé. A modo de cierre Este ha sido un artículo de debate teórico, y se nos podrá objetar que, más allá de las teorías, en la práctica de los buenos jardines maternales las relaciones entre padres y docentes se manejan de manera clara y fructífera. Estamos de acuerdo. No obstante ello, consideramos importante compartir estas reflexiones ya que la teoría no sólo le pone nombre a lo que hacemos; también configura nuestro modo de pensar sobre ello. El que a veces nos cueste entender por qué algunos padres no saben ubicarse, a lo mejor obedece a que lo pensamos desde un modelo conceptual inadecuado. 25 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Sin dudas el docente de Maternal tiene un rol diferente del de los padres, pero todavía debemos conceptualizar mejor estas diferencias. Vale la pena detenerse a pensar si no hemos estado utilizando categorías pedagógicas, como en este caso“alumno” y “contenido”, elaboradas por una Pedagogía que fue escrita para otros niveles de la enseñanza. Nuestra colega Valeria Feder (2001) reflexiona en esta misma línea cuando señala: “Y si hay una didáctica para el jardín maternal, ésta tendrá que despojarse de una variada gama de hábitos y tendencias heredadas de otros niveles de enseñanza. […] podríamos decir que es tan preocupante el mero asistencialismo como la conformación de instituciones educativas para la edad temprana a las que se trasladan las coordenadas de instituciones educativas organizadas y pensadas para otros niveles” (22). El Jardín Maternal es un recién llegado al mundo educativo y vale preguntarse si acaso, en el intento de incorporar categorías pedagógicas, no se habrán adoptado algunos modelos sin reflexionar lo suficiente acerca de su adecuación. Cuando las antiguas guarderías comienzan a reconvertirse en instituciones educativas, el modelo de “lo pedagógico” que estuvo a la mano fue el de la escuela básica. En palabras de Lundgren (1992) podría decirse que los códigos curriculares ya estaban establecidos, y los Maternales no hicieron más que apropiarse de ellos y reorganizar sus prácticas a la luz de estas coordenadas. Inclusive, este fenómeno podría responder a lo que otro colega, Pablo Pineau (2001), denomina como “naturalización del modelo escolar”. Pineau sostiene que a partir del siglo XX se produce una “homología entre escolarización y otros procesos educativos”, en virtud de la cual “la escuela logró volverse sinónimo de educación y subordinar el resto de las prácticas educativas” (31). “Entre los siglos XVIII y XIX, el campo pedagógico se redujo al campo escolar. En el siglo XX, y sobre todo en la segunda mitad, lo escolar fue a su vez limitado a lo curricular. La lógica de reducción y subordinación corrió por la cadena pedagogía-escuela-currículum e implicó el triunfo de la «racionalidad técnica» moderna aplicada en su forma más elaborada a la problemática educativa” (34). 26 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. El Jardín Maternal, en la búsqueda de su carácter pedagógico, probablemente haya extrapolado categorías elaboradas para la escuela elemental, la que se habría posicionado en el modelo de “lo pedagógico”. Empero, ello no debería ser analizado como un rasgo negativo, sino más bien como una etapa en el camino de construir colectivamente una didáctica específica del nivel. Bibliografía: Alfiz, I. (1997): El Proyecto Educativo Institucional. Buenos Aires: Aique. Baquero R. (1996): Vigotsky y el aprendizaje escolar. Bunos Aires: Aique. Basabe, L., Cols, E. y Feeney, S. (2004): Los componentes del contenido escolar. Ficha de Cátedra. Buenos Aires: OPFYL, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Berger, P. y Luckmann, T. (1968): La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrotu. Coll, C., Pozo., J.I., Sarabia, B. y Valls, E. (1994): Los contenidos de la Reforma. B.s As: Santillana, Aula XXI. Fairstein, G. (2005): “Algunos modelos para el análisis de la relación jardín maternal – padres.” Revista Novedades Educativas (en prensa). Feder, V. (2001): “Jardín maternal y desarrollo emocional. 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Moreau de Linares2 Trabajar en instituciones educativas con niños y niñas muy pequeños permite comunicarse a través de diferentes lenguajes y crear un espacio mediador entre el entorno próximo y la cultura. La escuela maternal ofrece una entrada a saberes que se transmiten, de manera implícita, en los actos cotidianos. Valores, costumbres, tradiciones, el lenguaje tanto oral como escrito, imágenes, sonidos y movimientos forman parte de la compleja trama institucional. Las propuestas pedagógicas dan lugar a que niños y niñas puedan jugar, conocer, imaginar y experimentar emociones vinculándose con la naturaleza y con variadas creaciones del hombre. Para pensar algunos aspectos acerca de la función docente, en este artículo se toma en cuenta un elemento esencial de la comunicación humana: la dimensión sonora. Cuentan que el Dios Pan “gustaba de la música y los bailes y que su distracción favorita era ocultarse entre los árboles durante la noche para hacer frecuentes excursiones nocturnas y sorprender a los viajeros que se extraviaban en los bosques, inspirándoles un terror tal, que en lo sucesivo se llamó pánico, palabra derivada de su nombre” (…)“Este dios fue el primero que tuvo la idea de soplar en un gigantesco caracol, haciéndose su voz tan potente que hasta los Titanes huían despavoridos a refugiarse en profundas y solitarias cavernas”. Un día cuando estaba a punto de alcanzar a una de sus ninfas preferidas, ésta desesperada pidió a sus compañeras que la ayudaran y en el acto quedó convertida en caña. Fue así como el desconsolado amante hizo una flauta con ella a la que arrancaba tristes y tiernas melodías… (Fernández de León, G. – 1963) La flauta además es el instrumento de Dionisos, según la mitología griega Dios de la embriaguez y el frenesí (Baco, para los romanos); mientras que Apolo, venerado como Dios de la luz, del día, de la Poesía, de la Música y de las artes tenía como instrumento la lira, con la cual brindaba “líricas armonías de acompañamiento que podían ser acompañadas con el canto”. (Sales, 1995) Ambos aspectos, tanto los apolíneos cómo los dionisíacos forman parte de la vida misma, de nuestras emociones que nos habitan como olas serenas o pasionales y agitadas. 2 Licenciada en Psicología (UBA). Doctoranda en la Facultad de Psicología (UBA). Docente en la Carrera de Musicoterapia de la Facultad de Psicología (UBA). Investigadora en la Facultad de Psicología (UBA). Investigadora en el Dto de Investigación del ISPEI Sara C. de Eccleston (1997 al 2000). Consultora de UNICEF (1994, 1998 y 1999). Consultora del Ministerio de Salud de la Nación (2000 y 2001). Profesora delISPEI Sara C. de Eccleston y la Escuela Normal Superior Nº: 10 Juan B. Alberdi. Autora de diversas publicaciones en el área de desarrollo infantil y Jardín Maternal. 29 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Por cierto que al Dios de la música, el Dios Pan, por ser tan ruidoso no se le ofrece un templo sino una gruta. Esta resuena y produce eco, los sonidos tanto pueden calmar como provocar ansiedad o desconcierto. De allí el nombre de pánico, palabra habitualmente usada con desconocimiento de su sonado origen. Pensemos ahora en el pequeño bebé en su cuna, percibiendo una multiplicidad de sonidos; los que provienen de voces que se tornarán familiares con sus diferentes timbres y calidades, voces agudas o graves, personas que hablan fuerte o suavemente para no molestar su descanso… gritos y risas de niños jugando, tal vez la radio encendida o el televisor, ruidos de muebles, sillas, puertas que se abren o golpean… a eso hay que sumarle todos los sonidos que llegan de afuera y tal vez los de su propio cuerpo. Cada espacio exterior tiene sus peculiaridades, el silencio prolongado o breve en donde se inscribe el sonido de algún animal, el sonido de autos, trenes o aviones… vivimos en un entorno con un exceso de sonidos que habitualmente no escuchamos porque desarrollamos mecanismos que funcionan como barreras. ¿Cómo hacen los bebés para no entrar en pánico ante tantos sonidos que lo rodean?. ¿cómo pueden seleccionar de ese entorno sonoro los elementos que forman parte del habla, la entonación que la acompaña y diferenciarla de melodías o el sonido de objetos (llave, puerta por ejemplo) que lo predisponen para el encuentro con alguien? El cerebro humano es realmente increíble, es el objeto material más complejo que conozcamos. Tiene capacidad para seleccionar, filtrar información, discriminar auditivamente, organizar información y establecer circuitos de funcionamiento. Va inscribiendo percepciones, sensaciones que luego organiza y no descansa, nunca deja de funcionar mientras estamos vivos. En principio debemos aceptar, de acuerdo a diferentes investigaciones, que entre los sonidos que los rodean, los recién nacidos, distinguen la voz humana a la cual le dedican particular atención y como es sabido reconocen en especial la voz de la madre. El lenguaje se caracteriza por tener aspectos melódicos llamados también prosodia y sonidos articulatorios o fonológicos con los cuales se forman las palabras o fonemas. Isabelle Rapin, profesora en neuropediatría del Albert Eistein College, de la Escuela de Medicina de Nueva York, señala que los componentes del lenguaje son disociados por el cerebro del bebé. Los sonidos que conforman el lenguaje oral (aspectos fonológicos) activan el hemisferio izquierdo, mientras que la melodía, la entonación con la que hablamos es procesada por el hemisferio derecho. “Los resultados de 10 años de experiencia prueban efectivamente que los lactantes poseen las capacidades necesarias para la percepción de las dimensiones fonéticas que caracterizan los sonidos del lenguaje desde los primeros días de vida, incluso antes del nacimiento”. Actualmente se aceptan estas disposiciones para adquirir el lenguaje y la necesidad de un entorno lingüístico, un sistema de apoyo social para activarlo. (Peralta, V. 2001) 30 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Otra investigadora, Benedicto Boison Bardies (1997) se plantea el siguiente interrogante ¿Es el balbuceo un ejercicio de vocalización o se parece a un lenguaje?, se pregunta si los bebés balbucean en lengua materna. Realiza una interesante investigación comparando secuencias de balbuceo de bebés pertenecientes a medios linguísticos diferentes. Las lenguas elegidas fueron: el árabe, el chino y el francés. Estas lenguas se diferencian en cuanto a parámetros de ritmo, duración, tipos de sonidos y perfiles de entonación. Los grupos de niños y niñas tenían entre 8 y 10 meses de edad y los que analizaban esos balbuceos eran mujeres y hombres franceses que tenían por tarea reconocer en la muestra los balbuceos producidos por los bebés franceses. Un grupo de fonetistas chinos trabajaba en la comparación del francés y chino. Los resultados muestran que los adultos son capaces de reconocer las diferenciaciones de los balbuceos más fácilmente a los 8 meses que a los 10 meses de edad. ¿Por qué será así?, ¿qué nos explican los investigadores?. Los especialistas estudiaron la adquisición del lenguaje teniendo en cuenta la dimensión fonética y entonativa o melódica del mismo (prosodia) y señalaron que en un comienzo los bebés manifiestan un gran repertorio fonético y esa variedad se va reduciendo a medida que son capaces de construir representaciones fonológicas del lenguaje de su entorno familiar. A los ocho meses de edad los bebés estudiados establecían la prosodia del lenguaje materno mientras que alrededor de los 10 meses fijaban los aspectos articulatorios del mismo. Por tanto concluyen que es más fácil reconocer diferencias entre los patrones de entonación y ritmo alrededor de los 8 meses que cuando están interesados por la articulación de los sonidos particulares de cada lengua. Durante los primeros meses de vida los bebé{es experimentan sus órganos fonatorios, emiten vocalizaciones y van construyendo desde el nacimiento “diálogos rudimentarios” adulto bebé en donde se respetan los turnos del habla. Estas comunicaciones incluyen además de los aspectos sonoros del lenguaje, la disposición emocional y el lenguaje gestual y corporal que forma parte del acto comunicativo. Donald Winnicott (1991) introduce el concepto de “mutualidad” para explicar el comienzo de la comunicación entre dos personas. Cuando el recién nacido se encuentra en un medio ambiente facilitador tendrá lugar esta comunicación inicial. Se darán juegos vocálicos, imitaciones, acompañamientos, repeticiones, gorjeos conjuntos o “bromas sonoras” como modificar la voz para producir gracia en el bebé. Se trata de una “alimentación mutua”, de una sintonía que construye los sentimientos de confianza y seguridad en los pequeños. Este buen vínculo propicia el entendimiento y las adaptaciones o regulaciones mutuas diferenciándose de actitudes o conductas automatizadas y rutinarias, por parte de los adultos, que pueden conducir al acatamiento. Destaquemos la interesante diferencia que establece Winnicott entre sostener físicamente a un niño (handling) y sostenerlo emocionalmente (holding). Estos dos aspectos del cuidado maternante unidos a la estimulación y vinculación del niño con el entorno, configurarán la tríada de las funciones que favorecerán el desarrollo integral de los niños y niñas. 31 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Jean Piaget (1982) también hace referencias indirectas al valor de lo sonoro durante los primeros años de vida de los niños. Cuando describe la organización de los esquemas sensorio-motores en las acciones e interacciones de los niños y niñas con objetos y personas de su entorno está implícito el sonido y el movimiento. En “La construcción de lo real” describe la manera en que los niños y niñas van construyendo las nociones de objeto, espacio, tiempo y causalidad sensorio-motoras hasta lograr la representación de las mismas teniendo en cuenta elementos visuales, táctiles y acústicos. El entorno sonoro está presente desde la voz y la palabra hasta todos los sonidos que producen los elementos con los cuales interactúan las personas. Cuando el vínculo entre progenitores e infante es suficientemente bueno se puede decir que este entorno sonoro adquiere las características de “baño sonoro” para el lactante(Anzieu, D. - 1990). Las voces, los ruidos cotidianos se transforman en familiares, conocidos y le sirven para ubicarse en el espacio, reconocer a las personas, sentirse seguros, confiados, anticipar situaciones y además aprender la lengua. Edith Lecourt, música y psicoanalista propone el concepto de “grupo músico originario” para representarse “el grupo familiar en torno del lactante, la acción del lactante que da y toma el tono compartiendo sonidos (ruidos, músicas, palabras), vibraciones, silencios, creando una experiencia fusional de omnipotencia. Las cualidades sonoras relacionales tocan, acarician, envuelven, protegen de las intrusiones (…) En este estadio, la envoltura sonora de la madre, es decir, su facultad de mentalizar su vivenciar sonoro (bajo las formas verbal y musical) constituye para el lactante una primera protección antiestímulo” (Anzieu,D. -1990 p. 211). Pensemos nuevamente en la sala de bebés… también allí podemos imaginar el conjunto bullicioso de sonidos que producen niñas y niños pequeños y adultos en movimiento, sonidos de afuera y de adentro de la sala. ¿Podemos escuchar tal vez la “armonía del conjunto” o nos sentimos más tentados de huir despavoridos, invadidos por el pánico ante el sonido del dios Pan…? ¿Cómo experimentan los docentes el conjunto de sonidos en el aula? Está en nosotros, los adultos, en nuestra capacidad de escucha, la posibilidad de sintonizar, de entrar en diálogo, de crear envoltura, calmar, cantar, narrar, asumir la función docente como mediadores de cultura en una institución educativa dedicada a niños pequeños. Louisette Guibert (1999) señala que los niños y niñas entran tempranamente en contacto con el lenguaje tanto oral como escrito. Recomienda que el uso del lenguaje en la institución escolar debe ir más allá del uso cotidiano, debe procurarse el comentario, el sostén actitudinal y verbal a las acciones de los niños, tanto de aquellas situaciones cotidianas como situaciones conflictivas. Es importante aprender a escuchar a los demás, considerar la palabra de los otros y dar también nuestra palabra como explicación, apoyo u oposición. De esta manera se van construyendo las redes de comunicación e interacción conjunta en el aula. 32 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Debemos recordar que el lenguaje sonoro está compuesto por sonidos, silencios acompañados por el ritmo respiratorio y el estado de nuestro tonismo muscular. No hablamos de la misma manera cuando estamos tranquilos, alegres, tristes o nerviosos. Por más que digamos las mismas frases, el mismo cuento o canción, suena absolutamente diferente y los niños pequeños son extremadamente sensibles a esos cambios. Los niños y niñas reconocerán diferentes entornos familiares, familia y escuela, cada uno brindará sus peculiaridades sonoras e irán creando hábitos que transmiten tradiciones familiares y sociales. También es posible acercar la palabra a través de la literatura desde los primeros meses a través de las nanas, rimas o juegos. La vinculación con libros desde las salas maternales es una forma de facilitar desde las interacciones tempranas la vinculación con estos objetos culturales. En sus manipulaciones, los pequeños irán reconociendo las características de los libros y su sentido, construirán esquemas de acción adecuados para poder disfrutarlos: escuchar, mirar, hojear, guardar… son ellos los que luego señalarán, pedirán o acercarán el libro, cuando puedan desplazarse por sus propios medios y compartir con algún adulto ese momento. Al igual que los educadores propician ese encuentro con la lengua escrita, también sabrán crear un espacio de encuentro con los sonidos y la música para dar lugar a escuchar y producir sonidos, conocer canciones, cantarlas y disfrutar de esta forma de comunicación. Es función del docente de maternal acercar el arte a través de sus diversas expresiones, imágenes, sonidos, movimientos … se trata en realidad de ir sensibilizando a los niños y niñas pequeños hacia el fenómeno artístico, hacia el encuentro con las expresiones sensibles del ser humano. Estas acciones tendrán más sostén cuando se logre incluir a los padres y madres en propuestas de participación posible. Para que los niños y niñas puedan ir descubriendo el mundo requieren del vínculo afectuoso, confiable, responsable e inteligente de los docentes que funcionarán como puentes y mediadores. Comprender la dimensión sonora en el mismo es algo necesario y por cotidiano, tal vez, muchas veces olvidadas- REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Anzieu Didier (1990): Las envolturas psíquicas, Amorrortu, Buenos Aires. Boisson Bardies, Benedicte (1997): ¿Es el balbuceo un ejercicio de vocalización o se parece a un lenguaje?, Investigación acerca del balbuceo y la lengua materna, Laboratorio de Paris. Fernández de León, Gonzalo (1963): Enciclopedia de las religiones, Amauta, Buenos Aires. Guibert, Louisette (1999) : “L’entrée dans la culture: le role de l’école maternelle”, en Baudelot, O. y Rayna, S. (coodination) (1999) Les bébés et la culture, L’Hartmattan, Paris. Lecourt, Edith (1990); “La envoltura musical”, en Anzieu Didier (1990) Las envolturas psíquicas, Editorial Amorrortu, Buenos Aires. 33 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. Peralta, Victoria (2001): “La educación de los niños en sus primeros dos años de vida: avances y desafíos frente al nuevo siglo”, en El mundo del bebé, Colección 0 a 5, Editorial Novedades Educativas, N° 35, Argentina. Piaget, Jean (1982): La construcción de lo real en el niño, Editorial Nueva Visión, Buenos Aires. Sales Luis (1995): “Entre Dionisos y Apolo o el secreto de la música”, en Tres al cuarto, Actualidad, Psicoanálisis y Cultura, Publicación semestral, Lumen, Barcelona. Winnicott, Donald (1991): “La experiencia de mutualidad entre la madre y el bebé”, en Exploraciones Psicoanalíticas I , Paidós, Buenos Aires. 34 e- Eccleston. Estudios sobre el nivel inicial. Año 1. Número 1. Otoño, 2005. ISPEI “Sara C. de Eccleston”. DGES. Secretaría de Educación. GCBA. La práctica de la Expresión Corporal en el Jardín Maternal. Experiencias y reflexiones. Ana María Porstein3 Acerca de la Expresión Corporal y los niños. La Expresión Corporal – Danza es un camino hacia la danza desde el propio esti lo de moverse, de hacer “hablar al cuerpo”, antes del aprendizaje de cualquier técnica. Se la puede considerar una danza ¨natural¨, así como ¨un registro subjetivo¨ de cada personalidad en situación, a través del movimiento expresivo. En el ámbito educativo, la Expresión Corporal colabora con otras discipl inas para que los niños tengan diferentes espacios que le permitan sensibil izarse, conocerse y conocer, desinhibirse, comunicarse, investigar y socializarse. • Sensibil izarse, porque la exploración sensorial de si mismo y del entorno puede proporcionarle información desde lo senso- perceptivo y cinético. Incluso cuando el docente hace bailar una mano cerca del alcance visual de un pequeño de la sala de lactarios mientras canta una canción, o cuando le hace “vientito” sobre su cuerpo sacudiendo suavemente una tela extendida con sus dos manos, (Tela que conviene que sea transparente y de color claro) el pequeño va recibiendo información sensit iva que, de ser agradable, va imprimiéndose en su sistema tónico –emocional a modo de una huella de placer. En estos ejemplos la sensibil ización tiene valor aunque el niño no sea el protagonista, el actor del movimiento. Pero también puede darse como ejemplo de sensibil ización, la exploración del niño de un espacio lúdico especialmente preparado para él por el docente. Un espacio seguro, acogedor y desafiante a la vez,- por ejemplo con superficies
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