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ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO ESCOLAR Aportes Teórico Clínicos Fátima Benítez Rosario Del Corro Romina Machado Jesica Morán Título: Acompañamiento Terapéutico Escolar. Aportes Teórico Clínicos Autoras: Fátima Benítez, Rosario Del Corro Romina Machado, Jesica Morán www.editorialbrujas.com.ar publicaciones@editorialbrujas.com.ar Tel/fax: (0351) 4606044 / 4691616- Pasaje España 1486 Córdoba–Argentina. © De todas las ediciones, las autoras © 2017 Editorial Brujas 1° Edición. Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-591-806-1 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de tapa, puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o por fotocopia sin autorización previa. Acompañamiento terapéutico escolar : aportes teórico clínicos / Fátima Benítez ... [et al.]. - 1a ed . - Córdoba : Brujas, 2017. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-591-806-1 1.. Ps ología. 2. Acompañante Terapeutico. I. Benítez, Fátima CDD 150 AGRADECIMIENTOS Impulsadas por la necesidad de plasmar experiencias com- partidas a lo largo de los años, emprendimos gracias a la compañía e inspiración de grandes personas, la aventura de escribir y empezar a delinear conceptos del Acompañamiento Terapéutico Escolar. En este recorrido Pablo Dragotto, M. Laura Frank, nues- tra coordinadora de supervisión y compañera Wanda Campise, sembraron el interés de la escritura, aquí estamos, y agradecemos enormemente su acompañar. Queremos agradecer a la Fundación Sistere por brindarnos su espacio, enseñanzas y posibilidades de desarrollar este proyecto. Agradecemos a Josefina D. por las tardes de escritura y juego que ella compartió con nosotras. Agradecemos a los alumnos y alumnas que han despertado el estímulo de recorrer este camino. A aquellas personas, instituciones, docentes, que sumaron a nuestro recorrido como acompañantes, anécdotas, ideas inspi- radoras, deseos de creatividad, agradecemos también con cariño. Este libro es fruto de un largo camino, gracias a todas y todos aquellos que sumaron con su apoyo y convicción la posibi- lidad de transitarlo... Gracias! Esperamos ser la semilla de un largo transitar en el AT Escolar... Las Autoras 5 AGRADECIMIENTOS PERSONALES Quiero agradecer a mis “compañeras de libro”, por respe- tar mis tiempos y acompañarme respetuosa y tiernamente. A Federico, mi marido, quien estando a mi lado alegra mi vida y me impulsa a crecer... A mis hijos, Josefina y Gregorio, por hacerme mamá y per- mitirme crecer con ellos. Rosario …Como en todo caminar, cuando uno ve el fruto de sus pasos, son miles las personas que con su presencia, amor, com- partires, apoyo, permiten que uno se encuentre “aquí”… quiero agradecer a todas ellas, mi familia en especial a Silvia y Blas. A mis amigas, compañeras y colegas, muchas “empujaron” que hoy esté en este lugar… Agradecer a Ro, Romi y Faty con quienes emprendimos esta aventura, traspasando los límites de lo académico, y encon- trando hermosas personas y profesionales, que me enseñan día a día… A Gastón, compañero de mi transitar, que con paciencia y amor comparte este camino… Gracias!!! Jesi 7 Este es un gran sueño hecho realidad, fruto de un largo caminar acompañada de muchas personas a las que me gustaría agradecer, pero principalmente a quienes no hubiera sido posible sin ellas: mi mamá, María Laura, gracias por incentivarme, por apostar conmigo a cada una de mis aspiraciones, por creer en mí, siempre. A mi hermana María Pía y mi abuela Laura, por su apo- yo inmenso y su presencia constante. A mi compañero de la vida, Eduardo, por alentarme, sostenerme y acompañarme con mucho amor en mis proyectos. A mis colegas y amigas, Ro, Romi y Jesi, que admiro como profesionales y sobre todo por las hermosas y fuertes mujeres que son…gracias por compartir este camino, por su ayuda y com- prensión, por ser tan generosas con sus conocimientos, gracias por su disponibilidad amorosa… Fátima A Francisco, mi esposo, que me acompaña en cada proyec- to con amor y disponibilidad, a nuestra familia que crece… A mis padres que me transmitieron los valores de educa- ción, perseverancia y responsabilidad… A mis hermanas que siempre están con su cariño y apo- yo… A mis compañeras de escritura con quienes emprendimos este proyecto de crecimiento, que con mucho cariño han estado en cada paso personal… Romina 8 Contenido Agradecimientos ...........................................................................5 Agradecimientos personales ..........................................................7 Prólogo .......................................................................................11 Prólogo .......................................................................................15 Particularidades teórico clínicas del acompañamiento terapéutico escolar ........................................................................................19 Lic. y Prof. Fátima Benítez, Lic. Rosario Del Corro, Lic. Romina Machado, Lic. y Prof. Jesica Morán Preconociendo el terreno… ........................................................25 Lic. y Prof. Fátima Benítez ¿Qué es? ¿Para qué? ¿Cómo? ¿Dónde?: El rol del acompañante terapéutico escolar. .....................................................................47 Lic. y Prof. Fátima Benítez Coautoras: Lic. Rosario Del Corro, Lic. Romina Machado Lic. y Prof. Jesica Morán Concepciones de la niñez a partir del vínculo temprano .............57 Lic. Rosario Del Corro Coautoras: Lic. y Prof. Fátima Benítez, Lic. Romina Machado Lic. y Prof. Jesica Morán Aproximaciones al acompañamiento terapéutico en la adolescencia ......67 Lic. y Prof. Fátima Benítez Coautoras: Lic. Rosario Del Corro, Lic. Romina Machado Lic. Jesica Morán Acompañar a adolescentes en la escuela .....................................73 Lic. y Prof. Fátima Benítez Coautoras: Lic. Rosario Del Corro, Lic. Romina Machado Lic. y Prof. Jesica Morán Intervenciones: una mirada desde el contexto escolar ..................81 Lic. y Prof. Fátima Benítez,Lic. Rosario Del Corro Coautoras: Lic. Romina Machado, Lic. y Prof. Jesica Morán Construyendo herramientas en el escenario escolar .....................95 Lic. y Prof. Jesica Morán Coaturas: Lic. y Prof. Fátima Benítez,Lic. Rosario Del Corro Lic. Romina Machado Nociones sobre equipo terapéutico en el dispositivo de ATE ....107 Lic. Romina Machado Coautoras: Lic. y Prof. Fátima Benítez Lic. Rosario Del Corro Lic. y Prof. Jesica Moran El informe en el acompañamiento terapéutico escolar .............117 Lic. y Prof. Fátima Benítez Coautoras: Lic. Rosario Del Corro, Lic. Romina Machado Lic. y Prof. Jesica Morán Consideraciones éticas ..............................................................131 Lic. Romina Machado, Lic. y Prof. Jesica Morán Coaturas: Lic. y Prof. Fátima Benítez,Lic. Rosario Del Corro PRÓLOGO El tiempo que los acompañantes terapéuticos navegábamos con pocos textos como guía es parte del pasado, aun así, celebramos cada vez que se publica algo nuevo referido a nuestra disciplina. Por otra parte, un libro sobre la especificidad del “acompañamiento terapéutico escolar”, es una producción innovadora. Este libro tiene una identidad, su espíritu es colectivo, está escrito por un grupo de valiosas profesionales. Por alguna razón los y las acompañantes terapéuticos que trabajamos en esta mo- dalidad supervisamos en grupo, aprendemos en rondas. Esto es quizás porque nuestro saber en gran parte está siendo construido “desde el terreno”, nuestro posicionamiento es “al lado de” las per- sonas que acompañamos; no nos acomodamos a las producciones hegemónicas, por el contrario, las cuestionamos y elegimos en ocasiones permanecer en los márgenes. La incorporación de un o una at a la vida escolar deun niño o niña no es un acontecimiento “natural”, en general en las representaciones mentales de las personas que rodean a los niños y niñas, no existe la posibilidad de que un profesional comparta de una manera tan particular la escolarización de los mismos. 11 Esta incorporación puede darse en la instancia inicial de escolarización, cuando un equipo terapéutico considera que el niño o la niña debe comenzar la escuela acompañado bajo un esquema de “integración escolar” o bien cuando por un aconte- cimiento o situación específica que atraviesa el at se suma con su intervención. En general nuestra experiencia tiene que ver con esta última modalidad. Entonces comenzamos un tejido vincular entre acompa- ñantes, docentes, padres, madres, compañeritos, compañeritas y el niño o niña que acompañamos. En ocasiones las instituciones son permeables a la construcción de esta red vincular, en otras no tanto. En general se viven muchas dificultades en la práctica del acompañamiento terapéutico escolar ya que como sociedad aún nos encontramos lejos de generar espacios de inclusión plena para todos los niños y niñas. Algunas instituciones demandan que el niño o niña se adapte a la dinámica escolar como único objetivo del acompa- ñamiento terapéutico. Escuchamos casos en los que las docentes hablan de la medicación con su alumno de la siguiente manera: “¿tomaste la pastillita hoy?”. En tiempos de excesiva medicaliza- ción, la incorporación de un at en la escuela es un acto político además de terapéutico. Apostamos a la escucha de ese niño o niña, lo considera- mos –en primer lugar- un sujeto de derechos, una persona con una historia, una familia, una comunidad, unos gustos determi- nados, una identidad, un sistema de creencias, unas dificultades, unos deseos. Estamos allí para que ese niño o niña pueda acceder a su derecho a la educación. No se trata de generar una situación artificial en la que un agente externo a la institución escolar realiza “con éxito” las in- 12 tervenciones que la escuela no pudo. Se trata, más bien, de incor- porarnos respetuosamente en una institución, construir vínculos -en especial con nuestro acompañado o acompañada-, escuchar el síntoma, darle un continente y junto a él o ella y toda la comuni- dad escolar transitar incomodidades, incertidumbres, tensiones y vivir una experiencia que la mayoría de las veces es enriquecedora. Wanda Campise 13 PRÓLOGO En los últimos 20 años hemos asistido a la concreción de un cambio de paradigma en la atención de los personas con pro- blemas de salud mental y/o discapacidad. Poco a poco (y en gran medida motorizados por las luchas de colectivos de ciudadanos afectados directamente) las estructuras burocráticas de la admi- nistración de los servicios de salud, los ámbitos académicos y las instituciones en general van dejando de lado los enfoques restric- tivos, para dar lugar a abordajes integrales de los problemas de salud de la población. Este proceso ha sido acompañado e im- pulsado por nuevas leyes que, aún con sus falencias y dificultades de implementación, señalan un horizonte hacia el que hay que orientarse: los tratamientos de las personas afectadas de problemas de salud mental y/o discapacidad deben realizarse priorizando las alternativas terapéuticas que la persona elija, respetando todos sus derechos y promoviendo los lazos sociales. Para ello las leyes de salud mental nacional y de la provincia de Córdoba disponen la implementación de redes de promoción, prevención y asistencia en salud mental en las cuales tienen un lugar jerarquizado los dis- positivos que trabajan en la comunidad y en la vida cotidiana de las personas, como el acompañamiento terapéutico (AT). La progresiva incorporación del acompañamiento terapéu- tico entre las prácticas reconocidas para la asistencia es un ejemplo de legitimación de prácticas que dan respuestas a las necesidades 15 de la comunidad y que van construyendo herramientas teóricas que dan cuenta e intentan explicar los porqué de su efectividad. En ese sentido, el campo del AT ha producido en los últimos años una importante y creciente cantidad de publicaciones en distintos formatos: trabajos escritos y presentados en congresos y jornadas1, artículos en revistas científicas, tesis, tesinas y libros. Ahora asistimos a la presentación del primer libro sobre acompañamiento terapéutico escolar. Sus autoras, con quienes he tenido el privilegio de compartir experiencias de trabajo, supervi- sión y discusión teórica, se dedican hace años al acompañamiento terapéutico en ámbitos educativos. Comenzaron como acompa- ñantes (tarea que no han abandonado lo cual les permite una re- flexión aguda y al mismo tiempo cercana a la experiencia) y han proseguido como psicólogas clínicas, docentes y supervisoras de acompañamientos terapéuticos. Hemos crecido juntxs en la tarea compartida en Fundación Sistere, como lugar de encuentro, de intercambio y de relanzamiento para los caminos de cada unx. Son profesionales dedicadas y meticulosas en su tarea, con forma- ción psicoanalítica y vasta inserción en instituciones. El ámbito escolar o desafíos singulares para los a.t., a las tensiones propias de todo acompañamiento (por ejemplo las difi- cultades para discriminar y esclarecer las demandas) se suman la demanda institucional. Por definición, el a.t. trabaja en la vida cotidiana junto al paciente. Desde ese lugar percibe y experimenta las múltiples tensiones y demandas de las que es objeto el acompañado. Su padecimiento subjetivo, las expectativas frustradas propias y de la familia. Su tarea es de gran dificultad y requiere entrenamiento, pericia técnica y supervisión externa, y al mismo tiempo debe 1 Es de destacar el rol que ha cumplido la organización de congresos nacionales y regionales realizados de manera ininterrumpida desde el año 2001 a la fecha en la difusión del trabajo de los at, en la construcción de lazos entre los at de Iberoamérica y en promover la producción teórica. La Asociación de Acompañantes Terapéuticos de la República Argentina (AATRA) ha sido impulsora permanente de esta tarea. 16 procurar que su presencia no sea registrada como otra cosa que “alguien-más-ahí”. Intenta pasar desapercibido en tanto agente de salud; mejor aún si parece un amigo del acompañado. Esto contribuye a que el observador externo no registre la complejidad de la tarea y muchas veces desvalorice al acompañante. Parece que cualquiera pudiera hacer lo que el at hace. Pero la situación es comparable a lo que nos sucede cuando presenciamos a un artista en escena o a un eximio deportista: nos parece sencillo lo que hacen por la naturalidad con que ejecutan su tarea; basta intentar hacerlo nosotros mismos para caer en la cuenta no solo del talento que requiere sino de las arduas horas de entrenamiento que implica. No pocas veces el at es convocado por la institución esco- lar, como condición necesaria para la permanencia del alumno a acompañar. Surge allí la pregunta respecto de donde está ubica- do el sujeto de la dificultad. Sin dudas que el acompañado tiene sus dificultades, relacionadas a su padecimiento; ¿pero acaso la institución no tiene sus propias dificultades para recibir, alojar y acompañar? El acompañante terapéutico, junto al acompañado, queda en un lugar singular: a veces es tratado como el acompañado; a veces es exigido para que el acompañado “funcione” de acuerdo a las expectativas de otros (familiares, escuela, médico…). El acom- pañante, tal como las autoras explican en profundidad, no es un docente integrador, tampoco un terapeuta a domicilio. ¿Qué es y que hace un a.t. en la escuela? Las autoras responden con solven- cia a esta y a otras preguntas, basadas en su experiencia personal como acompañantes, como psicólogas y como supervisoras de ats. No tengo dudas que a este primer libro de a.t escolar seguirán otros y que el entusiasmo y la pasión que Fátima, Rosario, Jesica y Rominaponen no solo en su tarea diaria acompañando sino en la reflexión, la búsqueda teórica y la docencia las llevarán a seguir produciendo valioso material que sirva de orientación y de encuentro a tantos ats. 17 No hay experiencia más hermosa para un autor que la que se produce cuando un lector le hace saber que se ha sentido re- presentado en el texto. En el caso de los textos técnicos, puede ser gratificante para el autor ser reconocido como alguien que sabe de esa materia. Pero mucho más satisfactorio es cuando alguien que comparte profesión siente que eso que el autor escribió, habla de los lugares que él mismo (el lector) ha recorrido y reconoce la experiencia en común. Ojalá este texto despierte esas vivencias en los lectores… y si es así… háganselo saber a las autoras. Pablo Dragotto. Agosto de 2016. 18 PARTICULARIDADES TEÓRICO CLÍNICAS DEL ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO ESCOLAR Autoras Lic. y Prof. Fátima Benítez Lic. Rosario Del Corro Lic. Romina Machado Lic. y Prof. Jesica Morán Todos los que formamos parte del mundo del Acompaña- miento Terapéutico, sabemos que durante los últimos años hubo un importante crecimiento en el número de acompañantes tera- péuticos en el contexto escolar; no solo para el trabajo con sujetos con discapacidad, sino también frente a situaciones de vulnerabi- lidad y necesidad de inclusión escolar. Desde el Área de niños y adolescentes de la Fundación Sis- tere nos propusimos formar un grupo de acompañantes terapéu- ticos con la intención de responder a la creciente demanda. Bajo este objetivo construimos un espacio de supervisión y trabajo gru- pal desde el cual pudiéramos detectar y decodificar la necesidad de cada caso en particular. En un comienzo, fue necesario discernir y discriminar aquellos casos que requerían A.T Escolar, debido a la especifici- dad de la intervención que requiere este campo. Nos fue necesa- 19 rio reconocer que había un desconocimiento de nuestro rol, si lo comparábamos con el de los/as docentes de apoyo a la integración. Nos fue imprescindible definir las características del cam- po de lo escolar, sus dinámicas, sus tiempos, las funciones primor- diales, las pautas tanto escolares como sociales esperables dentro de este escenario; reconocer su importancia en la socialización de todo niño, niña y adolescente. El ámbito escolar permite el in- greso a la cultura, a la norma; además de posibilitar aprendizajes académicos, también constituye un espacio de encuentro entre pares, con todo lo que ello implica. Así fue como nuestra mirada hacia lo escolar exigió una comprensión más exhaustiva: al pensar nuestra intervención como a.t. en este contexto, surgía innovadora la mirada clínica que podíamos aportar en dicho espacio: reconocíamos la subjeti- vidad del niño, niña, adolescente y nuestro rol posibilitaba el tra- bajo tanto en el plano de lo emocional como conductual y social, para que luego se habilite el proceso de aprendizaje, sin que ese sea nuestro principal plano de intervención. En este camino de aprendizaje y construcción, nos encon- tramos actualmente investigando en relación a temáticas como la familia, la escuela, la constitución del psiquismo, en un intento de poder enlazar la experiencia con la teoría. Surgió así la necesidad de comenzar a escribir un marco teórico proveedor de herramien- tas que encuadre, que aloje y contenga al a.t. que se inserte en las instituciones escolares. Bajo este panorama acordamos como necesaria la impor- tancia de una formación específica. Es así que se crea el Seminario de Acompañamiento Terapéutico Escolar, el cual se desarrolla a partir de los siguientes pilares: En primer lugar acordamos con la concepción de la niñez que propone Silvia Bleichmar, desde la cual partimos, y sus nocio- nes de psiquismo abierto y neogénesis. 20 La infancia, supone situarla entre múltiple entrecruza- mientos: –– El estado de indefensión del niño en etapas tempranas de la vida. –– La dependencia del amparo y sostén parental. –– Las condiciones del contexto sociocultural en el que el niño está alojado. Es necesario considerar tales aspectos como guía de nues- tras intervenciones. Respecto a los conceptos de psiquismo abierto y neogéne- sis, dicha autora señala: “(…) proceso de neogénesis: algo que no estaba preformado, y que no hubiera llegado a instalarse por sí mismo, se produce en virtud de la intervención analítica.” (p. 37) Por lo cual, este proceso apunta a fundar aquello que no existía previamente; lo que da la posibilidad de que se organice algo que no estaba presente con anterioridad. (Bleichmar, 2008). Y conti- núa: “La idea de neogénesis remite a un aparato abierto; aparato que si bien tiene cerradas –en la mayoría de los casos- las vías de salida, tiene siempre libres las vías de acceso. Se trata de un apara- to que siempre va a recibir elementos de lo real (…)” (p. 40) Si transpolamos su teoría al campo del acompañamiento te- rapéutico, coincidimos que la inclusión de este dispositivo en la in- fancia y adolescencia responde a una concepción del funcionamiento psíquico atravesada por una perspectiva de neogénesis: “Se trata de generar nuevos modos de producción simbólica que posibiliten la fundación y recomposición de los aspectos fallidos del funcionamien- to psíquico, con el objeto de disminuir el sufrimiento e incrementar la potencialidad de pensar”. (Kuras y Resnizky, 2005). Por otro lado, dentro de las particularidades del acompa- ñamiento terapéutico escolar, es necesario destacar la importancia que tiene para nosotros pensar la escuela y la familia como insti- tuciones. 21 Cuando hablamos de “institución” nos apoyamos en la definición de Lidia Fernández (1994): “alude y refiere a normas- valor de alta significación para la vida de un determinado grupo social, fuertemente definidas y sancionadas, con amplio alcance y penetración en la vida de los individuos”. Entendemos entonces, que las instituciones no son neutras ni pasivas; impactan en la subjetividad y generan efectos sobre las personas. Toda la vida estamos atravesados por las mismas, y transitamos por distintas instituciones que dejan huellas en nuestro desarrollo. Las instituciones son objetos culturales, creaciones que tienen como fin posibilitar lo colectivo y grupal con un cierto orden. Es por eso que toda institución tiene cierta cuota de poder implícito o explícito, que permite de esta manera su permanencia en el tiempo. La subsistencia de las mismas en la sociedad es una manera de preservar la particular forma en que se distribuye el poder y el uso de los bienes económicos, sociales y culturales; por eso están tan arraigadas en nuestro transcurrir en sociedad. El hecho de conocer estos sistemas “entre” los cuales ten- drá lugar el AT escolar permitirá hacer un diagnóstico sobre la dinámica institucional escolar, sus códigos, sus normas, movi- mientos, puntos de tensión y conflictos; conocer a sus actores, saber con quién hacer alianza, cómo favorecer los canales de co- municación ya establecidos y fortalecer vínculos escolares con el niño que acompañamos. Las rutinas escolares, los horarios, los distintos espacios y costumbres, son parte de la identidad de cada institución y como a.t. escolares es muy importante conocerlos y descubrirlos. Estamos atravesados por la escuela, su movimiento y su actual crisis. Así como también por los deseos y fantasías de los padres con quienes también tendremos que buscar canales de co- municación y puntos de encuentro. En este transcurrir, también nos fuimos encontrando con la necesidad de la construcción de herramientas, indispensables 22 por el momento evolutivo que atraviesan los niños y adolescentes que acompañamos: su brújula está guiada por la creatividad y esto nos permitirá pensar y repensar las intervenciones clínicas propias del A.T en el campo escolar. De esta manera, sostenemos que es imprescindible conocer la función del juego, su despliegue,la capacidad de simbolización como recurso con el que los niños y las niñas cuentan para des- plegar su mundo interno e interactuar. Winnicott (1979) sostiene que jugar no es un hecho entre tantos otros; es el hecho capital de la existencia psíquica en su emerger. Así, también tomamos de Rodulfo (1989) la idea de que el jugar siempre produce alguna diferencia; el jugar no deja las cosas como están, hay siempre una transformación a partir del jugar, una producción de diferencia, ya sea mayor o menor. Al conocer la importancia del juego en el psiquismo infan- til, el a.t puede intervenir y posibilitar el sostenimiento del juego, colaborar a que éste se despliegue cuando no existe o estuviera inhibido, mostrar a los niños y las niñas formas vinculares que se posibilitan en los espacios de juego en lo escolar. En este camino de constante investigación, de comenzar a plasmar nuestra experiencia por escrito y de una construcción in- cesante de aprendizajes en los distintos grupos con los que hemos compartido en el Seminario de Especialización en A.T Escolar, consideramos el espacio de formación específica como necesaria y fundamental con el fin de dar lugar a la apertura de nuevos in- terrogantes, para debatir sobre nuevas maneras de trabajar en las cuales las instituciones de salud y educación se encuentren para pensar a los niños, las niñas y adolescentes que transitan por ellas. Apostamos al trabajo en equipo, al debate, a la escucha abierta, al diálogo para continuar ampliando los saberes en el campo del A.T Escolar valiéndonos de esta ida y vuelta de creación y aprendizaje. 23 BIBLIOGRAFÍA: Bleichmar, S. (2008) Violencia Social – Violencia Escolar. De la puesta de límites a la construcción de legalidades. Noveduc. Bs. As. México Fernández, L. (1994) Instituciones Educativas. Dinámicas institucionales en situaciones críticas. Paidós. Bs. As. Argentina. Foucault, M. (1984) Vigilar y Castigar. Madrid. España. Rodulfo, R. (1989) El niño y el significante. Editorial Paidós. Bs. As. Winnicott, D. (1979) Realidad y juego. Gedisa. España 24 RECONOCIENDO EL TERRENO… Autora Lic. y Prof. Fátima Benítez “Caminante, no hay camino… se hace camino al andar…” Machado Para profundizar en el ámbito del acompañamiento tera- péutico escolar es indispensable abordar primero el contexto en el cual se insertará. Por este motivo, el presente artículo se iniciará con el concepto general de Institución, para luego desarrollar al- gunas de las características y funciones de las dos más importan- tes en relación a esta temática: Familia y Escuela. Luego, se hará referencia al estado actual de dichas instituciones en relación con los posibles motivos por los cuales un a.t se insertaría en el ámbito escolar. Finalmente, se intentará delimitar el rol y sus funciones buscando así diferenciarlo de otros roles profesionales que com- parten su labor en el ámbito educativo. La Real Academia Española (2010) define Institución como: 1. f. Establecimiento o fundación de algo. 2. f. Cosa establecida o fundada. 3. f. Organismo que desempeña una función de interés pú- blico, especialmente benéfico o docente. 25 Al decir de L. Fernández (1995) una institución es una formación social de profunda incidencia en la vida de los suje- tos considerándolo un modelo que regula fuertemente las inte- racciones y comportamientos de las personas, representando los aspectos que son particularmente valorados por el grupo social. A partir de estas concepciones, se considera la familia y la escuela como instituciones organizadoras de la vida cotidiana y las rela- ciones entre las personas. Por su parte, Piccinini (2011) plantea que la familia, la escuela y todas aquellas instituciones que albergan al niño y ado- lescente (Hogares, Orfanatos, Reformatorios, Institutos de Me- nores) constituyen el marco social fundamental para toda cons- trucción subjetiva, por lo cual el tránsito por las instituciones deja una impronta innegable. Para la autora, la familia no es la única institución, aunque sí la primera que determinará la constitución del psiquismo, dando lugar a la existencia de otros encuentros significativos que permiten la emergencia de la subjetividad y co- laboran en la construcción del aparato psíquico. Tiempo atrás, se pensaba a la cultura inscripta por medio de los grupos, y la familia era uno de ellos. En ella se daban las primeras relacio- nes, siendo así el lugar privilegiado para luego salir y extenderse hacia lo social. El mundo llegaba a los niños por intermedio de los padres y solamente a posteriori en el transcurso del desarro- llo este se relacionaba con lo social. La realidad de hoy muestra otra faceta. Los niños y las niñas se encuentran frente a nuevos interlocutores desde muy pequeños; propio de un contexto socio cultural caracterizado por el avance tecnológico, informático y comunicacional: nacieron en la era de la imagen y la tecnología. Según la autora mencionada con anterioridad, existen entonces identificaciones, pulsiones, demandas, mitos, imágenes, miradas, ideales, posiciones ideológicas y éticas que ya no dependen de la habilitación familiar exclusivamente. Hay presencia de un nuevo espacio subjetivante: el mediático. (Piccinini, 2011) 26 Esta situación impacta no solo sobre los niños y las niñas sino también sobre los padres. Fernández Mouján (2011) refiere acerca de este tema: Es muy común, ante esta evidencia del sentirse desbordados por la siempre ardua tarea de educar, que padres, madres y docentes lleguemos a la conclusión de que hay un más allá de nuestro trabajo y esfuerzo que muchas veces, por omnipresencia - está en todas partes, nunca se cansa, no pide nada a cambio- llega mucho más, tiene más poder “educador”. Por supuesto, estos son los medios. (Pág. 15) En relación a lo desarrollado hasta el momento: ¿Qué rol le correspondería entonces a la familia? Diferentes autores han profundizado en ello. Retomando a Piccinini (2011), se puede afirmar que cualquiera sea la versión de familia que albergue al niño, esta tendrá diferentes funciones, algunas de ellas son, prio- ritariamente, ser la principal contribuyente en el armado de una historia, como así también transmisora de ideales, modelos iden- tificatorios, valores y significaciones. A pesar de los cambios actuales, las necesidades de los ni- ños y las niñas se sostienen en el tiempo y por ende, de estas se podrían deducir otras funciones en la familia que lo aloje. Untoiglich (2011) menciona también funciones de cui- dado, tanto en los aspectos biológicos y nutricionales como la protección en los aspectos físicos y psíquicos; posibilitadoras de sostén y afecto; reguladoras por un lado de la presencia - ausencia del adulto y, por otro, de los excesos del niño y la niña tanto como los de sus figuras primarias. La familia debería favorecer la renun- cia a la satisfacción inmediata, condición fundante para la adqui- sición de nuevos aprendizajes. Asimismo, dicha autora señala, que la familia es la encargada de establecer límites y prohibiciones, en- tendidos como bordes que ayudan a construir subjetividad; esto posibilita enmarcarse en una cultura determinada. Dentro de la familia se debería encontrar la renuncia pulsional por parte del adulto en aspectos ligados al incesto, la violencia física y/o psíqui- ca y a la incontinencia verbal hacia el niño y la niña. 27 La familia debería ser quien habilite el juego como acti- vidad primordial posibilitando fundar lo infantil, el aprendizaje de contenidos, así como también valores para poder incorporarse luego a los intercambios de cada cultura. El hecho de jugar nece- sita fundamentalmente de un despliegue, un espacio temporal y de un adulto que sostenga la escena para dar lugar a la metaboli- zación de los acontecimientos vividos (Untoiglich, 2011). No obstante, la autora también afirma que cada vez hay más adultos que con el fin de no hacer sufrir a sus hijos no con- siguen proveer deaquellas palabras que doten de sentido a las si- tuaciones complejas vividas por los niños y las niñas, teniendo en cuenta que en la actualidad existe un mayor acceso a información y estímulos, para los cuales en algunos casos, los niños y las niñas no cuentan con las condiciones para elaborar. Sin espacio para la privacidad o para la distinción de qué es aquello que pertenece al mundo adulto y qué al mundo de los pequeños, los niños y las niñas se encuentran inmersos en un cúmulo de estímulos y dichos excesivamente difíciles de metabolizar. Por último, y fundamentalmente, la familia debiera ser el ámbito donde el niño y la niña encuentre tiempo, lo que im- plica que alguien estará con la disponibilidad libidinal para ese pequeño que tiene como necesidad la concesión de un espacio- tiempo propio a fin de que su subjetividad pueda constituirse. Esto demanda permanencia y presencia de un adulto dispuesto a esa entrega en la cotidianidad. Las condiciones óptimas para que todo esto se materialice estarían dadas en el marco contextual de asimetría, en la que el adulto es responsable de proporcionar y sostener los aspectos mencionados (Untoiglich, 2011). Asimismo, aportes tan importantes como los realizados por Silvia Bleichmar (2008) permiten repensar la institución pri- maria como el encuentro de dos generaciones que garantizan la asimetría protectora y la responsabilidad en la transmisión de la cultura. Sin embargo, actualmente los límites se han transforma- do en algo discutible entre dos partes aparentes en igualdad de 28 posición, es decir, padres e hijos no se discriminan. Por su parte, Untoiglich (2011) contribuye a lo ya planteado, reconociendo la existencia del conflicto en la construcción de bordes que delimi- tan la subjetividad y en consecuencia generan un estado de des- borde constante. Si las funciones tanto materna como paterna y familiar son propicias, los niños y las niñas accederán a un desarrollo afecti- vo saludable. González (2011) plantea al respecto que “no es lo mismo ser o no ser alojado en el amor. No da lo mismo padres responsables, felices y atentos cumpliendo su función, que padres que parecen no encontrar tiempos ni espacios para el hijo”. El niño y la niña que no sea albergado en el deseo del otro que lo signifique y lo habilite carece de una estructura que lo sostenga. Piccinini (2011) alude al respecto: Si esta matriz falla, es esperable que aparezcan alteraciones en la conducta, ya que la constancia de los vínculos, los hábitos de maternaje, alimentación y limpieza, el entramado de relaciones fa- miliares con los lazos de parentesco que otorgan nombre y lugares, un nombre y apellido, un domicilio y una familia, ofrecen un sostén al sujeto que se está constituyendo psíquicamente. (Pág. 51) El sostén endogámico en el inicio de la vida resulta funda- mental para la constitución psíquica. En algún momento, la pre- ocupación era la retención del sujeto en la endogamia, hoy es la falta del espacio “endo” que permita su contención. Cada vez hay más niños y niñas que no se ajustan a lo esperable y más padres que necesitan un mayor sostén para la crianza de sus hijos, dando como resultado mayores niveles de fragilización. La institución escolar también está atravesando una época crítica producto del alejamiento del Estado – Nación, viéndose vulneradas las garan- tías y condiciones de existencia de los individuos (Untoiglich, 2011). En párrafos anteriores se planteaba que la familia debiera brindar a sus hijos tiempo y un adulto con disponibilidad incon- dicional para él. Al respecto, González (2011) plantea que en la 29 actualidad se dispone de poco tiempo para la familia y a raíz de esto muchos niños y las niñas llegan a la escuela sin los organi- zadores básicos, sin hábitos y sin la noción de semejante. Indica puntualmente: La familia deja de ser una institución constitutiva para trans- formarse en un simple lugar de encuentro entre vidas privadas, cada uno con su proyecto personal. Los rituales de las familias (comidas, descansos) son jaqueados por las solicitudes mediáticas: cada uno con su programa, su televisor, su computadora, su celular. (Pág.118) Autoras como Untoiglich (2011) coinciden en este punto cuando plantean que el tiempo y la disponibilidad libidinal son escasos, en una época de hiperconexiones e inmediatez, donde hay poco tiempo para la comunicación intersubjetiva, la escucha del padecimiento y la necesidad del otro. Actualmente la institución familia ha ido cediendo algunas de sus funciones básicas a otras instituciones: Tribunales, Escue- la, Hogares, Clubes, entre otras. Algunas veces, estas consiguen reparar las fracturas y deficiencias de la familia en tanto institu- ción guía y sostén, aunque otras veces resultan insuficientes. Los cambios en las configuraciones familiares actuales producto de las modificaciones en la sociedad, repercuten en todas las institucio- nes, no tan solo en la familia sino que también son afectadas las Instituciones Escolares (Piccinini, 2011). “Vivimos en un mundo en crisis” expresa Fernández Mou- ján (2011) al postular que el mundo actual está en constante pro- ceso de cambio, con caminos que ya no sirven como antes, nue- vas problemáticas con viejas respuestas, una realidad que obliga a no aferrarse a “recetas” o supuestos invariantes y perpetuos. Este autor plantea que el problema sería continuar funcionando con lo que ha caducado, permanecer en un “como sí” los niños, las niñas y adolescentes, sus mundos y los adultos de hoy fueran los mismos que los que eran o los que fueron nuestros mayores. Asi- mismo afirma que no se puede actuar como si la crisis no existiese, como tampoco se puede utilizar las mismas herramientas en pe- 30 ríodos de crisis así como en los de más quietud, por eso se torna necesario buscar nuevas respuestas y alternativas. Siendo una de las referentes actuales en el campo de la Psicología, Educación y Psicopedagogía, Dueñas (2011) también afirma la evidencia esta crisis. Postula la ruptura de la clásica alian- za familia - escuela, la cual caracterizaba las relaciones entre ambas instituciones, basada en un acuerdo previo entre adultos: educar a los niños y niñas para que sean buenos ciudadanos el día de ma- ñana. Este proyecto estaba dirigido hacia todos y parecía marchar exitosamente en la medida en que estos funcionaran en calidad de pasivos receptores. Actualmente las familias y escuelas no presentan ni evidencian el mismo pacto. Tanto la familia como la institución escolar son terrenos de interacción en los que se despliega la vida concreta de los sujetos; el inconveniente, retomando los aportes de Bleichmar (2008), consiste en que no se reconocen entre sí. Esto sucede por el hecho de que la familia actual no coincide con la imagen que la escuela tiene internalizada de la misma. La escuela debiera entonces tra- bajar teniendo en cuenta una realidad existente dinámica y cam- biante que alberga una multiplicidad de formas de vivir y no con la noción de realidad que supone que existe, estática y predecible. Fernández Mouján (2011) plantea “[…] Es muy común que los padres le reclamen a la escuela, pero también es muy común, que la escuela le reclame a los padres.” (Pág.14) Desde el campo de la educación, Vizcaíno (2011) afirma que los cambios acaecidos en las sociedades y culturas en parti- cular, han producido grandes transformaciones en la vida de las personas, en los procesos mentales y de subjetivación, impactan- do casi directamente sobre sus representaciones, prácticas sociales, expectativas, intereses y actitudes que no se han acompañado con revisiones y cambios en el interior de la cultura y del ámbito es- colar. La presencia de concepciones anacrónicas empeora el pano- rama planteado. Al respecto, Dueñas (2011) lo expone diciendo. “Las escuelas son instituciones que aún conservan un formato, 31 expectativas, estilos y recursos didácticos propios de un clima cul-tural característico del siglo XIX, mientras que hoy las transitan alumnos modelo del siglo XXI”. (Pág.18) En este sentido, dicha autora es una de las que plantea que las subjetividades se consti- tuyen y se modelan a partir de un “entretejido de época”, lo cual permite pensar, que ante los innegables cambios socio-culturales de estos tiempos, las nuevas generaciones sean, piensen, se comu- niquen, jueguen y aprendan de formas muy distintas, respecto a las maneras tradicionales en la que se estaba acostumbrado a atender en las aulas. Piccinini (2011) señala que desde el jardín maternal ya se crean condiciones que generan conductas y actitudes que per- miten compartir e interpretar estados afectivos, respetar ritmos y aprender a vincularse en favor de un desarrollo de sí mismo y de su subjetividad. También esta autora postula que la escuela es generadora de subjetividad, pero para ello se necesita por un lado, un docente habilitador y por otro, que se posibilite un encuentro con el saber. Al reflexionar sobre este tema, Untoiglich (2011) destaca que la celeridad del mercado amenaza la consistencia - ya fragmentada - de aquellas instituciones surgidas con el fin de ope- rar en terrenos sólidos y cita a Lewkowicz (S.F.) para explicarlo: Las escuelas se transforman en galpones, que carecen de co- hesión lógica y simbólica, coincidencia puramente material de los cuerpos en un espacio físico, cada uno arma su escena, el pasaje por la institución al galpón implica un supuesto: las condiciones de un encuentro no están garantizadas. (Citado por Untoiglich, 2011) Los aportes innovadores de Bleichmar (2007) sobre este tema expresan que “[...] la escuela tiene que ayudar a producir subjetividades que no solamente sirvan para la aplicación del co- nocimiento, sino para la creación de conocimientos y de conoci- mientos con sentido [...]” (Pág. 51). En el encuentro nacional de- nominado “Observatorio Argentino de violencia en las escuelas”, realizado en el año 2007, dicha autora expuso sobre la construc- ción de las legalidades como principio educativo, en el cual señaló 32 que la función de la escuela es ser productora de subjetividad. Al respecto menciona: “El temor de los padres a que los hijos queden fuera de la cadena productiva, los lleva a perder de vista toda po- sibilidad de construcción de un sujeto.” (Pág.42); es por esto que refiere como fundamental que la institución escolar quiebre estos moldes ayudando a producir subjetividad. Bleichmar (2007) considera la escuela como núcleo de co- lectividad y sostiene que no es solamente un lugar para enseñar. En este sentido, la reconoce como un sitio de recomposición sub- jetiva rescatando al sujeto social, es decir, un espacio que dé lugar al surgimiento de la identidad, la pertenencia y el protagonismo de los sujetos. Asimismo la autora invita a cuestionar el proyecto educativo que se quiere seguir: “[...] ¿El proyecto es transmitir conocimientos que van a ser perimidos en 5 años o el proyecto es transmitir capacidad de pensar o capacidad de inserción con el otro para un país que queremos construir?” (Pág.36). Para ello enfatiza la necesidad de convocar a los padres en la promoción tanto de la recomposición de su subjetividad, como así también en la salida de un posicionamiento pasivo. De esta manera, la autora expresa su preocupación respecto al pasaje de los niños y las niñas por la escolaridad y plantea que su conformación se basa en la organización de normas de conocimiento y no solo en el aprendizaje. Bleichmar (2008) postula que en los últimos años la es- cuela se ha convertido en transmisora de conocimientos y no en formadora de seres humanos: […] la escuela, como conformadora de subjetividad debe te- ner en cuenta estas dos variables. Por un lado, la producción de lega- lidades, no la puesta de límites y por otra, la capacidad de recuperar las preguntas que inclusive no pueden formular los niños o jóvenes mismos, y en principio antes de responderlas, poder transmitirlas y repensarlas. (Pág.36) Entonces, la mención de la autora acerca de que la escuela tiene como función la construcción de subjetividad se relaciona- 33 ría con estas dos variables señaladas con anterioridad: por un lado, la producción de legalidades -no la puesta de límites- y por otro, la capacidad de recuperar, transmitir y repensar las preguntas que los niños, las niñas y jóvenes no pueden formular. En relación a la primera variable, Bleichmar (2007) postu- la que “el problema de la construcción de legalidades se relaciona con la posibilidad de construir un respeto al otro y por la forma en cómo se define el universo del semejante” (Pág.33). Continúa explicando que, por ejemplo, el pudor como cuidado del cuerpo propio y el control de esfínteres son las primeras formas de reco- nocimiento por parte de otro; cuando el niño y la niña renuncia lo hace para no perder su amor y a su vez no producirle sufrimien- to. Ahora bien, a fin de comprender con mayor profundidad, se vuelve imprescindible retomar la diferenciación que esta autora sostiene entre los conceptos de ética y moral. “La ética está basada en el principio del semejante, es decir, en la forma con la que yo enfrento mis responsabilidades hacia el otro. La ética consiste en tener en cuenta la presencia, la existencia del otro [...] En otras palabras, toda ética está basada en aquello que puede ser tomado como norma universal. Esto dicho simple es “no le hagas al otro lo que no quieres que te hagan”. Intento que mi conducta pueda servir para mi relación con otro.” (Bleichmar, 2007. Pág.27) Por otro lado, el concepto de moral es postulado como “[…] un conjunto de formas históricas de las que se van tomando los principios con los cuales se legisla […]”. (Pág.27) Ambos conceptos –ética y moral- permiten entonces esta- blecer la relación entre ley, derecho y autoridad. En el eje ‘El sen- tido de las Normas’ del compilado denominado La convivencia en la escuela. Recursos y Orientación para el Trabajo en el Aula, elabo- rado por el equipo de Programas para la Construcción de Ciuda- danía en las Escuelas, perteneciente al Ministerio de Educación, se retoma el concepto bleichmariano de ley, definida ésta como aquella norma general establecida por las instancias legítimamen- te reconocidas en una sociedad, donde su función es regular la 34 acción humana y por lo cual no se discute su cumplimiento. Por ende, dicho concepto de ley se relaciona con el de ética anterior- mente desarrollada, ya que: “La existencia de leyes posibilita el vínculo con otro, habi- litan a que cada individuo pueda desarrollarse como sujeto social y encontrar un lugar en su comunidad. El carácter prohibitivo de las leyes funda lo social y habilita un espacio a partir del cual las personas pueden discutir y plantear un punto de vista sin recurrir a la violencia. Por ejemplo: “no maltratar a un compañero” no es una regla, es la expresión de una ley que tiene que ver con resguardar la integridad de una persona y, en tanto tal, no puede ser discutida y debe ser cumplida. Lo esencial es comprender que las leyes prohíben, pero lo hacen para permitir algo superador” (Campero, Costoya & cols. 2010. Pág. 7) Asimismo, los autores señalan que a diferencia de las leyes, las reglas serían las discutidas y consensuadas entre quienes se van a regir por ellas. Por tal motivo, este hecho es importante para la convivencia en la escuela, como así también para que los adultos referentes puedan sostener una decisión, tanto al marcar el límite cuando la regla es transgredida como también al ser respetuosos ellos mismos respecto a lo acordado. El respeto por las normas incluye a los adultos que pertenecen a la institución. Aunque estas sean distintas según los roles y funciones a cumplir, todas estarían fundamentadas y enmarcadas en la igualdad de derecho. (Campe- ro, Costoya & cols. 2010) Por otro lado, en relación al concepto de autoridad, Bleich- mar (2007)señala la existencia de dos formas: la que se pretende imponer desde la puesta de límites y aquella que se instala desde las identificaciones internas provistas desde la legislación transmi- tida por aquellos sujetos significativos que tienen el derecho ético para hacerlo. Debido a esto, postula que la construcción de lega- lidades no hace referencia al límite externo, ya que este por sí solo no educa, sin embargo a veces es necesario para la instauración de ciertas leyes. Según la autora, la cuestión estaría en si el hecho 35 de pautar una norma, es producto de una arbitrariedad o de una construcción que lo incluye como sujeto. Si fuera arbitraria, la re- gla sería definida desde la autoridad; si fuera construida, la norma comprendería al sujeto, quedando enmarcada por una legislación que pone el acento en el derecho y la obligación colectiva: “te obliga a tí tanto como a mí” (P.30). Bleichmar (2007) señala que este sería el gran debate de la escuela en la actualidad. Al respec- to pregunta: “[...] ¿En qué legalidad vamos a educar? ¿Vamos a educar en legalidades que tienen que ver con la ética universal respecto a la función del semejante o en legalidades que tiene que ver con formas acomodaticias?” (Pág. 28) En relación a la segunda variable indicada, o sea, la capaci- dad de recuperar, transmitir y repensar aquellas preguntas que los niños, niñas y jóvenes no pueden formular, la autora menciona que la clave no estaría en impartirles educación, sino en permitir el proceso de la información que traen, en otras palabras, crear situaciones metabólicas. (Bleichmar, 2007) Este universo descripto hasta aquí, plantea algunas dificul- tades. Fernández Mouján (2011) cuestiona frente a este escenario, ¿cómo hacer si quienes tendrían que ser los primeros en promover la inserción en el mundo, desde la contención y los límites necesa- rios para brindar seguridad y apertura a lo novedoso, es decir los padres, no lo posibilitan? Ante esto se interroga: ¿Cómo hace la escuela para acompañar, para trabajar con- juntamente con quienes llegan a la misma a pedir una ayuda que parece imposible, a pedir que la escuela haga lo que ellos mismos no saben o no se animan o no pueden hacer? (Pág. 14) Probablemente este contexto incida en la situación actual de las escuelas donde la inclusión escolar de los niños se ha am- pliado convirtiéndose en uno de los asuntos más notables dentro de la misma. Las instituciones escolares plantean su preocupa- ción ante la cantidad de niños y niñas con problemas graves en edades cada vez más tempranas y en consecuencia el surgimiento de la necesidad de identificar a quienes tienen dificultades, con 36 el fin de delinear las correspondientes estrategias de intervención (Untoiglich, 2011). El estudio de los conflictos escolares en estos últimos años ha pasado de un punto de vista puramente moral -el problema era fruto de la pereza del niño, la niña o adolescente y en consecuencia él era el único responsable-, a una perspectiva médica patológica -las dificultades existen por la inadaptación lo que implica un defecto de la dotación neurofisiológica de base- para llegar a un concepto sociológico -los problemas están en la inadaptación de la estructura escolar actual ante una proporción significativa de la población- (Bitancurt, 2011). Desde la mirada del campo de la Psicopedagogía Clínica, Vizcaíno (2011) señala que en la actualidad se podrían circuns- cribir las dificultades más importantes dentro de la escuela en dos grandes problemáticas: Por un lado, las que se vinculan con inconvenientes liga- dos al aprendizaje en sentido estricto y se exteriorizan como si- tuaciones que solicitan abordajes específicos como pueden ser las dificultades para aprender, resolver tareas, organizarse, y/o com- prender. Por otro lado, aquellas problemáticas relacionadas al de- sarrollo de actitudes o conductas no esperadas de algún miembro de la comunidad educativa, que dificultan la convivencia escolar y el cumplimiento de la función de educar. Ambas problemáticas generan perturbaciones u obstáculos en la concreción de las acti- vidades de enseñanza y en los objetivos que dan sentido al “estar” en la escuela. Para el presente trabajo, revisten interés las dificultades del segundo grupo, ya que, es en relación a ellas que el A.T escolar hace su aparición en este contexto. Untoiglich (2011) señala que en el ejercicio de convivir se negocia con la rigidez generada por la diferencia, ya que el con- tacto con lo diferente genera crisis en las escuelas; cuestiona así sus mecanismos de producción de identidad y re-significa identida- des de profesores y estudiantes. La autora cita la obra de Foucault (1999) “Los anormales” en la cual se desarrolla que la anormali- 37 dad es una construcción discursiva transversalizada por condicio- namientos políticos propios de una época que determina quién es normal y por ende quién es anormal - biopolítica-; quién tiene poder sobre estas vidas - biopoder – y dictamina qué es lo que se debe hacer con lo diferente. El desconocido se transforma en un conocido “anormal” lo cual lo convierte en un caso previsto por la norma, es decir en algo tranquilizador para muchos adultos. El ideal normativo en sí mismo se enuncia por medio de criterios y prácticas consideradas “normales” para los sujetos que transiten los espacios educativos y porten la categoría social de alumnos. Este ideal se pone al servicio de la igualdad de las perso- nas, intentando así universalizar oportunidades pero reflejándolas a partir de parámetros de normalidad que, invadiendo el proceso educativo en su totalidad, no hacen más que producir la invisibi- lización de la diferencia y la segregación de lo que aparece como diferente y extraño (Vizcaíno, 2011). Para Glat y Nogueira (2002), la inclusión de las perso- nas con necesidades especiales no implica solo que estén cerca de otros estudiantes en la clase o poder acceder a adecuaciones pedagógicas. La inclusión, es un proceso que conlleva y exige la reorganización del sistema educativo, dando así lugar a la revisión de los viejos conceptos y paradigmas educativos, permitiendo el desarrollo cognitivo, social y cultural, al respetar las diferencias y atender las eventuales necesidades; lo que favorece uno de los aprendizajes más complejos: aprender a vivir juntos. Existen varias figuras que también desarrollan su labor en el campo educativo, una de ellas es el/la docente de apoyo a la integración o erróneamente llamado/a docente integrador/a. Por la especificidad del tema elegido para este trabajo, se considera de gran importancia poner énfasis en la definición del rol que desempeña este docente (Docente de Apoyo a la Integración) ya que es el que mayor confusión produce al momento de definir el rol del a.t escolar. La función específica del Docente de Apoyo a la Integra- 38 ción es brindar los medios necesarios para que un alumno con ne- cesidades educativas especiales pueda acceder de la mejor manera a toda la información y actividades que le ofrece la Institución educativa a la que concurre, además de ser el nexo privilegiado entre los docentes del curso, el alumno y sus compañeros (Carasa, 2006). Actualmente, en la Provincia de Córdoba, existe la Re- solución Nº 667/11 del Ministerio de Educación Provincial que hace referencia a la Integración Escolar. Es la normativa vigente en relación a la integración de los alumnos con necesidades de- rivadas de la discapacidad. Consta de 14 artículos con el fin de ordenar la normativa que incluye el proceso de integración escolar y un Anexo que abarca dos capítulos. Es necesario mencionar que en dicha Resolución existen tres artículos que hacen referencia a qué institución y qué profe- sional podrán llevar a cabo una integración pedagógica, a saber: Art. 4º: El proceso de integración escolar se llevará a cabo en los Institutos Educativos de gestión estatal y privados, de todos los nivelesy modalidades de la escolaridad obligatoria. La escuela común y los servicios educativos de modalidad especial trabajarán articuladamente y con responsabilidades compartidas, procuran- do consensuar los sistemas de apoyo que resulten convenientes para cada alumno en particular. Art. 8º: El Docente de Apoyo a la Integración será un Maestro de Grado de Enseñanza Especial. Art. 9º: Cuando las tareas de apoyo al proceso de inte- gración escolar sean brindados por profesionales particulares y/o dependientes de centros privados y ONGs, el seguimiento de los mismos estará a cargo del Equipo Directivo y de Supervisores de las escuelas correspondientes, con la cooperación del Programa de Integración Escolar y Diversidad de la Dirección General de Pla- neamiento e Información Educativa y de las Escuelas Especiales de la DGRE y DGIPE. Por otro lado, el Anexo de esta normativa permite escla- 39 recer con mayor profundidad lo expresado en los artículos. El primer capítulo refiere a la Organización y Funcionamiento del Proceso de Integración Escolar, en el cual se desarrollan los ele- mentos que conforman un proceso de Integración Escolar (Des- tinatario / Responsables involucrados en el proceso -padres y/o tutores, Escuela Común/Especial, Programa de Integración y Equipos Privados-, Matrícula, Acta Acuerdo -Instrumento-, Sis- temas de Apoyo, Adecuaciones Curriculares, Tiempos y Espacios Curriculares, Evaluación, Seguimiento y Acreditación.) El segun- do capítulo refiere a los Roles y Funciones de los Docentes en el Proceso de Integración Escolar. Hace mención a los roles del Equipo Docente, al Docente del Aula y del Docente de Apoyo a la Integración. En relación a este último rol profesional, la nor- mativa lo define como: “un rol de mediador y coordinador en las acciones y relaciones interinstitucionales que se establezcan en los sistemas de apoyo al proceso de integración” (Resolución Nº 667/11). Asimismo, menciona que su rol y funciones se desarro- llan en relación a, por un lado, La Institución, a la cual informa, sugiere, orienta y coordina las acciones a implementar en cada trayectoria escolar y a los docentes de la escuela común, a quienes asesora y acompaña en su labor y participa en la elaboración de las adecuaciones curriculares según las características del alumno y sus posibilidades. Por otro lado, en relación a los padres, al faci- litar el acercamiento y participación de la familia en el proceso de integración, y mediante la promoción de un abordaje integral del alumno conjuntamente con el docente del aula; y al alumno con quien realiza una evaluación de sus posibilidades, lo que permite identificar las barreras respecto al aprendizaje, al acceso y la parti- cipación, e implementar estrategias educativas que le permitirán al alumno desempeñarse en el contexto educativo y comunitario, con el menor grado de dependencia y el mayor grado de autono- mía posible, realizando de esta manera un seguimiento del proce- so de aprendizaje. La intervención de tipo pedagógica del docente de apoyo a 40 la integración es clara y precisa, y permite señalar que el a.t escolar es un profesional con roles y funciones diferentes. El a.t inserto en una Institución Escolar, desde su rol, per- mite la puesta en marcha de un proceso de inclusión. Campise (2012) lo explica de la siguiente manera: “Si en una adecuación curricular la pedagogía vehiculiza que un niño en particular pue- da asimilar los contenidos específicos referidos a las asignaturas del ciclo que cursa, en un A.T se trabaja sobre las dimensiones afectiva, conductual y social” (Pág.198). Rossi (2012) señala que: El a.t que se desempeña en el ámbito educativo es un agente de salud que trabaja inserto en un equipo terapéutico, con una per- sona que está padeciendo una conflictiva del orden de lo psíquico, emocional y que como consecuencia manifiesta síntomas en el plano educativo. (Pág.217) A partir de la presencia activa y teniendo en cuenta la sin- gularidad de cada niño, niña y adolescente, el a.t trabaja como in- térprete y traductor del entorno; esto favorece importantes efectos de subjetivación y permite la conexión entre los distintos compo- nentes del mismo. Por su lado, Frank (2006) en su artículo Reflexiones sobre la ética en el Acompañamiento Terapéutico señala que el vínculo debe ser ético en su esencia, es decir, instaurado en el respeto profundo por el otro, por su subjetividad, ya que de esta manera permitirá construir legalidades internas en el sujeto psíquico, en vez de po- ner límites. Valiéndose de los aportes de Bleichmar, menciona que dicha construcción se da a partir de la confianza depositada en la palabra del otro, siendo fundamental la instauración de la misma en el a.t. Asimismo, la autora afirma que instaurar el vínculo basa- do en la confianza será la herramienta básica que le permita al a.t: estar, acompañar, presenciar junto al otro su vida cotidiana, con- tener y poder sostener un sujeto que en ese momento de su vida no logra hacerlo por sí mismo, dentro de un entorno que no está preparado para hacerlo o no cuenta con tal disponibilidad. En función de esto, Frank (2006) continúa señalando lo siguiente: 41 “[...] En la práctica puede verse como muchas veces ante la demanda de la institución, a los acompañantes les resulta difícil no convertirse en enviados de mandatos institucionales. Por ejemplo: ‘po- nele límites que molesta a los compañeros’, creo que actuar desde ese lugar no solo no pauta legalidades sino que imposibilita al otro en su capacidad, lo desubjetiviza, volviéndose autoritario.” (Pág.3) En los acompañamientos dentro del ámbito educativo, Frank (2006) destaca que hay multiplicidad de factores que inter- vienen y hacen que esta tarea sea compleja debido a que no están solos el niño, niña, el adolescente y su a.t, sino también sus com- pañeros, las maestras, la directora y todos aquellos presentes en la dinámica escolar. En función de esto es que la autora reconoce la presencia del a.t, como un “estar siendo soporte”, “colaborando a ligar”, “un estar despojado de uno mismo” a fin de que el acom- pañado pueda desplegar su subjetividad, siendo esta una presen- cia que no siempre es sencilla de sostener. Al respecto Campise (2012) menciona “El estar del a.t se caracteriza por la consistencia de su cuerpo presente, por la red, la trama relacional, que intenta crear junto con su acompañado” (Pág.198). El A.T Escolar se de- sarrolla en un espacio entre lo terapéutico y lo escolar. Resnizky (2011) plantea en uno de sus textos: “En ese espacio ‘entre’ anida el acompañamiento terapéutico” (Pág. 88); con esto hace alusión al “entre” lo dado y lo nuevo, lo instituido y lo instituyente, ten- diendo a recuperar, producir, refundar, construir. Si bien un a.t se incorpora con objetivos terapéuticos, el ámbito escolar está atra- vesado por una intensa impronta pedagógica constitutiva y por ende, es posible que este lugar intermedio conduzca a confusiones a la hora de determinar las funciones de su rol. Según Peres Duarte (2008), el a.t debiera ser visto como un facilitador del proceso de escolarización e integrante de una red que incluiría profesionales, compañeros, familia, comunidad escolar y todo aquel que participa en el cuidado del niño, niña y adolescente acompañado; una red que implica varios elementos que se articulan en torno a un objetivo común. Al hacer puntual 42 referencia a la educación y al A.T, se busca por medio del trabajo en red un cambio de paradigma, un cambio en las maneras de ver, pensar, sentir y actuar en relación a la convivencia con las diferen- cias (Sereno, 2006). Para Peres Duarte (2008), el a.t será quien promueva la creación y surgimiento de una nueva forma de actuar en el acom- pañado. Habrá de tener en cuenta entre otras cosas su rutina escolar, tratando así de comprender cómo aprende; fomentar y facilitar la integración de los profesionales involucrados en la for- maciónde este sujeto. Para ello es necesario considerar aquello que la autora denomina como “facilitadores de aprendizaje”, vale decir el espacio físico, el ambiente y su comodidad, las dispo- siciones en el aula, ruidos y sonidos habituales, entre otros. De alguna manera, el a.t se considera un colaborador en la mediación entre la comunidad educativa, la familia y las situaciones que el acompañado presente. En la escuela, su presencia, debiera facilitar la apertura de un espacio de discusión sobre la realidad de las difi- cultades de este niño, niña y adolescente y favorecer así el proceso de inclusión en busca de la igualdad de oportunidades, lo que fomenta el derecho a la inserción y el sentimiento de pertenencia a la sociedad, a un grupo, a la cultura, y posibilita un sentimiento de aceptación, significativo y comprensivo (Peres Duarte, 2008). Rossi, (2012) en su artículo “Acompañamiento Terapéu- tico en el Ámbito Educativo” del libro Acompañantes, advierte sobre la interrelación de campos que se presentan cuando se hace alusión al A.T en el ámbito educativo, debido a que abarca múlti- ples situaciones, abordajes y prácticas, en el que confluyen no tan solo lo relacionado a lo académico sino también aspectos prove- nientes de distintos campos, como son: la psicopatología, la salud mental y la clínica del A.T. Si bien la bibliografía sobre la temática elegida aún es bas- tante escasa, encontramos distintos autores que han señalado al- gunas funciones del A.T Escolar. En el libro Acompañantes (2012), se publican dos artículos que hacen referencia al A.T escolar. En 43 el capítulo 12 de Acompañamiento Terapéutico Escolar, sus autoras señalan que una de las funciones será actuar como “objeto tran- sicional”; esto significa amortiguar la angustia, fomentar la capa- cidad de escucha, de espera y de tolerancia a la frustración, favo- recer la socialización, el juego, la integración con otro o generar espacios que prevengan la desorganización del niño, niña y ado- lescente (Campise, 2012). Asimismo, por trabajar en un equipo de salud, el a.t escolar cumplirá una función intermediaria, nexo entre el niño/a y los espacios terapéuticos, la escuela y la familia. Para finalizar, vale decir entonces que el hecho de sumar un a.t en un tratamiento terapéutico permite a los profesionales recabar información indispensable proveniente de aquellos espa- cios y/o situaciones a los cuales solamente el at tiene acceso privi- legiado debido a su formación y rol, información que no podría ser relevada solamente desde el ámbito clínico o de consultorio. Por lo cual, un a.t que se inserte en el contexto educativo debe- ría viabilizar sus funciones específicas con aquellas personas que requieran y tengan indicación de una contención afectiva, con- ductual y emocional de manera personal. Tomará como eje de su trabajo las necesidades particulares que presenta su acompañado y posibilitará que logre desempeñarse en el ámbito escolar con eficacia y en relación tanto con sus pares como con los adultos que participen directa o indirectamente en el proceso escolar de una manera saludable. Asimismo, buscará dar lugar a conductas no solo saludables sino también coherentes con el ámbito que transita; para lo cual el abordaje minucioso respecto a la cultu- ra institucional donde el a.t despliegue su labor resultará funda- mental. De esta manera, pondrá su mirada en la experiencia de inclusión, teniendo en cuenta los aspectos afectivos, vinculares y socioculturales por encima de los aprendizajes académicos. El a.t buscará ser un facilitador que le permita a su acompañado adaptarse a situaciones de ansiedad y poder tolerar frustraciones inevitables que ocurrirán en cualquier contexto, pero que tendrán sus inicios en el paso por la escuela. A su vez, será el profesional 44 que dentro del equipo terapéutico tendrá el privilegio de trabajar con los docentes con el fin de que puedan “mirar” al niño, la niña y adolescente, que lo autoricen, que lo habiliten, que crean en sus posibilidades, que den lugar a la diferencia sin dejar de tener en cuenta que poder lograr esto implica movimientos, dudas y muchas veces serios cuestionamientos y tensiones. La presencia del a.t en la escuela tendrá como finalidad facilitar, estimular y acompañar junto a un trabajo en equipo y promover la creación de espacios para la diferencia. BIBLIOGRAFÍA: Benítez, M. F. (2014) El Acompañamiento Terápeutico Escolar como herramienta del proceso psicoterapéutico. (Tesis de Grado) Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, Argentina. Bitancurt, L.K (2011) “Dificultades en la escuela”. Actualidad Psicológica, Nº 396, Pág. 11- 13. Bleichmar, S. (2008) “Violencia social-violencia escolar”. Ed. Noveduc. Bs As. 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Esta última forma parte del personaje, dicho en otras palabras, el desempeño del rol. “Aquello que se pone en juego en la escena del Acom- pañamiento Terapéutico, no es uno mismo, sino una presencia condicionada por distintos factores.” (Chevez, 2012. P 118) Cuando nos referimos al ROL, existen cuatro preguntas que podemos formular al respecto: ¿Qué es?, ¿para qué?, ¿cómo? y ¿dónde? En el presente escrito responderemos dichas preguntas con el fin de lograr identificar particularmente el rol del acompa- ñante terapéutico que se inserta en el ámbito escolar. 47 ¿QUÉ ES?... Según la Real Academia Española (2001), rol es el papel de un actor o función que alguien o algo desempeña. Por otro lado, en el Diccionario Etimológico Castellano e Hispánico (1980-1991), Corominas señala que el término pro- viene del francés “rôle”, el cual remite a la función que alguien cumple. Etimológicamente proviene del latín que significa rótulo y hace referencia a la hoja enrollada usada por los actores medie- vales que contenía el texto a ser representado en la obra de teatro. Reyes (2006) en su obra Psicodrama, Paradigma, Teoría y Método, postula que el rol es la unidad psicosocial que está refe- rida a la relación con otros. Es la menor unidad observable de la conducta que involucra una dinámica interaccional. Es por ello, que el rol es una experiencia social y para su ejercicio siempre debe haber un otro. Para esta autora, su función es la socialización y la regulación social. A raíz de ello, este proceso se inicia en la temprana infancia con la estructuración del yo y con el aprendi- zaje de roles sociales disponibles. Es pertinente aclarar que una persona ejerce varios roles a lo largo de su vida. Dentro de campo del Acompañamiento Terapéutico va- rios autores han realizado importantes desarrollos en relación a éesta temática. Rossi (2004) postuló la importancia de diferenciar el rol de las funciones del a.t, porque es a raíz de esta indefinición que provienen buena parte de las dificultades en este campo profesio- nal. Chevez (2012) señala que definir el rol asienta un nexo institucional de comportamiento que permite delimitar social- mente lo que es y no es un Acompañamiento Terapéutico. Para este autor, no es lo mismo la tarea por lo que un acompañante es convocado (ROL) que las coordenadas que guían y determinan la ejecución singular de la tarea (FUNCIÓN). Desde este punto de vista, el rol representa un determinado tipo de actor (a.t), en un contexto determinado (en nuestro caso, el ámbito educativo), lo 48 cual establece una determinada expectativa social acerca de lo que se puede esperar de ese actor. Una segunda pregunta es ¿PARA QUÉ? Este interrogante se responde por medio de las funciones. Se podría decir, que sería la parte dinámica del rol y es aquí donde encastra a la perfección la frase “caso por caso”, que caracteriza nuestro campo de acción. En otras palabras sería prácticamente imposible ser exhaustivos al momento de enumerar funciones, ya que estas dependerán de cada caso en particular. No obstante el Acompañamiento Terapéutico en el ámbito escolar tiene particu- laridades que permiten dar cuenta de ciertas funciones específicas. Si bien no es el objetivo de este escrito desarrollarlas, podemos enumerar algunas a modo de ejemplo: función intermediaria (en- tre la familia, equipo terapéutico, institución educativa y pacien- te); fomentar la capacidad de escucha, espera y tolerancia a la frustración; facilitar y promover la socialización con pares y adul- tos; ayudar en la construcción de legalidades y el reconocimiento de la autoridad; colaborar en la organización interna y externa (en aquello que hace a la cotidianeidad escolar); promover una buena comunicación e interacción trabajando al mismo tiempo con todo aquel que rodea a nuestro acompañado. Así también, tendremos la función de contención tanto emocional como física (esta última en el caso de ser necesaria). Un tercer interrogante sobre el rol hace referencia al ¿CÓMO?… El rol también se estructura dinámicamente con aspectos creativos personales que pondrán en juego la serie de vínculos significativos con los que desempeñamos roles complementarios. Asimismo, es necesario tener en cuenta que lo que se pone en acción en el ejercicio del rol tiene que ver con los aspectos perso- nales, cognitivos, emocionales, fantasías, etc. A esto llamamos recrear el rol. 49 Si retomamos algunas de las definiciones de a.t, recorda- remos que en repetidas ocasiones se lo menciona como un agente de salud. Etimológicamente, agente viene del latín, que significa “aquel que hace”. Pero el hacer del a.t no es cualquier hacer, es un hacer transformador, que recurre a la acción espontánea para recrear el rol, apelando a la capacidad de creatividad e invención. Por último, el cuarto interrogante en relación al rol es ¿DÓNDE? En lo que al Acompañamiento Terapéutico Escolar refiere, se podría retomar aquello que señala Campise y Cols. (2012) en el capítulo 12 del libro Acompañantes: “El Acompañante desde su rol facilita la materialización de un proceso de integración, si en una adecuación curricular la pedagogía vehiculiza que un niño en particular pueda asimilar los contenidos específicos referidos a la asignatura del ciclo que cursa, en un A.T se trabaja sobre las dimensiones afectiva, conductual y social”. (p. 198) Asimismo, actúa también como objeto transicional al amortiguar angustias; posibilitar la capacidad de espera, de escucha y la tolerancia a la frustración; propiciar la socialización, el jugar, la integración con pares; o dar lugar a espacios que anticipen la desorganización del niño. Por esto, al momento de definir el rol del a.t escolar, deci- mos que es necesario pensarlo como un espacio “entre”, tal como afirman Kuras y Resnizky. Como acompañantes que nos desen- volvemos en el ámbito escolar, es imprescindible tener presente que estamos en un espacio atravesado por lo pedagógico, pero con objetivos terapéuticos. Rossi (2012) señala que un a.t que se desempeña en una Institución Educativa “es un agente de salud que trabaja inserto en un equipo terapéutico, con una persona que está padeciendo una conflictiva del orden de lo psíquico, emocional y en conse- cuencia manifiesta síntomas en el plano educativo” (p. 217). Así también, menciona que abarca situaciones, abordajes y prácticas 50 caracterizadas por su inserción en función de actividades relacio- nadas no solamente a lo educativo y académico sino también al campo de la psicopatología, salud mental y clínica de Acompaña- miento Terapéutico. Por ello, dicha autora, destaca ciertas particularidades in- herentes al rol del a.t escolar: –– Las implicancias del espacio en el que desempeña el rol, o sea la escuela y todos aquellos que se relacionan a ella directa o indirectamente. –– Tener en cuenta al Acompañamiento Terapéutico como un lugar de tensión entre las expectativas familiares y/o institucionales; esto ayuda tanto a la familia como a la es- cuela y al paciente a moderar las ansiedades que se des- piertan ante el desempeño académico/institucional que el niño, la niña y adolescente puede lograr y que muchas veces se encuentra por fuera de lo esperable. Por esto, es importante destacar que una de las característi- cas principales de este rol, es
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