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ANA IGARETA es doctora en Ciencias Naturales y se desempeña como becaria posdoctoral del CONICET, e investigadora del Departamento Científico de Arqueología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo (FCNyM) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y del Centro de Arqueología Urbana de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), dependiente de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Se ha especializado en el análisis de problemáticas históricas dentro del campo arqueológico. DANIEL SCHÁVELZON es un conocido experto en el patrimonio cultural de la Argentina, que se especializó en la arqueología urbana. Uno de los trabajos que más ha llamado la atención ha sido excavar los restos de los Talleres Vasena. Es investigador principal del CONICET, ha publicado cerca de cincuenta libros y es profesor titular de la Universidad de Buenos Aires. Asimismo dirige el centro de Arqueología Urbana y el área de arqueología del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. ARQUEOLOGÍA DE UN CONFLICTO SOCIAL: La Semana Trágica y los talleres Vasena Colección Educar al Soberano Libro patrocinado por la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) 3 Igareta. Ana "Arqueología de un conflicto social: la Semana Trágica y los talleres Vasena" I Ana Igareta y Daniel Schávelzon. - 1a. ed. - Buenos Aires, Asociación del Personal de los Organismos de Control - A.P.O.C. - 2011. 208 p . ; 20x14 cm. - (Educar al soberano) ISBN 978-987-23331-8-8 1. Historia Social Argentina. I. Schávelzon, Daniel. II. Titulo. CDD 982 Fecha de catalogación: 04 de abril de 2011 Ilustración de tapa: Gianluca Manograsso Diseño y realización de tapa: Fernanda Schweinheim Diseño de interior y diagramación: Fernanda Schweinheim Créditos fotográficos: Archivo General de la Nación / Ana Igareta, Daniel Schávelzon, Vanina Castillón Libro de edición Argentina Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723c Copyright 2011 Ediciones APOC Impreso en la Argentina isbn 978-987-23331-8-8 Título: Arqueología de un conflicto social: la Semana Trágica y los talleres Vasena Ana Igareta y Daniel Shávelzon ARQUEOLOGÍA DE UN CONFLICTO SOCIAL: La Semana Trágica y los talleres Vasena Ana Igareta y Daniel Schávelzon (compiladores) Colección Educar al Soberano “Ayer fue el porvenir, y no nos dimos cuenta” Pedro Orgambide H a cer la A m érica (1984) Indice [1 5 ] Prólogo Mario Sabugo [1 7 ] Introducción Ana Igareta [2 3 ] Arqueología de los talleres Vasena y la Semana Trágica: una experiencia en la modernidad periférica Daniel Schávelzon [4 7 ] La Semana Trágica: una historia Fernando Gómez [8 1 ] Los establecimientos Vasena: antecedentes históricos y descripción arquitectónica Jorge Pablo Willemsen y Marcelo Weissel [1 0 5 ] Excavando el pasado: tareas de intervención arqueológica Ana Igareta [1 4 9 ] Artefactos metálicos de los talleres Vasena Jésica Frustaci y Horacio de Rosa [1 6 9 ] Restauración de muros y vanos Alberto Campos y Patricia Frazzi [1 7 3 ] Nota final Ana Igareta [1 8 1 ] Agradecimientos [1 8 3 ] Bibliografía Equipo de trabajo Dra. Ana Igareta Centro de Arqueología Urbana, FADU-UBA, Equipo de Arqueología Histórica, División Arqueología FCNyM - UNLP, aigareta@gmail.com Dr. Daniel Schávelzon CONICET, Centro de Arqueología Urbana, Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico, dschav@fadu.uba.ar Lie. Fernando Gómez FFyL, UBA, fedagoge@hotmail.com Arq. Jorge Pablo Willemsen Instituto de Arte Americano, FADU, UBA, jopawil@yahoo.com Alberto Campos Restaurador independiente, albertocampos@arnet.com.ar Lie. Patricia Frazzi Centro de Arquología Urbana, DGPat, UMSA, frazzip@fibertel.com.ar Jésica L. Frustaci Grupo de Arqueometalurgia, Laboratorio de Materiales, Dpto. de Ingeniería Mecánica, FI-UBA. FFyL- UBA. jlfrustaci@gmail.com 11 mailto:aigareta@gmail.com mailto:dschav@fadu.uba.ar mailto:fedagoge@hotmail.com mailto:jopawil@yahoo.com mailto:albertocampos@arnet.com.ar mailto:frazzip@fibertel.com.ar mailto:jlfrustaci@gmail.com Ana Igareta y Daniel Schávelzon (compiladores) Horacio de Rosa Grupo de Arqueometalurgia, Laboratorio de Materiales, Dpto. de Ingeniería Mecánica, FI-UBA. FFyL- UBA. Marina Iwanow Equipo de Arqueología Histórica, División Arqueología FCN- yM -U N LP Nicolás Aguerrebehere Equipo de Arqueología Histórica, División Arqueología FCN- yM -U N LP Vanina Castiilón Equipo de Arqueología Histórica, División Arqueología FCN- yM - UNLP Lie. María Guillermina Couso División Arqueología, FCNyM - UNLP Romina Giambeluca División Arqueología, FCNyM - UNLP Julia Gianelli División Arqueología, FCNyM - UNLP Elisa Micozzi Facultad de Ciencias Naturales y Museo - UNLP Julieta Penesis Centro de Arqueología Urbana, FADU. IAA, UBA 12 La Semana Trágica y los talleres Vasena Luis Fabían Pompozzi Facultad de Ciencias Naturales y Museo. UNLP. Luciana Chávez Centro de Arqueología Urbana, FADU. IAA, UBA Fanny Schaefers Centro de Arqueología Urbana, FADU. IAA, UBA 13 PROLOGO Mario Sabugo La historia es todo aquello que nos imaginamos acerca del pasado. La historia urbana es todo aquello que nos imagi namos acerca del pasado de la ciudad y de sus barrios. Pero estas maravillosas creaciones no se tejen, por así decirlo, en el aire. La imaginación histórica continuamente se trenza y se destrenza con nuestros deseos, y no menos con los objetos que el pasado ha tenido a bien no arrebatarnos dejándolos a la vista. Y cuando esto no sucede, son los arqueólogos que concurren una y otra vez a destapar objetos significativos quitándoles de encima la alfombra de los años. Nuestra historia urbana ha sido, en general, bordada con las hebras del recuerdo y del testimonio -que a su manera también son productos de la imaginación-, sumadas a las lecturas e interpretaciones de los documentos escritos y a la observación de los monumentos y de la iconografía. Mucho menos, nos parece, se ha procedido a la indagación de los aspectos propiamente materiales. Es más factible to parse con historias sostenidas en un relato o en una pintura que basadas en un objeto. La fiebre amarilla, por tomar un ejemplo, nos suele llegar mediante el célebre cuadro de Bla- nes, o a través de las estadísticas funerarias, más que por sus huellas patológicas o ambientales. San Cristóbal, como Boedo, es uno de esos barrios decimonó nicos que, entre otras imprevisiones originales, no tenía una plaza. La plaza Martín Fierro, inaugurada hacia 1940, vino a llenar esa omisión. Pero no como producto de la ocupación 15 de un vacío, sino como sustitución de otro episodio urbano, la legendaria fábrica metalúrgica de Vasena. Esta plaza consti tuye así el vestigio o, más metafóricamente, la cicatriz, como se dice en el texto que sigue, de una trama histórica crucial. Uno de los momentos más intensamente dramáticos de la his toria de la ciudad en la primera mitad del siglo XX, que se da a partir de las reclamaciones y huelgas obreras en los talleres Vasena, la subsiguiente represión, y la extensión del conflicto a toda la ciudad durante la llamada Semana Trágica. Todos sabíamos algo de aquello sucedido en el verano de 1919, por muy diversas fuentes. Pero ahora la arqueología pone algunas evidencias más sobre la mesa de la historia, como los calamitosos sitios de trabajo traídos a la luz por las excavaciones, revelando una amarga experiencia colectiva que desborda las simples explicaciones socio-económicas o ideológicas. Detrás del telón que levanta el trabajo arqueoló gico, lo que aparece es ya una tragedia humana. La Plaza Martín Fierro y sus dos muros remanentes eran, como tantos otros sitios y objetos, apenas “mudos testigos”. Ahora han empezado a hablar, arqueología mediante, según las investigaciones aquí compiladas - enhorabuena- por Ana Igareta y Daniel Schávelzon. 16 Inauguración de la Plaza Martín Fierro en 1940. Introducción Ana Igareta Las guías turísticas que promocionanla visita a ciudades históricas suelen destacar, entre las bellezas locales, la ar monía del perfil de sus construcciones y el modo sutil como el paso del tiempo dejó su impronta en el paisaje urbano del lugar. Nadie podría decir eso de Buenos Aires. Por el contra rio, esta ciudad -dos veces fundada durante el siglo XVI- es un espacio urbano definido por las incongruencias y las cica trices arquitectónicas, marcas desprolijas que, en la mayor parte de los casos, sólo sirven para dar cuenta de lo que ya no está. Y lo cierto es que lo que no está es mucho, muchísimo; prácticamente nada queda de sus primeros trescientos años de arquitectura y cada vez son menos los edificios del siglo XIX que se mantienen en pie. Y con la desaparición de ese registro material se pierde la huella de las muchas ciudades que siempre ha sido Buenos Aires. Pero nos quedan las cicatrices. Esa evidencia palpable de que ahí pasó algo y de que ese algo impactó en el lugar y afectó a sus habitantes. Edificios cortados al medio por rectificacio nes, fachadas que permanecen en pie cuando todo lo demás desapareció detrás de ellas, bellísimas esculturas transplan tadas a locaciones absurdas, escalones imperiales de mármol convertidos en mesa del mate de placeros; rasgos desarticu lados y rotos pero aún así -todavía- evidencia. En el barrio porteño de San Cristóbal, en la intersección de las calles La Rioja, Cochabamba, Pasaje Barcala, Diagonal Oruro y la autopista 25 de mayo, la Plaza Martín Fierro ex hibe sus cicatrices. En esos casi 17.000 m2 de terreno des- 17 A na Ig a re ta y D a n ie l S ch á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) nivelado y unido por escaleras, una calesita de madera, los juegos infantiles de cemento y los bustos de proceres civiles conviven con una fuente central de presencia intermitente, una cancha de bochas techada y los restos ocasionalmente enrejados de dos viejas paredes de ladrillos que apenas se ven entre los árboles. ▲ Talleres metalúrgicos Vasena en su momento de máxima expansión. Es difícil establecer con precisión qué parte de la historia del barrio representa cada uno de estos elementos, a primera vista incongruentes. ¿Tendrán algo que ver las lomadas y desniveles con el combate que enfrentó a los vecinos, bajo el mando de Santiago de Liniers, con las tropas británicas? ¿Serán, si no, los restos de las trincheras que mandó cavar el Gobernador Carlos Tejedor cuando la provincia le disputó 18 La S e m a n a T rá g ica y lo s ta lle re s V asena cruentamente al presidente Nicolás Avellaneda la posesión de la actual Capital Federal? Sobran las hipótesis que po drían explicar la presencia en el lugar de cada uno de los rasgos de la plaza y harían falta varios proyectos de investi gación para explorar todas las posibilidades. En el año 1999 y gracias al esfuerzo de la Junta de Estu dios Históricos de San Cristóbal, la identidad de un pequeño sector de la plaza dejó de ser hipotética: las ruinas de esas dos paredes que se intersectan fueron declaradas S itio de Interés Cultura l al reconocérselas como uno de los escena rios -probable, pero no demostrado- de la llamada Semana Trágica de 1919. Es difícil especular acerca de la sucesión de eventos que permitió la conservación de esta mínima porción de potencial evidencia, pero la ausencia de políticas oficiales permite suponer que se trató de una extraña combinación de casualidades, azares y voluntades. Clausurados los talleres Vasena, la gran empresa siderúrgi ca surgida en el siglo XIX, el edificio de la calle Cochabam- ba fue la primera de sus instalaciones en ser desmantelada y luego demolida, y el lote que ocupaba fue destinado a la creación de una plaza municipal, inaugurada en 1940. No existe una causa aparente o documentada por la cual las dos paredes que aún permanecen en pie sobrevivieron a la des trucción del resto del conjunto arquitectónico, y es posible que su continuidad se deba a razones que eluden la explica ción arqueológica. Tal vez esos mínimos tramos de paredes quedaron sepultados por el enorme volumen de escombros que resultó de la demolición de un edificio de varias plantas, y sólo volvieron a ser visibles una vez que los materiales fueron retirados. O puede ser que el encargado de la demo- 19 A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) lición estuviera interesado en terminar rápido el trabajo y simplemente escaparon de su vista, o dejó pasar su presen cia asumiendo que en poco tiempo los restos de muros se de rrumbarían solos. Incluso es posible que quienes diseñaron y ejecutaron el trazado de la plaza Martín Fierro supieran que esos muros eran el último eslabón que unía a la ciudad con un evento trágico de su historia y decidieran, sin decirlo, conservar esa cicatriz como evidencia. A mediados del año 2009 y ante las nuevas obras de remo delación de la Plaza encaradas por el Gobierno de la Ciudad, la Secretaría de Planeamiento Urbano del GCBA, a través de la Dirección de Patrimonio e Instituto Histórico, solicitó nuestra opinión sobre el estado de conservación del sitio y nos pidió que evaluáramos la posibilidad de realizar allí una mínima intervención arqueológica. Diseñamos entonces un operativo básico de trabajo, concretado gracias al auspicio de APOC (Asociación de Organizamos de Control), a PALECO S. A. (la empresa contratista que puso su equipo a nuestra disposición) y a la buena voluntad de un largo número de estudiantes y amigos de La Plata y Buenos Aires que nos ayudaron a llevar la tarea a buen puerto. A continuación, los resultados obtenidos. 20 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena ▲ Foto superior: Cartel colocado por las instituciones que rescataron los muros de los talleres Vasena. Foto inferior: Los talleres Vasena en pleno conflicto de la Semana Trágica. 21 Arqueología de los talleres Vasena y la Semana Trágica: una experiencia en la modernidad periférica Daniel Schávelzon Hacer arqueología de la modernidad no es nada sencillo y por muchas razones: primero, porque siquiera entender esta última es ya complejo -por eso tanta polémica para com prender lo que nos sucede cada día-; segundo, porque uno no busca la realidad actual sino que se topa con ella. Y tercero, porque nos lleva a enfrentarnos con nosotros mismos, lo que nunca es fácil. Toda la arqueología es, obviamente, moderna, una lectura del pasado hecha desde el presente, y es ese presente el que determina qué y cómo leemos el pasado e incluso por qué lo hacemos1. Claro que una cosa es discutir sobre lo que pasó en algún sitio lejano como Creta, Eritrea o Roma hace tres mil o más años, incluso cien mil, y otra es por qué hay ni ños que viven y se drogan en las plazas de Buenos Aires. O por qué, como en el caso que nos ocupa, una industria si derúrgica argentina que venía creciendo imparablemente y sustituyendo importaciones, se quebró ante un movimiento obrero sin precedentes y terminó luego siendo parte de un país que importa hierro y acero, y los productos terminados, casi como ocurría en tiempos coloniales. Estas preguntas en particular son acerca de nuestro desa rrollo como sociedad capitalista, sobre por qué no pudimos consolidarnos como tal y por qué creíamos que crecíamos cuando estábamos en realidad en el límite del apogeo po sible, previo al derrumbe. La Argentina creía que el capi- 1 Julián Thomas, Archaeology and modernity, Routledge, Londres, 2004. 23 A na Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) talismo se podía construir sin límites, que el progreso era imparable, pero no lo era -o al menos no ese modelo de pro greso, el de los Estados Unidos-. Lo que en realidad ocurrió fue que no pudimos detener fue el avance de otro modelo, el del subdesarrollo. Restos de lo excavado entre los muros, antes de proceder a la restauración y a cubrir nuevamente los cimientos y pisos encontrados para su protección. Espor eso que, más allá del trabajo particular de estudio de los restos de dos solitarias y olvidadas paredes de una plaza, encaramos esta investigación como una aventura ar queológica enfocada en una desaparecida industria, soste nida por una larga experiencia de trabajos en Buenos Aires 24 La S e m a n a T rá g ica y lo s ta lle re s V a sena Edificio principal de los talleres durante su construcción 25 A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) y en el bagaje teórico y metodológico conseguido, que nos ha permitido enmarcar conceptualmente nuestra labor2. Por suerte, desde su nacimiento mismo en la década de 1960 en Inglaterra, la arqueología industrial se ha desarrollado como una actividad que implica no sólo excavar y analizar edificios o maquinarias, sino también esforzarse por enten der la vida, los padecimientos y las alegrías de los trabaja dores que sostuvieron el desarrollo de esas industrias. Bus camos comprender los procesos implicados en la producción, el consumo, la explotación del hombre por el hombre; pero también los mecanismos de la solidaridad, en el marco de la construcción del capitalismo y de su periferia dependiente. Por supuesto no todos aceptan esta perspectiva, y sin dudas hay derecho a ver el pasado de muchas maneras y rescatar de él lo que creamos adecuado; al final de cuentas y como decíamos, analizar los hechos es algo que hacemos desde el presente y por lo tanto es una actividad sujeta a múltiples interpretaciones. Pero las cosas se complican cuando cree mos que nuestras inferencias son la explicación de los he chos sociales que ocurrieron en un determinado lugar; es por ello que trataremos de presentan un ejemplo de este tipo tra bajo, todavía tan poco común en nuestras tierras, esperando que sirva para dar cuenta de su potencial. Hoy en día, en una plaza de Buenos Aires cuyo nombre nada tiene que ver con su historia, existen relatos visibles de obras precedentes, de lo que sucedió allí hace tiempo. Claro 2 Eleanor Conlin y James Symons (editores), Industrial Archaeology: future directions, Springer, Nueva York, 2006. 26 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena que resulta difícil leerlos, entender por qué hay un desnivel, una escalera, un jarrón, un viejo árbol, unas paredes aban donadas. Elementos que muestran al que sabe mirar que allí hay una historia destruida y posiblemente enterrada, que en ese lugar pasaron cosas -naturales o históricas- que hicieron que esa plaza sea como es. Todo es el resultado del tiempo, con o sin cultura. No importa que haya sido remodelada diez veces, la evidencia material del pasado permanece porque es compleja de borrar y persiste también en la memoria, porque queda en los papeles -y en fotos y planos- y porque sigue bajo tierra. Incluso si las paredes de las que hablamos no fueran las de los talleres Vasena, si fueran posteriores y construidas quién sabe por qué, seguirían siendo el símbolo que representa lo que une la memoria con el lugar. Y por suerte. Porque explican que esa calle oblicua en un extremo de la plaza no es un sinsentido, sino lo que queda del trazado de las vías de un tren que unía, en una gigantesca trama urbana, las zonas industriales y el Riachuelo, en donde esta ban las otras fábricas e incluso una de las sedes de Vasena. Publicidad del Gobierno de la Ciudad por la restauración de la fuente central en 1999 que sería destruida en 2009. ¿Ha ciendo arqueología para el futuro?. 27 A n a Ig a re ta y D an ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) Última imagen de la antigua fuente antes de ser destruida. Cuando entramos hoy a la plaza vemos que hay una zona con un fuerte desnivel, una especie de cerrito de un par de metros de altura al que se accede por escaleras, que tiene unos viejos árboles encima -prueba de que no es moderno- y en el que, absurdamente, el visitante desprevenido se en cuentra con los restos de dos paredes maltrechas, golpea das, casi destruidas. Es más: si se observa con atención, se ve también que hay por ahí cerca un viejo pedestal con un jarrón de mármol, y que en otros sitios de la plaza donde la lluvia todavía erosiona el suelo, asoman los restos de pisos de adoquines, de piedra de Hamburgo -levantados en 2009-, de baldosas franceses de 1900 y de estructuras de hierros de diverso tipo. Algo debía haber habido antes para que todo eso quedara allí abajo. Sin necesidad de recurrir a la documentación a raudales que existe sobre los talleres Vasena que funcionaron donde hoy 28 Basura entre los muros históricos: nó tense las marcas que el fuego dejó en el rincón, el carbón en el piso y la acumu lación de casi un metro de sedimento. Detalle de restos de carbón y hollín, la drillos calcinados y restos varios de las actividades que, cada noche, afectaban el lugar histórico. La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena está la plaza Martín Fierro, y a los muchos libros que rela tan los sucesos de la Semana Trágica, esos datos aislados ya nos indicaban a los arqueólogos que había un interrogan te bajo el piso. Si además cruzamos esa información con la historia, las fotos, los planos y con el lugar que la memoria señala como sitio en que el movimiento obrero nacional se puso los pantalones largos, nos encontramos con un sitio ex cepcional para trabajar. Para excavar y hacernos preguntas. Pero... acercarse al lugar incluso de día representaba un pe ligro: abandonado por años, era un oscuro dormitorio de lin yeras y de vándalos; lugar de reunión de quienes, para que jarse de las intervenciones municipales, destruyeron lo que quedaba; territorio de vecinos que, para obligar a mantener la memoria de los talleres, quemaron carteles y rompieron 29 A n a Ig a re ta y D a n ie l S ch á ve lzo n (c o m p ila d o re s ) paredes. En los rincones se amontonaban jeringas, basura de todo tipo y computadoras desarmadas; más que nada, se presentaba como un escondite perfecto para la prostitución y las drogas. Un manchón de hollín marcaba el lugar donde por años se vendiera choripán y, cerca de allí, un amonto namiento de clavos indicaba el punto donde se desarmaban los cajones que se tiraban el fuego; las bolsas y plásticos en el piso detrás de la pared más larga indicaban los sitios de sexo o sueño. Los árboles que actualmente rodean los mu ros parecían haber sido cuidados precisamente porque es condían aun más el lugar histórico de las miradas ajenas, sin reja desde que los mismos que se quejaron porque había sido puesta -síndrome de supuesta privatización- dejaron el lugar abierto a la destrucción. Restos de paredes que aún permanecen en la parte antigua de la plaza antes de las excavaciones, pasando inadvertidos entre el pasto y el abandono. 30 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena Incluso con semejante dificultad, el sitio tenía un atractivo extraordinario para ser estudiado: allí habían estado los fa mosos talleres Vasena; ahí comenzó la Semana Trágica en que cientos, tal vez miles de obreros, fueron brutalmente asesinados o heridos; allí nacieron los grupos parapoliciales tan comunes luego en el país; allí el movimiento obrero se fogueó en la lucha contra el Estado que, aunque democrá tico, los reprimió brutalmente. Y era, además, un excelente caso de estudio de una gran empresa siderúrgica que nació en el país, creció, sustituyó lo importado y mostró la posi bilidad de desarrollo propio -capitalista al fin-, pero cuya realidad se vio limitada por la del país. Para continuar fun cionando como lo hacía, Vasena tuvo que reprimir las exi gencias de sus trabajadores en lugar de contribuir a mejorar su condición laboral para aumentar la producción; presionó al Gobierno para que desarticulara el conflicto y apoyó la actividad de milicias no oficiales que atacaron a los obreros. Y terminó desarmándose, demolida tras ser vendida a capi tales extranjeros que lentamentela hicieron ineficaz como industria, que la descapitalizaron, hasta que sus talleres terminaron convertidos con los años en una plaza y luego en un rincón de droga y robo. Como historia de un país, o al menos como síntesis de su historia, resulta patético. Aceptar realizar el trabajo arqueológico implicó plantearnos qué posibilidades teníamos de recuperar información signi ficativa sobre lo allí sucedido. ¿Quedaban huellas en el lugar de lo que había pasado?, ¿Era posible que nuestro trabajo contribuyera a entender mejor lo sucedido?, ¿Podía nuestra interpretación darle fuerza al sitio para que la comunidad recordara lo que sucedió y decidiera protegerlo? Si encon trábamos evidencias materiales de los eventos en cuestión, 31 A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) ¿serían significativas para la memoria? Todas estas pregun tas y algunas certezas son las que trataremos de desarrollar en este libro. Vamos a presentar evidencia de las pésimas condiciones en que se trabajaba en la fábrica, datos surgidos no del relato de participantes, testigos o detractores, sino del análisis de los restos de lo que fue su instalación: de los talleres con temperaturas tan agobiantes que convertían los ladrillos de las paredes en vidrio, de lo mínimo de los espa cios por donde se movían los obreros, de la falta de ventilación. Ver todo esto no es cosa menor para entender por qué se produjo allí un levantamiento social obrero de enorme mag nitud. No fue el primero en el país, pero sí fue, tal y como la semana que lo contuvo, trágico. Cambió el movimiento obre ro para siempre y también la forma en que sería reprimido, mediante la organización de bandas como la Liga Patriótica -la Triple A sólo fue su sucesora-, para que el Estado queda ra, o intentara quedar, con las manos limpias. La plaza Martín Fierro y los restos de los talleres Vasena de ben permanecer como testigos de una historia que nos mues tra que el camino al crecimiento pasa por la igualdad, la no explotación y el trabajo solidario. Que en algún momento el país se equivocó en su recorrido y frustró sus posibilidades de ser parte del Primer Mundo, no solamente por mandatos externos sino por contradicciones internas. A todos nos es más fácil olvidar lo negativo y recordar lo positivo, nuestro inconsciente funciona así y sirve para autoprotegernos; por eso necesitamos recordar. El martes 7 de enero de 1919 se inició en Buenos Aires una serie de eventos que marcaron que la vida de los porteños 32 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena había cambiado y la del país también. Ese martes comenzó la huelga de los obreros de los talleres Vasena, que rápida mente desató una fuerte represión policial con disparos y muertos. No era, ya dijimos, la primera huelga que se vivía en la ciudad, ya que desde hacía unos años los obreros se habían organizado y enfrentaban las absurdas condiciones laborales a que estaban sometidos. Pero este caso fue dife rente, muy diferente: desnudó la realidad de que existía un país distinto del pretendido por la Generación oligárquica de 1880 y que muchos creían que seguía vigente. En 1916 había asumido el primer gobierno elegido por voto secreto, con el que el Radicalismo había llegado al poder con Hipólito Yrigoyen. En ese entonces, los hijos de los inmigrantes -los que componían la servidumbre, los operarios, aquellos que antes eran mal vistos por las familias tradicionales- se con virtieron en quienes definían la política nacional. Es que, si bien el poder fomentó la inmigración, jamás sospechó que los recién llegados les disputarían el lugar. Evidencias del pasa do a la basura: una gran piedra de Ham- burgo de las antiguas veredas, adoquines y pizarras de un te cho descartado en el escombro de la obra moderna (2010). 33 A na Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) Evidencias del pasa do a la basura: una gran piedra de Ham- burgo de las antiguas veredas, adoquines y pizarras de un te cho, descartado en el escombro de la obra moderna (2010). Sin embargo, y pese a que el gobierno de turno era demo crático, o precisamente por eso, el movimiento huelguista de enero de 1919 se extendió rápidamente y creció como nunca antes nadie lo había visto. La represión se desató también como pocos imaginaron, y hubo heridos, muertos, incendios, asaltos, barrios tomados y fuerzas de seguridad que actua ron con toda violencia porque la situación se les fue de las manos. Pero las cosas cambiaron cuando a partir del día 10, un grupo de militares reunidos en el Círculo Naval e impul sados por el jefe de la Armada, el almirante Bustos Domeq, acompañado por el general Dellepiane, empezaron a convo car a sus amigos civiles para organizar un grupo paramilitar que reprimiera al movimiento obrero3. Consideraban que el Gobierno no podía controlar la situación y decidieron hacerlo por su propia cuenta; esta primara Guardia Cívica (hoy la llamaríamos parapolicial o paramilitar), armada y violenta, rápidamente se organizó bajo las consignas de “E v ita r otro Petrogrado de 19I T ’ -es decir, la Revolución Rusa de Lenin- 3 Beatriz Seibel, Crónicas de la Semana Trágica, enero de 1919, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1999. 34 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena y “atacar a rusos y catalanes”, sindicados como los enemigos anarquistas y comunistas, y salieron a la calle con el visto bueno policial. El mismo general Dellepiane había creado poco antes algo parecido para proteger las fiestas del Cente nario, la Policía Civil Auxiliar, que después fue desarmada4; recordemos que las grandes fiestas del Centenario se hicie ron en una ciudad militarizada y en estado de sitio. Uno de los líderes de la represión de la Semana Trágica, Juan Carulla, contó en sus memorias cómo la organización paramilitar que nació para detener el movimiento obrero rápidamente se transformó en anti-extranjera, y luego en racista y antisemita; los barrios judíos fueron atacados e in cendiados, se asesinó, violó y robó con impunidad y a límites no imaginados en un país donde la presencia de inmigrantes siempre fue enorme. El escritor Arturo Cancela, tras ver por primera vez en su vida uno de esos asesinatos, escribió: “Hasta el momento yo no había visto m orir a nadie (...) sin embargo es el incidente más triv ia l que se pueda im aginar: usted se pone en torno del brazo izquierdo la cinta del gato de su casa o la liga de la mucama, coge un revólver, sale a la calle y le pega un tiro en el corazón al p rim er hombre h um il de que le parezca sospechoso. Con eso ha dejado usted en la orfandad a media docena de chiquilines, pero en cambio ha Consolidado las Instituciones”5. 4 José R. Romariz, La semana Trágica: relato sangriento del año 1919, Ediciones Hemis ferio, Buenos Aires, 1952. 5 Arturo Cancela, Una semana de jolgorio: tres relatos porteños, Edición del autor, Buenos Aires, 1922. 35 Posible sitio de im pacto de un proyectil de grueso calibre que quebró el piso de cemento y el con trapiso inferior en ondas concéntricas. A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) Y a tal grado fue tremendo que el propio Juan Camila, uno de los ideólogos de la ultra derecha nacionalista, no pudo creer que se produjera esa confusión entre judíos y comu nismo, y que por su propia culpa se desatara “el primer pro- grom argentino”6. El general Dellepiane lo definió bien ante la evidencia de que eran ellos los que habían perdido el con trol, al decir que: “Son menester las medidas adoptadas para buscar y aislar a los elementos perturbadores exóticos que han provocado el actual estado de cosas”; ante la respuesta de sus allegados, de que entre los agitadores habían muchos argentinos y no sólo extranjeros, concluyó: “Indudablemente, pero la mayoría está formada por extranjeros que han traído a este ambiente sus odios, sus pasionesy sus extravíos”. Que daba claro que para los represores, ser extranjero, “maxima- lista”, comunista, anarquista, judío, ruso, catalán, socialista o sindicalista era lo mismo, y que por ende debía ser comba tido y extirpado. La identidad del enemigo era obvia: todos 6 Los “progrom” eran matanzas de pobladores judíos que hacían en forma regular los cosacos -soldados del zar- en el sur de Rusia en los finales del siglo XIX; Juan E. Carulla, Al filo de medio siglo, Editorial Huemul, Buenos Aires, 1951. 36 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V a sena los que no fueran ellos mismos, la prosapia venerable; los de enfrente eran los nuevos otros porque el indio, el gaucho y el negro ya no existían, habían sido exterminados de una for ma u otra. No importó que entre los mismos judíos hubiera quienes se oponían al internacionalismo, incluso quienes ha bían pertenecido a grupos “minimalistas” anti-comunistas y anti-socialistas; desde afuera todo era lo mismo. Las paredes tal como fueron encon tradas, incluyendo maderas para hacer fuego y para acos tarse en las noches. 37 A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) Por otra parte, la Guardia Cívica se había transformado en pocos meses en una agrupación de asociaciones: Federico Leloir representaba al Yacht Club, Jorge Astaeta al Círculo de Armas, el capitán Aldao al Club del Progreso, Raúl Sán chez Elía al Jockey Club y, por supuesto, el Círculo Naval tenía una lista encabezada por los Unzué, Estanislao Zeva- llos (quien después renunció con fuertes críticas), el Perito Moreno, Ibarguren, Biedma, Santamaría, Sáenz Valiente, Anchorena, Peña Unzué, la familia Mitre, Paz, Uriburu, Do- dero, Rocha, Tornquist, Roca, Alzaga, Aldao y Martínez de Hoz por si faltara algún apellido. El día 17 se anunció la creación de la Liga Patriótica Argentina como “organización permanente (para) evitar el contagio entre los débiles” de las nuevas ideas políticas; a su frente estaba el nuevo ideólogo de la ultraderecha, Manuel Carlés, profesor de historia del Colegio Militar y de la Escuela de Guerra y también de mo ral cívica en el Nacional Buenos Aires7. ¿Les enseñaría a sus alumnos del colegio a matar y a torturar? Detalle de un muro; en toda su superficie se empotraron estantes que limitaban el paso de las personas dentro de las estrechas habi taciones. 7 Luis María Caterina, La Liga Patriótica Argentina: un grupo de presión frente a las con vulsiones sociales de la década del 20, Corregidor, Buenos Aires, 1995. 38 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena ▲ El piletón central, posiblemente usado para enfriar fundiciones, anulado con un relleno de chapas de techo dobladas; la destrucción quebró los bloques de hormigón con su violencia. ▲ Bloques de cemento empotrados en el piso para sostener un posible puesto de venta de choripán, y que destruyeron los restos de construcciones anteriores. 39 A na Ig a re ta y D a n ie l S ch á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) Todo era tan absurdo -además de trágico- que, cuando el 18 de enero el Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos A i res aceptó un aumento de sueldos que establecía un ingreso mínimo de $ 100, hubo una oposición que consideró que “ese aumento es inm oral y disolvente, porque de golpe y porrazo lleva a la abundancia y a la concupiscencia del excesivo bien estar a hombres acostumbrados a la sobriedad y estrechez”. Se expuso que los aprendices no debían ganar sino pagar y que si los recolectores y carreros ganaban $ 60 “y no han muerto de hambre, ergo pueden v iv ir (...) ¿Por qué no ha de ser feliz el obrero m unicipal con su vida de $ 48 mensuales? A l fin y al cabo es vida8 . El 22 de enero la Cámara de Dipu tados trató el tema de la jornada de ocho horas por primera vez; Leopoldo Lugones escribió luego, en el marcado giro que lo acercó hacia la derecha extrema, que “La fijación de un salario m ínim o y la lim itación de la jornada de trabajo, su prim en la libertad prim ord ia l del hombre” 9. ¿Cuántas víctimas hubo en aquellos enfrentamientos? Im posible saberlo, secreto oficial. Los datos oscilan entre 60 y 1356 muertos y hasta 5000 heridos graves; para los dia rios como La Vanguardia hubo 700 muertos, 2000 heridos y 3000 detenidos; para algunos historiadores, en todo el país se encarceló a 55 mil obreros. Pero los números sólo son imprecisos en el lado de los trabajadores; todas las fuentes coinciden, en cambio, en que entre las fuerzas armadas sólo hubo cuatro muertos y nueve heridos. Para las familias de los huelguistas y quienes los apoyaron fue un mundo; para las familias de los barrios catalanes y judíos fue el regreso 8 Beatriz Seibel, Crónicas... (1999), pág. 207. 9 Leopoldo Lugones, La grande argentina, Buenos Aires, 1930. 40 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena a lo peor de su historia, la que jamás olvidarían - "vuelven, siempre v u e l v e n "-; para las grandes familias apenas fue un incidente más. Como dijo Canilla, sólo se arrepintió cuando vio, después de 1930, a dónde había ido a parar el país con sus ideas. Al menos algunos entendieron algo e hicieron su mea culpa. Sector excavado para lelo a uno de los muros en el que se observa que toda evidencia de una estructura anterior, incluso los pisos, había sido destruida, que dando sólo restos de demolición moderna. Poco más tarde, muy poco, explotaría la Patagonia con los levantamientos de obreros de 1921 y 1922, con las masivas matanzas de peones rurales que para algunos llegaron a mil personas y que sólo terminaron cuando fue asesinado su principal ejecutor, el tristemente célebre coronel Benigno 41 A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) Varela, en 1923. Idéntica suerte corrió su agresor, detenido en la Penitenciaría Nacional, en una Argentina ensangren tada y llena de violencia. ¿Alguno de aquellos represores ju veniles imaginaría que hoy los sitios de las matanzas serían lugares históricos y que una escuela patagónica llevaría el nombre de Facón Grande, un líder de la peonada? La clase social que tanto lloró al coronel Varela y que censuró con saña los libros que contaron la verdad10, ¿habrá alcanzado a imaginar hoy que su apellido es un insulto en el país y que por algo no hay un monumento a su memoria? Pero el genocidio más horrendo de esos años fue la Masacre de Napalpí, olvidada por muchos dado que ocurrió en 1924 en un lejano Chaco pero en la que casi se exterminó a lo que quedaba de la población aborigen. El conflicto surgió en ese territorio que aún no era provincia pero que había vivido un rápido crecimiento de las plantaciones de algodón y de la apetencia por las tierras de cultivo, pagando sueldos de hambre. Ello desató una primera huelga indígena organiza da por los caciques y cuyos participantes se reunieron en la localidad de Napalpí, donde comenzaron las negociaciones. El interventor que representaba al Gobierno, Fernando Cen teno, se negó a cualquier acuerdo, pidió refuerzos policiales y, con la excusa “de un malón”, usó un avión para incendiar la zona, cubierta de vegetación seca; al salir, los indígenas fueron ametrallados indiscriminadamente. Los sobrevivien tes fueron buscados para ser degollados algunos, empalados otros y hasta mutilados muchos, para exhibir sus orejas y 10 José María Borrero, La Patagonia Trágica (1928),Editorial Americana, Buenos Aires, 1957 y Osvaldo Bayer, Los vengadores de la Patagonia Trágica, 3 vols, Editorial galerna, Buenos Aires, 1973-74. 42 La S e m a n a T rá g ica y ios ta lle re s V asena genitales en la cercana ciudad de Quitilipí. Los muertos se calculan en casi ochocientos entre los indígenas y ni un solo herido entre los militares. El escándalo fue rápidamente si lenciado bajo la excusa de que se trató de una “sublevación indígena”. Sector excavado en el interior del ángulo de las paredes históricas,con restos de pisos y cimientos de la fábrica, aún visibles. Vasena en Buenos Aires, Santa Cruz en el sur, Napalpí en el noreste, todos sangrientos símbolos de su tiempo. En la Patagonia, sólo desde hace unos pocos años se investiga y se 43 A na Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) ha tratado de entender con datos concretos la historia de lo que sucedido realmente; en el Chaco, hasta el 2008, los he chos de la matanza no podían ser enseñados en las escuelas porque el tema no estaba en los programas nacionales de educación". Y, sin embargo, quizás sean esos eventos los que nos permitan entender el quiebre de una nación que crecía pero que transformó su incipiente desarrollo en una secuen cia no interrumpida de barbarie en el poder. Esa era la nueva Argentina del siglo XX, en la que la rectora influencia de la Generación de 1880 se había acabado -sus protagonistas ya estaban casi todos muertos o eran venera bles ancianos- y donde la inmigración había transformado la realidad nacional golpeada por la Primera Guerra Mundial que cerraba el comercio e impedía el viaje a Europa de los jóvenes adinerados. También en el exterior, la Revolución Rusa mostraba que el mundo se hacía cada día más complejo y sus ideas democráticas y participativas se difundían rápi damente por Europa y llegaban a América; mientras tanto, Alemania estaba en llamas con Rosa Luxemburgo. En ese contexto, nuestros ideólogos locales confundieron las cosas: creyeron que los enemigos eran los pobres inmigrantes tra bajadores que traían nuevas ideas, que se creían con derecho a pensar que era posible un mundo mejor. Así se fue estruc turando un nacionalismo que tomó variadas formas -desde 11 80 años de la masacre de Napalpí, Agencia Walsh, 20 de julio 2004; Mario Vidal, Na- palpí, la herida abierta, Librería de la Paz, Resistencia, 1998; Darío Aranda, Una masacre que lleva 80 años de memoria prohibida, Página 12, 18 de enero 2008; Carlos Martínez Sarasola, Nuestros paisanos los indios, Emecé Editores, Buenos Aires, 1992; Expediente 1.630/04 caratulado “Asociación Comunitaria La Matanza c/Estado Nacional s/lndemniza- ción por Daños y Perjuicios” en el Juzgado Federal de Resistencia; el juicio fue rechazo por el Estado en 2006, un año antes se hallaron y estudiaron más de cien tumbas en el lugar; Pedro Solans, Crímenes en sangre, Ediciones del Boulevard, Córdoba, 2008. 44 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena las más democráticas hasta las muy violentas, desde las oli gárquicas hasta las populares- las que caracterizaron al país por el resto del siglo XX. Y las palabras con que comenzamos este libro se hicieron, tristemente, verdad: “Ayer fue el porve nir, y no nos dimos cuenta”12. 12 Pedro Orgambide, Hacer la América, Bruguera, Buenos Aires, 1984. 45 La Semana Trágica: una historia Fernando Gómez En la segunda semana de enero de 1919 el calor que ca racteriza el primer mes del año en Buenos Aires se hizo sen tir sin reparos. Por la tarde, la temperatura no bajaba de los treinta grados y sólo a la noche una brisa reparadora aliviaba un poco la pesadez que se vivía. Desde el 10 de ene ro no se podía salir a la calle; realizar siquiera las tareas cotidianas era peligroso, porque el Ejército, la Policía y gru pos de civiles armados perseguían a quienes se les cruzaban. Paulina Viviani, una nena de trece años que vivía con su familia de origen italiano en la calle Cabrera esquina Busta- mante, tampoco había salido de su casa. Sin embargo no fue suficiente: soldados del Ejército entraron en la humilde vi vienda y realizaron disparos a mansalva con armas de gue rra. Paulina huyó despavorida por un pasillo pero las balas la alcanzaron; una vez caída, un soldado la apuñaló por la espalda ante la mirada atónita de su madre. Su hermano de veintiún años corrió igual suerte. Por esos mismos días, el Goyo Larsen y Camilo Pizarro, dos muchachos veinteañeros con aspiraciones de alta sociedad, se alistaron en el Círculo Naval para formar parte de los grupos de civiles que rondaban las calles buscando hombres, mujeres y niños a quienes amedrentar o agredir. En su pri mer día de actividad, en el Círculo les habían proporcionado un auto para que se movieran con facilidad por la convulsio nada ciudad; luego de interceptar a un muchacho que porta ba una bandera roja, se la robaron para llevarla como trofeo. Lamentablemente no sería esa la peor de sus acciones; días más tarde y estando ofuscado, Pizarro, fuera de control, in- 47 A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) gresó con Larsen a un billar donde dispararon indiscrimina damente a la concurrencia. Tanto los hechos descriptos como sus protagonistas son acon tecimientos y personajes de ficción, creados por David Viñas en su relato En la semana trágica 13. Si los tenemos en cuenta es porque la creación de Viñas surge de la recopilación de relatos orales que dan cuenta de la inédita situación que se vivió en Buenos Aires en los primeros días de 1919. De he cho, el asesinato de Paulina y su hermano fueron reales y de los más discutidos por ese entonces. El embajador italia no pidió explicaciones por lo sucedido al presidente Hipólito Yrigoyen, y los diarios conservadores intentaron justificar la masacre repitiendo la versión oficial que indicaba que la niña tenía en sus manos una pistola; pocos lo creyeron. ▲ Escena de las manifestaciones ocurridas durante el traslado de los muertos hasta el sitio en el que se realizó el velorio. 13 David Viñas, En la semana trágica, Jorge Álvarez Editor, Buenos Aires, 1966. 48 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena ▲ Carros quemados y barricadas en la ciudad: los bomberos en acción. Comenzamos mencionando estos acontecimientos como un punto de partida que nos permita profundizar y contextua- lizar los eventos entonces ocurridos. Para hacerlo, es nece sario preguntarse ¿qué había pasado en el país para llegar a semejante nivel de barbarie?, ¿por qué motivo los enfrenta mientos entre grupos obreros y las fuerzas del orden gene raron un caos pocas veces visto y desembocaron en un nivel de represión sin igual? Todo comenzó como una escaramuza entre obreros en huelga de la empresa metalúrgica Vasena y rompehuelgas que trabajaban custodiados por la Policía, y culminó como un proceso represivo en el que participaron civiles, policías e incluso el Ejército, en el que se utilizaron armas pesadas como ametralladoras y cañones. Se estima que la cantidad de víctimas fatales registradas hasta el res tablecimiento del orden fue significativa, pero dado que el 49 A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) gobierno de Yrigoyen no brindó un número oficial de muer tos, las diferencias son inmensas según qué testimonio se siga. Para un comisario que cumplía actividades en los suce sos hubo entre 60 y 65 muertos; para diplomáticos de los Es tados Unidos los caídos fueron 1356. Los diarios socialistas y anarquistas de la época hablaron de más de 700 personas fallecidas, 4000 heridas y 45.000 prontuariadas como resul tado de los enfrentamientos. Más allá de los números y su significado en aquel tiempo, intentaremos entender cómo se inició y desarrolló esta con frontación, y qué sucedió durante esa segunda semana de enero que quedó grabada en la memoria popular argentina y pasó a la historia como la Semana Trágica. El camino preliminar y el estallido En 1919 Argentina se contaba entre los países más conso lidados económica y comercialmente del continente; incluso se perfilaba como una potencia pujante en el campo interna cional, a medida que sus exportaciones encontraban ávidos mercados en diversos países de una Europa golpeada por la guerra. Este perfil prometedor tenía, sin embargo, una oscu ra contracara, la de una gran parte de la población que no se veía beneficiada con las ganancias obtenidas por el paísy que luchaba infructuosamente contra la pobreza. El modelo económico predominante, denominado agroexpor- tador, se caracterizó por estar enfocado en la producción de materias primas para los mercados internacionales y por un pobre desarrollo de la industria nacional. A ello se sumó una 50 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena importante presencia de capitales extranjeros, sobre todo ingleses, en el control de sectores clave de la economía tales como el ferroviario. El diseño y la ejecución del modelo han sido atribuidos a la denominada Generación del 80, siendo 1880 la década en que comenzaron a delinearse las propues tas políticas que condujeron a la implantación del menciona do esquema agroexportador. La victoria de Julio Argentino Roca en las elecciones presidenciales de ese mismo año inau guró una etapa marcada por el control -que algunos llaman manipulación- de las elecciones por parte de los grupos polí ticos dominantes, en aras de una pretendida modernización del país. Roca fue, sin duda, una de las figuras de más peso de la Generación del 80, dos veces presidente y persona muy influyente incluso después de culminados su mandatos. ▲ Velorio de los asesinados por la represión, traslado de los féretros por la calle en medio de los ataques y la violencia. 51 A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) ▲ Velorio de los asesinados por la represión, llevando los féretros por la calle en medio de los ataques y la violencia. Los cambios que vivió el país entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX fueron vastos. En lo que res pecta a la producción agrícola la superficie cultivada aumen tó de manera exponencial, de 580.000 hectáreas en 1872 a 24.000.000 en 1915. La producción se centraría a partir de entonces en maíz y trigo para exportación, convirtiendo a la Argentina en uno de los máximos exportadores mundiales en la materia. El despegue comercial de los cultivos del litoral y la pampa húmeda aumentó la brecha económica que separa ba dichas regiones de las demás áreas productivas del país. El crecimiento poblacional fue otro de los factores que se de sarrolló significativamente; la ciudad de Buenos Aires pasó de tener 187.100 habitantes en 1869 a 1.575.000 en 1914, y la población económicamente activa (PEA) de todo el país se incrementó de 923.000 personas en 1869 a 3.360.000 en 191414. Este aumento se debió fundamentalmente a la gran 14 Datos extraídos de los resultados del primer y el tercer censo nacional. Citado por Mirta 52 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena cantidad de inmigrantes que ingresaron entonces a la Argen tina, y que se ubicaron en las regiones de mayor actividad económica. Resulta interesante mencionar que, de los ocho millones de inmigrantes llegados en el periodo comprendi do entre 1870 yl914, aproximadamente cuatro millones y medio retornaron a sus países de origen, en su mayoría des ilusionados con la realidad económica del país que distaba bastante de la soñada por quienes arribaban por primera vez al Río de la Plata. El proyecto agroexportador no se desarrolló sin conflictos políticos. La principal oposición provino de la Unión Cívica Radical, con Leandro Alem15 como primera gran figura. Su suicidio, ocurrido en 1896, derivó en el ascenso político de su sobrino, Hipólito Yrigoyen. La actividad política de este último había comenzado al ser electo diputado provincial, y continuado luego con su nombramiento como diputado nacional. La proscripción sufrida por la UCR llevará a que, hacia fines del siglo XIX, el partido desarrolle una línea polí tica intransigente, caracterizada por la abstención electoral permanente, la denuncia de fraudulento al sistema de vo tación y la utilización de la protesta armada como recurso válido de oposición. Para la misma época, la clase trabajadora comenzó a explo tar espacios de reunión y expresión política, en los que se inició la lucha por distintas reivindicaciones obreras. En un principio se trató de asociaciones que buscaban resolver pro- Zaida Lobato, Los trabajadores en la era del progreso, en: El progreso la modernización y sus límites (1880-1916) Buenos Aires, Sudamericana, 2000. 15 Su apellido originalmente era Alen pero lo había modificado para diferenciarse de su padre, Leandro Alen quien había sido ahorcado por pertenecer a la mazorca rosista. 53 A na Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) blemas puntuales de los agrupados, tales como la Sociedad de Ayuda Mutua creada por los tipógrafos en 1854. Con el correr de los años estas instituciones y las que reunían a los inmigrantes por sus países de procedencia, se volvieron fundamentales como herramienta social de los reclamos la borales de los trabajadores. Cabe recordar que, por enton ces, las condiciones de trabajo eran infrahumanas y que la jornada laboral se extendía de sol a sol. La Ley de descanso dom in ica l, por ejemplo, fue recién sancionada en 1905 y era sólo efectiva en la Capital Federal, siendo además constan temente violada por los empresarios sin perjuicio alguno. ▲ Los talleres de Vasena y las chatas incendiadas en su puerta, inicio de los eventos más violentos. 54 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena En 1890 se realizó en nuestro país el primer acto conmemo rativo de la matanza de obreros ocurrida en Chicago el 1º de mayo de 1886, un recordatorio que núcleo a distintos grupos y organizaciones de obreros. El germen de ese encuentro se consolidó en 1894, cuando nació el Partido Socialista y co menzó a editarse el periódico La Vanguardia con el objeto de expresar sus ideas políticas. El nuevo siglo trajo la creación, en 1901, de la primera organización nacional de trabajado res, denominada Federación Obrera Argentina, que en 1905 se trasformó en Federación Obrera Regional Argentina bajo la bandera anarco-comunista. El control que los anarquistas ejercían sobre la FORA llevó al Partido Socialista a impulsar la creación de una nueva entidad de agrupación obrera; na ció entonces la Unión General de los Trabajadores en 1903. En el curso de los siguientes años, se produjo el surgimiento de diversas agrupaciones sindicales, de corte socialista algu nas y anarquistas otras, que nuclearon a los obreros en fun ción de la industria en la que se desempeñaban y cuyos diri gentes compitieron con frecuencia por el control político de las mismas, pero que en su conjunto conformaron el inicio de las instituciones sindicales del país. Con sus distintas variantes, este conjunto de organizaciones canalizó la expresión política de sectores que no podían manifestarse dentro del régimen establecido, ya que los momentos de votación no eran los in dicados para revelar su descontento debido al férreo control ejercido por los conservadores que dirigían el país. Votar no era cosa sencilla antes de 1916, sólo lo hacían los propietarios establecidos y que supieran leer y escribir, además de que no era secreto ni en privado, por lo que quien tenía más matones a sueldo garantizaba la elección. Eso al margen de que el pue blo no tenía, ni podía tener, representantes a quienes votar. 55 A n a Ig a re ta y D a n ie l S ch á ve lzo n (c o m p ila d o re s ) Para la élite gobernante, los conflictos planteados por los grupos obreros eran producto de extravíos o de la influen cia de extranjeros que llegaban imbuidos de las ideas de los movimientos revolucionarios europeos y que buscaban la disgregación social. Tal vez por ello la represión de los tra bajadores fue habitual desde las primeras manifestaciones e incluso en 1902 se sancionó la Ley de Residencia, que posi bilitaba a las autoridades deportar al país de origen a los ex tranjeros detenidos en disturbios o manifestaciones obreras. Vale la pena mencionar que un pequeño grupo moderniza- dor intentó, sin demasiado éxito, modificar las opiniones de la línea másconservadora, admitiendo para ello algunas reivindicaciones para los trabajadores y buscando organizar la relación entre el trabajo y el capital. Encabezado por Joa quín V. González, este grupo redactó en 1904 un Código de Trabajo en el que se proponía la implementación de algunas de sus propuestas; sin embargo, en 1910, los actos de con memoración del Centenario trajeron una oleada de protes tas que fueron nuevamente contestadas con una fuerte re presión dirigida sobre todo a las filas anarquistas. Luego del Centenario se promulgó la Ley de Defensa Social (Ley 7.029) que continuaba con la política represiva y prohibía las ma nifestaciones obreras bajo amenaza de distintas sanciones. El constante incremento de la población y el creciente des contento de las clases populares llevaron al Gobierno nacio nal a intentar un acercamiento mediante la promulgación de la Ley de Reforma Electoral. Esta, en 1912, bajo la presi dencia de Roque Sáenz Peña tenía como objetivo principal la inclusión en la arena política del más fuerte enemigo político del oficialismo: la UCR. 56 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena ▲ Militares en posición para detener las manifestaciones, armados con ametralladoras de grueso calibre. ▲ Automóvil con un grupo paramilitar armado, que recorre la ciudad para reprimir a los huelguistas. 57 A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) Hasta entonces, la UCR no había participado en las eleccio nes por considerarlas fraudulentas, a la vez que intervenía en algunas acciones armadas contra el Gobierno. La suma- toria opositora de la UCR y la clase trabajadora, con sus or ganizaciones políticas, fue demasiado para el gobierno, que tuvo que ceder a la presión reformista. Sin embargo, esta ley electoral conocida como Ley Sáenz Peña estaba lejos de satisfacer las necesidades de los trabajadores; de hecho, ni siquiera era un canal legítimo de su expresión política, dado que solamente habilitaba a votar a los varones nativos ma yores de edad, dejando nuevamente afuera a los trabajado res inmigrantes. Teniendo en cuenta que hacia 1915 casi un tercio de los obreros lo eran, resulta entendible por qué los resultados de las elecciones no representarían para ellos un cambio significativo. Pero sí lo sería para Partido Radical. El bloque conservador, ante el temor de las manifestaciones obreras, brindó a la UCR una inédita posibilidad electoral que tornó inocua su posición política antiparticipativa y la distanció de las masas que seguirían en lucha por sus rei vindicaciones. Los conservadores perdieron las elecciones provinciales de 1912 en Santa Fe, de 1914 en Entre Ríos y de 1915 en Cór doba. En 1916 y luego de una campaña sin muchas aparicio nes públicas, el candidato radical Hipólito Yrigoyen obtuvo cerca del 46% de los votos; su llegada al poder se resolvió, sin embargo, por el sistema de elección indirecta a través de electores16. Yrigoyen asumió el 12 de octubre de 1916. El en tusiasmo popular por la llegada al poder del radicalismo fue 16 Este sistema fue modificado por la reforma electoral de 1994, que impuso además el ballotage como método de definición. 58 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena enorme17, y condensó las esperanzas de cambio de un vasto sector de la población que se ilusionaba ante el quiebre de la política de los conservadores. Sin embargo, las cosas se com plicaron más temprano que tarde para el nuevo presidente al no poder satisfacer las exigencias de los diferentes grupos sociales. La primera traba que tuvo el nuevo mandatario fue la opo sición conservadora que había mantenido el control en el Congreso y que dificultó las iniciativas surgidas del Poder Ejecutivo. Cuando los radicales lograron reunir la mayoría en diputados fue la Cámara de Senadores el nuevo bastión conservador. La segunda dificultad vino de la mano del contexto interna cional. La posición neutral que había adoptado oficialmente el Poder Ejecutivo fue percibida como políticamente inade cuada desde distintos sectores, tentados a ceder ante la pre sión para alinearse con los Aliados -bando que finalmente triunfó con la ayuda de los Estados Unidos-. Dado que la economía argentina estaba íntimamente relacionada con la de los imperios de la época, sobre todo la de Gran Bretaña, el retraimiento de las operaciones comerciales y la merma en el ingreso de capitales debidos a la guerra se plasmaron en una importante caída de la actividad económica que per judicó duramente a los trabajadores y que marcó el inicio de grandes movimientos de protesta. 17 Las crónicas del día 12 resaltan que una multitud acompañó a Yrigoyen desde el Congreso a la Casa de Gobierno e incluso desengancharon los caballos que llevaban al flamante presidente haciéndose cargo los propios seguidores del traslado del coche presidencial. 59 A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) El malestar en los grupos populares comenzó a sentirse ha cia 1914, pero se agudizó a fines de 1917, cuando la lenta suba de los precios internacionales empezó a beneficiar a los productos exportados desde la Argentina pero sin que ello se reflejara en los salarios de la clase obrera, que por esos tiempos vivía días aciagos. Los indicadores son claros en tal sentido: un salario que en 1914 era de 100 había decaído en 1917 a 72 y en 1918 a 61.718. El costo de vida, si se establece un costo de 100 para 1910, en 1917 había ascendido a 146 y en 1918 a 17319. La desocupación había ascendido en la Ca pital Federal a 10.8 %. Los trabajadores recibieron los cambios con reclamos, apo yándose en años de experiencia para realizar sus acciones; para ese entonces, se había organizado ya en 1902 la prime ra huelga general del país. Para el fin de la Primera Guerra Mundial, la cantidad de afiliados a las organizaciones gre miales se había incrementado y continuó por años, revir tiéndose así los efectos de la fuerte represión sufrida en las celebraciones del Centenario20. Sin embargo, para 1919 y en relación con la cantidad total de obreros inmigrantes que trabajaban en la ciudad, el nú mero de afiliados a organizaciones sindicales en la Capital 18 Edgardo Bilsky, La semana trágica, Buenos Aires, CEAL, 1984. p. 40. 19 Julio Godio, La semana trágica de enero de 1919, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985. p. 16. 20 El 1o de Mayo de 1909, una multitudinaria marcha organizada por los anarquistas su frió una brutal represión. La manifestación en Plaza Lorea fue atacada por la policía que en pos de dispersarla disparó a mansalva dejando ocho muertos y más de 100 heridos. En noviembre Simón Radowitzki, un joven anarquista de diecinueve años mató al jefe de la policía, el Coronel Falcón con una bomba casera, porque había estado a cargo de la represión de mayo. La libertad de Radowitzki se convertiría en bandera de lucha del anarquismo por los años siguientes. 60 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V a sena Federal continuaba siendo escaso, y era incluso inferior en el interior del país, donde el nivel de organización de la clase trabajadora era aún menor y había muy pocos grupos sindi- calizados. ▲ Herido al momento de ser trasladado por los servicios de emergencia. El eje agroexportador había llevado a constituir al transporte como la principal actividad laboral. En 1914 la actividad em pleaba a unas 45.000 personas nucleadas en torno a los ferro carriles, los tranvías y las actividades portuarias. La impor tancia de las grandes empresas transportistas en el esquema económico era enorme, sólo comparable con la de la industria frigorífica o la de las centrales eléctricas. La adhesión de los afiliados de la Federación Obrero Ferroviaria y la Federación 61 A na Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) Obrera Marítima a la FORA hicieron de esta última la insti tución sindical de mayor peso, máxime si se tieneen cuenta que una huelga del transporte podía paralizar al país entero. El cambio de autoridades nacionales del año 1916 se realizó en medio de una oleada de huelgas que se llevaron adelante con firmeza pero con resultados dispares. El nuevo gobierno marcó un cambio fundamental en lo que respectaba a las políticas de manejo de los conflictos laborales, pretendiendo distanciarse de la mera represión que había sido la norma hasta el momento. A poco de haber asumido, el propio Yri- goyen medió en un conflicto que involucró a la Federación Obrera Marítima, arbitrando a favor de los reclamos obre ros e inaugurando de este modo una nueva vía posible de solución de conflictos. Sin embargo, no iba a ser ésa la po sición habitual del Gobierno: en marzo de 1917, una huel ga de empleados municipales fue reprimida de igual forma como se había hecho durante los años anteriores. El arbitrio de Yrigoyen se reveló entonces como poco uniforme, varian do de acuerdo con el conflicto en que intervenía. Ante esta estrategia oficial, los grupos sindicalistas buscaron obtener los mayores réditos posibles, mientras que aquellos grupos obreros dirigidos por anarquistas se opusieron al Gobierno y a cualquier tipo de negociación. El ciclo de conflictos abierto en 1916 con la mencionada huel ga continuó con otras menores en 1917, hasta que el 24 de septiembre se convocó a una huelga general que afectó fuer temente a los ferrocarriles y puso en conflicto prácticamente a todo el sector: Otras agrupaciones sindicales importantes se solidarizaron con el reclamo y paralizaron también sus actividades. 62 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena La coyuntura desencadenante de 1918 Durante el año 1918 desarrollaron eventos clave que sir vieron como preludio a los hechos de la Semana Trágica. En ese año se produjo la Reforma Universitaria, llegaron a es tas tierras las noticias sobre la Revolución Rusa y se inició el conflicto en los talleres de Pedro Vasena e Hijos que culmi naría en los terribles sucesos de enero de 1919. La Reforma Universitaria tuvo su epicentro en la Universi dad de Córdoba y marcó un antes y un después tanto en los claustros académicos argentinos como latinoamericanos, dado que su propuesta se expandió a otras regiones. Hasta ese en tonces las universidades eran un reducto de los sectores más encumbrados de la sociedad, funcional a sus intereses de cla se y, sobre todo, cerrado y corporativista al extremo. Grupos de universitarios que no acordaban con esa tradición llevaron adelante un movimiento de protesta frente a innumerables arbitrariedades que sufrían día a día a manos de las autorida des universitarias y tuvieron eco en la Universidad de Buenos Aires y en la de La Plata. Impulsaron luego una serie de re formas de los estatutos y de la vida cotidiana en los claustros, logrando resultados positivos de la mano de un gobierno que, si bien no participó activamente en la transformación, vio con buenos ojos los cambios ocurridos y colaboró indirectamente con ellos. Cabe resaltar que si bien los beneficiarios inmedia tos de esta reforma fueron los sectores medios de la sociedad, desde los espacios de los trabajadores se apoyó el movimiento y se vivió con entusiasmo la resolución del conflicto. La sociedad argentina de 1918, con la importante cantidad de inmigrantes que la componía, consumía y esperaba con 63 A n a Ig a re ta y D a n ie l S ch á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) ansiedad las noticias que le llegaban desde el extranjero, principalmente desde Europa, que por entonces sufría los efectos de la culminación de la Primera Guerra Mundial. Entre las novedades arribaron los primeros comentarios so bre la Revolución Rusa, producto de una población exhausta ante las guerras y hambrunas, que derrocó al zar Nicolás II y comenzó una transición que finalizaría con la toma del po der por parte de los bolcheviques dirigidos por Lenin y Trots- ky. La Revolución se hizo eco de las solicitudes del pueblo ruso que por entonces reclamaba, como decían las pancar tas, “Paz, pan y tierra”. De este modo el nuevo gobierno tomó la decisión de retirarse del conflicto bélico y concentrarse en realizar los necesarios cambios políticos y económicos inter nos. Las noticias de estos sucesos llegaban a la Argentina con poca claridad, tanto por las comunicaciones dificultosas como por la falta de precisiones sobre el rumbo que tomaría el nuevo grupo en el poder. ▲ La ciudad vacía y los militares y policías armados en las esquinas. 64 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena Los sectores de izquierda en nuestro país se mantuvieron expectantes y sólo dos grupos levantaron abiertamente la bandera reivindicatoría de la nueva Revolución Rusa. Es tos fueron el grupo anarquista que publicaba el periódico Bandera Roja, y el Partido Socialista Intemacionalista (que posteriormente se convertiría en el Partido Comunista Ar gentino). El buen recibimiento dado a la Revolución por los anarquistas se explica por su glorificación del maximalismo del grupo de Lenin antes que por su adhesión al marxismo. De este modo, los anarquistas, que habían sido histórica mente opositores al marxismo dentro de las filas de izquier da, veían en el maximalismo ruso un camino viable de trans formación social. Otro grupo que recibió con entusiasmo la Revolución Rusa fue el de los intelectuales que habían apoyado la Reforma Universitaria y que veían en ésta una usina de transforma ciones sociales posibles. Entre ellos, José Ingenieros, quien brindó una conferencia en un teatro de la Capital Federal en noviembre de 1918 titulada “La significación histórica del movim iento maximalista”, explicando las novedades de los eventos ocurridos en Rusia. Días más tarde, en una mani festación anarquista que reclamó por la liberación de Apo- linario Barrera y Simón Radowitski, se explicó a los 30.000 participantes agolpados en cinco tribunas lo que significaba el maximalismo en Rusia; la reunión terminó con disturbios callejeros y el mismo jefe de Policía de Buenos Aires resultó herido. Pero tal vez el sector más profundamente alterado por la llegada de las noticias de los cambios que se producían en Europa fue el conservador, aquél que había perdido terreno 65 A n a Ig a re ta y D a n ie l S ch á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) en las elecciones de 1916 pero que aún contaba con un po der político significativo, y uno económico aún mayor. Ello se vislumbraba luego de cada huelga o mínimo conflicto, cuando se extendían los rumores de que existía un complot -unas veces organizado por el Partido Socialista, otras por enviados extranjeros- que amenazaba con atacar la ciudad y los privilegios de la élite. Esta paranoia se vio alimentada por los recurrentes reclamos que los trabajadores realiza ron durante ese año, ante el incumplimiento en los pagos de sueldos, jornales o despidos. Sin embargo, las huelgas que habían tenido auge en 1917, con 136.000 trabajadores adhe- rentes, habían bajado su intensidad en 1918 y para media dos de año se vivía un clima de aparente calma. ▲ Manifestación en apoyo a la huelga que incluye gran cantidad de niños. Más allá de los supuestos, la vieja élite conservadora y los representantes del capital extranjero parecían haber asumi- 66 La S e m a n a T rá g ica y lo s ta lle re s V asena do por entonces que el gobierno del momento no representa ba directamente a sus intereses, por lo que organizaron la creación de la Asociación Nacional del Trabajo, una entidad que tomaría como lemas la libertad de trabajo y la defen sa de los derechos e intereses de la industria. En términos prácticos, esta asociación se ocupó de reclutar trabajadores para que actuaran como rompehuelgas en los conflictos gre miales, proporcionando a las empresas una mano de obra de recambio ante la ausencia potencial de obreros declarados en paro. La ANT no tardó mucho tiempo en comenzar a actuar, ya que a principios de septiembre de 1918 volvieron a surgir conflictos y en octubre la FOM se declaró en huelga, recibiendo numerosas adhesiones, lo que llevó a una caída de cerca del 30 % en la actividad económica del sector. La huelga se extendió hasta fin de año e incluyó diversos en frentamientos entre trabajadores y grupos de rompehuelgas. Para fines de ese año, en todo el país se vivía un momento agitado; el presidente Yrigoyen intervino aquellas provincias que generaban conflictos a su gobierno y en su propio partido, la UCR, se abrió un sector opositor, el llamado Grupo Azul que cuestionaba la política del mandatario. El 8 de diciembre de 1918 la Policía de la ciudad de Rosario se declaró en huel ga, sembrando el pánico en el Gobierno provincial y en sec tores de derecha que entendían esa huelga como el principio de un gran complot revolucionario, exagerando la proporción del reclamo, que sólo exigía el pago de los ocho meses de suel do adeudados. Otros sectores de trabajadores fueron involu crándose en conflictos de distinta intensidad, entre ellos los trabajadores de la construcción, quienes fueron objeto de una violenta represión policial y el 1Q de Enero de 1919 enterra ban, asesinado por la Policía, al pintor Alfredo Castro. 67 A n a Ig a re ta y D a n ie l S ch á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) El conflicto en los talleres Vasena y la Semana Trágica La empresa metalúrgica Pedro Vasena e Hijos empleaba en 1919 a alrededor de 2500 operarios que se distribuían entre la planta industrial ubicada en Cochabamba y La Rio- ja, en San Cristóbal, y los depósitos que se encontraban en Pepirí y Santo Domingo, en Parque Patricios. Para ese en tonces la familia Vasena había perdido la mayor parte del paquete accionario a manos de capitales británicos, cuyos representantes integraban el directorio junto con uno de los hijos del fundador. Al igual que sus pares, la empresa se vio severamente afec tada por los eventos de la Primera Guerra Mundial, habi da cuenta de que muchos de sus insumos eran importados -como el carbón que daba energía a los talleres-, y que las importaciones habían mermado o se habían suspendido du rante la conflagración. La empresa no absorbió entonces las pérdidas sufridas, sino que las trasladó hacia sus obreros quienes vieron reducirse sus jornales estrepitosamente o fueron directamente despedidos. Con el fin de la guerra la actividad comercial mostró un principio de recuperación y los trabajadores comenzaron a sindicalizarse para efecti- vizar los reclamos mantenidos desde hacia tiempo. Así, el 2 de diciembre de 1918 se inició una huelga solicitando la reducción de la jornada de trabajo de 11 a 8 horas, la im- plementación del descanso dominical (ya estipulado por la Ley pero aún no efectivo en Vasena), el pago de las horas suplementarias, la reposición de los delegados despedidos o suspendidos por sus actividades gremiales y la mejora en las condiciones de salubridad laboral. 68 La S e m a n a T rá g ic a y los ta lle re s V asena Los reclamos no fueron escuchados por los directivos de Va- sena, quienes se sentían seguros debido a sus contactos polí ticos y al respaldo de la ANT. La empresa tenía como asesor legal a Leopoldo Melo, un influyente dirigente radical que, pese a estar distanciado de Yrigoyen resultaba una figura de peso al momento de solicitar ayudas oficiales. Por su parte, durante los primeros días de la huelga, la ANT había envia do a sus partidarios a suplir la falta de mano de obra en la fábrica. Ante la intransigencia de la empresa, el conflicto se agudizó y los obreros en huelga comenzaron a ser hosti lizados por la Policía, lo que generó una serie de disturbios en los primeros días de 1919. De los enfrentamientos salió herido un cabo de policía, que falleció en el hospital el 5 de enero. Para algunos autores, esa muerte es clave para entender el agresivo comportamiento de la policía en las jor nadas siguientes. Durante esa primera semana del año Vasena había logra do continuar con su producción diaria pese a la huelga de su personal, contando -como ya mencionamos- con el apoyo de trabajadores rompehuelgas que ocupaban los lugares de quienes no concurrían. Sin embargo, el 6 de enero se ple garon a la huelga los capataces que hasta el momento no lo habían hecho y los obreros metalúrgicos, que ya llevaban más de un mes en conflicto, sintieron que finalmente po dían frenar las actividades de la empresa. El día 7 de enero se reunieron en los alrededores del taller para presionar a quienes concurrían a trabajar exigiéndoles que se sumaran a la huelga. La empresa Vasena disponía de una serie de chatas que dia riamente recorrían el camino entre sus depósitos y los talle- 69 A n a Ig a re ta y D a n ie l S c h á v e lz o n (c o m p ila d o re s ) res, transportando las materias primas necesarias para la manufactura de sus productos. Ese 7 de enero por la tarde, los huelguistas intentaron convencer a los conductores de las chatas de que desistieran de lo que la mayoría percibía como una actitud contraria a sus intereses. A las 15:30, y a pesar de que la presión de los huelguistas no pasaba de vi vaces improperios, los conductores de las chatas comenzaron a disparar con armas de fuego sobre la multitud de obreros que se encontraban con sus mujeres y niños. Este primer tiroteo sobre los trabajadores en paro fue seguido por la Po licía, que sin dudarlo comenzó a disparar sobre la aglomera ción de personas que se encontraba en la zona, sembrando el terror entre los huelguistas y también entre los vecinos y transeúntes. El tiroteo duró cerca de dos horas e involucró a 110 policías y bomberos armados con fusiles Mauser. En una extensión de 600 metros se dispararon más de dos mil tiros, cuyo saldo, entre los manifestantes y vecinos, fue de cuatro personas muertas y más de treinta heridos. En las fuerzas policiales el saldo fue de tres heridos leves. La noticia de lo ocurrido sobrevoló la ciudad, que se asom bró ante la feroz represión. Por la noche se hizo presente en la zona del tiroteo una comisión del Partido Socialista, que incluyó desde funcionarios del Estado a dirigentes obreros. El grupo emitió una declaración en la que manifestó que el accionar de la Policía los hacía pensar que seguía un plan previamente trazado para intimidar a los vecinos del barrio que se habían solidarizado con los huelguistas. Esta declara ción aumentó la incertidumbre del público, que no alcanzaba a dilucidar si la Policía había actuado por orden del Gobierno 70 La S e m a n a T rá g ica y los ta lle re s V asena o si simplemente buscaba venganza por el cabo muerto días antes. La misma noche del 7 de enero la dirección de Vasena recibió el respaldo de grupos conservadores y de la ANT. Desde el Gobierno y a través del Departamento Nacional del Traba jo, se le solicitó, entre otras cosas, que aceptara recibir una comisión de huelguistas y que concediera 12 % de aumento y una reducción de las horas de trabajo como manera de me diar en la situación. El Directorio de Vasena se comprometió a dar un aumento, pero inferior al solicitado; y ordenó el cambio del recorrido de las chatas que iban desde los depósi tos en Nueva Pompeya a los talleres situados en Cochabam- ba, para engañar a los huelguistas y que la fábrica siguiera operando de alguna forma. El 8 de enero fue un día de manifestaciones pero sin enfren tamientos y los trabajadores acordaron realizar un cortejo fú nebre al día siguiente, juntamente con el velatorio y traslado de los restos de los obreros asesinados el día anterior. Desde la agrupación de obreros metalúrgicos se convocó a una huel ga de 24 horas para acompañar el cortejo al día siguiente. La FOM, también en huelga, se había reunido en asamblea general y se declaró solidaria con los obreros de Vasena, de cidiendo además movilizarse para el entierro de las víctimas. Diversas organizaciones obreras expresaron
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