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Esta obra está bajo licencia 2.5 de Creative Commons Argentina. Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Documento disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de la Universidad Nacional de La Plata. Gestionado por Bibhuma, biblioteca de la FaHCE. Para más información consulte los sitios: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciada en Sociología Director: Busso, Mariana Cita sugerida: Cafferata, M. V. (2011). De Crisis y Ferias, Dos ferias en un mismo parque: ¿Identidades feriales trastocadas?. Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.702/te.702.pdf Cafferata, María Victoria De Crisis y Ferias, Dos ferias en un mismo parque: ¿Identidades feriales trastocadas? http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/ http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar/ http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/ 1 UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA TRABAJO FINAL // TESINA Título del Trabajo Final/ Tesina De Crisis y Ferias, “Dos ferias en un mismo parque: ¿identidades feriales trastocadas?” Alumno/a: Victoria Cafferata Legajo: 74219/8 Correo electrónico:victoriacafferata@yahoo. com.ar Directora: Mariana Busso Fecha: Agosto de 2011 2 Resumen/Abstrac: En esta tesina/trabajo final nos proponemos analizar cómo han repercutido los momentos de crisis en las identidades feriales. Para llevar a cabo este objetivo, decidimos trabajar con dos ferias en particular: Artezama, feria tradicional artesanal y Ferizama, feria “polirrubro” de reventa y productos en desuso, ambas situadas en el Parque Lezama de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; donde analizaremos cómo los feriantes de estos atípicos lugares de trabajo viven y experiencian diferentes momentos de crisis, sean internacionales, nacionales o locales y, en particular cómo han percibido la crisis de diciembre de 2001. Para reflejar los distintos relatos de los feriantes recurrimos a un abordaje cuanti y cualitativo de investigación, a través de entrevistas partiendo de formularios estandarizados, notas de campo, observaciones, charlas informales, lo que desde la metodología de la investigación se denomina muestreo teórico. Es así que nos interesa especialmente ver cómo estos trabajos atípicos son modificados por los momentos de crisis y por la crisis de diciembre de 2001 en particular; cómo son vividos por estas dos ferias de diferentes perfiles; cómo son percibidos por los feriantes que las sostienen. De un lado, la feria de tradición artesanal y del otro la de reventa, veremos qué llevó a estos trabajadores atípicos a estos espacios informales de trabajo, qué historias traen, y cómo perduran en el tiempo. Palabras clave: Crisis, Trabajo atípico, Feria artesanal, Feria de reventa, Identidades feriales. 3 Índice * Agradecimientos………………………………………………………………………4 * Empieza el recorrido……………………………………..…………….……………...6 * Parte1: “Las Ferias”…………..…………..……….…...……………….………….....14 Artezama: “El pasado y el presente se encuentran……………………………………..16 Tiempo y espacio……………………………………………………….....18 Artesanos y artesanas………………………………………….…………....20 Tensiones y conflictos: estrategias de permanencia y Organización……………………………………………………………..….24 Ferizama: “Haciendo un futuro”…………………………………………………….....26 Espacio………………………………………………………..….................27 Feriantes……………………………………………...……………..…..…..28 Tensiones y conflictos: estrategias de permanencia y Organización.……………………………………….…..……………...........30 “Dos ferias, un parque”: similitudes y diferencias………………..……………………31 * Parte 2: “Crisis y Ferias”……………………………………..………………….…...35 Crisis……………………………………………..…………..………….……37 Artezama: La Crisis de diciembre de 2001…………..………………………39 Los artesanos/as y las crisis…………..…..…………………..…..41 Ferizama: La Crisis de diciembre de 2001……………..……………………44 Los/las feriantes y las crisis………………….……......….………47 * Fin del recorrido……………………………….……………………………..………50 * Bibliografía…………………………………….……………………………………..55 4 Agradecimientos: El día que empecé a cursar la carrera de Sociología estaba llena de inquietudes, dudas, curiosidad por ese mundo nuevo por descubrir. Esa mirada que fui tramando durante los primeros años la pude finalizar hoy por mucha gente que me acompañó y me acompaña desde el comienzo, en el transcurso y el final de este trayecto. A Marilú, mi mamá y Eduardo, mi papá, les quiero agradecer por el amor, el apoyo, la incondicionalidad de estar y de seguir aprendiendo juntos. A Julita, mi hermana, por su compañerismo, su picardía y el contagiarme la liviandad para resolver algunos momentos. Mis abuelas, Ana y Ñata, dos mujeres que siempre están atentas, curando el empacho o con un paquetito de milanesas, y viendo qué hacemos las nietas, por dónde andamos. A la tía Beatriz también por apoyarme, por regalarme mi primer “diploma de recibida”. Al colchón de amor y contención que conocí en los pasillos de la facultad, en las cursadas, en los sueños compartidos: Sabrina Calandrón, por ayudarme a encontrar el eje cuando estoy perdida; Eugenia Madera, por su ternura inagotable; Nadina Rodriguez por su talento en levantar ánimos; Mariana Sorgentini por las caminatas, los bailes y los goles; Eliana Gubilei por su sinceridad. Por los abrazos de osas y los sueños compartidos, los viajes, los proyectos por venir. A Flor Bravo por sus cenas temáticas. A Eleonora Bretal por las charlas, el compartir búsquedas y el empuje en momentos complicados. A las “Urucumas”, Ine, Vane, Luli, Adri, la Negra, por estar, por bailar juntas, por detenernos a conocernos, por hacer que “la vida sea más bella”, llena de sueños que pueden realizarse con sólo plantar una semilla. A Laurita Bersi por acompañarnos desde la infancia, y compartir los momentos más lindos de cada etapa. A las “chichis” del secundario, Nat, Manu, Ale, Lau, Car, por seguir riéndonos, y encontrándonos cada vez 5 que podemos. A Romina por escucharme y ayudarme a cumplir metas. A Karina por confiar. A mi primo Rodolfo por compartir las últimas charlas de este proceso. A mis compañeros/as de la Comisión de Sociología de los primeros años, y con los que hicimos la revista “Artesanos, hilvanando lo social”, con los que nos pasábamos horas y horas preguntándonos “Sociología, ¿para qué?” Al Colectivo Lanzallamas, con los/as que hicimos realidad la búsqueda de una sociología “práctica”, más divertida y comprometida, más cerca de la calle y de la gente. A Mariana Busso, mi directora, por la confianza, el amor, la paciencia que me brindó en este proceso, por ser una gran profesora que escucha y que acompaña, por el aprendizaje que me guardo de este trayecto compartido. A Marina Adamini, Camila Deleo y Mahuén Gallo, compañeras del proyecto de las ferias, por las discusiones que finalmente sirvieron para este trabajo. A los y las feriantes de Artezama y Ferizama que sin sus relatos no podríamos haber realizado este trabajo final. ¡Muchas gracias a todos y todas, sin ustedes, no hubiera sido posible un final tan feliz! 6 Empieza el recorrido1 Hemos visto en distintos momentos de la historia argentina quelas crisis han marcado rotundos cambios en distintas esferas de la vida de nuestro pueblo. Estos momentos de crisis macroeconómicas han repercutido indefectiblemente en los “micromundos” del trabajo informal. Es así que pensamos que estos contextos resultan propicios para transformaciones en el mundo del trabajo en Argentina, dando lugar a la proliferación de viejas pero novedosas formas de trabajo (Gorbán y Busso, 2003). El trabajo informal en general, y en particular las ferias han dado cuenta de estas transformaciones (Busso y otros, 2009). Siguiendo con esta idea, entendemos al trabajo informal como “contracíclico” al devenir de la economía2. Queremos decir con esto que el trabajo informal crece en momentos de crisis económicas. En esta oportunidad nos centraremos en las ferias, que si bien su aparición data de varios siglos atrás (Busso, 2007) representa para el principio de siglo XXI uno de los trabajos “atípicos” que más ha crecido, con distintos perfiles, en distintos puntos de nuestro país y sobre todo en el conurbano bonaerense. La pregunta general que abraza nuestro recorrido en esta tesina de grado tratará de ver si las grandes crisis macroeconómicas han permeado estos trabajos atípicos y, en particular, si esas crisis han transformado las identidades que los encarnan. Vimos la necesidad de hacer hincapié en la atipicidad de estos trabajos dado que las grandes crisis en Argentina -sean económicas, políticas y/o sociales-, han generado cambios en el mundo del trabajo, siendo este tipo de actividades las que más han 1 Este trabajo final de grado retoma reflexiones surgidas en el marco de un proyecto de investigación PICT 1027/06: “Estrategias laborales por cuentapropia frente a momentos de crisis y crecimiento económico. Una mirada cuantitativa de los trabajadores de ferias artesanales urbanas en la Argentina contemporánea”. Equipo formado por graduadas y estudiantes avanzadas de la Lic. en Sociología de la UNLP, Marina Adamini, Camila Deleo, Mahuén Gallo y la autora de la presente tesina, dirigido por la Dra. Mariana Busso. FONCYT-MINCyT – 2 Para profundizar las distintas posturas sobre el tema consultar: Portes, 1995; De Soto, 1990; Souza y Tokman, 1995; Carpio y otros, 2000. 7 crecido. Así estos trabajos “atípicos” se vuelven una salida laboral rápida y habitual frente a la desocupación que muchos/as trabajadores viven durante dichos períodos. Al decir “atípico” lo hacemos en oposición al “típico” trabajo asalariado en relación de dependencia que existe en el sistema capitalista contemporáneo (Busso y otros, 2011). Es así que en este sistema conviven distintas formas contractuales y no contractuales de trabajo, donde el intercambio de bienes, productos y servicios se realiza de distintas maneras. En particular, es en las ferias donde se efectúa la mercantilización de objetos -cuya práctica puede registrarse desde el Medioevo (Busso, 2007)- sean productos artesanales, en desuso, nuevos, o de reventa, formando parte de la impronta atípica de la cual daremos cuenta en el recorrido. Así, las “ferias”, estos lugares de paseo, de encuentro, están fundamentalmente montados -a través de puestos semi-fijos- para la comercialización de todo tipo de productos. Ubicados en general en espacios públicos como parques, plazas, o terrenos baldíos, generados y sostenidos a través de la organización de los feriantes legalizados en su actividad por los municipios de cada localidad y que son acompañados, muchas veces, por los no-legalizados llamados “manteros” o “colas de feria” (Chávez Molina y Raffo, 2003) situados en los márgenes de las mismas. La característica de estos “micromundos” informales de habitar el espacio público al “territorializar” su lugar de trabajo, dará cuenta del entrecruzamiento de distintos actores que atraviesan y hacen a esta actividad laboral atípica. Así podremos ver que las ferias están moldeadas por distintos factores, de este modo identificamos los externos (el clima, el municipio, por ej.) e internos (la organización, las disputas entre los viejos y nuevos feriantes, por ej.). Con respecto a las características de funcionamiento, esta atípica forma de trabajo se desempeña regularmente por un lado, los fines de semana y feriados, siendo 8 ese el “tiempo fuerte” de la actividad (Busso, 2007), dado que es cuando se intercambian los productos por dinero, la “posibilidad de la venta efectiva” les permite a los/las feriantes sostenerse en su actividad laboral. Y, por otro lado, el “tiempo débil” (Busso, 2007), que transcurre durante la semana en donde se efectúa la producción (por ejemplo, en el taller para la artesanía, en las quintas para la verdura y la fruta), la compra de materiales (herramientas, bolsitas para envolver los objetos) y reposición de mercadería (por ejemplo, para los objetos ya manufacturados o de reventa). De este modo las identidades feriales se van tiñendo, adoptando formas distintas que principalmente por los productos ofrecidos se caracterizarán como artesanales, de reventa, de usados, de frutas y verduras, o francas entre otras (Busso, 2004). Retomando el objetivo general, intentaremos ver cómo las grandes crisis permearon estos atípicos lugares de trabajo, y a su vez cómo transformaron las identidades de los/las feriantes. Decimos que la idea de crisis alude a un momento de quiebre o ruptura entre una situación conocida –sea de crecimiento o estabilidad económica, política o social- y un nuevo escenario oscurecido por la inestabilidad, los desequilibrios y la incertidumbre (Busso, 2010). Por ello, cuando hablamos de crisis, hacemos referencia a los momentos que han significado una ruptura con el fluir económico, social y/o político de nuestro país, en esta ocasión tomamos como referencia la ocurrida en diciembre de 2001 por reunir estas características y por haber representado uno de esos momentos de grandes crisis macroeconómicas. Intentaremos ver de qué forma intervinieron en esta actividad laboral que ya experimentaba en su seno, el temor a la no venta, o el riesgo de que por algún factor (externo y/o interno) modifique la posibilidad de las “buenas ventas”. Fue por ello que nos resultó interesante indagar en si podemos pensar a las grandes crisis como transformadoras de las identidades feriales que al parecer viven su actividad en crisis 9 constante. Continuando con esta mirada, pondremos el acento en dos espacios feriales del parque Lezama de la ciudad de Buenos Aires, donde intentaremos reflejar las voces y sentires de los actores que dan vida a estos “micromundos” laborales. En la Ciudad Autónoma de Bs. As., capital del país, las ferias artesanales son unas de las atracciones preferidas tanto por visitantes internacionales como locales. El paseo a través de estos espacios de trabajo informal consiste en encontrarse con la historia de la ciudad, de cada barrio, cada familia, junto a la creatividad de los y las expositoras de artesanías. Mates cargados de vidas, tradiciones, personajes y costumbres rioplatenses de “la Buenos Aires Querida” son las sensaciones que pintan el paisaje de las ferias de Parque Lezama, en el barrio de San Telmo. Antes de situarnos en el tema que nos convoca, creemos necesario resaltar lo que este parque significa en la idiosincrasia porteña. Representa un espacio natural y cultural de muy fuerte legado, que la ciudad intenta conservar. Hay quienes sostienen que allí fue establecido el primer asentamiento que tuvo Buenos Aires, como también dicen que fue el lugar de mayor concentración de esclavos traídos de Filipinas3. En la actualidad podemos observar dos monumentos rodeados de las arboledas más exóticas: “Don Pedro de Mendoza”, y el “Monumento a la Cordialidad Internacional” –este último hace referencia a Uruguay y Argentina, las costas hermanas. Delotro lado, vimos uno de los carruseles más antiguos de la ciudad rioplatense. Ahora bien, si algo tiene de particular Parque Lezama -además de la fuerza de su historia-, es que sostiene dos ferias de distintas características. Por un lado se encuentra la antigua e histórica feria de artesanos, Artezama, y asomando del otro lado de las colinas del parque, está Ferizama, subtitulada “Feria para el Cambio”, numerosa y más joven. Ambas, de distintas características, nos envolvieron entre sus relatos y 3 http://www.ensantelmo.com.ar/Historia/Turismo/Pque%20Lezama/lezamahistorias.htm 10 nuestra pregunta central: ¿son las grandes crisis transformadoras de estas identidades feriales? Artezama llegó a tener hace unos años 260 puestos fijos, aunque sólo 30 quedan en la actualidad. Fue un lugar de intercambio cultural artesanal cosmopolita muy importante, en donde distintas expresiones artísticas y artesanales eran expuestas cada fin de semana. Zapatos, Cerámica, Platería, son algunos de los rubros que aún participan de ella. Veremos más adelante cómo feriantes artesanos(as) “tradicionales”, junto a los feriantes “ocasionales típicos” (Busso y otras, 2008), intentan hacerse de estas fuentes de trabajo, pese a los cambios vividos sobre la producción de artesanías ya desde los ´90 en nuestro país. Artezama, como su nombre exclama, mantiene su identidad artesanal, describiendo de esta manera una forma de producción que implica la puesta en valor de la mano del artesano sobre la técnica, es decir, la creatividad con la que modifican la materia prima volviéndola una pieza única e irrepetible. Candombe, tango, y birimbaos resuenan en este lado del parque. En Ferizama, con el telón de fondo de la cancha de Boca, el paseo de domingo se vuelve más familiar y popular. En cada puesto se ven las sillitas y los mates sobre las veredas, los feriantes observan el pasar de los autos y a la multitud que se agolpa en algún puesto a mirar ofertas, encontrar objetos de colección, o antigüedades. Esta feria de “reventa”, como es llamada por los artesanos de Artezama, o “de oportunidades”, como la llaman los vecinos de Parque Lezama, también aparece cada sábado, domingo y feriado. De 500 toldos azules, y dividida en 5 sectores, esta feria es “polirrubro” (Altschuler-Jiménez, 2005) tanto para el asombro de los que la visitan por primera vez, como para el cotidiano de los clientes de la bicicletería, bazar, mercería u objetos usados. Así se vuelve un verdadero espacio comercial de productos de reventa, usados, y servicios, saliendo a la luz, ofreciendo “hasta lo que no tiene” para poder sobrevivir. 11 De esta manera (con)viven dos ferias, dos espacios laborales similares y diferentes al mismo tiempo, en un solo parque, en un mismo espacio público. Dos ferias que representan la historia de mujeres y hombres que por propia elección o por situaciones coyunturales se convierten en feriantes cada fin de semana en este barrio de la Ciudad de Buenos Aires. Es así que en esta travesía intentamos construir nuestra propia brújula: a través de la historia de los feriantes del barrio de San Telmo/La Boca, que junto a otras ferias del país dan cuenta de cambios, virajes y refundaciones en el mundo del trabajo argentino (Altschuler y Jiménez, 2005), junto a nuestro propio camino dando finalización así a nuestra carrera de grado. Sacamos nuestro plano de viajeros/as y recordamos las texturas y colores que elegimos para repensar: ¿Cómo permearon las grandes crisis a estas identidades feriales? ¿Cómo viven estos mundos feriales los momentos de crisis, qué diferencias tienen y qué similitudes sostienen en esa coyuntura? ¿Cómo fue la (re)configuración de ellos en el Parque Lezama a partir de la crisis de diciembre de 2001? ¿Cómo fue y es vivido por los protagonistas de cada feria? ¿Cómo es en la actualidad? ¿Qué estrategias de convivencia y supervivencia surgieron? ¿Qué tensiones aparecen? ¿Cómo son sus vínculos con el municipio de la ciudad? Remitiéndonos a la metáfora de Ortiz del “trabajo intelectual” como al oficio de la costura, que cuanto más se practica mejores prendas se obtienen, este mapa fue cosido con herramientas tanto cuanti como cualitativas de investigación entre fines de abril y principios de julio de 2009: surgió a través de entrevistas a partir de formularios estandarizados (19 en Artezama y 20 en Ferizama), abundantes notas de campo, observaciones y charlas informales; en las cuales buscamos reflejar las distintas voces de los trabajadores de las ferias de parque Lezama, (distinguiendo los tipos de productos ofrecidos, edad, género, antigüedad, cantidad de horas trabajadas, etc.), lo que desde la 12 metodología de la investigación se denomina muestreo teórico. Queremos destacar que en este trabajo nos proponemos reflejar el fuerte cambio que produjo a los protagonistas de estos espacios laborales atípicos la crisis macroeconómica, política y social de diciembre de 2001 como también poner en evidencia otros momentos de crisis expresados por ellos. Fue así que decidimos analizar cualitativamente los datos relevados a partir de los formularios estandarizados, dado que vimos la necesidad de recuperar de la mejor manera posible las perspectivas y sentires de los artesanos/as y feriantes, enriqueciendo de esta manera la descripción de estos distintos mundos feriales. Para tener en cuenta para futuras ocasiones, notamos que la época del año de la visita al parque fue dificultosa por el clima de otoño-invierno (muchas lluvias), tanto para la actividad ferial en sí como en nuestro intento de compartir y recoger la historia de las ferias y los feriantes. Quizás este parezca un dato anecdótico, pero veremos más adelante que la cuestión climática en este universo laboral es un factor decisivo para su funcionamiento. Siguiendo la idea de “hilvanar las ideas” (Ortiz, 2004) intentaremos darle forma a los conceptos que aquí presentamos, retomando la sugerencia de que tallarlos es un arte, en el sentido de artesanía, de un “hacer”, de la “imaginación sociológica” expresada por Wrigth Mills4 que descubrimos en los primeros años de nuestra carrera y aquí deseamos practicar. 4 Según palabras de Renato Ortiz, “Si hablo de artesanía es porque el objeto sociológico es un artefacto hecho pieza por pieza, de allí su dimensión de totalidad.”(2004) 13 Acompáñenos en esta aventura de hilar y coser, cortar y pegar en este intento de comprender y aprehender la vida de estos espacios feriales con sus protagonistas, sabores, músicas, diálogos; y de paso a develar algunos de los misterios que guardan los personajes de las colinas del Lezama. 14 Parte 1 Las Ferias Como mencionábamos, el parque Lezama de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sostiene desde hace 10 años dos ferias de distintas características e historia. Estos espacios de encuentro, paseo y comercialización de productos han marcado, a través de sus historias y el ritmo de su actividad, características que los diferencian y los asemejan, que los unen y los separan. A primera vista, a través de los objetos ofrecidos en cada una, pudimos observar las identidades que las tiñen. Artesanías por un lado y objetos en desuso por el otro se acomodan sobre los tablones de los stands de cada feria. Desde la mañana hasta el mediodía empiezan a armarse estos “micromundos” de trabajo atípico, para culminar, en el caso de no tener luz eléctrica, con los últimos rayos de sol. Las ferias se despliegan en lados opuestos sobre el parque. El aire que las recorre se matiza de distintos aromas, colores y músicas. El tiempo parece ser distinto en cada una. Aunque también parece similar: los feriantes, los objetos en cada puesto, la venta, y el públicoque las recorre se van repitiendo en cada una con distintos “ropajes”. Esta forma de trabajo informal que aparenta “libertad” e “independencia” frente a los típicos trabajos asalariados en relación de dependencia, está permeada por muchos factores y condiciones que develan “dependencia” en su trasfondo. Varios puntos aclaran este pensamiento. Uno de ellos tiene que ver con el lugar que habitan. Es el espacio público como lugar de trabajo en el que intervienen distintos actores, el que será contexto y parte de esta actividad. Las reglas que deben seguir para funcionar lejos están de convertirlos en trabajadores “libres”. Es el proceso de legalización que estos espacios deben conseguir, a través de ordenanzas, organización de los feriantes y acuerdos con el municipio de turno. Es así como esta actividad se ve condicionada por las distintas direcciones 15 políticas que toman los gobiernos locales con respecto a los espacios públicos y su administración. La otra cuestión que atraviesa estos espacios informales de trabajo tiene que ver con el clima que es parte de los factores que permiten o no su actividad, volviéndose así “dependientes” del buen clima. A su vez, el público o “clientela” que acostumbra visitarlos también es otro actor que interviene en el éxito de la feria, siendo otra condición que marca la condición de “dependencia”. Por otro lado, la no separación de tiempo libre y tiempo de trabajo en sus casas también nos habla de la dependencia que demanda este tipo de trabajo, en donde el feriante (en distintos grados, según el tipo de feria) está usando además del tiempo “fuerte” que ocupa los fines de semana, dedica un tiempo “débil” a la actividad, en donde allí se entrecruzan la esfera laboral, la esfera familiar, sin dejar tiempos de ocio visibles. A estas cuestiones sumándoles los momentos de grandes crisis, donde dijimos que las filas de los trabajadores informales se ven engrosadas, obtienen especial atención para estos atípicos trabajos. Entrando al parque Lezama, por un lado, aparece Artezama que comenzó su actividad hace aproximadamente 30 años, según cuentan los artesanos y artesanas. Es una feria que nos da la bienvenida con un cartel colorido colgado de árbol a árbol, en la esquina de las avenidas Brasil y Defensa, que se reconoce y se sostiene como puramente artesanal, donde conviven distintas generaciones de feriantes. Recorrer el lugar da la sensación de historias pasadas: músicas, aromas y personajes típicos del barrio de San Telmo de la ciudad de Buenos Aires. En tanto, Ferizama tuvo sus inicios por el año 2001, consecuencia directa de la salida de la crisis social, política y económica de diciembre de ese año ocurrida en 16 nuestro país.5 Con la frase “del piso al puesto” (Altschuler y Jiménez, 2005), este tipo de ferias comienza a establecerse con un perfil característico: reventa de productos tanto nuevos como usados, y en algunos casos de realización manual (distinto a lo que se considera una artesanía). Es decir que marcan una diferencia importante respecto de las tradicionales ferias de artesanos. Así, la identidad de cada espacio ferial se va moldeando a través de los productos que ofrecen junto a los factores y condiciones que les van dando los detalles y colores propios, haciendo de cada feria un lugar de compras, paseo y trabajo únicos. Los/as invitamos a recorrer cada uno, tratando de observar hacia el final de esta primera parte las similitudes y diferencias que los enmarcan, convirtiéndolos así en vecinos cuyas identidades saltan a primera vista. Artezama El Pasado y el Presente se encuentran Artezama comenzó su actividad hace 30 años, según cuentan los artesanos y artesanas más antiguos del Parque Lezama. Es una feria que se reconoce e intenta sostenerse como puramente artesanal, donde conviven distintas generaciones de feriantes. Los rubros que pueden apreciarse en las tardes de fin de semana (y feriados) son: Cuero; Tallado en Madera; Vitrofusión; Platería; Cuchillos; Cerámica; Modelado en Porcelana en frío y masilla; Tejidos en lana, hilos y alambres; Telar; Crochet; Caleidoscopios, Relojes de arena; Ropa hecha y pintada a mano; Cuadros; Metal; Lámparas; Zapatos. Los feriantes nos contaron que se podían apreciar objetos de distintos legados artesanales. Así nos comentaba Atilio, que trabaja con metal por 5 Este fenómeno se vivió también en otras ciudades, como en La Plata, con la “Feria Artesanal, Cultural y Manualista Parque Saavedra”, surgida desde la asamblea barrial del barrio de Saavedra, actualmente vigente. 17 elección, desde hace 36 años; es casado (su mujer lo acompaña, sea en el taller, o en la feria) y estudió con Michel -un famoso escultor mexicano-. Por otro lado, Yésica de 29 años, recurrió a la Pintura sobre tela -ropa de bebés y niños-, desde hace 9 años participa de la feria y se considera artesana. Ella dice haber aprendido el oficio por necesidad económica, su tío la acercó al mundo ferial; antes trabajaba en una marroquinería y en seguridad de aviones, pero dejó ese trabajo porque se sentía “presa”. Ve a la feria como un cambio en su vida: el aire libre, la no- relación de dependencia. De todas maneras, nos contó que le gustaría sumar un trabajo fijo al actual. Como decíamos, caminar el lugar da la sensación de historias pasadas. Artezama corresponde a una zona del Parque Lezama en donde se respira el candombe, el tango, la milonga, los tambores africanos y los birimbaos repicando entre los árboles ancestrales. Si bien hoy en día no circula demasiada gente, cada tanto se escuchan grupos musicales cercanos al monumento de “Don Pedro de Mendoza”, subiendo las escalinatas de la esquina de la calle Brasil y Defensa, justo en la intersección de los senderos que conforman el corazón del espacio ferial, continuando por los pasillos del parque en paralelo al Anfiteatro ubicado sobre la avenida Brasil. La gente que pasa se para, baila un poco, y canta al ritmo del candombe canción. El cantante saluda al público y les recuerda las raíces negras que tiene el barrio del Lezama; como también clama por la continuidad de los espectáculos musicales que dan vida al parque y a la feria. Desde el municipio y junto a algunos vecinos, se ha intentado prohibir en varias ocasiones la presentación de dichos grupos, y la presencia de comparsas de candombe los días domingos, entre otras manifestaciones relacionadas con las costumbres propias de la zona. De esta manera, además de impedir la libre expresión de distintas 18 tradiciones del barrio porteño, estarían perjudicando a la feria ya que estas actividades generan una mayor afluencia de público. Como mencionábamos, la feria funciona alrededor del monumento de “Don Pedro de Mendoza”. Actualmente apenas se extiende hacia los comienzos de los pasillos que enmarcan al Anfiteatro ubicado hacia un lateral de la feria, sobre la calle Brasil y Balcarce; lugar donde también se solían disfrutar recitales, discursos, danzas, charlas, entre otras actividades. Artezama se nutría de esta dinámica para seguir latiendo. * Tiempo y Espacio Artezama se despereza a las 10 de la mañana de cada sábado, domingo y feriado, en el barrio de San Telmo, expandiéndose, según la cantidad de puestos, por los pasillos internos del parque. Vimos que en general no llegan a superar los 40 stands. Los toldos que cubren cada estructura de hierro con lonas marrones o negras, se entremezclan con el colorido que ofrezca la naturaleza. El armado de los puestos es realizado por un flete que contratan entre todos, como también la luz, para funcionar cada fin de semana. No tienen sanitarios disponibles, ni sede, como si poseen algunas otras ferias (Busso, 2007). Forman parte del paisaje ferial los carritosde café y/o empanadas, tartas caseras, pañuelitos de membrillo y batata que deambulan incansables durante la jornada laboral. Por momentos, la sensación de anestesia es casi constante en el lugar. Muchos artesanos recuerdan los serpenteos que daba hace unos años atrás el recorrido de la feria: casi 300 puestos entre árboles y monumentos. Actualmente son alrededor de 40 puestos fijos los que sostienen la feria (30 permisionarios y 10 invitados), así contaron, 19 “(…) está vacía la feria de artesanos (…) En este último año disminuyó la cantidad de artesanos, en diciembre de 2008 se fueron muchos, casi el 50%”. (Norma, artesana de Artezama) Para acceder a Artezama y ser titular en el puesto, hace falta pasar una fiscalización realizada por los organismos pertenecientes a la municipalidad en donde también participan algunos artesanos pertinentes para el rubro a calificar, designados por la Asamblea. La fiscalización se realiza en general una vez por año, los artesanos deben aprobarla para tener su permiso (carnet personal que los identifica como artesanos) y con el tiempo ser titulares del puesto. Además, Artezama es la puerta de entrada al Sistema de Interferias de la CABA en donde participan la feria de Parque Centenario, Plaza Houssay, Intendente Alvear, Plazoleta Santa Fe, Parque Belgrano y Vuelta de Rocha. Como nos contaron los feriantes artesanos, existen otros sistemas de ferias regionales, que articulan entre distintas provincias y ciudades del país (Busso y otros, 2010). Este es un sistema que les permite viajar, conocer e intercambiar sus creaciones, y a través del cual pueden generar una venta efectiva durante la temporada de invierno o verano y/o participar en distintas fiestas regionales. Esto, representa el pase a otras ferias. Sea en el interior del país (varios mencionaron destinos claves como Catamarca, Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe, La Pampa), o en otros puntos feriales dentro o fuera de la CABA (San Pedro, La Plata, Quilmes, Berazategui, Avellaneda, Mar del Plata, Lomas de Zamora, San Isidro, Caminito, Parque Centenario, Recoleta, Belgrano, Houssay). Es de destacar que 12 de cada 19 feriantes afirmaron trasladarse cada 15 días a otros espacios feriales, mientras el resto por distintos factores (comodidad, costumbre, pero sobre todo por dificultades económicas que implican traslado y/o mayor producción) permanecen en Artezama. 20 * Artesanos y artesanas En las tardes que pasamos en Artezama vimos que, feriantes artesanos tradicionales son minoría frente a los manualistas; y que, a pesar de las diferencias técnicas y modo de producción de los productos, el 95 % de los feriantes entrevistados se reconocen artesanos. Norma de 52 años, que tenía un saber aprendido en su provincia de origen, Misiones, recurrió a la Cestería en Papel. Nos contó que se acercó a Artezama hace 6 años por la necesidad de un cambio de vida, el fin de una etapa (sus hijas habían emprendido su propio camino), y la necesidad de un ingreso al hogar. Se acompañan con su marido, que se encarga de uno de los puestos de café ambulantes que recorre el parque. Por otra parte, Federico, de 33 años, hace 10 que está en la feria, trabajó anteriormente en estaciones de servicio. Fabrica caleidoscopios, cajas de madera y relojes de arena. Si bien tuvo ayuda familiar en el oficio, nos contó que aprendió solo. Empezó en la feria como salida laboral: la elige por el compañerismo, y el público en general. No desea cambiar de trabajo, por el nivel de vínculos que generó y porque todo depende de él. Percibimos, por otra parte, que el nivel educativo con el que nos encontramos en esta feria es el de personas que han completado sus estudios secundarios, y en algunos casos han incursionado en estudios universitarios o terciarios vinculados con áreas artísticas. Revisando nuestras previas experiencias vimos con asombro que en Artezama la convivencia de los feriantes artesanos tradicionales y feriantes típicos ocasionales (Busso y otros, 2008) no pareciera tener dificultades, como claramente fueron visibles en otras ferias (Busso y otros, 2009). Los primeros son aquellos que aún conservan la tradición de utilizar tan solo una o dos técnicas para trabajar la materia prima y convertirla en un objeto único e irreproducible, primando la fuerza de trabajo y la creatividad sobre la producción en serie que conlleva un producto industrializado -por 21 ejemplo la platería, el tallado en madera o la cerámica sin moldes-; sostenidos además por una herencia familiar que les transmitió ese saber que siguen reproduciendo junto a una visión del mundo, de su trabajo y sus vidas que intenta recoger los ideales del movimiento hippie de los años `60. Mientras que los segundos, los feriantes típicos ocasionales, son aquellos que vieron en las ferias una salida rápida ante la situación de desocupación que contrajeron en momentos de crisis, y así se acercaron a estos espacios de trabajo informal intentando suplir o completar el ingreso en sus hogares. Distinguimos, en estos últimos, a los feriantes manualistas, que ofertan objetos ya terminados y seriados, modificados con algún detalle que deja entrever la diferencia con los de producción artesanal. Son aquellos que aplican algún saber aprendido vinculado a las “Bellas Artes”, a lo artístico por ejemplo, compran un modelo terminado de remera y lo intervienen con algún detalle de pintura o bordado, sin modificar radicalmente la materia prima, sumando al producto algún complemento que lo distinga. No llegan a ser revendedores de objetos industrializados o en desuso, pero tampoco llegan a identificarse como los artesanos/as tradicionales que venimos describiendo. Es interesante aclarar que en general para el tipo de feria que es Artezama, el perfil de los feriantes típicos ocasionales se identifica con el de los feriantes manualistas que ya aparecían desde antes de la crisis de diciembre de 2001. Volviendo a la categoría feriantes típicos ocasionales, podemos decir que son trabajadores que se vieron obligados a engrosar las filas de actividades informales viendo en estos “micromundos” una salida ante la desocupación que los aquejaba. También es interesante notar que los nuevos feriantes que se acercaron a Artezama no necesariamente sostienen una filosofía de vida consecuente con el hippiesmo de los años `60. Para muchos la experiencia de producir artesanías tuvo que ver en primer 22 lugar, con cubrir una necesidad económica y no con una identificación con la “vida antisistema”, “cercana a la naturaleza” o la búsqueda de un “trabajo independiente”. Por otra parte, vimos que en promedio los artesanos/as entrevistados trabajan 8 horas por día por semana (debemos recordar que los feriantes artesanos en su mayoría utilizan los 7 días de la misma como días laborales). Esto se debe a que existen distintos tiempos: el de producción (en el que también se incluye el de compra o recolección de materia prima y herramientas para la construcción de la artesanía, llamado más arriba “tiempo débil”), el de exposición y venta de los productos elaborados (llamado también “tiempo fuerte”). Sumado a esto debemos incluir otros factores que influyen en el tiempo necesario para sostener la actividad, entre otros, el rubro al que pertenecen (no lleva la misma cantidad de horas el proceso de tejido que el de platería, herrería o cerámica); el capital con el que cuentan cada semana para adquirir la materia prima (cuero, arcilla, telas, pinturas, alambres, hilos, metales, herramientas) y para movilizarse al lugar ferial; la capacidad de producción (cantidad de objetos por cantidad de horas); la capacidad de venta de esos objetos por fin de semana, entre otros. Al indagar por la antigüedad en el desarrollo de esta actividad laboral observamos que la mayoría de los encuestados se acercó a la feriaartesanal como forma de trabajo y de vida a partir de la Crisis de diciembre de 2001 (durante y después de dicho período); mientras que unos pocos (3 feriantes artesanos) nos contaron que viven de esta actividad desde hace más de 20 años, a pesar del costo que implica mantenerse en la actividad. Como nos comentaron los feriantes de aquí -y por lo que nos relataron en los otros espacios feriales indagados (Busso y otros, 2010)- las ferias artesanales sostienen una forma de trabajo que se relaciona directamente con su opción de vida, esto es: la posibilidad de ofrecer sus artesanías; compartir sus productos con otras condiciones de 23 intercambio; sostener un modo de producción no-seriada y sin industrializar; no trabajar en relación de dependencia, entre otras. Es decir que lo que produce el artesano lo hace bajo su propia decisión, con sus materiales y capacidad creadora, sintiendo así una libertad que -como nos dijeron- no ofrece otro tipo de trabajo, y que los hace sentir dueños de la forma de vida que eligen llevar. Esta forma de producir, de intercambiar, de habitar estos atípicos lugares de trabajo es lo que identifica a los feriantes artesanos tradicionales como tales, su manera de sentir, de actuar es lo que tiñe su propia identidad. El ser artesano: productor/a de objetos únicos; el ser feriante: vendedor y expositor de sus productos; el ser tradicional que les marcó el rumbo de continuar con una herencia familiar que sostenía la filosofía de vida “hippie”; y el espacio de trabajo como lo es el espacio público, todo esto conjugado hacen de este trabajador informal su identidad. Esto pudimos constatarlo a través de la pregunta sobre su gusto por el trabajo en la feria: 17 de 19 feriantes afirmaron su gusto por la actividad; y ante la pregunta de un posible cambio de trabajo, 13 contestaron que no cambiarían de trabajo y sólo 6 desearían hacerlo. Por último, la mayoría de artesanos nos contó que ofrecen sus productos en otros lugares, como negocios, o encargos particulares. Algunos lo hacen desde el comienzo de su actividad en la feria y otros que lo empezaron a hacer hace unos años, para paliar la poca venta, incursionando en estos “salvavidas de fin de mes”. Así es que podríamos decir que la hipotética situación de “libertad” se iría desvaneciendo a la hora de ratificar a fin de cada mes que sólo la venta efectiva es la que hace que estos espacios atípicos de trabajo perduren en el tiempo. 24 *Tensiones y conflictos: Estrategias de permanencia y organización Actualmente Artezama se encuentra en disputa con otro actor intangible pero real: el gobierno municipal que viene llevando a cabo una campaña de ordenamiento/ privatización de los espacios públicos6, coincidiendo a su vez con las quejas de algunos vecinos de San Telmo. La feria estaba regida desde 1993 por la Ordenanza 46.075/92. Para organizarse, los artesanos ya estaban nucleados en la Asamblea, que es la encargada de recoger reclamos y elegir delegados que se ocupan de llevar la información al municipio, como también de distribuirla entre los feriantes. Como mencionábamos antes, según relatan los artesanos, otro factor fue la repercusión que tuvieron las quejas de los vecinos por la actividad de grupos de música, charlas político partidarias, bandas en el Anfiteatro y las comparsas de candombe que solían ser parte del escenario de todos los domingos (y continúan sintiendo al Parque Lezama como lugar de encuentro), convocando al público en general, dando vida al espacio ferial. Ahora bien, como nos contaron algunos feriantes que resultaron ser delegados de la Asamblea, lo que además empezó a suceder con respecto a la legislación de ferias artesanales en la Ciudad de Buenos Aires, es un cambio en el rango/nomenclatura de las mismas. El gobierno municipal, a través del decreto N 132/087 dejó de entender las artesanías y las ferias artesanales como de “Interés Cultural” y pasó a definirlas bajo la égida de “Ferias y Mercados” arrasando con la propia identidad artesanal. Este panorama no deja de desalentar a presentes y futuros feriantes artesanos (tradicionales o típicos ocasionales), y es también otro de los factores que influye en la escasez de 6 http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-132946-2009-10-05.html. Página/ 12, 5/10/ 2009. 7 Se decreta en febrero de 2008, Nº 132/008, BOCBA 2877 como autoridad de aplicación y fiscalización en los términos de los artículos 10 y 11 de la Ordenanza N° 46.075 a la Dirección General Ferias y Mercados dependiente de la Subsecretaría de Mantenimiento Urbano del Ministerio de Ambiente y Espacio Público. 25 puestos. Recordemos que Artezama cuenta con alrededor de 40 puestos (30 permisionarios y 10 invitados), es decir el 15 % de los 260 puestos que la componían hace menos de 2 años. Los feriantes artesanos y los representantes de la Asamblea entrevistados señalaron como único y real problema al gobierno de Mauricio Macri. A esto añadieron, la ausencia de feriantes, la falta de participación (unos pocos afirmaron informarse sobre la actividad de los delegados y la situación organizativa frente a estos inconvenientes), la caída en el volumen de las ventas; factores que, como veremos más adelante, componen lo que los artesanos indican como “momentos de crisis”. Otra cuestión conflictiva, que influye en el espacio público -más adelante ampliaremos- es también la decisión del gobierno municipal de empezar a desplazar al Parque Lezama del circuito turístico de la CABA, siendo otro elemento decisivo que ataca uno de los pilares de estos espacios laborales “atípicos” (Busso y otros, 2010): la afluencia de público. En resumen, son varios los actores y factores que intervienen en el espacio ferial: desde los feriantes “artesanos tradicionales”, los feriantes “ocasionales típicos” (manualistas en algunos casos); la Asamblea que han formado para organizarse frente al municipio; el gobierno municipal; los vendedores ambulantes; el público que asiste; los eventos culturales (grupos callejeros, las comparsas de candombe, las charlas políticas, los recitales); hasta el clima que debe ser bueno para acompañar las tardes en el parque atrayendo las buenas ventas. Por último, aunque no menos importante, está Ferizama del otro lado del parque, que aparece como un fantasma intimidando los sueños de algunos artesanos. Todos ellos, directa e indirectamente, se encuentran en Artezama, en movimiento constante, en tensión, habitando la esquina de Brasil y Defensa, cada fin de semana, cada feriado. 26 Ferizama *Haciendo un futuro Como tantas otras ferias en nuestro país, Ferizama, “Feria para el cambio”, - como fue subtitulada por los/as feriantes que la crearon en el momento de su legalización- tuvo sus inicios durante el 2001, consecuencia directa de la salida de la crisis social, política y económica que tuvo lugar en ese momento en nuestro país. Fue así que formó parte como tantas otras ferias de la profundización y prolongación de este tipo de fuentes de trabajo en Argentina: el rebusque en la venta de ropa usada, objetos de colección y en desuso, sosteniendo una feria muy distinta a las tradicionales de artesanos. En particular, recorrer “Ferizama (Feria para el Cambio)” nos traslada del otro lado del parque, rodeada por la calle Defensa y avenida Martín García, en donde se ubica además de la feria, uno de los carruseles más antiguos de la ciudad. Con el telón de fondo de la cancha de Boca, las radios cantando goles cada tanto; el paseo de domingo se vuelve como de asado en familia, con sillitas en la vereda tomando mates, viendo pasar los autos y la multitud que se agolpa en algún puesto a mirar ofertas, reparar sus bicicletas, encontrar objetos de colección, entre otros. Así nos contó Carmen,feriante desde los inicios de Ferizama, que se acercó con productos de lana, tejidos por ella, debido a su necesidad económica. Aprendió esa técnica cuando estuvo internada, aunque también pasó por otros rubros como la repostería. Le gusta su trabajo “porque mira gente y charla”, y no dejaría esta feria por que se acostumbró a estar en el parque, a conocer a los vecinos, ahora sabe qué es lo que debe hacer para “vender bien”. Actualmente vende ropa usada, y alguna prenda tejida. Trabajó como vendedora y también en una empresa de maestranza, hasta el 2001, año en que fue despedida. Nos 27 dijo que lo que diferencia su trabajo actual de los anteriores es la falta de aguinaldo, de sueldo fijo y de vacaciones. Complementa el trabajo de la feria con uno de limpieza. Ferizama cuenta con 5 sectores por ser alrededor de 500 los puestos que la componen8. Es una feria “polirrubro” (Altschuler y Jiménez, 2005): Venta de ropa usada y nueva, Reventa de objetos, Cosméticos, Sahumerios, Juguetes usados y de colección, Juegos de ingenio, Cd´s, Dvd´s, Antigüedades. Hemos visto puestos en donde ofrecen escasos productos, es decir que muchos feriantes ofertan aquello que llegaron a juntar para ese domingo. Continuando con la descripción de los rubros que la componen, Ferizama también brinda servicios: ferretería, mercería, y bicicletería al paso. Se trata de ex comerciantes que ante la crisis de diciembre de 2001 se vieron obligados a cerrar sus comercios y a montarlos en este tipo de espacios laborales. Por lo que nos contaron, esta es una feria de clase media baja, cuyos feriantes vinieron de otras provincias, de otros países (Uruguay), pero también del conurbano bonaerense, y de barrios cercanos como La Boca. Pudimos hablar con Tita, la “bicicletera” del parque, que aprendió el oficio de su padre. Nos dijo que estaba en la feria también desde los inicios. Uruguaya, de 28 años, es diseñadora gráfica y disfruta de sus tardes en el Lezama. Es ayudada por sus amigos y su madre, que la acompañan. Con ellos y el público que la visita percibimos el orgullo que siente por su actividad. Fue canillita y “calecitera” entre otros rubros, ahora disfruta el no tener patrón que le marque el paso. *Espacio Ferizama se levanta desde la mañana de cada fin de semana y feriado, organizada en cinco sectores, como ya mencionamos. Algunos feriantes buscan su mercadería en camiones, o en la sede de la Asociación- la cual fundó la Comisión de 8 El puesto es cobrado por un delegado de la Comisión por sector: $8 fijo y/o $15 –por día- visitante, según sea el tipo de feriante. 28 feriantes luego de obtener la personería jurídica para funcionar legalmente en el parque- dependiendo del lugar que haya para guardar los productos y la antigüedad que tengan en la feria. Tienen alrededor de 500 puestos de hierro -diseñados especialmente- y cubiertos con lonas de distintos azules que deben estar listos antes de que el mediodía los sorprenda. Así las colinas del Lezama se visten de feria, dejando los caminos internos como peatonales para los visitantes. También los carritos de café o puestos ambulantes de gaseosa, agua y galletitas se encuentran ya desde la mañana. Anita y Dorita son las que mantienen un puesto ambulante (fuera de la feria) de refrigerios, golosinas y helados. Están en el parque desde que empezó la feria. Anita comenta que es jubilada, tiene 81 años, realizó tareas de limpieza en casas de familia y trabajó 15 años en una fábrica de reciclado de cartón que cerró durante el 2001. Como mencionábamos, este lado del parque se hace eco de los goles de “la bombonera”, el tráfico de autos, micros urbanos y camiones que vienen de la avenida Martín García, junto a la que llega del lado del río, Almirante Brown. Allí aparece una estación de servicio Shell, junto a un negocio de comida rápida, Mc´Donalds. Ambas avenidas confluyen en la concurrida Avenida Paseo Colón. Ferizama se coloca como una especie de “barrio árabe” sobre el parque, construyendo techos y paredes azules, entre veredas verdes y caminos asfaltados. *Feriantes En general los feriantes de aquí son personas sin estudios o con niveles educativos primarios -unos pocos alcanzaron niveles terciarios y/o universitarios. Jubilados, desocupados, y clases medias empobrecidas que intentan sobrevivir a los cambios que sufrió la estructura de trabajo de nuestro país desde los últimos 30 años, trastocadas finalmente con la crisis de diciembre de 2001. 29 Pudimos ver que los que llamamos “feriantes ocasionales típicos” (Busso y otros, 2008) en esta feria son los que empezaron este emprendimiento. Dentro de este grupo vimos muy pocos “manualistas”, y no demostraban habilidades artísticas o conocimiento de alguna técnica como sí lo hacían en Artezama. Este es el caso de Héctor de 45 años que es remisero desde hace 9 y fabrica sahumerios que vende en la feria hace 4 años. Empezó en esta actividad por necesidad económica, con un amigo que ya estaba participando. Así fue cambiando su manera de pensar y vivir la actividad ferial, “Al principio pensaba que la feria era,(…) (digo), pensaba que no era un trabajo, ahora sí me doy cuenta que lo es.”(Héctor, feriante Ferizama) Actualmente se considera artesano, si bien a veces revende sahumerios producidos por otros fabricantes; es titular del puesto. Nos contó que disfruta el trabajo en la feria, ya que, según expresa, se “armó su clientela”, y está al aire libre. Trabaja todos los fines de semana sólo en Ferizama –como la mayoría de los feriantes-: por costumbre, por el encuentro con sus compañeros de trabajo, y sobre todo, por la seguridad de “vender bien”. Lo ayuda su mujer en la actividad, pagando el puesto, comprando los materiales, aunque afirma que se ocupan a la par. Pudimos notar que los feriantes de Ferizama trabajan unas 3 horas por día (sólo contando los días hábiles), y 9 horas y media por día de fin de semana o feriado a la actividad ferial; diferenciándose así el tiempo de recolección, compra, arreglo de los productos a ofrecer, y el de venta en la feria. Esto se debe a la pluralidad de trabajos que sostienen algunos, como nos cuenta Gastón, que está en la feria desde hace 9 años y vende ropa nueva, 30 “Sólo vendo en esta feria por falta de tiempo. Tengo otra actividad, soy administrativo en un consorcio desde hace 4 años, porque no me alcanza con la feria. No cambiaría de trabajo, la feria complementa mi otra actividad laboral”. (Gastón, feriante de Ferizama) A través de la pregunta por la cantidad de años que estaban trabajando en ferias, pudimos ver que 4 feriantes están hace 6 años, 5 están desde hace 1 año, 2 hace 2 años, 5 entre 3 y 5 años, y 2 entre 8 y 9 años. Más allá del hecho descriptivo de estos datos, pudimos notar en ellos tanto la juventud de Ferizama, como la capacidad que tiene de atraer nuevos feriantes. Esto creemos que en parte se debe a la necesidad económica como también a la organización que necesitó para seguir en pie este tipo de feria, como veremos más adelante. Por otra parte, también indagamos sobre el placer/displacer de trabajar en Ferizama: 17 dijeron disfrutar de su trabajo, 1 dijo padecerlo. Mientras que tan sólo 6 feriantes cambiarían de actividad laboral, y 12 no dejarían la feria. Como parte de las características de los feriantes vimos que la mayoría sostiene otros trabajos: encargados de edificios, tareas de limpieza en casas de familia, cuidado de niños, venta de productos varios (cosméticos); y/o que comparten el sostén de su hogar con su marido o esposa, hija, hijo, padre o madre; y en otros casos, que subsisten con alguna pensión y/o jubilación además de la feria. *Tensiones y conflictos: estrategias de permanencia y organización Esta feria necesitó de ordenanzas y el esfuerzo de todos los/lasferiantes para sostenerse en el tiempo, sobre todo a partir de enero de 2005, cuando se la intentó desalojar del parque: redacción de ordenanzas, estudio de leyes, búsqueda de apoyos 31 institucionales (nacionales e internacionales), realización de padrones de feriantes, formación del cuerpo de delegados para formar la Comisión Directiva, creación de la Asociación Vecinal Parque Lezama. Es de destacar que como ocurrió en otras ferias nuevas, algunos vecinos del barrio se opusieron a que este tipo de fuente de trabajo “invadiera” el parque. Más allá de esto, durante el año 2006 la Comisión presentó el proyecto para el mejoramiento de la feria junto a la asociación civil Lola Mora a la I.A.F. (Fundación Interamericana) -organismo internacional que da recursos a emprendimientos de países en vías de desarrollo para mejorar la calidad de vida de su población. Luego, en el 2007 fueron financiados por el “Plan Manos a la Obra” del Ministerio de Desarrollo y Acción Social de la Nación para seguir creciendo. Así recorrieron un camino de aprendizaje en organización y trabajo que permanece hasta la actualidad.9 Podemos decir que Ferizama resalta por su juventud, por la característica de sus “feriantes ocasionales típicos”, que han forjado este espacio laboral desde el suelo, congregando a aquellos y aquellas que habían perdido su trabajo, luego de la crisis desatada en diciembre de 2001. Como resumimos más adelante, la feria se estaba preparando para lo que el futuro les tenía dispuesto: entre trabas legales, incomodidad de Artezama y algunos vecinos, así aprendieron en este recorrido incansable de la organización, que les permitió el pasaje “del piso al puesto”, enraizándose en el parque Lezama, sosteniendo hoy día esta conquista. Dos ferias, un parque Similitudes y diferencias 9 http://www.youtube.com/watch?v=gxe3i2g6oOw&feature=related: Videos Ferizama parte 1 http://www.youtube.com/watch?v=-9B1cGZinEk&feature=related: Videos Ferizama parte 2 32 Antes que nada, a Artezama y Ferizama las une una de las formas de trabajo informal más antiguas de la historia: la feria (Busso, 2007). Ambas practican la ardua tarea de llegar a la mañana de cada fin de semana o feriado al parque, ver si su puesto tiene las estructuras necesarias (tiras de hierro unidas como el esqueleto de una caja, cubiertas con lonas para resguardarlos del sol y/o, en caso de alguna fugaz llovizna o viento fuerte), y preparar los productos cuidadosamente. Los carritos de tartas, café, té, empanadas y pastafrolas las recorren de punta a punta en los horarios de desayunos tardíos, almuerzos, y meriendas. Comienzan así a armarse dos mundos distintos y similares a la vez. Si llueve, no hay feria. Si el clima acompaña con sol, los humores mejoran. Aún más si son visitadas por mucho público. Y mejorando todavía más si las ventas superan las expectativas de la semana. Estas sensaciones recorren ambos espacios laborales, ofrezcan Cerámica o Ropa usada. Si bien los tamaños de cada una difieren bastante (recordemos que Artezama tiene 40 puestos cada fin de semana y Ferizama 500) los “barrios” se arman en cada una, por antigüedad, pertenencia y valores compartidos sobre cómo debe ser un feriante/artesano. En Ferizama, algunos/as “uruguayos” forman un grupo por su lugar en la feria: están uno al lado del otro, como vecinos de sus casas, ayudándose con consejos para los precios, el cambio, el armado del puesto. Algo similar sucede con algunos/as “artistas-pintores” en Artezama: comparten además de los mates, sus vidas, como también intercambian saberes y técnicas. La mayoría comparten el gusto por el aire libre, la charla con la gente, la compañía diaria que hace a la jornada laboral, las angustias y los miedos personales; las preocupaciones y permanencias en el lugar de trabajo grupales. Como contábamos, Artezama y Ferizama surgen por distintas razones, la primera, hace por lo menos 30 años funciona como parte de las tradicionales ferias artesanales porteñas. Cada artesano presentaba su producto (madera, metal, piedra, 33 cerámica, cuero, vidrio, entre otros) transformado con muy pocas herramientas, apoyando una manera de vivir que tenía que ver con una filosofía de vida en contacto con la naturaleza, el movimiento hippie de los años ´60, el estar “fuera del sistema”, como también de la reproducción de trabajo seriado, y por último sentirse dueños de sus vidas, sin ningún jefe o patrón. La segunda surge al calor de la crisis de diciembre de 2001. Ya durante ese año se empezaron a reunir potenciales feriantes en el parque Lezama, los que en ese entonces eran “coleros” o “manteros” (Chávez Molina y otros, 2005) se ubicaban cerca de la feria artesanal, algunos haciendo trueque y otros sobre el otro lado del parque, creando lo que años más tarde sería Ferizama: “Feria para el Cambio”; en donde muchos pusieron el cuerpo y finalmente descubrieron una forma de trabajo que descreían en otros tiempos. Si bien las diferencias entre los espacios feriales saltan a la vista (lo artesanal se separa de los objetos de reventa y viceversa), nombramos ciertas acciones que se repiten y las igualan con referencia al funcionamiento del espacio ferial: el armado de puestos cada fin de semana o feriado, la atención que deben poner frente al clima, la dependencia del volumen de ventas para completar el ingreso al hogar. Por otra parte debemos resaltar una cuestión que hace a ese funcionamiento constante y permanente en el tiempo: la organización de estos feriantes/artesanos. Artezama que sostiene su lucha junto a las ferias artesanales porteñas por el reconocimiento de la artesanía declarada de interés cultural por gobiernos anteriores; y Ferizama, que se sostuvo desde el principio hasta nuestros días, aprendiendo en la práctica la manera de permanecer en el parque, formándose así una Comisión que nucleó reclamos en defensa del derecho a trabajar. Así es como dos ferias, con distintas historias forman una ciudad ferial dentro del parque Lezama, donde cada barrio sostiene su camiseta. Veremos a continuación cómo 34 estos espacios feriales son afectados por las crisis, y en particular, cómo fueron afectados por la crisis que desestabilizó al país en diciembre de 2001. 35 Parte 2 Crisis y Ferias Desde las distintas teorías del trabajo informal se han hecho diferentes aportes sobre lo que ocurre con los grandes momentos de crisis macroeconómicas en el mundo del trabajo, y de las ferias (artesanales, de reventa, de frutas y verduras, de microemprendedores, entre otras) en particular. Una de ellas afirma que durante las grandes crisis el trabajo informal -en este caso las formas atípicas de trabajo- tienden a engrosar sus filas, resultando “contracíclicas” a la economía, es decir que van creciendo cuando la economía decrece (Souza y Tokman, 1995). Mientras que otros (Portes, 1995; Castells, 1989) sostienen que en realidad el trabajo informal que se presenta en estos atípicos trabajos -las ferias- continúan a los cambios económicos, así cuando la actividad económica crece, también lo hacen estos trabajos informales, y cuando decrecen éstos la acompañan del mismo modo. Si bien hemos visto que las grandes crisis -sobre todo las económicas- dieron cuenta de distintas transformaciones en la historia del mundo del trabajo en nuestro país, tomaremos la de diciembre de 2001 como la última “de ruptura” tanto en el imaginario como en la realidad de nuestra sociedad. Este contexto será el telón de fondo y escenario de las “ferias paralelas” y “nuevas ferias” que se acercaron a las ya existentes, siendo las protagonistas de esta oleada de nuevos feriantes que se vivió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en distintos parques-como el Rivadavia, Centenario, y Lezama entre tantos otros- que comenzó en los años `90, proliferando durante y luego de la gran crisis de diciembre de 2001 (Baracat y Aspis, 2008). Como también sostienen Alstchuler y Jiménez (2005) esta gran crisis impulsó el trabajo en ferias de distintos perfiles e identidades, no sólo las tradicionales de artesanías daban cuenta del aumento de trabajadores informales que se vieron 36 expulsados y sin oportunidad en retomar sus antiguos empleos. Así, “coleros” y “manteros”, como señalaron Chávez Molina y Raffo (2003); feriantes ocasionales (Busso y otros, 2009); o vendedores ambulantes improvisados que se acercaron a los márgenes de las ferias ya establecidas se asentaron con el correr de los años, generaron nuevos y diversos nichos de estos “micromundos” informales, sintiéndose luego de diez años “feriantes”, perdiendo así la novedad de esta atípica forma de trabajo (Adamini, 2010). Haciendo hincapié en que el trabajo estructura social, política, económica e identitariamente a los pueblos (Adamini, 2010) veremos cómo las ferias del parque Lezama de la ciudad de Buenos Aires vivenciaron estas transformaciones. Dos ferias con distintas historias, trayectorias, que ofrecen productos disimiles nos hablaran de las posibles mutaciones que tomaron sus identidades trastocadas por las grandes crisis. Es a partir de allí que intentaremos, como hemos mencionado en páginas anteriores, responder a distintos interrogantes poniendo énfasis en las sensaciones y sentires de los actores en juego: ¿consiguieron los grandes momentos de crisis permear las identidades feriales? ¿Fue la crisis de 2001 transformadora de la actividad ferial? ¿Cómo fue vivida esa crisis por los feriantes y artesanos de Artezama y Ferizama? ¿Qué momentos son percibidos como “de crisis”? ¿Qué estrategias de convivencia y supervivencia surgieron entre los feriantes y artesanos? ¿Qué sucede en la actualidad? ¿Cómo se combinan estos cambios entre las dos ferias? Así intentaremos entablar un diálogo entre las grandes crisis macroeconómicas, y las ferias, retomando los “momentos de crisis” enunciados por los trabajadores atípicos organizados en estas dos ferias. Intentaremos revisar a través de sus relatos las posibles contradicciones que las distintas teorías económicas señalan sobre estos períodos de crisis en donde el crecimiento se vio interrumpido (Busso, 2010). 37 Así es que fuimos en busca de la voz de los/as que hacen estos “micromundos” atípicos de trabajo. Sin más, así continúa el recorrido. Crisis El trabajo atípico es una actividad que incrementa o disminuye en momentos de crisis. El estallido de diciembre de 2001 generó muchos debates que hablaban sobre un momento que afectó al mundo de trabajo informal en el que se refugian estas formas atípicas de trabajo (Busso 2010). Aquí decimos que fue un proceso, desde antes, durante y luego de ese momento de ruptura. Señalamos desde antes dado el proceso de reestructuración económica de los años `90, encarnada por las “Reformas estructurales” y el “Plan de Convertibilidad”; que determinaron, las primeras, la privatización de numerosas empresas públicas, liberalización comercial, financiera y reforma laboral e impositiva entre otras; y la segunda, que mantuvo la paridad cambiaria de 1 peso=1 dólar (Busso, 2010), sostenido por parte de los gobiernos de turno. De esa manera un mundo ficticio profundizaba medidas que habían comenzado en la década de los `70, con el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” que implementó la última dictadura militar en Argentina cuyo objetivo fue, entre otros, desarticular a la clase trabajadora a través de formas de persecución y represión hasta ese momento impensadas. Así es que podríamos decir que la gran crisis económica de 2001-2002 sentó un precedente de ruptura y cambio, simbolizando el momento de hartazgo de un pueblo que descreído de la representación política, salió a tomar las calles el 19 y 20 de diciembre, precedido por décadas de transformación económica y política. Retomando la idea de que crisis, alude a un momento de quiebre o ruptura entre una situación conocida –sea de crecimiento o estabilidad económica, política y/o 38 social- y un nuevo escenario teñido por la inestabilidad, los desequilibrios y la incertidumbre (Busso, 2010) veremos cómo fueron vividas de distintas maneras en estas ferias del parque Lezama. Hemos percibido que el trabajo informal en general es el que más aumenta en momentos de crisis ante la merma de puestos en el mercado de trabajo formal en estos últimos 20 años (Busso y otros, 2009); fue así, por ejemplo, que ese período de crisis sorprendió a los feriantes artesanos tradicionales del parque Lezama con la llegada de feriantes ocasionales de distintas características. La diversidad de identidades feriales se estaba enraizando en las colinas del parque. Así es que hablaremos de los tipos de crisis sucedidos en estos espacios de trabajo informal, dijimos que podíamos hablar de dos: las externas y las internas (Busso y otros, 2009). Ambas afectan de distinta manera la dinámica ferial. Por un lado las primeras hacen alusión a un conjunto de factores ajenos a la feria en sí que pueden ser, por ejemplo, de carácter macroeconómico tanto internacionales, nacionales o regionales combinadas con políticas, sociales y/o culturales. Mientras que las crisis internas son las propias y exclusivas de dichos espacios que pueden responder a conflictos entre nuevos y viejos feriantes, a la forma de organización elegida, a discusiones sobre qué productos pueden o no ofrecerse, a las reubicaciones y remodelaciones que se encuentra en manos del gobierno municipal, entre otros. En general las dos, hablan de lapsos, de períodos en donde alguna cuestión se convierte en crisis cuando logra desequilibrar o desestabilizar el fluir de la actividad. Así veremos cómo los feriantes de parque Lezama van desenredando los hilos de estas situaciones por las que han pasado, sorprendiéndonos con que las que llamamos “grandes crisis económicas” han pasado sin dejar muchas secuelas, mientras que las 39 internas fueron las que más han tomando fuerza y visibilidad las internas. A continuación veremos qué nos cuentan en Artezama y Ferizama de estos momentos. Artezama La crisis de diciembre de 2001 Retomando a la feria tradicional de artesanos, volvemos a la esquina de las calles Brasil y Defensa. Hemos dicho páginas atrás que Artezama se instala en el Parque Lezama hace unos 30 años, como la emblemática feria de Plaza Francia (Adamini, 2010) –entre tantas otras del país. Así fue lugar de trabajo y de encuentro de muchos artesanos/as que sostenían al “hippiesmo” como su filosofía de vida (Deleo, 2010), tratando de conectarse con la naturaleza en la ciudad a través de una actividad laboral distinta a otras, intentando llevar una vida “antisistema”, produciendo objetos únicos e irrepetibles, convocando un público que se acercaba a valorar estas creaciones. Ahora bien, ¿cómo vivieron la crisis de 2001 en estos atípicos lugares de trabajo? Como nos contaron los artesanos/as, Artezama dio indicios de cambio ya unos años antes de diciembre de 2001. Esto vino acompañado por los cambios macroeconómicos que estaba sufriendo la estructura laboral argentina: el incremento del sistema informal de trabajo urbano daba la pauta de profundas reestructuraciones (Busso, 2007). Así mismo el público que asistía a la feria estaba cambiando, como lo hacían los feriantes artesanos que buscaban otros lugares donde ofrecer sus productos. Durante el 2001 las transformaciones se irían asentando al finalizar el año: superpoblación de los llamados manteros/coleros al costado de la feria (Chávez Molina y Raffo, 2003), aparición de una feria paralela del otro lado del parque, y sumado a esto, resurgió el truequecomo forma de intercambio, que según nos contó Pedro desvalorizaba el producto artesanal, 40 “La venta cayó cuando se mezcló el trueque con la venta durante la crisis, sé que se mezclaron los artesanos con el trueque de los manteros” (Pedro, artesano de Artezama) Tomando como eje las cuestiones que respondían al volumen y tipo de ventas por un lado, y a la cantidad de artesanos en ese período, por otro, pudimos escuchar diversos pareceres. La mayoría habló de un aumento en el volumen de ventas para diciembre de 2001, haciendo alusión no sólo a productos artesanales sino más bien a los de reventa o manualidades. Por otra parte, los encuestados agruparon la diferencia de manteros/feria paralela por un lado y artesanos/as por el otro. Todos dieron cuenta del aumento de puestos durante el 2001, que fue extendido y sostenido hacia los años siguientes. Si bien la distinción entre los que llamamos “feriantes artesanos tradicionales” y “feriantes típicos ocasionales” -destacándose entre ellos los “feriantes manualistas” apareció en los relatos-, fue subrayado sólo por los que sostenían la trayectoria de “artesanos tradicionales” desde antes de la crisis, como nos decía Federico, que afirmaba el aumento de ventas para ese entonces, pero aclaraba que los productos artesanales no tenían tanta demanda como el resto, “En el 2001 ya estaba en ferias, disminuyó la cantidad de artesanos en sí, surgieron otras ferias, pero como competencia desleal, se vendía menos” (Federico, artesano de Artezama) Podríamos decir que fue un momento donde empezaron a mezclarse los productos ofrecidos, en donde el público que se acercaba empezaba a tener también otras preferencias de adquisición, volviendo a buscar en una feria lo que a veces en el imaginario se le suele pedir: precios bajos, variedad y no tanto originalidad en sus productos. Y también por el lado de los nuevos trabajadores que sostenían en cada puesto o manta la posibilidad de encontrar una rápida salida laboral frente a los 41 sucesivos cierres de fábricas, comercios, y/o ausencias de empleos formales disponibles (Altschuler y Jiménez, 2005). Así las repercusiones se hicieron más evidentes con el correr del tiempo: la tradición ferial acusaba cambios en el parque Lezama. Es por ello que retomamos la idea expresada anteriormente para hablar de la crisis de 2001 como un proceso vivido por los artesanos/as en donde hubo un momento “previo” (los `90), otro “puntual” (diciembre de 2001) y uno “posterior” (desde el año 2002 en adelante). Por ello creemos que los/las protagonistas vivieron esta gran crisis como un hecho extendido en el tiempo. Un proceso ya comenzado en años anteriores, que continúa repercutiendo en la actualidad y fue junto con otras situaciones un momento más de tantas crisis vividas por Artezama. Esta cuestión nos acerca a una pregunta más general, ¿cuáles son esos momentos y cómo son percibidos en este “atípico” lugar de trabajo? Los artesanos y las crisis Para hablar de las distintas crisis, además de retomar la idea sobre “tipos de crisis” vemos la necesidad de retomar las voces de los artesanos/as para enriquecer el recorrido: ¿cómo son esos “momentos críticos”? ¿Cómo los viven? En general han narrado diversas situaciones de crisis, que cada uno tituló de distinta manera. Algunos las señalaron por años: en 1991, en 2004, en 2005, en 2008 y 2009. Otros hablaron de la crisis de “la gripe del chancho”, “la crisis del campo”, “la crisis durante la presidencia de Carlos Menem”, “la crisis por la actual gestión del jefe de gobierno de la ciudad, Mauricio Macri”. Si bien cada uno mencionó de distintas maneras estos momentos, pudimos ver que la mayoría siente que vive un momento de crisis cuando hay poco público que esté dispuesto a adquirir un producto artesanal, afectando así en el volumen de ventas que al final repercute en la cantidad de puestos 42 fijos. De esta manera se vuelve un ciclo difícil de revertir: menos clientes, caída en las ventas, menos artesanos; menos artesanos, cada vez menos clientes, y así. Entonces pudimos ver que en la actualidad esta tradicional feria artesanal del parque Lezama sufre un proceso de crisis interna ante la merma de artesanos, complejizada por factores externos que atañen a la gestión pública del gobierno de turno que se ven agravadas por las crisis externas, incidiendo posteriormente en las identidades feriales. Si bien en lo local vimos que desde los propios artesanos hay una reivindicación constante de lo artesanal, nos han contado que la intención de desvalorización se viene gestando desde hace tiempo, de distintas maneras. Es así que durante los años noventa el producto artesanal se vio amenazado, como afirmaba Lorena al recordar “el año 1991 como de crisis con Menem por la llegada de las importaciones”, generando el ingreso al país de productos mucho más baratos que los de producción nacional, quedando la artesanía perjudicada en este circuito. Acompañando esta idea, pudimos ver en Artezama que la producción artesanal resiente las distintas políticas ejercidas por los gobiernos de turno, tanto locales, provinciales y/o nacionales. Desde este punto de vista, esta feria –que como dijimos anteriormente, pertenece junto a otras 7 ferias al Sistema de ferias porteño regidas por la ordenanza 46.075- se vio amenazada por decretos e intentos de nuevas reglamentaciones10 a través de la gestión del gobierno local desde hace unos años. Así nos contaba Federico, “(En) el año 2008 hubo una crisis que modificó a la feria con el Decreto 132. Quisieron desaparecernos, quisieron anular las 10 Se decreta en febrero de 2008, Nº 132/008, BOCBA 2877 como autoridad de aplicación y fiscalización en los términos de los artículos 10 y 11 de la Ordenanza Nº 46.075 a la Dirección General Ferias y Mercados dependiente de la Subsecretaría de Mantenimiento Urbano del Ministerio de Ambiente y Espacio Público. Así mismo los artesanos/as se convocan para que se respete la ordenanza 46075/008. Para más información de este proceso ver: http://www.youtube.com/watch?v=JNd9x4mAvxE. http://www.youtube.com/watch?v=FjQK6y2HlMQ&NR=1. http://www.youtube.com/watch?v=sIpFaf26Ybk, http://www.youtube.com/watch?v=rjX_IN6SKik&NR=1 43 ferias artesanales a través de la “limpieza de espacios públicos” (…) Porque no reconocíamos el gobierno de Macri, nos pasó a Mercados. Hacemos cultura popular y no nos dejan hacerla, no hay renovación anual ni fiscalización.” (Federico, artesano y delegado de Artezama) Este conflicto que deviene en lo que llamaríamos “crisis interna” denota que la gestión local porteña no colabora en impulsar estos espacios informales de trabajo. Si bien, como veremos más adelante, apoya a las nuevas ferias que aparecieron luego de la crisis de diciembre de 2001, para los artesanos de Artezama y las ferias de tradición artesanal las respuestas resultaron al contrario de lo que sería un reconocimiento y puesta en valor de su forma de trabajo. Por otro lado retomando la cuestión del público, vimos que la afluencia de turismo es otra de las pautas que dan cuenta de la situación de las ferias artesanales. Tanto Artezama -como otros espacios informales de trabajo- se nutren sobre todo de la llegada de turistas extranjeros a la capital del país. Esto también pudimos verlo a través de la feria de plaza Francia (Adamini, 2010), cuyo trayecto y situación de hoy día difiere de la de Artezama, entre otros motivos, por estar situada territorialmente en un epicentro de constante afluencia de público. Si bien la primera puede presentar otros conflictos -como la reubicación de sectores por la llegada de nuevos feriantes- no ha sufrido la disminución de casi el 50% de puestos como sucedió en la tradicional del Parque Lezama, así nos contó Carlos, “En el último año disminuyó la
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