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te-702

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Esta obra está bajo licencia 2.5 de Creative Commons Argentina.
Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5
Documento disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, repositorio
institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de la
Universidad Nacional de La Plata. Gestionado por Bibhuma, biblioteca de la FaHCE.
Para más información consulte los sitios:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar
Tesis presentada para la obtención del grado de
Licenciada en Sociología
Director: Busso, Mariana
Cita sugerida:
Cafferata, M. V. (2011). De Crisis y Ferias, Dos ferias en un mismo parque:
¿Identidades feriales trastocadas?. Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La
Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria Académica.
Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.702/te.702.pdf
Cafferata, María Victoria
De Crisis y Ferias, Dos ferias en
un mismo parque: ¿Identidades
feriales trastocadas?
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/
http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar/
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/
 1
 
 
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA 
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN 
DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA 
 
 
 
 
 
 
LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA 
TRABAJO FINAL // TESINA 
 
Título del Trabajo Final/ Tesina 
De Crisis y Ferias, 
“Dos ferias en un mismo parque: 
¿identidades feriales trastocadas?” 
 
 
 
 
 
 Alumno/a: Victoria Cafferata 
Legajo: 74219/8 
Correo 
electrónico:victoriacafferata@yahoo.
com.ar 
Directora: Mariana Busso 
Fecha: Agosto de 2011 
 
 2
Resumen/Abstrac: 
En esta tesina/trabajo final nos proponemos analizar cómo han repercutido los 
momentos de crisis en las identidades feriales. 
Para llevar a cabo este objetivo, decidimos trabajar con dos ferias en particular: 
Artezama, feria tradicional artesanal y Ferizama, feria “polirrubro” de reventa y 
productos en desuso, ambas situadas en el Parque Lezama de la Ciudad Autónoma de 
Buenos Aires; donde analizaremos cómo los feriantes de estos atípicos lugares de 
trabajo viven y experiencian diferentes momentos de crisis, sean internacionales, 
nacionales o locales y, en particular cómo han percibido la crisis de diciembre de 2001. 
Para reflejar los distintos relatos de los feriantes recurrimos a un abordaje cuanti y 
cualitativo de investigación, a través de entrevistas partiendo de formularios 
estandarizados, notas de campo, observaciones, charlas informales, lo que desde la 
metodología de la investigación se denomina muestreo teórico. 
Es así que nos interesa especialmente ver cómo estos trabajos atípicos son modificados 
por los momentos de crisis y por la crisis de diciembre de 2001 en particular; cómo son 
vividos por estas dos ferias de diferentes perfiles; cómo son percibidos por los feriantes 
que las sostienen. De un lado, la feria de tradición artesanal y del otro la de reventa, 
veremos qué llevó a estos trabajadores atípicos a estos espacios informales de trabajo, 
qué historias traen, y cómo perduran en el tiempo. 
 
Palabras clave: Crisis, Trabajo atípico, Feria artesanal, Feria de reventa, Identidades 
feriales. 
 
 
 3
Índice 
* Agradecimientos………………………………………………………………………4 
* Empieza el recorrido……………………………………..…………….……………...6 
 
* Parte1: “Las Ferias”…………..…………..……….…...……………….………….....14 
Artezama: “El pasado y el presente se encuentran……………………………………..16 
 Tiempo y espacio……………………………………………………….....18 
 Artesanos y artesanas………………………………………….…………....20 
 Tensiones y conflictos: estrategias de permanencia y 
 Organización……………………………………………………………..….24 
Ferizama: “Haciendo un futuro”…………………………………………………….....26 
 Espacio………………………………………………………..….................27 
 Feriantes……………………………………………...……………..…..…..28 
 Tensiones y conflictos: estrategias de permanencia y 
 Organización.……………………………………….…..……………...........30 
“Dos ferias, un parque”: similitudes y diferencias………………..……………………31 
 
* Parte 2: “Crisis y Ferias”……………………………………..………………….…...35 
Crisis……………………………………………..…………..………….……37 
 Artezama: La Crisis de diciembre de 2001…………..………………………39 
 Los artesanos/as y las crisis…………..…..…………………..…..41 
 Ferizama: La Crisis de diciembre de 2001……………..……………………44 
 Los/las feriantes y las crisis………………….……......….………47 
 
* Fin del recorrido……………………………….……………………………..………50 
* Bibliografía…………………………………….……………………………………..55 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 4
Agradecimientos: 
El día que empecé a cursar la carrera de Sociología estaba llena de inquietudes, dudas, 
curiosidad por ese mundo nuevo por descubrir. Esa mirada que fui tramando durante los 
primeros años la pude finalizar hoy por mucha gente que me acompañó y me acompaña 
desde el comienzo, en el transcurso y el final de este trayecto. 
A Marilú, mi mamá y Eduardo, mi papá, les quiero agradecer por el amor, el apoyo, la 
incondicionalidad de estar y de seguir aprendiendo juntos. 
A Julita, mi hermana, por su compañerismo, su picardía y el contagiarme la liviandad 
para resolver algunos momentos. 
Mis abuelas, Ana y Ñata, dos mujeres que siempre están atentas, curando el empacho o 
con un paquetito de milanesas, y viendo qué hacemos las nietas, por dónde andamos. 
A la tía Beatriz también por apoyarme, por regalarme mi primer “diploma de recibida”. 
Al colchón de amor y contención que conocí en los pasillos de la facultad, en las 
cursadas, en los sueños compartidos: Sabrina Calandrón, por ayudarme a encontrar el 
eje cuando estoy perdida; Eugenia Madera, por su ternura inagotable; Nadina Rodriguez 
por su talento en levantar ánimos; Mariana Sorgentini por las caminatas, los bailes y los 
goles; Eliana Gubilei por su sinceridad. Por los abrazos de osas y los sueños 
compartidos, los viajes, los proyectos por venir. A Flor Bravo por sus cenas temáticas. 
A Eleonora Bretal por las charlas, el compartir búsquedas y el empuje en momentos 
complicados. 
A las “Urucumas”, Ine, Vane, Luli, Adri, la Negra, por estar, por bailar juntas, por 
detenernos a conocernos, por hacer que “la vida sea más bella”, llena de sueños que 
pueden realizarse con sólo plantar una semilla. A Laurita Bersi por acompañarnos desde 
la infancia, y compartir los momentos más lindos de cada etapa. A las “chichis” del 
secundario, Nat, Manu, Ale, Lau, Car, por seguir riéndonos, y encontrándonos cada vez 
 5
que podemos. A Romina por escucharme y ayudarme a cumplir metas. A Karina por 
confiar. A mi primo Rodolfo por compartir las últimas charlas de este proceso. 
A mis compañeros/as de la Comisión de Sociología de los primeros años, y con los que 
hicimos la revista “Artesanos, hilvanando lo social”, con los que nos pasábamos horas y 
horas preguntándonos “Sociología, ¿para qué?” 
Al Colectivo Lanzallamas, con los/as que hicimos realidad la búsqueda de una 
sociología “práctica”, más divertida y comprometida, más cerca de la calle y de la 
gente. 
A Mariana Busso, mi directora, por la confianza, el amor, la paciencia que me brindó en 
este proceso, por ser una gran profesora que escucha y que acompaña, por el aprendizaje 
que me guardo de este trayecto compartido. 
A Marina Adamini, Camila Deleo y Mahuén Gallo, compañeras del proyecto de las 
ferias, por las discusiones que finalmente sirvieron para este trabajo. 
A los y las feriantes de Artezama y Ferizama que sin sus relatos no podríamos haber 
realizado este trabajo final. 
¡Muchas gracias a todos y todas, sin ustedes, no hubiera sido posible un final tan feliz! 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 6
Empieza el recorrido1 
Hemos visto en distintos momentos de la historia argentina quelas crisis han 
marcado rotundos cambios en distintas esferas de la vida de nuestro pueblo. Estos 
momentos de crisis macroeconómicas han repercutido indefectiblemente en los 
“micromundos” del trabajo informal. Es así que pensamos que estos contextos resultan 
propicios para transformaciones en el mundo del trabajo en Argentina, dando lugar a la 
proliferación de viejas pero novedosas formas de trabajo (Gorbán y Busso, 2003). El 
trabajo informal en general, y en particular las ferias han dado cuenta de estas 
transformaciones (Busso y otros, 2009). Siguiendo con esta idea, entendemos al trabajo 
informal como “contracíclico” al devenir de la economía2. Queremos decir con esto que 
el trabajo informal crece en momentos de crisis económicas. 
 En esta oportunidad nos centraremos en las ferias, que si bien su aparición data 
de varios siglos atrás (Busso, 2007) representa para el principio de siglo XXI uno de los 
trabajos “atípicos” que más ha crecido, con distintos perfiles, en distintos puntos de 
nuestro país y sobre todo en el conurbano bonaerense. La pregunta general que abraza 
nuestro recorrido en esta tesina de grado tratará de ver si las grandes crisis 
macroeconómicas han permeado estos trabajos atípicos y, en particular, si esas crisis 
han transformado las identidades que los encarnan. 
Vimos la necesidad de hacer hincapié en la atipicidad de estos trabajos dado que 
las grandes crisis en Argentina -sean económicas, políticas y/o sociales-, han generado 
cambios en el mundo del trabajo, siendo este tipo de actividades las que más han 
 
1 Este trabajo final de grado retoma reflexiones surgidas en el marco de un proyecto de 
investigación PICT 1027/06: “Estrategias laborales por cuentapropia frente a momentos de 
crisis y crecimiento económico. Una mirada cuantitativa de los trabajadores de ferias artesanales 
urbanas en la Argentina contemporánea”. Equipo formado por graduadas y estudiantes 
avanzadas de la Lic. en Sociología de la UNLP, Marina Adamini, Camila Deleo, Mahuén Gallo 
y la autora de la presente tesina, dirigido por la Dra. Mariana Busso. FONCYT-MINCyT – 
 
2 Para profundizar las distintas posturas sobre el tema consultar: Portes, 1995; De Soto, 1990; 
Souza y Tokman, 1995; Carpio y otros, 2000. 
 7
crecido. Así estos trabajos “atípicos” se vuelven una salida laboral rápida y habitual 
frente a la desocupación que muchos/as trabajadores viven durante dichos períodos. 
Al decir “atípico” lo hacemos en oposición al “típico” trabajo asalariado en 
relación de dependencia que existe en el sistema capitalista contemporáneo (Busso y 
otros, 2011). Es así que en este sistema conviven distintas formas contractuales y no 
contractuales de trabajo, donde el intercambio de bienes, productos y servicios se realiza 
de distintas maneras. En particular, es en las ferias donde se efectúa la mercantilización 
de objetos -cuya práctica puede registrarse desde el Medioevo (Busso, 2007)- sean 
productos artesanales, en desuso, nuevos, o de reventa, formando parte de la impronta 
atípica de la cual daremos cuenta en el recorrido. 
Así, las “ferias”, estos lugares de paseo, de encuentro, están fundamentalmente 
montados -a través de puestos semi-fijos- para la comercialización de todo tipo de 
productos. Ubicados en general en espacios públicos como parques, plazas, o terrenos 
baldíos, generados y sostenidos a través de la organización de los feriantes legalizados 
en su actividad por los municipios de cada localidad y que son acompañados, muchas 
veces, por los no-legalizados llamados “manteros” o “colas de feria” (Chávez Molina y 
Raffo, 2003) situados en los márgenes de las mismas. La característica de estos 
“micromundos” informales de habitar el espacio público al “territorializar” su lugar de 
trabajo, dará cuenta del entrecruzamiento de distintos actores que atraviesan y hacen a 
esta actividad laboral atípica. 
Así podremos ver que las ferias están moldeadas por distintos factores, de este 
modo identificamos los externos (el clima, el municipio, por ej.) e internos (la 
organización, las disputas entre los viejos y nuevos feriantes, por ej.). 
Con respecto a las características de funcionamiento, esta atípica forma de 
trabajo se desempeña regularmente por un lado, los fines de semana y feriados, siendo 
 8
ese el “tiempo fuerte” de la actividad (Busso, 2007), dado que es cuando se 
intercambian los productos por dinero, la “posibilidad de la venta efectiva” les permite a 
los/las feriantes sostenerse en su actividad laboral. Y, por otro lado, el “tiempo débil” 
(Busso, 2007), que transcurre durante la semana en donde se efectúa la producción (por 
ejemplo, en el taller para la artesanía, en las quintas para la verdura y la fruta), la 
compra de materiales (herramientas, bolsitas para envolver los objetos) y reposición de 
mercadería (por ejemplo, para los objetos ya manufacturados o de reventa). 
De este modo las identidades feriales se van tiñendo, adoptando formas distintas 
que principalmente por los productos ofrecidos se caracterizarán como artesanales, de 
reventa, de usados, de frutas y verduras, o francas entre otras (Busso, 2004). 
Retomando el objetivo general, intentaremos ver cómo las grandes crisis 
permearon estos atípicos lugares de trabajo, y a su vez cómo transformaron las 
identidades de los/las feriantes. Decimos que la idea de crisis alude a un momento de 
quiebre o ruptura entre una situación conocida –sea de crecimiento o estabilidad 
económica, política o social- y un nuevo escenario oscurecido por la inestabilidad, los 
desequilibrios y la incertidumbre (Busso, 2010). 
Por ello, cuando hablamos de crisis, hacemos referencia a los momentos que han 
significado una ruptura con el fluir económico, social y/o político de nuestro país, en 
esta ocasión tomamos como referencia la ocurrida en diciembre de 2001 por reunir estas 
características y por haber representado uno de esos momentos de grandes crisis 
macroeconómicas. Intentaremos ver de qué forma intervinieron en esta actividad laboral 
que ya experimentaba en su seno, el temor a la no venta, o el riesgo de que por algún 
factor (externo y/o interno) modifique la posibilidad de las “buenas ventas”. Fue por 
ello que nos resultó interesante indagar en si podemos pensar a las grandes crisis como 
transformadoras de las identidades feriales que al parecer viven su actividad en crisis 
 9
constante. Continuando con esta mirada, pondremos el acento en dos espacios feriales 
del parque Lezama de la ciudad de Buenos Aires, donde intentaremos reflejar las voces 
y sentires de los actores que dan vida a estos “micromundos” laborales. 
 En la Ciudad Autónoma de Bs. As., capital del país, las ferias artesanales son 
unas de las atracciones preferidas tanto por visitantes internacionales como locales. El 
paseo a través de estos espacios de trabajo informal consiste en encontrarse con la 
historia de la ciudad, de cada barrio, cada familia, junto a la creatividad de los y las 
expositoras de artesanías. Mates cargados de vidas, tradiciones, personajes y costumbres 
rioplatenses de “la Buenos Aires Querida” son las sensaciones que pintan el paisaje de 
las ferias de Parque Lezama, en el barrio de San Telmo. 
Antes de situarnos en el tema que nos convoca, creemos necesario resaltar lo que 
este parque significa en la idiosincrasia porteña. Representa un espacio natural y 
cultural de muy fuerte legado, que la ciudad intenta conservar. Hay quienes sostienen 
que allí fue establecido el primer asentamiento que tuvo Buenos Aires, como también 
dicen que fue el lugar de mayor concentración de esclavos traídos de Filipinas3. En la 
actualidad podemos observar dos monumentos rodeados de las arboledas más exóticas: 
“Don Pedro de Mendoza”, y el “Monumento a la Cordialidad Internacional” –este 
último hace referencia a Uruguay y Argentina, las costas hermanas. Delotro lado, 
vimos uno de los carruseles más antiguos de la ciudad rioplatense. 
Ahora bien, si algo tiene de particular Parque Lezama -además de la fuerza de 
su historia-, es que sostiene dos ferias de distintas características. Por un lado se 
encuentra la antigua e histórica feria de artesanos, Artezama, y asomando del otro lado 
de las colinas del parque, está Ferizama, subtitulada “Feria para el Cambio”, numerosa 
y más joven. Ambas, de distintas características, nos envolvieron entre sus relatos y 
 
3 http://www.ensantelmo.com.ar/Historia/Turismo/Pque%20Lezama/lezamahistorias.htm 
 10
nuestra pregunta central: ¿son las grandes crisis transformadoras de estas identidades 
feriales? 
 Artezama llegó a tener hace unos años 260 puestos fijos, aunque sólo 30 
quedan en la actualidad. Fue un lugar de intercambio cultural artesanal cosmopolita 
muy importante, en donde distintas expresiones artísticas y artesanales eran expuestas 
cada fin de semana. Zapatos, Cerámica, Platería, son algunos de los rubros que aún 
participan de ella. Veremos más adelante cómo feriantes artesanos(as) “tradicionales”, 
junto a los feriantes “ocasionales típicos” (Busso y otras, 2008), intentan hacerse de 
estas fuentes de trabajo, pese a los cambios vividos sobre la producción de artesanías ya 
desde los ´90 en nuestro país. Artezama, como su nombre exclama, mantiene su 
identidad artesanal, describiendo de esta manera una forma de producción que implica 
la puesta en valor de la mano del artesano sobre la técnica, es decir, la creatividad con 
la que modifican la materia prima volviéndola una pieza única e irrepetible. Candombe, 
tango, y birimbaos resuenan en este lado del parque. 
En Ferizama, con el telón de fondo de la cancha de Boca, el paseo de domingo 
se vuelve más familiar y popular. En cada puesto se ven las sillitas y los mates sobre las 
veredas, los feriantes observan el pasar de los autos y a la multitud que se agolpa en 
algún puesto a mirar ofertas, encontrar objetos de colección, o antigüedades. Esta feria 
de “reventa”, como es llamada por los artesanos de Artezama, o “de oportunidades”, 
como la llaman los vecinos de Parque Lezama, también aparece cada sábado, domingo 
y feriado. De 500 toldos azules, y dividida en 5 sectores, esta feria es “polirrubro” 
(Altschuler-Jiménez, 2005) tanto para el asombro de los que la visitan por primera vez, 
como para el cotidiano de los clientes de la bicicletería, bazar, mercería u objetos 
usados. Así se vuelve un verdadero espacio comercial de productos de reventa, usados, 
y servicios, saliendo a la luz, ofreciendo “hasta lo que no tiene” para poder sobrevivir. 
 11
De esta manera (con)viven dos ferias, dos espacios laborales similares y 
diferentes al mismo tiempo, en un solo parque, en un mismo espacio público. Dos ferias 
que representan la historia de mujeres y hombres que por propia elección o por 
situaciones coyunturales se convierten en feriantes cada fin de semana en este barrio de 
la Ciudad de Buenos Aires. Es así que en esta travesía intentamos construir nuestra 
propia brújula: a través de la historia de los feriantes del barrio de San Telmo/La Boca, 
que junto a otras ferias del país dan cuenta de cambios, virajes y refundaciones en el 
mundo del trabajo argentino (Altschuler y Jiménez, 2005), junto a nuestro propio 
camino dando finalización así a nuestra carrera de grado. 
Sacamos nuestro plano de viajeros/as y recordamos las texturas y colores que 
elegimos para repensar: ¿Cómo permearon las grandes crisis a estas identidades 
feriales? ¿Cómo viven estos mundos feriales los momentos de crisis, qué diferencias 
tienen y qué similitudes sostienen en esa coyuntura? ¿Cómo fue la (re)configuración de 
ellos en el Parque Lezama a partir de la crisis de diciembre de 2001? ¿Cómo fue y es 
vivido por los protagonistas de cada feria? ¿Cómo es en la actualidad? ¿Qué estrategias 
de convivencia y supervivencia surgieron? ¿Qué tensiones aparecen? ¿Cómo son sus 
vínculos con el municipio de la ciudad? 
Remitiéndonos a la metáfora de Ortiz del “trabajo intelectual” como al oficio de 
la costura, que cuanto más se practica mejores prendas se obtienen, este mapa fue 
cosido con herramientas tanto cuanti como cualitativas de investigación entre fines de 
abril y principios de julio de 2009: surgió a través de entrevistas a partir de formularios 
estandarizados (19 en Artezama y 20 en Ferizama), abundantes notas de campo, 
observaciones y charlas informales; en las cuales buscamos reflejar las distintas voces 
de los trabajadores de las ferias de parque Lezama, (distinguiendo los tipos de productos 
ofrecidos, edad, género, antigüedad, cantidad de horas trabajadas, etc.), lo que desde la 
 12
metodología de la investigación se denomina muestreo teórico. Queremos destacar que 
en este trabajo nos proponemos reflejar el fuerte cambio que produjo a los 
protagonistas de estos espacios laborales atípicos la crisis macroeconómica, política y 
social de diciembre de 2001 como también poner en evidencia otros momentos de crisis 
expresados por ellos. Fue así que decidimos analizar cualitativamente los datos 
relevados a partir de los formularios estandarizados, dado que vimos la necesidad de 
recuperar de la mejor manera posible las perspectivas y sentires de los artesanos/as y 
feriantes, enriqueciendo de esta manera la descripción de estos distintos mundos 
feriales. 
Para tener en cuenta para futuras ocasiones, notamos que la época del año de la 
visita al parque fue dificultosa por el clima de otoño-invierno (muchas lluvias), tanto 
para la actividad ferial en sí como en nuestro intento de compartir y recoger la historia 
de las ferias y los feriantes. Quizás este parezca un dato anecdótico, pero veremos más 
adelante que la cuestión climática en este universo laboral es un factor decisivo para su 
funcionamiento. 
Siguiendo la idea de “hilvanar las ideas” (Ortiz, 2004) intentaremos darle forma 
a los conceptos que aquí presentamos, retomando la sugerencia de que tallarlos es un 
arte, en el sentido de artesanía, de un “hacer”, de la “imaginación sociológica” 
expresada por Wrigth Mills4 que descubrimos en los primeros años de nuestra carrera y 
aquí deseamos practicar. 
 
4 Según palabras de Renato Ortiz, “Si hablo de artesanía es porque el objeto 
sociológico es un artefacto hecho pieza por pieza, de allí su dimensión de 
totalidad.”(2004) 
 
 13
Acompáñenos en esta aventura de hilar y coser, cortar y pegar en este intento de 
comprender y aprehender la vida de estos espacios feriales con sus protagonistas, 
sabores, músicas, diálogos; y de paso a develar algunos de los misterios que guardan 
los personajes de las colinas del Lezama. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 14
Parte 1 
Las Ferias 
Como mencionábamos, el parque Lezama de la Ciudad Autónoma de Buenos 
Aires sostiene desde hace 10 años dos ferias de distintas características e historia. Estos 
espacios de encuentro, paseo y comercialización de productos han marcado, a través de 
sus historias y el ritmo de su actividad, características que los diferencian y los 
asemejan, que los unen y los separan. A primera vista, a través de los objetos ofrecidos 
en cada una, pudimos observar las identidades que las tiñen. Artesanías por un lado y 
objetos en desuso por el otro se acomodan sobre los tablones de los stands de cada feria. 
Desde la mañana hasta el mediodía empiezan a armarse estos “micromundos” de trabajo 
atípico, para culminar, en el caso de no tener luz eléctrica, con los últimos rayos de sol. 
Las ferias se despliegan en lados opuestos sobre el parque. El aire que las recorre 
se matiza de distintos aromas, colores y músicas. El tiempo parece ser distinto en cada 
una. Aunque también parece similar: los feriantes, los objetos en cada puesto, la venta, y 
el públicoque las recorre se van repitiendo en cada una con distintos “ropajes”. 
Esta forma de trabajo informal que aparenta “libertad” e “independencia” frente 
a los típicos trabajos asalariados en relación de dependencia, está permeada por muchos 
factores y condiciones que develan “dependencia” en su trasfondo. Varios puntos 
aclaran este pensamiento. 
Uno de ellos tiene que ver con el lugar que habitan. Es el espacio público como 
lugar de trabajo en el que intervienen distintos actores, el que será contexto y parte de 
esta actividad. Las reglas que deben seguir para funcionar lejos están de convertirlos en 
trabajadores “libres”. Es el proceso de legalización que estos espacios deben conseguir, 
a través de ordenanzas, organización de los feriantes y acuerdos con el municipio de 
turno. Es así como esta actividad se ve condicionada por las distintas direcciones 
 15
políticas que toman los gobiernos locales con respecto a los espacios públicos y su 
administración. 
La otra cuestión que atraviesa estos espacios informales de trabajo tiene que ver 
con el clima que es parte de los factores que permiten o no su actividad, volviéndose así 
“dependientes” del buen clima. A su vez, el público o “clientela” que acostumbra 
visitarlos también es otro actor que interviene en el éxito de la feria, siendo otra 
condición que marca la condición de “dependencia”. Por otro lado, la no separación de 
tiempo libre y tiempo de trabajo en sus casas también nos habla de la dependencia que 
demanda este tipo de trabajo, en donde el feriante (en distintos grados, según el tipo de 
feria) está usando además del tiempo “fuerte” que ocupa los fines de semana, dedica un 
tiempo “débil” a la actividad, en donde allí se entrecruzan la esfera laboral, la esfera 
familiar, sin dejar tiempos de ocio visibles. 
A estas cuestiones sumándoles los momentos de grandes crisis, donde dijimos 
que las filas de los trabajadores informales se ven engrosadas, obtienen especial 
atención para estos atípicos trabajos. 
 Entrando al parque Lezama, por un lado, aparece Artezama que comenzó su 
actividad hace aproximadamente 30 años, según cuentan los artesanos y artesanas. Es 
una feria que nos da la bienvenida con un cartel colorido colgado de árbol a árbol, en la 
esquina de las avenidas Brasil y Defensa, que se reconoce y se sostiene como puramente 
artesanal, donde conviven distintas generaciones de feriantes. Recorrer el lugar da la 
sensación de historias pasadas: músicas, aromas y personajes típicos del barrio de San 
Telmo de la ciudad de Buenos Aires. 
En tanto, Ferizama tuvo sus inicios por el año 2001, consecuencia directa de la 
salida de la crisis social, política y económica de diciembre de ese año ocurrida en 
 16
nuestro país.5 Con la frase “del piso al puesto” (Altschuler y Jiménez, 2005), este tipo 
de ferias comienza a establecerse con un perfil característico: reventa de productos tanto 
nuevos como usados, y en algunos casos de realización manual (distinto a lo que se 
considera una artesanía). Es decir que marcan una diferencia importante respecto de las 
tradicionales ferias de artesanos. 
 Así, la identidad de cada espacio ferial se va moldeando a través de los 
productos que ofrecen junto a los factores y condiciones que les van dando los detalles y 
colores propios, haciendo de cada feria un lugar de compras, paseo y trabajo únicos. 
Los/as invitamos a recorrer cada uno, tratando de observar hacia el final de esta 
primera parte las similitudes y diferencias que los enmarcan, convirtiéndolos así en 
vecinos cuyas identidades saltan a primera vista. 
 
Artezama 
El Pasado y el Presente se encuentran 
 Artezama comenzó su actividad hace 30 años, según cuentan los artesanos y 
artesanas más antiguos del Parque Lezama. Es una feria que se reconoce e intenta 
sostenerse como puramente artesanal, donde conviven distintas generaciones de 
feriantes. Los rubros que pueden apreciarse en las tardes de fin de semana (y feriados) 
son: Cuero; Tallado en Madera; Vitrofusión; Platería; Cuchillos; Cerámica; Modelado 
en Porcelana en frío y masilla; Tejidos en lana, hilos y alambres; Telar; Crochet; 
Caleidoscopios, Relojes de arena; Ropa hecha y pintada a mano; Cuadros; Metal; 
Lámparas; Zapatos. Los feriantes nos contaron que se podían apreciar objetos de 
distintos legados artesanales. Así nos comentaba Atilio, que trabaja con metal por 
 
5 Este fenómeno se vivió también en otras ciudades, como en La Plata, con la “Feria 
Artesanal, Cultural y Manualista Parque Saavedra”, surgida desde la asamblea barrial 
del barrio de Saavedra, actualmente vigente. 
 17
elección, desde hace 36 años; es casado (su mujer lo acompaña, sea en el taller, o en la 
feria) y estudió con Michel -un famoso escultor mexicano-. Por otro lado, Yésica de 29 
años, recurrió a la Pintura sobre tela -ropa de bebés y niños-, desde hace 9 años participa 
de la feria y se considera artesana. Ella dice haber aprendido el oficio por necesidad 
económica, su tío la acercó al mundo ferial; antes trabajaba en una marroquinería y en 
seguridad de aviones, pero dejó ese trabajo porque se sentía “presa”. Ve a la feria como 
un cambio en su vida: el aire libre, la no- relación de dependencia. De todas maneras, 
nos contó que le gustaría sumar un trabajo fijo al actual. 
Como decíamos, caminar el lugar da la sensación de historias pasadas. Artezama 
corresponde a una zona del Parque Lezama en donde se respira el candombe, el tango, 
la milonga, los tambores africanos y los birimbaos repicando entre los árboles 
ancestrales. 
Si bien hoy en día no circula demasiada gente, cada tanto se escuchan grupos 
musicales cercanos al monumento de “Don Pedro de Mendoza”, subiendo las 
escalinatas de la esquina de la calle Brasil y Defensa, justo en la intersección de los 
senderos que conforman el corazón del espacio ferial, continuando por los pasillos del 
parque en paralelo al Anfiteatro ubicado sobre la avenida Brasil. La gente que pasa se 
para, baila un poco, y canta al ritmo del candombe canción. El cantante saluda al 
público y les recuerda las raíces negras que tiene el barrio del Lezama; como también 
clama por la continuidad de los espectáculos musicales que dan vida al parque y a la 
feria. Desde el municipio y junto a algunos vecinos, se ha intentado prohibir en varias 
ocasiones la presentación de dichos grupos, y la presencia de comparsas de candombe 
los días domingos, entre otras manifestaciones relacionadas con las costumbres propias 
de la zona. De esta manera, además de impedir la libre expresión de distintas 
 18
tradiciones del barrio porteño, estarían perjudicando a la feria ya que estas actividades 
generan una mayor afluencia de público. 
 Como mencionábamos, la feria funciona alrededor del monumento de “Don 
Pedro de Mendoza”. Actualmente apenas se extiende hacia los comienzos de los 
pasillos que enmarcan al Anfiteatro ubicado hacia un lateral de la feria, sobre la calle 
Brasil y Balcarce; lugar donde también se solían disfrutar recitales, discursos, danzas, 
charlas, entre otras actividades. Artezama se nutría de esta dinámica para seguir 
latiendo. 
 
* Tiempo y Espacio 
 Artezama se despereza a las 10 de la mañana de cada sábado, domingo y feriado, 
en el barrio de San Telmo, expandiéndose, según la cantidad de puestos, por los pasillos 
internos del parque. Vimos que en general no llegan a superar los 40 stands. 
 Los toldos que cubren cada estructura de hierro con lonas marrones o negras, se 
entremezclan con el colorido que ofrezca la naturaleza. El armado de los puestos es 
realizado por un flete que contratan entre todos, como también la luz, para funcionar 
cada fin de semana. No tienen sanitarios disponibles, ni sede, como si poseen algunas 
otras ferias (Busso, 2007). Forman parte del paisaje ferial los carritosde café y/o 
empanadas, tartas caseras, pañuelitos de membrillo y batata que deambulan incansables 
durante la jornada laboral. Por momentos, la sensación de anestesia es casi constante en 
el lugar. Muchos artesanos recuerdan los serpenteos que daba hace unos años atrás el 
recorrido de la feria: casi 300 puestos entre árboles y monumentos. Actualmente son 
alrededor de 40 puestos fijos los que sostienen la feria (30 permisionarios y 10 
invitados), así contaron, 
 19
“(…) está vacía la feria de artesanos (…) En este 
último año disminuyó la cantidad de artesanos, en 
diciembre de 2008 se fueron muchos, casi el 50%”. 
(Norma, artesana de Artezama) 
Para acceder a Artezama y ser titular en el puesto, hace falta pasar una 
fiscalización realizada por los organismos pertenecientes a la municipalidad en donde 
también participan algunos artesanos pertinentes para el rubro a calificar, designados 
por la Asamblea. La fiscalización se realiza en general una vez por año, los artesanos 
deben aprobarla para tener su permiso (carnet personal que los identifica como 
artesanos) y con el tiempo ser titulares del puesto. Además, Artezama es la puerta de 
entrada al Sistema de Interferias de la CABA en donde participan la feria de Parque 
Centenario, Plaza Houssay, Intendente Alvear, Plazoleta Santa Fe, Parque Belgrano y 
Vuelta de Rocha. Como nos contaron los feriantes artesanos, existen otros sistemas de 
ferias regionales, que articulan entre distintas provincias y ciudades del país (Busso y 
otros, 2010). Este es un sistema que les permite viajar, conocer e intercambiar sus 
creaciones, y a través del cual pueden generar una venta efectiva durante la temporada 
de invierno o verano y/o participar en distintas fiestas regionales. Esto, representa el 
pase a otras ferias. Sea en el interior del país (varios mencionaron destinos claves como 
Catamarca, Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe, La Pampa), o en otros puntos feriales dentro 
o fuera de la CABA (San Pedro, La Plata, Quilmes, Berazategui, Avellaneda, Mar del 
Plata, Lomas de Zamora, San Isidro, Caminito, Parque Centenario, Recoleta, Belgrano, 
Houssay). Es de destacar que 12 de cada 19 feriantes afirmaron trasladarse cada 15 días 
a otros espacios feriales, mientras el resto por distintos factores (comodidad, 
costumbre, pero sobre todo por dificultades económicas que implican traslado y/o 
mayor producción) permanecen en Artezama. 
 20
 * Artesanos y artesanas 
En las tardes que pasamos en Artezama vimos que, feriantes artesanos 
tradicionales son minoría frente a los manualistas; y que, a pesar de las diferencias 
técnicas y modo de producción de los productos, el 95 % de los feriantes entrevistados 
se reconocen artesanos. Norma de 52 años, que tenía un saber aprendido en su provincia 
de origen, Misiones, recurrió a la Cestería en Papel. Nos contó que se acercó a Artezama 
hace 6 años por la necesidad de un cambio de vida, el fin de una etapa (sus hijas habían 
emprendido su propio camino), y la necesidad de un ingreso al hogar. Se acompañan 
con su marido, que se encarga de uno de los puestos de café ambulantes que recorre el 
parque. Por otra parte, Federico, de 33 años, hace 10 que está en la feria, trabajó 
anteriormente en estaciones de servicio. Fabrica caleidoscopios, cajas de madera y 
relojes de arena. Si bien tuvo ayuda familiar en el oficio, nos contó que aprendió solo. 
Empezó en la feria como salida laboral: la elige por el compañerismo, y el público en 
general. No desea cambiar de trabajo, por el nivel de vínculos que generó y porque todo 
depende de él. Percibimos, por otra parte, que el nivel educativo con el que nos 
encontramos en esta feria es el de personas que han completado sus estudios 
secundarios, y en algunos casos han incursionado en estudios universitarios o terciarios 
vinculados con áreas artísticas. 
 Revisando nuestras previas experiencias vimos con asombro que en Artezama la 
convivencia de los feriantes artesanos tradicionales y feriantes típicos ocasionales 
(Busso y otros, 2008) no pareciera tener dificultades, como claramente fueron visibles 
en otras ferias (Busso y otros, 2009). Los primeros son aquellos que aún conservan la 
tradición de utilizar tan solo una o dos técnicas para trabajar la materia prima y 
convertirla en un objeto único e irreproducible, primando la fuerza de trabajo y la 
creatividad sobre la producción en serie que conlleva un producto industrializado -por 
 21
ejemplo la platería, el tallado en madera o la cerámica sin moldes-; sostenidos además 
por una herencia familiar que les transmitió ese saber que siguen reproduciendo junto a 
una visión del mundo, de su trabajo y sus vidas que intenta recoger los ideales del 
movimiento hippie de los años `60. 
Mientras que los segundos, los feriantes típicos ocasionales, son aquellos que 
vieron en las ferias una salida rápida ante la situación de desocupación que contrajeron 
en momentos de crisis, y así se acercaron a estos espacios de trabajo informal 
intentando suplir o completar el ingreso en sus hogares. Distinguimos, en estos últimos, 
a los feriantes manualistas, que ofertan objetos ya terminados y seriados, modificados 
con algún detalle que deja entrever la diferencia con los de producción artesanal. Son 
aquellos que aplican algún saber aprendido vinculado a las “Bellas Artes”, a lo artístico 
por ejemplo, compran un modelo terminado de remera y lo intervienen con algún detalle 
de pintura o bordado, sin modificar radicalmente la materia prima, sumando al producto 
algún complemento que lo distinga. No llegan a ser revendedores de objetos 
industrializados o en desuso, pero tampoco llegan a identificarse como los artesanos/as 
tradicionales que venimos describiendo. 
Es interesante aclarar que en general para el tipo de feria que es Artezama, el 
perfil de los feriantes típicos ocasionales se identifica con el de los feriantes 
manualistas que ya aparecían desde antes de la crisis de diciembre de 2001. Volviendo 
a la categoría feriantes típicos ocasionales, podemos decir que son trabajadores que se 
vieron obligados a engrosar las filas de actividades informales viendo en estos 
“micromundos” una salida ante la desocupación que los aquejaba. También es 
interesante notar que los nuevos feriantes que se acercaron a Artezama no 
necesariamente sostienen una filosofía de vida consecuente con el hippiesmo de los 
años `60. Para muchos la experiencia de producir artesanías tuvo que ver en primer 
 22
lugar, con cubrir una necesidad económica y no con una identificación con la “vida 
antisistema”, “cercana a la naturaleza” o la búsqueda de un “trabajo independiente”. 
 Por otra parte, vimos que en promedio los artesanos/as entrevistados trabajan 8 
horas por día por semana (debemos recordar que los feriantes artesanos en su mayoría 
utilizan los 7 días de la misma como días laborales). Esto se debe a que existen distintos 
tiempos: el de producción (en el que también se incluye el de compra o recolección de 
materia prima y herramientas para la construcción de la artesanía, llamado más arriba 
“tiempo débil”), el de exposición y venta de los productos elaborados (llamado también 
“tiempo fuerte”). Sumado a esto debemos incluir otros factores que influyen en el 
tiempo necesario para sostener la actividad, entre otros, el rubro al que pertenecen (no 
lleva la misma cantidad de horas el proceso de tejido que el de platería, herrería o 
cerámica); el capital con el que cuentan cada semana para adquirir la materia prima 
(cuero, arcilla, telas, pinturas, alambres, hilos, metales, herramientas) y para movilizarse 
al lugar ferial; la capacidad de producción (cantidad de objetos por cantidad de horas); 
la capacidad de venta de esos objetos por fin de semana, entre otros. 
Al indagar por la antigüedad en el desarrollo de esta actividad laboral 
observamos que la mayoría de los encuestados se acercó a la feriaartesanal como forma 
de trabajo y de vida a partir de la Crisis de diciembre de 2001 (durante y después de 
dicho período); mientras que unos pocos (3 feriantes artesanos) nos contaron que viven 
de esta actividad desde hace más de 20 años, a pesar del costo que implica mantenerse 
en la actividad. 
 Como nos comentaron los feriantes de aquí -y por lo que nos relataron en los 
otros espacios feriales indagados (Busso y otros, 2010)- las ferias artesanales sostienen 
una forma de trabajo que se relaciona directamente con su opción de vida, esto es: la 
posibilidad de ofrecer sus artesanías; compartir sus productos con otras condiciones de 
 23
intercambio; sostener un modo de producción no-seriada y sin industrializar; no 
trabajar en relación de dependencia, entre otras. Es decir que lo que produce el artesano 
lo hace bajo su propia decisión, con sus materiales y capacidad creadora, sintiendo así 
una libertad que -como nos dijeron- no ofrece otro tipo de trabajo, y que los hace sentir 
dueños de la forma de vida que eligen llevar. Esta forma de producir, de intercambiar, 
de habitar estos atípicos lugares de trabajo es lo que identifica a los feriantes artesanos 
tradicionales como tales, su manera de sentir, de actuar es lo que tiñe su propia 
identidad. El ser artesano: productor/a de objetos únicos; el ser feriante: vendedor y 
expositor de sus productos; el ser tradicional que les marcó el rumbo de continuar con 
una herencia familiar que sostenía la filosofía de vida “hippie”; y el espacio de trabajo 
como lo es el espacio público, todo esto conjugado hacen de este trabajador informal su 
identidad. 
 Esto pudimos constatarlo a través de la pregunta sobre su gusto por el trabajo en la 
feria: 17 de 19 feriantes afirmaron su gusto por la actividad; y ante la pregunta de un 
posible cambio de trabajo, 13 contestaron que no cambiarían de trabajo y sólo 6 
desearían hacerlo. 
Por último, la mayoría de artesanos nos contó que ofrecen sus productos en otros 
lugares, como negocios, o encargos particulares. Algunos lo hacen desde el comienzo 
de su actividad en la feria y otros que lo empezaron a hacer hace unos años, para paliar 
la poca venta, incursionando en estos “salvavidas de fin de mes”. Así es que podríamos 
decir que la hipotética situación de “libertad” se iría desvaneciendo a la hora de ratificar 
a fin de cada mes que sólo la venta efectiva es la que hace que estos espacios atípicos de 
trabajo perduren en el tiempo. 
 
 
 24
*Tensiones y conflictos: Estrategias de permanencia y organización 
Actualmente Artezama se encuentra en disputa con otro actor intangible pero 
real: el gobierno municipal que viene llevando a cabo una campaña de ordenamiento/ 
privatización de los espacios públicos6, coincidiendo a su vez con las quejas de algunos 
vecinos de San Telmo. La feria estaba regida desde 1993 por la Ordenanza 46.075/92. 
Para organizarse, los artesanos ya estaban nucleados en la Asamblea, que es la 
encargada de recoger reclamos y elegir delegados que se ocupan de llevar la 
información al municipio, como también de distribuirla entre los feriantes. 
Como mencionábamos antes, según relatan los artesanos, otro factor fue la 
repercusión que tuvieron las quejas de los vecinos por la actividad de grupos de música, 
charlas político partidarias, bandas en el Anfiteatro y las comparsas de candombe que 
solían ser parte del escenario de todos los domingos (y continúan sintiendo al Parque 
Lezama como lugar de encuentro), convocando al público en general, dando vida al 
espacio ferial. 
Ahora bien, como nos contaron algunos feriantes que resultaron ser delegados de 
la Asamblea, lo que además empezó a suceder con respecto a la legislación de ferias 
artesanales en la Ciudad de Buenos Aires, es un cambio en el rango/nomenclatura de las 
mismas. El gobierno municipal, a través del decreto N 132/087 dejó de entender las 
artesanías y las ferias artesanales como de “Interés Cultural” y pasó a definirlas bajo la 
égida de “Ferias y Mercados” arrasando con la propia identidad artesanal. Este 
panorama no deja de desalentar a presentes y futuros feriantes artesanos (tradicionales o 
típicos ocasionales), y es también otro de los factores que influye en la escasez de 
 
6 http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-132946-2009-10-05.html. Página/ 12, 5/10/ 
2009. 
7 Se decreta en febrero de 2008, Nº 132/008, BOCBA 2877 como autoridad de aplicación y 
fiscalización en los términos de los artículos 10 y 11 de la Ordenanza N° 46.075 a la Dirección 
General Ferias y Mercados dependiente de la Subsecretaría de Mantenimiento Urbano del 
Ministerio de Ambiente y Espacio Público. 
 
 25
puestos. Recordemos que Artezama cuenta con alrededor de 40 puestos (30 
permisionarios y 10 invitados), es decir el 15 % de los 260 puestos que la componían 
hace menos de 2 años. 
Los feriantes artesanos y los representantes de la Asamblea entrevistados 
señalaron como único y real problema al gobierno de Mauricio Macri. A esto añadieron, 
la ausencia de feriantes, la falta de participación (unos pocos afirmaron informarse 
sobre la actividad de los delegados y la situación organizativa frente a estos 
inconvenientes), la caída en el volumen de las ventas; factores que, como veremos más 
adelante, componen lo que los artesanos indican como “momentos de crisis”. 
Otra cuestión conflictiva, que influye en el espacio público -más adelante 
ampliaremos- es también la decisión del gobierno municipal de empezar a desplazar al 
Parque Lezama del circuito turístico de la CABA, siendo otro elemento decisivo que 
ataca uno de los pilares de estos espacios laborales “atípicos” (Busso y otros, 2010): la 
afluencia de público. 
 En resumen, son varios los actores y factores que intervienen en el espacio 
ferial: desde los feriantes “artesanos tradicionales”, los feriantes “ocasionales típicos” 
(manualistas en algunos casos); la Asamblea que han formado para organizarse frente al 
municipio; el gobierno municipal; los vendedores ambulantes; el público que asiste; los 
eventos culturales (grupos callejeros, las comparsas de candombe, las charlas políticas, 
los recitales); hasta el clima que debe ser bueno para acompañar las tardes en el parque 
atrayendo las buenas ventas. Por último, aunque no menos importante, está Ferizama 
del otro lado del parque, que aparece como un fantasma intimidando los sueños de 
algunos artesanos. Todos ellos, directa e indirectamente, se encuentran en Artezama, en 
movimiento constante, en tensión, habitando la esquina de Brasil y Defensa, cada fin de 
semana, cada feriado. 
 26
Ferizama 
*Haciendo un futuro 
Como tantas otras ferias en nuestro país, Ferizama, “Feria para el cambio”, -
como fue subtitulada por los/as feriantes que la crearon en el momento de su 
legalización- tuvo sus inicios durante el 2001, consecuencia directa de la salida de la 
crisis social, política y económica que tuvo lugar en ese momento en nuestro país. Fue 
así que formó parte como tantas otras ferias de la profundización y prolongación de este 
tipo de fuentes de trabajo en Argentina: el rebusque en la venta de ropa usada, objetos 
de colección y en desuso, sosteniendo una feria muy distinta a las tradicionales de 
artesanos. 
 En particular, recorrer “Ferizama (Feria para el Cambio)” nos traslada del 
otro lado del parque, rodeada por la calle Defensa y avenida Martín García, en donde se 
ubica además de la feria, uno de los carruseles más antiguos de la ciudad. Con el telón 
de fondo de la cancha de Boca, las radios cantando goles cada tanto; el paseo de 
domingo se vuelve como de asado en familia, con sillitas en la vereda tomando mates, 
viendo pasar los autos y la multitud que se agolpa en algún puesto a mirar ofertas, 
reparar sus bicicletas, encontrar objetos de colección, entre otros. Así nos contó 
Carmen,feriante desde los inicios de Ferizama, que se acercó con productos de lana, 
tejidos por ella, debido a su necesidad económica. Aprendió esa técnica cuando estuvo 
internada, aunque también pasó por otros rubros como la repostería. Le gusta su trabajo 
“porque mira gente y charla”, y no dejaría esta feria por que se acostumbró a estar en el 
parque, a conocer a los vecinos, ahora sabe qué es lo que debe hacer para “vender bien”. 
Actualmente vende ropa usada, y alguna prenda tejida. Trabajó como vendedora y 
también en una empresa de maestranza, hasta el 2001, año en que fue despedida. Nos 
 27
dijo que lo que diferencia su trabajo actual de los anteriores es la falta de aguinaldo, de 
sueldo fijo y de vacaciones. Complementa el trabajo de la feria con uno de limpieza. 
Ferizama cuenta con 5 sectores por ser alrededor de 500 los puestos que la 
componen8. Es una feria “polirrubro” (Altschuler y Jiménez, 2005): Venta de ropa 
usada y nueva, Reventa de objetos, Cosméticos, Sahumerios, Juguetes usados y de 
colección, Juegos de ingenio, Cd´s, Dvd´s, Antigüedades. Hemos visto puestos en 
donde ofrecen escasos productos, es decir que muchos feriantes ofertan aquello que 
llegaron a juntar para ese domingo. Continuando con la descripción de los rubros que la 
componen, Ferizama también brinda servicios: ferretería, mercería, y bicicletería al 
paso. Se trata de ex comerciantes que ante la crisis de diciembre de 2001 se vieron 
obligados a cerrar sus comercios y a montarlos en este tipo de espacios laborales. Por lo 
que nos contaron, esta es una feria de clase media baja, cuyos feriantes vinieron de 
otras provincias, de otros países (Uruguay), pero también del conurbano bonaerense, y 
de barrios cercanos como La Boca. Pudimos hablar con Tita, la “bicicletera” del parque, 
que aprendió el oficio de su padre. Nos dijo que estaba en la feria también desde los 
inicios. Uruguaya, de 28 años, es diseñadora gráfica y disfruta de sus tardes en el 
Lezama. Es ayudada por sus amigos y su madre, que la acompañan. Con ellos y el 
público que la visita percibimos el orgullo que siente por su actividad. Fue canillita y 
“calecitera” entre otros rubros, ahora disfruta el no tener patrón que le marque el paso. 
 
*Espacio 
Ferizama se levanta desde la mañana de cada fin de semana y feriado, 
organizada en cinco sectores, como ya mencionamos. Algunos feriantes buscan su 
mercadería en camiones, o en la sede de la Asociación- la cual fundó la Comisión de 
 
8 El puesto es cobrado por un delegado de la Comisión por sector: $8 fijo y/o $15 –por día- 
visitante, según sea el tipo de feriante. 
 28
feriantes luego de obtener la personería jurídica para funcionar legalmente en el parque- 
dependiendo del lugar que haya para guardar los productos y la antigüedad que tengan 
en la feria. Tienen alrededor de 500 puestos de hierro -diseñados especialmente- y 
cubiertos con lonas de distintos azules que deben estar listos antes de que el mediodía 
los sorprenda. Así las colinas del Lezama se visten de feria, dejando los caminos 
internos como peatonales para los visitantes. También los carritos de café o puestos 
ambulantes de gaseosa, agua y galletitas se encuentran ya desde la mañana. Anita y 
Dorita son las que mantienen un puesto ambulante (fuera de la feria) de refrigerios, 
golosinas y helados. Están en el parque desde que empezó la feria. Anita comenta que es 
jubilada, tiene 81 años, realizó tareas de limpieza en casas de familia y trabajó 15 años 
en una fábrica de reciclado de cartón que cerró durante el 2001. 
Como mencionábamos, este lado del parque se hace eco de los goles de “la 
bombonera”, el tráfico de autos, micros urbanos y camiones que vienen de la avenida 
Martín García, junto a la que llega del lado del río, Almirante Brown. Allí aparece una 
estación de servicio Shell, junto a un negocio de comida rápida, Mc´Donalds. Ambas 
avenidas confluyen en la concurrida Avenida Paseo Colón. Ferizama se coloca como 
una especie de “barrio árabe” sobre el parque, construyendo techos y paredes azules, 
entre veredas verdes y caminos asfaltados. 
 
*Feriantes 
En general los feriantes de aquí son personas sin estudios o con niveles 
educativos primarios -unos pocos alcanzaron niveles terciarios y/o universitarios. 
Jubilados, desocupados, y clases medias empobrecidas que intentan sobrevivir a los 
cambios que sufrió la estructura de trabajo de nuestro país desde los últimos 30 años, 
trastocadas finalmente con la crisis de diciembre de 2001. 
 29
Pudimos ver que los que llamamos “feriantes ocasionales típicos” (Busso y 
otros, 2008) en esta feria son los que empezaron este emprendimiento. Dentro de este 
grupo vimos muy pocos “manualistas”, y no demostraban habilidades artísticas o 
conocimiento de alguna técnica como sí lo hacían en Artezama. Este es el caso de 
Héctor de 45 años que es remisero desde hace 9 y fabrica sahumerios que vende en la 
feria hace 4 años. Empezó en esta actividad por necesidad económica, con un amigo que 
ya estaba participando. Así fue cambiando su manera de pensar y vivir la actividad 
ferial, 
“Al principio pensaba que la feria era,(…) 
(digo), pensaba que no era un trabajo, ahora sí 
me doy cuenta que lo es.”(Héctor, feriante 
Ferizama) 
 Actualmente se considera artesano, si bien a veces revende sahumerios 
producidos por otros fabricantes; es titular del puesto. Nos contó que disfruta el trabajo 
en la feria, ya que, según expresa, se “armó su clientela”, y está al aire libre. Trabaja 
todos los fines de semana sólo en Ferizama –como la mayoría de los feriantes-: por 
costumbre, por el encuentro con sus compañeros de trabajo, y sobre todo, por la 
seguridad de “vender bien”. Lo ayuda su mujer en la actividad, pagando el puesto, 
comprando los materiales, aunque afirma que se ocupan a la par. 
Pudimos notar que los feriantes de Ferizama trabajan unas 3 horas por día (sólo 
contando los días hábiles), y 9 horas y media por día de fin de semana o feriado a la 
actividad ferial; diferenciándose así el tiempo de recolección, compra, arreglo de los 
productos a ofrecer, y el de venta en la feria. Esto se debe a la pluralidad de trabajos que 
sostienen algunos, como nos cuenta Gastón, que está en la feria desde hace 9 años y 
vende ropa nueva, 
 30
 “Sólo vendo en esta feria por falta de tiempo. Tengo otra 
actividad, soy administrativo en un consorcio desde hace 
4 años, porque no me alcanza con la feria. No cambiaría 
de trabajo, la feria complementa mi otra actividad 
laboral”. (Gastón, feriante de Ferizama) 
A través de la pregunta por la cantidad de años que estaban trabajando en ferias, 
pudimos ver que 4 feriantes están hace 6 años, 5 están desde hace 1 año, 2 hace 2 años, 
5 entre 3 y 5 años, y 2 entre 8 y 9 años. Más allá del hecho descriptivo de estos datos, 
pudimos notar en ellos tanto la juventud de Ferizama, como la capacidad que tiene de 
atraer nuevos feriantes. Esto creemos que en parte se debe a la necesidad económica 
como también a la organización que necesitó para seguir en pie este tipo de feria, como 
veremos más adelante. 
Por otra parte, también indagamos sobre el placer/displacer de trabajar en 
Ferizama: 17 dijeron disfrutar de su trabajo, 1 dijo padecerlo. Mientras que tan sólo 6 
feriantes cambiarían de actividad laboral, y 12 no dejarían la feria. 
Como parte de las características de los feriantes vimos que la mayoría sostiene 
otros trabajos: encargados de edificios, tareas de limpieza en casas de familia, cuidado 
de niños, venta de productos varios (cosméticos); y/o que comparten el sostén de su 
hogar con su marido o esposa, hija, hijo, padre o madre; y en otros casos, que subsisten 
con alguna pensión y/o jubilación además de la feria. 
 
*Tensiones y conflictos: estrategias de permanencia y organización 
Esta feria necesitó de ordenanzas y el esfuerzo de todos los/lasferiantes para 
sostenerse en el tiempo, sobre todo a partir de enero de 2005, cuando se la intentó 
desalojar del parque: redacción de ordenanzas, estudio de leyes, búsqueda de apoyos 
 31
institucionales (nacionales e internacionales), realización de padrones de feriantes, 
formación del cuerpo de delegados para formar la Comisión Directiva, creación de la 
Asociación Vecinal Parque Lezama. Es de destacar que como ocurrió en otras ferias 
nuevas, algunos vecinos del barrio se opusieron a que este tipo de fuente de trabajo 
“invadiera” el parque. Más allá de esto, durante el año 2006 la Comisión presentó el 
proyecto para el mejoramiento de la feria junto a la asociación civil Lola Mora a la 
I.A.F. (Fundación Interamericana) -organismo internacional que da recursos a 
emprendimientos de países en vías de desarrollo para mejorar la calidad de vida de su 
población. Luego, en el 2007 fueron financiados por el “Plan Manos a la Obra” del 
Ministerio de Desarrollo y Acción Social de la Nación para seguir creciendo. Así 
recorrieron un camino de aprendizaje en organización y trabajo que permanece hasta la 
actualidad.9 
 Podemos decir que Ferizama resalta por su juventud, por la característica de sus 
“feriantes ocasionales típicos”, que han forjado este espacio laboral desde el suelo, 
congregando a aquellos y aquellas que habían perdido su trabajo, luego de la crisis 
desatada en diciembre de 2001. Como resumimos más adelante, la feria se estaba 
preparando para lo que el futuro les tenía dispuesto: entre trabas legales, incomodidad 
de Artezama y algunos vecinos, así aprendieron en este recorrido incansable de la 
organización, que les permitió el pasaje “del piso al puesto”, enraizándose en el parque 
Lezama, sosteniendo hoy día esta conquista. 
 
Dos ferias, un parque 
Similitudes y diferencias 
 
9 http://www.youtube.com/watch?v=gxe3i2g6oOw&feature=related: Videos Ferizama parte 1 
 http://www.youtube.com/watch?v=-9B1cGZinEk&feature=related: Videos Ferizama parte 2 
 
 32
Antes que nada, a Artezama y Ferizama las une una de las formas de trabajo 
informal más antiguas de la historia: la feria (Busso, 2007). Ambas practican la ardua 
tarea de llegar a la mañana de cada fin de semana o feriado al parque, ver si su puesto 
tiene las estructuras necesarias (tiras de hierro unidas como el esqueleto de una caja, 
cubiertas con lonas para resguardarlos del sol y/o, en caso de alguna fugaz llovizna o 
viento fuerte), y preparar los productos cuidadosamente. Los carritos de tartas, café, té, 
empanadas y pastafrolas las recorren de punta a punta en los horarios de desayunos 
tardíos, almuerzos, y meriendas. Comienzan así a armarse dos mundos distintos y 
similares a la vez. Si llueve, no hay feria. Si el clima acompaña con sol, los humores 
mejoran. Aún más si son visitadas por mucho público. Y mejorando todavía más si las 
ventas superan las expectativas de la semana. Estas sensaciones recorren ambos 
espacios laborales, ofrezcan Cerámica o Ropa usada. Si bien los tamaños de cada una 
difieren bastante (recordemos que Artezama tiene 40 puestos cada fin de semana y 
Ferizama 500) los “barrios” se arman en cada una, por antigüedad, pertenencia y 
valores compartidos sobre cómo debe ser un feriante/artesano. En Ferizama, algunos/as 
“uruguayos” forman un grupo por su lugar en la feria: están uno al lado del otro, como 
vecinos de sus casas, ayudándose con consejos para los precios, el cambio, el armado 
del puesto. Algo similar sucede con algunos/as “artistas-pintores” en Artezama: 
comparten además de los mates, sus vidas, como también intercambian saberes y 
técnicas. La mayoría comparten el gusto por el aire libre, la charla con la gente, la 
compañía diaria que hace a la jornada laboral, las angustias y los miedos personales; las 
preocupaciones y permanencias en el lugar de trabajo grupales. 
Como contábamos, Artezama y Ferizama surgen por distintas razones, la 
primera, hace por lo menos 30 años funciona como parte de las tradicionales ferias 
artesanales porteñas. Cada artesano presentaba su producto (madera, metal, piedra, 
 33
cerámica, cuero, vidrio, entre otros) transformado con muy pocas herramientas, 
apoyando una manera de vivir que tenía que ver con una filosofía de vida en contacto 
con la naturaleza, el movimiento hippie de los años ´60, el estar “fuera del sistema”, 
como también de la reproducción de trabajo seriado, y por último sentirse dueños de 
sus vidas, sin ningún jefe o patrón. La segunda surge al calor de la crisis de diciembre 
de 2001. Ya durante ese año se empezaron a reunir potenciales feriantes en el parque 
Lezama, los que en ese entonces eran “coleros” o “manteros” (Chávez Molina y otros, 
2005) se ubicaban cerca de la feria artesanal, algunos haciendo trueque y otros sobre el 
otro lado del parque, creando lo que años más tarde sería Ferizama: “Feria para el 
Cambio”; en donde muchos pusieron el cuerpo y finalmente descubrieron una forma de 
trabajo que descreían en otros tiempos. 
Si bien las diferencias entre los espacios feriales saltan a la vista (lo artesanal se 
separa de los objetos de reventa y viceversa), nombramos ciertas acciones que se repiten 
y las igualan con referencia al funcionamiento del espacio ferial: el armado de puestos 
cada fin de semana o feriado, la atención que deben poner frente al clima, la 
dependencia del volumen de ventas para completar el ingreso al hogar. Por otra parte 
debemos resaltar una cuestión que hace a ese funcionamiento constante y permanente en 
el tiempo: la organización de estos feriantes/artesanos. Artezama que sostiene su lucha 
junto a las ferias artesanales porteñas por el reconocimiento de la artesanía declarada de 
interés cultural por gobiernos anteriores; y Ferizama, que se sostuvo desde el principio 
hasta nuestros días, aprendiendo en la práctica la manera de permanecer en el parque, 
formándose así una Comisión que nucleó reclamos en defensa del derecho a trabajar. 
Así es como dos ferias, con distintas historias forman una ciudad ferial dentro del 
parque Lezama, donde cada barrio sostiene su camiseta. Veremos a continuación cómo 
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estos espacios feriales son afectados por las crisis, y en particular, cómo fueron 
afectados por la crisis que desestabilizó al país en diciembre de 2001. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 35
Parte 2 
Crisis y Ferias 
Desde las distintas teorías del trabajo informal se han hecho diferentes aportes 
sobre lo que ocurre con los grandes momentos de crisis macroeconómicas en el mundo 
del trabajo, y de las ferias (artesanales, de reventa, de frutas y verduras, de 
microemprendedores, entre otras) en particular. Una de ellas afirma que durante las 
grandes crisis el trabajo informal -en este caso las formas atípicas de trabajo- tienden a 
engrosar sus filas, resultando “contracíclicas” a la economía, es decir que van creciendo 
cuando la economía decrece (Souza y Tokman, 1995). Mientras que otros (Portes, 1995; 
Castells, 1989) sostienen que en realidad el trabajo informal que se presenta en estos 
atípicos trabajos -las ferias- continúan a los cambios económicos, así cuando la 
actividad económica crece, también lo hacen estos trabajos informales, y cuando 
decrecen éstos la acompañan del mismo modo. 
 Si bien hemos visto que las grandes crisis -sobre todo las económicas- dieron 
cuenta de distintas transformaciones en la historia del mundo del trabajo en nuestro 
país, tomaremos la de diciembre de 2001 como la última “de ruptura” tanto en el 
imaginario como en la realidad de nuestra sociedad. Este contexto será el telón de fondo 
y escenario de las “ferias paralelas” y “nuevas ferias” que se acercaron a las ya 
existentes, siendo las protagonistas de esta oleada de nuevos feriantes que se vivió en la 
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en distintos parques-como el Rivadavia, 
Centenario, y Lezama entre tantos otros- que comenzó en los años `90, proliferando 
durante y luego de la gran crisis de diciembre de 2001 (Baracat y Aspis, 2008). 
Como también sostienen Alstchuler y Jiménez (2005) esta gran crisis impulsó 
el trabajo en ferias de distintos perfiles e identidades, no sólo las tradicionales de 
artesanías daban cuenta del aumento de trabajadores informales que se vieron 
 36
expulsados y sin oportunidad en retomar sus antiguos empleos. Así, “coleros” y 
“manteros”, como señalaron Chávez Molina y Raffo (2003); feriantes ocasionales 
(Busso y otros, 2009); o vendedores ambulantes improvisados que se acercaron a los 
márgenes de las ferias ya establecidas se asentaron con el correr de los años, generaron 
nuevos y diversos nichos de estos “micromundos” informales, sintiéndose luego de diez 
años “feriantes”, perdiendo así la novedad de esta atípica forma de trabajo (Adamini, 
2010). 
Haciendo hincapié en que el trabajo estructura social, política, económica e 
identitariamente a los pueblos (Adamini, 2010) veremos cómo las ferias del parque 
Lezama de la ciudad de Buenos Aires vivenciaron estas transformaciones. Dos ferias 
con distintas historias, trayectorias, que ofrecen productos disimiles nos hablaran de las 
posibles mutaciones que tomaron sus identidades trastocadas por las grandes crisis. 
Es a partir de allí que intentaremos, como hemos mencionado en páginas 
anteriores, responder a distintos interrogantes poniendo énfasis en las sensaciones y 
sentires de los actores en juego: ¿consiguieron los grandes momentos de crisis permear 
las identidades feriales? ¿Fue la crisis de 2001 transformadora de la actividad ferial? 
¿Cómo fue vivida esa crisis por los feriantes y artesanos de Artezama y Ferizama? 
¿Qué momentos son percibidos como “de crisis”? ¿Qué estrategias de convivencia y 
supervivencia surgieron entre los feriantes y artesanos? ¿Qué sucede en la actualidad? 
¿Cómo se combinan estos cambios entre las dos ferias? 
Así intentaremos entablar un diálogo entre las grandes crisis macroeconómicas, 
y las ferias, retomando los “momentos de crisis” enunciados por los trabajadores 
atípicos organizados en estas dos ferias. Intentaremos revisar a través de sus relatos las 
posibles contradicciones que las distintas teorías económicas señalan sobre estos 
períodos de crisis en donde el crecimiento se vio interrumpido (Busso, 2010). 
 37
Así es que fuimos en busca de la voz de los/as que hacen estos “micromundos” 
atípicos de trabajo. Sin más, así continúa el recorrido. 
 
Crisis 
 El trabajo atípico es una actividad que incrementa o disminuye en 
momentos de crisis. El estallido de diciembre de 2001 generó muchos debates que 
hablaban sobre un momento que afectó al mundo de trabajo informal en el que se 
refugian estas formas atípicas de trabajo (Busso 2010). Aquí decimos que fue un 
proceso, desde antes, durante y luego de ese momento de ruptura. Señalamos desde 
antes dado el proceso de reestructuración económica de los años `90, encarnada por las 
“Reformas estructurales” y el “Plan de Convertibilidad”; que determinaron, las 
primeras, la privatización de numerosas empresas públicas, liberalización comercial, 
financiera y reforma laboral e impositiva entre otras; y la segunda, que mantuvo la 
paridad cambiaria de 1 peso=1 dólar (Busso, 2010), sostenido por parte de los gobiernos 
de turno. De esa manera un mundo ficticio profundizaba medidas que habían 
comenzado en la década de los `70, con el llamado “Proceso de Reorganización 
Nacional” que implementó la última dictadura militar en Argentina cuyo objetivo fue, 
entre otros, desarticular a la clase trabajadora a través de formas de persecución y 
represión hasta ese momento impensadas. Así es que podríamos decir que la gran crisis 
económica de 2001-2002 sentó un precedente de ruptura y cambio, simbolizando el 
momento de hartazgo de un pueblo que descreído de la representación política, salió a 
tomar las calles el 19 y 20 de diciembre, precedido por décadas de transformación 
económica y política. 
Retomando la idea de que crisis, alude a un momento de quiebre o ruptura entre 
una situación conocida –sea de crecimiento o estabilidad económica, política y/o 
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social- y un nuevo escenario teñido por la inestabilidad, los desequilibrios y la 
incertidumbre (Busso, 2010) veremos cómo fueron vividas de distintas maneras en estas 
ferias del parque Lezama. 
Hemos percibido que el trabajo informal en general es el que más aumenta en 
momentos de crisis ante la merma de puestos en el mercado de trabajo formal en estos 
últimos 20 años (Busso y otros, 2009); fue así, por ejemplo, que ese período de crisis 
sorprendió a los feriantes artesanos tradicionales del parque Lezama con la llegada de 
feriantes ocasionales de distintas características. La diversidad de identidades feriales se 
estaba enraizando en las colinas del parque. 
Así es que hablaremos de los tipos de crisis sucedidos en estos espacios de 
trabajo informal, dijimos que podíamos hablar de dos: las externas y las internas 
(Busso y otros, 2009). Ambas afectan de distinta manera la dinámica ferial. Por un lado 
las primeras hacen alusión a un conjunto de factores ajenos a la feria en sí que pueden 
ser, por ejemplo, de carácter macroeconómico tanto internacionales, nacionales o 
regionales combinadas con políticas, sociales y/o culturales. Mientras que las crisis 
internas son las propias y exclusivas de dichos espacios que pueden responder a 
conflictos entre nuevos y viejos feriantes, a la forma de organización elegida, a 
discusiones sobre qué productos pueden o no ofrecerse, a las reubicaciones y 
remodelaciones que se encuentra en manos del gobierno municipal, entre otros. En 
general las dos, hablan de lapsos, de períodos en donde alguna cuestión se convierte en 
crisis cuando logra desequilibrar o desestabilizar el fluir de la actividad. 
Así veremos cómo los feriantes de parque Lezama van desenredando los hilos de 
estas situaciones por las que han pasado, sorprendiéndonos con que las que llamamos 
“grandes crisis económicas” han pasado sin dejar muchas secuelas, mientras que las 
 39
internas fueron las que más han tomando fuerza y visibilidad las internas. A 
continuación veremos qué nos cuentan en Artezama y Ferizama de estos momentos. 
Artezama 
La crisis de diciembre de 2001 
Retomando a la feria tradicional de artesanos, volvemos a la esquina de las 
calles Brasil y Defensa. Hemos dicho páginas atrás que Artezama se instala en el 
Parque Lezama hace unos 30 años, como la emblemática feria de Plaza Francia 
(Adamini, 2010) –entre tantas otras del país. Así fue lugar de trabajo y de encuentro de 
muchos artesanos/as que sostenían al “hippiesmo” como su filosofía de vida (Deleo, 
2010), tratando de conectarse con la naturaleza en la ciudad a través de una actividad 
laboral distinta a otras, intentando llevar una vida “antisistema”, produciendo objetos 
únicos e irrepetibles, convocando un público que se acercaba a valorar estas creaciones. 
Ahora bien, ¿cómo vivieron la crisis de 2001 en estos atípicos lugares de 
trabajo? Como nos contaron los artesanos/as, Artezama dio indicios de cambio ya unos 
años antes de diciembre de 2001. Esto vino acompañado por los cambios 
macroeconómicos que estaba sufriendo la estructura laboral argentina: el incremento del 
sistema informal de trabajo urbano daba la pauta de profundas reestructuraciones 
(Busso, 2007). Así mismo el público que asistía a la feria estaba cambiando, como lo 
hacían los feriantes artesanos que buscaban otros lugares donde ofrecer sus productos. 
Durante el 2001 las transformaciones se irían asentando al finalizar el año: 
superpoblación de los llamados manteros/coleros al costado de la feria (Chávez Molina 
y Raffo, 2003), aparición de una feria paralela del otro lado del parque, y sumado a 
esto, resurgió el truequecomo forma de intercambio, que según nos contó Pedro 
desvalorizaba el producto artesanal, 
 40
“La venta cayó cuando se mezcló el trueque con la venta 
durante la crisis, sé que se mezclaron los artesanos con el 
trueque de los manteros” (Pedro, artesano de Artezama) 
Tomando como eje las cuestiones que respondían al volumen y tipo de ventas 
por un lado, y a la cantidad de artesanos en ese período, por otro, pudimos escuchar 
diversos pareceres. La mayoría habló de un aumento en el volumen de ventas para 
diciembre de 2001, haciendo alusión no sólo a productos artesanales sino más bien a los 
de reventa o manualidades. Por otra parte, los encuestados agruparon la diferencia de 
manteros/feria paralela por un lado y artesanos/as por el otro. Todos dieron cuenta del 
aumento de puestos durante el 2001, que fue extendido y sostenido hacia los años 
siguientes. Si bien la distinción entre los que llamamos “feriantes artesanos 
tradicionales” y “feriantes típicos ocasionales” -destacándose entre ellos los “feriantes 
manualistas” apareció en los relatos-, fue subrayado sólo por los que sostenían la 
trayectoria de “artesanos tradicionales” desde antes de la crisis, como nos decía 
Federico, que afirmaba el aumento de ventas para ese entonces, pero aclaraba que los 
productos artesanales no tenían tanta demanda como el resto, 
“En el 2001 ya estaba en ferias, disminuyó la cantidad de artesanos 
en sí, surgieron otras ferias, pero como competencia desleal, se 
vendía menos” (Federico, artesano de Artezama) 
Podríamos decir que fue un momento donde empezaron a mezclarse los 
productos ofrecidos, en donde el público que se acercaba empezaba a tener también 
otras preferencias de adquisición, volviendo a buscar en una feria lo que a veces en el 
imaginario se le suele pedir: precios bajos, variedad y no tanto originalidad en sus 
productos. Y también por el lado de los nuevos trabajadores que sostenían en cada 
puesto o manta la posibilidad de encontrar una rápida salida laboral frente a los 
 41
sucesivos cierres de fábricas, comercios, y/o ausencias de empleos formales disponibles 
(Altschuler y Jiménez, 2005). 
Así las repercusiones se hicieron más evidentes con el correr del tiempo: la 
tradición ferial acusaba cambios en el parque Lezama. Es por ello que retomamos la 
idea expresada anteriormente para hablar de la crisis de 2001 como un proceso vivido 
por los artesanos/as en donde hubo un momento “previo” (los `90), otro “puntual” 
(diciembre de 2001) y uno “posterior” (desde el año 2002 en adelante). Por ello 
creemos que los/las protagonistas vivieron esta gran crisis como un hecho extendido en 
el tiempo. Un proceso ya comenzado en años anteriores, que continúa repercutiendo en 
la actualidad y fue junto con otras situaciones un momento más de tantas crisis vividas 
por Artezama. Esta cuestión nos acerca a una pregunta más general, ¿cuáles son esos 
momentos y cómo son percibidos en este “atípico” lugar de trabajo? 
 
Los artesanos y las crisis 
Para hablar de las distintas crisis, además de retomar la idea sobre “tipos de 
crisis” vemos la necesidad de retomar las voces de los artesanos/as para enriquecer el 
recorrido: ¿cómo son esos “momentos críticos”? ¿Cómo los viven? 
En general han narrado diversas situaciones de crisis, que cada uno tituló de 
distinta manera. Algunos las señalaron por años: en 1991, en 2004, en 2005, en 2008 y 
2009. Otros hablaron de la crisis de “la gripe del chancho”, “la crisis del campo”, “la 
crisis durante la presidencia de Carlos Menem”, “la crisis por la actual gestión del jefe 
de gobierno de la ciudad, Mauricio Macri”. Si bien cada uno mencionó de distintas 
maneras estos momentos, pudimos ver que la mayoría siente que vive un momento de 
crisis cuando hay poco público que esté dispuesto a adquirir un producto artesanal, 
afectando así en el volumen de ventas que al final repercute en la cantidad de puestos 
 42
fijos. De esta manera se vuelve un ciclo difícil de revertir: menos clientes, caída en las 
ventas, menos artesanos; menos artesanos, cada vez menos clientes, y así. Entonces 
pudimos ver que en la actualidad esta tradicional feria artesanal del parque Lezama 
sufre un proceso de crisis interna ante la merma de artesanos, complejizada por 
factores externos que atañen a la gestión pública del gobierno de turno que se ven 
agravadas por las crisis externas, incidiendo posteriormente en las identidades feriales. 
Si bien en lo local vimos que desde los propios artesanos hay una reivindicación 
constante de lo artesanal, nos han contado que la intención de desvalorización se viene 
gestando desde hace tiempo, de distintas maneras. Es así que durante los años noventa 
el producto artesanal se vio amenazado, como afirmaba Lorena al recordar “el año 
1991 como de crisis con Menem por la llegada de las importaciones”, generando el 
ingreso al país de productos mucho más baratos que los de producción nacional, 
quedando la artesanía perjudicada en este circuito. Acompañando esta idea, pudimos 
ver en Artezama que la producción artesanal resiente las distintas políticas ejercidas por 
los gobiernos de turno, tanto locales, provinciales y/o nacionales. Desde este punto de 
vista, esta feria –que como dijimos anteriormente, pertenece junto a otras 7 ferias al 
Sistema de ferias porteño regidas por la ordenanza 46.075- se vio amenazada por 
decretos e intentos de nuevas reglamentaciones10 a través de la gestión del gobierno 
local desde hace unos años. Así nos contaba Federico, 
“(En) el año 2008 hubo una crisis que modificó a la feria con el 
Decreto 132. Quisieron desaparecernos, quisieron anular las 
 
10 Se decreta en febrero de 2008, Nº 132/008, BOCBA 2877 como autoridad de aplicación y 
fiscalización en los términos de los artículos 10 y 11 de la Ordenanza Nº 46.075 a la Dirección 
General Ferias y Mercados dependiente de la Subsecretaría de Mantenimiento Urbano del 
Ministerio de Ambiente y Espacio Público. Así mismo los artesanos/as se convocan para que se 
respete la ordenanza 46075/008. 
Para más información de este proceso ver: http://www.youtube.com/watch?v=JNd9x4mAvxE. 
http://www.youtube.com/watch?v=FjQK6y2HlMQ&NR=1. 
http://www.youtube.com/watch?v=sIpFaf26Ybk, 
http://www.youtube.com/watch?v=rjX_IN6SKik&NR=1 
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ferias artesanales a través de la “limpieza de espacios públicos” 
(…) Porque no reconocíamos el gobierno de Macri, nos pasó a 
Mercados. Hacemos cultura popular y no nos dejan hacerla, no 
hay renovación anual ni fiscalización.” (Federico, artesano y 
delegado de Artezama) 
Este conflicto que deviene en lo que llamaríamos “crisis interna” denota que la 
gestión local porteña no colabora en impulsar estos espacios informales de trabajo. Si 
bien, como veremos más adelante, apoya a las nuevas ferias que aparecieron luego de la 
crisis de diciembre de 2001, para los artesanos de Artezama y las ferias de tradición 
artesanal las respuestas resultaron al contrario de lo que sería un reconocimiento y 
puesta en valor de su forma de trabajo. 
Por otro lado retomando la cuestión del público, vimos que la afluencia de 
turismo es otra de las pautas que dan cuenta de la situación de las ferias artesanales. 
Tanto Artezama -como otros espacios informales de trabajo- se nutren sobre todo de la 
llegada de turistas extranjeros a la capital del país. Esto también pudimos verlo a través 
de la feria de plaza Francia (Adamini, 2010), cuyo trayecto y situación de hoy día 
difiere de la de Artezama, entre otros motivos, por estar situada territorialmente en un 
epicentro de constante afluencia de público. Si bien la primera puede presentar otros 
conflictos -como la reubicación de sectores por la llegada de nuevos feriantes- no ha 
sufrido la disminución de casi el 50% de puestos como sucedió en la tradicional del 
Parque Lezama, así nos contó Carlos, 
“En el último año disminuyó la

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