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1 HATHA YOGA Cuando se habla de “Hatha” se suele decir que es el yoga de la disciplina física, el “yoga de la fuerza”. También, simbólicamente, se lo asocia a la unión de las polaridades expresadas en el “sol” y la “luna”, o la conjunción de dos grandes principios elementales. Esta polaridad, en donde se entiende por “ha” la energía solar y “tha” la energía lunar, encuentra su paralelismo en los aspectos sutiles del cuerpo. A través de la integración de esos principios se logra la realización espiritual, aquí y ahora. El Hatha Yoga es la senda tradicional que trabaja, al menos en un primer momento, centrando su atención en el cuerpo físico: esto se debe, en parte, porque se concibe que éste es el vehículo de la realización espiritual. A lo largo de toda la historia del Yoga se ha tenido en claro que las enfermedades y las desarmonías emocionales operan como un obstáculo para encontrar la plenitud interna. El Hatha hace suya esta vieja opinión. Pero con una valoración positiva sobre los aspectos concretos y materiales de la realidad, da origen a toda una serie de desarrollos técnicos que toman al cuerpo como centro de gravedad. Los objetivos de estas técnicas, en parte, es alcanzar un “cuerpo divinizado”, como si estuviera “hecho de diamante”. Otra imagen tradicional que ofrecen los libros de Hatha Yoga es la de exponer el cuerpo al fuego de esta disciplina práctica, al igual que se coce un vasija hecha de barro para darle dureza. Así, las técnicas de esta senda se proponen fortalecer el cuerpo, darle resistencia y flexibilidad, armonizar las emociones, equilibrar la energía sutil y controlar la mente para alcanzar, en última instancia, la realización espiritual. El Hatha Yoga es un desarrollo de la India medieval. La amplia propuesta técnica a la que dio origen todavía sigue siendo objeto de las más variadas confusiones históricas. Por poner tan sólo un ejemplo en que luego nos extenderemos, la práctica postural variada y compleja con efectos terapéuticos que hoy día nombramos con la palabra asana, no existía antes del Hatha Yoga, aun cuando la palabra es bastante más vieja. Como muy antiguo, el comienzo de su desarrollo podría datarse de manera aproximada alrededor del siglo X d.C. Esta senda tradicional es deudora en gran parte, no sólo de una considerable cantidad de técnicas que se desarrollaron en el seno del Tantra, sino por sobre todo, es heredera de su visión del mundo. El Tantra – cuya sistematización se data alrededor del siglo V de nuestra era – revaloriza el culto a la Diosa Madre: esto significa que también se aprecian los aspectos concretos y materiales, entre ellos el cuerpo físico y la sexualidad, como medio para alcanzar la realización espiritual. El Hatha Yoga toma el legado del Tantra, concibiendo que todo lo que existe es parte de lo sagrado y, por lo mismo, se puede encontrar la divinidad en todas las cosas. La realidad se concibe así como una relación amorosa entre la conciencia y la materia-energía o, expresado con el simbolismo mítico de la India, como amor sagrado entre Shiva y Parvati (Shakti). Para esta concepción, no existe diferencia esencial entre la realidad de la divinidad y el universo en general, incluida nuestra pequeña realidad personal. En otras palabras, macro y microcosmos son fundamentalmente idénticos: esto conduce al Hatha Yoga a buscar, a través de toda una serie de técnicas, la integración de esas dos energías fundamentales, a partir lo cual, se alcanza el estado de realización espiritual. A diferencia de lo que acabamos de exponer, también existe una idea popular sobre el Hatha Yoga – aun entre docentes de Yoga – que lo considera como una especie de producto derivado y de menor categoría que el Raja Yoga o Ashtanga Yoga de Patanjali. Según esta imagen distorsionada, el Hatha utilizaría tan sólo dos grupos de técnicas de las ocho que se mencionan en aquel estilo más “puro” y “tradicional”: asana y pranayama. Algunos llegan a decir que es una reducción y una adaptación de esta disciplina para occidentales. Como podremos ver más adelante, en este tipo de consideraciones se mezclan toda una serie hechos de desinformación histórica, conveniencias tradicionales y legitimaciones egóicas. Esta concepción distorsionada del Hatha, y por lo tanto de la historia general del Yoga, ha demostrado tener una persistencia tan arraigada que, aun entre los docentes de esta disciplina, sigue casi intacta. Estudios sistemáticos y documentados que dilucidan estas cuestiones no faltan, ni siquiera en nuestro idioma – si bien no son los datos de más fácil acceso. Por esto podemos llegar a pensar que esta persistencia se debe a la falta de interés por el estudio teórico, muy frecuente en cómo esta disciplina tomó arraigo en esta tierra, que da pie a toda una serie de confusiones lamentables como también fomenta ingenuidades egóicas. Paradójicamente, esta imagen distorsionada no reconoce como creaciones originales del Hatha los desarrollos técnicos en torno a asana y pranayama – como de hecho lo son. Si bien ambas esferas técnicas ya existían desde hace mucho, jamás llegaron a tener el sentido, la 2 variedad y la profundidad que esta senda del yoga les concedió. Así, sin reconocer sus méritos, esta concepción distorsionada se los adjudica, por una falta de conocimiento histórico, al sistema de Patanjali, para decir luego que el Hatha es un producto parcial del Ashtanga. Para expresarlo claramente: asana, antes del Hatha Yoga y por lo mismo también en Patanjali, sólo significaba postura de sentado para meditar; el pranayama, previamente jamás alcanzó a tener el detalle y el potencial que le imprimió el Hatha. Debido a esto, cuando vemos un estilo de yoga que conlleva una práctica postural variada con efectos terapéuticos e interiores, podemos estar seguros que es una manifestación deudora del Hatha Yoga y no, como suele afirmarse, del Ashtanga o algún otra senda tradicional. En base a esto, podemos ver con claridad que en la actualidad la gran mayoría de las prácticas de yoga difundidas en occidente son formas del Hatha Yoga con diferentes niveles de profundidad. Por más que esta senda no se basa exclusivamente en la práctica postural, como tampoco es lo más relevante de la misma, vamos a demorarnos en esclarecer brevemente el origen y la historia de estas técnicas corporales. Esto nos permitirá evitar una serie de concepciones erróneas que subestiman el potencial del Hatha Yoga, como también comprender con otra profundidad la misma técnica de asana. Abordaremos así nuestra exposición de esta senda del yoga por un aspecto externo, y para algunos irrelevante, para ir interiorizándonos en los aspectos más sutiles de esta disciplina y su sentido esencial. En la literatura más antigua de la India, los Vedas, no es posible ni siquiera encontrar el término asana. Por lo mismo sería equivocado correlacionar de manera directa una técnica reciente como el Surya Namaskar (Saludo al Sol) con el ceremonial de la recitación tanto a la salida como a la puesta del sol del Gayatri Mantra. Probablemente se ha insistido en esta correlación con el fin de otorgarle antigüedad y un origen remoto a la práctica de asana. Sin embargo, mientras este mantra y las abluciones de las que se acompaña sí provienen de la época védica – la primera referencia se encuentra en el Rig-veda – el Surya Namaskar es una secuencia dinámica de posicionamientos corporales complejos y variados que se sincronizan con la respiración, una técnica que tiene un desarrollo, es necesario decirlo, en la época contemporánea. Decíamos que en los Vedas no aparece la palabra asana, pero sí es posible encontrar la raíz verbal as, que tiene el significado de sentarse. La palabra asandi, que es posible encontrar en el Atharva veda – para algunos datado en el 2500 a.C. – significa “asiento” o “taburete”. Recién con la aparición de los textos que se compilan bajo el nombre Upanishads,alrededor del 1000 a.C., surge el término asana. Sin embargo, en la mayoría de las Upanishads más antiguas (puesto que las hay muy recientes también) el término asana todavía significará literalmente el asiento en el que reposaba un maestro o asceta para realizar sus rituales o meditar. Sin embargo, ya entre algunas de las antiguas Upanishads y también en el Mahabharata – el escrito épico del cual es parte el famoso Bhagavad Gita – comienza a evidenciarse el uso del término asana, ya no para referirse literalmente al asiento donde reposa el sabio o el asceta, sino para nombrar el posicionamiento de sentado que adopta al cuerpo como preparación para la meditación. Pero todavía en este contexto, y por muy largo tiempo, el papel de esta técnica es notablemente suplementario; a lo sumo, su importancia reside simplemente en colaborar con otra técnica de mayor relevancia, cuyos efectos y beneficios es lo que se busca principalmente. Así, en la Shvetashvatara upanishad, se recomienda que la postura sea erguida, para favorecer la armoniosa circulación de las energías sutiles del cuerpo, como antesala para centrarse en la respiración conciente, la cual es, a su vez, una preparación para la concentración mental. También en el Mahabharata se evidencia el uso de la palabra asana para referirse a la postura de sentado: si bien, en este texto su aparición se produce en el marco de la sugerencia de un ejercicio que proviene claramente de la tradición ascética – más antigua que la del Yoga y a la cual debe gran parte de su legado. Según esta prueba ascética, es necesario sentarse en verano entre cuatro fuegos, uno sobre cada punto cardinal, con el sol pleno sobre la cabeza, en el posicionamiento llamado virasana – una de las tantas posturas de sentado que suelen utilizarse para meditar. Este panorama, donde la palabra asana se utiliza para hacer referencia a la postura de sentado, no cambiará incluso hasta la época de Patanjali y más allá todavía. En efecto, en el siglo V d. C se redacta el libro Yoga bhashya, un comentario al Yoga-sutra de Patanjali, atribuido a Vyasa: en este tratado el autor enumera sólo once posturas, todas para meditar. 3 Así, un estudio histórico más detallado parece asentar que en la época en que Patanjali escribió el Yoga-sutra, la palabra asana sólo significaba postura de sentado como preparación para meditar. Lo cual excluye, dentro del Ashtanga Yoga, la presencia de una práctica postural variada que conlleva efectos y beneficios en sí misma. Gracias a esto, ya podemos entrever que el Hatha Yoga no es, como suele decirse con tanta frecuencia, un extracto reducido del Yoga Clásico, una especie de subproducto de menor valor. Esta diferencia y originalidad del Hatha Yoga se hace tanto más evidente cuando observamos que es recién alrededor del siglo V d. C. cuando, con el desarrollo del Tantra, aparece una concepción filosófica del mundo que revaloriza los aspectos más concretos de la existencia como manifestación de la divinidad. Tal como se expresa bellamente en el Isha Upanishad: En un mundo que no es más que cambio – en el que nada es permanente – lo divino se halla presente en todas partes: en las flores, en los pájaros, en los animales, en los bosques, en los seres humanos. Esta visión del mundo también abraza al cuerpo como un aspecto de lo sagrado. Por lo mismo, es el Hatha Yoga, en tanto heredero de la concepción tántrica, quien desarrollará ampliamente las técnicas en torno al cuerpo físico con un sentido en sí mismas. El origen de la práctica postural variada – más allá de los posicionamientos para meditar – es una creación propia y original del Hatha, cuyo comienzo histórico es posible datar alrededor de mil años después de Cristo. Tal como acabamos de mencionar, el Hatha Yoga es heredero de la concepción tántrica de que todo lo que existe es manifestación de la relación dinámica entre los principios divinos Shiva y Shakti, dos símbolos a través de los cuales intenta expresarse la constitución fundamental de la realidad. Esta continuidad en relación al Tantra se evidencia ya en la palabra que le da nombre a esta senda: simbólicamente Hatha Yoga tiene el sentido de la unión entre el “sol” y la “luna”, en donde el sol representa el principio masculino o la fuerza mental, y la luna representa el principio femenino o la fuerza vital. En relación al cuerpo humano, estos principios tienen lugares precisos de ubicación. A lo largo de esta tradición se han elaborado complejos sistemas de anatomía sutil, es decir, se han representado modelos de cómo es la estructura energética del ser humano. Algunos de ellos señalan la existencia de un complejo sistema de centros energéticos, chakras, y canales por donde circula la energía, llamados nadis. Otros lo han dividido en una serie de fuerzas vitales. En definitiva, lo que se busca es, a través de técnicas que tienen al cuerpo como punto de partida, lograr la integración de esa polaridad energética. Cuando ello ocurre, se alcanza la experiencia plena de Samadhi. En correspondencia con esto, el Hatha Yoga aborda el trabajo técnico, en vías de alcanzar la experiencia de integración, partiendo del cuerpo físico. Según lo expresa una idea que figura en un tratado tradicional de esta senda, el cuerpo es una manifestación concreta de lo que solemos hacer habitualmente, de la reiteración de los hábitos y el condicionamiento interno. Teniendo entonces como base esa unidad inseparable entre cuerpo e interioridad, es que el Hatha Yoga decide armonizar nuestros aspectos más sutiles comenzando a trabajar desde los más concretos y fácilmente perceptibles, tal como es el cuerpo. Si bien el movimiento hatha-yóguico no es uniforme en absoluto, sino que al igual que la historia misma del Yoga es variado y complejo, no obstante es posible delinear algunos elementos que forman parte constitutiva, a grandes rasgos, de todas las expresiones tradicionales del Hatha Yoga. Con “expresiones tradicionales” nos estamos refiriendo a los sistemas de esta senda presentados en los textos, ya clásicos, escritos entre los años 1300 y 1700. Ahora bien, posiblemente sería enriquecedor evidenciar las estructuras generales – diversas hasta cierto punto entre sí – que proponen dos de los escritos de Hatha Yoga tradicionales: hablamos del Gheranda samhita y del Hatha yoga pradipika. Esto nos permitirá 4 evidenciar dos maneras generales de abordar esta senda del Yoga, en cuanto a la variedad y ordenamiento de sus técnicas. Así, por un lado, el Hatha yoga pradipika propone un camino dividido en cuatro grandes grupos técnicos – si bien esta opinión puede relativizarse en gran medida. Estas cuatro grandes etapas son: 1. Asana: práctica postural 2. Pranayama: control de la energía sutil a través de la respiración 3. Mudras: técnicas sutiles de control de la energía pránica 4. Samadhi: logro del estado de unión a través de la meditación Decimos que esta estructura en cuatro grandes grupos técnicos puede relativizarse en gran medida debido a dos cuestiones. Primero, por un lado, puede considerarse como otro conjunto de técnicas con cierta independencia los shatkarmas, las “seis acciones” o “seis purificaciones”. Si bien considerarlas separadas es lo que se suele hacer habitualmente, el texto mismo del Hatha yoga pradipika nos dice de manera explícita que sólo son necesarias en algunas raras ocasiones donde existe un particular desequilibrio interno y representas como una especie de técnicas de ayuda o auxiliar para el pranayama. En segunda instancia, esta estructura en cuatro partes también puede ser cuestionada dado que se han hallado algunas copias antiguas de este escrito tradicional – el Hatha yoga pradipika – donde figura una extensa lista tanto de yamas como de niyamas. A diferencia de Patanjali que en su Yoga-sutra sólo menciona diez reglas en total, en algunas versiones de este libro de HathaYoga se listan veinte sumando los dos grupos. Lo que no se ha terminado de establecer todavía es si estas estos yamas y niyamas son un agregado posterior o si la versión original del escrito ya integraba estos dos grupos técnicos. De ser este último caso el verdadero, habría que sumar a la estructura general que listamos recién también estas reglas de conducta. Por otro lado, otro de los escritos tradicionales de Hatha Yoga, el Gheranda samhita, nos ofrece esta otra estructura: 1. Kriya: acciones para limpiar el cuerpo 2. Asana: práctica postural 3. Mudras: técnicas sutiles de control de la energía pránica 4. Pratyahara: interiorización de los sentidos de percepción y acción 5. Pranayama: control de la energía sutil a través de la respiración 6. Dhyana: meditación 7. Samadhi: logro del estado de unión Describimos ahora muy brevemente tan sólo un par de estos conjuntos de técnicas – de hecho, sólo aquellos que no han sido explicados anteriormente en algún otro apunte. Shatkarmas: proveniente de las palabras “shat” que significa “seis” y “karma” que refiere a “acción, acto”, los shatkarmas son considerados como seis procesos de limpieza corporal desarrollados por el Hatha yoga. Están diseñados para traer los elementos constitutivos del cuerpo a un nuevo balance, una vez que se han desequilibrado, contribuyendo a la armonía general preparatoria para una mayor integración entre mente y cuerpo. Los textos tradicionales advierten que deben ser aprendidos de un maestro competente. Y es destacable que uno de los maestros más afamados de yoga en la actualidad como B.K.S. Iyengar aconseja no practicarlos en absoluto, sino como recursos extremos. Las seis limpiezas o purificaciones, como es habitual nombrarlas, se dividen según sus funciones y hay varios tipos cada una, que no mencionaremos aquí. Los shatkarmas son: 1. Neti: limpieza de las fosas nasales. 2. Dhauti: limpieza de la boca, la garganta, el tubo digestivo y el estómago. 3. Basti: limpieza de los intestinos y el aparato excretor. 4. Nauli: es un masaje abdominal a través del control muscular de la zona. 5 5. Trataka: purificación de los ojos a través de la retención de la mirada. 6. Kapalabhati: purificación del sistema nervioso a través de respiraciones. Mudra y Bandha: ambas son técnicas avanzadas del control de la energía sutil, aunque a veces son reducidas a su mínima expresión como un mero posicionamiento de las manos, en el caso de Mudra. Analizado en profundidad, Bandha, las llaves o bloqueos energéticos, son en un primer tiempo contracciones musculares o cierres de cierta zona del cuerpo, pero que tienen el objetivo final de generar y acumular energía vital. En el caso de Mudra, existen distintos tipos, algunos de los cuales incluyen complejos posicionamientos del cuerpo, sumado a direccionamientos específicos de la mirada, además de visualizaciones. Tienen el objetivo de direccionar la energía vital a determinadas zonas del cuerpo sutil para facilitar el despertar de todo el potencial humano. Contrariamente a una idea muy popularizada, los abordajes de Hatha Yoga no están exentos de ningún modo de componentes meditativos. En los textos tradicionales se especifica una gran variedad de técnicas de meditación, algunas incluyendo la generación de sonidos internos, otras, la mayoría, técnicas que incluyen visualizaciones. Pero en este aspecto el Hatha Yoga es, por su mismo desarrollo y orientación, mucho más reducido que el sistema de Patanjali, que es considerado el sistema meditativo por excelencia. Bibliografía: Chaudhuri, H. Yoga integral, Editorial Kairos. Ciarlotti, F. Yoga. Filosofía de vida, Editorial Lea. Feuerstein, G. The Yoga Tradition, Editorial Hohmpress. Feuerstein, G. La dimensión más profunda del yoga, Ed. Patagonia. Hernandez, D. Las claves del Yoga, Editorial Continente.
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