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Hatha Yoga 2020 - Tania Iglesias

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HATHA YOGA 
 
 
Cuando se habla de “Hatha” se suele decir que es el yoga de la 
disciplina física, el “yoga de la fuerza”. También, simbólicamente, se lo 
asocia a la unión de las polaridades expresadas en el “sol” y la “luna”, o 
la conjunción de dos grandes principios elementales. Esta polaridad, en 
donde se entiende por “ha” la energía solar y “tha” la energía lunar, 
encuentra su paralelismo en los aspectos sutiles del cuerpo. A través de 
la integración de esos principios se logra la realización espiritual, aquí y 
ahora. 
El Hatha Yoga es la senda tradicional que trabaja, al menos en un 
primer momento, centrando su atención en el cuerpo físico: esto se 
debe, en parte, porque se concibe que éste es el vehículo de la 
realización espiritual. A lo largo de toda la historia del Yoga se ha tenido 
en claro que las enfermedades y las desarmonías emocionales operan 
como un obstáculo para encontrar la plenitud interna. El Hatha hace 
suya esta vieja opinión. Pero con una valoración positiva sobre los 
aspectos concretos y materiales de la realidad, da origen a toda una 
serie de desarrollos técnicos que toman al cuerpo como centro de 
gravedad. Los objetivos de estas técnicas, en parte, es alcanzar un 
“cuerpo divinizado”, como si estuviera “hecho de diamante”. Otra 
imagen tradicional que ofrecen los libros de Hatha Yoga es la de 
exponer el cuerpo al fuego de esta disciplina práctica, al igual que se 
coce un vasija hecha de barro para darle dureza. Así, las técnicas de 
esta senda se proponen fortalecer el cuerpo, darle resistencia y 
flexibilidad, armonizar las emociones, equilibrar la energía sutil y controlar 
la mente para alcanzar, en última instancia, la realización espiritual. 
El Hatha Yoga es un desarrollo de la India medieval. La amplia 
propuesta técnica a la que dio origen todavía sigue siendo objeto de las 
más variadas confusiones históricas. Por poner tan sólo un ejemplo en 
que luego nos extenderemos, la práctica postural variada y compleja 
con efectos terapéuticos que hoy día nombramos con la palabra asana, 
no existía antes del Hatha Yoga, aun cuando la palabra es bastante más 
vieja. Como muy antiguo, el comienzo de su desarrollo podría datarse de 
manera aproximada alrededor del siglo X d.C. Esta senda tradicional es 
deudora en gran parte, no sólo de una considerable cantidad de 
técnicas que se desarrollaron en el seno del Tantra, sino por sobre todo, 
es heredera de su visión del mundo. El Tantra – cuya sistematización se 
data alrededor del siglo V de nuestra era – revaloriza el culto a la Diosa 
Madre: esto significa que también se aprecian los aspectos concretos y 
materiales, entre ellos el cuerpo físico y la sexualidad, como medio para 
alcanzar la realización espiritual. El Hatha Yoga toma el legado del 
Tantra, concibiendo que todo lo que existe es parte de lo sagrado y, por 
lo mismo, se puede encontrar la divinidad en todas las cosas. La realidad 
se concibe así como una relación amorosa entre la conciencia y la 
materia-energía o, expresado con el simbolismo mítico de la India, como 
amor sagrado entre Shiva y Parvati (Shakti). Para esta concepción, no 
existe diferencia esencial entre la realidad de la divinidad y el universo 
en general, incluida nuestra pequeña realidad personal. En otras 
palabras, macro y microcosmos son fundamentalmente idénticos: esto 
conduce al Hatha Yoga a buscar, a través de toda una serie de 
técnicas, la integración de esas dos energías fundamentales, a partir lo 
cual, se alcanza el estado de realización espiritual. 
A diferencia de lo que acabamos de exponer, también existe una 
idea popular sobre el Hatha Yoga – aun entre docentes de Yoga – que lo 
considera como una especie de producto derivado y de menor 
categoría que el Raja Yoga o Ashtanga Yoga de Patanjali. Según esta 
imagen distorsionada, el Hatha utilizaría tan sólo dos grupos de técnicas 
de las ocho que se mencionan en aquel estilo más “puro” y “tradicional”: 
asana y pranayama. Algunos llegan a decir que es una reducción y una 
adaptación de esta disciplina para occidentales. Como podremos ver 
más adelante, en este tipo de consideraciones se mezclan toda una 
serie hechos de desinformación histórica, conveniencias tradicionales y 
legitimaciones egóicas. 
Esta concepción distorsionada del Hatha, y por lo tanto de la historia 
general del Yoga, ha demostrado tener una persistencia tan arraigada 
que, aun entre los docentes de esta disciplina, sigue casi intacta. Estudios 
sistemáticos y documentados que dilucidan estas cuestiones no faltan, ni 
siquiera en nuestro idioma – si bien no son los datos de más fácil acceso. 
Por esto podemos llegar a pensar que esta persistencia se debe a la falta 
de interés por el estudio teórico, muy frecuente en cómo esta disciplina 
tomó arraigo en esta tierra, que da pie a toda una serie de confusiones 
lamentables como también fomenta ingenuidades egóicas. 
Paradójicamente, esta imagen distorsionada no reconoce como 
creaciones originales del Hatha los desarrollos técnicos en torno a asana 
y pranayama – como de hecho lo son. Si bien ambas esferas técnicas ya 
existían desde hace mucho, jamás llegaron a tener el sentido, la 
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variedad y la profundidad que esta senda del yoga les concedió. Así, sin 
reconocer sus méritos, esta concepción distorsionada se los adjudica, 
por una falta de conocimiento histórico, al sistema de Patanjali, para 
decir luego que el Hatha es un producto parcial del Ashtanga. Para 
expresarlo claramente: asana, antes del Hatha Yoga y por lo mismo 
también en Patanjali, sólo significaba postura de sentado para meditar; 
el pranayama, previamente jamás alcanzó a tener el detalle y el 
potencial que le imprimió el Hatha. Debido a esto, cuando vemos un 
estilo de yoga que conlleva una práctica postural variada con efectos 
terapéuticos e interiores, podemos estar seguros que es una 
manifestación deudora del Hatha Yoga y no, como suele afirmarse, del 
Ashtanga o algún otra senda tradicional. 
En base a esto, podemos ver con claridad que en la actualidad la 
gran mayoría de las prácticas de yoga difundidas en occidente son 
formas del Hatha Yoga con diferentes niveles de profundidad. Por más 
que esta senda no se basa exclusivamente en la práctica postural, como 
tampoco es lo más relevante de la misma, vamos a demorarnos en 
esclarecer brevemente el origen y la historia de estas técnicas 
corporales. Esto nos permitirá evitar una serie de concepciones erróneas 
que subestiman el potencial del Hatha Yoga, como también 
comprender con otra profundidad la misma técnica de asana. 
Abordaremos así nuestra exposición de esta senda del yoga por un 
aspecto externo, y para algunos irrelevante, para ir interiorizándonos en 
los aspectos más sutiles de esta disciplina y su sentido esencial. 
 
 
En la literatura más antigua de la India, los Vedas, no es posible ni 
siquiera encontrar el término asana. Por lo mismo sería equivocado 
correlacionar de manera directa una técnica reciente como el Surya 
Namaskar (Saludo al Sol) con el ceremonial de la recitación tanto a la 
salida como a la puesta del sol del Gayatri Mantra. Probablemente se ha 
insistido en esta correlación con el fin de otorgarle antigüedad y un 
origen remoto a la práctica de asana. Sin embargo, mientras este 
mantra y las abluciones de las que se acompaña sí provienen de la 
época védica – la primera referencia se encuentra en el Rig-veda – el 
Surya Namaskar es una secuencia dinámica de posicionamientos 
corporales complejos y variados que se sincronizan con la respiración, 
una técnica que tiene un desarrollo, es necesario decirlo, en la época 
contemporánea. 
Decíamos que en los Vedas no aparece la palabra asana, pero sí es 
posible encontrar la raíz verbal as, que tiene el significado de sentarse. La 
palabra asandi, que es posible encontrar en el Atharva veda – para 
algunos datado en el 2500 a.C. – significa “asiento” o “taburete”. Recién 
con la aparición de los textos que se compilan bajo el nombre 
Upanishads,alrededor del 1000 a.C., surge el término asana. Sin 
embargo, en la mayoría de las Upanishads más antiguas (puesto que las 
hay muy recientes también) el término asana todavía significará 
literalmente el asiento en el que reposaba un maestro o asceta para 
realizar sus rituales o meditar. 
Sin embargo, ya entre algunas de las antiguas Upanishads y también 
en el Mahabharata – el escrito épico del cual es parte el famoso 
Bhagavad Gita – comienza a evidenciarse el uso del término asana, ya 
no para referirse literalmente al asiento donde reposa el sabio o el 
asceta, sino para nombrar el posicionamiento de sentado que adopta al 
cuerpo como preparación para la meditación. Pero todavía en este 
contexto, y por muy largo tiempo, el papel de esta técnica es 
notablemente suplementario; a lo sumo, su importancia reside 
simplemente en colaborar con otra técnica de mayor relevancia, cuyos 
efectos y beneficios es lo que se busca principalmente. Así, en la 
Shvetashvatara upanishad, se recomienda que la postura sea erguida, 
para favorecer la armoniosa circulación de las energías sutiles del 
cuerpo, como antesala para centrarse en la respiración conciente, la 
cual es, a su vez, una preparación para la concentración mental. 
También en el Mahabharata se evidencia el uso de la palabra asana 
para referirse a la postura de sentado: si bien, en este texto su aparición 
se produce en el marco de la sugerencia de un ejercicio que proviene 
claramente de la tradición ascética – más antigua que la del Yoga y a la 
cual debe gran parte de su legado. Según esta prueba ascética, es 
necesario sentarse en verano entre cuatro fuegos, uno sobre cada punto 
cardinal, con el sol pleno sobre la cabeza, en el posicionamiento 
llamado virasana – una de las tantas posturas de sentado que suelen 
utilizarse para meditar. 
Este panorama, donde la palabra asana se utiliza para hacer 
referencia a la postura de sentado, no cambiará incluso hasta la época 
de Patanjali y más allá todavía. En efecto, en el siglo V d. C se redacta el 
libro Yoga bhashya, un comentario al Yoga-sutra de Patanjali, atribuido a 
Vyasa: en este tratado el autor enumera sólo once posturas, todas para 
meditar. 
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Así, un estudio histórico más detallado parece asentar que en la 
época en que Patanjali escribió el Yoga-sutra, la palabra asana sólo 
significaba postura de sentado como preparación para meditar. Lo cual 
excluye, dentro del Ashtanga Yoga, la presencia de una práctica 
postural variada que conlleva efectos y beneficios en sí misma. Gracias a 
esto, ya podemos entrever que el Hatha Yoga no es, como suele decirse 
con tanta frecuencia, un extracto reducido del Yoga Clásico, una 
especie de subproducto de menor valor. 
Esta diferencia y originalidad del Hatha Yoga se hace tanto más 
evidente cuando observamos que es recién alrededor del siglo V d. C. 
cuando, con el desarrollo del Tantra, aparece una concepción filosófica 
del mundo que revaloriza los aspectos más concretos de la existencia 
como manifestación de la divinidad. Tal como se expresa bellamente en 
el Isha Upanishad: 
 
En un mundo que no es más que cambio – en el que nada es 
permanente – lo divino se halla presente en todas partes: en las flores, en 
los pájaros, en los animales, en los bosques, en los seres humanos. 
 
Esta visión del mundo también abraza al cuerpo como un 
aspecto de lo sagrado. Por lo mismo, es el Hatha Yoga, en tanto 
heredero de la concepción tántrica, quien desarrollará ampliamente 
las técnicas en torno al cuerpo físico con un sentido en sí mismas. El 
origen de la práctica postural variada – más allá de los 
posicionamientos para meditar – es una creación propia y original 
del Hatha, cuyo comienzo histórico es posible datar alrededor de mil 
años después de Cristo. 
 
 
Tal como acabamos de mencionar, el Hatha Yoga es heredero de la 
concepción tántrica de que todo lo que existe es manifestación de la 
relación dinámica entre los principios divinos Shiva y Shakti, dos símbolos 
a través de los cuales intenta expresarse la constitución fundamental de 
la realidad. Esta continuidad en relación al Tantra se evidencia ya en la 
palabra que le da nombre a esta senda: simbólicamente Hatha Yoga 
tiene el sentido de la unión entre el “sol” y la “luna”, en donde el sol 
representa el principio masculino o la fuerza mental, y la luna representa 
el principio femenino o la fuerza vital. En relación al cuerpo humano, 
estos principios tienen lugares precisos de ubicación. A lo largo de esta 
tradición se han elaborado complejos sistemas de anatomía sutil, es 
decir, se han representado modelos de 
cómo es la estructura energética del ser 
humano. Algunos de ellos señalan la 
existencia de un complejo sistema de 
centros energéticos, chakras, y canales 
por donde circula la energía, llamados 
nadis. Otros lo han dividido en una serie 
de fuerzas vitales. En definitiva, lo que se 
busca es, a través de técnicas que 
tienen al cuerpo como punto de partida, 
lograr la integración de esa polaridad 
energética. Cuando ello ocurre, se 
alcanza la experiencia plena de 
Samadhi. 
 
 
 
En correspondencia con esto, el Hatha Yoga aborda el trabajo 
técnico, en vías de alcanzar la experiencia de integración, partiendo del 
cuerpo físico. Según lo expresa una idea que figura en un tratado 
tradicional de esta senda, el cuerpo es una manifestación concreta de 
lo que solemos hacer habitualmente, de la reiteración de los hábitos y el 
condicionamiento interno. Teniendo entonces como base esa unidad 
inseparable entre cuerpo e interioridad, es que el Hatha Yoga decide 
armonizar nuestros aspectos más sutiles comenzando a trabajar desde 
los más concretos y fácilmente perceptibles, tal como es el cuerpo. 
 
Si bien el movimiento hatha-yóguico no es uniforme en absoluto, sino 
que al igual que la historia misma del Yoga es variado y complejo, no 
obstante es posible delinear algunos elementos que forman parte 
constitutiva, a grandes rasgos, de todas las expresiones tradicionales del 
Hatha Yoga. Con “expresiones tradicionales” nos estamos refiriendo a los 
sistemas de esta senda presentados en los textos, ya clásicos, escritos 
entre los años 1300 y 1700. 
Ahora bien, posiblemente sería enriquecedor evidenciar las 
estructuras generales – diversas hasta cierto punto entre sí – que 
proponen dos de los escritos de Hatha Yoga tradicionales: hablamos del 
Gheranda samhita y del Hatha yoga pradipika. Esto nos permitirá 
 4 
evidenciar dos maneras generales de abordar esta senda del Yoga, en 
cuanto a la variedad y ordenamiento de sus técnicas. 
Así, por un lado, el Hatha yoga pradipika propone un camino 
dividido en cuatro grandes grupos técnicos – si bien esta opinión puede 
relativizarse en gran medida. Estas cuatro grandes etapas son: 
 
1. Asana: práctica postural 
2. Pranayama: control de la energía sutil a través de la 
respiración 
3. Mudras: técnicas sutiles de control de la energía pránica 
4. Samadhi: logro del estado de unión a través de la meditación 
Decimos que esta estructura en cuatro grandes grupos técnicos 
puede relativizarse en gran medida debido a dos cuestiones. Primero, 
por un lado, puede considerarse como otro conjunto de técnicas con 
cierta independencia los shatkarmas, las “seis acciones” o “seis 
purificaciones”. Si bien considerarlas separadas es lo que se suele hacer 
habitualmente, el texto mismo del Hatha yoga pradipika nos dice de 
manera explícita que sólo son necesarias en algunas raras ocasiones 
donde existe un particular desequilibrio interno y representas como una 
especie de técnicas de ayuda o auxiliar para el pranayama. 
En segunda instancia, esta estructura en cuatro partes también 
puede ser cuestionada dado que se han hallado algunas copias 
antiguas de este escrito tradicional – el Hatha yoga pradipika – donde 
figura una extensa lista tanto de yamas como de niyamas. A diferencia 
de Patanjali que en su Yoga-sutra sólo menciona diez reglas en total, en 
algunas versiones de este libro de HathaYoga se listan veinte sumando 
los dos grupos. Lo que no se ha terminado de establecer todavía es si 
estas estos yamas y niyamas son un agregado posterior o si la versión 
original del escrito ya integraba estos dos grupos técnicos. De ser este 
último caso el verdadero, habría que sumar a la estructura general que 
listamos recién también estas reglas de conducta. 
Por otro lado, otro de los escritos tradicionales de Hatha Yoga, el 
Gheranda samhita, nos ofrece esta otra estructura: 
 
1. Kriya: acciones para limpiar el cuerpo 
2. Asana: práctica postural 
3. Mudras: técnicas sutiles de control de la energía pránica 
4. Pratyahara: interiorización de los sentidos de percepción y 
acción 
5. Pranayama: control de la energía sutil a través de la 
respiración 
6. Dhyana: meditación 
7. Samadhi: logro del estado de unión 
 
Describimos ahora muy brevemente tan sólo un par de estos 
conjuntos de técnicas – de hecho, sólo aquellos que no han sido 
explicados anteriormente en algún otro apunte. 
 
Shatkarmas: proveniente de las palabras “shat” que significa “seis” y 
“karma” que refiere a “acción, acto”, los shatkarmas son considerados 
como seis procesos de limpieza corporal desarrollados por el Hatha 
yoga. Están diseñados para traer los elementos constitutivos del cuerpo a 
un nuevo balance, una vez que se han desequilibrado, contribuyendo a 
la armonía general preparatoria para una mayor integración entre 
mente y cuerpo. Los textos tradicionales advierten que deben ser 
aprendidos de un maestro competente. Y es destacable que uno de los 
maestros más afamados de yoga en la actualidad como B.K.S. Iyengar 
aconseja no practicarlos en absoluto, sino como recursos extremos. Las 
seis limpiezas o purificaciones, como es habitual nombrarlas, se dividen 
según sus funciones y hay varios tipos cada una, que no mencionaremos 
aquí. Los shatkarmas son: 
 
1. Neti: limpieza de las fosas nasales. 
2. Dhauti: limpieza de la boca, la garganta, el tubo digestivo y el 
estómago. 
3. Basti: limpieza de los intestinos y el aparato excretor. 
4. Nauli: es un masaje abdominal a través del control muscular 
de la zona. 
 5 
5. Trataka: purificación de los ojos a través de la retención de la 
mirada. 
6. Kapalabhati: purificación del sistema nervioso a través de 
respiraciones. 
 
Mudra y Bandha: ambas son técnicas avanzadas del control de la 
energía sutil, aunque a veces son reducidas a su mínima expresión como 
un mero posicionamiento de las manos, en el caso de Mudra. Analizado 
en profundidad, Bandha, las llaves o bloqueos energéticos, son en un 
primer tiempo contracciones musculares o cierres de cierta zona del 
cuerpo, pero que tienen el objetivo final de generar y acumular energía 
vital. En el caso de Mudra, existen distintos tipos, algunos de los cuales 
incluyen complejos posicionamientos del cuerpo, sumado a 
direccionamientos específicos de la mirada, además de visualizaciones. 
Tienen el objetivo de direccionar la energía vital a determinadas zonas 
del cuerpo sutil para facilitar el despertar de todo el potencial humano. 
 
Contrariamente a una idea muy popularizada, los abordajes de 
Hatha Yoga no están exentos de ningún modo de componentes 
meditativos. En los textos tradicionales se especifica una gran variedad 
de técnicas de meditación, algunas incluyendo la generación de 
sonidos internos, otras, la mayoría, técnicas que incluyen visualizaciones. 
Pero en este aspecto el Hatha Yoga es, por su mismo desarrollo y 
orientación, mucho más reducido que el sistema de Patanjali, que es 
considerado el sistema meditativo por excelencia. 
 
 
 
Bibliografía: 
 
 Chaudhuri, H. Yoga integral, Editorial Kairos. 
 Ciarlotti, F. Yoga. Filosofía de vida, Editorial Lea. 
 Feuerstein, G. The Yoga Tradition, Editorial Hohmpress. 
 Feuerstein, G. La dimensión más profunda del yoga, Ed. Patagonia. 
 Hernandez, D. Las claves del Yoga, Editorial Continente.

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