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El deseo Icc doc - Mariana Morales

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN JUAN 
FACULTAD DE FILOSOFIA, HUMANIDADES Y ARTES 
DEPARTAMENTO DE FILOSOFIA Y CIENCIAS DE LA EDUCACION 
Carreras: Licenciatura en Ciencias de la Educación 
 Profesorado en Ciencias de la Educación 
 Licenciatura en Filosofía 
 Profesorado de Filosofía 
CÁTEDRA: PSICOLOGÍA GENERAL 
AÑ0 2021 
DOCUMENTO DE INFORMACIÓN 
 
El deseo inconsciente para el psicoanálisis1. 
Diferencia entre necesidad, demanda, pulsión (organismo y cuerpo pulsional). 
 Magister Norma Aubone 
Este vocablo es muy caro y particular al discurso analítico y por ello es 
necesario seguirlo desde sus orígenes. Decimos esto porque el término “deseo” designa 
el campo de existencia del sujeto humano sexuado, por oposición a todo abordaje 
teórico del ser humano que se atenga a lo biológico, a la conducta o a los sistemas de 
relación. 
La noción de deseo, genérica y en singular, no se ha presentado siempre con el 
mismo peso significante de la sexualidad humana. 
El término “deseo”, en alemán “Wunsch” no fue impuesto inmediatamente en 
los escritos freudianos, sino que fue gravitando de a poco en la historia de su pensamiento 
acerca de la sexualidad. No se desprende este “deseo inconsciente”, de lo que en el 
lenguaje común entendemos por deseos, equiparable con tendencias, intenciones, 
apetencias, “ganas de”. Estos últimos, es claro, son manifestaciones conscientes. 
 
1 Documento de Información producido por la Mgt. Norma Aubone (2008) e intervenido por Esp. Analia 
Videla. 
 
El término deseo no aparece en estos desarrollos hasta “La interpretación de los 
sueños”2 donde conceptualiza lo sexual más en el orden de la representación. Por ello 
es invocado el deseo dentro de la función del sueño, como “realización alucinatoria”. 3 
Si bien es en análisis con sus pacientes que toma “la interpretación del sueño” 
como eje de investigación, su preocupación va a tomar el sentido de llegar a formular una 
teoría que le permita explicar, no sólo los “síntomas” como “formaciones inconscientes”, 
-o sea, los fenómenos patológicos que habían sido su primer recorrido en su estudio-, sino 
dar cuenta también de todos los procesos normales de la vida cotidiana, como lo es el 
sueño. Él dice que no puede haber psicología que pretenda ser científica si no puede dar 
cuenta justamente de todos los fenómenos. Es así como va a formular en este libro su 
primer teoría del “Aparato Psíquico”. Recordemos aquí que el peso de la teoría freudiana 
durante sus primeros escritos a los que pertenece este libro, está dado por los múltiples 
modos en que no sólo descubre lo inconsciente sino los diferentes recursos para estudiar 
científicamente dichos procesos, hasta dicho momento sólo inferidos pero desconocida la 
posibilidad de acceso a los mismos. Ese mismo año trabaja sobre dos libros: “El chiste y 
su relación con el inconsciente” y “Psicopatología de la vida cotidiana”, a través de los 
cuales demuestra de qué manera hay una equiparación entre los “síntomas” –patológicos- 
con el sueño, los chistes y la serie de lapsus, olvidos, equívocos, etc, que nos suceden 
continuamente en nuestro diario vivir y que pasamos inadvertidos pero que justamente 
comparten con los mismos el carácter de ser “formaciones del inconsciente” 
Freud aborda el sueño en cuanto su función: como guardián del dormir, por un 
lado, y como “realización alucinatoria” del deseo inconsciente. 
 
2 Este es uno de los libros centrales y primeros de la Obra de Freud. Escrito en el año 1905 consta de siete 
capítulos. El primer capítulo es una recopilación y análisis de todo lo escrito hasta el momento sobre los 
sueños. Parte de allí para desarrollar en todos los otros capítulos diferentes aspectos: Función, lenguaje de 
los sueños, etc., que mínimamente se mencionan en este documento. El Cap. VII es el nódulo central 
porque condensa allí toda su primer anudamiento teórico respecto al deseo inconsciente, los procesos 
conscientes e inconscientes, la relación del síntoma con otros procesos psíquicos, etc. 
3 Freud advirtió la necesidad de ahondar en la escucha e investigación del sueño como “vía regia” para 
acceder al inconsciente a partir del relato del sueño que una de sus pacientes incluyó en su asociación libre. 
Por tanto, el interés por el sueño es en el contexto del discurso del paciente en análisis, diferenciándolo 
absolutamente de cualquier análisis fuera de dicho contexto. Para ello dedica todo un primer capítulo a 
recopilar minuciosamente todo lo que hasta ese momento se había escrito científicamente sobre sueños y 
marca la separación tanto de la onirocrítica (o análisis simbólicos de los sueños por parte de un 
interpretador) y la de claves (como todavía se utiliza al modo de cábalas para el juego). 
 
 
 Con el término “alucinación” imparte el carácter de imagen del sueño, 
diferenciándolo de cualquier fenómeno de la actividad sensorial interna o externa, y de 
cualquier “clave de los sueños” como había sido tan común en las culturas adivinatorias. 
Este carácter alucinatorio distingue el sueño de las fantasías diurnas, ya que a diferencias 
de estas últimas, la “alucinación” tiene el grado de vivencia, la fuerza de la percepción 
presente. 
El análisis del “lenguaje” del sueño lleva a decir que soñar es vivir y no representarse 
pensamientos. Por el lenguaje del sueño, -a diferencia del lenguaje de vigilia-, por medio 
de distintos recursos el sueño presenta las cosas como realizadas: (yuxtaposición de 
imágenes, ausencia de negación, distintas formas de figuración oníricas); todo eso 
permiten designar un deseo en acción. 
 
El modelo de comprensión de los procesos oníricos como el de los procesos 
psíquicos es un modelo energético. Por ello es que desarrolla como mecanismos 
inconscientes el desplazamiento (de catexis o de investidura de una representación a 
otra) y de condensación (como fusión de investiduras de distintas representaciones) 
Naturaleza psíquica del desear 
Freud desarrolla el esquema del aparato psíquico inicialmente a la manera del 
aparato reflejo –regido por el principio de constancia- que descarga por vías motrices 
una excitación que le llega desde afuera .(Recordemos que Freud como médico fisiólogo 
inicialmente comienza a llevar a cabos sus teorizaciones a partir de los modelos con los 
que él cuenta, y por ello concibe el funcionamiento del Psiquismo como un “aparato”, 
según el funcionamiento biológico que se rige por el principio de homeostasis, o sea, de 
mantener constante una energía y evitar toda nueva tensión que debe ser inmediatamente 
descargada para volver a la homeostasis). 
 El apremio de la vida, o sea, las necesidades corporales sólo pueden ser 
satisfechas por un auxilio externo (el “Otro de los cuidados ajenos”, la madre, o quien 
cumpla esa función) con lo que sobreviene un cambio, “experiencia de la vivencia de 
satisfacción” que cancela el estímulo interno. Queda de esta percepción una huella 
 
mnémica4 asociada a la huella que dejó la excitación producida por la necesidad. Es por 
este enlace que se suscitará una moción psíquica5 que querrá investir de nuevo la imagen 
mnémica6 y producir otra vez la percepción misma (identidad de percepción), 
restableciendo la satisfacción primera. “Una moción de esa índole es lo que llamamos 
deseo; la reaparición de la percepción es el cumplimiento de deseo” 
 
 
 
 
 hm hm´ hm´ 
 
 
 
Polo percep. Polo motor 
 
 Sueño= regresión 
 
 Arco reflejo 
“Pero el apremio de lavida. Las grandes necesidades corporales, perturba esa función 
de mantenerse exento de estímulos”. “El niño hambriento llorará o pataleará inerme, 
pero la situación se mantendrá inmutable, pues la excitación que parte de la necesidad 
interna no corresponde a una fuerza que golpea de manera momentánea, sino a una 
 
4 “Huella mnémica” quiere decir que son las primeras impresiones de la memoria, y el término “huella” 
tiene justamente esa connotación de una simple marca. 
5 “Moción psíquica” significa una fuerza, tendencia. 
6 “Imagen mnémica” denota aquí que tal huella –como primeras representaciones psíquicas-, son del orden 
puramente perceptivo. Es importante dejar aclarado aquí la diferencia radical con otras teorías psicológicas 
en las que sólo se habla de representación cuando hay algo simbólico (o sea, significante y significado). 
Para el psicoanálisis existen estas primeras representaciones puramente inconscientes, que no llegarán 
nunca a ser conscientes, por eso don imagen, huella y están ligadas a las primeras percepciones –puramente 
corporales- y difusas. (En términos lingüísticos decimos que son significantes sin significado). 
 
 
que actúa continuamente”. “solo puede producirse un cambio cuando por algún 
camino – en el caso del niño por el cuidado ajeno - se hace la experiencia de la 
vivencia de satisfacción que cancela el estímulo interno”.7 
En el “Proyecto de Psicología para neurólogos”8, define a la acción específica 
como aquello cuya ejecución trae aparejada la satisfacción de la necesidad y por ende el 
cese del aumento de carga, la ejecución de dicha acción exige en la cría del hombre una 
ayuda externa, ajena a él, ayuda de otro cuya atención debe atraer mediante una descarga 
interna (función primera): el grito. Sin embargo, el llanto adquieren una función 
secundaria que Freud llamará función de comunicación porque es a partir del modo 
como ese Otro va a responder desde su propia interpretación a dicho llanto – su 
codificación o semantización- que dará lugar más tarde a que surja en el bebe lo que se 
llamará demanda.9 
Esta función depende de la imposibilidad del cachorro humano de ejecutar la 
acción específica por sí solo, está dada por el desamparo inicial de nuestra especie. 
Sobre esto Freud hace una acotación que separa ya su conceptualización de toda 
génesis (origen, principio) empirista y biologicista: “el desamparo inicial de los seres 
humanos es la fuente primaria de todos los motivos morales”. 10 ¿Qué quiere decir esto? 
Pues que por razón del desamparo, es sólo por mediación del Otro que realiza la acción 
específica que puede responder a dicha necesidad pero lo hace desde su subjetividad con 
lo cual deviene fuente de comunicación y de motivos morales. No se trata de una 
relación directa entre estímulo-hambre y satisfacción de necesidad-descarga motriz como 
en el esquema del arco reflejo. De allí que se separa la necesidad del alimento –de orden 
puramente instintivo-biológico- de la realización de deseo (reinvestidura de la huella 
mnémica) y de la demanda 
Según Freud, en la constitución del aparato la experiencia vital conduce 
necesariamente a otra “actividad de pensamiento secundaria, más acorde a fin”, en razón 
 
7 FREUD, Sigmund, La Interpretación de los sueños, Cap. VII., en Obras Completas 
8 Este libro fue el primero que escribió Freud y que se publicó mucho después. Es de capital importancia 
para comprender los inicios de su teoría, ya que como fisiólogo su primera preocupación fue elaborar una 
teoría que le permitiera dar cuenta de la organización de los procesos psíquicos y su relación con los 
procesos biológicos. De esta manera se anticipó al descubrimiento de la neurona y sus modos de conección. 
9 “Demanda” es un término específico introducido por el psicoanalista francés Jaques Lacan que ha llevado 
a cabo una de las lecturas y construcciones más enriquecedoras de los últimos tiempos de la Obra de Freud. 
Por la operatividad de este concepto es que lo introducimos en esta oportunidad. 
10 FREUD, S. “Proyecto de Psicología para neurólogos” 
 
de que la satisfacción por esta vía corta, alucinatoria, no cancela la necesidad. Por ello, 
otra fuerza psíquica detiene la regresión completa a fin de encontrar otro camino que lleve 
a establecer desde el mundo exterior la identidad perceptiva. “Toda la compleja actividad 
de pensamiento que urde desde la imagen mnémica hasta el establecimiento de la 
identidad perceptiva por obra del mundo exterior no es otra cosa que un rodeo para el 
cumplimiento de deseo, rodeo que la experiencia ha hecho necesario. Por lo tanto el 
pensar no es sino el sustituto del deseo alucinatorio”.11 
Por lo tanto, define el deseo por la realización cuando han sido re investidas las 
huellas mnémicas de una primera satisfacción. Desear es buscar la misma percepción que 
en un tiempo primero condujo a una satisfacción; pero esa búsqueda, es compatible con 
una demora que el aparato puede emplazar para diferir la realización. El deseo no es el 
sueño, aunque esté polarizado por la meta del mismo reencuentro, puesto que pospone la 
realización directa. 
Para Freud el sueño es cumplimiento de deseo porque sólo el deseo 
inconsciente puede hacer trabajar al aparato psíquico, pero por el modo regresivo, 
“alucinatorio”, predomina el Proceso Primario.12 
La realización del deseo lleva al sujeto a un arranque que es ineficaz desde el 
punto de vista adaptativo, en tanto, marcado por la repetición, introduce la búsqueda de 
una percepción primera que tiene como referente un mítico13 primer encuentro entre el 
sujeto y el objeto de satisfacción. Volver a evocar esa percepción es el fin propio de la 
realización del deseo, meta que se designa como identidad de percepción, cuya 
reaparición (de la percepción) como alucinación es el cumplimiento del deseo. 
La alucinación en el sueño se va a referir a una huella mnémica específica: 
restablecer la situación de satisfacción primera, la de la experiencia mítica de satisfacción; 
de allí que un impulso de esa índole es lo que llamamos deseo, y la reaparición de esa 
percepción como señuelo es el cumplimiento del deseo. 
 
11 FREUD, S. “Interpretación de los Sueños”, Cap. VII 
12 Proceso primario es el modo particular de los procesos psíquicos inconscientes que responde a dos 
mecanismos desplazamiento de investidura de una representación a otra y condensación –unificación de la 
investidura de varias representaciones- 
13 Decimos “mítico” porque tal “encuentro” es a nivel de una huella-representación, que va más allá de lo 
biológico. En el orden biológico cada necesidad tiene un objeto específico que puede cancelar dicha 
necesidad. Para el hambre el alimento. Esto sucede en el animal que tiene además determinado por 
herencia las especificidades del mismo (herbívoras, carnívoras u omnívoras). 
 
Esta rememoración intenta la repetición de una percepción imposible que la alucinación 
finge, pero no logra, y viene en ese sitio a dar cuenta de una pérdida. 
A partir de comprender esto, podemos analizar que la memoria freudiana no 
es la memoria del organismo. Se produce un cambio de registro; la memoria freudiana 
introduce la perspectiva del placer que quiebra el marco de la “homeostasis del 
organismo” e impone al aparato psíquico el placer de desear que se sostiene en la 
“tensión del deseo”: un impulso psíquico que querrá investir de nuevo la imagen 
mnémica de aquella percepción – perdida – y producir otra vez la percepción misma, o 
sea, restablecer la situación de la mítica satisfacción primera. 
Arranque desdichado: el sujeto humano sólo puede alucinar su primera mítica 
satisfacción, en la medida en que el sujeto se constituye en relación con esearranque, se 
produce en dicho sujeto, esa ruptura, en cuyo nivel se ubica la tensión del deseo.14 
Entonces, si bien en un principio Freud parte de concebir que el Aparato 
Psíquico esté dominado por el principio de constancia que apunta a la homeostasis, con 
la teorización de la experiencia de satisfacción, se introduce estructuralmente la pérdida 
del objeto –de un objeto específico para la necesidad y para el deseo- y la caída de la 
homeostasis del organismo. Con ello hace un viraje en su teoría ya que es entonces el 
principio del placer el que rige el funcionamiento de dicho aparato, porque el mismo no 
puede hacer otra cosa que desear; surge con la realidad psíquica un nuevo marco de 
equilibrio distinto de la homeostasis del organismo: la tensión del deseo. 
Si bien el Aparato Psíquico “trabaja” por la tensión del deseo, en tanto busca 
por otros caminos más complejos una realización del deseo y no por vía alucinatoria, tal 
principio del placer se pone al servicio del principio de realidad. Este último no es 
contrario al principio de placer sino muy por el contrario, el principio del placer se tiene 
que unir al principio de realidad para la búsqueda de objetos que “algo” pueda llegar a 
realizar de dicho deseo inconsciente. Decimos realización y no satisfacción, que son dos 
conceptos distintos. Recordemos que la realización del deseo está relacionada con la 
experiencia de satisfacción pero en sí no se satisface, ni tiene que ver con la satisfacción 
de la necesidad. 
 
14 “spaltung” es la denominación que da J. Lacan en su Seminario VII a esta ruptura particular que funda 
el sujeto humano. 
 
El aparato psíquico que Freud caracteriza por el placer de desear, que se rige 
por una lógica que depende del orden simbólico y por ende introduce una necesidad 
propia de ese orden introducido por ese Otro inolvidable. Produce por su 
funcionamiento mismo, de acuerdo con las leyes del proceso primario, algo que Freud 
califica como ganancia de placer, es inseparable de la experiencia de satisfacción y se 
produce como un excedente que acompaña la realización del deseo. Desde esta 
perspectiva, la satisfacción es ese plus de placer que se produce. 
 Tanto el sueño, como cualquier formación del inconsciente, pueden explicarse 
por la sobredeterminación de por lo menos dos mociones: el deseo inconsciente y otro 
deseo del preconsciente. El deseo y a la vez la resistencia al mismo, por eso hablamos 
de una concepción dinámica del aparato psíquico, ya que está siempre en tensión, en 
conflicto entre dos tendencias opuestas. 
Inicialmente Freud mantiene equiparada la noción de pulsión y deseo. Será más 
tarde cuando desarrolla un cuestionamiento al principio de constancia y principio de 
placer como los que dominan el funcionamiento del Aparato psíquico. Más tarde 
reconsidera su teoría pulsional introduciendo el concepto de pulsión de muerte. 
¿Cómo entiende Freud a esta altura, la pulsión y su relación con las “mociones de 
deseo”? 
Freud define la pulsión como concepto mítico y limítrofe entre lo somático y 
lo psíquico. 15 16 La pulsión, es una fuerza, sólo sabemos de ella por medio de la 
representación. 
¿Qué quiere decir representación? Según la concepción filosófica clásica, tiene 
por finalidad indicar lo que uno se represente. Según el diccionario Robert es “el hecho 
de hacer perceptible (un objeto ausente o un concepto) por medio de una imagen de una 
figura, de un signo”. 
Para Freud, la representación es una noción central para sostener la teoría de 
la pulsión. Implica la distinción entre un espacio consciente y un espacio inconsciente; 
en ambos espacios se dice algo pero de modos diferentes: “La oposición entre consciente 
 
15 FREUD, S. “ Pulsiones y destinos de las pulsiones “, Obras Completas 
16 En este caso “mítico” quiere decir que es una invención necesaria para nombrar un orden de fenómenos 
hasta ahora no reconocidos ni explicados científicamente. Sabemos que este es el modo de operar en toda 
ciencia, en la medida en que es a partir de una denominación que vamos “construyendo” un nuevo orden 
de realidad. 
 
e inconsciente no se aplica a la pulsión. Una pulsión nunca puede convertirse en objeto 
de la conciencia; sólo puede serlo la representación que la representa”17 . El término 
“representante” designa entonces la representación psíquica de las excitaciones 
endosomáticas. Freud utiliza el término (Vorstellungsrepräsentanz) para distinguir en 
particular la represión originaria de la represión propiamente dicha. Por la primera 
entendemos aquellas representaciones que quedan definitivamente excluidas de la 
posibilidad de hacerse conscientes porque nunca tuvieron cualidad consciente. Son todas 
esas huellas mnémicas de los cuales sólo acceden a la consciencia sus “retoños” a través 
de las vías asociativas. Esta terminología acarrea la idea de una inscripción, es decir, 
que en los cimientos de lo psíquico y en su articulación con lo somático se juega una 
cuestión de escritura. 
El representante llena una función de representancia, delegación de lo somático 
en lo psíquico. La representancia es la encrucijada de la fuente somática y la 
representación psíquica; hay transferencia de lo somático a la representación psíquica y 
se forja una representación como tal; ella se nutre de una suerte de “sistemas mnémicos”, 
diferentes series asociativas que están en relación de semejanza con el objeto. 
En “Tres Ensayos de Teoría Sexual” (1905), las psiconeurosis se sostienen en 
fuerzas pulsionales. Para Freud la energía de la pulsión sexual, la libido, es la única 
fuerza constante de las neurosis, y esta fuerza es la que sostiene los síntomas y por tanto 
todas las formaciones del inconsciente. Los mismos proceden de las pulsiones parciales, 
se revelan como las representaciones convertidas de fantasías. Requieren para ser 
abordados, ser interpretados como un lenguaje y siempre con una significación sexual. 
Hay tres “momentos” de la teoría pulsional: 
1) Freud nos explica que el Aparato Psíquico tiende a un principio de constancia. 
Por ello, cuando un estímulo produce una tensión, el aparato busca la descarga para 
mantener la homeostasis. En el caso de ser un estímulo externo esto es fácil porque utiliza 
recursos para alejarse del estímulo o eliminarlo. Sin embargo, no sucede así cuando los 
estímulos vienen del interior del organismo, ya que éstos requieren sí o sí una descarga, 
no pueden ser evitados. 
 
17 FREUD, S. “Lo inconsciente”, Obras Completas. 
 
Sin embargo, entre estos estímulos internos Freud, distingue los instintos –de 
orden puramente biológico- de las pulsiones. Los primeros tienen una fuente (necesidad 
específica del organismo), un objeto (específico para cada necesidad) y un fin (la 
satisfacción de la necesidad). Estos instintos cumplen un ciclo: surgida la necesidad y 
satisfecha, se reduce la tensión hasta que se vuelve a producir una nueva tensión por la 
necesidad. Así pasa por ejemplo con el hambre, el sueño, etc. 
Por el contrario, las pulsiones se caracterizan por ser una “fuerza constante”, 
en tanto no hay posibilidad de una satisfacción que lleve a la cesación de dicha insistencia. 
El Aparato Psíquico entonces se desarrolla buscando diversas formas de resolución de 
una tensión que sin embargo se mantiene constante. La fuente es la zona erógena. Ésta 
se constituye como tal en el encuentro con el Otro, la madre o quien ejerce la función, 
que en su particular mediación deja “inscripta” en el cuerpo una zona de placer que 
insistirá en su excitación. Vale la pena aquí distinguir entre el organismo y cuerpo ya 
que este último es el que se va inscribiendo en este circuito de comunicación más allá de 
unmero registro biológico. El objeto es lo más variado de la pulsión, ya que no hay objeto 
específico para las pulsiones parciales (oral, anal, fálica). Cualquiera puede tomar el valor 
de objeto. El fin no es la satisfacción sino la repetición del circuito. 
Sin embargo el objeto –cualquiera sea- , tiene valor de condición para la 
pulsión, lleva a que la pulsión se sostenga en ese movimiento circular, tenga que rodearlo, 
deba ir y volver, parta de la fuente y vuelva a la fuente para satisfacerse. O sea, le hace 
falta el objeto para satisfacerse, a pesar de que no se satisface en dicho objeto. Porque ese 
objeto es un hueco, un vacío, ocupable por cualquier objeto, lo llama objeto de la 
pulsión. Pasaje del objeto en su valor de condición -como perdido – a su valor 
instrumental – puede ser cualquiera. 
 La sexualidad sólo se efectúa por intermedio de las pulsiones que son parciales. 
Se habla de parciales porque no coinciden con la finalidad biológica de la sexualidad, 
con la reproducción. Sabemos que la sexualidad en el nivel biológico tiene una finalidad 
clara, la reproducción para la perpetuación de la especie. Sin embargo es por demás 
evidente que en el hombre esta sexualidad no está soldada a la finalidad reproductiva 
porque si no, no podríamos entender que sea justamente en el ser humano que se presenten 
todo tipo de perversiones. (paidofilia, necrofilia, fetichismo, exhibicionismo, etc.), ni 
tampoco la sexualidad infantil, tan alejadas de una finalidad reproductiva. Y sin embargo 
 
la pulsión se satisface por no alcanzar su meta; perdida la reproducción como finalidad, 
la meta en última instancia, no es otra cosa que un ir y volver; de allí que la pulsión se 
satisface en su propio recorrido. 
A modo de ejemplo; la pulsión oral, fuerza que insiste en una particular 
satisfacción parcial, es buscadora de objeto; sin embargo no es ni la comida, ni el 
cigarrillo, ni el alcohol, ni hablar, etc. un objeto adecuado, sí buscado como condición 
pero no específico para la satisfacción. La pulsión oral se satisface en esa constante 
 
repetición del mismo circuito, por ello es insistente, logrando en este recorrido una 
ganancia de placer 
De la variabilidad – primer movimiento – pasa en “Pulsiones y destinos de las 
pulsiones” a la fijación – segundo movimiento –; un lazo particularmente íntimo de la 
pulsión con el objeto se acusa como fijación de aquella. Ubica este objeto entre la 
variabilidad – puede ser cualquiera – y la fijación. Dicha fijación suele consumarse en 
períodos muy tempranos del desarrollo pulsional y pone término a la movilidad de la 
pulsión. 
En esta primera etapa va a poner en tensión o en oposición las pulsiones de 
autoconservación con las pulsiones sexuales.18 
2) Si bien en su primer escrito específico sobre la sexualidad llamado “Tres 
Ensayos para una teoría sexual” (1905) Freud ya había señalado que la pulsión se ordena 
en función de su carácter parcial, del autoerotismo y el placer de órgano relacionado con 
la zona erógena y la variabilidad de objeto, más adelante, con la “Introducción del 
Narcisismo” (1914) va a mostrar de qué manera el propio yo puede ser investido por las 
pulsiones y pasar a ser un objeto de la libido (energía de la pulsión sexual), pasando a 
conformarse el Yo como un objeto unificado, totalizado. 
En este momento de la teoría hace una nueva clasificación. Va a distinguir 
entonces, la libido del yo (o sea, la libido ligada a la investidura del yo como objeto) y la 
libido objetal (aquella carga de investidura libidinal que está disponible para ligarse a 
 
18 Vale recordar que la constante en la teoría freudiana es justamente el carácter dinámico de la misma; o 
sea, que encontrará la tensión o lucha de contrarios como el motor de todo proceso psíquico, de todo 
desarrollo del aparato mental. 
 
objetos del mundo exterior y darle con ello entonces un sentido). Como el modelo 
freudiano es energético, podemos entender que se trata de una energía inversamente 
proporcional. O sea, si es excesiva la carga libidinal en el Yo será muy débil o limitada 
la energía disponible para ligarse a otros objetos. (Es el caso, por ejemplo en situaciones 
“normales” o cotidianas, de estados de enfermedad transitoria o de duelo que retraemos 
nuestros intereses y nuestra energía de las preocupaciones corrientes retrayéndolas sobre 
el Yo para los fines del restablecimiento o de la elaboración del duelo según sea el caso. 
A posteriori comenzamos a sentir más energía disponible para “conectarnos”, 
interesarnos, trabajar, hacer relaciones sociales etc. Otros casos más patológicos, tienen 
que ver con una falta de “movilidad” de la libido y por un exceso de investidura narcisista 
como es el caso de la hipocondría.(se dice de un síntoma caracterizado por una la 
preocupación constante de sufrir de una enfermedad en el cuerpo) Entonces el sujeto 
vive predominantemente preocupado por sus sensaciones, dolores, percepciones y con un 
escaso interés y vínculo con su medio familiar, etc., diríamos que esta investidura en su 
cuerpo –no en el organismo- es de tal intensidad, que le lleva a modificar el umbral 
perceptivo que frecuentemente tenemos para las percepciones interoceptivas y 
propioceptivas. 
El gran paso logrado con el Narcisismo es la unificación de las pulsiones 
sexuales (hasta entonces autoeróticas), posibilitando así, a partir de esta primera 
investidura del yo, que sea el mismo Yo –ya constituido- que lleve a cabo la elección de 
objeto u objeto de amor. Es el Yo el que ama u odia a los objetos –dice Freud- , no las 
pulsiones. Sin embargo sabemos que necesariamente será el mismo cuerpo del sujeto el 
primer objeto de amor , en tanto unificado del lado del narcisismo. 
En este momento entonces, deja la oposición pulsiones de autoconservación y 
pulsiones sexuales, para distinguir entre libido del yo - -libido de objeto. 
3) En el tercer momento de la construcción de la teoría pulsional, Freud va a 
llevar a cabo una nueva distinción u oposición. En este caso va a hablar de pulsiones de 
vida y pulsiones de muerte. 
¿Cómo llega a esto? Pues, en su libro “Más allá del principio del placer” se 
cuestiona su formulación anterior respecto a que el Aparato Psíquico se rige por el 
principio del placer. Son diferentes datos lo que ponen esta afirmación en crisis y que da 
en llamar compulsión de repetición. Esta se pone en evidencia en muchas situaciones de 
 
la vida cotidiana: la repetición en sueños, recuerdos, comentarios, etc. justamente de los 
momentos más desagradables de una situación traumática, la repetición en los juegos, 
no de situaciones necesariamente placenteras sino todo lo contrario, el masoquismo 
moral, la melancolía, etc. Esto que nos lleva a un continuo retorno justamente es lo que 
se opone a la libido, a la pulsión de vida que está al servicio de sostener la tensión propia 
de un deseo que es siempre búsqueda, que es buscadora de objetos y por tanto ruidosa, 
muchas veces incómoda, insistente, y por tanta insatisfecha. Por el contrario, la pulsión 
de muerte no se reconoce por sus “ruidos” o expresiones, sino es una fuerza muda que 
retiene al sujeto a perpetuarse en un estado anterior, evitando la tensión de la vida y del 
deseo. 
En todo “Tres Ensayos…” se observa la oscilación de Freud entre el problema 
del objeto sexual definitivo (propio de la serie de la elección de objeto) y el problema del 
objeto de la pulsión parcial, contingente y autoerótico. 
El punto de convergencia y divergencia se sitúa en torno al objeto primero, la 
madre, que desempeña su papel en las tres dimensiones propias del objeto, de manera 
diferente en cada una de ellas: por un lado es ese Otro inolvidable que en función del 
desamparo y la indefensión permite el surgimiento del objeto del deseo como diferente al 
objeto de la necesidad,por otro se articula simultáneamente con la pulsión parcial, hecho 
particularmente claro en relación al pecho como objeto pulsional y con el Complejo de 
Edipo en el que juega el papel central como persona amada, es decir, como objeto total. 
En el capítulo “Sobre el hallazgo del objeto”19, Freud alude de manera explícita 
al objeto perdido del deseo, objeto deducido de la satisfacción de la necesidad alimenticia 
y condición de posibilidad del objeto en su funcionamiento en las dos series ya definidas: 
“cuando la primerísima satisfacción sexual estaba todavía conectada con la nutrición, 
la pulsión sexual tenía un objeto fuera del cuerpo propio: el pecho materno. Lo perdió 
solo más tarde, quizá justo en la época en que el niño pudo formarse la representación 
global de la persona a la que pertenecía el órgano que le dispensaba satisfacción. 
Después la pulsión sexual pasa a ser, regularmente, autoerótica, y sólo luego de 
superado el período de latencia se restablece la relación originaria. No sin buen 
fundamento el hecho de mamar el niño del pecho de su madre se vuelve paradigmático 
 
19 FREUD, S. Tres ensayos para una teoría sexual. Pág. 202/203 –Tomo VII 
 
para todo vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) del objeto es propiamente un 
reencuentro”. 
La necesidad biológica es articulada con la satisfacción pulsional, y el deseo 
se articula con lo simbólico. El principio del placer es situado en el nivel de la biología, 
introduciéndose el deseo en subversión a la homeostasis del organismo como el más allá 
del principio del placer, el deseo es articulado en términos de lo simbólico, cuya 
insistencia misma funda la repetición. 
El deseo como falta: necesidad-demanda-deseo. 
La referencia a una primera satisfacción es interpretada por Lacan como mítica 
y correspondería a la pérdida de lo biológico por el lenguaje. El deseo por eso se define 
de entrada en su relación intrínseca con el orden biológico de las necesidades y con el 
orden del lenguaje en la demanda de amor. Frente a la indefensión inaugural, y la 
necesidad de las satisfacción de las necesidades vitales por parte del “Otro de los cuidados 
ajenos”, este Otro desnaturaliza de entrada la satisfacción en tanto instala el campo de la 
demanda de amor. 
Al partir de la condición del sujeto como ser de lenguaje, hablamos de la pérdida 
inaugural de la “naturalidad”, y es por ello que es necesario diferenciar estos dos órdenes 
diferentes, el de la necesidad y el deseo. 
Esta necesidad de orden puramente biológico podríamos decir que se trata de 
un momento mítico, ya que en tanto que es desde Otro que responde a la misma, ya 
lo hace desde su propio sistema de significantes, no satisface solamente con el alimento 
sino con un plus que es inscripto de alguna manera en otra huella mnémica, de orden 
diferente a la del registro del estímulo endógeno. 
En el acto de nutrición, va algo más de “contrabando”, porque se da algo más 
que el alimento.20 Lo que la satisfacción de la necesidad crea, no se anula por haber 
 
20Desde ese Otro que alimenta vamos a situar, la fuente primordial de los motivos morales, al que se 
emparienta, sin lugar a dudas, con la cultura, algo que rebasa resueltamente la cuestión del hambre. Esto es 
lo que se llama “vivencia de satisfacción” por la que se cancera un estímulo interno. La vivencia de 
satisfacción queda como una huella mnémica, queda de ahí en adelante asociada a la huella que dejó en la 
memoria la excitación producida por la necesidad. Entonces, la próxima vez que la huella de la necesidad 
sea estimulada, merced al enlace establecido, se suscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo 
la imagen mnémica de aquella percepción y producir otra vez la percepción misma, vale decir en verdad, 
restablecer la situación de la satisfacción primera. O sea, la satisfacción buscada (búsqueda de descarga por 
 
suprimido la satisfacción de la necesidad. O sea, la segunda huella no se va a borrar 
porque se pudo obtener alivio. Aquí radica la diferencia entre necesidad y deseo. Porque 
se produce una fundación de dos marcas mnémicas con una diferencia irreductible. 
Es posible entender la forma en que el niño se va semantizando, envuelto por 
signos, bañado con elementos de la cultura; cuando analizamos el pasaje del llanto, como 
descarga, a la transfiguración en llamado. Porque es a partir del conjunto de signos con 
que responde la madre inicialmente a las descargas del bebe, como éste va a empezar a 
implorar el alimento, -alienado en el grupo de signos que le ofrece la madre-. O sea, del 
llanto, se hace una conversión en llamado,- empezando ese nervio mínimo de lenguaje-. 
La presencia de la madre simboliza el amor del Otro. Desde este lugar empieza a ser 
contorneado el cuerpo del chico, como un cuerpo que empieza a supeditarse a ejes que 
no son los inherentes a la necesidad. Un movimiento que apela a la demanda. 
La demanda asume una doble función: sirve como articulación de la necesidad 
y como demanda de amor al Otro. En breve tiempo, ese juego de llamados -que no 
podemos colocarlo en el orden de la palabra pero sí del lenguaje-, empieza a tener su 
eficacia en su relación con la madre: como otro iniciático 
En ese tiempo se aliena –o se erige en demandante en relación con el otro; 
es lo que la madre estaba allí labrando, con los nombres para demandar. Lo que da 
para pedir, más que aquello que le da para aliviar la necesidad-. O sea, es lo que la 
madre comienza a darle, –en tanto fuente primordial de los motivos morales-, en ese 
contrabando sobre la necesidad, lo que empieza efectivamente a tener peso. 
La madre inunda ese cuerpo, con sus propios significantes. Al comienzo son 
signos porque no aparece ninguna grieta. Por algo la madre le puso un nombre, lo 
empadrona en determinado tipo de costumbres, determinado tipo de facilitaciones o 
inhibiciones en el mismo contacto cuerpo a cuerpo. 
Estamos hablando de necesidad, que es del orden de lo biológico, y cómo ésta 
se convierte en demanda por la intervención de este Otro de la cultura. Se demanda al 
otro que colme el vacío que uno experimenta en sí por el reconocimiento o el amor. 
 
la tensión endógena) y la satisfacción obtenida (la percepción del objeto exterior) ambas dejan marcas, 
dejan rastros en la órbita de la memoria. 
 
¿Cómo es que aparece el deseo y qué entiende por tal Lacan? 
El deseo será una especie de resto, de residuo de los fracasos de la demanda. 
En el lenguaje que este primer Otro le dio, la madre, en estos primeros objetos, signos, 
siempre queda una hendidura. El lenguaje que aporta el otro en esta primer alienación no 
es un lenguaje perfecto, sino siempre enigma. O sea, surge la pregunta: ¿Qué quiere este 
Otro de mi, qué soy yo para el otro, Qué me quiere? 
El deseo se instala precisamente dentro del marco de la demanda, pero está 
sustraído a toda demanda y no se demanda. El deseo es de hecho esa falta que explica que 
se demande, y que la demanda como tal, no puede disimular. El anclaje que tiene la 
sociedad de consumo en la subjetividad actual justamente tiene que ver con este 
interjuego entre demanda y deseo y necesidad. ¿Qué hace el Otro cultural? O sea, ese 
supuesto “mandato supremo” que imponen ciertos discursos de poder como el 
masmediático? Ofrece multiplicidad de objetos consumibles, que pueden ser comprables 
y posibles –aunque el costo sea excesivo para nuestras condiciones económicas- pero 
están dispuestos a la manera de cubrir nuestras “necesidades”. Es más. La teoría del 
marketing expresa discursivamente que se trata de ajustar, crear un producto “adecuado” 
a las “necesidades propias” del ser humano. Si adquirimos el mismo es en la intención de 
llenar un vacío. Pero¿de qué? De necesidades biológicas, universales, comunes a todos 
los sujetos, independientes de la cultura, valores, creencias, etc.? ¿Es que existe un posible 
ser humano de dichas condiciones? Es que sería posible encontrar “objetos adecuados” 
para satisfacer el deseo? 
A la vista está que lo que ha permitido “generar” cultura, o sea, otros modos de 
sentidos, estilos, estrategias, y hasta objetos concretos, artísticos, etc., es que nuestro 
deseo es esa “falla” o “falta inaugural” como sujetos que nos lleva a desplazar 
incesantemente dicha búsqueda “a través de” la demanda. Por ella expresamos, 
manifestamos: Quiero esto, o aquello, etc., pero la satisfacción de la demanda nada tiene 
que ver con la realización del deseo. Ëste sólo se realiza “metafóricamente”, en las 
concreciones posibles, en ciertos recorridos. Y con todo este plafond, es claro que las 
necesidades biológicas como tales no son las que vienen a constituir el principio rector 
de la vida subjetiva. 
El deseo se produce en una búsqueda recíproca y frustrada, se produce 
imaginariamente, crea objetos fascinantes sobre el cuerpo del otro. Lacan acentúa la 
 
inadecuación y la falta en el deseo. El objeto del deseo siente tiene el carácter 
engañoso de velar la falta. 
Si bien el Otro puede proporcionar los objetos que el sujeto requiere para 
satisfacer sus necesidades, no puede proporcionar ese amor incondicional que el sujeto 
anhela. Por lo tanto, después de haber sido satisfechas las necesidades articuladas a la 
demanda, el otro aspecto de la demanda, el anhelo de amor, subsiste insatisfecho y este 
resto es el deseo. 
Situamos el deseo en el fracaso de la demanda, en el fracaso de ese lenguaje 
que la madre le ofreció para poder alienar la necesidad. El deseo no es el objeto de la 
satisfacción de la necesidad, ni del objeto de amor de la demanda, sino en una 
sustracción, en una hendida. 
Esto hace que se instale la pregunta: ¿Qué desea este Otro de mí?. El deseo 
se estructura con una cadena de diferencias, con una red de diferencias con que 
el deseo hace deslizar su estilo de inventar objetos, éste es el llamado 
desplazamiento metonímico del deseo. No es deseo de un objeto determinado, no 
hay nada que clausure el deseo, en tanto el mismo surge de una hendida, de un fracaso, 
es búsqueda. Por eso el deseo en su recorrido enciende la diferencia. 
El deseo es el corazón de la existencia humana y la preocupación 
central del psicoanálisis. 
No se refiere a cualquier deseo sino siempre al deseo inconsciente, que es 
sólo articulable en la palabra, aunque a la vez haya una incompatibilidad fundamental. 
Esto quiere decir que el inconsciente no es simplemente lo no conocido, sino lo que 
nunca puede conocerse 
A diferencia de una necesidad, que puede ser satisfecha y deja de motivar al 
sujeto hasta que surge otra necesidad, el deseo no puede ser satisfecho. La realización 
del deseo no consiste en “satisfacerlo” sino en reproducirlo como deseo. 
Una de las fórmulas más reiteradas de Lacan es “el deseo humano es el deseo 
del Otro”. Esto puede entenderse de muchos modos complementarios, entre ellos: 
 El deseo es esencialmente deseo del deseo del Otro, lo que significa deseo de ser 
objeto del deseo de otro y deseo de reconocimiento. 
 
 El sujeto desea desde el punto de vista de otro. El efecto de esto es que el objeto del 
deseo humano es esencialmente un objeto deseado por algún otro. Lo que hace 
deseable un objeto no es ninguna cualidad intrínseca de la cosa en sí sino simplemente 
el hecho de que es deseado por otro. El deseo del Otro es entonces lo que hace a los 
objetos equivalentes e intercambiables: esto tiende a reducir la importancia especial 
de cualquier objeto particular, pero al mismo tiempo saca a luz la existencia de objetos 
innumerables. 
 El deseo es deseo del Otro. El deseo fundamental es el de desear incestuosamente a 
la madre, como Otro primordial. 
 El deseo surge originalmente en el campo del Otro, es decir en el inconsciente. 
Síntesis 
 El nacimiento del deseo en el sujeto es concomitante de la pérdida de la 
naturalidad del objeto, que deja de ser objeto de la necesidad; la necesidad es 
transformada por el paso por otro, llamado a otro, demanda, que al dar una significación 
a ese llamado, operación ésta que implica la pérdida de la especificidad del objeto. La 
pérdida de la satisfaccion de la necesidad, es decir, la pérdida de la naturalidad del objeto 
posibilita el surgimiento del deseo, en el vacío creado por esa pérdida, se instala la 
remisión incesante de significación en significación, que hace surgir al objeto de deseo 
como siendo siempre otro objeto, como deseo de otra cosa. A diferencia de la necesidad 
en la que el estímulo, que es un choque momentáneo, que viene de afuera y es descargado 
hacia fuera, huida motriz, con una acción acorde al fin; la pulsión no viene de afuera sino 
del interior del propio organismo, concepto fronterizo entre lo psíquico y lo somático, es 
una fuerza constante frente a la que no hay huida posible. 
Bibliografía: 
FREUD, Sigmund, (1999) La Interpretación de los sueños, Bs .As, Amorrortu, 
Tomo V. 
JURANVILLE, Alain, (1996) Lacan y la Filosofía, Nueva Visión, Bs.As. 
KAUFFMANN, Pierre (1996) Elementos para una enciclopedia del 
Psicoanálisis. El aporte freudiano, Paidos, Bs.As. 
FREUD, S, “Proyecto de una Psicología para neurólogos”, Tomo I, Ob. Cít. 
 
FREUD, S (1905) “Tres ensayos de una teoría sexual”, Tomo VII, Ob. Cít. 
FREUD, S., “Pulsiones y destinos de pulsión”, Tomo XIV, Ob. Cít. 
LACAN, J., “La Relación de Objeto”, El Seminario, Libro IV. 
LACAN, J. “Función y Campo de la palabra y el lenguaje”, Escritos I. 
RABINOVICH, D., “El concepto de objeto en la teoría psicoanalítica”. 
 LACAN, Jacques, (1971) La dirección de la cura en Lectura estructuralista 
de Freud, Ed. Siglo XXI, México.

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