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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN JUAN FACULTAD DE FILOSOFIA, HUMANIDADES Y ARTES DEPARTAMENTO DE FILOSOFIA Y CIENCIAS DE LA EDUCACION Carreras: Licenciatura en Ciencias de la Educación Profesorado en Ciencias de la Educación Licenciatura en Filosofía Profesorado de Filosofía CÁTEDRA: PSICOLOGÍA GENERAL AÑ0 2021 DOCUMENTO DE INFORMACIÓN El deseo inconsciente para el psicoanálisis1. Diferencia entre necesidad, demanda, pulsión (organismo y cuerpo pulsional). Magister Norma Aubone Este vocablo es muy caro y particular al discurso analítico y por ello es necesario seguirlo desde sus orígenes. Decimos esto porque el término “deseo” designa el campo de existencia del sujeto humano sexuado, por oposición a todo abordaje teórico del ser humano que se atenga a lo biológico, a la conducta o a los sistemas de relación. La noción de deseo, genérica y en singular, no se ha presentado siempre con el mismo peso significante de la sexualidad humana. El término “deseo”, en alemán “Wunsch” no fue impuesto inmediatamente en los escritos freudianos, sino que fue gravitando de a poco en la historia de su pensamiento acerca de la sexualidad. No se desprende este “deseo inconsciente”, de lo que en el lenguaje común entendemos por deseos, equiparable con tendencias, intenciones, apetencias, “ganas de”. Estos últimos, es claro, son manifestaciones conscientes. 1 Documento de Información producido por la Mgt. Norma Aubone (2008) e intervenido por Esp. Analia Videla. El término deseo no aparece en estos desarrollos hasta “La interpretación de los sueños”2 donde conceptualiza lo sexual más en el orden de la representación. Por ello es invocado el deseo dentro de la función del sueño, como “realización alucinatoria”. 3 Si bien es en análisis con sus pacientes que toma “la interpretación del sueño” como eje de investigación, su preocupación va a tomar el sentido de llegar a formular una teoría que le permita explicar, no sólo los “síntomas” como “formaciones inconscientes”, -o sea, los fenómenos patológicos que habían sido su primer recorrido en su estudio-, sino dar cuenta también de todos los procesos normales de la vida cotidiana, como lo es el sueño. Él dice que no puede haber psicología que pretenda ser científica si no puede dar cuenta justamente de todos los fenómenos. Es así como va a formular en este libro su primer teoría del “Aparato Psíquico”. Recordemos aquí que el peso de la teoría freudiana durante sus primeros escritos a los que pertenece este libro, está dado por los múltiples modos en que no sólo descubre lo inconsciente sino los diferentes recursos para estudiar científicamente dichos procesos, hasta dicho momento sólo inferidos pero desconocida la posibilidad de acceso a los mismos. Ese mismo año trabaja sobre dos libros: “El chiste y su relación con el inconsciente” y “Psicopatología de la vida cotidiana”, a través de los cuales demuestra de qué manera hay una equiparación entre los “síntomas” –patológicos- con el sueño, los chistes y la serie de lapsus, olvidos, equívocos, etc, que nos suceden continuamente en nuestro diario vivir y que pasamos inadvertidos pero que justamente comparten con los mismos el carácter de ser “formaciones del inconsciente” Freud aborda el sueño en cuanto su función: como guardián del dormir, por un lado, y como “realización alucinatoria” del deseo inconsciente. 2 Este es uno de los libros centrales y primeros de la Obra de Freud. Escrito en el año 1905 consta de siete capítulos. El primer capítulo es una recopilación y análisis de todo lo escrito hasta el momento sobre los sueños. Parte de allí para desarrollar en todos los otros capítulos diferentes aspectos: Función, lenguaje de los sueños, etc., que mínimamente se mencionan en este documento. El Cap. VII es el nódulo central porque condensa allí toda su primer anudamiento teórico respecto al deseo inconsciente, los procesos conscientes e inconscientes, la relación del síntoma con otros procesos psíquicos, etc. 3 Freud advirtió la necesidad de ahondar en la escucha e investigación del sueño como “vía regia” para acceder al inconsciente a partir del relato del sueño que una de sus pacientes incluyó en su asociación libre. Por tanto, el interés por el sueño es en el contexto del discurso del paciente en análisis, diferenciándolo absolutamente de cualquier análisis fuera de dicho contexto. Para ello dedica todo un primer capítulo a recopilar minuciosamente todo lo que hasta ese momento se había escrito científicamente sobre sueños y marca la separación tanto de la onirocrítica (o análisis simbólicos de los sueños por parte de un interpretador) y la de claves (como todavía se utiliza al modo de cábalas para el juego). Con el término “alucinación” imparte el carácter de imagen del sueño, diferenciándolo de cualquier fenómeno de la actividad sensorial interna o externa, y de cualquier “clave de los sueños” como había sido tan común en las culturas adivinatorias. Este carácter alucinatorio distingue el sueño de las fantasías diurnas, ya que a diferencias de estas últimas, la “alucinación” tiene el grado de vivencia, la fuerza de la percepción presente. El análisis del “lenguaje” del sueño lleva a decir que soñar es vivir y no representarse pensamientos. Por el lenguaje del sueño, -a diferencia del lenguaje de vigilia-, por medio de distintos recursos el sueño presenta las cosas como realizadas: (yuxtaposición de imágenes, ausencia de negación, distintas formas de figuración oníricas); todo eso permiten designar un deseo en acción. El modelo de comprensión de los procesos oníricos como el de los procesos psíquicos es un modelo energético. Por ello es que desarrolla como mecanismos inconscientes el desplazamiento (de catexis o de investidura de una representación a otra) y de condensación (como fusión de investiduras de distintas representaciones) Naturaleza psíquica del desear Freud desarrolla el esquema del aparato psíquico inicialmente a la manera del aparato reflejo –regido por el principio de constancia- que descarga por vías motrices una excitación que le llega desde afuera .(Recordemos que Freud como médico fisiólogo inicialmente comienza a llevar a cabos sus teorizaciones a partir de los modelos con los que él cuenta, y por ello concibe el funcionamiento del Psiquismo como un “aparato”, según el funcionamiento biológico que se rige por el principio de homeostasis, o sea, de mantener constante una energía y evitar toda nueva tensión que debe ser inmediatamente descargada para volver a la homeostasis). El apremio de la vida, o sea, las necesidades corporales sólo pueden ser satisfechas por un auxilio externo (el “Otro de los cuidados ajenos”, la madre, o quien cumpla esa función) con lo que sobreviene un cambio, “experiencia de la vivencia de satisfacción” que cancela el estímulo interno. Queda de esta percepción una huella mnémica4 asociada a la huella que dejó la excitación producida por la necesidad. Es por este enlace que se suscitará una moción psíquica5 que querrá investir de nuevo la imagen mnémica6 y producir otra vez la percepción misma (identidad de percepción), restableciendo la satisfacción primera. “Una moción de esa índole es lo que llamamos deseo; la reaparición de la percepción es el cumplimiento de deseo” hm hm´ hm´ Polo percep. Polo motor Sueño= regresión Arco reflejo “Pero el apremio de lavida. Las grandes necesidades corporales, perturba esa función de mantenerse exento de estímulos”. “El niño hambriento llorará o pataleará inerme, pero la situación se mantendrá inmutable, pues la excitación que parte de la necesidad interna no corresponde a una fuerza que golpea de manera momentánea, sino a una 4 “Huella mnémica” quiere decir que son las primeras impresiones de la memoria, y el término “huella” tiene justamente esa connotación de una simple marca. 5 “Moción psíquica” significa una fuerza, tendencia. 6 “Imagen mnémica” denota aquí que tal huella –como primeras representaciones psíquicas-, son del orden puramente perceptivo. Es importante dejar aclarado aquí la diferencia radical con otras teorías psicológicas en las que sólo se habla de representación cuando hay algo simbólico (o sea, significante y significado). Para el psicoanálisis existen estas primeras representaciones puramente inconscientes, que no llegarán nunca a ser conscientes, por eso don imagen, huella y están ligadas a las primeras percepciones –puramente corporales- y difusas. (En términos lingüísticos decimos que son significantes sin significado). que actúa continuamente”. “solo puede producirse un cambio cuando por algún camino – en el caso del niño por el cuidado ajeno - se hace la experiencia de la vivencia de satisfacción que cancela el estímulo interno”.7 En el “Proyecto de Psicología para neurólogos”8, define a la acción específica como aquello cuya ejecución trae aparejada la satisfacción de la necesidad y por ende el cese del aumento de carga, la ejecución de dicha acción exige en la cría del hombre una ayuda externa, ajena a él, ayuda de otro cuya atención debe atraer mediante una descarga interna (función primera): el grito. Sin embargo, el llanto adquieren una función secundaria que Freud llamará función de comunicación porque es a partir del modo como ese Otro va a responder desde su propia interpretación a dicho llanto – su codificación o semantización- que dará lugar más tarde a que surja en el bebe lo que se llamará demanda.9 Esta función depende de la imposibilidad del cachorro humano de ejecutar la acción específica por sí solo, está dada por el desamparo inicial de nuestra especie. Sobre esto Freud hace una acotación que separa ya su conceptualización de toda génesis (origen, principio) empirista y biologicista: “el desamparo inicial de los seres humanos es la fuente primaria de todos los motivos morales”. 10 ¿Qué quiere decir esto? Pues que por razón del desamparo, es sólo por mediación del Otro que realiza la acción específica que puede responder a dicha necesidad pero lo hace desde su subjetividad con lo cual deviene fuente de comunicación y de motivos morales. No se trata de una relación directa entre estímulo-hambre y satisfacción de necesidad-descarga motriz como en el esquema del arco reflejo. De allí que se separa la necesidad del alimento –de orden puramente instintivo-biológico- de la realización de deseo (reinvestidura de la huella mnémica) y de la demanda Según Freud, en la constitución del aparato la experiencia vital conduce necesariamente a otra “actividad de pensamiento secundaria, más acorde a fin”, en razón 7 FREUD, Sigmund, La Interpretación de los sueños, Cap. VII., en Obras Completas 8 Este libro fue el primero que escribió Freud y que se publicó mucho después. Es de capital importancia para comprender los inicios de su teoría, ya que como fisiólogo su primera preocupación fue elaborar una teoría que le permitiera dar cuenta de la organización de los procesos psíquicos y su relación con los procesos biológicos. De esta manera se anticipó al descubrimiento de la neurona y sus modos de conección. 9 “Demanda” es un término específico introducido por el psicoanalista francés Jaques Lacan que ha llevado a cabo una de las lecturas y construcciones más enriquecedoras de los últimos tiempos de la Obra de Freud. Por la operatividad de este concepto es que lo introducimos en esta oportunidad. 10 FREUD, S. “Proyecto de Psicología para neurólogos” de que la satisfacción por esta vía corta, alucinatoria, no cancela la necesidad. Por ello, otra fuerza psíquica detiene la regresión completa a fin de encontrar otro camino que lleve a establecer desde el mundo exterior la identidad perceptiva. “Toda la compleja actividad de pensamiento que urde desde la imagen mnémica hasta el establecimiento de la identidad perceptiva por obra del mundo exterior no es otra cosa que un rodeo para el cumplimiento de deseo, rodeo que la experiencia ha hecho necesario. Por lo tanto el pensar no es sino el sustituto del deseo alucinatorio”.11 Por lo tanto, define el deseo por la realización cuando han sido re investidas las huellas mnémicas de una primera satisfacción. Desear es buscar la misma percepción que en un tiempo primero condujo a una satisfacción; pero esa búsqueda, es compatible con una demora que el aparato puede emplazar para diferir la realización. El deseo no es el sueño, aunque esté polarizado por la meta del mismo reencuentro, puesto que pospone la realización directa. Para Freud el sueño es cumplimiento de deseo porque sólo el deseo inconsciente puede hacer trabajar al aparato psíquico, pero por el modo regresivo, “alucinatorio”, predomina el Proceso Primario.12 La realización del deseo lleva al sujeto a un arranque que es ineficaz desde el punto de vista adaptativo, en tanto, marcado por la repetición, introduce la búsqueda de una percepción primera que tiene como referente un mítico13 primer encuentro entre el sujeto y el objeto de satisfacción. Volver a evocar esa percepción es el fin propio de la realización del deseo, meta que se designa como identidad de percepción, cuya reaparición (de la percepción) como alucinación es el cumplimiento del deseo. La alucinación en el sueño se va a referir a una huella mnémica específica: restablecer la situación de satisfacción primera, la de la experiencia mítica de satisfacción; de allí que un impulso de esa índole es lo que llamamos deseo, y la reaparición de esa percepción como señuelo es el cumplimiento del deseo. 11 FREUD, S. “Interpretación de los Sueños”, Cap. VII 12 Proceso primario es el modo particular de los procesos psíquicos inconscientes que responde a dos mecanismos desplazamiento de investidura de una representación a otra y condensación –unificación de la investidura de varias representaciones- 13 Decimos “mítico” porque tal “encuentro” es a nivel de una huella-representación, que va más allá de lo biológico. En el orden biológico cada necesidad tiene un objeto específico que puede cancelar dicha necesidad. Para el hambre el alimento. Esto sucede en el animal que tiene además determinado por herencia las especificidades del mismo (herbívoras, carnívoras u omnívoras). Esta rememoración intenta la repetición de una percepción imposible que la alucinación finge, pero no logra, y viene en ese sitio a dar cuenta de una pérdida. A partir de comprender esto, podemos analizar que la memoria freudiana no es la memoria del organismo. Se produce un cambio de registro; la memoria freudiana introduce la perspectiva del placer que quiebra el marco de la “homeostasis del organismo” e impone al aparato psíquico el placer de desear que se sostiene en la “tensión del deseo”: un impulso psíquico que querrá investir de nuevo la imagen mnémica de aquella percepción – perdida – y producir otra vez la percepción misma, o sea, restablecer la situación de la mítica satisfacción primera. Arranque desdichado: el sujeto humano sólo puede alucinar su primera mítica satisfacción, en la medida en que el sujeto se constituye en relación con esearranque, se produce en dicho sujeto, esa ruptura, en cuyo nivel se ubica la tensión del deseo.14 Entonces, si bien en un principio Freud parte de concebir que el Aparato Psíquico esté dominado por el principio de constancia que apunta a la homeostasis, con la teorización de la experiencia de satisfacción, se introduce estructuralmente la pérdida del objeto –de un objeto específico para la necesidad y para el deseo- y la caída de la homeostasis del organismo. Con ello hace un viraje en su teoría ya que es entonces el principio del placer el que rige el funcionamiento de dicho aparato, porque el mismo no puede hacer otra cosa que desear; surge con la realidad psíquica un nuevo marco de equilibrio distinto de la homeostasis del organismo: la tensión del deseo. Si bien el Aparato Psíquico “trabaja” por la tensión del deseo, en tanto busca por otros caminos más complejos una realización del deseo y no por vía alucinatoria, tal principio del placer se pone al servicio del principio de realidad. Este último no es contrario al principio de placer sino muy por el contrario, el principio del placer se tiene que unir al principio de realidad para la búsqueda de objetos que “algo” pueda llegar a realizar de dicho deseo inconsciente. Decimos realización y no satisfacción, que son dos conceptos distintos. Recordemos que la realización del deseo está relacionada con la experiencia de satisfacción pero en sí no se satisface, ni tiene que ver con la satisfacción de la necesidad. 14 “spaltung” es la denominación que da J. Lacan en su Seminario VII a esta ruptura particular que funda el sujeto humano. El aparato psíquico que Freud caracteriza por el placer de desear, que se rige por una lógica que depende del orden simbólico y por ende introduce una necesidad propia de ese orden introducido por ese Otro inolvidable. Produce por su funcionamiento mismo, de acuerdo con las leyes del proceso primario, algo que Freud califica como ganancia de placer, es inseparable de la experiencia de satisfacción y se produce como un excedente que acompaña la realización del deseo. Desde esta perspectiva, la satisfacción es ese plus de placer que se produce. Tanto el sueño, como cualquier formación del inconsciente, pueden explicarse por la sobredeterminación de por lo menos dos mociones: el deseo inconsciente y otro deseo del preconsciente. El deseo y a la vez la resistencia al mismo, por eso hablamos de una concepción dinámica del aparato psíquico, ya que está siempre en tensión, en conflicto entre dos tendencias opuestas. Inicialmente Freud mantiene equiparada la noción de pulsión y deseo. Será más tarde cuando desarrolla un cuestionamiento al principio de constancia y principio de placer como los que dominan el funcionamiento del Aparato psíquico. Más tarde reconsidera su teoría pulsional introduciendo el concepto de pulsión de muerte. ¿Cómo entiende Freud a esta altura, la pulsión y su relación con las “mociones de deseo”? Freud define la pulsión como concepto mítico y limítrofe entre lo somático y lo psíquico. 15 16 La pulsión, es una fuerza, sólo sabemos de ella por medio de la representación. ¿Qué quiere decir representación? Según la concepción filosófica clásica, tiene por finalidad indicar lo que uno se represente. Según el diccionario Robert es “el hecho de hacer perceptible (un objeto ausente o un concepto) por medio de una imagen de una figura, de un signo”. Para Freud, la representación es una noción central para sostener la teoría de la pulsión. Implica la distinción entre un espacio consciente y un espacio inconsciente; en ambos espacios se dice algo pero de modos diferentes: “La oposición entre consciente 15 FREUD, S. “ Pulsiones y destinos de las pulsiones “, Obras Completas 16 En este caso “mítico” quiere decir que es una invención necesaria para nombrar un orden de fenómenos hasta ahora no reconocidos ni explicados científicamente. Sabemos que este es el modo de operar en toda ciencia, en la medida en que es a partir de una denominación que vamos “construyendo” un nuevo orden de realidad. e inconsciente no se aplica a la pulsión. Una pulsión nunca puede convertirse en objeto de la conciencia; sólo puede serlo la representación que la representa”17 . El término “representante” designa entonces la representación psíquica de las excitaciones endosomáticas. Freud utiliza el término (Vorstellungsrepräsentanz) para distinguir en particular la represión originaria de la represión propiamente dicha. Por la primera entendemos aquellas representaciones que quedan definitivamente excluidas de la posibilidad de hacerse conscientes porque nunca tuvieron cualidad consciente. Son todas esas huellas mnémicas de los cuales sólo acceden a la consciencia sus “retoños” a través de las vías asociativas. Esta terminología acarrea la idea de una inscripción, es decir, que en los cimientos de lo psíquico y en su articulación con lo somático se juega una cuestión de escritura. El representante llena una función de representancia, delegación de lo somático en lo psíquico. La representancia es la encrucijada de la fuente somática y la representación psíquica; hay transferencia de lo somático a la representación psíquica y se forja una representación como tal; ella se nutre de una suerte de “sistemas mnémicos”, diferentes series asociativas que están en relación de semejanza con el objeto. En “Tres Ensayos de Teoría Sexual” (1905), las psiconeurosis se sostienen en fuerzas pulsionales. Para Freud la energía de la pulsión sexual, la libido, es la única fuerza constante de las neurosis, y esta fuerza es la que sostiene los síntomas y por tanto todas las formaciones del inconsciente. Los mismos proceden de las pulsiones parciales, se revelan como las representaciones convertidas de fantasías. Requieren para ser abordados, ser interpretados como un lenguaje y siempre con una significación sexual. Hay tres “momentos” de la teoría pulsional: 1) Freud nos explica que el Aparato Psíquico tiende a un principio de constancia. Por ello, cuando un estímulo produce una tensión, el aparato busca la descarga para mantener la homeostasis. En el caso de ser un estímulo externo esto es fácil porque utiliza recursos para alejarse del estímulo o eliminarlo. Sin embargo, no sucede así cuando los estímulos vienen del interior del organismo, ya que éstos requieren sí o sí una descarga, no pueden ser evitados. 17 FREUD, S. “Lo inconsciente”, Obras Completas. Sin embargo, entre estos estímulos internos Freud, distingue los instintos –de orden puramente biológico- de las pulsiones. Los primeros tienen una fuente (necesidad específica del organismo), un objeto (específico para cada necesidad) y un fin (la satisfacción de la necesidad). Estos instintos cumplen un ciclo: surgida la necesidad y satisfecha, se reduce la tensión hasta que se vuelve a producir una nueva tensión por la necesidad. Así pasa por ejemplo con el hambre, el sueño, etc. Por el contrario, las pulsiones se caracterizan por ser una “fuerza constante”, en tanto no hay posibilidad de una satisfacción que lleve a la cesación de dicha insistencia. El Aparato Psíquico entonces se desarrolla buscando diversas formas de resolución de una tensión que sin embargo se mantiene constante. La fuente es la zona erógena. Ésta se constituye como tal en el encuentro con el Otro, la madre o quien ejerce la función, que en su particular mediación deja “inscripta” en el cuerpo una zona de placer que insistirá en su excitación. Vale la pena aquí distinguir entre el organismo y cuerpo ya que este último es el que se va inscribiendo en este circuito de comunicación más allá de unmero registro biológico. El objeto es lo más variado de la pulsión, ya que no hay objeto específico para las pulsiones parciales (oral, anal, fálica). Cualquiera puede tomar el valor de objeto. El fin no es la satisfacción sino la repetición del circuito. Sin embargo el objeto –cualquiera sea- , tiene valor de condición para la pulsión, lleva a que la pulsión se sostenga en ese movimiento circular, tenga que rodearlo, deba ir y volver, parta de la fuente y vuelva a la fuente para satisfacerse. O sea, le hace falta el objeto para satisfacerse, a pesar de que no se satisface en dicho objeto. Porque ese objeto es un hueco, un vacío, ocupable por cualquier objeto, lo llama objeto de la pulsión. Pasaje del objeto en su valor de condición -como perdido – a su valor instrumental – puede ser cualquiera. La sexualidad sólo se efectúa por intermedio de las pulsiones que son parciales. Se habla de parciales porque no coinciden con la finalidad biológica de la sexualidad, con la reproducción. Sabemos que la sexualidad en el nivel biológico tiene una finalidad clara, la reproducción para la perpetuación de la especie. Sin embargo es por demás evidente que en el hombre esta sexualidad no está soldada a la finalidad reproductiva porque si no, no podríamos entender que sea justamente en el ser humano que se presenten todo tipo de perversiones. (paidofilia, necrofilia, fetichismo, exhibicionismo, etc.), ni tampoco la sexualidad infantil, tan alejadas de una finalidad reproductiva. Y sin embargo la pulsión se satisface por no alcanzar su meta; perdida la reproducción como finalidad, la meta en última instancia, no es otra cosa que un ir y volver; de allí que la pulsión se satisface en su propio recorrido. A modo de ejemplo; la pulsión oral, fuerza que insiste en una particular satisfacción parcial, es buscadora de objeto; sin embargo no es ni la comida, ni el cigarrillo, ni el alcohol, ni hablar, etc. un objeto adecuado, sí buscado como condición pero no específico para la satisfacción. La pulsión oral se satisface en esa constante repetición del mismo circuito, por ello es insistente, logrando en este recorrido una ganancia de placer De la variabilidad – primer movimiento – pasa en “Pulsiones y destinos de las pulsiones” a la fijación – segundo movimiento –; un lazo particularmente íntimo de la pulsión con el objeto se acusa como fijación de aquella. Ubica este objeto entre la variabilidad – puede ser cualquiera – y la fijación. Dicha fijación suele consumarse en períodos muy tempranos del desarrollo pulsional y pone término a la movilidad de la pulsión. En esta primera etapa va a poner en tensión o en oposición las pulsiones de autoconservación con las pulsiones sexuales.18 2) Si bien en su primer escrito específico sobre la sexualidad llamado “Tres Ensayos para una teoría sexual” (1905) Freud ya había señalado que la pulsión se ordena en función de su carácter parcial, del autoerotismo y el placer de órgano relacionado con la zona erógena y la variabilidad de objeto, más adelante, con la “Introducción del Narcisismo” (1914) va a mostrar de qué manera el propio yo puede ser investido por las pulsiones y pasar a ser un objeto de la libido (energía de la pulsión sexual), pasando a conformarse el Yo como un objeto unificado, totalizado. En este momento de la teoría hace una nueva clasificación. Va a distinguir entonces, la libido del yo (o sea, la libido ligada a la investidura del yo como objeto) y la libido objetal (aquella carga de investidura libidinal que está disponible para ligarse a 18 Vale recordar que la constante en la teoría freudiana es justamente el carácter dinámico de la misma; o sea, que encontrará la tensión o lucha de contrarios como el motor de todo proceso psíquico, de todo desarrollo del aparato mental. objetos del mundo exterior y darle con ello entonces un sentido). Como el modelo freudiano es energético, podemos entender que se trata de una energía inversamente proporcional. O sea, si es excesiva la carga libidinal en el Yo será muy débil o limitada la energía disponible para ligarse a otros objetos. (Es el caso, por ejemplo en situaciones “normales” o cotidianas, de estados de enfermedad transitoria o de duelo que retraemos nuestros intereses y nuestra energía de las preocupaciones corrientes retrayéndolas sobre el Yo para los fines del restablecimiento o de la elaboración del duelo según sea el caso. A posteriori comenzamos a sentir más energía disponible para “conectarnos”, interesarnos, trabajar, hacer relaciones sociales etc. Otros casos más patológicos, tienen que ver con una falta de “movilidad” de la libido y por un exceso de investidura narcisista como es el caso de la hipocondría.(se dice de un síntoma caracterizado por una la preocupación constante de sufrir de una enfermedad en el cuerpo) Entonces el sujeto vive predominantemente preocupado por sus sensaciones, dolores, percepciones y con un escaso interés y vínculo con su medio familiar, etc., diríamos que esta investidura en su cuerpo –no en el organismo- es de tal intensidad, que le lleva a modificar el umbral perceptivo que frecuentemente tenemos para las percepciones interoceptivas y propioceptivas. El gran paso logrado con el Narcisismo es la unificación de las pulsiones sexuales (hasta entonces autoeróticas), posibilitando así, a partir de esta primera investidura del yo, que sea el mismo Yo –ya constituido- que lleve a cabo la elección de objeto u objeto de amor. Es el Yo el que ama u odia a los objetos –dice Freud- , no las pulsiones. Sin embargo sabemos que necesariamente será el mismo cuerpo del sujeto el primer objeto de amor , en tanto unificado del lado del narcisismo. En este momento entonces, deja la oposición pulsiones de autoconservación y pulsiones sexuales, para distinguir entre libido del yo - -libido de objeto. 3) En el tercer momento de la construcción de la teoría pulsional, Freud va a llevar a cabo una nueva distinción u oposición. En este caso va a hablar de pulsiones de vida y pulsiones de muerte. ¿Cómo llega a esto? Pues, en su libro “Más allá del principio del placer” se cuestiona su formulación anterior respecto a que el Aparato Psíquico se rige por el principio del placer. Son diferentes datos lo que ponen esta afirmación en crisis y que da en llamar compulsión de repetición. Esta se pone en evidencia en muchas situaciones de la vida cotidiana: la repetición en sueños, recuerdos, comentarios, etc. justamente de los momentos más desagradables de una situación traumática, la repetición en los juegos, no de situaciones necesariamente placenteras sino todo lo contrario, el masoquismo moral, la melancolía, etc. Esto que nos lleva a un continuo retorno justamente es lo que se opone a la libido, a la pulsión de vida que está al servicio de sostener la tensión propia de un deseo que es siempre búsqueda, que es buscadora de objetos y por tanto ruidosa, muchas veces incómoda, insistente, y por tanta insatisfecha. Por el contrario, la pulsión de muerte no se reconoce por sus “ruidos” o expresiones, sino es una fuerza muda que retiene al sujeto a perpetuarse en un estado anterior, evitando la tensión de la vida y del deseo. En todo “Tres Ensayos…” se observa la oscilación de Freud entre el problema del objeto sexual definitivo (propio de la serie de la elección de objeto) y el problema del objeto de la pulsión parcial, contingente y autoerótico. El punto de convergencia y divergencia se sitúa en torno al objeto primero, la madre, que desempeña su papel en las tres dimensiones propias del objeto, de manera diferente en cada una de ellas: por un lado es ese Otro inolvidable que en función del desamparo y la indefensión permite el surgimiento del objeto del deseo como diferente al objeto de la necesidad,por otro se articula simultáneamente con la pulsión parcial, hecho particularmente claro en relación al pecho como objeto pulsional y con el Complejo de Edipo en el que juega el papel central como persona amada, es decir, como objeto total. En el capítulo “Sobre el hallazgo del objeto”19, Freud alude de manera explícita al objeto perdido del deseo, objeto deducido de la satisfacción de la necesidad alimenticia y condición de posibilidad del objeto en su funcionamiento en las dos series ya definidas: “cuando la primerísima satisfacción sexual estaba todavía conectada con la nutrición, la pulsión sexual tenía un objeto fuera del cuerpo propio: el pecho materno. Lo perdió solo más tarde, quizá justo en la época en que el niño pudo formarse la representación global de la persona a la que pertenecía el órgano que le dispensaba satisfacción. Después la pulsión sexual pasa a ser, regularmente, autoerótica, y sólo luego de superado el período de latencia se restablece la relación originaria. No sin buen fundamento el hecho de mamar el niño del pecho de su madre se vuelve paradigmático 19 FREUD, S. Tres ensayos para una teoría sexual. Pág. 202/203 –Tomo VII para todo vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) del objeto es propiamente un reencuentro”. La necesidad biológica es articulada con la satisfacción pulsional, y el deseo se articula con lo simbólico. El principio del placer es situado en el nivel de la biología, introduciéndose el deseo en subversión a la homeostasis del organismo como el más allá del principio del placer, el deseo es articulado en términos de lo simbólico, cuya insistencia misma funda la repetición. El deseo como falta: necesidad-demanda-deseo. La referencia a una primera satisfacción es interpretada por Lacan como mítica y correspondería a la pérdida de lo biológico por el lenguaje. El deseo por eso se define de entrada en su relación intrínseca con el orden biológico de las necesidades y con el orden del lenguaje en la demanda de amor. Frente a la indefensión inaugural, y la necesidad de las satisfacción de las necesidades vitales por parte del “Otro de los cuidados ajenos”, este Otro desnaturaliza de entrada la satisfacción en tanto instala el campo de la demanda de amor. Al partir de la condición del sujeto como ser de lenguaje, hablamos de la pérdida inaugural de la “naturalidad”, y es por ello que es necesario diferenciar estos dos órdenes diferentes, el de la necesidad y el deseo. Esta necesidad de orden puramente biológico podríamos decir que se trata de un momento mítico, ya que en tanto que es desde Otro que responde a la misma, ya lo hace desde su propio sistema de significantes, no satisface solamente con el alimento sino con un plus que es inscripto de alguna manera en otra huella mnémica, de orden diferente a la del registro del estímulo endógeno. En el acto de nutrición, va algo más de “contrabando”, porque se da algo más que el alimento.20 Lo que la satisfacción de la necesidad crea, no se anula por haber 20Desde ese Otro que alimenta vamos a situar, la fuente primordial de los motivos morales, al que se emparienta, sin lugar a dudas, con la cultura, algo que rebasa resueltamente la cuestión del hambre. Esto es lo que se llama “vivencia de satisfacción” por la que se cancera un estímulo interno. La vivencia de satisfacción queda como una huella mnémica, queda de ahí en adelante asociada a la huella que dejó en la memoria la excitación producida por la necesidad. Entonces, la próxima vez que la huella de la necesidad sea estimulada, merced al enlace establecido, se suscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo la imagen mnémica de aquella percepción y producir otra vez la percepción misma, vale decir en verdad, restablecer la situación de la satisfacción primera. O sea, la satisfacción buscada (búsqueda de descarga por suprimido la satisfacción de la necesidad. O sea, la segunda huella no se va a borrar porque se pudo obtener alivio. Aquí radica la diferencia entre necesidad y deseo. Porque se produce una fundación de dos marcas mnémicas con una diferencia irreductible. Es posible entender la forma en que el niño se va semantizando, envuelto por signos, bañado con elementos de la cultura; cuando analizamos el pasaje del llanto, como descarga, a la transfiguración en llamado. Porque es a partir del conjunto de signos con que responde la madre inicialmente a las descargas del bebe, como éste va a empezar a implorar el alimento, -alienado en el grupo de signos que le ofrece la madre-. O sea, del llanto, se hace una conversión en llamado,- empezando ese nervio mínimo de lenguaje-. La presencia de la madre simboliza el amor del Otro. Desde este lugar empieza a ser contorneado el cuerpo del chico, como un cuerpo que empieza a supeditarse a ejes que no son los inherentes a la necesidad. Un movimiento que apela a la demanda. La demanda asume una doble función: sirve como articulación de la necesidad y como demanda de amor al Otro. En breve tiempo, ese juego de llamados -que no podemos colocarlo en el orden de la palabra pero sí del lenguaje-, empieza a tener su eficacia en su relación con la madre: como otro iniciático En ese tiempo se aliena –o se erige en demandante en relación con el otro; es lo que la madre estaba allí labrando, con los nombres para demandar. Lo que da para pedir, más que aquello que le da para aliviar la necesidad-. O sea, es lo que la madre comienza a darle, –en tanto fuente primordial de los motivos morales-, en ese contrabando sobre la necesidad, lo que empieza efectivamente a tener peso. La madre inunda ese cuerpo, con sus propios significantes. Al comienzo son signos porque no aparece ninguna grieta. Por algo la madre le puso un nombre, lo empadrona en determinado tipo de costumbres, determinado tipo de facilitaciones o inhibiciones en el mismo contacto cuerpo a cuerpo. Estamos hablando de necesidad, que es del orden de lo biológico, y cómo ésta se convierte en demanda por la intervención de este Otro de la cultura. Se demanda al otro que colme el vacío que uno experimenta en sí por el reconocimiento o el amor. la tensión endógena) y la satisfacción obtenida (la percepción del objeto exterior) ambas dejan marcas, dejan rastros en la órbita de la memoria. ¿Cómo es que aparece el deseo y qué entiende por tal Lacan? El deseo será una especie de resto, de residuo de los fracasos de la demanda. En el lenguaje que este primer Otro le dio, la madre, en estos primeros objetos, signos, siempre queda una hendidura. El lenguaje que aporta el otro en esta primer alienación no es un lenguaje perfecto, sino siempre enigma. O sea, surge la pregunta: ¿Qué quiere este Otro de mi, qué soy yo para el otro, Qué me quiere? El deseo se instala precisamente dentro del marco de la demanda, pero está sustraído a toda demanda y no se demanda. El deseo es de hecho esa falta que explica que se demande, y que la demanda como tal, no puede disimular. El anclaje que tiene la sociedad de consumo en la subjetividad actual justamente tiene que ver con este interjuego entre demanda y deseo y necesidad. ¿Qué hace el Otro cultural? O sea, ese supuesto “mandato supremo” que imponen ciertos discursos de poder como el masmediático? Ofrece multiplicidad de objetos consumibles, que pueden ser comprables y posibles –aunque el costo sea excesivo para nuestras condiciones económicas- pero están dispuestos a la manera de cubrir nuestras “necesidades”. Es más. La teoría del marketing expresa discursivamente que se trata de ajustar, crear un producto “adecuado” a las “necesidades propias” del ser humano. Si adquirimos el mismo es en la intención de llenar un vacío. Pero¿de qué? De necesidades biológicas, universales, comunes a todos los sujetos, independientes de la cultura, valores, creencias, etc.? ¿Es que existe un posible ser humano de dichas condiciones? Es que sería posible encontrar “objetos adecuados” para satisfacer el deseo? A la vista está que lo que ha permitido “generar” cultura, o sea, otros modos de sentidos, estilos, estrategias, y hasta objetos concretos, artísticos, etc., es que nuestro deseo es esa “falla” o “falta inaugural” como sujetos que nos lleva a desplazar incesantemente dicha búsqueda “a través de” la demanda. Por ella expresamos, manifestamos: Quiero esto, o aquello, etc., pero la satisfacción de la demanda nada tiene que ver con la realización del deseo. Ëste sólo se realiza “metafóricamente”, en las concreciones posibles, en ciertos recorridos. Y con todo este plafond, es claro que las necesidades biológicas como tales no son las que vienen a constituir el principio rector de la vida subjetiva. El deseo se produce en una búsqueda recíproca y frustrada, se produce imaginariamente, crea objetos fascinantes sobre el cuerpo del otro. Lacan acentúa la inadecuación y la falta en el deseo. El objeto del deseo siente tiene el carácter engañoso de velar la falta. Si bien el Otro puede proporcionar los objetos que el sujeto requiere para satisfacer sus necesidades, no puede proporcionar ese amor incondicional que el sujeto anhela. Por lo tanto, después de haber sido satisfechas las necesidades articuladas a la demanda, el otro aspecto de la demanda, el anhelo de amor, subsiste insatisfecho y este resto es el deseo. Situamos el deseo en el fracaso de la demanda, en el fracaso de ese lenguaje que la madre le ofreció para poder alienar la necesidad. El deseo no es el objeto de la satisfacción de la necesidad, ni del objeto de amor de la demanda, sino en una sustracción, en una hendida. Esto hace que se instale la pregunta: ¿Qué desea este Otro de mí?. El deseo se estructura con una cadena de diferencias, con una red de diferencias con que el deseo hace deslizar su estilo de inventar objetos, éste es el llamado desplazamiento metonímico del deseo. No es deseo de un objeto determinado, no hay nada que clausure el deseo, en tanto el mismo surge de una hendida, de un fracaso, es búsqueda. Por eso el deseo en su recorrido enciende la diferencia. El deseo es el corazón de la existencia humana y la preocupación central del psicoanálisis. No se refiere a cualquier deseo sino siempre al deseo inconsciente, que es sólo articulable en la palabra, aunque a la vez haya una incompatibilidad fundamental. Esto quiere decir que el inconsciente no es simplemente lo no conocido, sino lo que nunca puede conocerse A diferencia de una necesidad, que puede ser satisfecha y deja de motivar al sujeto hasta que surge otra necesidad, el deseo no puede ser satisfecho. La realización del deseo no consiste en “satisfacerlo” sino en reproducirlo como deseo. Una de las fórmulas más reiteradas de Lacan es “el deseo humano es el deseo del Otro”. Esto puede entenderse de muchos modos complementarios, entre ellos: El deseo es esencialmente deseo del deseo del Otro, lo que significa deseo de ser objeto del deseo de otro y deseo de reconocimiento. El sujeto desea desde el punto de vista de otro. El efecto de esto es que el objeto del deseo humano es esencialmente un objeto deseado por algún otro. Lo que hace deseable un objeto no es ninguna cualidad intrínseca de la cosa en sí sino simplemente el hecho de que es deseado por otro. El deseo del Otro es entonces lo que hace a los objetos equivalentes e intercambiables: esto tiende a reducir la importancia especial de cualquier objeto particular, pero al mismo tiempo saca a luz la existencia de objetos innumerables. El deseo es deseo del Otro. El deseo fundamental es el de desear incestuosamente a la madre, como Otro primordial. El deseo surge originalmente en el campo del Otro, es decir en el inconsciente. Síntesis El nacimiento del deseo en el sujeto es concomitante de la pérdida de la naturalidad del objeto, que deja de ser objeto de la necesidad; la necesidad es transformada por el paso por otro, llamado a otro, demanda, que al dar una significación a ese llamado, operación ésta que implica la pérdida de la especificidad del objeto. La pérdida de la satisfaccion de la necesidad, es decir, la pérdida de la naturalidad del objeto posibilita el surgimiento del deseo, en el vacío creado por esa pérdida, se instala la remisión incesante de significación en significación, que hace surgir al objeto de deseo como siendo siempre otro objeto, como deseo de otra cosa. A diferencia de la necesidad en la que el estímulo, que es un choque momentáneo, que viene de afuera y es descargado hacia fuera, huida motriz, con una acción acorde al fin; la pulsión no viene de afuera sino del interior del propio organismo, concepto fronterizo entre lo psíquico y lo somático, es una fuerza constante frente a la que no hay huida posible. Bibliografía: FREUD, Sigmund, (1999) La Interpretación de los sueños, Bs .As, Amorrortu, Tomo V. JURANVILLE, Alain, (1996) Lacan y la Filosofía, Nueva Visión, Bs.As. KAUFFMANN, Pierre (1996) Elementos para una enciclopedia del Psicoanálisis. El aporte freudiano, Paidos, Bs.As. FREUD, S, “Proyecto de una Psicología para neurólogos”, Tomo I, Ob. Cít. FREUD, S (1905) “Tres ensayos de una teoría sexual”, Tomo VII, Ob. Cít. FREUD, S., “Pulsiones y destinos de pulsión”, Tomo XIV, Ob. Cít. LACAN, J., “La Relación de Objeto”, El Seminario, Libro IV. LACAN, J. “Función y Campo de la palabra y el lenguaje”, Escritos I. RABINOVICH, D., “El concepto de objeto en la teoría psicoanalítica”. LACAN, Jacques, (1971) La dirección de la cura en Lectura estructuralista de Freud, Ed. Siglo XXI, México.
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