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Situación cultural actual 2019 - Tania Iglesias (1)

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LA SITUACIÓN CULTURAL ACTUAL 
OPORTUNIDAD PARA UN CAMBIO DE PARADIGMA 
LA INTEGRACIÓN DE LOS SABERES 
 
Todo lo que existe 
esconde en su interior 
un gran misterio. 
 
Para algunos, la frase anterior podría parecer cargada de un 
misticismo exagerado e indemostrable. Y desde hace ya bastante 
tiempo, este tipo de parecer, es lo que se espera de una persona seria y 
juiciosa. En efecto, desde hace siglos en nuestra cultura se viene 
produciendo y profundizado una disociación entre lo que, en principio, 
es lo racional y lo que no lo es – alcanzando valor y legitimidad, claro 
está, aquello que cae del lado de la razón. 
Debido a razones históricas, que analizaremos más adelante, esta 
disociación se encuentra en el corazón de nuestra cultura occidental. A 
partir de aquí se ha implantado una manera completa de comprender y 
percibir la realidad, que todos, en mayor o menor medida, compartimos. 
Así, no es difícil que muchos de nosotros al escuchar palabras tales como 
“misticismo” o “espiritualidad”, experimentemos cierta contrariedad o 
juzguemos negativamente su contenido. 
Esta manera de comprender de la que hablamos, ha considerado 
durante mucho tiempo que los únicos medios legítimos para conocer la 
realidad eran el pensamiento racional y lo que nos demuestran los 
sentidos de percepción. Esta insistencia en la exclusividad de la razón, 
lejos de ser la clave de la resolución de los problemas de la humanidad, 
ha terminado teniendo no pocas consecuencias sociales indeseables. Y 
estas consecuencias no hubieran sido tan graves, quizá, si no hubiese 
existido además una incapacidad real para abrirse y poner en 
consideración aquello que no se ajusta a nuestra comprensión 
occidental. Tal cual sucede con una “persona inteligente” que no 
acepta los motivos genuinos de otra, simplemente porque no tiene la 
capacidad de presentarlos en un razonamiento elaborado. 
¿Somos nosotros, cada uno de nosotros, capaces de algo distinto? 
¿O todavía estamos presos de esa fuerte necesidad de tener razón, de 
ese impulso irrefrenable de querer que las cosas sean como creemos que 
son? ¿Estamos dispuestos, sin desconocer el lugar de donde venimos, a 
abrirnos a otra manera de comprender y percibir la realidad? 
Evidentemente, estas preguntas sólo pueden tener una respuesta 
concreta y vivencial. Sólo embarcándose en ese proceso de apertura 
cada cual descubre si tiene la capacidad de abrirse. Quizá para 
algunos este proceso comienza aquí, con el inicio de este profesorado 
de yoga. Quizá para la mayoría, simplemente sea continuar 
profundizando una aventura que comenzó hace ya mucho tiempo. 
Retomemos entonces: 
 
Todo lo que existe esconde en su interior un gran misterio. 
 
 ¿Podemos confiar realmente que estas palabras encierran una 
enorme verdad? ¿Somos capaces de sostenernos en la certeza que esto 
es así? ¿O todavía esa manera establecida de ver las cosas, propia de 
nuestra cultura, nos impone su parecer? 
Afortunadamente para todos nosotros, desde hace ya décadas, en 
la misma cultura occidental corren vientos de cambio. Es cierto que 
aquel racionalismo estrecho, aquella concepción rígidamente 
mecanicista de la realidad, todavía tiene mucha fuerza y presencia en 
casi todos los ámbitos de la sociedad. Pero al menos desde hace un siglo 
viene surgiendo otra visión global del mundo. Esta nueva visión está 
permitiendo que madure otro modo de relacionarnos con nosotros 
mismos y con la realidad que nos rodea. Es más, facilita una apertura, 
precisamente, para percibir más ampliamente la realidad. Desde esta 
nueva perspectiva no se desacreditan u omiten dimensiones de la 
experiencia humana tan importantes como el mismo conocimiento 
científico, como por ejemplo, la espiritualidad. 
 Lo curioso de este cambio en la concepción del mundo es que no 
ha surgido simplemente de una resistencia caprichosa y sin fundamento 
ante aquel viejo racionalismo estrecho. Por el contrario, esta visión de la 
realidad fue tomando fuerza gracias a toda una serie de científicos de 
vanguardia, cuya especialidad era la física altamente especulativa. Pero 
aun más significativo es que la mayoría de ellos ha considerado que los 
últimos descubrimientos en este campo, no son pensamientos del todo 
novedosos en la historia de la humanidad, sino que tienen notables 
semejanzas y acercamientos con ideas e intuiciones de antiguas 
tradiciones de sabiduría. Tal cual queda expresado con total claridad en 
estas palabras del físico cuántico J. R. Oppenheimer: 
 
Las ideas generales del entendimiento humano (…) ilustradas por los 
descubrimientos ocurridos en la física atómica, no constituyen cosas del 
todo desconocidas, de las que jamás se oyera hablar, ni tampoco nuevas. 
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Incluso en nuestra propia cultura tienen su historia y en el pensamiento 
budista e hindú ocupan un lugar muy importante y central. Lo que 
hallaremos es un ejemplo, un desarrollo y un refinamiento de la sabiduría 
antigua. 
 
En definitiva, lo que actualmente está teniendo lugar en nuestra 
cultura, es lo que se define como un cambio de paradigma. En toda 
comunidad de saber – en nuestro caso presidida por la ciencia – el 
conocimiento no es simplemente un sistema teórico de enunciados que 
se desarrolla en la mente de las personas, abstraído de las circunstancias 
históricas. Por el contrario, todo saber es una actividad que llevan a 
cabo agrupaciones de individuos, en una determinada época de la 
historia de la humanidad y en condiciones sociales bien concretas. El 
mismo desarrollo histórico de la ciencia supone la existencia de un 
paradigma, que se va modificando de tiempo en tiempo. Al concepto 
de paradigma el filósofo Thomas Kuhn lo define como un conjunto 
general de creencias, valores y procedimientos compartidos por una 
comunidad científica, cuyo aspecto esencial es brindar un marco de 
contención o referencia. 
Entonces, un paradigma es una especie de teoría general de gran 
alcance, que tiene la capacidad de abarcar la mayor parte de los 
fenómenos conocidos en su campo y proporcionar un contexto para 
ellos. Estos paradigmas se convierten, además, en filtros conceptuales 
que condicionan el modo de percibir la realidad, que marcan los límites 
de la manera “natural y sensata” de ver las cosas. 
Ante esta limitación que necesariamente sugiere un paradigma 
específico, es extremadamente difícil el reconocimiento y legitimación 
de otros saberes y experiencias que no estén contenidos en el mismo. 
Entonces, aquello que esté más allá de su alcance tenderá a ser 
considerado como ilusorio, falso, irreal, o sencillamente soslayado como 
irrelevante. En este sentido es evidente, para todos nosotros, que en 
nuestra cultura occidental ha existido un paradigma que imponía una 
oposición, cuando no una negación rotunda, entre la ciencia y la 
espiritualidad. 
Así, como antes mencionábamos, lo que actualmente está 
ocurriendo es un replanteamiento de cuestiones fundamentales que, 
desde la perspectiva anterior, se suponían resueltas. Esto está 
conduciendo, cada vez con mayor firmeza, hacia un cambio de 
paradigma, con su correspondiente influencia en la concepción del 
mundo. 
A continuación, a modo de ilustración, esbozamos algunas 
tendencias muy generales de ambos paradigmas en juego. Con lo 
siguiente sólo pretendemos evidenciar algunas características que, en su 
generalidad, sean quizá poco fieles y rigurosas. Es necesario, además, 
estar atentos de no caer en un favoritismo arbitrario, tomando parte 
ciegamente ante uno de los modelos, creando así una nueva dualidad 
irreconciliable. La modificación de un paradigma cultural es un cambio 
más o menos global, del que los seres humanos forman parte con mayor 
o menor conciencia, pero que con seguridad está fuera del alcance de 
la decisión arbitraria de una persona. 
 
Paradigma establecido 
 
Paradigma emergente 
SEGURIDAD – 
certeza, verdades, 
normas, legalidad 
INCERTIDUMBRE – 
 apertura, posibilidades, 
imprevisible 
 
JERARQUIA – 
 control,obediencia, orden, 
reglamentos 
 
RELACIONALIDAD – 
confianza, cooperación, 
autoorganización 
 
 CUANTITATIVO – 
estadísticas, bienes externos 
 
CUALITATIVO – 
virtudes, cualidades, bienes 
internos 
FRAGMENTARIO – 
 individualista, especializaciones, 
reduccionismo 
 
HOLISTICO – 
integral, circular, 
totalidad 
 
INDIVIDUALISTA – 
apropiación, desigualdad 
 
COLECTIVO – 
compartir, reciprocidad 
COMPETITIVIDAD – 
lucha, confrontación, 
competencia 
 
COMPLEMENTARIEDAD – 
 diálogo, inclusión, 
colaboración 
ESTRUCTURA – 
 no permeabilidad, planificación 
rígida, con objetivos 
 
PLASTICIDAD – 
permeabilidad, creatividad, 
libertad, con sentido 
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LINEAL – 
instrumental, unilateral, 
causalidad 
COMPLEJO – 
ambiguo, diversas lógicas, 
no lineal, sincronicidad 
 
 
ESTATICO – 
permanente, establecido, 
inmutable 
 
 
 
DINAMICO – 
 abierto, procesual, 
 cambiante 
 
MORALISTA – 
moral antropocéntrica, 
normativas, exigencias, deber 
 
ETICA – 
ecocéntrica, vinculante, 
integración 
RACIONALISTA – 
razón instrumental, cálculo, 
estrategia, facticidad 
 
INTUITIVO – 
perceptivo, emotivo, afectivo, 
aspiraciones 
MATERIALISTA – 
fáctico, pragmático, economía 
ESPIRITUAL – 
energético, estético, trascendente 
 
PATRIARCAL – 
autoridad, coerción, obediencia 
 
MATRIARCAL – 
contención, protección, 
confianza 
VERTICAL – 
autoritario, disciplina externa 
HORIZONTAL – 
comunicativo, interdependiente 
 
NO SUSTENTABLE – 
consumo, derroche, 
dominio de naturaleza 
SUSTENTABLE – 
conciencia ecológica, natural, 
bio-equilibrio 
 
Gracias al paradigma establecido, desde hace siglos la cultura 
occidental pudo desplegar grandes acontecimientos, tales como el 
establecimiento definitivo de la ciencia moderna y la serie indefinida de 
sus descubrimientos, el desarrollo industrial y tecnológico, el despliegue 
del comercio global y la masificación de la información, entre otros. Pero 
todos esos sucesos se han visto enturbiados, a los ojos de algunos, por la 
utilización no integradora – y hasta nociva – de esos medios. De esta 
manera, todo este gran desarrollo ha concluido, no pocas veces, en la 
arrogancia científica, debido a un racionalismo estrecho, incapaz de 
reconocer e integrar el valor de otros saberes; en un desarrollo industrial 
no sustentable y no ecológico; en un desenvolvimiento tecnológico de 
consecuencias funestas y letales; en una monopolización desmedida de 
la riqueza; en una manipulación tendenciosa de los medios de 
información, etc. 
Sumándose a lo anterior, en las últimas décadas se ha producido 
toda una serie de cambios vertiginosos, pero ante todo, globales. Estos 
cambios, a diferencia de otras épocas, comprometen a la humanidad, si 
bien no estrictamente como un todo, sí con una implicancia que no 
tiene antecedentes. Así, la acumulación tecnológica basada en la 
intensidad del conocimiento; la automatización y robotización de la 
producción; la transnacionalización del comercio; la revolución de la 
informática, de la biotecnología y de las telecomunicaciones, poco a 
poco han puesto en evidencia que la historia de la humanidad ha 
entrado en una etapa sin precedentes y con repercusiones imprevisibles, 
no sólo para las sociedades humanas, sino también para el planeta tierra 
como un todo. 
Este nuevo escenario mundial plantea, en cierto sentido, un 
reevaluación del paradigma que regía nuestro modo de comprender e 
interactuar con la realidad. Se presenta como un espacio inédito, que 
requiere de nuevas respuestas en todos los ámbitos – ya sea político, 
económico, ecológico, social, cultural, educativo o espiritual. 
Pero la cuestión fundamental reside en el hecho de que el 
paradigma actual – que creemos riguroso, por su objetividad, 
determinismo, lógica formal y verificación – resulta insuficiente e 
inadecuado para comprender e integrar armónicamente las nuevas 
realidades que se nos han ido imponiendo. Pero no sólo esto. Se hace 
necesario, también, revalidar aquellas otras realidades que se han ido 
soslayando y deslegitimando, por el sólo hecho de que el paradigma 
imperante, no tenía la suficiente amplitud y capacidad de inclusión. 
La actual situación se presenta, así, como un punto crucial, como 
una oportunidad para un cambio de paradigma. 
El modelo emergente es una alternativa posible que, poco a poco, 
va tomando raíces y madurando con firmeza en la mayoría de los 
ámbitos de la comunidad humana – al menos de las sociedades 
globalizadas. Este nuevo modelo, como hemos visto, tiene características 
más inclusivas, integradoras, donde hay mayor apertura para el diálogo 
y la interacción, en busca de reciprocidad. 
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Gracias a este paradigma emergente, se abre un espacio para la 
integración y convivencia de los saberes. Un modo de comprender la 
realidad donde la ciencia y la espiritualidad, por ejemplo, no están en 
mutuo desacuerdo, sino que se presentan como dos maneras 
complementarias de relacionarse con el mundo. Tal cual lo enuncia el 
físico Fritjof Capra: 
 
La ciencia y el misticismo (…) son “complementarios”, como nos 
hemos acostumbrado a decir en física. Ninguno de los dos está 
comprendido en el otro ni puede ser reducido a aquél, sino que los dos 
son necesarios y se refuerzan recíprocamente para ofrecer una 
comprensión más cabal del mundo (…). La ciencia no necesita del 
misticismo y el misticismo no necesita de la ciencia; pero el hombre 
necesita de ambos. La experiencia mística es necesaria para entender la 
naturaleza más profunda de las cosas, y la ciencia es esencial para la vida 
moderna. Lo que necesitamos, por consiguiente, no es una síntesis, sino 
una interrelación dinámica entre la intuición mística y el análisis científico. 
 
Ya a esta altura, se hace necesario aclarar el por qué de todo este 
análisis del cambio de paradigma cultural. ¿En qué sentido este 
acontecimiento tiene importancia para nosotros, futuros profesores de 
yoga? ¿O es que simplemente lo estudiamos a título informativo, como 
se pudiera leer indiferentemente cualquier otra noticia? 
De manera general, ya hemos dicho que esta nueva visión está 
permitiendo que madure otro modo de relacionarnos con nosotros 
mismos y con la realidad que nos rodea. Es decir, facilita una apertura, 
precisamente, para percibir más ampliamente la realidad, desde una 
perspectiva integradora. Podríamos concluir, entonces, que este cambio 
de paradigma nos ayudaría a despojarnos de prejuicios y resistencias a 
la hora de relacionarnos con la espiritualidad y el misticismo. Pero esta 
consecuencia, si bien útil, sería quizá un poco superficial, cuando no 
demasiado individualista. 
Una consecuencia de mayor relevancia que este acontecimiento 
tiene para nosotros, es lo que nos gustaría señalar a continuación. En 
cuanto que somos hijos de nuestro tiempo, es evidente que ésta es la 
circunstancia histórica en la que nos ha tocado desenvolvernos. Tal cual 
decía el filósofo Ortega y Gasset, “yo soy yo y mi circunstancia; y si no la 
salvo a ella no me salvo yo”. Así como confiamos en que esas palabras 
encierran una gran verdad, también tenemos la certeza que si “sano yo, 
sana el mundo”. Esta relación circular e inseparable entre cada uno de 
nosotros y la realidad que nos rodea, nos conduce al hecho de que 
tomar conciencia sobre los cambios globales que ocurren en nuestra 
situación histórica, sea también un tomar conciencia de nosotros mismos. 
Como por otro lado, que los cambios ocurridos en nuestra interioridad, se 
vean reflejados, en mayor o menor medida, en la realidad como un 
todo. 
En definitiva, los descubrimientos llevados a cabo por la nueva física, 
es decir, la teoría de la relatividad y cuántica, indican claramente que 
no hay objetividad y que somos nosotros mismos, por la calidad y modo 
de nuestra percepción, quienes generamos y creamos la realidad tal y 
como va aconteciendo. Esto implica una ruptura radical en la visión del 
mundo respecto dela percepción mecanicista anterior. No podemos 
comprender el mundo y hablar de él, sin examinarnos, sin llegar a tomar 
conciencia de nosotros mismos. 
Aquí es donde comienza a surgir la verdadera importancia que tiene, 
para nosotros, ser concientes de esta circunstancia donde se perfila 
nítidamente un cambio de paradigma. Como así también se delinea, 
poco a poco, la relevancia que tiene una disciplina como el yoga en 
este acontecimiento cultural. Según puede desprenderse de las palabras 
de otro físico sobresaliente como Max Planck: 
 
La ciencia nos acompaña, pues, hasta el umbral del ego, y ahí nos 
deja abandonados a nosotros mismos. Ahí nos deja al cuidado de otras 
manos. Para saber cómo comportarnos en la vida, el principio de 
causalidad nos sirve de poco (…) Pero la humanidad tiene necesidad de 
orientaciones fundamentales en su existencia cotidiana, y esa necesidad 
es mucho más acuciante que el ansia de conocimiento científico. A 
menudo, un simple hecho tiene muchos más significado para un ser 
humano que toda la sabiduría del mundo junta. Y por ello debe de haber 
otra fuente de orientación distinta de la mera dotación intelectual (…) 
Aquí la inteligencia debe ceder el puesto al carácter, y el conocimiento 
científico a la espiritualidad. Y cuando digo aquí espiritualidad, entiendo la 
expresión en su sentido propio y fundamental (…) 
La ciencia es incapaz de resolver el misterio último de la naturaleza. Y 
ello se debe, en un último análisis, a que nosotros mismos formamos parte 
de la naturaleza, y por tanto del misterio que estamos intentando resolver. 
También, en cierta medida, la música y el arte son intentos de resolver, o al 
menos de expresar ese misterio. 
 
Estas palabras de nos llevan de regreso al punto de inicio: 
 
 5 
“Todo lo que existe 
esconde en su interior 
un gran misterio” 
 
¿A esta altura, nos es posible realmente abrir nuestra comprensión y 
confiar en que esto es así? También nosotros, cada uno de los que 
estamos aquí presentes embarcándonos en esta aventura, tenemos 
dentro un gran misterio. 
En la misma elección que nos trajo hasta aquí es posible descubrir, 
además, que hay un enigma. Siguiendo el patrón habitual de 
pensamiento, podríamos seguir analizando los acontecimientos 
basándonos en el principio de causalidad, observando cómo se han ido 
sucediendo los hechos, reconociendo cuáles son las causas que han 
determinado los efectos por los que hoy estamos aquí; cómo es que 
cada uno de nosotros termina adoptando determinadas resoluciones o 
cuáles fueron los motivos pasados que nos condujeron a una toma de 
decisión que implicaba formar parte de este profesorado de yoga. En la 
mayoría de los casos este análisis sería tan cierto como parcial. 
Otra alternativa es comenzar a ampliar nuestro entendimiento, 
abriéndonos también a otro modo de comprender los acontecimientos. 
Aunque pueda resultar un poco extraño, quizá el sentido de por qué hoy 
estamos aquí, no reside en los motivos pasados, sino en el futuro. Tal vez 
éste sea uno de los enigmas que se vayan desplegando poco a poco, y 
que no sea sino después de mucho tiempo, años quizá – al estar en otro 
lugar, con otra madurez interna – cuando se ilumine claramente el 
porqué necesitábamos transitar estos espacios y esta formación, como 
tantos otros acontecimientos. En conclusión: 
 
 
Quizá parte del misterio de que estemos aquí, 
sea para develar el misterio que llevamos dentro. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Bibliografía: 
 
 
 Capra, F. El tao de la física, Editorial Sirio. 
 Gutiérrez, F. Pensar la Educación desde los valores de un nuevo 
Paradigma. 
 Ortega y Gasset, J. ¿Qué es la filosofía?, Editorial Austral. 
 Walsh, R. y Vaughan, F. (comp.), Más allá del ego, Editorial Kairos. 
 Wilber, K. Cuestiones cuánticas. Escritos místicos de los físicos más 
famosos. Editorial Kairos.

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