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Niveles de oración. 
David Esteban Decena.
Cultivar una vida de oración es más que pedir por una necesidad, interceder por alguien que está mal, expresar agradecimiento, buscar una dirección para los días que vienen, o reconocer en adoración al Rey. La oración tiene como fin absoluto la dependencia. Porque, cuando oramos, afirmamos en el mundo espiritual que dependemos del Señor.
Si leemos el Padrenuestro, la oración modelo de Jesús, muestra a una persona rindiendo todos los ámbitos de su vida a su Creador: le adora, reconoce su voluntad como superior, le pide por sus necesidades básicas, se arrepiente de toda falta, y le pide victoria sobre el enemigo. 
La oración, en fin, es el medio a través del cual generamos una relación de dependencia con el Padre, tal como Jesús lo ejemplificó con su vida. Sobre este asunto, pocas palabras son tan claras como Juan 12:49 (NVI): “Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió me ordenó qué decir y cómo decirlo.”
 El ejemplo de dependencia que Cristo Jesús modeló, tiene a la oración como un fundamento. Por lo tanto, y con la intención de crecer en ella, veremos a continuación tres niveles de oración que deberían complementarse, y ser parte de nuestro estilo de vida, para construir una espiritualidad profunda. 
Oración comunitaria 
Pasajes como: “Todos, en un mismo espíritu, se dedicaban a la oración, junto con las mujeres y con los hermanos de Jesús y su madre María” (Hechos 1:14), o “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración” (Hechos 2:49), muestran cómo la oración en comunidad fue fundamental desde el inicio de la iglesia. En primer lugar, podemos decir que la oración comunitaria es una instancia de aprendizaje para ir de menos a más. Al llegar a Jesús no sabemos cómo hablar con Dios, menos escucharlo, y ni siquiera conocemos nuestra identidad. Pero al ir escuchando a otros ir al Padre, nosotros mismos adquirimos herramientas para relacionarnos con Él.
Además, orar con la iglesia es una instancia de fortalecimiento de nuestra fe, porque al estar con personas de fe, salimos nutridos para enfrentar los desafíos que tenemos por delante. Y Jesús aseguró que si dos estamos de acuerdo “sobre cualquier cosa” que pidamos, nos “será concedida” por el Padre (Mateo 18:19). 
Por último, la oración comunitaria también acrecienta la unidad con armonía, para ser verdaderamente el cuerpo de Cristo. Porque si no vamos unidos, ¿de qué cuerpo hablamos? La gente jamás podrá ver a Cristo, que es la cabeza. La unidad es un elemento central para la manifestación del Espíritu de Dios en medio de este equipo, que es la iglesia. De esta manera estaremos “unidos en un mismo sentir y en un mismo propósito” (1 Corintios 1:10), y el mundo creerá al vernos ser uno en Él (Juan 17:21). 
Oración íntima 
“Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.” (Mateo 6:6)
Jesús enseñó de manera explícita la oración en soledad. Él mismo tenía el hábito de apartarse a solas para orar, tal como se registra en los evangelios (Lucas 5:16). Por lo tanto, no solo lo enseñó con palabras, sino que su vida misma fue un modelo sobre lo que la oración en intimidad provoca públicamente. Porque a pesar de las multitudes que seguían al Señor, Él jamás abandonó el ámbito de la intimidad. Es más, afirmo que Jesús se nutría en ese lugar de lo que después podía dar.
La oración en intimidad es poner una pausa a las distracciones para enfocarnos plenamente en Dios. Orando en intimidad nos exponemos más fácilmente a la revelación, que nos dará guía y nos permitirá tener luz acerca de la Palabra de Dios. Además, somos moldeados en el interior para lo que luego seremos en público. Porque la oración íntima es para transformación de nuestro interior al sostenerla en el tiempo. Al exponernos a la presencia de Dios, en ella misma somos transformados para responder a su voluntad. En fin, el que construye una vida espiritual fuerte cuando nadie lo ve, conocerá las profundidades de Dios, y tendrá frutos espirituales delante de todos.
 Oración continúa 
El apóstol Pablo animó a dos iglesias locales a “orar sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17) y a orar “en todo momento” (Efesios 6:18). Este desafío de vivir en una oración continua, no demanda necesariamente palabras en nuestros labios, sino un enfoque en nuestro interior. 
Podemos decir que este nivel de oración es el más profundo y desafiante, porque nos empuja a mantener nuestra mirada en Jesús durante nuestra vida cotidiana. La oración continua es la que muchos llaman “oración contemplativa”, o “practicar la presencia de Dios”. Básicamente consiste en estar consciente de su presencia, en dependencia, durante todo lo que hago en mi día. Porque diariamente estamos expuestos a innumerables circunstancias que quieren quitar nuestra mirada de Jesús, las palabras de nuestro corazón nos deberían mantener enfocados en Él.
 La oración continua es una oración de dependencia, y pertenece a una persona que busca hacer la voluntad del Padre en cada situación que enfrenta en el día. Este enfoque en nuestro interior, mantiene nuestro corazón lleno de Dios, y por lo tanto, estamos más pendientes a su voz, y alerta a toda tentación y ataque del enemigo. 
Hagamos de estos tres niveles hábitos que estén incorporados a nuestro día a día. Porque más que un tiempo, necesitamos una vida de oración.
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