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txt N 1 ética y deont - Elizabeth Aguilar

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ÉTICA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO N° 1: ÉTICA Y MORAL 
1- Origen histórico-etimológico 
El término “ética” es para Aristóteles un 
adjetivo: Éthikos. Por ejemplo, al hablar de las 
virtudes éticas. Lo que hoy llamamos ética, en 
sustantivo, pertenecía en el mismo autor a los 
temas propios de la Politiká, como parte dedicada 
al estudio de los principios de la praxis social. 
Pero sus discípulos y luego Epicuro hablan ya de 
una Ethiká o ciencia de lo que es costumbre: 
Éthos. 
Los escritores latinos, como Cicerón, transformaron aquel adjetivo en moralis, de 
la raíz mos (en singular) o mores (en plural), que significa a sí mismo “costumbre”. Con la 
filosofía escolástica recobra su sustantividad como Moralis o indistintamente Éthica. En las 
lenguas modernas los nombres de Moral y Ética, en sus usos filosóficos, referirán 
generalmente lo que es investigación sobre lo que es usos y costumbres. Para Kant la ética 
es metafísica de las costumbres; en Hegel es estudio de la moralidad identificada con las 
propias costumbres. Todavía la sociología de la moral se querrá, en el siglo XX como 
ciencia de las costumbres. Sin embargo la filosofía moral, también del siglo XX, ya no se 
propone el estudio de los hábitos humanos, objeto reservado con más propiedad a las 
ciencias sociales. 
En cuanto al origen etimológico, del vocablo ética, para empezar, presenta tres 
antecedentes nominales muy distintos -pero que comparten en sí mismos un eje en común: 
 1°)- Puede, por un lado, provenir del nombre éthos (con ‘e’ épsilon al principio), 
que significa tal como se dijo, hábito o costumbre. Este es el sentido más generalizado de 
lo ético para los griegos. 
2°)- Puede, por otro lado, derivarse del sustantivo ethos (con ‘e’ eta o larga al 
principio), que significa dos cosas a la vez: el lugar habitual en el que se vive, y, asimismo, 
el carácter habitual de la persona. 
El ascendiente más arcaico de la palabra ‘ética’ coincide con éste primer 
significado de lo ético o moral como expresivo de la morada del hombre. El más nuevo se 
apoya, sin embargo, en la aceptación de éthos como carácter del individuo agente. Ese es 
el sentido principal de lo ético para Aristóteles y el que a lo largo de la historia de la Ética 
se entrelaza más a menudo con su aceptación más general de hábito o costumbre. 
Tanto Aristóteles como Kant recogen esta relación del carácter con los hábitos. 
Podemos hacer del primero una segunda naturaleza si nos acostumbramos, respectiva-
mente, a obrar de forma virtuosa y actuar por respeto a la ley moral que manda siempre el 
deber. Incluso para el estagirita, esta relación se presenta en una íntima circularidad: el 
carácter se adquiere con el hábito, para iniciar el cual hay que tener, sin embargo, bastante 
de lo primero. Para salir de la confusión. Para salir de la confusión, Aristóteles distingue, 
por un lado éthos: el carácter producido por la cultura personal en una forma de vida; y por 
otro lado éxis o carácter anímico o manera de ser antes de la adquisición del carácter moral 
social. 
La etimología es menos sesgada para el término moral. En el vocablo latino: mos 
y su plural: mores, prevalece el significado de costumbre, que la filosofía escolástica 
refuerza, a su vez, sobre el de carácter. Para los antiguos romanos la invocación a la 
costumbre heredada de los antepasados poseía más fuerza constrictiva que el recurso a la 
lex. Al respecto escribe Horacio: “¿De qué sirven las leyes, vanas sin un cambio de 
costumbres?”1. Por lo pronto y siempre hay que obedecer al mos mayorum, la costumbre 
de los predecesores que enseña a todos a actuar con resolución y sin arbitrariedades. 
Familia, ejército y Estado se mantuvieron en pie durante siglos gracias al código normativo 
de los mores. La educación ha de encargarse de perpetuarlos para conservar en todos los 
órdenes del Estado el sentido del deber y de la disciplina. Esta interpretación de la moral 
como la que es costumbre es, asimismo, el que ha prevalecido prácticamente hasta hoy. 
 
2- Ética y Moral: Una aproximación conceptual 
Entonces, ¿es lo mismo decir hoy ‘Ética’ que ‘Moral’? en un sentido popular, sí; 
pero en un plano intelectual no es lo mismo. La moral, se refiere, con cierta vaguedad a tipo 
de conducta reglado por costumbres o normas internas al sujeto. La Ética es, en sentido 
académico, la ‘filosofía moral’ o disciplina filosófica que estudia las reglas morales y su 
fundamentación. En sentido más laxo indica, usada como sustantivo, aquella conducta 
 
1 Horacio. “Odas”. III, 24. 
moral de la que es capaz de dar cuenta o razonar uno mismo, por ejemplo, cuando decimos: 
el ministro actuó al margen de toda ética. Usada como adjetivo señala, por lo general, la 
calidad ética de cualquier acto o norma mora, por ejemplo cuando decimos: la dimensión 
del ministro ha sido ética. Podríamos decir entonces de que hay muchas morales pero una 
sola ética. Mientras que la moral tiende a ser particular, por la concreción de sus objetos, la 
ética tiende a ser universal, por la abstracción de sus principios. De acuerdo con esto 
podemos establecer también, aunque por modo negativo, que algo es moral cuando se 
opone a lo inmoral, o contrario a ciertas formas de de costumbres o normas, y a lo amoral, 
o falto de ellas. De la misma manera, algo es ético cuando es contrario a cualquier conducta 
que carece de principios, a lo que llamamos Injusta o sin ley y en todo caso injustificada. 
Puede abrigarse la sospecha de que esta distinción entre moral y ética sea poco 
clara. Sin embargo, la tendencia a la universalidad de la ética debe poner de relieve su 
dimensión. 
La naturaleza de los objetos de la filosofía moral (principios, reglas, ideales 
morales) hace de la ética un discurso o conocimiento problemático, cuya certeza, al menos, 
va a ser estrictamente práctica. La ética no pone su objeto, como la matemática, ni lo 
describe sobre un hecho, como la física. De hecho sus objetos presentan múltiples 
diferencias y desviaciones, como bien dice Aristóteles, y es por eso que sólo puede limitarse 
a reflexionar sobre ellos, contentándose con ser argumentativa, no demostrativa, de todo 
su decir sobre los mismos. Aristóteles concluye que toda la filosofía moral n pertenece al 
saber teórico, sino al saber práctico, en el que es esencial la madurez en la experiencia de 
las acciones de la vida, por una parte, y el poseer una razón práctica y deliberadora para 
versar sobre ellas. Kant suscribe este planteamiento: la ética se circunscribe al uso de la 
razón práctica y pertenece, en último término, a una teoría de la sabiduría. 
El objeto de la ética es para Aristóteles la praxis, para Kant es la voluntad. Para 
ambos es, pues, la acción en tanto que sometida a la razón: la voluntad kantiana se asimila, 
en la moral, a la razón práctica. Por eso, y precisamente más, el objeto de la ética no es 
tanto la acción cuanto lo que guía la acción. La ética dice Kant, no puede ordenar más que 
las máximas o reglas de la acción, no la acción misma. Deja así, una abertura al libre arbitrio 
de cada uno para el cuándo y el cómo de la observancia de la ley moral. Conviene añadir 
que la ética no sólo, como filosofía moral, tiene por objeto lo que guía la acción, sino también 
la no-acción. Se refiere a las reglas que aplicamos en nuestra acción, bien sea hacia los 
demás, generalmente, bien sea hacia nosotros mismos, e incluso hacia los animales y la 
naturaleza en su totalidad. Por eso asimismo puede deliberar sobre las máximas que han 
conducido a una no-acción u omisión de conducta. Pues, hay un no hacer moral (la 
desobediencia civil justa) y un no hacer inmoral (la desobediencia civil injusta). La tarea de 
la ética, se podrá afirmar, es la de estudiar las reglas que guían la acción y probar su 
fundamentación; tras ellopodrá justificar si una regla tiene validez o no para el 
comportamiento moral. A la ética no le importa saber si una prescripción moral es mejor 
que otra, si reúne la legitimidad para que se pretenda de esta forma. 
En síntesis, la ética se propone el estudio de un cierto tipo de acción humana 
normativa a la que llamamos acción moral y al objeto de averiguar la validez de sus 
preceptos y principios. Sin duda, aquí normativa no debe aceptarse en el sentido de 
meramente reglada o reglamentada: de esa clase de acciones se ocupan ya, por ejemplo, 
las ciencias jurídicas o la psicología social. La acción normativa que atañe al filósofo moral 
es aquella cuyos principios y preceptos constituyen los únicos móviles de esta acción y son 
libremente obedecidos por el sujeto agente. Pues, esta es la clase de acción normativa que 
merece en exclusiva el calificativo de moral. 
En el apartado siguiente se propondrá aclarar de manera más contundente y 
especifica el uso de los términos ética y moral a partir de los campos propios de acción de 
cada uno de ellos. 
 
3- Problemas morales - problemas éticos 
En las relaciones cotidianas de unos individuos con otros surgen constantemente 
problemas tales como estos: 
 ¿Debo cumplir la promesa x que hice ayer a mi amigo Y, a pesar de que hoy 
me doy cuenta de que su cumplimiento me produciría ciertos perjuicios? 
 Si alguien se acerca a mí sospechosamente por la noche y temo de que pueda 
atacarme, ¿debo disparar sobre él, aprovechando que nadie puede 
observarme, para evitar el riesgo de ser atacado? 
 ¿Debo decir la verdad siempre, o hay ocasiones en la que debo mentir? 
 Quien en una guerra de invasión sabe que su amigo Z está colaborando con el 
enemigo, ¿debe callar movido por su amistad, o debe denunciarlo como 
traidor? 
 ¿Podemos considerar que es bueno el hombre que se muestra caritativo con 
el mendigo que toca a su puerta, y que durante el día -como patrón- explota 
implacablemente a los obreros y empleados de su empresa? 
 Si un individuo trata de hacer el bien, y las consecuencias de sus actos son 
negativas para aquellos a quienes se proponía favorecer, ya que le causa más 
daño que beneficio, ¿debemos considerar que ha obrado correctamente, 
desde un punto de vista moral, cualesquiera que hayan sido los resultados de 
su acción? 
En todos estos casos se tratan de problemas prácticos, es decir, problemas que 
se plantean un las relaciones efectivas, reales de unos individuos con otros, o al juzgar 
ciertas decisiones y acciones de ellos. Se trata, a su vez, de problemas cuya solución no 
solo afecta al sujeto que se los plantea, sino también a otras personas que sufrirán las 
consecuencias de sus decisiones y de su acción. Las consecuencias pueden afectar a un 
solo individuo (debo decir la verdad o debo mentir a X); en otras ocasiones se trata de 
acciones que afectan a varios de ellos o a grupos sociales (¿debieron cumplir los soldados 
nazis las órdenes de exterminio de sus superiores?). Finalmente, las consecuencias 
pueden afectar a una comunidad entera como la nación (¿debo guardar silencio, en nombre 
de la amistad, ante los pasos de un traidor?). 
En situaciones como las que, por vías de ejemplos, acabamos de enumerar, los 
individuos se enfrentan a la necesidad de ajusta su conducta a normas que se tienen por 
más adecuadas o dignas de ser cumplidas. Esas normas son aceptadas íntimamente y 
reconocidas como obligatorias; de acuerdo con ellas, los individuos comprenden que tienen 
el deber de actuar en una u otra dirección -esa es la situación problemática propia del dilema 
moral-. En estos casos decimos que el hombre se comporta moralmente, y en ese 
comportamiento suyo se pone de manifiesto una serie de rasgos característicos que lo 
distinguen de otras formas de conducta humana. Acerca de este comportamiento, que es 
el fruto de una decisión reflexiva, y por tanto no puramente espontanea o natural, los demás 
juzgan conforme también a normas establecidas, y formulan juicios como éstos: “X hizo 
bien al mentir en aquellas circunstancias”; “Z debió denunciar a su amigo como traidor”, etc. 
Así, pues, tenemos por un lado actos o modos de comportarse los hombres ante 
ciertos problemas que llamamos morales, y, por el otro, juicios con los que dichos actos son 
aprobados o desaprobados moralmente. Pero, a su vez, tanto los actos como los juicios 
morales presuponen ciertas normas que señalan lo que se debe hacer. Así, por ejemplo, el 
juicio “Z debió denunciar a su amigo traidor”, presupone la norma “pon los intereses de la 
patria por encima de la amistad”. 
Nos encontramos, pues, en la vida real con problemas prácticos del tipo de los 
enumerados a los que nadie puede sustraerse. Y, para resolverlos, los individuos recurren 
a normas, realizan determinados actos, formulan juicios, y en ocasiones, emplean 
determinados argumentos o razones para justificar la decisión adoptada, o el paso dado. 
Todo esto forma parte de un tipo de conducta efectiva, tanto de los individuos como de los 
grupos sociales, y tanto de hoy como de ayer. En efecto, el comportamiento humano 
práctico moral, aunque sujeto al cambio de un tiempo a otro y de una sociedad a otra, se 
remonta a los orígenes mismos del hombre como ser social. A este comportamiento 
práctico-moral que se da ya en las formas más primitivas de comunidad, sucede 
posteriormente -centurias o milenios posteriores- la reflexión sobre él. Los hombres no sólo 
actúan moralmente -es decir: se enfrentan a situaciones problemáticas o dilemas morales 
en sus relaciones mutuas, toman decisiones y realizan ciertos actos para resol-verlos, y a 
la vez, juzgan o valoran de un modo u otro esas decisiones y esos actos-, sino que también 
reflexionan sobre ese comportamiento práctico, y lo hacen objeto de su reflexión o de su 
pensamiento, se pasa así del plano de la práctica-moral al de la teoría-moral; o también de 
la moral efectiva y vivida, a la moral reflexiva o teorética. Cuando se da este paso, que 
coincide con los albores del pensamiento filosófico, estamos ya propiamente en la esfera 
de los problemas teóricos-morales o Éticos. 
A diferencia de los problemas prácticos-morales, los Éticos se caracterizan por su 
generalidad. Si al individuo concreto se le plantea en la vida real una situación dada, el 
problema de cómo actuar de manera que su acción pueda ser buena, o sea valiosa 
moralmente, tendrá que resolverlo por sí misma con ayuda de una norma que él reconoce 
y acepta íntimamente. Será inútil que recurra a la Ética con la esperanza de encontrar en 
ella lo que debe hacer en cada situación concreta. La Ética podrá decirle, en general, lo que 
es una conducta sujeta a normas, o en qué consiste aquello -lo bueno- que persigue la 
conducta moral, dentro de la cual entra la de un individuo concreto, o la de todos. El 
problema de qué hacer en cada caso concreto es un problema práctico-moral, no teórico-
ético. En cambio, definir qué es lo bueno no es un problema moral que corresponda resolver 
a un individuo con respecto a cada caso particular, sino un problema general de carácter 
teórico que toca resolver al investigador de la moral, es decir al filósofo o Ético. Así, por 
ejemplo, Aristóteles se plantea, en la antigüedad, el problema teórico de definir lo bueno; 
su tarea es investigar el contenido de lo bueno, y no determinar lo que el individuo debe 
hacer en cada caso concreto para que su acto pueda considerarse bueno. Cierto es que 
esta investigación teórica no deja de tener ciertas consecuencias prácticas, pues, al 
definirse que es lo bueno se está señalando un camino general, en el marco del cual, los 
hombres pueden orientar su conducta en diversas situaciones particulares. En este sentido, 
la teoría puede influir en el comportamiento moral-práctico. Pero, ello no obstante, el 
problema práctico que el individuo tiene que resolver en su vida cotidiana, y el teórico queel investigador ha de resolver sobre la base del material que le brinde la conducta moral 
efectiva de los hombres, no pueden identificarse. Muchas teorías éticas han girado en torno 
a la definición de lo bueno, pensando que si sabemos determinar lo que es, podremos saber 
entonces lo que debo hacer o no. Las respuestas acerca de ¡qué sea lo bueno! varían, por 
supuesto, de una teoría a otra: 
 para unos, lo bueno es la felicidad -Aristóteles-; 
 para otros, lo bueno es deber -Kant-; 
 para otros, lo bueno es lo útil -Mill-. 
 para otros, lo bueno es el poder -Zade-; 
 para otros, lo bueno es la autoproducción -Locke-; 
 para otros, lo bueno es la libertad -Sartre-; 
 para otros, lo bueno es la voluntad de poder -Nietzsche-; 
 Etc. 
Pero junto a este problema central, se plantean también otros problemas éticos 
fundamentales, como son los de definir la esencia o rasgos esenciales del comportamiento 
moral, a diferencia y en relación con otras conductas humanas, como la religión, la política, 
el derecho, la actividad científica y el arte, etc. El problema de la esencia del acto moral 
remite a otros problemas importantísimos: el de la responsabilidad. Solo cabe hablar de 
comportamiento moral, cuando el sujeto que así se comporta es responsable de sus actos; 
pero esto a su vez entraña el supuesto de que ha podido hacer lo que quería hacer, es 
decir: de que ha podido elegir entre dos o más alternativas, y actuar de acuerdo con la 
decisión tomada; esto es: la libertad. El problema de la libertad de la voluntad, es por ello 
inseparable del de la responsabilidad. Decir y obrar en una situación concreta es un 
problema práctico moral; pero investigar el modo como se relacionan la responsabilidad 
moral con la libertad y con el determinismo al que se hallan sujeto nuestros actos, es un 
problema teórico-ético, cuyo estudio corresponde a la Ética. Problemas Éticos son también 
el de la obligatoriedad moral, es decir, el de la naturaleza y fundamento de la conducta 
moral -por cuanto conducta debida a regla-, así como el de la realización moral, no solo 
como empresa individual, sino también, como empresa colectiva. 
Los problemas teóricos y los prácticos, en el terreno moral de las relaciones 
sociales se diferencian, pero no se hallan separados por una muralla insalvable. Las 
soluciones que se dan en a los primeros no dejan de influir en el planteamiento y solución 
de los segundos, es decir, en la práctica moral misma; a su vez, los problemas que plantea 
la moral efectiva-vivida, así como sus soluciones, constituyen la materia de reflexión, el 
hecho al que tiene que volver constantemente la teoría Ética, para que sea no una 
especulación estéril, sino la teoría de un modo efectivo, real, de comportarse el hombre. 
Llegados a éste punto, se antepone como necesario retomar una definición 
científica, si se quiere, de la Ética a partir de su campo de acción propia, y no ya, de sus 
bases etimológicas. 
La Ética puede contribuir a fundamentar o justificar cierta forma de comporta-
miento moral. Así por ejemplo, si la Ética revela la existencia de una relación entre el 
comportamiento moral y las necesidades e intereses sociales, la Ética nos ayudará a poner 
en su verdadero lugar a la moral efectiva, real de un grupo social que pretende que sus 
principios y normas tengan una validez universal, al margen, al margen de intereses y 
necesidades concretas. Si, por otro lado, la ética al tratar de definir lo bueno rechaza su 
reducción a lo que satisface mi interés personal, propio, es evidente que influirá en la 
práctica moral al rechazar una conducta egoísta como moralmente valiosa. Pr su carácter 
práctico, por cuanto disciplina teórica, se ha tratado de ver en la Ética, una disciplina 
normativa, cuya tara fundamental sería señalar la conducta mejor en el sentido moral, pero 
esta caracterización de la moral puede conducir a olvidar su carácter propiamente teórico. 
Ciertamente muchas Éticas tradicionales parten de la idea de que la misión del teórico en 
ese campo es: decir a los hombres lo que deben hacer, dictándoles las normas o principios 
a que ha de ajustarse su conducta. El ético se convierte así, en una especie de legislador 
del comportamiento moral de los individuos o de la comunidad (Ética normativa). Pero la 
terea fundamental de la Ética es la de toda teoría: explicar, esclarecer, o investigar una 
realidad dada produciendo los conceptos correspondientes (Ética conceptual). La Ética es 
teoría, investigación o explicación de un tipo de experiencia humana, o forma de 
comportamiento de los hombres: el de la moral, pero considerado en su totalidad, diversidad 
y variedad (Ética descriptiva-empírica). Lo que en ella se diga acerca de la naturaleza o 
fundamento de las normas morales ha de ser válido para la moral de la sociedad griega, o 
para la moral que se da efectivamente en las comunidades humanas actuales. Sin 
embargo, la ética no se reduce ni a la mera descripción de las relaciones sociales, ni al 
normativismo. A la Ética, además, no le corresponde emitir juicios de valor a cerca de las 
prácticas morales de otras sociedades, o de otras épocas, en nombre de una moral absoluta 
y universal, pero sí tiene que explicar las ‘razones de ser’ de esa diversidad y de los cambios 
de moral; es decir, ha de esclarecer el hecho de que los hombres hayan recurrido a 
prácticas morales diferentes e incluso opuestas. 
La ética parte del hecho de la existencia de la historia de la moral; es decir, arranca 
de la diversidad de morales en el tiempo, con sus correspondientes valores, principios y 
normas. No se identifica, como teoría, de los principios y normas de ninguna moral en 
particular, ni tampoco puede situarse en una actitud indiferente ante ellas. Tiene que buscar, 
junto con la explicación de sus diferencias, el principio que permita comprenderlas en su 
movimiento y desarrollo. 
Para ir concluyendo: la Ética no crea a la moral. Aunque es cierto que toda moral 
efectiva supone ciertos principios, normas o reglas de conducta, no es la Ética la que, en 
una comunidad dada, establece esos principios o normas. La Ética se encuentra con una 
experiencia histórico-social en el terreno de la moral, o sea, con una serie de morales 
efectivas, ya dadas, y partiendo de ellas trata de establecer la esencia de la moral, su 
origen, las condiciones objetivas y subjetivas del acto moral, las fuentes de la valoración 
moral, la naturaleza y función de los juicios morales, los criterios de justificación de dichos 
juicios, y el principio de justificación que rige el cambio y sucesión de diferentes sistemas 
morales. Le Ética es ciencia del comportamiento moral de los hombres en sociedad. No hay 
que confundir la teoría con su objeto, es decir, el mundo de las relaciones morales, los actos 
que son conscientes y voluntarios de los individuos que afectan a otros, a determinados 
grupos sociales, o a la sociedad en su conjunto; y, por ello, el acto moral supone una 
participación libre del sujeto en su realización que si bien es incompatible con la imposición 
forzosa de las normas, no lo es con la necesidad histórico-social que lo condiciona. Por ello, 
la moral es una forma de comportamiento humano que comprende tanto un aspecto 
normativo (reglas de acción) como fácticos (actos que se ajustan a un sentido u otro a 
dichas reglas). La moral es un hecho social; solo se da en las sociedades humanas, 
respondiendo a necesidades sociales y cumpliendo una función social. Aunque la moral 
tiene un carácter social, el individuo desempeña en ella un papel crucial, ya que exige la 
interiorización de las normas y deberes en cada hombre singular, su adhesión íntima o 
reconocimiento interior de las normas establecidas y sancionadas por la comunidad, y por 
ello, el acto moral cobra sentido solo en un contexto normativo social dado. 
 
4- Moral y otras formas de conductas humanas 
A- Diversidad delcomportamiento humano 
A diferencia del animal, el hombre se encuentra en una diversidad de relaciones 
con el mundo exterior: lo conoce, lo transforma, lo contemplan estéticamente, etc. Su 
comportamiento variado responde a la variedad y diversidad de sus necesidades humanas. 
El animal agota sus relaciones con el mundo exterior en un repertorio único e inmutable; el 
hombre, en cambio, aunque en las fases más inferiores de su desarrollo social parte de una 
relación pobre e indiferenciada, en la que se confunde trabajo, arte, conocimiento y religión, 
va enriqueciendo su conducta con diferentes modos de comporta-miento práctico-utilitario, 
gracias al cual el hombre transforma prácticamente la naturaleza con su trabajo para 
producir objetos útiles. Puede distinguirse, asimismo, una relación teórico-cognoscitiva que 
responde -desde sus orígenes- a las exigencias de esas transformaciones prácticas-
utilitarias, y gracias a la cual, el hombre capta y aprehende lo que las cosas son. Tenemos 
también un comportamiento estético cuando el hombre se expresa, exterioriza su yo o se 
reconoce a sí mismo: ya sea en la naturaleza externa, ya sea en las obras de arte. Cabe 
destacar, además, un comportamiento religioso en el que el hombre se relaciona con el 
mundo por su religación con un ser trascendente ‘Dios’. 
Esta diversidad de relaciones del hombre con el mundo entraña, a su vez, una 
diversidad de relaciones de los hombres entre sí: económicas, políticas, jurídicas, morales, 
etc. De ahí que se puede afirmar que existen diversos tipos de comportamiento humano 
que se pone de manifiesto en la economía, la política, el derecho y la moral. Todas estas 
formas de comportamiento se hallan vinculadas entre sí, pero las formas concretas que 
asume su vinculación -entre el arte y la religión, entre la moral y la economía, o entre la 
política y el derecho, por ejemplo- depende de las condiciones históricas concretas. Estas 
condiciones determinan cual es el tipo de conducta humana dominante en tal o cual 
sociedad o en una época dada. Puede pensarse por ejemplo en la antigüedad clásica en 
donde la moral se encontraba con la política en una relación más estrecha en Atenas que 
en otros tiempos y en otras sociedades; o la política con la religión como sucedía en las 
sociedades medievales. 
 
B- Moral y Religión 
Desde el punto de vista de las relaciones entre el hombre y la divinidad, la religión 
se caracteriza: 
a) Por el sentimiento de dependencia del hombre respecto de Dios; 
b) Por la garantía de salvación de los males terrenos que la religión ofrece al 
hombre en otro mundo. 
Esta caracterización aplicada a la religión cristiana significa dos cosas: 
1)- la afirmación de Dios como verdadero sujeto, y la consiguiente negación de la 
autonomía del hombre; 
2)- la trasposición de la verdadera liberación del hombre a un mundo trascendente 
que sólo puede alcanzarse después de la muerte. 
Si la religión ofrece en un más allá la salvación de los males de este mundo, ello 
significa, por un lado, que reconoce la existencia real de esos males, es decir, “la expresión 
de la miseria real”. Pero, por otro lado, al prometer dicho desenvolvimiento en otra vida, ello 
significa que, la religión no se conforma con los males de este mundo sino que ofrece una 
solución a ellos en un mundo supra-terreno. Según esta segunda reflexión, cabe afirmar 
que: la religión es la protesta contra esa “miseria real”. 
Si se entiende a la religión como una protesta al mundo real, ello revela la posición 
de la Iglesia Católica como instrumento de conformismo, resignación y conservadurismo; 
es decir: de renuncia a la lucha contra la transformación efectiva del mundo. Y tal es la 
función que históricamente ha cumplido la religión durante siglos al ponerse como ideología 
de las clases dominantes. Aunque no fue así en sus orígenes cuando surgió como religión 
de los oprimidos en Roma -o el pueblo hebreo-. Es menester reconocer que en nuestros 
días, esa visión legitimadora del mundo dominado por las elites económicas y de renuncia 
a la transformación social proporcionada por la Iglesia Católica, ha girado en torno a la 
solidarización con las fuerzas que luchan por la transformación efectiva del mundo humano 
real -cabe agregar que algunas posiciones de la Iglesia Católica como la de la Teología de 
la Liberación profesan la revolución armada en pos de la igualdad, la libertad y la 
hermandad de los pueblos latinoamericanos contra la hegemonía del capitalismo 
norteamericano2-. Estas consideraciones previas a la reflexión en torno a la relación Moral-
Religión deben ser tenidas en cuenta, puesto que, sólo a partir de ellas podemos ver que 
la relación entre moral y religión gira en referencia a dos tesis: 
1°)- La religión entraña cierta forma de regulación de las relaciones entre los 
hombres, es decir: cierta moral. En el Cristianismo los diez mandamientos de Dios son 
preceptos o imperativos morales; 
2°)- La religión se presenta como una garantía del fundamento absoluto (Dios) de 
los valores morales, así como su realización en el mundo, esto quiere decir prácticamente 
que: sin religión no hay moral. 
 
2 Sobre “Teología de la Liberación” existe una vasta bibliografía. Se sugiere la lectura de Pedro Trigo 
“¿Ha muerto la teología de la liberación?”. 
La primera tesis -la religión entraña cierta moral-, puede decirse, se halla 
confirmada por lo menos históricamente. Una moral de inspiración religiosa ha existido y 
sigue existiendo, aunque de acuerdo con las formas efectivas que la religión ha adoptado. 
La segunda tesis -Dios como garante de la Moral-, puede decirse que, la falta de 
este fundamento o garantía acarrearía la imposibilidad de la moral. En ese sentido podría 
citarse la declaración de Dostoiewsqui que expresa esta posición: “Si Dios no existiera, todo 
estaría permitido”; no habría, pues, una moral autónoma que tuviera su fundamento en el 
hombre. 
Ahora bien, como demuestra la historia de la humanidad, la moral no sólo no tiene 
su origen en la religión, sino que es anterior a ésta. Durante miles de milenios el hombre 
primitivo vivió sin religión, pero no sin ciertas normas consuetudinarias, tenían ya un 
carácter moral. La religión no crea la moral ni es condición indispensable de ella. Pero 
evidentemente existe una moral de inspiración religiosa que cumple también la función de 
regular las relaciones entre los hombres en consonancia con la función de la propia religión. 
Así, los principios básicos de esta moral (amor al prójimo, respeto a las personas -en el 
reconocimiento de las mismas como fin y no como medio o instrumento-, igualdad espiritual 
de todos los hombres) han constituido, en una etapa histórica -particularmente en la época 
de la esclavitud y en la edad servil feudal-, un alivio y una esperanza para todos los 
oprimidos y explotados a los que se le negaba aquí en la tierra amor, respeto, igualdad y 
reconocimiento. Pero, a la vez, las virtudes de esa moral (resignación, humildad y pasividad, 
etc.), al no contribuir a la solución inmediata y terrena de los males sociales, han servido 
para mantener el status quo propuesto por y para las clases dominantes. En los últimos 
tiempos, el cristianismo comenzó a orientarse más hacia este mundo y hacia el hombre -
participando incluso con los no creyentes- en la transformación social imprimiendo un nuevo 
sello a la moral de inspiración religiosa. Esta nueva visión de la religión católica permite que 
las viejas virtudes de la resignación y el conformismo cedan el paso a otras vinculadas al 
esfuerzo colectivo por la emancipación efectiva en este mundo real. Por último, la moral 
cristina así renovada coexiste con la moral de otros hombres que se guían por principios y 
valores exclusivamente humanistas de orientación en valores del esfuerzo, la solidaridad y 
sacrificio independientesde un estímulo religioso. 
 
C- Moral y Política 
Mientras que la moral regula las relaciones mutuas entre individuos, entre estos y 
la comunidad; la política comprende las relaciones entre grupos humanos (clases, pueblos 
o naciones). En la política se expresa abiertamente la actitud de los grupos sociales con 
respecto a la conquista del poder estatal, o el mantenimiento ejercicio de este. La política 
abarca, pues, tanto la actividad de los grupos sociales que tiende: 
- a mantener el orden social existente, 
- a reformarlo, 
- a transformarlo radicalmente. 
La actividad política implica, asimismo, la participación como forma de actividad 
práctica, consciente y organizada de amplios sectores de la sociedad. 
Los sujetos de acción política son individuos concretos, que, como miembros de 
un grupo determinado (clase, partido o nación), actúan políticamente en defensa de los 
intereses que representan. En la política el individuo encarna una función colectiva y su 
actuación responde a un interés común. En la moral, en cambio, aunque lo colectivo está 
siempre presente -puesto que el individuo nunca deja de ser un ser social- el ingrediente 
íntimo y personal desempeña un papel importante, pues, sus decisiones morales son 
siempre subjetivas; es siempre, en última instancia, el propio individuo quien tiene que decir 
libre y conscientemente si decide cumplir las normas morales o no, y asumir la 
correspondiente responsabilidad por la decisión tomada. La actividad política desborda este 
plano individual, las decisiones que toman los sujetos políticos responden al bien general 
de la comunidad o el Estado y cobran sentido sólo a partir de él. 
Moral y Política se distinguen, son formas de comportamiento que no pueden 
identificarse. Ni la política puede absorber a la moral, ni esta puede reducir a la política. La 
moral tiene un ámbito específico que no se reduce a lo político; por ejemplo: culpar a un 
inocente es no solo injusto, sino moralmente reprochable, aunque un Estado lo haga por 
razones políticas. De la misma manera, la agresión a un país pequeño y soberano es un 
acto inmoral, aunque el agresor trate de justificarlo políticamente -por los intereses de su 
seguridad nacional (muchas de las guerras contemporáneas que se llevaron a cabo, se 
justificaron con este argumento)-. Pero a su vez, la política también tiene su ámbito propio 
de acción que impide ser subsumida por la moral. De ahí que la necesidad de que ambas 
formas de comportamiento, mantengan una relación mutua, pero conservando propiamente 
sus características específicas, es decir: sin que una absorba a la otra. Al respecto, se 
analizará dos posiciones extremas launa de la otra: 
 Moralismo abstracto: Esta posición juzga los actos políticos con un criterio 
moralizante. Solo aprueba los aquellos actos que puedan ser alcanzado por 
medios ‘puros’, que no intranquilizan a la conciencia moral, o satisfacen 
plenamente las buenas intenciones. Una expresión histórica-concreta de esta 
actitud política moralizante fue la de los socialistas utópicos del siglo XIX que 
pretendían transformar el orden social apelando a la conciencia moral o a los 
corazones de los empresarios para alcanzar así un orden social y económico 
que tuviera por base una justa distribución de la riqueza. Expresión de esta 
actitud es también la que juzga la labor de los representantes en el poder sólo 
por sus virtudes o vicios personales, y pone las esperanzas de transformación 
política en la moralización de los individuos. 
Este moralismo abstracto conduce a una reducción de la política a la moral; y, 
esto lleva a su vez, a pagar por su actitud de puritanismo a la impotencia de la 
política efectiva o la renuncia a la acción práctica. 
 Realismo político: La tendencia legítima a hacer de la política una esfera 
autónoma, y a no limitarse a los buenos deseos o intenciones del político, 
culmina en la llamada política realista en la búsqueda de ciertos efectos a 
cualquier precio, cualesquiera sean los medios a los que se haya que recurrir, 
con la consiguiente exclusión de la moral. Esta separación de la moral y la 
política, conduce en el terreno de las relaciones internacionales, al predominio 
del egoísmo nacional sobre cualquier otro móvil, y a la justificación de cualquier 
medio para satisfacerlo: la agresión, el engaño, la presión en todas las formas, 
la violación de los compromisos contraídos, etc. El realismo político aspira así 
a sustraer los actos políticos, en nombre de la legitimidad de los fines, a toda 
valoración moral. Solo en estos términos, por ejemplo, puede comprenderse 
políticamente la negativa inglesa por la soberanía de las Islas Malvinas 
Ambos modos de comprender la relación entre moral y política responden a una 
disociación de la vida privada del de la vida pública, o también, en la disociación del 
individuo y ciudadano. El primero centrando su atención en la vida privada y consecuente-
mente en la mora (hoy en día se apela a la idea de alejarse del plano político para mantener 
limpias las manos y la consciencia); y el segundo, en la vida pública y por ende en la política 
dejando la moral en el santuario intimo de la consciencia; se olvida que la moral opera en 
la regulación de las relaciones sociales y cumple una función social y que, justamente por 
ello, no puede ser separada de la política. 
Justamente porque el hombre es un ser social, forzado a desenvolverse individual 
y socialmente, con interés personal y colectivo, no puede dejar de actuar a la vez moral y 
políticamente. El hombre no puede renunciar a la moral, ya que esta responde a una 
necesidad social; pero tampoco a la política, ya que responde también a una necesidad 
social. Por consiguiente: ni renuncia a la política en aras de la mora, ni tampoco a la moral 
en aras de la política. 
 
D- Moral y Derecho 
De todas las formas de comportamiento humano, el jurídico es el que se relaciona 
más estrechamente con la moral, pues, ambas se hallan sujetas a normas que regulan las 
relaciones humanas. Moral y Derecho comparten una serie de rasgos esenciales pero a la 
vez se diferencian entre sí por otros específicos propios de cada una. 
El derecho y la moral comparten el hecho de que ambas regulan las relaciones de 
unos hombres con otros mediante normas con el fin de asegurar cierta cohesión social; 
postulan por tanto, una conducta obligatoria o debida. Sus normas tienen el carácter de 
imperativos, es decir, exigen su cumplimiento efectivo. Tienen, la moral y el derecho, un 
carácter histórico, es decir, cambian con el devenir de las sociedades. 
Ahora bien, se diferencian en los siguientes aspectos: 
a)- Las normas morales se cumplen a través del convencimiento interno del sujeto 
y exige, por ello, la adhesión intima a dicha norma (el agente moral tiene que hacer suyas 
las normas que debe cumplir). Cabe hablar, en este sentido, de la interioridad de la vida 
moral. Las normas jurídicas, por el contrario, no exigen ese convencimiento, las debe 
cumplir si o si, aún más allá de que las considere o no justas. Cabe hablar, en este sentido, 
de la exterioridad del derecho. 
b)- La coercitividad se ejerce, en la moral y en el derecho, de distintas formas: es 
fundamentalmente interna en la primera y externa en la segunda. Nadie ni nada puede 
obligar a alguien a cumplir la norma moral; lo cual quiere decir, que el cumplimiento de las 
normas morales no se encuentra asegurado por ningún mecanismo de coerción que pueda 
doblegar la voluntad personal. El derecho, en cambio, exige dicho mecanismo de coerción, 
un aparato estatal capaz de imponer la observancia de la norma jurídica o de obligar al 
sujeto de comportarse de cierta forma aunque no esté convencido de ello, y si es necesario, 
doblegando su voluntad 
c)- Las normas de la moral no se hayan codificadas formal y oficialmente, en tanto 
que las segundas gozan de dicha expresión formal y oficialen forma de códigos, leyes, 
decretos, y diversos actos estatales. 
d)- La esfera de la moral es más amplia que la del derecho. La moral afecta a todas 
las relaciones humanas (las políticas, artísticas, económicas, etc., por ejemplo, pueden caer 
bajo el juicio moral). El derecho, en cambio, regula las relaciones entre los hombres que 
son más vitales; caen bajo su juicio, por cuanto que violan normas jurídicas, conductas tales 
como la criminalidad, el robo, la holgazanería, etc. Lo mismo cabe decir de ciertas formas 
de organización social como el matrimonio, la familia, y las relaciones correspondiente entre 
los cónyuges, padres e hijos, empresas, instituciones, etc. 
e)- La moral, en virtud de que cumple una función vital, se da históricamente desde 
que existe el hombre como ser social y, por tanto, con anterioridad a ciertas formas 
específicas de organización social y a la aparición del Estado. El derecho, en cambio, por 
estar vinculado necesariamente a un aparato coercitivo de naturaleza estatal, se halla 
ligado a la aparición del Estado. 
f)- Por la razón de que la moral no se halla ligada necesariamente al Estado, se 
explica de que en una misma sociedad pueda darse una moral que responda acríticamente 
al poder estatal vigente, y otra moral que entre en contradicción con Él. No ocurre lo mismo 
con el derecho, ya que al estar éste ligado necesariamente al Estado, solo existe un derecho 
o sistema jurídico único para toda la sociedad aunque no tenga el respaldo moral de todos 
los miembros de la sociedad. En el Estado existe un solo derecho y dos o más morales 
opuestas o contradictorias. 
 
E- Moral y Ciencia 
Abarcar el estudio de las relaciones entre moral y ciencia plantea, al menos, dos 
cuestiones: por un lado, se trata de determinar el carácter científico de la moral; y por otro 
lado, -que es del que corresponde reflexionar- con respecto al uso social de las ciencias, 
esto es: el papel moral del hombre de ciencia o de la actividad del científico. Esta última 
cuestión, se refiere a la responsabilidad moral del científico que asume: primero, en el 
ejercicio de su actividad; y segundo, por las consecuencias sociales de ella. 
En el primer caso, el científico ha de poner de manifiesto una serie de cualidades 
morales cuya posesión asegura una mejor realización del objetivo fundamental que preside 
su actividad, a saber: la búsqueda de la verdad. Entre estas cualidades morales propias de 
todo verdadero hombre de ciencia, figuran propiamente la honestidad intelectual, el 
desinterés personal, la decisión de la defensa de la verdad y en la crítica de la falsedad, 
etc. Pero, en nuestra época, que se caracteriza por la enorme elevación del papel de la 
ciencia en el progreso tecnológico, el contenido moral de la actividad científica se precisa y 
enriquece aún más. La ciencia se convierte cada vez más en una fuerza productiva y, a la 
vez, en una fuerza social. Pero el uso de la ciencia puede acarrear grandes bienes o 
terribles males a la humanidad. Aplicada con fines bélicos, puede convertirse en una 
enorme fuerza de destrucción o de exterminio en masa. No es casual, por ello, la atención 
que los departamentos militares de algunas potencias conceden a los estudios científicos, 
y que los países débiles sean objeto de un verdadero saqueo de sus mejores cerebros. En 
cuanto que la ciencia puede estar al servicio de los fines más nobles, o de los más 
perniciosos para el género humano, el científico no puede permanecer indiferente ante las 
consecuencias sociales de su labor, es decir: ante el uso que se haga de sus 
investigaciones y descubrimientos. Así lo han comprendido muchos de los grandes 
hombres de ciencia de nuestra época, encabezados por la mayoría de los Premios Nobel, 
al oponerse al empleo de las bombas atómicas y de hidrogeno, y al uso destructivo de 
muchos descubrimientos científicos. 
La ciencia, en este aspecto (por su uso, por sus consecuencias sociales) no puede 
separarse de la moral. Pero debe quedar claro que su calificación moral no puede recaer 
sobre el contenido interno o propio de ella, ya que la investigación científica en cuanto tal, 
es neutra moralmente. Las posiciones morales perturbarían la objetividad y validez de las 
proposiciones científicas. Pero si la ciencia en cuanto tal no puede ser calificada 
moralmente, puede serlo en cambio, la utilización que se haga de ella, los fines e intereses 
que sirve y las consecuencias sociales de su aplicación. El hombre de ciencia no puede 
permanecer indiferente al destino de la sociedad, y ha de asumir por ello una 
responsabilidad moral universal. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO N° 2: RAMAS DE LA ÉTICA 
 
1) Ética Descriptiva 
Se suele denominar Ética descriptiva, o 
Ética empírica, al estudio científico de las 
prácticas y convenciones morales vigentes 
en una comunidad. Este tipo de estudio es 
sumamente importante porque es el que nos 
ilustra acerca de qué estamos hablando 
cuando hablamos de la moral. Existen 
aportes muy importantes acerca del fenómeno empírico de la moralidad vista ella misma 
como un hecho concreto. Su axioma básico fue enunciado por Durkheim: “cada pueblo tiene 
una moral o una moralidad”. Creo que todos aceptamos este axioma intuitivamente. Parece 
difícil concebir un agrupamiento social que no tenga, como uno de sus elementos 
constitutivos, una moral o una moralidad, como quiera llamársele; o ¿es que acaso 
podríamos concebir un grupo social sin moral?, y en el caso de no ser posible ¿con qué 
criterios contamos para decidir cuándo existe en un grupo social una moralidad? Esta última 
pregunta, creo, es aún más interesante que la anterior. 
Imagínese que se descubre una tribu que no ha tenido contacto con otros grupos 
sociales. Alguien se pregunta si en esa tribu se da el fenómeno de la moralidad. Los nativos 
hablan un lenguaje que no entendemos. ¿Qué observaríamos en el comportamiento de 
esas personas para saber si tienen o no una moralidad? Es decir, ¿a qué criterios operativos 
recurriríamos? He aquí una lista posible (por cierto, bastante discutible) de tales criterios. 
Tenemos que fijarnos en las reacciones de ciertas personas ante las acciones de otras. No 
entendemos lo que se dicen entre sí pero pareciera válido preguntarnos si esas reacciones 
tienen que ver con prohibiciones, permisiones, obligaciones, y si hay en juego algo así como 
rasgos de carácter, motivaciones y sentimientos que las partes consideran valiosos, 
disvaliosos, adecuados, inadecuados, debidos, indebidos, elogiables, encomiables, etc. es 
posible hipotetizar, que al hacer ciertas cosas, los nativos se comportan de maneras que 
exhiben remordimiento, culpabilidad, orgullo, admiración, etc. Posiblemente, a medida que 
pasa el tiempo se pueda llegar a reconstruir ciertas pautas, patrones o principios acerca de 
lo permitido, de lo debido y lo prohibido. Hasta es posible que descubriéramos que los niños 
reciben instrucciones acerca de los comportamientos que se consideran aceptables y de 
los no aceptables. Es obvio que si se constatara todo esto, podríamos afirmar que la tribu 
tiene una moralidad. Lo interesante del ejercicio es que para llegar a esa conclusión hemos 
tenido que emplear, precisamente, los criterios implícitos que usamos a diario para 
distinguir el ámbito propio de la moral. 
 
2) Ética Normativa 
Se denomina ética normativa a aquella parte de la ética que muchos suelen 
confundir con el todo. Sin duda es el núcleo más importante de la ética, pero no es toda 
ella. La ética normativa no es sino un primer paso en el proceso de reflexión sobre las 
normas morales, que ha de continuar en un segundo momento de reflexión más elaborada 
y materializarse en normas concretas de aplicación. 
Es característico de la ética normativa tratar de fijar principios generales que 
justifican como morales y orientan en el camino comportamental del hombre, ciertaspautas 
de carácter universal. Muchos de los defensores del medio ambiente, de los derechos de 
las minorías, la paz, el desarme universal, el aborto, la eutanasia, etc., parecen no reparar 
en que la justificación de las causas que defienden se basa en principios muy generales y 
a veces muy abstractos, como ser: la libertad, el derecho a la no discriminación, etc., que 
necesitan ser muy analizados antes de materializarse en preceptos y normas concretos. 
Sin género de duda, la ética en general es una aventura inquietante y hermosa y, 
dentro de ella, la ética normativa, en su intento de descubrir el fundamento último de las 
normas y su justificación, constituye posiblemente el momento más apasionante de dicha 
aventura, en la que los hombres nos erigimos en autolegisladores y diseñadores de 
nuestras relaciones intersubjetivas. 
Existen dos sub-ramas bien diferenciadas en la ética normativa: 
 Ética teleológica (télos-logos) 
 Ética deontológica (déon-to on-logos) 
 
A)- Ética teleológica o de los fines 
Etimológicamente el vocablo proviene de la conjunción de dos términos griegos: 
telos y logos, que correspondientemente significan: fin y ciencia o razón, y conjuntamente 
equivaldría a: ‘ética como ciencia de los fines’. Parece indiscutible que en sus inicios 
(antigüedad clásica: Grecia sig. V. a.C.) la ética normativa fue claramente teleológica, es 
decir que estuvo supeditada a la maldad o bondad de las acciones (fin o telos) que 
perseguía. La determinación de ese telos o fin era el objetivo principal de ésta parte de la 
ética. 
Puede distinguirse dentro de esta sub-rama las: 
A)- 1: Ética teleológica eudaimonista: Etimológicamente este vocablo proviene del 
griego antiguo eudaimon que respectivamente significa en nuestro idioma: buen espíritu; y 
en cuanto ética de fines, ésta rama de la ética propone, como meta sagrada el bienestar 
intelectual, espiritual o psíquico del hombre. 
A)- 2: Ética teleológica hedonista: Del griego hedoné que significa placer, ésta 
rama de la ética considera como fin supremo la persecución de placeres puramente 
materiales, en contraposición a la ética teleológica eudaimonista que propone como meta 
suprema el bienestar espiritual. 
Dada la constitución del ser humano y las peculiares relaciones psicosomáticas, 
es fácil concluir que el placer puramente físico es escaso o nulo, y lo mismo ocurre en el 
puramente espiritual o psíquico. Ello podría encontrar respuesta en la Antropología 
filosófica (estudio del hombre) que reconoce al hombre como un ser compuesto dotado de 
razón y/o espíritu y cuerpo. 
Las éticas teleológicas comprenden además de la búsqueda de placeres 
materiales o intelectuales, la búsqueda de la belleza, la búsqueda del Bien, del auto 
despliegue, de la areté (excelencia o virtud) y la solidaridad. Todas ellas son éticas para las 
cuales los sistemas normativos han de ajustarse y ser coherentes con el fin o télos a 
perseguir; dándose siempre por supuesto que este fin a perseguir es bueno para el ser 
humano en particular y para la especie humana en general: bueno no solo en el sentido 
ético sino además en el pre-ético (o meramente prudencial), de producir a la larga individuos 
más libres y emancipados. 
 
B)- Ética Deontológica o de principios 
Mientras que en la ética teleológica el concepto estrella lo constituye “lo bueno”, 
en la ética deontológica lo constituye “el deber, lo correcto, lo exigible”. Ello es claramente 
entendible si analizamos la etimología de la palabra deontología. El concepto deriva de la 
conjunción de tres términos griego déon - to on - logos que significan: deber-ser-ciencia; lo 
que se entendería como: ‘ciencia del deber ser’. En otras palabras, lo que diferencia 
esencialmente a las teológicas de las deontológicas es que, mientras que las primeras 
exigen un fin más o menos natural a perseguir por la raza humana: “la felicidad”, en las 
segundas lo que importa es “obrar conforme a deberes” exigidos por la existencia de 
principios y dictados por la razón materializados como deberes y derechos o principios 
producidos mediante consensos o contratos por los seres humanos. 
En este tipo de éticas no importan los resultados o consecuencias que se derivan 
de dichos principios, sino la correcta fundamentación de los principios y derechos; este tipo 
de éticas ponen el acento en la fundamentación adecuada de los principios más que en la 
adecuabilidad de sus contenidos y sus consecuencias ya maléficas o ya benéficas para la 
especie humana. 
3) Ética conceptual 
Se dice, creo que correctamente, que es difícil hacer una ética normativa si no se 
ha logrado pulir correctamente el contenido de los conceptos básicos en juego. Para discutir 
provechosamente acerca del ‘bien intrínseco’, por ejemplo, tenemos que tener en claro qué 
quiere decir ‘bien intrínseco’. Para discurrir acerca de lo debido tenemos que saber qué es 
deber o qué significa ‘deber’. Un planteo similar puede hacerse respecto de la virtud, de la 
bondad, de la libertad, de la responsabilidad o de cualquiera de los conceptos que se 
manejan en la ética normativa. De esta manera, a la ética conceptual le corresponde la 
tarea de la clarificación conceptual de los términos que se emplean en la ética normativa. 
 
4) Ética Aplicada 
Como ya se ha señalado reiteradamente, la ética parte de la realidad social 
existente, de los individuos que la integran, de los valores a los que se adhieren, de las 
normas que regulan su vida. Tras un proceso de reflexión filosófica que se traduce un 
una ética normativa, se plantean unas normas concretas aplicables a nuestro vivir de 
todos los días. Decididamente nada es ajeno a la ética. Somos animales morales, 
condenados a elegir o, al menos a tomar algunas decisiones. Desde la forma en la que 
invertimos nuestro dinero (ayudando a otros, explotándolos, etc.) hasta la forma en cómo 
educamos a nuestros hijos, como nos comportamos con nuestros mayores, como 
reaccionamos ante la enfermedad propia y ajena, nuestro supuesto respeto a la 
reproducción, nuestro comporta-miento con nuestra pareja, el partido al que apoyamos 
cum nuestro voto, los movimientos cívicos en los que participamos, la convivencia con 
nuestros vecinos, colegas, amigos, compañeros de estudios y de trabajo, etc., nuestro 
trato con los animales domésticos o no domésticos, la forma de invertir nuestro tiempo, 
las metas que os proponemos en la vida y, especialmente, el modo en que decidimos 
moldear nuestra personalidad, la forma en la que decidimos “hacernos”, la manera en la 
que queremos contribuir con la “hechura” del mundo, la forma activa o pasiva en que 
asistimos al desarrollo de la historia de la humanidad, en los cambios hacia delante y 
hacia atrás en cuestiones de libertades, derechos, igualdad de posibilidades de 
participación en la vida profesional y pública, con independencia de sexo, raza, etnia, 
religión y un larguísimo etcétera, todo ello constituye nuestra vida ética, y todo ello se 
recoge de un modo u otros en normas concretas de la que se ocupa la rama más vasta 
y de singular importancia de la ética, que denominamos ética aplicada o ética práctica. 
Es habitual incluir en la ética aplicada o práctica, los temas de mayor actualidad 
e interés práctico en un momento o sociedad dados. Así, hoy en día son temas de 
especial atención los relativos a: 
 La ética médica en lo relativo al Aborto y a Eutanasia; 
 Los derechos de los animales; 
 La ética del medio ambiente; 
 La ética de los negocios ética comercial; 
 La violencia (en su sentido más amplio). 
 
5) La Casuística 
Se da en llamar ‘casuística’ al intento de dar una solución a un problema especifico 
de una cierta persona específica, apelando a principios, generalmente elaborados en el 
campo de la ética normativa y tomando en cuenta las circunstancias fácticas relevantes. 
Normalmente, la práctica de la casuística se atribuye a los concejeros morales(principalmente religiosos) que actúan en el grupo social. Pero de hecho es practicada por 
cualquiera de sus miembros cuando enfrenta un problema moral con un grado adecuado 
de conocimiento normativo. 
La casuística no es la ética aplicada. En la casuística lo que interesa es el problema 
que surge en un caso particular, especifico y determinado. En la ética aplicada lo que 
importa son los problemas morales que surgen en la sociedad en torno a ciertas prácticas 
o situaciones generales. El caso, por ejemplo, de Juanita, la muchacha soltera que ha 
quedado embarazada y pide concejo porque no sabe si abortar o no, es propio de la 
casuística. El tema del aborto como problema dentro de una sociedad y su justificación o 
repudio morales, es propio de la ética aplicada. 
 
Observaciones: En la actualidad hay éticos contemporáneos que sostienen que la 
verdadera finalidad de la ética es brindar consejos y guías a las personas que tienen 
problemas morales.

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