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MANUAL ALUMNO UNIDAD 2 SEMANA 3 (1B) - Lucio Quiñonez Colman

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Prof Rosana navarro 
Jtp: Andrea guardia 
 
 
 
 
 
 
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RECORDAMOS LOS ACONTECIMIENTOS MÁS IMPORTANTES 
Unitarios y federales 
El 6 de febrero de 1826, el Congreso dictó la Ley de Presidencia, que creaba un ejecutivo 
permanente. Bernardino Rivadavia, recién desembarcado de su viaje a Europa, fue 
nombrado presidente. A esa altura de los acontecimientos, las tensiones en el interior del 
Congreso eran evidentes. El vocero de la oposición al grupo rivadaviano en el debate de la 
Ley de Presidencia fue Moreno, quien esgrimió que ésta violaba la Ley Fundamental por la 
cual se habían limitado las atribuciones del Congreso. La presidencia nacía como una 
magistratura destinada a perdurar en el futuro ordenamiento constitucional, tergiversando 
de esta manera el propósito original de consenso. 
Rivadavia debió asumir su cargo en un clima cargado de tensiones internas y conflicto 
externo. Brasil había declarado la guerra en diciembre de 1825, cuando el Congreso 
aceptó a incorporación de la provincia oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata. 
Por otro lado, la Asamblea replicaba las divisiones de antaño al constituirse ahora dos 
partidos con nombre propio: quienes pretendían instaurar una forma de gobierno de unidad 
y centralizada pasaron a ser denominados “unitarios”, y quienes buscaban organizar una 
forma de gobierno que respetara las soberanías de las provincias continuaban bajo el 
nombre de “federales”. Cabe destacar que, a diferencia de la década precedente, el 
modelo de referencia de estos últimos era más claramente el de Estados Unidos y que las 
autonomías eran reclamadas ya no para las ciudades, sino para nuevos sujetos políticos, 
constituidos en provincias. 
 Las tensiones latentes terminaron de dividir las opiniones cuando Rivadavia, tres días 
después de asumir, presentó al Congreso el proyecto de Ley de Capitalización. En él se 
declaraba a Buenos Aires capital del poder nacional, a la que se subordinaba un territorio 
federal que iba desde el Puerto de Las Conchas (Tigre) hasta el Puente de Márquez y 
desde allí, en línea paralela al Río de la Plata, hasta Ensenada. 
La provincia de Buenos Aires, separada del distrito federa!, se reorganizaba en dos 
nuevos distritos: la provincia del Salado, con capital en Chascomús, y la del Paraná, con 
capital en San Nicolás. Los impulsores del proyecto debieron enfrentar la oposición del 
sector federal, cuyo vocero fue Moreno, y la de diputados de distintas provincias, como 
Gorriti y Funes, e incluso la del propio Juan José Paso, representante por Buenos Aires, 
que advertía los efectos perniciosos de privar a la estructura económica provincial de su 
tradicional unidad entre ciudad y campaña. 
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La promulgación de la Ley de Capital en marzo de 1826 terminó aislando al grupo 
unitario rivadaviano de sus antiguos apoyos. Por un lado, al suprimirse las instituciones de 
la provincia creadas en 1821, y quedar disuelta la Sala de Representantes de Buenos 
Aires y cesante el Ejecutivo provincial ejercido por Las Heras, creció la irritación de muchos 
de los miembros de la elite política porteña. Mucho más alarmante para los intereses 
económicos locales fue que la provincia perdiera, con la federalización del territorio 
asignado a la capital, la principal franja para el comercio ultramarino y, con ella, la fuente 
más importante de recursos fiscales, la Aduana, ahora en manos del gobierno nacional. 
 Así, pues, a la oposición federal se le unieron los sectores económicamente dominantes 
de la provincia. Los Anchorena, los Terrero, los Rosas, dueños de grandes estancias en la 
campaña bonaerense, se encargaron de levantar petitorios en la campaña para evitar la 
sanción de la Ley de Capitalización, que reduciría la posibilidad de expandir sus negocios, 
en la medida en que los intereses del campo se hallaban articulados con los del comercio 
urbano.Por eso, entendían indispensable sostener la unidad entre ciudad y campaña, y de 
este modo defender el proceso de ocupación y expansión territorial iniciado entonces de 
manera que, con la Ley de Capitalización, el grupo unitario que aún dominaba el Congreso 
se lanzó a concretar su aventura nacionalizadora, haciendo caso omiso de la creciente 
oposición de la Asamblea. Su próxima tarea era dictar una constitución. 
La Constitución de 1826 
En septiembre de 1826, la Comisión de Negocios Constitucionales dio a conocer un 
proyecto. Aunque sus miembros afirmaron haber tomado como base la Constitución de 
1819, su centralismo había sido relativamente atenuado con la creación, en las provincias, 
de consejos de administración electivos con derecho a proponer ternas de candidatos para 
la designación de los gobernadores por parte de las autoridades nacionales. De cualquier 
manera, los diputados federales argumentaron que la carta orgánica propuesta avasallaba 
los derechos soberanos de las provincias, recordando las nefastas experiencias vividas en 
el Río de la Plata luego de los fallidos intentos de imponer regímenes centralizado- res. 
Criticaron, además, la restricción del régimen representativo, al excluir del derecho de voto 
a criados, peones, jornaleros, soldados de línea y los considerados “notoriamente vagos”. 
Luego de acalorados debates, la votación fue concluyente: cuarenta y tres diputados se 
expidieron a favor del proyecto, frente a once que se opusieron. 
La Constitución fue sancionada el 24 de diciembre de 1826; en ella se advertía, entre 
muchas otras variaciones, un doble desplazamiento respecto de la aprobada en 1819. Por 
un lado, había un cambio de nominación importante, con el reemplazo del nombre de 
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Provincias Unidas de Sudamérica por el de República Argentina. Por el otro, frente al 
silencio respecto de la definición sobre la forma de gobierno en la carta de 1819, en el 
artículo 7 de la Constitución de 1826 se declaraba explícitamente que “la nación argentina 
adopta para su gobierno la forma representativa republicana, consolidada en unidad de 
régimen”.No obstante, la nueva república nacía en un clima político, interno y externo, que 
presagiaba un mal futuro para sus posibilidades de subsistencia. En el plano interno, para 
esa fecha, la reacción en las provincias ya estaba en marcha. Desde Córdoba, Bustos 
lideraba una férrea oposición a la nueva constitución y a la persona del presidente. Sus 
intentos de hegemonizar un bloque enfrentado al Congreso y a la política de Buenos Aires 
habían fracasado al no obtener el apoyo de las provincias del Noroeste. 
La guerra contra el Brasil 
Rivadavia, ya en funciones de presidente, designó al general Carlos de Alvear jefe del 
ejército, convertido en Ejército Nacional por ley del Congreso en mayo de 1825. Al 
almirante Guillermo Brown se le encomendó la creación y dirección de las fuerzas navales. 
Aunque durante el año 1826 no se llevaron a cabo acciones bélicas decisivas, las 
repercusiones de la declaración de guerra se hicieron sentir internamente, como 
consecuencia del bloqueo naval impuesto por la escuadra brasileña al Río de la Plata. Esto 
impedía la llegada de barcos al puerto y, en consecuencia, la posibilidad de comerciar con 
el extranjero, deteriorando las finanzas tanto privadas como públicas. En febrero de 1827, 
los ejércitos se enfrentaron en Ituzaingó, donde la derrota brasileña fue total. Pero ni este 
triunfo ni los obtenidos por las fuerzas navales de Brown en los primeros meses de 1827 
fueron suficientes para ganar la guerra o, al menos, para romperel bloqueo. Mientras 
tanto, el comercio local se hundía y la crisis se hacía sentir en todos los niveles sociales 
repercutiendo en el ya debilitado gobierno central. 
 
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