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https://bit.ly/2RkUOLi https://bit.ly/2RkUOLi NIÑEZ TRANS Experiencia de reconocimiento y derecho a la identidad https://bit.ly/2RkUOLi Colección Política, Políticas y Sociedad Compiladora: Valeria Pavan Alfredo Grande, Valeria Pavan, Gabriela Mansilla, Edgardo Suntheim, Laura Saldivia Menajovsky, Cristina Pasan, Pedro Paradiso Sottile, Cynthia Ottaviano, Ernesto Navarro, Pedro Mouratián, Gabriela Gamboa, Andrea Di Miele, Marisol Burgués Niñez trans: experiencia de reconocimiento y derecho a la identidad / Valeria Pavan... [et al.] ; compilado por Valeria Pavan. - 1a ed . - Los Polvorines: Universidad Nacional de General Sarmiento, 2017. Libro digital, EPUB - (Política, políticas y sociedad ; 23) Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-630-289-0 1. Estudios Sociales. 2. Derecho a la Identidad. I. Pavan, Valeria II. Pavan, Valeria , comp. CDD 301 © Universidad Nacional de General Sarmiento, 2016 J. M. Gutiérrez 1150, Los Polvorines (B1613GSX) Prov. de Buenos Aires, Argentina Tel.: (54 11) 4469-7507 Diseño gráfico de colección: Andrés Espinosa - Ediciones UNGS Diagramación y diseño de tapa: Franco Perticaro - Ediciones UNGS Imagen de tapa: © Oksun70 | Dreamstime.com Corrección: Gustavo Castaño Hecho el depósito que marca la Ley 11.723. Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados. Índice https://bit.ly/2RkUOLi A g r a d e c i m i e n t o s P r e s e n t a c i ó n P r ó l o g o El valor de darse a conocer Introd ucció n La decisión de dar a conocer la experiencia: el contexto inicial Una experiencia temprana de ciudadanía trans El inicio del trámite de cambio registral y una respuesta negativa La infancia no esperaría El pedido de acompañamiento a organismos del Estado y la maduración de la idea de visibilidad El efecto concreto de la divulgación en los medios Dificultades discursivas y razones que motivaron el pedido de intervención a la Defensoría del Televidente Conclusión El deseo de existir “Soy una nena, mamá, y mi nombre es Luana...” El Área de Salud de la cha Patologizar. Despatologizar El trastorno de la psiquiatría Identidades e infancias Luana, una niña trans de cinco años La angustia de los padres Ser para la vida La mirada de los otros El dni, una necesidad práctica y filosófica Nuestra pequeña Lulú: de la identidad por mandato a la identidad por deseo Introducción penetrante Sexualidad represora Cultura represora Despatologizar la vida: apuntes para la tregua De la pequeña Luana a la princesa Luana Transterapia: implicación profesional en el arte de desear El reconocimiento del derecho a la identidad de género de Luana La Ley sobre el derecho a la identidad de género y los/as niños/as Del complejo tutelar restrictivo al paradigma de la protección integral La experiencia de Luana y el pedido de reconsideración administrativa Conclusiones El jardín en desorden La llegada de Luana al jardín de infantes público La aceptación es el único camino para la inclusión El tiempo nos demostró que el trabajo realizado fue el correcto El jardín de infantes recibe a Luana Identidad de género y derechos humanos. El derecho a ser feliz El origen de nuestra lucha El derecho a ser El derecho a ser feliz El mandato constitucional Un camino activista: mi nombre, mi identidad, mi derecho Hacia un proyecto de ley nacional de identidad de género Es ley: Derecho a la Identidad de Género El texto de la ley La niña que decidió ser Luana y exigió el ejercicio y cumplimiento de una ley Cuando la niñez deja de ser promesa de futuro para ser presente La Argentina igualitaria que transita Luana Sexualidades desde el paradigma de la diversidad El estigma sobre la diferencia Una ley de vanguardia Una democracia igualitaria y diversa El nombre de los deseos. Un precedente que arroja luz en el acceso y el respeto del derecho a la identidad de género de las niñas, niños y adolescentes Introducción La regulación de la identidad de género en las situaciones que involucran a niñas, niños y adolescentes en el contexto teórico de la doctrina La intervención de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia en el caso de la niña L. N. E. Puntos de vista preliminares Procedimiento iniciado y pasos seguidos para su resolución Resolución Consideraciones finales De lo abstracto a lo concreto Invisibilizar también es discriminar https://bit.ly/2RkUOLi Dirección de protección de derechos y asuntos jurídicos Bibliografía citada Notas biográficas de los autores Resumen Agradecimientos Este es el lugar de los agradecimientos a los/as que colaboraron para que Luana pudiera seguir su camino. A los/as compañeros/as de Ático Cooperativa de Trabajo en Salud Mental, con quienes trabajamos hombro a hombro; a la abogada Laura Saldivia Menajovsky; a la periodista Mariana Carbajal; a Página/12; a la Presidencia de la Nación; al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires; a la Secretaría Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia; a la Secretaría de Niñez y Adolescencia de la Provincia de Buenos Aires; al Registro Nacional de las Personas; al Registro Provincial de las Personas de la Provincia de Buenos Aires; al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo; a la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual; a la Sra. Fernanda Aguilar, directora del jardín de infantes privado; y a los directivos, docentes y no docentes del jardín de infantes público. Y a los/as periodistas, medios de comunicación e instituciones que se expresaron en contra o que pusieron en duda el derecho de Luana a su identidad de género, les dedicamos, como siempre, nuestro trabajo y tiempo, que es lo que necesitan las causas justas. Presentación https://bit.ly/2RkUOLi En el año 2014, la Universidad Nacional de General Sarmiento decidió publicar un libro que desafiaba las reglas que usualmente rigen la conformación de un fondo editorial universitario: Yo nena, yo princesa. Allí, Gabriela Mansilla relata la historia de Luana, su hija, y el recorrido que las llevó a obtener, por primera vez en el mundo, el reconocimiento estatal de la identidad de género asumida por la niña sin la mediación de un proceso judicial. Que aquel relato implacable, escrito en primera persona, e indiferente a las reglas y a la estética de la producción académica, fuera publicado con el sello de una editorial universitaria, de alguna manera movió (y conmovió) la estantería de nuestras bibliotecas. Página tras página las voces de Luana y de su mamá interpelan nuestros saberes prolijamente producidos y acumulados acerca de la infancia, la identidad, los derechos, la filiación, las políticas de inclusión, la producción de desigualdades y diferencias, las políticas y las prácticas educativas y terapéuticas sobre la primera infancia. Y nos desafían a suspender algunas de nuestras certezas, a ampliar nuestras agendas de investigación y a revisar el modo en que formamos a nuestros profesionales en distintos campos (la salud, el derecho, la psicología, la educación, las políticas sociales). Este libro recoge ese desafío. En un registro ya más reflexivo y a cierta distancia de la urgencia que requirieron sus intervenciones, los profesionales, funcionarios, docentes y activistas, que de un modo u otro acompañaron la vida de Luana y de su madre, nos muestran aquí los límites que encontraron en su propio saber, en la reproducción de ciertas prácticas profesionales e institucionales y, por supuesto, en las políticas. Como contracara, cada uno de los artículos que componen este libro muestra el esfuerzo que han hecho esos profesionales para correr esoslímites, modificar sus prácticas y producir, en el proceso, saberes y categorías más https://bit.ly/2RkUOLi capaces de albergar los siempre complejos procesos de construcción identitaria y de proteger los derechos de la infancia. El filósofo Jacques Rancière dice que el pensamiento siempre se encuentra en la brecha, y que por esa razón la vida intelectual es, de todas, la más difícil de interrumpir. Y sigue diciendo: “Por interrupciones entiendo esas suspensiones de la ficción colectiva que devuelven a cada uno a su propia aventura intelectual, estos cortes que lo obligan a renunciar a escribir lo que otros cien escribirían como él o a pensar lo que su tiempo piensa o no piensa por sí solo”. Podríamos decir que Luana introdujo en el pensamiento y en las prácticas de los psicólogos, abogados, docentes y funcionarios que escriben aquí, una interrupción. Por eso el lector no encontrará en este libro “lo que otros cien escribirían”, sino el resultado del auténtico y valiente trabajo de volver a pensar dentro y sobre sus propias prácticas. En ese sentido, para la Universidad Nacional de General Sarmiento este libro, compilado por Valeria Pavan, no representa solo un aporte para repensar los marcos conceptuales, la formación de profesionales o el diseño de políticas. También representa un tipo de producción intelectual que nos interesa promover y continuar. Gabriela Diker Rectora de la UNGS Prólogo https://bit.ly/2RkUOLi Escribo este prólogo pocos meses antes de que se cumplan los treinta años de la creación de la Comunidad Homosexual Argentina, la CHA. Ese 16 de abril de 1984 nos reunía a nuevos y antiguos activistas, de antes de la dictadura cívico-militar, con un motivo preciso, una misión fundante: hacerle frente a la represión y a los edictos policiales, todavía vigentes en aquel momento. Cualquier otra motivación nos parecía, si no secundaria, cuando menos utópica; la consigna que imperaba se resumía en que el libre ejercicio de la sexualidad es un derecho humano, pero para poder ejercerlo necesitábamos que se nos dejase transitar por la calle sin que por nuestra diferencia sufriésemos hostigamiento, y que no clausurasen los locales de encuentro. Para las nuevas generaciones de LGTBI, este relato suena a veces a prehistoria, pero es desde allí, desde aquella fundación, que comenzó a alumbrarse una lucha de décadas por la vigencia de derechos civiles que fue poniendo a nuestra comunidad y a la Argentina entera a la vanguardia del mundo. Ahora, treinta y un años más tarde, estamos presentando un nuevo libro. Se trata del devenir de Luana, la niña trans que a los seis años obtuvo su DNI sin judicializar su trámite, logrando que sea el Estado el que garantiza los derechos de su identidad. Entre estos dos eventos, la creación de la CHA y el reconocimiento legal de la identidad de género de Luana, está contenida una historia que merece ser considerada. Son estos contextos los que narran la historia con mayor justicia. En una actualidad donde los medios de comunicación y las redes sociales están en una relación casi inmediata con la realidad, este libro y este prólogo intentan dar cuenta –desde lo histórico y también desde lo institucional– de los avances y conquistas de nuestra comunidad y de nuestra sociedad. Cada uno de los hechos que se convirtieron en noticia fueron posibles por el trabajo de las organizaciones, entre ellas, especialmente, las de derechos humanos: la personería jurídica de la CHA, la Ley de Unión Civil de la Ciudad de Buenos Aires, el Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad de Género y la Ley de Fertilización Asistida, en una muy estrecha enumeración. https://bit.ly/2RkUOLi Este libro nace también cuando Gabriela nos llamó hace ya más de dos años buscando asesoramiento para su hija. Luana era ya una niña transexual con una clara definición de su identidad de género. Desde ese día hasta el 9 de octubre de 2013, fecha en que obtiene su documento de identidad con género femenino y su nombre, sin que exista un proceso judicial para lograrlo, fueron dos años de sumar experiencias, de desarrollo y de crecimiento. Frente a cada uno de los desafíos que surgían en cada situación (y hay que decir que hubo épocas en que era todos los días) estuvimos –y estamos– con los mejores sentimientos y, por supuesto, con la certeza de nuestro lado. Todo fue el resultado de la voluntad de Luana, de la protección de su madre, de Gabriela y del trabajo de la CHA. Gabriela hizo y hace lo que se espera que hagan nuestros padres y madres: escucharnos, protegernos y respetarnos. Lo desafiante y novedoso con Luana es una verdad que se presupone más de lo que se practica: la afirmación de que los niños y las niñas tienen derecho, más allá de la voluntad y del deseo de sus padres. Y deja un enunciado a ser escuchado dejando de lado todo autoritarismo: el poder vivir de acuerdo con nuestra propia identidad es estar en armonía con el mundo, aun cuando el mundo tenga varias voces sobre el tema. Desde nuestros orígenes en la CHA, la visibilidad de nuestra orientación sexual e identidad de género es una de las expresiones más importantes de nuestra política. Este libro es un hermoso legado de ella, que expresa el logro más importante de nuestra comunidad: sentir orgullo por nuestra identidad. Un testimonio incuestionable es la foto del DNI de Luana: una niña feliz. César Cigliutti Presidente de la Comunidad Homosexual Argentina El valor de darse a conocer https://bit.ly/2RkUOLi Edgardo Marcelo Suntheim Introducción Este capítulo tiene un doble cometido: en primer lugar, brindar testimonio, con una mirada política e institucional –la de la visibilidad, el darse a conocer, como instrumento de lucha por los derechos de la diversidad sexual–, sobre el inédito caso de acompañamiento de un conjunto de organismos del Estado al primer reclamo público que tuvo lugar en el país por el reconocimiento legal y la inclusión de una niña trans de cinco años de edad llamada Luana. En segundo lugar, ofrecer el ejemplo de una potencial experiencia análoga para toda otra familia que, viéndose en una situación similar, necesite considerar el valor y los costos de darse a conocer para reclamar el cambio registral de su niño o niña. En este recorrido reseñaré acciones institucionales y las vincularé con algunas anécdotas y vivencias que compartimos acompañando a la familia de Luana; vivencias, por otra parte, ya narradas públicamente en distintas oportunidades por la madre de la niña. El recorrido que compartiré debe entenderse como una experiencia colectiva. Estas situaciones fueron compartidas con Valeria Pavan, coordinadora del Área de Salud de la CHA. Ambos tuvimos la responsabilidad, delegada por la CHA, de coordinar conjuntamente acciones institucionales ante distintos organismos del Estado que resolverían la petición de Luana y sus padres, organismos que entenderían, exclusivamente, en aquello que la niña y su familia expresaran como su necesidad acuciante e impostergable. La identidad de género de Luana se manifestó, con el correr de los primeros años, divergente de su constitución corporal y supuso, para sus padres, el desafío de posicionarse respetuosamente ante su perspectiva. Situaciones como la presente no resultaban habituales ni había antecedentes, pero es de esperarse que, en virtud de la plena vigencia de la https://bit.ly/2RkUOLi Ley Nacional de Identidad de Género,[1] se volvieran más frecuentes, y que su emergencia desdijera la extrañeza primera de todo lector de estas páginas. Pues es necesario que los padres y las madres de niños y niñas transgénero, transexuales e intersexuales muy pequeños y pequeñas cuenten con mayor información para tomar conciencia de la importancia de escuchar,respetar, acompañar y respaldar la necesidad de sus hijos e hijas de ser reconocidos con la identidad de género autopercibida, su identidad propia, su identidad legítima, desde la infancia más temprana. La realidad de Luana debe resaltarse desde el plano emotivo por las transformaciones y experiencias que su devenir supuso para el núcleo familiar, y también debe resignificarse por la trascendencia de ser el suyo un ejemplo inequívoco de trabajo conjunto entre organizaciones de derechos humanos –como la CHA y Ático Cooperativa de Trabajo en Salud Mental, que brindaron el acompañamiento necesario a la niña y a sus progenitores– y distintos organismos del Estado cuyas decisiones permitieron que lo perseguido fuese una realidad concreta: el cambio de identidad registral y documental de una menor de cinco años de edad. Hay que recordar que en estos treinta años de trabajo ininterrumpido acudieron a la Comunidad Homosexual Argentina miles de personas –según consta en los registros anuales del Área de Salud y del Área Jurídica de la organización– en busca de alguna clase de asesoramiento o servicio institucional. Y, contrariamente a lo que se podría especular al respecto, una alta proporción de las consultas provinieron de familias: parejas del mismo sexo, con hijos e hijas o sin ellos, padres solteros y madres solteras, parejas heterosexuales con niños intersexuales, transexuales o transgéneros, gays o lesbianas. En la mayoría de los casos –resguardados siempre por estricta confidencialidad institucional–, la razón de estos contactos fue la búsqueda de información, la orientación terapéutica y el apoyo jurídico. En tanto que, solo en muy contadas circunstancias, como la presente, se requirió nuestro asesoramiento para esclarecer las acciones posibles que permitiesen la resolución de una experiencia por medio de un recurso extremo, como sería el de la visibilización pública de una circunstancia vital determinada que necesitaba reparación institucional. https://bit.ly/2RkUOLi Pues la experiencia de Luana tuvo, en esa diferencia sustantiva, el mayor desafío: la búsqueda adecuada y respetuosa del modo de transmitir al conjunto de la sociedad una circunstancia íntima, doblemente tutelable por su condición de menor de edad, por medio de los inasibles medios de difusión masiva. ¿Cómo resultar respetuosos con la singularidad de Luana en una acción comunicativa cuyo objetivo primero sería visibilizar el interés colectivo de situaciones como la de ella? ¿Cómo preservar el derecho a una infancia no vulnerada ni agraviada por la esperable intromisión de los medios cuando, precisamente, serían ellos los encargados de oficiar la publicidad de la situación que requería una reparación? Un primer problema fue la clarificación de que no tenía sentido hablar de niñas lesbianas o niños gays de muy temprana edad, pues la orientación sexual, es decir, la elección del objeto de deseo en cuanto manifestación de nuestra propia identidad sexual, resulta comunicable para el sujeto, recién varios años más tarde, probablemente a partir de los primeros años de la adolescencia, a partir del despertar sexual. La realidad de Luana era distinta. Se necesitaba insistir en el hecho de que su identidad de género, como niña trans, no estaba atravesada por un deseo erótico de otro u otra, sino por una muy clara necesidad de reconocerse a sí misma como una niña. Y el desafío, en este punto, era evidente. No hace falta ser muy imaginativo para construir potenciales zócalos de tonos amarillistas o supuestamente serios que difundirían la noticia de, por ejemplo, un “nene que quiere ser nena”. Luana debía ser preservada de este tipo de estigmatización que, con seguridad, agravaría sus interacciones con el medio circundante. Una niña de cinco años carece de las herramientas discursivas y materiales concretas para defender su posicionamiento íntimo, pero ello no invalidaba la entidad de su deseo. ¿Cómo y de qué manera podrían los medios ayudarla? La situación de Luana –según se había acordado con los padres– podía verse beneficiada si salía a la luz, pero este mismo pasaje de lo privado a lo público tenía una serie de complejidades que no se podían sortear a la ligera ni, tampoco, subvaluar. Como niña de cinco años, Luana debía ser preservada tanto de situaciones prolongadas de rechazo como, desde otro https://bit.ly/2RkUOLi ángulo, de potenciales reconocimientos bienintencionados que distorsionaran su propia autopercepción. Desequilibrios que por vía negativa o positiva podían llegar a condicionar a futuro el libre y pleno desarrollo de aspectos de su identidad. Luana, estaba claro, iba a “salir del clóset”. Pero no lo haría sola. Salir del clóset, darse a conocer, visibilizarse, son tres expresiones equivalentes utilizadas en la comunidad LGTTTBIQ[2] para definir una misma acción: emprender un proceso de reconocimiento interno ante otros y otras como una persona con orientación sexual diferente a la de la mayoría. Este tránsito no es sencillo en el caso de los jóvenes y mayores de edad y, como sostienen algunos teóricos como Didier Eribon, es un sendero de autoexposición inacabable y en continuo recomienzo. Pues en ese sendero las personas consideran, a diario, los costos y beneficios de su realización en sociedades y contextos comunitarios en los cuales subsisten estigmas sociales o legales sobre la diversidad sexual. No se nos pasa por alto el detalle de que, eventualmente, podría afirmarse que el de Luana no sería, en sentido estricto, un coming out individual, más si se insiste en la riqueza simbólica de esta expresión consensuada. Ello se explica porque la vía de la visibilización que la madre y el padre de Luana eligieron para su hija supuso la aceptación de que el camino emprendido los llevaría a reconocerse a ellos mismos también como sujetos de pleno derecho en el universo de las familias diversas. Oír a Luana, colaborar con su deseo y asistirla en sus necesidades fue también reconocer que su paternidad y su maternidad resultaban interpeladas por la hija trans. Podrían haberla ignorado y con su rechazo sellar el inicio de una más de tantas otras historias traumáticas. Pero prefirieron acompañarla. Que las circunstancias de Luana estuviesen atravesadas, tan notoriamente, por la problemática de la visibilidad resultó desafiante para la línea de trabajo ideológico de la CHA, pues desde la pionera autoexposición de Carlos Jáuregui como el primer gay que se dio a conocer como tal en los medios masivos de comunicación[3] a los renovados y constantes trabajos que rodean la celebración anual de la marcha del orgullo, una misma constante define a nuestra organización. Cabe señalar, además, que si originariamente la visibilidad se había https://bit.ly/2RkUOLi pensado como un ejercicio singular de cada cual, ya desde el año 2000 estas políticas se vieron redefinidas, dado que, como ocurrió con muchos activistas de la CHA, la exposición de cada uno de ellos tuvo como novedad la emergencia de parejas y vínculos familiares. Nuestra comunidad comenzaba a visibilizar a sus parejas, y visibilizar nuestro amor fue la premisa que dio sustento a la primera campaña por derechos de pareja en el país: la reconocida campaña “Somos familia”, que resultó impulsada, en paralelo, con la presentación del primer proyecto de Ley de Unión Civil en la Ciudad de Buenos Aires.[4] El año 2000 fue el inicio de un firme debate social sobre derechos de las parejas del mismo sexo, que se extendería por una década y en la cual los logros fueron diversos. Un primer proyecto de Ley Nacional de Unión Civil fue presentado en el Parlamento nacional,[5] luego sobrevendrían los proyectos de reforma del matrimonio civil[6] hasta la culminación exitosa de este debate con la aprobación del matrimonio igualitario. Este recuento histórico ayudaa comprender que la necesidad de darse a conocer como gay, lesbiana o trans, o como padres y madres con hijos e hijas con una orientación sexual diferente a la mayoritaria, ante los medios de comunicación y a los fines de luchar por derechos legítimos, ha sido, y aún hoy lo es, un instrumento de avance en la inclusión jurídica y social de la comunidad LGTTTBIQ. La decisión de dar a conocer la experiencia: el contexto inicial Las primeras consultas y encuentros con Luana, su mamá su papá se dieron a los cuatro años de edad de la niña. Se acercaron al Área de Salud de la CHA para obtener información y asesoramiento especializado por la persistencia de Luana en identificarse como niña desde los dos años de edad. Las dudas de los padres eran múltiples al igual que sus certezas: no sabían qué le ocurría a Luana y tampoco cómo ayudarla, pero sí tenían en claro que no deseaban provocarle un mayor daño con su desconocimiento en la materia y que, por sobre todas las cosas, buscaban erradicar la angustia permanente y la tristeza que la niña demostraba estar sufriendo. Los padres de Luana mantuvieron consultas a lo largo de los meses https://bit.ly/2RkUOLi subsiguientes con la Lic. Valeria Pavan, de la CHA. En esos primeros meses comprendieron lo esencial: las señales del género que manifestaba Luana no podían ser consideradas un “capricho” o una rebeldía, no eran reductibles a una cuestión de educación o a “dificultades de adquisición de enseñanzas sobre el género” y, por lo tanto, cualquier intento correctivo o castigo solo causaría más confusión, dolor y mayor pérdida de la estima propia. Por sobre sus dudas privilegiaron una certeza, la decisión de que, como padres, la posición respetuosa ante Luana era la de resignar deseos propios y expectativas en beneficio de la felicidad de su hija. Ellos también debían cambiar para que Luana dejara de sufrir y pudiera comenzar a sentirse plena consigo misma. Fue a partir de la clarificación de esta verdad compartida por el grupo familiar que la CHA comenzó, en el año 2011, un camino de acompañamiento institucional y asistencial de Luana y su familia. Un recorrido en el cual, en todo momento, primó la confidencialidad consensuada con los responsables de la menor. Un detalle inexcusable, a la hora de iniciar este proceso compartido, fue el de que en virtud de la extensa experiencia clínica del Área de Salud de la CHA, construida por la interacción cotidiana con personas transexuales,[7] podía corroborarse en la realidad de Luana y sus padres el antecedente de un recuerdo común a la mayoría de las personas trans. Pues una constante que hermana las más variadas experiencias es el reconocimiento memorioso de que a los cuatro, cinco y seis años tuvieron conciencia –como ocurría aquí con Luana–, por vez primera, de la inadecuación del propio género.[8] Fueron estas experiencias clínicas y las entrevistas puntuales con la niña y el grupo familiar las que permitieron, desde un inicio, despejar todas las dudas. Luana persistía, desde sus dos años y medio, en designarse a sí misma como una niña. Se había elegido un nombre y luchaba, a diario, por vestirse como ellas. Luana tenía una identidad de género autopercibida femenina, su naturaleza resultaba esencial a su persona y era constitutiva de su ser, lo que, desde la óptica de la diversidad sexual, solo podía entenderse como https://bit.ly/2RkUOLi expresión de la riqueza de la diversidad humana. Pues la diversidad es un rasgo constitutivo de lo humano y no una expresión accidental o irregular. La diversidad es la norma y no la excepción. ¿Cómo fue el proceso de los padres? ¿Cómo impactó, en su cotidianeidad familiar, la decisión de aceptar la identidad de Luana, de acompañarla y de proteger el libre ejercicio de un derecho que, presumiblemente, se les revelaba incierto en la esfera institucional? Comprendieron, en primer lugar, la compleja realidad de que la niña enfrentaría problemas de discriminación y estigmatización al mostrarse fuera de su casa, y ello los convenció de la necesidad de recibir acompañamiento familiar para apoyar ese libre ejercicio de identidad tanto en el medio íntimo como en el público. Luana debía ir al colegio como cualquier niña de su edad y debía poder realizar una vida semejante a la de cualquier otra niña. La familia, progresivamente, comprendió que debía asumir que uno de sus integrantes era transexual, y que la discriminación y el estigma aún vigentes hacia toda identidad trans repercutiría en cada integrante del grupo familiar y de diferente manera. Por tal motivo fue que, a fines del año 2011, comprendimos la importancia de dialogar con las autoridades de la escuela privada a la que Luana concurría para que, al año siguiente, pudiese ingresar a la sala de cuatro vestida de niña. Y, posteriormente, se debieron repetir estas reuniones en la escuela pública en la que Luana finalizó el cursado de la sala de cinco. No fueron necesarias innumerables reuniones para que, a fines de 2011, tanto la directora como las maestras de la sala de cuatro de la escuela privada local comprendieran y aceptaran lo importante que era para la niña vestirse como deseaba. Fueron conscientes de esos valores y colaboraron, de buen grado, en las gestiones con las autoridades educativas superiores que confirieron los permisos necesarios. Luana pudo compartir sus primeros años de educación como niña, y estos permisos no se limitaron al ámbito del aula o de los espacios de recreo. También se admitió que compartiera el baño de las niñas. La confidencialidad solicitada a la directora y a las maestras fue respetada desde sus inicios. Y no resultó necesario socializar con otros actores de la comunidad educativa el cambio de la niña. No se consideró https://bit.ly/2RkUOLi imperioso que otros padres y madres de otros niños y niñas resultaran informados, de antemano, sobre la identidad transgénero de la niña, pues se había acordado que hasta tanto Luana no creyera conveniente manifestarlo no se socializaría esta diferencia. De todas formas, y a pesar de los resguardos adoptados, la identidad de Luana como niña transgénero no pudo permanecer oculta, ya que algunos padres, madres y niños y niñas compañeros de Luana –y de su hermano en la sala de tres en esa misma escuela– comenzaron a preguntarse qué había sido de los mellizos. La familia enfrentó el desafío de reintegrar a Luana al mismo espectro de sociabilidades que había cosechado en años previos. Se pensaba que despojarla de amistades no sería un buen camino para el afianzamiento de su identidad autopercibida. Y ello determinó que, poco a poco, la verdad sobre “el hermano mellizo faltante” se fuese transmitiendo de boca en boca entre padres y compañeros del colegio. Esta fue la primera experiencia de visibilización a la que Luana debió enfrentarse. Y si bien se tomaron todos los recaudos para que padres y madres comprendiesen aspectos fundamentales de la identidad de la niña, los mellizos perdieron amigos y amigas porque esos padres y esas madres – temerosamente– suponían que el contacto de sus hijos e hijas con la niña y su familia impactaría, nocivamente, en el psiquismo y la evolución personal de sus niños y niñas. Podría minimizarse este golpe recordando que, en la actualidad, Luana ha recuperado muchos más amigos que aquellos que perdió, o que, incluso, la misma felicidad actual le ha permitido expandir la propia sociabilidad, pero ello no tendría que inducirnos a minimizar el impacto evidente con el estigma que padeció, en primer término, la niña, y, en forma derivada, el conjunto del grupo familiar. Luana era su hermana, Luana era su hija. Ellos eran los padres y el hermano de “la transexual”. Este tipo de controversias, no menos complejas por esperables que sean, fueron las que persuadieron a la CHA sobre la necesidadde solicitar formalmente apoyo y colaboración a otra organización. Es así como, en 2011, Ático Cooperativa de Trabajo en Salud Mental[9] aceptó compartir la tarea de trabajar conjuntamente con la CHA y acompañar integralmente a la https://bit.ly/2RkUOLi familia y a Luana ante los nuevos desafíos que implicaba permitirle a la niña de cinco años enfrentar el mundo más allá de los límites de su casa. Un camino fuera del hogar en el cual la niña y su familia tenían que aprender a hacer respetar su identidad de género manifestada. Una experiencia temprana de ciudadanía trans Los importantes avances en las experiencias de Luana desde su género autopercibido en el ámbito escolar se fueron complementando, con el correr del tiempo, en otros ámbitos. Y esta paulatina expansión de su identidad trans fue cautelosamente apuntalada de modo tal que ningún paso en falso pusiese en riesgo lo alcanzado ni la meta a alcanzar: el derecho a ser niña en todo ámbito, el anhelo de que la libertad de Luana, como niña trans, no se viese restringido a ámbitos tutelados o cuidados de antemano. Luana tenía que poder ser feliz en libertad. La madre siempre recuerda que uno de los puntos de inflexión en este camino fue la necesidad de llevar a su hija a la sala de atención en salud pública de su zona vestida de niña, pues la simpatía que le había suscitado la niña a la agente de salud que la había atendido se transformó, drásticamente, en incomprensión y rechazo cuando esta pudo comprobar que la identidad registral del DNI no se ajustaba a la experiencia de esa niña que previamente la había cautivado. “El documento es de un niño, no es de la niña”, fue la frase que debió enfrentar la madre cada vez que el derecho a la salud de la niña estaba en riesgo. Y si bien, como adulta, podía apelar a la comprensión y humanidad de sus interlocutores, ello no impidió que Luana percibiese y resultara impactada por la angustia y el malestar de su madre, que, rutinariamente, comenzaba a padecer la interpelación de desconocidos. Pues, si para vacunarse o curarse un resfrío debían acudir al hospital, la madre entendía que en cada ocasión resultaría cuestionada. La madre se esforzó, con éxito, por hacerle comprender a Luana que ella no tenía la culpa del malestar de nadie. Transcribimos a continuación, de manera casi literal, las explicaciones que le escuchamos a la madre dar a Luana en nuestra presencia: “Cada persona tiene un DNI: mamá, tu https://bit.ly/2RkUOLi hermano, vos y todos, y hay que mostrarlo para que nos atiendan en el hospital. Cada DNI tiene la foto y el nombre de uno para que se sepa que el DNI es de cada uno de nosotros, pero el tuyo tiene tu foto de cuando eras muy pequeña, de cuando nosotros nos equivocamos sin querer y pensamos que eras un nene”. Ante tan clara idea sobre lo que representa el DNI y la función que cumple, la pequeña ciudadana elaboró la solución más elemental de todas, y solicitó el cambio de datos en su documento en el lenguaje propio de una persona de su edad: “Entonces sacá esa foto y pegá acá mi foto y ponele también brillitos para que sepan que yo soy Luana”. La niña, además, reparaba en los sellos holográficos de seguridad, en los “brillitos” que tiene la nueva versión del DNI. De este modo, las experiencias de visibilidad en el hospital zonal, como niña con un DNI que no reflejaba su aspecto de niña ni su nombre, transformaron las ideas de Luana y su madre. Pues si la niña de cinco años podía apelar a soluciones prácticas y evidentes, la madre se iniciaba en las dificultades de hacer respetar la ciudadanía trans de su hija. El inicio del trámite de cambio registral y una respuesta negativa Cuando en mayo de 2012 se aprobó la Ley de Identidad de Género, que, entre otros derechos, reconoce a niños y niñas la posibilidad de solicitar administrativamente el cambio de datos registrales en su partida de nacimiento (nombre y sexo), y, a partir de ello, solicitar un nuevo DNI acorde a su identidad, Luana, sus padres y la abogada de la menor, acompañados por Valeria Pavan y yo, acudimos al registro zonal a iniciar el trámite. Meses después el Registro Civil de la Provincia de Buenos Aires expidió una resolución denegatoria del pedido de cambio registral. El argumento fue, básicamente, que “el menor de catorce años es considerado incapaz absoluto” desde una perspectiva legal. Y sugería, además, tramitar la petición de cambio registral por vía judicial. La negativa fue comunicada, parcialmente, a la madre. La omisión de la https://bit.ly/2RkUOLi notificación al padre permitió ampliar los plazos legales para apelar la resolución denegatoria y habilitó, subsidiariamente, una profundización de la consideración institucional en la que la CHA, conjuntamente con Ático y la familia de Luana, analizaron las opciones que se presentaban y maduraron la idea y la decisión de continuar el reclamo dándose a conocer. La identidad trans de Luana necesitaba un proceso de visibilización familiar conjunta. Una estrategia para preservar la intimidad de la menor en los medios de comunicación. El coming out de Luana y su familia se gestaría a propósito del recurso de apelación jerárquico contra esta resolución. La infancia no esperaría La instancia de apelación se perfiló, para Luana, su familia y los organismos que las asistíamos, como la vía idónea y más segura para obtener el DNI sin tener que recurrir a un juez. No se deseaba obligar a la niña a atravesar un proceso que podría durar muchos años y que, por lo demás, podría tener un resultado incierto. Esta etapa administrativa funcionó, asimismo, como una clarificación impensada de la coyuntura litigiosa en la que se estaba. Se había vuelto evidente, para la familia, que la opción de que la niña dejara de vestirse como tal y claudicara de la cotidianeidad femenina vivida el último año y medio había dejado de ser tal. Luana y su infancia no aguardarían pasivamente los lentos tiempos de un proceso ni se expondrían a los avatares de su resolución. Pues, desde otro ángulo, desde su identidad ya había comenzado a enfrentar las dificultades de ser trans. Fue por tal razón que, en forma paralela, la instancia de apelación se complementó con la alternativa de sensibilizar a las autoridades respecto de las necesidades de la niña. Y así fue como la madre redactó dos cartas en las cuales compartía sus experiencias maternales trans con la Presidenta de la Nación y con el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Si nos preguntaran los motivos por los cuales se optó por la no judicialización de la identidad de la niña para obtener su cambio registral, resulta evidente que la primera respuesta sería, con claridad, que este ya estaba contemplado en la Ley de Identidad de Género. Un proceso judicial –como ya adelantamos– no solamente no sería de https://bit.ly/2RkUOLi resultado inmediato sino que, tampoco, garantizaría su resolución. La recursividad ante una posible negativa podía ser infinita –instancias superiores–, y lo único cierto sería que el tiempo de espera conspiraría contra la plena evolución psíquica de Luana. Por otra parte, la CHA aspiraba a que el reclamo de Luana resultara también un reclamo de interés colectivo, de interés social. Hoy era la problemática de Luana, pero mañana sería el de muchas otras y muchos otros. El impacto de la resolución de este primer antecedente no podía soslayarse para nuestra organización, dado que toda respuesta negativa inicial orientaría, a futuro, todo otro caso idéntico sobre niños y niñas trans que solicitaran el cambio registral y el nuevo DNI. Niñas con cinco años – como Luana– o aun mayores podían ver cercenadas las mismas potestades y derechos que la ley consagraba bajo pretexto de que la baja edad de la niña así lo autorizaba. Lo que se resolviera en este primer casode tan temprana edad sería emblemático, y condicionaría futuras interpretaciones de la Ley de Identidad de Género en sede administrativa, y con ello se sellaría el destino de los siguientes pedidos de menores de catorce años que, como Luana, asumiesen una identidad trans. El pedido de acompañamiento a organismos del Estado y la maduración de la idea de visibilidad La posibilidad administrativa que se abría con el recurso de reconsideración jerárquico en subsidio significaba que la resolución denegatoria podía, potencialmente, ser revisada por la máxima autoridad del registro provincial y también por sus superiores jerárquicos. Y entre estos, claro está, la máxima autoridad provincial: el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. La importancia del recurso trascendía, para la CHA, el interés concreto del caso puntual, puesto que nada impedía plantear que la revisión del caso administrativo de Luana adquiriera otra dimensión judicial si se lo conceptualizaba como un ejemplo procesal de un eventual reclamo de https://bit.ly/2RkUOLi interés colectivo. Esta resignificación aspiraba, también, a potenciar la respuesta, pues si las autoridades intervinientes se avenían al encuadre, la dimensión de la decisión sería otra al incluir, por ejemplo, actores gubernamentales de nivel provincial o, incluso, del Poder Ejecutivo nacional. Esta perspectiva amplia motivó que la CHA solicitara al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) el seguimiento institucional de este proceso de reclamo. El respaldo del instituto al pleno ejercicio de los derechos de la niña trans no se hizo esperar y fue comunicado públicamente por su interventor, Pedro Mouratián, después de la reunión formal con la madre, la niña y sus representantes. La CHA patrocinaría a la madre en la presentación del recurso ante el registro provincial. El coordinador del Área Jurídica y secretario de la organización, Dr. Pedro Paradiso Sottile, convocó formalmente a una experta en derechos humanos para coordinar la redacción y el asesoramiento necesario para la apelación. Entretanto, y en forma interna, la CHA se dedicó, por medio de un trabajo conjunto de sus áreas Jurídica, de Salud y de Cultura, a la organización y previsión mediática de las potenciales dificultades argumentales que surgirían, presumiblemente, cuando se mediatizara la noticia de la presentación del recurso. Resultaba necesario que la publicidad del caso no tomara desprevenidos a ninguno de los actores intervinientes. Dado que si bien era evidente que la interpelación al público procuraba instalar, con la seriedad deseable, un postergado y no conceptualizado debate social de consideración –la maduración psicoafectiva de la niña no se detendría por el desinterés o descuido social del tema–, era una condición excluyente de esta difusión de la noticia el hecho de que el debate social no deviniera en una carnicería simbólica del ejemplo. Si la experiencia de Luana y su familia trans llevaba al escándalo, muy difícil resultaría que la presión de la opinión pública orientara la sensibilidad y el consenso para que la aprobación de los representantes del Estado se diera favorablemente. El tema de niños y niñas trans que reclaman su DNI debía ser apuntalado argumentalmente. Había que exponer el derecho que asistía a Luana y https://bit.ly/2RkUOLi también era necesario exhibir las razones capaces de poner en crisis la idea y el prejuicio social generalizado de que un menor o una menor de cierta edad debe ser definido como “incapaz absoluto”. Era necesario que quedara en claro que Luana podía observarse y reconocerse, y era central que se reconociera que incluso a su edad ya tenía, fácticamente, la capacidad para comprender lo que solicitaba. La misma perspectiva de interés colectivo motivó que la mamá de Luana, acompañada por la CHA, se presentara a la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENNAF) a solicitar su intervención en el caso. Su reclamo insistió en el potencial daño que representaría para la niña, y para otras niñas y niños trans, que el Estado no la reconociera con un documento que reflejara su identidad. Resultó muy alentador –y resulta muy justo reconocerlo– el hecho de que, por vez primera hasta ese momento, en una oficina de Estado, cuya función no está destinada específicamente a la protección de derechos de la diversidad sexual, no hicieran falta las explicaciones técnicas sobre identidad en niños y niñas trans. Las expertas y expertos de la SENNAF conocían el tema y tenían experiencia en la observación de la capacidad progresiva de niñas y niños para resolver y comunicar aspectos de su identidad. Y también resulta justo reconocer que cuando la SENNAF tomó el caso y reconoció explícitamente su incumbencia al avalar el reconocimiento de la capacidad de la niña de cinco años, esta aprobación no sería un sí dado “a medias”, ni pudo argüirse, tampoco, ambigüedad en la respuesta. Directivos y abogadas del área legal de la SENNAF produjeron un extensísimo informe que dio sustento legal a la visión del organismo sobre la cuestión. Esta elaboración fue la clave de la trascendente decisión institucional de acompañar formalmente el recurso de reconsideración que se interpondría ante el Registro Civil de la Provincia de Buenos Aires. Y resultó suscripta por el titular de la SENNAF. Además, la SENNAF tomó contacto con el organismo provincial de análogas incumbencias en la materia, la Secretaría Provincial de Niñas, Niños y Adolescentes de la Provincia de Buenos Aires, para dialogar y unificar miradas institucionales. Y se gestó, de ese modo, un seguimiento https://bit.ly/2RkUOLi conjunto entre organismos que incluiría al RENAPER y, en el momento del debate público social, a la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual. El recurso fue presentado formalmente al Registro Civil de la Ciudad de La Plata en los primeros días de septiembre de 2013, aunque, para ese entonces, ya se había consolidado la estrategia de difusión en la prensa. La noticia de la presentación había sido adelantada en la víspera, como primicia, en una sección del diario Página/12 por la periodista Mariana Carbajal. En tanto que el comunicado de la CHA, que indicaba que la mediatización continuaría, fue dado a conocer el mediodía, después de ingresado el recurso de apelación. Enunciamos las acciones realizadas para administrar el tratamiento mediático del caso de Luana y su familia: guiada por diversos profesionales de distintas disciplinas de la temática de niñez y adolescencia, y con los asesoramientos brindados por exfuncionarios de fiscalías de menores, la CHA diseñó un esquema de previsiones, situaciones posibles, argumentos y acciones tendientes en su conjunto a salvaguardar la exposición directa de Luana, su hermano y su familia, ya que se seguía comprendiendo que era una prerrogativa individual de cada uno de ellos elegir el momento en que se darían a conocer o, incluso, rechazar, en parte o en un todo, el esperable reconocimiento público de los integrantes de la familia. Toda exposición a los medios de la familia que se evaluara necesaria se haría de forma indirecta, a través de una periodista especializada en cuestiones de género y elegida con el acuerdo de la madre. Ella sería la encargada de brindar el testimonio de la existencia real de Luana y su familia y habría de ser la responsable directa de registrar, inicialmente, la opinión de la madre de manera directa. Las fotografías serían cuidadosamente seleccionadas por la periodista y se procuraría evitar la exposición plena y directa del rostro de la niña y de su madre. Esta primera entrevista exclusiva se complementaría luego con otras dos notas radiales por internet que se brindarían al programa de la organización Ático.[10] Asíse escucharía la voz de la madre de Luana, y la realidad de su hija no podría ser puesta en duda. El siguiente plan dependía de la decisión del Registro Civil sobre el https://bit.ly/2RkUOLi recurso de apelación. De ser negativa, se contemplaba una serie de conferencias de prensa públicas con la mamá de Luana. De ser afirmativa, este encuentro con los medios sería único y se reservaría para la entrega del DNI. No se contemplaban otras exposiciones. Las apariciones mediáticas fueron previamente comunicadas a las maestras de Luana y a la directora de la sala de cinco de la escuela pública a la que estaba concurriendo la niña, con la finalidad de atender, rápidamente, cualquier situación que se pudiera generar en el aula a raíz de la posible vinculación del reclamo público con la alumna. La silenciosa tarea de las docentes, que redoblaron sus esfuerzos de observación para prevenir e informar cualquier situación derivada de los reportajes públicos, significó un resguardo importante que aportó la escuela. El efecto concreto de la divulgación en los medios La mediatización inicial de la respuesta positiva al recurso disminuyó al cuarto día en que se dio a conocer el comunicado de prensa de la CHA. Pero la aparición en los medios de algunos profesionales de la salud construyó un escenario diverso. Algunos no solo vertían opiniones impropias y muy subjetivas sobre la madre, alegando para ello la formación disciplinar de un supuesto saber, sino que, además, se referían a ella y a su hija, de un modo insistente, con maneras incorrectas e irrespetuosas. Esta vulneración de la dignidad de ambas originó una denuncia de la CHA y de la madre de Luana ante la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual. La denuncia fue recogida también por la SENNAF. La respuesta oficial del organismo se encaminó a alertar a los medios sobre la ley vigente y el debido trato respetuoso que se le tenía que dar a la niña trans y a su familia. Dificultades discursivas y razones que motivaron el pedido de intervención a la Defensoría del Televidente Nos enfrentamos a las dificultades discursivas que se plantearon en torno a la necesidad de desvincular la identidad trans de cualquier tipo de enfermedad o patología. El reclamo de Luana no podía encausarse https://bit.ly/2RkUOLi insistiendo en una patologización de su identidad de género, pues, en la Argentina, la homosexualidad y cualquier orientación sexual diferente a la heterosexual dominante ya había sido despatologizada décadas atrás. Toda noticia que se diera de Luana y su entorno íntimo debía respetar la Ley de Identidad de Género aprobada en Argentina, pues al colocar a la autopercepción de la identidad de género en el plano del derecho que le asiste a cualquier ser humano desde muy temprana edad a alejarlo de cualquier vinculación con las patologías –en las que la psiquiatría ha encasillado esta expresión de la diversidad sexual y de género desde hace décadas–, se homologaba esta coyuntura existencial en el mismo tratamiento que el que debe conferirse a, por ejemplo, la homosexualidad. Por ello se insistió en que la prensa debía referirse de manera respetuosa al mencionar a las personas que generaron la noticia; debían comprender las razones por las cuales optaban por no mostrarse en público. Todo comunicador debía aceptar que Luana tenía que ser tratada en femenino, respetando su identidad de género, pues ese tratamiento era el único respetuoso de la misma ley. Conclusión La entrega del DNI por el que tanto se había luchado fue el acto de culminación del esfuerzo materno, pero también de la niña, del resto de la familia y de todas las personas intervinientes en el proceso de acompañamiento institucional. La mamá de Luana se presentó ante todos los medios presentes, junto al presidente de la CHA, Prof. César Cigliutti, a la Lic. Valeria Pavan, al presidente de Ático, Dr. Alfredo Grande, al jefe de Gabinete de Ministros de la Provincia de Buenos Aires, Lic. Alberto Pérez, y al subsecretario de Gabinete, Dr. Juan Pablo Álvarez Echagüe, para recibir el documento de Luana. Explicó los motivos de su lucha en público y anunció que no daría entrevistas individuales después de obtener lo que su hija necesitaba: la rectificación registral y el DNI. Fueron la mamá y la misma Luana las primeras en llevar adelante un reclamo público con el cual, quizás inconscientemente, torcieron el rumbo https://bit.ly/2RkUOLi de una historia personal que parecía sellada de antemano. La legalización de su identidad no será el gran derrotero de toda su adolescencia. Hoy Luana continúa la escuela como niña legalmente reconocida, como siente que es. Dedica casi todo su esfuerzo a jugar con sus muñecas, amigas y amigos de la escuela, y a estudiar junto a su hermano mellizo. Y ambos reciben iguales cuidados, afectos y amor de su familia. Esta historia es muy diferente de las de decenas de miles de mujeres y varones transexuales que resultaron expulsados de sus familias luego de muchos intentos correctivos de su identidad de género. La de Luana no es la historia de esa infancia disciplinada, de niños y niñas castigados y castigadas, repudiados y repudiadas. Luana, a diferencia de los demás, gozará del afecto paterno y materno. El desarraigo del propio hogar y del núcleo familiar no será, en su caso, la única alternativa de realización personal. Pues lo que diferencia y resignifica esta experiencia es que la posición de escucha familiar y el acompañamiento institucional pueden enfrentar los estigmas. Pues lo que muchos podrían calificar como un sendero riesgoso –el potencial trauma de la exhibición íntima de una menor– debe valorarse en su justo punto. Luana puede ser quien es, puede ser nombrada con el nombre de niña con el que se percibe y se identifica a sí misma, porque afrontó el proceso dignificante de la visibilización. Porque por sobre el temor y el estigma asumió el riesgo de interpelar a las leyes del Estado en búsqueda de reconocimiento. Y es en esa posición inclusiva del Estado que su historia adquiere un final feliz. Luana es hoy Luana, de pleno derecho, porque hay un DNI que así lo reconoce. Y una sociedad que lo está haciendo. Notas 1. La Ley 26.743 de Identidad de Género fue sancionada el 9 de mayo de 2012. 2. Sigla que designa el colectivo de lesbianas, gays, transexuales, transgéneros, travestis, bisexuales, intersexuales y queers. 3. El rostro de Carlos Jáuregui, primer presidente de la CHA, en la revista Siete Días, en el mes de abril de 1984, spanuso un punto de inflexión decisivo que marcó el inicio de un sendero definido constantemente por la búsqueda de iguales derechos. https://bit.ly/2RkUOLi 4. Presentación por parte de la CHA en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires del primer proyecto para reconocer, dentro del ámbito de la ciudad autónoma, la existencia de las parejas del mismo sexo y de todos los derechos que podía reconocer una ley local a los contrayentes. Regula derechos para parejas independientemente de su orientación sexual. El proyecto fue aprobado como la Ley N.o 1.004 de Uniones Civiles, CABA, en diciembre de 2002, y se constituyó en la primera ley de parejas que incluye al coletivo LGTTTBIQ en toda América Latina y el Caribe. 5. El proyecto de ley de unión civil nacional presentado por la CHA en el Senado nacional en 2005 proponía legislar derechos para todas las parejas, con independencia de la orientación sexual y de la identidad de género de los contrayentes. Incluía todos los derechos dados por la vigente ley de matrimonio, además del derecho de adopción en pareja, y proponía derechos adicionales, como un sistema optativo de herencia. Además del vigente sistema de herederos forzosos, proponía poder elegir testar hasta el 50% de los bienes ganancialesy no gananciales. 6. Entre 2008 y 2010 se presentaron en ambas cámaras diferentes proyectos para reformar la ley de matrimonio civil. En 2010, la CHA presentó una propuesta de reforma que afectaba a más de treinta artículos de la entonces vigente ley de matrimonio. 7. Muchas de estas consultas se suscitaron, originariamente, por la necesidad de judicializar el cambio de datos registrales y la cirugía de adecuación genital. Antes de la aprobación de la Ley de Identidad de Género en 2012, ley que surgió de la fusión de diversos proyectos debatidos en el Congreso nacional, uno de ellos presentado por el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, que integró la CHA junto con más de veinte organizaciones trans y casi doscientos activistas independientes de todo el país, los cambios de datos registrales y el cambio de DNI por otro que reflejara la identidad autopercibida se tramitaban por vía judicial. El cambio registral tenía como requisito previo la realización de una cirugía de adecuación genital. Es decir, los jueces reconocían el derecho de cambio registral solamente a quienes se realizaban una cirugía para modificar su sexo genital. Además de restrictivos, eran procesos legales de resultado incierto que demandaban de dos a cuatro años de espera, y, hasta 2008, todos estos procesos requerían la opinión técnica de psicólogos o psiquiatras, que debían elaborar un informe en el que “certificaban” la identidad transexual a través de un psicodiagnóstico. Recién en 2008, en el juzgado del juez Hoof, de Mar del Plata, Tania Luna, una mujer transexual, patrocinada por el Área Jurídica de la CHA, obtuvo la primera sentencia judicial que ordenaba el cambio de nombre y de sexo en la partida de nacimiento sin imponer como condición necesaria para ello la realización de una cirugía de adecuación genital. Este fallo sentó jurisprudencia al señalar que la realidad del sexo psicológico del individuo determina la identidad sexual registral por encima del sexo biológico. En fallos jurídicos posteriores a este se reconocería además el derecho al cambio registral como derecho no sujeto a opinión médica. Quedaría así despatologizada la identidad transexual en el ámbito de la justicia. 8. Muchos de estos testimonios se obtuvieron de transexuales adultas que se acercaron a nuestros consultorios para obtener asesoramientos varios en terapias de hormonación o de adecuación genital. En muchos otros, la cronología de estos recuerdos fue corroborada por familiares, que refrendaron estos orígenes muy tempranos del género autopercibido ante las y los profesionales del Área de Salud. 9. www.aticocooperativa.com.ar. 10. Programa radial Sueños posibles, AM 690 (www.laretaguardia.com.ar). https://bit.ly/2RkUOLi http://www.aticocooperativa.com.ar/ El deseo de existir Mónica Gabriela Mansilla Cuando una persona tiene la oportunidad de pedir un deseo, ¡por su mente pasan tantas cosas! Hay quienes desean amor, quienes desean salud y no falta el que pide dinero y felicidad eterna. Creo que son pocos los que desean poder existir sin dañar a nadie, son pocos los que desean ser iguales a los demás, o por lo menos parecerse o que la diferencia no se note tanto. Están contados con los dedos de una mano los que desean que su cuerpo cambie, o los que fantasean con que algún día todo estará en su sitio al despertar. Hay quienes nunca ven realizado su sueño y hay quienes exponen su propia vida con tal de cumplirlo sin pensar en lo que sucederá. Hay quienes lo pierden todo por correr tras sus sentimientos e intentan ser felices con lo poquito que tienen. Muchos hacen cambios radicales en su aspecto físico para que concuerde un poco con la percepción que tienen de sí mismos. Hay quienes desean ser uno más. Es duro convivir con un cuerpo que te marca como diferente y deseando lo imposible, esperando un cambio, un milagro a veces. Se necesita valor, agallas y un sentimiento firme para hacer valer lo que uno desea. Necesidad de ocupar un lugar, de ser alguien, de vivir en libertad; deseo de poder elegir sin que te castiguen por ello, sin sentir culpa por querer algo distinto, viendo cómo a los demás se les hace tan fácil vivir. Nadie los mira raro ni los señala porque cumplen con las características de lo que llaman una persona “normal”. A quien desea algo distinto lo excluyen instantáneamente, y pasan a ser invisibles porque es más fácil no ver que involucrarse y reconocer al otro tal cual es. ¿Acaso una persona que https://bit.ly/2RkUOLi discrimina no es diferente a la que acepta? ¿Qué le hace creer que tiene razón? Entre esos pocos que desean algo diferente se encuentra mi hija Luana. Su deseo fue ser niña habiendo nacido varón, y aunque parecía que jamás iba a poder escapar de su destino biológico, todo comenzó a cambiar. Su deseo transformó todo y a todos. Sus ganas y su voluntad inquebrantables hicieron tantas cosas posibles. Ella cambió su destino, cambió su nombre y su pantalón por un simple vestido que la llenó de felicidad. Se impuso de tal manera que pudimos ver lo que nadie podía ni siquiera imaginar…, ¡una nena con pene! Increíble, ni la imaginación alcanza para ello. Qué cachetazo a la ignorancia y qué golpe bajo a la razón, a lo común y a lo que estamos acostumbrados culturalmente. Una nena transexual de seis años, algo jamás pensado. El deseo inmenso de un nene de cuatro años que se transformó delante de mis ojos en una nena hermosa por su propia voluntad y decisión. Ella pudo cumplir con su deseo, el de ser una nena a pesar de todo. Luana es una niña trans que con apenas seis años de edad sabe quién es y qué quiere ser desde que tiene uso de razón. Sintió el deseo de ser una niña y nadie pudo contradecirla. Su lucha comenzó a los dos años, cuando empezó a hablar, y hasta el día de hoy continúa. Lo asombroso de este deseo es que fue constante, sin vueltas ni retrocesos, fue intenso y enfrentó situaciones que para un adulto habrían sido difíciles de soportar. El deseo de existir tal cual uno se siente es simple, se siente y nada más. Se vive y no se entiende cómo los demás pueden tener tanto miedo y rechazo a lo diferente. Uno es, más allá de los genitales y mucho más allá de lo que opinen los demás, y eso se va manifestando desde muy temprana edad. Uno es más allá del cuerpo que nos tocó al nacer. La falta de información hace que cometamos errores, que pensemos equivocadamente y que hablemos sin detenernos a escuchar lo que dijimos y a pensar en cuánto daño le causamos al otro que está escuchando y que muchas veces está esperando, aunque sea, una palabra de apoyo que nunca llega o la simple aceptación, ya que no le está haciendo daño a nadie. El egoísmo nos juega en contra muchas veces, y nuestro deseo prevalece al de los demás. El miedo de no saber cómo proceder ante lo que sucede https://bit.ly/2RkUOLi inevitablemente nos paraliza y nos hace pensar que está todo mal; el miedo es el peor enemigo del ser humano, y es un sentimiento que transmitimos a los demás. Lo único que puede hacer que veamos más allá de todo es el amor. Amor por el otro, amor puro y desinteresado, el mismo que le tengo a mi hija Luana, el que me ayudó a escucharla y a comprenderla, el mismo amor que me hizo cada vez más fuerte para protegerla y que me armó de paciencia frente a la incomprensión y la falta de respeto de los demás. El amor que le tengo a mi niña “diferente” hizo que la viera tal cual ella quería mostrarse. Que me olvidara por un instante de su nombre de varón y de sus genitales masculinos, que la mirara a los ojos, que siempre estaban tristes y llenos de lágrimas, y que viera en ella la necesidad de que la dejara ser la niña que deseaba ser sin pensar en nada más. Su mirada de angustia me lo dijo todo, y cuando la duda y el no saber qué hacer cesó, llegó la pazque necesitábamos. Dejé de secarle las lágrimas de esos ojos maravillosos para empezar a maquillarlos jugando. Le regalamos todos sus autos a su hermano y compramos las muñecas que siempre había querido y que estaban en la misma vidriera que habíamos visto tantas veces y de la cual nos retirábamos a los gritos sin comprar nada. Dejé de llamarla por el nombre que le había elegido estando aún en la panza y empecé a balbucear el que se había elegido ella, cada vez más seguido, hasta que me salió sin dudarlo. La escuché, la entendí, la miré a los ojos y vi su alma, y desde ahí comenzamos a luchar juntas, sabiendo qué quería cada una, respetándonos y agarrándonos fuerte de la mano para caminar por esta vida en la que cuesta tanto ser feliz si no entrás en los parámetros que la sociedad te impone como “normales”. Ella sabía bien qué quería ser y yo sabía que quería ayudarla, que nada iba a hacer que la dejara sola. Cuesta mucho remar contra la corriente, ir al revés de todos, o hacer algo que nadie se anima, salir al mundo convencido de lo que uno quiere sin tenerle miedo al qué dirán, con todas las miradas puestas en cada cosa que hacemos, y siendo nosotras solas, sin que haya otra niña como ella en el país. Sentirse constantemente observado y juzgado te cansa, y la pena se instala de inmediato, pena por todo, por la incomprensión y la injusticia; estar en nuestros zapatos no es nada fácil. Ser los primeros en hacer un gran cambio que incluye a la sociedad. Un cambio totalmente diferente que llega a asustar y a que cada uno se cuestione si está https://bit.ly/2RkUOLi bien o mal dejar que un niño/a decida por sí solo. Cuesta estar en la vidriera y que todos opinen qué es lo correcto y qué no, pero lo bueno es que los demás vean que no es imposible vivir como uno desea, no importa la edad ni las diferencias. Dejar algo que le sirva a otros es lo importante, el ejemplo de que el amor lo puede todo, que se debe escuchar a los niños y que hay que dejarlos ser. Darles libertad y la oportunidad de elegir es lo más valioso que un adulto puede dar, ayudarlos a ser felices como ellos quieren y ponerle el pecho a lo que vendrá. Es muy difícil. No todos pueden hacerlo. No todos están preparados para eso y creo que no todos lo pueden lograr y salir ilesos, sin ser dañados y sin dolor, sin heridas que duelan, sin marcas que te recuerden que no sos como los demás. Pero estoy convencida de que la felicidad de una niña de seis añitos vale la pena. Nosotras aún curamos heridas que quedaron después de tanta ignorancia desparramada sin piedad y sin pensar que se hablaba de una criatura inocente. Esas heridas nos las curan el amor de los que nos quieren bien, nos sanan con el apoyo y la aceptación que cada vez es mayor, y ya no sorprende la noticia del niño que quiere ser niña. Dolió en ese momento la mirada que juzgó sin siquiera dar lugar a la explicación, ni a la posibilidad de ver que todos somos diferentes pero que tenemos los mismos derechos. Hoy nos levantan los brazos de quienes nos siguen acompañando y creen en ella, en su palabra y en su deseo de existir. Nos llenan de fuerza los que la ven a diario y le dicen “qué hermosa que estás”, y los que me dicen “¡cuánto valor, las felicito!”. Luana peleó contra sí misma en primer lugar, y con apenas dos añitos se paró delante de quien quisiera escucharla para gritar “yo soy una nena”, sin entender por qué nadie la comprendía. Y con solo cuatro años se eligió su propio nombre. Ella nos dio la seguridad de que no nos estábamos equivocando y que íbamos por buen camino, ella fue nuestra guía, nuestro lucero, y lo sigue siendo. Peleó con su cuerpo por no ser como el de las otras niñas. Sufrió el desprecio y la indiferencia de los demás y sintió a su espalda el dedo acusador que nadie disimuló. Luchó contra los demás para mostrarles la diferencia que había y que eso no era lo más importante. Qué importa el cuerpo cuando hay un alma que sufre, que pide a gritos ser escuchada. https://bit.ly/2RkUOLi Mientras estemos dispuestos a oír sin juzgar, a respetar y a dejar que cada uno ocupe el lugar que quiera, creceremos como personas y nos llenaremos de bondad. Uno no puede existir solo en este mundo, siempre se necesita del otro, del apoyo, de un abrazo o una mirada de comprensión. Gracias a Dios mi hija tuvo en su camino muchos ángeles que aparecieron para acompañarla, protegerla y escucharla. Si pensamos por un instante, es solo una niña, y si un adulto no puede ayudar a ser feliz a un niño/a no sé qué hacemos en este mundo. Luana nos enseñó a abrir los ojos, a ver con el corazón, nos mostró que uno existe y que no se puede ir contra lo que se siente desde lo más profundo del ser. Que se puede llegar al corazón de los demás con tan solo la verdad y el amor. Que uno puede caer cien veces y hay que levantarse unas mil, no importa lo que cueste, si el deseo lo vale, si te llena el alma y te hace al fin ser feliz. El deseo nos lleva a lo que uno es, mucho más aún si el deseo es simplemente existir, nada más ni nada menos. Y así comenzamos una lucha que ya lleva dos años y medio, en la que pasamos por muchas situaciones dolorosas y de desesperación, pero donde también tuvimos momentos inmensamente felices: la entrada de Luana al jardín de infantes como la nena que siente que es y el obtener el documento nacional de identidad en el que figura el nombre que ella se eligió a los cuatro años de edad y que sostiene hasta el día de hoy, además de su foto, con su cabello largo y con las colitas que tanto le gustan. Luana pudo soñar y desear una vida distinta a la que le esperaba por “naturaleza”, deseó muy fuerte y su deseo se cumplió. Tuvo el apoyo y el amor de su madre y su familia, pero hay niños que no los tienen, hay gente que no llega a comprender. Una lástima, se pierden de amar a seres tan maravillosos y especiales, que tienen tantas ganas de cambiarlo todo y buscan la felicidad por sobre todas las cosas. Yo habría perdido la oportunidad de ver la mirada que mi hija tiene hoy, tan llena de vida y de luz, si me hubiera quedado escondida, llena de miedos y siendo egoísta. La habría obligado a ser un ser desgraciado y triste, sin ganas de vivir, y jamás me lo habría perdonado. Deseen, sueñen. Inténtenlo. Que nada los detenga, estén dispuestos a luchar. La lucha es buena y nada tiene valor si no cuesta aunque sea un https://bit.ly/2RkUOLi poquito. El deseo de ser prevalece ante todo. Uno puede ser lo que quiere y puede lograr lo que desee con la fuerza que le da su corazón. No hay error, no hay equivocación si el sentimiento es puro y verdadero, si de ello depende que la cara se nos ilumine y que nuestra vida sea común a la de los demás. Siempre va a haber un alma que nos entienda, que nos acompañe y nos seque las lágrimas cuando todo se torne gris. Lo importante sería que fuera nuestra propia sangre la que nos abrace, pero si no es así, si perdemos familia y amigos en el camino, no miremos atrás, los ángeles que pueden aparecer suelen valorar aún más nuestro deseo de existir. “Soy una nena, mamá, y mi nombre es Luana...” Valeria Pavan Toda identidad asumida en el marco que fuera, y bajo las formas que cobre, es garantía de estabilidad y ningún ser humano acepta su desmantelamiento […] y en aquellos casos de “des-identificación voluntaria, cuando alguien es obligado a ello, sabemos que implica altos costos, llegando a fracturas irreversibles… Silvia Bleichmar, Paradojas de la sexualidad masculin El Área de Salud de la CHA El Área de Salud de la CHA contribuyó, desde su inicio, a estructurar metodologías de intervención innovadoras en psicoterapias relacionadas con la atención de las personas LGTBIQ.[1] Nuestro objetivo de trabajo se dirige a proteger tanto la salud como la dignidad en las consultas. El equipo central,conformado por profesionales de la salud mental, cuenta con una red externa de referentes de disciplinas concurrentes de la salud pública que, en calidad de asesores, colaboradores y prestadores, trabajan de manera coordinada con el https://bit.ly/2RkUOLi Área. Nuestra experiencia no solo se desprende del trabajo cotidiano, sino que a ello se le suma la interacción permanente con otras instituciones de la salud pública: hogares de custodia de niños/as y jóvenes, juzgados de familia, jardines de infantes, escuelas primarias, colegios secundarios y otras de orientación específicamente psicológica, psicoanalítica y del ámbito de la salud mental en términos más generales. Esta forma de estructurar el trabajo y los modos de abordaje e intervención se cuentan entre los motivos por los que el Área de Salud de la CHA fue y es convocada a participar en los más diversos foros de debate y discusión académicos, así como también de formación no académica. Es mucho, sin embargo, el trabajo que queda por hacer, aun cuando los avances fueron significativos, puesto que la perspectiva diversa en sexualidad o identidad y expresión de género, es decir, aquello diferente a lo “heteronormado”, se ha asimilado solo de forma parcial en las políticas públicas sanitarias, de educación y laborales, solo por mencionar algunas de las áreas más vulnerables.[2] Por eso, uno de nuestros objetivos es seguir el debate para romper con el paradigma aún persistente desde la constitución de la Nación, y vigente en muchos ámbitos públicos y privados, de la expectativa del paciente “blanco, occidental, heterosexual, argentino y de élite”.[3] Por lo general, estos sistemas han introducido una mirada de género pensada para personas heterosexuales, dejando pendientes otras perspectivas, como aquella que propone desarrollar una mirada binaria para lograr una verdadera inclusión que amplíe y permita asumir derechos que contemplen la salud, la educación, el trabajo, la vivienda, etc., de manera integral y considerando ciertas necesidades específicas. Vale decir que la inclusión a la que se aspira no puede quedar acotada únicamente a la problemática del VIH/SIDA. Es posible observar que en muchas ocasiones no se considera a la “discriminación” como un factor de riesgo para enfermar, y no faltan profesionales que interpretan este tipo de violencia como parte de la “realidad psíquica” de la persona que consulta. Es innegable que aún existe una marcada tendencia a considerar como un problema psiquiátrico o psicológico, e incluso orgánico, a aquello que en realidad sería un problema ontológico del que, tal vez, deberían ocuparse la filosofía y otras disciplinas. Ciertamente, la deficitaria formación de los profesionales de todas las áreas repercute, directa e indirectamente, en el bienestar psicológico de las personas LGTBIQ, lo que pone en peligro su dignidad en la atención o son directamente expulsados/as del https://bit.ly/2RkUOLi sistema médico, educativo, laboral y social en general. El “Programa de atención integral para las identidades trans” inicia su trabajo hace quince años promovido por la CHA, y es llevado a cabo por los profesionales de las Áreas de Salud y Jurídica. Desde el inicio se comprometió la escucha para poder establecer qué tipo de necesidades manifestaban las personas cuando se acercaban a la organización para realizar las demandas y, de esa manera, facilitar el acceso a los diferentes ámbitos institucionales. En ese momento, la dependencia de la “buena voluntad” de algunos médicos, con nombre y apellido, era fundamental. Los reclamos de estas personas no se dirigían solo al ámbito de la salud pública y a su imposibilidad de acceso, sin mencionar una atención digna y en el marco del respeto, sino a cuestiones que abarcaban prácticamente a todas las instituciones de la vida social. Si bien el hospital público tiene las puertas abiertas a todos/as, resulta de fácil comprobación, salvo contadas excepciones, que las personas con identidades trans, en especial las travestis, se encuentran excluidas del sistema sanitario. Un dato que permite determinar hasta qué punto están siendo excluidas por el sistema se sintetiza en su corta expectativa de vida.[4] De igual manera, la escuela pública, que también está a disposición de todos/as, es un ámbito institucional muy complejo de organizar para que la inclusión tenga lugar y se convierta en un espacio de aceptación, de dignidad y de respeto, libre de bullying. Los puntos de vulnerabilidad más importantes son los siguientes: violencia y exclusión familiar y social, exclusión del sistema educativo, imposibilidad de acceder a un trabajo formal y a condiciones habitacionales dignas, prostitución y situación de calle, HIV, ITS (enfermedades de transmisión sexual), intervenciones caseras (silicona industrial), uso de hormonas sin prescripción médica, uso problemático de alcohol y drogas, violencia institucional. Estas variables impulsaron la idea de la creación de un espacio en el que fuera posible concentrar la atención y las especialidades médico/psicológicas como experiencia piloto de acceso a la salud de las personas trans que así lo solicitaran. Las particularidades investigadas y actualizadas sobre las personas LGTBIQ y las consecuentes pericias profesionales aplicadas a los abordajes en salud, dejan al descubierto la necesidad de transversalizar las prácticas profesionales y los https://bit.ly/2RkUOLi modos de intervención clásicos a efectos de optimizar recursos y resultados en las acciones. A la hora de atender la salud no es posible dejar de lado cuestiones vinculadas a la identidad y a la expresión de género, la discriminación familiar y social, las vías de acceso a la salud, la educación, el trabajo, la vivienda o los factores geográficos para el desarrollo de una tarea estrechamente vinculada con los derechos básicos de las personas. Es evidente que el incremento en los requerimientos espontáneos presentados al Área de Salud de la CHA por personas trans manifiestan la necesidad de mediaciones con especificidad de conocimientos ineludibles en las políticas públicas que se implementen, para brindar soluciones adecuadas a dichos requerimientos. Estas demandas deben ser leídas con optimismo, ya que significan un avance en las exigencias respecto de la inclusión democrática en el ámbito de las instituciones sociales por parte de esta población y sus particularidades; puesto en el cuerpo social significa una evolución en el desarrollo del ejercicio de la ciudadanía. El Área de Salud ofrece acompañamientos terapéuticos a quienes lo solicitan y desarrolla, siempre dentro del marco del Programa, diferentes actividades con las instituciones y una vinculación inmediata de las personas que consultan. Se destacan las importantes experiencias obtenidas en el trabajo con las familias, jardines de infantes, escuelas primarias y colegios secundarios, hogares para menores, lugares de trabajo, gestión ante las obras sociales y prepagas, etc. Intervenimos el impacto sufrido por las instituciones frente a realidades de muy alta complejidad cultural y a la creciente necesidad de interiorizarse de las implicancias y modos de abordaje, para una aceptación e inclusión libre de prejuicios, dado que la transición no solo impacta en la persona que la está llevando a cabo sino también en su entorno social. Patologizar. Despatologizar En 1954, el médico endocrinólogo alemán Harry Benjamin (1885-1986) introdujo en la medicina el término transexual para nombrar a aquellas personas que reclamaban la modificación de su cuerpo con el fin de adaptar su apariencia a la del sexo opuesto. Considerando la convicción manifestada por estas https://bit.ly/2RkUOLi personas y la certeza, presente en sus discursos, de que su verdadera
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