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Traducción Lederman.pdf
	 1	
Rena	Lederman.	Pretextos	para	la	etnografía:	Sobre	la	lectura	de	notas	de	campo1.		
En:	Fieldnotes.	The	Makings	of	Anthropology.	Roger	Sanjek	Ed.	Cornell	University,	NY,	1990.	
Traducción	 de	 Camila	 Perez,	 revisión	 de	 Ana	 Padawer	 para	 la	 Cátedra	 de	 Metodología	 y	
Técnicas	de	la	Investigación	de	Campo.	Facultad	de	Filosofía	y	Letras.	Universidad	de	Buenos	
Aires.	Marzo	de	2023.	
	
Los	antropólogos/as	hacemos	muchas	cosas	sobre	el	campo	y	fuera	de	él,	y	aunque	escribir	es	
una	de	ellas,	sin	duda	no	es	la	característica	distintiva	de	nuestro	trabajo2.	La	escritura	no	nos	
distingue	de	otras	disciplinas	y	líneas	de	trabajo	y,	habitualmente,	tampoco	de	las	personas	a	las	
que	intentamos	comprender.	No	obstante,	centrarse	en	las	formas	antropológicas	de	escritura	
puede	revelar	algo	sobre	los	puntos	fuertes	y	los	límites	del	conocimiento	antropológico.	
	
Los	recientes	análisis	de	las	convenciones	de	la	escritura	etnográfica	(por	ejemplo,	Clifford	1983;	
Clifford	 y	Marcus	 1986;	Marcus	 y	 Cushman	 1982;	 Sperber	 1982)	 son	 sólo	 una	 parte	 de	 una	
exploración	sostenida	respecto	de	las	dimensiones,	en	gran	medida	tácitas,	de	nuestro	trabajo.	
Durante	los	últimos	veinte	años,	los	antropólogos/as	han	publicado	descripciones	detalladas	de	
la	 experiencia	 personal	 del	 trabajo	 de	 campo.	 Aunque	 estos	 relatos	 no	 siempre	 han	 sido	
autocríticos	 o	 analíticos,	 sí	 han	 sido	 reflexivos	 de	 una	 forma	 especialmente	 directa	 y,	 en	
ocasiones,	han	abordado	cuestiones	epistemológicas,	éticas	o	políticas	que	sólo	se	mencionan	
brevemente	en	los	manuales	sobre	técnicas	de	investigación.	
	
El	"yo"	no	suele	estar	presente	en	las	consideraciones	más	recientes	de	la	escritura	etnográfica,	
como	señala	Rabinow	(1986).		Sin	embargo,	los	análisis	de	las	convenciones	tácitas	-por	ejemplo,	
cómo	 se	 crea	 una	 voz	 autorizada	 o	 persuasiva	 en	 la	 etnografía	 (Clifford	 1983;	 Geertz	 1988;	
Rosaldo	 1986)-	 pueden	 plantear	 un	 desafío	 crítico	 más	 sistemático	 a	 la	 autocomprensión	
antropológica	 que	 las	 descripciones	 de	 las	 experiencias	 de	 campo,	 un	 desafío	 semejante	 al	
planteado	por	anteriores	exposiciones	de	la	relación	entre	antropología	y	colonialismo	o	por	la	
crítica	feminista	del	conocimiento	antropológico3.		
	
La	consideración	de	 las	notas	de	campo	en	este	volumen	debe	verse	en	el	contexto	de	dicha	
reflexividad	y	crítica.	Mientras	que	el	trabajo	de	campo	(la	tipificación	de	la	práctica	antropológica	
en	la	mente	popular)	ha	sido	un	foco	de	atención	disciplinaria,	y	mientras	que	la	etnografía	(el	
medio	 público	 oficial	 de	 la	 antropología)	 es	 ahora	 también	 objeto	 de	 un	 inquietante	 análisis	
crítico,	las	notas	de	campo	permanecen	en	gran	medida	ocultas	a	la	vista,	incluso	entre	los/as	
profesionales.	Son	un	medio	"silenciado",	que	parece	ser	simplemente	un	medio	para	un	fin,	o	
aquello	que	se	hace	al	finalizar	el	día,	sintetizándolo.	Uno/a	se	pregunta	si	las	notas	de	campo	
constituyen	un	tema	sobre	el	que	merezca	la	pena	escribir	y	busca	una	analogía	adecuada:	¿son	
como	los	archivos	de	los	historiadores	o	como	las	notas	que	toman	los	historiadores	cuando	están	
en	los	archivos?	En	vista	de	la	evidente	importancia	de	las	notas	de	campo	para	nuestro	trabajo,	
el	silencio	profesional	sobre	el	tema	debería,	como	mínimo,	levantar	sospechas.	
	
																																																													
1	Agradezco	a	Michael	Merrill,	Hilly	Geertz,	Roger	Sanjek	y	 Julie	Taylor	por	sus	comentarios	sobre	una	
primera	versión	de	este	capítulo,	y	también	a	Jim	Clifford,	cuyo	artículo	leí	en	1986	mientras	redactaba	
éste	 y	 cuyos	 argumentos	me	 resultaron	 estimulantes.	 No	 tengo	 en	 cuenta	 una	 serie	 de	 importantes	
trabajos	recientes	(por	ejemplo,	Clifford	1988;	Geertz	1988;	Strathern	1987).	
2	Nota	de	las	traductoras:	para	reflejar	una	de	las	multiples	opciones	de	lenguaje	inclusivo	actualmente	
en	uso,	hemos	optado	por	agregar	masculinos	y	femeninos	aunque	no	se	encontraban	en	el	texto	original.	
3	Las	preocupaciones	textuales	también	pueden	 llevarnos	en	una	dirección	contraria	al	 feminismo	y	al	
anticolonialismo.	
	 2	
No	 es	 de	 extrañar	 que	 las	 notas	 de	 campo	 sean	difíciles	 de	 pensar	 y	 escribir:	 son	un	 género	
extraño.	 Simultáneamente	 parte	 del	 "hacer"	 del	 trabajo	 de	 campo	 y	 de	 la	 "escritura"	 de	 la	
etnografía,	 las	 notas	 de	 campo	 están	 conformadas	 por	 dos	movimientos:	 un	 alejamiento	 del	
discurso	académico	para	unirse	a	conversaciones	en	entornos	desconocidos,	y	luego	un	retorno	
a	esos	discursos.	Como	tipo	de	comunicación	dirigida	principalmente	a	uno	mismo,	no	se	parecen	
ni	 a	 la	 efímera	 sociabilidad	 cara	 a	 cara	del	 trabajo	de	 campo	ni	 a	 los	 intercambios	 indirectos	
extrañamente	 duraderos	 que	 se	 escriben	 en	 casa.	 Es	más,	muchos	 antropólogos/as	 (quizá	 la	
mayoría)	nunca	han	leído	otras	notas	de	campo	antes	de	crear	las	propias;	no	tienen	modelos	
bien	establecidos	de	cómo	se	escriben	 las	notas	de	campo	ni	de	cómo	se	utilizan.	A	pesar	de	
crearlas	para	uno/a	mismo/a,	las	notas	de	campo	no	se	conciben	simplemente	como	un	tipo	de	
registro	diario	y	 tampoco	 son	un	archivo	público.	Aun	cuando	 se	 supone	que	 son	un	 registro	
reconsultable	 de	 las	 experiencias	 sobre	 el	 terreno	 -	 un	 ancla	 para	 los	 astutos	 marcos	 de	 la	
memoria	y,	posiblemente,	un	recurso	para	otros	investigadores	–	su	valor	suele	ser	cuestionado:	
“La	idea	es	que	la	mejor	manera	de	escribir	una	etnografía	convincente	es	perder	tus	notas	de	
campo"	(Schweder	1986).	
	
De	hecho,	son	ambiguas	en	cuanto	a	fijación,	contenido	e	intención:	ni	se	sitúan	ni	“aquí”	ni	“allá”	
(o,	tal	vez,	tanto	Aquí	como	Allá).	Manchadas	por	dedos	arenosos	y	bichos	aplastados,		las	notas	
de	 un	 día	 cualquiera	 pueden	 incluir	 una	 serie	 de	 lecturas	 encadenadas	 y	 miradas	 a	 nuestra	
brújula,	 fragmentos	 anotados	 de	 una	 conversación	 interrumpida,	 una	 transcripción	
mecanografiada	de	una	entrevista	con	comentarios	al	margen,	una	densa	descripción	de	algún	
acontecimiento	o	persona	(apta	para	su	publicación),	un	esbozo	para	una	disertación	o	un	artículo	
periodístico,	un	comentario	sobre	un	libro	o	una	carta	leídos	recientemente,	una	expresión	de	
sentimientos	personales.	Producidas	y	todavia	oliendo	como	lo	de	Allá	–	humeantes,	ahumadas,	
picantes	evocaciones	de	personas	y	gente-	 las	notas	de	campo,	al	 igual	que	 la	etnografía,	son	
simplemente	una	forma	de	escritura.	
	
La	incomodidad	con	su	lado	personal	hace	que	leer	y	escribir	sobre	las	propias	notas	resulte	difícil	
(como	revelan	los	artículos	de	este	volumen).	Pero	la	lectura	de	notas	de	campo	no	sólo	resulta	
incómoda	 por	 revelar	 las	 ansiedades	 e	 insuficiencias	 personales	 de	 cada	 uno	 o	 por	 su	
ambigüedad:	las	notas	de	campo	son	peligrosas.	Las	observaciones	se	anotan	para	ayudar	a	la	
memoria,	pero	la	lectura	de	las	notas	de	campo	puede	poner	a	prueba	la	memoria.	Amenaza	con	
devolver	a	uno	a	la	incertidumbre	sobre	qué	fue	qué;	actúa	contra	el	sentido	del	conjunto	que	
uno	lleva	en	la	cabeza.	Las	notas	de	campo	pueden	contradecir	la	voz	antropológica	única	que	
nos	animan	a	adoptar	a	todos/as	en	nuestra	escritura	etnográfica	formal	al	registrar	-aunque	sea	
indirectamente-	las	voces	de	las	personas	con	las	que	convivimos	durante	el	trabajo	de	campo.	
De	este	modo,	mientras	que	las	notas	de	campo	median	entre	el	trabajo	de	campo	y	la	escritura	
etnográfica	 y	 están	 moldeadas	 por	 ambos,	 también	 subvierten	 la	 etnografía	 con	 la	 misma	
seguridad	con	la	que	incomodan	en	otros	aspectos	de	la	experiencia	del	trabajo	de	campo.	
	
En	este	ensayo	describo	primero	mis	propias	notas	de	campo	para	ilustrar	más	concretamente	
su	forma	particular	de	fragmentación	y	sus	relaciones	con	los	mundos	del	campo	y	la	academia;	
la	descripción	se	ofrece	con	la	expectativa	(o	esperanza)	de	que	mis	notas	sean	típicas,	si	no	en	
detalles,	sí	en	función	o	sentido.	A	continuación,	analizo	algunas	de	las	formas	en
que	he	leído	y	
utilizado	las	notas	de	campo.	Concluyo	considerando	el	impacto	de	las	diferentes	audiencias	y	
comunidades	 en	 la	 evaluación	 de	 las	 notas	 de	 campo.	 Al	 final,	 debería	 quedar	 claro	 que	 los	
peligros	de	las	notas	de	campo	son	positivos,	incluso	esenciales	para	el	análisis	cultural	crítico.	
Notas	de	campo:	Orientaciones	y	desorientaciones	
	 3	
Estoy	 de	 acuerdo	 con	 James	 Clifford	 (en	 este	 volumen)	 en	 que	 hay	 que	 distinguir	 entre	 los	
distintos	tipos	de	"trabajo	de	campo";	el	termino	es	dificil	de	manejar	y	debemos	desgranarlo.	
Aunque	las	categorías	de	escritura	propuestas	por	Clifford	invitan	a	la	reflexión,	yo	tendré	que	
desgranarlas	de	otro	modo,	ya	que	me	centro	menos	en	los	contextos	en	los	que	se	escriben	las	
notas	que	en	cómo	se	leen	y	utilizan.	
	
Realicé	investigaciones	sobre	el	terreno	en	el	valle	de	Mendi	(Provincia	de	las	Tierras	Altas	del	
Sur,	Papúa	Nueva	Guinea)	entre	1977	y	1979,	y	de	nuevo	durante	unos	meses	en	1983;	mis	
investigaciones	 se	 centraron	en	 los	aspectos	 sociopolíticos	de	 la	 relación	entre	producción	e	
intercambio	y	en	la	comprensión	de	las	Fiestas	del	Cerdo	de	las	Tierras	Altas	desde	la	perspectiva	
de	la	historia	de	la	comunidad	(véase	Lederman	1986c).	También	me	interesé	por	las	relaciones	
de	género	y	las	innovaciones	económicas	y	políticas	locales.	
	
A	lo	largo	de	mi	trabajo	de	campo	en	Mendi,	elaboré	tres	tipos	principales	de	notas	de	campo	
escritas:	registros	diarios	(daily	logs),	archivos	mecanografiados	(typed	files)	y	diarios	personales	
(personal	 journals)4.	Cada	uno	de	ellos	orienta	y	desorienta	al/a	 la	 lector/a	a	su	manera.	Por	
ejemplo,	una	 "descripción"5	extensa	en	un	cuaderno	de	 registros	diarios	puede	 ser	bastante	
legible	y	proporcionar	un	acceso	aparentemente	 fácil	 de	 "cómo	eran	 las	 cosas";	orienta	al/a	
lector/a	 al	 presentar	 un	 relato	 que	 parece	 comprensible	 en	 sí	 mismo,	 o	 que	 demuestra	
conexiones	rastreables	con	otras	notas.	Al	mismo	tiempo,	es	desorientadora	en	la	medida	en	
que	procede	de	fuentes	heterogéneas,	a	veces	contradictorias,	y	documenta	una	perspectiva	
cambiante	 (me	 referiré	 a	 esto	más	 adelante).	 Las	 notas	más	 fragmentarias,	 como	mis	 datos	
censales,	carecen	relativamente	de	sentido	en	sí	mismas	y	necesitan	referencias	cruzadas	para	
ser	 utilizables.	 Son	 desorientadoras	 en	 la	 medida	 en	 que	 son	 obviamente	 incompletas.	 Es	
necesario	saber	más	para	 interpretarlas,	pero	no	señalan	por	sí	mismas	una	dirección	que	el	
lector	deba	seguir	para	completarlas	y,	de	hecho,	hay	muchas	direcciones	posibles.	Al	mismo	
tiempo,	el	formato	censal	orienta	al/	a	la	lector/a	en	un	único	contexto	temático.	
	
Aunque	 la	 sensación	 de	 estar	 orientado/a	 es	 útil	 para	 el/la	 lector/a	 de	 notas,	 también	 es	
engañosa.	El	valor	especial	de	las	notas	de	campo	es	su	capacidad	para	inquietar,	para	provocar	
un	reposicionamiento	de	los	límites	y	focos	existentes.	Para	hacer	realidad	este	valor,	hay	que	
reconocer	el	carácter	cualificado	de	las	orientaciones	que	proporcionan	incluso	las	notas	más	
holísticas.	
	
Entre	mis	propias	notas,	mis	diarios	personales	 son	 los	más	orientativos	y	accesibles	porque	
contienen	 largos	 pasajes	 sintetizadores	 sobre	 temas	 concretos.	 Pero,	 perversamente,	 son	
también	mis	notas	más	privadas.	De	hecho,	son	lo	que	imagino	que	nunca	querría	hacer	público,	
ya	 que	 son	 tanto	un	diario	 "en	 sentido	 estricto",	 como	un	 registro	 de	 reflexiones	 sobre	mis	
lecturas	y	mis	observaciones	de	campo	y	entrevistas.	
	
Los	 diarios	 resultan	 más	 orientativos	 precisamente	 porque	 eran	 mis	 meta-notas:	 en	 ellos	
escribía	sobre	mis	notas	de	campo	y	registraba	mi	sensación	de	cómo	encajaban	las	cosas6.	Pero	
																																																													
4	No	voy	a	hablar	aquí	de	las	cintas	y	las	fotos;	sus	diferentes	soportes	requieren	una	consideración	aparte.	
Con	ello	no	pretendo	decir	que	no	sean	también	"notas	de	campo";	ambas	son	muy	importantes	a	la	hora	
de	 considerar	 cómo	 las	 notas	de	 campo	 conservan	 las	 "voces"	 de	 los	 sujetos	 de	 investigación	de	un/	
antropólogo/a,	tema	central	de	este	ensayo.	Pero	sería	un	error	literalizar	y	cosificar	la	noción	de	"voces"	
afirmando	que	necesariamente	se	conservan	mejor	en	la	cinta	que	en	las	notas	escritas.	En	la	grabación	
interviene	un	proceso	de	 selección	al	 igual	que	en	 la	 toma	de	notas	escritas,	 y	ese	proceso	 se	puede	
manipular	(conscientemente	o	no)	para	crear	una	especie	de	univocidad	en	cualquier	registro.	
5	Véase	Clifford,	en	este	volumen,	para	un	análisis	de	las	insuficiencias	de	este	término.	
6	 Allí	 también	 escribí	 sobre	 lo	 que,	 en	 aquel	 momento,	 consideraba	 mis	 experiencias	 de	 campo	 no	
oficialmente	dignas	de	mención.	Los	 intereses	 temáticos	y	 teóricos	de	cada	uno	constituyen	una	base	
	 4	
a	pesar	de	la	orientación	de	determinados	pasajes,	los	diarios	también	dejan	bastante	claro	-
más	claro	que	los	otros	tipos	de	notas-	que	mi	percepción	del	conjunto	apenas	era	coherente:	
no	sólo	cambiaba	constantemente,	 sino	que	 tenía	muchas	 fuentes.	En	el	 caso	de	 los	diarios,	
estas	fuentes	incluyen	tanto	la	lectura	que	hice	sobre	el	terreno	como	las	conversaciones	que	
mantuve	allí	 con	mi	marido	y	otros	occidentales:	mi	 familiar	Aquí	puesto	 temporalmente	en	
relación	con	otro	mundo.	También	incluyen	incidentes	reveladores	o	sutiles	acumulaciones	de	
detalles:	 lo	 desconocido	Allá	 traducido	 y	puesto	provisionalmente	bajo	 control	 conceptual	 a	
través	de	muchas,	muchas	páginas	de	escritura.	
	
Así,	las	reacciones	a	los	libros	y	artículos	que	leía	-algunos	de	antropología,	otros	de	historia	y	
otros	de	otras	cosas-	solían	entrar	en	el	diario	en	forma	de	ideas	para	una	disertación,	un	libro	
o	artículos.	A	las	notas	más	generales	sobre	las	lecturas	(antes	y	después	del	trabajo	de	campo)	
las	guardaba	separadas	de	 las	notas	de	campo.	Parte	del	motivo	subyacente	para	anotar	 las	
reacciones	a	 los	 libros	en	los	diarios	o	separadamente,	era	un	temor	que	tenía,	seguramente	
familiar	 para	 muchos	 estudiantes	 de	 posgrado,	 de	 no	 tener	 "suficientes	 datos"	 del	 propio	
trabajo	de	campo	para	producir	una	etnografía	adecuada.	
	
Sea	cual	sea	el	motivo	de	su	inclusión,	los	pasajes	del	diario	relativos	a	las	lecturas	demuestran	
cómo	 las	 fuentes	 ajenas	 al	 campo	 (y	 en	 particular	 las	 textuales)	 sugirieron	 líneas	 de	
cuestionamiento	sobre	el	campo	y	definieron	temas	sobre	él.	Por	ejemplo,	cuando	vivía	en	el	
pueblo	de	Mendi	y	aún	no	había	decidido	en	qué	comunidad	rural	iba	a	basar	mi	investigación,	
me	enteré	de	que	los	líderes	de	una	de	las	aldeas	que	estaba	considerando	investigar	estaba	en	
conflicto	por	la	fecha	de	la	Fiesta	del	Cerdo	de	su	grupo.	Escribí	en	mi	diario	que	tal	conflicto	era	
justo	 lo	 que	 necesitaba	 observar	 para	 comprender	 las	 políticas	 en	 la	matanza	 del	 cerdo,	 un	
"tema"	en	la	literatura	antropológica	sobre	las	Tierras	Altas	y	un	eje	central	en	mi	propuesta	de	
investigación.	En	otras	palabras,	 fuera	o	no	 tan	notable	a	nivel	 local	 (y	en	aquella	 fase	de	 la	
investigación	no	estaba	en	condiciones	de	saberlo),	el	conflicto	tenía	cierto	interés	etnográfico.	
Del	mismo	modo,	cuando	me	disponía	a	abandonar	mi	comunidad	rural,	planeé	organizar	mi	
informe	al	Comité	de	Investigación	de	la	Provincia	de	las	Tierras	Altas	del	Sur	en	torno	a	una	
crítica	 de	 los	 supuestos	 contenidos	 en	 el	 informe	 anterior	 de	 un	 antiguo	 planificador	 de	
desarrollo	provincial	sobre	la	relación	entre	liderazgo	y	propiedad	de	la	tierra.	Ese	informe	era	
el	texto	al	que	se	referían	oblicuamente	varios	pasajes	de	mi	diario	en	los	que	comparaba	las	
tierras	de	los	"grandes	hombres"	y	los	hombres	corrientes7.		
																																																													
explícita	para	elegir	qué	incluir	y	qué	excluir	de	las	notas.	Pero	¿qué	hay	de	las	elecciones	tácitas?	Los	
diarios	personales	me	han	parecido	una	fuente	importante	de	información	sobre	mis	propios
supuestos	
no	declarados	acerca	de	lo	que	constituye	una	observación	"antropológica";	ésta	es	una	razón	importante	
para	 considerarlos	 aquí	 notas	 de	 campo.	Aunque	 fueron	 concebidos	 como	un	 lugar	 para	 reafirmar	 el	
material	ya	anotado	en	otros	lugares,	contienen	relatos	de	conversaciones	y	observaciones	de	las	que	no	
informé	 en	 ningún	 otro	 sitio	 porque,	 al	 menos	 en	 aquel	 momento,	 no	 las	 estaba	 tratando	
"antropológicamente".	Por	supuesto,	la	inclusión	de	esos	elementos	tiene	sus	propias	determinaciones,	
pero	eran	de	un	tipo	diferente	(y	quizá	más	variable)	que	las	que	determinan	las	inclusiones	y	exclusiones	
en	las	notas	potencialmente	públicas.	En	la	medida	en	que	cualquier	tipo	de	escritura	implica	un	trasfondo	
de	comprensión	culturalmente	estructurada	-tácita	y	explícita-	que	da	forma	a	lo	que	percibimos	como	
importante,	probablemente	sea	una	buena	idea	contar	con	varios	tipos	de	rutinas	de	escritura	sobre	el	
campo.	
7	Las	referencias	intertextuales	en	los	diarios	de	campo	son	en	su	mayoría	explícitas,	más	que	en	cualquier	
otro	tipo	de	notas	que	tomé.	Pero	mi	énfasis	en	las	referencias	externas	y	literarias	en	esta	descripción	
de	mis	diarios	no	pretende	negar	la	existencia	de	otros	tipos	de	referencias.	A	medida	que	avanzaba	el	
trabajo	 de	 campo,	 mis	 propias	 notas	 de	 campo	 sobre	 asuntos	 locales,	 así	 como	 conversaciones,	
observaciones	e	 interacciones	no	anotadas	previamente,	se	convirtieron	en	un	contexto	cada	vez	más	
importante	 en	 el	 que	 cada	 nuevo	 suceso	 se	 convertía	 en	 un	 "acontecimiento"	 notable.	 La	 aparición	
	 5	
Otro	 tipo	 significativo	 de	 anotación	 en	 el	 diario	 de	 campo	 resume	 las	 conversaciones	 que	
mantenía	con	mi	marido	sobre	nuestros	intereses	comunes.	Allí	se	reflejaba	su	concepción	de	
los	métodos	 históricos,	 su	 amplia	 lectura	 de	 la	 teoría	 social	 y	 económica,	 su	 experiencia	 de	
investigación	en	historia	colonial	americana	y	su	experiencia	práctica	en	el	trabajo	educativo.	
Mis	relatos	de	nuestras	discusiones	se	referían	a	menudo	a	formas	de	traducir	abstracciones	
familiares	como	"explotación"	o	"reciprocidad"	a	un	lenguaje	y	contexto	sociohistórico	ajenos.	
	
Paralelamente	 a	 las	 referencias	 de	 lecturas	 y	 conversaciones	 orientadas	 por	 mi	
hogar/pertenencias,	había	pasajes	de	mi	diario	de	campo	referidos	a	lo	que	estaba	aprendiendo	
a	 través	 de	 conversaciones	 con	 mis	 anfitriones	 de	 la	 aldea	 Mendi,	 observaciones	 de	
acontecimientos	locales	y	rutinas	de	investigación	más	estructuradas.	Muchos	de	estos	pasajes	
especulaban	sobre	las	conexiones	entre	las	observaciones	realizadas	en	diferentes	contextos	del	
trabajo	de	campo	-	especialmente	cuando	había	discrepancias	o	confusiones-	y	las	estrategias	
planificadas	para	 llevarlas	a	 cabo.	No	pocos	de	estos	pasajes	 se	 compusieron	 también	como	
contrapunto	entre	el	Aquí	y	el	Allí.	Por	ejemplo,	cuando	empezaba	a	estar	claro	que	mi	marido	
y	 yo	 no	 íbamos	 a	 tener	 problemas	 para	 hablar	 con	 las	mujeres	 de	 las	 Tierras	Altas	 sobre	 el	
intercambio	de	regalos	y	otras	cosas,	mi	diario	contenía	murmuraciones	poco	generosas	sobre	
la	investigación	y	los	escritos	de	otros	etnógrafos	de	las	Tierras	Altas.	Estos	pensamientos	eran	
importantes	porque	tenían	que	ver	con	las	"conversaciones"	antropológicas	sobre	el	género	en	
las	Tierras	Altas.	
	
A	 medida	 que	 mi	 experiencia	 en	Mendi	 se	 profundizaba,	 aparecía	 un	 tema	 que	 conectaba	
muchas	 entradas	 dispares	 de	 mi	 diario	 de	 campo:	 mi	 incomodidad	 con	 las	 categorías	 y	
estructuras	analíticas	que	se	discutían	en	los	pasajes	sobre	mis	lecturas	y	en	conversaciones	con	
personas	no-mendianas.	Cada	vez	me	resultaba	menos	fácil	encontrar	traducciones	adecuadas	
para	las	ideas	clave	de	cada	contexto.	En	efecto,	fue	aquí	donde	esbocé	formas	alternativas	de	
ampliar	las	categorías	de	las	diversas	disciplinas	y	literaturas	con	las	que	trabajaba	para	referir	
a	los	conceptos	Mendi	sobre	los	que	imaginaba	que	querría	escribir	cuando	volviera	a	casa.	El	
diario	 de	 campo	 documenta	 lo	 fuerte	 que	 era	 mi	 resistencia	 para	 renunciar	 a	 categorías	
familiares	y	orientadoras,	lo	inteligente	que	fue	procurar	nuevas	alternativas	y	lo	difícil	que	era	
simplemente	escuchar	lo	que	me	decían	mis	conocidos	Mendi	(ver	Asad	1986).	
	
A	pesar	de	su	 intención	de	ayudarnos	a	sintetizar,	 los	diarios	de	campo	son	desorientadores.	
Aunque	algunos	pasajes	concretos	recogen	mis	 intentos	de	armonizar	 lo	que	escuchaba	a	mi	
alrededor	 en	Mendi,	 al	 leer	 los	 diarios	 en	 su	 conjunto	 se	 percibe	 una	 disonancia	 de	 tonos	
cambiantes,	ya	que	mi	percepción	del	conjunto	fue	cambiando	a	lo	largo	del	trabajo	de	campo.	
Es	más,	las	anotaciones	diarias	contienen	elementos	diversos	que	distraen	la	atención	del/de	la	
lector/a;	 las	 entradas	 del	 diario	 de	 campo	 en	 sentido	 estricto	 suelen	 ser	 particularmente	
discordantes.	Durante	los	primeros	años	posteriores	a	su	redacción,	los	diarios	me	resultaron	lo	
suficientemente	perturbadores	como	para	evitarlos	casi	por	completo.	
	
También	llevaba	un	registro	diario,	que	(a	diferencia	de	los	diarios	personales,	pero	al	igual	que	
todas	 las	 demás	 notas	 que	 tomaba)	 enviaba	 en	 papel	 carbón	 a	 casa	 para	 que	 estuviera	
protegido,	quizá	como	señal	de	que	formaba	parte	de	mi	registro	"público".	Los	cuadernos	que	
contenían	los	registros	diarios	incluían	informes	de	las	conversaciones	que	había	mantenido	o	
escuchado	 cada	 día,	 descripciones	 de	 cualquier	 acontecimiento	 que	 hubiera	 llamado	 mi	
atención	y	respuestas	a	mis	preguntas	(sobre	acontecimientos	locales	o	cuestiones	lingüísticas,	
por	ejemplo).	Cuando	las	conversaciones	se	convertían	en	entrevistas	-como	ocurría	a	menudo	
																																																													
gradual	de	este	nuevo	contexto	y	las	deformaciones	que	produjo	en	mi	lenguaje	interpretativo	quedan	
patentes	en	el	diario,	al	igual	que	en	mis	otras	notas.	
	
	 6	
cuando	la	conversación	giraba	en	torno	a	la	historia	 local	o	a	 las	prácticas	de	intercambio-,	o	
cuando	 un	 acontecimiento	 era	 de	 tal	 envergadura	 que	 requería	 un	 recuento	 extenso-,	 el	
cuaderno	remitía	a	los/as	lectores/as	a	mis	fichas	mecanografiadas.	Al	igual	que	el	material	del	
censo	y	las	entrevistas	que	describiré	a	continuación,	mecanografiaba	estos	relatos	extensos	y	
los	guardaba	en	carpetas	anilladas,	mientras	que	las	entradas	del	diario	personal	y	los	registros	
diarios	los	escribía	a	mano	en	cuadernos.		
	
Al	igual	que	en	el	diario	personal,	las	anotaciones	de	los	registros	diarios	procedían	de	diversas	
fuentes,	aunque	esto	es	quizá	menos	obvio	que	en	 los	diarios,	ya	que	era	más	probable	que	
estas	fuentes	fueran	locales	(Mendi)	-ni	literarias	ni	familiares	para	la	mayoría	de	los	lectores	
potenciales-	y,	para	cualquier	evento,	 las	anotaciones	de	 los	registros	diarios	contenían	poca	
información	 explícita	 sobre	 las	 fuentes	 de	 las	 que	 provenían	 los	 datos.	 Por	 ejemplo,	 como	
trabajé	 en	 una	 zona	 de	 transición	 entre	 dos	 áreas	 lingüísticas,	 algunos	 de	 mis	 informantes	
frecuentes	hablaban	una	lengua	con	la	que	yo	no	estaba	familiarizada;	como	resultado,	algunas	
notas	de	los	registros	diarios	se	basaban	en	conversaciones	directas	entre	mis	interlocutores	y	
yo,	y	otras	en	conversaciones	mediadas	por	intérpretes.	Los	registros	no	siempre	identificaban	
a	mi	intérprete	(aunque	esa	información	podía	constar	en	mi	diario)	y,	cuando	lo	hacían,	rara	
vez	 ofrecían	 información	 sobre	 los	 sesgos	 particulares	 de	 esa	 persona	 y	 sus	 intervenciones	
activas8.	
	
Otro	 reflejo	 de	 las	 diversas	 fuentes	 es	 que	 escribí	 algunas	 de	 las	 notas	 del	 registro	 diario	
mientras	la	gente	hablaba,	y	otras	las	redactaba	después	con	la	ayuda	de	apuntes	abreviados	
tomados	en	los	blocs	de	notas	que	siempre	llevaba	conmigo.	En	el	registro	diario	no	distinguí	
entre	estos	dos	métodos9.	Las	notas	reescritas	solían	contener	más	información	que	los	apuntes	
originales,
pero	la	premura	de	los	acontecimientos	o	las	limitaciones	de	la	luz	-por	no	decir	que	
yo	no	reconocía	suficientemente	su	importancia-	a	menudo	daban	lugar	a	un	nivel	desigual	de	
detalles	sobre	los	escenarios,	mi	estado	de	ánimo	y	el	de	mis	ayudantes,	y	nuestras	respectivas	
relaciones	 con	 nuestros	 interlocutores.	Mis	 diarios	 personales	 contienen	 gran	 parte	 de	 esta	
información	 de	 fondo	 que	 falta,	 lo	 que	 indica	 que	 entonces	 no	 la	 consideraba	 de	 interés	
estrictamente	"antropológico".	
	
En	cualquier	caso,	incluso	cuando	reescribí	mis	abreviadas	y	casi	ilegibles	notas	de	taquigrafía	
tomadas	en	el	registro	diario,	ampliándolas	con	una	letra	legible	mientras	aún	podía	descifrarlas,	
no	hice	ningún	esfuerzo	por	componer	y	consolidar	las	entradas	sobre	un	tema	concreto,	sino	
que	 las	 transcribí	 en	 el	mismo	 orden	 en	 que	 las	 había	 grabado.	 Como	 resultado,	 contienen	
interrupciones	e	interjecciones:	notas	sobre	la	explicación	de	fulano	de	tal	por	el	alboroto	que	
armó	en	una	reunión	pública;	una	lista	de	otras	reuniones	previstas;	algunos	términos	Mendi;	
más	notas	sobre	el	alboroto.	Mientras	tanto,	los	topónimos	y	los	nombres	de	personas	sólo	se	
explicaban	porque	en	el	momento	de	tomar	las	notas	no	los	conocía.	
	
Muchas	entradas	diarias	contienen	una	serie	de	elementos	sin	relación	entre	sí:	una	frase	que	
informa	que	un	amigo	fue	a	la	casa	del	padre	de	su	mujer	a	devolver	un	regalo,	un	párrafo	que	
describe	una	conversación	escuchada	por	casualidad	en	un	camino	del	pueblo	esa	mañana,	un	
informe	más	largo	que	resume	varias	conversaciones	relacionadas	con	una	disputa	de	tierras,	
una	 lista	 de	 nombres	 de	 personas	 que	 habían	 contribuido	 a	 una	 prestación	 mortuoria	 una	
semana	antes,	todo	ello	con	una	mención	esporádica	de	dónde	se	puede	encontrar	aquello	que	
																																																													
8	 Coincido	 con	 Obeyesekere	 (1981),	 quien	 señaló	 que	 se	 podría	 escribir	 mucho	 sobre	 el	 "efecto	
intérprete".	
9	 Probablemente	 se	 podría	 proponer	 una	 extensa	 discusión	 sobre	 lo	 que	 sucede	 cuando	 las	 notas	
taquigráficas	personales,	escritas	en	medio	de	una	conversación	o	acontecimiento,	se	transcriben	para	
los	registros	permanentes.	No	cabe	duda	de	que	hay	muchas	formas	de	hacerlo.	
	 7	
las	vincula.	Muy	a	menudo	no	hay	una	 indicación	clara	de	por	qué	un	elemento	concreto	se	
consideró	digno	de	mención.	Tampoco	podría	un	 lector	 ingenuo	decir	si	 lo	que	contiene	una	
entrada	está	completo,	o	si	reviste	utilidad	como	nota	de	interés	local	o	antropológico.	El	regalo	
devuelto	 ese	 día	 podría	 haber	 sido	 una	 situación	 controversial	 o	 podría	 llegar	 a	 serlo;	 su	
devolución	podría	ayudar	a	aclarar	una	norma	de	intercambio	descrita	previamente	(o	que	se	
describiría	pronto).	
	
Hasta	 cierto	 punto,	 la	 organización	 cronológica	 del	 registro	 diario	 es	 orientativa,	 al	 menos	
cuando	lo	que	uno	busca	es	la	historia	de	una	disputa	o	cualquier	otra	cosa	que	se	desarrolla	a	
lo	largo	del	tiempo,	pero	este	modo	de	lectura	es	ineficaz.	Como	autora	de	los	registros,	con	una	
memoria	razonable	de	dónde	están	las	cosas	y	un	índice	para	cada	cuaderno,	me	encontraba	
sin	embargo	leyendo	por	encima	muchos	elementos	sin	relevancia	directa	para	mis	objetivos	
inmediatos	cada	vez	que	los	consultaba.	La	vista	se	desviaba,	aparecían	datos	que	no	buscaba	y	
surgían	conexiones	imprevistas	que	me	desvíaban	aún	más.	Con	todas	estas	yuxtaposiciones,	el	
registro	diario	resulta	la	más	desorientadora	de	mis	notas.		
	
Pero	 la	 cronología	 es	 clave	 en	 otro	 sentido.	 Estas	 desorientaciones	 -combinaciones	 de	
elementos	aparentemente	inconexos,	ambigüedades	sobre	por	qué	se	incluyeron	(o	excluyeron)	
determinados	 elementos,	 o	 si	 un	 elemento	 está	 completo	 (y	 sobre	 qué	 base)-	 plantean	
problemas	de	lectura,	ya	que	los	registros	diarios	presuponen	cada	vez	más,	y	se	subordinan	a	
sí	mismas,	al	contexto	de	comprensión	creado	a	través	de	intercambios	sociales	de	largo	plazo	
con	personas	de	la	propia	comunidad	de	campo.	A	lo	largo	del	trabajo	de	campo	somos	parte	
de	 conversaciones	 y	 situaciones	 definidas	 no	 sólo	 por	 la	 mirada	 autónoma	 de	 un/a	
observador/a,	 o	 por	 criterios	 externos	 de	 interés,	 sino	 también	 por	 la	 profundidad	 de	 las	
relaciones	 con	 algunas	 de	 las	 personas	 con	 las	 que	 convivimos.	 Acontecimientos	 se	 vuelven	
(eventos)	relevantes	sobre	el	telón	de	fondo	de	las	preocupaciones	no	siempre	convergentes	de	
“amigos”	y	“vecinos”.	
	
Estas	 cuestiones-del-campo	 tienen	 su	 propia	 lógica	 que,	 a	 lo	 largo	 del	 tiempo,	 pueden	 ir	
desplazando	 gradualmente	 el	 énfasis	 de	 las	 anotaciones	 personales	 asociadas	 a	 los	 marcos	
comparativos	preexistentes,	llevándolas	hacia	diversos	marcos	"coloquiales"	(Fernández	1985).	
Cualquier	elemento	recién	anotado	en	un	registro	diario	puede	tener	muchos	antecedentes	no	
anotados	pero	significativos	que	hicieron	posible	su	toma	de	conciencia.	De	la	misma	manera	
que	uno	tiene	un	control	 limitado	sobre	 la	formación	 intertextual	de	 la	propia	atención,	sólo	
tenemos	un	control	parcial	sobre	estas	influencias	coloquiales	emergentes	y	“cambiantes”.	Sin	
embargo,	 aunque	 los	 contextos	 coloquiales	 para	 la	 interpretación	 de	 los	 acontecimientos	
constituyen	 la	 principal	 ventaja	 que	 abre	 el	 trabajo	 de	 campo,	 es	 probable	 que	 no	 puedan	
registrarse	en	su	totalidad.	En	consecuencia,	la	lectura	de	las	notas	exige	recordar	(o	descubrir)	
los	diversos	sesgos	y	parcialidades	locales	que	constituyen	un	fundamento	importante,	pero	en	
gran	medida	tácito,	de	las	inclusiones	y	exclusiones.	Este	carácter	incompleto	inevitable	es	lo	
que	hace	tan	difícil	la	lectura	de	las	propias	notas,	por	no	hablar	de	las	notas	de	otras	personas.	
	
Además	de	los	diarios	personales	y	los	registros	diarios	escritos	a	mano,	escribí	a	máquina	las	
notas	 tomadas	 durante	 entrevistas	 largas	 y	 acontecimientos	 complejos	 (mis	 propias	
observaciones	e	 informes	de	lo	que	otros	observadores	y	participantes	me	contaron	sobre	el	
campo	 o	 a	 posteriori).	 Algunas	 entrevistas	 surgieron	 espontáneamente	 de	 conversaciones	
informales	sobre	acontecimientos	o	temas	que	me	preocupaban	especialmente	a	mí	o	a	mis	
anfitriones:	esos	mismos	items	se	podían	encontrar	en	el	registro	diario,	excepto	por	el	nivel	de	
detalle.	 Aparte	 de	 estos	 extensos	 relatos	 al	 estilo	 de	 los	 registros	 diarios,	 mis	 notas	
mecanografiadas	 incluyen	 los	 resultados	 de	 un	 censo	 de	 hogares	 de	 toda	 la	 comunidad,	
respuestas	a	entrevistas	sistemáticas	sobre	matrimonios,	prestaciones	mortuorias,	historiales	
de	tenencia	de	tierras,	historiales	de	asociaciones	de	 intercambio,	"regalos-deuda",	"regalos-
	 8	
crédito"	y	otros	asuntos,	así	como	descripciones	y	mediciones	de	los	huertos,	de	su	producción,	
y	 de	 los	 cerdos	 de	 la	 comunidad.	 Los	 resultados	 de	 cada	 una	 de	 estas	 investigaciones	 se	
mecanografiaban	más	o	menos	diariamente;	de	vuelta	a	Estados	Unidos,	archivaba	cada	una	en	
su	propia	carpeta	anillada.		
	
Mis	encuestas	mecanografiadas	son	a	la	vez	las	menos	legibles	y	las	más	orientativas	y	formales	
de	mis	notas.	Mientras	que	mis	diarios	personales	dan	cuenta	de	la	parte	pero	no	del	todo,	con	
las	 encuestas	 ocurre	 lo	 contrario.	 Son	 difíciles	 de	 "leer"	 porque	 contienen	 respuestas	
descontextualizadas	 a	 las	 preguntas:	 la	 justificación	 de	 las	 preguntas	 se	 encuentra	 en	 los	
registros	diarios	y	en	el	diario	personal,	pero	la	"situación"	de	las	preguntas	y	las	respuestas	-los	
participantes	y	sus	relaciones	mutuas	en	el	momento	de	 la	entrevista-,	no	se	describe	en	 las	
propias	 notas	mecanografiadas.	 No	 obstante,	 cualquier	 conjunto	 de	 notas	 de	 entrevistas	 se	
compone	 de	 las	 respuestas	 de	 los	 individuos	 a	 preguntas	 sobre	 un	 tema	 relativamente	
coherente;	 orienta	 al	 lector	 hacia	 un	 tema	 único	 e	 implica	 pocas	 de	 las	 distracciones	 que	
abundan	en	los	registros
diarios	y	los	diarios	personales.	
	
A	 pesar	 de	 su	 aparente	 coherencia,	 las	 notas	 de	 los	 cuestionarios	 son	 un	 precipitado	 de	 la	
relación	dialéctica	entre	el	discurso	intra-antropológico	y	las	interacciones	del	trabajo	de	campo.	
Para	muchos	de	mis	proyectos	de	entrevistas,	primero	definí	los	temas	y	esbocé	las	preguntas	
teniendo	en	cuenta	la	bibliografía	antropológica	sobre	otros	habitantes	de	las	Tierras	Altas:	es	
decir	con	el	deseo	de	abordar	temas	que	también	preocuparon	a	otros	investigadores.	Pero	los	
límites	de	los	temas,	los	detalles	y	la	formulación	de	las	preguntas	incluso	en	la	encuesta	más	
general,	los	elaboré	con	la	ayuda	de	mis	ayudantes	de	campo,	mis	amigos	más	cercanos	de	la	
comunidad	y	las	personas	a	las	que	entrevisté	en	cada	caso.	
	
Por	ejemplo,	después	de	hablar	y	mantener	correspondencia	con	varios	investigadores	de	las	
Tierras	Altas	antes	de	llegar	a	Mendi	en	1977,	y	de	haber	hablado	con	mi	marido	durante	los	
años	anteriores	sobre	su	propia	investigación	histórica	de	los	libros	contables	de	los	granjeros	
estadounidenses	de	los	siglos	XVIII	y	XIX,	decidí	crear	"cuentas"	mensuales	de	los	intercambios	
de	regalos	para	una	muestra	de	mujeres	y	varones	residentes	en	la	comunidad	de	mi	campo.	La	
idea	era	hacerme	una	idea	de	los	intercambios	cotidianos	de	regalos	de	la	gente	corriente	de	
Mendi	para	complementar	mi	investigación	sobre	el	intercambio	público	"ceremonial".	Como	
continuación	de	ese	trabajo,	aproximadamente	un	año	después	de	comenzar	la	 investigación	
entrevistamos	a	todos	los	miembros	de	la	muestra	de	"cuentas"	sobre	la	historia	de	cada	una	
de	sus	asociaciones.	Teniendo	en	cuenta	que	un	miembro	medio	de	la	muestra	podía	tener	una	
red	 de	 unos	 cuarenta	 socios	 de	 intercambio,	 necesitábamos	 una	 forma	 de	 organizar	 las	
entrevistas	de	forma	sensata,	para	facilitar	el	recuerdo	y	mantener	el	interés.	
	
Las	primeras	personas	a	las	que	entrevisté	fueron	mis	dos	amigos	más	cercanos	de	la	comunidad	
en	el	campo:	mi	padrino	en	la	aldea,	Nare	(un	líder	local);	y	Mel,	mi	principal	ayudante	de	campo.	
Ambos	se	sentían	lo	bastante	cómodos	conmigo	y	conocían	bien	el	trabajo	que	estaba	haciendo	
como	para	decirme	cómo	creían	que	debía	realizar	la	entrevista.	En	conversaciones	separadas,	
cada	 uno	 me	 explicó	 cómo	 recordaba	 sus	 propias	 obligaciones	 de	 intercambio	 y	 cómo	
empleaban	recursos	mnemotécnicos	cuando	se	encontraban	en	un	contexto	desconocido.	Mis	
preguntas	 y	 lo	 que	 cada	 uno	 de	 ellos	 decidió	 explicar	 durante	 sus	 historias	 cara	 a	 cara	me	
ayudaron	 a	 desarrollar	 "pistas"	 explícitas	 para	 entrevistas	 posteriores.	 El	 formato	 de	 la	
entrevista	siguió	siendo	flexible	a	medida	que	hablaba	con	las	personas	que	mejor	conocía	(y	las	
más	propensas	a	hablar	sin	"pistas",	y	a	ofrecer	consejos	y	comentarios	no	solicitados)	y	se	fue	
haciendo	gradualmente	más	 formal	a	medida	que	avanzaba.	En	consecuencia,	 los	 resultados	
reflejan	marcos	de	referencia	tanto	antropológicos	como	locales.	Todos	los	cuestionarios	que	
mi	marido	y	yo	realizamos	en	Mendi	se	originaron	en	este	tipo	de	proceso	interactivo	y	llevan	
sus	huellas,	aunque	puede	que	sea	difícil	de	reconstruir	para	cualquier	otra	persona,	ya	que	las	
	 9	
dimensiones	 diacrónicas	 de	 las	 entrevistas	 quedan	 oscurecidas	 por	 la	 forma	 en	 que	 las	 he	
archivado.	
	
Uso	de	las	notas	de	campo	
	
Una	etnografía	escrita	no	es	sólo	un	resumen	o	una	selección	de	"lo	que	hay	en	las	notas".	El	
objetivo	de	la	etnografía	no	es,	después	de	todo,	describir	las	propias	notas	de	campo	(como	
hago	 yo	 aquí)	 o	 reconstituir	 la	 jornada	 del/de	 la	 antropólogo/a	 mediante	 una	 recopilación	
cronológica	de	notas,	sino	más	bien	permitir	que	el	público	comprenda	algo	de	interés	sobre	un	
rincón	 del	 mundo	 que	 no	 ha	 experimentado	 directamente;	 compartir	 aquello	 a	 lo	 que	 la	
experiencia	de	 campo	nos	ha	dado	acceso.	Algo	que	 resulte	de	 interés	para	el	 público:	 esto	
dependerá	de	la	audiencia	y	de	lo	lejos	que	uno	crea	que	están	dispuestos	a	llegar.		
	
Mientras	hacía	trabajo	de	campo	utilizaba	mis	notas	para	aclarar	lo	que	percibía.	Mientras	que	
las	entradas	de	mi	diario	personal	documentan	las	reacciones	a	estas	experiencias,	también	son	
el	producto	de	una	lectura	crítica	del	registro	diario	y	otras	anotaciones.	En	el	campo	utilicé	la	
escritura	del	diario	para	explorar	 conexiones	entre	 las	distintas	cosas	que	 iba	aprendiendo	y	
traducir	recíprocamente	los	términos	de	mis	conocimientos	antropológicos	y	mis	conocimientos	
Mendi.	 Este	 trabajo	 generaba	 invariablemente	 preguntas;	 el	 esfuerzo	 por	 orquestar	 mis	
conocimientos	 aclaraba	 parte	 de	 lo	 que	 faltaba	 o	 era	 discordante.	 Tales	 síntesis	 y	
reformulaciones	frecuentes	fueron	una	revisión	de	la	complaciente	sensación	de	competencia	y	
familiaridad	 cotidianas	 que	 puede	 engendrar	 el	 trabajo	 de	 campo	 a	 largo	 plazo	 (Lederman,	
1986b).	Al	fin	y	al	cabo,	las	interacciones	frustrantes	o	confusas	con	informantes,	asistentes	o	
amigos	y	los	cambios	en	la	percepción	de	cómo	encajan	las	cosas,	suelen	reprimirse	en	aras	de	
la	continuidad.	
	
En	mi	caso,	los	diarios	personales	se	convirtieron	en	el	lugar	donde	estas	cosas	se	conservaban	
para	 una	 posterior	 reflexión	 consciente.	 Por	 ejemplo,	mis	 diarios	me	 informaron	 que	 no	 fui	
plenamente	consciente	de	la	importancia	que	las	asociaciones	tenían	en	los	intercambios	-un	
componente	central	de	mi	comprensión	actual	de	las	relaciones	sociales	de	los	Mendi-	hasta	el	
último	mes	de	mi	primer	periodo	de	investigación,	a	pesar	de	que	me	había	centrado	en	ellas	
todo	el	 tiempo.	Esta	 constatación	me	permitió	 leer	mis	 registros	diarios	y	 cuestionarios	más	
críticamente	y	me	advirtió	la	necesidad	de	comparar	mis	primeros	informes	de	conversaciones	
e	incidentes	con	aquellos	que	escribí	hacia	el	final	de	la	investigación10.		
	
La	primera	vez	que	regresé	del	campo	en	1979	planeaba	clasificar	mis	notas,	pero	rápidamente	
cambié	de	 idea.	No	estaba	 satisfecha	con	 las	 categorías	que	 les	estaba	 imponiendo	y	quería	
darme	más	tiempo	para	entender	lo	que	había	aprendido	en	Mendi.	Por	esta	misma	razón	me	
abstuve	de	tabular	y	resumir	la	información	contenida	en	las	encuestas.	En	resumen,	no	estaba	
nada	segura	cómo	leer	y	utilizar	mis	propias	notas.	Vistas	en	su	conjunto	-como	estanterías	con	
carpetas	anilladas	y	diarios	personales,	y	como	pilas	de	papel	en	el	suelo	cerca	de	mi	escritorio-
las	 notas	 eran	 inaccesibles.	 Escribir	 el	 diario,	mi	 vehículo	 durante	 el	 trabajo	 de	 campo	 para	
																																																													
10	 Aunque	 puedan	 resultar	 obvios,	 hay	 dos	 puntos	 que	 conviene	 precisar.	 En	 primer	 lugar,	 como	 he	
indicado,	las	notas	se	desarrollan	durante	el	trabajo	de	campo:	el	uso	que	uno	hace	de	los	términos	cambia	
de	forma	sutil	a	medida	que	cambia	su	comprensión	de	los	conceptos	y	relaciones	locales.	En	segundo	
lugar,	 durante	 cualquier	 relectura	 de	 las	 notas	 -en	medio	 del	 trabajo	 de	 campo	o	 posteriormente-	 el	
sentido	 actual	 del	 conjunto	 impone	 ciertas	 consistencias	 a	 esta	 fuente	 heterogénea.	 Como	 señalan	
Ottenberg,	Wolf	y	otros	en	este	volumen,	el	sentido	cambiante	de	la	totalidad	se	registra		en		los		intereses		
y	 perspectivas	 cambiantes	 expresados	 en	 los	 escritos	 producidos	 durante	 la	 carrera	 antropológica.	
Claramente,	este	proceso	puede	no	ser	evidente	en	cada	momento	en	los	escritos.	
	 10	
explorar	 las	otras	notas,	ya	no	parecía	apropiado;	su	ritmo	temático	había	estado	demasiado	
ligado	al	ritmo	cotidiano	del	trabajo	de	campo.		
	
Sin	embargo,	ya	antes	de	abandonar	el	campo,	había	empezado	a	imponerse	otro	método	para	
utilizar	las	notas.	Estaba	motivado	por	la	necesidad	de	dirigirme	a	audiencias	y	contextos	muy	
diferentes	de	los	que	habían	dado	forma	a	mi	diario	y	a	otros	tipos	de	apuntes.	Varios	meses	
antes	de	dejar	Mendi	preparé	un	resumen	y	un	esquema	para	una	ponencia	que	esperaba	leer	
en	 la
reunión	de	 la	Asociación	Antropológica	Americana	ese	mismo	año,	y	durante	mi	última	
semana	en	Mendi,	en	1979,	presenté	un	informe	al	Comité	de	Investigación	de	la	Provincia	de	
las	Tierras	Altas	del	Sur.	Estos	proyectos	de	escritura	se	centraron	en	cuestiones	definidas	en	
“conversaciones”	preexistentes	con	personas	que	no	eran	miembros	de	mi	 comunidad	en	el	
campo.	El	 informe	de	investigación	abordaba	cuestiones	planteadas	por	 los	planificadores	de	
desarrollo	provinciales	y	nacionales	sobre	la	economía	política	rural	en	Mendi;	la	ponencia	se	
refería	a	la	participación	de	las	mujeres	de	las	tierras	altas	en	el	intercambio	de	regalos,	un	tema	
de	 interés	 etnográfico	 tanto	 general	 como	 nacional.	 Aunque	 los	 términos	 de	 esas	
conversaciones	 determinaron	 mi	 participación	 en	 ellas,	 me	 uní	 con	 la	 esperanza	 de	 que	 la	
introducción	del	caso	Mendi	pudiera	cambiarlos	un	poco.	
	
Otros	acontecimientos	influyeron	en	la	forma	en	que	utilicé	mis	notas	después	de	regresar	desde	
Mendi	 a	 Nueva	 York.	 Al	 igual	 que	 los	 dos	 proyectos	 de	 escritura	 ya	 mencionados,	 esos	
acontecimientos	implicaban	abordar	audiencias	específicas	y	entrar	en	conversaciones	que	ya	
tenían	historia.	Leyendo	el	boletín	de	la	Asociación	de	Antropología	Social	de	Oceanía	en	otoño	
de	 1979,	 encontré	 descripciones	 de	 dos	 simposios	 que	 se	 celebrarían	 en	 la	 reunión	 de	 la	
asociación	durante	 la	primavera	 siguiente.	Como	ambos	simposios	estaban	aún	abiertos	a	 la	
inclusión	de	nuevas	ponencias,	y	yo	consideraba	que	tenía	observaciones	relevantes	para	esos	
temas,	puse	manos	a	la	obra	para	redactarlas11.		
	
La	participación	en	estos	simposios	no	sólo	me	ayudó	a	utilizar	mis	apuntes	al	orientarme	hacia	
un	público	y	un	tema	específicos	(como	en	los	casos	citados	anteriormente),	sino	que	también	
me	sugirió	un	lugar	particular	de	entrada	a	las	notas	de	campo.	Para	ambos	trabajos	-uno	sobre	
los	usos	políticos	de	 la	 lengua	 (Lederman	1980)	y	el	otro	sobre	 la	 relación	entre	"brujería"	y	
cambio	 social	 (Lederman	 1981)-	 planeé	 abordar	 los	 temas	 del	 simposio	 analizando	
acontecimientos	 que	 había	 relevado	 en	 Mendi:	 una	 reunión	 política	 y	 una	 ceremonia	 de	
curación.	A	medida	que	avanzaba	el	 trabajo,	por	supuesto,	 tuve	que	 ir	mucho	más	allá	de	 la	
simple	descripción	de	los	acontecimientos,	buscando	conexiones	con	otros	hechos	y	cotejando	
lo	que	muchos	informantes	me	habían	contado	sobre	asuntos	relacionados.	
	
En	retrospectiva,	parece	que	estos	“acontecimientos”	resultaron	un	buen	modo	de	entrada	a	
las	notas	de	campo12.	Los	acontecimientos	ocurren	en	momentos	concretos	y,	por	lo	tanto,	se	
pueden	encontrar	fácilmente	en	notas	organizadas	cronológicamente,	tanto	si	se	dispone	de	un	
buen	 índice	 como	 si	 no.	 También	 tienen	una	 aparente	 "totalidad"	 -un	 sentido	 superficial	 de	
delimitación-	 que	 facilita	 la	 descripción	 inicial.	 Los	 temas	 basados	 en	 acontecimientos	 me	
ayudaron	 a	 orientarme	 en	 mis	 notas	 porque	 “tienen	 sentido”	 de	 tres	 maneras:	 cada	
acontecimiento	había	sido	objeto	de	interés	y	debate	local	en	la	comunidad	durante	mi	trabajo	
de	 campo,	 pero	 también	 estaba	 relacionado	 con	 algún	 ámbito	 del	 discurso	 antropológico	 y,	
																																																													
11	Cada	simposio	de	la	ASAO	pretende	ser	la	última	etapa	de	un	proceso	colectivo	que	también	incluye	
(idealmente)	 un	 debate	 informal	 de	 ideas	 cara	 a	 cara,	 seguido	 de	 un	 intercambio	 y	 discusión	 de	
documentos	de	trabajo.	
12	El	modo	en	el	que	un	“acontecimiento”	puede	ser	leído	como	tal	por	una	cultura	resulta	complejo.	Una	
sugerencia	en	lo	que	respecta	al	caso	de	Mendi	puede	leerse	en	Lederman	1986a			
	 11	
desde	un	punto	de	vista	práctico,	me	permitía	dirigirme	primero	a	mis	notas	de	campo	que	me	
resultaban	más	legibles.	
	
Empezar	 con	 acontecimientos	 que	 habían	 sido	 motivo	 de	 preocupación	 en	 la	 comunidad	
durante	mi	 trabajo	de	 campo	ayudó	a	preservar	una	 lógica	 local,	 pero	 la	 integración	de	 	 los	
fundamentos	de	mis	 indagaciones	era	 tan	comparativo	como	 local.	En	 la	medida	en	que	me	
enfrentaba	 a	 preguntas	 etnográficas	 sobre	 las	 que	 no	 había	 reflexionado	 explícitamente	
mientras	hacía	trabajo	de	campo,	las	notas	sobre	los	acontecimientos	guiaban	mi	búsqueda	a	
través	de	las	encuestas	que	resultaban	menos	fáciles	de	leer,	los	fragmentos	de	conversaciones	
y	 observaciones	 anotadas	 en	 los	 registros	 diarios,	 etcétera.	 A	 diferencia	 de	 un	 proyecto	 de	
indexación,	 de	 tabulación	 de	 resultados	 de	 cuestionarios	 o	 la	 explicación	 de	 conceptos	 que	
pensaba	 que	 eran	 importantes	 cuando	 estaba	 en	 plena	 investigación,	 la	 relectura	 de	 mis	
registros	de	“acontecimientos”	maximizó	la	posibilidad	de	descubrir	relaciones	y	conexiones	en	
las	 notas	 que	 no	 había	 concientizado	 anteriormente.	 Esta	 experiencia,	 que	 efectivamente	
convirtió	 las	notas	en	un	archivo	al	 sugerirme	preguntas	distintas	de	aquellas	en	 torno	a	 las	
cuales	se	recopilaron	las	notas,	me	permitió	finalmente	realizar	la	indexación	y	tabulación	sin	
las	cuales	no	habría	sido	posible	un	proyecto	de	escritura	más	largo.	
	
Comentaré	aquí	un	último	uso	de	las	notas	de	campo:	su	incorporación	a	la	escritura	etnográfica.	
La	etnografía	surge	de	una	"	argumentación"	("diálogo"	puede	ser	a	veces	un	término	demasiado	
gentil)	 entre	 voces	 que	 intentan	 establecer	 comparaciones	 y	 voces	 locales.	 Aunque	 la	 voz	
comparativa	 suele	 ser	 la	 más	 influyente	 (dadas	 las	 exigencias	 y	 capacidades	 del	 grupo	 de	
lectores	de	la	etnografía),	el	eco	textual	de	las	voces	locales	puede	ser	privilegiado	en	ciertos	
estilos	de	escritura	etnográfica	 (como	en	 las	historias	de	vida	y	 las	 transcripciones	de	 textos	
nativos).	Si	mi	experiencia	resulta	“típica”,	esta	argumentación	tiene	su	expresión	escrita	más	
clara	en	las	notas	de	campo.	Es	ahí	donde	la	actitud	comparativa	se	humilla	en	el	esfuerzo	por	
comprender	una	realidad	inmediata	pero	desconocida	y	confusa.	Esto	no	significa	en	absoluto	
que	desaparezca.	Pero	al	menos	se	alcanza	cierto	equilibrio,	en	el	transcurso	mismo	del	trabajo	
de	campo,	entre	las	transcripciones,	las	paráfrasis,	los	informes	de	lo	que	otros	dicen	y	hacen,	y	
la	composición	descriptiva	y	comentario	del/de	la	etnógrafo/a13.	
	
Se	puede	excluir	esta	argumentación	de	la	escritura	etnográfica	formal.	O	se	puede	optar	por	
introducirlo	en	el	texto	permitiendo	que	las	notas	de	campo	se	abran	paso	en	puntos	críticos	
para	hacer	avanzar	la	discusión/argumento	o	incluso	para	constituirlo	(como,	por	ejemplo,	ha	
hecho	Clifford	Geertz,	ver	Clifford,	en	este	volumen).	Permitir	que	las	notas	de	campo	irrumpan	
no	 requiere	 necesariamente	 una	 cita	 textual	 de	 las	 anotaciones,	 pero	 exige	 que	 parte	 de	 la	
fragmentación	del	conocimiento	–algunas	de	las	contradicciones	y	polivocidad	que	caracterizan	
las	 notas	 de	 campo-	 se	 represente	 para	 que	 los	 lectores	 la	 tengan	 en	 cuenta,	 junto	 con	 los	
esfuerzos	interpretativos	de	orquestación	del	escritor.		
	
En	otras	palabras,	la	escritura	etnográfica	se	trata	de	dirigir	a	los	lectores	hacia	nuevos	modos	
de	 ver	 el	mundo	 (un	 efecto	 logrado	mediante	 el	mantenimiento	de	 control	 autoral,	 de	 una	
																																																													
13	Las	transcripciones	y	paráfrasis	implican	obviamente	una	interpretación,	incluso	cuando	los	informantes	
y	el	etnógrafo	hablen	el	mismo	idioma;	y	 los	contextos	cambiantes	de	 interpretación	y	de	reflexividad	
pueden	poner	en	primer	plano	 como	"interpretación"	aquello	que	antes	no	era	 reconocido	 como	 tal.	
Puede	 que	 las	 notas	 de	 campo	 proporcionen	 un	 acceso	 más	 fácil	 que	 las	 etnografías	 al	 proceso	
interpretativo,	 independientemente	 del	 compromiso	 del	 etnógrafo	 con	 la	 escritura	 etnográfica	
"experimental".	 La	 descripción	 en	 las	 notas	 es	 el	 producto	 de	 un	 proceso	 social	 concreto	 en	 el	 que	
participan	personas
concretas.	Aunque	uno	 trabaje	para	componer	algunas	de	 sus	notas	en	 forma	de	
descripciones	acabadas	(publicables),	es	probable	que	el	equilibrio	evidencie	una	voz	y	una	perspectiva	
específica,	los	bordes	ásperos	de	la	incertidumbre,			y	preguntas	y	respuestas	de	otros.		
	 12	
manera	u	otra).	Nuestra	reivindicación	del	derecho	a	escribir	de	esta	manera	se	basa	en	el	éxito	
que	 los	 episodios	 de	 desorientación	 posibilitan	 en	 la	 investigación	 de	 campo	 (y,	
presumiblemente,	en	el	descubrimiento	de	una	manera	exitosa	de	utilizar	 las	notas	que	son	
tigualmente	“desorientadoras”).	Traer	el	campo	a	casa	es	justo;	para	los	lectores	desorientados	
es	a	veces	una	forma	eficaz	para	animarlos	a	replantearse	las	categorías	recibidas	y	reorientar	
su	perspectiva.	
	
He	intentado	varias	veces	incorporar	las	desorientaciones	a	mis	escritos	etnográficos.	Después	
de	componer	una	breve,	unívocal	historia	comunitaria	de	una	matanza	de	cerdos	en	Mendi	en	
un	 libro	 dedicado	 principalmente	 a	 explorar	 el	 trasfondo	 social	 y	 cultural	 de	 tales	
acontecimientos	(Lederman	1986c),	escribí	un	artículo	(Lederman	1986a)	en	el	que	analizaba	
algunas	 de	 las	 fuentes	 locales	 de	 conocimiento	 histórico	 en	 Mendi	 para	 argumentar	 que,	
aunque	 los	 	 mendi	 tienen	 un	 pasado	 y	 un	 presente	 dinámicos,	 no	 utilizan	 necesariamente	
argumentos	"históricos"	(como	suelen	hacer	los	europeos	y	los	estadounidenses)	para	afirmar	
su	agencia	en	el	mundo.	Ese	artículo	catalogaba	observaciones	dispares	que	yo	había	hecho	en	
el	campo	en	relación	con	las	representaciones	mendi	del	pasado,	no	tanto	para	proponer	una	
interpretación	cerrada	como	para	crear	una	sensación	de	posibilidades.	El	objetivo	de	presentar	
el	 material	 de	 forma	 relativamente	 desarticulada	 intentaba	 animar	 a	 los	 investigadores	 a	
replantearse	el	significado	de	“la	historia"	aplicada	a	contextos	como	el	de	Mendi14.	
	
Del	mismo	modo,	en	varios	lugares	de	mi	etnografía,	Lo	que	engendran	los	dones	(1986c:	40-
41,	 47-52),	 presento	 descripciones	 de	 lo	 que	 fueron	 esencialmente	 mis	 notas	 de	 campo.	
Parafrasean	o	citan	afirmaciones	de	mis	informantes	mendi	que,	o	bien	se	contradicen	entre	sí,	
o	bien	no	se	ajustan	a	los	paradigmas	etnográficos	existentes,	o	a	los	"conceptos	de	apertura",	
según	la	útil	expresión	de	Arjun	Appadurai´s	(1986).	En	este	caso,	la	cuestión	era	la	forma	y	el	
significado	de	las	colectividades	masculinas	("clanes")	en	Mendi.	Utilizando	como	modelo	un	
trabajo	de	Roy	Wagner	(1974)	que	cuestiona	 la	existencia	de	"grupos"	en	 las	tierras	altas	de	
Nueva	 Guinea,	 intenté	 abrir	 un	 espacio	 para	 las	 mismas	 preguntas	 sobre	 el	 caso	 Mendi	
discutiendo	mis	"fuentes"	de	forma	directa.	En	un	trabajo	posterior	sobre	un	tema	relacionado	
(Lederman	 1989),	 el	 hecho	 de	 conservar	 las	 perspectivas	 contradictorias	 de	 los	 hombres	 y	
mujeres	 mendi	 tal	 y	 como	 las	 encontré	 en	 mis	 notas	 (en	 lugar	 de	 proponer	 un	 "barniz"	
unificador)	 me	 permitió	 plantear	 cuestiones	 sobre	 la	 relevancia	 y	 las	 implicaciones	 de	 un	
modelo	general	de	la	estructura	social.	
	
Sería	interesante	descubrir	con	qué	frecuencia	se	emplean	de	este	modo	las	notas	de	campo	en	
las	etnografías	publicadas.	Su	utilización	para	llevar	las	desorientaciones	del	trabajo	de	campo	
a	 la	 casa	 de	 los	 lectores	 –	 la	mejor	manera	 de	 cambiar	 los	 términos	 de	 las	 conversaciones	
antropológicas	 existentes	 -	 puede	 ser	 más	 común	 de	 lo	 que	 parece,	 aunque	 puede	 pasar	
desapercibido	 si	 sólo	 buscamos	 deliberadamente	 citas	 directas.	 Debido	 a	 los	 peligros	 y	
ambigüedades	 de	 las	 notas,	 y	 debido	 a	 que	 se	 mantienen	 en	 la	 esfera	 privada	 de	 cada	
investigador/a	(lo	que	nos	anima	a	interpretar	nuestras	confusiones	principalmente	en	términos	
personales,	como	signos	de	inadecuación,	más	que	en	términos	de	desajustes	culturales),	las	
propias	notas	pueden	permanecer	disfrazadas	y	ser	detectables	sólo	indirectamente	como	una	
fuerza	que	actúa	contra	las	categorías	comparativas	recibidas.	
	
																																																													
14	Como	ha	señalado	Clifford	(1986),	el	estudio	de	Richard	Price	sobre	los	saramaka,	First	Time	(1983),	
utiliza	un	recurso	similar:	la	forma	de	su	libro	plantea	una	cuestión	de	fondo	sobre	las	representaciones	
históricas	locales	de	los	saramaka.	Escribir	una	historia	coherente	de	los	saramaka	habría	tergiversado	la	
insistente	 y	 autoconsciente	 polifonía	 de	 la	 historia	 local,	 por	 lo	 que	 Price	 optó	 por	 demostrar	 esta	
complejidad.	Sus	"textos"	se	convirtieron	en	su	texto.	
	 13	
Comunidades	y	audiencias	
Para	 los/as	 historiadores/as	 que	 leen	 antropología,	 "estar	 allí"	 es	 la	 ventaja	 distintiva	 de	 la	
antropología	en	 la	medida	en	que	nos	da	un	 sentido	del	 todo	y	 la	 convicción	de	que	hemos	
comprendido	un	lugar	y	un	pueblo.	Pero	esta	concepción	de	totalidad	es	traicionera;	desde	este	
punto	de	vista,	los/as	historiadores/as	tienen	suerte	de	que	sus	convicciones	sean	claramente	
actos	 de	 imaginación	 conscientes	 y	 obtenidos	 con	 esfuerzo.	 La	 facilidad	 con	 que	 podamos	
afirmar	que	conocemos	los	mundos	que	inventamos	–	el	hecho	de	que	podamos	afirmar	que	los	
"recordamos"	en	lugar	de	tener	que	admitir	que	los	hemos	creado	-	es	peligroso.	Sería	mejor	
que	 desconfiáramos	 de	 esa	 familiaridad,	 de	 esa	 factualidad	 implícita,	 incluso	 cuando	 nos	
esforzamos	 por	 convencer	 a	 los	 lectores,	 de	 forma	 autorizada	 y	 no	 tan	 autorizada,	 de	 la	
plausibilidad	de	los	mundos	sobre	los	que	escribimos.		
	
Las	 prácticas	 de	 investigación	 antropológica	 no	 se	 corresponden	 automáticamente	 con	 la	
tendencia	humana	a	familiarizarse	con	circunstancias	extrañas,	pero	ofrecen	la	posibilidad	de	
hacerlo,	 y	 podemos	 optar	 por	 enfatizarla.	 Para	 ello,	 es	 interesante	 que	 las	 notas	 de	 campo	
puedan	tener	"en	casa"	el	efecto	inverso	al	que	Clifford	(este	volumen)	describe	para	ellas	en	el	
campo.	
	
En	el	campo,	conviviendo	con	una	realidad	ajena,	cada	nuevo	día	nos	ofrece	oportunidades	de	
confrontación	entre	nuestra	forma	de	entender	el	mundo	y	la	de	nuestros	vecinos.	En	el	marco	
de	nuestra	investigación,	muchos	de	nosotros	nos	esforzamos	por	crear	contextos	de	diálogo	a	
largo	plazo	(posteriores	a	la	investigación)	con	las	personas	con	las	que	vivimos	y	estudiamos	-	
ya	sea	simplemente	entablando	una	estrecha	amistad	o	asumiendo	compromisos	prácticos	o	
políticos	 de	 una	 forma	 u	 otra-,	 incluso	 cuando	 no	 escribimos	 sobre	 estos	 esfuerzos.	 Ya	 sea	
personal	o	política,	esta	 implicación	puede	ayudar	a	 frenar	 la	 tendencia	a	 interpretar	 lo	que	
vemos	 y	 escuchamos	 únicamente	 desde	 nuestra	 propia	 perspectiva.	 Pero	 tanto	 el/la	
antropólogo/a	como	sus	informantes	siguen	teniendo	también	sus	propios	intereses;	no	todos	
los	proyectos	de	uno	son	necesariamente	importantes	para	el	otro.	Para	muchos	antropólogos,	
aunque	ciertamente	no	para	todos,	esta	separación	(o,	mejor	dicho,	esta	desvinculación	activa)	
es	palpable	en	el	movimiento	cotidiano	de	escribir	en	el	campo:	al	apartar	la	vista	para	anotar	
algo	mientras	otras	personas	siguen	discutiendo;	o	darse	 la	vuelta	para	teclear	algo	mientras	
alrededor	de	la	chimenea	el	resto	sigue	riéndose15.		
	
Para	comprender	el	papel	de	las	notas	de	campo	en	el	campo,	primero	hay	que	reconocer	que	
estar	allí	implica	situarse	deliberadamente	en	un	contexto	de	doble	compromiso	diferente	del	
habitual.	Como	todos	sabemos,	este	acto	no	tiene	por	qué	implicar	viaje	alguno:	a	veces	supone	
simplemente	 un	 desplazamiento	 de	 la	 atención	 y	 de	 la	 sociabilidad	 dentro	 de	 los	 propios	
entornos	habituales.	Desde	esta	perspectiva,	"el	campo"	no	es	tanto	un	lugar	como	una	relación	
																																																													
15	 Desempeñar	 roles	 duales	 en	 el	 campo,	 aparentemente	 contradictorios	 tales	 como	 ser	 amigo/a	 o	
participante	comprometido	por	un	lado,	y	anotador/a,	fotógrafo/a,
grabador/a	o	transcriptor/a	por	otro	
-tan	 cercano	 como	 distante-,	 es	 una	 experiencia	 fundamental	 para	 muchos/as	 antropólogos/as.	 La	
inquietud	engendrada	por	esa	experiencia	ayuda	a	motivar	la	reflexividad	profesional.	El	compromiso	no	
debe	concebirse	como	un	medio	para	mejorar	la	toma	de	notas,	y	la	toma	de	notas	como	una	justificación	
para	estar	allí,	ni	como	algo	que	se	interpone	en	su	camino.	Como	actividades	antropológicas,	son	dos	
momentos	de	un	mismo	proceso.	La	toma	de	notas	no	es	una	toma	de	notas	(de	campo)	antropológica	
sin	 una	 participación	 a	 largo	 plazo	 en	 la	 vida	 cotidiana,	 y	 la	 participación	 es	 una	 experiencia	menos	
antropológica	sin	la	disciplina	de	comparar	sistemáticamente	conflictivas	y	alternativas	realidades,	lo	es	
fomentado	por	el	ejercicio	de	tomar	de	notas	diariamente.	
	 14	
particular	entre	uno	mismo	y	los	demás,	que	implica	una	difícil	combinación	de	compromiso	y	
desentendimiento,	 relación	 y	 separación.	 El	 hecho	 de	 escribir	 sobre	 lo	 que	 se	 está	 viviendo	
forma	parte	 de	 la	 separación	 y	 la	 dificultad.	 Pero	 hay	más	 para	 decir,	 la	 pregunta	 es:	 ¿para	
quienes	estamos	escribiendo?16	La	cuestión	es	que	escribir	en	el	campo	es,	 la	mayoría	de	 las	
veces,	un	signo	muy	tangible	de	nuestra	doble	vida,	de	conexiones	sociables	en	dos	direcciones.	
En	 la	medida	en	que	nuestros	dos	mundos	son	distintos,	nuestras	 lealtades	están	divididas	y	
podemos	sentirnos	comprometidos/as	o	incómodos/as.	Pero	ese	es	el	precio	que	pagamos	por	
construir	una	voz	única.		
	
Sin	embargo,	una	vez	en	casa,	la	balanza	se	inclina	principalmente	hacia	uno	de	los	dos	lados.	
Los	compromisos	que	hemos	adquirido	con	 las	personas	de	nuestra	comunidad	en	el	campo	
están	sujetos	a	una	competencia	intensa	y	contradictoria	con	los	compromisos	asumidos	con	
nuestra	 comunidad	 profesional	 que,	 para	 la	mayoría	 de	 nosotros,	 ejerce	 una	 influencia	más	
persistente.	 Nuestras	 conversaciones,	 formales	 e	 informales	 -en	 seminarios,	 conferencias	 y	
pasillos,	e	indirectamente	en	las	páginas	de	revistas	y	libros-	están	restringidas	a	los	modismos	
antropológicos	 comunes.	Como	ha	 subrayado	Appadurai	 (1986:	377),	 algunos	 "conceptos	de	
apertura"	(como	"honor	y	vergüenza"	en	el	Mediterráneo)	pueden	virtualmente	crear	"lugares"	
etnográficos	 e	 impregnar	 nuestra	 forma	 de	 hablar	 de	 ellos;	 en	 la	medida	 en	 que	 enmarcan	
nuestra	 teorización	 sobre	 los	 lugares	 en	 los	 que	 investigamos	 y	 "definen	 las	 cuestiones	 de	
interés	dominantes	en	la	región",	estos	conceptos	afectan	necesariamente	a	la	forma	en	que	
utilizamos	nuestras	notas.	La	forma	en	que	leemos	nuestras	notas	también	se	ve	afectada	por	
nuestros	habitos	de	pensamiento	que	trascienden	las	aproximaciones	a	"lugares”	etnográfcios	
particulares:	por	ejemplo,	 los	presupuestos	occidentales	sobre	el	género	(véase	Wolf	en	este	
volumen).	
	
Este	 tipo	 de	 influencias	 pueden	 sentirse	 incluso	 en	medio	 del	 trabajo	 de	 campo,	 tal	 vez	 al	
presentar	un	informe	de	seminario	durante	una	pausa	en	la	investigación	de	campo.	Sin	duda,	
muchos	de	nosotros/as	podemos	contar	historias	sobre	nuestra	traumática	resocialización	en	el	
discurso	académico	cuando	regresamos	a	casa	después	de	finalizar	el	trabajo	de	campo.	A	 lo	
largo	del	camino,	las	realidades	locales	–	como	el	sueño	de	Alcome,	o	la	muerte	de	Miribip-	a	
menudo	se	convierten	en	ejemplificaciones	elegidas	para	ilustrar	una	idea	cuya	razón	de	ser	se	
encuentra	fuera	del	mundo	de	Alcome,	en	un	contexto	en	el	que	Alcome	no	se	ríe	con	los	demás	
alrededor	de	la	chimenea	a	sólo	unos	pasos	de	nuestra	máquina	de	escribir.	
	
	Una	vez	en	casa,	nuestros	estilos	de	escritura	fomentan	el	cierre	narrativo	y	un	análisis	final:	en	
la	 etnografía	 convencional,	 hay	que	 tomar	decisiones	 sobre	qué	es	qué.	Ahora,	 las	notas	de	
campo	pueden	formar	parte	de	esto.	Como	un	corpus,	las	notas	pueden	darnos	la	sensación	de	
que,	al	menos	por	el	momento,	contienen	 la	base	de	todo	 lo	que	se	puede	escribir	sobre	un	
lugar:	 la	 intangibilidad	 fundamental	 y	 la	 infinita	 complejidad	 de	 la	 experiencia	 social	 puede	
reducirse	a	una	"cosa"	que,	aunque	muy	voluminosa,	tiene	dimensiones	finitas.	Por	esta	finitud,	
podemos	hablar	de	la	eficacia	o	ineficacia	con	que	se	utilizan	las	notas	de	campo	en	tal	o	cual	
caso	para	la	producción	de	una	etnografía	(véase	Plath,	en	este	volumen).	Y	su	concreción	nos	
devuelve	la	confianza	en	la	posibilidad	de	"captar"	la	realidad	social.	
																																																													
16	La	separación	es	bastante	clara	cuando	escribimos	etnografías	para	antropólogos/as	y	personas	con	
formación	antropológica.	No	lo	es	tanto	cuando	aquellos	sobre	los/as	que	escribimos	formaran	parte	de	
nuestros	lectores/as.	
	 15	
Pero	al	mismo	 tiempo,	 las	notas	de	campo	pueden	desfamiliarizar	nuestro	conocimiento	del	
campo	y	tal	vez	esa	sea	una	de	las	razones	por	las	que	nos	molestan	tanto	(véase	Jackson,	en	
este	 volumen),	 por	 las	 que	 algunos	 de	 nosotros	 evitamos	 utilizar	 nuestras	 notas	 cuando	
escribimos,	y	por	las	que	las	historias	sobre	notas	perdidas	o	destruidas	(como	las	de	Leach	en	
Sistemas	Politicos	en	la	Alta	Birmania)	adquieren	dimensiones	míticas.	Tener	notas	de	campo	-
todas	perfectamente	transcriptas	o	encuadernadas,	todas	guardadas	a	buen	recaudo-	significa	
algo:	valida	nuestras	comunicaciones	antropológicas.	Pero	el	uso	de	las	notas	es	otra	cosa:	esa	
actividad	muestra	que	nuestras	notas	no	son	un	depósito	fijo	de	datos	sobre	el	campo,	sino	un	
reinterpretable	 y	 contradictorio	 mosaico	 de	 perspectivas.	 Tememos,	 y	 con	 razón,	 que	 la	
inmersión	en	ellas	pueda	hacernos	dudar	de	nuestra	convicción	sobre	qué	es	qué	y	(¡peor	aún!)	
perder	nuestra	putativa	ventaja	sobre	los	historiadores.	
	
En	este	sentido,	las	notas	de	campo	pueden	tener	un	efecto	en	casa	bastante	opuesto	a	su	efecto	
sobre	el	campo.	Mintaras	uno/a	puede	tener	que	apartarse	de	las	personas	de	su	comunidad	de	
campo	para	"inscribir"	notas	y	mecanografiarlas,	en	casa	hay	que	desentenderse	del	discurso	
etnográfico	 para	 consultarlas.	 Aunque	 este	 movimiento	 no	 es	 exactamente	 como	 volver	 al	
campo,	sí	nos	pone	de	nuevamente	en	contacto	-	de	una	forma	mediada	e	imperfecta-	con	otro	
conjunto	de	categorías,	compromisos	y	valores.	
	
Sobre	todo,	preserva	la	tensión	entre	lo	que	hablamos	con	nuestros	interlocutores	en	el	campo	
y	 el	 diálogo	 con	 nuestros	 pares	 en	 casa.	 Al	 fin	 y	 al	 cabo,	 esa	 tensión	 es	 lo	 que	 anima	 la	
sensibilidad	antropológica.	La	antropología	ya	no	puede	pretender	elaborar	descripciones	de	las	
tradiciones	 culturales	 mediante	 una	 separación	 imaginativa	 entre	 lo	 Propio	 y	 lo	 Ajeno.	 El	
reconocimiento	de	que	las	conexiones	entre	ambos	no	pueden	excluirse	-que	son	constitutivas	
tanto	de	nuestra	práctica	académica	como	de	los	fenómenos	que	estudiamos-	ha	contribuido	a	
motivar	 el	 reciente	 escrutinio	 de	 la	 escritura	 etnográfica.	 Estas	 conexiones	 no	 son	 menos	
evidentes	en	las	notas	de	campo	que	en	los	otros	lugares.	Por	eso,	tiene	sentido	extender	ese	
escrutinio	 a	 las	 notas	 de	 campo,	 por	 ser	 el	 corpus	 de	 textos	 todavía	 más	 escasamente	
examinados	en	el	que	tiene	lugar	gran	parte	del	importante	trabajo	de	descontextualización	y	
recontextualización	de	categorías	y	modismos	culturales.	Este	artículo	invita	a	prestar	la	misma	
atención	a	 las	escenas	de	 lectura	de	 las	notas	de	campo	como	a	 las	de	su	escritura,	a	 fin	de	
apreciar	mejor	la	potencia	crítica	de	esos	textos.	
	
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CLIFFORD Notas sobre la notas.pdf
JAMES CLIFFORD 
“NOTAS SOBRE LAS NOTAS (DE CAMPO)”. 
En: R. Sanjek (ed.) Fieldnotes. The makings of anthropology. New York, 
Cornell University Press, 1990, pp. 47-70*. 
 
 
El objetivo de este ensayo es complejizar y correr del centro de la 
etnografía la actividad de la descripción. El ensayo comienza con tres 
escenas de escritura, fotografías que fueron publicadas en Observers 
Observed de George Stocking1. La primera escena, una foto reciente 
tomada por Anne Skinner-Jones, muestra a la etnógrafa Joan Larcom 
leyendo sus apuntes sentada sobre una alfombra de junco entre 
mujeres y niños en la isla de Malekula, Vanuatu. Es un momento de 
distracción. Larcom parece preocupada con sus apuntes. Dos mujeres 
miran hacia la izquierda, más allá del cuadro, algo que les ha llamado 
la atención. Dos niños miran directamente a la cámara. La mirada de 
otro niño parece posarse en la lapicera de la etnógrafa. La segunda 
imagen es una fotografía de 1898 que muestra a C. G. Seligman, el 
maestro de Malinowski, en Nueva Guinea sentado a una mesa y 
rodeado por media docena de hombres melanesios. Uno de ellos está 
sentado, algo dubitativo, en una silla junto a la mesa. Varios objetos 
etnográficos se observan en la escena. Seligman está concentrado 
escribiendo en un anotador. La tercera escena, publicada por Stocking 
en la tapa de su libro, muestra a Malinowski trabajando sentado a una 
mesa dentro de su famosa carpa en las Trobriand. Está sentado de 
perfil, de espaldas a un grupo de hombres que observa desde la puerta 
de la carpa. 
 
* Traducción: Jimena Boland, Florencia Girola y Mercedes Pico. Revisión técnica: 
Jimena Boland y Mercedes Pico. Para circulación restringida de la cátedra de 
Metodología y Técnicas de la Investigación de Campo, Departamento de Antropología, 
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Prohibida su publicación. 
1 Ver Stocking 1983:179, 82,101. El volumen contiene otras escenas reveladoras del trabajo de 
campo, más o menos armadas, las cuales pueden compararse con el estilo de pintura realista 
que muestra al artista con modelo(s) en el estudio. 
 1
 
 
 2
 
 
Estas tres asombrosas fotografías nos revelan muchos secretos 
sobre los órdenes y desórdenes del trabajo de campo. Cada una 
requeriría especial atención. Pero sólo las utilizo aquí para ilustrar y 
distinguir gráficamente tres momentos diferentes en la elaboración de 
las notas de campo (sólo puedo suponer lo que realmente sucedió en 
cualquiera de estas tres escenas de escritura). 
Utilizo la primera escena para representar un momento de 
inscripción. Imagino que la foto de Joan Larcom con sus apuntes 
registra un alto (quizás sólo por un instante) en el fluir del discurso 
social, un momento de abstracción (o distracción) cuando un 
observador-participante anota una palabra o frase mnemónica para 
registrar una observación o para recordar lo que alguien ha dicho. La 
foto puede también representar un momento en el que la etnógrafa se 
remite a una lista previa de preguntas, características, o hipótesis, -un 
“Apuntes y Preguntas” personal. No obstante, aún cuando la inscripción 
es simplemente una cuestión de, por así decirlo, “la elaboración de un 
 3
apunte mental”, el flujo de la acción y el discurso ha sido interrumpido, 
transformado en escritura. 
 La segunda escena -Seligman sentado a una mesa con su 
informante melanesio- representa un momento de transcripción. Quizás 
el etnógrafo ha formulado una pregunta y está escribiendo la respuesta: 
“¿Cómo se dice tal o cuál cosa? “La denominamos tal.” “Repita eso, más 
lentamente”. O quizás, el autor está tomando dictado, registrando el 
mito o el hechizo asociado con uno de los objetos sobre la mesa. Esta 
clase de trabajo es del tipo que Malinowski trataba de alejar del foco de 
atención en favor de la observación-participante: alejarse de la mesa en 
la galería y caminar por la aldea, hablando, preguntando, escuchando, 
observando- para registrarlo todo más tarde. Pero, a pesar del éxito del 
método de observación- participante, la transcripción continúa siendo 
crucial en el trabajo de campo, especialmente cuando la investigación 
está orientada lingüística o filológicamente, o cuando recoge (yo prefiero 
el término “produce”) textos indígenas extensos. Boas invirtió varias 
horas sentado en su escritorio con George Hunt. Sin lugar a dudas, una 
gran parte de las etnografías publicadas de Malinowski (sus varios 
mitos, hechizos, leyendas) son producto de la transcripción. En Return 
to Laughter, Laura Bohannan (Bowen 1954) le aconseja a futuros 
trabajadores de campo: “Necesitarán más escritorios de lo que creen”. 
El tipo de escritura evocado por la escena de Malinowski dentro de 
su carpa puede llamarse descripción, la realización de una 
representación más o menos coherente de una determinada realidad 
cultural. Aunque fragmentarias y toscas, poco sistemáticas, estas 
descripciones de campo están diseñadas para servir como base de datos 
para una posterior escritura e interpretación con el objeto de producir 
un informe completo. Este momento de escritura en el campo da origen 
a lo que Geertz (1973) denominó “descripción densa” y trae aparejado, 
como lo registra la foto de Malinowski, un alejamiento del diálogo y la 
observación hacia un lugar separado
de escritura, un lugar para la 
reflexión, el análisis y la interpretación. Las historias del trabajo de 
campo nos revelan, con frecuencia, la lucha para conservar dicho lugar: 
 4
una carpa con sus puertas cerradas, un cuarto privado en una casa, 
una máquina de escribir en un rincón de una habitación, o quizás solo 
un lugar seco y relativamente tranquilo donde esparcir unos cuantos 
cuadernos. 
Las tres escenas de escritura están, por supuesto, artificialmente 
separadas: se entremezclan, o se intercalan rápidamente en esa serie 
cambiante de encuentros, percepciones e interpretaciones que se 
denomina trabajo de campo. El término “trabajo de campo” posee una 
unidad engañosa y romperla de esta manera puede, al menos, tener un 
efecto desnaturalizante. Además, debería resultar evidente que tal como 
las estoy utilizando aquí, estas “escenas” son más bien imágenes o 
figuras que representan abstracciones analíticas y no tanto 
representaciones de actividades típicas. Las abstracciones refieren a 
procesos básicos de registro y construcción de relatos culturales en el 
campo. Encuentro sumamente útil utilizar estos procesos, en lugar de 
las notas de campo en sí, como mi tema. Porque queda absolutamente 
claro, de acuerdo a la investigación de Jean Jackson, así como también 
de la diversidad de opiniones vertidas en este volumen, que no existe 
una definición rigurosa de lo que denominamos notas de campo. La 
comunidad de etnógrafos no concuerda en una única definición, ni 
tampoco en sus alcances: los diarios son incluidos por algunos pero 
excluidos por otros; las cartas a familiares, a colegas, a tutores de tesis 
son clasificadas en diversas formas; algunos incluso descartan las 
transcripciones de entrevistas. Por supuesto que las notas de campo 
existen como institución, considerada un corpus textual definido, 
producido en cierto modo por el trabajo de campo, y que constituye una 
base de datos descriptiva “cruda” o “parcialmente cocida”, para futuras 
generalizaciones, síntesis, y elaboraciones teóricas. Pero dentro de esta 
institución o convención disciplinaria, uno halla una enorme diversidad 
de experiencia y opinión en lo que respecta al tipo o cantidad adecuada 
de apuntes a tomar como así también en cómo esos apuntes se 
relacionan con etnografías publicadas. Un racconto histórico de esta 
diversidad (ligado a maestros influyentes, representantes disciplinarios 
 5
y tradiciones de investigación nacionales) sería absolutamente 
revelador. Sin embargo, existe un problema con respecto a la evidencia: 
la mayor parte de la práctica y los consejos reales no está registrada o 
es inaccesible. Las notas de campo están envueltas en leyendas y 
frecuentemente en un cierto velo secreto. Son registros íntimos y como 
se nos dice a menudo, plenamente significativos sólo para el que las 
inscribió. 
Así, es difícil elaborar una teoría sistemática con respecto a las 
notas de campo, ya que no podemos siquiera definirlas con mucha 
precisión. Los tres procesos descriptos en este ensayo dan cuenta de 
una gran parte de la producción etnográfica sin perjuicio de agotar el 
tema. Y debería remarcarse desde el principio que un énfasis en la 
interrelación entre la inscripción, la transcripción y la descripción no 
necesariamente implica que la escritura constituya la esencia misma 
del trabajo de campo. Su importancia se pone de manifiesto en el sufijo 
–grafía en la palabra etnografía, pero es inútil reemplazar la engañosa 
fórmula “observación-participante” con una igualmente simplista 
“inscripción-participante”2. El trabajo de campo es un complejo 
conjunto de experiencias intersubjetivas, históricas y políticas que 
escapa a las metáforas de participación, observación, iniciación, 
rapport, inducción, aprendizaje, entre otros términos que a menudo son 
utilizados para explicarlo. El análisis grafocéntrico que sigue 
simplemente trae al centro de la escena procesos que, hasta hace poco, 
habían sido simplificados o marginados en los relatos de investigación 
etnográfica. 
Hace quince años Clifford Geertz hizo la crucial pregunta que 
subyace en esta colección de ensayos -y la respondió: “¿Qué hace el 
etnógrafo? Escribe” (1973: 19). Su influyente discusión abrió camino a 
un amplio debate (ver también Crapanzano 1977; Dumont 1978). De 
 
2 Jean Jackson y Simon Ottenberg (este volumen) debaten la función crucial de la 
memoria como un proceso de (re) contextualización que transforma las nota de campo 
en algo (re)inteligible. El rol de las notas de campo como herramientas mnemónicas 
escapa en gran parte a mi análisis grafocéntrico. Tampoco me ocupo de la amplia 
gama de material documental producido y recolectado en el campo -mapas, fotos, 
documentos, u objetos de diversa índole. 
 6
todos modos, sugiero a continuación que Geertz y la corriente más 
influyente de la “antropología simbólica” redujo, en demasía, la esfera 
de la escritura etnográfica a procesos de inscripción y descripción 
interpretativa. Mis tres escenas de escritura son un intento de 
complejizar las cosas3. 
 
Escena 1 
 
Lo más extraordinario en la imagen elegida por Joan Larcom para 
representar su trabajo de campo en Observers Observed es la sensación 
de confusión que registra. La inscripción de información no aparece 
como un proceso ordenado de recolección o registro, sino como una 
improvisación en medio de mensajes e influencias que compiten entre sí 
y que distraen, que impiden la concentración. El juego de miradas en 
las fotos sugiere: (1) que el momento etnográfico que se observa siempre 
desborda sus límites hacia otros momentos “irrelevantes”; (2) que el 
observador etnográfico es siempre observado; (3) que cualquier 
representación de este hecho desordenado, como lo es esta imagen, es 
en sí misma, parte de este acontecimiento. Las miradas, dirigidas al 
acto de la escritura, a algo fuera de la escena, y al fotógrafo, revelan la 
confusión que subyace en el trabajo de campo, su ineludible 
reflexividad y la lucha para registrar la información. 
La fotografía resulta igualmente ambigua en lo que respecta a la 
actividad de la etnógrafa. ¿Está escribiendo o está buscando algo? 
¿Estamos presenciando el nacimiento de un nuevo texto o la vuelta a 
 
3 En su libro El antropólogo como autor, el cual fue publicado luego de finalizado este 
ensayo, Geertz escribe acerca de la descripción cultural con mucha más vacilación 
que hace quince años: “ahora que los antropólogos están atrapados en la vasta 
reorganización de relaciones políticas que se suceden en el mundo y la no menos 
titánica reformulación de lo que “descripción” podría significar es,…” (p.141) “Las 
asimetrías morales a través de las cuales trabaja la etnografía y la complejidad 
discursiva dentro de la cual trabaja hacen que cualquier intento de presentarla como 
algo más que la representación de una especie de vida en las categorías de otra, sea 
imposible de defender” (1988:141,144). La descripción como un objetivo quizás 
imposible de alcanzar no es una idea rechazada en El antropólogo como autor. Pero 
existe un nuevo énfasis: la descripción densa se transforma en descripción 
contingente, atrapada en la historia, la política y las imperfectas artes de escribir y 
traducir. 
 7
algunos de los apuntes que han sido traídos al campo, una 
prefiguración de lo que se considerará importante en el torbellino de un 
discurso y una actividad potencialmente significativos? En la fotografía 
de Anne Skinner-Jones no lo podemos distinguir. La teoría literaria y 
textual reciente sostiene que, en realidad, la ambigüedad nunca puede 
ser resuelta. La inscripción es tanto la elaboración como la 
reelaboración de los textos. La escritura es siempre,

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