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Guillerault, Gérard - Dolto, Winnicott El bebé en el psicoanálisis (1)

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Gérard Guillerault
Dolto / Winnicott
El bebé en el psicoanálisis
PAIDÓS
Buenos Aires 
Barcelona 
México
Título original: Dolto/Winnieott: Le bebé dans la psychanalysu 
© Éditions Gallimard, 2007
Guillerault, Gérard
Dolto-Winnicott: el bebé en el psicoanálisis . - la ed. - Buenos Aires : 
Paidós, 2009 
240 p .; 22x13 cm.
Traducido por: Gabriela Villalba 
ISBN 978-950-12-4270-6
1. Psicoanálisis. I. Villalba, Gabriela, trad. II. Título 
CDD 150.195
Traducción de Gabriela Villalba 
Cubierta de Gustavo Macri
I aedición, 2009
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titu­
lares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obi a 
por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
© 2009 de todas las ediciones en castellano 
Editorial Paidós SAICF 
Defensa 599, Buenos Aires 
E-mail: difusion@areapaidos.com.ar 
www.paidosargentina.com.ar S iS L iW liC A
'V:^r¡.-r5í.cic5¿ - ' 3 c 
:) / o
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 ■— --re ­
impreso en la Argentina - Printed in Argentina —
¿¿MPLAsusS.Impreso en Talleres Gráficos D ’Aversa,
Vicente López 318, Quilines, Pcia. de Buenos Aiíes_
en mayo de 2009 -
ULAViñ_____________
Tirada: 3.000 ejemplares No. AOQ. f3 & < * p- Y
¿/¿
ISBN 978-950-12-4270-6
t ju M t u m l
Capítulo 1. Los bebés......................................................... 1 1
El lugar y el aporte de Frangoise D olto......................... 11
El “bebé Dolto”................................................................ 16
El otro y el espejo............................................................. 17
El “bebé Lacan” ............................................................... 19
La nursery analítica........................................................... 23
Dolto / Winnicott............................................................ 27
Dolto * W innicott........................................................... 30
¿Psicoanálisis o psicología?.............................................. 3 1
Oral / Escrito.................................................................... 33
Unadectura doltoiana de W innicott.............................. 35
Capítulo 2 . La madre.......................................................... 39
Un bebé en “fusión”......................................................... 41
El “bebé Winnicott” y el ambiente.................................. 44
El “bebé Dolto” y la diada............................................... 47
Precocidad de la psicosis.................................................. 49
De la simbiosis (Winnicott) al sujeto (Dolto) ............... 51
El sujeto de la palabra...................................................... 53
mailto:difusion@areapaidos.com.ar
http://www.paidosargentina.com.ar
8 DOLTO / WINNICOTT
Sujeto vs. objeto............................................................... 57
Dolto: ¿problema resuelto?............................................. 61
La mother.......................................................................... 63
Hacia la identidad............................................................ 66
Capítulo 3. El desarrollo................................................. 71
Psicoanálisis y desarrollo.................................................. 71
La regresión..................................................................... 76
Regresión e imagen del cuerpo
Más ffeudiano que Freud........
Al comienzo es el ambiente....
Ser o no ser...............................
Dolto y los estadios freudianos....................................... 96
Capítulo 4. La ilusión......................................................... 103
Un tiempo de “fase I” ...................................................... 103
Las adquisiciones del bebé. Integración......................... 105
Dolto/Freud................................................................... 109
Castración “simbolígena” ................................................ 112
Salirse (de la fusión)......................................................... 114
Una madre ilusionista...................................................... 116
¿Ilusión o verdad? Dolto y lo transicional...................... 120
¿Acceso a la realidad o perennidad de la ilusión?.......... 123
A modo de posdata........................................................... 129
La madre, ¿insuperable?.................................................. 131
Un dibujo... ¡que habla!................................................... 137
Capítulo 5. La é tica ......................... 139
El bebé y la ética.............................................................. 139
El “bebé Freud” .............................................................. 141
¿El niño idealizado?......................................................... 143
La “posición depresiva” ................................................... 146
La solicitud (concern)......................................................... 150
Bebé descubre el mal........................................................ 153
Bebé culpable.................................................................... 157
Dolto: contra la culpabilización....................................... 161
El malentendido de la culpabilización............................ 163
INDICE 9
La culpa en la carne.......................................................... 170
Capítulo 6 . Devenir sí m ism o........................................... 173
La historia ausente............................................ 173
Devenir Yo (Je) ................................................................ 175
Filo, psico/psicoa............................................................. 180
Yo y sujeto........................................................................ 184
El desafío de la identidad................................................. 187
Las angustias primordiales............................................... 191
De nuevo, la madre.......................................................... 194
El Self................................................................................. 199
El Self, verdadero o falso.................................................. 202
La verdad.......................................................................... 207
Verdad o falsedad............................................................. 208
Conclusión............................................................................ 211
La psicología como cuestión/amiento............................ 213
El inconsciente................................................................. 216
La divergencia.................................................................. 219
El analista como madre.................................................... 223
El Self y el verbo............................................................... 225
Obras de Fran^ise Dolto..................................................... 229
Obras de Donald W. Winnicott........................................... 233
Lista de abreviaturas de las obras más citadas..................... 237
J
Capítulo 1
Los bebés
EL LUGARY EL APORTE DE FRANCOISE DOLTO
En la actualidad, existe un consenso general en reconocer que 
lo que funda ante todo la notoriedad de Fran^oise Dolto -tanto 
dentro del movimiento psicoanalítico como fuera de él, en los 
suburbios (donde también amplió su audiencia)- es, sin lugar a 
dudas, la manera en que incursionó como pionera en el terreno 
de la infancia, extendiendo hasta los confines primordiales de la 
existencia (del pequeño humano) el poder operativo, explicativo 
y eficaz del psicoanálisis. Justamente esto es lo que la ha conver­
tido en la renombrada psicoanalista de niños que hoy conoce­
mos.1
Por singular que haya sido su recorrido, por personal , que 
haya sido su estilo, Franfoise Dolto se encuentraentre los psico-
1. Aunque, por otra parte, se desconozca su experiencia también importan­
te -pero, aparentemente, de menor renombre- en el análisis de adultos. En 
todo caso -y ella insistía en esto-, uno no podría existir sin el otro.
12 DOLTO / WINNiCOTT
analistas que, sobre todo después de Freud, dedicaron sus esfuer­
zos a ampliar el campo de investigación del psicoanálisis orienta­
do a la primera infancia, aplicando la práctica psicoanalítica en 
los niños, incluso los más pequeños. Y lo hizo tomando material 
de su propia práctica para llegar a profundizaciones teóricas de 
decisiva importancia.
Afirmar que Dolto casi no encontró frenos ni obstáculos, ni 
puso límites a esa orientación epistemológica regrediente hacia 
la tierna edad es poco decir, puesto que, de manera significativa, 
además de su permanente interés por los niños más pequeños, 
también fue la primera en hacer hincapié en las repercusiones de 
las vivencias intrauterinas, en los momentos determinantes de la 
vida fetal, llegando a subrayar, así, la importancia (también psí­
quica) de lo que sucede en el tiempo de la gestación.
No obstante, esto la inscribe en la tendencia compartida por 
muchos profesionales (y teóricos) contemporáneos del posfreu­
dismo, preocupados por hacer que la investigación analítica 
avance siempre un poco más en dirección de los tiempos pri­
mordiales de la vida; una tendencia que, después de todo, es 
coherente con el enfoque anterógrado y regrediente de la explo­
ración freudiana de la cura en su principio mismo, en lo que 
constituye su perspectiva mnésica.
Dentro de lo que, a partir de allí, constituyó el propio campo 
del psicoanálisis de niños, se suelen citar, entre los fundadores 
-las fundadoras-, los nombres de Melanie Klein y Anna Freud 
(la hija de Sigmund). En efecto, el punto de partida de esta 
orientación analítica centrada en los niños se vio signado por la 
rispidez del conflicto entre estas dos analistas, quienes sostenían 
enfoques que resultaron ser divergentes y contrapuestos acerca 
del cuál era el modo correcto de proceder -en el análisis- con un 
niño. De hecho, este conflicto dejaría una marca, a la manera de 
una huella originaria, en la fase históricamente inaugural del psi­
coanálisis de niños.2
2. Véase al respecto King, Pearl y Steiner, Ricardo (eds.) (1996): Les contro-
verses Anna Freud/Melanie Klein, París, PUF [ed. esp.: Las controversias Anna
LOS BEBÉS 13
Resulta muy significativo que, por su parte, Dolto -quien 
aparentemente se mantenía al margen de las agitaciones del 
movimiento anglosajón- no haya considerado conveniente 
adoptar una posición formal en ese debate, que se suele esque­
matizar (¿o caricaturizar?) como la oposición entre el enfoque 
aparentemente psicoanalítico “puro” de la fantasía (Melanie 
Klein) y una visión supuestamente más educativa (Anna Freud). 
Como sea, Dolto nunca se refirió demasiado a sus eminentes 
antecesoras, ni tampoco tomó demasiado partido en el “divor­
cio” principal que las enfrentó de ese modo. Simplemente no lo 
menciona.3
Después de todo, esto se adecúa perfectamente a su manera 
de hacer “rancho aparte”, sin cargarse de referencias formales y 
citas académicas, al punto de que no ha faltado quien se lo re­
prochara (especialmente en la universidad). Pero esa fue siempre 
su manera de avanzar (desde el comienzo mismo)4 en el camino 
de su evolución propia, tan creadora, en la elaboración de una 
metodología técnica específica y de una práctica personal del 
análisis con niños (y familias), como en el plano de un desarrollo 
teórico igualmente original, que constituye un aporte importan­
tísimo al pensamiento psicoanalítico de su tiempo y se centra en 
la noción focal (hasta entonces inédita) de imagen inconsciente del 
cuerpo,5
Además de esa singular trayectoria que la convierte en una 
referencia central del psicoanálisis contemporáneo, es sabido que
Freud-Melanie Klein (1941-1945'), trad. de María Jesús Alcamí Pertejo, Madrid, 
Síntesis, 2003].
3. Apenas se puede encontrar de forma dispersa alguna alusión, en general 
expeditiva y poco amena, a Melanie Klein. Por ejemplo, en Les images, les rnots, 
le corps, París, Gallimard, 2002, pág. 39 y sigs.
4. Ya en su tesis, de 1939, reeditada varias veces: Psychanalyse ct pédiatrie, 
París, Le Seuil, 1971 [ed. esp.: Psicoanálisis y pediatría, trad. de Armando Suárcz, 
México, Siglo XXI, 1998],
5. Como lo muestra su obra principal L’image inconsciente dti corps, París, Le 
Seuil, 1984 [ed. esp.: La imagen inconsciente del cuerpo, trad. de Irene Agoff, Bar­
celona, Paidós, 1994], en adelante 1IC [Las abreviaturas de las obras más cita­
das se encuentran al final del volumen, pág. 231].
14 DOLTO / WINNICOTT
Frangoise Dolto siempre quiso extender su discurso más allá del 
cerrado ámbito psicoanalítico. Para ella, era preciso difundir 
-con fines más propiamente educativos o sociales y dirigidos a 
familias con problemas (o en situación de riesgo) o a trabajado­
res sociales, pedagogos, etc.- lo que le enseñaba su experiencia 
con los niños, desde una perspectiva globalmente profiláctica. 
Fue así como se involucró de forma activa en todo un trabajo 
destinado a apoyar, en diferentes niveles, lo que ella misma 
llamó “la Causa de los niños”.6 A modo de presentación o de 
recordatorio, sólo retendremos aquí, para ilustrar su indefectible 
compromiso, la manera en que, por ejemplo, acompañó y apoyó 
algunas experiencias innovadoras en materia de pedagogía y 
escolaridad. Pero también debemos mencionar lo que sin duda 
fue el punto culmine -psico-socio-educativo, etc.- de su obra y 
su carrera: la creación de La Maison Verte [La Casa Verde], lugar 
de acogida y de vida de inspiración psicoanalítica, destinado a 
colaborar con la socialización humanizada de los más pequeños. 
Y tampoco olvidemos lo que contribuyó aún más a que conquis­
tara a una sorprendente audiencia “masiva”: los programas radia­
les diarios que realizó entre 1975 y 1976, en los que respondía 
de modo directo a las preguntas personales que los oyentes le 
habían enviado previamente por escrito.7
Nuestro propósito aquí no es revisar el conjunto de ese reco­
rrido,8 sino subrayar hasta qué punto contribuyó a transformar 
profundamente la mirada sobre el niño y el modo en que se 
acoge a los más pequeños en nuestras sociedades. En este senti­
do, Dolto acompañó ampliamente esa revolución de las costum­
6. Que también da su nombre a una de sus obras: La canse des enfants, París, 
Robert Laffont, 1985 [ed. esp.: La cansa de los niños, trad. de Irene Agoff, Barce­
lona, Paidós, 1994].
7. Lorsque l ’enfant parait, actualmente reeditado en forma de CD.
8. Dolto siempre consideró que debía ser ella misma quien relatara el tras­
fondo autobiográfico de este recorrido. Cosa que no dejó de hacer. Véanse 
Enfances, París, Le Seuil, 1986 [ed. esp.: Infancias, trad. de Octavio Kulesz, Bue­
nos Aires, Del Zorzal, 2001] y Autoportrait d’une psycbanalyste, París, Le Seuil,
1989.
LOS BEBÉS 15
bres psicosociales (la “Revolución de los Pequeños Pasos”, como 
decía ella) que ha hecho -insistamos: gracias a ella y al alcance de 
su mensaje- que hoy el niño ya no esté completamente (descon­
siderado como lo estaba antes.9 Hasta cierto punto -y salvando 
las distancias-, Dolto trabajó para romper Jas cadenas que man­
tenían al niño bajo el yugo de las diversas formas de dominación 
adulta, alienante y posesiva. Y lo hizo restituyendo el estatus de 
su dignidad subjetiva.
Sin embargo, todo esto -que hemos resumido a modo de 
simple recordatorio orientativo- alcanza para que no nos sor­
prendamos cuando, al retomar la obra de Dolto en este nivel 
esencial, nos veamos llevados directamente a poner el acento en 
los más pequeños, a partir de la especial atención clínica que ella 
misma les brindó a lo largo de su larga e impresionante carre­
ra.10
Allí se sitúa uno de los principales ejes del presente trabajo: 
quisiéramos retomar -para determinar su importancia- la con­
cepción de Dolto respecto del bebé, loque puso de manifiesto, 
lo que deslindó y promovió a partir de su experiencia. Por decir­
lo de algún modo, nos ocuparemos del bebé tal como Dolto lo 
pensó en su inédita investigación clínica, al punto de dar lugar a 
una verdadera “bebología” específica, si convenimos en designar 
de este modo familiar a un discurso que pretende ser científico y 
razonado sobre el niño pequeño, el bebé o -como también 
podemos llamarlo- el infans (aquel que aún no habla). Volvien­
do, entonces, a aquello que funda la “bebología” doltoiana, nos 
ocuparemos aquí, pues, del bebé según Dolto o de aquel que nos 
atreveremos a llamar, familiarmente, “el bebé Dolto”.
9. Aunque hoy podamos alegrarnos de ciertos progresos, en verdad esto no 
quiere decir que la tarea esté acabada, ni mucho menos, pues también revela, 
en otros puntos, la amplitud de lo que queda por hacer, teniendo en cuenta el 
actual abandono ético.
10. Sobre la cual la correspondencia de reciente publicación arroja una luz 
particularmente concluyente. Véase Franqoise Dolto, une vic de coirespondances, 
edición establecida porMuriel Djéribi-Valentin, París, Gallimard, 2005.
16 DOLTO / WINNICOTT
EL "BEBÉ DOLTO”
¿Qué es, entonces, lo que Dolto nos enseñó (de original) a 
propósito de los bebés? Con ella, por ella, gracias a ella, ¿con 
qué tipo de saber suplementario acerca de los bebés contamos 
hoy?, ¿qué tipo de adquisición, qué enseñanza “bebológica” 
inédita -como decíamos anteriormente- nos dejó como legado?
Porque lo cierto es que Dolto se encuentra entre aquellos para 
quienes el psicoanálisis —tal como ella lo definió al extender y 
desarrollar su campo de acción- permite un acceso, una “inmer­
sión cada vez más prematura en las aguas abisales de los co­
mienzos de la vida de un pequeño humano, “en las fuentes de la 
vida”, como a ella le gustaba decir. A tal punto que se ha conver­
tido, cual precursora “aventurera”, en una de las guías más segu­
ras y prudentes de que disponemos para retomar el resultado de 
sus búsquedas y el camino de sus exploraciones en lo que se refie­
re al niño -repitámoslo: por pequeño que sea- Es decir, tomare­
mos de su reflexión, para darle forma, lo que ella misma pudo 
deslindar acerca de qué es un bebé, aquello que podrá ayudarnos 
a hacer frente -digámoslo ahora pues no dejaremos de volver 
sobre este asunto- a esa suerte de enigma que también constituye 
el bebé ante nuestros ojos de adultos, enceguecidos por lo que 
ellos creen que los vuelve supuestamente lúcidos y clarividentes.
Porque, por supuesto, el bebé nos resulta muy familiar, muy 
cercano, debido a su ser (similar), y con más razón cuando perte­
nece al círculo familiar (¡“cuando el niño aparece”!). Pero, al 
mismo tiempo, ¿cómo no sorprendernos o desconcertarnos ante 
aquello que también hace que nos parezca tan extraño, por no 
decir extranjero? Por ese motivo, podríamos afirmar que el bebé 
encarna lo que Freud designó literalmente como Unheimlicbkeit 
—término que traduce mal nuestra “inquietante étrangeté” [inquie­
tante extrañeza], porque se pierde la dimensión del heimlich, del 
en casa de uno”, de lo familiar- , 11 o bien podríamos decir que,
11. Freud, Sigmund (2001): L ’inquiétante étrangeté, París, Gallimard, col.
Eolio Bilingüe [ed. esp.: “Lo ominoso”, Obras completas, trad. de José Luis 
Etcheveray, Buenos Aires, Amorrortu, 2000],
LOS BEBÉS 17
para nosotros, el bebé designa lo Unheimlicbkeit por excelencia, 
en esa suerte de intrincación heterogénea que manifiesta, com­
puesta de familiaridad humana y, con frecuencia, de desconcer­
tante -si no lejana- alteridad.
Quisiéramos proceder aquí en esta dirección, en busca del 
“bebé Dolto”, para ir al encuentro de ese bebé singular cuyas 
características ella se ocupó de describir, sin desconocer, claro 
está, lo que cada uno, cada bebé, tiene de específico y particular. 
Digamos que nos proponemos hablar del bebé según Dolto, del 
bebé en Dolto, o -como hemos adelantado someramente- del 
“bebé Dolto”.
EL OTRO Y EL ESPEJO
Por lo tanto, no quisiéramos limitarnos a agregar una versión 
más a nuestras publicaciones anteriores, que ya se habían dedica­
do esencialmente al aporte (teórico, por cierto) de Dolto. de 
hecho, para evitar repeticiones inútiles, se me ocurrió la idea -lo 
cual, además, es una primera manera de rendir homenaje a las 
concepciones concretas de Dolto y a su enseñanza práctica- de 
no dejar solo a ese bebé, sino de encontrarle, para sostener nues­
tra investigación, un pequeño compañero, un pequeño otro.
Es que, para Dolto, el bebé ya está abierto a la alteridad -en 
forma de emoción, digamos, de un placer posible—, a la efusión 
de ese encuentro con un pequeño congénere. En suma, es un ser 
sensible -y de modo espontáneo- a la manifestación que percibe 
de lo social, de lo relacional, aunque sea de manera gregaria... Se 
revela como dispuesto —cuando no destinado— al encuentro.
Esta simple evocación, que parece no significar nada, hace 
que nos acerquemos a datos fundamentales, relacionados, por 
ejemplo, con la cuestión de la soledad (tema doltoiano),12 con la 
capacidad de estar solo (noción que, como veremos, también
12. Puesto que la convirtió en la trama de un libro muy personal: Solitttde, 
París, Gallimard, 1994.
DOLTO / WINNICOTT
tiene sus connotaciones), o bien, simétricamente, con la posibili­
dad de una confrontación precoz con otro.
Y recordemos que, en su lectura específica del estadio del espe­
jo, 13 Dolto explica del siguiente modo la decepción que puede 
invadir al niño frente al reflejo de su imagen: lejos del júbilo que, 
por su parte, cree reconocer Lacan, para Dolto, el pequeño sien­
te más bien un desengaño por el hecho de que no tiene que vér­
selas con un otro diferencialmente vivo, sino con una inquietan­
te y decepcionante duplicación fija, un reflejo (especular) que lo 
desconcierta y lo deja en plena confusión. De modo que, lejos de 
abogar por un impulso narcisista (o egoísta) primero y exclusivo, 
constituido por una contemplación (auto)satisfecha, lo que allí se 
manifiesta más bien revela lo insuficiente e insatisfactoria que 
resulta para el bebé esa captura escópica respecto de (hay que 
decirlo) aquello que, por el contrario, se encuentra allí significa­
do a través de una suerte de llamado, aunque sea incoativo, limi- 
nar, hacia el otro (que, en este caso, está ausente). Por otra parte, 
el hecho es que, cuando se encuentra frente al espejo -y en con­
diciones de escandir verbalmente su emoción para expresarla-, 
el pequeño saluda con regularidad esa aparición mediante la 
exclamación esténica de un “¡bebé!”, aparición para él manifies­
tamente más atractiva respecto de un otro putativo -al que lla­
ma- que la mera aparición autojubilosa de un sí mismo que se 
estaría concretando allí, pero que justamente no podría concre­
tarse sino como un otro.14
No volveremos a desarrollar aquí todo este aspecto de la refe­
rencia al momento especular (puesto que ya ha sido tratado en 
otra parte), digamos simplemente que este breve recordatorio 
sólo está destinado a mostrar -lo cual tomará todo su relieve más 
adelante- cómo Dolto planteó desde un comienzo que el niño
13. Del que hemos dado cuenta de manera detallada en Le miroir et la 
psyché, París, Gallimard, 2003 [ed. esp.: Dolto, Lacan y el estadio del espejo, Buenos 
Aires, Nueva Visión, 2005],
14. Para hacer eco (si puede decirse así) al libro de Paul Ricceur, Soi-méme
comme un autre, París, Le Seuil, 1990 [ed. esp.: S í mismo como otro, México,
Siglo XXI, 1996].
LOS BEBÉS 19
pequeño cuenta con la posibilidad de acceder al otro, en la medi­
da en que manifiesta -y cómo negarlo, o más bien cómo no sen­
tirnos conmovidos- un apetito relacional inmediato, una verda­
dera glotonería relacional (dicho sea esto para poner la nota de 
oralidad adecuada), una libido espontáneamente abierta a la 
comunicación, diría Dolto.15
Como sea, este pequeño rodeo por lo especular -tan instruc­
tivo y sobre todo tan decisivo en lo que concierne a los primeros 
planteos delpropio Jacques Lacan respecto del bebé, del infans- 
habría podido llevarnos a elegir como compañero indicado para 
el bebé de Dolto, el bebé Dolto, a un “bebé Lacan”, un pequeño 
bebé según Lacan. Pero, cualquiera sea, a priori, el evidente 
interés de tal confrontación16 - ¡y pese a todas las pruebas del 
buen entendimiento entre sus “padres”!-, había razones, sin 
embargo, para temer que esa puesta en relación (la de aquellos 
dos bebés) pudiera provocar demasiada pelea, porque sabemos 
que el bebé de Lacan es innatamente feroz y, por añadidura, 
completamente celoso... Pero igual sería conveniente precisar, al 
menos un poco, esta afirmación.
EL "BEBÉ LACAN"
Y tanto mejor si esto nos brinda la ocasión de mencionar al 
pasar que, después de todo, también habría que acreditarle al 
propio Lacan algunas elaboraciones importantes en materia de 
bebología. Como todo gran pensador del psicoanálisis, era inevi­
table que Lacan también formulara algunos desarrollos cruciales 
en lo que concierne al pequeño humano, y no podríamos subes-
15. Fue lo que condujo a algunos (especialmente a Balint) a teorizar (un 
poco pronto) acerca de un “amor primario”, como manera de oponerse a la 
idea de una clausura narcisista (autoeródca) primordial. Sobre esta problemáti­
ca, véase Lacan, Séminaire, Livre I, Les écrits techniques de Freud, París, Le Seuil, 
1975, p. 225 [ed. esp.: El seminario. Libro I, Los escritos técnicos de Freud, trad. de 
Rithée Cevasco y Vicente Mira Pacual, Buenos Aires, Paidós, 1981 ].
16. Que ya expuse sustancialmente en Le miroir et la psyché, ob. cit.
20 DOLIO / WINNICOTT
f
timar el valor de lo que produjo en el registro del infans, comen­
zando, por supuesto (pero no solamente), por su famoso estadio 
del espejo,17 ese grandioso hallazgo especular18 que siguió siendo 
una temática persistente en todo el decurso posterior de su obra.
Pero en lo que tenemos que insistir, precisamente a partir de 
esa base especular que inscribe al ser humano bajo el dominio de 
lo imaginario -es decir, lo que Lacan designa como del reino de 
la imagen-, es en que, cuando se adentra en el terreno de la pri­
mera infancia para restituirnos, en suma, la concepción propia 
que forja de ella, también es para delimitar y subrayar la agresi­
vidad innata que esto instaura, con toda la ferocidad primordial 
que implica esta captación por medio de la especularidad.
Por lo tanto, Lacan presentó, como ejemplo totalmente típi­
co para él de la vivencia pulsional infantil, la situación de una 
niña que golpeaba a un amiguito en la cabeza con una piedra: 
“Yo romper cabeza Francis...”. Y Lacan explica: “Sólo manifes­
taba la estructura más fundamental del ser humano en el plano 
imaginario: destruir a quien es la sede de la alienación”.19 Es 
que, para Lacan, poner de relieve el estatus de lo imaginario -de 
la relación dual con la imagen (o con el otro)- va acompañado, 
intrínsecamente, de esta prevalencia de la agresividad, es decir, 
de una relación con el otro básicamente marcada por accesos de 
una brutalidad primordial.
Este es el sentido de sus primeros escritos, fundamentales en 
este punto,20 donde por ejemplo se ve tematizado el efecto cau-
17. De paso, indiquemos que Dolto acostumbraba señalar que le parecía 
que los analistas formados por Lacan daban muestras de una auténtica perspi­
cacia en la relación clínica con el niño...
18. Aunque, como se sabe, lo haya tomado esencialmente de los trabajos de 
H. Wallon. Sobre el aspecto histórico de la cuestión, véase Jalley, Emile 
(1998): Uenfant au miroir, París, E. P. E. L. Específicamente respecto de La- 
can, véase: Jullien, Philippe (1990): Le retour a Frend de Jacques Lacan, París, E. 
P. E. L.
19. Le séminaire, Livre I, Les e'crits techniques de Freud, ob. cit., pág. 194.
20. En particular, “La agressivité en psychanalyse”, Ecrits, París, Le Seuil,
col. “Points”, 1996, pág. 100 [ed. esp.: “La agresividad en psicoanálisis”, Escri­
tos, trad. de Tomás Segovia, México, Siglo XXI, 1971].
LOS BEBÉS 21
en- sal de todo proceso identificatorio con la negatividad agresiva
idio que implica,21 puesto que se dice que la agresividad es “correla-
tdo tjva a toda identificación alienante”,22 o incluso “característica de
ira. la alienación fundamental del individuo”.23 Lacan -quien emplea
de en abundancia el sostén clínico que encuentra en Melanie
de Klein- 24 duplica la apuesta al inscribir, apelando a las figuras
de imaginarias que dominan de manera típica el mundo del infans,
>ri- Jo que él designa como “imagos del cuerpo fragmentado”, carac-
pia terísticas según él de las representaciones capaces de acosar el
:si- psiquismo del niño, tomado aquí en su elaboración primordial,
lial La lista de las operaciones correspondientes es elocuente: “cas­
tración, eviración, mutilación, desmembramiento, dislocación, 
pi- destripamiento, devoración, reventamiento del cuerpo, etc.”.25
na Entendemos que estas furiosas fantasías anatómicas puedan con-
ra: ducirlo, inmediatamente después, a invocar la cercanía de un
:s- Jerónimo Bosch. Y Lacan declara que no le sorprende encontrar
no la marca operatoria de esos juegos de niños, no en las palabras,
Es sino en los actos de lo que inquieta al niño. Según él: “No hay
de sino que escuchar la fabulación y los juegos de los niños, aislados
0, o entre ellos, entre dos y cinco años, para saber que arrancar la
ir, cabeza y abrir el vientre son temas espontáneos de su imagína­
le ción, que la experiencia de la muñeca despanzurrada no hace
más que colmar.”26
:n Podríamos desarrollar mucho más este tema. Pero alcanza
i- aquí con retener que, desde este punto de vista, la agresividad se
convierte en uno de los motores de lo que mueve y anima al ser 
humano en su pulsionalidad primordial, y que Lacan cree poder 
ía encontrar su manifestación concreta, puesta en acto en la espon-
i- taneidad de una ferocidad bruta, actualizada de este modo en el
pequeño humano. En pocas palabras, casi estaríamos tentados de 
le 
e
i-
í. 21. Ibídem, pág. 140 y sigs.
22. Ibídem, pág. 144.
23. Ibídem, pág. 145.
1, 24. Ibídem, pág. 114.
25. Ibídem, pág. 104.
26. Ibídem, pág. 104.
22 DOLTO / WINNICOTT
Ifl
decir que, para él, las cosas empiezan mal, ¡comienzan por el 
mal...! Incluso cuando sólo señala los caminos que dan cuenta de 
la prevalencia de lo imaginario infantil -en lo que él llama, 
siguiendo a Charlotte Bühler, el transitivismo-,21 los ejemplos 
que ofrece son particularmente elocuentes y sugestivos, por la 
manera en que también allí se subraya “la agresividad que se 
manifiesta en las retaliaciones de palmadas y de golpes”.27 28 Y 
encontramos ese mismo tono en los rasgos generales de este 
cuadro “transitivista” que él cree conveniente precisar: “El niño 
que pega dice haber sido pegado, el que ve caer llora...”.29 Exis­
te, pues, un hilo conductor en los primeros escritos fundamenta­
les de Lacan, de donde también se puede extraer esta conclusión 
inapelable: el yo “aparece desde el origen marcado con esa rela­
tividad agresiva”.30 No hay vuelta que darle.
En tal contexto, tampoco es sorprendente que, en el mismo 
orden de ideas, Lacan haya visto en los celos una moción prime­
ra, estructurante, sostenedora de lo que desde un comienzo 
caracteriza en el humano la tensión esencialmente hostil de la 
relación con el otro. Sabemos cómo utilizó Lacan repetidamen­
te la evocación de San Agustín de los celos asoladores del peque­
ño que contempla al circunstancial rival prendido al pecho de la 
nodriza: “Vi con mis propios ojos y conocí bien a un pequeño 
presa de los celos. No hablaba todavía y ya contemplaba, todo 
pálido y con una mirada envenenada, a su hermano de leche”.31 
El hecho de que Lacan vea allí “las coordenadas psíquicas y so­
máticas de la agresividad original” explica que varias veces aluda 
a este ejemplo típico de una situación originaria que, para él, 
cobra un valor propiamente paradigmático que ilustra y significa
27. Ibídem, pág. 179 y sigs.
28. Ibídem, pág. 111.
29. Ibídem, pág. 112.
30. Ibídem, pág. 113.31. San Agustín (Confesiones), citado por Lacan en Écrits, ob. cit., pág. 114.
Sobre la utilización repetitiva de esta cita por parte de Lacan, véase Porge, Erik 
(2000y.Jacques Lacan, un psychanalysíe, París, Eres, págs. 177-183 [ed. esp.ijrtr- 
ques Lacan, un psicoanalista, trad. de Antonio Milán, Madrid, Síntesis, 2001J.
v
LOS BEBÉS 23
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la tendencia narcisista fundamental, primordialmente movida 
por los celos.
Hay que reconocer que esta descripción en su conjunto, in­
cluso así esquematizada, no favorece mucho al niño, al “bebé 
Lacan”, si se considerara a priori una compañía agradable y bien­
venida. Lejos de algún ideal rousseauniano de buena naturaleza 
que incitaría a recibirlo con benevolencia, Lacan nos describe un 
bebé que se muestra sobre todo presa de un potencial salvaje­
mente agresivo, siempre listo para manifestarse sin miramientos 
en el encuentro con la persona que tiene enfrente.
Esto alcanza para explicar nuestras reticencias para reunirlo 
con el bebé Dolto. Recordemos que, precisamente, Fran^oise 
Dolto plantea en su elaboración un enfoque completamente 
diferente de lo que se presenta como supuestos celos (en especial 
en el caso del hijo mayor frente al menor).32 De modo que, deci­
didamente, invitar al bebé Lacan a unirse a su pequeño homólo­
go doltoiano en estas circunstancias habría sido, como vemos, 
correr demasiados riesgos, ¡y exponernos a demasiadas confron­
taciones brutales e incontrolables entre niños!
Mutis por el foro, entonces (por el momento), para el “bebé 
Lacan” (salvo el respeto que le debemos).
f
LA NURSERYANALÍTICA
Pero, después de todo, si de encontrarle un compañero a 
nuestro bebé Dolto se trata, bebés no nos faltan: podemos decir 
que tenemos muchas opciones, con todos los bebés tan diversos 
que los psicoanalistas han concebido, dotados todos de rasgos 
particulares y características propias. Pronto habrá tantos bebés 
como profesionales o teóricos de toda envergadura. Podríamos
32. Véase al respecto el texto fundamental de Dolto, “Les réactions dites de 
jalousie”, Aujeti du désir, cap. 5, París, Le Seuil, 1981, [ed. esp.: En el juego del 
deseo, trad. de Oscar Barahona y Uxoa Doyhamboure, México, Siglo XXI, 
1983], en adelante, AJDD.
2-1 DOLTO / WINNICOTT
enumerar -sería fácil- los nombres, los patronímicos de esos 
bebés teóricos. A cada cual su bebé... De modo que pronto nos 
encontraríamos haciendo frente al barullo desordenado de una 
verdadera nursery.
Y esto no sólo existe a partir de Freud, o después de Freud, 
como proclaman los psicoanalistas con cierta prontitud -para rei­
vindicar su originalidad o la novación posfreudiana-, apresurán­
dose a afirmar que Freud supuestamente no se había ocupado (o 
no lo suficiente) de los bebés. Sería ignorar todos los aportes 
decisivos y monumentales que hizo en este campo, comenzando 
—pues es preciso recordarlo— por su enfoque inédito de la sexua­
lidad infantil (¡nada menos!). Y, por otra parte, ¿acaso no encon­
tramos al bebé sometido a la sagacidad de la penetrante obser­
vación freudiana ya desde el texto -que incluso podríamos 
considerar fundacional en la materia- del famoso Proyecto,^ el 
Entwurf de 1895, punto central de la correspondencia con Fliess? 
De todos modos, justamente de allí surgió la idea de la satisfac­
ción alucinatoria del deseo. Y tantos otros preceptos metapsico- 
lógicos centrales —introducidos todos en el nivel del niño lactante 
(y vinculados con la relación con la madre)—, que seguirán apare­
ciendo, retomados y desarrollados, a lo largo de la obra de 
Freud,33 34 * En realidad, incluso podríamos llegar a pensar el Proyec­
to como un texto sobre los bebés, y entonces habría que releerlo 
desde esa perspectiva.
Vale decir que Freud tampoco carece de méritos en el capítu­
lo de la bebología, en el sentido (en que nosotros hablamos aquí) 
de discurso autorizado sobre el niño pequeño, del cual incluso 
debemos considerarlo como uno de los (si no el) padre(s) funda­
dores) (al menos en lo que se refiere a la bebología psicoanalíti- 
ca). De este modo, claro está, podríamos considerar la posibili­
33. Finalmente disponible en una traducción digna de ese nombre: Freud, 
Sigmund (2006), Lettres a Wilhelm Fliess, 1887-1904, París, PUF, pág. 593 [ed! 
esp.: “Proyecto de psicología”, Obras completas, 1.1, ob. cit.J.
34. Sin hablar de las prolongaciones que le aportará Lacan, a propósito de
das Ding -la Cosa-, por ejemplo.
LOS BEBÉS
••-;T/7s iiNinofl
dad de dejar que venga a nosotros, primer<^|jkíusc^ ̂ ^ . 
los de la nursery psicoanalítica, el pequeño Í|pol|¥^^^iel;bfe^:
------------------ ;V
menos seis bebés, todos nacidos -dicho segde^|sp^qn la epoca 
de aquella relación transferencial con su a m i g o ' n ^ ^
Y podríamos prolongar aún más el in v^ 
ca y turbulenta nursery. Sin llegar a imaginar a un'béb'é'jílhg 
-¡arquetípico!-, podríamos designar -quedág|^a^en_el linaje 
freudiano- un bebé Klein, un bebé Bion, o bien MaMefó Bick, 
y algunos otros, y por qué no también (¿más oscuro?) un bebé
también un bebé Aulagnier. Y, sin embargo, muy probablemente 
la lista no estaría cerrada. Cada uno podría elegir entre todos 
ellos y, tal vez, reconocer el propio.
Pero, si dejáramos demasiado tiempo que todo ese pequeño 
mundo de bebés del psicoanálisis se desgañifara más en la pajare- 
ra-nursery, correríamos el riesgo de perder toda referencia cons­
tructiva. Tuvimos que decidirnos a elegir y entonces resolvimos 
poner a ese pequeño bebé Dolto en contacto directo con un be­
bé que aún no hemos nombrado, uno de aquellos que, sin em­
bargo, podemos considerar cercano al primero por muchas razo­
nes y que he llamado —tal vez el lector ya lo ha adivinado— el 
“bebé Winnicott”.
De modo que, finalmente, nos pareció oportuno no ocupar­
nos simplemente del bebé (en) Dolto, dejándolo solo, librado a 
su suerte -puesto que no es su estilo-, sino, como corresponde, 
abordar a este bebé de un modo más rico y más vivo, confrontán­
dolo -si puede decirse así- con su pequeño vecino winnicottiano, 
cotejándolo con su homólogo, el de Donald W . Winnicott. En 
suma, daremos cuenta, comparativamente, de lo que son, hacen
35. Quien, por otra parte, se interesará, en el marco de sus elucubraciones 
cronobiológicas, en la cronología de las fechas de nacimiento correspondientes, 
que Freud no dejará de comunicarle debidamente. Véase Sulloway, 1‘iank J. 
(1981), Freud, París, Fayard, pág. 173.
26 DOLTO / WINNICOTT
y viven esos dos bebes, de lo que al menos sus respectivos crea­
dores nos enseñan a propósito de ellos y, también, de las etapas 
que deben atravesar o las sucesivas pruebas que deben enfrentar. 
De manera que podamos dar lugar, aunque sea modestamente 
en un principio, a la confrontación de conjunto que tenemos 
derecho a esperar entre Dolto y Winnicott, esos dos eminentes 
profesionales y pensadores contemporáneos del psicoanálisis de 
niños, comenzando por la comparecencia (y comparación) de sus 
respectivas bebologías, de sus teorías del bebé.
Además, no es sorprendente que hablar del bebé en Dolto 
nos conduzca a citar directamente el nombre de Winnicott. 
Cuando se le preguntó -a Dolto- (en aquella entrevista filmada 
de Jean-Pierre Winter, actualmente publicada)36 quiénes habían 
sido sus maestros, ella enseguida evocó, justamente, a los bebés. 
Y, por cierto, no nos sorprende. Ellos (los bebés) fueron sus 
maestros -subraya- y quienes más le enseñaron respecto de lo 
que terminó siendo como psicoanalista.37 Pero junto a ese alto 
patrocinio en la enseñanza sobre los bebés, Dolto también cita 
(además de, como corresponde, a los más grandes: Freud, 
Ferenczi, etc.) el nombre de Winnicott - f de una manera que, a 
decir verdad, resulta más bien sorprendente-, diciendo, básica­
mente, que él analiza como ella cree que lo habría hecho si hu­
biera sido hombre...38 ¿Quiere decir, entonces, y sobre todo, que 
Winnicott daba muestras de cualidades... femeninas? Acada 
quien su interpretación. Pero esto alcanza para mostrar que, 
indudablemente, no podemos sorprendernos de encontrar la 
cercanía de Winnicott y su bebé cuando se trata de dar cuenta 
del bebé en Dolto. Podríamos decir que ambos tienen todo para 
entenderse de maravillas.
Por lo demás, esto refuerza, de todas maneras, el interés que 
puede haber en esta confrontación (in)formal entre los dos gran­
des psicoanalistas de niños. Y no podemos sino encontrar muy
36. Les images, les mots, le corps, ob. cit.
37. Ibídem, pág. 21.
38. Ibídem, pág. 27.
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estimulante la idea de dejar que los dos bebés -cuya vivencia se 
esforzaron por restituirnos en detalle- jueguen juntos (¡en la 
nursery retórica!). En efecto, ¿cómo no salir enriquecidos con la 
suma de sus respectivas contribuciones, si en definitiva nos ocu­
paremos de aquello a lo que ambos dedicaron su vida: el conoci­
miento que podemos obtener, en la medida de lo posible, acerca 
de qué es un bebé?
La cercanía conceptual de esos dos nombres, Dolto y Winni­
cott -con “sus bebés” respectivos-, no debe, pues, sorprender­
nos. Por el contrario, esto es algo que casi se nos impone y que 
da a este acercamiento cierto tinte de necesidad. Y mucho más 
en la medida en que es fácil ver todo lo que estos dos grandes 
profesionales (¡y teóricos!) del niño tienen en común, lo que 
vuelve legítimo el principio de su acercamiento y prometedora la 
puesta en relación de sus bebés.
DOLTO /WINNICOTT
La sorprendente similitud de sus recorridos ya los vuelve 
vecinos, pues manifiestan el mismo apego, siempre profundo, a 
su orientación inicial, médico-pediátrica.39 Winnicott, quien de 
hecho ejerció largamente la pediatría, vuelve a ella de modo 
constante, con una insistencia sostenida.40 Así, en una de sus 
presentaciones, señala: “Soy un pediatra que viró hacia la psi­
quiatría y un psiquiatra que se aferró a la pediatría”.41 Pero,
39. Que, por otra parte, hizo que tuvieran una experiencia similar y significa­
tiva con niños evacuados durante la guerra. Experiencia que parece haber sido 
especialmente decisiva para Winnicott. Véase su compilación Déprivation ct de'lin- 
quance, Ia parte, París, Payot-Gallimard, 1994 [ed. esp.: Deprivación y delincuencia, 
trad. de Leandro Wolfson y Noemí Rosenblatt, Buenos Aires, Paidós, 1991J.
40. Al punto de que podemos preguntarnos a veces si, en su manera de 
proceder con la dupla madre-hijo, no siguió siendo más pediatra (al menos por 
el estilo) que psicoanalista.
41. “Pédiatrie et psychiatrie”, en De la Pédiatrie a la psychanalyse, París, 
Payot, 1969, pág. 90 [ed. esp.: Escritos de pediatría y psicoanálisis, trad. de Jordi 
Beltrán, Barcelona, Paidós, 1999], en adelante, PP.
28 DOLTO / WINNICOT1
como sabemos, la pediatría también fue la verdadera vocación 
primera de Dolto, encubierta bajo lo que había llamado -siendo 
aún una niña- “médica de educación” (¡una vocación precoz!).
No es sorprendente, pues, que sean autores de dos obras que, 
aunque muy diferentes, llevan la marca de ese recorrido común 
y se titulan casi de la misma manera (como por una suerte de 
guiño): Psicoanálisis y pediatría en el caso Dolto, Escritos de pedia­
tría y psicoanálisis,42 en el de Winnicott.
Esto manifiesta a la vez el que fue desde siempre su interés 
electivo, predominante, por la cuestión del bienestar del niño y 
también (y sobre todo) el hecho de que el psicoanálisis haya lle­
gado a constituir, para ambos, el único medio verdadero de 
abordar adecuadamente la vida del bebé y de comprender (y tra­
tar) sus eventuales avatares psicoafectivos. De este modo, el pro­
pio Winnicott señaló que había sido “un pediatra con grandes 
dificultades para considerar al bebé como un ser humano”. “Sólo 
a través del psicoanálisis pude -agrega-, muy progresivamente, 
ver a un bebé como un ser humano”.43 Por otra parte, más allá 
del interés exclusivo y ardientemente sostenido por (y para) el 
psicoanálisis, ambos se preocuparon —y éste es otro punto perti­
nente de posible encuentro entre Dolto y Winnicott- de un mo­
do similar por no contentarse con hacer comentarios eruditos 
para los psicoanalistas, sino -ya hemos aludido a ello- por ir 
también al encuentro de los auditorios más diversos, incluso el 
“público masivo”, sabiendo dar un uso práctico a lo que los 
medios (radiofónicos) ponían a su disposición y procurando res­
ponder a las preguntas “psicoeducativas” que inevitablemente se 
plantean las familias respecto de los más pequeños.
Y así podríamos seguir multiplicando las señales de encuentro 
y los paralelismos que confirman los puntos de similitud mani­
fiesta que sin lugar a dudas hay entre ellos. De modo que tam-
42. En inglés, Ibrougb Paediatries to Psychoanalysis, traducido al francés por 
la editorial Payot, ob. cit.
43. Introducción a La ci'ainte de Peffondrement et mitres situations cliniqttcs,
París, Gallimard, 2000 [en adelante CE], pág. 18.
ión bién podríamos dar cuenta del énfasis que ambos pusieron en la
ido creatividad, como aquello que, más allá del psicoanálisis -y, llega­
do el caso, gracias a él-, es lo que fundamentalmente se debe 
ue, promover en el ser humano. Vasta temática que exigiría todo un 
ún tratamiento de conjunto. Pero, sobre todo, cómo no conmover-
de se, tanto en uno como en otra, ante la prevalencia del trabajo
ia- clínico, es decir, una manera de pensar el psicoanálisis principal­
mente -si no exclusivamente- a partir de lo que la práctica clíni- 
és ca puede aportar como experiencia, única apta para nutrir con 
» y pertinencia la interrogación. Es lo que los convierte eminente-
e- mente en profesionales, para quienes la teoría sólo viene des­
de pués, a fin de poner en forma, de ser posible, y de manera frágil,
a- sin sistematizaciones dogmáticas, aquello que revela el ejercicio
a- concreto del análisis. Citemos al respecto a Winnicott: “Recojo
es una teoría y otra, aquí y allá, me inclino sobre la experiencia clí-
lo nica, elaboro mis propias teorías y luego, al final, intento ver qué
e, me robé y de dónde”.44 Y podríamos encontrar muchos comen-
lá tarios similares en Dolto.45
q En suma, todo esto hace que con ambos nos sintamos (y los
i- sintamos a ellos) en terreno conocido, en todo caso, en el terre-
i- no común de la relación psicoanalítica con el niño. Y, a propósi-
s to de esto, en cuanto a la cualidad insigne de lo que justamente
r era su relación viva con el niño, no existe ninguna duda de que
1 en ambos se puede encontrar un similar talento humano y una
s agudeza clínica poco común. Lo cual hacía que su manera de
entablar un contacto relacional verdadero, un encuentro, con un 
: niño fuera verdaderamente excepcional. Y la vibrante emoción
de ver trabajar directamente a Donald Winnicott que transmite 
, en la pluma de Masud Khan46 nos recuerda la que nosotros mis­
mos pudimos experimentar -al igual que todos aquellos que 
pudieron observarla- en la consulta de trabajo psicoterapéutico
r
LOS BEBÉS 29
44. PP, pág. 57.
45. Véase, por ejemplo, Les images, les mots..., ob. cit., págs. 27-33.
46. En su introducción a La consultation thérapeutique et l ’enfant, París, 
Gallimard, 1971.
30 DOLTO / WINNICOTT
que Dolto mantuvo abierta para los jóvenes analistas en forma­
ción durante toda su práctica institucional.47
Como puede intuirse, bien podríamos prolongar la efusión de 
este caluroso encuentro con nuestros dos antecesores, tanto por 
aquello que nos los vuelve tan simpáticos, en su compromiso, 
como por la afinidad recíproca a priori que parece haber entre 
ellos.48 Ya tendremos ocasión de volver sobre este tema y de 
desarrollar todo lo que compartieron y lo que aportaron mani­
fiestamente a la elaboración de un patrimonio común, científico 
y humano.
DOLTO * WINNICOTT
Pero, a riesgo de interrumpir bruscamente tantos cumplidos 
recíprocos y mutuos, si no de connivencia (en torno a los bebés) 
-y aunque parezcamosaguafiestas-, tendremos que plantearnos 
la siguiente pregunta, sin duda formulada de un modo un poco 
abrupto: con todo lo que manifiestamente tienen en común, con 
todo lo que comparten, ¿es tan seguro, no obstante, que Dolto y 
Winnicott hablen un mismo lenguaje? E incluso: ¿realmente 
hablan de lo mismo o, mejor dicho, del mismo ser? Más precisa­
mente, así como hemos encontrado a cada uno con “su bebé”, 
con un mismo apego conmovedor por su infans, ¿estamos segu­
ros de que estos dos lactantes son abordados y tratados de modo 
similar, desde una perspectiva similar, cuando no idéntica? Más 
allá de las sorprendentes similitudes aparentes, ¿realmente sus 
creadores se hacen la misma idea sobre ellos? Por fuerte que sea
47. Yo mismo conservo el recuerdo conmovedor de la primera vez (en el 
centro Etienne Marcel). En cuanto a lo que concierne más especialmente a la 
consulta del hospital Trousseau, nos remitiremos a las Lettres de l'Fcole Freu- 
dienne, n° 25, vol. II, pág. 239.
48. Sin desconocer, no obstante, que su encuentro efectivo, que tuvo lugar 
en momentos de fuerte tensión en la historia analítica, no pudo ser más rispi­
do... Sobre esos acontecimientos, véase Roudinesco, Elisabeth (1994): Histoire 
de la psychanalyse en France, vol. 2, París, Fayard, pág. 329.
LOS BEBÉS 31
su interés por el pequeño, ¿es seguro que compartan los mismos 
puntos de vista y opciones fundamentales cuando se trata de res­
ponder a la pregunta (si no al enigma, decíamos) de qué es un 
bebé?
Por supuesto, plantear así esta pregunta significa dar a enten­
der -mejor indicarlo desde un principio- que también las diver­
gencias de sus respectivas elaboraciones nos detendrán a lo largo 
de este trabajo. Primero porque es la parte más interesante, la 
más estimulante para el debate que vendrá, y, sobre todo, por­
que -como veremos- esta perspectiva diferencial se impone 
efectivamente, de manera inevitable, con sólo observar sus pun­
tos de vista propiamente teóricos, a saber, allí donde tanto uno 
como otro quisieron teorizar sobre lo que les había enseñado la 
práctica psicoanalítica con los niños, por pequeños que fueran.
Como sea, justamente es esto lo que, además, los convierte en 
esos eminentes pensadores del psicoanálisis, en particular del 
psicoanálisis con los niños, cuyo aporte teórico terminó siendo 
tan esencial que hoy se impone como paso obligado en la forma­
ción de los jóvenes profesionales.
¿PSICOANÁLISIS O PSICOLOGÍA?
En esta etapa introductoria, sólo echaremos un primer vista­
zo de conjunto sobre la amplitud del trabajo teórico de cada uno 
y la importancia de lo que aportaron al psicoanálisis. Y al colo­
carnos, de este modo, en el nivel de las impresiones globales, 
salen a la luz muchas diferencias. No sólo respecto del estilo -lo 
cual sería entonces sólo una cuestión de apreciación subjetiva-, 
sino también del contenido: la teorización de Winnicott podrá 
parecer -en todo caso en un primer momento- más “minuciosa” 
o detallada que la de Dolto, al tiempo que daría la impresión de 
que él se dedicó a tratar numerosas cuestiones que tienen poco o 
ningún eco en ella, o no en los mismos términos. Entonces 
habrá que preguntarse por qué. Es el caso, por ejemplo, del tema 
del odio, que ocupa un lugar importante en las formulaciones de 
Winnicott -aunque sólo sea en su referencia personal a Melanie
32 DOLTO / WINNICOTT rw-
Klein-, mientras que es una cuestión prácticamente ausente (po. 
demos lamentarlo) en Dolto.49 O bien el tema de la delincuen­
cia, que Winnicott trabajó de cerca, mientras que sólo aparece 
de manera marginal en Dolto, etc. Pero también es cierto que en 
esta cuenta, en este pequeño juego, podríamos proceder a la 
inversa y mencionar temas que Dolto exploró más, como, por 
ejemplo, la cuestión del espejo, de lo prohibido, de lo generacio­
nal, etc. En resumidas cuentas, se trata de una confrontación que 
no nos confirmaría casi nada, más allá de inventariar sus diferen­
cias, para apreciar los respectivos aportes teóricos de Dolto y 
Winnicott.
Seguramente sería más importante que introdujéramos una 
pregunta (crítica) que bien podría dirigirse tanto a uno como a 
otro (aunque probablemente la respuesta debería tratarse con 
cada uno por separado). Sin embargo, el problema es lo suficien­
temente crucial como para que decidamos mencionarlo ya en 
esta introducción, aunque debamos volver sobre ello más ade­
lante. Esta pregunta -¿que podemos llamar “epistemológica”?- 
se refiere a si el aporte teórico indiscutible que ambos nos lega­
ron debe ser reconocido ciertamente como válido para el psico­
análisis, como de indudable orden psicoanalítico. O si, por el 
contrario, seamos claros, desde el momento en que da cuenta de 
una perspectiva “desarrollista”, es decir, de lo que supone el re­
corrido de un desarrollo,50 este apofte no tendría algo en común 
con la psicología, en el sentido de hacer que prevalezca una idea 
del bebé que en cierta forma impone y refuerza una orientación 
psicogenética.
Esta pregunta central y seria -puesto que se interroga sobre 
la manera en que el bebé surge como tal en el campo del psicoa­
nálisis o si puede existir una verdadera “bebología psicoanalíti- 
ca”- llamaría a realizar toda una elaboración, que se enriquece­
ría, como creo poder sostener, si primero se hace de forma
49. Dolto expone su opinión al respecto en Les images, les mots..., ob. cit., 
pág. 113.
50. Volveremos sobre este tema en el capítulo 3.
M
(po- diferenciada para cada uno de ellos. No ocultaré aquí mi parcia-
uen- lidad e indicaré desde ya que, a mi entender, esta problemática
rece se plantea mucho antes en Winnicott, vale decir -más adelante
e en podrá verificarse- que lo encontraremos más capaz de compro-
a k meterse conceptualmente con la psicología.
por
cio-
que ORAL / ESCRITO
•en-
:o y y puesto que he dado cuenta de mi “parcialidad”, debo ser
aún más preciso, para ser claro, en lo que respecta a los precep- 
una tos formales de partida. Es verdad que mi posición en este trába­
lo a j0) lejos de presentarse como equitativa, o estrictamente equili-
:on brada, me impone, por el contrario, exponer lo que la vuelve
en- desplazada, disimétrica.
en Sucede que trabajé largo tiempo con y junto a Fran^oisc
de- Dolto51 y que por ello participé incidentalmente en el trabajo
"?- preparatorio de la redacción de uno de sus libros,52 sin hablar de
ga- las reediciones de estos últimos años: se trata de un largo corn­
eo- promiso del que dan fe los libros y los numerosos artículos que
el le he dedicado.53 Pero, sobre todo, antes pude beneficiarme en
de directo -ya sea en supervisión, por ir a su consultorio en el líos-
re- pital Trousseau, o al asistir a su seminario de psicoanálisis (en la
ún Escuela Freudiana de París)- de la experiencia de vivir su ensc-
ea ñanza, incluso oral, en carne y hueso, me animaría a decir. Y
ón Dios sabe hasta qué punto el pensamiento vivo -oral, vocal y
corporal- no era menor en lo que Dolto pudo enseñarnos que el 
re contenido de lo que tenía para transmitir. Es aquello de lo que
a- puedo valerme. Pero, justamente: sin poder dar cuenta -es el
:i- punto que deseaba subrayar- de nada equivalente en lo que con­
c­
ia
51. Formé parte, por ejemplo, del equipo fundador de La Casa Verde, en 
1979.
52. Se trata, en el caso de L'image inconsciente du corps, de un trabajo prepa-
t., ratorio que tuvo lugar en 1978, con Eddie Fride (¡y Fran^oise Dolto!).
53. Comenzando por Le corpspsyebique, 1989, que L’I Iarmattan reeditó en 
1995. Aunque se me ha reprochado (en la universidad) esta “monomanía”.
f LOS BEBÉS
34 DOLTO / WINNICOTT
cierne a Winnicott, a quien, como a muchos otros, no pude 
abordar sino de modo indirecto (mucho después), a través de sus 
escritos. Necesitaba exponer esta disparidad de origen, que tal 
vez no sea menor en mis futuras tomas de posición.
La aclaración también puede ir más lejos y dar lugar a algu­
nas consideraciones complementarias acerca de los textos y la 
escritura de Dolto y Winnicott, sabiendo quecorremos el riesgo 
de que, para los jóvenes de las próximas generaciones, el texto 
escrito sea prácticamente el único modo de acceder al legado de 
estos prestigiosos antecesores: para conocerlos, sólo podrán 
abordarlos a través de la lectura. Y ése es, por supuesto, su talón 
de Aquiles. Yo estoy en condiciones de comprenderlo en lo que 
se refiere a Dolto, pues conozco la irreemplazable calidad de lo 
que ella transmitía de sí a través de su presencia oral. Pero es así. 
Esto crea lo que, inevitablemente, constituirá -para ambos- cier­
ta intransmisibilidad, con la cual hay que contar en el acceso de 
las jóvenes generaciones al saber de ambos especialistas.54
Lo subrayo con mayor libertad en la medida en que, según 
mi opinión, ni Dolto ni Winnicott se distinguen -digámoslo- 
por ser grandes talentos de la escritura. En Dolto (pero también 
vale para su homólogo), esto puede explicarse por el hecho de 
que muchos de sus libros sólo fueron transcripciones de gra­
baciones previas, lo cual, por cierto, contribuye a restituir las 
cualidades orales de su estilo, pero no siempre es propicio para 
desplegar un escrito formalmente detallado.55 En cuanto a 
Winnicott - y ateniéndonos en este caso, como ya hemos dicho, 
solamente a sus escritos-, se trata de un estilo que podríamos 
describir como más bien “seco”, por su preocupación, diríamos, 
por llegar a lo esencial de su pensamiento y por mantenerse allí. 
Lo cual tal vez explica también que esta obra minuciosa no con-
54. ¿Cómo acceder, por ejemplo, a la teoría doltoiana de la imagen del 
cuerpo, teniendo como único soporte el voluminoso tratado, denso y frondoso, 
que pretende exponerla de una manera -hay que confesarlo- no siempre muy 
satisfactoria ni accesible...?
55. Una excepción, no obstante, son los escritos personales de Solitnde, oh.
cit., donde Frangoise Dolto alcanza un auténtico lirismo en su escritura.
F LOS BEBÉS 35
ude i tenga, por decirlo de algún modo, ningún escrito voluminoso, 
sus ningún “libro” propiamente dicho, sino que se reduzca esencial-
tal mente a una acumulación de breves escritos puntuales, o artícu­
los muy cortos, entre los que figuran algunos que (una vez más) 
gu- son transcripciones de conferencias o exposiciones que brindó
r la Winnicott en tal o cual circunstancia. Además, lo que es tan par-
sgo ticular en sus textos y vuelve ardua su lectura es que, inevitable-
xto mente, a menudo se recortan y se superponen, y entonces se
de crea cierto efecto de redundancia.56 Pero, sin embargo, es una
'án impresión engañosa, porque con mucha frecuencia, de un traba-
ón jo a otro, de un artículo a otro, Winnicott no deja de agregar
|ue una pequeña pincelada, una pequeña nota y, poco a poco, lo que
lo parecía repetirse se convierte, de este modo, en un sistema de 
tsí. pensamiento que no deja de elaborarse con trazos puntillistas ni
:r- de refinarse cada vez más en su progresión, mediante ese movi-
de miento en que incansable y escrupulosamente el mensaje vuelve 
a centrarse en el oficio. De modo que tomar conocimiento de 
án este pensamiento winnicottiano supone no perder el valor (¡!) y 
3- enfrentar sucesivamente, como corresponde, la hilera laberíntica 
én de pequeños escritos, sin dejarnos vencer, sin embargo, por lo 
Je que pueda tener de repetitivo. Porque también es la condición 
a- para aprehender, cuando surgen, los hallazgos y las innovacio- 
as nes, las afirmaciones a veces decisivas, que aparecen a medida 
ra que se ponen en serie y se encastran los escritos sucesivos, 
a
a,
)s UNA LECTURA DOLTOIANA DE WINNICOTT
s,
í. Una última indicación introductoria: sobre la base de nuestra
i- parcialidad ya confesada -que seguramente no dejará de reapare­
cer y confirmarse más adelante-, tal vez sorprenda encontrar, 
paradójicamente, más observaciones dedicadas al “bebé Winni-
;1
),
y
56. Sobre todo cuando los editores franceses los han utilizado hasta el har-
i. tazgo, sin dudar en publicar “duplicados” (idénticos artículos en diferentes
volúmenes).
36 DOLTO / WINNICOTT
cott” en los siguientes capítulos. Pero, en lo que se refiere al 4 
“bebé Dolto”, con muchos precedentes en la materia, nos per- 
mitiremos remitir a lo que ya reconstruimos en nuestras obras 1 
anteriores y daremos por adquirido lo esencial. Así, pues, nos i) 
acercaremos sobre todo al bebé Winnicott -al que conocemos j' 
menos-, para conocerlo mejor y confrontarlo con lo que, por 
otra parte, ya sabemos del “bebé Dolto”. Lo que sigue puede 
presentarse, por lo tanto, más como una lectura doltoiana -si nos 
atrevemos a decirlo así- del pensamiento de Winnicott en lo que 
concierne a su teoría del bebé, su bebología. El eje de nuestro 
trabajo será reflexionar sobre cómo vamos a analizar lo que 
Winnicott sostiene acerca del bebé, desde la perspectiva definida 
por Frangoise Dolto.
Precisemos, no obstante, que no por ello se restituirá en toda 
su amplitud el sistema de pensamiento de estos dos grandes 
maestros del psicoanálisis de niños. No se encontrará aquí un 
estudio que pretenda dar cuenta de manera exhaustiva de la obra 
de Winnicott o de la de Dolto.57 Y esto a riesgo de que se nos 
eche en cara (de todas maneras, es inevitable) que no abordemos 
tal o cual' aspecto, tal o cual punto, que sin embargo se conside­
ra fundamental (sin duda con toda razón para los objetores ini­
ciados). Pero es así. Nuestro proyecto -repitámoslo- se limita 
aquí a confrontar la bebología de nuestros dos autores, simple­
mente a hacer que se encuentren los dos bebés, tal y como nos 
los han descrito, ateniéndonos a sus rasgos más característicos y 
que, por lo tanto, se refieren, según creemos, a lo esencial.
Es importante subrayar que este camino no fue muy simple 
en el caso de Winnicott. ¡Es que parece muy difícil no ser 
exhaustivo con Winnicott! Pues, como hemos explicado, por la 
manera en que metódicamente fue agregando “puntos” sucesivos 
a su obra, a lo largo de una sucesión de artículos, terminó cons­
truyendo un “tejido” conceptual tan apretado, finalmente, que
57. En lo que se refiere a esta última, nos permitiremos remitirnos a nues­
tras obras anteriores. Véanse, por ejemplo, Le corps psychique, ob. cit., y Fran- 
yois, Yannick (1999): Franqoise Dolto. La langue des images, París, Bayard.
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resulta muy delicado “saltarse un punto”, salvo que, en efecto, se 
corra el riesgo de deshacer todo el trabajo que, así, se sostiene de 
manera extremadamente estricta. El conjunto tomó la forma de 
un rompecabezas singularmente compacto que podría desmante­
larse si se nos ocurriera omitir alguna de sus piezas. Dicho sea 
esto para dar una idea de la densidad de esa suerte de sistema 
indesmontable y sutil que constituye el aporte de Winnicott y de 
lo difícil que es dar cuenta de él.
Sin embargo, vamos a tener que ajustarnos a esta dificultad, 
aunque sea con el fin de exponer, transmitir y clarificar según 
nuestro programa “bebológico” comparativo. Dificultad ya pre­
sente en los próximos dos capítulos, que se ocupan, sucesiva­
mente, de la madre y el desarrollo. Hemos intentado mantener 
estas dos nociones separadas, aun cuando en el pensamiento de 
Winnicott (y también en el de Dolto, pero es aún más evidente 
en Winnicott) son inseparables en los hechos y, por lo tanto, 
deben pensarse de manera absolutamente conjunta, conexa. Sin 
embargo, intentaremos tratarlas de forma ordenada, una después 
de la otra, para hacer que surjan mejor los puntos de divergencia 
con vistas a someterlos al debate, a ese debate conceptual que 
nos arriesgaremos a enfrentar.
Al respecto, aún queda un último punto preliminar. En lo 
que tal vez se presenta -como ya se ha dicho- en el fondo más 
como una lectura doltoiana del trabajo de Winnicott, de la be­
bología winnicottiana, nuestro discurso no dejará de dar mues­
tras de cierta tonalidad crítica, que se podrá considerar una con­
secuencia de la “parcialidad” de la que hablamos. Que quede 
bien claro, de todas formas, que cualquiera sea lafuerza de esta 
crítica, no deja de estar inspirada en la preocupación por mante­
ner la autenticidad del debate y la riqueza de la discusión que se 
impone, allí donde pueden y deben evocarse los diferentes pun­
tos de vista, por distintos que sean, y con más razón allí donde, 
ante todo, se busca respetar lo que en suma constituye el más 
precioso patrimonio de la humanidad: ¡el bebé!
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Capítulo 2
La madre
Como explicamos anteriormente, nos pareció que se imponía 
una comparación Dolto / Winnicott, dados los numerosos pun­
tos de encuentro entre sus respectivos enfoques, pero también 
desde la perspectiva (del presente trabajo) de hacer que surjan 
sus posibles distancias y diferencias (e incluso divergencias).
Y, sin embargo, sus teorías -y en especial las que nos intere­
san, sus teorías del bebé, sus “bebologías”- comienzan de un mo­
do bastante parecido: comienzan por la madre. Podríamos decir 
que, tanto para uno como para el otro, “en el comienzo (de la 
vida del bebé) fue la madre”, y no sólo por motivos que podrían 
parecer... “naturales”.1 Sería arduo relevar en ambos de forma 
exhaustiva la importancia electiva primordial que otorgan a la 
madre, esa hipóstasis de la instancia materna.
Para dar sólo un primer ejemplo, citemos a Winnicott: “Es la 
madre quien establece la salud mental del niño al preocuparse
1. Antes de que se llegue al útero artificial, tal como profetiza I lenri Atlan, 
en L’uténis artificiel, París, Le Seuil, 2005.
40 DOLTO / WINNICOTT
por los cuidados que debe dar a su bebé. Sin temer parecer sen- 
timentales, podemos hablar aquí de ‘devoción’ y emplear esta 
palabra para describir un aspecto esencial sin el cual la madre no 
puede desempeñar su papel y adaptarse activamente, con sensi­
bilidad, a las necesidades de su bebé, necesidades que, al comien- f 
zo, son absolutas. Así, este término, ‘devoción’, nos recuerda | 
que, para tener éxito en su tarea, la madre no necesita ser una I 
especialista”.2 ■
Y, para explicitarlo mejor, inclinémonos un instante hacia \ 
Dolto: “Es así como, para cada ser humano, su relación con la , 
madre, fuente de su propia existencia, parece anclar sus raíces en . 
lo que, a falta de otra palabra, llamamos ‘lo sagrado’ [...]. El niño ti 
nimba lo sagrado con la luz del rostro inclinado sobre el suyo en j¡j 
sus primeras horas de vida, en los primeros días de sus prue-
bas”.3
En todas las líneas de la vida del bebé -y de los textos a través 
de los cuales nuestros dos médicos nos la restituyen-, la madre 
está en primer plano. Es ella quien lleva -en todos los sentidos 
del término- el devenir del potencial de su bebé. Winnicott, en 
particular, además de plantear una cuasi-nihilización del padre 
(de quien se espera como mucho que ame a su mujer y le aporte 
el sostén de su apoyo benevolente...), llegará incluso a considerar 
-debemos mencionarlo desde el comienzo- ¡que el niño-lactan­
te no existe!4 “¡Eso que llaman ‘bebé’ no existe!” Ya que, explica, 
“cuando me muestran un bebé, también me muestran a alguien 
que se ocupa de él, o al menos un cochecito donde se fijan los 
ojos y las orejas de alguien. Nos encontramos en presencia de 
una ‘pareja nodriza-lactante [nourrice-nourrisson]’ (a nursing cotí-
pié)”.5
1
2. PP, pág. 188. 1
3 . //C, pág. 222. j
4. PP, pág. 361 (y pág. 68). 1
5. Ibídem, pág. 200.
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LA MADRE 41
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UN BEBÉ EN "FUSIÓN”
Según esta concepción, comprendamos que el niño, primero, 
no existe como individuo (individuado); o más bien que sólo 
existe de ese modo para nosotros, como observadores terceros 
embaucados que somos, allí donde él está sumergido [merged]6 
de hecho, en una suerte de fusión inefable que lo instaura en una 
dependencia llamada “absoluta”, donde se confunde con y en su 
madre, lo cual viene a reforzar, una vez más, el hecho de que, 
para Winnicott, se supone que, ante todo, la madre debe estar 
identificada con su bebé (a lo cual corresponde la denominación 
específica de “preocupación materna primaria").
Winnicott no ha dejado de subrayar la intensidad de ese 
vínculo de dependencia del pequeño: se dice que éste no existe 
en cuanto tal, como propio, en la medida en que está sometido, 
unido por completo a su genitora (identificada con él), de la 
cual constituye una suerte de apéndice, al hallarse totalmente 
desprovisto (al menos al principio) de cualquier forma de auto­
nomía o independencia. Situación que es preciso llamar “deter­
minada”, por lo imperioso que resulta para el niño que lo to­
men en cuenta y satisfagan sus necesidades, pues -como insiste 
Winnicott en varias ocasiones- no estamos aquí en el orden del 
deseo.7
Éste es un momento primitivo, inaugural -al que no dejare­
mos de volver, dada la importancia que le otorga Winnicott-, 
que podemos llamar de indistinción, de indiferenciación, donde 
el autor insiste en precisar que el niño no tiene ninguna idea de 
su madre como persona (ni tampoco, podemos agregar, alguna 
idea de un “sí mismo”). “Existe, pues, un estadio donde el lac­
tante sólo existe en razón de los cuidados maternos, con los cua­
les forma un todo, una unidad.”8 En este estadio, la madre “es el
6. Ibídem, pág. 367, al hablar de un “estado de fusión [merged with] com­
pleto con la madre”.
7. Como, por ejemplo, en PP, pág. 286.
8. PP, pág. 364.
Al DOLTO / WINNICOTT
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bebé y el bebé es ella”,9 “el bebé y la madre forman un todo”,10 
“la madre es el bebé así como ella misma”.11
Sería conveniente evaluar lo que implica esta situación primor­
dial a la que Winnicott vuelve incansablemente. El niño está 
prendido en su mismo ser a una madre que le provee todo en 
cuanto a su vivir, al punto de dar lugar al sentimiento de cierta 
omnipotencia, puesto que, de ese modo, se encuentra satisfecho en 
todo. Y esto se pone en funcionamiento en relación con el cuida­
do que le brinda la madre, con los cuidados que le prodiga, res­
pondiendo absoluta e inmediatamente a las necesidades que el 
niño logra expresar. Winnicott supone (o plantea), entonces, una 
situación que estamos tentados de llamar “mítica” -pero, de 
hecho, él la concibe como efectivamente concreta, realizada-, en 
la que existe una suerte de colusión absoluta entre la madre y el 
niño, una adherencia sin matices, una confusión primordial donde 
es difícil imaginar que pueda intervenir o interferir un tercero (un 
padre). Como en esta fase (breve pero decisiva) la pareja madre- 
niño es absoluta, total, “para su buen desarrollo, es necesario un 
ambiente perfecto. Al principio, esta necesidad es absoluta”.12
Y esto es así al punto de que, en la fase primera de la vida del 
bebé, apenas podemos concebir que el lactante tenga que expre­
sar necesidades, ya que, de todas maneras, la madre parece haber 
respondido a ellas de antemano (o está siempre lista para hacer­
lo al instante). El niño apenas puede entrar en el camino de una 
satisfacción alucinatoria, tal como lo planteaba Freud,13 puesto 
que ésta supone como mínimo la experiencia de una carencia. Y, 
sobre todo, se tiene la impresión en esa etapa de que no podría 
faltar nada, como si durante un tiempo se mantuvieran las condi­
ciones que -podríamos suponer- se habían dado previamente
9. Le bebe' et sa mire, París, Payot, 1992, pág. 23 [ed. esp.: Los bebés y sus 
tnadres, trad. de Laura Turner, Paidós, 1998].
10. Ibídem, pág. 29.
11. Ibídem, pág. 148.
12. PP, pág. 137.
13. A quien Winnicott se refiere, sin embargo, en su artículo sobre la teo­
ría del padre-lactante, PP, p. 358.
o”,10
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durante la gestación. Queda por preguntarse si hubo nacimien­
to, o en qué hubo nacimiento. ¿O bien, para Winnicott, debe 
seguir pasando desapercibido para el niño, como si nohubiera 
sucedido? En todo caso, diríamos, la madre continúa actuando 
como si siguiera gestándolo, más allá de que haya finalizado el 
embarazo. Todo sucede como si el niño todavía no hubiera naci­
do de verdad, ya que sistemáticamente se responde a él y se le 
proveen todas las necesidades que pueda tener. No puede, pues, 
sentir ninguna carencia, puesto que, en principio, ¡no las hay! En 
efecto, “la madre no crea las necesidades del lactante sino que las 
satisface en el momento adecuado”.14
Al comienzo, pues, existe para Winnicott una situación origi­
naria, primaria, de compleción, de completud absoluta, que nada 
puede mermar, estropear, que no tiene fallas. Al principio, el 
infans no conoce la falta. Se lo acoge, de alguna manera, en la 
negación de aquello a lo que debe advenir (a la falta, a la reali­
dad). Permanece (en esta etapa) en el desconocimiento que le 
ofrece esa beatitud, en una suerte de gracia envolvente absoluta. 
Y ese ajuste se plantea en una exigencia tan fuerte, en una escla­
vización tan intensa que, el menor defecto de ese sostén radical y 
absoluto de la madre, es vivido por el niño, sostiene Winnicott, 
en términos de nihilización } s Es decir que los efectos (patológi­
cos) también son tan extremos como la necesidad de ese sostén 
imperioso. Nos encontramos, decididamente, en el terreno de lo 
“absoluto”: o bien el niño “no existe” (si no es sostenido por los 
cuidados de la madre que vienen a co-(r)responder a estas nece­
sidades), o bien corre riesgo de nihilización... “Las carencias 
maternas provocan fases de reacciones a las intrusiones y estas 
reacciones interrumpen la ‘continuidad de ser’ (going on being) 
del niño. Un exceso de esta reacción [...] representa una amenaza 
de nihilización.”16
LA MADRE 43
14. Processus de maturation chez l ’enfant, París, Payot, 1970 [ed. esp.: Los pro­
cesos de maduración y el ambiente facilitador, trad. de Jorge Piatigorsky, Buenos 
Aires, Paidós, 1994] (en adelante PM), pág. 28.
15. PP, págs. 363 y 369.
16. Ibídem, pág. 289.
44 DOLTO / WINNICOTT
De modo que Winnicott llega a distinguir dos tipos de seres, 8 
según las dos maneras en que fueron tratados de niños: los que jt 
tienen “la experiencia de nunca haber sido abandonados de una 
manera significativa” y los que, a la inversa, “arrastran consigo, | 
para toda la vida, experiencias de una angustia inimaginable”.17 1
EL "BEBÉ WINNICOTT" Y EL AMBIENTE
Respecto de lo que se planteó sobre la madre en Winnicott 
-la madre del “bebé Winnicott”-, precisemos desde ya dos pun­
tos sobre los que volveremos, dadas sus importantes implicancias 
conceptuales. El primer punto podría parecer sólo una cuestión 
de vocabulario, pero va mucho más allá. Se trata del hecho de 
que toda esa situación primordial donde la madre -llamada 
“suficientemente buena” \good enough motber\, pues se da por 
completo y es completamente devota [devoted] de su pequeño- 
constituye una compañera crucial para el niño y donde éste se 
encuentra en la posición llamada “de dependencia absoluta” 
-puesto que sólo existe a través de ella- es una situación referida 
y descrita por Winnicott en términos de “environment” (se trata 
de la misma palabra en francés y en inglés). “La importancia del 
ambiente para el lactante cuando la dependencia es casi absoluta 
es tal que no podemos describir al lactante sin desaibir el ambiente”.17 18 
Y ésta es la tesis fundamental de Winnicott: si al comienzo el 
infans no existe como tal, es porque simplemente resulta por 
completo imposible abordarlo de modo independiente de aque­
llo que constituye lo que se denomina su “entorno”. “Cuando 
decimos que un lactante es dependiente, y al comienzo en una 
dependencia absoluta [...], se sigue que el entorno en sí tiene 
importancia porque forma parte del lactante.”19 Esta palabra, 
que vamos a encontrar constantemente en los escritos de Winni-
17. CE, pág. 322.
18. Ibídem, pág. 180.
19. Ibídem, pág. 179 y sigs.
LA MADRE 45
cott, designa el marco de los cuidados que deben ser prodigados 
al niño lactante, allí donde se juega su relación primordial con 
aquella que se consagra a él de ese modo. Por esta razón, como 
vemos, la madre no es solamente una parte del ambiente, es el 
agente principal de lo que se designa con ese término (nos guste 
o no).
Y, en este sentido, digamos más bien que el ambiente es la 
madre (con los cuidados que procura a su pequeño), una madre, 
pues, que es entendida y designada como “el ambiente” (del 
bebé), un ambiente que, entonces, se produce y se organiza para 
el niño, ya que se lo supone apropiado para su ser. Dicho de otro 
modo, el ambiente es la muralla [enceinte\ (material y afectiva) 
que la madre sigue siendo para él, después de haber estado 
embarazada [enceinte]... de él (¡!), en el sentido ya mencionado de 
una gestación que continuaría más allá del nacimiento. Prueba 
de ello es que la madre, como veremos, es descrita especialmente 
en términos de “madre-ambiente”.20
Habría mucho que decir a propósito de la elección deliberada 
y sostenida de este término (invasor) que, confesémoslo, nos 
suena extraño y -mejor decirlo- más bien de un modo desfavo­
rable, como un término fríamente descriptivo, aunque capaz de 
poseer una resonancia de valor etológico. A menos que sea justa­
mente eso lo que nos moleste, con esa manera de reducir la vi­
vencia del pequeño humano a esta modalidad, la de una visión 
etológica del pequeño humano, que así queda planteado como 
inmerso desde su nacimiento en un “ambiente”.21
El segundo punto implica anticiparnos en nuestro recorrido. 
Pues, como se podrá adivinar, la madre según Winnicott no va a 
seguir siendo esa madre descrita como absolutamente abnegada,
20. Véase PM, pág. 34 y sigs.
21. Debemos precisar que también fue polémico el modo como Winnicott 
introdujo, defendió y mantuvo este término, en contra de aquellos que, según 
él, desconocían justamente su concepción de esta fase primera de la experiencia 
infantil, es decir, que se ocupan del individuo “infans" desconociendo su inmer­
sión en el ambiente. En este punto particular se funda su conflicto larvado con 
Melanie Klein.
46 DOLTO / WINNICOTT r
dedicada por completo a su hijo y, por lo tanto, a nada ni a nadie 
más, diríamos -al punto de que podríamos arriesgarnos a decir 
que ella “tampoco existe” (por fuera de esa “pareja de leche” que 
la absorbe por completo). Pero a la vez será ella quien contribu­
ya a la diferenciación progresiva, a través de la cual el niño logra 
acceder, siguiendo una línea cuasi freudiana, al mundo de la rea­
lidad en sus diferentes aspectos. La madre tiene, pues, esta doble 
polaridad. Es a la vez la que sostiene dicha fusión primordial y la 
que debe obrar para liberar al niño de ella. Doble polaridad que 
también se encontrará en Dolto, aunque de modo muy diferen­
te. Volveremos a ello en el capítulo siguiente, puesto que es una 
parte esencial de las elaboraciones de Winnicott sobre el des­
arrollo infantil por venir, que sucede a esa fase confusional pri­
mordial, en la cual prevalece lo que él no duda en llamar, como 
se ha dicho, la “madre-ambiente”...
Pero -y Winnicott insiste en ello-, para hacer que el niño 
acceda mejor a las fases siguientes, a los estadios posteriores esta 
vez diferenciados, es preciso que la madre primero provea ese 
ambiente tranquilizador, envolvente, que ella misma conforma a 
través de sus cuidados. Es lo que él llama “holding”, en el sentido 
de que, ante todo, consiste en tener (to hold), en sostener corporal­
mente al bebé. Cierto es que hay allí una suerte de paradoja -que 
en líneas generales implica que, para acceder a la realidad del 
mundo, en un primer momento hay que desconocerla-, pero una 
paradoja, precisamente, a cuyo principio Winnicott siempre se 
declarará atado y a la que volverá repetidas veces y de diferentes 
formas, disfrutando de dar ese giro paradójico a su pensamiento.
Pero eso no nos impide plantearnos la siguiente pregunta: si la 
madre debe mantener su acción envolvente, que primero

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