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ENRIQUE PEÑA FORERO DISQUISICIONES SOBRE EL CONOCIMIENTO ECONÓMICO UNIVERSIDAD DEL CAUCA FACULTAD DE CIENCIAS CONTABLES, ECONÓMICAS Y ADMINISTRATIVAS DEPARTAMENTO DE CIENCIAS ECONÓMICAS POPAYÁN DICIEMBRE DE 2004 2 Contenido 0.0 INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................................................... 3 0.0 CONOCIMIENTO ................................................................................................................................................... 5 2.0 EPISTEMOLOGÍA ....................................................................................................................................................... 10 3.0 CIENCIA ....................................................................................................................................................................... 15 4.0 CONCEPTOS ................................................................................................................................................................ 20 5.0 SOCIEDAD ................................................................................................................................................................... 23 7.0 ECONOMÍA .................................................................................................................................................................. 34 7.1 Estado del arte ............................................................................................................................................................ 34 7.2 Objeto de estudio y definición ................................................................................................................................... 38 7.2.1 Objeto de estudio............................................................................................................................................... 38 7.2.2 Definición .......................................................................................................................................................... 56 7.3 Naturaleza del conocimiento económico ................................................................................................................... 69 7.3.1 Posibilidad de existencia ................................................................................................................................... 69 7.3.2 Límites................................................................................................................................................................ 78 7.3.3 Origen ................................................................................................................................................................ 82 7.4 Clasificación ............................................................................................................................................................ 128 7.4.1 Por categorías .................................................................................................................................................. 129 7.4.2 Por niveles de agregación ............................................................................................................................... 132 7.4.3 Por núcleos analíticos ..................................................................................................................................... 134 7.5 Método ..................................................................................................................................................................... 141 7.6 Resumen................................................................................................................................................................... 159 8.0 CIENTIFICIDAD DE LA ECONOMÍA ..................................................................................................................... 161 9.0 CAPITALISMO, MODERNIDAD Y ECONOMÍA .................................................................................................. 179 BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................................................................... 197 ÍNDICE DE AUTORES .................................................................................................................................................... 218 ÍNDICE DE NÚCLEOS TEMÁTICOS ............................................................................................................................ 225 3 0.0 INTRODUCCIÓN Las disquisiciones sobre el conocimiento económico que constituyen el presente trabajo tienen su origen en varios de los cursos de economía orientados a lo largo de mi carrera docente desde el Departamento de Ciencias Económicas de la Facultad de Ciencias Contables, Económicas y Administrativas (F.C.C.E.A.) de la Universidad del Cauca, pero en especial en el de ‘Epistemología de la economía’, ya que por su esencia esta asignatura alude de manera directa a los tópicos plasmados en el presente documento. He podido llevar a cabo este trabajo gracias a la concesión de un período sabático por parte del Honorable Consejo Superior de la Universidad del Cauca, después de haber surtido el trámite institucional requerido para estos casos en el Departamento de Ciencias Económicas, en el Consejo de la F.C.C.E.A. y en el Consejo Académico de la universidad, motivo por el cual deseo agradecer a todas y cada una de las personas que en su momento, y según su leal saber y entender, ceñido a los procedimientos y normas establecidos para el efecto, consideraron conveniente otorgarme esta modalidad de servicio académico-administrativo, cuyos resultados se concretan en este escrito. En general, la máxima aspiración en estas páginas es la de hacerle honor a una de las notas distintivas de la universidad como institución social consagrada al cultivo del saber, cual es su tradición escrita, y al lema de la Universidad del Cauca, Posteris lumen moriturus edat (Quien ha de morir, pase su luz a la posteridad), como quiera que él representa una invitación a la trascendencia mediante el legado escrito a las generaciones presentes y por venir de aquellas ideas que en nuestro fuero interno consideramos importantes para el proceso de aprender-enseñar-aprender-enseñar al cual hemos consagrado nuestra vida desde la docencia y la investigación. En particular, las reflexiones acerca de los diversos temas, y el ensayo que ellas forman en conjunto, buscan profundizar la comprensión de la esencia del conocimiento económico, toda vez que a partir de la misma es posible hacer otro tanto con la de la economía, en cuanto campo del saber humano, cuya naturaleza social se ha destacado siempre que ha sido necesario con el fin de evitar equívocos al respecto, como el de atribuirle al conocimiento económico una cualidad de la que carece, ésta es la de su pretendida exactitud, y a la economía una cientificidad a ultranza, la cual, además, no es determinante para demostrar la importancia social de dicha disciplina. Es procedente señalar que el enfoque del documento no es propiamente el de un manual de economía o el de una historia del pensamiento económico, ya que sobre el particular existen, entre otros, trabajos tan destacados y completos como los de Ekelund y Hébert 1990/2003, Landreth y Colander 1994/2002, Naredo 1987/1996, Roll 1939/1985 y, sobre todo, Schumpeter 1954/1982, sino una aproximación internalista y externalista a la esencia del conocimiento económico, de modo que es, en esencia, una mirada del conocimiento económico y de la economía desde la perspectiva de la filosofía de la cienciay desde la sociología de la misma. Preocupación central ha sido la de mostrar las características del programa neoclásico de investigación, denominado así por su enorme versatilidad y gran número de campos temáticos específicos, no tanto para reconocer su predominio en el pensamiento económico contemporáneo, sino para mostrar las consecuencias indeseables en la economía como campo del conocimiento que tal predominio ha acarreado; en este sentido, hay un intento de crítica global al pensamiento 4 neoclásico, sin desconocer que se trata de una formidable construcción intelectual cuyo más grave inconveniente es , quizás, la dificultad para aplicarlo con éxito a la comprensión de los problemas de las economías realmente existentes en el mundo, en las cuales la racionalidad unidimensional del homo economicus se encuentra ausente. La construcción de los argumentos nodales del ensayo tiene cierto grado de originalidad, en especial aquellos contenidos en la séptima unidad temática, pero es preciso admitir que he apelado de manera recurrente y notoria al saber acumulado dentro y fuera de la economía cada vez que lo consideré oportuno y necesario para apuntalar mis puntos de vista, mediante citas textuales de autores cuyos planteamientos, a mi juicio, ayudan bastante en la conformación de las ideas que he intentado estructurar. Hay, en consecuencia, una notable presencia de lo que pudiera denominarse ‘criterio de autoridad’ en el escrito, pero cabe decir al respecto que sólo mediante el rastreo de lo que han hecho antes autores de indiscutible valía es como puede avanzarse en el incesante proceso de construcción social del conocimiento. El trabajo se ha dividido en nueve unidades temáticas, de las cuales la séptima, dedicada al análisis de la economía, es la principal, toda vez que ésta compendia los planteamientos centrales sobre el tema fundamental del ensayo. Las unidades previas sobre conocimiento, epistemología, ciencia, conceptos, sociedad y ciencias sociales tienen el propósito de aportar los elementos de juicio necesarios para la discusión que luego se desarrolla en la susodicha séptima unidad; a su turno, las dos últimas unidades, sobre cientificidad de la economía y su relación con el capitalismo y con la modernidad, se ubican en el plano de las disquisiciones puntuales que pueden derivarse de todo el análisis realizado con anterioridad a ellas. Por esta razón, la lectura del documento debe hacerse en el orden estricto en el que aparecen las unidades temáticas, pues sólo así puede percibirse la concatenación aludida y el enfoque global del trabajo. El documento contiene, además, un índice de autores, concebido como elemento facilitador en la búsqueda de las ideas que los diversos autores han aportado a los puntos de vista que se sostienen en el presente escrito, y otro de núcleos temáticos, no de materias en general, para ayudar al lector en la tarea de identificar los énfasis argumentativos del trabajo y, dentro de éstos, las ideas de mayor relevancia. 5 0.0 CONOCIMIENTO El conocimiento es un producto cultural, en virtud de ser resultado de la praxis de los individuos dentro de sociedades históricamente determinadas, de manera que la intersubjetividad es indispensable para generarlo, lo cual implica que sólo adquieren el estatus de conocimiento las ideas compartidas por individuos, grupos o sociedades enteras puesto que “la realidad social es una intergeneración entre seres humanos” Bagú 1970/1982, 165 y la aptitud gnoseológica de cada individuo depende tanto de su “determinación personal” como de su “determinación social” Bagú 1970/1982, 166. Con esta idea en mente es posible decir, de modo categórico, que, en últimas, “la realización gradual y continua de todas las posibilidades inherentes, propias, inmanentes a la especie humana, a la humanidad, no pueden darse sin el conocimiento que es explicación y comprensión inteligente de los hombres y de las cosas y es, por ello, condición ontológica de nuestra vida en sociedad” Dávila 1991/1996, 213, lo cual significa, ni más ni menos, que por medio del conocimiento es posible la construcción de la realidad y que éste, al mismo tiempo, es parte sustancial de la misma. En tal sentido es preciso admitir que “conocer es un proceso de la materia viva” Bagú 1970/1982, 165 y que la mente humana trabaja con tres horizontes mentales cualitativamente desiguales para entender la realidad: mágico, empírico y sistemático Bagú 1970/1982, 171-172 de modo que puede hablarse de conocimiento ordinario ligado al sentido común y a las representaciones mágicas del mundo, de conocimiento científico fundado en la ciencia y en su método Bunge 1969/1981, 19 y de expertismo lego que está a mitad de camino entre los dos anteriores. El conocimiento ordinario es producto de la experiencia del diario vivir, mediatizada por los sentidos y por las apariencias, en tanto que el conocimiento científico es producto del trabajo sistemático en la investigación de las causas profundas de los problemas así como de sus consecuencias, en un proceso dialéctico de resolución-generación de problemas, preguntas y respuestas donde la duda es la actitud básica y a través del cual queda claro que el conocimiento siempre es insuficiente, provisional, incompleto e impreciso, de modo que encierra la paradoja de incrementar los niveles de ignorancia a medida que se expande, como quiera que cada ampliación de la frontera del conocimiento lleva aparejados innumerables interrogantes cuyas respuestas no siempre están a la mano. “Esto es así porque, paradójicamente, a mayor potencia de nuestros sistemas de asimilación cognitiva, más dimensiones del objeto se ubican en el horizonte de cognoscibilidad posible, y esta ampliación de los sistemas de asimilación, y de los observables que generan, contiene relaciones que perturbarán el equilibrio cognoscitivo alcanzado” Gil 1997/2003, 151. Es preciso reconocer, además, que “el conocimiento científico no es más que una modalidad muy especial del conocimiento común, valga la aclaración: se fundamenta en él pero lo rebasa, lo supera reconstruyéndolo a través de nuevas explicaciones, nuevos modos de comprensión que sugieren ya nuevas formas de acción y de transformación ” Dávila 1991/1996, 217. De igual manera, el proceso de investigación permite apreciar la importancia del error como parte inevitable del proceso de aproximaciones sucesivas a las soluciones de los problemas, circunstancia no siempre tenida en cuenta a la hora de efectuar los balances de la actividad científica. Dado el carácter impreciso del conocimiento humano se ha apelado a las probabilidades y a las posibilidades para aproximarse a él Shackle 1972/1976, 382-424. Sin embargo, las probabilidades tienen el problema de ser distributivas, lo cual implica que para obtener un determinado conocimiento es necesario conocerlo antes de haberlo obtenido, problema principalmente grave en 6 ciencias sociales, donde la aleatoriedad y la complejidad de los fenómenos hace casi inoperantes las aproximaciones probabilísticas al conocimiento. Por ello “Es fundamental recalcar que sobre el futuro no se pueden hacer cálculos de probabilidad pero lo que sí puede realizarse es medir en términos probabilísticos, las anticipaciones simbólicas que en un momento dado se realizan en una sociedad determinada” Castaingts 2002, 216; con todo, y teniendo en cuenta que las anticipaciones simbólicas representan “la configuración de una idea sobre lo que va a ser el futuro” Castaingts 2002, 209 y que éstas, así como las “decisiones se encuentran sujetas a un complejo juego de procesos sociales, culturales, de racionalidad, de mecanismos del pensar y estructuras del lenguaje” Castaingts 2002, 212, parece preferible, en últimas,enfrentar la incertidumbre mediante posibilidades, de orden cualitativo, y no mediante precedimientos de orden cuantitativo, por cuanto las primeras pero no los segundos son afines a la compleja naturaleza de los procesos sociales. Si el conocimiento “consiste en verdades y creencias, perspectivas y conceptos, juicios y expectativas, metodologías y know-how” Zorrilla 1997, 1, entonces “la condición última, indispensable, permisiva del conocimiento es la repetición de configuraciones reconocibles” Shackle 1972/1976, 28, de conceptos orientadores para la explicación de los problemas y para la comprensión de la realidad del mundo, y, en tal virtud, el conocimiento implica, en sí mismo y con carácter necesario, una actitud fundamental para su existencia: la creencia en él en cuanto concepto verdadero y justificado, actitud que, además, permite trazar la línea divisoria entre la fe y la ciencia a la hora de abordarlo, porque mientras la primera cree en verdades absolutas sin discusión alguna, la segunda sólo cree en verdades relativas sustentadas en la lógica del mejor argumento. “El conocimiento humano reviste diferentes formas: se puede formular explícitamente o manifestarse implícitamente (tácito)” Lam s.f., 1. El conocimiento explícito a nivel individual asume la forma de conocimiento intelectual y, a nivel colectivo, la de conocimiento codificado; mientras que el conocimiento tácito a nivel individual se manifiesta como conocimiento personalizado y a nivel colectivo como conocimiento integrado. El conocimiento intelectual es abstracto, formal y teórico y se plasma en publicaciones (libros, revistas, pre-prints, tesis de grado y ‘literatura gris’) y de su existencia, visibilidad y calidad se ocupan la infometría, la cienciometría y la bibliometría. Este tipo de conocimiento es el fundamento de los sistemas formales de educación. El conocimiento codificado, a su vez, es el soporte de los sistemas de información en la medida en que comprende las reglas y los procedimientos escritos en forma de hardware, software y el sistema de patentes. A su turno, el conocimiento tácito, individual y colectivo, se funda en la experiencia y en las prácticas culturales en forma de hábitos y rutinas para actuar en sociedad y para resolver los problemas que el día a día trae consigo. El conocimiento cierto, entendido como más que la opinión y menos que la verdad Runes 1960/2000, 68, ha sido motivo de reflexión a lo largo de la historia de la humanidad y es posible afirmar que ya Platón consideraba que la episteme (conocimiento científico) es el verdadero conocimiento, porque comprende lo universal y verdadero (las esencias inmutables, las realidades inteligibles, las Formas o Ideas) Runes 1960/2000, 290 que sólo puede ser accedido por medio de la razón, punto de vista compartido por Aristóteles, quien concedió preeminencia al conocimiento abstracto: “Por encima de todo se encuentra la libre elección y la investigación teórica que son propias del hombre y le distinguen de los demás animales” Runes 1960/2000, 27. René Descartes, 7 en su filosofía denominada cartesianismo, sólo reconoce “como conocimiento (scientia) lo que puede ser admitido con prueba irrefutable” Montuschi s.f., 7 de conformidad con su criterio de verdad: la claridad y la distinción de las ideas, mientras que John Locke sostuvo que “todo el conocimiento se deriva de la experiencia” Montuschi s.f., 7, dentro de una postura filosófica conocida como empirismo, posición llevada al extremo por David Hume al sostener la posición filosófica escéptica de que “nada puede ser conocido y es imposible alcanzar un conocimiento de verdades generales que vaya más allá de lo experimentado” Montuschi s.f., 8, por medio de la sensación y de la reflexión. Immanuel Kant distinguió tres tipos de proposiciones que expresan el conocimiento humano: analíticas a priori, sintéticas a priori y sintéticas a posteriori Montuschi s.f., 8-9. Por su parte, Hegel sostuvo que “es posible alcanzar el conocimiento certero de la realidad con carácter absoluto equiparando los procesos de pensamiento, de la naturaleza y de la historia” Montuschi s.f., 9. Edmund Husserl llamó fenomenología a su filosofía “para enfatizar el fenómeno del conocimiento tal como lo experimentan los seres humanos” Montuschi s.f., 9, en tanto que Martin Heidegger planteó que “el mundo no necesita ser deducido ya que está implícito en la experiencia humana y ... cuestionó la idea de que el conocimiento fuera principalmente conocimiento teórico” Montuschi s.f., 10. Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena (fundado por M. Schlick en 1924, cuyos principales integrantes fueron G. Bergmann, R. Carnap, H. Feigl, Ph. Frank, K. Godel, H. Hahn, O. Neurath y F. Waissman) Runes 1960/2000, 57 sólo reconocen como conocimiento válido el conocimiento científico verificable en la experiencia, dentro de la postura filosófica conocida como positivismo lógico. La creciente complejidad de las sociedades humanas ha hecho emerger dentro de ellas rasgos asociados al conocimiento que previamente habían pasado desapercibidos tales como su capacidad de caracterizarlas por completo (hoy se habla de la era de la información, de la sociedad del conocimiento, de la sociedad del riesgo) y de incidir sobre las estructuras de poder, de manera que el análisis del conocimiento dejó de ser un asunto meramente filosófico de carácter abstracto y general para revelarse como un asunto sociológico de primer orden, en donde las nociones de situación y contexto juegan un papel definitivo. El conocimiento ha pasado a ser considerado un recurso estratégico para la producción de bienes y de servicios y para la generación de riqueza así como el soporte del poder militar de los ejércitos del mundo. Como uno de los derechos humanos, y en tanto patrimonio de la humanidad, el conocimiento, a través de la educación y de la salud, puede considerarse un bien público y, por ende, la inclusión pasa a ser uno de sus rasgos distintivos, mas no así cuando el conocimiento se considera como capital, como bien privado, por cuanto a través de los derechos exclusivos de propiedad, de los secretos industriales, comerciales y militares y del sistema de patentes, la exclusión se torna evidente y, en tal virtud, el conocimiento contribuye a incrementar las diferencias sociales, no a cerrarlas. El conocimiento es un producto cultural y una construcción social en la que intervienen múltiples actores sociales y los ámbitos de su creación van desde la cotidianidad misma (conocimiento tácito) hasta las academias, los institutos de investigación, las universidades y las organizaciones en general (conocimiento explícito), de manera que para entender la forma como el conocimiento se difunde es necesario entender las prácticas sociales específicas de quienes lo generan, en particular en lo concerniente al conocimiento explícito. 8 El acceso al sistema formal de educación superior es, por regla general, limitado a ciertos segmentos de las distintas sociedades por cuanto en manos del sector privado la educación a dicho nivel se constituye en un bien con precio de mercado que debe ser pagado para gozar de su disfrute, con lo cual amplios sectores de la población quedan al margen de la misma y, por ende, carentes del conocimiento que allí se genera y se difunde y, en consecuencia, limitados en muchos aspectos específicos para su desempeño, especialmente en el mundo del trabajo a causa de sus desventajas en lo atinente a competencias y destrezas. La investigación es una actividad cuyo fin primordial es generar conocimiento y debido a ello goza de alta estima en las distintas sociedades del mundo; sin embargo, no siempre ni en todas partes cuenta con presupuestos y recursos apropiados, de manera que la financiación de los proyectosde investigación se torna en factor crítico para el avance del conocimiento por esta vía, porque las agendas de investigación pasan a depender de los criterios y propósitos de las agencias financiadoras, de modo que muchas líneas y temas de investigación de alta pertinencia para ciertos países corren el riesgo de desaparecer del mapa porque no son prioritarios para las instituciones que financian las investigaciones, hecho particularmente evidente con los investigadores de países denominados ‘tercermundistas’, quienes en muchas ocasiones terminan o bien marginados de la actividad investigativa o dedicados a temas cuya importancia y validez sólo aplica en los países industrializados y no en sus países de origen, de manera que, de esta forma, una parte del talento humano del ‘tercer mundo’ es puesta al servicio de los intereses de los países del ‘primer mundo’, situación, a todas luces, indeseable. La circulación del conocimiento es otro ámbito en el cual las asimetrías y desigualdades saltan a la vista, porque los textos en general circulan cada vez más por medios restringidos para la mayor parte de la población del mundo como son las revistas especializadas, la red mundial de información (internet) y las bases de datos. La perspectiva de género también es otro aspecto que vale la pena mencionar al hablar de conocimiento, puesto que, de modo habitual, tiende a pensarse que el conocimiento lo es para la totalidad de la humanidad, sin distingos de ninguna clase. No obstante, hace ya cierto tiempo viene planteándose en el mundo la perspectiva de género en lo relacionado con el conocimiento, en lo que ha dado en llamarse el ‘conocimiento situado’, según expresión acuñada por Donna Haraway en 1988; “desde el feminismo se defiende la relevancia del sujeto, el carácter situado del conocimiento y la existencia de un nexo entre conocimiento y poder” González 2001, 350 pues para nadie es un secreto que el predominio de lo masculino ha sido una constante en las distintas sociedades del mundo, en algunas con matices rayanos en la opresión y el abuso, de manera que el conocimiento en abstracto y sin contexto encubre las desigualdades que tras él se esconden por cuanto los actores y sus intereses definen los temas de investigación, la relevancia del conocimiento generado así como sus ámbitos de aplicación, todo lo cual puede conducir a la invisibilización de ciertos grupos sociales, de sus imaginarios, de sus aspiraciones, de sus problemas; en fin, de su existencia misma y, cómo dudarlo, las mujeres han sido excluidas sistemáticamente de muchas formas y de muchos ámbitos, entre ellos del conocimiento de sí mismas. El reclamo del feminismo por una ‘multiplicación del sujeto’ cognoscente es enteramente válida en la medida en que mediante tal propuesta se aspira a “asegurar la pluralidad de las perspectivas, la explicitación de los compromisos derivados de las situaciones particulares y la apertura a la crítica. La objetividad se maximiza en la confrontación de distintas subjetividades. La fuerza normativa se 9 intenta así preservar en estos enfoques a través de la articulación del conocimiento como proceso y producto social, sometido a los estándares de crítica y legitimación de la comunidad científica” González 2001, 355-356. De modo más claro y directo, “se trata de estudiar y describir lo que hacen realmente las mujeres y hacerlo desde el punto de vista de éstas, no de los hombres; la realidad humana y social ha sido experimentada de diferente manera por las mujeres que por los hombres y ello exige un conocimiento y comprensión diferentes” Gómez 2001, 313. La legitimidad del reclamo feminista es incuestionable, pero no sólo eso lo justifica sino que al ser las mujeres actores sociales de primer orden, el conocimiento que sobre ellas se ha generado al margen de ellas mismas, corre el riesgo de carecer de fundamento y, por tanto, de viciar todo lo que se da por conocimiento aceptado y seguro en las ciencias cuyo objeto de estudio es la sociedad en cuanto tal. Sin duda, este es un problema de marca mayor que no deja de inquietar y que obliga a tomar en cuenta la perspectiva de género en la generación de conocimiento, ya que la esencia misma de éste se encuentra ahora en entredicho como directa consecuencia del predominio de lo masculino en su generación, validación y difusión. En la base de los problemas evidenciados por los movimientos de género se encuentra el marginamiento social de las mujeres, muchas de las cuales jamás cuentan en sus vidas con autonomía para regirse por sí mismas y el acceso a la educación les es negado de manera recurrente; nunca, entonces, logran alcanzar el peso intelectual y político requerido para denunciar el tratamiento injusto a que son sometidas ni para organizarse en movimientos sociales con propuestas de equidad y justicia para ellas, que constituyen la mitad de la especie humana. Pero esto no es todo, como quiera que con igual legitimidad que el feminismo todos los demás grupos sociales excluidos tienen derecho de hacer oir sus voces de protesta, en la medida en que su marginación ha deformado el conocimiento de la realidad social de la que hacen parte. Los grupos indígenas y las minorías étnicas se encuentran entre ellos y sus conocimientos ancestrales sobre el mundo, la naturaleza, la vida, la salud, la sociedad, la educación y la justicia tienen pleno derecho de ocupar el sitio que les corresponde dentro del conocimiento, el cual no puede seguir rigiéndose única y exclusivamente por los cánones de la civilización occidental dominante hoy en día, pues en tal caso corre el riesgo de tornarse no solo irrelevante sino francamente peligroso. 10 2.0 EPISTEMOLOGÍA La epistemología es la “rama de la filosofía que estudia el origen, la estructura, los métodos y la validez del conocimiento” Runes 1960/2000, 114. También puede entenderse como “la historia del conocimiento común, de la ciencia y de sus procedimientos particulares así como de las formas, metodologías y técnicas generales del conocimiento, desplegados dentro de los condicionamientos del saber humano y en la historia social de las ideas” Dávila 1991/1996, 58. Esta segunda acepción tiene el mérito de incluir no sólo el conocimiento denominado ‘científico’ sino también el conocimiento ordinario dentro del dominio analítico de la epistemología y, además, el de contextualizar el conocimiento en la medida en que reconoce la influencia de condicionamientos sociales sobre éste, así como el carácter histórico de las ideas, algo que de ningún modo puede soslayarse como quiera que constituye una importantísima defensa contra el error de olvidar la génesis social de todo conocimiento humano, cualquiera que sea su grado de profundidad. Una perspectiva afín con la anterior y que reconoce a la epistemología como parte de cada una de las ciencias y no como una ciencia en sí e independiente de las demás es la constructivista, ya que ella “reconoce que las corrientes vivas de la epistemología contemporánea forman un solo cuerpo con las ciencias mismas, puesto que las crisis y reorganizaciones que han sufrido obligaron a los propios científicos a examinar las condiciones mismas de su saber y, por lo tanto, han elaborado epistemologías internas” Gil 1997/2003, 126. Para la epistemología constructivista ésta consiste en “el estudio del pasaje de los estados de menor conocimiento a los estados de conocimiento más avanzados (Piaget, 1979, Vol. I, p 16)” Gil 1997/2003, 131, de tal manera que “si éste es el problema fundamental de la epistemología, la pregunta básica se modifica: ya no se plantea como ‘¿qué es el conocimiento?’, sino como ‘¿cómo se pasa de un estado de conocimiento a otro más avanzado?’ ” Gil 1997/2003, 131, con lo cual se postula el carácter dinámicode las ciencias y, por supuesto, del conocimiento mismo, no a través de nuevas respuestas a preguntas ya conocidas sino mediante la formulación de nuevas preguntas cuyas respuestas se convierten en nuevos problemas de investigación. La palabra ‘epistemología’ viene de los términos griegos ‘episteme’= conocimiento y ‘logos’= teoría y su premisa fundamental es la existencia de la relación entre un sujeto cognoscente y un objeto cognoscible, de donde surge su relación con la ontología, “estudio del ente en cuanto ente” Runes 1960/2000, 275, porque la relación sujeto-objeto debe, a través del conocimiento, desentrañar la esencia de las cosas. Para la perspectiva constructivista “el conocimiento se constituye ... como un proceso de relación entre un sujeto, un objeto y un conjunto de estructuras que siempre intervienen en todas las relaciones de conocimiento” Gil 1997/2003, 129, de modo que “lo primario es la relación, y ésta es siempre activa” Gil 1997/2003, 138, lo cual implica centrar la atención en el proceso y no en cada uno de sus componentes, trátese del sujeto o del objeto. En consecuencia, “Los conocimientos no proceden ni de la sola experiencia de los objetos, ni de una programación innata preformada en el sujeto, sino de un proceso de construcción sucesiva de estructuras, en una alternancia de desestructuraciones y reestructuraciones. Piaget introduce el término ‘equilibración’ para referirse a los períodos de relativa estabilidad de las estructuras, que corresponden a un equilibrio dinámico” Gil 1997/2003, 143. El énfasis bien sea en el sujeto o en el objeto ha generado direcciones filosóficas opuestas como son el idealismo y el materialismo, pues el primero atribuye al pensamiento del sujeto la capacidad de 11 estructurar el objeto mediante la acción sensorial ejercida sobre el mismo, en tanto que el materialismo concede preeminencia al objeto en la medida en que la materia existe independientemente del pensamiento humano Gutiérrez 1984. El idealismo privilegia “la acción teórica que realiza el pensamiento para abstraer, conceptualizar, concebir, elaborar y construir los conocimientos a partir de lo real y de la actividad proyectiva del hombre, generaliza este proceso y lo convierte en una teoría platónica de las ideas. Lo real tiene así su origen en la idea y esta última deviene en ente trascendente” Dávila 1991/1996, 115; el materialismo, por el contrario, “absolutiza a la naturaleza, o sea, al objeto, ... de tal modo que la base objetiva, la naturaleza preexistente a lo social y a la conciencia que los hombres tienen de la naturaleza y de lo social y la teleología que ello implica, también se esencializan, se absolutizan e idealizan” Dávila 1991/1996, 117. El inconveniente de absolutizar bien sea el sujeto o el objeto es, en consecuencia, el de obviar la existencia de la realidad social dentro de la que se generan las ideas y los conocimientos, el de simplificar, en términos de sujeto u objeto, un proceso de suyo complejo y lleno de matices históricos y, por ende, sociales. Entonces, “Las estructuras definitorias del conocimiento tanto en el idealismo como en el materialismo se remiten a la ontología cuya fuente genética es la idea, en un caso, y, en el otro, la materia. Definidas éstas, el conocimiento es valorado como autoconciencia o como objetivación” Dávila 1991/1996, 129, mas no como una construcción social de carácter histórico. Los principales problemas de los que se ocupa la epistemología alrededor del conocimiento pueden resumirse en los siguientes: posibilidad, límites, origen, clases, situación cognoscitiva, problema del a priori, método y teoría de la verdad Runes 1960/2000, 114-116. En torno de la posibilidad del conocimiento surgen las doctrinas filosóficas denominadas dogmatismo, escepticismo, solipsismo y criticismo. El dogmatismo sostiene que en los sujetos existe una capacidad absoluta por conocer, de manera que todos los objetos pueden ser conocidos Gutiérrez 1984, el escepticismo afirma que “ningún conocimiento absoluto, verdadero, cierto, completo o perfecto (o creencia racionalmente justificable) puede ser alcanzado por el hombre o por otra conciencia” Runes 1960/2000, 118; el solipsismo niega la existencia independiente del mundo externo al yo individual del sujeto con lo cual la relación sujeto-objeto desaparece por sustracción de materia y con ella la posibilidad de obtener conocimiento Runes 1960/2000; mientras que el criticismo, atribuido a Kant, plantea que es posible lograr conocimiento mediante un procedimiento reflexivo y crítico Gutiérrez 1984. Kant “definió el papel de la mente en la determinación del conocimiento. Asignó a la misma un papel creador y dinámico, pues moldea y organiza activamente los datos de los sentidos que provienen de un fenómeno en estudio; y también la libera de su dependencia exclusiva de fuentes externas, y así, valida también las verdades o conocimientos provenientes del ámbito espiritual: de la religión, de la moral y de las artes; todas ellas consideradas por los racionalistas como irracionales, o sea, inferiores a las que proporciona la ciencia. La verdad que solamente se alcanzaba mediante la acción de la mente, de la imaginación, de la intuición, de la creencia y de los valores. Todo ello significó que los conocimientos derivados del ámbito espiritual y del ámbito científico tienen la misma validez; ambos son construcciones del pensamiento para explicarse los objetos ideales y los reales” Dávila 1991/1996, 191. 12 Es importante destacar que esta concepción de Kant implica reconocer la validez del conocimiento ordinario, o, lo que es lo mismo, que las posibilidades de acceder al conocimiento no están restringidas a las fronteras estrechas de la ciencia ni de su método. Los límites del conocimiento han suscitado la reflexión del empirismo radical, que sostiene que “la experiencia es criterio último de la realidad en el conocimiento” Runes 1960/2000, 111 y del positivismo lógico, para el cual “lo cognoscible coincide con lo que tiene sentido y con lo verificable, y lo incognoscible con lo sinsentido e inverificable” Runes 1960/2000, 115. Ambas doctrinas se caracterizan por privilegiar los hechos y la coherencia lógica de las teorías así como por la “construcción de lo real por la vía teórica y técnica” Dávila 1991/1996, 134. Alrededor del origen del conocimiento se han pronunciado los racionalistas (René Descartes, Baruch Spinoza y Gottfried Wilhelm Leibniz), para quienes el conocimiento tiene su origen en el pensamiento pero éste es producto de la iluminación divina Gutiérrez 1984 de manera que tiene el atributo de estar constituido por “verdades eternas” Dávila 1991/1996, 183 y los empiristas (John Locke, George Berkeley y David Hume) que fincan el origen del conocimiento en la experiencia, donde la percepción sensorial de los objetos inicia el proceso de conocimiento y la reflexión sobre lo captado lo consolida Gutiérrez 1984. Entre estas antípodas se ubican el intelectualismo y el apriorismo, doctrinas que reconocen el origen del conocimiento tanto en la razón como en la experiencia. El apriorismo debe su nombre al hecho de postular que no se requiere, en sentido estricto, la experiencia porque el conocimiento puede derivarse de la razón en la medida en que siempre hay un a priori cuyos elementos son independientes de la experiencia pero inherentes a la razón Gutiérrez 1984. Hernández y Rodríguez 2003, 95, advierten al respecto que “La observación cargada de teoría responde a una versión simplificada de la postura epistemológica en la que los conceptos puros o categorías preceden a la experiencia sensorial, postura inaugurada por Immanuel Kant y conocida como apriorismo. Además, en general, se le relaciona con las posturas epistemológicas anterioresal apriorismo según las cuales la mente descubre las ideas en sí mismas y éstas constituyen el verdadero concimiento, posturas que definen el llamado innatismo. Estas dos actitudes epistemológicas se combinan bajo el nombre genérico de racionalismo”. Las clases de conocimiento de las cuales se ha ocupado la epistemología son el no inferencial (por percepción o por introspección) y el inferencial (de otras mismidades, histórico y científico) Runes 1960/2000, 115-116. La percepción “es la aprehensión de los objetos sensibles corrientes ... con ocasión de un estímulo sensible” Runes 1960/2000, 285 y la introspección es la “observación del yo y de sus estados y operaciones mentales” Runes 1960/2000, 194. El conocimiento inferencial requiere procesos de investigación más allá de los estímulos sensoriales y de las reflexiones internas del sujeto, con lo cual es más complejo que el conocimiento no inferencial e implica, necesariamente, la aplicación de un método específico para adquirirlo. La situación cognoscitiva alrededor de las dos clases principales de conocimiento, no inferencial e inferencial, busca determinar “los constituyentes de la situación de conocimiento en sus interrelaciones” Runes 1960/2000, 116 y las corrientes principales que se han ocupado de este problema epistemológico son el subjetivismo, “que reduce el objeto de conocimiento al sujeto 13 conocedor” Runes 1960/2000, 116, y el panobjetivismo, “que atribuye al objeto todas las cualidades percibidas o conocidas de cualquier otro modo” Runes 1960/2000, 116. A mitad de camino entre estos extremos se encuentra la teoría de las ideas representativas atribuida a Descartes, según la cual “el sujeto no conoce directamente sus objetos, sino que lo hace por medio de las ideas que los representan” Runes 1960/2000, 327. El problema del a priori “consiste en identificar los elementos a priori o no empíricos del conocimiento, y en explicarlos a base de supuestos sobre la razón humana” Runes 1960/2000, 115 y sus teorías principales (intrínseca, presupositiva y postulativa del a priori) tienen como campo básico de aplicación la lógica y los sistemas formales. El problema del método está estrechamente vinculado al de la verdad, en cuanto ambos se encuentran frente a las preguntas epistemológicas de cómo adquirir conocimiento y cómo saber que el conocimiento es verdadero. En principio, el método no es más que el “procedimiento para tratar un conjunto de problemas intelectuales” Bunge 1969/1981, 24 y la verdad es una “característica de algunas significaciones proposicionales, las que se llaman verdaderas” Runes 1960/2000, 381. Una mirada más atenta acerca del método permite entender que éste alude no tanto a “los procedimientos o reglas de conducta para operar, canonizados por su eficacia particular en una u otra de las disciplinas naturales y sociales ..., sino a la razón polémica, a la razón crítica, el movimiento del pensamiento, de la teoría, del sujeto, que en su trayecto aprehende a la realidad, al objeto real, y lo construye como objeto de conocimiento, como nueva perspectiva de la realidad y de la idea” Dávila 1991/1996, 218. La pregunta de cómo adquirir conocimiento ha tenido respuestas desde el racionalismo, el cual, fundado en la razón, ha propuesto que el camino para acceder al conocimiento es la deducción, entendiendo por ésta “la inferencia en la cual una conclusión se sigue necesariamente de una o más premisas ... o el razonamiento analítico que va de lo general a lo particular o menos general” Runes1960/2000, 90 y desde el empirismo, que, con base en la experiencia, ha planteado que es a través de la inducción como puede alcanzarse el conocimiento, entendiendo por ésta el “poner en el campo de la atención cierto número de hechos particulares observados como fundamento de una afirmación general ... o la inferencia que intenta alcanzar una conclusión respecto de todos los miembros de una clase partiendo de la observación de sólo algunos de ellos” Runes 1960/2000, 190. También es preciso tomar en cuenta el anarquismo, perspectiva filosófica elaborada por Paul Feyerabend 1970/1974, 22 quien propuso el “todo vale” como principio metodológico para la construcción del conocimiento, donde el error es el fundamento de una epistemología anarquista Feyerabend 1970/1974, 13-51 que consiste en admitir la contrainducción, además de hipótesis no fundadas. La deducción parece incapaz de conducir por sí sola al conocimiento en la medida en que requiere de hipótesis previas, muchas de las cuales son producto de la abducción, entendida como una inferencia que se funda no en el conocimiento científico sino en la praxis del sujeto y que permite establecer reglas por analogía Bar 2001, 5-7; mientras que la inducción tropieza con el obstáculo de la asimetría de las observaciones, como quiera que ningún número de éstas es suficiente para tener certeza de verdad, en tanto que una sola en contrario es suficiente para saber que se está enfrente de una proposición falsa. En realidad, 14 “tanto la deducción como la inducción tienen muchas ventajas, pero también problemas. La deducción tiene dos características que la cuestionan: La primera se refiere a que, cuando la deducción no se aplica a figuras abstractas, sino que tienen un contenido semántico ligado a procesos complejos, es muy difícil estar seguro de que la deducción sea perfecta; tal es el caso, por ejemplo, de la ciencia económica en su parte teórica que se ha basado en procesos deductivos; en ella se han elaborado deducciones que parecían impecables hasta que llegaron nuevos análisis que demostraron su carácter falaz; nuevos estudios teóricos han corregido los fallos lógicos observados, pero nuevos análisis críticos han encontrado nuevos puntos de falacia. Grandes pensadores han participado en este proceso de falacias- correcciones-falacias-correcciones, sin que hasta la fecha se hayan podido establecer conocimientos que, con toda seguridad, pueda decirse que están libres de falacias. El segundo aspecto cuestionable de la deducción proviene de que, en el caso de razonamientos cargados de semántica, las conclusiones que proveee suelen encontrarse muy alejadas de la semántica de los procesos reales que quieren estudiarse; nuevamente el caso de la ciencia económica es ilustrativo, ya que muchas de sus deducciones no tienen significación en términos de los procesos reales. Por su parte, la inducción también tiene dos aspectos cuestionables. El primero de ellos es que prácticamente nunca se puede disponer de la cantidad de información pragmática como para estar seguro de que la generalización realizada sea totalmente aceptable. El segundo es que es muy común la realización de generalizaciones a partir de un conjunto de datos insuficientes, lo cual conduce a una falacia en las generalizaciones” Castaingts 2002, 207-208. La pregunta de cómo saber que el conocimiento es verdadero pasa por la definición de la verdad y a este respecto tres teorías han hecho sus aportes: la de la correspondencia, según la cual la verdad es “una relación entre una ‘idea’ o proposición y su objeto” Runes 1960/2000, 116; la de la coherencia que “adopta como criterio de verdad la consistencia lógica de la proposición dada con un sistema más amplio de proposiciones” Runes 1960/2000, 116, y la intrínseca para la cual la verdad es “una propiedad intrínseca de las proposiciones verdaderas” Runes 1960/2000, 116. Las respuestas principales acerca de la pregunta en cuestión han sido la del positivismo lógico para el cual sólo las proposiciones mensurables son susceptibles de ser verdaderas (principio de verificabilidad) y la del racionalismo crítico de Karl Popper, para quien no es la verdad sino la verosimilitud de las proposiciones lo que cuenta y a ellase arriba a través no de la confirmación de las mismas sino de su falsabilidad, principio cardinal de esta escuela filosófica. Interesa también tener en cuenta que tanto el idealismo como el materialismo contienen una teoría implícita de la verdad, ya que ésta, en orden respectivo, sólo puede encontrarse en el sujeto cognoscente o en el objeto cognoscible. 15 3.0 CIENCIA El de ciencia es uno de aquellos conceptos con ‘solera’, como quiera que ha acaparado la atención de eminentes filósofos desde hace mucho tiempo y sus orígenes bien pueden remontarse a tiempos tan distantes como los de Bacon o Descartes, pues: “El surgimiento de la ciencia nueva no fue un acontecimiento repentino. Llevó entre los siglos XV y XVII para que sus métodos fuesen ampliamente aceptados. Comprendía tanto una tradición de filosofía natural (cosmología, teoría de la materia y de la energía, entre otras), como tradiciones tecnológicas (entre las que se pueden listar la mecánica, el registro del tiempo, la navegación y la minería)” Vessuri 1992, 151. Acerca de la definición de ciencia hay, en cierta medida, consenso pero de ningún modo pueden obviarse los matices al respecto. La definición dominante gira en torno de la idea central que considera la ciencia como un “sistema ordenado de proposiciones derivadas de principios” Bueno, s.f., 3 y en esta dirección Bunge 1969/1981, 19-32 considera que la ciencia es tanto “un estilo de pensamiento y de acción” como “una disciplina que utiliza el método científico con la finalidad de hallar estructuras generales (leyes)”, mientras que Shackle 1972/1976, 39 piensa que “la ciencia es tan solo el reconocimiento y la descripción de la constancia” de configuraciones reconocibles a través de conceptos que, en conjunto, constituyen el conocimiento. La fuerza de esta concepción dominante es tal que “la ciencia no tiene nunca otro fundamento más que la creencia colectiva en sus fundamentos, que produce y supone el funcionamiento mismo del campo científico” Bourdieu 1976/2000, 43, al punto que la ciencia se define, como lo plantea Bunge, tanto por su método como por lo que él implica en términos de la conducta de quienes se mueven en ella y por ella. Pero otras voces advierten que, “una definición de ciencia que quiera ser asumida en el siglo XXI debe admitir que la ciencia no es sólo un conocimiento sino también una práctica transformadora de la realidad, históricamente condicionada” Gordillo et al. 2001, 27 con un interés filosófico manifiesto. De esta forma surge la necesidad de aproximarse a la ciencia no sólo desde una visión internalista de ella, la epistemología o filosofía de la ciencia, sino también desde una visión externalista, la sociología de la ciencia, en donde su carácter de construcción social quede en evidencia. Desde la perspectiva dominante en la concepción de la ciencia, el objetivo último de ésta es incrementar el conocimiento del mundo por medio de un estilo de pensamiento y de acción que se asume como ético, problémico, profundo, crítico y métódico fundado en los principios de racionalidad y objetividad y apoyado en un método que, a su vez, se considera como lógico y fundamentado, de manera que el conocimiento que así se genera tiene como atributos centrales los de ser provisional y contrastable. El método define la ciencia y, en tal sentido, se asume que es único el denominado método científico, que puede sintetizarse como sigue, de conformidad con los planteamientos de Bunge 1969/1981, 25- 26: enunciar preguntas, plantear conjeturas para responderlas, derivar consecuencias de las conjeturas, idear técnicas de contrastación de las conjeturas, someter las propias técnicas a contrastación, someter a contrastación las conjeturas, interpretar los resultados de la contrastación de conjeturas, estimar la pretensión de verdad de las conjeturas y determinar los dominios en los cuales valen las conjeturas y formular los nuevos problemas de investigación. De modo más sintético, puede decirse que el método científico es hipotético-deductivo y que parte, necesariamente, de un nivel previo de conocimiento para identificar y formular problemas sobre los cuales se plantean conjeturas y refutaciones que devienen en conocimiento posterior y en nuevos problemas de investigación. En estos términos, las ciencias no se diferencian por su método sino por su objeto de estudio, sin negar 16 que dentro de la unicidad metodológica de la ciencia existen matices, métodos particulares, de acuerdo con las características específicas de los distintos objetos de estudio. No debe olvidarse, por ningún motivo, el reclamo de Feyerabend 1970/1974, 137 contra este método, en tanto conjunto de reglas más o menos uniformes, por cuanto, “la idea de que la ciencia puede y debe regirse según unas reglas fijas y de que su racionalidad consiste en un acuerdo con tales reglas no es realista y está viciada” en la medida en que desconoce la complejidad de la investigación y coarta la libertad para aproximarse a la solución de los problemas. Si la aceptación de un método científico único y excluyente es problemática, no lo es menos el intento de clasificación de la ciencia porque, simple y llanamente, no existe una taxonomía estándar ampliamente aceptada, en virtud de lo cual es necesario presentar algunas propuestas sobre el particular. Bunge 1969/1981, 38 sugiere la división de las ciencias en formales y factuales, según tengan como objeto de estudio las ideas (análisis racional autosuficiente) o los hechos (análisis sintético), reconociendo que en casos particulares pueden fundirse porque las ciencias factuales presuponen las formales. La Escuela de Frankfurt ha propuesto la división de las ciencias en crítico- sociales, empírico-analíticas e histórico-hermenéuticas para destacar los distintos enfoques que en cada una de estas clases prevalece. C.P. Snow planteó, en 1954, que existían dos culturas, una científica y otra literaria que se movían independientemente la una de la otra y que los distintos saberes podían caber dentro de ellas, si bien con carácter excluyente Gordillo et al. 2001, 41. La crítica central a este enfoque es la de desconocer la complejidad de la cultura al plantearla de manera dicotómica y sólo con arreglo a la clasificación de las ramas del conocimiento humano. Windelband, a su turno, propuso “una clasificación de las ciencias basada en cómo las ciencias razonan acerca de sus objetos. Distinguió dos tipos de ciencias: las nomotéticas y las idiográficas” Gordillo et al. 2001, 42 donde las primeras se refieren a leyes y las segundas a individuos irreductibles en su singularidad a leyes de carácter general. Una clasificación que cada día pierde más adeptos es la que intenta dividir las ciencias en puras y aplicadas, donde las primeras tienen por objetivo la generación de conocimiento en cuanto tal, mientras que las segundas buscan conocimiento que tenga posibilidades claras de ser aplicado en los distintos campos de la actividad social, por cuanto cada día es más difusa la distinción entre generación y aplicación del conocimiento. Otro tanto sucede con la clasificación en ciencias duras y blandas, donde las primeras son todas aquéllas cuyo objeto de estudio es la naturaleza y en las cuales se aplica con todo rigor el método científico; mientras que las segundas son las que estudian la sociedad y donde no es posible aplicar el método científico en toda su extensión. El principal inconveniente de esta clasificación es el de subvalorar ciertos campos del conocimiento, los sociales, y de generar una falsa impresión de exactitud en las ciencias de la naturaleza, desconociendo que el grado de complejidad de los objetos de estudio es muy desigual y que tanto en un lado como en otro la ciencia debe entenderse como una construcción social. La complejidadde lo social es mayor que la del mundo físico, porque la primera puede catalogarse como ‘organizada’ en la medida en que depende tanto de los elementos que la constituyen como de las relaciones que establecen entre sí, al tiempo que la segunda puede denominarse ‘desorganizada’ al tener en cuenta que sólo son pertinentes los elementos mas no sus relaciones Bejarano 1984, 40. De manera tradicional se han considerado dos contextos de la ciencia como son el de descubrimiento y el de justificación, donde el primero alude al entorno en el cual surge el conocimiento, mientras el segundo apunta a los elementos epistemológicos del mismo; de tal forma que el de descubrimiento puede asimilarse a la visión externalista de la ciencia, en tanto que el de justificación a la internalista. La distinción parece más formal que real toda vez que el estado del conocimiento y los métodos de 17 generarlo no están al margen de las demás circunstancias sociales en las cuales se desenvuelven los científicos, por lo cual sólo cabría hablar del contexto social de la ciencia, entendida ésta, desde luego, como una construcción social. En tal sentido es pertinente la clasificación de los contextos de la ciencia sugerida por Javier Echeverría (de innovación, de valoración, de aplicación y de educación) Gordillo et al. 2001, 46-48 ya que permite entenderla como un proceso social con distintos estadios. El contexto de innovación alude al proceso de descubrimiento y de invención del conocimiento y los escenarios del mismo son, en general, los grupos de investigación; el de valoración es aquél donde el nuevo conocimiento debe explicarse y justificarse ante los pares académicos del o los investigadores y, en consecuencia, los ámbitos del caso son los congresos y foros de especialistas; el de aplicación involucra las transformaciones que en la sociedad se presentan como consecuencia de la incorporación del nuevo conocimiento y, por tanto, los espacios de análisis son la propia sociedad y dentro de ella las organizaciones; el de educación, a su vez, cobija la formación en el nuevo conocimiento y la divulgación del mismo, de modo que los campos pertinentes de análisis son el sistema educativo, formal e informal, y los medios de circulación del conocimiento. Es claro que en todos y cada uno de estos contextos está latente la condición social de la ciencia y que en cada uno de ellos afloran los conflictos. Además, todos son indispensables para explicar la ciencia y el conocimiento que ella genera. Desde luego, esta mirada contemporánea de la ciencia no es inocua para la definición tradicional de la misma pues implica que “... también la ciencia, en tanto que socialmente preformada, se encuentra preñada de ideología y es objeto de la lucha por la hegemonía” Castro-Gómez s.f., 10, de manera que uno de sus principales atributos, la objetividad libre de ideología y de juicios de valor, queda en entredicho, al mismo tiempo que la concepción tradicional de ciencia se ve abocada a aplicarse a sí misma uno de sus preceptos más notables, el de la crítica, para admitir, sin rodeos ni vacilaciones, que “una sociología científica de la ciencia (y la sociología científica que ella contribuye a hacer posible) no puede constituirse sino a condición de percibir claramente que las diferentes posiciones en el campo científico están asociadas a representaciones de la ciencia, estrategias ideológicas disfrazadas de tomas de posición epistemológicas por las cuales los ocupantes de una posición determinada tienden a justificar su propia posición y las estrategias que ponen en marcha para mantenerla o mejorarla, al tiempo que desacreditan a los defensores de la posición opuesta y sus estrategias” Bourdieu 1976/2000, 56. Surge, como lógica consecuencia, la necesidad de privilegiar la sociología del conocimiento, por la que tanto luchó Kuhn, y la cual significa la desmitificación de la ciencia porque contribuye a correrle su velo de misterio y a admitir al hablar de ella “simplemente que no hay nada extraordinario ni sagrado al respecto, que como toda actividad social, la ciencia está sujeta y depende de convenciones y negociaciones, de los intereses de individuos y comunidades específicas, y que dichas convenciones e intereses pueden y deben ser explicados” [Nieto 1995, 5]. Para apreciar los intereses que se mueven en el primero de estos contextos vale la pena traer a colación el triste caso de Antonio Meucci, cuyo invento del teléfono fue usurpado por Alexander Graham Bell durante más de 150 años hasta que un tribunal de New York, primero, y el Congreso de 18 los Estados Unidos, después, le reconocieron, de manera póstuma y bastante tarde para él, sus legítimos derechos como inventor. Otro caso muy diciente, esta vez sobre el segundo contexto, es la controversia que existe alrededor de la vacuna sintética contra la malaria en la cual trabaja el Dr. Manuel Elkin Patarroyo y su equipo de investigación, la cual ha sido sistemáticamente desacreditada por los grandes laboratorios farmacéuticos del mundo, no obstante que los hallazgos del científico colombiano y de su equipo hayan tenido acogida en las principales revistas especializadas en la materia y que también las principales academias científicas le hayan otorgado sus condecoraciones más valiosas a un investigador oriundo del trópico tercermundista. El tercer contexto puede entenderse bastante bien si se toma como referencia el modelo neoliberal de política económica, sobre cuyas bondades y desventajas hay tanto defensores como detractores, cada uno de los cuales cuenta con argumentos y ejemplos para demostrar la fortaleza de su punto de vista. En lo atinente al cuarto contexto, el de la educación, cabe recordar que “la esencia político-ideológica del proyecto económico-educativo de la globalización es el binomio desarrollo económico sostenible-desarrollo humano sostenible, con la obvia primacía de lo primero sobre lo segundo” [Dieterich 1996, 135], lo cual equivale a decir que detrás de ciertos conceptos, en este caso el de desarrollo, se esconden proyectos no académicos que, de manera paradójica, son el tema principal de la academia, a cargo de ciertas corrientes de pensamiento económico, razón por la cual parece prudente tener en cuenta que “la conformación de escuelas científicas está ligada al problema de los sesgos ideológicos en el trabajo científico. Una ideología, en el sentido de una percepción intuitiva de la realidad objetiva, es parte integral e inevitable de todo trabajo científico. Los hechos no hablan por sí mismos. Para acercarse a la realidad, es necesario empezar por lo que Schumpeter denomina una visión, es decir la percepción de un conjunto de fenómenos relacionados” [Bhatt 2000, 160]. Un asunto que debe tenerse en cuenta a la hora de hablar de la ciencia es si puede considerársela unitaria a nivel mundial, en calidad de patrimonio de la humanidad, porque entonces surgen interrogantes de fondo sobre el particular, al punto que cabe pensar que las discriminaciones y desigualdades entre los distintos pueblos del mundo, económicas, políticas y militares, por ejemplo, guardan relación con la ciencia, de manera que la ecuación analítica ciencia=poder cobra inusitada importancia. Grandes sectores de la humanidad, pero no toda ella, le deben mucho a la ciencia, particularmente en salud y educación, pero también la ciencia ha servido a los grandes poderes mundiales para afianzarse, lo cual, de contera, permite apreciar una faceta adicional de la ciencia y es su no-neutralidad, a despecho de los puristas de la epistemología, lo cual no es otra cosa que admitir, de un lado, su carácter eminentemente social y, de otro, que, ni más ni menos, es hecha por seres humanos impregnados de todos los valores y antivalores, juicios y prejuicios, intereses y ambiciones presentesen las sociedades humanas a todo lo largo de la historia universal. Esta reflexión no implica, por supuesto, denigrar de la ciencia, sino apenas ponerla en perspectiva, como cualquier fenómeno social, de suyo complejo y lleno de facetas. El progreso de la ciencia, y del conocimiento, ha sido objeto de distintas interpretaciones pero, tal vez, la polémica más notable sobre el particular ha sido la sostenida entre los epistemólogos de la ciencia Karl Popper [1959/1962] y Thomas Kuhn [1962/1982] y [1987/1989] toda vez que “mientras para Popper la ciencia es ‘revolución permanente’, y la crítica, la médula de la empresa científica, para Kuhn las revoluciones son excepcionales y, en realidad, extracientíficas; en tiempos ‘normales’ la crítica es anatema. Para Kuhn la transición de la crítica al compromiso señala el punto en que comienza el ‘progreso’ y la ciencia normal. Para él la idea de que tras la ‘refutación’ se puede pedir el rechazo y la eliminación de una teoría constituye falsacionismo ingenuo” [Lakatos 1978/1983, 18- 19]. Lakatos [1978/1983, 13], a su turno, considera que la metodología de los programas de 19 investigación “soluciona algunos de los problemas que ni Popper ni Kuhn consiguieron solucionar”, [...porque...] “la unidad descriptiva típica de los grandes logros científicos no es una hipótesis aislada sino más bien un programa de investigación” y, además, plantea que “la historia de la ciencia refuta tanto a Popper como a Kuhn; cuando son examinados de cerca, resulta que tanto los experimentos cruciales popperianos como las revoluciones de Kuhn son mitos; lo que sucede normalmente es que los programas de investigación progresivos sustituyen a los regresivos” [Lakatos 1978/1983, 16]. Pese a todo, el debate Kuhn–Popper permitió poner sobre el tapete asuntos de singular importancia para la comprensión de la ciencia: primero, que la ciencia, a contrapelo de la opinión del justificacionismo, para el cual “el conocimiento científico consiste de proposiciones probadas” [Lakatos 1978/1983, 20], es incapaz de probar la validez del conocimiento con lo cual el método inductivo cedió paso al hipotético-deductivo y, segundo, que en el avance del conocimiento existen tanto rupturas epistemológicas ‘inconmensurables’, los denominados paradigmas de Kuhn, como acumulación de teorías no falsadas o de programas de investigación progresivos al decir de Lakatos.También hizo posible el análisis de las comunidades científicas, con lo cual la visión externalista de la ciencia pasó a tener un lugar propio además de la tradicional visión epistemológica o internalista. En conjunto, todo esto constituyó un paso adelante en la comprensión de lo que es y significa la ciencia, al tiempo que permitió entender que la ciencia no es enteramente racional en la medida en que, ante todo, es una construcción social. 20 4.0 CONCEPTOS La ciencia, pero no sólo ella, consta de conceptos, entendidos como “cualquier representación general o abstracta” [Runes 1960/2000, 65] o como “la unidad de pensamiento” [Bunge 1969/1981, 64] que permite expresar las ideas mediante proposiciones o enunciados, toda vez que el conocimiento derivado de la ciencia no es innato sino que debe ser construido por medio del análisis. Es importante manifestar que además de la complejidad intrínseca que los conceptos pueden llegar a tener en sí mismos, o de las clasificaciones que pueden aplicárseles, es preciso reconocer, por encima de todo, la génesis social de los mismos, ya que ello permite entender que son producto de procesos históricos en los cuales han ido adquiriendo su significado, el cual, por tanto, dista de ser absoluto e inmutable, de manera que los contextos sociales específicos, con sus intereses, representaciones y conflictos, así como las distintas visiones del mundo que en un momento dado pueden existir y coexistir, dentro y fuera del ámbito de la ciencia, son determinantes a la hora de entender el significado de los conceptos, muchos de los cuales denotan realidades sociales muy distintas así se use un mismo vocablo para ello. Buen ejemplo de esto es el concepto de ‘capital’ en la economía, ya que su real significado es por entero distinto en la perspectiva teórica marxista que en la neoclásica. Los conceptos tienen distintos grados de complejidad de manera que es posible hablar de categorías como conceptos primitivos o no-definidos que sirven para definir los demás conceptos [Bunge 1969/1981, 137] o como formas sintéticas o principios puros del entendimiento, según la perspectiva kantiana [Runes 1960/2000, 206]. Figuran, además, los conceptos derivados o definidos a partir de las categorías, dentro de los cuales se destaca el de variable porque “permite discriminar cuidadosamente la diversidad y descubrir y explicitar la identidad parcial: sirve tanto para dar razón de la variedad y el cambio cuanto para dar cuenta de los esquemas de variación y de cambio” [Bunge 1969/1981, 336-337]. También cabe mencionar los conceptos individuales, de clase, relacionales (comparativos y no comparativos) y los cuantitativos [Bunge 1969/1981, 79], así como los formales (básicos y metalógicos) y no-formales (descriptivos, interpretativos y prescriptivos) [Bunge 1969/1981,110], lo mismo que las dimensiones, entendidas como las unidades de análisis para propósitos específicos dentro de las cuales figuran tanto categorías como variables y, por supuesto, indicadores de estas últimas. En la medida en que la ciencia genera el conocimiento requiere para ello tanto de la abstracción, que permite pasar de las nociones individuales a las colectivas, como de las generalizaciones, mediante las cuales se prescinde de las singularidades y se abordan, en cambio, planos generales de análisis y de validez del conocimiento. Las principales generalizaciones son las leyes, las tendencias y las reglas. Una ley puede entenderse como “una hipótesis de una cierta clase, a saber, una hipótesis no singular, no aislada, referente a una estructura o esquema y corroborada” [Bunge 1969/1981, 414] o como un enunciado que denota un comportamiento necesario, constante e invariable, de un ente, tangible o intangible, dada la esencia de su condición, mientras que una tendencia es un enunciado que denota el comportamiento contingente de una propiedad de un ente, tangible o intangible, en tanto resultado retrospectivo o prospectivo de sus determinantes, al tiempo que una regla es un enunciado que denota un acuerdo contingente que regula el comportamiento de los actores sociales. Un sencillo ejemplo permite aclarar el sentido de estas definiciones, a saber: todo proceso productivo implica la utilización de recursos y la generación de productos y residuos (ley); los procesos productivos son cada vez más intensivos en tecnología (tendencia); los procesos productivos no deben utilizar recursos naturales no renovables en peligro de extinción (regla). 21 La importancia de las leyes estriba en que, en tanto declaraciones universales, son el fundamento epistemológico de la predicción científica y el soporte esencial de las teorías, las cuales, a su turno, pueden considerarse como “construcciones simbólicas producidas con los conceptos disponibles en cada época” [Barceló 1992, 30], como “conjuntos sistematizados de leyes” [Barceló 1992, 33] y como “sistemas hipotético-deductivos” [Bunge 1969/1981, 253], esto último en la medida en que “un conjunto de hipótesis científicas es una teoría científica si y sólo si refiere a un determinado tema factual y cada miembro del conjunto es o bien un supuesto inicial (axioma, supuesto subsidiario o dato) o bien una consecuencia lógica de uno o más supuestos iniciales” [Bunge 1969/1981, 415]. El pilar de la ciencia, por tanto, son las teorías puesto que a travésde ellas es que se expresa el conocimiento, toda vez que éste no consiste en proposiciones desligadas unas de otras, sino, todo lo contrario, en sistemas de ideas lógicamente conectadas entre sí. Es preciso tener en cuenta que “ninguna teoría y su método nos darán nunca una descripción, explicación o comprensión de la totalidad de la realidad social; es decir, de todas las relaciones sociales, vistas a través de sus propias conceptualizaciones: Toda teoría es cerrada, inconmensurable y sólo puede darnos explicaciones dentro de sus propios límites” [Dávila 1991/1996, 251]. En la construcción de teorías confluyen los supuestos y las hipótesis. En sentido epistemológico “la hipótesis por su esencia, comprende juicios problemáticos, es decir, juicios cuya veracidad o falsedad no ha sido demostrada aún; estos juicios problemáticos no han de ser conjeturas arbitrarias, su probabilidad debe estar argumentada por conocimientos anteriores ya demostrados” [Pájaro 2002, 12]; una hipótesis es, entonces, una conjetura que se refiere a hechos no sometidos a la experiencia y que puede ser corregida con nuevo conocimiento [Bunge 1969/1981, 249], mientras que en sentido lógico el significado de este concepto es el de “supuesto, premisa o punto de partida de una argumentación” [Bunge 1969/1981, 252]. Una teoría debe contener dominio de referencia, conceptos básicos o primitivos, núcleo axiomático y trasfondo lógico [Barceló 1992, 34], de manera que los supuestos son imprescindibles en las teorías y, por tanto, en la ciencia, a condición “de que se aclare cuál es el carácter y el propósito de éstos. En general, existen [...] tres tipos de supuestos: de simplificación, de generalización y de axiomatización” Bejarano 1984, 49-50. Teniendo en cuenta que las teorías son abstractas y generales y que, por ello, no son universalmente válidas [Katouzian 1980/1982, 193-194] es preciso adecuarlas para poder usarlas en casos específicos, de modo que así surge el concepto de modelo, entendido, en el plano epistemológico, como “la representación esquemática de una cosa concreta” [Barceló 1992, 105]. Los modelos se diferencian de las teorías porque tienen un dominio analítico más reducido, son más sencillos y pueden no contener leyes [Bunge 1982, 48]; además, enfrentan un problema central que es preciso aclarar en el proceso de su construcción cual es el de su sencillez o complejidad [Allais 1967/1978, 32], toda vez que mientras más sencillos sean asimismo serán más abstractos y menos apropiados para tratar problemas específicos, en tanto que mientras más complejos sean asimismo serán más concretos y más indicados para abordar problemas puntuales pero, de modo inevitable, su manejo será entonces más exigente. Los modelos se dividen en cuatro clases principales: “descriptivos, explicativos, de predicción y de decisión” [Allais 1967/1978, 31]. Los primeros buscan la representación esquemática de los fenómenos, los segundos la presentación de regularidades y de relaciones de causa-efecto, los terceros el curso futuro de los fenómenos mediante extrapolaciones del pasado y los últimos descubrir las medidas adecuadas para el logro de ciertos fines [Allais 1967/1978, 31]. Es evidente el 22 nexo entre todas estas clases de modelos porque los de decisión suponen los de predicción y éstos, a su vez, suponen los descriptivos y explicativos. De esta forma aparece el papel crucial de los modelos de predicción para el estatus social de la ciencia como quiera que de ésta se espera no sólo una descripción y una explicación teórica de la realidad sino la capacidad de incidir sobre ella para escapar, entre otras cosas, de la crítica de Marx a los filósofos cuando dijo de ellos que “no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” [Engels 1888/1976, 109]. El conocimiento para ser reconocido como científico debe mostrar su eficacia a la hora de resolver problemas concretos de la realidad, de manera que la predicción se torna crítica para este cometido porque permite anticipar nuevo conocimiento, contrastar teorías y definir cursos de acción [Bunge 1969/1981, 625]. “En la predicción científica las generalizaciones utilizadas son explícitas, no tácitas, y son leyes o teorías; en cuanto a los datos, pueden comprobarse y mejorarse si hace falta por medio de técnicas científicas” [Bunge 1969/1981, 627] al mismo tiempo que toda “proposición proyectiva debe tener a la vez un intenso contenido informativo y un alto grado de contrastabilidad” [Bunge 1969/1981, 658] para ser aceptada como científica y no como una especulación sin fundamento. En todo caso, sin embargo, es menester aceptar que “una predicción científica por supuesto no puede ser absolutamente segura en cualquier caso específico” [Hutchison s.f./1979, 23]. En esta dirección las matemáticas prestan un gran servicio a la ciencia en general y a la construcción de modelos en particular, porque “de hecho, la formalización matemática, como cualquier otra técnica, es legítima, en cuanto ayuda a la precisión, o a hacer más clara la exposición de enunciados” [Bejarano 1984, 40- 41] pero debe tenerse en cuenta, siempre y para evitar equívocos mayores, que, en tanto técnica, la formalización matemática “no añade nada por sí misma al contenido de la teoría” [Katouzian 1980/1982, 203] y que “una teoría a priori que no sea más que un modelo lógica o matemáticamente consistente no confiere, por sí misma, ningún conocimiento sobre fenómenos reales” [Katouzian 1980/1982, 207]. En verdad, “los modelos matemáticos constituyen la forma más estricta de conocimiento científico de una realidad, sin que ello deba suponer el que su utilización indiscriminada asfixie toda elaboración teórica no directamente ‘matematizable’ o – lo que es al menos tan perjudicial – encubra bajo su manto protector un conocimiento falso de la realidad aunque estrictamente planteado” [Pulido 1983, 33]. Las matemáticas, por tanto, deben tenerse como un importante instrumento al servicio de la ciencia pero, de ningún modo, pueden elevarse al rango de lenguaje oficial de la misma, toda vez que la formalización también entraña el riesgo de hacer que la forma predomine sobre el fondo y que se excluyan aquellos problemas relevantes para la comprensión de la realidad, pero cuya formalización matemática sea imposible o muy difícil, cayendo, de este modo, en un formalismo vacío que desorienta y que en nada contribuye a la generación de conocimiento a partir de la ciencia. 23 5.0 SOCIEDAD La primera condición de la humanidad es la de ser una especie biológica, a partir de la cual, y por medio de la praxis histórica, debe construir su condición social; si bien la humanidad es incapaz de crearse a sí misma desde la perspectiva biológica, su condición social es impensable sin un proceso de génesis colectiva de sí misma. La vida es, pues, condición necesaria pero no suficiente del existir humano, el cual debe construirse a partir de las relaciones que los seres humanos establecen entre sí; “para el hombre existir no es ya, sin más ni más, existir como el hombre que es, sino, meramente posibilidad de ello y esfuerzo hacia lograrlo” [Ortega y Gasset 1939/1982, 51], toda vez que el nacer con el feno y genotipo de hombre, en tanto especie, no le confiere a nadie, ipso facto, la condición de ser humano, habida cuenta que para alcanzarla debe despojarse de la primacía de su ser biológico (su animalidad) y forjarse su ser social (su socialidad) en estrecha relación con sus semejantes. Por tanto, las relaciones sociales, las que establecen los seres humanos entre sí, originan, ordenan y regulan la sociedad humana y con ellas acontece algo semejante a lo que ocurre con la fuerza de gravedad: no se pueden aprehender sensorialmente pero nadie puede escapar
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