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El debate sobre el fin del trabajo

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Presentación del debate reciente sobre el fin del trabajo
Julio César Neffa*
Introducción
Desde la emergencia de la crisis de los años 1970, el deterioro del nivelde empleo consistente en altas tasas de desempleo que permanecen alo largo del tiempo (histéresis), planteó el problema de si el trabajo
asalariado, -tal como se manifestaba entonces-, era una necesidad humana de ca-
rácter antropológico, que tenía una esencia permanente o si, por el contrario, se
trataba simplemente de una mera categoría histórica, que tendría solo tres siglos
de vida y que por tal causa actualmente está sometida a un proceso de cambio ace-
lerado que a término lo conduciría progresivamente a su extinción. Este es el te-
ma que será desarrollado en esta parte del trabajo.
Podemos iniciar esta presentación recordando con Enrique de la Garza Tole-
do, que los argumentos acerca del "fin del trabajo" pueden sintetizarse en cuatro
grupos de la manera siguiente, sin que todos ellos sean provenientes de los mis-
mos autores (De la Garza 1999).
Tesis 1. La decadencia de la industria en relación con los servicios y el cam-
bio en la estructura de las ocupaciones con crecimiento relativo de trabajadores
calificados, técnicos e ingenieros, cuellos blancos, mujeres y jóvenes y por otro la-
do la extensión de empleos atípicos y trabajos precarios, por hora, a tiempo par-
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* Economista del trabajo, investigador del CONICET(Argentina) y del CNRS (Francia), director del
CEIL-PIETTE del CONICET
cial, eventuales, de mujeres, migrantes y minorías étnicas… así como la persisten-
cia de niveles altos de desempleo en Europa, han incrementado la heterogenei-
dad de los trabajadores con repercusión en sus normas, valores y actitudes.
Tesis 2. El fin del trabajo debe entenderse en términos sociológicos como fin
de la centralidad del trabajo en el conjunto de las relaciones sociales, en par-
ticular en cuanto a la conformación de identidades colectivas. Se trata de "la frag-
mentación de los mundos de vida".
Tesis 3. La pérdida de la importancia del trabajo se relaciona con su función
de generador de valor.
Tesis 4. La crisis del trabajo es un problema político, resultado de una lucha
que la clase obrera perdió desde los ochenta (debido a los cambios en el régimen
de acumulación y a la crisis sindical).
Una clasificación de las diversas posiciones respecto de esta problemática que
nos parece muy útil, y de la posibilidad de alcanzar el pleno empleo, ha sido pro-
puesta por Jean Marie Harribey (Harribey 1998 y 2001). 
1. Los que piensan que efectivamente nos encontramos situados en o nos diri-
gimos hacia el fin del trabajo, pueden clasificarse entre quienes opinan que se tra-
ta de algo positivo y los que lo consideran lamentable, proponiendo medidas po-
líticas para hacer frente a esa situación. El filósofo francés André Gorz es tal vez
quien más ha sostenido que esa evolución es irreversible, pero que "el fin del tra-
bajo" tal como se manifiesta actualmente, es algo positivo, pues permite salir de
la "sociedad salarial" o de la "sociedad del trabajo", y desarrollar una economía
plural, expandiendo las actividades humanas dentro de la esfera no mercantil, ase-
gurar a todas las personas un ingreso de existencia sin efectuar una necesaria con-
trapartida en trabajo y que esa tendencia debería consolidarse. Jeremy Rifkin,
quien es un publicista norteamericano fuertemente influenciado por el impacto del
progreso científico y tecnológico sobre el empleo, considera que, lamentable-
mente, el fin del trabajo es algo que va a suceder indefectiblemente, debido a la
globalización y la incorporación de las nuevas tecnologías de la información y las
comunicaciones (NTIC) que aumentan rápidamente la productividad, y condena a
la mayor parte de la población al desempleo; para hacer frente a las graves conse-
cuencias que acarrearían, al igual que otros especialistas, piensa que se debería
constituir un "tercer sector" situado fuera del Estado y del mercado, y que se de-
bería otorgar a sus integrantes un ingreso de existencia en contrapartida de traba-
jos realizados en empleos atípicos, para permitir la sobrevivencia de las víctimas
directas o indirectas de esa transformación.
2. Quienes piensan que el trabajo asalariado no ha finalizado y que eso no va
a ocurrir -al menos en el corto y mediano plazo-, también pueden clasificarse en
otros dos grandes grupos. 
Entre quienes afirman que el mantenimiento de esa relación salarial es algo
positivo, se cuentan los que adoptan el paradigma neoclásico y piensan que el mo-
El futuro del trabajo - El trabajo del futuro
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do de producción capitalista podrá evolucionar pero que no será superado: para sa-
tisfacer las necesidades de las personas, que son ilimitadas, es necesario desarro-
llar las actividades mercantiles adoptando modalidades productivas y de gestión
de la fuerza de trabajo de carácter flexible; reducir los costos de producción, apro-
vechar los beneficios que ofrecería la mundialización; desarrollar el comercio y la
competitividad. 
Por otra parte, para un número creciente de economistas existirían varias alter-
nativas, con la condición de que se produzca un cambio, una inversión en las re-
laciones de fuerza actuales entre el capital y el trabajo. Los economistas y políti-
cos cercanos a las tendencias "social-demócratas" y del comunismo tradicional
ven esa posibilidad siempre que se produzca un fuerte crecimiento económico; los
primeros lo visualizan en la escala internacional y principalmente en los países de
la Triada, mientras que los segundos postulan que debe producirse en la escala ex-
clusivamente nacional, combatiendo los programas de integración económica eu-
ropea y la constitución de uniones aduaneras y mercados comunes. 
Entre las corrientes "ecologistas" se va construyendo otra alternativa que, sin
negar la necesidad del crecimiento económico, ponen el acento en una nueva dis-
tribución del trabajo y de los ingresos con la finalidad de aprovechar el incremen-
to de la productividad, para hacer posible, al mismo tiempo: la reducción de la jor-
nada de trabajo, aunque sin disminución de los salarios; el reparto del trabajo exis-
tente dentro de la fuerza de trabajo disponible; el desarrollo de las actividades hu-
manas en la esfera no-mercantil y procuran un cambio en las relaciones sociales,
orientado a la abolición del trabajo asalariado (Harribey, 1998 y 2001).
Por razones de espacio y siguiendo un criterio de selección, tomaremos en
cuenta en esta oportunidad las publicaciones más importantes, hechas por autores
del siglo XX y las analizaremos someramente. Una buena parte de ellas están es-
critas o editadas en francés, y nos basaremos en esa bibliografía.
1. El fin de una sociedad fundada sobre el trabajo 
1.1. J. Rifkin: "El fin del trabajo" y la propuesta del "Tercer Sector¨
Las reflexiones de J. Rifkin acerca de la extinción del trabajo tal como lo per-
cibimos en nuestros días, interpelan ciertamente a los científicos sociales e impac-
taron hace una década a la opinión pública (eso explica que se haya convertido en
best-seller ), pero consideramos que no pueden generalizarse abusivamente, sino
que deben ser relativizadas. El tiempo transcurrido disminuyó el impacto de sus
afirmaciones y profecías. 
Las mismas parten del contexto económico, social, cultural y tecnológico nor-
teamericano de comienzos de la última década del siglo XX, y están referidas es-
pecíficamente a los sectores más dinámicos de la economía estadounidense, don-
de las innovaciones tecnológicas han impactado más rápidamente en cuanto al tra-
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bajo y al empleo. Pero veamos cuál es en síntesis el análisis y las propuestas de J.
Rifkin. 
Para este autor hemos entrado de golpe en una nueva era. El atribuye la mayor
responsabilidad del desempleo a la revolución científica y tecnológica apoyada
en las tecnologías de la información y las comunicaciones y a los procesos de
reestructuración productiva. La tercera revolución científica y tecnológica esmuy
diferente de las anteriores, pues debido al incremento de la productividad, supri-
miría la mayor parte de los puestos de trabajo actuales y haría muy poco necesa-
rio el trabajo humano.
En el prólogo a la edición francesa del libro de Rifkin, que apareció en 1996,
Michel Roccard, político francés exponente de una fracción del partido socialista,
elogia el contenido del libro, y al referirse a sus desarrollos sobre el desempleo es-
tructural, dice que su importancia no se debe al tema -pues saber que las máqui-
nas destruyen empleos no es una cosa nueva- "sino a la afirmación repetida mu-
chas veces que este movimiento esta en vías de amplificarse de manera rápida y
conduce a la desaparición pura y simple de lo esencial de trabajo productivo tal
como está actualmente instituido". Si ese es el caso, "la humanidad será confron-
tada, en los decenios que vienen, a un desafío de una amplitud tal que ella no la
había conocido jamás en el pasado…. pues el sistema social del capitalismo libe-
ral es incapaz de distribuir a la mayoría de la población que quedará sin trabajo
los ingresos suficientes para permitirle comprar la profusión de objetos o de ser-
vicios que la producción automática va a proveer o proveerá de más en más (Roc-
card 1995).
Cabe recordar que el libro de Rifkin fue escrito cuando todavía no había co-
menzado a bajar sustancialmente la tasa de desempleo en los E.E. U.U., y de allí
su preocupación. 
El texto está lleno de ejemplos espectaculares y muy bien elegidos, referentes
a los incrementos de la productividad y la destrucción de empleos. Pero corre el
riesgo de pretender generalizarlos a todos los sectores de la economía norteame-
ricana y de proyectarlos al futuro sin señalar matices. 
Es muy interesante su exposición de los avatares que ocurrieron en la década
de los años treinta cuando, para hacer frente a una tasa de desempleo cercana al
25%, se discutió en el Congreso norteamericano una reducción sustancial del
tiempo máximo legal de trabajo. Pero esa decisión no pudo aplicarse efectivamen-
te porque la iniciativa fue vetada por el presidente F. D. Roosevelt. Las reivindi-
caciones de la AFL(American Federation of Labor) para reducir el tiempo de tra-
bajo disminuyeron su insistencia a cambio del reconocimiento a los sindicatos,
por parte del gobierno, de su derecho a organizarse y celebrar convenios colecti-
vos. Paralelamente F. D. Roosevelt puso en marcha el New Deal que incluía nu-
merosos planes de obras públicas, financiadas con el presupuesto federal, para
crear empleos y aumentar los ingresos con el consiguiente impacto sobre la de-
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manda efectiva, políticas que más tarde A. Gramsci y M. Aglietta denominarán
"fordistas", de inspiración claramente keynesianas, que tuvieron un efecto directo
importante. 
Las grandes soluciones propuestas por Rifkin para reducir el desempleo es-
tructural que padecía la sociedad norteamericana consistían por una parte, en una
reducción substancial del tiempo de trabajo y, por otra parte, en la constitución
formal de un tercer sector, de economía social, cuya lógica seria diferente a la del
mercado y del Estado, cuyos actores principales serían las ONG. Las mismas es-
tarían compuestas por personas que hicieran un trabajo voluntario y que procura-
ran generar empleos que requieran una baja dotación de capital y donde los sala-
rios fueran obviamente bajos debido a la débil productividad, aproximándose a un
mínimo de subsistencia, situación que de todas maneras sería mejor que estar de-
sempleados y no tener ningún ingreso. Esas ONG constituyen una característica
histórica del tradicional espíritu asociativo de los norteamericanos y dada su índo-
le no partidaria, administrarían más honestamente los recursos y así la mayor par-
te de los subsidios recibidos del sector público llegarían directamente a los nece-
sitados sin alimentar gastos burocráticos.
En el pasado, prosigue Rifkin, cuando se introducía el cambio científico y tec-
nológico en una rama de actividad de los sectores primario o secundario, se des-
plazaban trabajadores, pero emergían otras ramas donde se creaban empleos que
lo compensaban. Pero en la actualidad los tres grandes sectores tradicionales de la
economía (agropecuario, industria-construcción y terciario) reducen el empleo y
desplazan grandes volúmenes de mano de obra que no encuentra fácilmente tra-
bajo en otra rama o sector. El único sector que emergería como nuevo empleador
dentro de las actividades de servicios, -un sector que algunos autores llamarán
"cuaternario" (la denominada "economía del conocimiento"), constituido por un
grupo relativamente pequeño de "empresas de base tecnológica" y fuertemente
productivas, compuestas mayormente por profesionales y técnicos altamente cali-
ficados: científicos, tecnológos, calculistas científicos, administradores, etc. Pero
aún cuando este nuevo sector ya esté creciendo rápidamente, no podrá crear mu-
chos nuevos empleos ni absorber a una gran proporción de los trabajadores des-
plazados por los otros sectores; el resto quedará desempleado por causas estructu-
rales, esencialmente por el impacto del progreso técnico.
Esos cambios permitirán producir más bienes y servicios empleando una me-
nor cantidad de trabajo; la consecuencia necesaria de esta tercera revolución in-
dustrial será la reducción de la población económicamente activa empleada, en la
que habría una pequeña élite cosmopolita de manipuladores de símbolos (como
diría Robert Reich) que controlara las fuerzas productivas, y trabajadores manua-
les y empleados que quedarán progresivamente fuera de sus puestos de trabajo y
con pocas posibilidades de ser reconvertidos para encontrar empleos en la nueva
economía globalizada y dominada por las high-tech.
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Rifkin llega incluso a afirmar, de manera estadísticamente errónea, que el nú-
mero de personas empleadas disminuyó y continuará disminuyendo en términos
absolutos y relativos. Paradójicamente, ese error es precisamente lo que le dio el
título -y el éxito- a su libro a pesar de que en los Estados Unidos durante el últi-
mo lustro se crearon numerosos empleos y las tasas de desempleo descendieron
hasta niveles inéditos. 
J. Rifkin presenta de manera periodística muchos y espectaculares ejemplos ci-
frados de procesos de introducción de innovaciones tecnológicas y de reingenie-
ría en los EE. UU., que dieron lugar a fuertes reducciones de empleos directos, su-
giriendo a partir de esa evidencia que se marcharía hacia un sistema productivo
con muy pocos trabajadores y que por lo tanto el trabajo humano dejará de ser un
factor clave de la producción porque la tecnología lo reemplazará progresivamen-
te.
Opina que la consecuencia será el aumento de la riqueza y la abundancia de
bienes, pero los mismos serán producidos por un número cada vez menor de per-
sonas, que al recurrur masivamente al uso de las NTIC, quedarán en situación de
desempleados y sin mucha esperanza de que se produzca un cambio para revertir
la situación.
Este cambio estructural puede ser generador de desgracias o de bienestar, afir-
ma Rifkin, según cómo se distribuyan las ganancias de productividad. La alterna-
tiva que él propone -como ya señalarámos- para evitar un desempleo masivo y es-
tructural de naturaleza tecnológica, es la creación de un tercer sector (o de "eco-
nomía social") donde todos los desplazados se insertaran, encontraran un cierto
trabajo, y percibieran un ingreso que les permitiría asegurar su subsistencia.
Para J. Rifkin es un error pensar -como lo hacen actualmente los economistas
evolucionistas y regulacionistas- que en ciertas condiciones, las nuevas tecnolo-
gías permitirán no sólo aumentar la productividad, disminuir los costos de produc-
ción, mejorar los salarios y reducir los precios, sino también aumentar la deman-
da de los nuevos productos, que requerirían más empleos. No sólo niega esta po-
sibilidad sino que también desconoce que la tecnología pueda hacer más livianoy
confortable el trabajo de los seres humanos, sin conflictos y sin frenar la carrera
al consumismo. Con ese criterio, el resultado será entonces el desempleo, la crea-
ción de un "lumpem proletariado", que daría lugar a la vagancia, la delincuencia,
la violencia y a graves problemas familiares.
Según el autor, ya se habría llegado al agotamiento de las posibilidades de que
"el sector terciario" o "cuaternario" tradicional de servicios absorba la fuerza de
trabajo desplazada por los otros dos grandes sectores. Por otra parte, observa que
en aquellos sectores ya han disminuido los salarios, se ha deteriorado la protec-
ción social e incrementado la pobreza. Los procesos de "reingeniería" empresa-
rial transformarían ahora a las clases medias, y el dualismo de la sociedad ame-
ricana se volverá de acuerdo con este pronóstico más heterogéneo y concentrado,
El futuro del trabajo - El trabajo del futuro
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en beneficio de las nuevas clases sociales emergentes, que se fortalecerán por ha-
berse adaptado a la nueva "sociedad del conocimiento". Por otra parte, la clase
obrera tradicional se irá agotando en términos absolutos y relativos y en su lugar
emergerá una gran masa de trabajadores pobres y desempleados. Para quedar al
abrigo de la violencia que esta situación generaría, las clases pudientes huirán de
las grandes ciudades , se aislarán y encerrarán en residencias privadas ("countries"
y barrios cerrados) provistas de fuertes dispositivos de seguridad.
En ese contexto de penuria de empleo, él detecta una contradicción: se ha va-
lorizado el trabajo y el empleo, al mismo tiempo que se incrementa el número de
los desempleados, considerados por el resto de la sociedad como personas sin va-
lor.
Su propuesta consiste en reducir, por diversos medios, el tiempo de trabajo de
los que están ocupados: el número de horas diarias, el número de días de la sema-
na, el número de años de actividad y la determinación de períodos de interrupción
para la formación, etc; repartir socialmente las ganancias de productividad obte-
nidas gracias al progreso técnico, para responder a las demandas sociales de cam-
bio en la asignación de la inversión del tiempo entre el trabajo y la vida personal
y social. 
Pero como de cualquier modo esa reducción del tiempo de trabajo no sería su-
ficiente para absorber el desempleo, Rifkin explicita su idea de desarrollar el ter-
cer sector "comunitario" (de naturaleza ambigua, porque no responde a las carac-
terísticas tradicionales de lo público ni de lo privado), no mercantil, e incluso don-
de buena parte de los intercambios de bienes y servicios no se realizarían con in-
termediación de la moneda. Ese tercer sector permitiría el desarrollo del principio
asociativo, reforzaría los lazos sociales y el espíritu cívico y asumiría la mayor
parte de las funciones sociales que cumplía anteriormente el Estado, pero que és-
te ya no podrá cumplir más por la crisis fiscal, la resistencia de la población a los
nuevos o mayores impuestos y la magnitud de personas que quedará desplazada
de sus empleos. En el tercer sector se deberá distribuir lo que el denomina un sa-
lario social, ingreso de existencia, o ingreso mínimo, a quienes allí se involu-
cren y trabajen benévolamente. El Estado debería intervenir para subsidiarlos en
contrapartida del ejercicio de un trabajo social, útil, de baja productividad, que no
sería propiamente un empleo.
Es decir que se reduciría la desocupación en el sentido tradicional, disminui-
ría el número de personas en condiciones de total indigencia, todas las personas
aptas tendrían la posibilidad efectiva de desarrollar una actividad de utilidad so-
cial y en contrapartida de ello obtendrían un ingreso que les permitiría, como mí-
nimo, subsistir (Rifkin, 1995). 
El diagnóstico de Rifkin es parcialmente erróneo y debe ser relativizado. Por
una parte, las fuertes y crecientes heterogeneidades de las estructuras económicas
regionales, por sectores y según ramas de actividad de la economía norteamerica-
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na, han sido prácticamente ignoradas. El progreso científico y tecnológico no se
ha generalizado ni acelerado de la misma manera en todas ellas. Por otra parte, los
procesos de mundialización del capital, de transnacionalización de las empresas,
de desregulación, de apertura del comercio internacional y la intensificación de la
competencia entre países, han provocado el desplazamiento de numerosas empre-
sas tecnológicamente avanzadas, desde los países centrales hacia sus periferias, y
por otra parte, se está frente a la emergencia de los nuevos países industrializados,
que son altamente competitivos. Esto significa que el peso relativo de la economía
norteamericana respecto de la economía mundial ha disminuido y esa tendencia
parece que va a consolidarse para el futuro, haciendo menos plausible la extensión
de su razonamiento en la escala planetaria.
El análisis de Rifkin padece de un fuerte pesimismo y de determinismo tecno-
lógico; carece de perspectiva histórica, pues extrapolando las observaciones em-
píricas verificadas en un reducido grupo de grandes y medianas empresas nortea-
mericanas de alta tecnología, concluye que en unas pocas décadas se eliminarían
prácticamente los dos tercios del empleo existentes cuando escribió el libro. 
Sin dudas también exagera en cuanto a la posibilidad de que en el futuro la ma-
yoría de las actividades productivas puedan ser totalmente automatizadas. Las ex-
periencias recientes de empresas de alta tecnología en Japón, Alemania e incluso
EE. UU. así lo prueban. 
De cualquier manera, para que la automatización micro-electrónica sea eficaz,
los medios de producción deben ser fabricados y programados -directa o indirec-
tamente- por los seres humanos, para lo cual siempre se necesitaran trabajadores
con calificaciones y competencias particulares. Pero además no es cierto que la
operación de los medios de producción, dotados de nuevas tecnologías funcionen
siempre perfectamente y sin incidentes y no requieran en permanencia elevadas
calificaciones y competencias para mantenimiento preventivo y reparaciones. De
allí la importancia de los servicios de mantenimiento.
Otro problema que queda planteado es el de saber quienes son los que trabaja-
rían en ese sector: ¿los inempleables, los minusválidos sociales, los trabajadores
desplazados del sector secundario y de los servicios informatizados? 
Si se concretara el tercer sector deseado por J. Rifkin, ¿no sería un pretexto
justificatorio para alimentar un capitalismo salvaje, dividiendo los trabajadores en
dos grandes grupos: los ganadores y los perdedores? Por esas causas, dice Domi-
nique Méda " hablar del fin del trabajo en esos términos significa proclamar el fin
de algo que no se conoce bien y que se ignora profundamente" (Méda 1996).
Más adelante veremos también que sus proyecciones estadísticas en materia de
disminución absoluta del empleo fueron erróneas, tanto en los niveles de E.E.
U.U., como de Europa e incluso de Argentina.
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1.2. Habermas, y la pérdida de la utopía de "la sociedad del trabajo"
En varios de sus escritos, Jürgen Habermas, un gran pensador alemán contem-
poráneo, afirma que "el trabajo ya no es una categoría de explicación dominante
de nuestra sociedad, si por trabajo se entiende una praxis particular que consiste
en oponerse el hombre a la naturaleza para transformarla y en consecuencia, al
mismo tiempo transformarse a sí mismo". 
Esto se debería no sólo al desempleo masivo que predomina en los países eu-
ropeos y hasta hace poco tiempo también en los Estados Unidos, al desarrollo de
las fuerzas productivas estimulado por el cambio científico y tecnológico, sino so-
bre todo a que habría encontrado sus límites el "estado social", que hubiera debi-
do cambiar y domesticar el capitalismo. El Estado solamente se propone ahora, se-
gún Habermas, limitar sus efectos funestos, ofrecer un seguro o un subsidio a los
trabajadores desocupados, u otorgar ingresosmínimos a quienes no tienen la po-
sibilidad de acceder a un empleo, como una manera de brindar los recursos para
que se mantenga la capacidad de compra, es decir, estimular la demanda.
"En cuanto a las energías utópicas, ellas no se han retirado absolutamente de
la conciencia histórica. Es más bien una cierta utopía que llega a su fin, aquella
que en el pasado se había cristalizado alrededor del potencial que residía en la so-
ciedad del trabajo"… "La utopía de ‘la sociedad del trabajo’perdió su fuerza per-
suasiva", -dice Habermas-... "Por encima de todo, la utopía perdió su punto de re-
ferencia en la realidad: la fuerza estructurante y socializadora del trabajo abstrac-
to"... "corazón de la utopía, la emancipación del trabajo heterónomo se presenta,
sin embargo, bajo una otra forma en el proyecto socio-estatal. Las condiciones de
la vida emancipada y digna del hombre ya no deben resultar directamente de dar
vuelta totalmente las condiciones de trabajo, es decir, de una transformación del
trabajo heterónomo en auto-actividad" (Habermas, 1989).
Este autor continúa su reflexión en el mismo sentido, diciendo que la utopía
del trabajo autónomo no se concretó ni siquiera en los países que abolieron el mo-
do de producción capitalista y la propiedad privada de los medios de producción,
posteriormente, la crisis de los países con economías centralmente planificadas y
su transición al capitalismo, crearon la convicción de que incluso en los modos de
producción no capitalista, no se concretó el trabajo autónomo y la autogestión. Es
decir, concluye Habermas, que el trabajo ya no da forma y no estructura la socie-
dad como en las décadas pasadas. 
Dice Dominique Méda, que para Habermas el trabajo ya no tiene más poten-
cialidad estructurante ni en el universo de la sociedad contemporánea, como tra-
bajo abstracto, ni como fundamento de una "utopía de la sociedad del trabajo", co-
mo trabajo concreto, pues "los acentos utópicos se trasladaron del concepto de tra-
bajo al concepto de comunicación" (Habermas, 1989, Méda, 1995). 
Habermas, escribía lo siguiente en 1988: "El paradigma de la producción da al
concepto de praxis una significación tan claramente empírica que uno puede pre-
Julio César Neffa
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guntarse finalmente si, con el fin históricamente previsible de la "sociedad funda-
da sobre el trabajo", el mismo no pierde su credibilidad".
Podríamos decir entonces que, para Habermas, partiendo de una sociedad fun-
dada sobre el trabajo, estaríamos transitando a una sociedad comunicacional, afir-
mación difícil de compartir.
1.3. Claus Offe, y la desaparición de la "sociedad del trabajo"
El razonamiento de este importante pensador alemán parte de la constatación,
hecha en las décadas de 1980/90, de que estaba ocurriendo un importante proce-
so de reestructuración económica, donde las empresas industriales disminuían su
planta de personal, lo mismo sucedía en la agricultura y en la administración pú-
blica. Eso significa desempleo y que mucha gente permanezca en la situación de
no-trabajo, pasando a trabajar por su propia cuenta o se inserte en el sector infor-
mal; esto significa que hay una "implosión de la noción de trabajo" que requiere
estudiar los diversos tipos de trabajo (asalariado, doméstico, por cuenta propia, en
servicios, empleo informal, empleo precario, empleo inestable, etc.), el desempleo
y la búsqueda de trabajo, etc. Cambió la estructura de la clase obrera, en cuanto a
sus calificaciones profesionales, sus condiciones de trabajo, la segmentación de
los mercados de trabajo y una creciente heterogeneización.
Para C. Offe, la principal causa de ese elevado desempleo era el cambio cien-
tífico y tecnológico, que al aumentar la productividad, reduce la cantidad de tra-
bajo que incorporaba cada producto, y al mismo tiempo la necesidad de empleo,
dejando más "tiempo libre" (Offe, 1996).
Ante la gravedad y persistencia del desempleo masivo, los economistas neo-
clásicos ortodoxos postulan que eso se debía a las rigideces del mercado de traba-
jo y a la intervención de instituciones (como serían los ministerio de trabajo y las
organizaciones sindicales) que con normas rígidas impiden que se adapten la ofer-
ta y la demanda en el mercado de trabajo, fijando precios y cantidades de equili-
brio. Clauss Offe afirmaba que situándose desde esa perspectiva, para combatir el
desempleo habría que liberalizar y flexibilizar el mercado de trabajo en todas sus
dimensiones. Es de esa manera y sin intervención del estado, como se llegaría al
uso óptimo de los factores. Pero en su opinión esa política no resolvería todo el
problema, dado que esa lógica llevaría a disminuir la cantidad de fuerza de traba-
jo empleada para reducir costos y lograr un aumento de la productividad.
Ahora bien, dadas las magnitudes y la persistencia del desempleo en esa épo-
ca, dice Offe que "el pleno empleo no sería una solución que podamos exhibir res-
ponsablemente a la gente", dado que hay que habituarse a la idea de que una bue-
na cantidad de personas que forman parte de la población económicamente activa
no encontrarán trabajo y, por consiguiente, no podrán percibir ingresos a partir de
trabajos considerados "normales". Por esa causa es que finalmente Offe justifica
la acción del Estado, dictando reglas e interviniendo para hacer frente a los ries-
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gos individuales y colectivos que esa situación va a generar (Offe, 1985, 1995 y
1996). 
La reflexión de Offe se orienta hacia la aceptación de una desaparición de la
"sociedad del trabajo", basándose en los cambios que se están operando en la po-
blación económicamente activa y en el mercado de trabajo. Se pregunta si, a pe-
sar de la persistencia de la población que depende del salario, el trabajo no ha de-
venido menos central tanto para el individuo como para la colectividad, y postu-
la una implosión de la categoría trabajo. Este hecho promueve la agudización ac-
tual de las contradicciones y dilemas previos, que marcan las formas contemporá-
neas de trabajo asalariado de tal manera que "ya no puede ser tomado como pun-
to de referencia y productor de significado colectivo"… "La discontinuidad en la
biografía laboral y la contracción cada vez más nítida del tiempo de trabajo con
respecto al tiempo de la vida de la gente, puede reforzar la idea de que el trabajo
es solo un problema, entre otros tantos, y conducir a relativizar su función de pun-
to de orientación para la construcción de las identidades individuales y sociales"
(Offe, 1985).
"El hecho de trabajar, concluye Offe, en sí mismo, no puede más ser tomado
como punto de partida de la formación de grupos culturales, organizacionales y
políticos" (Offe, C., 1985).
Los principales argumentos de Offe acerca del fin de "la sociedad del trabajo",
pueden ser resumidos de la manera siguiente:
1. La segmentación del mercado de trabajo entre cuellos blancos y cuellos azules
impedirían la formación de una identidad colectiva.
2. El cambio en las condiciones de vida de los trabajadores y la pérdida de iden-
tidad de los trabajadores, pues "se habría llegado al final de la ética protestan-
te del trabajo frente al placer del consumo".
3. En sus orígenes, la sociología clásica habría puesto el acento en el trabajo asa-
lariado, porque era lo que predominaba en ese entonces, pero al cambiar el mo-
do de producir, cambiaría el trabajo y las relaciones sociales emergentes. 
Offe concluye que hay una erosión de los fundamentos culturales y políticos
de una identidad colectiva centrada en el trabajo, y que "a medida que aumentan
la experiencia (o la anticipación) del desempleo, o en su caso la salida no volun-
taria de la vida económica activa, se incrementa el efecto estigmatizador y autoes-
tigmatizador del desempleo, puesto que, aunque solo apareciera concentrado en
determinadas ramas de la actividad económica, el paro (el desempleo) por lo ge-
neral es imputado... a un fracaso o culpa individual". El impacto del desempleo es
sobre la subjetividad,pues esta situación afecta la identidad y el sentido de perte-
nencia. 
Para Offe "la producción de bienes en la contemporaneidad, se genera cada
vez más en el margen de las actividades laborales asalariadas formales y contrac-
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tuales, y existe una suerte de escisión entre el trabajo asalariado y otros tipos de
trabajo" y postula una suerte de descentramiento del mundo del trabajo respecto
de otras esferas de la vida, señalando el desplazamiento del trabajo hacia el mar-
gen de las biografías o itinerarios individuales. 
Esto significa la generación de un proceso que quita importancia al mundo del
trabajo como instancia conformadora de subjetividades e identidades, que pasan a
formarse primordialmente en el mundo del no-trabajo. Y concluye que existe la
posibilidad de que el trabajo por un salario no juegue un papel central como nor-
ma de referencia integradora de la personalidad, a los efectos de la condición de
la vida (Offe, 1985).
Para Offe habría que distinguir entre el trabajo como deber y como necesi-
dad. Como deber moral de la persona humana, el trabajo debería ser "el eje de la
vida recta y moralmente buena, pero en eso fracasa, no por causa de la erosión de
las tradiciones culturales de índole religiosa o secularizadas, sino porque los pro-
cesos de racionalización técnica y organizacional... parecen apuntar a eliminar de
la producción industrial inmediata el factor humano, incluidas su capacidades mo-
rales. El desempleo y la situación de no-trabajo socavan el orgullo del productor,
perdiéndose de esta manera la vertiente subjetiva de la profesión o del trabajo"
(Offe, 1985). Como necesidad, el trabajo es concebido como "un imperativo, la
condición ineludible de la sobrevivencia física", y retoma las ideas de Hannah
Arendt que establecen por un lado la distinción entre la vida humana, como con-
junto de actividades que buscan elevar a los individuos sobre la vida misma, y por
otro las actividades tendientes a producir y reproducir el esfuerzo requerido para
la sobrevivencia. 
Según Arendt, "una actividad es tanto más humana cuando más se distancia
de la necesidad". Entonces el trabajo como necesidad se inscribe en el marco de
una actividad ineludible y compulsoriamente ejercida que produce y reproduce las
condiciones necesarias para la sobrevivencia. Por eso se pregunta: ¿están dadas
allí las condiciones para el ejercicio del trabajo como deber? Y, ¿se refuerza el tra-
bajo como necesidad?
En conclusión, para C. Offe habría una pérdida del valor subjetivo del trabajo
asalariado, uno de los ejes organizadores de las relaciones sociales en el capitalis-
mo y no tanto una pérdida del valor o de la valorización objetiva y subjetiva del
trabajo en su globalidad.
Vania Salles, en su contribución sobre "El trabajo, el no trabajo", critica a Offe
porque su análisis es exclusivamente psicológico y lo desarrolla sin tomar en
cuenta el contexto social y económico que influye sobre el trabajo y los modos de
vida de los trabajadores. Considera que Offe tiene una concepción dualista porque
opone contradictoriamente el mundo del trabajo al mundo del no-trabajo e igno-
raría que el trabajo asalariado no constituyó nunca la forma única y exclusiva de
realización del trabajo, aunque sí tuvo una capacidad global de determinación ma-
cro-sociológica de la realidad (Salles, 2000).
El futuro del trabajo - El trabajo del futuro
62
Las profecías de Offe no se cumplieron totalmente. Si es cierto que ya no tie-
ne tanta vigencia la "ética protestante del trabajo" y se está frente a un creciente
placer en el consumo, lo que se observa es que las gerencias de recursos humanos
necesitan más que nunca involucrar a los asalariados en la marcha y los resulta-
dos de la empresa; los procesos de descentralización desestructuraron los colecti-
vos de trabajo pero han requerido una mayor articulación entre las grandes empre-
sas, sus proveedores y subcontratistas, trabajando a veces en forma de red; si di-
rectamente el trabajo estructura menos la vida cotidiana, las exigencias de las em-
presas desbordan el tiempo de trabajo y necesitan condicionar las normas de vida
de sus obreros y empleados; si se rompió la identidad de los trabajadores debido
a la heterogeneidad de intereses entre los asalariados, ahora es la empresa la que
requiere construir una identidad si desea ser más competitiva. El hecho de que ha-
ya una mayor segmentación y heterogeneidad no significa que dejarán de existir
los sindicatos y que los mismos no tratarán de obtener reivindicaciones mediante
su lucha. En el pasado, la segmentación y la heterogeneidad existieron y sin em-
bargo eso no pasó. 
Pero es cierto que los problemas identificados por C. Offe plantean serios in-
terrogantes a las organizaciones sindicales tradicionales.
A partir del análisis de los trabajos de C. Offe y de sus conclusiones, Enrique
De la Garza y Del Campillo se plantean estas cuestiones:
- las nuevas heterogeneidades entre obreros y sus mundos no articulados ¿consti-
tuyen un obstáculo absoluto para la formación de una identidad colectiva?
- esta cuestión, ¿nos remite al fin del trabajo como espacio central de acción de los
trabajadores?
- esta situación ¿provoca el fin de la clase obrera como potencia opositora a la so-
ciedad del capital y como portadora de proyectos colectivos globales alternati-
vos"? (De la Garza y Del Campillo, 1998).
1.4. André Gorz, la pérdida de la centralidad del trabajo y
el ingreso de existencia 
Aunque partiendo desde distintas y contrapuestas perspectivas teóricas, el
diagnóstico del impacto del cambio científico y tecnológico sobre el mercado de
trabajo que hizo André Gorz para Francia, no difiere mucho del que hizo Jeremy
Rifkin para los EE. UU. Veamos cuáles son sus argumentos.
En la década de los ochenta, el conjunto de personas afectadas por el desem-
pleo, la pobreza y la exclusión involucraban al 30% de la PEA y él no creía que
fuera posible crear el número de empleos necesario para eliminar totalmente el de-
sempleo, pues si bien el sistema económico producía más riquezas que antes, lo
hacía con una cantidad menor de tiempo de trabajo. "Durante las recesiones, dice
Gorz, se eliminan más empleos que los que se crean durante los períodos de recu-
Julio César Neffa
63
peración y expansión". Entonces, concluye, "el empleo permanente no cesa de dis-
minuir" al mismo tiempo que aumentan los contratos de duración por tiempo de-
terminado, los trabajos temporarios y a tiempo parcial (Gorz 1982 y 1988). 
"No hay, ni habrá nunca más, suficiente trabajo (remunerado, estable, de tiem-
po completo) para todos, dice Gorz, pero la sociedad, -de hecho el capital, que no
tiene más necesidad y tendrá cada vez menos necesidad del trabajo de todos-, se
la pasa repitiendo que no es ella, la sociedad, ¡oh, no!, sino ustedes los que tienen
necesidad de trabajo".
La reducción de empleos no se debería solamente a las NTIC, sino también a
las nuevas formas de organización de las empresas, de la producción y del traba-
jo, a la flexibilidad funcional (o "interna": polivalencia, multifuncionalidad, mo-
vilidad), a la flexibilidad "externa" (segmentación, subcontratación, externaliza-
ción, trabajos temporarios), lo cual supone la existencia de un real "ejercito indus-
trial de reserva". 
Una de las políticas de empleo más utilizadas para combatir el desempleo con-
siste en la reducción del tiempo de trabajo, pero eso no implica de hecho que se
deba aceptar simultáneamente la reducción de los salarios o una “moderación sa-
larial”. Por otra parte la reducción del tiempo de trabajo puede darse acompaña-
da de mayor inseguridad en el empleo, mayor pobreza, marginalización y exclu-
sión social. Entonces se debe proceder a la "redistribución del trabajo" –que esta-
ría en vías de extinción- para reducir el desempleo y abrir un espacio para las ac-
tividades no económicas (es decir no-mercantiles); así no habría la necesidad de
reducir el salario de los ocupados pues aumentaría mucho la productividad.Para
tener efectos sobre el desempleo, dice Gorz, la reducción del tiempo de trabajo de-
be hacerse de manera rápida y significativa, utilizando fórmulas flexibles en cuan-
to al tiempo de trabajo; pero luego de obtener la reducción del desempleo, para
evitar que crezca nuevamente, se debe continuar disminuyendo el tiempo de tra-
bajo, cada 4 o 5 años (Gorz 1994).
La duración de tiempo normal de trabajo deberá reducirse por una Ley mar-
co, por acuerdos inter-profesionales y en el nivel de las empresas, por la organi-
zación del trabajo, el empleo, las calificaciones profesionales y para desarrollar to-
das las formas participativas. Eso se debe prever con tiempo para poder hacer
frente a las necesidades cuantitativas y cualitativas que surgirán en cada rama de
actividad.
André Gorz, en sus libros Stratégie ouvrière et necocapitalisme, Le socialisme
difficile, y sobre todo en Adieux au prolétariat editado en 1980, se sitúa en una
perspectiva radicalizada de pensamiento que cuestiona la centralidad del trabajo
tal cual existe en la "sociedad salarial" y concluye disociando radicalmente el tra-
bajo y la remuneración, porque no sería posible hacer coincidir una actividad au-
tónoma (el trabajo) y la reproducción de la vida material del trabajador (median-
te el salario). 
El futuro del trabajo - El trabajo del futuro
64
Para Gorz, criticando la validez generalizada de la relación salarial fordista,
afirma que "inclusive en el apogeo de la sociedad salarial, ese trabajo jamás fue
una fuente de cohesión social ni de integración. Pero sí insertaba a los trabajado-
res en el proceso de trabajo social, en las relaciones sociales de producción. Ese
trabajo correspondía a las exigencias objetivas funcionales de la maquinaria eco-
nómica. La sociedad salarial estaba fragmentada por la división en clases y por el
antagonismo de estas. No es a la sociedad sino a su sindicato, a su empresa o a su
clase que estaban integrados los asalariados. Su identidad surgía de sus luchas ".
En su opinión, "el moderno concepto de trabajo representa una categoría so-
cio-histórica -y no una categoría antropológica-, que fue inventada por el capita-
lismo a partir del momento en que la actividad productiva humana dejó de ser al-
go privado y sometida a las necesidades naturales". Coincide con lo que ya había
expresado K. Polanyi varias décadas antes en su libro La gran transformación: el
capitalismo no inventó el trabajo, sino que creó la ficción de que la fuerza de tra-
bajo era una mercancía y por eso se pudo organizar el mercado de trabajo. 
Para A. Gorz, con el capitalismo, el trabajo como actividad productiva perdió
su anterior sentido para convertirse en un simple medio de ganar un salario. Los
trabajadores asalariados sufren una privación que adopta tres formas: respecto de
los medios de producción, del producto de su trabajo y de la posibilidad de esta-
blecer relaciones de cooperación con sus semejantes. 
Gorz, opina que "El trabajo actual en su forma asalariada es una actividad en
la esfera pública, tal como es demandado, ofrecido, reconocido útil por otros y re-
munerado por otros. Por ese trabajo remunerado y asalariado pertenecemos a la
esfera pública y adquirimos una existencia social (la profesión), nos insertamos en
una red de relaciones y de intercambio, nos "medimos" con otros y se nos confie-
ren derechos sobre ellos a cambio de nuestros deberes hacia ellos". Así considera-
do, "el trabajo sería igual a empleo o trabajo asalariado, dividido, sometido a la
única restricción de la maximización de la eficacia productiva". El trabajo, prosi-
gue Gorz, -tal como se ejecuta desde el siglo XVIII en las empresas que se desen-
vuelven en un mercado dominado por una racionalidad económica definida por la
lógica de la valorización del capital-, la extrema división social y técnica del tra-
bajo y la burocratización, no permite la autonomía y por esa causa el trabajo pier-
de su centralidad y deja de tener un fundamento, "la sociedad basada en el traba-
jo". 
André Gorz desarrolla su razonamiento postulando la desconexión entre el
trabajo y la remuneración, y la necesidad de crear una asignación o un ingreso de
existencia, diciendo: "He aquí el corazón del problema y el corazón del conflic-
to: se trata de desconectar el trabajo del derecho a tener derechos, y especialmen-
te el derecho a acceder a lo que es producido y reproducible sin el trabajo, o con
cada vez menos de trabajo". La percepción de un ingreso no debería estar condi-
cionada a la realización de un determinado trabajo, aunque este sea benévolo. El
objetivo de esa garantía de recibir un ingreso suficiente es permitir la emergencia
Julio César Neffa
65
de una multitud de actividades, auto-productivas, creadoras de sentido, de lazos
entre los seres humanos y totalmente autónomas (Gorz 1997). Esas transforma-
ciones del trabajo humano fundamentan su propuesta de garantizar a todos los ciu-
dadanos un ingreso básico suficiente, independiente del tiempo de trabajo y final-
mente del trabajo en sí mismo. Sería un ingreso mínimo (no propiamente de inser-
ción como el caso del ingreso mínimo de inserción francés) o mejor aún un "in-
greso ciudadano". Se trataría entonces de tomar en cuenta que, en nuestros días el
derecho a un ingreso, a la ciudadanía plena, al desarrollo de la personalidad y a la
identidad de cada uno, ya no pueden estar más centrados sobre el trabajo y depen-
der del desempeño de un empleo. Esto exige, en consecuencia, cambiar la socie-
dad (Gorz 1997).
A. Gorz reconoce que actualmente el trabajo se caracteriza por ser heteróno-
mo, haber perdido o no haber logrado la total autonomía, y por impedir la realiza-
ción personal. Entonces, la autonomía y la realización personal se lograrían fuera
del ámbito del trabajo asalariado, en el tiempo de no-trabajo, pero un tiempo libre
que no sería simplemente el equivalente del "ocio" en sentido peyorativo.
Según el autor tampoco bastaría entonces con instaurar la propiedad común o
social de los bienes de producción para que el trabajo se vuelva autónomo, debi-
do al imperativo de la eficacia, -que emana del nuevo sistema técnico-, y a la di-
visión del trabajo que predominaran en las economías centralmente planificadas
del "socialismo realmente existente", del que fue y es un fuerte crítico.
Por esa causa, A. Gorz predice proféticamente el fin de una sociedad fundada
centralmente en el trabajo -concebido como una forma de empleo, que es pre-de-
finido social y jurídicamente y ejecutado en contrapartida de un salario-, dado que
en estas condiciones no se podría lograr el ejercicio de un trabajo verdaderamen-
te autónomo. Entonces, concluye Gorz, no es en el trabajo sino "en la reducción
del tiempo de trabajo socialmente necesario, que las personas podrían encontrar
su libertad para vivir una vida emancipada y a la medida de la dignidad humana".
Se debería entonces abolir el trabajo, bajo su forma actual, para poder vivir.
La reducción del tiempo de trabajo debería dejar tiempo libre para actividades
auto-determinadas, más que para permitir hacer otros trabajos remunerados. En
síntesis, se debería trabajar menos y de otra manera, habría que crear nuevos es-
pacios para nuevos proyectos de vida y dejar lugar para la expresión de nuevas
formas de solidaridad y de sociabilidad, ya que los individuos necesitan poder dis-
poner de tiempo libre para desarrollar su imaginación y sus capacidades cogniti-
vas. 
Para codificar esa propuesta se debería establecer un nuevo contrato social
(Gorz 1994) negociado entre las partes, asegurando de manera incondicional un
"ingreso ciudadano" (diferenciado del RMI que está vigente en Francia actual-
mente), que no se estableciera en contrapartida del trabajo o de la voluntad de in-
sertarse en el mercado de trabajo; sería un contrato por el cual el individuo y la so-
El futuro del trabajo - El trabajo del futuro
66
ciedad adquieren y se reconocen derechos y deberes recíprocos, de uno sobre el
otro, acordándose:
- no disminuir el salariomínimo real vigente,
- no aumentar los precios de venta de los artículos, dado el aumento de la produc-
tividad,
- no impedir la reducción del costo laboral unitario resultante de la utilización de
nuevas tecnologías que aumentan la fuerza productiva del trabajo,
- preservar un sistema de precios compatible con la permanencia de las profesio-
nes,
- cambiar las normas de consumo, incrementando el impuesto al consumo de los
bienes suntuarios, y
- promover la creación de empleos de proximidad.
En el futuro el trabajo consistiría en otro tipo de ocupación, de carácter inter-
mitente y que sería menos importante para el sentido de la vida y la imagen que
cada uno se hace de sí mismo. Habrá entonces una ruptura con el pasado, pues
antes la vida estaba centrada en el trabajo, todavía el trabajo y el ingreso estaban
directamente relacionados entre sí.
Los nuevos puestos de trabajo, -que él supone serán discontinuos, temporarios,
de tiempo reducido y en consecuencia de baja productividad-, serán empleos no
estandarizados, no permanentes, pues según su análisis solo subsistirían como em-
pleos aquellos trabajos que tengan una gran demanda. Pero, propone A. Gorz, se
debería asegurar un ingreso continuo para remunerar trabajos de naturaleza dis-
continua, similar a los ingresos normales de los trabajadores de esa profesión. Y
entre dos empleos discontinuos, los trabajadores deberían continuar percibiendo
un ingreso, algo así como el actual seguro de desempleo en los países capitalistas
industrializados.
La evolución histórica de la economía, según él, va en la dirección de una em-
presa sin trabajadores asalariados permanentes y donde predominará el trabajo fle-
xible y a tiempo parcial libremente elegido. La nueva empresa adoptará la forma
de una red de micro-empresas individuales, compuestas esencialmente de capital
intelectual, firmas que vendan productos intangibles. Las rentas serán cada vez
más tecnológicas y cada vez provendrán menos del trabajo humano material.
La eliminación de la condición salarial sería buena para A. Gorz, si los seres
humanos lograran dominar el cambio no sólo de la forma y la naturaleza del tra-
bajo, sino también de la naturaleza del capital y de la riqueza. 
Al cuestionar las ideas del trabajo como fundamento de la vida y de la socie-
dad, y como la esencia del hombre, A. Gorz estaría cuestionando al mismo tiem-
po el poder que el capital y la empresa ejercen sobre las personas. Por lo tanto, si
se insistiera en afirmar la centralidad del trabajo, eso significaría negar la existen-
cia de una sociedad diferente de la sociedad salarial.
Julio César Neffa
67
Estas son de manera resumida, las principales propuestas de André Gorz. Pe-
ro al mismo tiempo que reconocemos su lucidez, capacidad crítica y su poder es-
timulante, consideramos que su razonamiento contiene varios puntos débiles. 
El primero de ellos es sin duda el que se refiere a las magnitudes del empleo
y el desempleo. Estadísticamente, el número total de obreros y empleados y de ho-
ras de trabajo no ha disminuido, si bien ha cambiado profundamente su naturale-
za. Cuando crece el desempleo, lo que sucede es que la población económicamen-
te activa crece más rápido que el número de los empleos creados. 
Otro error es el de no percibir todas las dimensiones psíquicas y mentales del
trabajo, pues por ejemplo, al referirse al trabajo administrativo llega a decir que
"los millones de empleados o de técnicos que trabajan frente a las pantallas video
-terminales no realizan nada tangible. Su actividad práctico-sensorial se reduce a
una gran pobreza; su cuerpo, su sensibilidad se ponen entre paréntesis" (Gorz
1994).
En sus escritos, André Gorz confunde a veces, y en otras no distingue bien, en-
tre los conceptos de actividad, trabajo y empleo tal como lo definimos anterior-
mente y su razonamiento y críticas están centrados más bien sólo en el trabajo asa-
lariado. 
Las profecías de Gorz sobre el fin de "la sociedad del trabajo" evidentemente
no se cumplieron, y en su lugar se observan la persistencia de altas tasas de de-
sempleo involuntario, la segmentación de los mercados de trabajo, la heterogenei-
dad de formas de empleo y su creciente precarización.
Las posturas de André Gorz son también criticadas desde el interior del mar-
xismo, pues según este autor la liberación del trabajo (del trabajador) y su autono-
mía no dependen solamente del fin de la lógica del modo de producción capita-
lista y de la abolición de la propiedad privada. Para Gorz, tomando distancias del
marxismo ortodoxo, a partir del momento en que se alcanzara ese estadio, la lu-
cha debería continuar contra la heteronomía, por la autogestión y la autonomía. 
1.5. Algunas críticas a las teorías que profetizan el "fin del trabajo"
Creemos que son efectivamente cuestionables las afirmaciones centrales de A.
Gorz y de J. Rifkin, acerca de que habría cada vez menos trabajo (Husson 1998).
Para demostrar la debilidad del análisis y de las propuestas de Rifkin, M. Hus-
son hizo un estudio comparando lo sucedido en Francia en el largo plazo (los cien
años que van de 1896 a 1996). 
En ese período hubo un importante crecimiento de la productividad, a pesar de
que su velocidad habría disminuido en las últimas décadas. En efecto, entre 1896
y 1996, la productividad horaria del trabajo habría crecido 13,7 veces; la produc-
ción que al comienzo se hacía en una semana, al final del período se hacía en 4
horas, y lo que antes se producía en una hora, se realiza en 4 minutos. 
El futuro del trabajo - El trabajo del futuro
68
El incremento del PBI creció a una tasa anual promedio de 0,75%, con lo cual
el PBI se multiplicó por 9,2 veces y el PBI per capita por 7,7 veces. Pero el nivel
de vida, medido por el crecimiento de los ingresos reales, solo se multiplicó por
6. Por su parte, la duración anual promedio del tiempo de trabajo per cápita dis-
minuyó a la mitad a lo largo de ese siglo. En consecuencia, estima Husson que co-
mo el PBI per capita creció a una tasa anual del 2,06%, y la duración del tiempo
de trabajo disminuyó al 0,58%, la productividad horaria per cápita creció a una ta-
sa anual del 2,65%.
Estos datos se deben confrontar con "la paradoja de Solow", es decir, la recien-
te disminución de la tasa de crecimiento de la productividad y, por otra parte, con
el fenómeno del crecimiento global y per cápita del volumen de horas de traba-
jo que se constata en los USA. En términos globales, se observa por una parte el
incremento del número absoluto de personas ocupadas y de horas de trabajo,
dentro de los países de la OCDE, al mismo tiempo que la disminución de horas de
trabajo per cápita en el caso de la mayoría de los países de Europa occidental.
El desempleo debería explicarse, entonces, no tanto por la disminución de los
ocupados o del número total de horas de trabajo (pues las estadísticas prueban
exactamente lo contrario), sino porque la tasa de crecimiento de la PEA es su-
periora la del empleo. En el caso de Europa occidental, las elevadas tasas de de-
socupación se mantienen, dando lugar al fenómeno de histéresis, pero desde hace
un lustro disminuyen lentamente, al mismo tiempo que baja la duración efectiva
del tiempo de trabajo per cápita. 
La disminución del volumen de empleo y de las horas de trabajo son claramen-
te visibles en el sector manufacturero, pero al mismo tiempo crecen y se compen-
san en las actividades terciarias y de servicios. Por otra parte, en todos los secto-
res y ramas de actividad se incrementa el contenido inmaterial del trabajo. Tam-
bién baja permanentemente la parte relativa de los salarios directos sobre el costo
total de producción, debido al incremento de la productividad, pues se trata de un
factor cuyo requerimiento por unidad de producto es muy flexible a la baja por el
impacto del cambio tecnológico. Pero esos fenómenos esconden otro y es el cre-
cimiento de las actividades de producción externalizadas, tercerizadas, la subcon-
tratación, el trabajo a domicilio, etc., donde se llevana cabo buena parte de las ac-
tividades materiales y de servicio a las firmas, que anteriormente eran desarrolla-
das en el seno de las empresas industriales. 
En teoría, el crecimiento de la productividad puede utilizarse básicamente pa-
ra varios fines, afirma M. Husson: para incrementar el salario real per cápita, y al
mismo tiempo disminuir la duración del tiempo de trabajo o, por el contrario, dis-
minuir la parte de los salarios en el valor agregado y aumentar así el volumen y
las tasas de ganancia. 
Ahora bien, lo que sucedió de hecho históricamente en los países más indus-
trializados de la OCDE fue lo siguiente: durante la vigencia del modo de desarro-
Julio César Neffa
69
llo "fordista" en esos países, se utilizaron las dos primeras modalidades de repar-
to de las ganancias de productividad y los empresarios no se vieron perjudicados
por ello, porque si bien disminuyó la ganancia por unidad de producto, se com-
pensó con creces con el incremento del volumen de la producción, que devino ma-
siva. Luego de la crisis y del progresivo agotamiento de ese modo de desarrollo,
desde mediados de los años 1980, bajó la tasa de crecimiento de la productividad,
disminuyó la velocidad con que crecían los salarios reales per cápita, aunque en
promedio siguieron creciendo, bajó la duración de la jornada de trabajo aunque no
de manera significativa; en contrapartida crecieron de nuevo las tasa de ganancias
y la parte de los beneficios del capital dentro del valor agregado. 
Ahora bien, si una de las causas de la crisis del fordismo se debió a que la pro-
ductividad creció a una tasa inferior que en el pasado, desalentando a los empre-
sarios y disminuyendo la tasa de inversión, en la nueva configuración del modo
de desarrollo la "moderación salarial", la disminución de la parte de los salarios
dentro del valor agregado y la reducción del salario indirecto a cargo del Estado -
medidas adoptadas para controlar la inflación-, aumentaron las tasas de ganancia
pero generaron un problema de insuficiencia del lado de la demanda, que frena el
crecimiento. 
En estas circunstancias, si se produjera una disminución de la duración per cá-
pita del tiempo de trabajo, sin disminución de los salarios, ello contribuiría a com-
batir la desocupación sin que se modificara hacia abajo el volumen total de la pro-
ducción. En lugar de postular la creación del "tercer sector" propuesto por Rifkin,
habría otra opción, dice Husson, dado que en el largo plazo se obtendría el incre-
mento de la productividad. La misma consistiría en "disminuir las tasas de ganan-
cia de los rentistas, reducir el tiempo de trabajo sin disminución de los salarios,
aumentar los salarios reales de los trabajadores empleados, crear las condiciones
para que las mujeres puedan acceder al empleo fuera del hogar y desarrollar el se-
guro de desempleo para quienes no tengan empleo".
Para Husson, "en filigrana, debajo de esos argumentos (de J. Rifkin) está la
afirmación de que como se reduce tanto el trabajo material, este perdería su actual
centralidad, se iría perdiendo la substancia del valor trabajo y dejaría de tener vi-
gencia la teoría del valor trabajo". Pero coincidiendo con J. M. Harribey y otros
autores, Husson concluye afirmando que el incremento de la productividad apa-
rente del trabajo, en lugar de invalidar la teoría del valor trabajo, por el contrario
la demuestra y la fortalece (Husson 1998). 
2. Trabajo asalariado y actividad 
2. 1. Hannah Arendt: trabajo, obra y acción
La filósofa alemana Hannah Arendt en su libro La condition de l’homme mo -
derne, trata sobre "las más elementales articulaciones de la condición humana",…
"que son permanentes, es decir que irremediablemente no pueden perderse mien-
El futuro del trabajo - El trabajo del futuro
70
tras no sea cambiada la condición humana"... "excluyendo a la más pura actividad
de la que es capaz el hombre, la de pensar",… "buscando analizar en el tiempo la
alienación del mundo moderno". Fiel a la tradición de los filósofos griegos y de
sus maestros Heideger y Husserl, H. Arendt reivindica la primacía absoluta de las
actividades cognitivas -la contemplación- frente a la actividad y al trabajo, siendo
este último considerado como una atadura, un obstáculo a la verdadera vida. La
verdadera libertad se conquistaría cuando los seres humanos se liberaran del tra-
bajo, en tanto que necesidad (Arendt 1988).
Siguiendo la tradición de los grandes filósofos griegos, H. Arendt hace la dis-
tinción entre trabajo y obra. El trabajo es un proceso incesante, repetitivo, propio
de un organismo viviente, destinado a obtener los recursos para satisfacer las ne-
cesidades vitales y reproducir la fuerza de trabajo. Tiene entidad independiente-
mente de sus resultados. Por eso es que para K. Marx, "el trabajo es la esencia del
hombre". Por otra parte, la obra termina cuando se produce el objeto, que tiene una
utilidad. 
Es la sociedad moderna la que glorificó el trabajo y transformó toda la socie-
dad en "una sociedad de trabajo", con la paradoja, dice ella, que la sociedad de tra-
bajadores está a punto de ser liberada de las trabas del trabajo, porque "en muy po-
cas décadas la automatización vaciará las fabricas y liberará la humanidad de su
más antigua y natural carga, la del trabajo y la servidumbre de la necesidad". 
En La condition de l’homme moderne, H. Arendt define lo que llama la "so-
ciedad del trabajo" o "sociedad de trabajadores", denominación que sirve para
orientar el estudio de este tema, tal como lo trata M. Aglietta al referirse a la so-
ciedad salarial: "para tener una sociedad de trabajadores es preciso solo que
todos sus miembros consideren su actividad, sea cual fuere, como un medio
de ganarse la vida y sostener a su familia".
Debido al progreso científico y tecnológico, la sociedad de trabajadores se li-
braría de las cadenas del trabajo pero "esta sociedad ya no sabe nada de las acti-
vidades más excelsas y enriquecedoras por las que merecería la pena ganar esa li-
bertad"; a pesar de que, siguiendo el ejemplo de los filósofos griegos, se pudiera
dedicar a la belleza, a la polis, a la contemplación, que en sí mismas son fuentes
de placer. Se estaría así frente a la perspectiva de una sociedad sin trabajo, mien-
tras "la sociedad de trabajadores"... "no sabría qué hacer con esa posible libertad".
Ya no se sabe "por qué trabajamos con tanta sensación de urgencia", concluye H.
Arendt (Arendt 1988). 
"La sociedad está atada a la necesidad porque la mayor parte de nuestra vida
está dedicada a ganar los medios para reproducirla…; se olvida así -según la au-
tora-, que el hombre puede aspirar a otras ocupaciones y no solo, relacionarse con
el mundo para producir y consumir, para reproducir las condiciones de vida, de-
jando de lado lo que constituye la esencia del hombre: el pensamiento, la obra, el
arte". 
Julio César Neffa
71
Las actividades más importantes del hombre en su vida activa según H.
Arendt, son el trabajo, la obra y la acción. Por la acción, los seres humanos se di-
ferencian cualitativamente del resto de la naturaleza, realizando actividades sin
que sea necesaria la mediación de las cosas y de la materia; la labor es la activi-
dad biológica del ser humano para atender a las necesidades de la vida, y el traba-
jo es una actividad no natural, que crea un mundo artificial, desvinculado del ci-
clo vital de la especie humana, pero que le permite permanecer y trascender en el
tiempo.
H. Arendt establece por un lado la distinción entre la vida humana como con-
junto de actividades que buscan elevar a los individuos y por otro, las actividades
tendientes a producir y reproducir el esfuerzo requerido como condición para la
sobrevivencia. Para ella, "una actividad es tanto más humana cuando más se dis-
tancia de la necesidad". Entonces, el trabajo como necesidad se inscribe en el mar-
co de una actividad ineludible y ejercida obligatoriamente, que produce y repro-
duce las condiciones necesarias para la sobrevivencia. Finalmente, interpreta que
el trabajosignifica una pena, un sufrimiento y hasta lo considera con un carácter
destructor (Arendt 1988).
Según H. Arendt, la actividad de trabajo es parte integrante del proceso vital,
una obligación derivada de la necesidad, y da lugar a una concepción del trabajo
que, en nuestra opinión, parecería muy limitada. 
En síntesis, ella postula que el trabajo no constituye el centro de la sociedad ni
el principal vínculo social, y por esa causa critica también a Marx, acusándolo de
ser reduccionista, al proponer que la producción y la riqueza constituyan la fina-
lidad de la sociedad y su principal medio de expresión. "En una humanidad com-
pletamente socializada, dice H. Arendt, que no tendría otra meta que ocuparse de
la reproducción de la vida, -es el ideal que de ninguna manera es utópico, ¡lamen-
tablemente!, y guía las teorías de Marx- no quedaría lugar para ninguna distinción
entre el trabajo y la obra; toda obra se habría convertido en trabajo" (Arendt 1988). 
Según D. Méda, H. Arendt critica la idea de que el trabajo sea antes que nada
una relación social que estructura nuestra vida y determina todo el resto de nues-
tras relaciones sociales. Si se pensara que el trabajo es el centro de la sociedad, co-
mo relación social, tendríamos una idea muy pobre del lazo social e implicaría re-
chazar que el orden político es diferente al orden económico; sería olvidar que la
sociedad tiene otros fines que la producción de riqueza y que los seres humanos
tienen otros medios de expresión que la producción y el consumo (Méda 1996). 
Pero tal vez el principal error de Arendt consista en haber confundido el traba-
jo con la actividad, razón por la cual su crítica a la centralidad del trabajo se ve en
gran medida debilitada.
El futuro del trabajo - El trabajo del futuro
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2.2. Dominique Méda: el reconocimiento de la existencia
de diversas esferas y de la ¨plena actividad¨
Dominique Méda es una conocida filósofa y cientista política francesa. Cuan-
do escribió sus principales obras ya se desempeñaba como funcionaria del Minis-
terio de Trabajo en la DARES (Dirección de Coordinación de Investigaciones,
Estudios e Estadísticas). Sus publicaciones más importantes sobre el tema son: El
trabajo, un valor en vías de desaparición, El valor trabajo visto en perspectiva, y
¿Qu´est-ce que la richesse? Junto con Juliet Schoor escribió Travail: une révolu -
tion à venir.
Su análisis crítico del trabajo en la situación actual es original y ha contribui-
do mucho a intensificar el debate en los ámbitos político y académico.
Para Méda, el concepto de trabajo ha ocupado todo el espacio y el tiempo so-
cial. La noción actual de trabajo corresponde al siglo XIX, pero ha confundido el
trabajo (labor) con la obra (work). En consecuencia, la posición que ocupa actual-
mente el trabajo es un hecho histórico, sin carácter estructural y podría haber sido
diferente. Su tesis central es que "el trabajo no sería una categoría antropológica,
una invariante de la naturaleza humana,... sino una simple categoría histórica,...
vinculada a una época particular, posterior a ese maravilloso tiempo griego" (Mé-
da 1995). 
Critica la concepción teórica que hace del trabajo la esencia del ser humano,
permitiendo la realización del hombre mismo por medio de sus obras, es decir un
trabajo que estaría en el centro de la vida social y sería el principal modo de vin-
culación entre los seres humanos.
Postula, a partir de su profundo análisis de textos filosóficos y económicos,
que el trabajo ha evolucionado considerablemente a lo largo del tiempo, pero que
no siempre fue concebido como realización del hombre y como vínculo social.
Ese concepto con esas características sólo comenzó a construirse después de la re-
volución industrial y de la emergencia del trabajo asalariado. Por lo tanto, afirma
Méda, el trabajo es una categoría histórica relativa y no tiene una esencia an-
tropológica. Es decir, en otros términos, que el trabajo tal como se percibe actual-
mente (reducido esencialmente al trabajo asalariado) no constituye la esencia de
los seres humanos. Al igual que para H. Arendt, el trabajo sería solamente una re-
lación del hombre con la naturaleza para satisfacer necesidades humanas. 
Asignar la denominación de trabajo a un número muy importante de activida-
des no parece ser la buena solución según la autora, pues si estas no dan lugar a la
producción de bienes o de servicios, en vez de trabajo estaríamos solamente en
presencia de una actividad. Su propuesta alternativa consiste en postular la plena
actividad, donde cada uno tuviera un empleo y al mismo tiempo desarrollara otro
tipo de actividades, dejando de lado la idea de que estas se reducen solamente a
las de carácter productivo (Méda 1995 y 1998).
Julio César Neffa
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Sería recién con la revolución industrial cuando los seres humanos acuñaron
el sentimiento de que se puede dominar y domesticar la naturaleza gracias al tra-
bajo, apoyado en las maquinarias y equipos; desde entonces el trabajo habría co-
menzado a verse como una actividad humana esencial, que los hombres realizan
individualmente y donde se establece entre ellos una relación social. Gracias al es-
fuerzo realizado con ayuda de las máquinas, los seres humanos aceleraron a par-
tir de allí el proceso de dominación y de transformación del mundo, para extraer
sus riquezas y hominizarlo, proceso que los alemanes llaman cultura. 
Según D. Méda, este trabajo es una construcción histórica y el lugar que ocu-
pa actualmente en la vida social no es una característica estructural de las socie-
dades humanas. El trabajo abstracto, tal como lo percibimos en la actualidad, re-
cién comienza a tener realidad histórica en el siglo XVIII, desde la revolución in-
dustrial, y por lo tanto pensar que el trabajo bajo sus formas actuales ha existido
siempre, y que los seres humanos trabajaron siempre de igual manera sería una
ilusión retrospectiva (Méda 1995 y 1996). El trabajo en su forma actual es un fac-
tor de producción sometido a la lógica de la racionalidad económica y de la efica-
cia; surge históricamente cuando se consolida la emergencia de los individuos
frente al Estado y pasa a ser el principal medio para aumentar la riqueza social,
por lo que ha sido sobrevalorado. Como en las circunstancias actuales el trabajo
remunerado está sometido a la lógica de la producción y de la eficacia, no sería
suficiente para cumplir con todas las funciones que se le asignan: servir de iden-
tidad a las personas, mantener el vínculo social e integrar las personas a la socie-
dad (Méda 1995).
Desde hace dos siglos se han organizado todas las relaciones sociales en torno
al trabajo y pareciera que no puede concebirse otro tipo de actividad colectiva,
otra manera de expresarse y otro fundamento del vínculo social que el trabajo. Es-
ta ha pasado a ser la condición principal para pertenecer a la sociedad, el factor de
identidad esencial; las personas que carecen de trabajo estarían desposeídas de to-
do; el trabajo sería la única actividad colectiva y el resto pertenece a la esfera pri-
vada. 
Como el trabajo asalariado no puede cumplir con esas funciones, según la au-
tora, se debería organizar la sociedad de otra manera, y crear otros vínculos que
no estén basados solamente en el trabajo. Por eso propone distinguir entre la acti-
vidad (manifestación de la vida en sus diversas dimensiones) y el trabajo, siendo
éste una de las actividades, la que está relacionada solamente con la producción. 
Pero dado que actualmente predomina el desempleo, solo para una parte redu-
cida de la población el trabajo es fuente de satisfacción personal. D. Méda afirma
entonces que además del trabajo, hay otras actividades que deben ser desarrolla-
das por parte de las personas para ser plenamente humanas: políticas, sociales, re-
feridas a la cultura, las actividades privadas (el cultivo de la amistad y de la vida
familiar) y el trabajo doméstico. Méda tiene una opinión negativa del "salario ma-
El futuro del trabajo - El trabajo del futuro
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ternal",porque en el caso de existir, eso induciría a alejar a las mujeres del mer-
cado de trabajo y reducirlas a la mera actividad doméstica.
A pesar del reconocimiento de la amplitud y la permanencia del desempleo en
los países europeos y especialmente en Francia, ella acepta finalmente utilizar el
concepto de pleno empleo, que implica el reparto del trabajo, siempre que signi-
fique para cada individuo el acceso a un empleo con una duración más reducida
que la actual y que le deje a cada persona el espacio y el tiempo disponible para
consagrarlo a otras actividades privadas y colectivas. 
Esta propuesta se enfrenta en la realidad con la situación de las empresas, que
quieren que su personal trabaje muchas horas y no son muy partidarias del traba-
jo a tiempo parcial; eso les exigiría cambiar la organización del trabajo y reducir
el grado de dependencia de sus empleados respecto de la empresa (Méda, Schoor
1996).
Méda distingue diversas visiones acerca del futuro deseable del trabajo. Para
Marx debería haber una transición desde el reino de la necesidad hacia el reino de
la libertad, aboliendo el trabajo asalariado y reduciendo al mínimo el peso del tra-
bajo abstracto gracias al incremento de la productividad. Por el contrario, los so-
cialistas y socialdemócratas no pretenden abolir el trabajo asalariado, sino que
buscan otorgar más derechos al trabajo asalariado, incrementar los salarios, prote-
ger el empleo, desarrollar la seguridad social, mediante la negociación colectiva y
la intervención del Estado en la vida económica y en la reproducción de la fuerza
de trabajo (Méda 1996).
Para Méda, Adam Smith y Marx tienen un enfoque esencialmente económico,
donde el orden social se basaría solamente en la producción. Los conflictos allí ge-
nerados podrían resolverse sin necesidad de salir de la esfera de la producción, con
lo cual se estaría subvaluando la política.
Critica también a la economía política (neoclásica) por sus postulados indivua-
listas, por concebir a la sociedad como una simple colección de individuos, pero
al mismo tiempo recuerda que para Marx y los socialistas utópicos, el trabajo es
una actividad propia del hombre, una necesidad. Ahora bien, como actualmente el
trabajo está alienado, solamente podría ser una actividad libre y creativa cuando
se suprimiera el régimen de trabajo asalariado y se llegara a la abundancia; enton-
ces ya no habría diferencias entre trabajo y ocio.
Méda pone de relieve una serie de contradicciones en la concepción tradicio-
nal del trabajo. Este es concebido como una actividad colectiva, que organizaría
la solidaridad entre los miembros de la empresa vistos como seres iguales, un me-
dio para encontrar un reconocimiento social, para expresar la utilidad social de la
actividad, para integrarse a la vida social a partir de la empresa. 
Sin embargo, predominan las tendencias hacia la individualización de las rela-
ciones de trabajo y la personalización del salario; el derecho colectivo del trabajo
aparece mucho tiempo después que el derecho individual y vendría a agregarse a
Julio César Neffa
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aquel, siguiendo la concepción económica del trabajo abstracto y del salario, acu-
ñadas en el siglo XVIII, donde se afirmaba la primacía del individuo sobre el gru-
po; el salario indirecto –o sistema de seguridad social- refuerza el derecho indivi-
dual, pues los familiares no pueden beneficiarse por sí mismos, sino por su rela-
ción con un asalariado y los beneficios no son iguales para todos, dado que depen-
den del monto de las contribuciones y del tiempo de las mismas; los empleado-
res son los que deciden en cuanto a los procesos de selección, reclutamiento, cla-
sificación dentro de la grilla del convenio colectivo o del estatuto, y en cuanto a
la organización del trabajo. La concepción tradicional de productividad (en fun-
ción de la cual se fijan los salarios) dependería solo del esfuerzo y buena volun-
tad del trabajador, dejando de lado la contribución del progreso general en mate-
ria de educación y formación profesional, y sin tomar en cuenta el aporte subjeti-
vo del trabajador, en términos de actividad cognitiva, para adecuar el trabajo pres-
cripto a la realidad y resolver los problemas que se presentan, de involucramien-
to, de comunicación y de cooperación. El trabajo abstracto vendido contra el sa-
lario sería un costo de producción; para que la firma sea competitiva debe dismi-
nuirse como los otros. El Estado "benefactor" o "providencia" es cuestionado, por-
que una generosa protección social desalentaría la búsqueda y permanencia en el
empleo (por ejemplo un ingreso mínimo de inserción o un seguro de desempleo
superiores al salario mínimo). Las empresas buscan motivar a los trabajadores con
el objetivo de aumentar la producción, más que para crear una comunidad de tra-
bajo, o una sociedad en miniatura donde todos fueran iguales, dado que el contra-
to de trabajo implica en su esencia la subordinación y dentro de ella existen traba-
jos precarios (Méda 1995). 
Dice Méda, en su reciente publicación Qu'est-ce que c'est la richese?: "mi po-
sición consiste, desde mi libro precedente, en poner en cuestión la primera de las
dos equivalencias que aceptan las teorías mencionadas: para mí la producción no
agota la idea de riqueza, la riqueza no se reduce a la producción. Por consiguien-
te el trabajo -actividad humana que realiza la producción- no es la única actividad
humana susceptible de dar lugar a un suplemento de valor o de riqueza. Pensar la
vida como un trabajo perpetuo de producción -producción del sujeto y producción
de la sociedad- abre la puerta a una posible contaminación de todas las activida-
des humanas por la lógica económica de la eficacia, que rige el trabajo después de
su invención y de una manera general la actividad por la cual los seres humanos,
-dotados de medios cada vez más perfeccionados-, satisfacen sus necesidades. El
riesgo más grande al cual conduce esa lógica, si fuera llevada hasta su límite, se-
ría considerar al sujeto humano como un capital que se debe tratar de valorizar
perpetuamente" (Méda 1999). 
Las propuestas de D. Méda, pueden resumirse así: reducir la dominación que
ejerce actualmente el trabajo respecto de las demás actividades humanas, para lo
cual habría que "desencantar el trabajo". "Se debería reducir la dominación del
empleo sobre cada uno de nosotros, reducir su duración y dejar más tiempo y ma-
El futuro del trabajo - El trabajo del futuro
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yor espacio para otras actividades además del ocio: políticas, culturales, sociales,
amicales, familiares, amorosas. Cada persona debería estar en condiciones de ejer-
cer todas esas actividades, porque son útiles para la cohesión social, procuran una
utilidad, y otorgan una real dignidad a quien las lleva a cabo" (Méda 1999). 
La valorización del trabajo en su doble dimensión de realización personal y de
elemento constitutivo de la relación social, emerge recién en el siglo XIX. "El si-
glo XIX en su concepción prometeica de la historia del hombre, ha triunfado pa-
ra hacer soñar con el trabajo como la actividad que algún día permitiría a la vez a
cada individuo expresarse y a la sociedad mantenerse unida. Pero se trata de un
sueño, una ilusión. Desencantar el trabajo significa para mí cesar de creer que ese
sueño se realizará un día, cesar de fijar todas nuestras energías utópicas sobre el
trabajo, cesar de poner toda la atención en el trabajo y esperar de él, y solo de él,
un ingreso, pero también y conjuntamente un desarrollo de la personalidad, la
transformación del mundo y que tome a cargo la relación social". Para ello sería
necesario "cesar de creer que nosotros no tendremos futuro sino en el trabajo,
siempre en más trabajo, un trabajo que estaría en curso de transformación, porta-
dor de sentido, autónomo, un lugar para la expresión de uno mismo, un trabajo-
vocación capaz de cargar consigo todas las esperanzas humanas". "Desencantar el
trabajo consistiría en permitir a los workólicos que rompieran esos lazos, para re-
considerar

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