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LA DUDA PATOLOGICA

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GIORGIO NARDONE la duda patologica 
Giorgio Nardone: "Es una perversión de la 
inteligencia creer que la razón lo solventa 
todo" 
Este psicólogo, reconocido internacionalmente, defiende 
que todos podemos ser víctimas de la duda patológica 
Sanidad | 15/05/2012 - 00:02h 
 
El psicólogo y terapeuta, Giorgio Nardone LV / David Airob 
 
Josep Fita | Sigue a este autor en Twitter o Google + 
Redactor 
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Creador de la Terapia Breve Estratégica, y considerado como uno de los mayores 
exponentes de la llamada Escuela de Palo Alto, este profesional de la psicología lleva más 
de veinte años solucionando los problemas psicológicos de sus pacientes en su centro de 
Arezzo (Italia), fundado juntamente con quien fuera su maestro, Paul Watzlawick. 
Reconocido internacionalmente como uno de los terapeutas más creativos y rigurosos, es 
autor de casi una treintena de libros. El último, acaba de ver la luz: Pienso, luego sufro. 
 
Su último libro versa, en esencia, sobre la duda patológica. ¿De qué hablamos cuando 
hacemos referencia a este concepto? 
Es cuando un sujeto entra dentro de un laberinto mental, donde la persona continuamente 
intenta obtener respuestas correctas a través de preguntas mal formuladas. Este laberinto se 
transforma en una trampa mortal que, en su máxima expresión, que puede llevar a un 
trastorno obsesivo paranoico y psicótico. Kant decía que antes de pensar en la respuesta, 
hay que analizar si la pregunta que nos hacemos es correcta. 
 
Nos obsesionamos en obtener la respuesta que nos tranquilice, cuando partimos de 
una pregunta errónea… 
Esa es la trampa. La necesidad de encontrar la seguridad es, a la vez, una imposición para 
encontrar una respuesta tranquilizadora. Cuanto más busques las respuestas, más surgirán 
las preguntas. 
 
¿Se trata de una anomalía que la modernidad ha acentuado? 
Sin duda, porque la modernidad ha incrementado la idea de que el ser humano puede tener 
el control de todo. La ilusión de que a través del razonamiento racional yo puedo manejarlo 
todo crea una confrontación frente a la realidad. Y cuando esto sucede, la persona que la 
padece se desmorona. 
 
Aunque parezca contradictorio, usted defiende que con la llegada del razonamiento 
apareció también la duda… 
Así es. La duda y el razonamiento racional son complementarios. Si yo busco una respuesta 
racional a una pregunta que no tiene solución, que es indecidible, entraré en una trampa de 
la que no podré escapar. 
 
¿Todavía somos víctimas de los postulados de Platón y Aristóteles, quienes apostaban 
por un control racional de la realidad? 
Efectivamente. Aristóteles decía: verdadero o falso, y excluía una tercera posibilidad. Pero 
en la realidad hay cosas que no son ni verdaderas ni falsas, sino que son las dos cosas al 
mismo tiempo. Es la paradoja de la ambivalencia lógica. Por ejemplo, tú estás con tu mujer 
y la quieres mucho. Pero ella, antes que contigo, compartió la vida con otro hombre. Tú le 
preguntas si le quería, y ella te responde “sí, pero a ti te amo más”. Ahí está la 
ambivalencia. Lo que dice ella es verdadero y falso al mismo tiempo. En la mayoría de las 
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http://www.planetadelibros.com/index.php?ant=editoriales&tipo=buscador-eca-libro&boton_buscar=1&texto=Pienso%2C+luego+sufro
relaciones afectivas, la ambivalencia es mucho más frecuente que la racionalidad. Y es por 
esa razón. Cuando quiero resolver un problema basado en la ambivalencia a través de un 
razonamiento racional, creo una duda patológica. 
 
Conclusión: “De lo que no se puede hablar, es mejor guardar silencio”, como dijo 
Wittgenstein, al que usted cita. 
Naturalmente [risas]. 
 
¿Todos podemos ser víctimas de la duda patológica? 
Absolutamente, porque es una perversión de la inteligencia. La ilusión de creer que la razón 
lo solventa todo es una perversión de la inteligencia. A más inteligente la persona, más 
riesgo tiene de caer en la trampa. 
Entonces, ¡viva la ignorancia! 
¡No! Los ignorantes tienen la misma cantidad de dudas patológicas que las personas 
inteligentes. Lo que pasa es que se hacen preguntas más simples, pero caen en el mismo 
problema. Te pondré un ejemplo. Un hombre le dice a su mujer: “Me voy con los amigos 
de borrachera”. Y la mujer le contesta, “diviértete cariño” [risas]. El hombre pensará, 
“¿cómo es posible que mi mujer me de esa contestación?”. Es una paradoja, ¿no? Por tanto, 
no es un canto a la ignorancia lo que digo. Precisamente, para salir de la duda patológica se 
necesita un salto lógico que requerirá inteligencia. Porque para convivir con la lógica de la 
ambivalencia se necesita no sólo inteligencia, sino también una flexibilidad mental y una 
capacidad de mirar las cosas desde diferentes perspectivas. 
 
¿Qué problemas acarrea ser víctima de la duda patológica? 
La persona que la padece necesita estar tan segura antes de tomar una decisión que acaba 
por ser incapaz de decidir algo rápido. Este sería el primer efecto. Dicha realidad puede 
conducir al segundo efecto: la incapacidad de tomar decisiones. Y si el problema persiste, 
la situación se puede complicar patológicamente hasta llegar a la total invalidación de la 
persona. 
 
La duda patológica adopta multitud de formas. Usted hablaba de la perversión de la 
razón, de la inteligencia, pero estaría también la figura del inquisidor interior… 
Así es. El inquisidor interior es el que te dice que “tú siempre eres el culpable de todo”. 
También existe el saboteador interior. Es el que te va diciendo que no estarás a la altura de 
la circunstancias, “que no tienes suficiente capacidad”. Y el perseguidor interior es el que 
defiendeque “tarde o temprano las cosas irán mal”. Todas ellas son formas de duda 
patológica. Este descubrimiento deriva del estudio de las estrategias que nosotros llevamos 
a cabo desde hace muchos años. Descubrimos cómo el problema trabaja a través de la 
estrategia que lo soluciona. La solución que resuelve el problema indica cómo éste se 
estructura. Esto conlleva que utilicemos diferentes estrategias para resolver las diferentes 
formas de duda patológica. 
 
¿Y todos tenemos ese inquisidor, ese saboteador interior? 
Efectivamente. Ya sea el inquisidor, o el saboteador, o la perversión de la razón. No 
tenemos la capacidad de hacerles frente si no tenemos en cuenta el equilibrio que debe 
haber entre las preguntas y las respuestas. Cuando aparece una duda que no tiene solución, 
ninguna respuesta la bloqueará. 
 
Para invalidar la duda patológica, usted sugiere bloquear la respuesta que nos damos. 
¿Por qué no la pregunta? 
Cuantas más preguntas intentes bloquear, más preguntas crearás. Si yo me opongo a la 
pregunta, surgen más. Si yo, por el contrario, acepto la pregunta e intento bloquear la 
respuesta, atenuaré, inhibiré, la pregunta. La respuesta depende de ti, la pregunta no, 
simplemente surge, aparece. 
Y cómo hacer frente a una duda que se ha convertido ya en obsesión y que nos corroe 
por dentro… 
Primero, intentamos explicar a la persona la trampa en la que ha caído. Una vez hecho esto, 
explicamos las dos posibilidades que hay. La primera, bloquear la respuesta para inhibir la 
pregunta. Si la persona no es capaz de llevarlo a cabo, pasamos a la segunda opción. Se 
trata de escribir el desesperante diálogo interior que acosa a la persona: duda, respuesta, 
duda, respuesta… A medida que van escribiendo, son más capaces de bloquear las 
respuestas para inhibir las preguntas. Es una estrategia que funciona. 
 
Si practicamos esta gimnasia mental que usted propone, ¿acaba uno por 
automatizarla? 
La psicología aspira a encontrar el estado de tranquilidad total, pero no existe. Tú puedes 
ser el mejor en el control de tus emociones, con esta gimnasia mental de bloquear las 
respuestas para bloquear las dudas que surgen, pero cuanto más inteligente seas, más 
problemas te surgirán para que los intentes resolver. Einstein escribió: “Mayor es mi 
capacidad de descubrir, más misterios me van surgiendo”. No hay tregua. En las artes 
marciales chinas, hay una imagen bonita que lo explica. Se enfrentan los dos mejores 
maestros. Uno tiene una técnica de ataque, el otro la anula con una buena defensa. El 
primero utiliza otra, el segundo vuelve a neutralizarla. Una nueva llave recibe la misma 
respuesta… y así hasta el infinito. Estamos predestinados a bregar con nosotros mismos 
hasta el final de nuestros días.

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