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Aprender de los campeones Pep Marí 2 Primera edición en esta colección: octubre de 2011 Segunda edición: noviembre de 2011 © Pep Marí Cortés, 2011 © del prólogo: Ferran Martínez, 2011 © de la presente edición: Plataforma Editorial, 2011 Plataforma Editorial c/ Muntaner, 231, 4-1B – 08021 Barcelona Tel.: (+34) 93 494 79 99 – Fax: (+34) 93 419 23 14 www.plataformaeditorial.com info@plataformaeditorial.com Diseño de portada: Jesús Coto www.jesuscoto.blogspot.com Fotocomposición: Grafime. Mallorca, 1 – 08014 Barcelona www.grafime.com Depósito Legal: B.24.681-2012 ISBN EPUB: 978-84-15577-24-9 Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de la misma mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org). 3 http://www.plataformaeditorial.com http://www.jesuscoto.blogspot.com http://www.grafime.com A todos los deportistas, entrenadores y especialistas en ciencias aplicadas al deporte con los que he colaborado profesionalmente. De ellos he aprendido las «otras reglas del juego». 4 Contenido Portadilla Créditos Dedicatoria Prólogo Inroducción 1. La pirámide 2. Se juega como se vive 3. No hay que llorar cuando se pierde, sino cuando se traiciona el compromiso 4. Los perdedores se quejan, los ganadores aprenden 5. Ser valiente consiste en estar muerto de miedo y, a pesar de ello, subirse al caballo 6. Ningún equipo es más fuerte que el más débil de sus miembros 7. Más fórmulas en artículos periodísticos 8. Bohemios, artesanos, artistas y genios 9. Glosario de campeones Agradecimientos Referencias bibliográficas Opinión del lector 5 Prólogo Cuando Pep Marí me propuso prologar su obra sentí un cierto orgullo y agradecimiento por haber pensado en mí, un exjugador de baloncesto que intenta aprender cada día de todos los retos que se le plantean, igual que cuando jugaba, con optimismo, ilusión y buscando siempre la excelencia y el alto rendimiento en todo lo que hago. Hace ya algunos años tuve la oportunidad de conocer a Pep en una charla que ofreció en las instalaciones de la ciudad deportiva del RCD Espanyol de fútbol a los padres, entre los que yo me encontraba. Hablaba de cómo debíamos comportarnos cuando tenemos hijos jugando en un equipo. En realidad, nada nuevo para mí, ya que desde muy pequeño (a los doce años ya estaba en las categorías inferiores del F.C. Barcelona) había observado comportamientos a mi alrededor de algunos padres y madres que pensaban que su hijo sería Maradona o Michael Jordan, y en lugar de apoyarlos y estimularlos en los estudios y en la relación con sus compañeros de equipo, los presionaban y les exigían demasiado. Alguno llegó a dejar el deporte. Ahora Pep inicia esta primera aventura con un título que lo dice todo: Aprender de los campeones. El libro nos da pistas de lo que iremos descubriendo conforme vamos avanzando en sus páginas, de manera amena y práctica, con mensajes claros que seremos capaces de aplicar en nuestro día a día, seamos o no deportistas. Debo decir que comparto con Pep el siguiente mensaje: «Los principios para el alto rendimiento son los mismos para cualquier actividad». Sé por propia experiencia que lograr el alto rendimiento y la excelencia es fundamental para desarrollar totalmente nuestro potencial. Los que hemos sido deportistas profesionales, o de élite, sabemos que sin esta capacidad de buscar siempre la mejora es imposible triunfar en tu disciplina. Siempre digo que el deporte es la mejor escuela de vida posible, y sus valores, como la disciplina, el trabajo en equipo, la constancia, la gestión de las situaciones de gran presión, el optimismo, la capacidad de adaptación, la propia consciencia y muchos otros, son claramente aplicables a nuestro trabajo cotidiano y a las relaciones personales. Por esto, el autor, que trabaja con deportistas de alto nivel, y los que hemos vivido mil situaciones de máxima tensión e intensidad, como finales de Copas de Europa, Juegos Olímpicos, Mundiales y otras donde la superación personal es imprescindible, como cuando sufres lesiones graves, decepciones deportivas o cansancio físico y mental, sabemos que el ánimo y el optimismo son fundamentales. Pep Marí, en uno de los capítulos, afirma que para apoyar de manera sólida tu estado de ánimo debes flexibilizar al máximo tus creencias, combinar la humildad, la ambición y el orden en tu estilo de 6 vida, y cultivar la tolerancia, claves para no desfallecer en los momentos de duda. También es importante remarcar que el carácter aparece en los momentos de máxima presión, y de esto tenemos testimonios de muchos deportistas que aparecen en esta obra. Como jugador de baloncesto, pienso que no hay nada más motivador que jugar en un ambiente hostil, ante veinte mil aficionados rivales, con la necesidad de ganar para clasificarte para una final de Euroliga, por ejemplo. Es ahí donde el deportista saca lo mejor de sí mismo y donde crece. Si tras el partido has dado lo máximo aunque hayas perdido, te irás a casa satisfecho de tu actitud y del esfuerzo realizado, aunque lógicamente triste. Lo más importante es haberlo intentado con todas tus fuerzas. Para mí el fracaso no existe, es únicamente una oportunidad de mejora. En mi ocupación actual como asesor personal de deportistas de élite y artistas (que son espejo de los más jóvenes), y como directivo, reconozco que gracias al deporte, a los entrenadores que he tenido, a mi familia y sobre todo al sacrificio y esfuerzo personal, ahora puedo aplicar estos valores en el día a día, intentando conseguir siempre el alto rendimiento. El autor también aplica sus conocimientos en psicología para llegar a las mismas conclusiones, basadas en su experiencia como coach de deportistas. Por todo esto y por el excelente trabajo científico del autor, apoyado en numerosos ejemplos, tanto de deportistas como de diferentes situaciones, vale la pena leer este libro, que le servirá de inspiración personal para desarrollar todo su potencial, fomentando la cohesión con sus colaboradores y la mejora continua. Ferran Martínez 7 Introducción Los principios para alcanzar el alto rendimiento son los mismos para cualquier actividad Permíteme que me presente. Soy un privilegiado. Me siento muy querido, cada día puedo querer y vivo de mi pasión: la psicología. Llevo 23 años entrenando psicológicamente a deportistas de alto nivel. Dicho esto, te quiero contar una experiencia que cambió la forma de entender mi trabajo. Tuvieron que operar a mi amiga de un tumor cerebral. La operación era a vida o muerte. Me puse en la piel del cirujano que iba a operar a Teresa y me pregunté qué haría la noche anterior a la intervención. ¿Cenaría con los amigos? ¿Iría al cine con su mujer? ¿Se quedaría en casa viendo la tele? ¿Llevaría a cabo una preparación especial? ¿Qué diablos haría durante la vigilia de la intervención? A la mañana siguiente, en el quirófano, debía asumir la responsabilidad de salvar la vida a Teresa. Eso implicaba más presión de la que cualquier deportista puede llegar a sentir durante una final olímpica. La operación fue un éxito. Teresa actualmente goza de una excelente salud. Tuve la oportunidad de preguntar al cirujano por sus vivencias durante la vigilia de la intervención. Esta fue la conversación que tuve con el doctor, después de haberme presentado debidamente: –¿Cómo estaba la noche anterior a la operación? –¿Quieres que te diga la verdad? –Por favor. –¡Estaba muerto de miedo! ¿Por qué me lo preguntas? ¿Acaso tienes alguna sugerencia al respecto? –Si me ayudan a ayudarles, puede que sí… –¿Y cómo te podemos ayudar a ayudarnos? –Recomendándome libros de cirugía, explicándomecómo preparan una operación, permitiéndome entrar en el quirófano y ver cómo trabajan, qué sé yo… Acabé ofreciendo un taller de preparación psicológica para cirujanos al Colegio de Médicos de Barcelona. La mayoría de cirujanos visualizan la operación completa en la almohada durante la vigilia de la intervención. Tener clarísimos todos los pasos de la intervención es la única 8 manera de poder dormir. Los deportistas también utilizan la visualización para preparar sus competiciones. Nada otorga tanta confianza como comprobar una y otra vez que la estrategia a seguir está perfectamente clara en la imaginación. La productora de la cuarta edición del programa de televisión Operación Triunfo solicitó los servicios del Departamento de Psicología en el que desarrollo mi actividad profesional. El programa consistía en un concurso para aspirantes a cantante. Sus responsables nos pidieron que enseñáramos a los concursantes a controlar los nervios en el escenario, a sacar el máximo provecho de las clases y a convivir en la academia. Son exactamente las mismas demandas que nos hacen los entrenadores de los deportistas con los que trabajamos. Nos piden que ayudemos a sus pupilos a conseguir las siguientes destrezas: • Controlar los nervios durante el partido. • Entrenar con la máxima calidad posible. • Fomentar la cohesión entre los jugadores. Cirujanos, concursantes de un programa de televisión y deportistas de alto nivel presentan un denominador común: necesitan rendir al máximo de sus posibilidades bajo presión. El cartelito que figura en la puerta de mi despacho dice «Psicología del Deporte», pero en realidad debería decir «Psicología del Rendimiento». Y es que cada vez estoy más convencido de que los principios necesarios para alcanzar la excelencia son los mismos para cualquier actividad. En la mayoría de centros donde preparan a deportistas para la alta competición existe un Departamento de Psicología. En cualquier empresa que pretenda liderar su sector encontraréis un Departamento de Recursos Humanos. Para ser uno más no hace falta psicología. Para ser uno de los mejores es muy recomendable. Para convertirse en el mejor resulta imprescindible. Para ser el mejor camarero hace falta lo mismo que para ser el mejor futbolista. Si esto no fuera cierto, nos hubiera sido imposible (a los psicólogos de mi departamento) aplicar con éxito los mismos principios a profesionales tan variopintos como los que listo a continuación: • Camareros. • Gobernantas de hotel. • Policías y cuerpos especiales de seguridad. 9 • Músicos. • Estudiantes. • Empresarios. • Cirujanos. • Concursantes. • Bailarines. 10 1. La pirámide Un modelo es una forma de interpretar la realidad. En el Departamento de Psicología del Deporte donde desarrollo mi actividad profesional, disponemos de un modelo para ordenar los aspectos psicológicos que participan en el rendimiento. Nuestro modelo de trabajo tiene forma de pirámide y está formado por cuatro niveles. Cada nivel corresponde a un requisito psicológico necesario para alcanzar el máximo rendimiento (deportivo, en nuestro caso). Te lo presento. En la base de la pirámide tenemos el «poder aprender». Hace referencia a la personalidad del deportista y a su entorno inmediato (familia, amigos, pareja, trabajo, etc.). La manera de ser del deportista y sus circunstancias deben permitirle poder aprender, de lo contrario difícilmente llegará a rendir en la medida de sus posibilidades. Si tuviera que resumir este apartado con una sola frase utilizaría la siguiente cita de Pacho Maturana, 11 entrenador de fútbol colombiano: «Se juega como se vive». ¿Quieres que tu rendimiento sea regular, consistente y estable? Pues primero debes conseguir que tu estado de ánimo sea regular, consistente y estable. Si normalmente estás contento por la mañana, triste por la tarde y otra vez alegre cuando te vas a dormir, significa que tu humor es muy variable. Con un estado de ánimo tan variable te será muy difícil rendir siempre al mismo nivel. Para poder aprender hace falta tener una personalidad que no tienda a complicarse la vida en exceso y un entorno inmediato que no interfiera en el rendimiento. Los campeones son personas mentalmente sanas y con un entorno que, por lo menos, no resta. Y es que, a veces, la mejor manera de sumar consiste en no restar. Quiero presentarte a un campeón, se trata del extenista Àlex Corretja. Llegó hasta la segunda posición del ranking mundial de tenistas profesionales y disputó la final del Roland Garros, el torneo más prestigioso en tierra batida. Hace poco compartimos una charla dirigida a jóvenes tenistas. Uno de los niños le preguntó por el secreto de su éxito. Àlex dibujó una serie de círculos en la pizarra: la familia, los amigos, la pareja y el equipo técnico. Juntos, habían formado su entorno durante su carrera deportiva. Pues bien, tal y como dijo el propio jugador, el secreto consistió en que «todos tocaban la misma música que yo, todos remábamos en la misma dirección». El niño no quedó satisfecho con la respuesta y añadió: «¿Y qué hubiera pasado si uno de ellos no hubiera tocado la misma música?». «Tendría que haber prescindido de él, pues hubiera echado por tierra el trabajo de todos los demás…», respondió Àlex. Este es un buen ejemplo del papel que juega el entorno de los deportistas. Y es que incluso en los deportes individuales resulta imprescindible trabajar en equipo para alcanzar el máximo rendimiento. De la misma manera, el resto de mortales no deportistas, para dar nuestro 100%, necesitamos contar con un entorno que nos apoye. Difícilmente ofreceremos lo mejor de nosotros mismos en la reunión programada para primera hora de la mañana, si ayer noche tuvimos una discusión en casa. El propio Corretja nos sirve para ilustrar que los campeones son gente mentalmente sana. Su padre, Lluís, cuenta que, si tuviera que escoger entre todos los triunfos que obtuvo su hijo, se quedaría con el Premio Stefan Edberg. Se trata del primer premio que se concedía al jugador con mayor fair play del circuito profesional. Un deportista que juega limpio muestra valores, autocontrol y una fuerte dosis de humildad. Con tan sólo veintidós añitos, Àlex fue distinguido por sus compañeros por su manera de ser. Pasemos ahora al segundo nivel de la pirámide. Además de poder aprender es necesario querer aprender. Nos referimos a la motivación. 12 Para estar motivado hacen falta dos condiciones: tener muy claros los objetivos que se persiguen y pagar todo el precio para conseguirlos. Este precio está formado por tres impuestos: • Renuncias y sacrificios para poder optar al objetivo. • Esfuerzos para cumplir con el programa de trabajo que requiere el objetivo. • Aceptación de las consecuencias, tanto positivas como negativas, que se derivan de haber optado por ese objetivo y haberse comprometido con esos medios de trabajo. Pongamos un ejemplo. Yo no puedo decir que estoy motivado por ser la persona más rica del mundo. Aunque tengo muy claro que me encantaría serlo, no hago absolutamente nada para conseguirlo. De hecho, me dedico a la psicología del deporte… Y, a no ser que contrate mis servicios un jeque árabe, interesado en fundar un equipo de fútbol que plante cara al Barça, no tengo la menor opción de ganar mucho dinero. Ahora bien, sí puedo asegurar que estoy motivado por ser un buen psicólogo aplicado al deporte. Siempre ha sido mi objetivo, después de 23 años de ejercicio profesional tengo bastante claro cómo conseguirlo y cada día pago todo el precio para lograrlo. Así me va en el resto de facetas de mi vida personal. César Luis Menotti, el Flaco, el seleccionador de fútbol que hizo campeona del mundo a Argentina, tiene muy claros estos conceptos. Una de sus frases favoritas dice 13 así: «No hay que llorar cuando se pierde, hay que llorar cuando se traiciona el compromiso». Los campeones tienen muy claros sus objetivos y pagan todo el precio para conseguirlos. Hasta ahora podemos aprender y queremos hacerlo. Entonces, algoaprenderemos, ¿verdad? Todavía no; nos falta el tercer nivel de la pirámide: «saber aprender». Cuenta la biografía de Mike Tyson, campeón mundial de boxeo en la categoría de peso pesado, la siguiente anécdota. Un día, estando el púgil a punto de saltar al ring, planteó lo siguiente a su maestro: –Tengo que confesarle algo: estoy a punto de subirme a la lona y me muero de miedo… Temo que mi rival me destroce. El maestro le contestó: –Cuando dos boxeadores pisan un ring siempre hay uno de los dos que merece más que el otro ganar. Eso no significa que vaya a hacerlo. Pero creer que mereces ganar te ayuda a controlar el miedo. Si te pregunto ahora si mereces ganar, puedes engañarme. Pero si te lo preguntas a ti mismo, una vez estés en el cuadrilátero, frente a tu rival y mirándole a los ojos, entonces jamás podrás engañarte. –¿Y qué tengo que hacer para poder creer que merezco ganar el combate? –Realizar tu mejor esfuerzo en todos y cada uno de tus entrenamientos hasta llegar al combate. Hace poco un entrenador me dijo: «Sólo hay dos clases de deportistas: los que buscan una excusa para poder fallar y los que andan buscando una solución para poder acertar». 14 Y tenía razón: si cada vez que fallamos buscamos una excusa para justificar nuestros errores, entonces no tenemos la obligación de cambiar nada. Y si no cambiamos nada, no progresamos. Hace ya algún tiempo se realizó un interesante estudio psicológico. Para llevarlo a cabo se seleccionaron los mejores deportistas. Sólo pudieron participar en la investigación aquellos deportistas que habían subido al podio de su especialidad en campeonatos de Europa y del mundo. Se buscaba el común denominador de los campeones. Los participantes contestaron una batería de cuestionarios y fueron entrevistados por los investigadores. La conclusión del estudio podría resumirse de la siguiente manera: ante una dificultad, los ganadores se adaptan. Jorge Valdano, exdirector deportivo del Real Madrid, expresa la misma idea de una forma más contundente todavía: «Los perdedores se quejan, los ganadores aprenden». Asumir los errores, analizarlos y buscar soluciones son algunos de los recursos que utilizan los campeones para corregir rápidamente sus fallos. Quien sabe aprender nunca comete dos veces consecutivas exactamente el mismo error. Puede que vuelva a fallar, pero nunca por la misma razón. Después de un error viene un análisis. Un análisis que termina con una conclusión. Esta conclusión se convierte en un cambio. Puede que este cambio no sea suficiente para corregir el error. Pero aunque así fuera, algo habríamos aprendido. Ahora sabríamos que ese cambio no es la solución. Fallar consecutivamente, sin cambiar nada entre intentos, equivale a perder el tiempo. El error nos concede la oportunidad de volver a intentarlo. Eso sí, intentarlo de nuevo con un mayor conocimiento. 15 ¡Ahora sí! Si podemos, queremos y sabemos aprender, seguro que aprenderemos. Quizá no aprenderemos todo lo que se esperaba que aprendiéramos, pero con toda seguridad ampliaremos nuestro repertorio de recursos. Ahora, de lo único que se trata es de demostrar lo aprendido. Y es necesario hacerlo bajo presión, en el momento de la verdad, justo cuando toca. De lo contrario, de nada habrá valido todo el esfuerzo realizado hasta ahora. ¿De qué sirve haber estudiado mucho si nos quedamos en blanco a la hora de contestar el examen? Llega el momento de rentabilizar la inversión. Estamos en el cuarto y último nivel de la pirámide: «aprender a demostrar lo aprendido»; en otras palabras, «aprender a competir». Quiero ilustrarte este apartado con otro ejemplo real. Deporte: tiro al plato. Una máquina lanza cuatro series de 25 platos cada una; gana quien más platos rompe. Cuando el tirador está preparado grita «¡plato!» y la máquina dispara uno de ellos. Entre series pasan minutos y entre plato y plato sólo unos pocos segundos. Nuestro protagonista era un campeón del mundo de la especialidad, que necesitaba mejorar la rutina entre disparos. La rutina entre disparos es un listado de cosas que el tirador hace, siente y piensa para preparar el siguiente tiro. La rutina que tenía nuestro protagonista no funcionaba. A veces, habiendo completado este ritual y estando a punto de disparar, se sentía demasiado tenso y perdía precisión al disparar. En otras ocasiones, en cambio, terminaba la rutina y estaba demasiado relajado. Al faltarle tensión, le costaba seguir la trayectoria 16 de los platos que volaban por el cielo a gran velocidad. Realizamos un buen trabajo. Ordenamos todo aquello que ya hacía, completamos los huecos con nuevos recursos de autocontrol e integramos la visualización en su ritual. Practicó tantas veces la nueva rutina que llegó a aprendérsela de memoria. Le salía sola y parecía que había sido su rutina de toda la vida. Nuestro tirador era el vigente campeón, pero no podía relajarse porque en su región había un alto nivel en este deporte. Estrenamos la nueva rutina en una competición territorial donde participaban dos rivales que podían ganarle; sobre todo si no rendía a su nivel. Competían en el orden siguiente: uno de sus rivales tiraba en primera posición, el otro rival a continuación y nuestro campeón en tercer lugar. Luego venían el resto de participantes. • 1ª serie: los tres rompen 25 platos. • 2ª serie: de nuevo, los tres vuelven a romper 25 platos más. • 3ª serie: de 75 intentos, los tres llevan 75 aciertos. ¿Son buenos? ¡Son buenísimos! Vayamos a por la 4ª y definitiva serie, demos paso a la psicología. El primer tirador vuelve a romper los 25 platos y presiona a sus rivales, deben acertar 100 para empatar. El segundo rival acusa la presión, comete un error, se desconcentra y falla otro plato de forma consecutiva. Un rival menos para nuestro protagonista. Llega el turno del campeón. Va tirando y rompiendo todos los platos. Yo lo estaba observando. Plato 97, tira, rompe. Plato 98, dispara, acierta. Plato nº 99, tira y vuelve a romper… Plato nº 100, cambia el orden de la rutina, yo me echo las manos a la cabeza, tira y falla. Acaba la competición y tenemos el siguiente diálogo: –He cometido un error de principiante, he considerado que el plato nº 100 era más difícil que los demás. –Entonces, ¿qué has pensado? –Que si era más difícil, debía hacer algo más, algo distinto, para romperlo. –Y ha sido cuando has cambiado el orden de la rutina… –¡Precisamente por eso he fallado, por querer hacer algo especial! Hasta aquí la anécdota; ahora toca sacar una conclusión. Hacer especial una situación es la peor manera de afrontarla. Querer hacer más de lo habitual tiene dos peligros: significa admitir que con lo que sabes hacer no habrá suficiente y siembras la duda… ¿Sabré hacer bajo presión algo que ni siquiera hago habitualmente en los entrenamientos? 17 Gervasio Deferr, triple medallista olímpico en gimnasia artística, y uno de los mejores competidores que he conocido, siempre se recordaba lo siguiente, justo antes de competir: «Voy a hacer exactamente lo mismo que he hecho miles de veces en el entrenamiento…». No hacer especial una cita, una reunión, una conferencia o cualquier actuación es el primer paso para aprender a competir. Todas las citas son igual de importantes, todas las reuniones son igual de complicadas y todas las conferencias igual de difíciles. Todas son iguales, ninguna debe considerarse especial si se quiere estar a la altura. Para resumir el último nivel de la pirámide, el relacionado con tolerar la presión, utilizaré una frase de alguien que ni es deportista, ni entrenador y menos aún psicólogo (que yo sepa…). Se trata del actor de Hollywood que más westerns ha protagonizado, John Wayne. Y reza así: «Ser valiente consiste en estar muerto de miedo y, a pesar de ello, subirse al caballo». No existen dos clases de personas, las que sienten miedo y las que no. ¿Cómo quieres no sentir presión si te juegas tanto? Sí, en cambio, existen dos clases de vaqueros: los que se suben al caballo y los que no. Síntesis del capítulo La persona que quieraalcanzar alto rendimiento en una actividad deberá cumplir con los siguientes requisitos: presentar un estado de ánimo estable, rodearse de un entorno que no reste eficacia a su trabajo, tener muy claros los objetivos que persigue, pagar todo el precio que cuestan esas metas, aprender rápidamente de sus errores y tolerar la presión. 18 2. Se juega como se vive Si me acompañas, iremos desmenuzando la pirámide que te acabo de presentar. Empezaremos por su base; como no podría ser de otra manera. En la base encontramos el poder aprender. Recuerda que dos eran los aspectos que otorgaban la posibilidad de poder aprender: el carácter y el entorno de la persona. Si la personalidad es sana y el entorno no resta vamos por buen camino. De ahí que haya decidido titular este capítulo con la cita de Pacho Maturana, el entrenador colombiano de fútbol. Concretaremos la aportación de cada nivel de la pirámide en unas pocas fórmulas. Fórmulas psicológicas que regulan el rendimiento. Fórmulas que, sin querer, me han enseñado los deportistas y entrenadores con los que he tenido la oportunidad de trabajar. Aquí va la primera: familia/pareja + amigos + actividad profesional = estilo de vida de alto rendimiento Parece existir una relación entre el número de fuentes de autoestima (actividades a las que una persona dedica su tiempo) y su estabilidad emocional. Por actividades entendemos tareas profesionales, académicas, sociales, personales o familiares en las que una persona invierte sus esfuerzos y sitúa sus ilusiones. Dichas actividades, al ser tan importantes para quien las realiza, se convierten en sus pilares anímicos. La estabilidad emocional consiste en presentar un mismo estado de ánimo (tristeza, alegría, ganas de hacer cosas, etc.) de forma prolongada en el tiempo. Si se pretende rendir regularmente resulta imprescindible vivir de forma estable. Expuestas las reglas del juego, pongamos ejemplos. Cuatro o cinco puntos de apoyo proporcionan al individuo una marcada estabilidad emocional. Pero si aquello que se persigue es el máximo rendimiento en una actividad, esta estructura presenta una fuerte limitación: reparte demasiado los esfuerzos. Con tan poca dedicación a cada una de las actividades se complican las posibilidades de alcanzar la excelencia en alguna de ellas. El periodista inglés Malcolm Gladwell, en su libro Fueras de serie, consulta a 19 neurólogos, entre ellos el prestigioso Daniel Levitin, acerca del número de horas de práctica que requiere alcanzar la excelencia en una actividad. Parece existir consenso al respecto entre la comunidad científica: diez mil horas de práctica. ¿Entiendes ahora la necesidad de centrar los esfuerzos para llegar a ser uno de los mejores? Uno o dos puntos de apoyo sí centran la inversión, pero ponen en riesgo la estabilidad de la estructura anímica. Si una de las dos patas se cae, se cae también el edificio entero y con él la persona que lo habitaba. Es más, ¿dónde nos apoyamos para recuperar a la persona? Es por eso que la estructura que más facilita el rendimiento está formada por tres puntos de apoyo (cualesquiera que sean, mientras incluyan la actividad en la que se pretende lograr el máximo rendimiento). Si llegara a caer una de las tres patas, las otras dos seguirían sustentando el edificio y permitirían la recuperación de la tercera. Menos de tres, inestabilidad. Más de tres… quien mucho abarca, poco aprieta. Otra cosa distinta son los signos (+/-/0) de cada uno de estos puntos de apoyo. Es necesario valorar si los distintos componentes del entorno del deportista suman, restan o no interfieren en su rendimiento. Supongamos que la familia resta y lo hace porque confunde sus necesidades con las de su hijo que hace deporte o estudia medicina. Quieren que su hijo consiga aquello que ellos en su momento no pudieron lograr y le añaden una presión adicional. Pongamos que los amigos de nuestro jugador también restan enteros a su rendimiento. Nuestro futbolista persigue entrar en la élite y sus amigos aprobar el curso. Tienen niveles de ambición diferentes. Por esto mismo sus estilos de vida también son diferentes. Tan distintos, que incluso llegarán a ser incompatibles. Los dos primeros puntos de apoyo (familia y amigos) restan. Suerte que las condiciones de entrenamiento suman. Su equipo técnico y los medios de que dispone están a la altura de su ambición. A pesar de este apoyo, el resultado final de la operación es negativo (dos que restan y uno que suma). Para alcanzar el alto rendimiento la aportación del entorno debería ser positiva o, por lo menos, no restar. Pasemos a otra fórmula: creencias flexibles + creencias nada limitantes = adaptación Una cosa es un pensamiento y otra distinta una creencia. Si digo «pienso en mi madre», estoy exponiendo un pensamiento. Si manifiesto que «mi madre es la mejor madre del mundo», entonces me estoy refiriendo a una creencia. Una creencia es un juicio de verdad. Una opinión que emito porque estoy convencido de que es verdad. Para mí, entre 20 todas las madres del mundo, precisamente la mía es la mejor que existe. Aquello que para la medicina son las células, para la psicología son las creencias: la unidad fundamental e indivisible de estudio. Según mi opinión, ser psicólogo consiste en identificar las creencias que están provocando conductas problemáticas a la persona y cambiarlas por otras más adaptativas. Creer que mi madre es la mejor madre del mundo, de entrada, no va a provocarme un problema. Más bien al contrario, si para mí es la mejor, la cuidaré para no perderla. Ahora bien, si creo que una mujer es la única que puede hacerme feliz, estoy en una situación de riesgo. Si ella no quisiera saber nada de mí, yo estaría condenado eternamente a ser un desgraciado. En lugar de creer que es la única mujer que puede hacerme feliz, debería creer que se trata de una de las mujeres (si quieres, de las pocas mujeres) que pueden hacerme feliz. En concreto, las creencias que más incompatibles resultan con el rendimiento son las rígidas y las limitantes («sólo ella puede hacerme feliz»). Las rígidas porque no se adaptan a la complejidad cambiante de la realidad y las limitantes porque generan expectativas negativas sobre la acción. Veamos algunos ejemplos de los dos tipos de creencias perjudiciales para alcanzar el alto rendimiento. Albert Ellis, el fundador de una forma de interpretar la psicología basada en las creencias, pronosticaba que cuantas más cosas sagradas (intocables) tuviera la persona, menos posibilidades albergaba de ser feliz. Desde que supe esto, ya no deseo a la gente que sea feliz. Ahora les pido que sean flexibles. Cuando empiezo a trabajar con un nuevo entrenador siempre me suelta la siguiente frase: «Pep, podemos cuestionarlo todo, pero hay algunas cosas que son sagradas para mí». Tenía razón el señor Ellis: cuantas más cosas sagradas tienes, más problemas presentas a la hora de gestionar a tus deportistas. Y es por lo que decíamos más arriba. Las cosas no son como Dios manda… ¡Son como son! No aceptar esta máxima dificulta adaptarse con éxito a la realidad. Muchos deportistas tienen esta creencia: «Si no caliento perfectamente, voy a competir mal». Esta creencia es irracional, rígida y limitante. Es irracional porque en más de una ocasión han calentado mal y han competido bien. Es rígida porque sólo nos vale un diez. Y también es limitante porque no admite la posibilidad de competir bien si antes no se ha calentado correctamente. Yo la cambiaría por otra que dijera: «Si no caliento lo suficiente, tengo menos posibilidades de competir bien». Utilicemos ahora el ejemplo de un conferenciante que tiene que dar una charla ante un público experto. Si cree que ser un buen orador consiste en no equivocarse al hablar, probablemente se establecerá el objetivo de no cometer ni un sólo error de dicción. Como consecuencia de ello estará pendiente de lo que dice mientras habla. En la sala 21 aparecerán dos conferenciantes: uno que habla y otro que evalúa al que está hablando.Tanto análisis durante la acción restará espontaneidad a nuestro ponente. En cambio, si cree que un buen comunicador es aquel que consigue llegar al corazón de los asistentes se centrará en transmitir su mensaje de la forma más apasionada posible. Estará pendiente de las caras de los asistentes y de sus preguntas. En esta ocasión, en el escenario habrá un sólo ponente. Creer que ser bueno consiste en no fallar ni una sola vez se convierte en una creencia rígida, bastante irracional y muy limitante. Probablemente quien crea esto nunca llegará a ser un excelente comunicador. Todas aquellas creencias que empiezan por «todo», «nada», «siempre» o «nunca» pecan de rigidez. Para flexibilizar las creencias rígidas basta con cambiar «todo», «nada», «siempre» y «nunca» por porcentajes y probabilidades. El blanco y el negro dan paso a las tonalidades de gris. En lugar de creer que una sola mujer puede hacerme feliz, se trata de pensar que existen unas cuantas. Y para que las creencias dejen de ser limitantes hay que inyectarles un punto de locura, es decir, apuntar más alto de donde se quiere llegar. En Guatemala me explicaron un cuento. El rey quería casar a su hija y convocó un concurso. Aquel que consiguiera con su lanza atravesar el río se llevaría a la princesa. Los guerreros más fuertes del lugar lo intentaron sin éxito hasta caer exhaustos. Se mascaba la tragedia cuando un campesino pidió una lanza. Todos se mofaron de él. Si la guardia real no lo había conseguido, ¿cómo iba a lograrlo un escuálido agricultor? ¡Agarró la lanza, cogió carrerilla, proyectó el metal y atravesó el río! Rápidamente el rey bajó a felicitar al nuevo héroe. «No me felicite, Su Majestad, yo no conseguí mi objetivo… Yo apuntaba al sol.» hambre + humildad + orden = progresión Los valores son criterios que nos permiten tomar decisiones. Pero los valores también nos ayudan a ganar. Por lo menos, a seguir progresando. En concreto os quiero hablar de tres de ellos: la ambición, el respeto por los rivales y el orden en el estilo de vida. Ambición Aquello que más me llama la atención de Rafa Nadal es el hambre que tiene. Para ser un crack bastan el talento y la dedicación. Para pasar a la historia, además, hace falta un apetito insaciable. Por más títulos que gana, no deja de buscar la victoria. Por más que completa su juego, no para de mejorar. Y creo que eso no es mérito exclusivo de Rafa. Estoy convencido de que la 22 explicación de esta ambición hay que buscarla en la educación personal y deportiva que el manacorí ha recibido de su familia. Para Nadal, la ambición es un valor básico y un rasgo diferencial de su personalidad. Ya desde pequeño, Rafa nunca ha escuchado palabras como «muy bien», «perfecto» o «es suficiente…». Más bien ha interiorizado expresiones como «aún es posible mejorar», «debes seguir esforzándote» o «tus rivales también están entrenando». Humildad Lo primero que dijo Leo Messi cuando llegó a Argentina para preparar el Mundial de Sudáfrica fue: «Mi primer objetivo es aparecer en la lista de jugadores preseleccionados para disputar el mundial». ¡Brutal! Un tipo que, con toda seguridad, sería titular en cualquier selección aspira a entrar entre los 21 mejores jugadores de su país. Muchos pensarán que lo dice de cara a la galería. Aquello que no saben es que, como Nadal, la humildad forma parte del ADN psíquico de Leo. Los campeones saben de sobras que, a partir del mismo instante en que dejan de respetar a sus rivales, han dejado de ser grandes. Para seguir teniendo hambre cada día es imprescindible una fuerte dosis de humildad. Orden Nicolás Almagro, después de ponérselo muy difícil a Rafa Nadal en la última edición del torneo de Roland Garros, declaró que haber puesto algo más de orden en su vida había mejorado su tenis. Reza en el título de este capítulo «se juega como se vive». No se puede jugar de manera ordenada en la pista y vivir de forma caprichosa fuera de ella. La combinación de estos tres valores no asegura triunfos, pero sí garantiza el éxito. Triunfar consiste en conseguir el objetivo, que en un entorno deportivo profesional suele ser la victoria. Tener éxito significa no parar de crecer y de evolucionar. ¡Esto sí que es difícil! Tengo un amigo que se llama Lluís Puig. Cada vez que trabajo con un nuevo deportista le asigno un código. Ayer di el 2627. Pues bien, Lluís tiene el expediente nº 3. Lo conocí cuando empecé a trabajar con él. A pesar de no contar con uno de los mejores talentos para el tenis de mesa, acabó siendo uno de los mejores jugadores de este país. Siempre me llamó la atención su profesionalidad y su humildad. Organizaba su vida en 23 base a una prioridad: su preparación deportiva. Y trataba a la gente con una humildad exquisita. Del tenis de mesa resulta muy difícil vivir. Lluís tuvo que formarse y hacerse un lugar en el mundo real. Pronto lo encontró gracias a la fisioterapia. Según mi modo de entender, las mismas virtudes que le echaron una mano en el deporte, le han servido para convertirse en un excelente profesional. Quizá no tuvo un don para el tenis de mesa, pero puedo afirmar que sí tiene talento para divulgar el conocimiento. La combinación de sus virtudes y de su facilidad para divulgar lo ha llevado a los medios de comunicación. Su carrera mediática está siendo fulgurante. Radio, televisión, prensa, libros, conferencias y publicidad. Y todo ello en muy poco tiempo. El otro día le preguntaron por la clave de su éxito y él respondió: hambre + humildad + orden = progresión. No es que se haya leído este libro antes de que se publique; es que Lluís es una de las personas de quien he aprendido esta fórmula. Su hambre radica en su nivel de autoexigencia. Utiliza gafas de tres colores para valorarse a sí mismo: mientras actúa se pone las gafas rosas; cuando analiza su actuación se coloca las gafas oscuras, y las transparentes las reserva para prepararse para actuar. Su humildad consiste en recordarse continuamente a sí mismo el valor del trabajo en equipo. Es él quien da la cara, pero los guiones son el resultado de una estrecha colaboración con su gente. Lluís es escrupulosamente ordenado. Sin organización no podría atender todos los frentes profesionales que tiene abiertos. Para mi amigo, el orden es una necesidad vital y un valor básico de su personalidad. Desde que Lluís Puig combina estos tres conceptos: ambición, humildad y orden, no para de progresar. tolerancia de la dificultad + tolerancia del volumen de trabajo + tolerancia del estrés = opciones de alcanzar el alto rendimiento Haile Gebrselassie (uno de los mejores atletas fondistas de la historia) entrenaba en un centro de alto rendimiento holandés, el mismo lugar donde trabajaba un entrenador con el que ahora tengo el placer de colaborar profesionalmente. Fue este entrenador quien mantuvo la siguiente conversación en el bar del centro con el atleta etíope: –¿Es verdad que regalas todos los premios que ganas cada vez que bates un récord o vences en un meeting? Tengo entendido que has regalado coches, relojes y un montón de cosas más a tus familiares y amigos… ¡Qué generoso eres! –Es cierto, pero no lo hago por generosidad… ¡Lo hago por egoísmo! 24 –Perdona, pero no entiendo… –Yo no sé en otros deportes, pero en el mío es imprescindible sufrir. Si voy incorporando a mi estilo de vida todos los privilegios que voy ganando, llegará un día en que viviré tan bien que me acomodaré. Si un día suena el despertador a las siete de la mañana para ir a entrenar, miro por la ventana, veo que está lloviendo y me planteo si vale la pena ir a correr, entonces estoy muerto. Tengo que vivir bien, tener lo mejor para entrenar, pero no tengo que vivir mejor cada día. Si vivo mejor cada vez que gano algo, llegará un momento en que viviré tan bien que me dará pereza sufrir. Entonces se habrá terminado el atletismo para mí. Es que los campeones persisten ante la dificultad. Si se rindieran a las primeras de cambio jamás llegarían a la cima. Los campeones toleran grandescantidades de trabajo. Sin esta elevada dedicación no se llega a la excelencia en una actividad. Y los campeones toleran fuertes dosis de presión, no solamente durante las competiciones, sino también durante el día a día. La presión de la competición viene dada por aquello que está en juego. La presión del entrenamiento se alimenta de la fatiga y del sacrificio. Quien no sea un especialista tolerando estas condiciones no tiene opciones de alcanzar el alto rendimiento. Imagínate a un camarero que debe atender a más de veinte mesas a la vez. Para hacerlo va a tener que tolerar algunas cosas; yo diría que las mismas que figuran en la fórmula de este apartado. Para empezar va a tener que soportar la dificultad que implica combinar tareas tan diferentes como son tomar nota de las mesas, servir bebidas y platos, hacer la cuenta, cobrar, dar conversación a los clientes y, todo ello, sin demorarse ni un instante (el cliente no puede esperar). Para poder con todo necesitará oficio (práctica), una manera eficaz de hacer las cosas (método) y una fuerte dosis de autocontrol. Si ante el primer error que cometa se viene abajo, el desastre puede ser monumental. Las complicaciones no se acaban aquí. A medida que se completan las mesas, se va llenando el restaurante. Así hasta llegar a su máxima capacidad. En este instante, las tareas que listábamos en el apartado anterior se multiplican por veinte. Si nuestro camarero quiere convertirse en un excelente profesional deberá aprender a dar lo mejor de sí mismo teniendo el restaurante a tope. Al principio, sufrirá. Pero solamente cuando sufra mejorará su capacidad para tolerar estos volúmenes bestiales de trabajo. Y a nuestro protagonista le queda la difícil tarea de tolerar el estrés. Por más cosas que le pidan los clientes y por más prisa que le metan los cocineros, nuestro camarero debe seguir pendiente de lo que toca en cada momento. Y, ¿qué toca en cada momento? Centrarse en aquello que depende solamente de sí mismo (controlar lo controlable) y en 25 aquello que le sirve para hacer bien su trabajo (los aspectos más relevantes de la tarea). Por ejemplo, estar pendiente del trabajo de los cocineros no hará más que aumentar su nerviosismo… ¡Bastante tiene con el restaurante, como para querer controlar la cocina! Es más, él no puede hacer nada para que aquel plato termine de salir. Querer seguir las conversaciones de todas las mesas, por si tuviera que intervenir en alguna, tampoco resulta relevante para rendir. Mejor será que se centre en la correcta distribución de los platos y en la atención del cliente. Síntesis del capítulo Para poder aprender y así cumplir con la primera condición para alcanzar el alto rendimiento, deberás llevar a cabo las siguientes acciones: • Basar tu estado de ánimo en tres puntos de apoyo. • Flexibilizar al máximo tus creencias. • Combinar la ambición, la humildad y el orden en tu estilo de vida. • Cultivar la tolerancia. 26 3. No hay que llorar cuando se pierde, sino cuando se traiciona el compromiso Nos situamos en el segundo nivel de la pirámide y nos referimos al querer aprender. Concretemos ahora las fórmulas que utilizan los campeones para mantener su motivación. 2 huevos fritos + 1 bacon = 1 continental breakfast Veamos la diferencia entre implicación y compromiso. En un desayuno continental, la gallina está implicada y el cerdo comprometido. Eso es así porque la gallina solamente ha pagado una parte del precio para hacer posible el desayuno; sólo ha puesto dos huevos. En cambio el cerdo ha pagado absolutamente todo el precio posible: se ha dejado la piel y la vida para hacer realidad el desayuno. A menudo recuerdo a los deportistas lo siguiente: no basta con dejarse los huevos, hay que dejarse la piel. La gallina ha pagado un 60% del ticket; el cerdo, el 100%. Ocurre una cosa más… Si pagas el 60% del precio, no tienes un 60% de posibilidades de conseguir tu objetivo; no tienes ninguna. De la misma manera que si pagas un 100% del valor del peaje, tampoco tienes un 100% de probabilidades de conseguir tu meta. Entonces, ¿qué debo hacer para alcanzar mis fines? Pagar el 100% y rezar. Rezar para que los aspectos que no dependen de ti se alíen a tu favor y te permitan conseguir aquello que estás buscando. En otras palabras, hacer cuanto depende de ti y asumir el riesgo de que, a pesar de todo, puede ocurrir que no logres tu objetivo. ↑ nivel de ambición en los objetivos ↑ nivel de compromiso con los medios Pregunto a mis deportistas: ¿quién quieres ser: uno más, uno de los mejores o el mejor? A continuación les pido que no respondan aquello que quiero oír. Les advierto de que les voy a exigir coherencia. Coherencia entre el nivel de ambición de sus objetivos y el nivel 27 de compromiso con su preparación. Para ser «uno más» basta con implicarse. Para ser «uno de los mejores» se requiere compromiso. Y para aspirar a ser «el mejor» es imprescindible un estilo de vida. Los deportistas de alto nivel presentan varios tipos de coherencia, a saber: a) Coherencia entre sus valores y las decisiones que toman en su vida. b) Coherencia entre aquello que quieren y aquello que hacen para conseguirlo. c) Coherencia entre el nivel de ambición de sus objetivos y el nivel de compromiso con sus medios. La misma coherencia que debería presentar un trabajador que se plantea ascender profesionalmente dentro de su empresa. Para ascender internamente debe actualizar su formación, aprender idiomas y ampliar su dedicación laboral. Ese es el precio a pagar. O se pone a estudiar o acepta su actual puesto de trabajo. Aquello que no tiene sentido es esperar un ascenso sin hablar inglés. Para mantener su motivación este empleado debe creer que haciendo cuanto hace conseguirá aquello que busca. (deseo + elección + control) + (cumplimiento de expectativas) = compromiso Durante una época de mi vida estuve obsesionado por encontrar la ecuación del compromiso. Después de consultar a algunos autores especializados que pretendían algo parecido y de recopilar mi experiencia clínica, llegué a las siguientes conclusiones: • Para iniciar un compromiso son imprescindibles, por lo menos, tres elementos: un deseo, que no es más que la conciencia de una necesidad; la posibilidad de elegir, y la sensación de que se puede aportar algo en relación con el objeto de compromiso. • Eso es así porque nadie se compromete con aquello que no necesita, porque nadie se compromete con aquello que no decide por sí mismo y porque nadie se compromete con algo que se escapa de su control. «Locus de control interno», le llamamos en psicología. Y si no, ¿por qué creen que nunca me comprometeré con un proyecto de la NASA? Estoy convencido de que no les puedo aportar nada. • Para mantener un compromiso, la variable crítica son las expectativas. Seguimos invirtiendo mientras conseguimos aquello que esperamos. En cuanto lo esperado no se cumple, aparecen las dudas. Otros aspectos inciden en el mantenimiento del compromiso (la historia de inversiones, las alternativas de inversión y el refuerzo social), pero según mi parecer ninguno tanto como el cumplimiento de las expectativas. 28 Conocí a una joven deportista que, según sus propias palabras, quería ser normal. Todos sus entrenadores coincidían en destacar su talento descomunal. De hecho, su progresión y sus resultados confirmaban esa facilidad. Pero la niña, después de haber dedicado un par de temporadas a su especialidad, no quiso seguir invirtiendo y abandonó el deporte para siempre. Según ella misma, no valía la pena. Solamente ella lo podía decidir. ¿Es perjudicial el alto rendimiento? Según para quién. Sólo el propio deportista puede decidir si vale la pena pagar el precio. Decidir por él, ni es ético, ni funciona. (mejorar / llegar al límite / ganar) = 3 niveles de compromiso Bill Sweetenham es un entrenador de natación australiano. Pero no uno cualquiera. Si cuando un deportista gana una medalla olímpica automáticamente se concediera otra igual a su entrenador,Bill sería el técnico con más metales olímpicos de la historia. La Federación Española de Natación ha contratado sus servicios, en calidad de asesor. Tuve la oportunidad de asistir a una de sus charlas. Explicó que los deportistas podían comprometerse a tres niveles distintos. Os lo cuento, creo que os sonará: • A mejorar. • A mejorar hasta su límite. • A ganar. Para comprometerse a mejorar había que dedicar tiempo y esfuerzos al deporte. Para comprometerse a mejorar hasta el límite de las propias posibilidades era necesario priorizar la preparación deportiva por encima de cualquier otra actividad. Y para comprometerse con la victoria había que sacar cada día un diez en tres materias: dedicación, concentración durante el entrenamiento y estilo de vida. En este último apunte coincide con Toni Nadal, tío y entrenador de Rafa. Pues bien, según el entrenador australiano, a la élite mundial solamente llegan los que se comprometen a ganar; los demás no tienen ninguna posibilidad. Yo no sé si eso será verdad. Sí que estoy en condiciones de afirmar que cuando logro hacer entender este mensaje a alguno de los deportistas con los que trabajo, su progresión experimenta un salto cualitativo. No es que la palabra «ganar» tenga efectos mágicos. Aquello que realmente funciona es entender que los Juegos Olímpicos no son cada cuatro años, sino cada día. 29 Dos personas deciden montar un negocio. Una se juega la posibilidad de mejorar y convertirse en alguien más rico todavía, y la otra se implica en el proyecto para poder comer. No hace falta que empiecen, no va a funcionar. Para que la empresa sea viable, los dos socios deben presentar idéntico nivel de implicación (jugarse lo mismo). Si los dos persiguen enriquecerse, ningún problema, puede que funcione. Si los dos están en una situación de necesidad, aún es más probable que la empresa dé sus frutos. No hay mejor motivación que la necesidad. De la misma manera, los equipos ganadores están integrados por miembros que, además de compartir valores y objetivos, presentan el mismo nivel de compromiso. Una de las mayores contribuciones de Guardiola ha consistido en igualar el nivel de compromiso de la plantilla. Con Rijkaard, el Barça presentaba tres tipos de jugadores: poco motivados, implicados y comprometidos. Con Guardiola, solamente existe una especie de futbolistas: los que pagan todo el precio por conseguir los objetivos. Una de las claves del rendimiento colectivo de una organización reside en igualar el nivel de compromiso de sus miembros. O trabajamos todos para mejorar, para sacar lo mejor de nosotros mismos, o para liderar el sector. Síntesis del capítulo Para mantener la motivación por lograr el alto rendimiento en una actividad debes seguir las siguientes pautas: • Marcarte objetivos con un punto de locura. • Pagar todo el precio que cuestan tus objetivos y asumir el riesgo de no alcanzarlos. • Comprometerte sólo con aquello que necesitas, eliges y controlas. 30 4. Los perdedores se quejan, los ganadores aprenden Veamos ahora las fórmulas que utilizan los campeones para corregir rápidamente sus errores y no olvidarse de sus aprendizajes. Estamos en el tercer nivel de la pirámide del rendimiento. Toca aprender a aprender. Media de errores consecutivos < 2 De media, los deportistas de alto nivel, difícilmente cometen más de dos errores consecutivos. Y si los cometen, muy pocas veces repiten el mismo fallo. Eso es así porque disponen del hábito de analizar sus errores. De ese análisis se extrae una conclusión que se aplica inmediatamente. Los campeones también fallan, pero no repiten los mismos errores. De lo contrario, no avanzarían tan rápidamente. A una persona normal el error le sirve para aprender. A un deportista de alto nivel, para no repetirlo. Observad a los campeones y veréis cómo después de cada error cambian algo. Un error se convierte en una nueva oportunidad de intentarlo. Eso sí, ahora con más conocimientos que la vez anterior. Para aplicar este principio a una situación cotidiana podríamos acudir a los estudiantes. Pueden suspender el primer examen por no haber enfocado correctamente su estudio. Lo prepararon pensando que habría que responder preguntas con cuatro opciones de respuesta y resultó que tuvieron que desarrollar un tema. El tipo de examen no les puede volver a sorprender. Si analizaran cuanto ocurrió, se darían cuenta de que el verdadero motivo por el que suspendieron la primera prueba estuvo en la forma de estudiar. Sólo así, tomando conciencia del error, se puede evitar repetirlo. 2 + 2 + 2 = 6 aprendizaje acumulativo 2 + 2 + 2 = 9 aprendizaje asociativo El jugador está fallando todos los golpes de derecha. Se acerca el entrenador y le pide que acompañe más la pelota. Aplica la corrección técnica y consigue pasar todas las 31 bolas al otro lado de la mesa. A continuación se cambia de ejercicio: revés-revés. Aparecen de nuevo las mismas dificultades y las pelotas se quedan en la red. Si se trata de un jugador de alto nivel, reconocerá el mismo error y acompañará más la pelota; también de revés. Si se trata de un principiante, deberá ser de nuevo el entrenador quien le advierta de su error. Un jugador que no es de alto nivel aprende por acumulación. Añade el nuevo aprendizaje a los que ya tenía en su bagaje de recursos. Las nuevas incorporaciones no sirven para revisar las antiguas. En cambio, el jugador de alto nivel aprende por asociación. Un nuevo conocimiento se aplica a todos los conocimientos ya adquiridos. Esta es la razón por la que los campeones no cometen tantos errores. Fijémonos ahora en la forma de aprender de un camarero. Le cayó la bandeja de la mano por la forma en que cargó las bebidas. En lugar de ir repartiendo los pesos de manera simétrica por la superficie de la bandeja, colocó demasiadas bebidas en un mismo lado y perdió el equilibrio. Si a la hora de descargar las consumiciones se le cae de nuevo la bandeja, estamos en condiciones de afirmar que este tipo no aprende rápido (ni por asociación). Es más, si aprendiera como un deportista de alto rendimiento, debería aplicar a cualquier situación relacionada con su trabajo el concepto de equilibrio. Cuando lleva los platos a las mesas, sin la ayuda de la bandeja, y los apoya en su antebrazo también debe acordarse de esta lección. Aprender de la experiencia es su obligación. establecer objetivos = (trabajo)2 En una entrevista realizada por Andoni Zubizarreta a Rafa Nadal y publicada en un dominical del diario El País, el balear declaraba: «No soy el tenista que más entrena del circuito profesional, pero seguramente soy uno de los que más concentrado trabaja…». Estar concentrado significa estar por lo que toca en cada momento. Y cuando se está entrenando, ¿de qué hay que estar pendiente? Del objetivo del ejercicio. Si el ejercicio pretende mejorar el juego de piernas, Rafa ni tan siquiera atiende al golpeo de la bola. Eso es entrenar concentrado. Y eso es posible gracias a los objetivos. Los objetivos hacen trabajar más al deportista, permiten su concentración y dosifican su esfuerzo. Greg Louganis, campeón olímpico americano en salto de trampolín, realizaba entrenamientos de más de cincuenta saltos. Al preguntarle por el aburrimiento, el saltador dijo que todos los saltos eran diferentes; en cada uno de ellos se marcaba una meta distinta. Los deportistas de alto rendimiento son capaces de marcarse objetivos y de diseñar 32 planes de acción coherentes con sus metas. Y no solamente eso, sino que también asumen las consecuencias (positivas o negativas) de su inversión. En esto consiste ser responsable: en tomar decisiones y acarrear con sus consecuencias. Los objetivos dosifican la dificultad, concentran el esfuerzo y motivan a quien los persigue. Nada tan gratificante como comprobar que con los medios pactados se están alcanzando los fines fijados en los términos previstos. Toca recurrir a las amas de casa para aplicar este recurso a una situación cotidiana. Las amas de casa que quieran optimizar surendimiento deberán marcarse objetivos. Listar todas las tareas que se deberán realizar, planificar el orden en que las llevarán a cabo, concretar cuáles se podrán desarrollar simultáneamente y asignar tiempos para cada trabajo resultará mucho más efectivo que andar de un lado para otro, sin orden ni concierto, haciendo cosas durante toda la mañana. fallar + esforzarse por acertar + sale sólo = fases del proceso de aprendizaje Supón que hemos realizado un estudio y llegado a la conclusión de que los pomos de las puertas se rompen menos si, en lugar de abrirse accionando la palanca hacia abajo, se abren empujando hacia arriba. Sé que se trata de un ejemplo absurdo, pero te ruego que le prestes atención. Es por eso que te pido que, a partir de ahora, abras todas las puertas del edificio al revés. Es tan sencilla la instrucción que te he dado, que repetirla supondría cuestionar tu inteligencia. La mayoría de las cosas que debemos hacer para cambiar un hábito por otro no se entienden a la primera. Pero aún no sabes lo mejor. Aquello que te pido que hagas (abrir la puerta al revés), ya lo sabes hacer. Los humanos, cuando aprendemos una secuencia de comportamientos (A+B+C), somos capaces de realizarla al revés (C+B+A), sin necesidad de un nuevo aprendizaje. En esto nos diferenciamos de los animales. Ellos deberían aprender de nuevo la secuencia, si variara su orden. Recapitulemos. Te pido que hagas una cosa que has entendido a la primera y que ya sabes hacer. Pues bien, ¿sabes qué ocurrirá la primera vez que intentes abrir una puerta? Eso es, que fallarás. Este es el primer paso del proceso de aprendizaje. No existe otra manera de cambiar una forma de comportarse por otra que empezar fallando. Si fallas significa que vas bien. Si fallas quiere decir que estás aprendiendo. Si llevas tres meses seguidos fallando a la hora de abrir una puerta al revés, entonces sí, tienes un problema. Pero los primeros intentos no van a salir bien, que lo sepas. De tanto fallar al intentar abrir la puerta al revés ocurrirá que un día, estando 33 aproximadamente a tres metros de la puerta, se te encenderá una bombilla en tu imaginación. Esta lucecita te avisará de que las puertas se abren al revés. Entonces agarrarás el pomo a cámara lenta y poniendo los cinco sentidos lograrás abrir la puerta al revés. Estás atravesando la segunda fase del proceso. Es muy probable que en este momento te hagas la siguiente reflexión: «Está bien, he conseguido abrirla, pero a qué precio… Yo no puedo permitirme el lujo de pensar tanto para poder abrir una simple puerta». Si sigues practicando, cada vez necesitarás esforzarte menos para tener éxito. Cada vez necesitarás menos concentración para realizar la nueva acción. Hasta que llegará un día en que, sin darte cuenta, mientras estés hablando con alguien abrirás la puerta al revés sin fijarte. Ya te sale sólo. ¡Enhorabuena, acabas de aprender a abrir las puertas al revés! ¿Qué diferencia a los campeones de los que aún no lo son durante el aprendizaje? La persistencia. Una persona normal, cuando falla, puede que abandone. Un campeón, persiste. Sabe que si deja de practicar nunca corregirá su error. Una persona normal, cuando necesita poner los cinco sentidos para abrir una puerta al revés, se rinde. Un campeón, persiste más que nunca. Sabe que la tercera fase está a punto de llegar. Hay que pasar por cada una de las tres fases cada vez que se aprende algo nuevo. De lo que se trata es de pasar el mínimo tiempo posible en cada una de ellas. Para ello sólo queda un remedio. Conocer las fases, aceptarlas y persistir en el esfuerzo. Si se abandona se interrumpe el proceso. Si se continúa se completa con éxito. Síntesis del capítulo Para aprender a aprender te recomiendo los siguientes recursos psicológicos: • Adquiere el hábito de analizar tus errores. • Cada vez que aprendas algo nuevo, revisa cuánto sabías hasta ahora. • Márcate objetivos a corto plazo que te acerquen a tus objetivos a largo plazo. • Nunca interpretes el error como un fracaso. 34 5. Ser valiente consiste en estar muerto de miedo y, a pesar de ello, subirse al caballo Poder, querer y saber aprender han tenido su recompensa: se ha aprendido. Ahora toca demostrar esas mejoras en el momento de la verdad. Se abre el telón. Para cuajar una buena actuación importa tanto la preparación realizada como el saber estar en el escenario. Veamos las fórmulas que utilizan los campeones para tolerar la presión. plato nº 100 = plato nº 1 = plato nº 50 Quiero que recuerdes el ejemplo del tirador. Con este ejemplo ilustraba la fórmula para aprender a competir. Veamos otro, tan gráfico como el primero. Una jugadora de tenis de mesa solicitó mis servicios. Su problema eran las finales. Rivales que era capaz de ganar en cualquier otra ronda de la competición, resultaban intratables en la gran final. Le pedí que, con la ayuda de su entrenador, comparáramos las grabaciones de dos partidos recientes jugados contra la misma rival, uno en segunda ronda y otro en la final. El problema no consiste en ponerse nervioso; todos los deportistas se ponen nerviosos en alguna ocasión. Se juegan demasiado para que no les importe el desenlace de la competición. El problema reside en aquellos cambios que, por culpa de ponerse nerviosos, los deportistas introducen en su forma de afrontar la competición. Esos cambios, y no los nervios, son los responsables de las derrotas inesperadas. Después de visualizar conjuntamente los partidos jugados contra la misma rival, pregunté a la jugadora qué hacía de forma diferente cuando se sentía presionada. Su respuesta fue rápida y concisa: tres cosas. • Cuando me pongo nerviosa siempre hago el mismo saque (no varío el servicio). • Cuando me siento presionada me separo de la mesa y me pongo a devolver pelotas (renuncio a la iniciativa). • Cuando me tiembla el brazo, en lugar de prepararme para el siguiente punto no paro de quejarme (no desconecto del error). 35 Ser consciente del problema es la mitad de la solución del problema. Ahora ya sabía qué cambiaba bajo presión. El siguiente paso consistía en aprender a no cambiar nada. En otras palabras, tocaba aprender a seguir jugando igual; también bajo presión. El mero hecho de haber tomado conciencia de aquellas cosas que cambiaba le ayudaba a seguir funcionando igual cuando se ponía nerviosa. Pero, en más de una ocasión, olvidaba variar el servicio, pegarse a la mesa y desconectar del error. Necesitaba una señal que le recordara durante el partido la necesidad de no cambiar nada bajo presión. Debía ser una señal visible. Una señal que no le molestara para jugar y que fuera lo suficientemente discreta como para pasar inadvertida. Aprovechamos uno de sus tics para hallar la solución. Nuestra jugadora, para secar el sudor de la mano con la que agarraba la raqueta, soplaba muy a menudo el mango de la paleta. Pegamos un trocito de plástico negro a cada lado del mango de la raqueta. Cuando durante el partido veía el puntito negro recordaba la necesidad de variar el servicio, desconectar del error y pegarse a la mesa bajo la presión de la final. Seguía poniéndose nerviosa en las finales, pero jugaba de la misma manera que había estado jugando durante todo el torneo. Así fue como logró aprender a tolerar la presión. Tomó conciencia de los cambios y encontró una señal que le recordaba la necesidad de seguir igual. A nuestro tirador le ocurrió lo mismo. En el plato nº 100 cambió el orden de la rutina y falló. Su plato nº 100 era la final de nuestra jugadora. Colaboro con un programa de radio. El programa transcurre durante todo el fin de semana. Los lunes se reúnen sus responsables, valoran el programa realizado y planifican el siguiente. Esta es la dinámica habitual de funcionamiento de este espacio radiofónico. Este espacio se dedica a divulgar la actualidad deportiva del fin de semana y lo hace con un formato concreto. Combina noticias, entrevistas, reportajes y secciones. Cuando la actualidad lo exige, hacen lo que ellos denominan «programasespeciales». Son programas monográficos que exigen una adaptación del formato habitual. Hasta hace poco, para preparar estos especiales, además de la reunión de los lunes, organizaban una reunión especial. La lógica resulta aplastante, para preparar un programa especial hace falta una reunión especial. Lógicamente acertado, psicológicamente no indicado. Y si no que se lo digan a nuestro tirador, que interpretó que si el plato nº 100 era más difícil hacía falta hacer algo más para romperlo. El problema aparece cuando se cree que el plato nº 100 es más difícil, que una jugadora cuesta más de ganar en una final o que un programa especial resulta más complicado. Mis colegas de la radio han aprendido rápidamente la lección. Ya no hacen dos reuniones para preparar un programa especial. Es más, ya no les llaman «programas 36 especiales». Ahora son monográficos. Y son igual de difíciles, o de fáciles, que todos los demás. resultado + trabajo + talento = confianza Muchas personas (deportistas y no deportistas) basan su confianza exclusivamente en el resultado. Es un mal negocio. Primero porque el resultado no depende exclusivamente de ellos mismos, ni tan siquiera en un deporte individual. Y segundo porque depender de un sólo factor garantiza la inestabilidad (recordemos aquello de que cuantos más puntos de apoyo, más estabilidad, lo que resumíamos en la fórmula: familia/pareja + amigos + actividad profesional = estilo de vida de alto rendimiento). Cuesta mucho mejorar la confianza. Precisamente por eso mismo no nos podemos permitir el lujo de perderla tan pronto. Para conservarla, y estabilizarla a la vez, es preciso ampliar la fórmula de la confianza. Se trata de añadir dos factores al enunciado: el trabajo y el talento. Un ejercicio muy útil consiste en pedir al deportista que reparta un 10 (confianza máxima) entre los tres factores. Supongamos que asigna un 6 al resultado, un 2 al trabajo y otro 2 al talento. Por más que trabaje y por más talento que tenga, como mucho sacará un 4. Seguirá necesitando el resultado para aprobar. Otra repartición, más propia de los campeones, sería la siguiente: 3 + 3 + 4. Sin hacer nada, sólo por el talento que le ha sido concedido, de serie ya tiene un 4. Si trabaja puede sumar 2 o 3 puntos más, con lo que nos situamos en un notable. A poco que acompañen los resultados, sacamos un excelente en confianza. Esta es la proporción que seguía Xavi Arnau, de la Selección Española de Hockey de hace unos años. Siempre se ofrecía voluntario para lanzar los penaltis. Sus palabras favoritas eran «cabeza fría». Los transformaba casi todos. Y cuando fallaba uno, los seguía chutando. Parece claro que confiaba en sus posibilidades. Ahora me gustaría aplicar la fórmula de la confianza a los estudiantes. Pedro no ha estudiado demasiado, pero tiene una gran capacidad para relacionar los conceptos y enrollarse en los exámenes. Eva es el polo opuesto. Su punto débil es el desarrollo de los temas. Si por ella fuera, en dos líneas lo tendría todo explicado; pero el profesor quiere más. Eva, a diferencia de Pedro, sí ha estudiado: mucho y bien. Debería sentirse preparada, pero sus limitaciones a la hora de expresarse no le permiten confiar del todo en sus posibilidades de aprobar. Nos falta un tercer elemento para terminar de entender el grado de confianza con el que afrontan la prueba: la historia de éxitos y fracasos. Este va a ser el tercer parcial de la asignatura. Pedro ha aprobado los dos anteriores, y con nota. Quizá por ello se ha 37 relajado a la hora de preparar el tercero. Eva ha suspendido uno y ha aprobado otro. Yo no sé qué ocurrirá… Sólo sé que Pedro afrontará el examen con más confianza que Eva. Aunque ha estudiado menos que su compañera, basa más su confianza en su talento y en los resultados. Eva confía poco en sus capacidades y no puede apoyarse demasiado en los resultados. Por eso basa su confianza en el único factor de la fórmula que depende de ella misma: el trabajo. + que ganar > + que perder = reto Cuando creemos que tenemos más que perder que ganar percibimos amenaza, miedo y ansiedad. En cambio, cuando pensamos que tenemos más que ganar que que perder sentimos reto, motivación y ganas. El truco de los campeones consiste en enfocar las competiciones de tal manera que, con independencia de aquello que objetivamente está en juego, perciben más posibilidades que limitaciones. Me viene a la cabeza el caso de Roberto Casares, campeón de España de tenis de mesa durante cinco años consecutivos (nueve en total). La historia le convertía automáticamente en favorito para revalidar el título. Sus rivales le tenían cada vez más ganas y su juego era detenidamente estudiado por los entrenadores de sus rivales. Se había convertido en el rival a batir. Es más, Roberto sabía que el primer año que perdiera se le iba a tildar de acabado. Su derrota sería interpretada como el principio del fin. En definitiva, tenía motivos para preocuparse. Pero nuestro protagonista no estaba pendiente de todas estas amenazas, Roberto se planteaba un reto. Sabía que, si les sacaba tres tantos de ventaja, los rivales se darían por vencidos y bajarían los brazos. Su reto consistía en identificar ese preciso instante y aprovecharlo para resolver el partido. Los campeones saben que no pueden especular con las ventajas. Cuando disponen de una, la aprovechan a la primera. Aquello que para un jugador normal sería una amenaza se convierte en un reto cuando se mira a través de las gafas de un deportista de alto nivel. Ahora quiero aplicar esta fórmula al arte de la seducción. Si cada vez que me planteara una nueva conquista solamente pensara en las cosas que tengo que perder, probablemente no empezaría. Se dice que si te dan calabazas no has perdido nada, puesto que el «no» ya lo tenías. ¡Qué gran falacia! El rechazo provoca pérdida de autoestima, lesiona la confianza y cuesta dinero. Todo ello sin entrar a analizar el deterioro de tu prestigio como latin lover y todas esas cosas relacionadas con el ego. Algunas conquistas parten de un simple pique o apuesta entre amigos: «A que no eres capaz de…». Esto es un reto en toda regla. Por un momento se olvida todo aquello que se puede perder en el intento y solamente se piensa en las cosas que se pueden ganar. Se dejan atrás las limitaciones y todo aquello que pasará si se fracasa y se piensa únicamente en las posibilidades y en cuanto se debe hacer para triunfar. 38 Los que más ligan no son ni los más guapos, ni los que tienen más palique. Son aquellos que, como los campeones, convierten la amenaza en reto. 10 en confianza + 10 en concentración + 10 en dominio técnico = fluidez Noviembre de 2002. Se celebra en Debrecen (Hungría) el Campeonato del Mundo de Gimnasia Artística. El objetivo de Andreu es colarse en la final de paralelas. Nunca antes lo ha conseguido. Para ello debe conseguir en la fase de clasificación una de las ocho mejores notas del mundo. Tuve la oportunidad de acompañar al equipo, en calidad de psicólogo, y vivir la experiencia que relato a continuación. Habíamos preparado psicológicamente su participación. Rutinas para calentar, referencias claras durante todo el ejercicio, visualizaciones para llenar tiempos muertos y relajación muscular para ajustarse antes de subir al aparato. Todo estaba a punto. La consigna era clara: hacer lo mismo que había repetido miles de veces en el entrenamiento. Cuando se pretende hacer más, aparecen las dudas. No buscábamos la mejor actuación de todos los tiempos, pretendíamos hacer lo mismo de siempre; eso sí, bajo presión. Eso, ya era un reto. Lo primero que me dijo Andreu justo después de terminar su ejercicio de clasificación fue: «¡¡¡Ha sido mejor que hacer el amor…!!!». Creo que esta frase resume perfectamente su vivencia. Me contó que jamás había experimentado algo parecido. Los movimientos eran fluidos, coordinados y eficaces. Parecía como si el mejor gimnasta del mundo se hubiera metido dentro de su cuerpo. Todo iba sólo, sin apenas esfuerzo. Se paró el tiempo.No escuchaba nada, no veía nada. Nada más allá de las paralelas y de su propio cuerpo. La concentración era máxima. No quería que terminara el ejercicio. Andreu obtuvo la segunda mejor nota de los participantes y cuajó una de las mejores actuaciones de su vida. Nos fuimos a dormir (la final se celebraba al día siguiente) con posibilidades de medalla. Esa noche tuvimos una charla en el hotel. Le pedí que no buscara esa sensación. La había encontrado porque en ningún momento la había buscado. Le aconsejé que repitiera sus rituales para estar concentrado y que se planteara el mismo objetivo que se había establecido en la clasificación (hacer lo mismo). Quedó séptimo en la final, su ejercicio fue correcto y consiguió su principal objetivo de la temporada. Cometió un sólo error: en lugar de repetir lo mismo que le había clasificado para la final, cayó en la tentación de ir a buscar otra experiencia de fluidez. Quiero ahora transcribir literalmente un fragmento de una película. Se trata de la 39 adaptación cinematográfica de la novela Ana Karenina, de Leon Tolstói. Hacia el final de la película, el protagonista decide refugiarse en el trabajo para olvidarse de un desengaño amoroso. Un día pierde los estribos con un administrador, le da un ataque de ira, coge una guadaña y empieza a segar. Aquello lo calma y decide seguir segando durante todo el día. Y esto fue lo que ocurrió: Mientras segaba perdí la noción del tiempo, no tenía idea de si era tarde o era temprano. El trabajo me produjo un cambio que me dio una enorme satisfacción. Me olvidé de lo que estaba haciendo y seguí segando sin esfuerzo. Mi senda estaba casi tan bien cortada como la de Dick. Esos momentos de olvido se sucedían cada vez más. No eran mis brazos los que movían la guadaña, sino más bien era la guadaña la que parecía segar por sí sola. Se diría que me empujaba alguna fuerza externa, como si por arte de magia el trabajo se hiciera sólo, regularmente y con cuidado. Aquellos eran los momentos más sublimes. Cada vez que veo este fragmento me acuerdo de Andreu. Síntesis del capítulo Para aprender a tolerar la presión te propongo las siguientes pautas: • No hagas especial ninguna situación. • Basa tu confianza en la preparación, el talento y los resultados. • Cambia las amenazas por los retos y las limitaciones por las posibilidades. • Date cuenta de los cambios que se producen en tu forma de funcionar bajo presión. 40 6. Ningún equipo es más fuerte que el más débil de sus miembros La creación de equipos de alto rendimiento Hasta ahora se han revisado las fórmulas psicológicas referidas al funcionamiento individual. En este capítulo trataremos aquellas que sirven para crear y gestionar equipos de alto rendimiento. Una colección de individuos son una serie de sujetos puestos unos al lado de los otros. Nada los une, nada los identifica. Si entran en el metro en una hora punta se encontrarán con una larga lista de personas. Para que una colección se convierta en un grupo se requiere un rasgo común; algo que afecte a todos los componentes del colectivo y que les confiera una identidad. Por ejemplo, todos los protagonistas de los ejemplos de este libro son deportistas. Si a un grupo se le añade un objetivo común entonces se convierte en un equipo. Ningún miembro del equipo, por sí sólo, puede alcanzar esa meta. Los componentes del colectivo se ven obligados a cooperar si quieren lograr su fin. De ahí surgen los roles individuales, las funciones que cada componente del equipo deberá cumplir para que el colectivo alcance su propósito. Pero ¿cuál es la principal diferencia entre un equipo normal y un equipo ganador? La diferencia más importante reside en aquello que regula la confianza entre sus miembros. En un equipo corriente la confianza depende del error: cuando uno de sus miembros falla, el resto de componentes deja de confiar en él. En cambio, en un equipo de alto nivel la confianza depende del compromiso (de compartir el mismo nivel de compromiso). En un equipo grande se sigue confiando en un jugador que ha fallado. Y eso es así porque el resto de jugadores están convencidos de que el compañero que ha fallado se dejaría la piel, si fuera necesario, exactamente igual que harían ellos, para conseguir los objetivos del colectivo. Examinemos el proceso a seguir para construir un equipo ganador. 41 dakota sioux x zen = solidaridad El primer paso para construir un equipo es que alguien debe proponer una idea, una filosofía sobre el juego, una visión sobre la actividad que se practicará en equipo. Cuando Phil Jackson, el actual entrenador de Los Ángeles Lakers, llegó a la NBA advirtió que el egoísmo de los jugadores se había apoderado del baloncesto profesional. Se basó en el estilo de vida de los indios dakota sioux y en la filosofía zen para proponer a los Chicago Bulls de Michael Jordan una forma de entender el baloncesto basada en la solidaridad. Decoró el vestuario con objetos pertenecientes a la cultura sioux, integró en la preparación deportiva el comentario de cuentos dakotas y enseñó a los jugadores a meditar. Alguien podría tachar de loco a este personaje, pero aquella fue la mejor época en la historia de los Bulls. Para ilustrar este apartado voy a citar algunos párrafos del libro escrito por Phil Jackson, Canastas sagradas: Mi primera actuación fue formular una visión para el equipo. La visión es una fuente de liderazgo. Empecé a crear una imagen en mi mente de lo que el equipo podría llegar a ser. Tenía que tener en cuenta no sólo aquello que quería conseguir, sino cómo iba a llegar hasta allí (p. 108). Quería crear un equipo en el que el desinterés –no la mentalidad del yo primero que había llegado a dominar el baloncesto profesional– fuese la fuerza conductora- impulsora primaria (p. 73). En el corazón de mi visión estaba el ideal desinteresado de trabajo de equipo. Mi meta era dar a todo el mundo en el equipo un papel vital (p. 109). Yo quería construir un equipo que combinase el talento individual con una conciencia aumentada de grupo (p. 16). La manera más efectiva para forjar un equipo ganador es apelando a la necesidad de los jugadores de conectar con algo más grande que ellos mismos. Crear un equipo exitoso es esencialmente un acto espiritual. Esto requiere que los individuos vinculados renuncien a sus intereses personales por un bien mayor y así el conjunto sume más que la suma de sus partes (p. 17). La belleza del sistema es lo que permite a los jugadores experimentar una nueva y más poderosa forma de gratificación que la del ego (p. 102). Una vez que los jugadores han llegado a dominar el sistema, emerge una poderosa inteligencia de grupo que es más grande que las ideas del entrenador y de cualquier individuo del equipo. Cuando un equipo alcanza ese estado, el entrenador se puede 42 retirar y dejar que el deporte «por sí mismo» motive a los jugadores (p. 103). Este primer paso empieza con una idea y termina con unos valores. Cuando se está en condiciones de traducir esta visión en unos valores concretos, entonces estamos preparados para afrontar la segunda etapa de la creación de un equipo de alto rendimiento. El entrenador de baloncesto tradujo su idea en dos valores: desinterés y solidaridad. Si repitiéramos el ejercicio, pero cambiando a Phil Jackson por Pep Guardiola, necesitaríamos tres: cooperación, identificación y discreción. Cuando Guardiola no renueva a Samuel Eto’o por falta de feeling está apelando a estos valores. No tener feeling significa no compartir los mismos valores básicos. Samuel no se caracterizaba precisamente por su discreción y autocontrol. A pesar de colaborar con el resto de los compañeros, su hambre de gol le había llevado a abusar del individualismo. Y la identificación del camerunés con los valores del equipo estaba condicionada por el resultado: cuando se ganaba quería seguir, cuando se perdía no descartaba cambiar de equipo. Busquemos otra aplicación de esta fórmula, esta vez en un ejemplo alejado del ámbito del deporte.
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