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Reporte
Visionarios novohispanos
En este artículo, Gisela von Wobeser explora la vida de los visionarios en el México colonial y cómo su forma de vida influyó en sus experiencias religiosas. Un visionario era una persona que afirmaba haber tenido experiencias sobrenaturales, como visiones y apariciones de seres celestiales y demoníacos, a menudo eran de la clase media y alta, incluyendo miembros del clero, y muchos eran mujeres que vivían en conventos. Algunos tuvieron experiencias religiosas genuinas, mientras que otros utilizaron sus supuestas visiones para obtener reconocimiento social y beneficios materiales.
Estos visionarios compartían la preocupación religiosa central de los novohispanos de salvar su alma, así como la idea de que la vida terrenal era transitoria y que la verdadera realización de las personas se lograba en la eternidad.
La doctrina católica planteaba la existencia de dos caminos que los fieles podían recorrer a lo largo de sus vidas: el del bien, que conducía al cielo, y el del mal, que llevaría al infierno. Los visionarios buscaban seguir el camino del bien y para ello, muchos de ellos adoptaron prácticas ascéticas extremas. Estas prácticas eran fomentadas en los conventos, especialmente entre las mujeres, como medio para lograr la pureza espiritual y la unión con Dios.
Los conventos impulsaron diversas prácticas ascéticas como ayunos obligatorios durante ciertos días de la semana y en determinadas épocas del año, como la cuaresma y el adviento, así como flagelaciones, desvelos y trabajos forzados. 
A las disciplinas de rigor se sumaban las mortificaciones corporales que se autoimponía cada religioso o religiosa. Las crónicas conventuales mencionan flagelaciones que abrían heridas y dejaban las paredes manchadas de sangre, el colgarse de los cabellos, la laceración de la carne por medio de cilicios que apretaban los miembros, prolongados ayunos, la privación del sueño mediante vigilias continuas, la carga de cruces o los trabajos físicos excesivos y denigrantes. Además de estas prácticas ascéticas, los visionarios también buscaban la soledad y el silencio para poder concentrarse en su relación con Dios.
Las experiencias sobrenaturales se registraron en escritos autobiográficos de figuras religiosas y laicos, así como en crónicas conventuales, hagiografías, cartas, informes y declaraciones de testigos en juicios inquisitoriales. Los testimonios de los visionarios eran a menudo escritos en forma de autobiografía, siguiendo modelos preestablecidos por los hagiógrafos. 
Estos modelos narrativos seguían una secuencia cronológica que empezaba con muestras de santidad desde la niñez. Con base en la retórica, construían una narración mediante la cual se exaltaba al personaje biografiado, se hacía hincapié en sus virtudes y en los sucesos
Los testimonios de los visionarios eran considerados auténticos si se creía que sus experiencias sobrenaturales eran manifestaciones de la divinidad a personas elegidas por Dios. Estas experiencias tenían como finalidad estar presentes entre los humanos, auxiliarlos en situaciones difíciles, hacer premoniciones y mostrar el camino correcto para la salvación del alma. Entre las figuras celestiales que llegaban a aparecerse estaban Jesucristo y la virgen María en sus distintas advocaciones, los ángeles y arcángeles, las ánimas del purgatorio y las almas bienaventuradas.
Por otro lado, las apariciones y visiones de seres del más allá que eran inducidas por el Demonio, las que tenían un origen natural y las que eran resultado de una herejía eran calificadas como falsas y los visionarios, como "falsos místicos". Los teólogos reconocían que las experiencias místicas podían tener distintos orígenes: podían atribuirse a la Divinidad (sobrenaturales), podían ser originadas por el Demonio (preternaturales) o podían deberse a causas naturales.
En el contexto de la Nueva España del siglo XVII, la percepción de los sucesos sobrenaturales era una parte fundamental de la vida religiosa y social. Los teólogos de la época planteaban que había dos maneras de percibir la aparición de seres sobrenaturales: la sensorial y la extrasensorial.
En el primer caso, el órgano privilegiado era la vista, que brindaba, a su vez, dos posibilidades: la exterior y la interior. Las experiencias sobrenaturales se consideraban manifestaciones de la divinidad a personas elegidas por Dios. Su finalidad era estar presente entre los humanos, auxiliarlos en situaciones difíciles, hacer premoniciones y mostrar el camino correcto para la salvación del alma. Entre las figuras celestiales que llegaban a aparecerse estaban Jesucristo y la virgen María en sus distintas advocaciones, los ángeles y arcángeles, las ánimas del purgatorio y las almas bienaventuradas.
En el segundo caso, la extrasensorial, la visión se daba mediante el "espíritu". Algunos místicos se referían a estas visiones interiores como "ver con los ojos del alma". Esta forma de percepción era más frecuente que la sensorial y se consideraba una experiencia más profunda y espiritual.
Sin embargo, a pesar de que formaba parte de la mentalidad de entonces creer en lo sobrenatural, muchos visionarios mostraron cautela frente a lo que experimentaban y se expresaban en términos como "me pareció" o "se me figuró". 
Esta cautela podía deberse al miedo a la Inquisición, a la práctica de la modestia, que implicaba no hacer alarde de las distinciones recibidas por la divinidad, a la incertidumbre sobre la autenticidad de las apariciones o al temor de que se tratara de experiencias orquestadas por el Demonio.
En la Nueva España del siglo XVII, la percepción de los sucesos sobrenaturales era una parte fundamental de la vida religiosa y social. Los teólogos de la época planteaban que había dos maneras de percibir la aparición de seres sobrenaturales: la sensorial y la extrasensorial. En ambos casos, se consideraba que las experiencias sobrenaturales eran manifestaciones de la divinidad a personas elegidas por Dios.
Sin embargo, no todas las experiencias sobrenaturales eran consideradas auténticas. Los teólogos distinguían entre las experiencias místicas "auténticas" y las "falsas". Las primeras eran aquellas que se consideraban verdaderas manifestaciones de la divinidad, mientras que las segundas eran aquellas que se atribuían a causas naturales, al Demonio o a herejías.
Las experiencias místicas "auténticas" eran consideradas distinciones que Dios hacía a sus elegidos, y se creía que sólo las personas virtuosas que llevaban una vida ascética podían tenerlas. Estas experiencias tenían como finalidad estar presente entre los humanos, auxiliarlos en situaciones difíciles, hacer premoniciones y mostrar el camino correcto para la salvación del alma. 
Por otro lado, las experiencias místicas "falsas" eran aquellas que se atribuían a causas naturales, al Demonio o a herejías. Estas experiencias eran consideradas peligrosas y se creía que podían llevar a la persona a la condenación eterna. Las apariciones y visiones de seres del más allá que eran inducidas por el Demonio, las que tenían un origen natural y las que eran resultado de una herejía eran calificadas como falsas y los visionarios, como "falsos místicos".
Era difícil determinar si una aparición era real o no porque las visiones consideradas auténticas y las juzgadas falsas eran similares en contenido, los inquisidores solían basarse más en el estilo de vida de los visionarios que en las visiones mismas para dictar las sentencias. También existía la posibilidad de que las visiones fueran inducidas por el Demonio o tuvieran un origen natural, lo que dificultaba aún más su autenticidad. Incluso los propios videntes solían tener dudas sobre la legitimidad de sus experiencias.
Referencias· Wobeser, Gisela von. (2016). Los testigos de apariciones de seres del más allá. México, UNAM, pp. 15-34.

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