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Gunnarsdottir, E. Una visionaria barroca de la provincia mexicana: Francisca de los Ángeles (1674-1744). Recuperado de https://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcvx0s1
Optativa II
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Reporte de lectura: Una visionaria barroca
La lectura describe la vida de Francisca de los Ángeles, una beata mexicana del siglo XVII que tuvo una fuerte conexión, por medio de supuestas visiones, con la Santísima Trinidad, la Virgen María y los santos católicos. 
Francisca de los Ángeles nació en Querétaro, México, en 1674. Desde una edad temprana, tuvo experiencias místicas y visiones religiosas consideradas reales por muchas personas, según sus narraciones el Niño Jesús se le apareció cuando era niña y se convirtió en su compañero constante, enseñándole la oración y guiándola en su camino espiritual.
A medida que crecía, se volvió cada vez más devota y se dedicó a la oración y la penitencia. A los 20 años, decidió dedicar su vida a Dios y se convirtió en una beata. Fundó el Beaterio de Santa Rosa de Viterbo en Querétaro, una institución religiosa para mujeres que alcanzó relevancia en el virreinato.
Bajo la dirección de los franciscanos de Santa Cruz, Francisca y las otras beatas emprendieron una vida contemplativa, marcada por largas horas de oración, penitencias y ayunos. Comulgaban diariamente en Santa Cruz, y en días especiales como los de la Semana Santa se quedaban en la Iglesia desde Jueves Santo hasta sábado para "acompañar a su Majestad en las tiernas de su dolorosa pasión".
En su juventud, Francisca había sido capaz de escribir treinta páginas en un día, aunque no era muy cuidadosa con los detalles y a menudo olvidaba poner fechas, firmar o el nombre del destinatario. Escribía inspirada y sin organización, olvidando el tema original de la carta, sin embargo, durante los años 1710-1720, el estilo de escritura comenzó a cambiar, quizá por madurez, las cartas eran breves y ordenadas con puntuación y datos como las fechas y firmas.
En lugar de centrarse en experiencias espirituales y visiones, como lo había hecho en su juventud , en materia espiritual se volvió más cautelosa y parece no haber recibido tantos favores de Dios como antes. Expresaba dudas y temor por su propia imperfección e incapacidad de amar a Dios de la manera correcta. 
En esa época, Francisca hablaba sobre la salud de las beatas, los problemas financieros del beaterio, la necesidad de reparaciones en el edificio y la falta de recursos para mantenerse. También se preocupaba por la disciplina y la conducta de las beatas, y a menudo escribía sobre la necesidad de mantener el orden y la obediencia a las reglas del beaterio.
En 1729 se produjo un conflicto entre el Convento de Santa Cruz y el juez eclesiástico de la ciudad, y Francisca tomó partido en el asunto, esto inició cuando el juez eclesiástico exigió que las beatas del beaterio cambiaran sus hábitos a los de Nuestra Señora de los Dolores, mientras que los frailes de Santa Cruz se oponían a la idea. Francisca apoyó al juez eclesiástico en este asunto y argumentó que era mejor cambiar los hábitos de las beatas para asegurar la permanencia del beaterio. 
Los frailes de Santa Cruz se opusieron a la idea y argumentaron que las beatas debían seguir usando el hábito de Santa Rosa de Viterbo, ya que era el hábito que habían usado desde el inicio del beaterio, agregando que el juez eclesiástico no tenía autoridad para hacer tal demanda.
El conflicto se intensificó cuando los frailes de Santa Cruz amenazaron con expulsar a las beatas del beaterio si cambiaban sus hábitos. Sin embargo, Francisca y las beatas se mantuvieron firmes en su postura y finalmente lograron cambiar sus hábitos a los de Nuestra Señora de los Dolores.
Los franciscanos de Santa Cruz eran conocidos por su fe y devoción religiosa, admiraban y consideraban santa a Francisca, incluso los misioneros de Propaganda Fide llevaron reliquias a Guatemala bendecidas por Dios durante sus uniones espirituales con Francisca.
Sin embargo, varios miembros de la comunidad, confesores incluidos, dudaron de Francisca, dudaron de la veracidad de las visiones y expresaron temor por la naturaleza radical de la visionaria. Uno de los franciscanos, fray Diego de Salazar, dio su testimonio por sospechar de las visiones cuando dio dos versiones de una en Semana Santa. Otro guardián del Convento envió una carta al Tribunal, pidiendo la interrogación de Francisca y de otra beata, Felipa, para asegurar que no eran ilusas.
El Tribunal investigó a varias visionarias renombradas en la península ibérica, eran conocidas por sus experiencias místicas y su conexión con lo divino, pero a menudo eran vistas con sospecha debido a su falta de conformidad con los rituales institucionales.
En Nueva España, el jesuita Miguel Godínez en su Práctica de la teología mística, presentó el siguiente argumento: 
"Las mujeres de ordinario tienen un natural blando, apacible y amoroso, y como el agua se acomoda a la figura del vaso, así el regalo del espíritu se acomoda al natural blando y apacible de las mujeres... y como es tan amigo Dios de honrar a sus amigos, siendo las mujeres incapaces del sacerdocio, predicación apostólica, y otros semejantes favores, las suele honrar con estos favores de las visiones, raptos, y revelaciones".
A pesar de estas investigaciones, la Iglesia aceptaba que las mujeres poseían cualidades que les hacían más fácil la comunicación con el mundo divino que los hombres, estas manifestaciones religiosas sembraban dudas entre algunos cristianos pero creaban ambientes de fervor religioso.
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