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Alimentación de los jesuitas expulsos en altamar
Los jesuitas fueron expulsados de España en 1767 por orden del rey Carlos III, quien acusó a la Compañía de Jesús de conspirar contra la monarquía y de tener demasiado poder e influencia en la sociedad española. La expulsión fue parte de una campaña más amplia de reformas y modernización del Estado español, y se llevó a cabo en otros países europeos en la misma época. 
Según las referencias y experiencias vividas en el Nepomuceno, el navío de guerra que protegía a los jesuitas de Castilla, las condiciones de vida eran extremadamente difíciles. El P. Luengo, que viajaba en este barco, escribió en su diario que:
"una choza de pastor en tierra con un rebojo de pan hubiéramos escogido especialmente los del navío Nepomuceno, y la escogeríamos en el día como un regalo antes que vivir en esta embarcación del modo que vamos y de la manera con que se nos trata"
En el Nepomuceno, se decía misa en un altar-oratorio junto a la escalera en la cámara de en medio, en un pasadizo tan pequeño que solo cabían en el cuarto de rodillas. Rodeado de camastros y colchonetas, mientras los otros dormían o roncaban, se podían decir diariamente cuatro o seis misas.
El chocolate servía de desayuno para todos, pero los doscientos jesuitas tenían que desayunar de pie al mismo tiempo con media docena de jícaras y otros tantos vasos, el resto de la mañana lo pasaban esparcidos por los rincones y escondrijos leyendo o escribiendo. 
A las diez y media empezaba la comida en cuatro turnos en la cámara de en medio, donde una mesas y cajones al efecto servían de mesas:
 "Los manteles y servilletas que sirven cada día ocho veces, cuatro para comer y otras cuatro para cenar, en poco tiempo se ponen puerquísimas - nos dirá Luengo - y más que mantelería de gente aseada parecen estropajos"
Un segundo navío que transportaba a los jesuitas fue el San Genaro, al igual que el Nepomuceno tenía condiciones de vida difíciles. El barco estaba diseñado para transportar a la tripulación y a los soldados, por lo que no había suficiente espacio para los jesuitas. tuvieron que compartir el espacio con los víveres, que consistían en gran parte en animales vivos como bueyes, carneros, cerdos y gallinas, el barco estaba sobrecargado con un número excesivo de jesuitas, lo que empeoró aún más las condiciones de vida.
El espacio estaba dividido con tablas y en cada lado estaban formadas dos filas de catres o "sepulturas" de tablas, unas encima de otras a modo de literas, de esta forma iban acomodados en literas superpuestas, sin más espacio que el indispensable para entrar y salir. Los que estaban en la fila inferior no se podían sentar sobre la cama, porque tropezaban con la litera de encima, y los de la superior daban con el techo del navío.
También tuvieron que lidiar con las condiciones climáticas y de higiene, por ejemplo, los mareados pasaron:
"ansias y agonías de muerte, tirados por los rincones del barco o arrojados encima de las colchonetas, sin oírse más que suspiros y lamentos, arcadas y golpes de vómitos con unas convulsiones que parece iban a dejar allí hasta el cuarto apellido" 
La falta de higiene era evidente cuando se lee que los cocineros y sus ayudantes eran sucios, tanto así que solamente cambiaron dos veces los manteles. El agua cambió de sabor, quedando con un dejo a azufre y jabón.
ReferenciasFerrer Benimeli, J. (2009). La alimentación de los jesuitas expulsos durante su viaje marítimo. Recuperado de: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-alimentacin-de-los-jesuitas-expulsos-durante-su-viaje-martimo-0/html/

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