Logo Studenta

La creación del Yo a través de la narrativa

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

Bruner: “La fábrica de historias: derecho, literatura, vida” cap. 3 (F 809)
I
¿Qué función cumple hablar de uno? en el siglo XX se dice que gran parte de nosotros mismos es inconsciente y “defendida” hábilmente contra los sondeos de la conciencia por parte de distintos “mecanismos” que sirven para ocultarla o distorsionarla.
Bruner propone que nosotros construimos y reconstruimos continuamente un Yo con la guía de nuestros recuerdos del pasado y de nuestras experiencias y miedos para el futuro. Hablar de nosotros a nosotros mismos es como inventar un relato acerca de quién y que somos, qué sucedió y por qué hacemos lo que estamos haciendo.
Con el tiempo nuestras historias del Yo se acumulan, e inclusive se dividen en géneros. Envejecen porque nos hacemos más viejos y porque las historias de este tipo deben adaptarse a nuevas situaciones. Se pueden contar de muchas maneras la historia que ya pasó, cada una modelada por la vida en lo sucesivo menos por las circunstancias que ocurrieron en ese momento.
La creación del Yo es un arte narrativo pero con dificultad. La anomalía de la creación del Yo reside en su arribo tanto interior como exterior el lado interior lo constituyen la memoria, los sentimientos, las ideas, creencias, la subjetividad. Es innato y originariamente específica de nuestra especie: el sentimiento de nosotros mismos al adoptar una postura. Por otro lado, desde lado externo se da sobre la aparente estima de los demás y de las innumerables expectativas que derivamos muy pronto, inclusive inconscientemente, a partir de la cultura que estamos inmersos.
Los actos narrativos están dirigidos también por las culturas que ofrecen presupuestos y perspectivas sobre la identidad, grosso modo como compendio de tramas o sermones para hablar de nosotros a nosotros mismos o a otros, con una gama que va de lo especial a lo afectivo. deja amplio espacio para maniobrar, porque la creación del Yo es el principal instrumento para afirmar nuestra unicidad. Y ésta unicidad. Este concepto de unicidad surge de la diferencia que hay entre lo que nos contamos de nosotros y lo que revelamos a los demás.
Hablar a los demás de nosotros mismos depende de cómo creemos nosotros que ellos piensan que deberíamos estar hechos.
Hipótesis: Los relatos del yo se modelan sobre un tácito pacto autobiográfico que rige qué conforma la apropiada narración pública del yo. La identidad se vuelve res pública, aun cuando nos hablamos mismos.
El Yo también es el Otro.
II
En la actualidad la identidad parece haber adquirido un carácter público. Los psicólogos experimentales critican a la posición de Bruner los errores al juzgar al Yo. Error primario de atribución: Considerar a nosotros mismos más sutilmente gobernados por nuestras circunstancias.
El Yo bueno siempre animó la discusión del perpetuo debate moral laico llamada “pedagogía”
La creación y la narración del Yo son una actividad no menos pública que cualquier otro acto privado, como lo es además la crítica que se ocupa de ella.
III
Un listado para escribir y narrar un buen relato:
1- Un relato requiere una trama
2- A las tramas les sirven los obstáculos en la consecución de un fin.
3- Los obstáculos hacen reflexionar a las personas
4- Expón sólo el pasado que tiene relevancia para el relato.
5- Haz que tus personajes estén provistos de aliados y relaciones.
6- Haz que tus personajes se desarrollen.
7- Pero deja intacta su identidad.
8- Mantén su continuidad evidente
9- Dispón a tus personajes en el mundo de la gente.
10- Haz que tus personajes se expliquen en la medida necesaria
11- Haz que tus personajes tengan cambios de humor
12- Los personajes deben preocuparse cuando parecen ser absurdos.
El Yo de los psicólogos al final resulta poco más que un típico protagonista de un típico relato de un género típico. En la narrativa, una persona parte en busca de algo, encuentra obstáculos y se replantea sus metas en la vida, recuerda lo que es necesario como necesario, tiene aliados y personas por las que siente afecto, pero actúa sin perderse en este proceso. Vive en un mundo reconocible, dice lo que piensa cuando debe hacerlo, pero se muestra abatida cuando le faltan las palabras y se pregunta si su vida tiene sentido.
La identidad puede ser concebida como “eventos verbalizados”, una especie de metaevento que ofrece una coherencia y continuidad a la confusión de la experiencia. Pero el uso del lenguaje no recibe de por sí forma del lenguaje, sino antes bien de la narrativa.
IV
El relato del Yo es provocado por episodios ligados a algún interés de más largo aliento. Está vinculado a intereses de largo plazo, a escala más amplia: grosso modo como en la historiografía el registro de acontecimientos específicos.
Ninguna autobiografía es completa, sólo se la puede terminar. No es más que una versión, un modo de conseguir la coherencia.
La autobiografía literaria, aun con todas sus trampas, puede darnos muchas lecciones acerca de qué dejamos implícito en las descripciones breves y espontáneas que damos de nosotros mismos.
San Agustín, Vico, Rousseau y Beckett, es hijo de su época histórica: Cada uno cultiva una imagen nueva de la infancia, rechazando la que para él se volvió caduca. En los comienzos, para San Agustín, el Yo es producto de la narración guiada por la Revelación, que muestra la obra de Dios; cuando llegamos a Beckett, la narración de sí mismos es un nudo corredizo fabricado por el hombre, que estrangula la imaginación. Para todos ellos el problema de la identidad, de su naturaleza y su origen, era una cuestión de profundo interés y debate.
V
Una narración creadora del Yo es una especie de acto de balance. Por un lado, debe crear una convicción de autonomía, y por otro lado debe ponernos en relación con un mundo de otras personas. Pero al entrar en esta relación, queda implícito un compromiso con los demás que limita nuestra autonomía. Parece incapaz el vivir sin ambas cosas (autonomía y compromiso) y nuestras vidas buscan equilibrarlas. Lo mismo sucede con los relatos del Yo.
Cuando las circunstancias nos dejan preparado para el cambio, nos dirigimos a otros que han pasado por uno, y nos volvemos accesibles a nuevas tendencias y nuevos modos de vernos a nosotros mismos en el mundo.
La construcción del Yo, a través de la narración no conoce fin ni pausas. Es un proceso dialéctico, un acto de equiparación. Las personas cambian, vuelven a equilibrar su autonomía y sus compromisos, casi siempre de una forma que hace honor a lo que eran en el pasado.
VI
Llamar “personajes” a nuestras múltiples voces interiores es una exageración literaria. Pero ellas están ahí y se hacen oír, tratan de llegar a un acuerdo entre sí, y de vez en cuando, disputan. Una construcción narrativa del Yo de un alcance considerable trata de hablar de todas éstas.
Nos construimos a nosotros mismos por medio de narraciones. El talento narrativo es rasgo distintivo del género humano. Porque parece que es nuestro modo “natural” de usar el lenguaje para caracterizar las omnipresentes desviaciones de estado previstas de las cosas. Ninguno de nosotros conoce la exacta historia evolutiva de su origen y supervivencia. Pero lo que sabemos con seguridad es que ese talento es irresistible, en tanto medio para comprender la interacción entre los hombres.
Sin la capacidad de contar historias sobre nosotros mismos no existiría una cosa como la identidad.
Existe una patología neurológica llamada Dysnarrativia, que una grave lesión de la capacidad de relatar o comprender historias. Es una disminución en la memoria del pasado y además en la memoria disminuye drásticamente la efectividad, el sentido de identidad desaparece. Uno de sus síntomas más característicos es la pérdida casi total de la capacidad de leer el pensamiento ajeno, de comprender lo que los demás podrían pensar, sentir, hasta ver. Pierden el sentido de sí mismos y el del otro.
Dysnarrativia mortal para la identidad.
La construcción de la identidad no puede avanzar sin la capacidad de narrar.
Una vez que podemos narrar, podemos producir unaidentidad que nos vincule con los demás, que nos permita volver a recorrer selectivamente nuestro pasado, mientras nos preparamos para un futuro imaginado. Pero las narraciones que nos contamos a nosotros mismos, que construyen y reconstruyen nuestro Yo, abrevan en la cultura en que vivimos; ya que desde el principio somos expresiones de la cultura que nos nutre. Pero la cultura es a su vez una dialéctica, llena de narraciones alternativas acerca de qué es el Yo, o qué podría ser. Y las historias que contamos para crearnos a nosotros mismos reflejan esa dialéctica.

Continuar navegando