Logo Studenta

Extremos climáticos y plagas y epidemias

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

Extremos climáticos y plagas y epidemias
Para el ya citado Hubert Lamb (1995:285), las siguientes son las princi- pales áreas del quehacer humano que se ven afectadas por los cambios y las fluctuaciones climáticas:
1. Abastecimiento de agua, particularmente niveles del manto freá- tico y de los cuerpos de agua sobre la superficie, y por ende, de la energía que generan. Humedad en el suelo.
2. Temperaturas extremas y efectos sobre humanos y animales, de- manda de combustible y desarrollo de las cosechas.
3. Radiación solar, humedad y nubosidad, sus efectos sobre la sa- lud y el crecimiento de los vegetales, así como el potencial de la energía solar.
4. Viento extremo o acusada ausencia del mismo y sus efectos sobre infraestructuras y en la producción de energía. Los efectos de la evaporación sobre las cosechas y la biota en general, y en las condiciones de desarrollo de insectos, bacterias y virus.
Es en este cuarto punto en el que se basa el discurso y experiencia en México de este apartado: la correlación entre extremos climáticos y epidemias o plagas es reiterada por las fuentes documentales consultadas en nuestro país, las cuales abarcan cerca de cuatrocientos años, desde finales del siglo XVI hasta la década de 1890, y en los casos de Sonora y Yucatán hasta la de 1900. Dicha vinculación entre clima y morbilidad y mortalidad ha sido abordada desde diversas escuelas y realidades cultu- rales. Para el caso de México, vale reconocer la labor de Rodolfo Acuña y equipo (Acuña et al., 2002), quienes por medio de la conjunción de fuentes documentales e indicadores físico-biológicos, determinaron que las epidemias más terribles del siglo XVI estuvieron determinadas en bue- na medida por las tremendas sequías de la segunda mitad de ese siglo. Estos autores, basados en datos dendrocronológicos, aseguran que ésta fue la peor sequía de los últimos seiscientos años. Respecto a la continui- dad y profundidad de esta sequía, cabe confrontarla con la hallada para fines del siglo XVIII por medio de la consulta de fuentes documentales. Le Roy Ladurie (1990:73), en su recuento de episodios de escasa preci- pitación a escala mundial, realizado hacia la década de 1960, menciona a las décadas de 1560 y 1570 como muy secas, y para la parte occidental de Estados Unidos, las ubica particularmente entre 1576 y 1585.
Henry Díaz y colaboradores (2001:267) han destacado a fines del siglo XX el interés que en aspectos de salud pública despierta la varia- bilidad climática: “esto ha sido posible debido al incremento en el co- nocimiento sobre alteraciones climáticas y su impacto en la sociedad, conduciendo a mayores esfuerzos en la documentación y vinculación entre variabilidad climática y cambios en salud y bienestar.” Estos auto- res, asimismo, aducen que la investigación climática en términos de su relación con la salud, perdió interés como consecuencia de la revolución farmacéutica de la segunda mitad del siglo XIX, y que resurgió gracias a El Niño de 1982-1983 y las epidemias provocadas por causa de éste.
Los efectos directos de la variabilidad climática en biología vecto- rial ocurren a través de alteraciones extremas en temperatura, precipi- tación, humedad y vientos. Por la experiencia en México, en el caso de invasiones colosales de insectos, éstas se manifiestan en lo primordial en los antiguos obispados de Chiapas, Oaxaca y Yucatán, con referencia en estas fuentes a eventos similares en América Central, siendo, al menos por la cantidad de documentos localizados, la península de Yucatán la más afectada por este tipo de fenómeno desde el siglo XVI hasta fines del
XIX. Como antecedente, en el México prehispánico no se tiene referencia entre los malos augurios, castigos divinos o catástrofes, recabados entre códices y cronistas del siglo XVI, de plagas de langosta, tan presentes en el pensamiento judeo-cristiano.
Por lo recabado, éstas serían las plagas de langosta ocurridas en la península de Yucatán entre el siglo XVI y principios del XX: de acuerdo con un trabajo inédito de Carlos Menéndez (facsímil), localizado en el Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán, en el año de 1552 hubo una asoladora plaga de langosta en los alrededores de Mérida; otra ocurrió en 1618 (López Cogolludo, 1867:352). Hacia el inicio del verano de 1769, las autoridades civiles y eclesiásticas de Mérida solicitan ceremonias de rogativa para que termine la plaga de langosta que aqueja a ‘las milpas y montes’ yucatecos (AHAY, Actas de Cabildo libro 4, 17 y 29 de julio de 1769). Cinco años después, al final del verano de 1774 la langosta volvió a asolar la parte norte de la península de Yucatán (AHAY, Actas del Cabildo libro 5, 27-IX-1774). Poco más de cien años después se volvió a manifestar la presencia de la plaga de langosta en los municipios de Espitá, Izamal y Mérida (AGEY: Espita, vol. 2, exp. 1/ 9-VII-1883; Izamal, vol. 4/ 20-XI-1882; Mérida, vol. 4/ 9-VII-1883) habiendo un nuevo registro de invasión de langosta en 1906, aunque al parecer de menor duración y extensión (Menéndez, 1937:249).
A continuación se realiza la comparación de los datos climáticos ob- tenidos a partir de fuentes documentales en otras partes de México, con los episodios de plaga de langosta en la península de Yucatán. Cabe men- cionar que para la primera mención de plaga en 1552, se carece de datos continuos, pero dos referencias aisladas de los ayuntamientos de México (AACM, 635a: 29-11-1552) y Puebla (ACAP, 6: 13-II-1553) nos permiten saber que, entre febrero de 1552 y febrero de 1553, hubo calamidades que hicieron que faltara el trigo en ambas capitales. Para 1618, encontra- mos que se trató de una primavera muy calurosa (ACM, 6: 24-IV-1618) y que a finales de julio era patente la falta de lluvia en la Ciudad de Mé- xico (AACM, 652a: 27-VII-1618). Los siguientes años que reportan en Yucatán la invasión de langostas son 1769 y 1774; sobre estos episodios se trae a colación lo acotado en el apartado dedicado al comportamiento climático de México a lo largo de los últimos cuatrocientos años, en el que se adujo que la década de 1770 fue particularmente seca y que la tendencia a la baja en la precipitación parece haberse acendrado hacia 1760 al poniente del istmo de Tehuantepec. Fueron 1882 y 1883 los si- guientes años que manifiestan presencia de langostas en Yucatán, años de extrema sequía en Sonora (Sociedad Sonorense de Historia-VIII Simpo- sio de Historia Regional, 1996: 234), así como en el Centro-Occidente (ACCM, LXIX: 5-VIII-1882), prolongándose en esta zona la falta de precipitación extrema hasta 1884 (ACCM, LXIX: 27-VI-1884; 13-VII- 1884).
Como bien se puede observar, en cada ocasión que hubo invasión de langostas en Yucatán entre los siglos XVI y XIX, al poniente del ist- mo de Tehuantepec se manifestaban condiciones de extrema sequedad. En este sentido, la hipótesis es que en América Central, península de Yucatán, Tabasco y Chiapas se presentaban temporales extraordinarios que aumentaban la biomasa y provocaban la multiplicación exponencial de ortópteros, mientras que en el resto de México ocurrían condiciones de sequedad. Esta diferenciación entre extremos de abundancia y esca- sez de precipitación entre el México central y septentrional, y el sureste mexicano y América Central, de acuerdo con diversos datos recabados, parece ser común, al menos a lo largo de los últimos quinientos años.
La plaga de langosta más citada por fuentes documentales de la épo- ca virreinal y el siglo XIX, fuera de la península de Yucatán, ocurrió en- tre 1853 y 1854, en los estados de Chiapas (ADSC, Fondo Diocesano, Sección Gobierno, Clasificación II A.1: 23-V-1854), Veracruz, Oaxaca y llegando hasta el valle de Tehuacán (AGEP-Periódico Oficial del departa- mento de Puebla, tomo I no.142: 30-VI-1854).
1

Más contenidos de este tema