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MAGIA, CIENCIA Y RELIGIÓN Bronislaw Malinowski Bronislaw Malinowski, etnólogo inglés de origen polaco (Cracovia, 1884 - New Haven, Connecticut, 1942), se nos presenta como investigador infatigable y uno de los fundadores y principales representantes de la teoría funcionalista en antropología. El libro está dividido en tres ensayos independientes titulados: “Magia, ciencia, religión”, “El mito en la psicología primitiva” y “Baloma, los espíritus de los muertos en las islas Tobriand”. En los tres se deja patente la base de la teoría de Malinowski, tomada a partir de Durkheim, “fundador” del funcionalismo, y Marcel Mauss, su maestro en antropología: el desarrollo de la antropología cultural hacia la madurez metodológica y teórica, la importancia del trabajo de campo, la etnografía y la interpretación de lo fundamental del hecho cultural a la vez, buscando la función que cumplen estos hechos en sus respectivas culturas, y las diferentes funciones que puede tomar un mismo hecho en culturas distintas. En el primer ensayo de los tres, “Magia, ciencia, religión”, se intentan determinar las diferencias funcionales y estructurales que existen entre esas tres formas culturales, lo cual conduce a analizar otros problemas que encuentra en torno a la diferenciación y mutua interacción entre lo sagrado y lo profano en la cultura (la cultura de las islas Tobriand, a partir de la cual, universaliza sus propuestas). Dentro del mundo de lo sagrado, la magia está basada en la confianza del hombre en su poder de dominar la naturaleza, de modo directo, mientras que la religión comporta la confesión de la impotencia humana ante ciertas cuestiones, y leva al hombre por encima del nivel de la naturaleza y de lo mágico. Esta distinción acerca de modo asombroso a la ciencia y la magia en las sociedades primitivas. En el análisis de la ciencia, Malinowski trata de demostrar que los integrantes de las sociedades primitivas tienen un tipo de conducta separada de la magia y basada en el conocimiento científico y en el uso de la lógica, con unas leyes tradicionales conocidas por la comunidad y puestas a menudo a prueba, en contra de aquellos que consideran a la mente primitiva como prelógica e incapaz de distinguir causa de efecto o sustancia de atributo. Así, el éxito de la agricultura, la pesca, la ganadería o el comercio se debe a la combinación del conocimiento de las condiciones naturales necesarias para llevar a buen fin un trabajo adecuado, serio y apoyado en unos métodos. Esto nos lleva a poder afirmar que en la cultura primitiva existe un conocimiento que, aunque rudimentario, puede ser considerado como científico. Puede llevar a la confusión el hecho de todas esas actividades encontremos la magia considerada como absolutamente necesaria para el buen fin de una tarea. Estas prácticas, en la mente del aborigen, no son la causa directa del buen estado de las cosas, el conocimiento racional es para ello fundamental, pero, por otro lado, su experiencia le indica que existen circunstancias y fuerzas que pueden traer mala suerte a pesar de toda precisión lógica y técnica. Sólo entonces se empleará la magia, que coexistirá con la ciencia sin que existan interferencias entre ellas. Por otra parte, no existe el deseo de un conocimiento desinteresado y teórico de la realidad: la ciencia no se hace de un modo consciente. Centrándonos en el tema de la religión nos encontramos con un problema fundamental, es un hecho presente en toda cultura, pero alcanza tal diversidad que se hace muy difícil definirla. No se puede definir en torno a lo que es su tema principal de un modo estricto, o su objeto, porque ésta puede abarcarlos y sacralizarlos todos. Ni siquiera identificarla a la sociedad como ha pretendido Durkheim. Lo que sí es cierto e indiscutible en las sociedades primitivas, es que las crisis de la vida humana, incluso los más lejanos principios de esta, están rozados por una inexplicable y confusa mezcla de ritos que se ligan a cada acontecimiento de importancia y que se consideran y se viven como fin en sí mismas. A pesar de esto, todas las experiencias religiosas de las sociedades primitivas cumplen una serie de funciones fundamentales para la cohesión social, la conservación de la tradición y la supervivencia de la cultura y el bienestar de sus miembros. Aquí podríamos considerar los festivales de recolección, las reuniones totémicas, las ofrendas de primicias, las exhibiciones ceremoniales, el culto de los antepasados o de los espíritus tutelares, etc… La tradición de la magia La tradición, que, según hemos insistido varias veces, tiene potestad suprema en las civilizaciones primitivas, se concentra en gran parte en torno al culto y ritual mágicos. En el caso de cualquier magia importante siempre hallaremos una narración que da cuenta de su existir. Tal narración nos dice cuándo y cómo pasó la tal a ser propiedad del hombre y cómo se convirtió en pertenencia de un grupo local o de un clan o familia. Pero tal narración no es una narración de sus orígenes. La magia nunca se «originó», ni siquiera fue creada o inventada. La fuerza de la magia no es una fuerza universal que está en todas partes y que fluye allí donde es su gusto o donde se quiere que lo liaga. La magia es el único poder específico, fuerza única en su clase, que sólo el hombre tiene, que se libera solamente por su arte mágico, que brota de su misma voz y que es convocado por la celebración del rito. Magia y experiencia El hombre, ocupado en una serie de actividades prácticas, se encuentra con una dificultad: el cazador no está satisfecho con su presa, el marinero ha dejado pasar los vientos favorables, o la persona sana se encuentra de pronto con que sus fuerzas flaquean. ¿Qué hace naturalmente el hombre en condiciones tales, dejando a un lado toda magia, ritual o credo? Abandonado por su conocimiento, confundido por su experiencia pasada y su habilidad técnica, el hombre reconoce su impotencia. Sin embargo, su deseo no se ve por ello aminorado; su angustia, sus esperanzas y temores inducen una tensión en su organismo que le compele a alguna actividad. El hombre que está dominado por una cólera impotente o por un odio reprimido aprieta espontáneamente sus puños y lanza imaginarios golpes a su enemigo, musitando imprecaciones y dirigiendo contra él palabras de aversión e ira. El amante muerto de amor por su voluble e inalcanzable amada da en verla en sueños. Se dirigirá a ella, suplicará y demandará sus favores, se sentirá aceptado y la estrechará contra sí en medio del sueño. Estas reacciones al paso de la emoción o ante la obsesión del deseo son respuestas naturales que el hombre ofrece a tal situación, respuestas que están basadas en un mecanismo psico-fisiológico universal. Las tales engendran lo que pudieran llamarse emociones prolongadas en palabra y acto, como los ame-nazadores gestos de ira impotente y sus maldiciones. Magia y ciencia La magia es similar a la ciencia en que siempre cuenta con una meta definida que está íntimamente relacionada con instintos, necesidades o afanes humanos. El arte de la magia se dirige hacia la consecución de resultados prácticos. Como las demás artes y oficios, la ma-gia también está gobernada por una teoría, por un sistema de principios que dictan la manera en la que el acto ha de celebrarse para que sea efectivo. Al analizar los hechizos mágicos, los ritos y sustancias usadas, hemos encontrado que existen ciertos principios generales que los gobiernan. En la magia, como en las demás artes, el hombre puede deshacer lo hecho o reparar el daño que ha causado. Magia y religión Tanto la magia como la religión surgen y funcionan en momentos de carácter emotivo: las crisis de la vida, los fracasos en empresas importantes, la muerte y la iniciación en los misterios de latribu, el amor infortunado o el odio insatisfecho. Tanto la magia como la religión presentan soluciones ante esas situaciones, ofreciendo los ritos y la fe en el dominio de lo sobrenatural. Tal dominio comprende, en la religión, la creencia en los fantasmas, los espíritus, las presunciones primitivas de la providencia, los guardianes de los misterios de la tribu; en la magia, la creencia en su fuerza y poder primordiales. Tanto la magia como la religión se basan estrictamente en la tradición mitológica y ambas existen en la atmósfera de lo milagroso, en una revelación constante de su poder de taumaturgas. Ambas están rodeadas por tabúes y ceremonias que diferencian sus actos de los que el mundo de lo profano ejercita. Pues bien, ¿qué es lo que distingue la religión de la magia? Hemos tomado como punto de partida una distinción sumamente definida y tangible; hemos definido a la magia dentro del dominio de lo sacro, como un arte práctico compuesto de actos que son, tan sólo, medios para un fin definido que se espera para más tarde; la religión viene a ser un corpus de actos autocontenidos que ya son, por sí mismos, el cumplimiento de su finalidad. Diapositiva 1: MAGIA, CIENCIA Y RELIGIÓN Diapositiva 2 Diapositiva 3 Diapositiva 4 Diapositiva 5 Diapositiva 6 Diapositiva 7 Diapositiva 8 Diapositiva 9 Diapositiva 10 Diapositiva 11
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