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Historia practica 2 - resumen pracrico - Morena Stolerman

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Sol Freire
Las mujeres y el trabajo hacia fines del siglo XIX y principios del XX
Ideas principales del texto: Lo que surgió de la revolución francesa.
1. Discurso que hizo de la mujer trabajadora un objeto de investigación 
2. como el dilema trabajo-hogar se transforma en objeto de análisis para la mujer 
trabajadora
3. Relación del trabajo femenino con la mano de obra barata y adecuada para un 
único tipo de función
4. Amenaza para el hombre esta aparición de la mujer al trabajo por eso ponen 
muchas “trabas” a que esta pueda alcanzarlo.
Introducción:
Periodo preindustrial  las mujeres combinan exitosamente las tareas domésticas con sus
trabajos.
Periodo industrial  el traslado en la localización del trabajo imposibilita la combinación con las
tareas domésticas.
 Por lo tanto :
 La mujer solo puede trabajar durante un periodo de su vida (soltera y sin hijos)
 Su remuneración será mala + tendrá trabajos no cualificados 
 Construcción social que permite ver diversas cosas
 Surgimiento del problema: la mujer trabajadora es una anomalía ya que el trabajo
asalariado y las tareas domésticas son empleados a tiempo completo, diferenciados entre
sí. 
Hipótesis  los procesos discursivos que construyeron la historia de la separación entre hogar y
trabajo organizan, legitiman e institucionalizan la idea de que la división sexual del trabajo es un
hecho social objetivo, natural.
MUNDO PREINDUSTRIAL
 Según la historia convencional del trabajo (la que nos cuentan), la mujer desarrolla
actividades informales y no remuneradas (fuerza de trabajo cooperativa de base familiar),
en tanto su prioridad estaba en la familia
 Según Scott, las mujeres ya trabajaban fuera de sus casas (como pequeñas comerciantes,
niñeras, lavanderas, en talleres de ropa, alfarería entre otras) y la mayor parte eran jóvenes
y solteras.
MUNDO INDUSTRIAL
 Según la historia convencional del trabajo, producción y reproducción son actividades
irreconciliables
 Según Scott, la fuerza de trabajo femenina estaba formada por mujeres jóvenes y solteras,
tanto en los trabajos más tradicionales (servicio doméstico) como en los industrializados.
La predominancia del trabajo de aguja no permitía una separación tan clara entre la casa y
el trabajo. El cambio + fuerte se da en el desplazamiento desde el servicio domestico hacia
el trabajo de cuello blanco  dactilógrafas, archiveras y vendedoras
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 No hay cambios tajantes entre el trabajo femenino en el mundo preindustrial y en el
mundo industrial porque: no hay diferencia entre casa y trabajo + las mujeres asalariadas
están asociadas con el servicio antes que con el empleo productivo
DIVISION SEXUAL DEL TRABAJO
 «Para el hombre, la madera y los metales. Para la mujer, la familia y los tejidos».
 ¿Cómo se constituyeron los procesos discursivos que consolidaron las divisiones sexuales 
del trabajo?
Economía política 
 
 
 los salarios de los hombres debían garantizar la supervivencia de la familia toda, no solo la 
del trabajador; no sucede lo mismo con los salarios de las mujeres, que resultan 
suplementarios. Así, las mujeres dependen naturalmente de los hombres y, por lo tanto, 
no necesitan vivir de sus salarios ⇒ los salarios bajos son causa y prueba del “hecho” de 
que las mujeres eran menos productivas que los hombres: los salarios de las mujeres 
daban por supuesto su menor productividad / los salarios de las mujeres demostraban su 
incapacidad de producir tanto como los hombres. 
 ⨠ Dónde trabajaban las mujeres no fue el resultado de ciertos procesos industriales
ineluctables (la incompatibilidad entre hogar y trabajo → empleos marginales y mal pagos)
sino de:
- leyes “naturales” del mercado (cálculos relativos al costo de la fuerza de trabajo: ↑
trabajo femenino = ↓ costo de mano de obra);
- leyes “naturales” biológicas (menor capacidad de trabajo de las mujeres). 
LA CLASIFICACIÓN SEXUAL DE LOS EMPLEOS
¿Las prácticas de los empleadores generan discursos sobre la división sexual del 
trabajo?
- “Trabajo de mujeres”: además de edad y calificación profesional, se estipula el 
sexo de quien será contratado/a ya que el empleo posee cualidades propias de uno
u otro sexo (enseñanza, cuidado de niños, dactilografía, trabajo de oficina 
requieren rasgos que la mujer posee naturalmente). 
- Incremento de la eficacia económica + recorte de costos: salarios más bajos 
atraería hombres de menor calificación aunque mujeres más capacitadas. 
⨠ Organización espacial + jerarquía salarial + ascenso + concentración en cierto tipo
de empleo + vida útil = construcción de una fuerza de trabajo sexualmente 
escindida. 
SINDICATOS
 - Los sindicatos son predominantemente masculinos: protegen sus salarios y 
empleos manteniendo a las mujeres al margen. 
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 - Hincapié en la división sexual natural del trabajo: el destino social de las mujeres 
es ser madres y amas de casa. 
 - El trabajo pone en peligro la moralidad de las mujeres: “podían castrar a sus 
maridos si pasaban demasiado tiempo ganando dinero fuera de casa. 
 Sin embargo , hay sindicatos que aceptan mujeres y hay sindicatos exclusivamente 
femeninos (industria textil, de vestimenta, tabaco y calzado) si bien no se afinca la 
creencia de su compromiso de por vida con el trabajo asalariado. 
LEGISLACIÓN PROTECTORA
1) “Salario familiar”: si el hombre recibe un salario que sostiene a la familia toda, el
trabajo de la mujer es siempre un deber para con los demás (cuando joven y 
soltera cumple con las obligaciones familiares; casada y madre, señal de problemas
económicos). La identidad exclusiva y natural de la mujer es la reproducción 
(maternidad + domesticidad). 
2) Particular atención sobre niños y mujeres (siglo XIX): al no ser ciudadanos, no 
tenían acceso al poder político y, por lo tanto, resultaban más vulnerables y 
necesitaban mayor protección. 
Sin embargo, tras la aprobación de las leyes protectoras, se incrementó el trabajo 
domiciliario de las mujeres dado que las leyes se aplican en ámbitos 
mayoritariamente masculinos de donde las mujeres quedan excluidas ⇒ la ley 
ahonda la brecha entre trabajo femenino y masculino + consolida el papel 
reproductor de la mujer como su función primaria. 
CONCLUSIÓN
 Las condiciones objetivas del desarrollo industrial contribuyó a la plasmación de tales
condiciones al dar forma sexuada a las relaciones de producción, estatus secundario a las
trabajadoras y significado opuesto a los términos hogar-trabajo y producción-
reproducción.
RESUMEN 
Durante el siglo XIX, la concepción existente en torno a la mujer y el trabajo se fue modificando y
adquiriendo una percepción negativa en países como Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Según
Joan Scott, el problema gira en torno a la capacidad o incapacidad de estas mujeres de desarrollar
sus obligaciones domesticas y cumplir a la vez con un horario laboral. A su vez, destaca la
importancia que adquiere el concepto de división sexual del trabajo en la concepción sobre el
tema.
Al comparar este mismo periodo con el de la Argentina, nos encontramos con un aumento de
mujeres trabajando; no solo en fábricas, sino en trabajos de "cuello blanco"1, como maestras o
1 Joan W. Scott "La mujer trabajadora en el siglo XIX"
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enfermeras. Pero en este caso, la incorporación de mano de obra femenina es más bien vista a
través de su análisis, como forma de adquirir cierto prestigio y de mejorar su situación social, pero
no por ello menos problematizada.
La diferencia, al parecer, reside en aquellos precedentes en el desarrollo histórico europeo que
dificultan la incorporación de la mujera nuevos espacios; la concepción que se tiene de la mujer, la
situación económica de algunos países, el trabajo domiciliario previo al proceso de
industrialización. Estos elementos permiten observar diferencias con respecto a los países
europeos y la Argentina en cuanto a la incorporación de manos de obra femenina al ámbito
laboral.
Nos proponemos partir del análisis de Joan Scott sobre el trabajo femenino en Francia e Inglaterra,
y contrastarlo luego con el proceso de incorporación de mujeres al sistema educativo argentino,
para poder comparar las concepciones existentes, las condiciones, los elementos políticos y
sociales que caracterizan cada proceso.
Desarrollo
Para la autora Joan Scott, el hecho de que la mujer como trabajadora alcanzara gran protagonismo
durante el siglo XIX en algunos países de Europa como Inglaterra y Francia y en Estados Unidos, no
implica que este sea el origen de su existencia, ya que este puede rastrearse en otros momentos
históricos, con características y concepciones diferentes.
La causa de este protagonismo se relaciona a las problemáticas relacionadas en torno a la
visibilidad de la mujer en un rol laboral a partir de la Revolución Industrial, que llevo a
cuestionamientos en torno a si la mujer debía trabajar, como afectaría el mismo a su moral e
integridad física, y que trabajos debían realizar.
El principal argumento en contra del trabajo femenino giraba en torno a la creencia de que este no
permitiría que cumpliesen con sus deberes en el hogar ni con la familia. Esto se relaciona a la
creencia de que en un momento preindustrial, las mujeres podían hacerse cargo de las tareas
domesticas y del trabajo domiciliario. Con el trabajo fabril, y la distancia entre hogar y trabajo,
continuar cumpliendo con su rol domestico sería imposible teniendo familia, por lo que se sostenía
que las mujeres solo debían trabajar por un corto periodo de su vida, momento en el que viviesen
con su familia paterna. Al casarse, debían renunciar al trabajo y ocuparse de los roles asignados
para ellas.
Ya que el trabajo asalariado y los deberes domésticos ocupaban una gran cantidad de tiempo, y
por que se encontraban distanciados espacialmente, era entendido como imposible la articulación
de ambos.
A raíz de todos estos elementos, se postulo que las diferencias en cuanto a posibilidades laborales
entre hombres y mujeres se debían solo al sexo y las responsabilidades asociadas a cada uno,
siendo la del hombre la de reproducir el sistema y proveer sustento a su familia, mientras que las
mujeres deben encargarse de la reproducción biológica y de las cuestiones del hogar.
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Mas allá de estas consideraciones, se siguieron empleando mujeres por ser mano de obra barata,
para realizar operaciones delicadas, principalmente realizando tareas en el rubro textil, donde en
las fabricas y sindicatos se enfrentaron a la oposición del hombre por la competencia y en el rubro
de los servicios. 
Pero a pesar de que el proceso de industrialización que siguió a la Revolución Industrial se
presenta como el momento en que las mujeres dejan sus hogares para trabajar, existen ciertos
elementos de continuidad entre este periodo y el anterior del mundo preindustrial. 
En este momento preindustrial, las mujeres ya trabajaban fuera de sus hogares, vendiendo bienes
en el mercado, trabajando de niñeras o lavanderas, y muchas veces como empleadas domesticas.
Estas mujeres trabajadoras eran tanto solteras como casadas, trabajaban en domicilios pero no en
el propio, o se reunían en pequeños talleres donde hilaban, tarea que podían realizar también en
su hogar, por lo que las tareas que realizaban eran muy diversas y dependían de la situación en el
hogar.
Podemos concluir, entonces, que el cambio en la concepción con respecto al trabajo femenino, no
está relacionado con la distancia entre el hogar y el lugar de trabajo, sino mas bien con las
características de estos nuevos espacios en las fabricas, que se creían nocivos para las mujeres
tanto por las condiciones, los horarios, por trabajar junto a hombres o exponerse a situaciones que
hagan peligrar su moral. 
De todas maneras, el trabajo industrial no era lo más común, las mujeres continuaron
desempeñándose en tareas "tradicionales" como la manufactura a pequeña escala, el comercio y
los servicios. El trabajo de aguja sigue siendo hacia fines del siglo XIX igual de importante que en el
siglo anterior, por el aumento de producción de vestimenta. Esto no evito que las pagas sean
bajísimas, tanto en este como en cualquier otro rubro, lo que es más notorio si se lo compara con
los salarios de los hombres en actividades similares.
Hacia la ultima década del siglo XIX, se aprueba la legislación protectora de la mujer, y se otorgan
exenciones fiscales a la producción domiciliaria, lo que hizo proliferar el trabajo en talleres
manufactureros, mal pago y en pésimas condiciones. Por lo tanto, en el rubro de la vestimenta el
trabajo femenino presenta más continuidades que rupturas.
Por otro lado, comienza a aumentar las posibilidades laborales en empleos de "cuello blanco", en
los sectores de comercio y servicios; en oficinas, como dactilógrafas, como archiveras, en el correo,
como telefonistas, vendedoras, enfermeras y maestras.
En este contexto, la situación de la mujer como trabajadora, la división del trabajo basada en el
sexo, y la representación de las mismas en sindicatos confluyen con la problematización de la
situación de la mujer trabajadora en sí. Economistas políticos comienzan en este momento a
teorizar sobre las diferencias salariales entre hombres y mujeres basado en que el hombre es
sostén de la familia, y la mujer solo aporta una pequeña ayuda extra. 
Estas "leyes" de la economía política tenían un carácter circular, ya que se explicaban los bajos
salarios por la menor productividad de la mujer; y a la vez como producían menos, sus salarios
debían ser inferiores. Estas concepciones no implicaban que las mujeres no saliesen a trabajar,
pero si legitimaban las practicas dominantes basadas en leyes de mercado y de la biología, y
justificaba la división sexual funcional del trabajo.
Las practicas selectivas de los empleadores ayudaron por su parte a la creación de un categoría de
trabajo femenino, tomando mujeres para trabajos delicados y que requirieran paciencia; y a
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hombres cuando se requiriendo fuerza, vigor y habilidad. Esta diferenciación agrega aun más
elementos a esta creencia de una división sexual del trabajo.
Muchas veces, cuando en algún rubro de la producción se querían reducir los costos, se empleaba
la mano de obra barata de las mujeres, lo que generaba cruces y choques con los trabajadores
masculinos que las veían como una amenaza.
Por otro lado, los trabajos que se les ofrecían a las mujeres de maestras, niñeras, dactilógrafas
entre otros, respondían a la creencia de que extrapolaban sus "capacidades innatas" o actividades
propias de mujeres, como el cuidado de niños, tocar el piano, coser, etc. a las actividades
económicas.
 Con respecto a los sindicatos, la autora señala que conjuntamente con las actividades políticas,
presentan otro ejemplo de la división sexual del trabajo. Los hombres trabajadores veían en las
mujeres una competencia, y aceptaban que estas percibieran un salario inferior por su trabajo. De
esta manera no les ofrecían protección para velar por los intereses propios, hecho que tampoco
detuvo a las mujeres a la hora de salir a trabajar. Justificaban su rechazo de los sindicatos alegando
que su condición de mujeres las hacia malas trabajadoras y malas sindicalistas, y frenaríana los
hombres en su lucha contra el capitalismo.
La industria textil, con un gran número de mujeres trabajadoras, tuvo sindicatos que aceptaban a
las mujeres (en un papel subordinado) e inclusive algunos formados por ellas.
Desde el Estado el discurso no se modificaba demasiado, manteniendo la división sexual del
trabajo como postura y justificación de las desigualdades laborales. Como veía a las mujeres
incapaces de organizarse por sí mismas, los legisladores sostenían que necesitaban de una fuerza
que interviniese en su nombre. Las legislaciones propuestas no hacen más que profundizar la mala
situación.
Estos debates durante esta época ponen en discusión a la mujer trabajadora como un problema, lo
que genero gran cantidad de documentación sobre las razones de estas mujeres para salir a
trabajar; mantenerse a sí mismas o a sus familias, por una tradición de oficios familiar, o por las
nuevas oportunidades disponibles. Con el tiempo, y a raíz de los reclamos, se introduce la idea de
que la mujer puede simplemente, tener ganas de trabajar.
El debate giraba entonces en cuanto al trabajo femenino en sí, y no en torno a las malas
condiciones laborales de las mujeres; con el fin de eliminarlas del mercado laboral.
En la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, la mujer comenzaba a ocupar también
nuevos espacios laborales, y uno de los más importantes fue el de la educación como maestras de
nivel inicial, formadas en una tradición normalista, positivista y liberal, con métodos de enseñanza
enciclopedista. Estas mujeres adquirían una posición social de distinción al ocupar puestos en la
enseñanza.
Esta tendencia se enmarca en un contexto en el cual se conformaba el Estado moderno argentino,
el cual debía lidiar con la heterogeneidad de su población producto de las grandes cantidades de
inmigrantes. La educación fue uno de los elementos mediante los cuales se promovió la
construcción de ciudadanía, por lo que se hizo necesario contar con un gran número de maestras
para poder llevar a cabo tal tarea.
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A partir del análisis de lo expuesto por Silvia C. Yannoulas2, encontramos paralelos con lo antes
expuesto, en cuanto a que el capitalismo impone una diferenciación sexual en el ámbito laboral,
una división sexual del trabajo que sirve para indicar las tareas diferentes para hombres y mujeres.
Para la autora, la participación laboral de la mujer fue permitida pero no promovida, en un intento
de proteger la familia, solo se les permite o tolera desempeñarse como maestras debido a su
carácter maternal.
Señala que se establecían ciclos, donde durante las crisis se promovía el trabajo femenino, y
cuando estas culminaba, o se debían a la abundancia de mano de obra, la tendencia era la
opuesta.
La preocupación por la educación elemental era un tema central, por lo que surge la necesidad de
crear un cuerpo docente acorde dividido en dos niveles, el primario, obligatorio, laico y gratuito a
cargo de maestras, y un nivel medio reservado para los futuros hombres políticos a cargo de
profesores.
Desde el análisis propuesto por Graciela Morgade3, el interés se centra un poco más en las
condiciones que hicieron de las mujeres las indicadas para el trabajo de maestras. Esta concepción
se debía a su carácter maternal, por su naturaleza moralizadora, por ser mano de obra barata y por
sus presiones de ingresar al mundo público. Que trabajasen como maestras estaba permitido por
qué no atentaba contra su moralidad.
Para las mujeres, el acceso a la docencia era visto como un medio de asenso social, y muchas
mujeres hijas de trabajadores tomaron este camino para modificar su situación.
Pero no todos los grupos estaban de acuerdo, y muchos dudaban de la capacidad intelectual y
entereza moral de estas mujeres, que salían del refugio del hogar y se libraban a las influencias
negativas. 
En su análisis, la autora también afirma que estas mujeres no eran en su totalidad sumisas, sino
que hubo algunas que quisieron imponer mejoras a la educación oficial, principalmente aquellas
maestras socialistas
2 Silvia C. Yannoulas "Educar ¿Una profesión de mujeres? La feminización del Formalismo Docencia y la 
(1870-1930)" Capítulos 2 , 3y 4
3 Graciela Morgade, "¿Quienes fueron las primeras maestras?"
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