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El Hecho Social

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El Hecho Social
Lo primero que puede señalarse sobre el concepto de “hecho social”, es que fue diseñado – y presentado originalmente en su libro “Las Reglas del Método Sociológico” (1985) – por el sociólogo francés Émile Durkheim, y que es empleado a discreción como uno de los conceptos básicos en la enseñanza y estudio tanto de la sociología como en la de la antropología. 
La definición sociológica de “hecho social” engloba a aquellas formas de obrar, pensar y sentir exteriores al individuo. A aquellos valores, normas culturales y estructuras sociales que trascienden al individuo y pueden ejercer control social.
Pero mientras Durkheim puede haber delimitado el concepto, eso no quiere decir que no haya habido precedentes significativamente anteriores: Aristóteles, el famoso filósofo de la Antigua Grecia, no solo se desenvolvió en las áreas que le generaron más renombre, sino que ciertos análisis más juiciosos de algunos de sus textos demuestran ciertas interpretaciones y/o aplicaciones sociológicas.
Una lectura minuciosa de la “Política”, por ejemplo, muestra como los límites entre lo que se considera Ciencia Política y Sociología en su conjunto se difuminan en el mejor de los casos. Aristóteles desarrolló una teoría de la vida social del hombre como un todo, rodeada por una filosofía de marcado carácter social a la par con el más evidente cariz político de sus trabajos.
Aristóteles postula que existen dos formas esenciales de asociación humana: La de varón y mujer con fines reproductivos, y aquella entre el gobierno real y sus súbditos naturales. Todas las demás agrupaciones entre humanos se derivan a partir de estos dos tipos fundamentales. La “comunidad política” – o Polis – es contrastada contra otros tipos de asociación – tales como la familia – y comunidad – por ejemplo, el pueblo –. El autor evalúa inicialmente las relaciones entre la ciudad y el individuo, continua con aquellas competentes al hogar, y los resultados que obtiene le sirven de fundamento para manifestar una opinión divergente con respecto al fenómeno de la dominación política.
El hombre, en la concepción aristotélica, es presentado como un ser cuya compulsoria inclinación hacia las asociaciones políticas es innata, pues incluso ante la carencia de necesidad de un intercambio de servicios, el ser humano es dominado totalmente por una ansiedad que lo empuja a agruparse para vivir.
Así, pues, esta visión del hogar como elemento constitutivo primario de la sociedad organizada, y del hombre en general como controlado por tales estructuras sociales generadoras de una angustia paralizante, es reminiscente de los postulados previamente mencionados respecto al hecho social. 
Pasando a Durkheim, el eje central de su teoría gira en torno a la necesidad de tratar empíricamente – como si fuera una cosa – al hecho social, mismo que según este autor debe ser entendido como un conjunto de estructuras e instituciones externas y coercitivas con respecto al individuo.
Sin embargo, a inicios de “Las Reglas del Método Sociológico” – tras enumerar las controversias generadas por la introducción de sus nuevos métodos –, Durkheim asevera que los hechos sociales no son cosas materiales, sino que son como estas. La cosa, en palabras del autor, se opone a la idea tal y como aquello que asimilamos desde fuera se diferencia de lo que conocemos desde dentro:
“Tratar como cosas a los hechos de un cierto orden no es, pues, clasificarlos en tal o cual categoría de lo real; es mantener frente a ellos una actitud mental determinada; es abordar su estudio partiendo del principio de que ignoramos por completo lo que son, y que no podemos descubrir sus propiedades características, como tampoco las causas desconocidas de las que dependen, ni siquiera valiéndose de la introspección más atenta.”
Durkheim (1986, 16)
Durkheim puso cuidado en examinar las particularidades de los fenómenos sociales, determinando que todos aquellos que no terminaban de encajar entre los fenómenos orgánicos, ni de alinearse con los psíquicos, eran calificables como integrantes de la esfera de lo puramente social. Este autor también señala que una nada desdeñable fracción de “nuestras” ideas llegan a nosotros desde fuera, imponiéndose al pensamiento del hombre, pero a su vez se preocupa de asegurar a los más asustadizos de sus lectores con la certeza académica de que las manifestaciones de personalidad individual no se ven completa y absolutamente obliteradas incluso bajo la coacción social más vehemente.
Un ejemplo del que Durkheim se sirve para ejemplificar el efecto de los hechos sociales es el de la crianza de los niños; pues, a fin de cuentas: ¿Qué es lo que realizan los padres a lo largo del periodo formativo de sus hijos sino la imposición de una regulación tras otra tras la cual se habrá moldeado a un nuevo individuo acorde con los estándares y requerimientos de la sociedad actual? – La educación tiene por objeto la predisposición del comportamiento de los alumnos.
Los hechos sociales fueron categorizados por Durkheim en tres tipos diferentes: Los morfológicos – aquellos que dan forma a la sociedad –, las instituciones – aquellas que ya llevan un largo tiempo impuestos en la sociedad –, y las corrientes de opinión – popularmente referidas como modas, son más bien efímeras –. Siguiendo la línea de Durkheim, los caracteres culturales nos han moldeado desde siempre, y lo seguirán haciendo, en aras de que internalicemos el condicionamiento que guía nuestras respuestas a cada determinada situación.
A lo largo de “Etnografía: Alcances, Técnicas y Éticas”, Restrepo se remite mayoritariamente al criterio de Guber por sobre el de otros autores.
Uno de los primeros puntos que podrían correlacionarse con los efectos del hecho sociales el de los peligros que representan tanto el etnocentrismo como el sociocentrismo en la labor etnográfica:
“[…] son prejuicios que se derivan de los procesos de normalización y de producción de subjetividades que han constituido al etnógrafo como un sujeto social determinado. […] Estos prejuicios están profundamente arraigados puesto que hacen parte de la forma de pensar, relacionarse y hacer de los individuos, sin que sean conscientes necesariamente de su existencia e influencia. De ahí que a menudo cueste mucho trabajo identificar tales prejuicios y tomar distancia de ellos.”
Restrepo (2018, 36)
También pueden mencionarse las perspectivas emic – con la que se describe una cultura desde adentro – y etic – o desde afuera –. Sin embargo, delinear el uso apropiado de cada una ha generado debate; pues cada “lado”, por así llamarlo, posee equivalentes ventajas en el manejo de la misma información. 
Posteriormente se abarca el enfoque metodológico de la etnografía, con el autor señalando que el objetivo sería el de diseñar una descripción de ciertos aspectos de la vida social de los estudiados, tomando en cuenta aquellos significados asignados por los mismos actores a los puntos focales de interés académico.
El registro de datos – de los detalles, notoriamente significativos o en apariencia superfluos, observados de los lugares y actores en adición a las trascripciones de entrevistas – en un diario de campo es un punto en que tanto Guber como Restrepo y otros autores citados por ambos enfatizan: A través de la lectura y organización de lo recabado se puede reconstruir una imagen bastante más fiel a la realidad que se está estudiando. Guber señala que los métodos de recopilación de información que requieren de un contacto directo – como las encuestas, por ejemplo –, no son realmente fiables en su totalidad debido a que, a menudo, la gente contestará lo que creen que el entrevistador desea oír. Tales impases pueden solucionarse con la reconstrucción paso a paso del entorno y el contexto, cuando el antropólogo – partiendo desde estos – tamiza reflexivamente lo crucial para su reconstrucción etnográfica objetiva.
Guber, a su vez, establece que la posición del informante se ve condicionada por su nivel de conocimientos relevantes al estudio conduciéndose, y que los datosque brinden siempre resultarán – por necesidad – innegablemente relacionados con sus posiciones estructurales y situacionales. 
Tras revisar a estos autores, a título personal, puedo concluir que la concepción de hecho social – o en su defecto, el estudio de sus efectos – que hallo más acorde con la misma flexibilidad de la realidad es la presentada por Durkheim.
Efectivamente, al ejercer ciertas responsabilidades – sean del tipo que fuesen – para cuya adecuada realización recibimos un periodo de instrucción previa, estamos realizando un hecho social. Hay ciertas instancias en las que las consecuencias de romper con lo normalizado nunca fueron explícitamente declaradas; y, sin embargo, la censura resultante es ansiosamente esperada. Hay otras en las que tal desviación de los condicionamientos sociales resulta en represiones más severas. Aun así, tampoco puede aseverarse que cada infimo rastro de individualidad se vea ahogado antes de manifestarse. Más allá del proceso impositivo llevado a cabo como método de adquisición de cultura, la orientación del desarrollo del individuo es necesaria para su mismo rol social.
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Bibliografía:
1. Durkheim, Émile (1986): Las Reglas del Método Sociológico – México DF: Fondo de Cultura Económica (FCE)
2. Ellwood, Charles (1902): Aristotle as a Sociologist – Annals of the American Academy of Political Science, Vol 19, pp. 1-10
3. Paz, Juan & C, Miño (2017): Durkheim y el "Hecho Social" – Recuperado el 20/11/18, del Diario El Telégrafo – Sitio web: https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/durkheim-y-el-hecho-social
4. Restrepo, Eduardo (2018): Etnografía: Alcances, Técnicas y Éticas – Lima: Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
5. Trueba Atienza, Carmen (2009): La Teoría Aristotélica de las Emociones – Signos filosóficos, 11 (22), pp. 147-170
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