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3 La influencia del darwinismo y el surgimiento de las pruebas mentales Chávez López Karla Yolanda Resumen El darwinismo es el término que se usa para englobar todas las ideas de Darwin, más específicamente los aspectos de su teoría de la evolución donde hacía hincapié en la existencia de la lucha por la supervivencia del “más apto”, la selección natural y la aptitud, definida como la capacidad para reproducirse y adaptarse al ambiente. Aunque no está de más mencionar propuestas anteriores como la “herencia de las características adquiridas” de Lamarck donde plantea que aquellos hábitos que resultan favorables para la permanencia de la especie son heredados a las siguientes generaciones mientras que los que traen consecuencias negativas son dejados atrás. Uno de los mayores seguidores y defensores de Darwin fue el filósofo Herbert Spencer, cuya obra más importante fue “estática social” dónde aplico el concepto de “supervivencia del más apto” en la sociedad alegando que los principios de la evolución deberían operar libremente para que los individuos que están suficientemente completos para vivir lo hagan y los que no simplemente desaparezcan, todo esto con el único propósito de alcanzar la perfección humana, premisa que va en contra de los principios evolutivos de Darwin pues para él la evolución no tiene ningún propósito. La incorporación de estos nuevos ideales en el pensamiento científico originó una búsqueda de nuevas explicaciones para el comportamiento humano, esta vez tomando en cuenta factores biológicos, genéticos y utilizando métodos un poco más objetivos. Sin embargo, hubo un aspecto de la naturaleza humana que sobresalió por el gran interés que generó su estudio, la inteligencia. Pioneros como Sir Francis Galton y Cattell aseguraban que la inteligencia estaba relacionada a la sensibilidad y que esta era únicamente hereditaria, además de objetar que la aplicación de las leyes biológicas de la herencia debe estar orientada al perfeccionamiento de la especie humana. Uno de los principales aportes de Galton fue la premisa de que el máximo aprovechamiento de la inteligencia depende de las características biológicas, dando pie a la controversia naturaleza-crianza. Posteriormente, y sin perder el interés por las pruebas mentales, aparecen Alfred Binet y Theodore Simon planteando que la inteligencia depende de las capacidades mentales superiores como la memoria o la atención y no de procesos sensoriales, para después comprobarlo con la aplicación de la escala de inteligencia Binet- Simon a niños, estableciendo por primera vez niveles reales de “normalidad” e introduciendo el término edad mental, con base en los resultados de la prueba.
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