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CURSO_BASICO_DE_PSICOANALISIS_Alberto_Ta (1)

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I 
! Pardós A. Tallaferro 
Biblioteca 
de P S ~ C O I W ~ ~ Curso básico - 
profunda de psicoanálisii 
CURSO BASICO 
DE PSlCOANALlSlS 
BIBLIOTECA DE PSICOLOGIA PROFUNDA 
2. Freud. A. : Psicoondlisis del desarro- 
l lo del nitio y del adolescente 
4. Freud. A.: Psicwndlisis del jardln 
de infantes y la educacidn del niño 
6. Jung. C. C . : La psicologla de la 
transferencia 
7 . Jung. C. C.: Slmbolos de transforma- 
cidn 
8. Freud. A. : El psicwndlisis y la crian- 
za del niño 
12. Jung. C. G. y otros: La interpretacidn 
de la naturaleza y la psique 
14. Jung. C. G.: Arquetipose inconscien- 
re colecrivo 
! 5. Freud. A.: Neurosis y simomcuologia 
en la infancia 
!6. Jung. C.G.: Formaciones de lo in- 
consciente 
17. Grinberg. L. y Grinberg. R.: Identi- 
dad y cambio 
2 1 . Fenichel. O.: Teorla psicoanalltica 
de lar neurosis 
22. Langer. M .: Maternidad y sexo 
24. Segal. H.: Imroducci6n a la obra de 
Melanie Klein 
25. Bion. W . R.: Aprendiendo de lo expe- 
rrencia 
29. Jung. C. C.: Psicologla y simbdlica 
del arquetipo 
30. Garma. A,: Nuevas aportaciones a l 
psicoandiisis de los sueños 
31. Aberasmry. A,: Aportaciones al psi- 
coandlisis de nifios 
35. Reich, W .: La funcidn del orgasmo 
36. Bleger. J . : Simbiosis y ambigüedad 
37. Sandler. J. y otros: El paciente y el 
anolista 
40. Freud. A,: Normalidad y patologla 
en la niñez 
42. Leclaire. S. y Nasio. J. D.: Desen- 
mascarar lo real. El objeto en psico- 
andlisis 
44. Berensiein. l.: Familia y enfermedad 
mental 
48. Bowlby. J.: El vlnculo afectivo 
49. Bowlby. J.: La separacidn afectivo 
50. Bowlby. J.: LapCrdida afectiva. Tris- 
teza y dcpresidn 
59. Kernberg, O.: La reorla de lar rela- 
ciones objetales y el psicoandlisis 
clfnico 
M). Sami-Ali, M.: Cuerpo real. cuerpo 
imaginario 
62. Bion. W . R.: Seminarios de psico- 
andlisis 
65. Mattoon. M. A,: El andlisis junguia- 
no de los sueños 
67. Freud. A,: El yo y los mecanismos 
de defensa 
68. Kohut. H. : La restauracidn del S(- 
mismo 
72. Berenstein, l.: Psicoandlisis de la es- 
tructura familiar 
76. Grinberg, L.: Psicoandlisis 
78. Jung. C. C.: EnergCtica psíquica y 
esencia del sueño 
80. Freud, S. : Esquema del psicoandlisis 
85. Balint. M.: La falta bdsica 
91. Mannoni, Maud.: El niño retardado 
y su madre 
95. Mahler, M.: Estudios sobre psicosis 
infantiles 
96. Mahler. M.: Separacidn-individua- 
cidn 
97. Hall. C. S.: Compendio depsicolog(a 
freudiana 
98. Tallaferro. A,: Curso básico de psi- 
cwndlisis 
99. Dolio. F.: Sexualidad femenina 
101. Krell, lrene B. C. de (comp.): La es- 
cucha, la histeria 
102. Mauas. M. A.: Problemas y para- 
tiempos psicoanallticos 
103. Lagache. D. : El psicoandlisis 
104. Kernberg. O.: Desdrdenes fronterizos 
y mrcisismo pataldgico 
105. Racker. H.: Estudias sobre recnica 
psicoanalitica 
106. Kaplan. L. J.: Adolescencia. El adids 
a la infancia 
108. PCrez Shnchez. M. : Observacidn de 
niños 
1 10. Kohut. H .: i Cómo cura el andlisis? 
11 1. Mayer. H.: Histeria 
112. Bank. S. P. y Kahn. M. D.: El vln- 
culo fraterno 
1 13. Jung. C. C.: Aion. Conrriburiones a 
los simbolismos del si-mismo 
1 14. Jung. C. C.: Las relaciones entre el 
yo y el inconsciente 
I 15. Jung. C. C.: Psicologla de la demen- 
cia precoz. PsicogC~iesis de las enfer- 
medades mentales 1 
1 17. Ledoux. M. : Concepciones psicoana- 
Ilticas de la psicosis infamil 
1 19. Bercherie. P.: Gbnesis de los concep- 
tos freudianos 
Continúa al f i ~ l del libro. 
A L B E R T O T A L L A F E R R O 
i 
DE PSICOANALISIS 
PAIDÓS 
México 
Buenos Aires 
Barcelona 
Reimpresión, 2000 
Quedan rigurosamente prohibidas. sin la autorizacibn escrita de los titulares del vcopyright,,. bajo las 
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proced~miento. comprcndidos la reprograna y el tratamiento infom4tico. y la disnibucion de 
ejemplares de ella mediante alquiler o pdslamo públicos. 
D.R. O de todas las ediciones en castellano, 
Editorial Paidós, SAICF, 
Defensa 599, Buenos Aires, y 
Ediciones Paidós Ibérica, S. A. 
Mariano Cubi 92, Barcelona 
D.R. O de esta edición, 
Editorial Paidós Mexicana, S. A. 
Rubén Dario 1 18 
col. Moderna 03510 
México, D.F. 
Tel.: 5579-5922 
Fax: 5590-4361 
e-mail: epaidos@paidos.com.mx 
ISBN: 968-853- 1 11- 1 
Página web: www.paidos.com 
Impreso en México Printed in Mexico 
INTRODUCCI~N 
La medicina psicosomática (17). 
CAPÍTULO 1. HISTORIA DE LA HISTERIA 
CAPÍTULO 11. DESARROLLO DEL MOVI- 
MIENTO PSICOANALÍTICO 
CAPÍTULO 111. TOPOGRAFÍA DEL APARATO 
PSf QUICO 
El sistema inconsciente 
Características de! inconsciente ( 5 8 ) . 
El sistema preconsciente 
El sistema consciente 
Las instancias del aparato psíquico. El ello 
Libido (70). 
El yo 
Desarrollo del yo ( 7 7 ) . Dos funciones impor- 
tantes del yo (83) . La función sintética del 
yo (85) . 
Algunos conceptos básicos de Melanie Kiein 
Características de las emociones del niño pequeño 
La posición infantil depresiva 
Mecanismos de defensa del yo 
Mecanismos de defensa del yo contra peligros 
intrapsíquicos (99). La represión (100). La re- 
gresión (102). El aislamiento (103). La anula- 
ción o reparación (103). La formación reactiva 
( 104). La identificación (105). La proyección 
(107). Cambio dc un instinto por su contrario 
(108). Vuelta del instinto contra el yo (108). 
La sublimación (108). Mecanismos de defensa 
del yo contra peligros extrapsiquicos (110) . 
Negación en actos y palabras (111). La nega- 
ción en la fantasía (112). La limitación del yo 
(113). Identificación con el agresor temido 
(114). Renuncia altruista ( I l f i ) . 
El superyó 
CAPÍTULO IV. LOS ACTOS FALLIDOS 
CAPÍTULO V. LOS SUEROS 
1 ) Dramatización o concretización ( 134). 2) 
Condensación (134). 3) Desdoblamiento o mul- 
tiplicación (135). 4 ) Desplazamiento (135). 5) 
Inversión de la cronología (1.78). 6 ) Represen- 
tación por lo opuesto (138). 7) Representación 
por lo nimio (1:s.)). 8 ) Representaciíin sinih6- 
lica (137). 
CAPÍTULO VI. ETAPAS I)E EVOLUCIdN DE 
LA LIBIDO 
Etapa oral 
Importancia de la relación eneryética entre pezón 
y boca lactante 
Etapa anal 
Fantasías sexuales de la etapa anal (170). 
Diversas formas de expresión de la lihido anal 
(171 ). 
Etapa fálico-genital 
Fantasías sexuales de la etapa fálica (177). 
La bisexualidad 
Datos eml~riológicos (182). Datos anatómicos 
(182). Datos celulares (183). Datos bioquimí- 
cos (183). Investigaciones en vertebrados y 
mamíferos superiores (184). 
Complejo de Edipo 
Evolución del complejo de Edipo en las niñas 
(190). 
Periodo de latencia 
Pubertad 
CAPfTULO VII. LA ANGUSTIA 204 
CAPfTU1,O VIII. EL CARACTER 219 
Estructuración del carácter 223 
La función económica libidinosa del carácter 228 
Carácter normal y patológico 232 
Carácter histérico (234). Carácter obsesivo 
(236) . Carácter fálico-narcisístico (237) . En el 
modo de pensar (239). En la actuación (240). 
En la sexualidad (240) . En el trabajo (241). 
El carácter neurótico (242) . En el carácter 
normal (243). 
CAPfTULO IX. LA SIMULTANEIDAD EMO- 
CI6N-MÚSCULO 245 
Coraza mu:culai (249). músculo como ele- 
mento de descarga energética (251). Astenia 
(256) . Cefaleas (257). Síndrome doloroso. del 
segmento lunibosacro (258). Reumatismo (259) . 
Trastornos oculares (260). Trastornos auditi- 
:.os (262) . Parto (263). Vaginismo (264) . 
CAPITULO X. EL ORGASMO 266 
Fisiolugía de la eyaculación 267 
El automatisnio genital expulsivo (269). Me- 
canismo nervioso del automatismo expulsivo 
(271). 
Diferencia del potencial hioeléctrico de la piel 
durante placer y angustia 274 
Función dinámico-económica del orgasmo 277 
Descripción esquemática (le1 acto sexual orpás- 
t i c a m e ~ t e satisfactorio (278) . Fase de las con- 
tracciones rni~sci~lares invnliintarias (282) . 
1 0 A. TALLAFERRO 
Tipos de orgasmos patológicos 280 
En el carácter neurótico-histérico (287). Los 
caracteres neurótico-obsesivos(288). Los ca- 
racteres fálico-narcisistas (288) La satiríasis 
y la ninfomanía (289). 
Impotencia y frigidez 289 
Frigidez (290). Impotencia eréctil (291 ) . La 
angustia al orgasmo (292). Importancia de la 
iiiovilidad pélvica refleja (294). 
CAPoTULO XI. ETIOLOGÍA GENERAL DE LAS 
NEUROSIS Y PSICOSIS 298 
CAPíTULO XII. EL M*DICO GENERAL ANTE 
EL PROBLEMA DE LA PSICOTERAPIA 311 
El que sOlo quita lo que v e y no 
arranca la rair , poco aprovechará. 
KEMPIS, XIII. No 4 . 
A principios del año 1956, al iniciar su octavo curso 
anual consecutivo sobre "Conceptos básicos de psico- 
análisis", el doctor Alberto Tallaferro dijo que el im- 
pulso que lo movía a hacerlo e r a ''el convencimiento 
de que cfimplía una función". 
"En la Argentina -agregó- la medicina está evo- 
lucionando en la misma dirección que en otras partes 
del mundo. es decir. hacia una concewción integral del 
enfermo. Por eso consideré Útil y nécesario o k p a r m e 
en hacer llegar conocimientos psicoanalíticos básicos a 
aquellos médicos y estudiantes que, sin desear especiali- 
zarse en esta disciplina, quieran utilizarlos como un 
elemento más, dentro de sus conocimientos, para el es- 
tudio, comprensión y orientación terapéutica de sus 
pacientes." Por obra de esa misma evolución la medi- 
cina h a ido creando, para el tratamiento adecuado de 
los pacientes, nuevos métodos y especialidades. 
L a psicología se cuenta entre las ciencias más jóve- 
nes en el campo de la medicina, y quizá por esto misino 
se halle en la actualidad bastante difundida la idea de 
quit es, en gran parte, materia de especulaciones puras, 
de tecnicismos triviales o, como lo h a dicho Welles, "sólo 
un refugio para la ociosa industria de los pedantes". 
No faltan quienes creen que lo psicológico'tiene escasa 
o ninguna influencia sobre la conducta humana, sus 
problemas o los trastornos llamados somáticos. Pero 
pese a sus pocos años de existencia, el psicoanálisis ha 
aportado conocimientos notables a casi todas las espe- 
cialidades médicas, a punto tal que prescindir del mismo 
12 A . TALLAFERRO 
en el tratamiento de ciertos trastornos que experimenta 
el hombre sería algo tan impropio como renunciar al uso 
de los antibióticos. 
La comprensión de la estructura total de l a perso- 
nalidad se debe principalmente a las investigaciones 
psicoanalíticas, que no se limitaron a los contenidos 
conscientes de l a mente, sino que intentaron establecer 
que los factores inconscientes también condicionan la 
nianera de actuar del hombre. Es ta comprensión permi- 
tió aclarar, en cierta forma, la múltiple y dinámica 
acción de la psiquis, proporcionando nuevas perspecti- 
vas a los médicos y estudiosos de la psicología. 
La gran transformacibn operada en el estudio de las 
neurosis y las psicosis, que Freud no sólo inició sino 
que llevó a cabo en más de cincuenta años de trabajo 
infatigable, .puede ser comparada con l a que tuvo lugar 
en la medicina general gracias a los métodos de auscul- 
tación, percusión, medición de la temperatura, radiolo- 
gía, bacteriología, física y bioquímica. 
E l usicoanálisis llevó el conocimiento de las enferme- . - ~- ~- 
dadesAa un nuevo nivel científico, y como dice Jaspers 
en su Patología general: "Freud hizo época en la psi- 
quiatría con su nuevo ensayo de comprensión psico1.I- 
gica. Apareci6 en un momento en que lo psíquico se 
tornó otra vez visible, después de haberse considerado, a 
lo largo de decenios, casi exclusivamente los contenidos 
racionales del hombre, sus síntomas objetivos, y lo 
neurológico". 
''A part i r de entonces -agrega Jaspers- el compren- 
der se ha vuelto nuevamente evidente, aun para los 
investigadores que nada quieren saber de las teorías de 
Freud, pero usan términos tales como 'refugio de la 
enfermedad', 'complejos1 y 'mecanismos de defensa y de 
repre~ión'. '~ 
Dice más adelante Jaspers que "Freud no sitúa lo 
teórico en el primer plano, sino que mantiene sus repre- 
sentaciones teóricas fluidas, apoyándose, por el contra- 
rio, en la experiencia, que es su única fuente, y no 
admitiendo, por ta l razón, un sistema teórico fijo". "El 
surgimiento de la doctrina freudiana se debió a una 
necesidad intrínseca de las tendencias contemporáneas; 
nuestra época, superando a la psicología y psiquiatría 
clásicas, rut inar ias y mecanicistas, concentradas sola- 
mente en pormenores, reclamaba un conocimiento más 
profundo y más sintético de l a vida anímica del hombre." 
En suma: la teoría y el método psicoanalítico han 
transformado a la ant igua dsiquiatría descriptiva, está- 
tica, en una ciencia dinámica o psiquiatría interpseta- 
tiva, al integrarse en ella. 
El profesor Maurice Levine presentó ante el Congreso 
Mundial de Psiquiatría realizado en Par í s en el año 1950 
un trabajo que da una idea aproximada de la influen- 
cia que ha tenido el psicoanálisis en l a medicina. Dice 
este autor que l a extraordinaria aceptación de las ideas 
psicoanalíticas y el desarrollo de la medicina psicoso- 
niitica constituyen las principales características del 
movimiento médico de los últimos veinte años en los Es- 
tados Unidos. La mayoría de las autoridades de la psi- 
quiatría norteamericana reconocen, cada vez en mayor 
grado, la importancia de los conceptos psicoanalíticos, 
incorporándolos a l a enseñanza. Esto es, en gran parte, 
una respuesta a l pedido de médicos y estudiantes. cuyas 
experiencias durante la última guerra mundial los lle- 
varon a la necesidad de admitir un concepto dinámico 
de las enfermedades y de los problemas humanos que 
hasta entonces les habían resultado inaccesibles. 
E n la actualidad la mayor parte de los profesores de 
psiquiatría de los Estados Unidos son psicoanalistas, o 
aquellos que han asimilado una suficiente cantidad de 
conocimientos de esta teoría. E l resultado final es que 
el psicoanálisis h a dejado de ser una disciplina de grupo 
para integrarse ampliamente dentro del campo de la 
psiquiatría y la medicina en general, y ser parte 1)rísica 
del acercamiento del médico a l paciente. 
E n la mayoría de los centros importantes de la medi- 
cina estadounidense ya no es necesario luchar por la 
aceptación de las ideas psicoanalíticas, pues las mismas 
han sido admitidas hace tiempo. Como consecuencia de 
esto, l a labor que se realizaba en los centros psiquiá- 
tricos hasta ese momento, con una preocupación exclu- 
siva por lo concerniente a la organización hospitalaria 
para pacientes psicóticos, se desplazó hacia una mayor 
dedicación por las conductas psicoterápicas, con pacien- 
tes neuróticos no internados, quienes ya no se hallan 
bajo atención médica de neurólogos, carentes de cono- 
cimientos adecuados para t r a t a r las neurosis. 
Algunos datos estadísticos dan una idea más acabada 
del interés que existe en los Estados Unidos por el 
psicoanálisis. De los 340 miembros de la Asociación 
Psicoanalítica Americana, según los registros de 1960, 
un total de 195 soii catedraticos ~iiiivei~sitai~ios: ndeiiiás, 
25 hospitales de priiiiera, 3ti escucl¿is de iiiediciiia y 
29 universidades, cuentan con psiroanalistas cviti.r sii 
personal médico y docente. 
En suiiia, en las escuelas <le iiiedicinu dc los Estatlos 
Unidos, las ideas psicoaiialíticas ya rio circuliin clandcs- 
tinaine~ite ii i se las utiliza de unii manera sul~i~cl)ticiii 
o supersliciosa, sin conocer o aceptar su oiigthii, siti<# 
qu:,, por el contrario. soti enseñadas abiertamente. conio 
ilna parte hásir;i tlc Iii cari.era m6tlic.a. 
"Hay que 1.1-cor(lar -dice 1,oviiir- qiic c.: a los psi- 
quiatras a los qiie se les debe el iiiiiximo c.sf~ierzo 1)ar;i 
que las ideas psicoanalitic:~~ se difundi(~i.iin y aceptara11 
en los Estatlos IJni(los." 
"Ya aiitrs de esto se i.c+yistró e11 la psiquiatría norte- 
americana iiiia niiirc;ida tmdencia eii favor de la unión 
con otras disci1)lin;is iiiédicas, y los psiquiatras pre-psico- 
analistas -entre rllos .A. Meyei--, rontriI)uyei.on~ r a n d e - 
mente <,n el inovimiento, al scñalar (lile los con<iciiiiirntos 
psiquiitricos pcitlían sel. de iitilidatl pai.;i los cliiiicos. 
intentando destacar al mismo tieiiipo qutl I H tlicotomítc 
'tilente-cuerpo' es rn la pnictira inédita un concepto fal- 
so, filosófico y estéril." "Pero scilo cuando el niaterial 
psicoanalítico llegó a dominar el pensamiento de los 
niédicos americanos, el movimiento dc* colaboracii;n en- 
tre clínicos y psiquiatras tomó cuerpo decididaiiiento. 
dando origen a lo que se l l a n i ~ eii la actiialidnd medi- 
cina psicosoiilátira." 
La instriiccióii universitaria actual prepara a los mé- 
dicos conio si fueran 21 t r a ta r enfei.nios apsiquicos o 
anencéfalos; pero esta afirmación, que, ciiiiio se com- 
prender&, es exagerada, no debe llevar a pensar que el 
paciente sea sólo cerehro o conflictos emocioiiiiles. 
Lo relativo a las enfermedades iiientales constituye un 
campo sumameiite iniportante para el estudio y la acci6n 
cn la medicina preventiva. 
Los grandes adelantos r e ~ i s t r a d o s en los Últimos anos 
en relación con algunos procesos que intervienen en la 
etiología de los trastornos psíquicos, han arrojado una 
clara luz, no sillo en el terreno de la clínica, sino tam- 
bién en el de la prevención de estos males. E s perfecta- 
mente conocido el hecho de que el bienestar del hombre 
no depende exclusivamente (le una saiiidad física. sino 
también de una correcta adaptación al iiicdio, con una 
adecuada capacidad para enfrentarse con las necesidades 
sociales, económicas e industriales de l a vida moderna. 
E n la actualidad, más de 500.000 personas se hallan 
internadas en los Estados Unidos, afectadas por enfer- 
medades mentales; y de acuerdo con el promedio actual, 
una persona de cada catorce necesitar6 en alpún mo- 
mento asistencia psiqiiiátrica. 
De acuerdo con cAlculos estadísticos, entre el 50 g 
el 75 ",. de las personas que se hallan sometidas a un 
tratamiento médico en los Estados Unidos --un país 
con más de 200 millones de habitantes- padece de al- 
gún tipo de afección psico-neurótira. <!n total de l(i.000 
estadounidenses se suicidaron eii el ano 1949, cifra que 
habla bien claro de la magnitud del problenia mental 
y de la importancia de los trabajos de prevencián 1. 
Esto hace pensar en la necesidad de incluir en los 
programas (le estudios de las Escuelas de Medicina, en 
una forma mas extensa y miis profunda de lo que se hace 
cn la actualidad, la enseñanza de la psiquiatría diná- 
inica. En la Facultad de Medicina de Buenos Aires la 
Psiquiatría es una materia que se estudia en sólo 1 año. 
1.0s nuevos programas deberían incluir el estudio de la 
psiquiatría diiiAniicti o integral en totlos los años que 
comprende el estudio de la carrera, y aun cii las Es- 
cuelas de Odontología. Kinesiologia, Obstetricia y de 
Enfermeras correspondería dar a los t.studiantes con- 
ceptos básicos de osta tlisciplina. roiiio se hace en algunas 
iiniversidades de ('hile. iYí6sico y Estados Unidos. 
El estudio n i l s caonipleto de los iiiec.anisnios psicodi- 
námicos capacitaria w l inédiro para adoptar frente al 
paciente una posic-i6n que le pei .mit~ un enfoque total. 
Para esto hay que considerar lo psíquico como función 
de lo orpiniro, ya que no puede htil)larse de paralelisnio 
ni de interacción, lo cual implicaría una concepción diia- 
lista en vez dch un ji~icio foncional y monista. 
Ido fiiiicional y monista es la integración de todos lo!: 
factores; la jerai-quía, 1:i conip~.ensii)n rle I H fiinción roii 
i.especto a1 ente. 1,o funcional. lo cidecuatlo, es lo que 
sirve para desarrollar al iii:ixiino Ins potc~iicialid:idex. 
I'RI.R poder decir qiit' un :iiitoiiiOvil es I>iieno hay qcliit8 
vei. si funcionci. y sol)i.ca todo, chnio fiincinnti: ciiAiita 
n:ift:i p ru:into iiceite rnst;i. ciiiiio se ni.ticiilnn los (lis- 
t iiitos cii~i.;iiiiijrs rntre si. 
' W n r i n ~ A J y Smith S A M A I l h 118 1 ~ 4 1 
16 A. TALLAFERRO 
E n eso mismo reside tanibién lo bueno o lo malo de 
la salud y de l a enfermedad, y para esto hay que ir 
desarrollando una integración de muchos elementos, 
aparentemente opuestos, pero que en realidad no lo son. 
"La indudable unidad 'cuerpo-alina' no es, a veces, 
reconocible como tal. Lo que se ve o capta -ha dicho 
Jaspers- es siempre algo destacado, un elemento singu- 
l a r de esa unidad, a l a que se debe interrogar para com- 
prender cómo se conduce en su forma total. Es ta uni- 
dad sólo es verdadera como idea base para todos los 
análisis, como un conocimiento provisorio, durante la 
afirmación absoluta, y que es útil para conservar e1 pro- 
blema de la relación del todo con el todo, en lo viviente 
del cuerpo y del alma. L a unidad es difícilmente in- 
cluida en su inmediación, o no es accesible como objeto 
del conocimiento; más bien es sólo la idea que puede 
conducir a l conocer particular, y determinado como tal, 
de lo viviente." Cierto es que resulta difícil, aun en el 
aspecto experimental, encontrar l a noción de totalidad, 
salvo en el ejemplo de l a expresión fisiognómica, en la 
cual se ve una unidad, y así, donde percibimos la alegría 
del rostro, n'unca separamos el alnia del cuerpo, no ob- 
servamos dos cosas que tendrían alguna relacinn entre 
sí, sino un todo que ppsteriormente, es decir. en forma 
totalmente secundaria y artificiosa, podemos separar. 
La integración de lo somiitico y lo psíquico está com- 
probada de diversas maneras, en hechos que, utilizando 
todavía imprecisamente los conceptos cuerpo-alma, sc. 
pueden formular groseramente; para comprender cónio 
actúa lo somático sobre lo psíquico se puede señalar la 
acción de los tóxicos (n~escalina y L.S.D.::), las lesiones 
del cerebro, la acción de l a insulina y el electroshock. 
También se ve cómo lo psíquico actúa sobre lo somático 
en la realización de propósitos voluntarios del sistem;~ 
motor, o en las manifestaciones consecutivas no deseadas. 
como son las taquicardias emocionales, la hipertensión, 
el metabolismo alterado, etcétera, y en la mo<lificación 
de algunas de las llamadas lesiones psicosomáticas me- 
diante l a psicoterapia. También se puede considerar 
como ejemplo el caso de la posibilidad hipnótica de crear 
diversas lesiones somáticas. Se puede, por ejemplo, su- 
ger ir a un paciente en estado hipnótico profundo que 
se le toca con un hierro candente y hacerlo con un hie- 
r r o frio, pese a lo cual el sujeto produce una flictena 
en el lugar. 
E l inisnio vocablo "psicosoni;itico" que se usa corrien- 
teniente no se halla exento de crítica, porque en el fondo 
traiciona su propia intención semhntica, pues en su de- 
sixnación se niuestra víctima de una dualidad cartesiana 
cntre cuerpo y aliiia, t a l conio lo señala Lúpez Ibor. 
Lo que sucede en l a actualidad, la tendencia a la 
medicina integral, es, en parte, resultado de la reacción 
contra un niundo que se hizo excesivamente mecanicista 
y tratú de indagar separadamente las diversas facetas 
que forilian al hombre y su aiiibiente, di, las cuales no 
es posible tener una visión de conjunto, pues el ser 
huiiiano está dentro de ellas. Pero puede pensarse que 
son partes integrantes unas de las otras, contradictorias 
algunas entre si, y a la vez integrantes de un todo. 
Por medio del análisis químico se puede llegar a cono- 
cer los componentes de l a porcelana utilizada para hacer 
una taza y llegar en un paso posterior al ordenamiento 
de los átonios. Este problema rige en tanto y cuanto 
sea necesario saber exactaniente cómo está constituida 
la taza, y mantiene su valor en el estudio del hombre. 
Se lo puede desarmar psicológicamente, llegar a sus 
componentes más profundos y, figuradamente, ponerlos 
sobre la mesa. Lo necesario, empero, no es un inven- 
tario de coniponentes y motivaciones, sino que esta tota- 
lidad funcione conio corresponde. ;Para qué sirve tener 
una taza reducida a sus átonios, si lo que se quiere es 
tomar café? Loque se hace difícil, y por lo corrientc 
escapa a la observación, es la forma en que se produce 
y se hace posible la integración. "Por ejemplo -dice 
Jaspers-, si muevo mi mano al escribir, sé lo que quie- 
r o y mi cuerpo obedece a esa voluntad finalista; lo que 
ocurre es señalable en parte en los aspectos neuroló- 
gicos y fisiológicos, pero el primer acto de la traduc- 
ción del propósito psíquico en el acontecer corporal, es 
inaccesible e incomprensible, como lo es la magia, con 
la diferencia de que ésta es una magia real y no 
ilusoria.'' 
Las manifestaciones corporales concomitantes de ios 
procesos psíquicos no tienen importancia en su diver- 
sidad, fuera del hecho que exponen universalmente 
aquella simultaneidad existente entre l a psiquis y e1 
soma. La afirmación de que estos fenómenos son la 
consecuencia rscl~ts iva de sucesos psíquicos es unilate- 
ral. 1.a ieliiciói~ que se produce es también una rela- 
ción que a su vez vuelve a repercutir sobre la par te 
psíquica. Hay que considerar que las conexioiies fisio- 
lógicas se dan enteramente en círculos. E l proceso psi- 
quico suscita una serie de fenóiiieiios somáticos, que a 
so vez altera el proceso psíquico. E n las nianifestacio- 
nes conc(:iiiitnntes que apai'ecen ~Lpidainente, esto no es 
rnuy.cla1.0, pero, en cambio, eii las investigaciones sobre 
secrecioiies internas ya se lo advierte con iilayor niti- 
dez. Del psiquismo parten las escitaciones e inhibicioiles 
relativamente rhpidas, por ejeiilplo, a la nlusculatura 
lisa de los vasos; en cainl>io, los efectos sobre las glán- 
dulas endocrinas son m6s lentos y se puede observar el 
siguiente círculo: el psiquisiiio estinlula al sistema ner- 
vioos, este a su vez a las glitiidulas endocrinas, que pro- 
ducen las horinonas, que, a su vez, influyen sobre el 
proceso somático y psíquico. 
Resillta por lo general difícil comprobar estas sitna- 
ciones en su parte experiinental, y así, por este motivo, 
en las experiencias con animales y en el hombre, por 
lo general, se señalan más los aspectos fisiológicos que 
los concomitantes psíquicos. 
Vinculado a los conceptos en que se relacionan lo psí- 
quico y lo somático, Reich dice en su artículo "Funcio- 
nalisino or~onótico" que pueden considerarse integra- 
dos de acuerdo con el siguiente esquema: 
9 
' Orgone Energy Bulletin, 2 , 1, 1950. 
HISTORIA DE LA HISTERIA 
Tan sólo una razón de orden histórico y respeto por 
la cronología de los éxitos y los fracasos de la vida de 
investigador de Sigmund Freud, explica el hecho de que 
en esta obra se considere el estudio de lo patológico y 
de lo normal para el psicoanálisis, partiendo desde el 
punto inicial de la histeria. 
Una enfermedad como tantas, desleída por el tiempo 
y refugiada en diversas formas de expresión, la histeria 
fue quizás el primer mal al cual los médicos de una 
época pasada no pudieron hallarle una explicación total- 
mente soinática. Nada pudo aceptar Freud -atado por 
su rigor científico- de cuanto se decía como explica- 
ción de la histeria, máxime cuando gran parte de las 
argumentaciones y razones pecaban por el delito de des- 
conocer factores fisiológicos incuestionables. 
El hecho es que la histeria fue el mal que permitió 
a Freud i r atando los primeros cabos en la larga ca- 
dena que lo llevaría a sentar las bases del psicoanálisis. 
La "gran histeriaJ' del siglo pasado, que se mantuvo 
con sus características notables hasta comienzos del ac- 
tual, comportaba una movilización general y aguda de 
síntomas y motivaciones, por lo cual resulta lógico que 
el psicoanálisis comenzara a desarrollarse por su camino. 
La historia documental de la histeria nace en los pri- 
meros escritos médicos y filosóficos. E n l a antigua Gre- 
cia la Filosofía tocaba de cerca a l a medicina o la con- 
taba en sus dominios. Hipócrates, nacido 460 años antes 
de Cristo, ya se refería a este mal, demostrando que si 
bien en su época se conocía l a epilepsia, muchas veces 
no se lograba diferenciarla netamente de la histeria. 
sobre la que, concretamente, sólo se tenían algunos cono- 
ciiiiientos imperfectos. Por elio mismo se puede deiiios- 
t r a r que la epilepsia, el ?r,orbics saccí. , debe mucho de su 
carácter hierático a 1s imperfecto del conociiniento que 
se tenía entonces de la histeria. La mayor parte de los 
enfernips de !o que entonces se conocía con el nombre 
de "mal de Héi.cules" y las célebres Pitonisas de Delfos 
que predeciaii, en medio de horribles conviilsiones y gri- 
tos estridentes, el futuro de quien las consultara en el 
Templo de Apoli~, no eran, en realidad, nlss que su,ietos 
histéricos. 
HipOcrates fue el primero que intentó esplicar (le un 
tiiodo natural sus manifestaciones, vinculán(lolas con uii 
desplazamiento del útero, llaniado h i s t c r o ) i en griego, de 
donde proviene el nombre de histeria que sc da a la en- 
fermedad. Para él, en suma, se t rataba de iinn anomalía 
de tipo ginecológico, concepto que, con algunas varian- 
tes, rigió la clínica y la terapéutica de la histeria hasta 
el siglo XIX. 
Los médicos de Egipto y otros pueblos priniitivos del 
cercan% Oriente creían también que la niatriz era uii ~ i g a n o icorne que podía desplazarse dentro del cuerpo 
hasta obstruir todas las entradas de aire. 
Platón, contemporáneo de Hipócrates, nacido en el 
aiio 427 antes de Cristo, sostenía esta misma teoría, y 
en su diiilogo "Tiineo" puso en boca de Sócrates esta de- 
finición : 
"La matriz es un animal que desea ardientemente 
engendrar niños. Cuando queda estéril por largo tiempo 
después de la pubertad, se aflige de soportarlo y se in- 
digna, recorriendo el cuerpo y obturando todas las sali- 
das de aire. Paraliza la respiración e inipulsa el cuei'po 
a peligrosos extremos, ocasionando al mismo tiempo di- 
versas enfermedades, hasta que el deseo y el amor, 
leuniendo al hombre y a la n ~ u j e r hacen nacer un fiiito 
y lo recoaen como sobre un irbol." 
Esta teoría anticipa en cierta medida el afoi.ismo psi- 
cosoii~iitico según el cual "una vida sexual insatisfecha 
~ ~ u c r i r ! provocar una neurosis". 
Pero es esta misma suposición la que lleva al tan 
difundido error de creer que el matrimonio es una cura 
para las histéricas y que si una histérica está casatia, 
se libra del mal teniendo un hijo. 
1.a experiencia ha demostrado que ocurre todo lo con- 
t iario, hecho que se comprende cuando se estudian los 
contenidos profundos de la enfermedad. 
Cuatro siglos y medio después de Hipócrates, sin qui- 
tarle a la matriz toda su importancia en la etiología de 
la histeria, Galeno, en el año 170 d.c., calificó de ab- 
surda la opinión de Platón e Hipócrates. Sus conoci- 
mientos anatómicos más profundos le habían deniostrado 
que el útero no podía desplazarse constantemente de la 
vagina al apéndice xifoides, sosteniendo en cambio que 
la histeria era provocada por la i.eteiici6n de la sangre 
nienstrual o el semen feiiienino, pues ei'a creencia admi- 
tida en esa época quc la mujer e y ~ c u l a h a semen al igual 
que el hombre. 
En el siglo I X , un médico árabe, Serapión, dijo que los 
trastornos hist6ricos no eran dehidos a la retención de 
la sangre inenstitinl, sino a la continencia sexual, pues 
iio hahia encontrado esta afecci6n nada miís que en viu- 
(las y soltertis. Posterioi.niente, otros médicos brabes. 
entre ellos Tlhaz~s y A~~icei ia , negaron, al16 por el año 
10:10, que el útc.i,o fuera iin animal errante y explicaron 
la r t io log i~ de la hist<xi,i;i por vapores t6xicos, de origen 
uterino o digestivos, pi.ocedeiites dcl higatlo o del bazo, 
y quta iitaciihari ;iI cerebro. 
A lo largo de toda lii E(la<l Media, tlesdr el año 476 
a 145:3, iicontecc con la histeria l o misiiio que habría 
de suceder en tantos otros aspectos de la actividad hu- 
mana: se Ir dio iin valor. demoníaco idéntico al que le 
asigna el Corhn, que pi.esent.a los t r a s t o ~ ~ n o ~ psíquicos 
o nerviosos como obra (le la influenc,iwdel tlenionio. 
Pero la viencia parece habei dado iin paso etlelante. 
pues en los grabados rlt . (~~i toi i<~cs partc d í ~ los posesos 
!i conv~ilsc~s ron honibi.cs, lo cual pi.uel>~ qlica la histeria 
iiiasc~ilina (>i.ii hastnntc f'i~eciit~nte. 
Sin r.iiibai.~o, o11 la [.:dad Mtntlia, el c.oncepto de la his- 
t.eria se inspir:~ txii 1:) iiirdicinii atitigua. IJnas veces se 
la ;itl.il)uy<. a iin desplaza~iiirnto dc la iiiatriz. otras a la 
a(8cióii (le \.apores t6xic~os de origen genital, pero siem- 
pre domina, conio causal. el deinoiiio. Sólo con el Reria- 
cimiento la histeria deja de ser un tema teol6pico para 
volver, coi1 toda justicia, al campo de la medicina. 
A part i r del año 1500, los médicos. liberados del con- 
cepto demoniaco, vuelven a considerarla desde el punto 
de vista somático y ven en ella "una sofocación por des- 
plazamiento de la matriz". Si'suiendo las des~ripciones 
de Hipócra tes y Pla tón, t r a t a b a n de relacionar o i n t e r - 
p r e t a r los casos que iban observando. 
E l respeto por lo an t iguo f u e t a l que Jeaii Fernel 
(1497-15.58) censuró a Galeno por haber dicho que la 
matr iz no podía tiesplazarse pai'a producir l a histeria. 
La terapéut ica a que se recurr ía d u r a n t e el Renaci- 
miento p a r a l a cu. ación del ma l e r a sumamente pinto- 
resca. Basatlos en el concepto de que el ú tero se des- 
plazaba, imagincron que pa ra a t r a e r l a niatriz hacia su 
luga r , lo mejor e r a hacer aspii.ar a la en fe rma malos 
olores (cuerno queriiado. si istancias pút r idas , anioniaco, 
o r ina y heces humai ias) y coloc.arl(~ r n la zona vagina1 
olores agradable.: ( á m b a r , toniillo. IHiidano. o liuez iiios- 
cada , heividos en v ino ) . Cre ian que, por este niedio 
obligarían a la matr iz a de,iar las par tes siiperiores ma i 
olieiites y descendeis a a s p i r a r los exquisitns a romas que 
se encontyaban abajo. No e ran bstos, enipero, los únicos 
r e n i ~ d i o s a que se apelaha corno tc~rapéiitica. y preven- 
ciiin ror?tra la histeria en e1 s i ~ l o xvr. Lshbase en 
aquella épor:i colocar una piedra negra . pulida y pesa- 
da , l lamada /~i~,tl~.cc (11. Gspn,ín. qiie se sii,jetitha con han- 
tleletas sohre el o m h l i ~ o tlr la c,nfei.iiia. Es t e e r a en 
i'ealitlad uii rriiicdio preventivo, piies c.ic;indo sc prescn- 
t ahan los sintoiiias coii<~irto!: tl(1l accrso ilvliía rotirai.s<> 
la pic(li,a. ( 'iii,dan, c3n el aiio 15.50, presci.ihí:i poi. vía 
huc;cl Linü ~ i i<~zc la de peziifia tlt. cic*rvo piil\,ri,izada y ra íz 
d r ,jenrihrcb. Si rst;i p0cinia iio su r t i a ef(.cto. potlía Ile- 
va r sc c o l ~ ñ t l a al corllo una holsita llena tlc polvo de 
pezuna y jengibre (1ii<' igii;iliiieiitc~ dai,ia rcsult:irlo. Talii- 
hi6n se reconirntlal)a hchc~i. infiisionrs <1(, l)rionia cn vino 
Ijlanco, t6 de A n ~ b l i c a do Noi'iieea. hino,ios, asafbt ida . 
alcanfor. ungiiento itli~iizcla(ln, Aiiih:ir. to(lo lo (.iiaI podín 
ser utilizado cn pociones o cn p o n i a d a ~ . 
E l J I ac~s t r r tle P l a t e ;~ , de 1:i <~sc~ic,la t l c . S;ilei.iio, pre- 
conizal)a en el s i r l o xrr iin tratiiiiiioiitci qiie consistía en 
in(liciii.lcs a los hist6ricos qiic iiinstiiih:is(~n. 
I<<~stos de ~ q i i < > l l : ~ tcarap6iitic;i i-rn;trc~ntist:i se inantie- 
iien aún en n i ies t r :~ +oca. y así . h;ista no hacr mucho, 
cBra c.orricntc h:illar ( , i i 1:i (,iii.tcbi.:i tl(, c.ii:ilqiii('i. m u j e r 
roltel 'oni~ o vii id:~ .io\.c~ii i i i i fi,asqiiit.o t l v s;ilvr. Taiiihi6n 
cbra priicticic c~oi~i~ic~i i l<~ cbn las pii:ii.dia': t l (b los hosl)itales 
prcsion;ii 1i:ist.a cl tloloi 10s svno.; lar histí~i.icas o 
indic:irlc~s ( ~ i i ( > sc iii:istiii~l)ascn. ta l crmio ckn 511 ¿tl)oc.a lo 
.srieeri;t c.1 \ l ; i ( . s t i~~ dt, 1'l;itr;i. 
!!>{ A. TALLAFERRO 
A fines del siglo XVI y comienzos del XVII, unitlo a 
13s causas físicas tales como las hemorragias y las in- 
fecciones, comenzaron a tomarse en cuenta los factores 
en~ocionales. Pero sólo como causa desencadenantd en 
un terreno que seguía vinculando el mal al despltiza- 
miento o vapores tóxicos de origen uterino. 
E n esos aiios la mala reputación de la histeria co- 
nienzó a difundirse y el médico portugués Rodríguez da 
Fonseca complicó mas aún este estado de cosas al seña- 
l a r que "en los instantes previos al paroxismo las inuje- 
res propensas a pasiones histéricas sufren un increíble 
deseo de abrazar a los lionibres". 
Otro investigador de la época destacó la semejanza 
e.uistente entre la crisis histérica y el orgasmo. Algunos 
ii, édicos ya no vacilaban en af i rmar que los sintoiiias 
c~msiderados vulgarmente como efectos de la posesión 
(teiiioníaca eran en realidad y por su agrupación. t ras 
to:.nos de una sola enfermedad. Sus explicaciones vran 
de cariictei fisiológico: la bola que sentían las enferma:: 
:tsr:eiider desde el abclomen, e ra debida, para ellos, a TIA 
iri'itación de los plexos iiiesentéricos cuyas contracc!ones 
sr t i raban las partes inferiores de los hipocondrios, que 
pai.ecíaii elevarse y causar esa sensación extraña. Los 
(I~blores desparradoi-es y la contorsión abdominal que su- 
f r í an los pacientes se debían a la contracción y con- 
\.ulsiones violentas de los intestinos. La risa espasmó- 
dicr: y la dificultad respiratoria e ran productos de con- 
tracciones del mismo tipo en el diafragma. En las 
(iescripciones de la histeria ocupaba un lugar muy des- 
tacado, en esta época, el espasmo, trastorno de orden 
iiiec5nico. Pero a iiiedida que las obse.rvaciones se iban 
haciendo más precisas, la histeria fue perdiendo poco a 
poco su tono de misterio. Un cierto número de médicos 
se había liberado de la teoría "oficial" de los humores: 
mas en realidad eran pocos, y su prestigio no compen- 
saba la cantidad. 
En el año l ( i l F , Charles Lepois, médico francés. rom- 
pió con todas las ideas tradicionales y se excusó por 
estar en abierta contradicei6n con taiitos sabios; explicO 
que su experiencia razonada le obligaba a sostener que 
el títero se encontraba desposeído, que su importancia 
estaha descartada, y que eran los nervios los que donii- 
naban cl panoranla histérico. 
"La retención dc l a sangre menstrual, dice Lepois. 
dehe considerarse como una leyenda, porque la histrria 
existe en niiiitas que aún no han nienstruado, en vír- 
genes que ya no la tienen y en aquellas mujeres cuyos 
periodos nienrtruales son abundantes, a punto de eva- 
cuar hasta ocho litros de sangre, y esto para no hablar 
(le los hoiiibres." 
Lepois nti.ihuye la enfermedad a un trastorno de las 
serositladrs. que disteiiderian el origen de los nervios, 
sobre todo los inediilares y del sexto y sGptinio par. Des- 
de el punto de vista clínico reconoció la histeria masru- 
lina y la infantil, haciendo una acertada descripción de 
las pertuib;iciones sensoriales prenionitoi'ias del ataque, 
coiiio sei.: ohnii1)ilación de vista y oído; ptidida de la 
voz y opresitin de !as sienes; observJ la parálisis de ios 
iiiieiiibios superiores e inferiores y también advirtió que 
el temblor era uii fenóiiieno precursor de la par6lisis. 
Las itleas de 1.cpois tuvirinon una cierta resonancia eii 
el aiiihic~iitc iiitdico de la época, provocando serias con- 
ti,oversias, 1ic.i.o sil opinión sólo fue consaprada por las 
ohser\,:iri<~ncs de Thoiiias Sydenhain (l(i24-1(189). quien 
tlijo qiie la :ift-cci6ii histérica es, sobre totlo, psicluica, y 
su patogeniü del~entlía tle un desorden de los es1)íritus 
aniiri;ilc.s, fluitlos niuy tenues y sutiles que se suponía 
seivian parn determinar los niovimientos de los iiiieiii- 
bros. Setial6 asiiiiisiiio que la histeria atacaba por i ~ u a l 
a hoiiihrcs y mn,ieres y en pai'ticular a los que habitual- 
nieiite se denoiiiinahan hipocondríacos, por lo cual era 
iusto suponer que su origen no estaba en la iiiatrin. "La 
histeria iiiiita casi todas las enfermedadesque afectan 
al n6nero huiiiaiio. porque en cualquier par te del cuerpo 
en que sc= localice protl~ice síntomas que son propios de 
esa rcgitln. Si el 1ii6tlico no tiene experiencia, y unida 
a ella n~ucha s a ~ a c i d a d , se equivocará fácilmente, atri- 
biiyentlo a iina ~nfel.niedad esencial propia a ta l o cual 
óraano, síntonias que dependen pura y escliisivanieiite 
de la afrcci6n histcrica. Así es que algunos accidentes 
se parecen a la epilepsia y sus convulsiones pueden si- 
niular las (le Osta". decía Sydenham. Sus estudios espe- 
cíficos a b a i ~ a i ~ o n el cliivo histérico. la tos. los vhmitos, 
1;i orloiit;il~ia, la raquialaia y lumbago. 
Lii obra de Sydenhaiii no fue conocida por muchos de 
sus coiitrm])or;íneos y sólo a principios tic 18.59, Rriquct. 
doscientos arios dri;l~u¿.s, la hizo apreciar en su jiisto 
valor. Sin ciiihnrpo, no se perdió totalniente la norióii 
de In histeria inasculiiin, pues Raulin, en 1758. decía 
que "si los niédicos que pensahan que la histei,ia pro- 
venia del útero, vivieran entre nosotros. se sorprende- 
rían al ver, conio los vemos todos los días, honibres que 
tienen sensaciones semejantes a las que sienten en el 
bajo vientre las mujeres histéricas". 
Pero, fundanientalmente, desde el siglo XVII hasta la 
Revolución Francesa, y comienzos de la era contenipo- 
rhnea, se mantuvo en plena vigencia la teoría de que 
la histeria era provocada por vapores fétidos despren- 
didos de la matriz por descomposición de la sangre 
nienstrual y del supuesto senien femenino. 
En liG8 llegó a París Francisco Antonio Mesmer, 
quien años antes había "descubierto" en Viena el inag- 
iietisnio aninial. 
La iniportancia que tiene Mesmer en la historia de 
la histeria es indirecta, pues si bien no se dedicó cons- 
cientemente al estudio de este mal, casi todos sus pa- 
cientes lo sufrían, siendo él quien con sus experiencias 
dio el primer paso para el descubriniiento de la hipnosis 
que, con posterioridad, llevó al psicoanálisis. Sin saber- 
lo, Mesmer trabajaba activamente con la sugestión, a 
través de la transferencia que sólo con el advenimiento 
del psicoanálisis se comprendió y utilizó racionalmente. 
Mientras él discctía con los miembros de la Academia 
de Francia, un discípulo suyo, el conde Máximo de 
Puysegur, aclaraba en 1784, y de una manera terini- 
nante, la existencia del mecanismo hipnótico. kste no 
iue en realidad un desciibrimiento, pues Paracelso relata 
que, en un convento de Corintia, los monjes utilizaban 
objetos brillantes para sumir en sueño a los enfermos, 
y en el año 90, Apolonio de Tyana dio elementos que 
permiten suponer que en esa época la hipnosis se usaba 
en una forma enipírica. 
La consecuencia positiva de las observaciones de Puy- 
segur es: I inh~r i,rtrorl?tcido ~ c n a primera <lifcrc?rciación 
1 , ) ) el concepto rl(.l psiqitismo y permitir l a compr.c?isión 
(1s qite los f c i i d ~ ~ i c i ~ o s psíquicos, nztn los ~ t á s simplcs 11 
r~npo~i tc i i r~os , ohctlcccn a cn?csas prcrlctc~7ninnrlas. 
Puede decirse que el comienzo del siglo XIX fue fu- 
 esto para la evolución del concepto científico de la 
histei~ia. En el año 1816 Loyer-Villermay publica un 
trabajo que se titula "Tratado de las enfermedades 
nerviosas y vaporosas y particularmente de la histeria 
y de la hipocondría". 
Este artículo ejereií) una nefasta influencia entre los 
médicos, pues en él sc vuelve a caer en el error de 
(;aleno e HigGcrates al sostener la existencia del es- 
11ei.iiiii en la mujer y a admitir como causa etiológica 
(de 121 histeria el desplazamiento del útero y las sofoca- 
cioncs. Loyer-I'illerniay presentó de nuevo a la histeria 
coiiio una afección vergonzante y a las mujeres víctimas 
de este iiial como objeto de piedad o desagrado, negando 
y al misnio tiempo, encarnizadamente, la 
existencia de la histeria niasculina. Con toda justicia 
dice Briquet que el tratado de Villermay parece más 
obra del l5Ou que de 1816. 
Conio uiia reaccióii al planteo equivocado de este in- 
vestigador, un médico de la sección alienados de la 
Salpetrieie, el doctor E. J. Georget (1795-1828), dio a 
publicidad un artículo en el que criticaba los conceptos 
de Villermay, haciendo uiia descripción clínica del a ta - 
que histítrico que permite considerarlo como el primer 
autor que caracteriza el "estado segundo" o sonambu- 
lismo hist6iico. En su artículo, Georget describía tam- 
bién casos de histero-epilepsia, llegando a sostener que 
la epilepsia no es más que un grado avanzado de histeria. 
En el año 1830, en Inglaterra, el doctor Brodie pu- 
blicb un libro sobre las djccciorres ?~erv io sus localcs y en 
las paginas que dedicó a la histeria citó conocimientos 
que sus conteniporineos en gran parte ignoraban. No 
361,~ admitió con Sydenham la histeria masculina, sino 
que al referirse a su etiología a propósito tfe la coxal- 
gia histérica dijo: "No son los músculos los que no 
obedecen a la voluntad, sino la voluntad misma la que 
no entra en acción." Estudió igualmente, con profundo 
criterio clinico, la retención de orina, las neuralgias y 
e! tinipanisnio histérico. Foritiuló la terapéutica de las 
contracturas y pardis is , que consistía ante todo en esta- 
blecer un tratamiento inofensivo, afirmando que esas 
afecci<sties se curaban iiiuy frecuentemente "bajo la in- 
fluencia de una viva impresión moral". 
Así llegamos al año 1862 en que Chnrcot se hizo cargo 
de la sección de histeria en la SalpetriEre. Merced a sus 
trabajos el histerismo comenzó a ser considerado verda- 
deramente como una afección nerviosa. y conipletando 
las precisas descripciones de Briquet, Charcot analizó 
el gran ataque de la histeria convulsiva, distinguiendo 
en el niismo cuatro fases: la primera, epileptoidea; la 
segunda, de las convulsiones y los grandes movimientos; 
la tercera, de actitudc.~ pasionales; y la cuarta. del pe- 
riodo delirante. 
Las experiencias que se realizaron en la Salpetrikre 
se basaron principalmente en las pruebas efectuadas por 
el cirujano británico James Braid (1795-1860) , quien 
introdujo los términos hipnotismo, hipnotizador e hip- 
riltico y desapareció luego de una vida de 65 años de 
vicisitudes, en la que se mezclaron escándalos. investi- 
giiciones honradas, el esfuerzo terapéutico v la ambición 
inescrupulosa (Zilboorg). 
Rraid conseguía sumir en sueño hipnótico a sus pa- 
cientes, haciéndoios mirar fijamente el cuello (le una 
botella hasta lograr la fatiga. 
A1 ocuparse del estudio de las parálisis surgidas des- 
pués de los traiimas, Charcot intentú reproducirlas arti- 
ficialniente. I!só para ello a pacientes h i s t l~ icos a los 
que transfería, por medio de la hipnosis, al estado 
sonaiiihúlicii, y loxró de esta manera demostrar, por un 
l . i ~ i ~ r o s o encadenaniiento deductivo, que tales pzriílisir 
eran coiiseciieiicias de represrntaciones. dominantes en 
el psiquisnin del enfermo rn iiiomentos en que éste se 
hallaba en un e(;tado de especial disposicii,n; rlc c,ntn 
it)vtttn cl~cccló c~nplirntlo, por 11rinzercc i * r ; . r~rríl rra cl 
~irf,cctni~)no hi~t6rice1 (Ir ~n t i i~e~) .~ io)? . Después (te estas 
experiencias d r CIharcot iaesultaba muy difícil poner en 
tiurla que la psiquis no pudiera provocar Ioi .;intonias 
(le iinii afección aparenteniente orgánica. 
Con esta investigaciíin de tan vastos alcarices, Charcot 
hizo una contribucii~n realmente invalorahle al conoci- 
~iiiento (le1 ser como un todo. Años iiiás tarde, hasán- 
(lose en el resiiltatlo (le estas investisaciones, Janet 
f I X5!4-1!)12), Rrvuer (1842-192.3) y l;i.(.ud (1856-19.79) 
~iea¿ii~rollaron siis teorias tl(. la neurosis, que coinci(1ían 
W I iin cierto aspecto con el concepto medieval de esta:: 
;ifecc.iones, siistituyendn tan sólo al "demoiiio" por una 
f i~ i mula psic*olópica, que en el concepto de M(*lanir Klein 
e': el "ohjeto malo, perseguitlor". 
k:I (lerrunihc (le la s r a n histeria, o iii(a,ior dicho, 1;) 
modificación en los aspectos formales tlc la sintoniato-loria, han dado pie para que la medicina ;ictiial haya 
cotiietitlo una verdadera injusticia hacia uno (Ir lo': 
~ r a n d e s maestros de la clínica francesa. Eii lo': ticrn- 
pos de Charcot la histeria se manifestaha con sus cua- 
tro fases perfectamente definidas. Su presentación era 
evidente. pero, con (11 tiempo, sus formas se iiiotlificarnii. 
En la actualidad t2s raro encontrar un raso de Kran 
histeria, y esto inisniri ha Ilevado a niiichos mhdicos a 
pensar que el mal ha desaparecido. Por el contrario, lo 
que sucede es que la histeria se h a modificado, en su 
aspecto formal. El vocabulario del alma sufrió con el 
correr del tiempo cambios como los que se produjeroii 
en todos los idiomas. Hubo transformaciones, se hizo 
más refinado o más rústico, según el nivel cultural al- 
canzado en ese momento por la civilizacicin misma. 
En la Edad Media contaba con formas de expresión 
diferente de las que se usaron en la Edad Contempo- 
ránea, y lo mismo fue ocurriendo en épocas sucesivas. 
Este lenguaje, como todos los otros, se regía por la 
moda. El gran ataque de histeria, que dio lugar a tan- 
tos informes médicos en los últimos decenios, se vio 
sonietido a la misma mutación, a punto ta l que, con 
la plena diferenciación de sus cuatro fases, se presenta 
muy ra ra vez. La histeria ahora se "disfraza" mucho 
mejor y no se descubre tan fácilmente, desde que los 
términos histeria e hipererotismo son sinónimos. 
Lo fundamental en la obra de Charcot es su concep- 
ción fisiopatológica de la enfermedad : "es psíquica por 
excelencia", dijo, y fue el primero en considerar que su 
valor esencial era un estado enfermizo del espíritu. "Si 
las emociones la determinan, si la sugestión puede pro- 
vocar o suprimir fenómenos histéricos, si el aislamiento 
y la terapéutica moral ejercen una feliz influencia sobre 
sus manifestaciones, en una palabra, puesto que aparece 
o desaparece por acciones psíquicas, lógico es conside- 
rar la como una enfermedad psíquica", aseveró Charcot. 
En el año 1893 Breuer y Freud publicaron un trabajo 
preliminar sobre "El mecanismo psíquico de los fenó- 
menos hist6ricosn, y en 1895 aparece el libro Estitdios 
sobre la Histeria, y con 61, las bases de la concepción 
psicoanalítica. 
En esa misma época Janet, haciendo investigaciones 
sobre el hipnotismo, llegó a valorar los recuerdos t rau- 
máticos inconscientes y dijo: "Estos residuos mentales 
representan grupos de ideas, de imágenes productofas 
de movimientos de una considerahle capacidad plástica, 
que quedan fuera del dominio de la personalidad cons- 
ciente, a causa del ohstHculo que crean a la vida coti- 
diana." Charcot había vislumbrado ya el valor de estos 
recuerdos olvidados, y en una conferencia que dictó so- 
bre las neurosis en los accidentes ferroviarios, insistió 
sobre el papel ulterior dc las perturbaciones de la me- 
iiioria, que disminuíti. y Ira ima~innricin fantastica que 
se encarnaba de lleiiar las lagunas que se producían. 
Los sujetos que habían sufrido un accidente hacían 
relatos fantásticos de lo ocurrido -y los hacen aún- 
v o i i un iiiatiz ta l de verisnio que aquellos hechos ima- 
ginarios adquirían toda la t raza de realismo. 
"Los hechos reales -señalaba Charcot- dejan, sin 
embargo, iiiiágenes penosas que se mantienen en el fon- 
do de la conciencia, y aun cuando parecen olvidados, 
esos recuerdos provocan y alinientan temores, angustias 
o l)arálisis, según que las imágenes estkn cargadas de 
eiiiocifin o de nioviiiiiento." A estas imágenes Janet las 
Ilaiiio "recuerdos traumáticos". 
Para Grasset (1K49-1918) la histeria no es una en- 
ferniedad niental sitio psíquica. Llega a esta conclusión 
futidiíndose en la rlisociación de la actividad psíquica en 
dos foriiias de psiquismn, superior o consciente, e infe- 
i.ioi', poligonal o autoniático; y distingue los fenómenos 
psíquicos de los fenómenos mentales. E s psíquico todo 
acto cortical que iniplique pensamiento, intelectualidad. 
Toda la corteza es psíquica. 
En caiiibio, considera mentales t an sólo los fenómenos 
o trastornos localizados en los centros del psiquismo 
s~iperior. L)e esta elaboración deduce las siguientes pro- 
pusiciunes: "Todo lo que es psíquico no es necesaria- 
mente mental. E n la histeria hay siempre trastornos 
(le1 psiquisino inferior poligonal; si al mismo tiempo 
hay trastornos del psiquismo superior se proluce una 
(~oiiiplicación y el histérico se convierte en alienado." 
Berheiiii soluciona el problema de la histeria a su 
inodo y cree que todos los fenómenos histéricos son sin?- 
ples sucesos norniales exagerados, por "autosugestión". 
Dice que en algunos individuos esos fenómenos se exa- 
geran poi.que "poseen un aparato histel.ógeno muy des- 
aiiollado y fácil de conmover". Esta predisposición a 
los fenóriienos histéricos constituye la "diátesis histérica 
congénita". Bernheim vz tan lejos en su interpretación 
psicológica que llega hasta negar la existencia misma 
(le la histeria cuando dice: "Las grandes y pequeñas cri- 
sis (le la histeria en sus diversas y numerosas formas. 
son la siiiiple exageración de fenómenos normales de 
orden psico-fisiollgico. Todos somos histéricos en cierta 
iiieriida. Yo diría que la histeria no existe por sí misma." 
Luego de las concepciones psicológicas puras aparece 
Habinsky (1857-1932), agregando al mecanismo de na- 
turaleza psíquica -que él prefiere llamar sugestión--- 
otro orginico y reflejo. Su primera definiciún dc la 
histeria, foriiiulada ante l a Société de Neurologie el día 
lo de iiovienibre de 1901. dice: "La histeria es uii esta- 
do psíquico que hace a l sujeto que se halla sonieticlo n 
él capaz de autosugestionarse. Se manifiesta principal- 
niente por trastornos primitivos y accesorianicnte por 
trastornos secundarios. La caracteristica de los trzs- 
tornos primitivos es la posibilidad de reproducirlos I,ur 
sugestión coi1 exactitud rigurosa en determinados .:Li,itb- 
tos y hacerlos desaparecer exclusivameiite por 1ii pt'r- 
suasión.'' Babinsky eligió esta caracteristica de la liistc.. 
r i a por considerarla la 1115s importante, crraiitlo uii 
término nuevo, pithiatisnio, que deriva de (10.: i,aíce.: 
griegas que significan: persuasión y curable. 
P a r a explicar el conjunto de sintomas de la gran 
histeria Babinsky admite dos mec&nismos: uno, exclusi- 
vamente psíquico, y el otro, puranieiite reflejo. 
Sollier 1 es el autor de la teoría fisiológica, que intenta 
poner un substratuiii aiiatóiiiico a los ienóinenos histC- 
ricos. Le habia llaiiiado la atención el insoinnio rebelde 
y absoluto de este tipo de enfermos, y algunos hechos 
clínicos y experimentales le pei,niitieron atribuir ta! 
anomalía de los histéricos al hecho de que éstos viven 
sumergidos en un estado de suetio patológico. Y eii 
razón de que i s t e deja a los enfermos eii un aparente 
estado de vigilia, propuso llaiiiarle ~*igi l ( t~nb/ t l i s~?to . "Si 
los histéricos no duermen el sueño normal es porque 
habitualniente duernien otros sueiios parciales." E.: tlc- 
cir, que éstos iio afectan al iiiismo tiempo todo el cere- 
bro, pero invaden sucesivaiiiente los diversos centro. 
funcionales. Cada centro cerebral dormido deja de fun- 
cionar, produciendo trastornos en la esfera orgánica 
correspondiente: anestesias, parElisis, etcétera. TCste 
sueño o aletargamiento cerebral permitii3a compreiider 
los matices y las coniliinaciones indefinidas que prcseii- 
tan los síntonias histéricos, debido a los nuiiierosos gra- 
tlos de intensidad y las variaciones. n i i s o menos rApi- 
das, que puede revestir, y por la variedad de los centros 
afectados s in iu l tá~ea o sucesivamente. 
La teoría de Sollier se podría coni1)arar en parte a 
la concepción psicoanalítica de las catexias intrapsíqui- 
cas de los representantes de los órzanos, y se hace más 
' Citado por J. Ingenieros en Histeria y rr,irrstión. 190.1. Ed. Spi- 
nelli. Buenos Aires. 
con~prensible al sustituir "sueño parcial" por "carga 
libidinosa"y "centros cerebrales" por "representaciones 
de órganos". 
La ref lexolo~ía abordó también el problema de la his- 
teria y Kiasnogorsky (citado por Gavrilov) pudo esque- 
niatizar la fisiología de la histeria en la siguiente 
forilia: "El carácter esencial de esta psiconeurosis es la 
debilidad funcional de la corteza cerebral, que muestra 
una excitabilidad subnornial y un rápido agotamiento, 
seguido de un restablecimiento muy lento de la excita- 
bilidad del potencial normal. 
"Desde el punto de vista biológico la histeria es una 
iieu~osis cortical ron los siguientes rasgos característi- 
cos: 10, agotiimiento fácil de las células corticales; 20, 
la pérdida de la labilidad normal del equilibrio diná- 
iiiico y :30 la reactividad paradoja1 y la inclinacicin al 
desarrollo de los procesos estáticos y las segregaciones 
pi.olongadas del coitex." 
Un anülisis total del concepto etiológico de la histeria 
permite establecer que desde el primer momento, en la 
Edad Antigua, los niédicos que abordaron el estudio de 
este iiial concibieron como raíz del mismo un trastorno 
o una afecci9n ginecológica. La etiología de la histeria 
se basaba en el útero. Existía, pues, una intuición del 
conflicto genital inconsciente, pero todo había sido t rans- 
portado a: plano somático. 
Este concepto inconsciente del conflicto sexual o ins- 
tiiitivo se mantuvo a todo lo largo de la Edad Media, 
t.0 el transcurso de la cual cambió su expresión sim- 
b0lica. En la etiología de la histeria aparecía el Diablo 
conio expresión simbólica de lo sexual, como pecaminoso, 
sucio y repudiable. 
El liberalisnio que siguió a la época del Renacimiento 
t rajo consigo un abandono del simbolismo y los estu- 
diosos de la época volvieron a considerar lo genital. pero 
enfocando el problema desde un punto de vista parcial, 
tan stilo en su aspecto anatómico. 
En el siglo XVII el concepto se amplía al tomar en 
cuenta las pasiones, pero al mismo tiempo es expresión 
de una mayor represión de la sexualidad. Se aleja el 
concepto de lo genital y se lo lleva hacia el sistema 
nervioso. 
Cien años después, en el siglo XVIII, Mesmer se aparti: 
aparentemente de lo sexual, ya que según su teoria los 
enfermos debían caer, pa ra su curación, en la famosa 
"crisis convulsiva", que no es más que un orgasmo 
extragenital. 
Pero en el siglo XIX, con Loyer-Villermay, se rolvi0 a 
llevar la atención a lo genital y somático. Georget se 
acercó al verdadero conflicto al decir que e ra psiquico. 
pero considerándolo como una reacción frente al pro- 
blema genital que, aun cuando lo expresara en forma 
errónea, era lo que sostenía Loyer-Villerniay. Después 
Charcot reprime lo sexual (en cierta forma, por lo me- 
nos en sus artículos, pese a que personalmente le dijera 
una vez a Freud : ". . . Siempre lo sexual. . . Siempre lo 
mismo.. .", refiriéndose a una histérica que lo con- 
sul taba) . 
Posteriormente, Breuer y Freud, como productos de 
una época de represión, se acercan a l a histeria en el 
plano psicolbgico (ideas, estados oniroides), pero el tema 
sexual no asume en aquella época un papel prepon- 
derante. 
Y por último aparece en forma destacada el con- 
flicto sexual unido al concepto psiquico de la histeria, y 
es entonces cuando Breuer no lo soporta y Freud queda 
solo. 
Cientos de años se necesitaron para unir dos con- 
ceptos que en un tiempo lleparon a ser paralelos y que 
tinidos hubieran permitido comprender y t r a t a r esta 
neurosis mucho antes. 
DESARROLLO D E L MOVIMIENTO 
PSICOANALÍTTCO 
Están nqui los restos d e un hombre del 
que s r puede decir qiir nntrc d e 61 rl 
mundo era distinto. 
Palabras de Stefan Zwcig cn rl acto del 
sepelio dr los rrstns d r Siemiind Frriid. 
rn Londrrs. 
Exis te un estrecho paralelismo en t r e la evolución del 
psicoanálisis y l a vida de Sigmund Freud , a punto t a l 
que resul tar ía imposible in t en ta r una historia del inovi- 
miento psicoanalítico sin conocer los aspectos mlíc des- 
tacados de la vida del creador de este método tan di- 
vulgado actualmente. 
Al vuiiiplirse t r e in t a y un años de la inauguración 
(le1 piinier fei.i.ocaryil y Napoleón 111 tenia cuarenta y 
ocho años de ctlatl. en la pequeña aldea (10 Fwibe rg . 
:vloravia, e1 iiiai.tes (i de iiiayo de 1856, a Ins 18.30, 
niiría un niño, destinatlo n ser iin genio iliistre. :i quien 
su padre , el señor Fi.rud, Ilanió Signiund. E1 pequeño 
tenia vilati-o años cuanrlo SUS padres lo l lrvaron a I R 
ciudad dc Virna, donde se educó. 
Desde muy temprano demostró poseer una rxt raordi - 
i iaria agilidad inental qiie le permitio d i i iante lo?: siete 
años de escuela se r el pr imer a lumno g pasa r por lo 
general de un ciirso a o t ro sin d a r exanlen. 
"En ningún momento sentía una inclinación especial 
hacia la ca r re ra tle médico -cuenta él misnio en s u s 
i l . l r~~ior ins- y me impulsaba antes bien una especie de 
curiosidad, d i r i ~ i d a m á s hacia el genero huiiiano que a 
los ohjetos naturales.' ' 
Durante mucho tiempo vaciló entre las leyes y las cien- 
cias naturales; pero su inteligencia, pronta para la con- 
tradicción, su facilidad de palabra, y cierta preferencia 
por la historia general y las humanidades, parecían en- 
cauzarle hacia las ciencias del espíritu. Próximo ya el 
fin de su bachillerato, se decidió por la medicina, reso- 
lución que aparentemente tomó al oír hablar en una 
clase sobre el estudio incomparable de la naturaleza 
realizado por Goethe. 
E n el año 1873, cuando en París los pintores impre- 
sionistas exponían sus cuadros por primera vez, Sig- 
mund Freud ingresó en la Universidad de Viena para 
luchar contra algo que él no esperaba: el hecho de ser 
judío lo tornaba intolerable a los demás, que pretendie- 
ron hacerlo sentir inferior y extranjero por su condi- 
ción. Esta primera impresión dejó en él una huella que 
luego se mostró en toda su importancia, ya que lo fami- 
liarizó con su destino de marchar en oposición y ser 
un proscripto de la "mayoría compacta". 
En sus primeros años de universidad descubrió que 
ciertas peculiaridades y limitaciones de sus dotes le ha- 
cían muy difíciles sus estudios en muchas ramas de la 
ciencia, y él mismo, en sus memorias, lo admite al decir: 
"Así aprendí cuánta verdad hay en la advertencia dc 
Mefistófeles que señala que es vano pasar de cimcia en 
ciencia, pues cada hombre aprende tan sólo lo que es 
capaz de aprender." 
La carrera de medicina comprendía entonces cinco 
años, pero Freud realizó una especialización natural en 
la que no pudieron fal tar , a l margen de sus estudios de 
programa, los trabajos de investigación, que le insumie- 
ron tiempo e hicieron que trece años después, en 1881, 
fa resara de la universidad con su título de médico. 
Durante seis años, mientras e ra estudiante, t rabajó 
en los laboratorios de fisiología de Brücke, y en 1882, 
cuando contaba 26 años, ingresó en el principal hos- 
pital de Viena, como aspirante. Al poco tiempo fue 
promovido a médico interno, pasó de un servicio a otro, 
y estuvo 6 meses en e! Instituto de Anatomía Cerebral, 
que dirigía Meynert. autor de trabajos que lo habían im- 
rresionado mucho en su época de estudiante, cuando 
fuera de la psiquiatría y la neurolapía poco de la medi- 
cina parecía interesarle. 
E1 mismo Meynert fue el que le propuso que se dedi- 
cara definitivamente a la anatomía cerebral y que ade- 
iiiiis asuiiiiera las labores de conferenciante para las 
cunles el iiiacstro ya se sentía viejo. Pero una intuicibn 
tlc su propio destino fuc la causa que llevó a Freud a 
i,echiizar el ofreciniieiito; adenias, algo lo predestin:ila 
a convertirse en el creador del psicoanúlisis: su iinpla- 
ciible crítica de lo insuficiente que eran la capacidad 
tcrapeiitica y el conociiiiiento técnico de aquella época, 
iiisuficieiicia que se revelaba en la inipotencia y el des- 
concierto ante las neurosis. 
Piefiiid seguir trabajando, en forniaignorada, en al- 
ciiiias observaciones clinicas sobre enfermedades oipa- 
nicii..; (le1 sistema nervioso, llegando a familiarizarse d r 
tal iii:iiiera con los secretos de esta especialidad que era 
capaz tle localizar una lesión de bulbo con tanta exac- 
titiitl que los anntoniopatdlogos, al redactar el informe 
de 1i i autopsia. priicticaiiiente no agregaban nada a sus 
c~:iic.lusioiir?s. Fue el prinier médico vienés que envió 
a la autopsia, con diagnóstico pi'cvio, un caso de poli- 
neuritis aguda. 
SU total concentración en un aspecto de la medicina 
hizo que Freud pasara, sin darle toda su importancia. 
Irelite a un desciibriniiento iiiédico de priniera niagni- 
tud. Ya se conocían en Austria los efectos tónicos y 
tbufóricoa (le la cocaína, y Freud pidió a la Sociedac! 
3lerck que le enviara algunas muestras para investign; 
sus posibildades en el psiquisn~o. Advirtió que el pa- 
riente que hacia la niasticación presentaba, luego de la 
iiiistiia, insensibilitlad en la lengua y el paladar; pero 
coiiio eso no le interesaba, Freud se limitó a entregar 
a la Rc8oistct tlc TI-rupr'cttica, de Heitler, un informe en 
el que ainipleineirte relataba el f ru to de sus experiencias 
personales y terminaba su t rabajo diciendo que serl;i 
yon\.eiiiente que algiinos niédicos se dediraran al es tudh 
(le las al)licaciones tle la cocaína como anestésico local. 
Al leer este artículo, un oculista, Koeller, entrevió la 
~~osil)ilidatl tle insensibilizar el ojo externo con una solu- 
ción de cocaína, y una vez realizados los experimento-, 
que confirinaron sus suposiciones, comunicó el resultad(, 
de los iiiisinogal Congreso dc Oftalmología de Heidel- 
berg, eii el año 1884. Este fue un rudo golpe para el 
genial austríaco. a punto tal que uno de los biógrafos, 
Wittels, afii'ina que en el año 1906 Freud todavía no se 
había olvidado de este hecho. En esa misma década 
del 80 una circunstancia especial vino a reunir a los 
tres hombres que hahian tenido participación en el des- 
<:I KSO B ~ S I C O DE PSICO \ \ . i l . l h l s 4 1 
cubrimiento de la cocaína como anestésico. Fue neccbsa- 
rio intervenir quirurpicaniente al padre de Frciid. que 
sufr ía una afección ocular, y durante la opcracióii estu- 
vieron presentes Koenisberg, Koellei' y Freud. Este i i l - 
timo, mientras tanto, seguía sus investigaciones. Un día 
oyó hablar de las experiencias que realizaba Jean 3Inr- 
tin Charcot en París, y de inmediato se tmzó un plan 
de acción. Su primer paso fue lograr un noinbraniicnto 
de conferenciante de enfermedades nerviosas en t'ican;~ 
para poder continuar l u e ~ o sus estudios cn Faris. I<ii 
la primavera de 1885, cuando sólo tenía 29 a i i o ~ , fiie 
designado profesor adjunto de neuropatología, cargo que 
logró merced a sus publicaciones clínicas e histoló~ic.;i~ 
sobre el sistema nervioso. Posteriormente, con el :ipo!.(l 
de Brürke, obtuvo la beca que le permitió salir para 
París en el otoño del mismo afio. 
Con una comprensible emoción y siendo tan sblo u110 
más entre tantos médicos extranjeros de visita, entró en 
la Salpetriere. Por primera vez en su actividad médica 
se halló en un ambiente científico en el que no se recha- 
zaba prima facic y despectivamente a la histeria. con- 
siderándola tan sólo una simulación. Por el contrario. 
allí se había llegado a demostrar que la crisis hist6ric.a 
y otros síntomas del mal eran consecuencias (Ir arrutlos 
trastornos internos y que debían ser interpret~t los según 
sus causas psíquicas. Es ta posicibn científica lo iiiipre- 
sionó grandemente, y también dejaron profunda huvlla 
en su espíritu algunas conversaciones con !'htii.cot. i~ 
quien, estando en una oportunidad con una enf~i.m;i, 10 
oyó decir, un tanto enconadamente: "Pero. . . ; sit.iiipie 
lo mismo!. . . ;Sienipre la sexualidad. . . !" Esta expre- 
sión quedó grabada en la mente de 'Freud, y luego en 
muchas experiencias él mismo volvió a encontrarlo una 
y otra vez. 
Poco a poco la vinculación de Charcot y Freutl se futs 
haciendo mas estrecha, pasando del plano médico al fn- 
miliar; y finalmente, el gran maestro francCs le propuso 
que tradujera al alemán sus obras. 
LO que más impresionó a Freiid, que trabajaha ticti- 
vamente en la clínica de Charcot. fue el hecho de qiie 
las experiencias que éste realizaba probabati plenamente 
la IeRitimitlad de los fencimenos hist6ricos. no sblo en lac: 
mujeres, sino también en los hombres, y que la apai.ic.iiiii 
de parálisis y contracturas por sugestión hil)n6ti(.:i tu- 
la investigación de casos. Billroth y sus colegas nega- 
ban un hecho prácticamente demostrado y pretendían 
hacerlo con el arma de la etimología de la palabra. 
-4un cuando parezca extraño. esto fue concretamente lo 
que sucedió y sólo con el correr de muchos años pudo 
Freud comprender por qué sus ex amigos habían adop- 
tado esta actitud. Ya en el umbral de la muerte, Mey- 
liert, su ex profesor y ex amigo, que se contó también 
entre los encarnizados detractores de la histeria niascu- 
lina, le confesó a Freud: "Siempre he sido uno de los 
m i s bellos casos de histeria entre los hombres", agie- 
gando que en su juventud se intoxicaba con clorofornlo, 
por lo cual en una oportunidad fue necesario internarlo. 
Así vio Freud que, en realidad, sus ideas desenmasca- 
raban a los médicos víctimas de la histeria y que eso 
los había llevado, de la sincera amistad en que se halla- 
ban antes, a encono por situaciones inconscientes, que 
se movilizaban en ellos. E n vista de que no le permitíar. 
t rabajar en los hospitales, Freud se decidió a buscar 
un histérico en algún otro lugar, y dio por fin con un 
hombre que presentaba el c ~ a d r o clásico de anestesia 
histérica. Triunfalmente lo llevó ante la Sociedad Mé- 
dica, pero su revelación fue recibida sin mayor atención. 
Durante todo el año siguiente Freud no halló un lugar 
donde dictar sus clases, a raíz de lo cual se retiró de 
la vida académica, dejando al mismo tiempo de asistir 
a todas las sociedades médicas. E n el año 1886 se ins- 
taló en Viena como especialista en enfermedades ner- 
viosas. En ese mismo año le causó viva impresión el 
fracaso del método de Erb que aplicaba en sus enfer- 
mos. Dice en sus Mento~ias que desgraciadamente era 
tarde cuando se dio cuenta de que esa serie de conoci- 
mientos no eran resultado de estudios serios, sino tan 
sólo una construcción de la fantasía, y que cuando se 
obtenía una curación, ésta era, en realidad, tan sólo la 
expresión de la sugestión que ejercían sobre el enfermo 
por una parte el médico y por otra el aparato. 
Ante esta situación concreta, inició la búsqueda de 
un procedimiento sustitutivo, y recordó que en París se 
recurría al hipnotismo como medio para provocar sínto- 
mas. Supo también que en la ciudad de Nancy, Liebault 
i.ecurría con bastante éxito a la sugestión para curar 
enfermedades, sin llegar en todos los casos al estado de 
hipnotismo. Durante la primera etapa de su actividad 
profesional, y después de haber abandonado el método 
4 4 A . TALLAFERRO 
electi.oterápico de E r b , F reud empleó la sugestión conio 
sti principal ins t rumento de t rabajo . E s t e método, e n 
realidad, no le sa t is fac ía totalmente, pues carecía de la 
técnica hipnótica suficiente como p a r a sumi r en un sue- 
iio útil a algunos de sus pacientes, que t a n sólo llegaban 
a un estado de mediana hipnosis. Abandonó entonces el 
e s t~ id io o el t ra tamiento de las enfermedades nerviosas 
orgánicas p a r a abordar con el mayor in terés las enfer- 
iiiedades psíquicas que has t a ese ins tante no tenían un 
t ra tamiento correcto. Con el f in de perfeccionar su téc- 
nica hipnótica, pasó todo el verano de 1889, cuando y a 
tenía :%:3 aRos, en la ciudad de Nancy, donde tuvo oca- 
sion de pi,csenciar los t r aba jos de Liebault en mujeres 
> niños de la clase obrera de la zona, con los que éste 
t r aba jaba . Pri-o la impresión m á s du rade ra fue la que 
Ir causóla tlot)lr experiencia de Rernheim. L a ejecución 
post-hipnótica (le una oi.den es, de por sí, un fenbmeno 
sunittiiirntr intei,esantc. "Ahora se desper tará usted 
--dice el hipnotizador-. y dentro de t r e s minutos se 
pondrA el sonibi~c~i~o que está colgado en la percha." 
Vuelto al estado (le vigilia, el su je to sometido a la hip- 
nosis se levanta, va a l perchero y se pone el sombrero. 
Si se le pregunta por qué lo ha hecho, dice cualquier 
i.osa. ( ' on t r a r i a~ i i en te a lo que cabr ía esperar , no ex- 
piesa qut. sintici un impulso especial que lo Ilerii a po- 
nersr e! soiiibrero; por el contrario, arEuye cualquier 
<.osa que pueda parecer más o menos lógica, como ser 
q u e tenia que sa l i i o que quer ía cotnprobar si e r a el 
suyo. E s t r fenóiiieno es conocido bajo el noinbre d r 
vspei.ienci:i "A" dc Bei.iiheim. E s decir: el paciente 
lleva a vaho una acción sin conocer l a s causas que lo 
iiiipulsan, y i-tiando sc Ic pide una justificación de su 
conducta, miente, sin saber que está mintiendo. Trata. 
de d a r uiia explicación que concuerde con el medio a111- 
biente y por la cual lo que ha hecho parezca racional. 
Es t e fcniiiiieno ha recibido en el psico~análisis la deno- 
minacitin de ~ o c i o ~ i n l i z n c i ó n . U n hecho, una represen- 
tación, o un impulso, desconocidos en su origen por el 
sujeto, son capaces de movilizar un acto volitivo de cual- 
quier t ipo eii el consciente, y cuando se le pregunta al 
paciente por qué lo h a efectuado, da una razón que 
c.onceda a su act i tud un significado más o menos cohe- 
rente y lógico. 
Rernheim hipnotizaba, sobre todo, a personas sanas , 
I ( i rual permitió infer i r que las personas pueden obra r 
por motivos que no son los que proclaman consciente- 
mente. La filosofía ya había preparatlo la derrota de 
la teoría del libre albedrío, y la experiencia "A" de Bern- 
heim era la demostracián cabal de que no se podía sus- 
tentar totalmente la mencionada ley, según dice Rit te ls . 
Pero la base en la que se apoya la terapéutica del 
método psicoanalítico se halla en la experiencia "B" de 
Bernheim, que es la siguiente: el hombre cumplin la 
orden y entonces con firmeza se le pregunta: 
-¿Está usted seguro de que ese sombrero es suyo? 
(Efectivamente no es de él.) 
-Entonces, piense.. . ¿Por qué se lo ha puesto. . . ? 
-No recuerdo. . . 
-Sí. . . Usted tiene que saber . . . Piense bien.. . 
Y por medio de la sugestión y de la insistencia se 
llega a un momento en que el sujeto se acuerda y dice: 
-Sí, me puse el sombrero porque usted me lo or- 
denó. . . 
Se logra, pues, en un instante dado, que lo que no 
era consciente abandone el inconsciente v entre en el 
campo de la conciencia. 
Si Freud había aprendido en Par í s que se podía uti- 
lizar e1 estado hipnótico para producir un síntoma his- 
térico, en Nancy comprobó que, sin hipnotismo, nada 
más que por medio de la persuasión y de la insistencia, 
se podía retrotraer el síntoma a las i.ep~.esentaciones y 
afectos que lo causaban. 
A su regreso a Viena, Freud recordó el caso de una 
histérica que habia reaccionado ante una técnica deter- 
minada, y se puso en contacto con el doctor Breuer, 
famoso médico vienés, que la había atendido, pidién- 
dole que le ampliara los datos que le habia suministrado 
anteriormente. 
La paciente e ra una joven de educación y dotes poco 
corrientes, que había enfermado mientras cuidaba a su 
padre, por quien sentía gran afecto. Cuando Breuer 
estudió el caso, la enferma presentaba un cuadro va- 
riado de contracturas, inhibición y un estado de com- 
pulsión mental; observó además que la ioven salía de 
su estado nebuloso de conciencia cuando se la inducía 
a que expresara verbalmente el estado afectivo que la 
dominaba. Merced a esta comprobación Br'euer loar6 
un nuevo método de tratamiento. 
Sometía a la paciente a un estado de hipnosis pro- 
funda inrithndola a que contara qué era lo que la per- 
turbaba. y después de haber venciilo por este niétotlo 
In crisis de confusión depresiva, eiiipleó el mismo siste- 
nia para niodificar sus inhibiciones y los trastornos 
f isicos. 
E n estado de vigilia la joven no se hallaba mejor 
capacitada que otros enfermos para describir cómo ha- 
bían surgido los sintomas, no podía descubrir i'elaciones 
entre ellos y los diversos acontecimientos de su vida. 
Paro en el estado hipnótico revelaba inniediatameiite 
esa oculta relación. Decía, por ejemplo, que sus sínto- 
nias se presentaron en un período de honda emoción, 
durante la enfermedad de su padre, lo cual revelaba 
que los iiiisiiios tenían un significado y eran residuos o 
reniiniscencias de situaciones eniotivas. 
Al relatar el caso, Freud dice que casi sienipre se t ra - 
taba de pensainientos o iiiipulsos que ella había tenido 
que reprimir niientras se hallaba al lado tlel padre en- 
fermo, y en lugar de ellos, niis tarde, se habían pre- 
sentado como sustitutos los sintomas que la aquejaban. 
Estos últimos no eran el resultatlo de una sola escena 
traumtítica, sino la consecuencia de la suinii (le un cierto 
número de situaciones análogas. Cuando la pacien~e 
recordaba una situación de este tipo en forina aluci- 
natoria y llegaba a expresar libremente, en el estado 
de hipnosis, el acto que originariamente había repri. 
iiiido, el sintonia desaparecía y no volvía a presentarse. 
De esta nianera, y al cabo de un periodo bastante pro- 
longado, Breuer loaró hacer desaparecer casi todas las 
iiianifestaciones somiticas que presentaba la enferma. 
El nuevo método utilizaba el hipnotismo de una ma- 
Lera distinta a la empleada hasta entonces. La hipnosis 
consistía en su finalidad terapéutica, en sugestionar al 
enferiiio contra sus síntomas. Por ejemplo, a un pa- 
ciente que sufría una parálisis histérica de los dedos, se 
le afirmaba imperiosamente, mientras se hallaba hipno- 
tizado, que los podía mover y sc le ordenaba que lo hi- 
ciera. Con el iiiEtodo catúrtico de Breuer. la hipnosis 
era utilizada para descubrir los sucesos que habían cau- 
sado el síntoma y l a relación existente entre el incident. 
provocador y el fenómeno patológico. 
Freud consideró sumamente interesantes las observa- 
ciones de Breuer, y comenzó a investigar entre sus 
propios pacientes para ver si presentaban las misinas 
situaciones y si la sintomatología se modificaba por el 
mismo método, trabajo al que se dedicó durante cuatro 
años. E n el año 1803, en colaboración con el niismo 
Breuer, dieron a publicidad un t rabajo preliminar titu- 
lado Sobre el nzeca,tisnro psíquico de los fenómenos his- 
téricos, y dos años n i i s tarde presentaron sus Estztdios 
sobre la histeria. Esta últinia obra no pretendía aclarar 
o establecer la naturaleza de la histeria, sino tan sólo 
demostrar o esclarecer, en cierta forma, el origen de 
los síntomas, señalando simultáneamente l a importancia 
fundamental de l a vida emocional y la necesidad de con- 
siderar, dentro del psiquismo, dos zonas, una consciente 
y o t ra inconsciente. 
La teoría sustentada era revolucionaria para l a medi- 
cina del momento, a l incorporar dos nuevos factores en 
el concepto etiológico de la histeria: el dinámico y el 
'económico. 
E l factor diná,mico considera que el síntoma proviene 
de la represión de un instinto o afecto. El concepto 
ecotiúnzico presenta el síntoma como un equivalente o 
sustituto de esa energía que pudo haberse expresado en 
otra forma. E s decir, que el síntoma es el resultado o 
equivalente de la energía que, si se hubiese expresado 
directamente, no hubiera dado lugar a ta l manifesta- 
ción. Por otra parte, si la fuerza instintiva no puede 
expresarse en forma directa, da lunar a un síntoma, y 
si éste no resulta suficiente para la descarga de la enei.- 
pía, necesitará crear otros sustitutivos, hecho que se 
debe tener en cuenta cuando se hace la valoración de 
los distintos méto(los terapéuticos, ya que muchas veces

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