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I ! Pardós A. Tallaferro Biblioteca de P S ~ C O I W ~ ~ Curso básico - profunda de psicoanálisii CURSO BASICO DE PSlCOANALlSlS BIBLIOTECA DE PSICOLOGIA PROFUNDA 2. Freud. A. : Psicoondlisis del desarro- l lo del nitio y del adolescente 4. Freud. A.: Psicwndlisis del jardln de infantes y la educacidn del niño 6. Jung. C. C . : La psicologla de la transferencia 7 . Jung. C. C.: Slmbolos de transforma- cidn 8. Freud. A. : El psicwndlisis y la crian- za del niño 12. Jung. C. G. y otros: La interpretacidn de la naturaleza y la psique 14. Jung. C. G.: Arquetipose inconscien- re colecrivo ! 5. Freud. A.: Neurosis y simomcuologia en la infancia !6. Jung. C.G.: Formaciones de lo in- consciente 17. Grinberg. L. y Grinberg. R.: Identi- dad y cambio 2 1 . Fenichel. O.: Teorla psicoanalltica de lar neurosis 22. Langer. M .: Maternidad y sexo 24. Segal. H.: Imroducci6n a la obra de Melanie Klein 25. Bion. W . R.: Aprendiendo de lo expe- rrencia 29. Jung. C. C.: Psicologla y simbdlica del arquetipo 30. Garma. A,: Nuevas aportaciones a l psicoandiisis de los sueños 31. Aberasmry. A,: Aportaciones al psi- coandlisis de nifios 35. Reich, W .: La funcidn del orgasmo 36. Bleger. J . : Simbiosis y ambigüedad 37. Sandler. J. y otros: El paciente y el anolista 40. Freud. A,: Normalidad y patologla en la niñez 42. Leclaire. S. y Nasio. J. D.: Desen- mascarar lo real. El objeto en psico- andlisis 44. Berensiein. l.: Familia y enfermedad mental 48. Bowlby. J.: El vlnculo afectivo 49. Bowlby. J.: La separacidn afectivo 50. Bowlby. J.: LapCrdida afectiva. Tris- teza y dcpresidn 59. Kernberg, O.: La reorla de lar rela- ciones objetales y el psicoandlisis clfnico M). Sami-Ali, M.: Cuerpo real. cuerpo imaginario 62. Bion. W . R.: Seminarios de psico- andlisis 65. Mattoon. M. A,: El andlisis junguia- no de los sueños 67. Freud. A,: El yo y los mecanismos de defensa 68. Kohut. H. : La restauracidn del S(- mismo 72. Berenstein, l.: Psicoandlisis de la es- tructura familiar 76. Grinberg, L.: Psicoandlisis 78. Jung. C. C.: EnergCtica psíquica y esencia del sueño 80. Freud, S. : Esquema del psicoandlisis 85. Balint. M.: La falta bdsica 91. Mannoni, Maud.: El niño retardado y su madre 95. Mahler, M.: Estudios sobre psicosis infantiles 96. Mahler. M.: Separacidn-individua- cidn 97. Hall. C. S.: Compendio depsicolog(a freudiana 98. Tallaferro. A,: Curso básico de psi- cwndlisis 99. Dolio. F.: Sexualidad femenina 101. Krell, lrene B. C. de (comp.): La es- cucha, la histeria 102. Mauas. M. A.: Problemas y para- tiempos psicoanallticos 103. Lagache. D. : El psicoandlisis 104. Kernberg. O.: Desdrdenes fronterizos y mrcisismo pataldgico 105. Racker. H.: Estudias sobre recnica psicoanalitica 106. Kaplan. L. J.: Adolescencia. El adids a la infancia 108. PCrez Shnchez. M. : Observacidn de niños 1 10. Kohut. H .: i Cómo cura el andlisis? 11 1. Mayer. H.: Histeria 112. Bank. S. P. y Kahn. M. D.: El vln- culo fraterno 1 13. Jung. C. C.: Aion. Conrriburiones a los simbolismos del si-mismo 1 14. Jung. C. C.: Las relaciones entre el yo y el inconsciente I 15. Jung. C. C.: Psicologla de la demen- cia precoz. PsicogC~iesis de las enfer- medades mentales 1 1 17. Ledoux. M. : Concepciones psicoana- Ilticas de la psicosis infamil 1 19. Bercherie. P.: Gbnesis de los concep- tos freudianos Continúa al f i ~ l del libro. A L B E R T O T A L L A F E R R O i DE PSICOANALISIS PAIDÓS México Buenos Aires Barcelona Reimpresión, 2000 Quedan rigurosamente prohibidas. sin la autorizacibn escrita de los titulares del vcopyright,,. bajo las sanciona establecidas en las leyes. la repduccdn total o parcial de csta obra por cualquier medio o proced~miento. comprcndidos la reprograna y el tratamiento infom4tico. y la disnibucion de ejemplares de ella mediante alquiler o pdslamo públicos. D.R. O de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós, SAICF, Defensa 599, Buenos Aires, y Ediciones Paidós Ibérica, S. A. Mariano Cubi 92, Barcelona D.R. O de esta edición, Editorial Paidós Mexicana, S. A. Rubén Dario 1 18 col. Moderna 03510 México, D.F. Tel.: 5579-5922 Fax: 5590-4361 e-mail: epaidos@paidos.com.mx ISBN: 968-853- 1 11- 1 Página web: www.paidos.com Impreso en México Printed in Mexico INTRODUCCI~N La medicina psicosomática (17). CAPÍTULO 1. HISTORIA DE LA HISTERIA CAPÍTULO 11. DESARROLLO DEL MOVI- MIENTO PSICOANALÍTICO CAPÍTULO 111. TOPOGRAFÍA DEL APARATO PSf QUICO El sistema inconsciente Características de! inconsciente ( 5 8 ) . El sistema preconsciente El sistema consciente Las instancias del aparato psíquico. El ello Libido (70). El yo Desarrollo del yo ( 7 7 ) . Dos funciones impor- tantes del yo (83) . La función sintética del yo (85) . Algunos conceptos básicos de Melanie Kiein Características de las emociones del niño pequeño La posición infantil depresiva Mecanismos de defensa del yo Mecanismos de defensa del yo contra peligros intrapsíquicos (99). La represión (100). La re- gresión (102). El aislamiento (103). La anula- ción o reparación (103). La formación reactiva ( 104). La identificación (105). La proyección (107). Cambio dc un instinto por su contrario (108). Vuelta del instinto contra el yo (108). La sublimación (108). Mecanismos de defensa del yo contra peligros extrapsiquicos (110) . Negación en actos y palabras (111). La nega- ción en la fantasía (112). La limitación del yo (113). Identificación con el agresor temido (114). Renuncia altruista ( I l f i ) . El superyó CAPÍTULO IV. LOS ACTOS FALLIDOS CAPÍTULO V. LOS SUEROS 1 ) Dramatización o concretización ( 134). 2) Condensación (134). 3) Desdoblamiento o mul- tiplicación (135). 4 ) Desplazamiento (135). 5) Inversión de la cronología (1.78). 6 ) Represen- tación por lo opuesto (138). 7) Representación por lo nimio (1:s.)). 8 ) Representaciíin sinih6- lica (137). CAPÍTULO VI. ETAPAS I)E EVOLUCIdN DE LA LIBIDO Etapa oral Importancia de la relación eneryética entre pezón y boca lactante Etapa anal Fantasías sexuales de la etapa anal (170). Diversas formas de expresión de la lihido anal (171 ). Etapa fálico-genital Fantasías sexuales de la etapa fálica (177). La bisexualidad Datos eml~riológicos (182). Datos anatómicos (182). Datos celulares (183). Datos bioquimí- cos (183). Investigaciones en vertebrados y mamíferos superiores (184). Complejo de Edipo Evolución del complejo de Edipo en las niñas (190). Periodo de latencia Pubertad CAPfTULO VII. LA ANGUSTIA 204 CAPfTU1,O VIII. EL CARACTER 219 Estructuración del carácter 223 La función económica libidinosa del carácter 228 Carácter normal y patológico 232 Carácter histérico (234). Carácter obsesivo (236) . Carácter fálico-narcisístico (237) . En el modo de pensar (239). En la actuación (240). En la sexualidad (240) . En el trabajo (241). El carácter neurótico (242) . En el carácter normal (243). CAPfTULO IX. LA SIMULTANEIDAD EMO- CI6N-MÚSCULO 245 Coraza mu:culai (249). músculo como ele- mento de descarga energética (251). Astenia (256) . Cefaleas (257). Síndrome doloroso. del segmento lunibosacro (258). Reumatismo (259) . Trastornos oculares (260). Trastornos auditi- :.os (262) . Parto (263). Vaginismo (264) . CAPITULO X. EL ORGASMO 266 Fisiolugía de la eyaculación 267 El automatisnio genital expulsivo (269). Me- canismo nervioso del automatismo expulsivo (271). Diferencia del potencial hioeléctrico de la piel durante placer y angustia 274 Función dinámico-económica del orgasmo 277 Descripción esquemática (le1 acto sexual orpás- t i c a m e ~ t e satisfactorio (278) . Fase de las con- tracciones rni~sci~lares invnliintarias (282) . 1 0 A. TALLAFERRO Tipos de orgasmos patológicos 280 En el carácter neurótico-histérico (287). Los caracteres neurótico-obsesivos(288). Los ca- racteres fálico-narcisistas (288) La satiríasis y la ninfomanía (289). Impotencia y frigidez 289 Frigidez (290). Impotencia eréctil (291 ) . La angustia al orgasmo (292). Importancia de la iiiovilidad pélvica refleja (294). CAPoTULO XI. ETIOLOGÍA GENERAL DE LAS NEUROSIS Y PSICOSIS 298 CAPíTULO XII. EL M*DICO GENERAL ANTE EL PROBLEMA DE LA PSICOTERAPIA 311 El que sOlo quita lo que v e y no arranca la rair , poco aprovechará. KEMPIS, XIII. No 4 . A principios del año 1956, al iniciar su octavo curso anual consecutivo sobre "Conceptos básicos de psico- análisis", el doctor Alberto Tallaferro dijo que el im- pulso que lo movía a hacerlo e r a ''el convencimiento de que cfimplía una función". "En la Argentina -agregó- la medicina está evo- lucionando en la misma dirección que en otras partes del mundo. es decir. hacia una concewción integral del enfermo. Por eso consideré Útil y nécesario o k p a r m e en hacer llegar conocimientos psicoanalíticos básicos a aquellos médicos y estudiantes que, sin desear especiali- zarse en esta disciplina, quieran utilizarlos como un elemento más, dentro de sus conocimientos, para el es- tudio, comprensión y orientación terapéutica de sus pacientes." Por obra de esa misma evolución la medi- cina h a ido creando, para el tratamiento adecuado de los pacientes, nuevos métodos y especialidades. L a psicología se cuenta entre las ciencias más jóve- nes en el campo de la medicina, y quizá por esto misino se halle en la actualidad bastante difundida la idea de quit es, en gran parte, materia de especulaciones puras, de tecnicismos triviales o, como lo h a dicho Welles, "sólo un refugio para la ociosa industria de los pedantes". No faltan quienes creen que lo psicológico'tiene escasa o ninguna influencia sobre la conducta humana, sus problemas o los trastornos llamados somáticos. Pero pese a sus pocos años de existencia, el psicoanálisis ha aportado conocimientos notables a casi todas las espe- cialidades médicas, a punto tal que prescindir del mismo 12 A . TALLAFERRO en el tratamiento de ciertos trastornos que experimenta el hombre sería algo tan impropio como renunciar al uso de los antibióticos. La comprensión de la estructura total de l a perso- nalidad se debe principalmente a las investigaciones psicoanalíticas, que no se limitaron a los contenidos conscientes de l a mente, sino que intentaron establecer que los factores inconscientes también condicionan la nianera de actuar del hombre. Es ta comprensión permi- tió aclarar, en cierta forma, la múltiple y dinámica acción de la psiquis, proporcionando nuevas perspecti- vas a los médicos y estudiosos de la psicología. La gran transformacibn operada en el estudio de las neurosis y las psicosis, que Freud no sólo inició sino que llevó a cabo en más de cincuenta años de trabajo infatigable, .puede ser comparada con l a que tuvo lugar en la medicina general gracias a los métodos de auscul- tación, percusión, medición de la temperatura, radiolo- gía, bacteriología, física y bioquímica. E l usicoanálisis llevó el conocimiento de las enferme- . - ~- ~- dadesAa un nuevo nivel científico, y como dice Jaspers en su Patología general: "Freud hizo época en la psi- quiatría con su nuevo ensayo de comprensión psico1.I- gica. Apareci6 en un momento en que lo psíquico se tornó otra vez visible, después de haberse considerado, a lo largo de decenios, casi exclusivamente los contenidos racionales del hombre, sus síntomas objetivos, y lo neurológico". ''A part i r de entonces -agrega Jaspers- el compren- der se ha vuelto nuevamente evidente, aun para los investigadores que nada quieren saber de las teorías de Freud, pero usan términos tales como 'refugio de la enfermedad', 'complejos1 y 'mecanismos de defensa y de repre~ión'. '~ Dice más adelante Jaspers que "Freud no sitúa lo teórico en el primer plano, sino que mantiene sus repre- sentaciones teóricas fluidas, apoyándose, por el contra- rio, en la experiencia, que es su única fuente, y no admitiendo, por ta l razón, un sistema teórico fijo". "El surgimiento de la doctrina freudiana se debió a una necesidad intrínseca de las tendencias contemporáneas; nuestra época, superando a la psicología y psiquiatría clásicas, rut inar ias y mecanicistas, concentradas sola- mente en pormenores, reclamaba un conocimiento más profundo y más sintético de l a vida anímica del hombre." En suma: la teoría y el método psicoanalítico han transformado a la ant igua dsiquiatría descriptiva, está- tica, en una ciencia dinámica o psiquiatría interpseta- tiva, al integrarse en ella. El profesor Maurice Levine presentó ante el Congreso Mundial de Psiquiatría realizado en Par í s en el año 1950 un trabajo que da una idea aproximada de la influen- cia que ha tenido el psicoanálisis en l a medicina. Dice este autor que l a extraordinaria aceptación de las ideas psicoanalíticas y el desarrollo de la medicina psicoso- niitica constituyen las principales características del movimiento médico de los últimos veinte años en los Es- tados Unidos. La mayoría de las autoridades de la psi- quiatría norteamericana reconocen, cada vez en mayor grado, la importancia de los conceptos psicoanalíticos, incorporándolos a l a enseñanza. Esto es, en gran parte, una respuesta a l pedido de médicos y estudiantes. cuyas experiencias durante la última guerra mundial los lle- varon a la necesidad de admitir un concepto dinámico de las enfermedades y de los problemas humanos que hasta entonces les habían resultado inaccesibles. E n la actualidad la mayor parte de los profesores de psiquiatría de los Estados Unidos son psicoanalistas, o aquellos que han asimilado una suficiente cantidad de conocimientos de esta teoría. E l resultado final es que el psicoanálisis h a dejado de ser una disciplina de grupo para integrarse ampliamente dentro del campo de la psiquiatría y la medicina en general, y ser parte 1)rísica del acercamiento del médico a l paciente. E n la mayoría de los centros importantes de la medi- cina estadounidense ya no es necesario luchar por la aceptación de las ideas psicoanalíticas, pues las mismas han sido admitidas hace tiempo. Como consecuencia de esto, l a labor que se realizaba en los centros psiquiá- tricos hasta ese momento, con una preocupación exclu- siva por lo concerniente a la organización hospitalaria para pacientes psicóticos, se desplazó hacia una mayor dedicación por las conductas psicoterápicas, con pacien- tes neuróticos no internados, quienes ya no se hallan bajo atención médica de neurólogos, carentes de cono- cimientos adecuados para t r a t a r las neurosis. Algunos datos estadísticos dan una idea más acabada del interés que existe en los Estados Unidos por el psicoanálisis. De los 340 miembros de la Asociación Psicoanalítica Americana, según los registros de 1960, un total de 195 soii catedraticos ~iiiivei~sitai~ios: ndeiiiás, 25 hospitales de priiiiera, 3ti escucl¿is de iiiediciiia y 29 universidades, cuentan con psiroanalistas cviti.r sii personal médico y docente. En suiiia, en las escuelas <le iiiedicinu dc los Estatlos Unidos, las ideas psicoaiialíticas ya rio circuliin clandcs- tinaine~ite ii i se las utiliza de unii manera sul~i~cl)ticiii o supersliciosa, sin conocer o aceptar su oiigthii, siti<# qu:,, por el contrario. soti enseñadas abiertamente. conio ilna parte hásir;i tlc Iii cari.era m6tlic.a. "Hay que 1.1-cor(lar -dice 1,oviiir- qiic c.: a los psi- quiatras a los qiie se les debe el iiiiiximo c.sf~ierzo 1)ar;i que las ideas psicoanalitic:~~ se difundi(~i.iin y aceptara11 en los Estatlos IJni(los." "Ya aiitrs de esto se i.c+yistró e11 la psiquiatría norte- americana iiiia niiirc;ida tmdencia eii favor de la unión con otras disci1)lin;is iiiédicas, y los psiquiatras pre-psico- analistas -entre rllos .A. Meyei--, rontriI)uyei.on~ r a n d e - mente <,n el inovimiento, al scñalar (lile los con<iciiiiirntos psiquiitricos pcitlían sel. de iitilidatl pai.;i los cliiiicos. intentando destacar al mismo tieiiipo qutl I H tlicotomítc 'tilente-cuerpo' es rn la pnictira inédita un concepto fal- so, filosófico y estéril." "Pero scilo cuando el niaterial psicoanalítico llegó a dominar el pensamiento de los niédicos americanos, el movimiento dc* colaboracii;n en- tre clínicos y psiquiatras tomó cuerpo decididaiiiento. dando origen a lo que se l l a n i ~ eii la actiialidnd medi- cina psicosoiilátira." La instriiccióii universitaria actual prepara a los mé- dicos conio si fueran 21 t r a ta r enfei.nios apsiquicos o anencéfalos; pero esta afirmación, que, ciiiiio se com- prender&, es exagerada, no debe llevar a pensar que el paciente sea sólo cerehro o conflictos emocioiiiiles. Lo relativo a las enfermedades iiientales constituye un campo sumameiite iniportante para el estudio y la acci6n cn la medicina preventiva. Los grandes adelantos r e ~ i s t r a d o s en los Últimos anos en relación con algunos procesos que intervienen en la etiología de los trastornos psíquicos, han arrojado una clara luz, no sillo en el terreno de la clínica, sino tam- bién en el de la prevención de estos males. E s perfecta- mente conocido el hecho de que el bienestar del hombre no depende exclusivamente (le una saiiidad física. sino también de una correcta adaptación al iiicdio, con una adecuada capacidad para enfrentarse con las necesidades sociales, económicas e industriales de l a vida moderna. E n la actualidad, más de 500.000 personas se hallan internadas en los Estados Unidos, afectadas por enfer- medades mentales; y de acuerdo con el promedio actual, una persona de cada catorce necesitar6 en alpún mo- mento asistencia psiqiiiátrica. De acuerdo con cAlculos estadísticos, entre el 50 g el 75 ",. de las personas que se hallan sometidas a un tratamiento médico en los Estados Unidos --un país con más de 200 millones de habitantes- padece de al- gún tipo de afección psico-neurótira. <!n total de l(i.000 estadounidenses se suicidaron eii el ano 1949, cifra que habla bien claro de la magnitud del problenia mental y de la importancia de los trabajos de prevencián 1. Esto hace pensar en la necesidad de incluir en los programas (le estudios de las Escuelas de Medicina, en una forma mas extensa y miis profunda de lo que se hace cn la actualidad, la enseñanza de la psiquiatría diná- inica. En la Facultad de Medicina de Buenos Aires la Psiquiatría es una materia que se estudia en sólo 1 año. 1.0s nuevos programas deberían incluir el estudio de la psiquiatría diiiAniicti o integral en totlos los años que comprende el estudio de la carrera, y aun cii las Es- cuelas de Odontología. Kinesiologia, Obstetricia y de Enfermeras correspondería dar a los t.studiantes con- ceptos básicos de osta tlisciplina. roiiio se hace en algunas iiniversidades de ('hile. iYí6sico y Estados Unidos. El estudio n i l s caonipleto de los iiiec.anisnios psicodi- námicos capacitaria w l inédiro para adoptar frente al paciente una posic-i6n que le pei .mit~ un enfoque total. Para esto hay que considerar lo psíquico como función de lo orpiniro, ya que no puede htil)larse de paralelisnio ni de interacción, lo cual implicaría una concepción diia- lista en vez dch un ji~icio foncional y monista. Ido fiiiicional y monista es la integración de todos lo!: factores; la jerai-quía, 1:i conip~.ensii)n rle I H fiinción roii i.especto a1 ente. 1,o funcional. lo cidecuatlo, es lo que sirve para desarrollar al iii:ixiino Ins potc~iicialid:idex. I'RI.R poder decir qiit' un :iiitoiiiOvil es I>iieno hay qcliit8 vei. si funcionci. y sol)i.ca todo, chnio fiincinnti: ciiAiita n:ift:i p ru:into iiceite rnst;i. ciiiiio se ni.ticiilnn los (lis- t iiitos cii~i.;iiiiijrs rntre si. ' W n r i n ~ A J y Smith S A M A I l h 118 1 ~ 4 1 16 A. TALLAFERRO E n eso mismo reside tanibién lo bueno o lo malo de la salud y de l a enfermedad, y para esto hay que ir desarrollando una integración de muchos elementos, aparentemente opuestos, pero que en realidad no lo son. "La indudable unidad 'cuerpo-alina' no es, a veces, reconocible como tal. Lo que se ve o capta -ha dicho Jaspers- es siempre algo destacado, un elemento singu- l a r de esa unidad, a l a que se debe interrogar para com- prender cómo se conduce en su forma total. Es ta uni- dad sólo es verdadera como idea base para todos los análisis, como un conocimiento provisorio, durante la afirmación absoluta, y que es útil para conservar e1 pro- blema de la relación del todo con el todo, en lo viviente del cuerpo y del alma. L a unidad es difícilmente in- cluida en su inmediación, o no es accesible como objeto del conocimiento; más bien es sólo la idea que puede conducir a l conocer particular, y determinado como tal, de lo viviente." Cierto es que resulta difícil, aun en el aspecto experimental, encontrar l a noción de totalidad, salvo en el ejemplo de l a expresión fisiognómica, en la cual se ve una unidad, y así, donde percibimos la alegría del rostro, n'unca separamos el alnia del cuerpo, no ob- servamos dos cosas que tendrían alguna relacinn entre sí, sino un todo que ppsteriormente, es decir. en forma totalmente secundaria y artificiosa, podemos separar. La integración de lo somiitico y lo psíquico está com- probada de diversas maneras, en hechos que, utilizando todavía imprecisamente los conceptos cuerpo-alma, sc. pueden formular groseramente; para comprender cónio actúa lo somático sobre lo psíquico se puede señalar la acción de los tóxicos (n~escalina y L.S.D.::), las lesiones del cerebro, la acción de l a insulina y el electroshock. También se ve cómo lo psíquico actúa sobre lo somático en la realización de propósitos voluntarios del sistem;~ motor, o en las manifestaciones consecutivas no deseadas. como son las taquicardias emocionales, la hipertensión, el metabolismo alterado, etcétera, y en la mo<lificación de algunas de las llamadas lesiones psicosomáticas me- diante l a psicoterapia. También se puede considerar como ejemplo el caso de la posibilidad hipnótica de crear diversas lesiones somáticas. Se puede, por ejemplo, su- ger ir a un paciente en estado hipnótico profundo que se le toca con un hierro candente y hacerlo con un hie- r r o frio, pese a lo cual el sujeto produce una flictena en el lugar. E l inisnio vocablo "psicosoni;itico" que se usa corrien- teniente no se halla exento de crítica, porque en el fondo traiciona su propia intención semhntica, pues en su de- sixnación se niuestra víctima de una dualidad cartesiana cntre cuerpo y aliiia, t a l conio lo señala Lúpez Ibor. Lo que sucede en l a actualidad, la tendencia a la medicina integral, es, en parte, resultado de la reacción contra un niundo que se hizo excesivamente mecanicista y tratú de indagar separadamente las diversas facetas que forilian al hombre y su aiiibiente, di, las cuales no es posible tener una visión de conjunto, pues el ser huiiiano está dentro de ellas. Pero puede pensarse que son partes integrantes unas de las otras, contradictorias algunas entre si, y a la vez integrantes de un todo. Por medio del análisis químico se puede llegar a cono- cer los componentes de l a porcelana utilizada para hacer una taza y llegar en un paso posterior al ordenamiento de los átonios. Este problema rige en tanto y cuanto sea necesario saber exactaniente cómo está constituida la taza, y mantiene su valor en el estudio del hombre. Se lo puede desarmar psicológicamente, llegar a sus componentes más profundos y, figuradamente, ponerlos sobre la mesa. Lo necesario, empero, no es un inven- tario de coniponentes y motivaciones, sino que esta tota- lidad funcione conio corresponde. ;Para qué sirve tener una taza reducida a sus átonios, si lo que se quiere es tomar café? Loque se hace difícil, y por lo corrientc escapa a la observación, es la forma en que se produce y se hace posible la integración. "Por ejemplo -dice Jaspers-, si muevo mi mano al escribir, sé lo que quie- r o y mi cuerpo obedece a esa voluntad finalista; lo que ocurre es señalable en parte en los aspectos neuroló- gicos y fisiológicos, pero el primer acto de la traduc- ción del propósito psíquico en el acontecer corporal, es inaccesible e incomprensible, como lo es la magia, con la diferencia de que ésta es una magia real y no ilusoria.'' Las manifestaciones corporales concomitantes de ios procesos psíquicos no tienen importancia en su diver- sidad, fuera del hecho que exponen universalmente aquella simultaneidad existente entre l a psiquis y e1 soma. La afirmación de que estos fenómenos son la consecuencia rscl~ts iva de sucesos psíquicos es unilate- ral. 1.a ieliiciói~ que se produce es también una rela- ción que a su vez vuelve a repercutir sobre la par te psíquica. Hay que considerar que las conexioiies fisio- lógicas se dan enteramente en círculos. E l proceso psi- quico suscita una serie de fenóiiieiios somáticos, que a so vez altera el proceso psíquico. E n las nianifestacio- nes conc(:iiiitnntes que apai'ecen ~Lpidainente, esto no es rnuy.cla1.0, pero, en cambio, eii las investigaciones sobre secrecioiies internas ya se lo advierte con iilayor niti- dez. Del psiquismo parten las escitaciones e inhibicioiles relativamente rhpidas, por ejeiilplo, a la nlusculatura lisa de los vasos; en cainl>io, los efectos sobre las glán- dulas endocrinas son m6s lentos y se puede observar el siguiente círculo: el psiquisiiio estinlula al sistema ner- vioos, este a su vez a las glitiidulas endocrinas, que pro- ducen las horinonas, que, a su vez, influyen sobre el proceso somático y psíquico. Resillta por lo general difícil comprobar estas sitna- ciones en su parte experiinental, y así, por este motivo, en las experiencias con animales y en el hombre, por lo general, se señalan más los aspectos fisiológicos que los concomitantes psíquicos. Vinculado a los conceptos en que se relacionan lo psí- quico y lo somático, Reich dice en su artículo "Funcio- nalisino or~onótico" que pueden considerarse integra- dos de acuerdo con el siguiente esquema: 9 ' Orgone Energy Bulletin, 2 , 1, 1950. HISTORIA DE LA HISTERIA Tan sólo una razón de orden histórico y respeto por la cronología de los éxitos y los fracasos de la vida de investigador de Sigmund Freud, explica el hecho de que en esta obra se considere el estudio de lo patológico y de lo normal para el psicoanálisis, partiendo desde el punto inicial de la histeria. Una enfermedad como tantas, desleída por el tiempo y refugiada en diversas formas de expresión, la histeria fue quizás el primer mal al cual los médicos de una época pasada no pudieron hallarle una explicación total- mente soinática. Nada pudo aceptar Freud -atado por su rigor científico- de cuanto se decía como explica- ción de la histeria, máxime cuando gran parte de las argumentaciones y razones pecaban por el delito de des- conocer factores fisiológicos incuestionables. El hecho es que la histeria fue el mal que permitió a Freud i r atando los primeros cabos en la larga ca- dena que lo llevaría a sentar las bases del psicoanálisis. La "gran histeriaJ' del siglo pasado, que se mantuvo con sus características notables hasta comienzos del ac- tual, comportaba una movilización general y aguda de síntomas y motivaciones, por lo cual resulta lógico que el psicoanálisis comenzara a desarrollarse por su camino. La historia documental de la histeria nace en los pri- meros escritos médicos y filosóficos. E n l a antigua Gre- cia la Filosofía tocaba de cerca a l a medicina o la con- taba en sus dominios. Hipócrates, nacido 460 años antes de Cristo, ya se refería a este mal, demostrando que si bien en su época se conocía l a epilepsia, muchas veces no se lograba diferenciarla netamente de la histeria. sobre la que, concretamente, sólo se tenían algunos cono- ciiiiientos imperfectos. Por elio mismo se puede deiiios- t r a r que la epilepsia, el ?r,orbics saccí. , debe mucho de su carácter hierático a 1s imperfecto del conociiniento que se tenía entonces de la histeria. La mayor parte de los enfernips de !o que entonces se conocía con el nombre de "mal de Héi.cules" y las célebres Pitonisas de Delfos que predeciaii, en medio de horribles conviilsiones y gri- tos estridentes, el futuro de quien las consultara en el Templo de Apoli~, no eran, en realidad, nlss que su,ietos histéricos. HipOcrates fue el primero que intentó esplicar (le un tiiodo natural sus manifestaciones, vinculán(lolas con uii desplazamiento del útero, llaniado h i s t c r o ) i en griego, de donde proviene el nombre de histeria que sc da a la en- fermedad. Para él, en suma, se t rataba de iinn anomalía de tipo ginecológico, concepto que, con algunas varian- tes, rigió la clínica y la terapéutica de la histeria hasta el siglo XIX. Los médicos de Egipto y otros pueblos priniitivos del cercan% Oriente creían también que la niatriz era uii ~ i g a n o icorne que podía desplazarse dentro del cuerpo hasta obstruir todas las entradas de aire. Platón, contemporáneo de Hipócrates, nacido en el aiio 427 antes de Cristo, sostenía esta misma teoría, y en su diiilogo "Tiineo" puso en boca de Sócrates esta de- finición : "La matriz es un animal que desea ardientemente engendrar niños. Cuando queda estéril por largo tiempo después de la pubertad, se aflige de soportarlo y se in- digna, recorriendo el cuerpo y obturando todas las sali- das de aire. Paraliza la respiración e inipulsa el cuei'po a peligrosos extremos, ocasionando al mismo tiempo di- versas enfermedades, hasta que el deseo y el amor, leuniendo al hombre y a la n ~ u j e r hacen nacer un fiiito y lo recoaen como sobre un irbol." Esta teoría anticipa en cierta medida el afoi.ismo psi- cosoii~iitico según el cual "una vida sexual insatisfecha ~ ~ u c r i r ! provocar una neurosis". Pero es esta misma suposición la que lleva al tan difundido error de creer que el matrimonio es una cura para las histéricas y que si una histérica está casatia, se libra del mal teniendo un hijo. 1.a experiencia ha demostrado que ocurre todo lo con- t iario, hecho que se comprende cuando se estudian los contenidos profundos de la enfermedad. Cuatro siglos y medio después de Hipócrates, sin qui- tarle a la matriz toda su importancia en la etiología de la histeria, Galeno, en el año 170 d.c., calificó de ab- surda la opinión de Platón e Hipócrates. Sus conoci- mientos anatómicos más profundos le habían deniostrado que el útero no podía desplazarse constantemente de la vagina al apéndice xifoides, sosteniendo en cambio que la histeria era provocada por la i.eteiici6n de la sangre nienstrual o el semen feiiienino, pues ei'a creencia admi- tida en esa época quc la mujer e y ~ c u l a h a semen al igual que el hombre. En el siglo I X , un médico árabe, Serapión, dijo que los trastornos hist6ricos no eran dehidos a la retención de la sangre inenstitinl, sino a la continencia sexual, pues iio hahia encontrado esta afecci6n nada miís que en viu- (las y soltertis. Posterioi.niente, otros médicos brabes. entre ellos Tlhaz~s y A~~icei ia , negaron, al16 por el año 10:10, que el útc.i,o fuera iin animal errante y explicaron la r t io log i~ de la hist<xi,i;i por vapores t6xicos, de origen uterino o digestivos, pi.ocedeiites dcl higatlo o del bazo, y quta iitaciihari ;iI cerebro. A lo largo de toda lii E(la<l Media, tlesdr el año 476 a 145:3, iicontecc con la histeria l o misiiio que habría de suceder en tantos otros aspectos de la actividad hu- mana: se Ir dio iin valor. demoníaco idéntico al que le asigna el Corhn, que pi.esent.a los t r a s t o ~ ~ n o ~ psíquicos o nerviosos como obra (le la influenc,iwdel tlenionio. Pero la viencia parece habei dado iin paso etlelante. pues en los grabados rlt . (~~i toi i<~cs partc d í ~ los posesos !i conv~ilsc~s ron honibi.cs, lo cual pi.uel>~ qlica la histeria iiiasc~ilina (>i.ii hastnntc f'i~eciit~nte. Sin r.iiibai.~o, o11 la [.:dad Mtntlia, el c.oncepto de la his- t.eria se inspir:~ txii 1:) iiirdicinii atitigua. IJnas veces se la ;itl.il)uy<. a iin desplaza~iiirnto dc la iiiatriz. otras a la a(8cióii (le \.apores t6xic~os de origen genital, pero siem- pre domina, conio causal. el deinoiiio. Sólo con el Reria- cimiento la histeria deja de ser un tema teol6pico para volver, coi1 toda justicia, al campo de la medicina. A part i r del año 1500, los médicos. liberados del con- cepto demoniaco, vuelven a considerarla desde el punto de vista somático y ven en ella "una sofocación por des- plazamiento de la matriz". Si'suiendo las des~ripciones de Hipócra tes y Pla tón, t r a t a b a n de relacionar o i n t e r - p r e t a r los casos que iban observando. E l respeto por lo an t iguo f u e t a l que Jeaii Fernel (1497-15.58) censuró a Galeno por haber dicho que la matr iz no podía tiesplazarse pai'a producir l a histeria. La terapéut ica a que se recurr ía d u r a n t e el Renaci- miento p a r a l a cu. ación del ma l e r a sumamente pinto- resca. Basatlos en el concepto de que el ú tero se des- plazaba, imagincron que pa ra a t r a e r l a niatriz hacia su luga r , lo mejor e r a hacer aspii.ar a la en fe rma malos olores (cuerno queriiado. si istancias pút r idas , anioniaco, o r ina y heces humai ias) y coloc.arl(~ r n la zona vagina1 olores agradable.: ( á m b a r , toniillo. IHiidano. o liuez iiios- cada , heividos en v ino ) . Cre ian que, por este niedio obligarían a la matr iz a de,iar las par tes siiperiores ma i olieiites y descendeis a a s p i r a r los exquisitns a romas que se encontyaban abajo. No e ran bstos, enipero, los únicos r e n i ~ d i o s a que se apelaha corno tc~rapéiitica. y preven- ciiin ror?tra la histeria en e1 s i ~ l o xvr. Lshbase en aquella épor:i colocar una piedra negra . pulida y pesa- da , l lamada /~i~,tl~.cc (11. Gspn,ín. qiie se sii,jetitha con han- tleletas sohre el o m h l i ~ o tlr la c,nfei.iiia. Es t e e r a en i'ealitlad uii rriiicdio preventivo, piies c.ic;indo sc prescn- t ahan los sintoiiias coii<~irto!: tl(1l accrso ilvliía rotirai.s<> la pic(li,a. ( 'iii,dan, c3n el aiio 15.50, presci.ihí:i poi. vía huc;cl Linü ~ i i<~zc la de peziifia tlt. cic*rvo piil\,ri,izada y ra íz d r ,jenrihrcb. Si rst;i p0cinia iio su r t i a ef(.cto. potlía Ile- va r sc c o l ~ ñ t l a al corllo una holsita llena tlc polvo de pezuna y jengibre (1ii<' igii;iliiieiitc~ dai,ia rcsult:irlo. Talii- hi6n se reconirntlal)a hchc~i. infiisionrs <1(, l)rionia cn vino Ijlanco, t6 de A n ~ b l i c a do Noi'iieea. hino,ios, asafbt ida . alcanfor. ungiiento itli~iizcla(ln, Aiiih:ir. to(lo lo (.iiaI podín ser utilizado cn pociones o cn p o n i a d a ~ . E l J I ac~s t r r tle P l a t e ;~ , de 1:i <~sc~ic,la t l c . S;ilei.iio, pre- conizal)a en el s i r l o xrr iin tratiiiiiioiitci qiie consistía en in(liciii.lcs a los hist6ricos qiic iiinstiiih:is(~n. I<<~stos de ~ q i i < > l l : ~ tcarap6iitic;i i-rn;trc~ntist:i se inantie- iien aún en n i ies t r :~ +oca. y así . h;ista no hacr mucho, cBra c.orricntc h:illar ( , i i 1:i (,iii.tcbi.:i tl(, c.ii:ilqiii('i. m u j e r roltel 'oni~ o vii id:~ .io\.c~ii i i i i fi,asqiiit.o t l v s;ilvr. Taiiihi6n cbra priicticic c~oi~i~ic~i i l<~ cbn las pii:ii.dia': t l (b los hosl)itales prcsion;ii 1i:ist.a cl tloloi 10s svno.; lar histí~i.icas o indic:irlc~s ( ~ i i ( > sc iii:istiii~l)ascn. ta l crmio ckn 511 ¿tl)oc.a lo .srieeri;t c.1 \ l ; i ( . s t i~~ dt, 1'l;itr;i. !!>{ A. TALLAFERRO A fines del siglo XVI y comienzos del XVII, unitlo a 13s causas físicas tales como las hemorragias y las in- fecciones, comenzaron a tomarse en cuenta los factores en~ocionales. Pero sólo como causa desencadenantd en un terreno que seguía vinculando el mal al despltiza- miento o vapores tóxicos de origen uterino. E n esos aiios la mala reputación de la histeria co- nienzó a difundirse y el médico portugués Rodríguez da Fonseca complicó mas aún este estado de cosas al seña- l a r que "en los instantes previos al paroxismo las inuje- res propensas a pasiones histéricas sufren un increíble deseo de abrazar a los lionibres". Otro investigador de la época destacó la semejanza e.uistente entre la crisis histérica y el orgasmo. Algunos ii, édicos ya no vacilaban en af i rmar que los sintoiiias c~msiderados vulgarmente como efectos de la posesión (teiiioníaca eran en realidad y por su agrupación. t ras to:.nos de una sola enfermedad. Sus explicaciones vran de cariictei fisiológico: la bola que sentían las enferma:: :tsr:eiider desde el abclomen, e ra debida, para ellos, a TIA iri'itación de los plexos iiiesentéricos cuyas contracc!ones sr t i raban las partes inferiores de los hipocondrios, que pai.ecíaii elevarse y causar esa sensación extraña. Los (I~blores desparradoi-es y la contorsión abdominal que su- f r í an los pacientes se debían a la contracción y con- \.ulsiones violentas de los intestinos. La risa espasmó- dicr: y la dificultad respiratoria e ran productos de con- tracciones del mismo tipo en el diafragma. En las (iescripciones de la histeria ocupaba un lugar muy des- tacado, en esta época, el espasmo, trastorno de orden iiiec5nico. Pero a iiiedida que las obse.rvaciones se iban haciendo más precisas, la histeria fue perdiendo poco a poco su tono de misterio. Un cierto número de médicos se había liberado de la teoría "oficial" de los humores: mas en realidad eran pocos, y su prestigio no compen- saba la cantidad. En el año l ( i l F , Charles Lepois, médico francés. rom- pió con todas las ideas tradicionales y se excusó por estar en abierta contradicei6n con taiitos sabios; explicO que su experiencia razonada le obligaba a sostener que el títero se encontraba desposeído, que su importancia estaha descartada, y que eran los nervios los que donii- naban cl panoranla histérico. "La retención dc l a sangre menstrual, dice Lepois. dehe considerarse como una leyenda, porque la histrria existe en niiiitas que aún no han nienstruado, en vír- genes que ya no la tienen y en aquellas mujeres cuyos periodos nienrtruales son abundantes, a punto de eva- cuar hasta ocho litros de sangre, y esto para no hablar (le los hoiiibres." Lepois nti.ihuye la enfermedad a un trastorno de las serositladrs. que disteiiderian el origen de los nervios, sobre todo los inediilares y del sexto y sGptinio par. Des- de el punto de vista clínico reconoció la histeria masru- lina y la infantil, haciendo una acertada descripción de las pertuib;iciones sensoriales prenionitoi'ias del ataque, coiiio sei.: ohnii1)ilación de vista y oído; ptidida de la voz y opresitin de !as sienes; observJ la parálisis de ios iiiieiiibios superiores e inferiores y también advirtió que el temblor era uii fenóiiieno precursor de la par6lisis. Las itleas de 1.cpois tuvirinon una cierta resonancia eii el aiiihic~iitc iiitdico de la época, provocando serias con- ti,oversias, 1ic.i.o sil opinión sólo fue consaprada por las ohser\,:iri<~ncs de Thoiiias Sydenhain (l(i24-1(189). quien tlijo qiie la :ift-cci6ii histérica es, sobre totlo, psicluica, y su patogeniü del~entlía tle un desorden de los es1)íritus aniiri;ilc.s, fluitlos niuy tenues y sutiles que se suponía seivian parn determinar los niovimientos de los iiiieiii- bros. Setial6 asiiiiisiiio que la histeria atacaba por i ~ u a l a hoiiihrcs y mn,ieres y en pai'ticular a los que habitual- nieiite se denoiiiinahan hipocondríacos, por lo cual era iusto suponer que su origen no estaba en la iiiatrin. "La histeria iiiiita casi todas las enfermedadesque afectan al n6nero huiiiaiio. porque en cualquier par te del cuerpo en que sc= localice protl~ice síntomas que son propios de esa rcgitln. Si el 1ii6tlico no tiene experiencia, y unida a ella n~ucha s a ~ a c i d a d , se equivocará fácilmente, atri- biiyentlo a iina ~nfel.niedad esencial propia a ta l o cual óraano, síntonias que dependen pura y escliisivanieiite de la afrcci6n histcrica. Así es que algunos accidentes se parecen a la epilepsia y sus convulsiones pueden si- niular las (le Osta". decía Sydenham. Sus estudios espe- cíficos a b a i ~ a i ~ o n el cliivo histérico. la tos. los vhmitos, 1;i orloiit;il~ia, la raquialaia y lumbago. Lii obra de Sydenhaiii no fue conocida por muchos de sus coiitrm])or;íneos y sólo a principios tic 18.59, Rriquct. doscientos arios dri;l~u¿.s, la hizo apreciar en su jiisto valor. Sin ciiihnrpo, no se perdió totalniente la norióii de In histeria inasculiiin, pues Raulin, en 1758. decía que "si los niédicos que pensahan que la histei,ia pro- venia del útero, vivieran entre nosotros. se sorprende- rían al ver, conio los vemos todos los días, honibres que tienen sensaciones semejantes a las que sienten en el bajo vientre las mujeres histéricas". Pero, fundanientalmente, desde el siglo XVII hasta la Revolución Francesa, y comienzos de la era contenipo- rhnea, se mantuvo en plena vigencia la teoría de que la histeria era provocada por vapores fétidos despren- didos de la matriz por descomposición de la sangre nienstrual y del supuesto senien femenino. En liG8 llegó a París Francisco Antonio Mesmer, quien años antes había "descubierto" en Viena el inag- iietisnio aninial. La iniportancia que tiene Mesmer en la historia de la histeria es indirecta, pues si bien no se dedicó cons- cientemente al estudio de este mal, casi todos sus pa- cientes lo sufrían, siendo él quien con sus experiencias dio el primer paso para el descubriniiento de la hipnosis que, con posterioridad, llevó al psicoanálisis. Sin saber- lo, Mesmer trabajaba activamente con la sugestión, a través de la transferencia que sólo con el advenimiento del psicoanálisis se comprendió y utilizó racionalmente. Mientras él discctía con los miembros de la Academia de Francia, un discípulo suyo, el conde Máximo de Puysegur, aclaraba en 1784, y de una manera terini- nante, la existencia del mecanismo hipnótico. kste no iue en realidad un desciibrimiento, pues Paracelso relata que, en un convento de Corintia, los monjes utilizaban objetos brillantes para sumir en sueño a los enfermos, y en el año 90, Apolonio de Tyana dio elementos que permiten suponer que en esa época la hipnosis se usaba en una forma enipírica. La consecuencia positiva de las observaciones de Puy- segur es: I inh~r i,rtrorl?tcido ~ c n a primera <lifcrc?rciación 1 , ) ) el concepto rl(.l psiqitismo y permitir l a compr.c?isión (1s qite los f c i i d ~ ~ i c i ~ o s psíquicos, nztn los ~ t á s simplcs 11 r~npo~i tc i i r~os , ohctlcccn a cn?csas prcrlctc~7ninnrlas. Puede decirse que el comienzo del siglo XIX fue fu- esto para la evolución del concepto científico de la histei~ia. En el año 1816 Loyer-Villermay publica un trabajo que se titula "Tratado de las enfermedades nerviosas y vaporosas y particularmente de la histeria y de la hipocondría". Este artículo ejereií) una nefasta influencia entre los médicos, pues en él sc vuelve a caer en el error de (;aleno e HigGcrates al sostener la existencia del es- 11ei.iiiii en la mujer y a admitir como causa etiológica (de 121 histeria el desplazamiento del útero y las sofoca- cioncs. Loyer-I'illerniay presentó de nuevo a la histeria coiiio una afección vergonzante y a las mujeres víctimas de este iiial como objeto de piedad o desagrado, negando y al misnio tiempo, encarnizadamente, la existencia de la histeria niasculina. Con toda justicia dice Briquet que el tratado de Villermay parece más obra del l5Ou que de 1816. Conio uiia reaccióii al planteo equivocado de este in- vestigador, un médico de la sección alienados de la Salpetrieie, el doctor E. J. Georget (1795-1828), dio a publicidad un artículo en el que criticaba los conceptos de Villermay, haciendo uiia descripción clínica del a ta - que histítrico que permite considerarlo como el primer autor que caracteriza el "estado segundo" o sonambu- lismo hist6iico. En su artículo, Georget describía tam- bién casos de histero-epilepsia, llegando a sostener que la epilepsia no es más que un grado avanzado de histeria. En el año 1830, en Inglaterra, el doctor Brodie pu- blicb un libro sobre las djccciorres ?~erv io sus localcs y en las paginas que dedicó a la histeria citó conocimientos que sus conteniporineos en gran parte ignoraban. No 361,~ admitió con Sydenham la histeria masculina, sino que al referirse a su etiología a propósito tfe la coxal- gia histérica dijo: "No son los músculos los que no obedecen a la voluntad, sino la voluntad misma la que no entra en acción." Estudió igualmente, con profundo criterio clinico, la retención de orina, las neuralgias y e! tinipanisnio histérico. Foritiuló la terapéutica de las contracturas y pardis is , que consistía ante todo en esta- blecer un tratamiento inofensivo, afirmando que esas afecci<sties se curaban iiiuy frecuentemente "bajo la in- fluencia de una viva impresión moral". Así llegamos al año 1862 en que Chnrcot se hizo cargo de la sección de histeria en la SalpetriEre. Merced a sus trabajos el histerismo comenzó a ser considerado verda- deramente como una afección nerviosa. y conipletando las precisas descripciones de Briquet, Charcot analizó el gran ataque de la histeria convulsiva, distinguiendo en el niismo cuatro fases: la primera, epileptoidea; la segunda, de las convulsiones y los grandes movimientos; la tercera, de actitudc.~ pasionales; y la cuarta. del pe- riodo delirante. Las experiencias que se realizaron en la Salpetrikre se basaron principalmente en las pruebas efectuadas por el cirujano británico James Braid (1795-1860) , quien introdujo los términos hipnotismo, hipnotizador e hip- riltico y desapareció luego de una vida de 65 años de vicisitudes, en la que se mezclaron escándalos. investi- giiciones honradas, el esfuerzo terapéutico v la ambición inescrupulosa (Zilboorg). Rraid conseguía sumir en sueño hipnótico a sus pa- cientes, haciéndoios mirar fijamente el cuello (le una botella hasta lograr la fatiga. A1 ocuparse del estudio de las parálisis surgidas des- pués de los traiimas, Charcot intentú reproducirlas arti- ficialniente. I!só para ello a pacientes h i s t l~ icos a los que transfería, por medio de la hipnosis, al estado sonaiiihúlicii, y loxró de esta manera demostrar, por un l . i ~ i ~ r o s o encadenaniiento deductivo, que tales pzriílisir eran coiiseciieiicias de represrntaciones. dominantes en el psiquisnin del enfermo rn iiiomentos en que éste se hallaba en un e(;tado de especial disposicii,n; rlc c,ntn it)vtttn cl~cccló c~nplirntlo, por 11rinzercc i * r ; . r~rríl rra cl ~irf,cctni~)no hi~t6rice1 (Ir ~n t i i~e~) .~ io)? . Después (te estas experiencias d r CIharcot iaesultaba muy difícil poner en tiurla que la psiquis no pudiera provocar Ioi .;intonias (le iinii afección aparenteniente orgánica. Con esta investigaciíin de tan vastos alcarices, Charcot hizo una contribucii~n realmente invalorahle al conoci- ~iiiento (le1 ser como un todo. Años iiiás tarde, hasán- (lose en el resiiltatlo (le estas investisaciones, Janet f I X5!4-1!)12), Rrvuer (1842-192.3) y l;i.(.ud (1856-19.79) ~iea¿ii~rollaron siis teorias tl(. la neurosis, que coinci(1ían W I iin cierto aspecto con el concepto medieval de esta:: ;ifecc.iones, siistituyendn tan sólo al "demoiiio" por una f i~ i mula psic*olópica, que en el concepto de M(*lanir Klein e': el "ohjeto malo, perseguitlor". k:I (lerrunihc (le la s r a n histeria, o iii(a,ior dicho, 1;) modificación en los aspectos formales tlc la sintoniato-loria, han dado pie para que la medicina ;ictiial haya cotiietitlo una verdadera injusticia hacia uno (Ir lo': ~ r a n d e s maestros de la clínica francesa. Eii lo': ticrn- pos de Charcot la histeria se manifestaha con sus cua- tro fases perfectamente definidas. Su presentación era evidente. pero, con (11 tiempo, sus formas se iiiotlificarnii. En la actualidad t2s raro encontrar un raso de Kran histeria, y esto inisniri ha Ilevado a niiichos mhdicos a pensar que el mal ha desaparecido. Por el contrario, lo que sucede es que la histeria se h a modificado, en su aspecto formal. El vocabulario del alma sufrió con el correr del tiempo cambios como los que se produjeroii en todos los idiomas. Hubo transformaciones, se hizo más refinado o más rústico, según el nivel cultural al- canzado en ese momento por la civilizacicin misma. En la Edad Media contaba con formas de expresión diferente de las que se usaron en la Edad Contempo- ránea, y lo mismo fue ocurriendo en épocas sucesivas. Este lenguaje, como todos los otros, se regía por la moda. El gran ataque de histeria, que dio lugar a tan- tos informes médicos en los últimos decenios, se vio sonietido a la misma mutación, a punto ta l que, con la plena diferenciación de sus cuatro fases, se presenta muy ra ra vez. La histeria ahora se "disfraza" mucho mejor y no se descubre tan fácilmente, desde que los términos histeria e hipererotismo son sinónimos. Lo fundamental en la obra de Charcot es su concep- ción fisiopatológica de la enfermedad : "es psíquica por excelencia", dijo, y fue el primero en considerar que su valor esencial era un estado enfermizo del espíritu. "Si las emociones la determinan, si la sugestión puede pro- vocar o suprimir fenómenos histéricos, si el aislamiento y la terapéutica moral ejercen una feliz influencia sobre sus manifestaciones, en una palabra, puesto que aparece o desaparece por acciones psíquicas, lógico es conside- rar la como una enfermedad psíquica", aseveró Charcot. En el año 1893 Breuer y Freud publicaron un trabajo preliminar sobre "El mecanismo psíquico de los fenó- menos hist6ricosn, y en 1895 aparece el libro Estitdios sobre la Histeria, y con 61, las bases de la concepción psicoanalítica. En esa misma época Janet, haciendo investigaciones sobre el hipnotismo, llegó a valorar los recuerdos t rau- máticos inconscientes y dijo: "Estos residuos mentales representan grupos de ideas, de imágenes productofas de movimientos de una considerahle capacidad plástica, que quedan fuera del dominio de la personalidad cons- ciente, a causa del ohstHculo que crean a la vida coti- diana." Charcot había vislumbrado ya el valor de estos recuerdos olvidados, y en una conferencia que dictó so- bre las neurosis en los accidentes ferroviarios, insistió sobre el papel ulterior dc las perturbaciones de la me- iiioria, que disminuíti. y Ira ima~innricin fantastica que se encarnaba de lleiiar las lagunas que se producían. Los sujetos que habían sufrido un accidente hacían relatos fantásticos de lo ocurrido -y los hacen aún- v o i i un iiiatiz ta l de verisnio que aquellos hechos ima- ginarios adquirían toda la t raza de realismo. "Los hechos reales -señalaba Charcot- dejan, sin embargo, iiiiágenes penosas que se mantienen en el fon- do de la conciencia, y aun cuando parecen olvidados, esos recuerdos provocan y alinientan temores, angustias o l)arálisis, según que las imágenes estkn cargadas de eiiiocifin o de nioviiiiiento." A estas imágenes Janet las Ilaiiio "recuerdos traumáticos". Para Grasset (1K49-1918) la histeria no es una en- ferniedad niental sitio psíquica. Llega a esta conclusión futidiíndose en la rlisociación de la actividad psíquica en dos foriiias de psiquismn, superior o consciente, e infe- i.ioi', poligonal o autoniático; y distingue los fenómenos psíquicos de los fenómenos mentales. E s psíquico todo acto cortical que iniplique pensamiento, intelectualidad. Toda la corteza es psíquica. En caiiibio, considera mentales t an sólo los fenómenos o trastornos localizados en los centros del psiquismo s~iperior. L)e esta elaboración deduce las siguientes pro- pusiciunes: "Todo lo que es psíquico no es necesaria- mente mental. E n la histeria hay siempre trastornos (le1 psiquisino inferior poligonal; si al mismo tiempo hay trastornos del psiquismo superior se proluce una (~oiiiplicación y el histérico se convierte en alienado." Berheiiii soluciona el problema de la histeria a su inodo y cree que todos los fenómenos histéricos son sin?- ples sucesos norniales exagerados, por "autosugestión". Dice que en algunos individuos esos fenómenos se exa- geran poi.que "poseen un aparato histel.ógeno muy des- aiiollado y fácil de conmover". Esta predisposición a los fenóriienos histéricos constituye la "diátesis histérica congénita". Bernheim vz tan lejos en su interpretación psicológica que llega hasta negar la existencia misma (le la histeria cuando dice: "Las grandes y pequeñas cri- sis (le la histeria en sus diversas y numerosas formas. son la siiiiple exageración de fenómenos normales de orden psico-fisiollgico. Todos somos histéricos en cierta iiieriida. Yo diría que la histeria no existe por sí misma." Luego de las concepciones psicológicas puras aparece Habinsky (1857-1932), agregando al mecanismo de na- turaleza psíquica -que él prefiere llamar sugestión--- otro orginico y reflejo. Su primera definiciún dc la histeria, foriiiulada ante l a Société de Neurologie el día lo de iiovienibre de 1901. dice: "La histeria es uii esta- do psíquico que hace a l sujeto que se halla sonieticlo n él capaz de autosugestionarse. Se manifiesta principal- niente por trastornos primitivos y accesorianicnte por trastornos secundarios. La caracteristica de los trzs- tornos primitivos es la posibilidad de reproducirlos I,ur sugestión coi1 exactitud rigurosa en determinados .:Li,itb- tos y hacerlos desaparecer exclusivameiite por 1ii pt'r- suasión.'' Babinsky eligió esta caracteristica de la liistc.. r i a por considerarla la 1115s importante, crraiitlo uii término nuevo, pithiatisnio, que deriva de (10.: i,aíce.: griegas que significan: persuasión y curable. P a r a explicar el conjunto de sintomas de la gran histeria Babinsky admite dos mec&nismos: uno, exclusi- vamente psíquico, y el otro, puranieiite reflejo. Sollier 1 es el autor de la teoría fisiológica, que intenta poner un substratuiii aiiatóiiiico a los ienóinenos histC- ricos. Le habia llaiiiado la atención el insoinnio rebelde y absoluto de este tipo de enfermos, y algunos hechos clínicos y experimentales le pei,niitieron atribuir ta! anomalía de los histéricos al hecho de que éstos viven sumergidos en un estado de suetio patológico. Y eii razón de que i s t e deja a los enfermos eii un aparente estado de vigilia, propuso llaiiiarle ~*igi l ( t~nb/ t l i s~?to . "Si los histéricos no duermen el sueño normal es porque habitualniente duernien otros sueiios parciales." E.: tlc- cir, que éstos iio afectan al iiiismo tiempo todo el cere- bro, pero invaden sucesivaiiiente los diversos centro. funcionales. Cada centro cerebral dormido deja de fun- cionar, produciendo trastornos en la esfera orgánica correspondiente: anestesias, parElisis, etcétera. TCste sueño o aletargamiento cerebral permitii3a compreiider los matices y las coniliinaciones indefinidas que prcseii- tan los síntonias histéricos, debido a los nuiiierosos gra- tlos de intensidad y las variaciones. n i i s o menos rApi- das, que puede revestir, y por la variedad de los centros afectados s in iu l tá~ea o sucesivamente. La teoría de Sollier se podría coni1)arar en parte a la concepción psicoanalítica de las catexias intrapsíqui- cas de los representantes de los órzanos, y se hace más ' Citado por J. Ingenieros en Histeria y rr,irrstión. 190.1. Ed. Spi- nelli. Buenos Aires. con~prensible al sustituir "sueño parcial" por "carga libidinosa"y "centros cerebrales" por "representaciones de órganos". La ref lexolo~ía abordó también el problema de la his- teria y Kiasnogorsky (citado por Gavrilov) pudo esque- niatizar la fisiología de la histeria en la siguiente forilia: "El carácter esencial de esta psiconeurosis es la debilidad funcional de la corteza cerebral, que muestra una excitabilidad subnornial y un rápido agotamiento, seguido de un restablecimiento muy lento de la excita- bilidad del potencial normal. "Desde el punto de vista biológico la histeria es una iieu~osis cortical ron los siguientes rasgos característi- cos: 10, agotiimiento fácil de las células corticales; 20, la pérdida de la labilidad normal del equilibrio diná- iiiico y :30 la reactividad paradoja1 y la inclinacicin al desarrollo de los procesos estáticos y las segregaciones pi.olongadas del coitex." Un anülisis total del concepto etiológico de la histeria permite establecer que desde el primer momento, en la Edad Antigua, los niédicos que abordaron el estudio de este iiial concibieron como raíz del mismo un trastorno o una afecci9n ginecológica. La etiología de la histeria se basaba en el útero. Existía, pues, una intuición del conflicto genital inconsciente, pero todo había sido t rans- portado a: plano somático. Este concepto inconsciente del conflicto sexual o ins- tiiitivo se mantuvo a todo lo largo de la Edad Media, t.0 el transcurso de la cual cambió su expresión sim- b0lica. En la etiología de la histeria aparecía el Diablo conio expresión simbólica de lo sexual, como pecaminoso, sucio y repudiable. El liberalisnio que siguió a la época del Renacimiento t rajo consigo un abandono del simbolismo y los estu- diosos de la época volvieron a considerar lo genital. pero enfocando el problema desde un punto de vista parcial, tan stilo en su aspecto anatómico. En el siglo XVII el concepto se amplía al tomar en cuenta las pasiones, pero al mismo tiempo es expresión de una mayor represión de la sexualidad. Se aleja el concepto de lo genital y se lo lleva hacia el sistema nervioso. Cien años después, en el siglo XVIII, Mesmer se aparti: aparentemente de lo sexual, ya que según su teoria los enfermos debían caer, pa ra su curación, en la famosa "crisis convulsiva", que no es más que un orgasmo extragenital. Pero en el siglo XIX, con Loyer-Villermay, se rolvi0 a llevar la atención a lo genital y somático. Georget se acercó al verdadero conflicto al decir que e ra psiquico. pero considerándolo como una reacción frente al pro- blema genital que, aun cuando lo expresara en forma errónea, era lo que sostenía Loyer-Villerniay. Después Charcot reprime lo sexual (en cierta forma, por lo me- nos en sus artículos, pese a que personalmente le dijera una vez a Freud : ". . . Siempre lo sexual. . . Siempre lo mismo.. .", refiriéndose a una histérica que lo con- sul taba) . Posteriormente, Breuer y Freud, como productos de una época de represión, se acercan a l a histeria en el plano psicolbgico (ideas, estados oniroides), pero el tema sexual no asume en aquella época un papel prepon- derante. Y por último aparece en forma destacada el con- flicto sexual unido al concepto psiquico de la histeria, y es entonces cuando Breuer no lo soporta y Freud queda solo. Cientos de años se necesitaron para unir dos con- ceptos que en un tiempo lleparon a ser paralelos y que tinidos hubieran permitido comprender y t r a t a r esta neurosis mucho antes. DESARROLLO D E L MOVIMIENTO PSICOANALÍTTCO Están nqui los restos d e un hombre del que s r puede decir qiir nntrc d e 61 rl mundo era distinto. Palabras de Stefan Zwcig cn rl acto del sepelio dr los rrstns d r Siemiind Frriid. rn Londrrs. Exis te un estrecho paralelismo en t r e la evolución del psicoanálisis y l a vida de Sigmund Freud , a punto t a l que resul tar ía imposible in t en ta r una historia del inovi- miento psicoanalítico sin conocer los aspectos mlíc des- tacados de la vida del creador de este método tan di- vulgado actualmente. Al vuiiiplirse t r e in t a y un años de la inauguración (le1 piinier fei.i.ocaryil y Napoleón 111 tenia cuarenta y ocho años de ctlatl. en la pequeña aldea (10 Fwibe rg . :vloravia, e1 iiiai.tes (i de iiiayo de 1856, a Ins 18.30, niiría un niño, destinatlo n ser iin genio iliistre. :i quien su padre , el señor Fi.rud, Ilanió Signiund. E1 pequeño tenia vilati-o años cuanrlo SUS padres lo l lrvaron a I R ciudad dc Virna, donde se educó. Desde muy temprano demostró poseer una rxt raordi - i iaria agilidad inental qiie le permitio d i i iante lo?: siete años de escuela se r el pr imer a lumno g pasa r por lo general de un ciirso a o t ro sin d a r exanlen. "En ningún momento sentía una inclinación especial hacia la ca r re ra tle médico -cuenta él misnio en s u s i l . l r~~ior ins- y me impulsaba antes bien una especie de curiosidad, d i r i ~ i d a m á s hacia el genero huiiiano que a los ohjetos naturales.' ' Durante mucho tiempo vaciló entre las leyes y las cien- cias naturales; pero su inteligencia, pronta para la con- tradicción, su facilidad de palabra, y cierta preferencia por la historia general y las humanidades, parecían en- cauzarle hacia las ciencias del espíritu. Próximo ya el fin de su bachillerato, se decidió por la medicina, reso- lución que aparentemente tomó al oír hablar en una clase sobre el estudio incomparable de la naturaleza realizado por Goethe. E n el año 1873, cuando en París los pintores impre- sionistas exponían sus cuadros por primera vez, Sig- mund Freud ingresó en la Universidad de Viena para luchar contra algo que él no esperaba: el hecho de ser judío lo tornaba intolerable a los demás, que pretendie- ron hacerlo sentir inferior y extranjero por su condi- ción. Esta primera impresión dejó en él una huella que luego se mostró en toda su importancia, ya que lo fami- liarizó con su destino de marchar en oposición y ser un proscripto de la "mayoría compacta". En sus primeros años de universidad descubrió que ciertas peculiaridades y limitaciones de sus dotes le ha- cían muy difíciles sus estudios en muchas ramas de la ciencia, y él mismo, en sus memorias, lo admite al decir: "Así aprendí cuánta verdad hay en la advertencia dc Mefistófeles que señala que es vano pasar de cimcia en ciencia, pues cada hombre aprende tan sólo lo que es capaz de aprender." La carrera de medicina comprendía entonces cinco años, pero Freud realizó una especialización natural en la que no pudieron fal tar , a l margen de sus estudios de programa, los trabajos de investigación, que le insumie- ron tiempo e hicieron que trece años después, en 1881, fa resara de la universidad con su título de médico. Durante seis años, mientras e ra estudiante, t rabajó en los laboratorios de fisiología de Brücke, y en 1882, cuando contaba 26 años, ingresó en el principal hos- pital de Viena, como aspirante. Al poco tiempo fue promovido a médico interno, pasó de un servicio a otro, y estuvo 6 meses en e! Instituto de Anatomía Cerebral, que dirigía Meynert. autor de trabajos que lo habían im- rresionado mucho en su época de estudiante, cuando fuera de la psiquiatría y la neurolapía poco de la medi- cina parecía interesarle. E1 mismo Meynert fue el que le propuso que se dedi- cara definitivamente a la anatomía cerebral y que ade- iiiiis asuiiiiera las labores de conferenciante para las cunles el iiiacstro ya se sentía viejo. Pero una intuicibn tlc su propio destino fuc la causa que llevó a Freud a i,echiizar el ofreciniieiito; adenias, algo lo predestin:ila a convertirse en el creador del psicoanúlisis: su iinpla- ciible crítica de lo insuficiente que eran la capacidad tcrapeiitica y el conociiiiiento técnico de aquella época, iiisuficieiicia que se revelaba en la inipotencia y el des- concierto ante las neurosis. Piefiiid seguir trabajando, en forniaignorada, en al- ciiiias observaciones clinicas sobre enfermedades oipa- nicii..; (le1 sistema nervioso, llegando a familiarizarse d r tal iii:iiiera con los secretos de esta especialidad que era capaz tle localizar una lesión de bulbo con tanta exac- titiitl que los anntoniopatdlogos, al redactar el informe de 1i i autopsia. priicticaiiiente no agregaban nada a sus c~:iic.lusioiir?s. Fue el prinier médico vienés que envió a la autopsia, con diagnóstico pi'cvio, un caso de poli- neuritis aguda. SU total concentración en un aspecto de la medicina hizo que Freud pasara, sin darle toda su importancia. Irelite a un desciibriniiento iiiédico de priniera niagni- tud. Ya se conocían en Austria los efectos tónicos y tbufóricoa (le la cocaína, y Freud pidió a la Sociedac! 3lerck que le enviara algunas muestras para investign; sus posibildades en el psiquisn~o. Advirtió que el pa- riente que hacia la niasticación presentaba, luego de la iiiistiia, insensibilitlad en la lengua y el paladar; pero coiiio eso no le interesaba, Freud se limitó a entregar a la Rc8oistct tlc TI-rupr'cttica, de Heitler, un informe en el que ainipleineirte relataba el f ru to de sus experiencias personales y terminaba su t rabajo diciendo que serl;i yon\.eiiiente que algiinos niédicos se dediraran al es tudh (le las al)licaciones tle la cocaína como anestésico local. Al leer este artículo, un oculista, Koeller, entrevió la ~~osil)ilidatl tle insensibilizar el ojo externo con una solu- ción de cocaína, y una vez realizados los experimento-, que confirinaron sus suposiciones, comunicó el resultad(, de los iiiisinogal Congreso dc Oftalmología de Heidel- berg, eii el año 1884. Este fue un rudo golpe para el genial austríaco. a punto tal que uno de los biógrafos, Wittels, afii'ina que en el año 1906 Freud todavía no se había olvidado de este hecho. En esa misma década del 80 una circunstancia especial vino a reunir a los tres hombres que hahian tenido participación en el des- <:I KSO B ~ S I C O DE PSICO \ \ . i l . l h l s 4 1 cubrimiento de la cocaína como anestésico. Fue neccbsa- rio intervenir quirurpicaniente al padre de Frciid. que sufr ía una afección ocular, y durante la opcracióii estu- vieron presentes Koenisberg, Koellei' y Freud. Este i i l - timo, mientras tanto, seguía sus investigaciones. Un día oyó hablar de las experiencias que realizaba Jean 3Inr- tin Charcot en París, y de inmediato se tmzó un plan de acción. Su primer paso fue lograr un noinbraniicnto de conferenciante de enfermedades nerviosas en t'ican;~ para poder continuar l u e ~ o sus estudios cn Faris. I<ii la primavera de 1885, cuando sólo tenía 29 a i i o ~ , fiie designado profesor adjunto de neuropatología, cargo que logró merced a sus publicaciones clínicas e histoló~ic.;i~ sobre el sistema nervioso. Posteriormente, con el :ipo!.(l de Brürke, obtuvo la beca que le permitió salir para París en el otoño del mismo afio. Con una comprensible emoción y siendo tan sblo u110 más entre tantos médicos extranjeros de visita, entró en la Salpetriere. Por primera vez en su actividad médica se halló en un ambiente científico en el que no se recha- zaba prima facic y despectivamente a la histeria. con- siderándola tan sólo una simulación. Por el contrario. allí se había llegado a demostrar que la crisis hist6ric.a y otros síntomas del mal eran consecuencias (Ir arrutlos trastornos internos y que debían ser interpret~t los según sus causas psíquicas. Es ta posicibn científica lo iiiipre- sionó grandemente, y también dejaron profunda huvlla en su espíritu algunas conversaciones con !'htii.cot. i~ quien, estando en una oportunidad con una enf~i.m;i, 10 oyó decir, un tanto enconadamente: "Pero. . . ; sit.iiipie lo mismo!. . . ;Sienipre la sexualidad. . . !" Esta expre- sión quedó grabada en la mente de 'Freud, y luego en muchas experiencias él mismo volvió a encontrarlo una y otra vez. Poco a poco la vinculación de Charcot y Freutl se futs haciendo mas estrecha, pasando del plano médico al fn- miliar; y finalmente, el gran maestro francCs le propuso que tradujera al alemán sus obras. LO que más impresionó a Freiid, que trabajaha ticti- vamente en la clínica de Charcot. fue el hecho de qiie las experiencias que éste realizaba probabati plenamente la IeRitimitlad de los fencimenos hist6ricos. no sblo en lac: mujeres, sino también en los hombres, y que la apai.ic.iiiii de parálisis y contracturas por sugestión hil)n6ti(.:i tu- la investigación de casos. Billroth y sus colegas nega- ban un hecho prácticamente demostrado y pretendían hacerlo con el arma de la etimología de la palabra. -4un cuando parezca extraño. esto fue concretamente lo que sucedió y sólo con el correr de muchos años pudo Freud comprender por qué sus ex amigos habían adop- tado esta actitud. Ya en el umbral de la muerte, Mey- liert, su ex profesor y ex amigo, que se contó también entre los encarnizados detractores de la histeria niascu- lina, le confesó a Freud: "Siempre he sido uno de los m i s bellos casos de histeria entre los hombres", agie- gando que en su juventud se intoxicaba con clorofornlo, por lo cual en una oportunidad fue necesario internarlo. Así vio Freud que, en realidad, sus ideas desenmasca- raban a los médicos víctimas de la histeria y que eso los había llevado, de la sincera amistad en que se halla- ban antes, a encono por situaciones inconscientes, que se movilizaban en ellos. E n vista de que no le permitíar. t rabajar en los hospitales, Freud se decidió a buscar un histérico en algún otro lugar, y dio por fin con un hombre que presentaba el c ~ a d r o clásico de anestesia histérica. Triunfalmente lo llevó ante la Sociedad Mé- dica, pero su revelación fue recibida sin mayor atención. Durante todo el año siguiente Freud no halló un lugar donde dictar sus clases, a raíz de lo cual se retiró de la vida académica, dejando al mismo tiempo de asistir a todas las sociedades médicas. E n el año 1886 se ins- taló en Viena como especialista en enfermedades ner- viosas. En ese mismo año le causó viva impresión el fracaso del método de Erb que aplicaba en sus enfer- mos. Dice en sus Mento~ias que desgraciadamente era tarde cuando se dio cuenta de que esa serie de conoci- mientos no eran resultado de estudios serios, sino tan sólo una construcción de la fantasía, y que cuando se obtenía una curación, ésta era, en realidad, tan sólo la expresión de la sugestión que ejercían sobre el enfermo por una parte el médico y por otra el aparato. Ante esta situación concreta, inició la búsqueda de un procedimiento sustitutivo, y recordó que en París se recurría al hipnotismo como medio para provocar sínto- mas. Supo también que en la ciudad de Nancy, Liebault i.ecurría con bastante éxito a la sugestión para curar enfermedades, sin llegar en todos los casos al estado de hipnotismo. Durante la primera etapa de su actividad profesional, y después de haber abandonado el método 4 4 A . TALLAFERRO electi.oterápico de E r b , F reud empleó la sugestión conio sti principal ins t rumento de t rabajo . E s t e método, e n realidad, no le sa t is fac ía totalmente, pues carecía de la técnica hipnótica suficiente como p a r a sumi r en un sue- iio útil a algunos de sus pacientes, que t a n sólo llegaban a un estado de mediana hipnosis. Abandonó entonces el e s t~ id io o el t ra tamiento de las enfermedades nerviosas orgánicas p a r a abordar con el mayor in terés las enfer- iiiedades psíquicas que has t a ese ins tante no tenían un t ra tamiento correcto. Con el f in de perfeccionar su téc- nica hipnótica, pasó todo el verano de 1889, cuando y a tenía :%:3 aRos, en la ciudad de Nancy, donde tuvo oca- sion de pi,csenciar los t r aba jos de Liebault en mujeres > niños de la clase obrera de la zona, con los que éste t r aba jaba . Pri-o la impresión m á s du rade ra fue la que Ir causóla tlot)lr experiencia de Rernheim. L a ejecución post-hipnótica (le una oi.den es, de por sí, un fenbmeno sunittiiirntr intei,esantc. "Ahora se desper tará usted --dice el hipnotizador-. y dentro de t r e s minutos se pondrA el sonibi~c~i~o que está colgado en la percha." Vuelto al estado (le vigilia, el su je to sometido a la hip- nosis se levanta, va a l perchero y se pone el sombrero. Si se le pregunta por qué lo ha hecho, dice cualquier i.osa. ( ' on t r a r i a~ i i en te a lo que cabr ía esperar , no ex- piesa qut. sintici un impulso especial que lo Ilerii a po- nersr e! soiiibrero; por el contrario, arEuye cualquier <.osa que pueda parecer más o menos lógica, como ser q u e tenia que sa l i i o que quer ía cotnprobar si e r a el suyo. E s t r fenóiiieno es conocido bajo el noinbre d r vspei.ienci:i "A" dc Bei.iiheim. E s decir: el paciente lleva a vaho una acción sin conocer l a s causas que lo iiiipulsan, y i-tiando sc Ic pide una justificación de su conducta, miente, sin saber que está mintiendo. Trata. de d a r uiia explicación que concuerde con el medio a111- biente y por la cual lo que ha hecho parezca racional. Es t e fcniiiiieno ha recibido en el psico~análisis la deno- minacitin de ~ o c i o ~ i n l i z n c i ó n . U n hecho, una represen- tación, o un impulso, desconocidos en su origen por el sujeto, son capaces de movilizar un acto volitivo de cual- quier t ipo eii el consciente, y cuando se le pregunta al paciente por qué lo h a efectuado, da una razón que c.onceda a su act i tud un significado más o menos cohe- rente y lógico. Rernheim hipnotizaba, sobre todo, a personas sanas , I ( i rual permitió infer i r que las personas pueden obra r por motivos que no son los que proclaman consciente- mente. La filosofía ya había preparatlo la derrota de la teoría del libre albedrío, y la experiencia "A" de Bern- heim era la demostracián cabal de que no se podía sus- tentar totalmente la mencionada ley, según dice Rit te ls . Pero la base en la que se apoya la terapéutica del método psicoanalítico se halla en la experiencia "B" de Bernheim, que es la siguiente: el hombre cumplin la orden y entonces con firmeza se le pregunta: -¿Está usted seguro de que ese sombrero es suyo? (Efectivamente no es de él.) -Entonces, piense.. . ¿Por qué se lo ha puesto. . . ? -No recuerdo. . . -Sí. . . Usted tiene que saber . . . Piense bien.. . Y por medio de la sugestión y de la insistencia se llega a un momento en que el sujeto se acuerda y dice: -Sí, me puse el sombrero porque usted me lo or- denó. . . Se logra, pues, en un instante dado, que lo que no era consciente abandone el inconsciente v entre en el campo de la conciencia. Si Freud había aprendido en Par í s que se podía uti- lizar e1 estado hipnótico para producir un síntoma his- térico, en Nancy comprobó que, sin hipnotismo, nada más que por medio de la persuasión y de la insistencia, se podía retrotraer el síntoma a las i.ep~.esentaciones y afectos que lo causaban. A su regreso a Viena, Freud recordó el caso de una histérica que habia reaccionado ante una técnica deter- minada, y se puso en contacto con el doctor Breuer, famoso médico vienés, que la había atendido, pidién- dole que le ampliara los datos que le habia suministrado anteriormente. La paciente e ra una joven de educación y dotes poco corrientes, que había enfermado mientras cuidaba a su padre, por quien sentía gran afecto. Cuando Breuer estudió el caso, la enferma presentaba un cuadro va- riado de contracturas, inhibición y un estado de com- pulsión mental; observó además que la ioven salía de su estado nebuloso de conciencia cuando se la inducía a que expresara verbalmente el estado afectivo que la dominaba. Merced a esta comprobación Br'euer loar6 un nuevo método de tratamiento. Sometía a la paciente a un estado de hipnosis pro- funda inrithndola a que contara qué era lo que la per- turbaba. y después de haber venciilo por este niétotlo In crisis de confusión depresiva, eiiipleó el mismo siste- nia para niodificar sus inhibiciones y los trastornos f isicos. E n estado de vigilia la joven no se hallaba mejor capacitada que otros enfermos para describir cómo ha- bían surgido los sintomas, no podía descubrir i'elaciones entre ellos y los diversos acontecimientos de su vida. Paro en el estado hipnótico revelaba inniediatameiite esa oculta relación. Decía, por ejemplo, que sus sínto- nias se presentaron en un período de honda emoción, durante la enfermedad de su padre, lo cual revelaba que los iiiisiiios tenían un significado y eran residuos o reniiniscencias de situaciones eniotivas. Al relatar el caso, Freud dice que casi sienipre se t ra - taba de pensainientos o iiiipulsos que ella había tenido que reprimir niientras se hallaba al lado tlel padre en- fermo, y en lugar de ellos, niis tarde, se habían pre- sentado como sustitutos los sintomas que la aquejaban. Estos últimos no eran el resultatlo de una sola escena traumtítica, sino la consecuencia de la suinii (le un cierto número de situaciones análogas. Cuando la pacien~e recordaba una situación de este tipo en forina aluci- natoria y llegaba a expresar libremente, en el estado de hipnosis, el acto que originariamente había repri. iiiido, el sintonia desaparecía y no volvía a presentarse. De esta nianera, y al cabo de un periodo bastante pro- longado, Breuer loaró hacer desaparecer casi todas las iiianifestaciones somiticas que presentaba la enferma. El nuevo método utilizaba el hipnotismo de una ma- Lera distinta a la empleada hasta entonces. La hipnosis consistía en su finalidad terapéutica, en sugestionar al enferiiio contra sus síntomas. Por ejemplo, a un pa- ciente que sufría una parálisis histérica de los dedos, se le afirmaba imperiosamente, mientras se hallaba hipno- tizado, que los podía mover y sc le ordenaba que lo hi- ciera. Con el iiiEtodo catúrtico de Breuer. la hipnosis era utilizada para descubrir los sucesos que habían cau- sado el síntoma y l a relación existente entre el incident. provocador y el fenómeno patológico. Freud consideró sumamente interesantes las observa- ciones de Breuer, y comenzó a investigar entre sus propios pacientes para ver si presentaban las misinas situaciones y si la sintomatología se modificaba por el mismo método, trabajo al que se dedicó durante cuatro años. E n el año 1803, en colaboración con el niismo Breuer, dieron a publicidad un t rabajo preliminar titu- lado Sobre el nzeca,tisnro psíquico de los fenómenos his- téricos, y dos años n i i s tarde presentaron sus Estztdios sobre la histeria. Esta últinia obra no pretendía aclarar o establecer la naturaleza de la histeria, sino tan sólo demostrar o esclarecer, en cierta forma, el origen de los síntomas, señalando simultáneamente l a importancia fundamental de l a vida emocional y la necesidad de con- siderar, dentro del psiquismo, dos zonas, una consciente y o t ra inconsciente. La teoría sustentada era revolucionaria para l a medi- cina del momento, a l incorporar dos nuevos factores en el concepto etiológico de la histeria: el dinámico y el 'económico. E l factor diná,mico considera que el síntoma proviene de la represión de un instinto o afecto. El concepto ecotiúnzico presenta el síntoma como un equivalente o sustituto de esa energía que pudo haberse expresado en otra forma. E s decir, que el síntoma es el resultado o equivalente de la energía que, si se hubiese expresado directamente, no hubiera dado lugar a ta l manifesta- ción. Por otra parte, si la fuerza instintiva no puede expresarse en forma directa, da lunar a un síntoma, y si éste no resulta suficiente para la descarga de la enei.- pía, necesitará crear otros sustitutivos, hecho que se debe tener en cuenta cuando se hace la valoración de los distintos méto(los terapéuticos, ya que muchas veces
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