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PSICOLOGIA JURIDICA 2 PARCIAL

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PSICOLOGÍA JURÍDICA 2° PARCIAL	
Ficha 6648 Grupo familiar: su estructura y funciones. Pérez. 
Existen distintos enfoques para considerar, tanto definiciones como modelos antropológicos de familia. 
Si bien desde la antropología se han estudiado distintas formas de familia, otorgando a la familia monógama el privilegio de los pueblos civilizados, actualmente se considera que tanto en las sociedades más civilizadas, como en aquellas de muy simple org política, aún pueblos seminómades, la estructura social más fuerte es el grupo familiar, monógamo, establecimiento independiente de la pareja recién casada, relación afectiva entre padres e hijos. 
El grupo familiar
La familia, cualquiera sea la forma que presente puede ser entendida como grupo humano natural, vigente en cualquier tipo de sociedad presente actualmente sobre el planeta. 
Lo natural proviene del hecho de que la reproducción en el humano está mediatizada en dos sexos. 
La cultura ha modelado e impuesto que el intercambio sexual dentro de la trama familiar solo se lleve a cabo por la pareja heterosexual conyugal (tabú del incesto).
Funciones de la familia
El grupo familiar cumple funciones a los efectos de solventar la resolución de las demandas que se generan desde la constitución de la pareja conyugal, el advenimiento de los hijos y el transcurrir vital.
a. Función sostenedora
Implica proveerse los medios de subsistencia tanto para adultos como para los niños. La pareja humana se autosostiene y sostiene. Estando al servicio del despliegue y continuidad de la vida, una función primordial es la de atender las necesidades de autoconservación brindando suministros alimenticios, protección y cuidados materiales. La pareja se transforma en una usina nutriente de necesidades, tendiendo a lograr la satisfacción y obteniendo nuevos niveles de maduración, contrarresta la vulnerabilidad y indefensión física. 
b. Función placentaria
Unida a la función primordial de mantener la supervivencia se une la de suministrar el clima emocional y afectivo imprescindible para el vivir. Así, la familia, especialmente la pareja de padres, se constituye a los fines de solventar las necesidades vitales en un sistema de matriz extrauterina proveyente y ligada al hijo por un vínculo, connotado físicamente (lactancia), emocional y afectivamente.
Sobre estas premisas la familia cumple, mediante su función placentaria específicos mandatos. Humaniza al niño en el intercambio con él. 
Esta función primordial del grupo familiar se constituye en la base organizadora del psiquismo humano. Sobre la misma se gesta la función de símbolos, pilar de la organización psicológica del humano. Del funcionamiento simbólico dependerá el ejercicio del lenguaje. Esta función además es la responsable de una buena maduración, de no cumplirse bien puede provocar desviaciones como retrasos mentales y aún la psicosis. 
A medida que crece, el infante humano, dentro de la trama familiar, la función placentaria irá proporcionando modelos de ser, de resolver situaciones, proponiendo significados y valores y a través de los procesos de identificación con ambas figuras parentales y siempre mediante el vínculo afectivo, organizando así la personalidad y constituyendo la identidad de ese nuevo ser humano. Durante la infancia y luego durante la adolescencia la trama familiar será la natural proveyente de valores, reglas, modos de solventar situaciones brindando toda la base inclusive la definición de la identidad sexual, con lo cual habrá cumplido con armarlo como individuo y luego al completar la adolescencia como un ser autónomo, con identidad propia, capaz de solventar sus necesidades incluso la de su propio despliegue sexual. 
c. Función socializadora
Todo el modelaje que realiza la familia tiene que ver con la relación entre un sujeto y otro, madre, padre, hermanos, también otros vínculos. Esto trae como consecuencia que el niño y el adolescente por experiencia vivencial sepa como actuar, con figuras de autoridad, los padres, con pares, hermanos, como integrante de un grupo, como individuo. Con personas mayores, con gente menor. 
A esto se agrega que al estar en contacto con individuos de los dos sexos, también absorba la valoración otorgada a cada uno de los sexos y su comportamiento ante ellos. 
La familia es transmisora de las pautas sociales, imperantes en la comunidad, no de palabra sino de hecho. De vivenciar qué valor, lugar y posición le es otorgada a su propio status como miembro en el grupo, y cuál, es el estatus de los otros. 
A través del ejercicio de estas funciones, la trama familiar, se convierte así en una usina que provee, en un laboratorio que procesa y transforma, a través del accionar entre todos sus miembros, de esta manera y como resultante la familia constituye y madura el psiquismo, contribuye esencialmente al armado de lo mental. 
Otro epifenómeno resultante del operar de la trama, es el acuñamiento de una identidad familiar, además de la que se consolida en los hijos. Este sentido de “ser así” como familia, refuerza el sentimiento de pertenencia y reasegura emocional y afectivamente, una filiación. Aquel sentimiento de identidad, tiene que ver con los modos, matices, particularidades con que la familia ha ido marcando su recorrido. Sin duda que es el resultado de deseos, anhelos, ideales principalmente de los padres. 
La organización dinámica del grupo familiar
Entendemos por dinámica familiar la seriada de correlaciones e interjuegos que vinculan a un miembro con otro. Se generan movimientos tanto en la conducta motora, como en la psíquica que van relacionando, merced de propuestas de necesidades y respuestas de resoluciones que hacen que la convivencia de tales definidos sujetos, en su posición femenina-masculina, de padre y madre, de hijos y hermanos sostengan intercambios, que dirimen procesos absolutamente vinculantes.
A partir de estas dinámicas se producen transformaciones, que hacen al devenir del desarrollo de lo humano, así logrado. 
Hay tres grandes centros que, como a modo de motor, originan dinámicas que mueven, ponen en funcionamiento la vida del grupo familiar.
Un primer motor es la pareja conyugal. Un segundo motor, organizado desde el advenimiento de los hijos, es la pareja parental. Un tercer motor, organizado en función de un cuidado general del destino del grupo familiar, la pareja tutelar.
La pareja conyugal
Lo que concierne a la pareja conyugal es el intercambio en exclusividad de la vida sexual, de los integrantes de la pareja heterosexual adulta. 
La convergencia de hombre y mujer en la constitución de la pareja conyugal propone la base o inicio de un grupo familiar. Subyace a la constitución de esta pareja la condición de ser estable. Además de la consumación sexual, es consagrada por lo social, jurídico y/o religioso en cualquier sociedad, aunque difieran los ritos y ceremonias. 
La pareja conyugal conlleva en su organización una fantasía de realización de sí mismos, compartida por ambos, más allá del intercambio sexual. Esta ilusión provee a la pareja conyugal de un fuerte sentimiento de estabilidad y perennidad. En este marco se engarza la idea de hijos, fantaseándose uno al otro como padre y madre de los hijos deseados. Asegurarse la estabilidad vital, contradecir la amenaza de perecer, es un mandato que estructura a la pareja conyugal, ello permite planear el proyecto futuro compartido y exitoso. 
La cultura condiciona el ejercicio de la sexualidad en la pareja conyugal, condiciones que pueden variar de sociedad en sociedad. Sin embargo hay una regla acerca del funcionamiento de lo sexual dentro de la trama familiar que tiene vigencia universal, el tabú del incesto. Es decir, no están permitidas las relaciones sexuale entre padres e hijos, ni entre hermanos. 
La pareja parental
Lo que concierne a la pareja parental, es el funcionamiento como padres. Implica el despliegue de los roles y/o funciones paterno-maternas. Tales ejercicios provienen, de una convergencia de ideales, valores, estilos de actuar, aportados por ambos padres. Entre losdos se gesta un proyecto de cómo desean ser como padres y cómo cada uno, desea que sea el otro con su hijo. La idea de ser padres aparece tempranamente en la mente del humano, pero la pareja se paternaliza y maternaliza a partir de la gestación del hijo. 
Los ideales parentales se solventan en general sobre las identificaciones con los modelos y estilos de crianza de los padres de cada uno de los integrantes de la ahora pareja parental. A veces conflictos en los vínculos paterno filiales acaecidos en la familia de origen, pueden originar proyectos parentales alterados, reactivos o aún en oposición a los ideales de las familias de origen. 
La pareja parental aspira a que sus hijos se logren a su imagen y semejanza y esta aspiración estimula la función parental.
El hijo significa para los padres la posibilidad de trascenderse en el tiempo. A lo que aspira el padre-madre es a que el hijo lo continúe no solo en cuerpo, sino fundamentalmente, en alma, que sea portador de todo lo que han sido sus valores e ideales.
Si bien los procesos que origina el vínculo padre-hijos pareciera que el único rédito esperable es que el hijo crezca, la gratificación que el hijo le devuelve al padre es precisamente la de tranquilidad, frente a su conocimiento de ser perecedero. La dinámica desplegada por el desempeño de la pareja parental es la que permite la realización de la función placentaria, con sus especificidades de humanización, individuación y autonomización. 
La pareja tutelar
Lo que concierne a la pareja tutelar tiene que ver con movilizar todo lo que sea necesario a los fines de lograr plasmar en los hechos aquellos ideales, valores, expectativas y deseos que configuran el ideal de familia que se desea conseguir, la identidad familiar, el estilo de vida entresoñado. 
El mandato básico de esta pareja es el cuidado del núcleo familiar como un todo y del proyecto vital de cada miembro en particular. Administra al grupo y decide acerca del futuro del mismo. Es en este campo donde los ideales y deseos de realización constituyen el núcleo más fuerte y desafiante de las esperanzadas fantasías de realización en el mundo. Tales supuestos operan y el logro de estos objetivos suelen aportar vivencias de satisfacción plena. Por lo mismo pueden generar sentimientos de profundo fracaso e inutilidad. Cuando no se logran, los integrantes del grupo familiar se propinan así una preservación como individuos y como grupo e intentan la titánica tarea de llegar al buen puerto, el puerto deseado, el logro propio del ideal de familia. 
Algunas consideraciones acerca del transcurrir vital del grupo familiar
La puesta en marcha de la vida del grupo familiar, solo por los sucesivos y pautados momentos evolutivos del mismo, cada uno de los aspectos descritos, va sufriendo embates, en tanto tiene que dar lugar a la inclusión de siempre nuevas problemáticas. Tales nuevos hechos eclosionan en la trama, promueven fuertes ansiedades, colisiones emocionales generan crisis normales evolutivas del núcleo familiar. De este modo antes de incluir una nueva función se desestructura todo el acomodo anterior, para dar entrada a lo nuevo. 
Ficha 18058 Pensando la psicopatología vincular desde la transmisión transgeneracional. Gomel. 
La idea de complejidad
Una idea que ha sido crucial, en relación a revisar la estructura familiar icc, es el concepto de Prygogine de estructuras disipativas, que están lejos del equilibrio, en las que, por decirlo de alguna manera, el equilibrio es el desequilibrio. 
La estructura familiar icc, se refiere a sistemas simples o complejos? Una hipótesis importante de Prygogine es que la evolución hacia la complejidad puede dar lugar a la novedad. Es interesante hacer una divisoria de aguas entre lo complicado y lo complejo. 
Un sistema complicado, tiene muchas variables que necesitan ser desarmadas una por una para lograr su comprensión. En un sistema complejo, en cambio, no contamos con todas las variables y por lo tanto nunca vamos a lograr una comprensión cabal. Diferencia tajante en cuanto a qué tipo de estructura tenemos teóricamente en nuestra cabeza cuando nos acercamos a una pareja o a una familia.
Una idea revolucionaria de los nuevos paradigmas es que un sistema, en su camino de transformaciones, puede elegir entre diversas alternativas, no siendo posible saber a priori cual va a elegir: depende de su historia y de las condiciones específicas contextuales en ciertos puntos críticos de su desarrollo.
La idea que subyace a un sistema simple es que conociendo todas sus condiciones de partida, podemos prever sus transformaciones, y lo aleatorio son las posibilidades de transformación acotadas que tiene ese sistema. No sabemos en cuál va a devenir pero si sabemos que hay un número fijo de transformaciones.
Esta idea novedosa de complejidad, implica que resulta imposible conocer todas las condiciones de partida, pero no por ignorancia del investigador, sino por la propia condición de complejidad. Tampoco podemos prever todas las alternativas. Por lo tanto, un sistema que entre en situación de transformación puede derivar, puede elegir distintas alternativas, diferente derroteros, siendo imposible predecir cual va a ser el destino final de la transformación.
Los momentos de estabilidad en los sistemas son breves, pues se hallan en permanente estado de transformación, de desequilibrio. El equilibrio, donde rigen las leyes, es solamente una meseta entre los momentos de inestabilidad. 
Las ciencias de la complejidad se fundamentan en un grupo de hipótesis: 
-Identidad dinámica: no existe el ser en sí mismo, existe el ser en interacción. El ser deviene, no es, y lo hace en la interacción con el otro. Entonces, si cambian las cuestiones contextuales, va a cambiar también la identidad. No existe identidad que se sostenga en sí misma, sino en redes anudadas. 
-Totalidad compleja no totalmente especificable: el sistema complejo es un sistema abierto en altísima interacción con su medio. Su identidad se sostiene en la ligadura, y esta totalidad compleja no lo es sólo porque es difícil, sino también porque es totalmente decible. No hay modo de desarmarla y volverla a armar. 
-Autonomía relativa: no existen las leyes deterministas como destino inapelable. El sistema es flexible y nada puede ser pensado como una causalidad absoluta. 
-El universo como entramado relacional: ya no se habla de causalidad sino de condiciones de emergencia, de factores coproductores. Se ha producido un cambio epistemológico de la noción de causa a la de condiciones de emergencia, pensadas como necesarias pero no suficientes. Ningún análisis recortado puede agotar el fenómeno cuando se lo piensa desde una perspectiva compleja: se necesita siempre de la coparticipación de distintas ramas de la ciencia. 
[Esto ha dado origen a las cuestiones de la interdisciplina y la transdisciplina. Se trata de aceptar que no hay una sola disciplina que pueda saturar un fenómeno abordado desde las ciencias de la complejidad, algo así como una inabarcabilidad de los fenómenos desde un solo punto de vista].
En los momentos de inestabilidad de las situaciones complejas de crisis, existe incertidumbre en cuanto a dónde va a llevar esa crisis. 
Los momentos de mayor probabilidad de predicción son los de estabilidad. Pero los sistemas complejos tienen como característica la de estar mayormente en situación de crisis. Entonces, cómo enfocar la cuestión de la psicopatología en lo vincular? Es definitivo el funcionamiento y el diagnóstico o hay posibilidades de transformación?
Me inclino a pensar que la psicopatología vincular me remite más a heterogeneidades que a homogeneidad. La heterogeneidad tiene que ver con lógicas diversas que atraviesan los vínculos, con mecanismos diferenciales coexistentes. 
Hay que corrernos de un lugar de pronóstico y ponernos en el día a día del proceso, y observar hacia donde va ese proceso más allá de lo que nosotros pensábamos o suponíamos.
La transmisión transgeneracional
La vincularidad implica para el sujeto una exigencia de trabajo, distintade la que le impone lo pulsional, que se funda en dos cuestiones: pertenecer a una línea genealógica y velar lo imposible para lograr la consolidación del vínculo. 
Pertenecer a una línea genealógica implica que la misma tiene ascendientes y descendientes. Algo vamos a tener que hacer con nuestra prehistoria vincular. No solamente vamos a tener que vérnosla con lo vivido efectivamente y sobre eso ejercer represiones, armar fantasías, moderar el embate pulsional, también tendremos que enfrentarnos con aquello que es legado por vías genealógicas, con la prehistoria vincular, con la historia de nuestros padres, y la de los padres de nuestros padres, que han dejado marcas en la propia subjetividad, sepámoslo o no. Nuestra historia transgeneracional requiere una exigencia de trabajo psíquico para poder subjetivizarla. Línea genealógica que nos enfrenta con lo vivido ancestral, hecho carne en nosotros a través de nuestra psique.
La transmisión transgeneracional tiene 3 vías:
-La vía de lo simbólico, que tiene que ver básicamente con el tema del parentesco y los mandatos fundantes de la cultura: prohibición del asesinato del otro y del acaparamiento de las mujeres en el seno de la familia. Prescripciones y prohibiciones transculturales, pues todas las culturas tienen algún tipo de tabú necesario para su sostén. 
La línea genealógica señala quienes son los padres de, hermanos de, primos de. Sistema clasificatorio que permite la efecivización de las normas básicas de la cultura. El linaje otorga las certezas que necesita un sujeto para convertirse en sujeto genealógico: tener especificado con claridad un sucesor y un antecesor. 
-La segunda vía de transmisión generacional es la de lo imaginario. Se transmite transgeneracionalmente tanto el imaginario social como el familiar. El imaginario social implica todas aquellas cuestiones relacionadas con las creencias, los valores, los cánones estéticos, la axiología, que son transmitidos a cada uno de los integrantes de la cultura. Estas cuestiones arman y sostienen la identidad de los miembros de una sociedad. El imaginario social se transmite a través del imaginario familiar, porque si bien cada familia tiene un sistema de valores, ideales, supuestos identificatorios que la singulariza, también por estar inmersa en una sociedad recoge el imaginario social de su época. Asimismo se transmiten los modos de producción de sentido que tiene una sociedad. En el imaginario familiar encontramos la transmisión por la vía de las identificaciones. 
-Una tercera vía es aquella que especifica la herencia de las cuestiones no representadas por los ancestros. Si las otras dos vías circulan representaciones, en esta tercera se transmite lo que no logró estatuto representacional, se transmite el vacío de significación. Duelos no realizados, traumas no semantizado, cuestiones desmentidas en la familia, que al no poder ser procesadas en las generaciones que sucedieron, son legadas en su cualidad de no representadas hacia otras generaciones. Podemos decir que esta insistencia de la desligadura que busca ligadura, trasciende la vida de los individuos y perfora otras generaciones, va avanzando de generación en generación para encontrar esa ligadura, cayendo sobre las generaciones que quizás no tienen noticias de los hechos. 
Estos legados, estas herencias, constituyen y arman un motor en la vincularidad, tanto en sus aspectos de construcción, como en sus aspectos de deconstrucción de la vincularidad del vacío, de lo no semantizado, de las deudas impagas. 
La cuestión de la negatividad
La vincularidad tiene en sí misma el no-vínculo, la imposibilidad vincular. El vínculo es un no todo, soporta un lugar imposible donde los seres humanos estamos irremediablemente solos y no podemos cubrir esa soledad radical. Podemos hacer el movimiento de velar la imposibilidad del vínculo para lograr armar un vínculo, porque si la posibilidad se muestra en toda su desnudez, no es posible armar un lazo. Para poder tejerlo es necesario un movimiento de desmentida, desmentir que el vínculo es imposible. 
Sabemos que aquello que se desmiente queda como exterioridad del vínculo, y como tal es motor. 
La transmisión transgeneracional de las significaciones, en relación a la pertenencia a un linaje, y el concepto de imposibilidad vincular, son los dos motores básicos, en cuanto a exigencias de trabajo de la vincularidad.
Momentos de retorno
Las producciones vinculares son modos de retorno de aquello que en la familia se ha constituido frente a las exigencias de la vincularidad. Hay que pactar, hay que acordar qué va a quedar fuera del vínculo y qué puede ingresar en él. ¿Cómo se arreglaron los sujetos del vínculo con las exigencias de la vincularidad? Es una pregunta para ir armando un perfil psicopatológico. 
Existen formas de retorno que están en el plano de la representación, que tienen que ver con lo simbólico y lo imaginario, con posibilidades de velamiento de lo imposible vincular, con un sostén importante en los temas del linaje y del armado identificatorio. Modalidades de retorno que llamo producciones del decir. Por ejemplo: los nombres propios, la forma particular en que se enfrentan las cuestiones del tiempo y del espacio, los mitos familiares y la organización sintomal. Tipo de retorno donde podemos observar posibilidades en la cadena asociativa vincular, posibilidades representacionales que se traducen en el decir, situaciones en que se dice más que se hace, y que aparecen en general organizadas alrededor de conflictos, trastornos o síntomas. 
Otro modo de retorno es denominado “precipitaciones del hacer”, que se da cuando se hace sin saber lo que se hace. El hacer tiene que ver con una acción que enmarca el sinsentido. 
Desde la negatividad, insiste la falta en el velamiento de la imposibilidad vincular, y retorna algo del orden de lo imposible del vínculo. Cuando el vínculo no logra velar esa imposibilidad, no logra sostener a los parteneirs en lo vincular y estos caen. Perfiles donde no hablamos de síntomas, sino de patologías de acción, patologías vinculares del hacer. Retorna lo que no ha tenido representación en palabra. 
En estos casos estamos frente a la necesidad de producir representaciones para que se constituya lo icc, y otorgar así posibilidades representacionales a vacíos de semantización que vienen a través de las generaciones.
Construir icc en los vínculos tiene que ver con ligar. 
[Se trata de poder salir de estructuras psicopatológicas cerradas y, a través del abordaje de las rtas vinculares a las exigencias de trabajo, ir detectando cuales son las herramientas y cuál la dirección de la cura, que no es la misma para todos los vínculos].
Tenemos que tratar de armar perfiles psicopatológicos que, en su estratificación diferencial, puedan ir mostrándonos la necesariedad de ir implementando muy diversas herramientas. 
Comentarios finales
La historización supone intentar dar algún tipo de dimensión simbólica imaginaria del pasado para convertirlo en historia. Se trata de armar un soporte para ir encadenando una historia que tenga algún sentido para la familia, para que algo de esta deuda transgeneracional pueda ir siendo saldada más allá de los criterios de verdad histórica. 
El analista va tomando hilos sueltos y con nuevos hilos va zurciendo algo, armando un tejido donde había un agujero y sobre ese tejido va componiendo el relato de una historia. Transformar el pasado en historia es una de las cuestiones. Porque el pasado no constituido en historia, retorna por vía del hacer.
Cuando no hay trabajo del icc, no hay posibilidad asociativa: un hecho no lleva a otro hecho, está velado y encapsulado en sí mismo. En este tipo de vínculos los hechos son como islotes, les falta tejido conectivo, son hechos en bruto, stes en bruto, que no tienen significación y no pueden ligarse unos con otros. 
La construcción tiene que ver con la delimitación de un espacio, de un blanco de significación, y el intento de dar sentido a lo que hasta ahí era del orden de lo siniestro. Solamente apoyado enuna trama transferencial muy fuerte, donde esté ocupando un lugar, el analista podrá sostener este proceso. 
Ficha 18054 Clínica Forense en Familias. Cap 3: Acerca de la Familia. Abelleira y DeLucca. 
-Las relaciones familiares tienen un carácter simbólico, cuyo significado yace en la estructura icc. 
-La estructura icc de las relaciones familiares, es un conjunto ligado de las relaciones entre términos (alianza (marido-mujer), cosanguineidad (hermano-hermana), filiación (progenitores-hijo), avuncular (tío-sobrino). 
Se plantea la cuestión de la discontinuidad entre lo biológico y lo semántico: “Lo que hace del hombre un ser humano es aquello que apoyado en lo biológico, se constituye como un campo de significación”. 
Esto lleva a la distinción entre parentesco natural y cultural.
El parentesco natural, considerado en base a la procreación, requiere en consecuencia dos genitores. El parentesco cultural, es un conjunto de relaciones clasificadas en prohibidas y permitidas. Es decir, la base no es la procreación, sino las condiciones que le dan significado. Mediante la prohibición del incesto y la ley de exogamia dictada por el padre o en su nombre, por la madre, se establece la regla o la norma por la cual se repite para la generación siguiente, la inaccesibilidad de la mujer recibida por el padre. 
La transmisión de significados icc de una generación a otra, sólo se realiza si se establece un acuerdo fundante y estructurante, también de naturaleza icc, entre los distintos integrantes de la familia. Los significados son transmisibles como mensajes, tanto en un racionalidad como en su irracionalidad. 
Desde nuestra práctica, acceder a las complejas transformaciones que el divorcio de la pareja conyugal inicia en la familia, de lo nuevo y de lo viejo, de lo que permanece y lo que cambia, de los diferentes tiempos de cada uno y de cada vínculo en el devenir de la crisis y el duelo, así como de las complicadas operatorias que abren el armado de nuevas familias, excedían la posibilidad de ser entendidas exclusivamente desde este marco teórico. 
El modelo, quizá sin advertirlo, se basó en a representación de la familia tradicional patriarcal, paradigma del pensamiento de la modernidad. Pensó lugares y funciones como invariantes y al divorcio, junto a las nuevas construcciones familiares, como excepciones.
También nuestro contexto institucional-judicial, que implicó el desafío del trabajo interdisciplinario, nos exigió posicionamientos y reflexiones críticas sobre el modo de pensar e intervenir en las familias. 
Los cambios socio históricos: la caída de los ideales de la modernidad, declinación del patriarcado, incremento del individualismo, cambios en el lugar de la mujer, nuevas organizaciones familiares, frecuencia de los divorcios, familias después del divorcio, familias de un solo progenitor, familias con parejas homosexuales, implicaron nuevas y enigmáticas demandas para nuestra ciencia y todas las que se ocupan del hombre. 
Se produce así la necesidad de un contacto y la apertura a un diálogo entre las ciencias que va generando nuevos conceptos, amplía interrogantes y abre al pensamiento de la complejidad. Se modifica la noción de límite entre las ciencias, de modo que sin perder la especificidad, las fronteras abandonan su rigidez y se interrogan interdisciplinariamente problemáticas comunes, que permiten enriquecer posibles respuestas y abrir a nuevos interrogantes. 
Dentro de este contexto de interrogaciones e intercambios, las teorizaciones sobre la familia, desde nuestro punto de vista, se centran hoy en concebirla como una estructura abierta, compleja, heterogénea y en permanente intercambio entre sí y con el afuera, como toda construcción de la cultura. Por lo tanto, expuesta a transformaciones, tanto a lo largo de a historia como en su propio devenir. Sería más pertinente entonces hablar de las familias, dada la validez que actualmente se le otorga a su heterogeneidad.
Se piensa ya no en un sujeto cuyo origen se define solo en los primeros años de vida en el intercambio con sus padres y entorno relevante, sino en un sujeto vinculado, que en cada encuentro significativo a lo largo de su vida, forma y construye su ser con el otro. O sea, en múltiples orígenes del mundo subjetivo y vincular.
En relación con transformaciones sociohistóricas en su organización, cambios en el papel de la mujer y en la crianza de los hijos en especial, la familia o grupo sustitutivo, si bien continúa siendo indispensable para el proceso de humanización del sujeto, comparte tempranamente la producción de subjetividad con otras instituciones, con figuras significativas no pertenecientes al ámbito familiar y aún con otros anónimos a través de los medios masivos de comunicación. Por lo tanto, pensamos el proceso de construcción del sujeto en constante operatoria de producción de nuevas inscripciones en cada encuentro vincular significativo. 
Las nuevas teorizaciones transforman también, la manera de concebir el vínculo terapeuta-paciente. Vínculo en el que el lugar y función del analista es pensado no ya como depositario de lo proyectado por los integrantes del conjunto familiar y respondiendo desde su contratransferencia, sino como implicado y co-configurante de la situación. Pensamos entonces, en un vínculo en el que lo transferencial es recíproco. Tanto en su vertiente imaginaria e histórica, como el relación a lo novedoso del encuentro actual entre sus partícipes. La intervención del terapeuta no se limita a un decir, sino a un hacer acto, generador de nuevas condiciones de producción de discurso. Es decir, vínculo icc que produce al paciente y al analista. 
Se piensa en el vínculo como una relación de un sujeto con otro sujeto, al que llamaremos “otro”. Vínculo considerado desde cada sujeto como agente de la relación, centrando la mirada en lo que en conjunto construyen, lo que los une y lo que los separa. 
Para que el vínculo se constituya y se sostenga, es necesaria la presencia del otro. Lo fundamental es que en el mundo vincular el otro real externo no puede faltar como garante y soporte del vínculo. Esto implica la relación con otro cuya presencia se impone a cada sujeto y estos se verán conducidos a tener que tomar noticia de esa realidad.
Cada sujeto construye, ante la discontinuidad de la presencia o en ausencia del otro, representaciones sobre lo que anhela y desea iccmente que el otro sea para él. Siempre habrá una distancia entre esa representación imaginaria que construimos y lo que el otro es en tanto sujeto singular. 
Si toleramos la imposibilidad de poder abarcar totalmente el vínculo desde nuestro mundo representacional, lo ajeno del otro se constituirá en el motor mismo de la vincularidad, aun dentro del malestar que le es inherente. De lo contrario, se instala como razón un enfrentamiento permanente y estéril, que puede conducir a la ruptura del vínculo. 
En cada vínculo significativo se da entonces un encuentro con tres dimensiones del otro:
-con lo semejante, de lo que cada sujeto toma noticias mediante mecanismo de identificación, que permite la vivencia de lo compartido,
-con lo diferente, que si bien son aspectos del otro con los que no nos identificamos, podemos acceder a ellos, conocerlos, aceptarlos y tornarlos compartibles a través de diversos intercambios,
-y lo ajeno, lo inasimilable, no compartido ni compartible, que refiere a un límite, a aspectos incognoscibles e irrepresentables del otro como de sí mismo. 
Dentro de la familia distinguiremos dos órdenes de vínculos: simétricos y asimétricos. 
Los vínculos simétricos se dan entre sujetos en quienes las estructuras psíquicas están constituidas en sus aspectos diferenciales, aunque permanecen abiertos a nuevas construcciones subjetivas a lo largo de la vida. Por ejemplo hermanos, por ejemplo una pareja.
Al devenir padres, conforman un vínculo asimétrico con los hijos, dada la necesaria dependencia de éstos a las instancias parentales al estar transitando los inicios del proceso de constitución subjetiva.
Este entramado vincularque constituye la familia, se organiza en torno a los lugares materno, paterno y filial, en tanto denominaciones del parentesco instituidas y subsistentes aún, más allá de las diversidades con que aparecen las familias, tanto en distintas épocas de la historia como en el momento actual. 
En relación a los lugares pero no estrictamente ligados a ellos, se espera y es deseable que se ejerzan en la familia, funciones de sostén y amparo, de discriminación-corte y transmisión de la ley, que se han denominado clásicamente en la teoría, como funciones materna y paterna. 
Hoy consideramos que mantener las denominaciones materna y paterna para las funciones genera el efecto imaginario de que las mismas sean referidas exclusivamente a la persona concreta de la madre y el padre, respectivamente. 
Las funciones son operatorias necesarias para la constitución y construcción de la organización psíquica de los sujetos. Han de estar encarnadas, o al menos transmitidas por personas reales o que posean un índice de realidad para el hijo. Si bien son funciones provenientes del conjunto familiar en forma preponderante en el comienzo de la vida, son ampliadas a otras redes vinculares extrafamiliares a lo largo del devenir. 
Las dos funciones fundamentales que se ejercen desde las instancias parentales o por quienes ocupen estos lugares dentro de la diversidad de configuraciones familiares existentes, podemos caracterizarlas del siguiente modo:
1. Función amparadora primaria: conjunto de cuidados brindados al infans, por la madre, padre o sustitutos, como “asistentes” de las necesidades del recién nacido (alimento, abrigo, etc); al amparo y sostén biológico y psíquico que provee quien o quienes ocupan ese lugar. 
En tanto sostén psíquico esto supone que para sobrevivir y constituirse como sujeto humano, todo ser en crecimiento necesita, no solo de alimento, sino que alguien (otro u otros) catectice, libidinice, desee que ese niño viva y le signifique en un comienzo, cada una de sus experiencias sensoriales y vitales, con los objetos de su entorno y con los otros. Esos otros que se constituyen en el primer portavoz de la cultura.
Posibilita la erogeinización del cuerpo del bebé como fuente de placer y sufrimiento, las vivencias de unificación narcisizantes como efecto de la ternura que los otros le transmiten, la indicación y significación de sus experiencias tempranas a través del discurso parental, siempre desde las propias interpretaciones que ellos hagan de las mismas. Este otro u otros privilegiados se constituyen como el primer contexto identificatorio que fundará el Yo. 
Desde el cuerpo a cuerpo y sus deseos icc el otro contribuye a fundar la sexualidad del infans.
Desde la ternura y los anhelos cc, transformados por el atravesamiento de la represión, el otro aporta a la fundación del Yo. 
2. Función simbólica, de corte y diferenciación, de transmisión de la ley de la cultura: función ordenadora de los vínculos intersubjetivos ejercida desde las instancias parentales, en tanto representantes para el hijo del acceso a lo simbólico, al lenguaje y al discurso del conjunto de esa cultura y sociedad determinada. Los otros transmiten de manera explícita e implícita los valores, ideales y modelos predominantes que ellos han interiorizado en cuanto a lo prohibido y lo permitido para cada vínculo.
Tradicionalmente definida como función paterna, debemos diferenciar claramente la función simbólica, de la persona concreta del padre de una familia determinada. Esa delegación en el padre de la transmisión de la ley como representante de la autoridad en la familia, está ligada a la representación social del patriarcado, cuya fuerza instituyente está en declinación actualmente.
Lo que la cultura aún retiene de esta función simbólica asignada al padre, es el reconocimiento de que es quien dona el apellido al hijo. Por lo tanto, a diferencia de la madre en ese punto, se ubica como transmisor en la cadena generacional.
Función paterna no puede ser equiparada a función simbólica, ya que el corte y el proceso de diferenciación que el hijo pueda ir realizando entre él y la madre, entre él y el padre, y paulatinamente asumirse como otro con deseos propios más allá de los encunciados identificatorios familiares, implica un largo recorrido por diferentes vínculos y la apropiación-elaboración de enunciados del conjunto. Enunciados que no solo recibe de los padres, sino de otras instancias, que lo ubicarán y por los que se ubicará, tanto como un eslabón de su cadena generacional, como otro (mujer varón) del conjunto al que pertenece. 
Quien sea el soporte de esa función, no es indiferente para el destino psíquico del sujeto, como tampoco lo es la mayor o menor valorización del modelo y sus fundamentos.
Dan lugar a diferentes procesos psíquicos en el ser en formación, quien se va apropiando paulatinamente de lo transmitido, inscribiendo en una complejización creciente, estas marcas provenientes de sus progenitores.
Ambas funciones operan en el psiquismo infantil, como condiciones de posibilidad de los procesos de identificación y diferenciación constituyentes de la alteridad, y a través de las mismas se produce la transmisión de valores, ideales y significaciones tanto del conjunto social como de las generaciones anteriores. 
Este proceso de construcción de la subjetividad, incluye la vertiente intrasubjetiva (la capacidad de cada sujeto de inscribir y metabolizar), intersubjetiva (lo que se construye en y por los vínculos) y transubjetiva (lo que se inscribe de las marcas sociales y culturales). 
Otras funciones que se destacan al interior de una familia, junto a las ejercidas por las instancias parentales, son la función filial y la de las familias de origen. 
· Función filial: implica la impronta de lo novedoso que cada hijo le impone a la org familiar. El hijo no solo se constituye sobre las imágenes, afectos y modelos parentales, sino que a través de su singular metabolización-apropiación de lo transmitido, aporta nuevas significaciones, que en el advenimiento de la adolescencia, cuestionan y formulan lo heredado de manera novedosa. 
Las funciones siempre muestran fallas de diferente cualidad. Es esperable que así sea en cierto nivel, para dar lugar a nuevas interpretaciones de la realidad vincular y social y de la propia historia vivida. 
Las fallas potencialmente desestructurantes o patógenas están vinculadas con un déficit en el sostén y apuntalamiento psíquico, o bien a un exceso abusivo de las instancias parentales, que transmiten iccmente la prohibición de un pensar y sentir autónomos, que obstaculizan el surgimiento del deseo propio del sujeto. 
· Función de las familias de origen: representan las tradiciones familiares. Se incluyen a través de creencias y mitos que la familia conyugal sostiene, aunque formulados en nuevas síntesis, que constituyen el relato de su origen como familia. Desde ese lugar avalan y son garantes de la nueva org familiar. Pero pueden obstaculizar acuerdos y transacciones de la pareja, tanto a través de una presencia que interfiere la concreción de los mismos, o expresado en la puja entre marido y mujer por imponer los modelos e ideales heredados por cada uno. Si se ubican en el lugar de garantes, cumplen la función de abuelidad, reforzando el sostén afectivo de los nietos. 
En síntesis, este entramado vincular o estructura abierta, compleja y heterogénea, como pensamos hoy la familia, funda y mara el origen subjetivo en forma privilegiada pero no única, sentando las bases de lo prohibido y lo permitido a través de la operatoria de la prohibición del incesto, ejercida y recibida desde los lugares del parentesco y sus funciones. 
En este proceso de constitución de subjetividad, no son sólo los hijos quienes realizan esta construcción en los vínculos intersubjetivos familiares, sino que los propios padres van siendo afectados en el devenir familiar por nuevas marcas. 
Así como desde este contexto vincular, se constituye y construye la sexualidad y los procesos identificatorios, también son constituyentesde subjetividad las relaciones de poder, dada la asimetría de los vínculos parento-filiales y el sentimiento de pertenencia.
Las relaciones de poder pueden circular en la familia tanto en el vínculo de alianza como en el de los padres con los hijos. Serían constituyentes-instituyentes de subjetividad en un caso, o tenderían a la supresión de la misma en el otro.
Inclusivo de la aspiración y el deseo de ser, tener, saber hacer, se va configurando el sentimiento de pertenecer, de formar parte del conjunto familiar que nos incluye y al que incluimos dentro de nuestros ideales y valoraciones. 
El sentimiento de pertenencia otorga contención y cohesión. 
Al interior de las familias se transmiten reglas, valores e ideales construidos por el conjunto, en un momento histórico determinado. A estas construcciones colectivas se las denomina, según diferentes autores, significaciones sociales o significaciones imaginarias sociales y cumplen un importante papel en el proceso de construcción de las subjetividades. 
Se entiende que el conjunto de significaciones imaginarias sociales, operan como los organizadores de sentido de cada época social-histórica, estableciendo lo permitido y lo prohibido, lo valorado y lo devaluado, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, etc. Son un sistema de interpretación de la realidad, pero también de valoración, produciendo adhesiones y su interiorización en los sujetos en representaciones, transformadas por su singularidad. A su vez son una pieza eficaz del sistema de control social de la vida colectiva, en especial del ejercicio del poder.
Existen significaciones en crisis, que trastocan las representaciones de los sujetos sobre el ser hombre, mujer, padre, madre, hijo.
Se han desdibujado las funciones parentales, esto deviene de otras variables que intersectan: la caída del modelo patriarcal, la no vigencia de las significaciones que el conjunto social sostenía sobre el ser madre, padre, hijo, la precarización creciente del trabajo, que afecta fundamentalmente la figura del padre. 
Será a priori que en las próximas décadas podamos analizar los efectos de esta crisis. 
Ficha 18048 Transmisión generacional, familia y subjetividad. Cap 2: El discurso familiar. Gomel. 
Transmisión y discurso
Existe una interpenetración entre el simbolismo social y el lingüístico a través de los sistemas de la lengua y del parentesco. La cría del hombre se humaniza a partir de su incorporación al circuito del intercambio, al ser nominada por la palabra de los padres; el lenguaje como sistema regulador sella desde el inicio una intersubjetividad simbólica. Encontramos en él dos aspectos diferenciados: lengua, código intersubjetivo; y habla, ejecución lingüística gravitando en torno del código. 
La lengua regula los intercambios, funciona coactivamente porque obliga a ajustarse a ciertas pautas para intercambiar. El código solo está en los hechos del habla, e inversamente el habla inexorablemente gira en torno de un código, se sostiene así una implicación recíproca. El habla es siempre una estrategia a través de la cual nos ubicamos frente al código. En cuanto al discurso, como dimensión restringida del lenguaje, refiere a su carácter privado en detrimento del carácter universal de la lengua. Todo discurso es por definición vincular, crea lazo social, y se constituye como una configuración de sentido articuladora de lo dicho y lo no dicho: palabras, gestos, movimientos, actos. 
Discurso familiar: conjunto de los acontecimientos del decir efectivizados en una familia, subsidiario del modo peculiar y restrictivo mediante el cual la lengua se realiza en habla en dicho contexto. 
El discurso familiar funciona a la manera de un dialecto, caracterizado por un abanico de rasgos idiosincráticos. No se trata de una lengua común. La estructura intrínsecamente ambigua del lenguaje hace florecer rivalidades, enfrentamientos y poderíos. La comprensión es siempre parcial así como el consenso sobre las significaciones, y el malentendido es de estructura. Leído desde la perspectiva de los discursos ancestrales que ciñen el devenir vincular, el discurso familiar es vía regia de transmisión de lo generacional. 
El discurso familiar restringe el universo del discurso social en una combinatoria específica, y enhebra los hilos de las significaciones transgeneracionales. Lo significable no es homólogo para todos los grupos familiares: la org del sentido lleva impresa la huella de la lógica organizadora del espacio vincular. 
Como todo discurso, reconoce en su constitución diversos canales de transmisión: las palabras, las mímicas y gestos. Condiciones concretas de interdiscursividad, en su carácter de propiedades específicas de los actores del intercambio verbal. El contexto extralingüístico interviene en la determinación de sentido. También dejan su marca las restricciones temáticas, lo posible y lo imposible de decir, que van dibujando sistemas de exclusiones articulados con las formas asumidas por los criterios de verdad y causalidad. 
La enunciación como producción familiar
La enunciación refiere a la dimensión discursiva en la que se plasma la relación del hablante con el contenido de lo dicho, relación necesariamente ligada a otra: aquello que el emisor le propone al receptor del mensaje. El enunciado a su vez es un producto a través del cual el sujeto hablante se inscribe permanentemente en el interior de su propio discurso, al mismo tiempo que inscribe allí al otro. La enunciación implica las relaciones tejidas entre el enunciado y los diversos elementos del marco enunciativo: los protagonistas del discurso, la situación de su efectivización, las circunstancias espacio-temporales y socio-históricas, las restricciones del universo de discurso, etc. 
El discurso familiar puede ser abordado a partir de las huellas de los interlocutores en el seno de los enunciados, como lugares de inscripción y modalidades de existencia de las subjetividades anudadas en los vínculos de parentesco. En ese sentido, el lugar de anclaje y emergencia de la operatoria vincular. Apoyados en la noción de una cadena de enunciadores podemos encontrar en un plano sincrónico, una superposición de múltiples niveles de enunciación y de recepción, y en la diacronía, la huella de enunciaciones pretéritas que constriñen el discurso familiar actual: “entre las condiciones productivas de un discurso hay siempre otro discurso”. 
Pienso al discurso familiar como formación en este mismo sentido, verdadera arquitectónica transindividual, producto anónimo con un estilo específico resultado del proceso de ensamblaje. Revelador a través de sus líneas de fractura de la impronta del conflicto en la doble economía del discurso: la del sujeto singular y la del grupo familiar. En ella emergen entrelazados lo subjetivo y lo vincular convirtiendo a la enunciación en producto de un acople ignorado.
Este proceso de significar excede por completo la intención de otorgar significados: las familias son habladas por su propio discurso a través de versiones que semantizan los modelos vinculares prescriptos y prohibidos, valorizados y denigrados; los sentidos circulan a nivel de los enunciados transgeneracionales, engarzados en los hilos invisibles de los actos enunciativos.
La dimensión pragmática
La pragmática es el estudio de los actos del lenguaje a partir del interjuego de sus participantes. Hablar es intercambiar información, pero es también efectuar un acto regido por reglas precisas que pretenden transformar la situación del receptor, modificando su sistema de creencias y su actitud conductual. Decodificar un enunciado es identificar además de su contenido informacional, su intención pragmática. 
En cuanto al valor ilocutorio, siempre es indispensable que las palabras se expresen en circunstancias apropiadas. Del acto lingüístico no puede aseverarse su verdad o falsedad: puede en cambio ser nulo. “Para que aquello que el acto dice sea llevado a cabo, debe incluir la expresión de ciertas palabras por ciertas personas en ciertas circunstancias”. 
El nivel pragmáticoes el más próximo a lo intersubjetivo. En la problemática de los actos de lenguaje se trata de analizar las relaciones establecidas a través del enunciado entre los miembros del intercambio verbal, complementario con el estudio del marco enunciativo: describir una secuencia verbal es también estudiar la estructura de una relación. 
Modalidades del discurso familiar
Los diferentes tipos de discurso se interpenetran y ensamblan, componiendo cada vez un producto imprevisible en el cual podemos captar dominancias. Dominancias que van modelando la formación discursiva familiar otorgándole un estilo específico. 
-El discurso dialógico: supone un emisor y un receptor que al compartir el conocimiento del código, posibilitan la decodificación del valor semántico proposicional y la discriminación del nivel pragmático. El posicionamiento subjetivo en la enunciación se asume explícitamente y relativiza la verdad de la afirmación. Se apunta a quebrantar las certezas reconociendo las diferentes subjetividades en juego. 
Formación discursiva transmisora y a la vez creadora de condiciones para la autonomía del pensamiento, señala las posiciones de los integrantes de una familia en relación con la verdad, no sustentada en fuentes de placer o en afirmaciones de figuras idealizadas. Aparece la posibilidad de resignificación.
Como todo modelo discusivo, es a la vez efecto de una organización y fundamento de ella. Implica una operatoria familiar caracterizada por la renuncia frente a una complementariedad imposible, motor para cada uno de los integrantes de la propia actividad de pensar. 
-Discursos monológicos: la violencia discursiva: “la voz del interlocutor se acalla, produciéndose una suerte de monólogo en una ficción de diálogo que despliega una violencia discursiva jugada en las modalidades del habla”. La violencia radica en el avasallamiento de los deseos y aun de la subjetividad del otro, y puede ser definida como un comportamiento vincular coercitivo y arbitrario, de poca complejidad, opuesto a un vínculo reflexivo y elaborativo donde la distancia admite ser cubierta por hechos del lenguaje y afectos de mayor complejidad. Las diferencias sexuales, generacionales y subjetivas son negadas, y se consolida una fusión mortífera o una asimetría exagerada. En ambos casos el circuito sólo puede romperse mediante un acto de violencia. 
El discurso familiar violento impone una relación fija e invariable entre ste y sdo, anulándose la polisemia propia del lenguaje. A partir del presupuesto de una significación única e inamovible, el intento es convertir a alguien en ilusoriamente transparente a fin de imponer una semantización excluyente. 
Lo no dicho puede tener efecto de violencia, pues intentar ingresar lo excluido transgrediendo mandatos implícitos, configura para ciertos vínculos un horizonte amenazador: desamor, aislamiento, pérdida de la noción de pertenencia, odio, locura, muerte. No solo la palabra pronunciada puede provocar efectos violentos, el texto ignorado violenta desde su presentificación en la ausencia, y exige un gasto psíquico continuo para sostenerse en dicho estatuto.
En todo intercambio lingüístico lo intersubjetivo deja su marca: lo dicho solo puede ser descifrado poniéndolo en relación con quien escucha, cuya rta a ese mensaje contribuirá a armar el sentido. También el discurso violento es el producto de lo enunciado y de su recepción y adquiere sentido en la rta de quien lo recibe. El efecto violento eclosiona en la red de posicionamientos tejida entre el sujeto de la enunciación y el receptor del enunciado.
-Discurso sagrado autoritario: el enunciante prescinde de su interlocutor o no lo identifica claramente; habla para sí mismo y para todos, utiliza mucho más la tercera persona o el impersonal. La denominación “sagrado autoritario” no depende de los contenidos del enunciado sino de definir al interlocutor como prácticamente ausente. 
Hay mayoría de frases afirmativas indicativas, ausencia de preguntas, uso de condicional para suavizar convicciones. 
Se despliega un discurso falsamente objetivo, plagado de verdades atemporales y universales, en el cual el emisor se esfuerza por borrar las huellas de sí mismo en cuanto sujeto de la enunciación. 
Desde la perspectiva transgeneracional, escuchamos con frecuencia una reiteración de enunciados y posiciones enunciativas formuladas en otro tiempo y lugar. El hablante se supone autor exclusivo de su discurso, sin embargo, también él es parcialmente hablado por enunciados transmitidos por la red vincular. 
Las certezas, a veces cuasi delirantes, provienen de miembros de la familia que enmascaran su lugar como sujetos de la enunciación. Así, una de las características del discurso sagrado es aparecer como necesario, autoevidente, natural, ciñéndose al conjunto de lo obvio y obturando el disenso.
Desde el lugar del receptor, la seducción de alienar el pensamiento en favor de otro autoasumido como dueño de las certezas, pivotea en torno de esta modalidad de recepción del discurso. 
En cuanto al criterio de verdad subyacente, lo verdadero se mueve dentro de los parámetros proporcionados por las figuras familiares idealizadas, e instituye a la familia como marco último y fundante. Las creencias están emparentadas a la fé, cualidad peligrosamente cercana al fanatismo.
-Discurso paradojal: comunicación con una cuota de ambigüedad y confusión. 
Ejemplo Teoría del Doble Vínculo que expone que por cierta modalidad vincular y comunicacional se tiene por producto un sujeto enfermo (esquizofrénico). 
La madre o quien ocupe el lugar transmite doble mensaje:
-Conducta hostil o de retraimiento cada vez que el niño se acerca a ella por vivencia de peligro o angustia.
-Conducta a modo de acercamiento cuando el niño responde a su conducta hostil, como manera de negar que es ella quien se aparta. Bateson denomina esta conducta “inocular bondad”. 
Ambas conductas, la hostil y la amistosa, corresponden a órdenes de mensajes diferentes, los sentimientos reales y los simulados: el efecto producido es el de perplejidad. La comunicación en doble vínculo correspondería a lo que en psicopatología se llama microtrauma acumulativo: actúa por adición para finalmente producir un verdadero trauma, obstaculizante de la capacidad de pensar del sujeto. 
Frente al discurso paradojal, cualquier rta dada en el marco establecido será también paradójica. 
El doble vínculo puede quizás ser leído desde el psicoanálisis como el efecto de la captura de una psique por el deseo ambiguo de un Otro omnipotente. 
Si el niño cree en la palabra de la madre, mantiene la relación necesaria para él pagando el alto precio de negar lo que percibe. Si cree en su percepción, se mantiene en la realidad pero queda expuesto a la desprotección parental. Deberá entonces descalificar su propia percepción tanto en lo referente a los mensajes recibidos desde afuera como a las señales de su propia interioridad, la paradoja consiste en la imposibilidad de elegir sin daños graves para la estructuración psíquica. 
La distorsión de la percepción como estrategia desesperada para sostenerse en un vínculo, desconcer la propia verdad ante la angustia impensable de discriminarse, precipita la fragmentación del orden representacional de quienes se encuentran sometidos sistemáticamente a esta modalidad discursiva.
El discurso paradojal desborda las capacidades de ligazón del yo en tres campos: org de la excitación en pulsión, org de los afectos en sentimientos como nominación de los mismos, org de las representaciones. En consecuencia, tanto la circulación fantasmática como la elaboración imaginaria resultan bloqueadas. 
El punto ciego de la percepción en uno o varios miembros de una familia puede también ser leído en relación a huecos en la cadena transgeneracional de representaciones, monumento mudo a los eslabones faltantes en la efectivización de la ley paterna y al ulterior despliegue en ese hueco de lo superyoico. Se produce en consecuencia, una pérdida de realidad en cuanto a lo consensuado exogámicamente, y en su reemplazogana terreno una realidad vincular idiosincrática, insustituible para la supervivencia de la constelación familiar.
En la lógica paradojal los dos enunciados antagónicos obran sucesivamente, no simultáneamente. No se ubican en el mismo nivel de abstracción, por lo tanto es imposible deducir la verdad o falsedad de ninguno de los dos enunciados y toda salida será también paradójica salvo la de romper la prohibición encerrada en el sistema refiriéndose a la situación. 
Cuando la apoyatura de la ley se derrumba, el efecto de un circuito aniquilante de las subjetividades en una ilusión nirvánica, el discurso familiar, a la vez producto y motor de esta lógica transmitida por la rueda de las generaciones, muestra a nivel de los vínculos el borramiento de fronteras psíquicas, funciones y lugares. 
-Discurso vacío: las familias despliegan a veces un discurso desvitalizado, monocorde, vacío en cuanto a la posibilidad de evocar o recrear otras significaciones. Las palabras duplican la realidad, al modo de noticieros objetivos y distantes. Hay pobreza de recursos retóricos y fijeza de los significados, el fracaso del trabajo metafórico conduce a una falta de creación de sentido. 
La enunciación aparece borroneada, se habla en forma impersonal y tampoco queda claro a quien está dirigido el mensaje. Se quiebra la posibilidad del pasaje de la representación-cosa a la representación-palabra y el lenguaje se transforma en una especie de trámite burocrático sin anclaje en lo subjetivo.
La pobreza retórica se encuentra asociada a fallas en el proceso de simbolización: las palabras carecen de creación significante, al modo de mera pantalla encubridora. 
En cuanto a lo paralingüístico, gestos, tonos de voz, modulaciones, aparece reducido a su mínima expresión, pues no se busca resonancia afectiva en el interlocutor. Se producen muchos silencios, no al servicio de la comunicación sino del enmudecimiento.
De modo inopinado, pueden aparecer explosiones de afecto surcando el discurso, sin relación aparente con el resto del texto. Quedan allí expresiones altamente cargadas de emocionalidad indicadoras de un desanudamiento de base. 
Alrededor del mismo eje se configura el otro polo del discurso “demasiado lleno”, desplomando cataratas de palabras al receptor. Velocidad de las frases, cambios vertiginosos de un tema al otro que, lejos de ser un intento de planteo de situaciones conflictivas, aparecen más bien como una maniobra de expulsión de dichos problemas y aún más, del fragmento anímico que hubiera debido vérselas con el conflicto. Discurso catártico, charlatanería muchas veces festiva, parloteo insustancial y agotador. El silencio asoma como figura temida, hueco insoportable, temor a suprimir cualquier intervalo entre dos sonidos. 
Ambas variantes discursivas ostentan en común el horror ante el vacío y puntúan estrategias concebidas para bloquear la emergencia de angustia frente a vínculos sustentados en una forma operatoria de existencia, un modo deslibidinizado de relacionarse con uno mismo y los demás. La desafectivización y el desapego en los vínculos actuales son con frecuencia sello de un apego radical a modelos vinculares pretéritos, y señalan la repetición de los medios arbitrados ahora y siempre para huir de los impactos traumáticos, de los duelos no realizados, de los enigmas indescifrables. Lo silenciado es presentificación del sentido ausente. 
UNIDAD 8
Ficha 6605 Clínica Forense en Familias. Historización de una Práctica. Cap 4 y 5. Abelleira y DeLucca. 
CAPÍTULO IV
Teorizando sobre el proceso de separación en familia
Nos referimos en este capítulo al proceso de separación de la pareja conyugal cuando se ha constituido una familia, que es distinto que la separación de una pareja que no ha tenido hijos.
La presencia de hijos y en consecuencia el formar parte no solo de una pareja sino de una familia, dificulta la aceptación de la ruptura y el afrontar la decisión, complejizando su tránsito y resolución, tanto en intensidad como en cualidad.
Pensamos el divorcio incluido en un proceso, anudado a la historia de la pareja, a su devenir como familia y a los tiempos históricos en que éste transcurre. En tal sentido, hemos formulado para su abordaje e investigación, tres momentos de este proceso: tiempo de construcción, de deconstrucción y nuevas construcciones. 
Divorcio se usa en el mismo sentido de ruptura, separación o disolución del vínculo de pareja. Si bien divorcio es el concepto que se utiliza a nivel jurídico, para denominar el proceso legal de separación de dos cónyuges unidos a su vez por un matrimonio legal, se ha incorporado al lenguaje corriente para comprender los avatares de toda disolución de un vínculo de pareja (legalizada o no) que ha convivido durante un determinado lapso. Si la pareja no ha convivido, es más habitual que se hable de ruptura. 
En la actualidad se legitima una pareja y la constitución de una familia, por su relativa estabilidad y convivencia y no solo por el cumplimiento del trámite legal del matrimonio civil.
Momento de construcción, alude al tiempo transcurrido entre el encuentro inicial de la pareja, la constitución del vínculo, su decisión de iniciar la convivencia, el advenimiento de los hijos y el comienzo del malestar vincular. Malestar que podrá instalarse como conflicto insoluble, llevándolos al planteo de la separación. 
El tiempo de la convivencia, va armando sin querer que los integrantes del grupo familiar sean cc, significaciones compartidas, creencias y mitos acerca de su origen, sobre lo que son y no son como familia. 
Se va construyendo el lazo familiar, que conformará un sentimiento de pertenencia y de identidad familiar. 
Tendremos en cuenta que en la familia existen diferentes tipos de vínculos y sujetos de esos vínculos.
Cada sujeto mantiene dentro de la familia, o es deseable que mantenga, un sector de su espacio psíquico, creativo y singular, que lo habilita para otorgar nuevos sentidos a lo recibido o a lo vigente hasta ese momento y a establecer vínculos por fuera del espacio familiar.
Conyugalidad es distinto de parentalidad, aunque ambas funciones se ejerzan desde la pareja:
-Conyugalidad: vínculo que se crea en una pareja legalizado por el matrimonio o en una unión de hecho, que supone una convivencia medianamente estable, la prescripción de las relaciones sexuales genitales, la construcción de un proyecto de vida común y la expectativa de fidelidad mutua. No es un simple acuerdo entre partes, sino que inaugura un vínculo amoroso. 
Este vínculo implica poder aceptar y tolerar: lo semejante, lo diferente y lo irremisiblemente ajeno del otro. Amarlo por su alteridad. Además será necesaria otra asimilación de la realidad: que el conflicto es inherente a todo vínculo y que amor y deseo pueden caducar. 
-Parentalidad; el nacimiento de los hijos, por el cual un hombre y una mujer devienen padre y madre y un niño es reconocido como hijo, complejiza el vínculo de la pareja, al inaugurar en el mismo esta nueva dimensión, que pasa a coexistir y debe construirse diferenciada de la conyugalidad. Inaugura a su vez el pasaje de pareja a familia y los vínculos paterno y materno-filial. 
A través de su construcción en el tiempo, se generan afectos y se transmiten modelos, normas, valores, ideales y significaciones, que es esperable que admitan cambios, reformulaciones y el surgimiento de nuevas producciones. 
Cuando por diferentes motivos la pareja enfrenta la separación del vínculo conyugal, se abre en la familia una operatoria de transformaciones en los vínculos, que supone un complejo trabajo de reconocimiento de pérdidas, reformulación de las modalidades de intercambio relacional y necesidad de creación o producción de otras alternativas vinculares. Es lo que hemos llamado momento de deconstrucción y momento de nuevas construcciones. 
Este proceso debe ser entendido, no enmarcado en una linealidad temporal.
Toda nueva construcción vincular, como es una pareja, lleva implícita la deconstrucción de otros vínculos, que adquieren a partir de los nuevos unestatuto y cualidad diferentes: los que se tienen con las familias de origen. 
En el contexto de la separación conyugal sucede a la inversa: el proceso de deconstrucción se torna relevante emergiendo en un primer plano, mientras que el proceso de nuevas construcciones vinculares va intentando hacerse un lugar. 
Proceso de deconstrucción: proceso psíquico activo que no solo supone la elaboración del duelo por lo perdido, sino que implica una mirada crítica sobre el vínculo por parte de los sujetos, tanto en sus aspectos históricos como presentes. Esta puesta en cuestión es necesaria para que puedan surgir nuevos modos de encarar la relación que han de mantener de ahora en más, en la medida en que se preserve para ambos el vínculo con los hijos y que deban tomarse otras decisiones respecto de áreas anteriormente compartidas: patrimonio, bienes, etc.
Los motivos que las parejas relatan como causales de su separación son numerosos y variados. Podemos decir que en lo referente a los sentimientos que promueve, observamos un amplio arco que con diferentes intensidades va del dolor a la furia, las vivencias de desilusión o estafa. 
[Ese otro con quien en los primeros tiempos del encuentro se coincidía al punto de que casi se sentían formando una unidad, se va transformando en alguien tan diferente que ya no se tolera, o tan amenazador que se torna un enemigo].
Este arco va desde la vivencia de desilusión a la de estafa y en la exacerbación de esta última se genera violencia, que puede llegar al extremo de la muerte. 
Desde lo social, la legalización del divorcio (1987) ha sido un importante avance al quitar una parte de los aspectos desvalorizantes inherentes a la separación matrimonial. Ha permitido a las parejas separadas, reconocerse en una denominación instituida socialmente.
Esta transformación en lo histórico social no ha desprovisto a la ruptura de la pareja del sentido de acontecimiento traumático. La clínica nos muestra la intensidad del dolor, la hostilidad y el tiempo que comprometen las parejas en enfrentar y resolver su separación, como en tomar las decisiones a ella anudadas. 
Nuestra intervención en la institución judicial da cuenta de todas aquellas parejas que no pueden tomar las decisiones por sí mismas acudiendo a los Tribunales en esta búsqueda, que a veces se prolonga en una litis interminable.
Más alla de que las personas sean cc de que la disolución del vínculo de alianza es una vicisitud posible, cuando se transita el proceso de separación de la pareja conyugal se sufre una profunda desilusión, sobreviene el estado de conflicto, de crisis y dolor por lo perdido. 
El dolor psíquico que instala este proceso traumático es imprevisible. No es lo mismo hablar de una posible separación o haberla imaginado, que su puesta en acto. 
El inevitable “dolor de duelo”, impone un trabajo psíquico de elaboración-simbolización de los movimientos de desinvestidura ligados al otro, otro amado, que con frecuencia es investido con la pasión del desamor, por la intensidad y el sufrimiento que conllevan. 
Se refiere al término pasión en dos aspectos: 1.Como actividad psíquica intensa; 2.En el sentido del sufrimiento.
La intensidad de los afectos que moviliza el reconocimiento de la pérdida de la presencia del otro del vínculo en la cotidianeidad, pone en marcha el trabajo del duelo.
La separación de la pareja en los hechos no supone en lo inmediato una disolución. 
El otro ha sido sostén tanto del vínculo como de la propia subjetividad construida con él y del sentimiento compartido de pertenencia. Esta pérdida-despojo, no puede ser vivida apaciblemente, sino con pasión. Con mayor o menor intensidad de acuerdo a cómo se posicione cada uno: como abandonado o abandonante. 
[La separación de la pareja conyugal se configura como una crisis en el devenir de ese vínculo que involucra a todo el grupo familiar].
Nos referimos a crisis en el sentido de que se instala un cambio brusco y decisivo en el curso de un proceso, asociado a la idea de muerte en tanto ruptura y desgarramiento de una continuidad. Se desmoronan desde sentimientos e ideales hasta los establecidos rituales de la cotidianeidad. Distintos y variados aspectos pero cumpliendo todos una función importante en el sostén y apuntalamiento de los sujetos y los vínculos de la familia.
La emergencia de sufrimiento, las vivencias de caos y desorganización son inevitables, pero a la vez toda crisis implica la posibilidad de crear otras maneras de funcionamiento, de generar nuevas organizaciones vinculares, impensables en el momento de la ruptura. 
Hemos observado con llamativa regularidad que una de las maneras iniciales de transitar la crisis de la separación conyugal es la división de la familia en organizaciones dualistas. Un sistema dualista es aquel en el cual los miembros de una comunidad se reparten en dos mitades, las cuales mantienen entre sí relaciones complejas que van desde la hostilidad declarada hasta una intimidad muy estrecha y donde en general se encuentran asociadas diversas formas de rivalidad y cooperación. 
La org dualista que observamos más frecuentemente en estas familias es la división en dos grupos: inocente vs. culpable o víctima vs. victimario, encarnado por uno y otro miembro de la ex pareja, siendo variable la ubicación de los hijos: todos con uno de los padres o divididos a su vez los hermanos entre uno y otro progenitor. 
Estas organizaciones dualistas constituyen lo que denominamos organizaciones dualistas dinámicas o instrumentales, sólo una etapa de pasaje a otros momentos del tiempo de deconstrucción. 
Otros grupos familiares, permanecen un tiempo prolongado, a veces indefinidamente, en esta modalidad de funcionamiento, constituyendo lo que denominamos organizaciones dualistas estáticas, que dan cuenta de la imposibilidad de estas familias de transformar la crisis en oportunidad de cambio.
Debemos diferenciar dentro del concepto de crisis distintas posibilidades según el efecto sobre los sujetos o grupos que la padecen.
 Toda crisis genera un sentimiento de angustia que funciona como señal de alarma, que pone en movimiento los mecanismos de extinción de la crisis. Cuando ciertas condiciones fisiológicas, psicológicas o sociológicas no se conjugan para contribuir a la eficacia de los mecanismos de extinción, sobreviene la catástrofe. Cuando la crisis se inscribe como catástrofe, no hay esquemas precios ni nuevos que posibiliten seguir construyendo. Hay devastación, imposibilidad de registro y elaboración de la familia y sus integrantes. Pensamos que dentro de esta línea se inscribirían aquellos grupos familiares en los que la muerte de uno o varios de sus miembros sobreviene en el proceso. 
Frente a la experiencia de ruptura, los efectos pueden ser diferentes: trauma, acontecimiento, catástrofe. 
Cuando el efecto es trauma, luego de un primer tiempo de perplejidad, de falta de rta ante la ruptura, la intensidad de lo traumático va cediendo y todo parece volver a su lugar sin producirse ninguna alteración radical.
Cuando frente a lo que irrumpe, el sujeto y el grupo lo incorporan y logran cambios y transformaciones radicales subjetivas y vinculares, hablamos de acontecimiento. Sería cuando la familia logra acceder al tiempo de las nuevas construcciones vinculares. 
Cada integrante y cada vínculo de la familia, más allá del dolor compartido, va a ser atravesado en forma singular por la situación crítica de la ruptura conyugal. Atravesamiento que guarda relación no solo con cómo lo inscriba la subjetividad de cada uno, sino con su lugar en la trama vincular: hijos, madre, padre, hermanos. 
Los integrantes y el vínculo de la pareja, se ven enfrentados a una situación que constituye una paradoja. Tienen que desprenderse de otro (esposo/esposa) con todo el esfuerzo que supone, pero a su vez y simultáneamente, necesitan construir un nuevo vínculo en tanto padres, como algo diferente al que ejercían en la convivencia.
Una paradoja consiste en un enunciado que incluye dos juicios, afirmaciones o proposiciones que son inconciliablesentre sí, pero formuladas como posibles de coexistir. En la situación paradojal que señalamos no se puede elegir entre opción A o B: hay que tolerar la coexistencia de ambos procesos. Es decir, desprenderse y no desprenderse a la vez. 
Esta es una ardua y compleja operatoria, que exige a cada sujeto del vínculo una lucha permanente entre la necesidad de “ausencia” del otro, para realizar el duelo como pareja conyugal, y la necesidad de “presencia” del otro (padre o madre de los hijos) para construir un nuevo vínculo como padres. 
Existe en este proceso lo que llamamos “zona de irresolución”, ligada a un área del vínculo de la ex pareja que a partir de determinados sucesos da lugar a conflictos y malentendidos que implican cambio en las relaciones familiares (formación de nuevas parejas por parte de alguno de los ex conyuges, cumpleaños, graduaciones, casamiento de hijos). 
Del reconocimiento y aceptación de esta complejidad, depende en gran medida el camino que sigan los otros vínculos familiares y el lugar que ocupen los hijos. 
El vínculo materno y paterno filial se verá involucrado inevitablemente en el cambio. Tal vez el cambio más importante en lo inmediato para ambos integrantes de la relación, sea el hecho de que dejan de ser vividos en simultáneo, se vive con uno de los padres. Esta pérdida, esta percepción de ausencia de uno de los padres enfrenta a los hijos con la dolorosa evidencia de que sus padres han dejado de quererse. 
Queremos marcar una diferencia en el vínculo materno y paterno-filial desde el polo parental, en cuanto al progenitor que queda a cargo de la tenencia de los hijos, respecto al que no convive con ellos. 
El que sigue conviviendo con los hijos, se siente menos despojado y con más posibilidades de preservar la vivencia de familia y de cierta continuidad, pese a la ruptura conyugal. Puede surgir la tendencia al ejercicio omnipotente de su función y el peligro de que obstaculice el contacto de los hijos con el otro progenitor. 
Con el paso del tiempo suele observarse la aparición de sentimientos de sobrecarga; ante las exigencias del ejercicio cotidiano de la parentalidad en soledad. Esto aun en situaciones en que la misma haya podido diferenciarse y constituirse eficazmente.
El progenitor que no vive con los hijos se ve expuesto a intensos sentimientos de pérdida y profundas vivencias de soledad, resultándole costoso en ocasiones armar en lo inmediato un nuevo lugar que pueda sentir “su casa” y que pueda brindar a los hijos cuando se dan los encuentros con ellos. Es decir, otro “espacio familiar”. 
Desde el polo filial, los hijos pasarían a sentir que pueden ejercer un cierto poder que los confundiría como tales y que posiblemente les acarrearía conflictos con el progenitor no conviviente y con todas aquellas situaciones en que tuvieran que admitir límites. 
En relación al vínculo fraterno, que en cierto sentido es el menos involucrado en los cambios que la separación de la pareja promueve, observamos que en general se refuerza en sus aspectos solidarios, apuntalando a sus integrantes en su solidez y permanencia. De ahí que en aquellas familias en las que unos hijos quedan con el padre y otros con la madre, dividiendo la fratria como pueden dividirse los bienes, se despoja a éstos de una de las apoyaturas más significativas de este proceso. 
Los hijos pueden responder a esta actitud de los padres instalándose sobre la vertiente de rivalidad del vínculo fraterno, armándose como consecuencia dos grupos enfrentados entre sí (padre/hijos versus madre/hijos). 
En ocasiones también pueden producirse divisiones que pueden obedecer a una alianza identificatoria de un hijo con el padre que percibe más debilitado y elige vivir con él para apuntalar su figura, sin que esta “elección” coincida plenamente con su deseo. Esta derivación suele fragilizar el vínculo fraterno.
El vínculo con las familias de origen, surge con frecuencia en este momento de la vida de las familias con una clara función amparadora, que se expresa en un estrechamiento del contacto o en el retorno a residir con alguna de ellas o con ambas, de manera transitoria o permanente. Si la convivencia es permanente, puede favorecer que alguna figura de la familia de origen se deslice a ocupar el lugar del progenitor ausente, contribuyendo a su exclusión. 
Pueden producirse en el proceso de separación ciertas producciones psicopatológicas vinculares, que consitituyen operatorias defensivas. 
Desdibujamiento o nivelación de las diferencias
El sentimiento amoroso perdido en la pareja es lo que los hijos deben diferenciar del amor filial, para preservar el vínculo con cada uno de los progenitores. Y es necesario que los padres puedan reconocer esta diferencia. 
Como consecuencia de la no tramitación por parte de los progenitores del proceso de diferenciación entre los procesos de desprendimiento del vínculo conyugal y la nueva formulación del parental, se genera la expectativa de que todos compartan los mismos sentimientos y actitudes. Es decir, que los hijos se alíen al desamor o la hostilidad hacia un padre o una madre, tal como lo experimenta un progenitor hacia el otro. Esto puede generar en los hijos la descomplejización y empobrecimiento de las áreas de autonomía yoicas logradas hasta ese momento, quedando incluidos en este mecanismo defensivo familiar de desdibujamiento o nivelación de las diferencias.
Puede observarse en ambos progenitores, el conviviente y el no conviviente, generando efectos enloquecedores para los hijos. La madre con sus hijos o el padre con sus hijos transmiten sin poderlo reconocer de modo cc, este imperativo hacia su descendencia.
Posicionamiento omnipotente y omnipresente
Esta operatoria es el posicionamiento omnipotente y omnipresente del padre o la madre que convive con los hijos, como una denegación del cambio.
Nos referimos a un movimiento que intenta borrar el valor y el significado del otro progenitor no conviviente. 
Esto tiende a la exclusión de este progenitor de la vida de los hijos.
Desmentida de la dimensión vincular del conflicto y su carácter paradojal
Esta operatoria defensiva es específica de los miembros de la pareja cuyo vínculo está en proceso de disolución. Se presenta siempre en todo conflicto de pareja, como primer recurso para desalojar el malestar que se ha producido en el vínculo ante un desencuentro crucial y es de los mecanismos de menor nivel de complejidad que elaboramos los seres humanos para defendernos de la angustia. Echar la culpa al otro.
Cada uno de la pareja tiende a desinvolucrarse de la participación en el proceso de ruptura conyugal, 
La hostilidad franca surge como intento de simplificación del proceso: pospone el dolor psíquico por lo perdido y desmiente la dimensión vincular del conflicto y su carácter paradojal.
Es un mecanismo de desconocimiento del otro, donde sus protagonistas parecen haber borrado de sus inscripciones, la pertenencia al vínculo que los constituyó como pareja. 
Permutación de lugares y funciones
Nos referimos a una operatoria que se configura en el vínculo materno o paterno filial. En un intento de obturar la carencia que se produce en la familia por la ausencia de uno de los progenitores, puede generarse una permutación de lugares y funciones en los vínculos.
Así, uno de los hijos se posiciona con el acuerdo icc del grupo, en el lugar del progenitor ausente.
Esto supone para el hijo allí ubicado una sobreexigencia que implica una pérdida parcial o total de su lugar y función de hijo. Para el grupo, supone un reemplazo-borramiento del progenitor así sustituido, el empobrecimiento e indiscriminación a nivel del vínculo fraterno, así como el debilitamiento-amenaza de desconocimiento, de a prohibición del incesto, en estrecha relación con la intensidad de la operatoria vincular.
Otra posibilidad es que el lugar sea ocupado por un miembro de la familia de origen. Implica el riesgo de que se fraternice el vínculo madre o padre-hijos.
Para finalizar, y reiterando que no consideramos al proceso de divorcio entendido en una linealidad

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