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Historia de la Educación Argentina T P SUSANA SCHOO

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Universidad Nacional de Salta - Facultad de Humanidades
Prof. Y Lic. En Ciencias de la Educacion - Historia de la Educación Argentina
Ponencia de presentacion del intercatedra de historia del año 2018
	Exposicion sobre la tematica: “Los colegios Nacionales en la fundación del SEA, incidencia y variaciones locales (1863-1888)” – Susana Schoo. 
Expositor: Flores Alberto Exequiel - L.U: 718492/718504
· Eje de desarrollo de la tematica - Educacion e Historia “Perspectivas, sentires y pesares”
1. Las Particularidades que asume la concreción de un “plan de estudios uniforme”.
*Colegios-ferrocarril
*Papel de Rector, Inspector, Comisión evaluadora.
2. Las iniciativas locales que fueron tomadas para impulsar políticas nacionales.
*Alumnos libres
*Edificios
*Organización, Graduada o Común.
3. Las formas que se fueron definiendo “quienes serían los destinatarios” de este tipo de educación.
*Inclusión de las mujeres.
*Jóvenes distinguidos.
*Modalidad internado.
Desarrollo.
 1 - Las particularidades que asume la concreción de un “plan de estudios uniforme”.
La creación de los colegios nacionales se desarrolló en un contexto signado por conflictos y negociaciones de las que participaron actores locales y nacionales.
Parafraseando a Ramallo (2013) la lectura sobre la creación de estas instituciones como “colegio-ferrocarril” conlleva cierta linealidad que impiden profundizar y comprender las dinámicas y características concretas que le fueron dando forma a la educación secundaria en cada contexto local.
Ahora vamos a ver los distintos mecanismos que se establecieron desde el MJCeIP para conocer la marcha de los colegios nacionales. En particular, en momentos de una embrionaria y escasa composición estatal, se institucionalizó el pedido de informes a distintos actores con, al menos, tres funciones. Ellas eran:
1. Tener un panorama acerca de lo acontecido institucionalmente a lo largo del año escolar, identificando necesidades de cada uno de los colegios;
2. Contar con evaluaciones y propuestas de cambio;
3. Servir como un mecanismo de control, en especial cuando se trataba de informes elaborados por personas externas a las instituciones.
Tempranamente, se creó el cargo de Inspector de Colegios Nacionales, siendo el primero en ocuparlo José María Torres. Entre otras funciones, debía visitar los colegios examinando el estado de los estudios, su régimen económico y disciplinario, instalar los nuevos colegios que se crearan e inspeccionar las instituciones que recibieran subvención del gobierno nacional. A su vez, cumpliría con una función clave al informar “sobre el estado de cada uno de los establecimientos mencionados, proponiendo las reformas que repute conveniente, tanto para mejorar la enseñanza como su régimen interno, y adoptando las medidas que fueran urgentemente necesarias”.
Más allá de esta mirada positiva, parece evidente que esta figura no alcanzaba para cubrir todas las tareas que se le demandaban. En 1874 el ministro de instrucción pública Albarracín solicitó que se creara el cargo de sub-inspector para que realizará los viajes a las provincias de manera que el inspector no desatender a cuestiones relativas a la educación secundaria.
En forma paralela, existieron otras figuras que documentaron la marcha de los colegios en el siglo XIX. Desde 1863 y hasta 1879 se nombraba una Comisión Examinadora (conformada por letrados externos) para tomar los exámenes a fin de curso para cada uno de los colegios, que luego elevaba los respectivos informes al ministro. También se institucionalizó tempranamente como función de los rectores la producción de informes anuales “sobre el estado en que se encuentra el colegio, de las mejoras que se han introducido y las que son convenientes introducir en adelante. 
Así, además de las visitas que en ocasiones los ministros realizaban a los colegios o de comisiones especiales para evaluar su marcha, se institucionalizaron mecanismos de seguimiento y control que, a su vez, colaborarán en la elaboración de políticas educativas.
2 – En la primera presidencia de Mitre en 1862 se nombró a los doctores Eusebio Bedoya y a Juan Domingo Vico inspectores de los colegios nacionales de Córdoba y Entre Ríos (ubicado en concepción del Uruguay). Tras los informes desfavorables de los informes de dichos colegios y la necesidad de uniformar la enseñanza en los establecimientos de educación de la república, se tomó como modelo la organización del colegio nacional de Buenos Aires. El Estado Nacional se comprometió a pagar los salarios y establecer un plan de estudios, siempre y cuando las provincias cedieran los edificios respectivamente, sin embargo, la aspiración de uniformar la enseñanza distaría de ser una realidad.
Los edificios donde se organizaron los colegios en su mayoría sobre las bases de otras experiencias iniciadas por las provincias, como particulares y congregaciones religiosas, otras montadas sobre colegios provinciales (como era el caso de San Juan). Otros eran edificios donde funcionaban colegios particulares (Salta y Tucumán). Un conjunto importante de provincias cedió edificios donde funcionaban conventos (Catamarca). En el de Santa Fe, si bien desde 1868 se decretó fondos para la creación de un colegio en la ciudad de Rosario, no fue sino hasta 1872 que se decretaron partidas para la construcción del edificio con fondos nacionales; de todas formas, en el acta de su fundación, consta que la creación se debió a una gesta patriótica de un grupo de vecinos que habían recolectado fondos para tal fin.
Fue con estos colegios que se estableció una organización graduada de la escuela secundaria, a partir de un plan de estudio común de 5 años. Se documentaron cuestionamiento al respecto. Los motivos era la sobre carga de inutilidad de que los estudiantes cursaran todas las ramas de enseñanza, las recargas de una y otra rama que no han de ser de utilidad profesional privándolos de tiempo indispensable. Los rectores informaban que habían realizado algunas modificaciones al plan de estudios, por creerlos más convenientes con una mejor secuencia a los saberes (en el caso de Salta), otros reorganizaron asignaturas por su gran complejidad, también existían quejas sobre las faltas de elementos para la enseñanza (como gabinetes de física y química, libros de textos, carencia de bibliografía) inclusive la falta de profesores para el dictado de clases. 
Eran un rasgo La precariedad y el trato diferencial que recibían estas instituciones respecto de otras; por ejemplo a los profesores del Colegio de Buenos Aires se les pagaban más que a los del Interior, además de las condiciones edilicias y materiales de enseñanza, esto podría estar condicionado por la ubicación geográfica y las relaciones establecidas entre las autoridades nacionales y el rector de cada colegio. Sin embargo, cada rector debía desarrollar o no la obtención de aquello que se demoraba en llegar por vía nacional. Algunos motorizaron ofertas especiales para sus colegios por ejemplo en Uruguay se abrió un curso de historia natural y música instrumental, que brindaría a los alumnos buenos modales e infundir principios, en Mendoza se permitió clases de baile por pedido de los alumnos que brindaría soltura, elegancia y comportamiento social, se dictaban clases de religión etc. Aunque expresaba opiniones contrariadas al respecto, diciendo que, tal como había dicho el ministro la educación debe ser libre. Y otros manifestaban preocupación por no incluir la religión en el plan de estudios.
En 1870 el ministerio de instrucción pública aprobó un nuevo plan de estudio de 6 años, esto configuro la organización académica de los colegios al establecer que se debía tener una formación general en ciencias y letras y se debía instruir a todos los que quisieran ilustrarse, se legalizaron cuestiones fundamentales, requisito de ingreso a las universidades era completar este plan de estudios, el colegio también admitiría alumnos que no quisieran seguir una carrera universitarias lo que podría realizar asignaturas a elección ,rendir exámenesde asignaturas que hubiesen estudiado y obtener certificado competente. El reglamento de los colegios establecía que para poder pasar a los estudios superiores el alumno debía tener aprobado todas las asignaturas del plan de estudio, sin embargo, realizar recorridos diversos en alumnos libres permitía ciertos usos y costumbres más difíciles de modificar. Los alumnos debían repetir el año si no aprobaban todas las asignaturas y se adoptaba el mismo criterio en los alumnos libres. En otros colegios se tenía en cuenta las asignaturas aprobadas en condición de libres. Entonces se sugería dos alternativas para uniformar los criterios en los colegios para ambos alumnos. Repetir solo las materias desaprobadas, o repetir el año. La primera era la mejor opción, pero era necesario acordar una forma ecuánime respecto al régimen de promoción 
En 1882 se decreta por medio del Poder Ejecutivo Nacional que los estudiantes de diferentes cursos o ramos de enseñanza, pueden matricularse en materias que quieran perfeccionar o completar su educación sin exigencia de otros estudios. Serían las facultades las encargadas del reglamento de instrucción preparatoria requerida para el ingreso, ya los estudiantes no deben completar los panes de estudios de los colegios nacionales para el ingreso a la universidad. 
Así en la organización de la educación secundaria convivían dos circuitos: 1 graduado, donde se debía estudiar todas las materias del plan de estudio y aprobarlas para pasar de nivel y 2 otro trazado por el estudiante de acuerdo a la función de las necesidades y aspiraciones profesionales.
3 - Como bien ya ha desarrollado la autora, los colegios nacionales solo permitían su ingreso a los varón siendo este requisito indispensable. Esto hacia entender que las mujeres no estaban incluidas dentro del destino y dirección de este tipo de educación (educación secundaria). Recién en años venideros, 1907, y de manera tardía la mujer empezaría a participar también de la instrucción educativa, partiendo de la creación del primer Liceo de Señoritas en la Ciudad de Buenos Aires, y a posterior en la década de 1930, con la creación de una segunda institución orientada a ellas.
Profundizando sobre esta novedad, esta como evidencia de ello una nota elevada al ministerio de educación, el 15 de noviembre de 1881 por el Rector del Colegio de Buenos Aires José María Estrada. La situación contempla a una señorita que fue admitida a examen. La nota tenía como fundamentos el planteo y cómo manejar la situación en caso que, dado lo extraordinario que parecía este caso, que otras señoritas decidiesen también postularse al examen, en calidad de estudiantes regulares.
Además, la nota proponía alternativas a la hora de pensar una formación para las mujeres, haciendo especial foco en aquellas que se interesase por emprender estudios secundarios y superiores, adoptarían las profesiones científicas que se desarrollan en la órbita privada, alejado de toda aquella actividad que sea ejercida en la vida pública. Remarca también, la necesidad de que las instituciones que se creen a fines, deben mantenerlas alejadas del sexo puesto, pues no es necesario que ambos estén mezclados.
Esto muestra claramente, la concepción de los géneros sobre la división de tareas, y la educación secundaria, que terminan definiendo tareas y profesiones asociadas a los varones y no a las mujeres.
La respuesta del ministerio fue que se procediera con la admisión o el rechazo del examen, entendiendo que se diera bajo las disposiciones vigentes sobre el examen general, siendo requerido una obtención de 8 puntos sobre 20, en cada una de las ramas correspondientes, y que deberán rendir en ese examen todas las materias. Cuestión que aquellas interesadas en tomar dicho examen, lo harían en calidad de “estudiante libre”.
Como ya hemos visto anteriormente, los varones son el destinatario de los colegios naciones, y la educación secundaria, pero a interior de este grupo, se hace hincapié en todo aquel varón que sean portadores de ciertos saberes, o bien, más adelante que acrediten con certificado saberes previos. 
También hay que tener en cuenta, independientemente del alcance regional de los colegios nacionales, y de las condiciones económicas de los estudiantes “de talento” no constituyen un límite para lograr sus estudios.
Articulado con esto, el tema de las becas, para ello hay que retomar aquellos informes con duras críticas del Colegio de Córdoba y del Uruguay. Donde una de ella, refería a la financiación por parte del gobierno, destinada a solventar los estudios de aquellos jóvenes oriundos de sus respectivas provincias. La obtención de esta beca, requería una examinación rigurosa del solicitante, que pudiese corroborarse su condición de pobre y, que además ostentara ciertos conocimientos rudimentales declarados indispensables para obtener la beca.
A partir de 1863, los colegios nacionales, a interior de su organización ya contaban con presupuesto destinados para becas, estas tenían un carácter interprovincial cual permitían cursar estudios a todo aquel, cumpliendo previo los requisitos, sus estudios en otra provincia. De aquí también, la figura del estudiante pensionado, requería pues el pago de una suma ínfima pero recibiendo una solvencia económica del estado. Estos últimos debían abonar únicamente un peso al tomar la matrícula de cada año.
De esto, es habitual encontrar informes con pedidos de asignación de becas, con criterios variables en función de las distintas situaciones con la que cada colegio se encontraba. Un ejemplo, es el informe del año 1866, el rector del colegio de Tucumán pidió autorización para enviar a dos jóvenes tucumanos al colegio de Salta, para ellos se aprovechara las partidas presupuestarias de la beca que no han sido otorgadas del gobierno de Catamarca.
Hacia 1872, el ministro Avellaneda, propuso y termino siendo ley, una normativa que suspendía el otorgamiento de becas a los estudiantes provenientes de otras provincias. Era el primer paso en un proceso que buscaba la supresión de los internados, esta última entendida como una institución atemporal, con funcionalidades incompatibles a los tiempos que vive el país, además de que tenían una imagen de cuartel y claustro, donde proliferaba la desobediencia y la indisciplina. Sumo también a esta visión el ministro, que con la supresión de estos establecimientos, incrementaría de manera sustancial la cantidad de estudiantes, asumiendo que el colegio de Buenos Aires, llegaría a triplicar el número de concurrentes.
En contra posición a esta visión, en 1875, el ministro Onesimo Leguizamón, defendía tales instituciones, argumentando el problema que significa las distancias entre cada colegio. Siendo su fuerte, de la idea de que el estado es el que tiene que sostener la educación secundaria, que “con perfecta igualdad para todos, sin crear clases privilegiadas, ni fomentarlas”. Quien puede costearse su propia educación que lo haga, mientras que aquel pobre pero con talento sea merecedor de una educación sostenida por el estado, sin que este tenga obligación alguna de devolver dicho favor.

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