Logo Studenta

El caserón de Rosas

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

El caserón de Rosas (período 1895-1898) 
POR CENTRO DE ARQUEOLOGÍA URBANA · PUBLICADA 29 ABRIL 2010 · 
ACTUALIZADO 4 OCTUBRE 2016 
El artículo “El caserón de Rosas (período 1895-1898)” de Daniel Schávelzon y María del Carmen 
Magaz ha sido publicado en la publicación del Congreso Nacional de Historia Militar, volumen II, 
páginas 1229 a 1241, ISBN 987-96842-2-2, Buenos Aires, evento realizado los días 20, 21 y 22 de 
noviembre de 1996 y organizado por el Instituto de Historia Militar Argentina. 
. 
1. Antecedentes históricos, edilicios, ambientales y socio culturales 
La historia de Palermo, como zona descampada se remonta a la conquista de las costas del Río de la 
Plata. Desde el siglo XVI había sido una parte semiabandonada, poco poblada, aunque dedicada a la 
agricultura. Este sector (norte de la ciudad en el bajo, entre la barranca y el Río de la Plata) fue 
dedicado por Garay a las chacras de cultivo, se repartieron unas sesenta de ellas. Esta división 
careció de amojonamientos lo que produjo posteriores conflictos por saber si la tenencia de las 
tierras comenzaba desde la orilla del río o desde la barranca
1
. 
Juan Domínguez Palermo unificó un sector de esta zona y se dedicó al cultivo de la vid, trigo y 
árboles frutales. El nombre de Palermo se fue generalizando y es el origen de la toponimia del 
lugar. Se oficializó en 1808, cuando autorizado por Santiago de Liniers se creó el Partido de 
Palermo, como un desprendimiento del Partido de San Isidro. Se extendía desde los Colegiales 
hasta los Corrales de Miserere
2
. 
La falta de caminos hacia esta zona inaccesible y la desembocadura del arroyo Maldonado, límite 
de lo que sería Palermo, fue hasta principios de nuestro siglo un juncal de difícil acceso. Rosas 
decidió hacia 1836, realizar una gran labor de relleno en la zona, baja y arcillosa, trasladando 
humus desde la zona de Belgrano, hacia el Río de la Plata, rellenando y cubriendo los desniveles. 
También trasladó tierra desde la boca del arroyo Maldonado y el bajo de la Recoleta. Luego de dos 
años de acarreos la zona se transformó en un sector apto para cultivo. Rosas ocupó el espacio que 
queda comprendido actualmente, entre el ex arroyo Maldonado, las avenidas del Libertador y 
República de la India y el río. Este último corría aproximadamente donde está hoy la costanera. 
Además se hicieron terraplenes de desagüe y largos canales perpendiculares para desgastar las 
lluvias rápidamente. 
En la parte norte subdividió las tierras en cuadrados rodeados por canales y caminos, donde se 
cultivaron árboles traídos de todo el país, especialmente naranjales y durazneros. La actual avenida 
http://www.iaa.fadu.uba.ar/cau/?author=1
Sarmiento dividía en dos partes el terreno y del otro lado se hallaba el caserón y los jardines. Estos 
últimos representaban un verdadero paisajismo con diseños de canteros de flores, una avenida 
arbolada hacia el río y toda clase de plantas. Entre los árboles se ubicaron bustos de mármol sobre 
pedestales y un largo canal rectificado rodeado por rejas de hierro y pilares de mampostería, que 
servía para baño y como pileta decantadora. Incluso se construyó una pérgola de madera con 
cúpula, cubierta de plantas para el baño de Manuelita. Sobre el “baño de Manuelita”
3
 se publicaron 
diversos trabajos que mencionamos en las notas bibliográficas. Lo más llamativo en su época fue un 
barco que había encallado tras una tormenta y que Rosas remodeló y transformó en salón de baile. 
Hacia 1836 comenzaron las obras de la residencia. No está demostrado todavía quien fue el autor 
del proyecto, pero sabemos que la obra fue dirigida por el maestro Miguel Cabrera
4
. El edificio 
poseía una planta rectangular con cuatro torreones articulados en los vértices. El rectángulo mayor 
estaba ocupado por las habitaciones en hileras unidas a través de galerías y pasillos exteriores, 
comunicados hacia un gran patio central. En el torreón hacia el sur estaba instalada la capilla 
dedicada a San Benito, cuyo nombre desde hacía tiempo estaba en estrecha relación con Palermo
5
. 
En 1838 todo el trabajo había sido finalizado. 
El patio interior estaba cubierto de baldosas de calidad, al igual que sus pisos interiores, aunque los 
cubrían alfombras y esteras, según el uso a que estuvieran destinadas. 
“La decoración era sencilla dentro de la rusticidad y sencillez que predominaban en la época. 
Rosas ocupaba las habitaciones que daban al rió siendo su dormitorio la segunda pieza, en la 
que tenía su cama de bronce, su armario y sobre una gran estufa un gran espejo. Frente a su cama 
estaba su escritorio particular y en el medio de la pieza una gran mesa llena de expedientes y a 
ambos lados de la estufa dos chiffoniers de caoba. Manuelita ocupaba las habitaciones de la parte 
oeste del edificio. El salón de recibo estaba también sobre este costado, abundando los espejos y 
los muebles de caoba”
6
. 
El edificio fue parte de una corriente que intentó rescatar ciertos valores vernáculos y tradicionales 
y aplicarlos a la gran arquitectura oficial, desde la casa de Rosas hasta la Aduana Nueva, de Taylor. 
No queda en pie un solo ejemplo en todo Buenos Aires. El caserón estaba construido en 
mampostería de ladrillo revocado por ambos lados y la gran terraza tenía rejas de hierro separadas 
por pilares también de mampostería. Las maderas utilizadas fueron de gran calidad, a tal punto que 
después de la demolición de 1899 aún se pudieron reutilizar. 
El acceso principal al terreno se daba por una vía paralela al camino hacia San Fernando y separada 
de éste por un canal. Todo el trayecto tenía árboles de sombra, rejas y pilares de ladrillo, que 
jerarquizaban el acceso hasta Palermo. La zona estaba abierta al público que llegaba a ver los 
animales que vivían sueltos en los jardines: avestruces, llamas y pájaros de todo tipo. Pero el mayor 
atractivo era un pequeño barquito de vapor: toda una novedad con su maquinista que llevaba a la 
gente desde el caserón hasta el río, en una visita que para su época llamaba la atención. 
El conjunto de Palermo es precursor del diseño ambientalista y se construyó a partir de un trazado 
básico que respondía al medio, con escasa preocupación por lo meramente estilístico, lo que es muy 
propio del hábitat rural pampeano. Si bien se parte de un esquema geométrico tampoco era 
extremadamente rígido desde el punto de vista paisajístico. La red vial, por ejemplo, más de una vez 
presentaba espacios de “bordes blandos” combinando las funciones de paseo y esparcimiento con 
las de circulación. Otro tanto podríamos decir del jardín anexo al caserón, en cuya combinación de 
fuentes, flores, glorieta, aves y animales del parque, es donde se visualiza una filiación 
neorromántica. Sin conexión con la simetría geométrica post-Versalles. La idea general del trazado 
y la estructura funcional de la quinta parece haber sido del mismo Rosas, partiendo del esquema 
vial existente, los callejones entre quintas y los arroyos y zanjones. Fue determinante la relación 
entre estos elementos y las dos construcciones existentes: el “primer rancho” y la casa Núñez: 
Hornung Holtfenhoff, a partir de la cual se construirá el caserón
7
. 
La quinta estaba ubicada sobre uno de los accesos principales a la ciudad: el acceso desde el litoral. 
Completaban la red troncal de aquel entonces el Camino de los Reinos de Arriba (actual Rivadavia) 
y el Camino del Sud, cuyo primer tramo era la Calle Larga de Barracas (hoy Montes de Oca). Cabe 
aclarar que el estado de estos caminos era bastante malo en época de lluvias. Pero no sólo estaba 
conectada con la troncal Buenos Aires-Litoral sino que quedaba en buena comunicación con la 
Chacarita, Blanqueada (hoy Belgrano), las quintas de la actual Villa Crespo y Palermo Viejo, así 
como con los campos de Rosas en la Pampa y con el cuartel y fábrica de Santos Lugares. Para 
acceder desde la ciudad a la casona había tres rutas, coincidentes con las salidasde la ciudad ya 
citadas: el Camino de Santa Fe, la Calle Larga y la ruta del Bajo, ésta última era la roas utilizada 
para llegar a Palermo de San Benito. Se tomaba la Alameda y luego el Paso de la Guardia Nacional 
(Leandro Alem) y poco después del “Pobre Diablo” se quebraba un poco para empalmar con el 
tramo interno del Camino de Palermo, pavimentado y arbolado por Descalzi desde la calle Austria. 
En 1851 se estaba terminando el pavimento y remodelación desde la entrada de la quinta, hasta el 
Retiro. En 1849 se instaló una línea de transporte de pasajeros Alameda-Palermo de San Benito. 
Luego de Caseros San Benito cambió de dueño, ocupado por Urquiza y sus tropas, el parque fue 
descuidado y el jardín destruido. El 16 de febrero de 1852 se confiscaron todos los bienes de Rosas, 
lo que se ratificó por ley de la Legislatura Nro. 1706, del 29 de julio de 1857, pasando estos terrenos 
a propiedad municipal. Pero la entrega a la Comuna no se efectivizó y en 1862 la Municipalidad 
reclamaba al Poder Ejecutivo en el acta del 9 de mayo de 1862. 
“…No es la primera vez que la municipalidad ha solicitado del poder ejecutivo, la realización de la 
disposición del artículo 5to. de la ley citada. el cual determina que las fincas urbanas que 
pertenecieron a Rosas, incluso Palermo y sus adyacencias, que se hallen dentro de los límites de 
la ciudad de Buenos Aires, se consideran como propiedades municipales y se haga formal entrega 
de ellas a la corporación”
8
. 
El 3 de diciembre de 1856 el Poder Ejecutivo de la provincia de Buenos Aires dictó el decreto de la 
fundación del pueblo de Belgrano erigiéndolo en Partido Judicial de Campaña de Belgrano. De 
acuerdo a los límites de la fundación, Palermo pasaba a la jurisdicción del partido homónimo. No 
obstante, y en evidente contradicción, la legislatura ratificó el 29 de julio de 1857 el decreto que 
mencionamos del 16 de febrero de 1852, diciendo: 
“las fincas urbanas del mismo origen incluso Palermo y sus adyacencias. que se hallan dentro del 
Municipio de la ciudad de Buenos Aires, serán desde hoy consideradas como bienes municipales. 
haciéndose ormal entrega de ellas”
9
. 
No obstante lo arriba transcripto la entrega a la Comuna no se efectivizó, como tampoco a las 
autoridades de Belgrano, lo que recién se produjo el 23 de abril de 1864. Mientras tanto, el 6 de 
octubre de 1858 se había dictado la ley proyectada por Domingo Faustino Sarmiento, que entonces 
era jefe del Departamento de Escuelas de la Provincia, por la cual se disponía que el beneficio de la 
venta de propiedades de Rosas, se destinase casi exclusivamente a construir edificios escolares. Esta 
es la razón por la cual la Corporación de Belgrano, si bien es cierto no enajenó Palermo, lo arrendó 
para que funcionara una escuela de artes, oficios y agronomía, la que estuvo bajo la dirección del 
ingeniero español Francisco Febrés y Rovira. 
Los límites del partido de Belgrano fueron modificados en febrero de 1865 y por ley del 3 de 
octubre de 1867, la Cámara de Senadores establecía que 
“…los terrenos de Palermo dejan de pertenecer al municipio de Belgrano pasando a formar 
parte del de la capital”.
10
 
La ley definitiva por la cual Belgrano perdió sus derechos sobre Palermo se dictó el 19 de octubre 
de 1870. 
El 13 de noviembre de 1872 el Departamento de Gobierno de la provincia de Buenos Aires resolvió 
que la administración de la propiedad de Palermo y sus adyacencias, corrieran a cargo de la 
Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, pero este decreto fue derogado en mayo de 1874 y el 
Poder Ejecutivo asumió la administración de los terrenos “a fin de que el producido de sus rentas 
reciba el destino de la ley, sirviendo para fomentar la creación de edificios para escuelas…” 
11
. 
2. El caserón de Rosas: Colegio Militar de la Nación y Liceo Naval 
El 1 de mayo de 1865 a instancias del general Bartolomé Mitre se creó una sección militar en la 
Escuela de Artes, Oficios y Agricultura que funcionaba en Palermo 
El proyecto para la creación del Colegio Militar de la Nación fue enviado por el presidente 
Domingo Faustino Sarmiento y presentado en la Cámara de Diputados obteniendo sanción 
favorable al igual que en Senadores, dictándose el decreto ley el 11 de octubre de 1869. 
Por decreto del 22 de junio de 1870 se designó como cuartel del Colegio Militar recientemente 
creado al edificio que fuera residencia de Juan Manuel de Rosas. La primera tarea del flamante 
director, coronel Juan F. Czetz, fue en base a las características del edificio y su moblaje, distribuir 
locales y adecuar las ‘instalaciones para la nueva función. Por lo que dispuso que las habitaciones 
que miraban hacia el noroeste fueran habilitadas como dormitorios, el gabinete de química y la 
enfermería fueron emplazados en las inmediaciones. El comedor y la cocina se habilitaron en los 
locales que miraban hacia el este, disponiéndose las aulas en los locales que daban hacia el patio 
interior, protegidas por la galería. Hacia el sureste detrás del edificio se extendía el patio de 
ejercicios y el llamado “campo de maniobras”, limitado al norte por el arroyo Maldonado y parte de 
Belgrano, al oeste por el camino de las Cañitas y el callejón de la Recoleta, que seguía 
aproximadamente el trazado de la avenida Las Heras y Libertador, al sur por las barrancas de la 
Recoleta hasta el Palomar y la cancha de pescadores y al este por el Río de la Plata. La gimnasia se 
daba sobre la Avenida de las Palmeras (hoy Sarmiento) disponiéndose los cajones de salto en el 
ángulo oeste de la construcción y los demás aparatos en el costado norte. Este edificio que había 
sido construido para albergar a una familia y al personal de servicio, llegó a cobijar en 1892, poco 
antes de ser abandonado por el colegio, 118 cadetes, más el cuadro de oficiales, el claustro de 
profesores y el personal de tropa y servicios
12
. 
Durante la dirección del coronel D. Simón A. de Santa Cruz desde el 22 de julio de 1880 y el 14 de 
enero de 1887, una de sus preocupaciones fue mejorar las condiciones del edificio de Palermo, 
solicitando al ministro secretario de estado en el Departamento de Guerra y Marina, Dr. Carlos 
Pellegrini, la conexión de agua corriente que se podía traer del depósito del Parque 3 de Febrero. A 
dicho efecto adjuntó dos presupuestos y en la misma fecha elevó otros dos presupuestos para la 
instalación de luz de gas. Fundamentó su pedido en las ventajas sobre la luz de kerosene. Este 
proyecto fue aprobado
13
. 
En 1883 fueron reabiertos varios de los cerramientos de mampostería que se habían levantado para 
clausurar las galerías exteriores. Una nota de García Enciso escrita en 1883 dice así: “Habiéndose 
descubierto ayer un solo arco, el que queda al frente de la clase del tercer año, fue necesario 
imponer un castigo a todo ese año, por no poder impedir que los alumnos atendieran más bien a 
las damas que paseaban por la avenida que a sus profesores y sus libros. A esto se agrega que una 
vez abiertos los arcos quedarán sin ninguna seguridad los dormitorios, no teniendo como vigilarlos 
ni cuidarlos… y teniendo tal facilidad sería imposible que se vayan por las noches el Colegio, como 
sucedía tiempo atrás. Pero, pese a todo los rellenos de los arcos fueron finalmente derribados, para 
la alegría de los estudiantes” 
14
. 
Por espacio de 22 años sirvió el caserón de Palermo como cuartel del Colegio Militar y 17 
promociones de oficiales egresaron de sus aulas
15
. 
Adjuntamos como material gráfico un proyecto de Enrique Aberg para el Colegio Militar en el cual 
se conservan los muros originales y su distribución pero se le anexan no sólo nuevas alas y 
dependencias sino también patios, hasta modificar la fisonomía del conjunto. Asimismo 
reproducimos otro proyecto de Carlos Morra (circa 1890) para realizar una Escuela de Esgrima en 
el interior del Colegio Militar. Iba a construirse sobre el muro sur del caserón mirandohacia el 
patio-caballeriza ubicado en ese sector. 
Hacia 1892 el Colegio adquirió en la localidad de San Martín un predio con un edificio que fue 
ampliado y remodelado y se fijó el 12 de septiembre de 1892 como fecha de iniciación de los cursos 
en el nuevo Colegio Militar de San Martín. El viejo caserón será luego ocupado por la Escuela 
Naval
16
. 
Con el traslado de la Escuela Naval Militar a Palermo, comenzó un período de estabilización de la 
institución ya que durante veinte años había tenido ocho mudanzas. Seis como establecimiento 
docente embarcado precariamente en diversas unidades y dos en tierra en el pueblo de Diamante 
(Entre Ríos) y en la Capital Federal, en un local ubicado en un terreno que daba a las barrancas del 
río, en la actual avenida Alvear, sin contar otras breves en la isla Martín García, Boca del Riachuelo 
y zona de Tigre. Se asignó la suma de 10.000 pesos para afrontar las reparaciones que se hacían 
necesarias realizar para adecuar el edificio a las necesidades de la escuela. El Sr. Carlos Tagliaferro 
fue el constructor que tuvo a su cargo los trabajos más importantes de esas reparaciones
17
. 
La Escuela Naval se estableció en Palermo desde 1893 hasta 1898
18
. 
Adjuntamos en material gráfico un plano levantado antes de la demolición del Liceo Naval, donde 
se observa el estado en que se encontraba tanto el caserón de Rosas, como los agregados y 
cerramientos. Asimismo en otro plano muy esquemático de la Escuela Naval se visualiza el patio 
caballeriza poco antes de la demolición de 1899. 
3. La desaparición del caserón de Rosas. Año 1899 
En 1874 toda la zona pasó a denominarse Parque 3 de Febrero, por iniciativa de Vicente Fidel 
López, durante el gobierno de Sarmiento, quien poco después pasó a ser el director de las obras que 
allí se llevaron a cabo. La inauguración del parque estuvo a cargo de Nicolás Avellaneda el 11 de 
noviembre de 1875, cuando plantó en forma simbólica la magnolia que aún está en pie en la esquina 
de las avenidas Berro y Casares. El Presidente de la República dijo en su discurso. 
“El viejo y rústico Palermo es desde hoy el Parque 3 de Febrero y ostentará pronto en sus fuentes 
de aguas surgentes, en sus estatuas. en sus calles rectas o curvas. en sus bosques artísticamente 
formados para dar sombra y luz al paisaje. junto a las artes, el buen gusto y el sentimiento de lo 
bello ofrecen en los parques de Santiago de Chile. de Nueva York, de París y de Londres…”
19
. 
Sarmiento por su parte en su discurso dijo: 
“El Parque 3 de Febrero será de hoy en adelante el patrimonio del pueblo, verdadero tratamiento 
higiénico que robustecerá sus miembros por el saludable ejercicio… y cultivará el buen gusto con 
la combinación de bellezas naturales…. que estos dilatados jardines se ofrecerán… Sólo en un 
vasto, artístico y accesible parque el pueblo será pueblo: sólo aquí no habrá ni extranjeros, ni 
nacionales, ni plebeyos…” 
20
. 
Los personajes fundamentales del trazado y la construcción del Parque entre 1874 y 1876 
conforman un conjunto de técnicos europeos cuya acción fue impulsada directamente por Sarmiento 
quien requirió los servicios de un ‘ingeniero prestigioso como Julio Dormal; Ernesto Oldendorff, 
prusiano, director nacional de Agricultura (“primer alemán del Río de la Plata”, lo llamaba 
Sarmiento) y Jordán Czelaw Wysocky, polaco, ingeniero militar. En julio de 1874 había trescientas 
setenta y cuatro personas trabajando en el parque. Se mantuvo correspondencia con Europa para la 
compra de invernáculos, puentes, sistemas de riego, etc. 
En septiembre del mismo año sorpresivamente se convocó a un concurso de proyectos para el 
parque. El primer premio lo obtuvieron Adolfo Methfessel y Carlos Boemel, ambos vinculados al 
grupo de técnicos y científicos alemanes que trabajaba con Sarmiento, pero el proyecto y sus 
autores fueron dejados de lado y se contrató para finalizar las obras a Julio Dormal. En 1875 se 
contrató la construcción del Hipódromo, se concedieron las líneas de tranvías y se cedió a la 
Sociedad Rural el predio de exposiciones, inaugurándose la primera sección en noviembre del 
mismo año. El modelo explícito del proyecto de Sarmiento para Palermo era el Central Park. 
Entre 1874 y 1876 Forchel desarrolló el jardín de Aclimatación (en actual Scalabrini Ortiz y 
Paraguay) y se desarrolló el antiguo zoológico que dirigirá Holmberg a partir de 1888. En este 
mismo año el parque pasó a depender de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires. Fallece 
Sarmiento
21
. 
La idea del progreso dominó la década del 80. Por primera vez se planteó la necesidad, en sentido 
positivista de referir el parque a un sistema. Así “Buenos Aires poseerá como París, un parque en 
cada uno de sus puntos cardinales: al norte el Parque 3 de Febrero, al sur los Parques 
Convalecencia y Rivadavia, al oeste el Parque de la Chacarita”
22
. 
La obra de Torcuato de Alvear consistió en embellecer la ciudad con escenografías como las 
llamadas “grutas” que desaparecieron casi inmediatamente bajo la intendencia de Seeber. 
En 1892 Carlos Thays, accedió por concurso al cargo de director de Paseos, desde el cual desarrolló 
el jardín Municipal del Norte y concluyó las obras del Parque 3 de Febrero. En 1893 se adquirieron 
nuevos terrenos y tres años mas tarde se terminó la segunda sección, el Tiro Federal y la sección de 
los lagos. Comenzaron las concesiones que totalizaron el 12 por ciento de la superficie del parque 
en 1913, y el 54 por ciento en 1939, con el impulso dado a los clubes y sindicatos. En 1901 se 
terminó el pabellón de los lagos y en 1908 se excavó el lago Regatas, finalmente en 1917 se 
inauguró el Rosedal
23
. 
El final de esta historia es la destrucción del caserón de Rosas. Al parecer, no importó que hubiera 
sido sede del gobierno nacional, ni que hubiera albergado varias funciones importantes, ni en todo 
caso su valor arquitectónico. En aras del mal entendido “progreso liberal”, fue dinamitado en la 
madrugada del 3 de febrero de 1899, como celebración de esa fecha histórica, estando el intendente 
Bullrich a cargo de las operaciones. La destrucción no fue entendida como pérdida de un edificio 
histórico, por el contrario, mucho más tarde se escribió que el edificio “sucumbe como un soldado 
volado por la dinamita… había servido a soldados de tierra y mar y recibía en su postrer momento, 
a modo de salvas de honor, las explosiones que materializaban su fin”. 
24
 
En reemplazo del caserón de Rosas se levantó el monumento a Sarmiento, que le fue encargado al 
escultor francés Auguste Rodin y que fue inaugurado el 25 de mayo de 1900. 
4. Excavaciones arqueológicas 
En el año 1985 el Dr. Daniel Schávelzon y el Arq. Jorge Ramos a través del Centro de Arqueología 
Urbana, del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” ‘inició 
la primera etapa de las excavaciones arqueológicas del caserón de Rosas que representaron un 
aporte novedoso para la arqueología urbana de nuestro país, ya que no se habían realizado trabajos 
de arqueología en arquitectura del siglo XIX. 
Se excavó en la plaza actual de Palermo ubicada en Libertador y Sarmiento comenzando por una 
fuente y el canal de Manuelita. Se pudo observar el canal y sus sistemas constructivos, dibujarlos, 
fotografiarlos y rescatar algunos pocos objetos de interés. 
En el año 1988 se realizó una nueva excavación. Uno de los objetivos era el estudio de la casa más 
antigua de las que conformaron el llamado caserón. Sabemos que Rosas compró una propiedad que 
readecuó y que años más tarde construyó el resto del edificio. La unión entre esas dos obras era 
visible aún en las fotografías existentes y en los planos, para poderlo ver en detalle se realizó una 
maqueta a escala. Era importante estudiar la unión entre las dos obras y observar la remodelación 
hecha a la casa original. Este fue uno de los puntos en que más avances se lograron, al obtenerun 
enorme cúmulo de información sobre la historia constructiva de este edificio. Para lograr esa 
información las excavaciones se centraron en la parte del acceso del edificio, es decir la entrada que 
miraba al río. Se observó también si, además de estas obras fechadas entre 1839 y 1843 (primera 
casa remodelada y construcción de Cabrera de la ampliación) había en el sitio restos aún más 
antiguos. Asimismo se comparó el material cultural de la época de Rosas con el más tardío usado en 
el edificio
25
. 
El estudio arqueológico ha mostrado el buen estado de conservación de sus restos arquitectónicos, 
consistentes en pisos de ladrillos y baldosas, cimientos de gran tamaño y algunos sectores de la 
parte inferior de las paredes. Asimismo, tanto en la tierra de su alrededor, como en el escombro 
mismo, existía una cantidad razonable de objetos culturales que se remontaban a épocas anteriores 
al edificio, a su existencia y a su época más tardía. 
La excavación, el análisis de lo recuperado y posiblemente —en el futuro— la consolidación y 
exposición de una parte de esos restos materiales de nuestra historia es una tarea que va mas allá de 
la mera historicidad de los mismos. La arqueología aplicada a contextos urbanos actuales permite 
visualizar como una alternativa, muy lenta y compleja pero con posibilidades que la historia 
documental no tiene. una relectura de nuestra historia. 
NOTAS 
1. PANDO J., “Palermo de San Benito”, en Anales del Instituto de Arte Americano e 
Investigaciones Estéticas Nro. 17. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Arquitectura y 
Urbanismo. 1964. 
2. “El Parque Tres de Febrero”, en Buenos Aires nos cuenta, nro. 20, octubre 1991. 
3. RAMOS. Jorge. SCHAVELZON, Daniel : “El estanque de Rosas. Primer lago de Palermo–. La 
Gacela de Palermo, Nro. 14 Año 11, 1988. 
FRESCO Carlos: “Hallazgo inesperado. Un caimán en la pileta de Manuelita”. La Gaceta de 
Palermo. Nro. 11. Año 1987. 
RAMOS, Jorge; SCHAVELZON, Daniel: “El estanque de Rosas y el Baño de Manuelita en 
Palermo”. Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Abril. 
septiembre 1992. 4 
4. SCHAVELZON, Daniel. “El caserón de Rosas en Palermo: Las excavaciones arqueológicas”. 
Revista Historia. Nro. 20. Bs. As. 1986. 
SCHIAVO. Horacio. Palermo de San Benito. Cuadernos de Buenos Aires xXX11 Municipa-
lidad de la ciudad de Bs. As.. 1969. 
HERZ. Enrique: “La casa de Rosas en Palermo” Boletín del Instituto Histórico de la 
Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires. s/f. 
FRESCO, Carlos: “La Primera morada de Rosas en Palermo”. La Gaceta de Palermo. Año V. 
Nro 6. 1987. 
FRESCO, Carlos: “Los hacedores de la quinta de Rosas en Palermo de San Benito”. La 
Gaceta de Palermo Año V. Nro. 6. 1987. 
FRESCO, Carlos: 
–
La casona de Rosas y el maestro Miguel Cabrera”. La Gaceta de 
Palermo” Año 1. Nro 5, 1986 
5. FRESCO. Carlos: “Palermo de San Benito, un nombre que aún oculta parte de nuestra 
historia”. La Gaceta de Palermo, Año 1 Nro 6 1987. 
6. BILBAO, Manuel: Tradiciones y Recuerdos de Buenos Aires. Taller Peuser y Cia. Buenos 
Aires. 
7. RAMOS, Jorge; SCHAVELZON. Daniel: “Historia y Arqueología de Palermo de San Benito. 
Aspectos de su planeamiento ambiental”. Anales del Instituto de Arte Americano e 
Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo ” Nro 27-28. 1989/91. Universidad de Buenos 
Aires. Facultad de Arquitectura y Urbanismo. 
8. “El Parque Tres de Febrero” en Buenos Aires nos cuenta. Nro 20 1′ edición. octubre de 1991. 
9. Ibídem. 
10. Ibídem. 
11. Ibídem 
12. Historia del Colegio Militar de la Nación. Edición de su centenario, 1869. 11 de octubre de 
1969. Volumen I . Estudio gráfico SECPA Buenos Aires 1969. 
13. SCHAVELZON, Daniel: “El caserón de Rosas en Palermo :las excavaciones arqueológicas” 
Revista Historia. Nro. 20. Op. cit. 
14. Historia del Colegio Militar de la Nación. Op. cit. 
15. GARCÍA ENCISO, Isaías. J.: Historia del Colegio Militar de la Nación. Círculo Militar 
Buenos Aires. Colección Historia. Enero-marzo 1970 Buenos Aires mayo de 1970. 
16. Dr. LUQUI LAGLEYZE. Julio Ángel: “El Colegio Militar de la Nación en Palermo”, La 
Gaceta de Palermo. 
17. BAMIO, José R. “La Escuela Naval Militar en Palermo” La Gaceta de Palermo Año 1 Nro 3. 
1986. 
18. BURZIO. Humberto F. (Cap. de navío). Historia de la Escuela Naval Militar Tomo 1. Libros 
I, II, III. IV y V Comando en Jefe de la Armada. Secretaria General Naval. Departamento de 
Estudios Históricos Navales. Historia Naval Argentina Nro. 16, Bs. As.. 1972. 
19. Diario La Nación. “Discurso en la inauguración del parque”, 23 de enero 1944. 20 
20. Palabras de Sarmiento al inaugurar el Parque 3 de Febrero”, La Gaceta de Palermo, 1991. 
21. OTTONELLO. Flector La traza originaria de Buenos Aires. La Argentina Summa de 
Geografía. Buenos Aires. Peuser 1960. Vol. 9. pág. 3-70. 
22. Ibídem 
23. Ibídem 24 
24. SCHAVELZON, Daniel: “El caserón de Rosas en Palermo: las excavaciones arqueológicas”. 
op. cit. 
25. SCHAVELZON, Daniel: RAMOS. Jorge: “Excavaciones arqueológicas en el caserón de 
Rosas en Palermo” Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de 
Rosas. Nro. 26, octubre-diciembre 1991. 
 
 
Palermo de San Benito: vindicación y rescate 
POR CENTRO DE ARQUEOLOGÍA URBANA · PUBLICADA 21 FEBRERO 2011 · 
ACTUALIZADO 31 OCTUBRE 2016 
El artículo “Palermo de San Benito: vindicación y rescate”, realizado por Daniel Schávelzon y 
Jorge Ramos, ha sido publicado en la Revista de la Sociedad Central de Arquitectos, páginas 30 a 
33, número 141, correspondiente al mes de julio de 1988, Buenos Aires, Argentina. 
. 
. 
Nuestra imaginación no puede dejar de ser europea, 
es decir, de ser humana… 
El espíritu humano, que es sólo uno, 
está del otro lado del Atlántico”(!) 
Joaquim Nabuco, 1897
 
De Bullrich a Jencks 
“La arquitectura nacional murió en Palermo, Buenos Aires, el 2 de febrero de 1899 a las 10 de la 
noche, cuando al barbarizante Caserón de Rosas se lo hizo volar con dinamita”. Es probable que 
esta sentencia fuera pronunciada, aquel sofocante verano porteño, por el intendente Bullrich, 
inspirando luego a Charles Jencks para descalificar al Movimiento Moderno. 
Aquello ocurría cuando habíamos logrado pasar a ser la más europea de las naciones 
latinoamericanas, “la perla más preciada de la corona británica”; cuando la generación del ’80 
consideraba —como denunciaba Salvador Feria—que éramos “un país desértico y en formación, sin 
identidad definida o con una identidad repudiada por bárbara, y proponía el trasvasamiento racial y 
cultural.” 
Buenos Aires en manos del liberalismo, bajo las consignas del “progreso” y la “civilización” se 
impuso cambiar su imagen en “mercantil” y “francesa”. Y lo logró en gran medida. Los intendentes 
Alvear y Bullrich comandaron la destrucción deliberada y la construcción de la tercera Buenos 
Aires. Palermo de San Benito, popularmente conocido como el Caserón de Rosas, interfería en sus 
http://www.iaa.fadu.uba.ar/cau/?author=1
planes. Molestaba por pampeano, rural y bárbaro; algo así como un edificio “cabecita” incrustado 
en los prados urbanos de la burguesía porteña. 
La crítica liberal 
Para su desaparición, se adujeron razones de orden ideológico y de estética edilicia. Tomando 
partido por la conveniencia de la demolición, el diario La Prensa la consideraba un “acto educativo 
del sentimiento cívico” y aplaudía la decisión del intendente municipal de elegir como fecha la 
noche del 2 de febrero “de modo que el sol de Caseros no alumbre más ese vestigio de una época 
luctuosa y que fue la morada del tirano”. 
En cuanto a edilicia, el mismo diario —en coincidencia con opiniones del campo intelectual— 
planteaba que “ninguna razón había para empeñarse en mantener en pie una construcción vulgar, 
destituida de todo carácter arquitectónico… cuya vista solo remueve memorias de sangre, de crimen 
y de opresión y barbarie”. 
Sarmiento, en sus notas comoboletinero del Ejército Grande, critica ácidamente la elección del sitio 
en la vega del río, la enorme inversión para terraplenamientos, los sistemas de forestación, drenajes 
y riego, y la tecnología de pavimentación. 
Encuentra más dificultades que beneficios, y concluye que aquellas son “el resultado de ignorar el 
gaucho estúpido, las leyes del nivel de las aguas y la composición química de la conchilla”. En lo 
que respecta a la arquitectura opinaba que “el aprendiz omnipotente era aún más negado que en 
jardinería y ornamentación”, criticando la implantación del edificio sobre dos calles “como la 
esquina del pulpero de Buenos Aires… en lugar de tener exposición al frente por medio de un prado 
inglés con sotillos de árboles” (!). Asimismo observa que la ubicación de la cocina, exenta y anexa 
a la entrada principal, es un signo de “reminiscencia estanciera”, mientras que los arcos reposando 
en “columnas sin base ni friso, sino en aquel bigotito de ladrillo salido” denotan un diseño propio de 
albañiles. En su clásico tono irónico, concluye Sarmiento, en que “toda la novedad, toda la ciencia 
política de Rosas estaba en Palermo visible en muchas chimeneítas ficticias, muchos arquitos, 
muchos naranjitos, muchos sauces llorones”, y lamenta que el Brigadier no haya sido hijo de una 
sociedad culta como Luis XIV, que dejó obras como Versailles. 
Refiriéndose al conjunto de obras de la Federación (arquitectura doméstica, en Revista de 
Ciencias, Artes y Letras, Buenos Aires, 15 octubre 1879), dice que “la arquitectura toma formas 
determinadas, se cristaliza y se detiene, repitiéndose la construcción en azotea con reja de hierro por 
coronación en lugar de balaustrada, uniformizándose toda la ciudad”. Allí mismo plantea que habrá 
que esperar la década Mitre para que el arquitecto sustituya al albañil y desaparezcan las casas de 
azotea, “indignas de un pueblo libre, ya que al igual que el toldo y el rancho, son formas plásticas 
del salvaje, del árabe”. Y advierte que solo la inmigración extranjera pudo romper la tradición 
“oriental” que Rosas había fijado. 
También Eduardo Schiaffino se pronuncia sobre la arquitectura de la Federación. En su ensayo “El 
arte en Buenos Aires” (publicado en La Biblioteca, año I, tomo I, junio 1986) opinaba que “en 
materia de gusto arquitectónico habíase producido una depresión, que llevó a la decadencia” y 
marcaba que se había pasado de la “parsimonia artística de la colonia al límite extremo de la 
indigencia”, criticando los techos con tirantes de palma visibles, los pisos de baldosa y ladrillos, y el 
“morisco blanqueo con agua de cal”. Claro ¡no eran tecnologías de punta!, pues 
consideraba moderno “a todo lo que se enfrente y supere al pasado rosista… todo lo que viene de 
Europa y lo que no es simple”. 
Como se ve, las criticas de la intelectualidad europeizante fueron constantes. 
En otro testimonio, José Mármol catalogaba al edificio de “serrallo turco” y Benjamín Vicuña 
Mackenna lo ve como “un Versailles de pacotilla”, como “un sitio más triste que cementerio, digno 
de su fama y de su autor”. Y, finalmente, William Hadfield, un europeo en serio (espía inglés, para 
más datos) lo tildó de “decadente, sin gusto, utilidad, ni diseño arquitectónico”. 
Está latente en todos estos juicios, la intención de transferir a la arquitectura los postulados de 
la modernización positivista, caracterizada por su pretendido carácter universal, su etnocentrismo, 
su dicotomía simplificadora (bárbaros-civilizados, tradicionales-modernos); descalificando 
cualquier intento de generar una modernidad nacional-popular que conciba el progreso desde la 
propia experiencia. 
Pocas fueron las voces que se alzaron para la preservación del sitio. Justo es decir que el propio 
Sarmiento, a pesar de su juicio crítico hacia la obra, defendió la reutilización de la quinta como 
paseo público, en memorable polémica con Rawson en las sesiones del Senado de 1874; recicló el 
edificio con usos diversos (Colegio Militar, Escuela Naval, etcétera); protestó por las 
modificaciones que se hicieron cerrando los arcos de las galerías, transformándolo en un “palomar” 
(decía), y juzgando estos cambios como propios de la “barbarie de la generación que le ha sucedido 
(a Rosas) exenta de toda noción y pudor arquitectónico”. Y en el mismo artículo, fechado en Zárate, 
el 25 de febrero de 1885, rogaba (¿intuía algo?) que no se derrumbara “la construcción bárbara del 
tirano, notable y digna de conservarse por su originalidad arquitectónica, como por su importancia 
histórica”. 
 
Residencia del Brigadier General don Juan Manuel de Rosas en Palermo de San Benito, Buenos 
Aires, 1838-1848, obra de Miguel Cabrera erróneamente atribuido a Felipe Senillosa (foto 
Witcomb, c. 1890) 
Vindicación 
Palermo de San Benito era más que un edificio. Era una intervención de diseño ambiental dispuesta 
en un área previamente acondicionada de 541 has. En la intersección de las actuales avenidas Del 
Libertador y Sarmiento se ubicaba el edificio principal (Caserón). 
Hacia 1838 se comienzan obras en una pequeña vivienda existente, de planta en “H”, con posible 
intervención del maestro Santos Sartorio, embrión del Caserón que construyó, a partir de 1843, don 
Miguel Cabrera, con la decisiva y activa intervención de Juan Manuel de Rosas. Tradicionalmente 
se adjudicó la autoría de la obra a Felipe Senillosa, pero tras una paciente investigación hemos 
llegado a reunir documentos que avalan lo afirmado más arriba. 
El hecho es que entre los tres levantaron un edificio de una planta de 76 x 78 metros de lado, de 
formas sencillas, remedo de una gran casona de estancia—arquitectura con la cual Rosas tenía una 
larga historia de interrelación— que puede resumirse en una serie de cuartos que rodeaban un patio, 
todo ello envuelto por dentro y por fuera con pórticos y arcos de medio punto. En las cuatro 
esquinas había torreones o cuartos anexos, algunos descubiertos y otro destinado a la Capilla de San 
Benito. En 1848, el edificio había sido concluido. 
Si bien toda intervención arquitectónica violenta la naturaleza, sabemos que se puede operar en ella 
con respeto y equilibrio, en armonía con el contexto existente. Palermo de San Benito es una prueba 
acabada de esta posición. Se lo puede calificar como un proyecto ecológico en gran escala, de 
carácter habitacional – productivo – recreativo, y abierto al uso público. Salvo algunas 
modificaciones de nivel y una retícula de drenaje, se respetaron los aspectos esenciales del sitio, se 
aprovecharon los cursos de agua existentes (arroyo Maldonado, Zanjón de Palermo y de Manuelita), 
se integró la costa del río, se destinó un área para el cultivo de frutales de largo arraigo en la región 
(duraznero, naranjo, higuera, manzano), se respetó la forestación existente incrementándola con 
ejemplares de la flora autóctona (ombú, ceibo, tala, sauce), y se instaló un plantel de animales de la 
fauna nacional, como antecedente inmediato del Jardín Zoológico Municipal. 
He aquí planteada una clara diferencia con los cascos de estancia neoclasicistas e historicistas que a 
partir de 1870 comienzan a instalarse en la pampa, o con las mansiones pintorequistas de la oligar-
quía porteña de Mar del Plata. Todas ellas imitando palacios borbónicos, cháteaux del Loire 
o cottages ingleses; transculturaciones forzadas, violentas imposiciones ambientadas diseñando un 
entorno natural también exótico, un micropaisaje superpuesto al paisaje pampeano. 
Ni más ni menos que el prado inglés que sugería Sarmiento o los jardines a la francesa que diseña 
Thays en 1900 sobre los restos del Caserón. 
Con respecto al edificio principal o residencia, podemos decir que se trata de la obra de 
arquitectura más importante del primer medio siglo argentino, inscribiéndose en una corriente 
que significó el primer intento de una arquitectura nacional que, sin rechazar los aportes de la 
cultura universal, seplanteaba recuperar valores propios, en contraposición a una arquitectura de 
injerto. 
Ramón Gutiérrez al referirse al período, nos habla de que primaba la conciencia de nación por 
encima de la importación de modelos, en oposición a la producción arquitectónica rivadaviana. 
Podríamos decir que se trata de una arquitectura austera, franca, esencia, casi de partido; todas 
características de la arquitectura tradicional pampeana. La impronta hispánica, expresada en las ar-
querías, el patio y el encalado —que pronto abandonarían las elites porteñas cultas— se combina 
con las formas clásicas preconizadas por los tratadistas. Esto se observa en el diseño de la planta, de 
raíz renacentista, claramente comparable con la del Poggio Reale de Nápoles, diseñado por 
Giuliano da Sangallo en 1488. Reflexionando sobre este punto, vemos que no existe contradicción 
entre la composición de las obras de Sangallo (ese manejo de volúmenes elementales para 
configurar un edificio, en el que cada una de las partes expresa su pertenencia a una entidad mayor 
y unitaria) por un lado; y los patrones de disposición de volúmenes, así como la chatura o allana-
miento de las siluetas, propios de la arquitectura pampeana. 
En suma, estamos en presencia de una búsqueda de identidad por ajuste consciente de lo propio y 
lo apropiado. 
También es indudable la solidez profesional, práctica y teórica, de uno de sus probables autores: 
Sartorio (denostado injustamente por Carlos Pellegrini quien lo llamó “pobre y desgraciado 
albañil”). Así lo atestiguan sus obras y su testamentaría, donde aparecen desde las obras de 
Winckelman a las de Palladio y Durand. 
Del maestro mayor Miguel Cabrera se podría decir lo mismo, a juzgar por testimonios de época, 
aunque todavía sabemos muy poco, pues junto con Zucchi, Mossotti y otros pertenece al grupo de 
los interdictos a quienes también habrá que vindicar. 
Rescate 
El proyecto de exploración y rescate forma parte de las investigaciones del Instituto de Arte 
Americano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. 
Los trabajos emprendidos en 1985 por el equipo que dirigimos tuvieron como objetivos: 
1. El rescate de un patrimonio cultural de importancia que había sido ocultado y olvidado por 
intereses políticos; algo así como una reparación histórica. 
2. Promover el interés popular e institucional por este tipo de operaciones, como defensa de los 
testimonios que conforman la memoria colectiva. 
3. Formar un equipo interesado en nuevas técnicas de investigación en la historia de la 
arquitectura urbana, demostrando la viabilidad de la arqueología como apoyo sustancial para 
construir dicha historia. 
4. Reconstruir mediante la información documental y arqueológica las condiciones de vida de 
los usuarios del edificio, corroborar sus cambios, sus técnicas constructivas y las actividades 
desarrolladas en su interior. 
5. Precisar con exactitud la ubicación, planta y alzados del edificio, dado que no existe el 
proyecto original, sino tan solo los planos posteriores a 1892. 
6. Obtener información fidedigna sobre el autor o autores del edificio. 
7. Reabrir el estudio iniciado por Horacio Pando en 1964, sobre bases documentales. 
Para la concreción del proyecto se obtuvo un permiso de la Dirección General de Paseos de la 
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, y paralelamente se inició una primera etapa de 
búsqueda documental y fotográfica, así como consultas a especialistas. 
Luego formamos el equipo base de excavación y el equipo de asesores (restauración, química de 
materiales, suelos, cerámica histórica, etcétera). 
El trabajo de campo se inició con un remapeo de la plaza, superposición de fotos y planimetrías 
antiguas con las actuales, y constó de 5 operaciones o áreas de exploración. Procedimos a 
determinar un nivel cero y cuadricular la zona; y como campamento base instalamos una carpa y un 
tendido de lona bajo el cual trabajar y estudiar los materiales. Las tareas de la excavación misma 
llevaron 15 días de trabajo continuo, por parte de alumnos y arquitectos jóvenes de la FAU-UBA. 
Lamentablemente de esos 15 días llovieron 10, lo que produjo enormes inconvenientes; los pozos se 
inundaban y la estadía se hacia difícil en el barro. A esto se sumaba la presión externa para que 
mostráramos prontos resultados, las dubitaciones a nivel oficial (no olvidemos que estábamos 
hurgando un tabú), la expectativa de cada especialista. Fue aquí donde el interés de la prensa oral, 
escrita y televisiva, así como la colaboración y el aliento popular (3.000 visitantes diarios) nos hi-
cieron sacar fuerzas de flaquezas. 
Las características del derrumbe —por dinamita— y las operaciones de ocultamiento posteriores, 
no permitieron un trabajo arqueológico ortodoxo y fechar por estratigrafía se hizo casi imposible. 
Finalmente logramos gran parte de datos arqueológicos y toda la información arquitectónica 
buscada. Allí encontramos cimentaciones de 2 m de profundidad. parte de la mampostería de 
elevación, partes de frisos, herrajes, etcétera. 
Tras esta primera etapa exploratoria, con los datos obtenidos, emprendimos una investigación de 
gabinete sobre aspectos no conocidos del edificio: etapas de construcción, identidad de los autores, 
modo de uso de la quinta y el edificio, refecciones, lindes del predio, etc. Con estos datos, 
construimos una maqueta del Caserón a escala 1:75 con total ajuste a los resultados de la 
investigación. 
En 1988 tenemos programada una segunda etapa exploratoria con los siguientes objetivos: 
 Averiguación de las dimensiones exactas de la totalidad del edificio. 
 Obtención de datos sobre la primera etapa de la construcción (¿refección Santos Sartorio?) 
donde se encontraban las habitaciones de Manuela y Juan Manuel de Rosas, y sobre la 2a 
etapa (autor Miguel Cabrera). 
 Estratigrafías precisas en pozos arqueológicos experimentales. En una etapa final nuestra 
propuesta apunta a: 
 Consolidación y restauración de un sector (quizás una cuarta parte del edificio). 
 Puesta en valor: a) obras de preservación (cubiertas, bordes de contención de aguas 
superficiales, etcétera). b) Obras para exposición pública (taludes, barandas, pasarelas, 
iluminación, referencias gráficas e históricas, etcétera) y c) Completamiento virtual de 
volúmenes, con un entramado metálico abierto que recomponga, mediante aristas y perfiles, 
partes inexistentes del Caserón. 
De la combinación de restos arqueológicos y estereotrama, se obtendrá una mejor comprensión de 
forma y escala por parte de los visitantes, así como una reparación al acto de vandalismo cultural 
de 1899. 
Estas obras, integradas a la jardinería y monumentos adyacentes —estatua de Sarmiento y Aromo 
del Perdón— constituirán un conjunto histórico en pleno corazón de Palermo (en la esquina este 
de Av. del Libertador y Av. Sarmiento). 
Todo ello con el criterio de una obra de preservación activa integrando monumentos y actividades 
propias del parque. Resulta claro que estamos ante un caso atípico de preservación. Aquí se ha 
operado una destrucción deliberada, seguida de un inmediato ocultamiento de los restos 
arquitectónicos y un des-diseño o rediseño del paisaje, borrando trazas, referencias y pistas. Una 
típica operación amnéstica planificada. 
Por suerte, la torpeza y el apuro hicieron que la operación fuera desprolija, y permitió la 
intervención de des-cubrimiento y rescate de importantes restos de edificación. 
La necedad tuvo límites, pues la remoción total hubiera sido titánica y no se animaron a construir un 
basamento de 5.500 m
2
 para la estatua de Sarmiento. 
Esperamos concluir esta tarea como acción viva y de futuro, que nada tiene que ver con la nostalgia, 
con los componentes de una memoria apagada y muerta. 
 
Maqueta realizada por el equipo de investigación del Instituto de Arte Americano e Investigaciones 
Estéticas “Mario J. Buschiazzo”, 1986(Escala 1:75)

Continuar navegando