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¿Listo para desafiar 
tus creencias? 
APRENDA A CO-CREAR SU REALIDAD 
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Copyright © 2020 
Todos los derechos reservados y protegidos por la Ley 9.610 de 
19/02/1998. Está prohibida la reproducción y transmisión de este 
libro, aunque parcialmente, por cualquier proceso, sin la previa 
autorización por escrito del autor. 
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Índice 
 
Capítulo 1: ¿Cómo funcionan los pensamientos? ........................... 4 
Capítulo 2: ¿Qué son las emociones? ............................................... 18 
Capítulo 3: ¿Qué es la acción? ........................................................... 27 
Capítulo 4: ¿Para qué nos sirve el miedo? ...................................... 36 
Capítulo 5: ¿Por qué son importantes los mentores? .................. 42 
Capítulo 6: ¿Cómo aprender de los errores? .................................. 47 
Capítulo 7: ¿Cómo tomar buenas decisiones? ................................ 51 
Capítulo 8: ¿Por qué hay que cultivar la gratitud? ....................... 58 
Reflexión Final ..................................................................................... 69 
 
 
 
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Introducción 
 
 
 
¡Bienvenid@! Gracias por adquirir nuestro libro. Felicidades, 
porque has tomado acción. Con la lectura de este libro, 
entrarás en el mundo del autoconocimiento, lo que te 
conectará con tus pensamientos y emociones, y te hará 
tomar mejores decisiones. 
En este viaje por tu mente, ganarás consciencia sobre tus 
acciones, aprenderás el valor de un buen mentor, cómo 
aprender de tus errores, y el valor de ser agradecido. 
Esperamos que lo disfrutes tanto como nosotros 
escribiéndolo. 
¡Gracias, y buen viaje! 
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Capítulo 1: ¿Cómo funcionan los 
pensamientos? 
 
 
 
 
Los pensamientos son tu herramienta más importante para 
lograr el éxito. De ellos dependerá si triunfas o fracasas. Los 
pensamientos que generas son responsables de las emociones 
que experimentas, y estas emociones son las que te hacen 
tomar las decisiones en tu vida. Entender esta noción tan 
simple y clara puede ser la semilla de un cambio 
extraordinario en tu mente. Sin embargo, es necesario 
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explayar en el tema para comprenderlo en profundidad, pues 
aunque simple, no es fácil llevarlo a la práctica. 
Tú cerebro genera miles de pensamientos cada día. Estos 
pensamientos forman parte de tu interpretación de la 
realidad. ¿Qué significa esto? Que tus pensamientos son tu 
vínculo con la realidad. Esto les confiere una importancia 
absoluta y vital en tu vida. A pesar de esto, nadie nos enseña 
cuando somos pequeños a controlar el flujo de pensamientos 
que nuestra cabeza crea diariamente. Es por eso, que cuando 
llegamos a la adultez, ya no somos dueños de nuestros 
pensamientos, si no sus esclavos. 
Paul MacLean, un relevante neurocientífico norteamericano, 
determinó que existen tres tipos de cerebros dentro de 
nuestra cabeza, cada uno con diferentes funciones y objetivos. 
El cerebro reptil, el más primitivo, es el que regula los 
elementos básicos de supervivencia, y es por lo tanto 
instintivo y compulsivo. El cerebro paleomamífero es el que 
hace interactuar el cerebro reptil con el mundo externo, 
generando algunas emociones básicas como la atracción 
sexual, por ejemplo. Por último, el cerebro neomamífero o 
neocorteza, regula las emociones basadas en las 
interpretaciones del mundo inmediato. 
Es usual que utilicemos predominantemente el cerebro reptil. 
Esto es una desventaja, pues dejar que nos guíen nuestros 
pensamientos más primitivos sólo puede significar que nos 
estancaremos siempre en el mismo lugar, tropezaremos con la 
misma piedra una y mil veces. ¿Y por qué? Porque más allá de 
nuestras necesidades básicas, los seres humanos tenemos que 
satisfacer nuestras necesidades emocionales, y a largo plazo, 
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las espirituales también. ¿Qué significa esto? Qué tenemos 
que hacer lo que queremos para sentirnos bien. 
Sería de mucha más utilidad usar la neocorteza, pues como 
veremos en el Capítulo 4, el ser humano ha evolucionado 
desde la época de las cavernas y vivimos ahora en sociedades 
complejas en las que no basta tener agudos instintos para 
sobrevivir. En cambio, contamos con un abanico de 
emociones ampliamente desarrollado que nos permite 
interpretar el mundo a partir de nuestra experiencia. Pero 
utilizar nuestra mente a nuestro favor no es tarea fácil: 
primero hay que averiguar como actúa. 
La interpretación de la realidad es un concepto en apariencia 
complejo, pero muy aplicable a la realidad. Podríamos ponerlo 
de este modo: La realidad es neutra, lo subjetivo es nuestra 
interpretación de la misma. Es decir, no existe una realidad 
mísera y falta de oportunidades, somos nosotros los que 
elegimos verla así. ¿Es acaso nuestra culpa no poder ver el 
brillo de la vida real? No, por supuesto que no. Pero es nuestra 
responsabilidad romper con los preceptos que nos han 
enseñado, para alcanzar la mejor versión de nosotros mismos. 
A menudo actuamos de manera inconsciente, como 
programados en nuestra vida cotidiana. La rutina nos pone en 
un modo “piloto automático”, que nos impide observar con 
claridad nuestros pensamientos predominantes. Desligarnos 
de nuestros pensamientos puede hacernos caer en patrones de 
comportamiento indeseados, los cuales nos limitan. Estas 
limitaciones surgen del hecho de que no hay acción sin 
pensamiento. La prueba de la importancia de prestarle 
atención a los pensamientos es que si no lo hacemos, 
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terminamos actuando para cumplir los deseos de otras 
personas, que sí tienen en claro lo que quieren. 
Somos generadores de pensamiento. Nuestros pensamientos 
son nuestra arma más poderosa, y no es casualidad que no se 
nos enseñe como utilizarlos a nuestra conveniencia. Quizás 
sería un caos si todos viviéramos impulsados por 
pensamientos potentes, dirigidos hacia nuestros objetivos. O 
quizás podríamos conseguir una sociedad más armónica, con 
cada uno de nosotros viviendo de acuerdo con nuestra propia 
voluntad. De todas formas, para conseguir la vida que 
queremos vivir debemos, en primer lugar, prestarle atención 
a lo que pensamos. 
Para lograr esto, debemos enfrentar antes que nada aquellos 
pensamientos que están enraizados en nuestras mentes. 
Aquellos que nos plantaron como semillas en nuestra cabeza 
y el tiempo no ha hecho otra cosa que echarles agua, hacerlos 
crecer. Esta es la parte más difícil del proceso, pero también la 
más importante. Primero, porque una vez que empecemos, 
seguir será sólo cuestión de no dejarnos estar, de no perder lo 
que hemos logrado. Y aunque esto no es poca cosa (y se 
hablará más adelante) la clave es conseguir el cambio inicial. 
Como decíamos, enfrentar nuestros pensamientos más 
recurrentes y enquistados es la clave para una mente más sana 
y por lo tanto, una vida más satisfactoria. Es profundamente 
liberador, y por esa misma razón genera tanto miedo y 
muchas personas prefieren continuar con la mediocridad. La 
libertad asusta, porque es un signo de madurez, porque 
implica responsabilidad. La pregunta entonces es ¿prefieres la 
responsabilidad de actuar bajo tus propias reglas, o la 
responsabilidad “prestada” de perseguir los sueños de otros? 
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Seguro que es más cómodo optar por la segunda, pero los 
pensamientos que reprimimos aparecen tarde o temprano en 
nuestras vidas, y la segunda vez no golpean la puerta antes de 
entrar. 
Decidir libremente el rumbo de nuestras vidas es algo que 
todos deberíamos lograr para ser felices. Es un paso crucial, 
un salto que hacemos por nuestra cuenta solamente, 
guiándonos por nuestra corazonada y la denadie más. Porque 
nadie puede ser feliz si sus decisiones las están tomando sus 
padres, su pareja, su jefe. 
Por supuesto, no es tan fácil como suena. Para saber que es lo 
que queremos no basta con seguir nuestros impulsos. 
Necesitamos, antes de actuar, pensar, y justamente es lo que 
estamos aprendiendo a hacer en este libro. Hay muchas 
formas de pensar, y como veremos en el Capítulo 5, según el 
mentor que elijamos aprenderemos una u otra forma. Pero 
todas tienen el mismo objetivo: pulir nuestros actos, hacerlos 
más certeros, lograr que nuestra mente y nuestras acciones 
estén en consonancia. 
Un consejo, valioso como el oro, es empezar a escribir. La 
importancia de la escritura en el proceso de pensar es similar 
a la de las piernas al caminar. Considérate afortunado por 
saber leer y escribir, es una ventaja invaluable, cuyo único 
problema es que cuando nos enseñan a hacerlo, no nos 
enseñan a usarla a nuestro favor. 
Leer y escribir son dos herramientas complementarias, no 
tendría sentido aprender una sin la otra. Leer nos permite 
aprender de los errores que otros ya cometieron, para evitar 
que nosotros los cometamos también. Por eso, como leerás 
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más adelante, consideramos un libro como un mentor tan 
válido como cualquier persona exitosa. La lectura nos permite 
conectarnos con el mundo de una forma más sabia, más útil. 
Escribir, por su parte, es lo que nos permite bajar a tierra los 
conocimientos que aprendemos leyendo. Y también, los que 
no aprendemos leyendo, si no por el simple hecho de vivir, de 
nuestra experiencia. Gracias a la escritura podemos ordenar el 
desorden de nuestra mente, los miles de pensamientos que 
generamos cada segundo, cada uno tan fuerte que aún no 
comprendemos del todo, verdaderos imanes dentro de 
nuestra cabeza. 
La ley de la atracción actúa, como escribe Rhonda Byrne en 
“El Secreto”, creamos o no creamos en ella. Lo semejante atrae 
lo semejante. Y si más personas supieran esto, no veríamos 
tanto autodesprecio en nuestro día a día. Lo que pensamos, lo 
atraemos, y lo que atraemos, lo repetimos. La repetición de 
patrones negativos genera vidas infelices. Es así de simple. Por 
eso, para cambiar, primero hay que cambiar nuestros 
pensamientos, hacer que esa fuerza imparable trabaje a 
nuestro favor. 
¿Por qué nos hacen escribir miles de palabras, miles de 
oraciones, en la escuela? Porque el sistema educativo está 
diseñado para esclavizar a los alumnos. Si les decimos que es 
lo que tienen que escribir, les estamos diciendo que es lo que 
tienen que pensar. Pero la mayoría de las personas no 
entienden esto. Creen que algún día les servirán los 
conocimientos en tal una cantidad de materias que, 
honestamente, no hacen más que distraer al alumno de lo que 
realmente es importante. 
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No es casualidad que no se nos enseñe sobre emociones, sobre 
pensamientos, sobre acciones en la escuela. El sistema 
educativo no está diseñado para generar personas satisfechas 
y felices, si no personas obedientes y productivas. Y no hay 
nada malo en ser productivo, simplemente hay que tener en 
cuenta que se nos forma para ser productivos para otras 
personas, nos convierten en herramientas para los sueños de 
otras personas más despiertas que nosotros. 
Si nuestro objetivo es ser un empleado en relación de 
dependencia, aprender todas estas cosas nos puede servir, nos 
puede sumar a nuestro currículum. Pero incluso un empleado 
podría rendir más y llevar una vida más llena si aprendiera 
sobre todas las cuestiones que el sistema educativo no toma 
en cuenta. ¿Cómo es posible trabajar con ánimo y motivación 
si no sabemos como reaccionar ante una infidelidad, o ante la 
pérdida de un ser querido? 
Ya que la escuela no nos enseña sobre estas cosas, es nuestra 
responsabilidad, no solo como emprendedores o empleados, 
si no como personas, el educarnos en materia emocional y 
mental. Para evitar caer en el resentimiento, un veneno 
mucho más peligroso que el cianuro, mucho más dañino a 
largo plazo. Cuando vivamos bajo nuestras propias reglas, 
ganaremos aunque perdamos, porque sabremos que nosotros 
elegimos el camino. 
 
Práctica: Prueba escribir tu día perfecto. No ahorres 
detalles, siente lo que escribes, no tengas miedo de 
imaginar cómo sería un día en el que todo te saliera bien, 
donde termines el día satisfecho y feliz. Cuando termines, 
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guarda el papel y léelo dos veces al día, una antes de 
dormir y la otra por la mañana, después de despertar. 
Estarás reconfigurando tu cerebro, por el arte de la 
repetición, y eventualmente tu mente se sentirá a gusto 
con los pensamientos que te hagan sentir bien y generará 
más iguales. 
 
La escritura como medio de alcanzar lo que queremos es un 
tema ignorado, pero no tanto como lo es la escritura como 
método de catarsis. Cuando dijimos que enfrentar nuestros 
pensamientos más enraizados era el principio de cualquier 
cambio de vida, no habíamos aclarado que la herramienta más 
poderosa con la que contamos es el lápiz y el papel. Sería 
imposible romper por nuestra cuenta con las barreras que 
nuestra mente creó para proteger esos pensamientos que nos 
pueden haber salvado la vida hace miles de años, pero ahora 
solo nos inmovilizan y nos hacen tomar malas decisiones. Es 
muy difícil cambiar nuestro estado de ánimo simplemente 
tratando de reemplazar los malos pensamientos por buenos 
pensamientos. 
Por eso, antes de llenar nuestra cabeza de vibraciones 
positivas, tenemos que sacar la basura. Y no es tarea fácil, pero 
para eso vamos a escribir. Verás, cuando escribimos estamos 
sacando para afuera lo que está adentro, estamos sublimando, 
en términos psicológicos. ¿Qué significa esto? Que estamos 
transformando nuestra energía, nuestra libido, en algo 
productivo. Y ya veremos porque se siente tan bien hacerlo, 
en el Capítulo 3, cuando hablemos de la acción. Pero por 
ahora, estudiaremos que ocurre con nuestros pensamientos 
cuando escribimos. 
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Hacerle frente a lo que pensamos nos hará tomar mejores 
decisiones, pues aunque estemos llenos de buenas 
intenciones, a veces nuestro cerebro nos juega una mala 
pasada. Lo que hacemos sin pensar nos persigue. Imaginemos 
que nuestra mente es una fábrica, donde se construyen a 
diario miles de pensamientos. ¿Qué clase de fábrica iría contra 
las intenciones de su dueño? Pues, una fábrica donde sus 
trabajadores no han sido correctamente educados en el 
proceso productivo. 
Nosotros somos, al mismo tiempo, dueños y trabajadores de 
nuestra fábrica. Como dueños, tomamos las decisiones de 
nuestra vida, y como trabajadores, actuamos para lograrlas. 
Pero a veces, nos acomodamos en la posición del dueño y nos 
olvidamos de como trabajar, de como llevar a cabo nuestros 
deseos. Esta trampa mental es la que controla al 90% de la 
población mundial. El 10% restante se despertó y entiende que 
si las acciones contradicen los deseos, es momento de cambiar 
los pensamientos. 
No seremos dueños de nuestra vida mientras seamos esclavos 
de nuestros pensamientos. Esta frase es tan simple como 
importante. Tenerla en cuenta es clave para entender por qué 
hemos fallado tantas veces, cuando hemos estado 
convencidos de que hacíamos las cosas bien, las cosas 
correctas para lograr lo que queríamos. Es un misterio lo que 
ocurre en cada momento dentro de nuestra mente, pero con 
la escritura podemos acercarnos bastante y aprender mucho 
sobre nosotros mismos. 
Para empezar, tenemos que pensar en las preguntas que 
queremos responder sobre nuestra vida. ¿Quién no quiere 
saber quién lo controla, por ejemplo? Pregúntatelo, y cuando 
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estés listo respóndelo. Escribir es terapéutico porque nos hace 
salir del lío que tenemos acá arriba, en nuestras cabezas. Nos 
obliga a pensarordenadamente, a poner en perspectiva lo que 
pensamos. 
 
Práctica: Escribe en una hoja de papel la siguiente 
pregunta: “¿Qué es lo que necesito ahora mismo?” 
Responde, con sinceridad, la respuesta que creas 
correcta. A continuación, repregúntate sobre la 
respuesta. Es decir, escribe “¿Es decir qué necesitas (tu 
respuesta)?”. Cuando hayas hecho esto, responde a esta 
repregunta. Continúa expandiendo la cantidad de 
preguntas y respuestas. Este es un método usado en 
interrogatorios, pues su objetivo es llegar a nuestro 
pensamiento inconsciente. Al repreguntarnos sobre 
nuestras primeras respuestas, estamos haciendo 
trabajar nuestra mente para que nos diga la verdad. 
 
Además, está el factor tiempo. Escribir repetidamente en un 
período determinado, por ejemplo un mes, nos puede 
iluminar sobre nuestros patrones de pensamiento en el largo 
plazo. Podemos recordar como nos sentimos ante una 
situación determinada, y descubrir que nos estamos sintiendo 
igual. Podemos darnos cuenta de que nuestros patrones de 
pensamientos están directamente relacionados con nuestras 
acciones. 
Podemos descubrir entonces, que cuando nos sentimos tristes 
tendemos a escapar del problema que nos genera la tristeza 
en vez de sostenerlo, de tratar de entenderlo, y que justamente 
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ese escape es la razón por la que el pensamiento vuelve a 
aparecer una y otra vez. También podemos descubrir que 
cuando estamos felices, nos arriesgamos más, tomamos las 
riendas de nuestra vida, aunque sea momentáneamente. 
El autoconocimiento es un paso esencial, que toda persona 
debe tomar para tomar control de sus acciones. Podemos 
fingir ser un personaje durante un tiempo, pero si no nos 
conocemos, el mundo nos pasará por encima. La gente se da 
cuenta cuando una persona está actuando por imitación o 
cuando está guiada por algo más profundo. Las acciones que 
toman las personas inseguras terminan siendo puro humo, las 
palabras terminan reemplazando las acciones y esto lleva a 
períodos de tristeza y decepción. 
Es por eso que debemos tomar el control de nuestros 
pensamientos. Quizás es molesto al principio, porque estamos 
echándole a un vistazo a un sistema que ha estado durante 
años en piloto automático, las cosas siempre se han manejado 
de esa forma, y es difícil hacer un cambio. Como dijimos al 
principio del capítulo, estamos acostumbrados a guiarnos por 
el cerebro reptil, el más impulsivo y primitivo de los tres. Es 
decir, incluso a nivel físico nuestro cerebro se ha desarrollado 
de tal forma que no estamos acostumbrados a pensar fuera de 
nuestros patrones habituales. 
Pero podemos realizar cambios, primero pequeños, luego más 
relevantes. Todo es cuestión de tener disciplina. Queramos o 
no, lo que pensamos se retroalimenta como el acople de un 
micrófono y un parlante. Nuestros pensamientos se 
multiplican, por eso parece una tarea imposible desafiar 
patrones, hábitos que han estado instalados en nuestro 
sistema por años. Pero esas cascadas de pensamientos fueron 
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en su momento sólo gotas de agua, y de la misma forma, con 
gotas de agua podemos pararlas. 
Pero antes de suplantar lo negativo con lo negativo, como 
recomiendan los gurús de la auto ayuda, es necesario un 
momento de catarsis. Necesitamos comprender de donde 
vienen estos patrones pensamientos, para luego canalizarlos, 
usar su fuerza para algo productivo que nos satisfaga y nos 
haga felices. Antes de usar a nuestro favor la poderosa energía 
que estos pensamientos de autosabotaje están ejerciendo en 
nuestra contra, tenemos que volver al lugar desde el que 
empezaron y cambiar las cosas. 
Es, hasta cierto punto, como volver en el tiempo. Menos 
divertido, quizás, que en las películas, pero seguro que mucho 
más fructífero. Volvemos al lugar en el que nos dañaron, en el 
que fallamos, por complicado que parezca, y aceptamos como 
nos influenció. Muchas veces el problema que nos está 
controlando es mucho más pequeño de lo que pensamos, pero 
el hecho de no aceptarlo lo hace más grande, más poderoso. 
Es que, como veremos en el Capítulo 6, sobre los errores nos 
han dicho muchas cosas. Nos han sacado la posibilidad de 
fallar, lo que hace que cuando fallamos no reconozcamos qué 
es lo que lo causó, y por lo tanto estamos condenados a repetir 
el mismo error una y otra vez. 
Debemos ir contra nuestro orgullo para liberarnos, debemos 
romper con el río de pensamientos negativos que generó 
nuestra ruptura, la pérdida del trabajo, ese examen 
desaprobado, la muerte de aquel ser querido. Pero primero, 
tenemos que aceptar que el río existe. 
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Cuando hayamos logrado esta tarea, estaremos listos para 
hacer actuar a nuestro favor la corriente. Seremos libres, o al 
menos sabremos con certeza quién o qué es nuestro amo. La 
catarsis rompe con la línea recta que es nuestra vida, la mueve, 
la desordena para bien. Nos despertamos, y aunque es 
doloroso, es ir hacia adelante, y solo yendo hacia adelante 
haremos nuestro propio camino. La madurez que requiere tal 
decisión es prueba suficiente de que estamos listos para 
despertar. 
El siguiente paso, luego de escribir nuestros demonios y 
hacerles frente, es fijar nuestro rumbo, ahora que somos 
libres. Como ves, no es tan sencillo como quererlo, tenemos 
que saber como obtenerlo también. Pero si nuestros 
pensamientos nos acompañan, tenemos más de la mitad de la 
carrera corrida, más de la mitad del camino hecho. 
Tenemos que romper con nuestra realidad, porque el ver 
nuestra realidad repetida cada día de nuestra vida nos hace, 
justamente, repetirla, en la realidad y en nuestra mente. Por 
eso vamos a empezar a visualizar. Quien visualiza debe saber 
que las imágenes, por ejemplo las de una película o las que 
vemos cuando soñamos, son más poderosas que los 
pensamientos. O, mejor dicho, son obras de arte pintadas con 
pensamientos, son los pensamientos a la orden de nuestro 
deseo. 
Por eso tenemos que permitirnos buscar la inspiración en un 
lugar que no sea nuestra realidad cotidiana. Si nuestro cerebro 
está acostumbrado a ir todas las mañanas a un trabajo que 
detestamos, entonces los pensamientos que genere estarán al 
servicio de repetir esta rutina. Continuaremos estancados. 
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Pero, si nos despertamos lo suficiente para soñar, entonces 
podremos cambiar nuestra vida. 
 
Práctica: Cierra los ojos e imagina exactamente lo que 
quieres. El coche que sueñas tener, la pareja con la que te 
encantaría vivir, tu trabajo soñado. Lo que te atrevas a 
soñar, se hará posible. Como con el día soñado, es 
importante prestarle atención a los detalles. Aunque es 
difícil visualizar al principio, la repetición te hará un 
maestro. 
 
Cuando cambiemos la sintonía de nuestros pensamientos, 
comenzaremos a sentirnos capaces de tomar acciones que no 
tomaríamos de otra forma. Veremos oportunidades que antes 
no veíamos. Conoceremos personas a las que no les habríamos 
prestado atención antes, etcétera. Estaremos en sintonía con 
nuestros deseos. Estaremos marchando sobre nuestro camino. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Capítulo 2: ¿Qué son las emociones? 
 
 
 
Gestionar tus emociones correctamente es clave en el proceso 
de alcanzar el éxito. Si no controlas tus emociones, será muy 
difícil que consigas lo que quieres. Entonces, ¿qué significa 
gestionar? Básicamente, cuando sentimos ira, miedo, alegría, 
placer, nuestro cerebro nos está dando una señal. Esta señal 
puede sentirse mejor o peor, pero eso no significa que haya 
emociones más válidas que otras. 
Por ejemplo, llorar como consecuencia de sentirse triste es 
una muestra de debilidad, se nos enseña desde pequeños. Sin 
embargo, el sentirse triste es una señal de nuestro cerebro 
frente a un estímulo concreto de la realidad. Tragarse laslágrimas no resolverá ningún problema, al contrario, lo hará 
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más grande, y cuando esa emoción vuelva en el futuro no 
sabremos como procesarla. Un ejemplo de aprovechar un 
momento de tristeza sería tratar de captar el porqué de esta 
emoción, permitirse sentirla aunque parezca difícil, y 
prestarle atención. Lo más probable es que al entender de 
donde viene, podamos idear una mejor solución que 
pretender que no ocurre nada. 
Hagamos una analogía con el indicador de combustible de un 
coche: Sí el tanque está lleno, no nos preocupamos. Si el 
tanque está usando los últimos litros de gasolina estamos en 
problemas, entonces vamos a una estación de servicio y lo 
cargamos. Con las emociones ocurre algo similar, son los 
indicadores de nuestra vida. Si ignoráramos el tanque, nos 
estancaríamos. Si no escuchamos lo que nos dicen las 
emociones, también nos estancamos. Comprender este 
concepto a menudo ignorado es la clave para vivir una vida 
más satisfactoria y plena, y por lo tanto en el largo plazo tomar 
mejores decisiones. 
Entonces, sabiendo que nuestras emociones no son más que 
indicadores de nuestra percepción de la realidad, estamos en 
condiciones de utilizarlas para mejorar nuestra vida. A partir 
de este momento, no necesitaremos escondernos de las 
reacciones de nuestra mente, y por lo tanto nuestros 
pensamientos se agudizarán, serán más exactos, más útiles. El 
secreto del éxito es saber utilizar la energía disponible de la 
mejor manera posible. 
Con frecuencia caemos en los mismos hábitos a pesar de que 
queremos cambiarlos. Volver a fumar después de un par de 
meses de no hacerlo, regresar con una pareja con la que las 
cosas no funcionaron, son todos síntomas de la misma 
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enfermedad: el analfabetismo emocional. Olvidamos las cosas 
que nos causaban dolor y volvemos a intentar ir en la misma 
dirección para conseguir un resultado diferente, simplemente 
porque no sabemos cómo leer nuestras emociones. 
La realidad es que muchas veces nuestras emociones no son 
más que manifestaciones de pensamientos profundos e 
ignorados. Por ejemplo, podemos sentirnos tristes cuando 
escuchamos una canción, porque nos hace acordar a una 
persona que nos lastimó, o a una situación desagradable que 
nos tocó vivir. O incluso caminar por un lugar específico 
puede activar en nosotros emociones tan diversas como dolor, 
alegría o miedo. 
¿Por qué reaccionamos así ante estímulos aparentemente 
neutrales? Bueno, se lo debemos a nuestro instinto más 
primitivo, controlado por nuestro cerebro reptil. Debemos 
actuar para cambiar estas reacciones, lo cual no es fácil. A 
menudo hay pensamientos que están guardados en lugares 
tan profundos de nuestra mente que ni siquiera sabemos que 
están ahí. 
Es por esa razón que tenemos que aprender a controlar 
nuestros pensamientos. Las emociones no son más que 
respuestas a los pensamientos. Si lo pensamos, de hecho 
cuando reaccionamos frente a un peligro no reaccionamos 
frente a la situación en sí si no al pensamiento que la situación 
genera. 
Por ejemplo, si estamos en el coche y se nos cruza un perro, 
podemos tomar distintas acciones dependiendo del 
pensamiento que genere la situación. Si estamos demasiado 
cerca, nuestro cerebro puede gritarnos dos pensamientos. 
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Uno, “perro en frente, no hay maniobra posible, seguir de 
largo”. Otro, “perro en frente, tratar de esquivarlo”. Si estamos 
a una distancia razonable, se puede generar otro, “perro a 
unos metros, frenar inmediatamente”. 
Todos estos pensamientos generan acciones, reacciones, que 
tendrán consecuencia. Arrollar al perro puede ser extremo, 
pero si la situación lo precisa nos puede salvar la vida. 
Esquivarlo puede salvar la vida de ambos, o hacernos chocar 
contra un árbol u otra persona o coche. Por último, 
detenernos puede evitar empeorar la situación, pero si otro 
coche conducía justo detrás nuestro puede generar un 
accidente de tránsito. 
En cualquiera de los casos, el miedo, la emoción 
predominante en este tipo de situaciones, fue causada por un 
pensamiento, y esta emoción generó una acción. Podríamos 
pensar un caso menos extremo, como puede ser el conseguir 
pareja. Este es un terreno donde no se puede excluir a las 
emociones. La otra persona o nos gusta o no, no hay punto 
intermedio. Pero ¿qué causa estas atracciones? 
Si estamos en una buena situación personal, si nos gusta 
nuestra vida, es probable que inconscientemente estemos 
buscando una pareja para compartir nuestra felicidad. 
Buscaremos una persona que nos haga sentir bien, que le 
importe nuestros proyectos, nuestros deseos. Esto significa 
que las personas que nos van a generar las emociones más 
positivas van a ser las que se adecúen a nuestros pensamientos 
predominantes, los cuales en este caso son saludables. 
Pero puede resultar que nos encontremos en un momento 
terrible, no la estemos pasando nada bien. Quizás perdimos 
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un trabajo, quizás estamos haciendo el duelo por un ser 
querido que falleció, quizás simplemente el estrés de nuestra 
vida nos está agotando. En este caso, lo más probable es que 
nuestro cerebro busque una persona que nos haga sentir igual 
que como nos sentimos ahora. Una persona que nos entienda, 
por ejemplo. 
El problema de estar muy sumido en nuestra realidad es que 
no le estamos dando alternativas a nuestra mente para crear 
pensamientos diferentes a los que se están creando por 
nuestra situación. Y el no pensar en otras posibilidades más 
allá de lo que ya tenemos nos va a hacer “cristalizar” la 
situación, mantenerla en el tiempo. 
Es así, que si nos estamos sintiendo poco, si estamos pensando 
todo el tiempo en lo que no tenemos, lo que nos falta, nuestros 
fallos, no es más que natural que cuando encontremos una 
persona que encaje en este sombrío rompecabezas, nuestro 
cerebro nos diga que es la pareja adecuada. Porque tendemos 
a repetir lo que vemos, entonces si nos sentimos mal, 
buscaremos compañías que nos hagan sentir igual de mal o 
peor también. 
Este es el secreto de las personas que simplemente parecen 
tener mala suerte. No existe tal cosa como la mala suerte, 
nuestra interpretación de la realidad nos hace atraer 
realidades semejantes, complementos para lo que vemos 
como la situación predominante. Pero podemos cambiar estos 
patrones. 
Si nos encontramos en un momento difícil, lo más posible es 
que durante mucho tiempo hayamos dejado que las cosas nos 
pasaran en vez de ir a buscarlas. Esto no aplica en todos los 
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casos, la muerte de un familiar no es culpa de nadie, pero 
sabotear un proyecto lo es, alejarse de tus amigos lo es, 
desaprobar un examen lo es. Por eso es crucial entender que 
somos capitanes de nuestra nave, solo nosotros podemos 
elegir lo que nos pasa. 
Entonces, siguiendo con el ejemplo de más arriba, esta es la 
razón por la que las personas tristes atraen parejas 
disfuncionales y relaciones tóxicas. Si uno piensa y piensa, 
repetidamente, que no es digno de amor, entonces se 
cumplirá el deseo interno de fallar al encontrar una pareja 
saludable. Si, al contrario, cambiamos nuestros pensamientos 
predominantes para valorarnos como se debe, entonces 
empezaremos a encontrarnos atraídos a personas que quieren 
nuestro bienestar. 
Es decir, no estamos condenados a buscar dañarnos. Querer 
fumar cigarrillos y tomar alcohol son formas de lidiar con la 
ansiedad, formas negativas que aprendimos imitando a 
nuestros amigos, nuestros padres o a los personajes de las 
películas. De la misma forma, podríamos programar nuestro 
cerebro para que cuando se sienta agotado no busque 
destruirse aún más, si no hacer algo positivo como meditar o 
dar un paseo por el parque. 
Obviamente, esto es difícil, no es tarea de un solo día. Nuestra 
mentetardó años en aprender los hábitos que está repitiendo 
a diario, entonces no es cuestión de cambiar nuestros 
pensamientos predominantes un par de días y esperar el 
cambio. 
Este cambio tiene que venir de adentro, de una parte profunda 
de nosotros mismas que realmente busque lo mejor para 
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nosotros, ser la mejor versión de nosotros mismos. Y 
encontrar esa luz no es fácil, sobre todo cuando estamos 
rodeados de tinieblas. Pero se puede. Y creer que se puede es 
el primer paso para lograrlo. 
Arreglar nuestros asuntos pendientes se convierte, entonces, 
en una tarea fundamental en nuestro camino al éxito. Tomar 
responsabilidades puede parecer arduo, y esto es porque 
estamos diseñados para ir por lo fácil, lo cómodo. Pero lo 
cómodo es peligroso, lo cómodo nos adormece y nos hace 
olvidar lo que queremos. Vivir una vida que no es la nuestra, 
que no se juega por nuestras propias reglas, puede ser un 
problema mucho más grave que simplemente salir un poco de 
la zona de confort. 
Además, notaremos cuando hayamos hecho el cambio que 
nuestra libertad es mucho más valiosa que nuestra 
comodidad. Porque la comodidad la podemos lograr siendo 
libres, de hecho es en parte la razón por la que deberíamos 
tratar de serlo. Pero no podemos ser libres si estamos cómodos 
con las condiciones que nos pusieron, con la vida que nos 
dieron para vivir, la escuela, nuestros padres, nuestros pares. 
Y cuando nuestros pensamientos empiecen a cambiar, se 
activará un mecanismo interno, una herramienta que no 
sabíamos que teníamos. Y este mecanismo nos llevará a tomar 
mejores decisiones, empezará a retroalimentar los 
pensamientos saludables y con tiempo, nos sacará del pozo en 
el que nos encontramos hundidos. Dentro de un tiempo, no 
será tan difícil como lo fue empezar. Mantener el progreso 
requiere de disciplina, pero es imposible si no realizamos 
primero el cambio. 
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Es como un juego. Si no sabemos el objetivo del juego, es muy 
difícil que ganemos. Necesitamos saber las reglas, y 
sabiéndolas, los estímulos que tengamos cambiarán. Si 
queremos llegar correr diez kilómetros, entonces nos 
sentiremos felices cuando nos pongamos manos a la obra y 
empecemos a correr. Si no queremos correr, entonces hacerlo 
se sentirá como una molestia. 
Nuestro objetivo determina el camino, y el camino es donde 
estaremos la mayor parte del tiempo. Por eso es que hay que 
disfrutarlo. El sólo hecho de saber hacia dónde vamos nos 
pone en una ventaja frente al resto de la gente. La mayoría de 
las personas no sabe lo que quiere, y ese es un problema serio, 
porque terminará actuando para el beneficio de otras 
personas. 
Cuando tenemos en claro nuestro objetivo, cuando sabemos 
lo que queremos, entonces las energías a nuestro favor 
aparecerán como por arte de magia. Conoceremos nuevas 
personas y surgirán nuevas oportunidades. Nuestra mente 
estará haciéndonos el trabajo en piloto automático, así como 
antes nos hacía sufrir en piloto automático. 
Nos sentiremos más seguros, también, porque quien sabe a 
dónde va muestra más decisión que quien está perdido. Es así 
de fácil. Pero primero hay que cambiar los pensamientos, para 
que las emociones se conviertan en una guía razonable. Si 
siempre que decidimos emprender nuestro nuevo negocio nos 
ponemos melancólicos y pensamos en el paso del tiempo y 
como nos alejaremos de nuestros padres y amigos, entonces 
primero hay que resolver el problema que este pensamiento 
nos está generando. 
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Porque las emociones nos indicarán si estamos yendo en la 
dirección correcta o no, pero primero tenemos que dejar muy 
en claro cual es el objetivo para que esta “brújula” no nos falle. 
De alguna forma, las emociones son el camino. Sin ellas, 
estamos distraídos, sin rumbo. 
 
Con ellas a nuestro favor, somos invencibles. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Capítulo 3: ¿Qué es la acción? 
 
 
 
La acción es el puente entre el mundo interior y el mundo 
exterior. A menudo nos encontramos con que la acción es 
recompensada, tanto en los deportes, como en el ámbito 
académico y laboral. Al mundo le gustan las personas activas. 
Sin embargo, es mucho menos común el estudio de como se 
generan estas acciones. En este capítulo te enseñaré a actuar 
con inteligencia, comprendiendo como los pensamientos, las 
emociones y la acción son parte del mismo camino. 
El camino hacia el éxito. 
La acción es el paso definitivo en nuestro camino, el salto de 
la teoría a la práctica, la aplicación de los conceptos que 
aprendiste. Así como sin pensamientos no hay emociones, sin 
emociones no hay acción. La acción siempre es el resultado de 
una emoción. Por ejemplo, la ira puede desencadenar 
acciones violentas, como golpear o gritar. El miedo puede 
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reflejarse en una parálisis o en una huida. La alegría, en un 
salto o una sonrisa. El amor, en un beso o una caricia. 
Es por esta razón que es tan importante el correcto manejo de 
las emociones y su gestión. Si no somos dueños de nuestras 
emociones, entonces no actuaremos como queremos. Lo que 
en el argot popular se llama ser “dueño de sus impulsos”. 
Además, si controlamos como debemos cada emoción, 
entonces podremos transformar situaciones desfavorables en 
favorables. Esto ocurre porque, como dice la física, la energía 
no se crea ni se destruye, sólo se transforma. 
Permitirse sentir tristeza o miedo nos permite utilizar esa 
energía en algo diferente. Canalizar, sería el término 
adecuado. Un proyecto no tiene porque nutrirse nada más de 
esperanzas y alegrías. La frustración puede ser el motor de una 
empresa en un momento difícil. Una traición puede hacernos 
emprender un proyecto que no nos hubiéramos animado a 
emprender en una situación normal. 
La acción es como un motor cuyo combustible es la emoción, 
si dejamos de sentir entonces nos quedamos estancados. 
Actuar no tiene que ver con tener las circunstancias perfectas 
dadas para hacerlo. Al contrario, te sorprendería ver la 
cantidad de casos en los que una desventaja le ha servido a las 
personas para transformarse en lo que son. Cuando estamos 
en un ambiente hostil es probablemente cuando más debamos 
actuar, pues la acción es el motor del cambio, y el cambio una 
poderosa herramienta. 
La acción es nuestro vínculo con el mundo. Es el paso del yo 
al otro. Sin acción viviríamos como en cápsulas, alejados de la 
realidad. La acción es el motor del progreso de una sociedad, 
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una empresa, una nación. Sin acción caeríamos en la desidia 
total, no habría alimentos, no habría nada. Actuando es como 
le otorgamos valor al mundo, lo hacemos un lugar en el que 
merece la pena vivir. Es actuando que nos convertimos en lo 
que somos. La acción es nuestra única nave para salir y 
experimentar el afuera, la realidad. 
Cuando comprendamos nuestras emociones y por lo tanto 
estas se encuentren en consonancia con nuestros 
pensamientos, nuestras acciones serán mucho más poderosas, 
específicas y orientadas al éxito. ¿Qué significa esto? Que 
cuando sepamos lo que queramos, iremos hacia ello sin 
ningún obstáculo interno. Esto nos ahorrará tiempo y energía, 
los cuales invertiremos en conseguir nuestros deseos. 
Estar activo significa cumplir nuestros deseos a través de la 
acción. El pensamiento es el motor de toda acción, pero para 
que se materialice debemos tener en cuenta factores que no 
son necesarios a la hora de pensar o sentir. ¿Cuáles son las 
diferencias entre estas tres cosas? 
Los pensamientos son voluntarios, aunque nuestra mente esté 
en modo piloto automático. Las emociones no lo son, pero 
cambiando nuestros pensamientos podemos obtener distintas 
emociones ante el mismo estímulo. 
La acción está en un plano aparte, porque implicaexteriorizar 
lo que ya venía pasando en nuestra mente. Aunque hacer un 
plan es difícil, tomar acción puede parecer una tarea 
imposible si no estamos acostumbrados a actuar según 
nuestros propios deseos. Es por eso que hay que considerar lo 
que ocurre cuando decidimos desviarnos del camino que nos 
han hecho tomar y optar por el nuestro propio. 
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Primero, habrá un choque con la realidad externa. La realidad 
interna es como interpretamos el afuera. La realidad externa 
es el afuera. Son las personas con las que convivimos, con las 
que trabajamos, con las que discutimos o a las que amamos. 
En el estado de las cosas en el que te encuentras ahora mismo, 
hay algunas de estas personas que estarán más o menos 
incómodas, pero si no te sientes a gusto con tu vida lo más 
probable es que las personas que te rodean no estén tomando 
en cuenta tus deseos 
Por esta misma razón, cuando decidas tomar acción a tu favor, 
escucharte a ti mismo y hacerte caso, habrá reacciones de lo 
más variadas en tu entorno. Por desgracia, las personas que 
más influencia ejercen sobre ti se enfadarán, porque si tienen 
control sobre tu vida y tu vida no es satisfactoria, entonces la 
razón de tu sufrimiento se debe en parte a la voluntad de estas 
personas. Pueden estar satisfaciendo su propio interés 
personal a costa tuyo, o quizás están tan perdidos como tú y 
no quieren que las cosas cambien por miedo. 
De cualquier manera, es un paso clave en cualquier persona 
que quiere emprender su propio camino, seguir su deseo, 
hacer frente a estas personas. Por supuesto, el status quo 
puede estar favoreciéndote a ti también en cuestiones de las 
que no eres completamente consciente. Por ejemplo, vivir con 
tus padres puede ser un problema para ti, pero cuando tomes 
acción tienes que asegurarte de que podrás suplir su apoyo de 
alguna forma. 
Siguiendo el ejemplo, no es fácil vivir solo. Hay muchas cosas 
que tener en cuenta; Lavar la ropa, los platos, tener la casa en 
orden, pagar el alquiler. El afuera es como es por una razón, y 
la mejor forma de enfrentarlo es comprenderlo. Entender que 
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la persona que te controla está en una posición de poder 
respecto a ti porque tiene algo que tú no tienes es un paso 
importante para conseguir satisfacer esta carencia. 
El poder que otros ejercen sobre nosotros muchas veces no es 
tan simple como creemos. Puede haber más de una 
motivación para que la persona actúe de esa forma, podemos 
haber caído en una trampa o manipulación, puede ser 
simplemente que no está habiendo la comunicación 
adecuada. Es importante prestar atención a estas cosas porque 
de no hacerlo caeremos en conductas impulsivas. 
Pensar antes de hacer es lo que queremos enseñarte a través 
de este libro. Si no conocemos en profundidad el afuera que 
queremos cambiar, el status quo del cual queremos salir, va a 
ser muy complicado pues aunque estemos muy convencidos 
por dentro, a veces la realidad puede golpearnos duro. Es por 
eso que es importante a la hora de tomar acción prestarle 
atención a dos cosas: el tiempo y la intensidad. 
El tiempo (timing) es esencial a la hora de actuar. Significa 
tomar acción en el momento preciso, ni antes ni después. Es 
importante tenerlo en cuenta porque nuestra energía podría 
ser desperdiciada si la aplicamos en un momento que no nos 
favorece. En cambio, si aprendemos a actuar en el momento 
adecuado, ahorraremos energía y, justamente, tiempo. 
La intensidad es la otra cuestión a la que debemos prestar 
atención. La acción no siempre es intensa. Hay veces en las 
que es mejor actuar sutilmente para conseguir lo que 
queremos. Hay veces en las que ocultar nuestros verdaderos 
objetivos es necesario para que las personas negativas a 
nuestro alrededor no nos puedan hundir. Actuar no tiene 
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porque ser necesariamente dejarlo todo e ir por nuestro deseo. 
Puede ser un proceso, un cambio gradual que nos permita 
conseguir lo que queremos en el largo plazo. 
Pero también hay momentos en los que se necesita acción. 
Acción como en las películas, acción como si estuviéramos en 
la guerra y tuviéramos que conseguir lo que queremos. En 
algunas circunstancias, la espera y la sutileza no tienen lugar. 
Son los momentos más cruciales, donde tenemos que poner 
“toda la carne al asador”. Y es justamente la correcta 
administración de nuestra energía lo que nos permitirá estar 
lúcidos cuando estas oportunidades se presenten. 
La acción que surge de nuestra pasión, de nuestra voluntad o 
propia decisión, es infinitamente más poderosa que la que 
nace del miedo o la tristeza. Los pensamientos tienen 
frecuencias más o menos fuertes, dependiendo de la emoción 
esencial que los genera. Aunque parezca difícil de creer, es 
más difícil caer en una depresión que vivir una vida plena. 
Esto es porque para deprimirse, primero debemos haber 
alimentado durante mucho tiempo nuestro cerebro con 
pensamientos negativos y de auto desprecio. La mente 
humana no está diseñada para este tipo de pensamientos, 
porque no generan acción, y la acción es la razón por la que 
estamos vivos. Generalmente, estos pensamientos se vuelven 
poderosos por acción de nuestro entorno. 
Es decir, habitualmente son las personas a nuestro alrededor 
las que nos hunden, aunque confiemos en ellas y no dudemos 
de su buena amistad. Sutilezas en las conversaciones, 
maltratos “invisibles” para un tercero pero que se sienten 
cuando estás dentro de una relación, estos detalles nos 
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condicionan. Nos hacen sentir menos. Y es por esta razón que 
es difícil salir del pozo a veces. A veces, las personas que nos 
rodean no quieren que salgamos del pozo. 
Pero podemos cambiar nuestros pensamientos más allá de 
que esto nos genere una situación desagradable con la persona 
que está ejerciendo su voluntad contra nosotros. Después de 
todo, si sabemos en lo más profundo de nosotros que no nos 
hace bien, ¿por qué seguimos tolerando su compañía? 
Es en estas ocasiones cuando la acción debe ser sutil, debemos 
fortalecernos antes de actuar porque hay personas que no 
quieren vernos brillar. Debemos estar seguros de lo que 
queremos ser, debemos trabajar en nuestro proyecto en 
silencio, no podemos dejar que las energías negativas 
interfieran en nuestro proceso de auto conocimiento y por lo 
tanto en nuestro camino al éxito. 
Y entonces es cuando recordamos que los pensamientos que 
surgen de la pasión son más poderosos que los que surgen del 
miedo. La frecuencia de un pensamiento que nos lleva a la 
acción, naturalmente es más potente que aquel que nos limita. 
Esto es naturaleza humana, no vinimos aquí a hacer nada. El 
mundo, más allá de que nuestro “afuera” particular puede ser 
problemático, recompensa la acción, y aún más la acción 
genuina, que surge del amor, la gratitud o la pasión. 
Estas tres últimas cosas son las que generan los pensamientos 
más potentes y con más probabilidades de lograr el éxito. El 
amor y la pasión nos conectan con nuestro deseo más 
profundo, aquello que necesitamos hacer para sentirnos 
realizados. La gratitud es la recompensa que damos por 
nuestra buena fortuna. Ambas pueden ser ejercitadas, pero es 
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más probable que necesitemos trabajar en nuestra gratitud 
para cambiar nuestra mente. 
La gratitud es un sentimiento poderoso, que a menudo 
pasamos por alto por considerar que no nos beneficia 
personalmente. Pero en realidad, tenemos mucho por lo que 
agradecer. El hecho de estar vivos, por ejemplo. La salud, 
propia o de nuestra familia y seres queridos. Tener un techo 
bajo el cual dormir y una ducha de agua caliente todos los días. 
Poder comer las tres comidas del día. 
Todo el tiempo estamos pensando en nuestra carencia, en qué 
es lo que nos falta, y no nos detenemos a agradecer. Agradecerno solo puede alegrarle el día a quien agradecemos, si no a 
nosotros mismos. Agradecer es una forma de perdonar, de 
limpiar nuestro corazón de todo resentimiento. Agradecer a 
nuestros padres por habernos criado y educado, más allá de 
sus errores. Agradecer cosas que nos pasan y que no 
entendemos, pero las agradecemos porque nos hacen valorar 
lo que tenemos. 
Agradecer nos conecta con un sentimiento ancestral. Nos 
llena de energía porque el hecho de estar todo el tiempo 
pidiendo más es desgastante. La gratitud nos hace sentir a 
pleno el momento presente. Es una forma de meditación, si lo 
pensamos. Si sabemos agradecer nuestro ahora, podremos 
pensar nuestro futuro libre de sentimientos que nos hundan 
como la venganza o el despecho. 
Además, agradecer es un remedio para la ansiedad. Las 
personas ansiosas están todo el tiempo llenando su cabeza de 
cosas para hacer porque no pueden soportar el presente. 
Empezar a dar las gracias por el simple hecho de despertar 
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cada mañana nos hace reprogramar nuestro cerebro para ser 
personas más positivas y tranquilas. 
En esta sintonía, será más sencillo para nosotros descubrir qué 
es lo que realmente queremos, pues ya no estaremos aturdidos 
por el ahora. Estaremos en sintonía con lo que nos rodea, y 
esto nos ahorrará muchos actos impulsivos. 
 
Práctica: Escribe en una hoja de papel tres cosas por las 
que estés agradecido. Pueden ser personas, puede ser un 
bien material, puede ser un sentimiento que estés 
experimentando. Trata de visualizar estas cosas, 
prestando atención a lo que sientes. Te llenará de energía 
cambiar los pensamientos negativos de tu cabeza por 
unos de gratitud. Repite este ejercicio todos los días al 
despertarte y revisa el papel antes de dormir. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Capítulo 4: ¿Para qué nos sirve el miedo? 
 
 
 
El miedo, como cualquier emoción, es una herramienta que 
nuestra mente nos brinda para comprender el mundo real. 
Hemos decidido dedicarle un capítulo en sí mismo a esta 
emoción pues comprender el miedo quizás el paso más 
importante para tomar acción. 
Muchas personas comienzan su carrera laboral en un empleo 
mediocre para subsistir, y luego cristalizan esta situación 
inicial a través de pensamientos limitantes como “podría ser 
peor” o “mejor no arriesgarme a perder mi trabajo”. La pieza 
fundamental que moldea todas estas inconvenientes creencias 
es el miedo. 
Aunque tener miedo de perder el ingreso que nos da de comer 
es entendible y está íntimamente ligado con el instinto de 
supervivencia, no lo es aquel miedo que nos impide conseguir 
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mejores opciones laborales, amorosas, o de cualquier aspecto 
de nuestra vida. 
Por supuesto, este miedo no es consciente sino que procede, 
justamente, de nuestros pensamientos más profundos y a los 
que les dedicamos menos reflexión. Es por eso, que la solución 
para salir de este piloto automático no es otra que la 
reprogramación de aquellos pensamientos, los cuales se están 
materializando en vivencias desagradables o frustrantes. 
El miedo es una emoción compleja, pues tiene más de un 
resultado posible. Cientos de miles de años atrás, el miedo era 
una respuesta inmediata ante un peligro, un depredador por 
ejemplo. Por lo tanto nuestro cuerpo genera ante una 
situación de peligro las dos reacciones más básicas ante 
cualquier peligro: pelear o huir. 
Si peleamos, nos paralizamos momentáneamente y 
aumentamos nuestros sentidos de alerta de forma increíble, 
para localizar el peligro y vencerlo. Si huimos, nuestro corazón 
envía una buena cantidad de sangre a nuestras piernas para 
que podamos usarlas en nuestra huida. 
El problema es que ya no somos acechados por depredadores, 
ya no debemos temerles a los lobos o a los leones, nuestros 
miedos son mucho más complejos que antes porque nuestra 
sociedad lo es. El ser humano primitivo vivía en el día a día, 
no existía el mediano y largo plazo, entonces las reacciones 
químicas que ocurrían en su cerebro sí servían para superar 
este tipo de dificultades. 
Es mucho más difícil aplicar estas “ayudas” de nuestro sistema 
nervioso cuando los problemas a considerar tienen que ver 
con nuestros ingresos, o con realizarnos como personas. Estas 
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cosas son mucho más abstractas que un león o un tigre y sin 
embargo son de vital importancia en el mundo moderno. Si 
no les prestamos atención entonces viviremos una existencia 
plana y miserable. 
Entonces, ¿cómo evolucionaron estos mecanismos tan 
correctos hace miles de años hasta el día de hoy? Poco y nada, 
a decir verdad. Nuestro cerebro no evolucionó al mismo ritmo 
que la sociedad en la que vivimos. Entonces tenemos un 
problema: Ante situaciones complejas contamos nada más 
que con nuestros instintos más básicos de supervivencia. Y ahí 
surge un detestable efecto secundario del miedo: la parálisis. 
Es habitual que cuando fallamos o sentimos que cometimos 
un error, nos paralicemos. Esta parálisis dura más que el 
momento original del miedo, pues obedece a situaciones que 
se extienden en el tiempo antes que encuentros fugaces con 
un potencial peligro. El miedo puede reproducirse más allá de 
la situación que lo generó porque esta emoción es el caldo de 
cultivo de otras más patológicas, como la ansiedad o la 
depresión. 
Si no estamos atentos, la exageración de un error o el ser muy 
duros con nosotros mismos puede transformar lo que era sólo 
un desliz en una enfermedad paralizante como lo es la 
depresión. El miedo debe servirnos como una herramienta a 
un herrero. Debe ser un indicador como cualquier otra 
emoción, debe mostrarnos que es lo que nos importa y que es 
lo que nos importa perder. Pero no podemos dejar que se 
convierta en amo de nuestra vida, porque no queremos vivir 
una existencia miserable. 
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Vivir con miedo es un insulto a nuestros deseos, es un sabotaje 
que nos hacemos a nosotros mismos. No hay forma de que 
consigamos lo que queremos si el miedo nos controla. La 
inspiración no puede fluir cuando estamos asustados, no 
actuaremos como debemos porque habrá una influencia que 
nos estará moviendo los hilos como si fuéramos títeres. Por 
eso, antes de alcanzar el éxito y conseguir lo que queremos, 
tenemos que hacerle frente a nuestros miedos más profundos. 
 
Práctica: Escribe en tu cuaderno a qué le tienes miedo en 
este momento. Puedes ser sincero contigo mismo. Podría 
ser una persona, una situación, miedo a un cambio. 
Cuando lo hayas escrito trata de entender por qué te 
genera miedo, cual es la razón oculta para que esta 
persona o vivencia te controle. Notarás que es liberador 
poder escribir con honestidad como te sientes 
verdaderamente respecto a tu miedo. 
 
¿Cuál es el antídoto del miedo? La voluntad. Cuando estemos 
decididos en nuestro camino, notaremos que sentiremos 
menos miedo. Lo complicado del asunto reside en que 
muchos de nuestros miedos no son miedos propios, si no 
inculcados. Nuestros padres pueden haber tenido 
frustraciones que se transformaron en miedos cuando nos las 
enseñaron. 
Por ejemplo, un padre puede sentirse frustrado por no haber 
conseguido el éxito y reservar en un lugar profundo de su 
corazón el miedo de que su hijo lo supere. Su hijo se sentirá 
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asustado, a su vez, de superar a su padre, porque este miedo 
lo ha acompañado literalmente toda su vida. 
Como este ejemplo, hay muchos miedos de los que ni siquiera 
somos conscientes de donde salen, cuál es su origen. El 
entender esta raíz fundamental de nuestros miedos los puede 
hacer algo mucho menos abstracto y más fáciles de vencer. El 
chico podría preguntarse, ¿de qué me sirve cargar con un 
miedo que ni siquiera es mío? Y la respuesta a esta pregunta 
tendrá una cualidad liberadora, quelo hará cargar con un peso 
menos, lo que sumará a sus posibilidades del éxito en el 
proyecto que decida emprender. 
Otros miedos no son tan inconscientemente inculcados. Una 
persona podría querer que tengamos miedo para que hagamos 
lo que ella decida. Esto, aunque perverso, está a la orden del 
día en muchas relaciones sentimentales o familiares. Cuando 
el agresor consigue que su víctima viva en el miedo, no 
necesitará gritar o pegar, bastará con alimentar ese miedo 
para que se cumpla su voluntad. 
Es por eso que cuanto más duran este tipo de relaciones 
tóxicas, más se “pudren” por así decirlo. Las personas que son 
víctimas en este tipo de situaciones pierden su voluntad en 
beneficio del de la otra persona. Es probable, incluso, que 
acepten que la otra persona quiere lo mejor para ellos y por 
eso es mejor obedecerle. Es probable, que ya ni siquiera 
tengan en claro qué es lo que ellos mismos quieren. 
Cuando se llega a este punto, solo quedan algunos sentidos 
para orientarnos. En el fondo de nuestro ser sabemos cuándo 
una situación nos está desgastando, sabemos cuándo una 
persona nos está usando y sabemos cuándo estamos 
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desaprovechando nuestro potencial. Si nos aferramos a estas 
ideas, es posible que podamos ganar fuerza incluso en el más 
adverso de los terrenos. 
Se entiende que no siempre podemos defendernos contra una 
persona tóxica. Puede que sea un familiar, puede que nos 
supere en tamaño, edad o poder. Pero es imperdonable 
mentirnos a nosotros mismos. 
Mientras sepamos cuál es nuestro deseo y este permanezca 
intacto, podremos atravesar circunstancias desfavorables. 
Pero si lo olvidamos, si nos resignamos a la realidad que nos 
tocó vivir, entonces no hay forma de que mejoremos, de que 
podamos salir del problema. 
La confusión y el miedo son, entonces, enemigos del éxito y 
como tales, tenemos que enfrentarlos. Debemos encontrar su 
raíz y superarlos, por difícil que parezca. Los miedos son 
difíciles de confrontar, pero cuando lo hagamos nos 
sacaremos un gran peso de encima y seremos recompensados 
con el más valioso de los tesoros: la libertad. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Capítulo 5: ¿Por qué son importantes los 
mentores? 
 
 
 
Los mentores son tu guía, la mejor ayuda que podrás 
conseguir más allá de la que tú mismo te puedes dar. Los 
mentores significan una base comparativa, una meta a la que 
queremos llegar. Sin ellos, nos llevaría una infinidad de 
tiempo conseguir lo que deseamos, pues ellos son personas 
que como nosotros, han decidido vivir bajo sus propias reglas, 
y nos pueden enseñar como hacerlo. La información y la 
experiencia que nos brinden los mentores es directamente 
proporcional con nuestro deseo de aprender. Es decir, 
nosotros elegimos nuestros mentores, dependiendo de lo que 
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deseemos conseguir. Si no estamos decididos a cambiar, 
incluso Bill Gates podría estar dándonos consejo y no le 
prestaríamos atención. 
Una vez que decidamos cambiar nuestros hábitos para 
convertirnos en personas más productivas, tenemos que 
buscar un mentor. No hace falta que conozcamos a la persona 
en cuestión, simplemente que nos empapemos de su 
conocimiento, su energía, su acción. Un hábito que perdemos 
con la edad es el de imitar a nuestros mayores. Imitar no es 
malo en sí mismo, de hecho el copiar los pasos de otras 
personas exitosas puede despejarnos el camino para no tener 
que caminar el sendero que otro ya caminó. 
Un libro puede ser mentor. Una guía en un momento difícil, 
una luz cuando las personas de las que nos rodeamos ya no 
nos ayudan. Para encontrar un mentor que nos brinde ayuda 
en el momento necesario nada más necesitamos tener la 
mente abierta. La ayuda puede venir de los lugares más 
inesperados. 
La importancia de los mentores radica en que somos seres 
sociales, y así como ejercemos influencias en otras personas, 
otras personas nos influyen. Esto ocurre aunque no seamos 
conscientes, todos tenemos algún mentor aunque no lo 
llamemos de ese modo. Pero es una conducta completamente 
natural del ser humano, el buscar las huellas de alguien que ya 
realizó lo que uno se propone para seguir el mismo camino. 
Entonces, los mentores están y ejercen su influencia en 
nuestra vida cotidiana. Nuestra decisión radica en elegir que 
mentores son una influencia positiva y cuáles no. No nos sirve 
de nada un mentor que no nos motive a ser mejores, a cumplir 
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con nuestros propósitos. Si nuestra brújula no nos lleva hacia 
nuestro destino, entonces no tiene sentido dejar que nos guíe. 
Los mentores son una ayuda secundaria, algo que surge en 
realidad después de que hayamos hecho el cambio mental que 
requiere alcanzar el éxito. Cuando decidimos obrar según 
nuestras propias metas, los mentores aparecerán en los 
lugares menos esperados. No puede ocurrir al revés, ningún 
mentor, por bueno que sea, nos puede decir qué es lo bueno 
para nosotros. Este proceso lo tenemos que atravesar en 
solitario, porque es la única forma de que no titubeemos 
cuando las cosas se pongan difíciles. 
De otra forma, culparemos a nuestro mentor de nuestro 
fracaso cuando las cosas no nos salgan de la manera en la que 
queríamos. Buscaremos otros mentores que digan 
exactamente lo contrario del primero, porque le habremos 
puesto una carga injusta a la persona que elegimos como 
mentor. Y volveremos siempre al mismo lugar, a nuestra 
confusión, porque si nosotros no sabemos que es lo que 
queremos nadie podrá ayudarnos a conseguirlo. 
 
Práctica: Decide quién será el mentor en tu camino. 
Recuerda que puede ser una persona exitosa -conocida o 
desconocida-, un libro, quizás una película. Puede ser 
más de uno, también. Pero ten en claro a donde quieres 
que este mentor te lleve, que es lo que quieres que te 
ayude a conseguir. Con esto en mente, será para ti más 
fácil pedir ayuda y para tu mentor dártela. 
 
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Vale la pena recordar que el ser humano es un ser social. Casi 
ninguna de las grandes obras de la humanidad se ha hecho en 
soledad. Incluso los artistas necesitan una musa, una 
inspiración, y para eso hace falta vivir, conocer personas. Un 
mentor no es alguien totalmente imprescindible, pero seguro 
que nos hace el camino más fácil de transitar. 
También hay que tener en cuenta que la solución no es 
ponerse el mundo al hombro y tratar de aguantar. Conocer 
gente con inquietudes y motivaciones similares a las nuestras 
puede hacer más amena la resolución de problemas. 
Uno de los males que sufrimos hoy en día es que nos hemos 
convertido en seres que sólo buscan atención. Este es el 
negocio detrás de las redes sociales. Nos acostumbraron a 
actuar en base a la cantidad de reacciones, de “me gusta”, en 
nuestras publicaciones, y nos olvidamos de que la vida no pasa 
por una pantalla. 
Pero el problema real reside en que al estar constantemente 
buscando atención, dejamos de prestarle atención a lo que nos 
rodea. El mundo está lleno de oportunidades, está cambiando 
todo el tiempo. Si tan solo nos tomáramos el tiempo de 
buscar, nos daríamos cuenta de que lograr lo que queremos 
no sólo es posible, sino que además tenemos todas las 
herramientas para lograrlo a mano. 
Lo que genera el no prestar atención, el no estar presentes, es 
que empezamos a desvincularnos de nuestra realidad. 
Olvidamos que las personas con las que estamos, el lugar 
donde vivimos o el trabajo que hacemos son elecciones y 
pueden ser cambiadas. Aprender a prestar atención nos hará 
ver oportunidades que antes no podíamos ver. Los mentores 
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también aparecerán, para ayudarnos. Existen personas que 
genuinamente brindan ayuda, pero primero debe estar uno en 
busca de esa ayuda. 
 
Práctica: Trata de cambiar el foco de tu mente de “buscaratención” a “prestar atención”. Esto no es más que una 
manera de estar presente, una técnica y estado de ser 
muy importantes dentro de la meditación. Prestar 
atención significa escuchar, genuinamente, al otro. Calla 
la voz en tu interior que dice “Tengo razón”. Como dice el 
Dalai Lama, cuando hablas estás repitiendo lo que ya 
sabes. Cuando escuchas, puedes aprender algo 
completamente nuevo. 
 
El arte de prestar atención nos enfocará más en nuestro 
camino. Lo peligroso de todo proyecto es estancarse, sobre 
todo cuando es una tarea individual. Prestando atención, 
podemos encontrarle una importancia inesperada a un 
consejo, o podemos también ver con claridad una idea que no 
conseguíamos articular. 
Todo proyecto tiene subidas y bajadas, y nadie gana todo el 
tiempo. Estas son verdades de la vida que bien podemos tener 
en cuenta a la hora de empezar algo nuevo. Una voz distinta 
nos puede inspirar en un momento de bloqueo. A veces las 
ideas necesitan una ayuda para salir; una conversación, por 
ejemplo. 
 
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Capítulo 6: ¿Cómo aprender de los errores? 
 
 
 
Los errores, como la mayoría de las emociones “negativas”, 
suelen ser vistos como sinónimo de fallar, de fracaso. 
Tendemos a pensar que una persona exitosa es una persona 
sin errores, y nada está más alejado de la verdad. Las personas 
exitosas lo son porque han sabido aprender de sus errores. 
Una equivocación puede significarlo todo o no significar nada, 
eso lo hemos aprendido en el Capítulo 1, cuando hablamos 
sobre la interpretación de la realidad. 
Los errores son inevitables. No hay forma de no cometerlos, y 
cometerlos es un signo fiel de que estamos tomando acción. 
Tenemos que aspirar a la excelencia, no a la perfección. Lo que 
queremos es minimizar la cantidad de errores que 
cometemos, o incluso podríamos tratar de que nuestros éxitos 
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superen en tal medida nuestros errores que estos parezcan 
ínfimos, diminutos. 
Debemos tener en claro que “un tropezón no es caída”. Un 
desliz no destruye el camino en el que estamos. Al contrario, 
un error nos puede ayudar a poner las cosas en perspectiva. 
Después de todo, un error es un síntoma, ya sea de unas 
prioridades mal ordenadas, o una mala ejecución. 
Cuando vemos a nuestros mentores, podemos caer con 
facilidad en la trampa de creer que ellos estaban “destinados” 
a lograr el éxito, así como nosotros estamos “condenados” a 
fracasar. Ninguna de las dos cosas es cierta. A menudo las 
biografías omiten detalles importantes de la vida de las 
personas para hacerlas más llevaderas. Nadie habla de las 
noches que pasó trabajando hasta tarde para un proyecto que 
falló. Nadie cuenta sobre la incertidumbre, el miedo. 
Muy pocos aceptan que el mérito a veces se debe más a leer 
adecuadamente las circunstancias en las que está uno inmerso 
y manejar la situación, que a desvivirse trabajando sin cometer 
errores. Pero todas estas cosas son más importantes que vivir 
una existencia perfecta. Una hoja en blanco puede ser muy 
bonita, pero está vacía. 
Para aprender hay que cometer errores. Bill Gates lo verifica: 
se pregunta por qué el sistema educativo castiga de tal forma 
el error, cuando de los errores es de donde más ha aprendido. 
Incluso llama al éxito un mal maestro, pues seduce a la gente 
lista haciéndoles creer que no pueden fallar. 
Una vida de excelencia tiene menos que ver con no cometer 
errores como con imprimir valor en cada acción que 
tomamos. Cuando nuestros deseos y nuestras acciones están 
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en consonancia, somos invencibles. Vivimos en una época 
donde la falta de sentido lleva a las personas a desperdiciar su 
vida. 
Vivir con excelencia significa arriesgarnos para hacer las cosas 
que creemos correctas. Significa encontrar un sentido en un 
mundo desordenado y caótico. Significa que de cada error 
aprenderemos, y por cada error haremos diez acciones 
positivas para nosotros mismos y para los demás. 
La abundancia y la carencia son estados mentales, no 
condiciones materiales. Cuando nos volvemos conscientes del 
poder de nuestros pensamientos, empezamos a tener ideas 
más claras, y empezamos a generar cambios en nuestra 
realidad. Los errores, entonces, sirven como aprendizaje, pues 
nuestro rumbo es claro. 
Además, un error puede ser un síntoma de nuestro 
subconsciente. Los llamados “actos fallidos” son un claro 
ejemplo de esto. Estos ocurren cuando lo que decimos y lo que 
pensamos no están en consonancia, y nuestra mente 
“traiciona” nuestras palabras. De la misma manera, algunas 
veces cometemos errores para sabotear una situación en la 
que realmente no queremos estar. Prestar atención a estas 
cosas nos centrará en nuestro camino. 
Lo perfecto es enemigo de lo bueno, dijo el filósofo francés 
Voltaire. De seguro sabía la importancia de fallar de vez en 
cuando. Tolerar los deslices es también prepararnos: como la 
muerte, los errores llegan de manera inevitable a quien vive. 
Así que, ¿para qué no animarse a embarrarse los zapatos con 
algo que nos mueve y apasiona, en vez de esperar a que nos 
llegue la desgracia por cumplir el deseo de otros? 
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La información correcta es clave para alcanzar nuestras metas. 
Podemos leer, podemos escuchar gente exitosa que haya 
logrado lo que nosotros nos proponemos. Y también podemos 
cometer errores. Suena estúpido, pero no lo es: cuando 
cometemos un error, estamos descubriendo una forma de no 
hacer las cosas. La próxima vez, seremos un poco más 
cautelosos, un poco más sabios. 
 
Práctica: Escribe en una hoja de papel un error que hayas 
cometido en tu vida. Trata de explicarte a ti mismo por 
qué crees que fue un error. Ahora trata de darle vuelta a 
tu explicación, y explícate qué es lo que este error te 
puede haber enseñado, o como podrías haberlo 
aprovechado para mejorar. Al hacer eso, estás 
reprogramando tu mente para ver oportunidades en los 
próximos errores que cometas. Además, te volverá una 
persona más comprensiva con los que están a tu 
alrededor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Capítulo 7: ¿Cómo tomar buenas decisiones? 
 
 
 
Habiendo aprendido los importantes conceptos de los 
capítulos anteriores, nos damos cuenta de que lo único que 
nos falta es llevarlos al terreno de la acción. Cuando lleguemos 
a esta instancia del camino, será crucial para nosotros saber 
cómo tomar buenas decisiones. 
Una decisión es un cambio. Un cambio en una situación, que 
podría ser nuestra vida, y un cambio con una característica 
que lo distingue de otros tipos de cambio: es un cambio 
interno. La decisión que tomamos la tomamos de adentro 
hacia afuera, al contrario de algunos cambios que 
simplemente nos ocurren y frente a los cuales tenemos que 
acomodarnos. 
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Entonces ¿qué es una decisión? Una decisión es también una 
oportunidad o, más bien, una reacción frente a una 
oportunidad. La decisión puede cambiar nuestra situación 
económica o nuestro plan de vida. La decisión puede ser 
buena o mala, dependiendo de sus resultados para nosotros. 
En primer lugar, debemos definir en nuestra cabeza que es lo 
que significa para nosotros una buena decisión. Tomar una 
buena decisión puede resolver una situación difícil o alivianar 
la carga que nos genera. Es decir, una buena decisión es la que 
nos permite avanzar, ser mejores, más allá de la circunstancia 
específica en la que se la toma. Una buena decisión es la que 
hace jugar los diferentes factores dentro de un problema a 
nuestro favor. 
Para tomar buenas decisiones tenemos que conocer el 
problema que se nos presenta. Este problema lo podemos 
haber creado nosotros, en nuestra búsqueda personal de la 
felicidad (por ejemplo, un problema financiero después de 
montar nuestra propia empresa o un altercado con un 
compañeroen el trabajo de nuestros sueños). En ese caso, 
podemos estar más predispuestos a resolverlo pues se trata, 
después de todo, de un obstáculo en nuestro camino, y 
sabemos que no hay camino sin obstáculos. 
Sin embargo, puede ocurrir que tengamos un problema que 
no tiene nada que ver con nuestra elección de vida. Quizás 
una deuda que arrastramos. Hay problemas cuya solución no 
parece resolver nada en nuestro proyecto personal, nuestro 
camino. Pero si no lo hacemos, estamos poniéndonos más 
presión en el proyecto que sí elegimos. 
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A veces la solución no es tirarlo todo por la borda en pos de 
un sueño, si no primero ordenar nuestro caos y luego 
conseguir lo que nos proponemos. De esta forma optimizamos 
nuestra energía y no nos sentimos obligados a triunfar a toda 
costa. A veces, emprender tiene que ver más con la cabeza que 
con el corazón. 
 
Práctica: Antes de tomar tu próxima decisión, escríbela 
en un papel. Describe la situación en la que te encuentras, 
describe cuál sería el mejor resultado para ti, trata de 
analizar tu impulso antes de llevarlo a cabo. Muchas 
veces nos dejamos llevar solo para descubrir que estamos 
actuando contra nuestros propios intereses. Sentarnos y 
escribir es una forma efectiva de ordenar nuestros 
pensamientos y comprender completamente la situación 
en la que nos encontramos, lo que nos hará tomar una 
mejor decisión. 
 
Tomamos decisiones todo el tiempo, pero muchas veces, no 
somos conscientes de que lo estamos haciendo. Cuando 
decimos “no tuve opción” estamos mintiéndole a la otra 
persona, pero aún peor, nos estamos mintiendo a nosotros 
mismos. Siempre hay opción, porque la decisión final siempre 
recae en nuestras manos. 
En el mundo somos tan solo individuos entre otros miles de 
millones como nosotros. Y sin embargo cada decisión cuenta. 
Que nos hayan dicho lo contrario no significa que sea cierto. 
Podemos pensarlo a gran escala: ¿Cómo se construyen las 
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grandes sociedades, si no es por la suma de las buenas 
decisiones tomadas por cada uno de sus miembros? 
Como hemos mencionado anteriormente, el ser humano es un 
ser social. Vivimos con otras personas, no estamos solos. 
Entonces cuando nos volvamos conscientes de nuestra toma 
de decisiones, entenderemos que no toda decisión nos 
beneficia a nosotros o al resto de igual forma. 
Es aquí donde debe actuar nuestro sentido ético. Si estamos 
plenamente convencidos de que la decisión que vamos a 
tomar es lo que queremos, entonces deberíamos hacerlo. Pero 
ninguna decisión tomada a las apuradas puede terminar bien. 
La ansiedad que produce un súbito cambio en el status quo 
nos puede jugar en contra, o quizás peor, nos puede privar del 
disfrute de haber logrado lo que queríamos. 
El cambio empieza en nuestra cabeza, no hay que olvidar eso. 
Si cambiamos nuestros pensamientos y los orientamos como 
si fueran una flecha apuntando a nuestra meta, entonces sólo 
es cuestión de tiempo para que ésta suceda. La manifestación 
de un deseo no es más que un pensamiento que se transforma 
en acción. 
Por eso no tiene sentido tratar de cambiar nuestra vida sin 
antes haber pensado cuál es la vida que queremos vivir. 
Porque de otra forma, nuestra mente seguirá cultivando los 
mismos pensamientos, y por lo tanto nos devolverá tarde o 
temprano aquella situación de la que queríamos salir. No hay 
que subestimar el poder de nuestro subconsciente. 
Las decisiones son cambios que ocurren en una línea recta. Si 
decidimos cambiar el estado de las cosas, la línea cambiará 
también. Si la línea es nuestra vida, entonces pensemos que 
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cada decisión la continuidad o el cambio, depende de lo que 
escojamos. Las cosas pueden seguir igual o cambiar, 
dependiendo de nuestra voluntad. 
Si nos sentimos derrotados, confundidos, fuera de control, hay 
que recordar que incluso las cosas más firmes pueden 
cambiar. Países con cambios en su sistema económico, 
empresas con un giro abrupto en su estrategia, artistas que 
cambian de estilo. Nuestra vida también puede cambiar. Sólo 
necesitamos ser conscientes del poder de nuestras decisiones. 
Cuando entendamos que nuestros pensamientos son la 
semilla de toda decisión, le prestaremos más atención a 
nuestra mente. Cuando comprendamos que las emociones 
son signos que nos dicen si estamos yendo en la dirección 
correcta, ya no pensaremos en términos de emociones 
positivas o negativas, si no que prestaremos atención a 
nuestro camino. Cuando entendamos que la acción no es más 
que los pensamientos materializados, aprenderemos a tomar 
mejores decisiones. 
Una persona puede tomar mejores decisiones que otra porque 
sabe controlar sus pensamientos, sabe dominar la materia 
prima de toda acción. Esto no obedece a haber ido a una mejor 
escuela o universidad, está en cada uno aprender este tipo de 
cuestiones. Algunas familias lo inculcan a sus hijos desde 
pequeños, otras les transmiten sus vicios o penas. Pero crecer 
implica la posibilidad de romper con lo que nos han enseñado. 
Implica, justamente, tomar decisiones. 
Se ha demostrado en los últimos años que la inteligencia 
emocional es tan importante como cualquier otra a la hora de 
conseguir el éxito. Podríamos ponerle un montón de energía 
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a un proyecto, una carrera universitaria, por ejemplo. Pero si 
este proyecto no nos satisface a un nivel profundo, si no 
estamos cumpliendo nuestro deseo al realizarlo, entonces 
estamos perdiendo el tiempo. Seremos buenos estudiantes, 
pero no buenas personas. 
Saber que es lo que nos apasiona es quizás el requisito más 
importante en nuestro auto descubrimiento. Si no sabemos 
que es lo que nos mueve, entonces estamos condenados a 
cumplir con los proyectos de otras personas, porque gente 
decidida hay poca, y gente perdida hay mucha. Nuestra pasión 
puede ser algo abstracto, como ayudar a las personas, o algo 
muy específico, como correr carreras de coches. 
Cuando actuemos en consonancia con nuestros deseos más 
profundos, seremos imparables. Nadie nos podrá convencer 
de lo contrario, porque sabremos en lo más profundo de 
nuestro ser, que esto es lo que queremos hacer. Podremos 
fallar, pero nos levantaremos, porque el fin es más que los 
medios, porque nuestro deseo es más que las circunstancias 
que nos tocó vivir o las personas con las que nos juntamos. 
Las buenas decisiones nacen de aquí, de este lugar de paz y 
entendimiento. Esto no quiere decir que no podamos tomar 
buenas decisiones en momentos difíciles, donde la ansiedad 
acecha y los errores parecen ser el fin del mundo. Un buen 
decisor sabrá elegir en cualquier momento y circunstancia 
porque está convencido de objetivo, sabe que el camino no es 
siempre agradable de transitar, y puede ver más allá de las 
molestias del corto plazo. 
Una buena decisión, entonces, es la que atraviesa el tiempo. 
Las decisiones influyen en nuestro futuro. Si entendemos la 
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potencia que tienen nuestras decisiones en nuestro día a día, 
las tomaremos con más cuidado, y mirando a través del 
tiempo. La buena decisión no es la que nos satisface 
instantáneamente, puede que coincidan pero habitualmente 
no es así. La buena decisión es la que nos hace agradecer 
haberla tomado, horas, días o meses después. 
Las buenas decisiones son las que nos hacen avanzar en el 
camino, las que nos acercan más a nuestro objetivo. Son las 
decisiones que nos acercan a cumplir nuestro deseo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Capítulo 8: ¿Por qué hay que cultivar la 
gratitud? 
 
 
 
La gratitud es la clave de la felicidad. Si no aprendemos a 
agradecer, nos vamos a pasar la vida buscando “algo” que nos 
llene, y nunca lo vamos a encontrar, pues la carencia atrae 
carencia, y la gratitud atrae más

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