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V 25 BENDICION

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LIBRO DE CIELO 
VOLUMEN 25, NOVIEMBRE 4, 1928 
 
(3) Después de esto se daba la bendición con el Santísimo Sacramento, y 
yo le rogaba de corazón que me bendijera, y Jesús moviéndose en mi 
interior, haciendo eco a lo que hacía Jesús en el Sacramento, levantaba su 
mano bendita en acto de bendecirme y me ha dicho: 
(4) “Hija mía, te bendigo el corazón y sello mi Divina Voluntad en él, a fin de 
que palpite en todos los corazones tu latido unido con mi Voluntad Divina, 
para que llame a todos los corazones a amarla; bendigo tus pensamientos y 
sello mi Divina Voluntad en ellos, a fin de que llame a todas las inteligencias 
a conocerla; te bendigo la boca, a fin de que corra mi Divina Voluntad en tu 
voz, y llame a todas las voces humanas a hablar de mi Fiat; toda te bendigo 
hija mía, a fin de que todo llame en ti a mi Querer Divino, y corra a todos 
para hacerlo conocer. ¡Oh! cómo me siento más feliz al obrar, rezar, 
bendecir, en quien reina mi Querer, en esta alma encuentro la vida, la luz, la 
compañía, y todo lo que Yo hago súbito surge y veo los efectos de mis 
actos y no estoy solo si rezo, si obro, sino que tengo la compañía y quien 
trabaje junto Conmigo. En cambio en esta prisión sacramental, los 
accidentes de la hostia son mudos, no me dicen una sola palabra, hago 
todo por Mí solo, no siento un suspiro que se una con el mío, ni un latido 
que me ame, más bien es un frío de sepulcro para Mí, que no sólo me tiene 
en prisión, sino que me sepulta, y Yo no tengo a quién decir una palabra, ni 
con quién hacer un desahogo, porque la hostia no habla, estoy siempre en 
silencio, y con una paciencia divina espero los corazones que me reciban 
para romper mi silencio y gozar un poco de compañía. Y en el alma donde 
encuentro a mi Divina Voluntad me siento repatriarme a mi patria celestial”.

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