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Convulsione� neonatale� Una convulsión neonatal es la manifestación de una disfunción del sistema nervioso central. Los recién nacidos pueden convulsionar por múltiples factores, como parto laborioso, hipoxia, acidosis/hipercapnia, hipoglucemia o hipocalcemia. Este tipo de sintomatología en el neonato es en sí un marcador de morbilidad neurológica y su control será factor pronóstico del desarrollo del niño. No siempre son fáciles de reconocer, pueden ser asintomáticas, presentarse como crisis generalizadas, movimientos oculares, bucolinguales o apneas; debido a la estructura cerebral neonatal, suelen dejar secuelas neurológicas a largo plazo, siendo uno de los factores de más alto riesgo para convulsiones futuras a lo largo de la vida. Incidencia La crisis convulsiva suele ser el primer síntoma de muchos trastornos neurológicos neonatales; la incidencia en esta etapa de la vida es mayor que en cualquier otra edad. Su frecuencia es de alrededor del 0,5 al 3% para el recién nacido a término y hasta del 10 al 20% para el pretérmino. En la tabla 1, podemos ver las causas de las convulsiones neonatales y su período de inicio, siendo mayor la presentación en prematuros menores de 30 semanas de gestación, tal vez por el alto riesgo de sangrado cerebral. Fisiopatología Hay diferentes mecanismos que han sido estudiados y que participan en la claridad de presentación de las crisis, entre ellos los que se presentan en la tabla Hay un comportamiento diferente de los receptores postsinápticos, hay una disminución en el transportador de potasio y cloro, con consecuente aumento de cloro intracelular, por lo tanto cuando llega el estímulo gabaérgico se abre el canal y por lo tanto el cloro sale y produce una despolarización. cuando se da la maduración estos receptores aumentan De acuerdo con la edad, las funciones excitatorias e inhibitorias de los neurotransmisores se expresan y pueden presentarse como crisis convulsiva en cualquier etapa del período neonatal. Los neurotransmisores dopaminérgicos inhibitorios en el cerebro tienen un desarrollo predominante en relación con los excitatorios. Son bajas las concentraciones de GABA y de sus receptores, se sabe que la red inhibitoria GABA demora de 2 a 3 semanas para su maduración. El origen de la actividad convulsiva en el cerebro inmaduro y poco mielinizado se da probablemente a nivel subcortical. En el cerebro inmaduro hay un exceso de neurotransmisores y receptores excitatorios, lo cual condiciona despolarización; la relación de neurotransmisores inhibitorios/excitatorios es importante para determinar la capacidad de dispersión de una descarga focal a áreas contiguas. Las sinapsis inhibitorias maduran primero, y las excitatorias en la vida postnatal. La arborización de axones y procesos dendríticos así como la mielinización son incompletas en el cerebro neonatal y originan crisis fragmentarias débilmente propagadas cuya actividad eléctrica puede no propagarse a los electrodos de superficie del EEG. Las crisis tónico-clónicas generalizadas son raras en el primer mes de vida y no se presentan en el prematuro. Las crisis neonatales usualmente son focales y de corta duración El sistema límbico y las conexiones diencefálicas están más desarrollados en el neonato que la organización cortical cerebral, lo que explica que las CN se manifiestan más frecuentemente como movimientos oculares, cambios en la coloración de la piel, especialmente en la cara, movimientos bucolinguales, midriasis y apneas. Normalmente la despolarización se produce por la rápida migración del sodio extracelular al interior de la neurona, y la repolarización, por el reingreso de potasio a la misma. La excesiva despolarización puede tener distintas causas (Tabla 1). Esta grafica representa el comportamiento de los diferentes receptores y a medida que se avanza en la edad es que adquiere el comportamiento inhibitorio, entonces esta combinación de factores hace que se puedan dar las convulsiones Manifestaciones clínicas Las convulsiones neonatales muy raramente se muestran como crisis generalizadas y se expresan como movimientos oculares, chupeteo, midriasis, crisis de cianosis, apnea, rubicundez facial, debido a que las conexiones del sistema límbico con el diencéfalo están más desarrolladas. En el neonato, un amplio rango de desórdenes sistémicos, y en especial del sistema nervioso central, puede incrementar el riesgo de convulsiones con alta mortalidad y el riesgo de discapacidad motora o cognitiva. Etiología La causa más común de convulsiones neonatales sintomáticas es la encefalopatía hipóxico-isquémica (HIE) (ver tabla 2), ocurriendo aproximadamente en dos terceras partes de los casos, producida por la hipoxia al nacer, distrés respiratorio, etc. Generalmente las convulsiones ocurren en el primer o segundo día de nacido y suelen ceder a los pocos días, siendo un factor de riesgo para epilepsia o déficits neurológicos o cognitivos. La hipoglucemia transitoria o persistente se considera con niveles por debajo de 40 mg/dl en las primeras 72 horas de vida y por debajo de 60 mg/dl posteriormente. Las alteraciones electrolíticas, como la hipocalcemia precoz y tardía, con cifras de calcio total inferior a 7 mg/ dl o 1 mg/dl de calcio iónico. La hipomagnesemia, con cifras inferiores a 1 mEq/l; la hipo o hipernatremia, con niveles < 120 o > 150 mEq/l, respectivamente. Entre las causas infecciosas, están las bacterias como el estreptococo del grupo B y E. coli; infecciones por toxoplasmosis y encefalitis virales causadas por herpes simple, coxsackie o citomegalovirus. Las malformaciones del desarrollo cortical que se presentan con convulsiones en los primeros años de vida incluyen lisencefalia, polimicroguria, displasia focal cortical y esclerosis tuberosa. Causa poco frecuente es la epilepsia dependiente de piridoxina (PDE), que consiste en convulsiones que inician en los primeros días de vida (usualmente primeras 24 a 48 horas) y no responden a las drogas convencionales, cesan con la administración de piridoxina, reaparecen al suspender y cesan nuevamente al reiniciarla. Este tipo de convulsiones pueden recurrir durante un episodio febril. La vitamina B-6 (piridoxina) es importante para el desarrollo cerebral normal y para mantener saludables al sistema nervioso y al sistema inmunitario. Existen etiologías genéticas (canalopatías); convulsiones neonatales familiares benignas (KCNQ-2 en el cromosoma 20 y KCNQ-3 en el cromosoma 8) Clasificación Volpe Sutiles: de las más frecuentes, suelen aparecer en el prematuro, sobre todo los que han sufrido encefalopatía hipóxico-isquémica o hemorragia intracraneal y suelen manifestarse en forma de posturas anormales, movimientos de succión, deglución, movimientos de pedaleo, remo, boxeo, parpadeo, fijación mirada, nistagmos, cianosis e, incluso, apnea. Tónicas: suelen manifestarse en enfermedades metabólicas, hipoxia y hemorragia en el prematuro y caracterizadas por extensión de las extremidades, pueden ser focales o generalizadas. Clónicas: en general son consecuencia de eventos como encefalopatía hipóxica, accidente cerebrovascular o una enfermedad metabólica, son las de mayor aparición en el recién nacido pretérmino, manifestándose en forma de sacudidas musculares rítmicas, lentas, focales o multifocales. Mioclónicas: se manifiestan como sacudidas musculares rápidas y aisladas con frecuencia bilaterales, se dan más comúnmente en un recién nacido a término con hipoxia, enfermedad metabólica o malformación cerebral. Las convulsiones focales clónicas y tónicas, y las multifocales clónicas usualmente están acompañadas de actividad ictal en el electroencefalograma (EEG), mientras los episodios sutiles, tónicos generalizados y mioclónicos pueden ser no epilépticos, ya que no están asociados con actividad ictal electrográfica. Aunque puede presentarse dos casos de convulsiones: las que no se reconocen clínicamente (disociación electroclínica) o, lo contrario, convulsiones diagnosticadas clínicamente que no tienen una correlación eléctrica. Debido a que hayconvulsiones que son ‘solo clínicas’, se han propuesto diferentes mecanismos para explicar por qué estos movimientos no tienen correlación con el EEG. Primero, los recién nacidos pueden presentar comportamientos paroxísticos, como mioclonías benignas del sueño, temblores y otros eventos que no están relacionados con epilepsia. Estos episodios deben sospecharse, según Volpe, si son sensibles a la estimulación sensorial, si se suprimen con la restricción suave o con el reposicionamiento y por la falta de acompañamiento de fenómenos autonómicos. Segundo, los comportamientos anormales pueden deberse a ‘liberaciones’ del tallo cerebral primitivo y las vías motoras espinales, que son normalmente inhibidas por un funcionamiento del cerebro anterior. Tercero, las convulsiones pueden surgir de una excesiva actividad neuronal en la corteza o en regiones del tallo cerebral que no son detectables al EEG. Diagnóstico El diagnóstico de las crisis neonatales se ha basado históricamente en la observación. Sin embargo, es necesario el reconocimiento de crisis clónicas, tónicas o mioclónicas; las crisis sutiles son más difíciles de reconocer, pueden presentarse acompañando a otro tipo de crisis clínicas, y cuando se presentan aisladamente no necesariamente implican fenómenos críticos. El monitoreo video-electroencefalográfico es de gran utilidad para definir y clasificar las crisis neonatales; actualmente se utilizan técnicas de grabación de video basadas en métodos de segmentación de movimiento (Motion video EEG) para el reconocimiento de las crisis neonatales. Las crisis focales clónicas, tónicas y mioclónicas usualmente se correlacionan con cambios en el EEG, mientras que varias crisis generalizadas mioclónicas y la mayoría de las crisis sutiles no tienen igual correlación. La evaluación del niño con crisis neonatales no debe esperar la confirmación electroencefalográfica. En el caso de sospechar crisis neonatales debe iniciarse un plan de manejo consistente en: 1. Confirmar el diagnóstico con el EEG 2. Evaluar al niño en busca de la causa de las crisis, haciendo énfasis en las etiologías tratables, muchos niños con crisis neonatales presentan condiciones médicas o neurológicas que las causan 3. Iniciar tratamiento anticonvulsivante. Para orientar el diagnóstico etiológico se requiere una historia clínica haciendo énfasis en antecedentes del nacimiento: edad gestacional, complicaciones durante el embarazo, uso de drogas (incluyendo las ilícitas como heroína, cocaína), complicaciones del trabajo de parto y parto; cualquier evidencia de asfixia fetal (necesidad de resucitación, puntaje de Apgar, pH de sangre de cordón); uso de anestésicos. Se deben incluir preguntas clave que ayuden a diferenciar las crisis neonatales de movimientos no convulsivos: - ¿Son estereotipadas con claro inicio y final? - ¿Existe algún factor desencadenante? - ¿Tienen relación con la alimentación o patrón de sueño? (Ej: sólo se presentan durante el sueño). - ¿Pueden ser detenidas o modificadas con la postura? (poco común en las crisis). - Tipo de actividad (Ej: clónica, tónica, mioclónica, focal o generalizada). - ¿Hay movimiento ocular anormal asociado? La edad de inicio, el número de crisis, la frecuencia y la duración, así como la historia familiar de convulsiones resultan útiles a la hora de establecer un diagnóstico etiológico. En un examen físico detallado, repetido varias veces al día y de igual manera se deben explorar signos vitales, presencia de fiebre que sugiera infección del SNC; en RN paralizados por ventilación, es difícil detectar movimientos convulsivos, pero los incrementos rítmicos de presión arterial, frecuencia cardiaca y oxigenación pueden ser la clave. Realizar un examen cutáneo en busca de brote vesicular que pueda orientar hacia un herpes simple o incontinencia pigmenti, esta última cura dejando lesiones cutáneas permanentes. Examinar el cuero cabelludo para descartar marcas de aguja que sugieran administración inadvertida de anestésico local. En el examen neurológico se puede apreciar el estado mental (apertura ocular), la fontanela (abombada), evidencia de coriorretinitis o hipotonía. Evaluación 1. Exámenes de laboratorio: - Suero: glucosa, calcio, sodio, urea, bilirrubina, amonio, gases arteriales, aminoácidos séricos en algunos casos. - Orina: aminoácidos, ácidos orgánicos. 2. Prueba de piridoxina en caso de crisis refractarias (con monitoreo EEG). 3. Considerar punción lumbar para descartar infección del SNC y medición de glicina. 4. El electroencefalograma (EEG) es esencial en el diagnóstico y manejo de las crisis neonatales. El trazado EEgráfico se analiza en busca de actividad ictal (puntas focales o multifocales, ondas agudas y descargas rítmicas de ondas delta) y análisis de actividad de fondo. Las anormalidades en la actividad de fondo son predictivas del riesgo de crisis electrográficas. Las alteraciones en el EEG pueden ser sutiles e inespecíficas. La ausencia de patrones electroencefalográficos típicos en una convulsión no descarta su origen cortical. 5. Neuroimágenes: la realización de neuroimágenes (ecografía cerebral, tomografía, computarizada, RM, SPECT, y tomografía de emisión de positrones PET), es esencial en la determinación de la etiología de la crisis neonatal. En casos agudos, después del control de la crisis, la RM es efectiva para determinar presencia y extensión de la lesión hipóxicoisquémica y lesión parenquimatosa cerebral. Si no es posible realizar la RM, la TAC es efectiva para determinar la presencia de hemorragia y calcificación (infección congénita, displasia cortical), después del período agudo debe realizarse la RM para mirar detalladamente el encéfalo. El ultrasonido aunque tiene ventajas de costo y acceso en las unidades de cuidados intensivos, desafortunadamente, no es un estudio adecuado para el diagnóstico de crisis neonatales ya que no es efectivo para detectar sangrado subdural o epidural o identificar lesiones parenquimatosas. Diagnóstico diferencial En los prematuros extremos, ciertos movimientos reflejos pueden simular una convulsión, como puede ser temblores exagerados, reflejos posturales, sobresaltos ante mínimos estímulos. Las muecas en cara, chupeteo, que se presentan en la fase REM del sueño, se confunden muy fácilmente con eventos convulsivos. En el pretérmino con reflujo gastroesofágico, deben diferenciarse las crisis de apnea, cianosis y opistótonos de convulsiones. Tratamiento Las CN requieren tratamiento urgente para prevenir la lesión cerebral. La medicación anticonvulsivante debe iniciarse sólo después de haber establecido una adecuada ventilación y perfusión, y medido la concentración de glucosa, ya que las crisis con hipoglucemia o hipoxia deterioran el cerebro. El tratamiento debe orientarse a: 1. Asegurar una adecuada ventilación y perfusión. 2. Corregir las alteraciones metabólicas. 3. Iniciar terapia anticonvulsivante. Al iniciar tratamiento: • Solicite cuadro hemático y pruebas hepáticas. • El anticonvulsivante elegido debe ser el de primera línea. • Debe iniciarse de forma gradual para evitar efectos indeseables. • La difenilhidantoína no requiere inicio lento. • Si es posible, solicite niveles séricos de anticonvulsivantes. • Evite la politerapia, aumenta riesgo de efectos adversos y disminuye la adherencia al tratamiento En los neonatos, la droga de primera elección en las crisis es el fenobarbital (20 mg/ kg); el diazepam es usado con el fenobarbital cuando se requiere una respuesta rápida; y la fenitoína (15 - 20 mg/kg) se usa como de segunda línea después de que el fenobarbital ha fallado. La fosfenitoína es una alternativa para la fenitoína intravenosa en el tratamiento agudo de las convulsiones, tiene un pH de 8,6, que permite su rápida administración intravenosa, está disponible para uso intramuscular y posee pocas reacciones adversas locales en el sitio de inyección. 1,5 mg/kg de fosfenitoína es equivalente a 1 mg/kg de fenitoína. Se recomiendo fenitoína o fosfenitoína antes que levetiracetam (20-40 mg/kg/IV) posibilidad de mantenerel tratamiento crónico con ese fármaco y por vía oral En las convulsiones refractarias, se han empleado con éxito las infusiones continuas de lidocaína o midazolam. El midazolam es de tercera línea, tiene eficacia variable y menos efecto depresor respiratorio que los barbitúricos a altas dosis. La lidocaína tiene un uso limitado por su potencial toxicidad cardíaca y se utiliza cuando se utilizó previamente fenitoína. La dosis del tratamiento de mantenimiento con piridoxina varía de 200 a 300 mg/día. Por otra parte, la duración del tratamiento no está establecida, debe ser guiada por la etiología de las convulsiones y el curso natural de estas, es decir, en caso de crisis debidas a encefalopatía hipóxico-isquémica (HIE) moderado, hemorragia subaracnoidea, desórdenes metabólicos tratables y reversibles; las drogas antiepilépticas se suspenderán antes del alta. En contraste, los niños con convulsiones por daño cerebral severo hipóxico-isquémico, hemorragia intraparenquimatosa o accidente cerebrovascular isquémico a menudo necesitan tratamiento más prolongado. Se recomienda evaluar la necesidad de tratamiento continuo a los tres meses debido a la potencial neurotoxicidad. Además, Volpe sugiere que debe interrumpirse el tratamiento durante el período neonatal si el examen neurológico es normal. Si no, el tratamiento debe ser continuado a menos que el EEG sea normal o la etiología de las crisis haya pasado. Se sugiere que el examen neurológico y el EEG sean fundamentales para ayudar a decidir la interrupción del tratamiento antiepiléptico. Nunca interrumpa abruptamente un anticonvulsivante, puede producir crisis por deprivación de este y, en algunos casos, síndrome de abstinencia. Todas las crisis se tratan, las subclínicas también, no todas requieren tratamiento anticonvulsivante sobre todo si son únicas y hay una causa verificable y tratable como una hipoglucemia, una alteración metabólica Pronóstico Las convulsiones en la etapa neonatal pueden dejar secuelas a corto y largo plazo en aproximadamente un 30% de los casos, con déficits cognitivos que van desde discapacidad para el aprendizaje (27%) a retraso en el desarrollo y retardo mental (20%) y epilepsia posneonatal (27%). La mortalidad neonatal secundaria a las convulsiones es baja, menos del 20% de todos los casos. No todas las convulsiones tienen el mismo riesgo. Leer diapositiva Las convulsiones pueden ocurrir en un 5,6% de recién nacidos con muy bajo peso al nacer; la menor edad gestacional, el peso al nacer, sexo masculino, valor del Apgar, el daño sistémico y neurológico (hemorragia intraventricular o leucomalacia periventricular), y la necesidad de ventilación son factores pronósticos de convulsiones neonatales. El desarrollo normal después de convulsiones es más factible (70%) en recién nacidos a término con peso adecuado que en bebés prematuros con peso bajo (20%). Es controversial si las crisis eléctricas causan lesión cerebral adicional, pero en consenso de expertos (DELPHI) se recomienda tratar.
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