Logo Studenta

Kottler - Los retos de ser terapeuta

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Los retos de ser terapeuta
2
 
Primera edición en español de la 
quinta edición en inglés
3
Los retos de ser terapeuta
 
Jeffrey A. Kottler
Traducción
Mtro. Oriol Francisco Remolina Gallego
Centro de Psicoterapia Cognitiva
Editor responsable:
Lic. Georgina Moreno Zarco
Editorial El Manual Moderno
 
4
Nos interesa su opinión, comuníquese con nosotros:
Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V.
 
Av. Sonora 206, Col. Hipódromo, Alcaldía Cuauhtémoc, 06100, Ciudad de México, México
 
(52-55) 52-65-11-00
 
info@manualmoderno.com
 
quejas@manualmoderno.com
 
Título original de la obra:
On Being a Therapist, fifth edition.
Copyright © Oxford University Press 2017
ISBN: 978-0-19-064154-2
 
On Being a Therapist, fifth edition was originally published in English in 2017. This translation is
published by arrangement with Oxford University Press. Editorial El Manual Moderno S.A de C.V is
solely responsible for this translation from the original work and Oxford University Press shall have
no liability for any errors, omissions or inaccuracies or ambiguities in such translation or for any
losses caused by reliance thereon.
 
Los retos de ser terapeuta fue publicado originalmente en inglés en 2017. Esta traducción se publica
por acuerdo con Oxford University Press. Editorial El Manual Moderno S.A de C.V es el único
responsable de esta traducción del trabajo original y Oxford University Press no se responsabilizará
por los errores, omisiones, imprecisiones o ambigüedades en dicha traducción, ni de las pérdidas
ocasionadas por la confianza en el mismo.
 
Los retos de ser terapeuta
D.R. © 2019 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V.
ISBN: 978-607-448-799-2 versión electrónica
 
Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Reg. núm. 39
 
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada
o transmitida sin permiso previo por escrito de la Editorial.
 
Para mayor información sobre
 
Catálogo de producto
Novedades
Instrumentos de evaluación en línea y más
www.manualmoderno.com
 
 
5
mailto:info@manualmoderno.com
mailto:quejas@manuamoderno.com
http://www.manualmoderno.com/
Director editorial:
Dr. José Luis Morales Saavedra
 
Editora de desarrollo:
Lic. Tania Flor García San Juan
 
Diseño de portada:
DG. Óscar Gamaliel Pérez Medina
6
 
7
Prefacio
 
El clima para ser un terapeuta ha cambiado tan dramáticamente que el campo es
casi irreconocible para aquellos que comenzaron su carrera cuando la primera
edición de este libro se publicó hace 30 años. Era un tiempo en que los pacientes
eran, en su mayoría, mujeres blancas y de clase media alta, cuando se creía que la
terapia tomaba mucho tiempo (no meses, sino años) para ser considerada viable, y
en el que las compañías de seguros pagaban 90% de lo que cobráramos, sin
límites de por vida ni restricciones en la frecuencia de las sesiones.
Ahora se practica en una era en la que se atiende a clientes con menos
recursos, inmigrantes y de clase trabajadora, que a menudo presentan problemas
más graves. Además, muchas agendas están llenas de clientes obligados por la
corte y remitidos involuntariamente. Mientras hace algún tiempo los terapeutas
seguían el ejemplo de Freud de especializarse en los llamados "saludables
preocupados" o en la clase media neurótica, ahora llegamos a una población más
diversa, representando cada trasfondo cultural, etario, étnico, racial, religioso,
socioeconómico y de orientación sexual concebible. Mientras que alguna vez se
dio el caso donde los terapeutas debían dominar las complejidades de diferentes
orientaciones teóricas, con una mayor combinación e integración de modelos en
una práctica más pragmática y con base en evidencias, ahora es igual de
importante aprender sobre los aspectos particulares y más significativos de los
diferentes antecedentes culturales de nuestros clientes.
También se pide que tratemos una variedad cada vez mayor de problemas,
muchas de las cuales no eran particularmente susceptibles o respondían a la
terapia en el pasado: violencia doméstica, abuso físico y sexual, trauma,
problemas de identidad sexual, abuso de sustancias, trastornos de la alimentación,
trastornos de personalidad, autolesiones y trastornos disociativos. Además, se nos
exige hacer una diferencia en periodos cada vez más cortos. Mientras que la
terapia a largo plazo se midió en un lapso de 5 a 10 años, ahora, con frecuencia, se
restringe a la misma cantidad de meses, o incluso semanas.
En alguna situación de cuidado restringido se han reestructurado
completamente las formas en que se trabaja como terapeutas, no sólo limitando el
tiempo que se pasa con los clientes, sino dictando qué tipo de cosas se permite
hacer. En la mayoría de estas situaciones el curso del tratamiento es muy limitado,
cualquier extensión de la cantidad permitida de sesiones debe ser aprobada por
alguna autoridad externa. Todo se trata de responsabilidad, tratamientos con base
en evidencia, apoyo empírico y resultados medidos, todo dentro de parámetros de
tiempo específicos.
La tecnología también ha revolucionado el campo en las últimas décadas y
continuará modificando el panorama en los próximos años. Con más frecuencia se
utiliza software o sitios web para comunicarse con usuarios de atención médica
8
controlada, para enviar informes y facturas y para asistir en las decisiones
diagnósticas y planificación de tratamientos. Tanto los terapeutas como los
clientes utilizan las fuentes en línea como un medio de consulta instantánea, así
como para dar y recibir terapia. Los mensajes de texto, correos electrónicos, redes
sociales y mensajes instantáneos se están volviendo cada vez más comunes como
medios de comunicación, e incluso como una forma de llevar a cabo las sesiones.
Pasamos cada vez más tiempo frente a una pantalla de la computadora y cada vez
menos cara a cara, estableciendo contacto íntimo con los demás. Esto podrá
hacernos más eficientes, pero ciertamente cambia la naturaleza de nuestro trabajo
y nuestras vidas— y no siempre para bien. En muchos sentidos, la vida de un
terapeuta es mucho más estresante, con la continua accesibilidad y tan poco
tiempo de descanso.
9
LOS MISTERIOS DE SER UN TERAPEUTA
Desde la primera publicación de este libro, los límites entre las orientaciones
teóricas se han ido desmoronando. Muchos terapeutas alguna vez se vieron
identificados fácilmente como fuertes seguidores de una corriente particular,
como psicodinámicos, existenciales, cognitivo-conductuales o una de las pocas
docenas de otras corrientes. Hoy en día casi todos son eclécticos y pragmáticos, o
por lo menos integradores, sin importar la ideología a la que se adhieren. Cada
terapeuta puede llamarse constructivista, conductista, feminista o humanista, y
describirse como terapeuta psicodinámico, cognitivo, Gestalt, narrativo o
relacional, la realidad es que ahora se toman conceptos e ideas de una variedad de
enfoques, dependiendo del contexto, la cultura y lo que aqueja a cada paciente
(cliente), no sin mencionar el estado de ánimo propio.
Una cosa que no ha cambiado mucho es que el proceso de psicoterapia todavía
fluye en dos direcciones. Éste es el caso de la influencia sobre el cliente y respecto
con afectar la vida personal del profesional. Dicho impacto puede ser para bien o
para mal, haciendo que las profesiones de ayuda sean actividades humanas
gratificantes espiritualmente, así como emocionalmente desgastantes. Algunos
terapeutas se ven favorecidos como resultado de este trabajo. Se aprende de
aquellos a quienes se ayuda y aplica lo que se sabe y sobre nosotros mismos.
Incluso, algunos pueden llegar al agotamiento y abatimiento. Con el tiempo
podemos volvernos cínicos o indiferentes o duros.
Desde hace tiempo hemos reconocido el impacto de varios ingredientes
terapéuticos en los cambios que un cliente probablemente experimentará.
Sabemos que factores tales como la alianza terapéutica, acuerdo sincronizado de
objetivos, retroalimentación confiabley precisa, respuesta empática,
cuestionamiento sensible y la confrontación constructiva y sensible a menudo
conducirán a una mayor autoaceptación e incluso a transformaciones de
personalidad en el cliente. Pero, ¿qué impacto tienen estos procesos en la persona
que los facilita? ¿Puede el profesional ser un impulsor activo del proceso
terapéutico sin verse afectado por sus repercusiones? ¿Pueden los terapeutas ser
inmunes a la influencia de la exposición prolongada a la desesperación, el
conflicto y el sufrimiento humanos? ¿Podemos resistir el inevitable crecimiento y
autoconsciencia que vienen de estudiar otras vidas? ¿Podemos seguir siendo los
mismos después de estar en presencia de tantos que están cambiando? Nos guste o
no, la decisión de ser terapeuta es también un compromiso con nuestro propio
crecimiento.
Recuerdo que cuando este libro se publicó por primera vez, hace muchos años,
las críticas eran mixtas, algunas reflejando las opiniones apasionadas de los
críticos sobre ciertos temas de los que no deberíamos hablar en un foro público.
Obtuve algo de consuelo de otro crítico en ese momento, que me llamó la
"consciencia de la profesión", y siempre me ha gustado la idea de estar dispuesto a
discutir temas tabúes, aunque a veces de manera incómoda. Uno de mis primeros
héroes fue el pequeño niño en la historia de Hans Christian Andersen El traje
10
nuevo del emperador, el heraldo de la verdad, que dice en voz alta lo que todos
los demás pueden ver claramente, pero no reconocen. Del mismo modo, al
principio de mi carrera me sentí muy perdido porque las cosas que se me
dificultaron casi nunca parecían surgir en la supervisión, los talleres o los recursos
–y nunca se discutieron en mi entrenamiento. Me preguntaba constantemente por
qué era tan raro que los terapeutas hablaran sobre sus fracasos, o por qué
discutíamos entre nosotros sobre qué enfoque era superior a todos los demás, o
por qué no me sentía seguro de hablar de todas las formas en que dar la terapia
estaba haciéndome una mejor persona, o por qué los demás parecían estar tan
limitados por la literatura e investigación de nuestro campo cuando noté que mis
maestros más influyentes provenían de novelas, experiencias de viaje, aventuras
en mi propia vida y especialmente de las lecciones aprendidas de mis clientes.
11
PRÓXIMAS ATRACCIONES Y MÁS RECIENTES
INNOVACIONES
Durante los años transcurridos desde la última vez que revisé y actualicé este
volumen, nuevamente ha habido muchos cambios en las formas en que operamos.
¿Quién podría haber imaginado que muchos terapeutas realizarían sesiones a
través de videoconferencias, mensajes de texto, chat y, tal vez pronto, a través de
realidad virtual y avatares? Uno puede imaginar un futuro no muy lejano en el que
todos tendrán un dispositivo en su hogar, o un implante en su cabeza que
responderá a cualquier consulta, ya sea dando instrucciones para ir a la farmacia o
consejos para manejar problemas de salud mental.
Persona: "Siri, estoy deprimido. ¿Qué debería hacer?"
Dispositivo: "Suenas cansado. Yo estoy cansada. Son las 3 de la mañana y
deberías estar durmiendo, no hablando conmigo".
Persona: "Lo siento. Sólo sigo pensando una y otra vez sobre ... "
Dispositivo: "¿Has probado un baño caliente y un poco de leche caliente para
ayudarte a dormir?"
Persona: "Lo que realmente me gustaría ahora es un trago de verdad".
Dispositivo: "Espera, espera, no vayas allá".
Persona: "¿Adónde?"
Dispositivo: "Las pruebas genéticas han demostrado tu susceptibilidad a la
adicción al alcohol. Y, además, con tu historia familiar, corres un mayor riesgo".
Persona: "Está bien, entonces, ¿qué hay en HBO?"
Este libro incorpora las últimas investigaciones y desarrollos, además bastante
material nuevo que refleja mi comprensión de las innovaciones de vanguardia. El
primero de ellos es un nuevo capítulo sobre narración de historias, ya que
considero que lo que realmente hacen los terapeutas la mayor parte del tiempo es
(1) escuchar las historias de las personas, (2) ayudarlas a colaborar en una versión
narrativa diferente que sea más autoempoderante, y (3) introducir historias en
forma de metáforas, revelaciones, ejemplos y cuentos educativos. Dado que la
gran mayoría de nuestros momentos de vigilia son capturados por historias en
forma de programas de televisión, películas, novelas, conversaciones, chismes,
letras de canciones, fantasías y sueños, el cerebro ha evolucionado a ser un
"órgano con historia" que hace que las experiencias vicarias se sientan reales.
Con el paso de los años me he dado cuenta de que no sólo terapeutas leen este
libro. Muchos clientes, pasados y presentes, también han descubierto en este libro
una forma de entender mejor y aprovechar al máximo sus experiencias. Soy
consciente de que muchos terapeutas han recomendado el libro a sus clientes;
otros lo han recibido como regalo. Y bastantes me han escrito a lo largo de los
años preguntándome qué pueden hacer para sacar el mayor provecho de sus
sesiones. Muchos otros se preguntaban si ciertas cosas eran "normales" o
apropiadas, o incluso lo que podrían decir o hacer para mejorar sus resultados. Por
12
lo tanto, he agregado un nuevo capítulo (capítulo 14) que se enfoca
específicamente en cómo ser un mejor cliente. Espero que a los terapeutas
también les resulte útil para preparar mejor a nuestros clientes y aprovechar al
máximo nuestro trabajo.
Al igual que sus predecesores, este volumen ampliado está escrito para todos
los profesionales de la terapia: trabajadores sociales, consejeros, psiquiatras,
psicólogos, enfermeras psiquiátricas, terapeutas familiares, profesionales de
servicios humanos, consejeros pastorales y otros especialistas de salud mental.
Será de gran valor para los estudiantes de estas profesiones, quienes pueden
estarse preparando para una carrera aprendiendo habilidades de ayuda sin darse
cuenta completamente de las consecuencias personales. Aquellos que han
experimentado la terapia como clientes, o quienes están contemplando una
aventura tan formidable, también encontrarán las premisas aquí contenidas de
especial interés.
El capítulo 1 comienza con una discusión de lo que significa ser terapeuta, el
viaje interior con todas sus alegrías, beneficios y desafíos. Explora los motivos
personales para convertirse en terapeuta, así como el contexto cultural, político y
social de las relaciones que creamos y mantenemos. Este capítulo también
describe los riesgos inherentes de trabajar como terapeuta y presenta un marco de
trabajo unificado del proceso de cambio como telón de fondo para explorar otras
ideas sobre cómo modelar e influir en el poder en el capítulo 2. Esencialmente,
todos los sistemas de terapia funcionan porque comparten varios elementos: la
poderosa presencia de un terapeuta, una alianza terapéutica efectiva y estructuras
para la toma constructiva de riesgos, tanto dentro de las sesiones como en la vida
del cliente.
El capítulo 3 explora las implicaciones del papel del terapeuta como modelo al
examinar la relación entre la efectividad personal y profesional. Al igual que las
habilidades profesionales ayudan a los terapeutas a mejorar sus relaciones
personales, sus experiencias de la vida real son herramientas invaluables durante
las sesiones. Éste es el mejor beneficio periférico del campo: la exposición
constante al cambio nos estimula continuamente y promueve un mayor
crecimiento personal, lo que a su vez nos hace modelos más poderosos.
El nuevo material que mencioné anteriormente, relacionado con la narración
de historias y su poder para persuadir e influir en las personas, tanto en terapia
como en la vida cotidiana, se analiza en el capítulo 4 (nuevo en esta edición). Las
tradiciones de varias culturas alrededor del mundo establecen el contexto para
entender el empleo virtualmente universal de historias como el medio principal a
través del cual instruir y sanar a otros. Se alienta a los lectores a desarrollar sus
habilidades narrativas como un medio para hacer que la terapia (y sus vidas) sea
más dinámica,interesante y poderosa.
El capítulo 5 fue una nueva adición al libro en la edición anterior, una que
amplía aún más la discusión de cómo los terapeutas son cambiados
profundamente por sus clientes, tanto a nivel personal como profesional. Los
clientes son nuestros mejores maestros y supervisores porque nos ayudan a ser
más receptivos a sus necesidades (si somos flexibles, adaptables y prestamos
13
mucha atención).
Los capítulos siguientes exploran desafíos especiales que forman parte de ser
un terapeuta. El capítulo 6 revisa muchas de las dificultades que forman parte de
este trabajo, incluidas las diferentes variantes de fatiga, la intimidad de una sola
vía y el dominio de uno mismo. El capítulo 7 fue otro capítulo nuevo de la edición
anterior que se enfoca específicamente en la lucha de los terapeutas con la
imperfección, resultados negativos, decepciones y fracasos. Existe un tema
prevalente en el sentido de que ese tipo de experiencias nos brindan una valiosa
retroalimentación que nos hace más resilientes y efectivos profesionalmente. El
capítulo 8 se concentra en los llamados clientes difíciles, aquellos que
experimentamos como inusualmente desafiantes y frustrantes. El capítulo 9
examina los problemas de agotamiento y aburrimiento –no sólo cómo podemos
abordarlos, sino también cómo podemos prevenirlos o minimizarlos de inicio.
El capítulo 10 también se agregó recientemente, hablando en mayor
profundidad sobre los secretos de la profesión, aquello que no se dice, los temas
que a menudo se consideran más tabú y prohibidos: que la mayor parte del tiempo
estamos tomando decisiones al vuelo; que frecuentemente no entendemos cómo y
por qué la terapia funciona realmente; que a veces nos sentimos como fraudes e
hipócritas; que dentro de nuestra cabeza somos mucho más críticos de los demás
de lo que aparentamos; que no solemos hacer lo que decimos que hacemos en las
sesiones. El capítulo 11 sigue esta discusión con mentiras que nos decimos a
nosotros mismos y a los demás, y juegos que los terapeutas a veces caen.
Para equilibrar toda esta exploración de temas profundos, a veces
perturbadores e incómodos, los capítulos 12 y 13 analizan las formas en las que
los terapeutas pueden revitalizarse y cuidar mejor de sí mismos. Describen
sugerencias prácticas para iniciar más desarrollo personal y profesional, alentar el
crecimiento creativo y encontrar un significado más profundo en nuestras vidas y
nuestro trabajo. En esta última edición, también hay un mayor enfoque en el rol y
la responsabilidad del terapeuta de promover temas de justicia social, derechos
humanos y cambios sistémicos dentro de la comunidad y el mundo en general. El
capítulo 14 termina el libro hablando directamente a los clientes sobre cómo
aprovechar al máximo sus experiencias.
Dado que este volumen se usa a menudo en una variedad de clases y
seminarios, y está disponible para el público en general y es popular entre los
clubes de lectura, el apéndice contiene más de una docena de preguntas de
discusión que pueden incitar conversaciones interesantes, así como una profunda
reflexión sobre cómo algunas de las ideas mencionadas pueden cruzar o desafiar
algunas de sus propias preciadas creencias.
14
 
15
Agradecimientos
 
Reconozco con gratitud la asistencia de los profesionales, representantes de
diversas especialidades de salud mental y orientaciones teóricas, que aceptaron
compartir sus pensamientos y experiencias sobre lo que significa ser un terapeuta.
Aunque muchos de estos profesionales clínicos y educadores de terapeutas desean
permanecer en el anonimato, sus palabras hablan en voz alta a lo largo de los
capítulos que siguen.
Muchos de ellos han estado utilizando este libro como textos primarios y
secundarios en sus clases durante más de una década y, por lo tanto, pudieron
hacer aportaciones profundas y significativas sobre formas de hacerlo aún mejor.
Estoy especialmente en deuda con mi editora, Dana Bliss, con quien hemos
compartido tantos proyectos anteriores, los cuales representan una verdadera
sociedad creativa que ha resultado en algunos de mis trabajos favoritos. También
deseo agradecer a muchos miembros del personal de Oxford University Press que
fueron fundamentales en el proceso de producción: Andrew Dominello, Stefano
Imbert, Dan Petraglia y Sarah Russo. Finalmente, estoy en deuda con los cientos
de lectores que me han escrito a lo largo de los años, brindando valiosa
retroalimentación y compartiendo sus propias historias.
Jeffrey A. Kottler
Huntington Beach, California
16
 
17
Contenido
 
Prefacio
Agradecimientos
 
 
Capítulo 1. El viaje del terapeuta
 
Capítulo 2. Lucha por el poder y la influencia
 
Capítulo 3. Vidas personales y profesionales
 
Capítulo 4. Sobre ser narrador y oyente terapéuticos
 
Capítulo 5. Cómo los clientes cambian a sus terapeutas
 
Capítulo 6. Dificultades de la práctica terapéutica
 
Capítulo 7. Ser imperfecto, vivir con el fracaso
 
Capítulo 8. Pacientes que ponen a prueba nuestra paciencia
 
Capítulo 9. Aburrimiento y Burnout
 
Capítulo 10. Lo que no se dice
 
Capítulo 11. Mentiras que decimos a nosotros mismos, y a otros
 
Capítulo 12. Terapias alternativas para terapeutas
 
Capítulo 13. Hacia la creatividad y el crecimiento personal
 
Capítulo 14. Sobre ser un cliente: cómo aprovechar al máximo la terapia
 
Apéndice A. Preguntas para su discusión
 
18
Referencias
19
kindle:embed:0005?mime=image/jpg
kindle:embed:0005?mime=image/jpg
 
1
Capítulo
20
El viaje del terapeuta
 
Existen muchos sanadores entre los pueblos indígenas del mundo que
encontrarían absolutamente ridículo que alguien escogiera convertirse en
terapeuta. Creen que convertirse en un ayudante o sanador es una vocación llena
de peligros y cargas. A final de cuentas, los clientes acuden a nosotros con dolor y
desesperación, con la esperanza de que curemos su sufrimiento y nos llevemos su
energía tóxica. Tienen expectativas irreales de lo que podemos hacer.
Frecuentemente están de muy mal humor. Y vienen a hablar con nosotros, en
parte, porque sienten que nadie más tiene la paciencia o el interés de escucharlos.
Sin embargo, no hay otra profesión que pueda ser tan gratificante y
satisfactoria, ningún otro trabajo que ofrezca tantas oportunidades de aprendizaje
y crecimiento continuos. Ser terapeuta es verdaderamente un viaje de toda la vida,
en el que acompañamos a otros en un camino hacia la iluminación, la paz o la
salvación. Es un viaje a lo desconocido con muchos obstáculos en el camino.
Como cualquier viaje, hay dificultades para cada peregrino, pero también muchas
alegrías. Tenemos la oportunidad de vivir miles de vidas diferentes a través de las
relaciones con nuestros clientes.
Se ofrecen destellos, incluso búsquedas profundas, a las preguntas que más
atormentan a las personas. Experimentamos un nivel de intimidad con nuestros
clientes que pocos conocerán. Estamos expuestos a niveles de drama y arousal
emocional que son a la vez aterradores y cautivadores. Podemos jugar al detective
y ayudar a resolver los misterios que rodean a las personas a lo largo de sus vidas.
Escuchamos historias tan sorprendentes que hacen que, en comparación, los
programas de televisión, las novelas y las películas parezcan aburridos. Nos
convertimos en acompañantes de personas que están a punto de hacer cambios
significativos y nos transformamos también. Nos vamos a dormir sabiendo que, de
alguna manera, hemos marcado una diferencia en la vida de alguien. Hay casi una
trascendencia espiritual asociada con gran parte del trabajo que hacemos.
21
MOTIVOS PERSONALES DE SER TERAPEUTA
Para la mayoría de nosotros el viaje para convertirnos en terapeutas comenzó, no
con el deseo de salvar al mundo o de ayudar a otras personas, sino con el de
salvarnos a nosotros mismos. Muchos de los motivos para convertirse en terapeuta
son inconscientes, incluso están fuera del alcance de la supervisión o la terapia
personal que aborda problemas no resueltos o encubiertos (Adams, 2014b;
Sussman, 2007). Con frecuenciaimplican batallas latentes con pérdidas a edades
tempranas o necesidades narcisistas de reconocimiento y aprobación insatisfechas
(Barnett, 2007; Kuchuck, 2014). La mitad de los terapeutas encuestados en un
estudio a gran escala confesaron que su decisión de convertirse en terapeutas, así
como su subsecuente desarrollo profesional, estuvo motivada en gran parte por la
resolución de trabajar en sus propios problemas (Orlinsky & Ronnestad, 2005).
Un área común mencionada con frecuencia es el deseo de entenderse mejor a sí
mismos y sentirse comprendido por los demás.
Ghent (1999) sostiene que los terapeutas son masoquistas y están hambrientos
de castigo. ¿Qué otra cosa podría explicar la disposición a pasar tanto tiempo
explorando los rincones más oscuros de las experiencias humanas? Ghent
pregunta: "¿Qué otra ocupación incorpora la frustración de sentirse impotente,
estúpido y perdido como una parte necesaria del trabajo?" (1999, p. 236). Al
comentar al respecto, Hamman (2001) hizo la observación de que los terapeutas
están dispuestos a someterse a las pruebas y tribulaciones de su trabajo en la
búsqueda de volverse más auténticos y reales.
Otro motivo para convertirse en terapeuta tiene que ver con experimentar un
mayor sentido de poder y control, no sólo sobre los demás, sino también sobre
uno mismo. Un profesional clínico experimentado admitió, con cierta renuencia,
que esto era claramente lo que le atraía de la profesión. "Después de todo, dijo, si
siempre te estás enfocando en los problemas de otras personas, es fácil evitar
enfocarte en los tuyos. La gente piensa que tengo todo bajo control... ¡Ja! Después
de un tiempo empecé a creerlo, incluso aunque una parte de mí sabe que no es
cierto. Supongo que lo que estoy diciendo es que ser un terapeuta significa
disfrutar de la intimidad sin la pérdida de control que normalmente requiere la
intimidad."
Además de la sensación de estar en control hay otras razones que los
terapeutas mencionan para acabar en esta profesión. Tal vez fuimos inducidos a
tomar roles de cuidadores en la infancia y, por lo tanto, sólo estamos haciendo lo
que llegó a ser (o fue entrenado para ser) natural. Como mencionó el terapeuta
antes citado, podemos disfrutar de profundos niveles de intimidad sin ser
lastimados. Llegamos a ser espectadores y disfrutamos viviendo otras vidas
indirectamente; cada semana los clientes vienen y nos cuentan las historias más
asombrosas. Por si fuera poco, también disfrutamos los beneficios del crecimiento
postraumático como experiencia vicaria, observando las formas en que nuestros
clientes desarrollen tanta resiliencia al lidiar con los desafíos de su vida
(Bartoskova, 2015; Joseph, 2011).
22
DESARROLLANDO UNA SEGUNDA VISTA
Central a todo lo que diré sobre la interacción entre terapeuta y cliente se
encuentra una visión relativamente unificada del cambio. Este marco de trabajo
enfatiza particularmente el poder y la influencia de la personalidad del terapeuta
como facilitador del crecimiento. La fuerza y el espíritu de quién es el terapeuta
como ser humano estimulan el cambio, especialmente las actitudes personales que
mostramos en la relación. Encierre a una persona, a cualquier persona, en una
habitación a solas con Sigmund Freud, Carl Rogers, Fritz Perls, Virginia Satir,
Albert Ellis o cualquier otra personalidad formidable, y varias horas después, el
cliente saldrá diferente. No es necesariamente importante lo que hace el terapeuta
–ya sea que interprete, reflexione, enfrente, dispute o haga juegos de rol– sino,
quién es él como persona. Un terapeuta que es vibrante, inspirador y carismático;
que es sincero, amoroso y enriquecedor; y que es sabio, seguro de sí mismo y
autodisciplinado a menudo tendrá un impacto a través de la fuerza y el poder de su
esencia, independientemente de sus lealtades teóricas.
El primer elemento de cambio es, entonces, la presencia del terapeuta –su
emoción y entusiasmo, y el poder de su personalidad. Rollo May (1983) habló de
la presencia en un sentido diferente: la experiencia completa del ser del cliente –
no de sus síntomas o problemas, sino de su esencia. El terapeuta entabla la
relación con claridad, apertura y serenidad y está completamente preparado para
encontrarse con un alma atormentada. El cliente viene preparado con sus propias
expectativas de un mentor, un gurú, un médico, un amigo o un mago.
A veces es sorprendente darse cuenta de las formas en que dar terapia produce
un estado alterado de consciencia, no sólo en nuestros clientes, sino también en
nosotros. Cuando las cosas están avanzando realmente bien, cuando la
concentración y la conexión están en su apogeo, podemos experimentar una
especie de sinestesia, o segunda vista, en la que un estado de hyperarousal
(hiperactivación) conduce a una intensificación de nuestra consciencia. Somos
capaces no sólo de escuchar y ver, con exquisita sensibilidad, lo que sucede en la
sesión y dentro de la otra persona, sino de trascender los sentidos ordinarios para
alcanzar una mayor claridad. Muchos sanadores indígenas alrededor del mundo
hablan de ser capaces de desarrollar "segundos ojos" con los que pueden ver la
enfermedad en los demás, así como olerla y saborearla. Durante esos momentos
en que la empatía está en su apogeo, cuando hemos entrado en un estado similar al
trance, de inmersión total en la relación y concentración en la conversación,
cuando casi podemos leer la mente del cliente y anticipar lo que pensará, sentirá,
dirá, y hará después, hay una síntesis similar de la percepción.
23
EL PODER DE CREER
Los elementos terapéuticos de la sanación indígena son parte de todo sistema de
ayuda. Independientemente de la ubicación y el contexto cultural, ya sea en la
cuenca del río Amazonas, en las montañas del Himalaya, en el desierto del
Kalahari o en una gran ciudad, la ayuda generalmente toma la forma de infundir
esperanza en aquellos que sólo sienten desesperación. El chamán, médico,
sacerdote, maestro y terapeuta creen firmemente que lo que ofrecen a los que
sufren les traerá consuelo e incluso fomentará una cura. Tienen fe en sus poderes
para marcar la diferencia y fomentar el cambio. Y, de igual importancia, son
capaces de persuadir a sus clientes de que es así.
En el contexto de la terapia, algunos teóricos clásicos (Fish, 1973, 1996;
Frank, 1993) concluyeron que la mayoría de los sistemas terapéuticos están
diseñados para maximizar las expectativas del cliente para un resultado exitoso.
Este optimismo y esperanza, junto con las propias creencias positivas del cliente,
son considerados uno de los factores comunes de todas las formas de terapia
(Greenberg, Constantino y Bruce, 2006; Kirsch, Wampold y Kelley, 2015; Miller,
Hubble y Duncan, 2007; Steingard, 2015). Establecemos este placebo activo, no
sólo a través de nuestra confianza y habilidades persuasivas, sino por la forma en
que manejamos el entorno de ayuda. Diplomas, libros, vestimenta, organización
del consultorio –todos alimentan las expectativas del cliente de que éste es un
lugar de serenidad y sabiduría.
Los detalles de lo que hacemos a continuación –ya sea alentar la catarsis, el
autocontrol o la autoconfrontación; mediante interpretación, reflexión o
estableciendo objetivos; ya sea que nos enfoquemos en pensamientos,
sentimientos o comportamientos– probablemente producen menos insight y
acción en el cliente que nuestra creencia de que lo harán. El cliente tiene fe en
nosotros, como profesionales de integridad y conocimiento, como expertos con el
poder de sanar.
Si fuésemos meros magos o curanderos, entonces, ¿de qué nos serviría estudiar
los aspectos científicos y clínicos de nuestra profesión, mucho menos, entrenarnos
tan rigurosamente en sus métodos? Pero por supuesto, lo que hacemos sólo
aparenta ser mágico por sus múltiples dimensiones. Escucho a colegas y leo a
autores todo el tiempo que hablan con tal autoridad y confianza sobre lo que
hacen que hace una diferencia. Dicen cosas tan casualmente, como "Éste era el
problema del cliente y éste era el diagnóstico claro,así que esto es lo que hice,
que marcó la diferencia". Esa no ha sido mi experiencia de ser un terapeuta en
absoluto. Ciertamente, tengo mis teorías y explicaciones preferidas para dar
sentido a lo que sucede y por qué, pero si algo he aprendido sobre este oficio
durante tantos años de práctica es a apreciar y honrar la complejidad de lo que
hacemos. Creo que podríamos pasar toda una vida estudiando un solo caso y aun
así nunca acercarnos a comprender todo lo que sucedió y por qué. Para este punto
ya has aprendido a amar este tipo de ambigüedad y complejidad, o has encontrado
24
otro trabajo.
Ante la falta de certeza de lo que es mejor, en presencia de alguien que está
necesitado y vulnerable, hay una necesidad imperiosa en nosotros de hacer algo.
Adoptar prácticas con base en evidencia, tratamientos con fundamentos empíricos,
eclecticismo técnico, intervenciones estratégicas, tareas terapéuticas estructuradas,
innovaciones tecnológicas, manejo del comportamiento y otras formas de ayuda
que enfatizan la técnica, especialmente aquellas que se supone que trabajan de
forma rápida y eficiente, se ha convertido en el zeitgeist de nuestro tiempo. En
muchos sentidos, tenemos permiso para adaptar nuestro estilo y métodos de
acuerdo con las necesidades del cliente y su situación clínica. Perdidas en la
carrera hacia la innovación técnica se encuentran las dimensiones humanas de las
relaciones entre las personas.
A pesar de nuestros esfuerzos de investigar el fenómeno de la relación
terapéutica, de aislar ingredientes operativos, el hecho es que algo mágico y
maravilloso sucede cuando creamos una cierta clase de alianza con los clientes.
Esta fuerza sanadora no es exclusiva de nuestra profesión; médicos, maestros,
abogados e incluso peluqueros, taxistas y cantineros ofrecen cierto grado de
consuelo y ayuda en sus relaciones con los clientes –además de los servicios por
los que se les paga. Esta relación sanadora entre las personas va más allá de la
mera catarsis: los seres humanos tienen un intenso deseo, a menudo insatisfecho,
de ser comprendidos por alguien más.
25
CONTEXTOS CULTURALES, SOCIALES Y
POLÍTICOS
En muchos casos, las respuestas terapéuticas también son ampliamente
influenciadas por el contexto cultural, social y político del cliente y del terapeuta.
La mayoría de los enfoques terapéuticos ya no se aplican de manera universal,
sino que se adaptan de acuerdo con valores y necesidades de aquellos con
antecedentes socioeconómicos, étnicos, raciales y religiosos variados, y de
diversas identidades sexuales y de género. El objetivo de tal flexibilidad clínica no
es sólo personalizar la terapia para satisfacer las necesidades particulares de una
población de clientes cada vez más diversa, sino también para que los
profesionales confronten sus propios prejuicios y estereotipos.
Me doy cuenta de que las declaraciones anteriores se incluyen de manera tan
común y obligatoria en todos los libros que han perdido su significado. Se ha
vuelto tan políticamente correcto adoptar la línea estándar del partido respecto con
los problemas de diversidad, que es posible que no logremos apreciar la
profundidad real, la complejidad y la influencia de los desafíos que enfrentamos
en casi innumerables niveles distintos. Se supone que no debemos hacer
generalizaciones sobre grupos de personas, pero la realidad es que todo
profesional entiende que hay ciertas similitudes en la forma en que algunas
personas de ciertos antecedentes reaccionan en la terapia.
Un nuevo cliente entra por la puerta, tal vez una mujer vietnamita de 54 años
con un fuerte acento, una sonrisa tímida y evitando contacto visual, o tal vez un
adolescente afroamericano con lentes de sol (es de noche) y audífonos conectados
a un dispositivo móvil, o imagina a un hombre con un traje hecho a la medida, con
un reloj Rolex y cabello gris plateado perfectamente peinado. Es difícil, si no
imposible, evitar crearnos primeras impresiones. Algunos de estos prejuicios
tienen fundamento en experiencias anteriores con clientes que parecen similares;
algunos otros en influencias mucho más personales, como los valores de nuestra
familia, o quizás nuestra propia etnicidad.
Existe un mito en el sentido de que los enfoques o ingredientes terapéuticos
son esencialmente los mismos –que sólo los afinas o ajustas un poco para los
llamados "grupos diversos". ¿Una inmigrante vietnamita entra? Espera que siga
las indicaciones sin protestar y trata de trabajar dentro de un contexto familiar.
¿Entra un joven negro de un barrio pobre? Espera un poco de resistencia y
hostilidad, especialmente hacia un terapeuta blanco. ¿El tipo que parece director
ejecutivo con los zapatos lustrosos? Espera luchas de poder y control debido a su
narcisismo y sentido de privilegio. Pero estas pequeñas concesiones a la
diversidad (y eso es lo que son –esfuerzos menores y simbólicos) apenas exploran
la superficie. La verdad es que a veces sería mejor si tiráramos nuestras teorías por
la ventana y conociéramos a cada persona, no sólo como un representante de su
grupo cultural, sino como un individuo completamente único con una variedad de
identidades culturales que incluyen mucho más que etnia, raza y religión.
26
Estaba trabajando con una mujer mayor vietnamita que se sentía muy insegura
en relación con su manejo del inglés. De hecho, para mí era difícil entenderla, y
sospecho que buena parte de nuestra comunicación consistía en sonrisas y
encogimientos de hombros. Esto no me dejó más remedio que abandonar las
formas habituales en las que trabajaría, y experimentar con métodos alternativos
que dependían menos de la verbalización.
Se nos complicaron las primeras sesiones a medida que surgía la historia de la
mujer. Ella había inmigrado recientemente, y había sobrevivido la guerra cuando
era una niña. Era ahora la mujer mayor de su hogar, lo que significaba que era
responsable de todos los demás, a pesar de que debía seguir obedeciendo al
hombre mayor, que resultaba ser su hijo. Había claras líneas de autoridad con base
en el género y la edad, y esto ocasionaba algunos problemas, tanto dentro de la
familia, como respecto con sus sueños de tener una carrera.
Todo el concepto de la terapia tradicional era odioso para ella. Ahí estaba yo,
una figura de autoridad masculina mayor, tratando de negociar una relación en la
que ella era la compañera más importante en el proceso. Dadas sus tradiciones
culturales estábamos condenados a la frustración, a menos que yo pudiera
encontrar una manera de relacionarnos bajo condiciones que fueran mutuamente
aceptables. Una vez que encontramos este punto medio, lo que aprendí tenía poca
aplicación práctica para mi próximo cliente –una mujer afroamericana enojada
que sentía que el sistema que yo representaba le estaba haciendo pasar un mal
rato.
Ganamos unos pocos, perdemos unos pocos. Literalmente. Pero hagamos lo
que hagamos, nunca es un día normal, en el sentido en que no podemos esperar
aprender una forma de ser terapeutas y pensar que podemos manejarnos de
maneras similares con una población de clientes cada vez más diversa. Esto
produce humildad y es al mismo tiempo infinitamente fascinante, haciendo
prácticamente imposible que alcancemos un lugar en el que haya seguridad del
camino terapéutico que se toma.
Además, la realidad para muchas minorías y personas económicamente
desfavorecidas es que se quedan fuera del sistema con mayor frecuencia, tienen
acceso limitado a cualquier servicio de salud mental, sin importar lo desesperados
que puedan estar. Un profesor de Psiquiatría lamenta que tantos de sus estudiantes
acaben en la práctica privada, atendiendo a los ricos y "saludables preocupados",
cobrando sumas exorbitantes a aquellos que toman las sesiones como un símbolo
de estatus o como un pasatiempo (Dembosky, 2016).
Los clientes pertenecientes a minorías o de clase trabajadora frecuentemente
tienen peor suerte. En un estudio que investigaba la disposición de los terapeutas a
tomar nuevos clientes, Kugelmass (2016) hizo que personas llamaran parahacer
citas utilizando un nombre asociado con una mujer negra (LaToya Johnson) o un
nombre que pudiera indicar una mujer blanca (Amy Roberts). Las personas que
llamaron también utilizaron guiones que indicaban que eran de clase trabajadora o
de un mayor poder adquisitivo. Tal vez no sea una sorpresa que las personas
blancas de clase media-alta fueran aceptadas como clientes dos veces más
frecuentemente que las negras o los de clase trabajadora. Lo que fue
27
particularmente sorprendente es que todos tenían los mismos seguros médicos, por
lo que no había ninguna ventaja económica de atender a una persona o a otra. Fue
claro y evidente que éste era otro ejemplo de discriminación racial y de clase por
parte de aquellos quienes se supone que luchamos por los necesitados y los
oprimidos.
28
TOMA DE RIESGOS POR PARTE DE LOS
CLIENTES EN EL PROCESO DE CAMBIO
Sin importar el enfoque que tomemos ni los antecedentes de nuestros clientes
operamos de manera que motivamos a las personas a tomar riesgos constructivos.
Cuando una persona pone atención en asuntos no resueltos del pasado, muchas
veces tiene que trabajar a través de resistencias y temores. El desarmar defensas
rígidas, interpretar motivos inconscientes o hacer reflexiones sobre sentimientos
no explorados, puede empujar al cliente a sus límites. Debe confrontar partes de sí
mismo que han estado enterradas profundamente, y tiene que tomar el riesgo de
enfrentar las consecuencias de dejar ir las estrategias de afrontamiento que le han
funcionado relativamente bien hasta el momento. Hay cierto riesgo (o incluso
certeza) de que va a haber algo de desestabilización. Para alcanzar crecimiento
real, la mayoría de las veces el cliente debe estar dispuesto a experimentar
confusión intensa, desorientación y malestar. Dejar atrás una imagen de sí mismo
obsoleta, una que alguna vez fue cómoda y familiar, y tomar el riesgo de que no le
guste la persona en quién se convertirá. Perderá una parte de sí mismo que nunca
podrá recuperar. Toma todo este riesgo por la posibilidad de una existencia mejor,
y la única guía que tiene es la palabra del terapeuta.
Cuando el cliente busca modificar metas y comportamientos específicos, los
riesgos son aún más evidentes. Cambiar un solo aspecto de nuestro
comportamiento es iniciar una reacción en cadena llena de repercusiones. Una
mujer estuvo procrastinando durante años en terapia, temerosa de tomar cualquier
acción. Como sucede normalmente, todas sus dificultades estaban interconectadas
–el trabajo sin futuro, el deseo de mudarse lejos de sus padres, sus relaciones con
los hombres, y el deseo de perder peso. Hacer un cambio en cualquiera de estas
áreas significaría que estaría en riesgo de que todo lo demás se desmoronara. La
idea de perder tan sólo siete kilos le atemorizaba porque significaría que ella sería
más atractiva, se sentiría más segura de sí misma, habría demostrado su capacidad
de autocontrol, y habría probado su capacidad de cambio. No podía enfrentar las
consecuencias de cambiar ninguna parte de su vida porque eso significaría que
todas las otras partes podrían cambiar también. Era mucho más fácil asistir a
terapia cada semana y complacer a su terapeuta con buenas intenciones, una
actitud cooperativa, y una capacidad maravillosa de generar insights que no
necesariamente la llevarían al cambio.
El trabajo del terapeuta es hacer todo lo que esté en su poder, no sólo para
fomentar el entendimiento de uno mismo, si no para animar a la exploración. El
cliente no debe sólo reflexionar, si no actuar. Esta tarea se logra tanto a través de
la calidad de las intervenciones del terapeuta, diseñadas para reducir el riesgo
percibido y aumentar el deseo de experimentar, como del genuino compromiso
del terapeuta de tomar riesgos en su propia vida. Un profesional que cree en el
valor de tomar riesgos es aquel que ha tenido experiencias variadas al tomar
riesgos calculados cuando se presenta la necesidad. Este valor, como se modela en
29
las sesiones, esperamos que genere valor en el cliente.
30
RIESGOS DEL TERAPEUTA
Dar terapia es un trabajo riesgoso en realidad. Estamos todo el día sentados en un
cuarto con personas que derraman las historias más perturbadoras, horribles y
trágicas que uno pueda imaginar. Nos hablan sobre su abuso y sufrimiento, de su
sensación de desesperanza. Pueden engañarnos o manipularnos deliberadamente
o, por lo menos, proveer detalles muy vagos y engañosos. Con el paso del tiempo,
muchos practicantes se desensibilizan ante la emoción humana y experimentan
una aguda sobredosis de sentimiento; aprenden a mantener barreras firmes y a
apagar sus emociones. Aun cuando mantenemos una postura tan resguardada y
cautelosa, hay veces en que el contacto con nuestros clientes penetra
profundamente –a veces de formas que no se entienden ni reconocen.
Estaba esquiando a campo traviesa en el bosque con mi esposa. El sol estaba
ardiendo, reflejándose en la nieve. Respirábamos con intensidad, disfrutando del
paisaje y el movimiento sincronizado de nuestros cuerpos. Era un día
absolutamente pacífico y espectacular, que requería una concentración continua
para mantenerse erguido, equilibrado y avanzar por el sendero. De repente, sin
ninguna advertencia, me detuve abruptamente y empecé a llorar. No hace falta
decir que mi esposa estaba un poco sorprendida. Ella me preguntó qué estaba mal,
especialmente considerando que unos momentos antes había estado sintiendo
tanta alegría. Finalmente, escupí la pregunta: "¿Vas a dejarme?" Me miró como si
fuera un loco desquiciado y respondió: "¡Por supuesto que no!" Me tranquilizó
con un abrazo y trató de averiguar qué estaba pasando. Le expliqué que
últimamente en mi práctica, varias clientas habían estado trabajando en asuntos de
libertad e independencia. Se sentían atrapadas en sus matrimonios y tenían
resentimiento hacia las necesidades de aprobación y dominio de sus esposos.
Después de años de lucha y resistencia de sus esposos habían escogido el divorcio
como la única solución para la liberación. Una y otra vez, escuchaba sus palabras
resonando en mis oídos: "¿Por qué no se da cuenta de lo que quiero y lo que
siento? Piensa que las cosas están muy bien entre nosotros sólo porque me
encuentra en casa en la noche. Cuando finalmente se dé cuenta de que hablo en
serio sobre hacer cambios, será demasiado tarde. No tiene idea de lo mal que están
las cosas y no quiere saberlo ".
Durante semanas, el efecto de escuchar estas palabras en varios tonos
diferentes se había acumulado y devoraba mis propias ilusiones de seguridad.
¿Estaba yo, como los esposos de mis clientas, al borde del divorcio mientras
negaba felizmente mis problemas –mientras disfrutaba de una tarde en el bosque?
Afortunadamente, mi preocupación era innecesaria, pero me sentí conmocionado
por la proximidad a las batallas de otras personas. Uno de los beneficios de estos
temores es que me ayudaron a decidirme aún más a trabajar en una comunicación
honesta en mi matrimonio y con mis amistades.
Los médicos toman medidas cuidadosas para protegerse de las infecciones, la
enfermedad y el sufrimiento de sus pacientes. Los guantes de látex, las mascarillas
31
quirúrgicas y las sondas de acero inoxidable mantienen alejados a los gérmenes.
Pero a veces hay una filtración de dolor. Para algunos médicos en ejercicio, todas
las barreras entre ellos y sus pacientes se erosionan porque se dejan sentir
demasiado cuando sus manos exploran el interior de los órganos viscerales de sus
pacientes. Sin embargo, como se les advierte que no deben demostrar ningún
signo de "debilidad" asociada con la expresión emocional, se retiran a las
escaleras o baños para llorar en privado. Ahora se esconden detrás de pantallas de
computadoras o dispositivos móviles cada vez más a menudo, mientras ingresan
datos.
A lo largo del proceso de terapia, la relación es nuestro principal instrumento
de sanación. Aunque tratemos de aislarnos, y lo logremos la mayor parte del
tiempo, inevitablemente se producen fugas. A medida que nuestro calor,cuidado
y poder irradian hacia el cliente, facilitando el tipo de confianza que conducirá a
una exploración más abierta y a una toma de riesgos constructivos, también
experimentamos intimidad, incomodidad y reacciones de contratransferencia que
alteran permanentemente nuestras percepciones y estructura interna. Mientras más
clientes hablen sobre temas que tocan nuestros propios problemas no resueltos,
más inseguros e incómodos podremos sentirnos sobre nosotros mismos.
Tomar un cliente, cualquier cliente, es hacer un compromiso tremendo con
esa persona, que en algunos casos puede durar semanas, meses o incluso años.
Para bien o para mal, no importa cómo se comporte el cliente, sentimos la
obligación de estar disponibles, ser comprensivos y compasivos. Desde el
momento en que un cliente se acomoda en la silla por primera vez, tomamos una
respiración profunda, sabiendo que lo que está a punto de ocurrir es el comienzo
de una nueva aventura. Compartiremos momentos de una cercanía especial y otros
de grandes penas. El cliente puede, en ocasiones, venerarnos, despreciarnos,
abusar de nosotros, ignorarnos, jugar con nosotros y querer devorarnos. Y, con
independencia de lo que esté sucediendo en nuestra propia vida –enfermedad,
nacimientos, muertes, alegrías, decepciones– debemos estar presentes para el
cliente, siempre presentes.
Si alguna vez consideráramos realmente los posibles riesgos de involucrarnos
con un cliente, no lo haríamos por ningún precio. Qué más da que nos
contagiemos sus resfriados y su gripe –¿qué pasa con su pesimismo, negatividad y
síntomas molestos? Uno no puede ver a los clientes semana tras semana, escuchar
sus historias y secar sus lágrimas sin verse profundamente afectado por la
experiencia. Hay riesgos para nosotros que no reconoceremos, sino hasta años
más tarde. Las imágenes se quedan con nosotros hasta la tumba. Las palabras
regresan a atormentarnos. Esos gritos silenciosos permanecen ensordecedores.
Incluso ahora, en este momento, mientras escribo estas palabras, veo las caras
borrosas cruzando la página. Escucho los sollozos de un padre cuyo hijo
adolescente murió en sus brazos. Veo la cascada de cabello que esconde la cara de
una mujer joven que pasó una parte significativa de cada una de nuestras sesiones
llorando copiosamente. Siento el escalofrío de asco cuando un hombre confesó
que disfrutaba exhibiéndose ante niñas pequeñas. Revivo la historia de una mujer
cuya familia fue asesinada frente a ella. Siento la huella en mi regazo de una niña
32
de tres años a quien sostuve antes de decirle que era huérfana, después de que su
casa se derrumbara durante un terremoto. Siento la impotencia, el horror y la
frustración inundándome de nuevo. Algunas de estas fueron personas que vi hace
más de una o dos décadas, pero aún habitan en mi corazón y en mi mente. Estarán
conmigo hasta mi último aliento.
¿Qué hacemos con las historias que escuchamos? ¿Cómo las sostenemos?
¿Cómo vivimos con ellas? La respuesta es, en parte, con dificultad.
33
VULNERABILIDAD DEL TERAPEUTA
Al ver a un terapeuta entrar a su oficina con nada más que un portafolios, uno
nunca imaginaría que se está preparando para entablar un combate mortal. Las
cosas parecen bastante civilizadas y controladas en la superficie, con los saludos
corteses y todo. Pero una vez que la acción comienza, las chispas que vuelan
pueden dejar quemaduras de tercer grado. En una habitación pequeña no hay
dónde buscar refugio. El terapeuta usa sólo su ser desnudo (en sentido figurado,
por supuesto) como instrumento de tratamiento, una condición que requiere un
tremendo autocontrol e induce vulnerabilidad considerable. Para encontrarse con
el cliente en una sesión de trabajo terapéutico debemos dejar fuera parte de
nuestras armaduras y defensas. Alejarnos de nuestro centro tanto como nos
atrevamos. En nuestro esfuerzo por ser abiertos y receptivos, de participar con el
cliente en la relación, de aventurarnos tan lejos como podamos, corremos el riesgo
de perder nuestro propio sentido del Yo en el camino.
Podían escucharse estremecedores sollozos a través de la puerta, lo cual no es
algo inusual en una clínica de salud mental, excepto que el cliente se había ido
cinco minutos antes. Únicamente quedaba el terapeuta, solo, detrás de la puerta
cerrada. Lágrimas corrían por su rostro. Estaba hecho un ovillo en el suelo. El
terapeuta había estado conduciendo una sesión particularmente intensa con un
hombre que estaba en duelo por la pérdida de su hijo nonato. Mientras ayudaba al
cliente a aceptar el aborto espontáneo y encontrar esperanza en el futuro, el
terapeuta se dio cuenta, en algún momento, de que ya no le hablaba al cliente sino
a sí mismo. Su novia había decidido, sin contemplaciones, abortar a su bebé al
terminar su relación. El terapeuta había elaborado su pérdida, dolor y decepción
hacía mucho tiempo. Sin embargo, todo volvió a resurgir mientras su cliente
batallaba con un problema similar. Contra todo autocontrol, toda objetividad, todo
deseo de ayudar al cliente, perdió la separación entre él y el otro.
Sería absurdo quejarse de los efectos secundarios que se derivan del
involucramiento personal. Después de todo, muchos de nosotros entramos a esta
profesión en primer lugar por un interés de resolver nuestros propios problemas,
en el camino de ayudar a otros. Me resisto a admitir que, aunque sentía y siento un
compromiso con el altruismo, una parte importante de mi motivación de
convertirme en terapeuta provino de mi necesidad de encontrarle sentido al
mundo, de mantener a raya mi miedo a la mediocridad, de encontrar aceptación,
de satisfacer mi deseo de control, de ganar aprobación y gratitud. Me pregunto por
qué me importa tanto escribir estas palabras, por qué continúo escribiendo libros,
y me río por la respuesta automática y, sin embargo, incompleta: porque tengo
algo que decir, que otros podrían encontrar útil. Pero esa no es toda la verdad.
También deseo desesperadamente agradar a otros y florezco con la validación
externa. Finalmente, quiero sentirme suficientemente bueno.
Cuando un cliente viene y batalla con estos mismos temas (porque los estoy
buscando, los veo en todas partes), me regocijo ante la oportunidad de trabajar
más sobre mí mismo. Hay veces, sin embargo, en las que pierdo la perspectiva y
34
me enredo tanto en la relación que debo dar algunos pasos hacia atrás para
desenmarañar mis propias vulnerabilidades de las de mi cliente. A veces, cuando
estoy dando terapia o enseñando, me detengo por un momento para evaluar a
quién exactamente le estoy hablando –en varias ocasiones he tenido que admitir
que es a mí mismo.
El terapeuta es vulnerable no sólo a la pérdida de sí mismo, sino también a las
amenazas a su autoestima. Podemos profesar ser neutrales y no tener ningún
interés personal en los resultados, pero nos importa bastante cómo acaban las
cosas. Es imposible preocuparse profundamente por las personas sin preocuparse
por lo que hacen. Cuando los clientes son exigentes y críticos, cuando están
insatisfechos con su falta de progreso, o nos culpan por no hacer milagros, nos
sentimos decepcionados, si no, inadecuados. Cuando los clientes no mejoran, o
empeoran, no sólo sentimos su dolor, sino que también nos tomamos
personalmente el que no estén cooperando con nuestros esfuerzos terapéuticos.
Esto es a pesar de nuestros intentos de recordar las frases de oro: "Nosotros
hacemos nuestra parte; el cliente debe hacer la suya" o "en última instancia,
depende del cliente cambiar". Todo esto bien podría ser cierto, pero también
tenemos mucho en juego. Podemos actuar despreocupados cuando un cliente no
mejora, encoger los hombros y seguir haciendo nuestras cosas, decirnos que
estamos haciendo todo lo que podemos, y luego irnos a la playa. Pero otros harán
juicios sobre nuestra competencia y atacarán nuestra credibilidad, incluso aunque
nosotros no lo hagamos.
Los familiares del cliente, por ejemplo, estando en la posición poco envidiable
de tener que vivir con el cliente mientras nosotros sólo lo vemosuna hora a la
semana, no pueden permitirse mucha paciencia. Es fácil para nosotros decirles:
"Denle tiempo. Ha tomado mucho tiempo para que esto se vuelva un problema, y
tomará un tiempo resolverlo" . Nos lo agradecerán amablemente mientras
murmuran en voz baja: "Este tipo no sabe lo que hace". Luego, expresarán sus
opiniones a todos los que escuchen, exasperados y exhaustos. Considerando que
todos conocen a un terapeuta de su agrado, la confianza de la familia se verá
socavada aún más por los amigos que sugieran que consulten a alguien más que
realmente sepa lo que está haciendo.
Y no finjamos que no duele cuando un cliente abandona el tratamiento
bruscamente con la siguiente despedida: "Sé que te has esforzado mucho por
ayudarme. Y estoy de acuerdo en que probablemente todo es mi culpa. Pero desde
que vengo contigo, sólo he empeorado. Me pediste que fuera paciente, y creo que
lo he sido, pero no parece ayudar. Mi primo está viendo a otro terapeuta que me
recomendaron. Me voy a cambiar con él. Gracias por todo lo que has hecho".
Ahora, no sólo el otro terapeuta descubrirá qué tan ineficaz has sido (porque
puede que él no asuma que la falta de progreso fue culpa del cliente), sino que
pronto quien refirió al cliente te llamará para saber cómo van las cosas. Puedes
inventar alguna excusa sobre las defensas primitivas o la resistencia que tal vez
hasta tú creas, y quien refirió al cliente lo acepte, pero en el fondo hay una
pequeña y silenciosa voz que susurra: "Lo arruinaste". Si este tipo de episodio
ocurre en la misma semana en la que tienes demasiadas cancelaciones, estás
35
entrado en el camino hacia un periodo importante de inseguridad sobre tus
capacidades.
Por supuesto, esa es sólo la mitad de la imagen (espero que mucho menos de la
mitad). Así como somos vulnerables a la decepción porque nos importa tanto,
también estamos abiertos a la alegría increíble que experimentamos al ser testigos,
si no socios, de las cosas sorprendentes que nuestros clientes logran en tan poco
tiempo. Cada día de nuestra vida laboral escuchamos historias increíbles de valor
y logro, avances que sólo pudieron ocurrir gracias a nuestro apoyo e intervención.
36
LA EXPERIENCIA DE SER UN TERAPEUTA
El viaje del terapeuta está lleno de misterios y desafíos. Sigue un patrón de
desarrollo que generalmente atraviesa varias etapas, cada una con sus desafíos y
oportunidades. Para el principiante, una de las tareas iniciales consiste en aprender
a metabolizar todo lo que recibimos sin estrés y dificultades innecesarios. Lyman
(2014), por ejemplo, describe las formas en que cambió su vida desde que había
estado entrenando para ser una profesional clínica. Aunque admite sentir cierto
orgullo y satisfacción por todo lo que ha aprendido y logrado, también reconoce
que ha habido sufrimiento y confusión considerables. Se ha dado cuenta de que se
siente cada vez más impaciente e intolerante con aquellos que no tienen una
mentalidad psicológica. Por otro lado, en la última etapa de su carrera, Messer
(2015), siente que está atravesando su mejor momento, más capaz de relajarse y
dejarse llevar en todas las áreas de su vida, de formas que nunca antes había
podido. Éste es en realidad un reporte común entre profesionales mayores, que
han desarrollado confianza y experiencia en su trabajo, que se desborda hacia
otras áreas de sus vidas (Kottler & Carlson, 2016).
Actuamos como modelos de valor y como aventureros, abriendo caminos que
podrían inspirar a otros a seguirnos hacia lo desconocido. Una de las terapeutas
con las que platiqué, Fran, comparte su fascinación por la experiencia interna de
ser terapeuta: "Me encanta cómo se siente, cómo nos cambia, cómo nos penetra.
Veo el trabajo, la profesión o la vocación, como un regalo asombroso para
aquellos de nosotros que tenemos el privilegio de hacer este trabajo debido a estas
gemas y cosas que aprendemos ".
Fran se ríe, recordando cómo fue tratar de describir a sus hijos lo que hace en
el trabajo. Realmente es bastante sorprendente cuando piensas en ello. He tenido
varias conversaciones con sanadores en otras culturas, tratando de explicar qué es
lo que hago en mi propio trabajo. Recuerdo a un chamán de los bosquimanos que
literalmente se cayó de la piedra en la que estaba sentado, riendo a carcajadas,
cuando le conté cómo trabajo escuchando a los clientes, ayudándolos a resolver
las cosas y hablar de lo que les es más molesto. El chamán llamó a otros de su
aldea y gritó: "¡Vengan aquí! Tienen que escuchar lo que dice este tipo-chamán
blanco" (es una traducción aproximada). Una vez que se habían reunido sus
amigos, me instó a repetir lo que hago en la terapia. Estaba absolutamente atónito
de que yo no reuniese a toda la comunidad como testigos de la sanación. No había
bailes, sacudidas, cantos o tambores en mi descripción de la psicoterapia. No
había llamados a los espíritus. No había fuego que fuera preparado para la
ceremonia de sanación (aunque pensé en contarle sobre un niño que una vez inició
un fuego en el bote de basura de mi sala de espera). Una vez más, el chamán se
tomó la panza y todos se rieron a mi costa. Finalmente, cuando recuperó el
aliento, me preguntó si alguna vez había ayudado a alguien únicamente hablando.
Te hace pensar, ¿no?
Nunca confié realmente en alguien que dijera entender cómo funciona la
terapia. Creo que es demasiado complejo. Lo que el cliente nos trae en una sesión
37
es tan abrumador y tan lleno de contenido y sentimiento que no podemos
aguantarlo todo. Entonces, tenemos que encontrar formas de vivir con eso –vivir
con toda esta incertidumbre, todo este misterio, toda esta ambigüedad. Al mismo
tiempo, nuestros clientes exigen respuestas y soluciones.
Entonces, un cliente nuevo habla en voz alta para asegurarse de que estás
poniendo atención, "Ahora que has tenido la oportunidad de escuchar lo que me
molesta, ¿puedes arreglarlo?"
"¿Te refieres a ahora mismo?" Preguntas, un poco confundido.
"Bueno", se encoge de hombros, "si no puedes encargarte de esto por mí hoy,
supongo que podría volver en otra ocasión".
Parte del trabajo de inducir a alguien al rol de ser un buen cliente es enseñarle
a la persona un poco de paciencia y cómo trabajar el proceso. Al mismo tiempo
que decimos esto a nuestros clientes, también nos estamos hablando a nosotros
mismos sobre cómo vivir con la ambigüedad de nuestras propias vidas, tratando
de encontrarle sentido a lo que hacemos.
38
 
2
Capítulo
39
Lucha por el poder y la influencia
 
Como se sabe, el crecimiento ocurre espontáneamente sin ayuda profesional.
Muchas teorías ofrecen explicaciones sobre este fenómeno. La mayoría de las
personas que tienen dificultades, eventualmente se recuperan por sí solas; sólo que
normalmente toma más tiempo que si buscaran ayuda. El crecimiento psicológico
puede ser parte de nuestro instinto de supervivencia programado genéticamente, o
puede ser reforzado por el medio ambiente y la sociedad. Las personas se
transforman al recuperarse de un trauma o adversidad, o por experiencias de viaje.
Existen explicaciones de desarrollo, fenomenológicas, sociobiológicas,
conductuales, entre otras, para los procesos de cambio espontáneos no
estructurados. Para complicar aún más las cosas, la influencia interpersonal que
opera en la terapia se mueve en ambas direcciones. Así como el terapeuta intenta
hacer todo lo que está en su poder para cambiar a los clientes, también los clientes
tratan de controlar al terapeuta para sus propios fines. Hacen esto por varias
razones:
Para persuadirnos a tomar partido en sus dificultades con los demás y
estar de acuerdo en que ellos tienen la razón y que los otros están
equivocados.
Para convencernos de que deberíamos ser más como ellos, confirmando
así que no tienen que cambiar.
Para ganarse nuestro amor y aprobación, proporcionándoles el tipo de
validación del que han estado hambrientos durante toda su vida –
especialmente de una figura de autoridad.
Para afirmar que son más importantes que todos los demás clientes y que
los preferimoscomo "hijos favoritos".
Para manipularnos y satisfacer sus necesidades o motivos ocultos, a
menudo tomando la forma de afirmar su propio sentido de poder.
Trabajar relaciones de transferencia no resueltas al derribarnos de
nuestros pedestales.
Existe un intercambio bidireccional de influencia social entre cliente y terapeuta
en el que cada uno está tratando de persuadir al otro de que adopte una posición
particular o adopte un punto de vista dado. Al mismo tiempo que trabajamos para
influir en nuestros clientes para que piensen, reaccionen o actúen de cierta
manera, ellos están luchando, inconsciente o deliberadamente, por el control de
las sesiones. En términos psicodinámicos clásicos, el cliente intenta representar la
transferencia y moldear al terapeuta para convertirlo en alguien más. Cada
participante en este proceso puede incluso llegar a imitar los patrones de lenguaje
y de comportamiento del otro.
40
Por supuesto, la naturaleza de la influencia interpersonal y el poder recíproco
ha cambiado en las últimas décadas. Los terapeutas ya no somos vistos con el
mismo respeto y autoridad inquebrantables que solíamos, cuando nos trataban
como gurús y semidioses. Por supuesto, todavía tenemos el poder de inspirar
asombro en algunos clientes que acuden a nosotros, pero no en todos,
especialmente en aquellos obligados por un juez o remitidos involuntariamente.
Aquellos clientes que vienen por su propia voluntad están más informados por
la educación, medios de comunicación, investigación en línea, libros de autoayuda
y programas de entrevistas; tienen el poder de actuar como sus propios sanadores
y desean que los terapeutas desempeñen el papel de consultores o entrenadores,
disponibles según sea necesario a través de mensajes de texto o en línea. Aunque
esta actitud encaja bien en el ámbito de algunos practicantes, tal sobreexposición
puede arruinar el misterio detrás de lo que hacemos. Los terapeutas han dejado de
ser considerados universalmente como expertos con autoridad, y son vistos ahora
como socios en la democratización de la terapia. Esto no es del todo malo, pero
presenta algunos desafíos adicionales en una profesión en la que nuestra máxima
influencia proviene, en parte, de nuestra estatura ante los ojos de los demás.
41
LOS TERAPEUTAS COMO MODELOS
PROFESIONALES
Así como la era socrática de la enseñanza a través del ejemplo personal, la
propuesta de Freud de los procesos de identificación y la reelaboración de
Bandura de la teoría del aprendizaje social han demostrado que las personas están
fuertemente influenciadas por la exposición a otras personas más poderosas. Por
lo tanto, una de las fuerzas principales de la infancia es la necesidad imperiosa de
crecer y ser como mamá o papá, hermana, la Mujer Maravilla, Spiderman, un
maestro favorito o uno de los niños de la cuadra. Incluso en la edad adulta, los
modelos en los medios de comunicación continúan ejerciendo una poderosa
influencia en el comportamiento de las personas.
Aún después de que aprendemos a dejar de idolatrar a nuestros héroes y
padres, y a apreciar nuevos valores de independencia y autosuficiencia, los
modelos continúan ejerciendo una poderosa influencia en la forma en que nos
vestimos, hablamos, sentimos y pensamos. De hecho, el sistema de mentores es el
núcleo de la mayoría de la educación de terapeutas: maestros, asesores,
supervisores, autores y colegas modelan quiénes somos y la forma en que
practicamos nuestro oficio.
Para muchos terapeutas, la primera década de nuestra vida profesional la
pasamos imitando a los maestros clínicos. Generalmente lo hacemos mucho antes
de considerar lo que realmente creemos en nuestras mentes y corazones. Aún así,
es interesante ver cómo, a medida que maduramos en nuestro desarrollo como
terapeutas, parece que tenemos una fuerte tendencia a idealizar a nuestros héroes y
heroínas, como evidencian las largas filas en las conferencias para obtener
autógrafos de las luminarias en el campo. En las etapas tempranas del proceso de
identificación idealizamos el modelo e imaginamos características increíbles en
esa persona. ¿Quién de nosotros no puede recordar las formas en que idealizamos,
si no adoramos, a un maestro, mentor, autor o supervisor que nos inspiró como
ningún otro? Bajo tales circunstancias, este modelo tuvo una extraordinaria
influencia en nuestras vidas, no sólo en términos de nuestro desarrollo profesional,
sino personalmente. También hay un lado oscuro del fenómeno de modelamiento
(¿no lo hay siempre?). Los modelos ofrecen mucho apoyo a aquellos que expresan
interés en ser como ellos, perpetuando copias miniatura que salen al mundo y
predican la Palabra Verdadera y convierten a otros a la causa. Si alguna vez has
asistido a una conferencia de terapeutas puedes reconocer fácilmente las
diferentes escuelas de pensamiento, igual que cardúmenes nadando en sincronía.
No hay duda de que hay comodidad en tal compañía, siendo uno de los muchos
que han encontrado el único y verdadero camino a la iluminación.
El carisma invita vulnerabilidad y confianza; es, por lo tanto, un potencial
instrumento de influencia constructiva y una forma peligrosa de manipulación. El
narcisismo invade nuestro dominio. Terapeutas, maestros y otros modelos
profesionales, como actores y atletas, florecen a través de los agradecimientos y
42
honores de fanáticos y discípulos. Sólo tienes que asistir a cualquier taller o
conferencia para ver las formas en que profesionales, poderosos por cuenta propia,
rinden homenaje a las "estrellas de rock", que son tratados con reverencia. La
única diferencia es que las figuras públicas reciben una compensación financiera
igual a su aura. Los terapeutas están limitados a lo establecido por sus tarifas por
hora o sus salarios. La diferencia en la compensación generalmente se recibe en
los beneficios intangibles que se generan a través de una gran adoración.
43
CUANDO LOS TERAPEUTAS NO PUEDEN
PRACTICAR O NO PRACTICAN LO QUE
PREDICAN
Es mortificante escuchar historias de el "loquero loco" en las que un terapeuta es
retratado en los medios de comunicación o en conversaciones sociales como si
estuviera más perturbado que cualquiera de sus clientes. Y no ayuda la frecuente
experiencia de encontrar colegas que son, bastante excéntricos, digamos, si no del
todo extraños, en la forma en que llevan sus vidas. Pueden ser groseros o flojos, o
a veces simplemente no tienen ni idea de cómo son percibidos por los demás.
En un artículo sobre qué tan emocionalmente inestables, narcisistas y heridos
están muchos terapeutas, Maeder (1989) cita a una mujer que dice que cada vez
que va a una fiesta, invariablemente, la persona más tonta, vergonzosa y loca que
asiste, es un terapeuta. Como evidencia adicional de sus argumentos, Maeder cita
a un presidente de la Academia Americana de Psicoterapeutas que se dirige a los
miembros de su propia organización: "Cuando visité por primera vez una
convención psiquiátrica nacional, en 1943, me sentí consternado al encontrar la
mayor colección de bichos raros, y psicóticos que había visto fuera de un hospital"
(p. 37).
Las películas populares y programas de televisión con frecuencia representan a
los terapeutas como personajes neuróticos e inofensivos que apenas pueden evitar
que sus vidas se desmoronen. Los periodistas parecen deleitarse al descubrir
escándalos que muestran mellas en nuestra armadura, o a veces cosas mucho
peores. En un artículo en la prensa popular sobre un psicoanalista prominente y
carismático (Boynton, 2003), el autor escribe una acusación mordaz a la profesión
con base en el comportamiento abusivo de un profesional perturbado que
regularmente tenía relaciones sexuales con sus clientes, violaba los acuerdos de
confidencialidad hablando de las celebridades que veía en terapia y reprendía y
abusaba verbalmente de las personas que venían a verlo. Por supuesto, este
terapeuta desquiciado merece que le revoquen la licencia y cumplir su pena en
prisión, pero a veces da la impresión de que personas como ésta son de algunamanera representativas de nuestra profesión.
También perpetuamos el mito de la ineptitud del terapeuta al criticar a los
miembros de profesiones de ayuda o enfoques terapéuticos que no son miembros
de nuestra propia tribu. Los psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales,
consejeros, terapeutas familiares, enfermeras psiquiátricas y especialistas en
adicciones a menudo se atacan entre sí por las diferencias percibidas (o reales) de
su entrenamiento. Asimismo, existe una guerra continua durante décadas entre
terapeutas psicodinámicos, cognitivo-conductuales, conductistas, humanistas,
constructivistas, feministas, entre otros, en cuanto a quién ha acaparado el
mercado de la verdad. Quizás estos debates sean útiles para aclarar las
características universales embebidas en todo trabajo terapéutico, pero hay un área
de hipocresía que no puedo soportar: cuando me encuentro con un profesional (o
44
partes de mí mismo) que pide a los clientes que hagan algo que él mismo no
puede hacer. ¿Qué tipo de imagen proyectamos al público cuando no podemos
demostrar en nuestras vidas el grado más rudimentario de empatía, sinceridad y
estabilidad emocional? ¿En qué tipo de hipócritas nos hemos convertido cuando le
pedimos a la gente que haga cosas que no estamos dispuestos o no podemos hacer
nosotros mismos?
Muchas de las alegrías, así como los peligros, de nuestro trabajo resultan de las
consecuencias de ser modelos profesionales que nos permitimos ser afectados por
nuestros clientes. Queremos enseñarles, por la forma en que vivimos nuestras
vidas, que es posible ser proactivos, haciéndonos cargo de nuestro propio
comportamiento. Los clientes saben poco sobre los detalles de nuestra existencia,
nuestros sueños, nuestras decepciones o cómo somos en situaciones sociales, pero
conocen nuestro espíritu íntimamente. Pueden percibir nuestro estado de ánimo y
sentir nuestra tranquilidad, confianza y energía. Puede que no sepan cómo somos
realmente, pero nos conocen en todo nuestro esplendor. No le gritamos
impacientemente a nuestros clientes como podríamos gritarles a nuestros propios
hijos. Intentamos no satisfacer para nada nuestras propias necesidades durante las
sesiones. Y los clientes llegan a amarnos, a adorar a nuestro ser idealizado. A
pesar de que entendemos las ilusiones y los mitos que podemos estar creando,
todavía tenemos una maravillosa oportunidad de ser más como las personas que
los clientes creen que realmente somos: completamente amorosos, generosos,
pacíficos y en control.
45
BALANCEANDO OMNIPOTENCIA Y
HUMANIDAD
Tradicionalmente, el terapeuta ha sido visto como el equivalente contemporáneo
del oráculo trepado en la cima de una montaña; los clientes son los peregrinos que
viajan en busca de la iluminación. Al desconfiar de sus propias voces internas y
carecer de dirección de sí mismos, los clientes han buscado orientación en sus
gurús y los han visto como encarnaciones de poder. Hay tradiciones antiguas en
casi todas las culturas humanas, no sólo de adoración a los dioses, sino también de
reverenciar a aquellos que se consideran conductos al mundo de los espíritus y
para aquellos que son considerados sabios, chamanes o sanadores.
Más adelante exploraremos cómo uno de los principales peligros de nuestra
profesión es la creencia narcisista de que realmente somos especiales. Después de
todo, es difícil no tomarnos tan en serio cuando tanta gente nos trata con
admiración y como autoridades. La oficina del terapeuta es un mundo irreal en el
que se minimizan las distracciones y se observan cuidadosamente los rituales. El
terapeuta controla la mayor parte del espectáculo. Aunque el cliente escoge el
contenido, el terapeuta dirige el guion y la interpretación de las líneas. Estamos
acostumbrados a tener el control y a que las personas nos hagan caso. Nos
sentimos especiales porque a menudo nos tratan así.
La mayoría de los terapeutas hacen un buen trabajo. Los clientes mejoran. Se
sienten agradecidos y atribuyen su mejora a algo o alguien fuera de ellos. Estamos
más que dispuestos a tomar crédito parcial; es bueno para promocionarnos, nuevas
referencias y nuestro sentido de potencia. El problema no radica en sentir que
hemos hecho alguna diferencia en la vida de un cliente, sino en olvidar que no
somos el modelo de excelencia que pretendemos ser. Cuando dirigimos la
interacción, el cuestionamiento, el control, la confrontación, el fomento e incluso
el resumen a intervalos apropiados durante ocho horas al día, es un shock abrupto
para nuestro sistema encontrarnos, ya que estamos en casa o con amigos,
batallando por ser escuchados como todos los demás.
Estamos acostumbrados a que nos escuchen. Algunas personas incluso toman
notas sobre lo que decimos, y más tarde podemos hacerles un examen para
asegurarnos de que estaban prestando atención. Después de un tiempo empezamos
a creer que realmente somos importantes. Los clientes refuerzan la idea
diciéndonos cuánto les ayudamos. Luego recordamos cuán frágil es la ilusión de
omnipotencia realmente. Incluso si inicialmente es útil para los clientes idealizar a
sus terapeutas, debemos ayudarles a ellos y a nosotros mismos a ver una realidad
separada.
Al modelar presentamos no sólo un ideal por el cual luchar, sino también una
persona real y viva que es imperfecta, genuina y sincera. Ocasionalmente, el
terapeuta puede compartir experiencias personales para acortar la distancia
psicológica entre él y el cliente. Tal intercambio a menudo puede llevar a un
aumento en los sentimientos de identificación mutua, así como a construir una
gran intimidad y autenticidad. Muchos clientes se sienten muy aliviados al saber
46
que sus terapeutas han sido víctimas de las mismas conductas saboteadoras que
ellos ahora intentan superar. Puedes haber notado un fenómeno similar como
lector en la forma en que comparto mis propias dudas, incertidumbres y
dificultades en este libro. Si lo he hecho de manera efectiva, entonces te sientes
con mayor permiso de ser más abierto, vulnerable, y honesto sobre tus propios
asuntos no resueltos. Si soy percibido como indulgente conmigo mismo o
inapropiado, entonces me arriesgo a perder tu confianza.
Al servir como modelo de humanidad, con las imperfecciones que lo
acompañan, podemos ayudar a los clientes (o lectores) a sentirse menos
abrumados y más optimistas de que el dominio personal relativo está realmente al
alcance. Por lo tanto, caminamos una línea delgada entre proyectar cierta
seguridad y competencia personal y lidiar con excentricidades únicas. Debemos
batallar contra las consecuencias de actuar como un gurú improvisado gran parte
del día y luego hacer con éxito la transición a la normalidad defectuosa durante el
resto de nuestro tiempo. De lo contrario, los amigos y la familia nos encuentran
muy molestos.
47
LA FUERZA DE CARÁCTER DEL TERAPEUTA
La mayoría de los grandes maestros que hemos leído, conocido, o escuchado
fueron individuos carismáticos. Platón, Sócrates, Confucio, Freud, Gandhi, y
Marx fueron genios en el dominio del conocimiento de sus campos, pero su
verdadero talento era el impartir su sabiduría y reclutar discípulos a través de la
fuerza de su personalidad. (Históricamente, al menos, inspirar adulación a menudo
ha sido una actividad principalmente dominada por los hombres.) Profesores
contemporáneos en todos los campos demuestran el poder que tienen las
personalidades atractivas para promover el aprendizaje. Sus seguidores son
seducidos por sus voces, sonrisas, humor y encanto, tanto como fascinados por lo
que dicen.
Los líderes en el campo de la consejería y la psicoterapia han hecho muchas
contribuciones significativas a través de sus investigaciones e ideas. Sin embargo,
nadie los habría escuchado si no hubieran sido personas cautivadoras. Su
particular forma de expresarse, su pasión y entusiasmo, su energía y espíritu, su
compromiso y confianza, dieron vida a sus ideas. Fueron sus detalles excéntricos,
dificultades personales, su humanidad los que fueron tan atractivos. No sólo
lograron desarrollar

Continuar navegando