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Los retos de ser terapeuta 2 Primera edición en español de la quinta edición en inglés 3 Los retos de ser terapeuta Jeffrey A. Kottler Traducción Mtro. Oriol Francisco Remolina Gallego Centro de Psicoterapia Cognitiva Editor responsable: Lic. Georgina Moreno Zarco Editorial El Manual Moderno 4 Nos interesa su opinión, comuníquese con nosotros: Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V. Av. Sonora 206, Col. Hipódromo, Alcaldía Cuauhtémoc, 06100, Ciudad de México, México (52-55) 52-65-11-00 info@manualmoderno.com quejas@manualmoderno.com Título original de la obra: On Being a Therapist, fifth edition. Copyright © Oxford University Press 2017 ISBN: 978-0-19-064154-2 On Being a Therapist, fifth edition was originally published in English in 2017. This translation is published by arrangement with Oxford University Press. Editorial El Manual Moderno S.A de C.V is solely responsible for this translation from the original work and Oxford University Press shall have no liability for any errors, omissions or inaccuracies or ambiguities in such translation or for any losses caused by reliance thereon. Los retos de ser terapeuta fue publicado originalmente en inglés en 2017. Esta traducción se publica por acuerdo con Oxford University Press. Editorial El Manual Moderno S.A de C.V es el único responsable de esta traducción del trabajo original y Oxford University Press no se responsabilizará por los errores, omisiones, imprecisiones o ambigüedades en dicha traducción, ni de las pérdidas ocasionadas por la confianza en el mismo. Los retos de ser terapeuta D.R. © 2019 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V. ISBN: 978-607-448-799-2 versión electrónica Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Reg. núm. 39 Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida sin permiso previo por escrito de la Editorial. Para mayor información sobre Catálogo de producto Novedades Instrumentos de evaluación en línea y más www.manualmoderno.com 5 mailto:info@manualmoderno.com mailto:quejas@manuamoderno.com http://www.manualmoderno.com/ Director editorial: Dr. José Luis Morales Saavedra Editora de desarrollo: Lic. Tania Flor García San Juan Diseño de portada: DG. Óscar Gamaliel Pérez Medina 6 7 Prefacio El clima para ser un terapeuta ha cambiado tan dramáticamente que el campo es casi irreconocible para aquellos que comenzaron su carrera cuando la primera edición de este libro se publicó hace 30 años. Era un tiempo en que los pacientes eran, en su mayoría, mujeres blancas y de clase media alta, cuando se creía que la terapia tomaba mucho tiempo (no meses, sino años) para ser considerada viable, y en el que las compañías de seguros pagaban 90% de lo que cobráramos, sin límites de por vida ni restricciones en la frecuencia de las sesiones. Ahora se practica en una era en la que se atiende a clientes con menos recursos, inmigrantes y de clase trabajadora, que a menudo presentan problemas más graves. Además, muchas agendas están llenas de clientes obligados por la corte y remitidos involuntariamente. Mientras hace algún tiempo los terapeutas seguían el ejemplo de Freud de especializarse en los llamados "saludables preocupados" o en la clase media neurótica, ahora llegamos a una población más diversa, representando cada trasfondo cultural, etario, étnico, racial, religioso, socioeconómico y de orientación sexual concebible. Mientras que alguna vez se dio el caso donde los terapeutas debían dominar las complejidades de diferentes orientaciones teóricas, con una mayor combinación e integración de modelos en una práctica más pragmática y con base en evidencias, ahora es igual de importante aprender sobre los aspectos particulares y más significativos de los diferentes antecedentes culturales de nuestros clientes. También se pide que tratemos una variedad cada vez mayor de problemas, muchas de las cuales no eran particularmente susceptibles o respondían a la terapia en el pasado: violencia doméstica, abuso físico y sexual, trauma, problemas de identidad sexual, abuso de sustancias, trastornos de la alimentación, trastornos de personalidad, autolesiones y trastornos disociativos. Además, se nos exige hacer una diferencia en periodos cada vez más cortos. Mientras que la terapia a largo plazo se midió en un lapso de 5 a 10 años, ahora, con frecuencia, se restringe a la misma cantidad de meses, o incluso semanas. En alguna situación de cuidado restringido se han reestructurado completamente las formas en que se trabaja como terapeutas, no sólo limitando el tiempo que se pasa con los clientes, sino dictando qué tipo de cosas se permite hacer. En la mayoría de estas situaciones el curso del tratamiento es muy limitado, cualquier extensión de la cantidad permitida de sesiones debe ser aprobada por alguna autoridad externa. Todo se trata de responsabilidad, tratamientos con base en evidencia, apoyo empírico y resultados medidos, todo dentro de parámetros de tiempo específicos. La tecnología también ha revolucionado el campo en las últimas décadas y continuará modificando el panorama en los próximos años. Con más frecuencia se utiliza software o sitios web para comunicarse con usuarios de atención médica 8 controlada, para enviar informes y facturas y para asistir en las decisiones diagnósticas y planificación de tratamientos. Tanto los terapeutas como los clientes utilizan las fuentes en línea como un medio de consulta instantánea, así como para dar y recibir terapia. Los mensajes de texto, correos electrónicos, redes sociales y mensajes instantáneos se están volviendo cada vez más comunes como medios de comunicación, e incluso como una forma de llevar a cabo las sesiones. Pasamos cada vez más tiempo frente a una pantalla de la computadora y cada vez menos cara a cara, estableciendo contacto íntimo con los demás. Esto podrá hacernos más eficientes, pero ciertamente cambia la naturaleza de nuestro trabajo y nuestras vidas— y no siempre para bien. En muchos sentidos, la vida de un terapeuta es mucho más estresante, con la continua accesibilidad y tan poco tiempo de descanso. 9 LOS MISTERIOS DE SER UN TERAPEUTA Desde la primera publicación de este libro, los límites entre las orientaciones teóricas se han ido desmoronando. Muchos terapeutas alguna vez se vieron identificados fácilmente como fuertes seguidores de una corriente particular, como psicodinámicos, existenciales, cognitivo-conductuales o una de las pocas docenas de otras corrientes. Hoy en día casi todos son eclécticos y pragmáticos, o por lo menos integradores, sin importar la ideología a la que se adhieren. Cada terapeuta puede llamarse constructivista, conductista, feminista o humanista, y describirse como terapeuta psicodinámico, cognitivo, Gestalt, narrativo o relacional, la realidad es que ahora se toman conceptos e ideas de una variedad de enfoques, dependiendo del contexto, la cultura y lo que aqueja a cada paciente (cliente), no sin mencionar el estado de ánimo propio. Una cosa que no ha cambiado mucho es que el proceso de psicoterapia todavía fluye en dos direcciones. Éste es el caso de la influencia sobre el cliente y respecto con afectar la vida personal del profesional. Dicho impacto puede ser para bien o para mal, haciendo que las profesiones de ayuda sean actividades humanas gratificantes espiritualmente, así como emocionalmente desgastantes. Algunos terapeutas se ven favorecidos como resultado de este trabajo. Se aprende de aquellos a quienes se ayuda y aplica lo que se sabe y sobre nosotros mismos. Incluso, algunos pueden llegar al agotamiento y abatimiento. Con el tiempo podemos volvernos cínicos o indiferentes o duros. Desde hace tiempo hemos reconocido el impacto de varios ingredientes terapéuticos en los cambios que un cliente probablemente experimentará. Sabemos que factores tales como la alianza terapéutica, acuerdo sincronizado de objetivos, retroalimentación confiabley precisa, respuesta empática, cuestionamiento sensible y la confrontación constructiva y sensible a menudo conducirán a una mayor autoaceptación e incluso a transformaciones de personalidad en el cliente. Pero, ¿qué impacto tienen estos procesos en la persona que los facilita? ¿Puede el profesional ser un impulsor activo del proceso terapéutico sin verse afectado por sus repercusiones? ¿Pueden los terapeutas ser inmunes a la influencia de la exposición prolongada a la desesperación, el conflicto y el sufrimiento humanos? ¿Podemos resistir el inevitable crecimiento y autoconsciencia que vienen de estudiar otras vidas? ¿Podemos seguir siendo los mismos después de estar en presencia de tantos que están cambiando? Nos guste o no, la decisión de ser terapeuta es también un compromiso con nuestro propio crecimiento. Recuerdo que cuando este libro se publicó por primera vez, hace muchos años, las críticas eran mixtas, algunas reflejando las opiniones apasionadas de los críticos sobre ciertos temas de los que no deberíamos hablar en un foro público. Obtuve algo de consuelo de otro crítico en ese momento, que me llamó la "consciencia de la profesión", y siempre me ha gustado la idea de estar dispuesto a discutir temas tabúes, aunque a veces de manera incómoda. Uno de mis primeros héroes fue el pequeño niño en la historia de Hans Christian Andersen El traje 10 nuevo del emperador, el heraldo de la verdad, que dice en voz alta lo que todos los demás pueden ver claramente, pero no reconocen. Del mismo modo, al principio de mi carrera me sentí muy perdido porque las cosas que se me dificultaron casi nunca parecían surgir en la supervisión, los talleres o los recursos –y nunca se discutieron en mi entrenamiento. Me preguntaba constantemente por qué era tan raro que los terapeutas hablaran sobre sus fracasos, o por qué discutíamos entre nosotros sobre qué enfoque era superior a todos los demás, o por qué no me sentía seguro de hablar de todas las formas en que dar la terapia estaba haciéndome una mejor persona, o por qué los demás parecían estar tan limitados por la literatura e investigación de nuestro campo cuando noté que mis maestros más influyentes provenían de novelas, experiencias de viaje, aventuras en mi propia vida y especialmente de las lecciones aprendidas de mis clientes. 11 PRÓXIMAS ATRACCIONES Y MÁS RECIENTES INNOVACIONES Durante los años transcurridos desde la última vez que revisé y actualicé este volumen, nuevamente ha habido muchos cambios en las formas en que operamos. ¿Quién podría haber imaginado que muchos terapeutas realizarían sesiones a través de videoconferencias, mensajes de texto, chat y, tal vez pronto, a través de realidad virtual y avatares? Uno puede imaginar un futuro no muy lejano en el que todos tendrán un dispositivo en su hogar, o un implante en su cabeza que responderá a cualquier consulta, ya sea dando instrucciones para ir a la farmacia o consejos para manejar problemas de salud mental. Persona: "Siri, estoy deprimido. ¿Qué debería hacer?" Dispositivo: "Suenas cansado. Yo estoy cansada. Son las 3 de la mañana y deberías estar durmiendo, no hablando conmigo". Persona: "Lo siento. Sólo sigo pensando una y otra vez sobre ... " Dispositivo: "¿Has probado un baño caliente y un poco de leche caliente para ayudarte a dormir?" Persona: "Lo que realmente me gustaría ahora es un trago de verdad". Dispositivo: "Espera, espera, no vayas allá". Persona: "¿Adónde?" Dispositivo: "Las pruebas genéticas han demostrado tu susceptibilidad a la adicción al alcohol. Y, además, con tu historia familiar, corres un mayor riesgo". Persona: "Está bien, entonces, ¿qué hay en HBO?" Este libro incorpora las últimas investigaciones y desarrollos, además bastante material nuevo que refleja mi comprensión de las innovaciones de vanguardia. El primero de ellos es un nuevo capítulo sobre narración de historias, ya que considero que lo que realmente hacen los terapeutas la mayor parte del tiempo es (1) escuchar las historias de las personas, (2) ayudarlas a colaborar en una versión narrativa diferente que sea más autoempoderante, y (3) introducir historias en forma de metáforas, revelaciones, ejemplos y cuentos educativos. Dado que la gran mayoría de nuestros momentos de vigilia son capturados por historias en forma de programas de televisión, películas, novelas, conversaciones, chismes, letras de canciones, fantasías y sueños, el cerebro ha evolucionado a ser un "órgano con historia" que hace que las experiencias vicarias se sientan reales. Con el paso de los años me he dado cuenta de que no sólo terapeutas leen este libro. Muchos clientes, pasados y presentes, también han descubierto en este libro una forma de entender mejor y aprovechar al máximo sus experiencias. Soy consciente de que muchos terapeutas han recomendado el libro a sus clientes; otros lo han recibido como regalo. Y bastantes me han escrito a lo largo de los años preguntándome qué pueden hacer para sacar el mayor provecho de sus sesiones. Muchos otros se preguntaban si ciertas cosas eran "normales" o apropiadas, o incluso lo que podrían decir o hacer para mejorar sus resultados. Por 12 lo tanto, he agregado un nuevo capítulo (capítulo 14) que se enfoca específicamente en cómo ser un mejor cliente. Espero que a los terapeutas también les resulte útil para preparar mejor a nuestros clientes y aprovechar al máximo nuestro trabajo. Al igual que sus predecesores, este volumen ampliado está escrito para todos los profesionales de la terapia: trabajadores sociales, consejeros, psiquiatras, psicólogos, enfermeras psiquiátricas, terapeutas familiares, profesionales de servicios humanos, consejeros pastorales y otros especialistas de salud mental. Será de gran valor para los estudiantes de estas profesiones, quienes pueden estarse preparando para una carrera aprendiendo habilidades de ayuda sin darse cuenta completamente de las consecuencias personales. Aquellos que han experimentado la terapia como clientes, o quienes están contemplando una aventura tan formidable, también encontrarán las premisas aquí contenidas de especial interés. El capítulo 1 comienza con una discusión de lo que significa ser terapeuta, el viaje interior con todas sus alegrías, beneficios y desafíos. Explora los motivos personales para convertirse en terapeuta, así como el contexto cultural, político y social de las relaciones que creamos y mantenemos. Este capítulo también describe los riesgos inherentes de trabajar como terapeuta y presenta un marco de trabajo unificado del proceso de cambio como telón de fondo para explorar otras ideas sobre cómo modelar e influir en el poder en el capítulo 2. Esencialmente, todos los sistemas de terapia funcionan porque comparten varios elementos: la poderosa presencia de un terapeuta, una alianza terapéutica efectiva y estructuras para la toma constructiva de riesgos, tanto dentro de las sesiones como en la vida del cliente. El capítulo 3 explora las implicaciones del papel del terapeuta como modelo al examinar la relación entre la efectividad personal y profesional. Al igual que las habilidades profesionales ayudan a los terapeutas a mejorar sus relaciones personales, sus experiencias de la vida real son herramientas invaluables durante las sesiones. Éste es el mejor beneficio periférico del campo: la exposición constante al cambio nos estimula continuamente y promueve un mayor crecimiento personal, lo que a su vez nos hace modelos más poderosos. El nuevo material que mencioné anteriormente, relacionado con la narración de historias y su poder para persuadir e influir en las personas, tanto en terapia como en la vida cotidiana, se analiza en el capítulo 4 (nuevo en esta edición). Las tradiciones de varias culturas alrededor del mundo establecen el contexto para entender el empleo virtualmente universal de historias como el medio principal a través del cual instruir y sanar a otros. Se alienta a los lectores a desarrollar sus habilidades narrativas como un medio para hacer que la terapia (y sus vidas) sea más dinámica,interesante y poderosa. El capítulo 5 fue una nueva adición al libro en la edición anterior, una que amplía aún más la discusión de cómo los terapeutas son cambiados profundamente por sus clientes, tanto a nivel personal como profesional. Los clientes son nuestros mejores maestros y supervisores porque nos ayudan a ser más receptivos a sus necesidades (si somos flexibles, adaptables y prestamos 13 mucha atención). Los capítulos siguientes exploran desafíos especiales que forman parte de ser un terapeuta. El capítulo 6 revisa muchas de las dificultades que forman parte de este trabajo, incluidas las diferentes variantes de fatiga, la intimidad de una sola vía y el dominio de uno mismo. El capítulo 7 fue otro capítulo nuevo de la edición anterior que se enfoca específicamente en la lucha de los terapeutas con la imperfección, resultados negativos, decepciones y fracasos. Existe un tema prevalente en el sentido de que ese tipo de experiencias nos brindan una valiosa retroalimentación que nos hace más resilientes y efectivos profesionalmente. El capítulo 8 se concentra en los llamados clientes difíciles, aquellos que experimentamos como inusualmente desafiantes y frustrantes. El capítulo 9 examina los problemas de agotamiento y aburrimiento –no sólo cómo podemos abordarlos, sino también cómo podemos prevenirlos o minimizarlos de inicio. El capítulo 10 también se agregó recientemente, hablando en mayor profundidad sobre los secretos de la profesión, aquello que no se dice, los temas que a menudo se consideran más tabú y prohibidos: que la mayor parte del tiempo estamos tomando decisiones al vuelo; que frecuentemente no entendemos cómo y por qué la terapia funciona realmente; que a veces nos sentimos como fraudes e hipócritas; que dentro de nuestra cabeza somos mucho más críticos de los demás de lo que aparentamos; que no solemos hacer lo que decimos que hacemos en las sesiones. El capítulo 11 sigue esta discusión con mentiras que nos decimos a nosotros mismos y a los demás, y juegos que los terapeutas a veces caen. Para equilibrar toda esta exploración de temas profundos, a veces perturbadores e incómodos, los capítulos 12 y 13 analizan las formas en las que los terapeutas pueden revitalizarse y cuidar mejor de sí mismos. Describen sugerencias prácticas para iniciar más desarrollo personal y profesional, alentar el crecimiento creativo y encontrar un significado más profundo en nuestras vidas y nuestro trabajo. En esta última edición, también hay un mayor enfoque en el rol y la responsabilidad del terapeuta de promover temas de justicia social, derechos humanos y cambios sistémicos dentro de la comunidad y el mundo en general. El capítulo 14 termina el libro hablando directamente a los clientes sobre cómo aprovechar al máximo sus experiencias. Dado que este volumen se usa a menudo en una variedad de clases y seminarios, y está disponible para el público en general y es popular entre los clubes de lectura, el apéndice contiene más de una docena de preguntas de discusión que pueden incitar conversaciones interesantes, así como una profunda reflexión sobre cómo algunas de las ideas mencionadas pueden cruzar o desafiar algunas de sus propias preciadas creencias. 14 15 Agradecimientos Reconozco con gratitud la asistencia de los profesionales, representantes de diversas especialidades de salud mental y orientaciones teóricas, que aceptaron compartir sus pensamientos y experiencias sobre lo que significa ser un terapeuta. Aunque muchos de estos profesionales clínicos y educadores de terapeutas desean permanecer en el anonimato, sus palabras hablan en voz alta a lo largo de los capítulos que siguen. Muchos de ellos han estado utilizando este libro como textos primarios y secundarios en sus clases durante más de una década y, por lo tanto, pudieron hacer aportaciones profundas y significativas sobre formas de hacerlo aún mejor. Estoy especialmente en deuda con mi editora, Dana Bliss, con quien hemos compartido tantos proyectos anteriores, los cuales representan una verdadera sociedad creativa que ha resultado en algunos de mis trabajos favoritos. También deseo agradecer a muchos miembros del personal de Oxford University Press que fueron fundamentales en el proceso de producción: Andrew Dominello, Stefano Imbert, Dan Petraglia y Sarah Russo. Finalmente, estoy en deuda con los cientos de lectores que me han escrito a lo largo de los años, brindando valiosa retroalimentación y compartiendo sus propias historias. Jeffrey A. Kottler Huntington Beach, California 16 17 Contenido Prefacio Agradecimientos Capítulo 1. El viaje del terapeuta Capítulo 2. Lucha por el poder y la influencia Capítulo 3. Vidas personales y profesionales Capítulo 4. Sobre ser narrador y oyente terapéuticos Capítulo 5. Cómo los clientes cambian a sus terapeutas Capítulo 6. Dificultades de la práctica terapéutica Capítulo 7. Ser imperfecto, vivir con el fracaso Capítulo 8. Pacientes que ponen a prueba nuestra paciencia Capítulo 9. Aburrimiento y Burnout Capítulo 10. Lo que no se dice Capítulo 11. Mentiras que decimos a nosotros mismos, y a otros Capítulo 12. Terapias alternativas para terapeutas Capítulo 13. Hacia la creatividad y el crecimiento personal Capítulo 14. Sobre ser un cliente: cómo aprovechar al máximo la terapia Apéndice A. Preguntas para su discusión 18 Referencias 19 kindle:embed:0005?mime=image/jpg kindle:embed:0005?mime=image/jpg 1 Capítulo 20 El viaje del terapeuta Existen muchos sanadores entre los pueblos indígenas del mundo que encontrarían absolutamente ridículo que alguien escogiera convertirse en terapeuta. Creen que convertirse en un ayudante o sanador es una vocación llena de peligros y cargas. A final de cuentas, los clientes acuden a nosotros con dolor y desesperación, con la esperanza de que curemos su sufrimiento y nos llevemos su energía tóxica. Tienen expectativas irreales de lo que podemos hacer. Frecuentemente están de muy mal humor. Y vienen a hablar con nosotros, en parte, porque sienten que nadie más tiene la paciencia o el interés de escucharlos. Sin embargo, no hay otra profesión que pueda ser tan gratificante y satisfactoria, ningún otro trabajo que ofrezca tantas oportunidades de aprendizaje y crecimiento continuos. Ser terapeuta es verdaderamente un viaje de toda la vida, en el que acompañamos a otros en un camino hacia la iluminación, la paz o la salvación. Es un viaje a lo desconocido con muchos obstáculos en el camino. Como cualquier viaje, hay dificultades para cada peregrino, pero también muchas alegrías. Tenemos la oportunidad de vivir miles de vidas diferentes a través de las relaciones con nuestros clientes. Se ofrecen destellos, incluso búsquedas profundas, a las preguntas que más atormentan a las personas. Experimentamos un nivel de intimidad con nuestros clientes que pocos conocerán. Estamos expuestos a niveles de drama y arousal emocional que son a la vez aterradores y cautivadores. Podemos jugar al detective y ayudar a resolver los misterios que rodean a las personas a lo largo de sus vidas. Escuchamos historias tan sorprendentes que hacen que, en comparación, los programas de televisión, las novelas y las películas parezcan aburridos. Nos convertimos en acompañantes de personas que están a punto de hacer cambios significativos y nos transformamos también. Nos vamos a dormir sabiendo que, de alguna manera, hemos marcado una diferencia en la vida de alguien. Hay casi una trascendencia espiritual asociada con gran parte del trabajo que hacemos. 21 MOTIVOS PERSONALES DE SER TERAPEUTA Para la mayoría de nosotros el viaje para convertirnos en terapeutas comenzó, no con el deseo de salvar al mundo o de ayudar a otras personas, sino con el de salvarnos a nosotros mismos. Muchos de los motivos para convertirse en terapeuta son inconscientes, incluso están fuera del alcance de la supervisión o la terapia personal que aborda problemas no resueltos o encubiertos (Adams, 2014b; Sussman, 2007). Con frecuenciaimplican batallas latentes con pérdidas a edades tempranas o necesidades narcisistas de reconocimiento y aprobación insatisfechas (Barnett, 2007; Kuchuck, 2014). La mitad de los terapeutas encuestados en un estudio a gran escala confesaron que su decisión de convertirse en terapeutas, así como su subsecuente desarrollo profesional, estuvo motivada en gran parte por la resolución de trabajar en sus propios problemas (Orlinsky & Ronnestad, 2005). Un área común mencionada con frecuencia es el deseo de entenderse mejor a sí mismos y sentirse comprendido por los demás. Ghent (1999) sostiene que los terapeutas son masoquistas y están hambrientos de castigo. ¿Qué otra cosa podría explicar la disposición a pasar tanto tiempo explorando los rincones más oscuros de las experiencias humanas? Ghent pregunta: "¿Qué otra ocupación incorpora la frustración de sentirse impotente, estúpido y perdido como una parte necesaria del trabajo?" (1999, p. 236). Al comentar al respecto, Hamman (2001) hizo la observación de que los terapeutas están dispuestos a someterse a las pruebas y tribulaciones de su trabajo en la búsqueda de volverse más auténticos y reales. Otro motivo para convertirse en terapeuta tiene que ver con experimentar un mayor sentido de poder y control, no sólo sobre los demás, sino también sobre uno mismo. Un profesional clínico experimentado admitió, con cierta renuencia, que esto era claramente lo que le atraía de la profesión. "Después de todo, dijo, si siempre te estás enfocando en los problemas de otras personas, es fácil evitar enfocarte en los tuyos. La gente piensa que tengo todo bajo control... ¡Ja! Después de un tiempo empecé a creerlo, incluso aunque una parte de mí sabe que no es cierto. Supongo que lo que estoy diciendo es que ser un terapeuta significa disfrutar de la intimidad sin la pérdida de control que normalmente requiere la intimidad." Además de la sensación de estar en control hay otras razones que los terapeutas mencionan para acabar en esta profesión. Tal vez fuimos inducidos a tomar roles de cuidadores en la infancia y, por lo tanto, sólo estamos haciendo lo que llegó a ser (o fue entrenado para ser) natural. Como mencionó el terapeuta antes citado, podemos disfrutar de profundos niveles de intimidad sin ser lastimados. Llegamos a ser espectadores y disfrutamos viviendo otras vidas indirectamente; cada semana los clientes vienen y nos cuentan las historias más asombrosas. Por si fuera poco, también disfrutamos los beneficios del crecimiento postraumático como experiencia vicaria, observando las formas en que nuestros clientes desarrollen tanta resiliencia al lidiar con los desafíos de su vida (Bartoskova, 2015; Joseph, 2011). 22 DESARROLLANDO UNA SEGUNDA VISTA Central a todo lo que diré sobre la interacción entre terapeuta y cliente se encuentra una visión relativamente unificada del cambio. Este marco de trabajo enfatiza particularmente el poder y la influencia de la personalidad del terapeuta como facilitador del crecimiento. La fuerza y el espíritu de quién es el terapeuta como ser humano estimulan el cambio, especialmente las actitudes personales que mostramos en la relación. Encierre a una persona, a cualquier persona, en una habitación a solas con Sigmund Freud, Carl Rogers, Fritz Perls, Virginia Satir, Albert Ellis o cualquier otra personalidad formidable, y varias horas después, el cliente saldrá diferente. No es necesariamente importante lo que hace el terapeuta –ya sea que interprete, reflexione, enfrente, dispute o haga juegos de rol– sino, quién es él como persona. Un terapeuta que es vibrante, inspirador y carismático; que es sincero, amoroso y enriquecedor; y que es sabio, seguro de sí mismo y autodisciplinado a menudo tendrá un impacto a través de la fuerza y el poder de su esencia, independientemente de sus lealtades teóricas. El primer elemento de cambio es, entonces, la presencia del terapeuta –su emoción y entusiasmo, y el poder de su personalidad. Rollo May (1983) habló de la presencia en un sentido diferente: la experiencia completa del ser del cliente – no de sus síntomas o problemas, sino de su esencia. El terapeuta entabla la relación con claridad, apertura y serenidad y está completamente preparado para encontrarse con un alma atormentada. El cliente viene preparado con sus propias expectativas de un mentor, un gurú, un médico, un amigo o un mago. A veces es sorprendente darse cuenta de las formas en que dar terapia produce un estado alterado de consciencia, no sólo en nuestros clientes, sino también en nosotros. Cuando las cosas están avanzando realmente bien, cuando la concentración y la conexión están en su apogeo, podemos experimentar una especie de sinestesia, o segunda vista, en la que un estado de hyperarousal (hiperactivación) conduce a una intensificación de nuestra consciencia. Somos capaces no sólo de escuchar y ver, con exquisita sensibilidad, lo que sucede en la sesión y dentro de la otra persona, sino de trascender los sentidos ordinarios para alcanzar una mayor claridad. Muchos sanadores indígenas alrededor del mundo hablan de ser capaces de desarrollar "segundos ojos" con los que pueden ver la enfermedad en los demás, así como olerla y saborearla. Durante esos momentos en que la empatía está en su apogeo, cuando hemos entrado en un estado similar al trance, de inmersión total en la relación y concentración en la conversación, cuando casi podemos leer la mente del cliente y anticipar lo que pensará, sentirá, dirá, y hará después, hay una síntesis similar de la percepción. 23 EL PODER DE CREER Los elementos terapéuticos de la sanación indígena son parte de todo sistema de ayuda. Independientemente de la ubicación y el contexto cultural, ya sea en la cuenca del río Amazonas, en las montañas del Himalaya, en el desierto del Kalahari o en una gran ciudad, la ayuda generalmente toma la forma de infundir esperanza en aquellos que sólo sienten desesperación. El chamán, médico, sacerdote, maestro y terapeuta creen firmemente que lo que ofrecen a los que sufren les traerá consuelo e incluso fomentará una cura. Tienen fe en sus poderes para marcar la diferencia y fomentar el cambio. Y, de igual importancia, son capaces de persuadir a sus clientes de que es así. En el contexto de la terapia, algunos teóricos clásicos (Fish, 1973, 1996; Frank, 1993) concluyeron que la mayoría de los sistemas terapéuticos están diseñados para maximizar las expectativas del cliente para un resultado exitoso. Este optimismo y esperanza, junto con las propias creencias positivas del cliente, son considerados uno de los factores comunes de todas las formas de terapia (Greenberg, Constantino y Bruce, 2006; Kirsch, Wampold y Kelley, 2015; Miller, Hubble y Duncan, 2007; Steingard, 2015). Establecemos este placebo activo, no sólo a través de nuestra confianza y habilidades persuasivas, sino por la forma en que manejamos el entorno de ayuda. Diplomas, libros, vestimenta, organización del consultorio –todos alimentan las expectativas del cliente de que éste es un lugar de serenidad y sabiduría. Los detalles de lo que hacemos a continuación –ya sea alentar la catarsis, el autocontrol o la autoconfrontación; mediante interpretación, reflexión o estableciendo objetivos; ya sea que nos enfoquemos en pensamientos, sentimientos o comportamientos– probablemente producen menos insight y acción en el cliente que nuestra creencia de que lo harán. El cliente tiene fe en nosotros, como profesionales de integridad y conocimiento, como expertos con el poder de sanar. Si fuésemos meros magos o curanderos, entonces, ¿de qué nos serviría estudiar los aspectos científicos y clínicos de nuestra profesión, mucho menos, entrenarnos tan rigurosamente en sus métodos? Pero por supuesto, lo que hacemos sólo aparenta ser mágico por sus múltiples dimensiones. Escucho a colegas y leo a autores todo el tiempo que hablan con tal autoridad y confianza sobre lo que hacen que hace una diferencia. Dicen cosas tan casualmente, como "Éste era el problema del cliente y éste era el diagnóstico claro,así que esto es lo que hice, que marcó la diferencia". Esa no ha sido mi experiencia de ser un terapeuta en absoluto. Ciertamente, tengo mis teorías y explicaciones preferidas para dar sentido a lo que sucede y por qué, pero si algo he aprendido sobre este oficio durante tantos años de práctica es a apreciar y honrar la complejidad de lo que hacemos. Creo que podríamos pasar toda una vida estudiando un solo caso y aun así nunca acercarnos a comprender todo lo que sucedió y por qué. Para este punto ya has aprendido a amar este tipo de ambigüedad y complejidad, o has encontrado 24 otro trabajo. Ante la falta de certeza de lo que es mejor, en presencia de alguien que está necesitado y vulnerable, hay una necesidad imperiosa en nosotros de hacer algo. Adoptar prácticas con base en evidencia, tratamientos con fundamentos empíricos, eclecticismo técnico, intervenciones estratégicas, tareas terapéuticas estructuradas, innovaciones tecnológicas, manejo del comportamiento y otras formas de ayuda que enfatizan la técnica, especialmente aquellas que se supone que trabajan de forma rápida y eficiente, se ha convertido en el zeitgeist de nuestro tiempo. En muchos sentidos, tenemos permiso para adaptar nuestro estilo y métodos de acuerdo con las necesidades del cliente y su situación clínica. Perdidas en la carrera hacia la innovación técnica se encuentran las dimensiones humanas de las relaciones entre las personas. A pesar de nuestros esfuerzos de investigar el fenómeno de la relación terapéutica, de aislar ingredientes operativos, el hecho es que algo mágico y maravilloso sucede cuando creamos una cierta clase de alianza con los clientes. Esta fuerza sanadora no es exclusiva de nuestra profesión; médicos, maestros, abogados e incluso peluqueros, taxistas y cantineros ofrecen cierto grado de consuelo y ayuda en sus relaciones con los clientes –además de los servicios por los que se les paga. Esta relación sanadora entre las personas va más allá de la mera catarsis: los seres humanos tienen un intenso deseo, a menudo insatisfecho, de ser comprendidos por alguien más. 25 CONTEXTOS CULTURALES, SOCIALES Y POLÍTICOS En muchos casos, las respuestas terapéuticas también son ampliamente influenciadas por el contexto cultural, social y político del cliente y del terapeuta. La mayoría de los enfoques terapéuticos ya no se aplican de manera universal, sino que se adaptan de acuerdo con valores y necesidades de aquellos con antecedentes socioeconómicos, étnicos, raciales y religiosos variados, y de diversas identidades sexuales y de género. El objetivo de tal flexibilidad clínica no es sólo personalizar la terapia para satisfacer las necesidades particulares de una población de clientes cada vez más diversa, sino también para que los profesionales confronten sus propios prejuicios y estereotipos. Me doy cuenta de que las declaraciones anteriores se incluyen de manera tan común y obligatoria en todos los libros que han perdido su significado. Se ha vuelto tan políticamente correcto adoptar la línea estándar del partido respecto con los problemas de diversidad, que es posible que no logremos apreciar la profundidad real, la complejidad y la influencia de los desafíos que enfrentamos en casi innumerables niveles distintos. Se supone que no debemos hacer generalizaciones sobre grupos de personas, pero la realidad es que todo profesional entiende que hay ciertas similitudes en la forma en que algunas personas de ciertos antecedentes reaccionan en la terapia. Un nuevo cliente entra por la puerta, tal vez una mujer vietnamita de 54 años con un fuerte acento, una sonrisa tímida y evitando contacto visual, o tal vez un adolescente afroamericano con lentes de sol (es de noche) y audífonos conectados a un dispositivo móvil, o imagina a un hombre con un traje hecho a la medida, con un reloj Rolex y cabello gris plateado perfectamente peinado. Es difícil, si no imposible, evitar crearnos primeras impresiones. Algunos de estos prejuicios tienen fundamento en experiencias anteriores con clientes que parecen similares; algunos otros en influencias mucho más personales, como los valores de nuestra familia, o quizás nuestra propia etnicidad. Existe un mito en el sentido de que los enfoques o ingredientes terapéuticos son esencialmente los mismos –que sólo los afinas o ajustas un poco para los llamados "grupos diversos". ¿Una inmigrante vietnamita entra? Espera que siga las indicaciones sin protestar y trata de trabajar dentro de un contexto familiar. ¿Entra un joven negro de un barrio pobre? Espera un poco de resistencia y hostilidad, especialmente hacia un terapeuta blanco. ¿El tipo que parece director ejecutivo con los zapatos lustrosos? Espera luchas de poder y control debido a su narcisismo y sentido de privilegio. Pero estas pequeñas concesiones a la diversidad (y eso es lo que son –esfuerzos menores y simbólicos) apenas exploran la superficie. La verdad es que a veces sería mejor si tiráramos nuestras teorías por la ventana y conociéramos a cada persona, no sólo como un representante de su grupo cultural, sino como un individuo completamente único con una variedad de identidades culturales que incluyen mucho más que etnia, raza y religión. 26 Estaba trabajando con una mujer mayor vietnamita que se sentía muy insegura en relación con su manejo del inglés. De hecho, para mí era difícil entenderla, y sospecho que buena parte de nuestra comunicación consistía en sonrisas y encogimientos de hombros. Esto no me dejó más remedio que abandonar las formas habituales en las que trabajaría, y experimentar con métodos alternativos que dependían menos de la verbalización. Se nos complicaron las primeras sesiones a medida que surgía la historia de la mujer. Ella había inmigrado recientemente, y había sobrevivido la guerra cuando era una niña. Era ahora la mujer mayor de su hogar, lo que significaba que era responsable de todos los demás, a pesar de que debía seguir obedeciendo al hombre mayor, que resultaba ser su hijo. Había claras líneas de autoridad con base en el género y la edad, y esto ocasionaba algunos problemas, tanto dentro de la familia, como respecto con sus sueños de tener una carrera. Todo el concepto de la terapia tradicional era odioso para ella. Ahí estaba yo, una figura de autoridad masculina mayor, tratando de negociar una relación en la que ella era la compañera más importante en el proceso. Dadas sus tradiciones culturales estábamos condenados a la frustración, a menos que yo pudiera encontrar una manera de relacionarnos bajo condiciones que fueran mutuamente aceptables. Una vez que encontramos este punto medio, lo que aprendí tenía poca aplicación práctica para mi próximo cliente –una mujer afroamericana enojada que sentía que el sistema que yo representaba le estaba haciendo pasar un mal rato. Ganamos unos pocos, perdemos unos pocos. Literalmente. Pero hagamos lo que hagamos, nunca es un día normal, en el sentido en que no podemos esperar aprender una forma de ser terapeutas y pensar que podemos manejarnos de maneras similares con una población de clientes cada vez más diversa. Esto produce humildad y es al mismo tiempo infinitamente fascinante, haciendo prácticamente imposible que alcancemos un lugar en el que haya seguridad del camino terapéutico que se toma. Además, la realidad para muchas minorías y personas económicamente desfavorecidas es que se quedan fuera del sistema con mayor frecuencia, tienen acceso limitado a cualquier servicio de salud mental, sin importar lo desesperados que puedan estar. Un profesor de Psiquiatría lamenta que tantos de sus estudiantes acaben en la práctica privada, atendiendo a los ricos y "saludables preocupados", cobrando sumas exorbitantes a aquellos que toman las sesiones como un símbolo de estatus o como un pasatiempo (Dembosky, 2016). Los clientes pertenecientes a minorías o de clase trabajadora frecuentemente tienen peor suerte. En un estudio que investigaba la disposición de los terapeutas a tomar nuevos clientes, Kugelmass (2016) hizo que personas llamaran parahacer citas utilizando un nombre asociado con una mujer negra (LaToya Johnson) o un nombre que pudiera indicar una mujer blanca (Amy Roberts). Las personas que llamaron también utilizaron guiones que indicaban que eran de clase trabajadora o de un mayor poder adquisitivo. Tal vez no sea una sorpresa que las personas blancas de clase media-alta fueran aceptadas como clientes dos veces más frecuentemente que las negras o los de clase trabajadora. Lo que fue 27 particularmente sorprendente es que todos tenían los mismos seguros médicos, por lo que no había ninguna ventaja económica de atender a una persona o a otra. Fue claro y evidente que éste era otro ejemplo de discriminación racial y de clase por parte de aquellos quienes se supone que luchamos por los necesitados y los oprimidos. 28 TOMA DE RIESGOS POR PARTE DE LOS CLIENTES EN EL PROCESO DE CAMBIO Sin importar el enfoque que tomemos ni los antecedentes de nuestros clientes operamos de manera que motivamos a las personas a tomar riesgos constructivos. Cuando una persona pone atención en asuntos no resueltos del pasado, muchas veces tiene que trabajar a través de resistencias y temores. El desarmar defensas rígidas, interpretar motivos inconscientes o hacer reflexiones sobre sentimientos no explorados, puede empujar al cliente a sus límites. Debe confrontar partes de sí mismo que han estado enterradas profundamente, y tiene que tomar el riesgo de enfrentar las consecuencias de dejar ir las estrategias de afrontamiento que le han funcionado relativamente bien hasta el momento. Hay cierto riesgo (o incluso certeza) de que va a haber algo de desestabilización. Para alcanzar crecimiento real, la mayoría de las veces el cliente debe estar dispuesto a experimentar confusión intensa, desorientación y malestar. Dejar atrás una imagen de sí mismo obsoleta, una que alguna vez fue cómoda y familiar, y tomar el riesgo de que no le guste la persona en quién se convertirá. Perderá una parte de sí mismo que nunca podrá recuperar. Toma todo este riesgo por la posibilidad de una existencia mejor, y la única guía que tiene es la palabra del terapeuta. Cuando el cliente busca modificar metas y comportamientos específicos, los riesgos son aún más evidentes. Cambiar un solo aspecto de nuestro comportamiento es iniciar una reacción en cadena llena de repercusiones. Una mujer estuvo procrastinando durante años en terapia, temerosa de tomar cualquier acción. Como sucede normalmente, todas sus dificultades estaban interconectadas –el trabajo sin futuro, el deseo de mudarse lejos de sus padres, sus relaciones con los hombres, y el deseo de perder peso. Hacer un cambio en cualquiera de estas áreas significaría que estaría en riesgo de que todo lo demás se desmoronara. La idea de perder tan sólo siete kilos le atemorizaba porque significaría que ella sería más atractiva, se sentiría más segura de sí misma, habría demostrado su capacidad de autocontrol, y habría probado su capacidad de cambio. No podía enfrentar las consecuencias de cambiar ninguna parte de su vida porque eso significaría que todas las otras partes podrían cambiar también. Era mucho más fácil asistir a terapia cada semana y complacer a su terapeuta con buenas intenciones, una actitud cooperativa, y una capacidad maravillosa de generar insights que no necesariamente la llevarían al cambio. El trabajo del terapeuta es hacer todo lo que esté en su poder, no sólo para fomentar el entendimiento de uno mismo, si no para animar a la exploración. El cliente no debe sólo reflexionar, si no actuar. Esta tarea se logra tanto a través de la calidad de las intervenciones del terapeuta, diseñadas para reducir el riesgo percibido y aumentar el deseo de experimentar, como del genuino compromiso del terapeuta de tomar riesgos en su propia vida. Un profesional que cree en el valor de tomar riesgos es aquel que ha tenido experiencias variadas al tomar riesgos calculados cuando se presenta la necesidad. Este valor, como se modela en 29 las sesiones, esperamos que genere valor en el cliente. 30 RIESGOS DEL TERAPEUTA Dar terapia es un trabajo riesgoso en realidad. Estamos todo el día sentados en un cuarto con personas que derraman las historias más perturbadoras, horribles y trágicas que uno pueda imaginar. Nos hablan sobre su abuso y sufrimiento, de su sensación de desesperanza. Pueden engañarnos o manipularnos deliberadamente o, por lo menos, proveer detalles muy vagos y engañosos. Con el paso del tiempo, muchos practicantes se desensibilizan ante la emoción humana y experimentan una aguda sobredosis de sentimiento; aprenden a mantener barreras firmes y a apagar sus emociones. Aun cuando mantenemos una postura tan resguardada y cautelosa, hay veces en que el contacto con nuestros clientes penetra profundamente –a veces de formas que no se entienden ni reconocen. Estaba esquiando a campo traviesa en el bosque con mi esposa. El sol estaba ardiendo, reflejándose en la nieve. Respirábamos con intensidad, disfrutando del paisaje y el movimiento sincronizado de nuestros cuerpos. Era un día absolutamente pacífico y espectacular, que requería una concentración continua para mantenerse erguido, equilibrado y avanzar por el sendero. De repente, sin ninguna advertencia, me detuve abruptamente y empecé a llorar. No hace falta decir que mi esposa estaba un poco sorprendida. Ella me preguntó qué estaba mal, especialmente considerando que unos momentos antes había estado sintiendo tanta alegría. Finalmente, escupí la pregunta: "¿Vas a dejarme?" Me miró como si fuera un loco desquiciado y respondió: "¡Por supuesto que no!" Me tranquilizó con un abrazo y trató de averiguar qué estaba pasando. Le expliqué que últimamente en mi práctica, varias clientas habían estado trabajando en asuntos de libertad e independencia. Se sentían atrapadas en sus matrimonios y tenían resentimiento hacia las necesidades de aprobación y dominio de sus esposos. Después de años de lucha y resistencia de sus esposos habían escogido el divorcio como la única solución para la liberación. Una y otra vez, escuchaba sus palabras resonando en mis oídos: "¿Por qué no se da cuenta de lo que quiero y lo que siento? Piensa que las cosas están muy bien entre nosotros sólo porque me encuentra en casa en la noche. Cuando finalmente se dé cuenta de que hablo en serio sobre hacer cambios, será demasiado tarde. No tiene idea de lo mal que están las cosas y no quiere saberlo ". Durante semanas, el efecto de escuchar estas palabras en varios tonos diferentes se había acumulado y devoraba mis propias ilusiones de seguridad. ¿Estaba yo, como los esposos de mis clientas, al borde del divorcio mientras negaba felizmente mis problemas –mientras disfrutaba de una tarde en el bosque? Afortunadamente, mi preocupación era innecesaria, pero me sentí conmocionado por la proximidad a las batallas de otras personas. Uno de los beneficios de estos temores es que me ayudaron a decidirme aún más a trabajar en una comunicación honesta en mi matrimonio y con mis amistades. Los médicos toman medidas cuidadosas para protegerse de las infecciones, la enfermedad y el sufrimiento de sus pacientes. Los guantes de látex, las mascarillas 31 quirúrgicas y las sondas de acero inoxidable mantienen alejados a los gérmenes. Pero a veces hay una filtración de dolor. Para algunos médicos en ejercicio, todas las barreras entre ellos y sus pacientes se erosionan porque se dejan sentir demasiado cuando sus manos exploran el interior de los órganos viscerales de sus pacientes. Sin embargo, como se les advierte que no deben demostrar ningún signo de "debilidad" asociada con la expresión emocional, se retiran a las escaleras o baños para llorar en privado. Ahora se esconden detrás de pantallas de computadoras o dispositivos móviles cada vez más a menudo, mientras ingresan datos. A lo largo del proceso de terapia, la relación es nuestro principal instrumento de sanación. Aunque tratemos de aislarnos, y lo logremos la mayor parte del tiempo, inevitablemente se producen fugas. A medida que nuestro calor,cuidado y poder irradian hacia el cliente, facilitando el tipo de confianza que conducirá a una exploración más abierta y a una toma de riesgos constructivos, también experimentamos intimidad, incomodidad y reacciones de contratransferencia que alteran permanentemente nuestras percepciones y estructura interna. Mientras más clientes hablen sobre temas que tocan nuestros propios problemas no resueltos, más inseguros e incómodos podremos sentirnos sobre nosotros mismos. Tomar un cliente, cualquier cliente, es hacer un compromiso tremendo con esa persona, que en algunos casos puede durar semanas, meses o incluso años. Para bien o para mal, no importa cómo se comporte el cliente, sentimos la obligación de estar disponibles, ser comprensivos y compasivos. Desde el momento en que un cliente se acomoda en la silla por primera vez, tomamos una respiración profunda, sabiendo que lo que está a punto de ocurrir es el comienzo de una nueva aventura. Compartiremos momentos de una cercanía especial y otros de grandes penas. El cliente puede, en ocasiones, venerarnos, despreciarnos, abusar de nosotros, ignorarnos, jugar con nosotros y querer devorarnos. Y, con independencia de lo que esté sucediendo en nuestra propia vida –enfermedad, nacimientos, muertes, alegrías, decepciones– debemos estar presentes para el cliente, siempre presentes. Si alguna vez consideráramos realmente los posibles riesgos de involucrarnos con un cliente, no lo haríamos por ningún precio. Qué más da que nos contagiemos sus resfriados y su gripe –¿qué pasa con su pesimismo, negatividad y síntomas molestos? Uno no puede ver a los clientes semana tras semana, escuchar sus historias y secar sus lágrimas sin verse profundamente afectado por la experiencia. Hay riesgos para nosotros que no reconoceremos, sino hasta años más tarde. Las imágenes se quedan con nosotros hasta la tumba. Las palabras regresan a atormentarnos. Esos gritos silenciosos permanecen ensordecedores. Incluso ahora, en este momento, mientras escribo estas palabras, veo las caras borrosas cruzando la página. Escucho los sollozos de un padre cuyo hijo adolescente murió en sus brazos. Veo la cascada de cabello que esconde la cara de una mujer joven que pasó una parte significativa de cada una de nuestras sesiones llorando copiosamente. Siento el escalofrío de asco cuando un hombre confesó que disfrutaba exhibiéndose ante niñas pequeñas. Revivo la historia de una mujer cuya familia fue asesinada frente a ella. Siento la huella en mi regazo de una niña 32 de tres años a quien sostuve antes de decirle que era huérfana, después de que su casa se derrumbara durante un terremoto. Siento la impotencia, el horror y la frustración inundándome de nuevo. Algunas de estas fueron personas que vi hace más de una o dos décadas, pero aún habitan en mi corazón y en mi mente. Estarán conmigo hasta mi último aliento. ¿Qué hacemos con las historias que escuchamos? ¿Cómo las sostenemos? ¿Cómo vivimos con ellas? La respuesta es, en parte, con dificultad. 33 VULNERABILIDAD DEL TERAPEUTA Al ver a un terapeuta entrar a su oficina con nada más que un portafolios, uno nunca imaginaría que se está preparando para entablar un combate mortal. Las cosas parecen bastante civilizadas y controladas en la superficie, con los saludos corteses y todo. Pero una vez que la acción comienza, las chispas que vuelan pueden dejar quemaduras de tercer grado. En una habitación pequeña no hay dónde buscar refugio. El terapeuta usa sólo su ser desnudo (en sentido figurado, por supuesto) como instrumento de tratamiento, una condición que requiere un tremendo autocontrol e induce vulnerabilidad considerable. Para encontrarse con el cliente en una sesión de trabajo terapéutico debemos dejar fuera parte de nuestras armaduras y defensas. Alejarnos de nuestro centro tanto como nos atrevamos. En nuestro esfuerzo por ser abiertos y receptivos, de participar con el cliente en la relación, de aventurarnos tan lejos como podamos, corremos el riesgo de perder nuestro propio sentido del Yo en el camino. Podían escucharse estremecedores sollozos a través de la puerta, lo cual no es algo inusual en una clínica de salud mental, excepto que el cliente se había ido cinco minutos antes. Únicamente quedaba el terapeuta, solo, detrás de la puerta cerrada. Lágrimas corrían por su rostro. Estaba hecho un ovillo en el suelo. El terapeuta había estado conduciendo una sesión particularmente intensa con un hombre que estaba en duelo por la pérdida de su hijo nonato. Mientras ayudaba al cliente a aceptar el aborto espontáneo y encontrar esperanza en el futuro, el terapeuta se dio cuenta, en algún momento, de que ya no le hablaba al cliente sino a sí mismo. Su novia había decidido, sin contemplaciones, abortar a su bebé al terminar su relación. El terapeuta había elaborado su pérdida, dolor y decepción hacía mucho tiempo. Sin embargo, todo volvió a resurgir mientras su cliente batallaba con un problema similar. Contra todo autocontrol, toda objetividad, todo deseo de ayudar al cliente, perdió la separación entre él y el otro. Sería absurdo quejarse de los efectos secundarios que se derivan del involucramiento personal. Después de todo, muchos de nosotros entramos a esta profesión en primer lugar por un interés de resolver nuestros propios problemas, en el camino de ayudar a otros. Me resisto a admitir que, aunque sentía y siento un compromiso con el altruismo, una parte importante de mi motivación de convertirme en terapeuta provino de mi necesidad de encontrarle sentido al mundo, de mantener a raya mi miedo a la mediocridad, de encontrar aceptación, de satisfacer mi deseo de control, de ganar aprobación y gratitud. Me pregunto por qué me importa tanto escribir estas palabras, por qué continúo escribiendo libros, y me río por la respuesta automática y, sin embargo, incompleta: porque tengo algo que decir, que otros podrían encontrar útil. Pero esa no es toda la verdad. También deseo desesperadamente agradar a otros y florezco con la validación externa. Finalmente, quiero sentirme suficientemente bueno. Cuando un cliente viene y batalla con estos mismos temas (porque los estoy buscando, los veo en todas partes), me regocijo ante la oportunidad de trabajar más sobre mí mismo. Hay veces, sin embargo, en las que pierdo la perspectiva y 34 me enredo tanto en la relación que debo dar algunos pasos hacia atrás para desenmarañar mis propias vulnerabilidades de las de mi cliente. A veces, cuando estoy dando terapia o enseñando, me detengo por un momento para evaluar a quién exactamente le estoy hablando –en varias ocasiones he tenido que admitir que es a mí mismo. El terapeuta es vulnerable no sólo a la pérdida de sí mismo, sino también a las amenazas a su autoestima. Podemos profesar ser neutrales y no tener ningún interés personal en los resultados, pero nos importa bastante cómo acaban las cosas. Es imposible preocuparse profundamente por las personas sin preocuparse por lo que hacen. Cuando los clientes son exigentes y críticos, cuando están insatisfechos con su falta de progreso, o nos culpan por no hacer milagros, nos sentimos decepcionados, si no, inadecuados. Cuando los clientes no mejoran, o empeoran, no sólo sentimos su dolor, sino que también nos tomamos personalmente el que no estén cooperando con nuestros esfuerzos terapéuticos. Esto es a pesar de nuestros intentos de recordar las frases de oro: "Nosotros hacemos nuestra parte; el cliente debe hacer la suya" o "en última instancia, depende del cliente cambiar". Todo esto bien podría ser cierto, pero también tenemos mucho en juego. Podemos actuar despreocupados cuando un cliente no mejora, encoger los hombros y seguir haciendo nuestras cosas, decirnos que estamos haciendo todo lo que podemos, y luego irnos a la playa. Pero otros harán juicios sobre nuestra competencia y atacarán nuestra credibilidad, incluso aunque nosotros no lo hagamos. Los familiares del cliente, por ejemplo, estando en la posición poco envidiable de tener que vivir con el cliente mientras nosotros sólo lo vemosuna hora a la semana, no pueden permitirse mucha paciencia. Es fácil para nosotros decirles: "Denle tiempo. Ha tomado mucho tiempo para que esto se vuelva un problema, y tomará un tiempo resolverlo" . Nos lo agradecerán amablemente mientras murmuran en voz baja: "Este tipo no sabe lo que hace". Luego, expresarán sus opiniones a todos los que escuchen, exasperados y exhaustos. Considerando que todos conocen a un terapeuta de su agrado, la confianza de la familia se verá socavada aún más por los amigos que sugieran que consulten a alguien más que realmente sepa lo que está haciendo. Y no finjamos que no duele cuando un cliente abandona el tratamiento bruscamente con la siguiente despedida: "Sé que te has esforzado mucho por ayudarme. Y estoy de acuerdo en que probablemente todo es mi culpa. Pero desde que vengo contigo, sólo he empeorado. Me pediste que fuera paciente, y creo que lo he sido, pero no parece ayudar. Mi primo está viendo a otro terapeuta que me recomendaron. Me voy a cambiar con él. Gracias por todo lo que has hecho". Ahora, no sólo el otro terapeuta descubrirá qué tan ineficaz has sido (porque puede que él no asuma que la falta de progreso fue culpa del cliente), sino que pronto quien refirió al cliente te llamará para saber cómo van las cosas. Puedes inventar alguna excusa sobre las defensas primitivas o la resistencia que tal vez hasta tú creas, y quien refirió al cliente lo acepte, pero en el fondo hay una pequeña y silenciosa voz que susurra: "Lo arruinaste". Si este tipo de episodio ocurre en la misma semana en la que tienes demasiadas cancelaciones, estás 35 entrado en el camino hacia un periodo importante de inseguridad sobre tus capacidades. Por supuesto, esa es sólo la mitad de la imagen (espero que mucho menos de la mitad). Así como somos vulnerables a la decepción porque nos importa tanto, también estamos abiertos a la alegría increíble que experimentamos al ser testigos, si no socios, de las cosas sorprendentes que nuestros clientes logran en tan poco tiempo. Cada día de nuestra vida laboral escuchamos historias increíbles de valor y logro, avances que sólo pudieron ocurrir gracias a nuestro apoyo e intervención. 36 LA EXPERIENCIA DE SER UN TERAPEUTA El viaje del terapeuta está lleno de misterios y desafíos. Sigue un patrón de desarrollo que generalmente atraviesa varias etapas, cada una con sus desafíos y oportunidades. Para el principiante, una de las tareas iniciales consiste en aprender a metabolizar todo lo que recibimos sin estrés y dificultades innecesarios. Lyman (2014), por ejemplo, describe las formas en que cambió su vida desde que había estado entrenando para ser una profesional clínica. Aunque admite sentir cierto orgullo y satisfacción por todo lo que ha aprendido y logrado, también reconoce que ha habido sufrimiento y confusión considerables. Se ha dado cuenta de que se siente cada vez más impaciente e intolerante con aquellos que no tienen una mentalidad psicológica. Por otro lado, en la última etapa de su carrera, Messer (2015), siente que está atravesando su mejor momento, más capaz de relajarse y dejarse llevar en todas las áreas de su vida, de formas que nunca antes había podido. Éste es en realidad un reporte común entre profesionales mayores, que han desarrollado confianza y experiencia en su trabajo, que se desborda hacia otras áreas de sus vidas (Kottler & Carlson, 2016). Actuamos como modelos de valor y como aventureros, abriendo caminos que podrían inspirar a otros a seguirnos hacia lo desconocido. Una de las terapeutas con las que platiqué, Fran, comparte su fascinación por la experiencia interna de ser terapeuta: "Me encanta cómo se siente, cómo nos cambia, cómo nos penetra. Veo el trabajo, la profesión o la vocación, como un regalo asombroso para aquellos de nosotros que tenemos el privilegio de hacer este trabajo debido a estas gemas y cosas que aprendemos ". Fran se ríe, recordando cómo fue tratar de describir a sus hijos lo que hace en el trabajo. Realmente es bastante sorprendente cuando piensas en ello. He tenido varias conversaciones con sanadores en otras culturas, tratando de explicar qué es lo que hago en mi propio trabajo. Recuerdo a un chamán de los bosquimanos que literalmente se cayó de la piedra en la que estaba sentado, riendo a carcajadas, cuando le conté cómo trabajo escuchando a los clientes, ayudándolos a resolver las cosas y hablar de lo que les es más molesto. El chamán llamó a otros de su aldea y gritó: "¡Vengan aquí! Tienen que escuchar lo que dice este tipo-chamán blanco" (es una traducción aproximada). Una vez que se habían reunido sus amigos, me instó a repetir lo que hago en la terapia. Estaba absolutamente atónito de que yo no reuniese a toda la comunidad como testigos de la sanación. No había bailes, sacudidas, cantos o tambores en mi descripción de la psicoterapia. No había llamados a los espíritus. No había fuego que fuera preparado para la ceremonia de sanación (aunque pensé en contarle sobre un niño que una vez inició un fuego en el bote de basura de mi sala de espera). Una vez más, el chamán se tomó la panza y todos se rieron a mi costa. Finalmente, cuando recuperó el aliento, me preguntó si alguna vez había ayudado a alguien únicamente hablando. Te hace pensar, ¿no? Nunca confié realmente en alguien que dijera entender cómo funciona la terapia. Creo que es demasiado complejo. Lo que el cliente nos trae en una sesión 37 es tan abrumador y tan lleno de contenido y sentimiento que no podemos aguantarlo todo. Entonces, tenemos que encontrar formas de vivir con eso –vivir con toda esta incertidumbre, todo este misterio, toda esta ambigüedad. Al mismo tiempo, nuestros clientes exigen respuestas y soluciones. Entonces, un cliente nuevo habla en voz alta para asegurarse de que estás poniendo atención, "Ahora que has tenido la oportunidad de escuchar lo que me molesta, ¿puedes arreglarlo?" "¿Te refieres a ahora mismo?" Preguntas, un poco confundido. "Bueno", se encoge de hombros, "si no puedes encargarte de esto por mí hoy, supongo que podría volver en otra ocasión". Parte del trabajo de inducir a alguien al rol de ser un buen cliente es enseñarle a la persona un poco de paciencia y cómo trabajar el proceso. Al mismo tiempo que decimos esto a nuestros clientes, también nos estamos hablando a nosotros mismos sobre cómo vivir con la ambigüedad de nuestras propias vidas, tratando de encontrarle sentido a lo que hacemos. 38 2 Capítulo 39 Lucha por el poder y la influencia Como se sabe, el crecimiento ocurre espontáneamente sin ayuda profesional. Muchas teorías ofrecen explicaciones sobre este fenómeno. La mayoría de las personas que tienen dificultades, eventualmente se recuperan por sí solas; sólo que normalmente toma más tiempo que si buscaran ayuda. El crecimiento psicológico puede ser parte de nuestro instinto de supervivencia programado genéticamente, o puede ser reforzado por el medio ambiente y la sociedad. Las personas se transforman al recuperarse de un trauma o adversidad, o por experiencias de viaje. Existen explicaciones de desarrollo, fenomenológicas, sociobiológicas, conductuales, entre otras, para los procesos de cambio espontáneos no estructurados. Para complicar aún más las cosas, la influencia interpersonal que opera en la terapia se mueve en ambas direcciones. Así como el terapeuta intenta hacer todo lo que está en su poder para cambiar a los clientes, también los clientes tratan de controlar al terapeuta para sus propios fines. Hacen esto por varias razones: Para persuadirnos a tomar partido en sus dificultades con los demás y estar de acuerdo en que ellos tienen la razón y que los otros están equivocados. Para convencernos de que deberíamos ser más como ellos, confirmando así que no tienen que cambiar. Para ganarse nuestro amor y aprobación, proporcionándoles el tipo de validación del que han estado hambrientos durante toda su vida – especialmente de una figura de autoridad. Para afirmar que son más importantes que todos los demás clientes y que los preferimoscomo "hijos favoritos". Para manipularnos y satisfacer sus necesidades o motivos ocultos, a menudo tomando la forma de afirmar su propio sentido de poder. Trabajar relaciones de transferencia no resueltas al derribarnos de nuestros pedestales. Existe un intercambio bidireccional de influencia social entre cliente y terapeuta en el que cada uno está tratando de persuadir al otro de que adopte una posición particular o adopte un punto de vista dado. Al mismo tiempo que trabajamos para influir en nuestros clientes para que piensen, reaccionen o actúen de cierta manera, ellos están luchando, inconsciente o deliberadamente, por el control de las sesiones. En términos psicodinámicos clásicos, el cliente intenta representar la transferencia y moldear al terapeuta para convertirlo en alguien más. Cada participante en este proceso puede incluso llegar a imitar los patrones de lenguaje y de comportamiento del otro. 40 Por supuesto, la naturaleza de la influencia interpersonal y el poder recíproco ha cambiado en las últimas décadas. Los terapeutas ya no somos vistos con el mismo respeto y autoridad inquebrantables que solíamos, cuando nos trataban como gurús y semidioses. Por supuesto, todavía tenemos el poder de inspirar asombro en algunos clientes que acuden a nosotros, pero no en todos, especialmente en aquellos obligados por un juez o remitidos involuntariamente. Aquellos clientes que vienen por su propia voluntad están más informados por la educación, medios de comunicación, investigación en línea, libros de autoayuda y programas de entrevistas; tienen el poder de actuar como sus propios sanadores y desean que los terapeutas desempeñen el papel de consultores o entrenadores, disponibles según sea necesario a través de mensajes de texto o en línea. Aunque esta actitud encaja bien en el ámbito de algunos practicantes, tal sobreexposición puede arruinar el misterio detrás de lo que hacemos. Los terapeutas han dejado de ser considerados universalmente como expertos con autoridad, y son vistos ahora como socios en la democratización de la terapia. Esto no es del todo malo, pero presenta algunos desafíos adicionales en una profesión en la que nuestra máxima influencia proviene, en parte, de nuestra estatura ante los ojos de los demás. 41 LOS TERAPEUTAS COMO MODELOS PROFESIONALES Así como la era socrática de la enseñanza a través del ejemplo personal, la propuesta de Freud de los procesos de identificación y la reelaboración de Bandura de la teoría del aprendizaje social han demostrado que las personas están fuertemente influenciadas por la exposición a otras personas más poderosas. Por lo tanto, una de las fuerzas principales de la infancia es la necesidad imperiosa de crecer y ser como mamá o papá, hermana, la Mujer Maravilla, Spiderman, un maestro favorito o uno de los niños de la cuadra. Incluso en la edad adulta, los modelos en los medios de comunicación continúan ejerciendo una poderosa influencia en el comportamiento de las personas. Aún después de que aprendemos a dejar de idolatrar a nuestros héroes y padres, y a apreciar nuevos valores de independencia y autosuficiencia, los modelos continúan ejerciendo una poderosa influencia en la forma en que nos vestimos, hablamos, sentimos y pensamos. De hecho, el sistema de mentores es el núcleo de la mayoría de la educación de terapeutas: maestros, asesores, supervisores, autores y colegas modelan quiénes somos y la forma en que practicamos nuestro oficio. Para muchos terapeutas, la primera década de nuestra vida profesional la pasamos imitando a los maestros clínicos. Generalmente lo hacemos mucho antes de considerar lo que realmente creemos en nuestras mentes y corazones. Aún así, es interesante ver cómo, a medida que maduramos en nuestro desarrollo como terapeutas, parece que tenemos una fuerte tendencia a idealizar a nuestros héroes y heroínas, como evidencian las largas filas en las conferencias para obtener autógrafos de las luminarias en el campo. En las etapas tempranas del proceso de identificación idealizamos el modelo e imaginamos características increíbles en esa persona. ¿Quién de nosotros no puede recordar las formas en que idealizamos, si no adoramos, a un maestro, mentor, autor o supervisor que nos inspiró como ningún otro? Bajo tales circunstancias, este modelo tuvo una extraordinaria influencia en nuestras vidas, no sólo en términos de nuestro desarrollo profesional, sino personalmente. También hay un lado oscuro del fenómeno de modelamiento (¿no lo hay siempre?). Los modelos ofrecen mucho apoyo a aquellos que expresan interés en ser como ellos, perpetuando copias miniatura que salen al mundo y predican la Palabra Verdadera y convierten a otros a la causa. Si alguna vez has asistido a una conferencia de terapeutas puedes reconocer fácilmente las diferentes escuelas de pensamiento, igual que cardúmenes nadando en sincronía. No hay duda de que hay comodidad en tal compañía, siendo uno de los muchos que han encontrado el único y verdadero camino a la iluminación. El carisma invita vulnerabilidad y confianza; es, por lo tanto, un potencial instrumento de influencia constructiva y una forma peligrosa de manipulación. El narcisismo invade nuestro dominio. Terapeutas, maestros y otros modelos profesionales, como actores y atletas, florecen a través de los agradecimientos y 42 honores de fanáticos y discípulos. Sólo tienes que asistir a cualquier taller o conferencia para ver las formas en que profesionales, poderosos por cuenta propia, rinden homenaje a las "estrellas de rock", que son tratados con reverencia. La única diferencia es que las figuras públicas reciben una compensación financiera igual a su aura. Los terapeutas están limitados a lo establecido por sus tarifas por hora o sus salarios. La diferencia en la compensación generalmente se recibe en los beneficios intangibles que se generan a través de una gran adoración. 43 CUANDO LOS TERAPEUTAS NO PUEDEN PRACTICAR O NO PRACTICAN LO QUE PREDICAN Es mortificante escuchar historias de el "loquero loco" en las que un terapeuta es retratado en los medios de comunicación o en conversaciones sociales como si estuviera más perturbado que cualquiera de sus clientes. Y no ayuda la frecuente experiencia de encontrar colegas que son, bastante excéntricos, digamos, si no del todo extraños, en la forma en que llevan sus vidas. Pueden ser groseros o flojos, o a veces simplemente no tienen ni idea de cómo son percibidos por los demás. En un artículo sobre qué tan emocionalmente inestables, narcisistas y heridos están muchos terapeutas, Maeder (1989) cita a una mujer que dice que cada vez que va a una fiesta, invariablemente, la persona más tonta, vergonzosa y loca que asiste, es un terapeuta. Como evidencia adicional de sus argumentos, Maeder cita a un presidente de la Academia Americana de Psicoterapeutas que se dirige a los miembros de su propia organización: "Cuando visité por primera vez una convención psiquiátrica nacional, en 1943, me sentí consternado al encontrar la mayor colección de bichos raros, y psicóticos que había visto fuera de un hospital" (p. 37). Las películas populares y programas de televisión con frecuencia representan a los terapeutas como personajes neuróticos e inofensivos que apenas pueden evitar que sus vidas se desmoronen. Los periodistas parecen deleitarse al descubrir escándalos que muestran mellas en nuestra armadura, o a veces cosas mucho peores. En un artículo en la prensa popular sobre un psicoanalista prominente y carismático (Boynton, 2003), el autor escribe una acusación mordaz a la profesión con base en el comportamiento abusivo de un profesional perturbado que regularmente tenía relaciones sexuales con sus clientes, violaba los acuerdos de confidencialidad hablando de las celebridades que veía en terapia y reprendía y abusaba verbalmente de las personas que venían a verlo. Por supuesto, este terapeuta desquiciado merece que le revoquen la licencia y cumplir su pena en prisión, pero a veces da la impresión de que personas como ésta son de algunamanera representativas de nuestra profesión. También perpetuamos el mito de la ineptitud del terapeuta al criticar a los miembros de profesiones de ayuda o enfoques terapéuticos que no son miembros de nuestra propia tribu. Los psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, consejeros, terapeutas familiares, enfermeras psiquiátricas y especialistas en adicciones a menudo se atacan entre sí por las diferencias percibidas (o reales) de su entrenamiento. Asimismo, existe una guerra continua durante décadas entre terapeutas psicodinámicos, cognitivo-conductuales, conductistas, humanistas, constructivistas, feministas, entre otros, en cuanto a quién ha acaparado el mercado de la verdad. Quizás estos debates sean útiles para aclarar las características universales embebidas en todo trabajo terapéutico, pero hay un área de hipocresía que no puedo soportar: cuando me encuentro con un profesional (o 44 partes de mí mismo) que pide a los clientes que hagan algo que él mismo no puede hacer. ¿Qué tipo de imagen proyectamos al público cuando no podemos demostrar en nuestras vidas el grado más rudimentario de empatía, sinceridad y estabilidad emocional? ¿En qué tipo de hipócritas nos hemos convertido cuando le pedimos a la gente que haga cosas que no estamos dispuestos o no podemos hacer nosotros mismos? Muchas de las alegrías, así como los peligros, de nuestro trabajo resultan de las consecuencias de ser modelos profesionales que nos permitimos ser afectados por nuestros clientes. Queremos enseñarles, por la forma en que vivimos nuestras vidas, que es posible ser proactivos, haciéndonos cargo de nuestro propio comportamiento. Los clientes saben poco sobre los detalles de nuestra existencia, nuestros sueños, nuestras decepciones o cómo somos en situaciones sociales, pero conocen nuestro espíritu íntimamente. Pueden percibir nuestro estado de ánimo y sentir nuestra tranquilidad, confianza y energía. Puede que no sepan cómo somos realmente, pero nos conocen en todo nuestro esplendor. No le gritamos impacientemente a nuestros clientes como podríamos gritarles a nuestros propios hijos. Intentamos no satisfacer para nada nuestras propias necesidades durante las sesiones. Y los clientes llegan a amarnos, a adorar a nuestro ser idealizado. A pesar de que entendemos las ilusiones y los mitos que podemos estar creando, todavía tenemos una maravillosa oportunidad de ser más como las personas que los clientes creen que realmente somos: completamente amorosos, generosos, pacíficos y en control. 45 BALANCEANDO OMNIPOTENCIA Y HUMANIDAD Tradicionalmente, el terapeuta ha sido visto como el equivalente contemporáneo del oráculo trepado en la cima de una montaña; los clientes son los peregrinos que viajan en busca de la iluminación. Al desconfiar de sus propias voces internas y carecer de dirección de sí mismos, los clientes han buscado orientación en sus gurús y los han visto como encarnaciones de poder. Hay tradiciones antiguas en casi todas las culturas humanas, no sólo de adoración a los dioses, sino también de reverenciar a aquellos que se consideran conductos al mundo de los espíritus y para aquellos que son considerados sabios, chamanes o sanadores. Más adelante exploraremos cómo uno de los principales peligros de nuestra profesión es la creencia narcisista de que realmente somos especiales. Después de todo, es difícil no tomarnos tan en serio cuando tanta gente nos trata con admiración y como autoridades. La oficina del terapeuta es un mundo irreal en el que se minimizan las distracciones y se observan cuidadosamente los rituales. El terapeuta controla la mayor parte del espectáculo. Aunque el cliente escoge el contenido, el terapeuta dirige el guion y la interpretación de las líneas. Estamos acostumbrados a tener el control y a que las personas nos hagan caso. Nos sentimos especiales porque a menudo nos tratan así. La mayoría de los terapeutas hacen un buen trabajo. Los clientes mejoran. Se sienten agradecidos y atribuyen su mejora a algo o alguien fuera de ellos. Estamos más que dispuestos a tomar crédito parcial; es bueno para promocionarnos, nuevas referencias y nuestro sentido de potencia. El problema no radica en sentir que hemos hecho alguna diferencia en la vida de un cliente, sino en olvidar que no somos el modelo de excelencia que pretendemos ser. Cuando dirigimos la interacción, el cuestionamiento, el control, la confrontación, el fomento e incluso el resumen a intervalos apropiados durante ocho horas al día, es un shock abrupto para nuestro sistema encontrarnos, ya que estamos en casa o con amigos, batallando por ser escuchados como todos los demás. Estamos acostumbrados a que nos escuchen. Algunas personas incluso toman notas sobre lo que decimos, y más tarde podemos hacerles un examen para asegurarnos de que estaban prestando atención. Después de un tiempo empezamos a creer que realmente somos importantes. Los clientes refuerzan la idea diciéndonos cuánto les ayudamos. Luego recordamos cuán frágil es la ilusión de omnipotencia realmente. Incluso si inicialmente es útil para los clientes idealizar a sus terapeutas, debemos ayudarles a ellos y a nosotros mismos a ver una realidad separada. Al modelar presentamos no sólo un ideal por el cual luchar, sino también una persona real y viva que es imperfecta, genuina y sincera. Ocasionalmente, el terapeuta puede compartir experiencias personales para acortar la distancia psicológica entre él y el cliente. Tal intercambio a menudo puede llevar a un aumento en los sentimientos de identificación mutua, así como a construir una gran intimidad y autenticidad. Muchos clientes se sienten muy aliviados al saber 46 que sus terapeutas han sido víctimas de las mismas conductas saboteadoras que ellos ahora intentan superar. Puedes haber notado un fenómeno similar como lector en la forma en que comparto mis propias dudas, incertidumbres y dificultades en este libro. Si lo he hecho de manera efectiva, entonces te sientes con mayor permiso de ser más abierto, vulnerable, y honesto sobre tus propios asuntos no resueltos. Si soy percibido como indulgente conmigo mismo o inapropiado, entonces me arriesgo a perder tu confianza. Al servir como modelo de humanidad, con las imperfecciones que lo acompañan, podemos ayudar a los clientes (o lectores) a sentirse menos abrumados y más optimistas de que el dominio personal relativo está realmente al alcance. Por lo tanto, caminamos una línea delgada entre proyectar cierta seguridad y competencia personal y lidiar con excentricidades únicas. Debemos batallar contra las consecuencias de actuar como un gurú improvisado gran parte del día y luego hacer con éxito la transición a la normalidad defectuosa durante el resto de nuestro tiempo. De lo contrario, los amigos y la familia nos encuentran muy molestos. 47 LA FUERZA DE CARÁCTER DEL TERAPEUTA La mayoría de los grandes maestros que hemos leído, conocido, o escuchado fueron individuos carismáticos. Platón, Sócrates, Confucio, Freud, Gandhi, y Marx fueron genios en el dominio del conocimiento de sus campos, pero su verdadero talento era el impartir su sabiduría y reclutar discípulos a través de la fuerza de su personalidad. (Históricamente, al menos, inspirar adulación a menudo ha sido una actividad principalmente dominada por los hombres.) Profesores contemporáneos en todos los campos demuestran el poder que tienen las personalidades atractivas para promover el aprendizaje. Sus seguidores son seducidos por sus voces, sonrisas, humor y encanto, tanto como fascinados por lo que dicen. Los líderes en el campo de la consejería y la psicoterapia han hecho muchas contribuciones significativas a través de sus investigaciones e ideas. Sin embargo, nadie los habría escuchado si no hubieran sido personas cautivadoras. Su particular forma de expresarse, su pasión y entusiasmo, su energía y espíritu, su compromiso y confianza, dieron vida a sus ideas. Fueron sus detalles excéntricos, dificultades personales, su humanidad los que fueron tan atractivos. No sólo lograron desarrollar
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