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Ciencias sociales Miguel Costa y Carmen Serrat Terapia de parejas Un enfoque conductual El libro de bolsillo Psicología Alianza Editorial I Primera edición en «El Libro de Bolsillo»: 1982 Segunda edición en «El Libro de Bolsillo»: 1985 Dibujos Emilio Ruiz de Arcamte y Rosaura García © Miguel Costa y Carmen Serrat © Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1982, 1985 Calle Milán, 38; 200 00 45 Fotocomposición Compobell, S. A.Patino (Murcia) ISBN: 84-206- 1930-2 Depósito legal: M. H.074-1985 Papel fabricado por Sniace, S. A. Impreso en Hijos de E. Minuesa, S. L. Ronda de Toledo, 24. 28005 Madrid Printed in Spain Prólogo Sin el amor que encanta la soledad de un ermitaño espanta. ¡Pero es más espantosa todavía la soledad de dos en compañía! Ramón de CAMPOAMOR Esta glosa poética de Campoamor sintetiza con pre- cisión el estado final que con frecuencia suele alcanzarse en el proceso de deterioro de una pareja: “la soledad de dos en compañía”. “De novios mieles, de casados hieles” reza otro dicho, esta vez popular y más prosaico, para describir igualmente el proceso seguido por muchas parejas cuya relación, como suele ocurrir en general, está llena de agasajos y de cumplidos en su comienzo y de desafectos e incomunicación en su final, cuando termina. Merece la pena caer en la cuenta de este proceso prácticamente universal, al menos en la moderna sociedad occidental, con su pretendida libertad de vinculación y su canto al amor romántico y a la elección libre de pareja, donde la relación suele tener abundantes cosas positivas en sus comienzos, rayando con frecuencia en la exuberancia, para entrar, con no menos exuberante frecuencia, en un proceso, normalmente gradual, de deterioro hasta desembocar, en el mejor de los casos, en la ruptura más o menos aliviadora; y en el peor, aunque no el menos frecuente, en la institucionalización de la 7 TERAPIA DE PAREJAS incomunicación o el ataque sutil o mordaz en la fingida tolerancia cotidiana. Ambas situaciones, la idílica del comienzo y la trágica de la ruptura, son de sobra conocidas de todos, aunque sólo sea por su frecuencia; lo que no resulta tan asequible, sin embargo, es el proceso que lleva de una situación a otra. En este afán tan humano de buscar expresiones abs- tractas incluso para las realidades más cotidianas y concretas, en el tema de la pareja siempre se lleva la culpa el «amor». El amor fue el responsable de juntar a la pareja, y el mismo amor (o su desaparición, que viene a dar igual) la separa. Y así, después de encontrada la explicación, todos tan contentos. Otra constante humana, bastante retorcida por cierto, es la asociación entre causalidad y culpabilidad. Ante la disolución de una pareja es frecuente preguntarse, personalizando: ¿quién es el causante?, ¿quién es el culpable? Entre las respuestas, como es sabido, las hay para todos los gustos: él, ella, los amigos, el divorcio, el progreso, la crisis de valores... y hasta las mismas suegras. Así, en resumen, el amor se va porque algo o alguien le echa. En la mitificación del sexo -lo que suele ocurrir cuando éste se disfruta de forma deficiente- es aquél el que suele llevarse con frecuencia la culpa. Y casi siempre aparece la infidelidad o el adulterio como la hipotética causa más o menos remota (el culpable) de la desavenencia. Pero las cosas no son tan simples en los humanos, y aunque lo complejo no tiene que ver con lo abstracto, ni mucho menos con idealizaciones más o menos afor- tunadas, siempre es posible, sin embargo, hacer un análisis de la pareja, especialmente de su relación y de las circunstancias que la rodean, y llegar a formulaciones más 8 PRÓLOGO 'pragmáticas y operativas respecto de las causas de su deterioro; y lo que es más importante, de las posibles vías de su recuperación, siempre que ello sea, no sólo posible, sino también deseado por los propios interesados. En cualquier caso, es importante destacar que una pareja es ante todo relación, interacción, intercambio, dar y recibir, y es en este dinamismo donde se encuentra la raíz del “amor” donde fundamentalmente se han de buscar las causas tanto de la armonía como del deterioro de una pareja. Aunque sea accidentalmente, pues no es éste el lugar para extenderse sobre ello, podemos decir algo sobre el omnipresente «amor». El contenido semántico del término, como es bien sabido, es desbordante e inespecífico, tiñendo prácticamente cualquier forma de re- lación humana. En esta excesiva vaguedad y sobre in- clusión del término «amor» radica, precisamente, su mayor debilidad y hasta el peligro de un uso indiscriminado del mismo, como puede verse en el caso de la relación de pareja, donde el término es utilizado para explicar todo y, lógicamente, acaba por no explicar nada. El «amor romántico», por otro lado, no parece ser sino una invención moderna, acorde con el desarrollo y la materialización de la ideología liberal-burguesa y su mentalidad individualista, base de la economía de mer- cado de la revolución industrial. Esta revolución en los sentimientos (como la califican algunos autores), que descansa en el deseo de ser libre emocional y sexualmente, se plasmó en el hecho básico de asumir el derecho a la elección de pareja sobre la base del amor romántico y la atracción sexual. Este importante factor del surgimiento del sentimiento romántico fue, por otro lado y con bastante probabilidad, el responsable del desarrollo de la familia nuclear moderna y del concepto del hogar como retiro emocional y base de la felicidad de la pareja, todo lo cual pareció acentuar el sentimiento de domesticidad, con, 9 TERAPIA DE PAREJAS al menos, la importante consecuencia del retiro de la mujer al hogar y la perpetuación de su correspondiente segregación de la vida pública. La consideración de todos estos factores puede, como se verá, ser importante, sobre todo si se tiene en cuenta que buena parte de los problemas de pareja arrancan o son simple expresión de una crisis más amplia en unos roles convencionales socialmente asignados a la mujer y al hombre que aquélla se empeña, en parte, en cuestionar y modificar. El mismo hecho de la elección de pareja en el acto de enamorarse viene dado por factores psicológicos mucho más concretos que las esotéricas y misteriosas razones a las que suelen atribuirse estos sucesos. Los propios psicólogos dedicados actualmente a la investigación de este campo están logrando notables progresos en el desvelamiento de estas áreas tradicionalmente consideradas irreductibles y enigmáticas. Todas estas reflexiones en torno al espinoso tema del amor no tienen en última instancia otra finalidad, al menos en nuestra intención actual, que la de llamar la atención sobre la posibilidad y la necesidad de abordar las relaciones de pareja y sus problemas sobre una base operativa y científica, en lugar de refugiarse en el tópico inoperante de la simple sustitución de palabras. Y esto es precisamente lo que intenta el libro que aquí prologamos, no limitarse a las grandes palabras sino descender a los hechos y a la realidad concreta de la pareja y operativizar su relación y sus problemas, para desde ahí no sólo vislumbrarlos sino poder superarlos. Como dijo o debió decir alguien, “lo importante no es definir la felicidad, sino lograr que los hombres sean felices”. Esta concepción de la Psicología como servicio público y ayuda práctica en la solución de problemas es lo único que puede sacar a nuestra profesión del dominio de la simple 10 PRÓLOGO especulación teórica, o del ámbito de lo esotérico e incluso místico en que con demasiada frecuencia ha estado sumida. En el campo concreto de los problemas de pareja, esta proyección práctica de la Psicología científica actual se está revelando de gran utilidad, como lo muestra el mismolibro objeto de este prólogo, hasta el extremo de que yo me atrevería a proponer para nuestro país, ahora que ya existe una regulación sobre el divorcio, la posibilidad de disponer de la asesoría de psicólogos previa a la tramitación del divorcio, con objeto de que las parejas tengan la oportunidad, si lo desean, de replantearse su relación agotando las nuevas posibilidades que la Psicología ofrece para resolver los conflictos de pareja. Un aspecto adicional a tener en cuenta en la terapia de parejas es el de la base teórica en que se fundamenta. En la actualidad distintos enfoques teóricos ofrecen estrategias terapéuticas diferentes para abordar estos problemas. Entre ellos cabe mencionar el enfoque psicoanalítico, el estructural, el de la teoría de sistemas y el conductual. Salvando méritos específicos de cada uno de los enfoques, y sin ánimo de polemizar sobre los mismos, sí nos atrevemos al menos a afirmar, en base a las necesidades y demandas prácticas de la psicología actual que antes comentábamos, que el enfoque conductual, además de sintetizar en cierta medida algunas de las características de los demás enfoques, reúne en sí las fundamentales ventajas de ser operativo, funcional y orientado a la resolución práctica de los problemas. Pero, sobre todo, tiene el mérito de ofrecer unos resultados prácticos no igualados por ninguno de los enfoques alternativos. El libro objeto de este prólogo, «Terapia de parejas» (el primero que sobre el tema se escribe en español) está centrado en el enfoque conductual, y como tal reúne todas las características antes mencionadas. No obstante, a estas ventajas generales del enfoque cabe añadir otras específicas del libro en sí. Ante todo, es de destacar el enfoque práctico del libro, cuyo centro de atención está 11 TERAPIA DE PAREJAS puesto en transmitir al lector cómo enfrentar de forma constructiva los problemas de parejas, a través, primero, de una evaluación adecuada de los mismos y, sobre todo, de una formulación y una intervención operativa y fundamentalmente constructiva sobre los problemas. Aunque el enfoque teórico del libro, como destacan sus autores en el título, es el conductual, éste es entendido de forma abierta y actual, como es propio del enfoque en nuestros días, y no del modo simplista y reduccionista censurado por muchos y realmente adoptado por el conductismo en algún tiempo pretérito de su historia. Quizás sean obvias estas aclaraciones y no mereciera abundar en ellas, pues evidentemente los conductistas han avanzado con el conductismo y el conductismo con los conductistas hasta incluir, explicar y resolver problemas cada vez más complejos, y lógicamente su estructura teórica ha evolucionado en el mismo sentido haciéndose más flexible e incluyente. No obstante, nos permitimos hacerlas como una llamada de atención para aquellos "que sigan aferrados de forma inflexible a la evocación de cierto contenido semántica del término conductismo e incluso a la fantasía futurista de cierta praxis política y humanamente objetable. En definitiva, nos dirigimos a todos aquellos que recelan del enfoque conductista más sobre la base de prejuicios (en el sentido propio del término de juicios previos) que sobre el conocimiento profundo y la reflexión desapasionada y sincera sobre el mismo. A todos ellos les pediríamos que lean detenidamente el libro y que después de leído reflexionen sobre sus juicios previos en torno al conductismo y traten de evaluar si los conceptos y la praxis vertidos en este libro, básicamente conductista, responden a esos juicios que se habían formado sobre ellos. En cuanto a las características estructurales del libro en sí, todas ellas, tanto la distribución del contenido como el propio contenido (nada simple y de gran amplitud, por cierto) e igualmente su forma de presentación, todas ellas, 12 PRÓLOGO repito, abundan en la preocupación básica de los autores de hacer un libro práctico y útil para cualquier persona que pudiera leerlo, pero especialmente para el profesional de la psicología enfrentado con los problemas de pareja. El libro, en síntesis, como la propia trayectoria de los autores del mismo, tiene, sobre todas, las virtudes de su practicidad y su amplitud de enfoque y sirve ade- cuadamente al ideal que debe guiar nuestra profesión y que anteriormente expresábamos al afirmar que «lo importante no es describir la felicidad, sino hacer que los hombres sean felices». Madrid, octubre de 1981 José Antonio I. Carrobles Universidad Autónoma de Madrid Nuestro agradecimiento más sincero a cuantas personas han colaborado en la creación de este libro. A Isabel Pellicer y al equipo Luria por sus aportaciones y sugerencias inestimables, a Blanca Serrat por su ayuda mecanográfica y a Ernesto López por su apoyo entusiasta. Vaya también nuestro agradecimiento a Emilio Ruiz y Rosaura García por sus dibujos, de indudable valor didáctico, ya Miguel Paredes, quien nos «tentó" y animó para escribir este libro. 13 Introducción La aplicación de la aproximación conductual al tratamiento de los problemas de pareja es de reciente y creciente desarrollo. Aunque probablemente este fenómeno se deba, en parte, al auge que la ciencia del comportamiento viene experimentando en los últimos años, no podemos por menos que recurrir a otro tipo de factores para explicar el que la terapia de pareja haya llegado a ser una modalidad de tratamiento cada vez más popular. Un factor muy relevante, casi con toda seguridad, es el cam bio experimentado en las últimas décadas por la estructura familiar. En efecto, la creciente industrialización de la socie dad, la liberalización de las costumbres, el desarrollo de las reivindicaciones feministas..., han alterado los papeles de los miembros de la pareja y facilitado la manifestación de sus con flictos. La mujer comienza a tener acceso a la educación, al mundo del trabajo, se cuestiona su papel de madre «sacrifica da» y esposa «sumisa», y exige condiciones de igualdad y res peto; habla ahora más de sus intereses y tiene una actitud más crítica e independiente ante su realidad. El hombre, por otra parte, en la medida que su papel empieza también a ser cues tionado, sufre de algún modo esta situación. La sociedad industrial que conocemos conlleva otros facto res que condicionan hábitos de vida y de relación interper 16 T ER A PIA 1 >1 CARITAS sonal poco adecuados para lograr una comunicación efectiva. El rápido crecimiento incontrolado de la vida urbana, y las ta sas de sobreexplotación, con exceso de número de horas de trabajo y transporte, vienen a ser algunos de los más represen tativos. Estas condiciones de vida restringen considerable mente lo que, en términos conductuales, denominamos las re des de rejorzamiento social. Es decir, no existe tiempo para visitar a los amigos, vecinos y miembros de la familia. La red de individuos que proporcionan refuerzos sociales (elogio, afecto, relación) se reduce a su mínima expresión: al otro miembro de la pareja, y cada uno de los componentes de la misma pasan a ser casi exclusivamente dependientes del refor zamiento social del otro. De este modo, se están sentando las bases sociológicas ne cesarias para la insatisfacción en la vida de pareja como una parte más de la insatisfacción individual y colectiva en el seno de una sociedad que genera estas condiciones de vida. En la pareja, en particular, esta «dependencia» a que aludimos de termina a menudo demandas recíprocas de afecto y de aten ción tan apremiantes que ambos encuentran difícil de satisfa cer. Por otra parte, el tiempo de ocio y recreo, ya de por sí limitado, lo ocupa de manera abusiva la televisión, que intro duce en los hogares el «silencio del espectador» y reduce al mí nimo las oportunidades de intercambio conversacional y de cuantas actividades placenteras pudieran plantearse. Existen también, sin duda, otros elementossociológicos que introducen probablemente factores explicativos adiciona les para entender esa demanda creciente de ayuda profesional a la pareja. Uno de estos elementos es la debilidad de uno de los miembros de la pareja respecto del otro. A pesar de las reivin dicaciones feministas y del desarrollo social persiste en la mu jer una situación de discriminación en los campos de la edu cación, laboral y social en general con respecto al hombre. Si las oportunidades de contacto y refuerzo social se restringen considerablemente para éste, en un amplio sector de mujeres llegan a alcanzar cotas que rayan en el auténtico aislamiento social. La mujer se convierte así en un ser más dependiente del IN T R O D U C C IO N 17 refuerzo social proporcionado por el otro. No es raro ver en nuestras consultas mujeres con cuadros depresivos que se re suelven con relativa facilidad tras conseguir un incremento de contactos sociales y oportunidades de ser reforzada por su pareja. En otros casos, cuando la mujer tiene la oportunidad de tra bajar fuera de casa, no es raro que se vea sometida a dobles jor nadas de trabajo, ya que las tareas domésticas suelen recaer en ella. Todas estas condiciones presionan y facilitan el conflicto en la pareja. Unas veces vendrá manifestado a través de una sintomatología depresiva en uno de ellos, generalmente la mujer, o en ambos; y otras a través de enfrentamientos, con flictos o de una declaración directa del tipo «¡Así no pode mos seguir!». Hasta fechas recientes, y aún hoy día en que la profesión del psicólogo se introduce tímidamente en nuestro país, el con flicto se ha venido abordando desde posturas muy simplistas e impregnadas de un gran misticismo e ideologismo. El que fuera canónigo de Vitoria, E. Enciso, se preguntaba (Ferrándiz y Verdú, 1974): «¿Por qué hay tantos matrimonios desgracia dos y tantos otros que, sin llegar precisamente al nivel de des gracia, no son felices?» Él mismo se respondía: «...porque abundan mucho las mujeres casadas que no saben callar, ce der, sonreír... la culpable es la mujer... Dios ha dado al hombre la fuerza de los puños y, en compensación, ha entregado a la mujer la fuerza de la sonrisa.» En otra parte (Ferrándiz y Ver dú, 1974) aconseja «técnicas» muy concretas como método de superar los problemas de la pareja: «...ya lo sabes: cuando es tés cansada, jamás te enfrentarás con él, ni opondrás a su ge nio tu genio, y a su intransigencia la tuya. Cuando se enfade, callarás; cuando grite, bajarás la cabeza sin replicar; cuando exija, cederás, a no ser que tu conciencia cristiana te lo impida. En este caso no cederás, pero tampoco te opondrás directa mente: esquivarás el golpe, te harás a un lado y dejarás que pase el tiempo. Soportar [el subrayado es nuestro), ésa es la fórmula... Amar es soportar.» ¡H I 1CHAPIA d i : I'A HIJAS A través de estos consejos del canónigo E. Enciso queda re flejada con claridad lo que ha sido la actitud de ciertos secto res de la Iglesia Católica que, de modo generalizado y prepo tente, han impregnado en nuestro país la vida de pareja y familiar durante muchos años. Esta mistificación e ideologi- zación, aparte de plantear como única alternativa la resigna ción, se ha convertido, en no pocos casos, en fuente de inadap taciones. Por poner algún ejemplo, aún no faltan mujeres en nuestra consulta, con problemas de inadecuación sexual, que han tenido una historia de aprendizaje muy mediatizada por su «director espiritual» y con pautas del tipo «cuando hagas uso del matrimonio trata de no disfrutar... piensa en otra cosa...». El consejero espiritual es quien ha asumido durante muchos años, y aún hoy día, la función de asesor o terapeuta familiar y de pareja; podía, evidentemente, tener una gran vo luntad e interés por solucionar cuantos problemas le llegaban, pero generalmente carecía de planteamientos científicos para afrontar con rigor una tarea tan compleja como es la relación interpersonal y la comunicación en la pareja. La gran resistencia cultural a asimilar planteamientos cien tíficos en los temas relacionados con el comportamiento humano ha sido una constante de nuestra civilización. Los medios de comunicación de masas y la «prensa del corazón» suelen ser exponentes representativos de «culturización» idea lista en estos temas. Por otra parte, la crisis profunda y sin pre cedentes por la que atraviesa nuestra civilización, sometida a riesgos de catástrofes nucleares o ecológicas antes inimagina bles, tiende a poner en cuestión los valores positivistas del de sarrollo científico y tecnológico. Argumentaciones simplistas identifican a éste como la fuente de todos los males. Existe una vuelta al idealismo o una reactivación del mismo y, en medio de este clima emocional, el planteamiento científico, en su aplicación a la pareja y al hombre en general, no está exento de críticas poco argumentadas y generalmente apoyadas en me ros juicios de valor. Los defensores de estas posturas parecen olvidar que el desarrollo científico ha contribuido, con apor taciones específicas, a aliviar gran parte del sufrimiento hu IN T R O D U C C IO N 19 mano. El problema no reside tanto en la naturaleza de la ciencia en sí misma como en los criterios de su aplicación, en la utilización que el hombre hace del desarrollo científico y tecnológico. Falla, en definitiva, el hombre y la estructura so cial que lo conforma. Cuando Skinner (1969, pág. 35) co menta: «Los métodos de la ciencia han sido extraordinaria mente eficaces dondequiera que se han ensayado, ¿por qué no los aplicamos entonces a los asuntos humanos?», parece querer significar que una alternativa para mejorar el mundo social de hoy debe pasar, si bien no exclusivamente, por una profundización en el conocimiento científico del com porta miento humano. El saber popular, fiel reflejo del contexto cultural, y cuantos tímidos intentos se hicieron desde una perspectiva algo más profesional han estado impregnados también de cierto idea lismo. El «estar o no estar enamorados» viene a ser el factor causal relevante. Cuando una pareja «está enamorada» trans curren sus relaciones con normalidad; en cambio los proble mas comienzan cuando uno u otro «deja de estar enam ora do». El amor se convierte así en el elemento explicativo por excelencia: «El amor lo vencerá todo». Claro está, «amor» es una palabra que no se sabe qué define, cómo se adquiere ni cómo se pierde, y ante la que, por su falta de concreción y ope- ratividad, no sabremos qué hacer. El planteamiento derrotista de la resignación no es ni más ni menos que una consecuencia lógica del planteamiento idealista, vago e inconcreto del amor: «O se está o no se está enamorado, y si no... ¡qué le vamos a ha cer! ¡Resignación!» Otras tímidas alternativas desde el campo profesional, como decíamos más arriba, se formulan en términos vagos e inespecíficos que resultan a la postre tan inoperantes como el planteamiento simplista y causal del amor. Desde esta pers pectiva suelen ser «la pérdida de individualidad» o «la capaci dad de sentir» los elementos explicativos del desastre en la pa reja. Aquí estamos, igual que antes, ante expresiones verbales que no sabemos qué encierran y de las que caben cuantas in terpretaciones quieran hacerse. 22 TER A PIA DE PAREIAS Finalmente, deseamos que esta publicación sirva de estí mulo a otros muchos colegas que en nuestro país ya están aportando experiencias y trabajos muy interesantes. Somos muchos, incluidos los autores de este libro, los que necesita mos aprender de esa joven profesión que es la de psicólogo. 1. Aspectos teóricos 1.1. Conceptos básicos El comportamiento humano no es aleatorio ni imprevisible, no ocurre «porque sí» o porque haya algo intrínseco en el in dividuo que le haga comportarse como lo hace. Si observamos con detalle, tenemos necesariamente que constatar un hecho: la conducta de un individuo mantiene una regularidad en la interaccióncon su ambiente. Este hecho es precisamente el elemento empírico nuclear que nos permite construir una ciencia del comportamiento y fundamentar la psicología como tal. La moderna teoría del aprendizaje social, construida a par tir de observaciones y medidas cuidadosas, es uno de los so portes teóricos más importantes de esta ciencia. Esta teoría sostiene que la mayor parte de los determinantes de la con ducta humana pueden localizarse en la relación dialéctica y continua que existe entre el individuo y su entorno. Analizan do aquellas circunstancias del entorno que sistemáticamente covarían con las respuestas -conductas- de un individuo, es posible establecer predicciones específicas sobre la recurren cia de la conducta subsiguiente. Al decir «determinantes» no pretendemos inferir una relación causal entre fenómenos, 24 TI UAP1A DE PAREJAS sino simplemente describir la relación funcional entre algu nas propiedades de un fenómeno determinado (frecuencia, latericia, intensidad) y las de ciertos fenómenos antecedentes (Ribes, 1980). 1.1.1. Determinantes ambientales Toda conducta tiene lugar en un contexto ambiental en el que hay circunstancias y sucesos que la preceden y la siguen. El concepto básico que utilizamos para describir estas circuns tancias y sucesos que influyen en la conducta es el de estímulo. Los estímulos pueden ser antecedentes y consecuentes, según que precedan o sigan a la conducta en cuestión. Ambos tienen una influencia controladora sobre la conducta. Por ejemplo, los ladridos de un perro pueden señalar o indicar que un des conocido se aproxima a la casa; el ambiente agradable (músi ca, comida preferida, velas, verbalizaciones del tipo «te he pre parado algo estupendo»...) que se encuentra la señora X al llegar a casa puede indicar que con toda probabilidad ocurrirá una relación de intimidad afectiva o sexual. Los «ladridos», en el primer caso, y el «ambiente agradable», en el segundo, son estímulos antecedentes que señalan la probabilidad de que ocurran las conductas de «acercarse un extraño» e «iniciación sexual» respectivamente. Por el contrario, si el perro comienza a «menear la cola» o la señora X encuentra a su pareja con «verbalizaciones exigentes y gestos de malhumor», lo que ocu rrirá probablemente es que se aproxime un conocido en el pri mer caso y que se inicie una discusión, en el segundo. Estos estímulos que preceden a una conducta adquieren el valor de señales discriminativas, porque en el pasado estuvie ron asociados repetidamente con la conducta a la que prece den. Y ésta tiende a ser fomentada por dichas señales. Sin duda, la mayoría de nosotros hemos podido comprobar cómo determinados lugares despiertan ciertas emociones positivas, porque en el pasado los hemos frecuentado realizando alguna actividad o tratando con personas que nos resultaban muy ^ 7 I. ASPECTO S T E Ó R IC O S 25 ANTECEDENTES CONDUCTA ANTECEDENTES CONDUCTA 26 TER A PIA DE PAREIAS placenteras. Por el efecto de estas señales discriminativas pue de ocurrir también que una pareja que trata de dialogar para alcanzar una solución a algún problema planteado termine discutiendo, si lo hace en un contexto estimular (cocina, casa...) donde habitualmente discute. Por el contrario, si eli gen otro lugar donde esto no suele ocurrir (comiendo en un restaurante, dando un paseo, etc.) es probable que la discusión no aparezca y se facilite así el diálogo. Estímulos «aparente mente» inocuos pueden proporcionar mucha discriminación estimular para la conducta de cada día, y pueden fomentar conductas-problema o conductas alternativas, según sea la historia de aprendizaje. Por esta razón la preparación y cam bio de los estímulos antecedentes debe ser una estrategia a te ner en cuenta en todo programa ele terapia de parejas. Algu nos autores (Goldiamond, 1965) llegan incluso a recomendar un reajuste completo de la situación estimular donde vive una pareja con conflicto, llegando hasta el cambio de muebles y del esquema de los cuartos de la casa; o bien, en algunos casos en que el marido tiene dificultad para discutir con su mujer sin llegar a gritarla, que lo haga en lugares semipúblicos, donde el gritar es menos probable que ocurra. Los estímulos consecuentes pueden tener un doble efecto so bre la conducta que les precede. En primer lugar, pueden in crementar la probabilidad de que la conducta en cuestión se presente en el futuro. A estos estímulos se los denomina refor zadores positivos, y reforzamiento es el proceso por el cual la conducta se incrementa. Pueden ser reforzadores conductas tales como la intimidad física o sexual, hacer regalos, detalles, caricias, salir a cenar, intercambio de afirmaciones verbales positivas; elogio, agradecimiento, piropos, etc. Escuchar, abrazar, sonreír, hablar y prestar atención son, en general, una clase de reforzadores que los seres humanos estamos utilizan do miles de veces cada día en nuestros contactos sociales y, ¡cómo no!, en la relación interpersonal con nuestra pareja. Si alguien nos escucha y nos atiende cuando hablamos, es proba ble que intentemos de nuevo, en el futuro, este tipo de contac tos sociales. Si la conducta de «llegar temprano a casa», por 1. ASPECTO S T E Ó R K Á )S 27 CONDUCTA CONSECUENCIAS FUTURO parte de uno de los miembros de la pareja, va seguida de con secuencias agradables, es probable que en el futuro también repita ese comportamiento. En estos ejemplos la conducta del otro de «escuchar», «son reír», «preparar un ambiente agradable» han actuado como reforzadores para incrementar las conductas de «reanudar el contacto social» y «volver temprano a casa». Por el contrario, si cuando hablamos con una persona no nos escucha ni nos presta atención, es muy probable que nuestra conducta de rei niciar el contacto social con dicha persona se debilite y termi ne por desaparecer. Es decir, cuando una conducta determina da no es seguida de reforzadores acaba por debilitarse. A este proceso se le denomina extinción y suele jugar un importante papel en el deterioro de muchas relaciones de pareja. Uno o ambos componentes de la misma pierden, por su modo de comportarse, ese valor reforzante necesario para mantener la relación. En otros casos puede ocurrir que nos resulte más gratificante la relación con otra persona y que, por problemas de tiempo, ideológicos, etc., se cree cierta incompatibilidad con la primera, extinguiéndose así también nuestra primitiva amistad. A este proceso se denomina contracondicionawiento l i l i A l’l A 1)1: l’AKI ¡AS y suele ser habitual en el deterioro de la relación cuando existe un amante que se manifiesta como alternativa a la pareja ac tual. También el fenómeno de hartazgo o sudación tiene un efecto controlador en el comportamiento de ambos miembros de la pareja. El valor reforzante de la relación puede perderse e incluso tornarse aversivo por este fenómeno. El reforzamiento positivo es una consecuencia necesaria, pero no suficiente para el aprendizaje de una conducta. Es preci so que existan además unos requisitos previos sin los cuales no puede aprenderse tal o cual comportamiento. Por ejemplo, por muchos refuerzos positivos que demos y por grandes esfuerzos que hagamos para intentar que un niño lea el Quijote, no lo con seguiremos si no sabe leer. La conducta de leer es previa y requi sito básico para leer el Quijote. La discriminación verbal de las letras, el aprendizaje de la asociación de un sonido con un signo escrito, etc., son a su vez requisitos básicos para aprender a leer. Por esa razón, si se pretende conseguir el objetivo de que el niño lea el Quijote, tendremos que ir poco a poco, gradualmente, re forzando todas aquellas conductas previas que conducen a la meta final. A este proceso lo denominamos moldeamiento, y a través de él aprendemos conductas tan complejas como la de vi vir en pareja. Ni que decir tiene que una relación interpersonal gratificante y compleja nollega a establecerse en toda su profun didad de modo repentino y por refuerzos contingentes más o menos ocasionales. Desde el primer contacto visual e intercam bio de palabras entre dos desconocidos, hasta el mantenimiento estable de relaciones íntimas y personales que pueden contraer esas dos mismas personas, existe un proceso más o menos largo de mutuos intercambios de refuerzos y gratificaciones. Este in tercambio, para ser efectivo y llegar al objetivo final: vivir en pa reja, ha tenido que ir centrándose en aquellas conductas que gradualmente se han ido adquiriendo y han servido de soporte básico de las siguientes. Tanto en el aprendizaje de conductas adecuadas como en el cambio de comportamientos que interfieren en una relación afectiva suele ser necesario seguir este proceso de moldea miento. 28 m I. ASl’KCTOS T E O R IC O S 29 En segundo lugar, las consecuencias o estímulos que siguen a una conducta pueden ser aversivos o no deseados. Lo más probable entonces es que tratemos de escapar o evitar dichos estímulos. Cuando esto ocurre, se experimenta un cierto ali vio por la eliminación de la estimulación dolorosa o no desea da, lo cual refuerza la conducta de evitación o de escape y, por tanto, la probabilidad de que ocurra dicha conducta en el fu turo. Por ejemplo, la conducta de «llegar temprano a casa» puede estar seguida de consecuencias no deseadas, tales como riñas, gritos... En este caso la conducta de evitación de «no llegar temprano a casa» o, en casos extremos, «abando nar la relación de pareja» puede ser un medio eficaz para eli minar consecuencias aversivas. Se aprende así a escapar de la presencia de su pareja. Este proceso de aprendizaje mediante el cual aumenta la probabilidad de que se produzca o se repita en el futuro la conducta de evitación a determinados estímu los se denomina reforzamiento negativo. En las parejas con re laciones deterioradas suele ser habitual, como veremos más adelante, el uso frecuente de la estimulación aversiva. En oca siones uno o ambos miembros de la pareja utilizan el castigo como medio de eliminar conductas no deseadas en el otro. El 30 T IR A R IA DI! PARIDAS marido que insulta y grita a su mujer por haber llegado tarde a casa está utilizando el castigo (gritos, insultos, amenazas...) como sistema de control para que esta conducta no se vuelva a repetir en el futuro. El castigo es una técnica de control que no parece ser eficaz a largo plazo, amén de que suele tener se rios inconvenientes (fomenta la agresividad y las emociones negativas...). Con estos sencillos ejemplos vemos que para comprender una conducta debemos mirar más allá del simple acto y pre guntarnos sobre las condiciones en que se produce. En gene ral, una descripción de cualquier conducta nos plantea una se rie de interrogantes acerca del contexto (antecedentes) en que tiene lugar (¿cuándo?, ¿dónde?...) y de lo que sigue a su prácti ca (consecuencias). El conocimiento de los antecedentes y de las consecuencias, así como de sus efectos combinados sobre el comportamiento, nos permite establecer cierto control y predicción sobre el mismo. Existe finalmente otra fuente de aprendizajes o de in fluencias con poder de control sobre el comportamiento hu mano. Esta fuente no es otra que la que proviene de observar lo que los otros hacen, piensan y sienten. Aprendemos a com portarnos a través de modelos significativos de nuestra vida, como son los padres, amigos, profesores, hermanos e incluso nuestra propia pareja. Basta echar un vistazo a los juegos de los niños para darnos cuenta de que hablan y se com portan con sus muñecos del mismo m odo que sus pa dres reaccionan con ellos. Una gran parte de los aprendiza jes que hacemos a lo largo de nuestra vida proviene de la observación e imitación de lo que hacen los otros. Aprende mos a hablar, a realizar una operación quirúrgica, etc., por imitación. Existen importantes experiencias acerca de los efectos de la observación sobre el comportamiento del que observa, que han demostrado que muchas conductas verbales, emocio nales y motoras se aprenden, conservan, evocan, inhiben y modifican, por lo menos en parte, debido a sugerencias del mo delo observado (Banduray Walters, 1974). I. A SPE CTO S TK rtR IC O S 31 El aprendizaje por modelos, como ya veremos más adelan te, nos facilita increíbles recursos a la hora de intervenir en el tratamiento de la pareja. En la relación interpersonal y, en concreto, en la relación de pareja, la conducta de cada uno de los miembros de la misma tiene efectos mutuamente controladores. Este control ocurre por la presencia o ausencia sistemática de conductas de ambos miembros de la pareja, gratificantes o aversivas. Se establece un proceso de influencia y control mutuo, recíproco y circular de conductas y consecuencias (Jacobson, 1979). Veamos de un modo más matizado algunos aspectos de este proceso de influencia. 1.1.1.1. 1 ntercambio de reforzamiento Lejos de la explicación vaga y simplista del amor, éste es un término que, en nuestro marco conceptual, describe un com portamiento complejo, susceptible de ser practicado mediante conductas específicas de tipo cognitivo, emocional y motor. Decimos que una pareja «está enamorada» cuando el inter cambio de conductas que se establece entre ambos es refor zante o gratificante en algún nivel. La ciencia del comportamiento mantiene que el desacuerdo o conflicto en la pareja está en función directa del bajo nivel de reforzadores positivos intercambiados entre las partes. Sin embargo, esta hipótesis no prejuzga necesariamente una ex plicación de tipo etiológico. Es decir, se puede afirmar que las parejas con problemas intercambian menos gratificaciones que las parejas sin problemas, sin implicación alguna acerca de cómo se desarrollaron esas diferencias (Jacobson, 1979). Estudios de observación interaccional, tanto en un marco de laboratorio como en la vida real (Birchler, Weiss y Vincent, 1975; Vincent, Weiss y Birchler, 1975; Klier y Rothberg, 1977; Robinson y Brice, 1976; Gottman et al., 1977), dan apoyo a esta hipótesis conductual. En los primeros se han encontrado consistentemente tasas más altas de conductas castigadoras o 32 TKUAIMA Di; PARDAS aversivas en parejas con rencillas o en conflicto que en las pa rejas sin conflicto. En los estudios realizados en base a obser vaciones de los miembros de la pareja en el mundo real (Birch- ler et a l, 1975; Robinson y Price, 1976) se encontró que las parejas en conflicto registraron menos «gratificaciones» y más «castigos» que las parejas sin conflicto. Estas últimas suelen registrar, significativamente, conductas de comunicación más positivas y menos negativas que los miembros de una pareja en conflicto (Gottman, Notarius, Markman, Bauk, Yoppi y Rubin, 1976). En estos trabajos (Wills, Weiss y Patterson, 1974; Jacobson, 1978) se descubrieron también correlaciones entre conducta gratificadora o castigadora y nivel de satisfacción de la pareja, es decir, que las parejas con problemas exhiben interacciones menos gratificantes y más castigadoras que las parejas sin pro blemas. Esta correlación significativa entre tasas de conductas aversivas y conflicto en la pareja puede ser objeto de diferentes explicaciones alternativas (Jacobson, 1979). O bien, la defi ciente interacción puede causar la aflicción en la pareja, o ésta puede ser la causa de aquélla, o bien, ambas, interacción defi ciente y aflicción de la pareja, pueden ser efectos correlaciona dos de alguna tercera variable causal no identificada. 1.1.1.2. Habilidad de comunicación y de resolución de problemas Otro componente importante de la hipótesis comportamental es que las parejas en conflicto son deficientes en habilidades de comunicación y de resolución de problemas (Weiss, 1978). Es tas parejas difieren de las no conflictivas en su relativa inhabi lidad para manejar sus problemas de un modo efectivo y ori ginar cambios enla conducta del otro miembro de la pareja cuando tales cambios son deseables (Jacobson, 1979). Al pa recer, suelen utilizar tácticas de control basadas en el castigo y el reforzamiento negativo (Jacobson, 1979), es decir, intentan influir en el otro mediante la coerción o la estimulación aversi- 1. ASPECTO S T E O R IC O S 33 va del tipo «críticas», «amenazas», «regañinas», «chantajes»..., para obtener el cambio que desean. Lo cual, como es lógico, crea insatisfacción, interacciones tensas y evitación mutua. Estas parejas desgraciadas no aciertan normalmente a apli car adecuadamente los principios de reforzamiento positivo, moldeamiento... Pretenden cambiar las conductas del otro mediante el control aversivo y no refuerzan positivamente las conductas que éste desea. Esta falta de habilidad en la negociación para el cambio de conductas, que no significa necesariamente un déficit de habi lidad en áreas no interaccionales, es una resultante de una in habilidad global para comunicarse. En efecto, la comunicación es un componente esencial no sólo en la negociación para el cambio de conducta, sino tam bién para la salud general de la pareja. No en vano Liberman, en su ultimo libro Handbook o f Marital Therapy (1980), afir ma sin vacilar que la enseñanza de habilidades de comunica ción es con mucho el componente más importante de un tra tamiento exitoso de pareja y, como reflejo de esta importancia, dedica dos capítulos al tema. La comunicación no debemos entenderla como un concep to vago que pudiera definir una mezcla más o menos misterio sa de transacciones de también difícil concreción. En la acep ción que damos aquí al término, debemos entender más bien un conjunto especificable de intercambios de conductas ver bales y no verbales. Ambos miembros de una pareja se comu nican entre sí en una variedad de formas para transmitirse sentimientos o emociones, peticiones, elogios... Hablan, to can, sonríen, gesticulan, gritan, lloran... Cada uno de ellos ac túa a la vez como un emisor y receptor de mensajes. Para que el intercambio de mensajes personales fluya de un modo directo, honesto y adecuado se requieren habilidades de expresión (emisor) y de reacción (receptor), habilidades que, por otra parte, o no han sido aprendidas o se descuidan con demasiada frecuencia. El nivel de satisfacción o desolación de una pareja dependerá de la efectividad de sus componentes para intercambiar mensajes recíprocos. I.a existencia de ciertos déficits o inhabilidades tanto en la recepción como en la emisión puede cortocircuitar este proce so, dar lugar a inadecuaciones en la comunicación y facilitar el conflicto en una pareja. Los déficits o inhabilidades más fre cuentes podemos detectarlos en tres niveles: - En el receptor. Es muy frecuente, en parejas con relacio nes deterioradas, que exista cierta inhabilidad para escuchar o atender los mensajes del otro. Esta recepción inadecuada facili ta también un procesamiento cognitivo inadecuado (véase 1.1.2. Determinantes cognitivos) y un reenvío de mensajes no sintonizados con los del otro. Otro fenómeno muy corriente es la dificultad que tienen muchas parejas para reconocer y, por tanto, «recibir» conductas positivas en su cónyuge. La interac ción de pareja se ha deteriorado tanto que cada uno de los dos se ha convertido en un estímulo discriminativo para los suce sos aversivos solamente. Las conductas y mensajes positivos no se reconocen, o cuando se reconocen se equiparan a obligacio nes que el otro tiene para con nosotros por el hecho de ser nuestra pareja, sin valorar su auténtico carácter de gratuidad. - En el emisor. Como dijimos antes, un déficit en la recep ción facilita una emisión inadecuada de mensajes tanto a nivel verbal como no verbal. Sin embargo, puede que también este tipo de habilidades específicas no se hayan aprendido. La co municación puede resentirse por una inhibición de la emisión o porque ésta resulte inadecuada para sus objetivos. En pare jas con relaciones deterioradas es relativamente frecuente que no se expresen sentimientos o peticiones por temor a las con secuencias que pueden derivarse de una comunicación directa y honesta. Suele decirse « estoy muy cansada» o «estoy mal» por no decir «cada vez que vamos a la cama y hacemos el amor lo paso mal; creo que deberíamos hablar sobre esto, ¿no te pa rece?». En otras ocasiones, uno de los miembros se calla siste máticamente y ejecuta las exigencias y peticiones del otro con tal de que no ocurra un conflicto. Estos y otros procedimien tos de comunicación convierten a la pareja en constante fuente de renuncias personales, adquiriendo connotaciones aversivas para el otro y para la relación en sí. I. ASPECTO S T E Ó R IC O S 35 Por otra parte, el cómo se emite el mensaje es un elemento también determinante en la efectividad de la comunicación. Uno de los miembros de la pareja puede tener el objetivo de expresar ternura, pero lo hace con un tono de voz alto, gestos y contacto físico bruscos, que hace que el otro perciba algo muy diferente. O puede querer expresar un sentimiento negativo del tipo «me siento triste», y lo que hace en realidad es comu nicar acusaciones. - En el mensaje. El requisito fundamental que debe cumplir el mensaje es que sea reconocible y comunicable por ambos miembros de una pareja. Por esta razón el mensaje debe ser ex presado en términos observables. Expresiones del tipo «me gus taría que fueras más considerado conmigo» hacen difícil preci sar cuáles son los problemas concretos e impide a las parejas coincidir con precisión respecto a las conductas que están dis cutiendo. Cuando uno de los miembros de la pareja dice «me gustaría que fueras menos egoísta», lo que posiblemente quiera decir es «me gustaría que te hicieras cargo de los niños dos días a la semana». Pero mientras que esta segunda formulación es operativa y comunicable, la primera presenta un gran conteni do subjetivo, de difícil concreción y motivo de frecuentes discu siones hasta llegar a «comprender» lo que uno desea del otro. Por otra parte, las parejas desgraciadas carecen de la habili dad para resolver los múltiples problemas que la convivencia y la relación con los hijos diariamente plantea. Estas parejas, cuando intentan resolver un problema específico, mezclan en sus discusiones toda una gama de otros problemas secunda rios e irrelevantes que suelen ser fuente habitual de conflicto. El discurso se convierte en una larga lista de acusaciones mu tuas que les aparta de su objetivo. En general, las dificultades provienen del déficit de los miembros de la pareja en algunos de los componentes básicos necesarios para la resolución de problemas. Estos componen tes son: 1. Especificación o selección de los componentes del pro blema. 2. Especificación de los cambios concretos que se desean. .16 T E R A PIA DE PAREJAS 3. Formulación de posibles soluciones. 4. Ser capaces de llegar a un acuerdo. 1.1.1.3. Reciprocidad Al parecer, las parejas en conflicto difieren de las parejas sin problemas no sólo en sus tasas de reforzamiento (o castigo) intercambiado, sino también en la relación entre reforzamien to iniciado por uno de ellos y reforzamiento iniciado por el otro (Jacobson, 1979). Es decir, las tasas de gratificaciones in tercambiadas se hacen sobre una base de reciprocidad (Patter- son y Reid, 1970). Esto se asemeja mucho a lo que Gottman et al. (1976) describieron como un modelo de cuenta boticaria del intercambio conductual en la relación de pareja. Según este modelo, las parejas invierten en la relación según las grati ficaciones recibidas, si bien no excluyen intercambios no recí procos en un momento dado. La diferente reactividad de uno o ambos miembros de la pareja a la estimulación aversiva, proveniente del comportamiento del otro, puede estar balan ceada según la historia de reciprocidad. Es decir, una pareja que ha mantenido en el pasado una alta tasa de intercambios gratificantespuede tolerar mejor cierta estimulación aversiva ocasional o una baja momentánea de los intercambios positi vos que otra pareja con un pasado diferente. Hay muchos da tos (Wills et al., 1974; Birchlen, 1973; Robinson y Price, 1976) para pensar que existe una relación directa entre la adminis tración de gratificaciones (o castigos) de un miembro y la del otro. La reciprocidad negativa, definida como la tendencia a responder inmediatamente a respuestas negativas del esposo con una respuesta del mismo signo, parece ser más probable en parejas en conflicto. Así, al menos, para el intercambio de conducta negativa, su reciprocidad puede servir para diferen ciar las parejas en conflicto de las no en conflicto. Según esto, cabe decir que los comportamientos son interdependientes, es decir, que la conducta de uno está en función de la del otro y que, por tanto, existe: I. ASPECTO S TE Ó R IC O S - mayor probabilidad de ser reforzado, si refuerzo; - mayor probabilidad de ser castigado, si castigo; - mayor probabilidad de recibir mucho, si doy mucho; - mayor probabilidad de dar poco, si recibo poco. 1.1.2. Determinantes cognitivas Qué duda cabe que el entorno proporcionado por el contexto de la relación no es el único determinante en el com porta miento interpersonal. El individuo no responde al mundo real, sino al mundo percibido (Mahoney, 1974). Existen procesos mediacionales (expectativas, procesos atencionales y perceptivos, valoración en función de la expe riencia previa) que matizan e incluso distorsionan el entorno y la relación. La satisfacción de ambos miembros de una pareja está muy en relación con la valoración e interpretación que ambos hacen de la conducta del otro. Los procesos cognitivo-mediacionales condicionan y ma tizan el nivel de satisfacción y el com portam iento de los miembros de una pareja en base, fundamentalmente, a tres factores. 38 T IR A PIA DE PAREJAS 1.1.2.1. Hábitos perceptivo-cognitivos La valoración y estimación que cada cónyuge hace de la con ducta del otro puede venir matizada por hábitos cognitivos erróneos (Beck, 1979) ya adquiridos por uno o ambos miem bros de la pareja. Estos errores cognitivos facilitan el desarro llo de suposiciones inadecuadas que no sólo interfieren la co municación en la relación, sino que además dan lugar a estados de ansiedad y/o depresión en cada uno de los compo nentes de la misma. Son muchas y frecuentes las suposiciones erróneas que en contramos en parejas con relaciones deterioradas. En unos ca sos el error cognitivo es de sobregeneralización («como una chica me engañó en el pasado, todas las mujeres, incluida mi mujer, son y serán siempre infieles»). En otros, es de catastro fismo o magnificación negativa de los hechos («es horrible y desastroso que mi pareja no se acuerde de mí en un día como hoy»). También puede existir el hábito de percibir únicamente los fracasos, errores o imperfecciones propios o del otro («es un desastre... todo lo hace mal»), o el de valorar la relación y la conducta del otro de modo dicotómico o rígido («o es o no es un amante perfecto, y si no lo es, es malo, no me interesa»). Estos hábitos determinan la apreciación que un determina do individuo hace de su vida de relación y del comportamien to de su pareja y, por tanto, el grado de satisfacción que éstos le deparan y el grado de exigencias y concesiones que puede ha cer el otro. Por poner un ejemplo, un pequeño olvido (un re galo en el aniversario...), que puede carecer de importancia en una pareja determinada, puede ser motivo de un conflicto se rio en otra en la que uno de sus miembros lo valore como algo horroroso o catastrófico. 1.1.2.2. Expectativas y experiencia de la relación percibida El nivel de expectativas, al igual que el resto de las varia bles mediacionales, m atizan el valor reforzante del Ínter- i. AsiM-:crosTi;Onii:os 3 9 cambio conductual de una pareja. Unas expectativas exce sivas o exclusivas, y por tanto no satisfechas, conducen a minusvalorar las gratificaciones del otro y de la vida de re lación en general y reducen el um bral de tolerancia a las frustraciones y a la estim ulación aversiva que toda rela ción interpersonal, en algún grado, conlleva. Es muy co rriente encontrar la expectativa de m antener un alto nivel de sucesos positivos sin realizar ningún esfuerzo para lo grarlo. Por otra parte, el nivel de tolerancia a la estimulación aver siva que puede generar la relación puede estar en función del balance o de la experiencia percibida de la misma. Si el balance es positivo, es muy posible que el umbral sea mayor que si es negativo. En este último caso, es decir cuando la interacción de pareja ha seguido un proceso grave de deterioro, uno de sus miembros o ambos se convierten en un estímulo aversivo tan relevante que el otro se muestra incapaz de reconocer conduc tas o mensajes positivos. 1.1.2.3. Percepción de alternativas Cada uno de los miembros de una pareja compara el resulta do de su vida de relación con alternativas ya pasadas, pre sentes o futuras. Qué duda cabe que individuos que perci ben opciones atractivas (trabajo, viajes, amantes, etc.) fuera de la relación dem andarán soluciones más positivas para continuar en ella. Por el contrario, una relación que es m íni mamente reforzante puede, no obstante, ser completamente estable y persistente si los participantes perciben que las al ternativas son limitadas o restringidas, o no igual de satis factorias (Jacobson, 1979). ¡Cuántos m atrim onios m antie nen relaciones aversivas, cercanas a la tortura, y sin embargo no se separan precisamente por la ausencia de alternativas! Romper con su marido supone, para muchas mujeres, per der la posibilidad de comer, amén de soportar la coacción social. 4 O TER A PIA DE PAREJAS 1.1.3. Determinantes socio-culturales «El ser humano se comporta no sólo ante las propiedades fí sicas del ambiente, sino también, y prioritariamente, ante las propiedades que socialmente, por convención, se asignan a los objetos de estímulo y a los eventos ambientales» (Ribes, 1980, pág. 230), es decir, que el individuo «atribuye propie dades a los eventos con base en el acuerdo, en el consenso, en la convención que determina el grupo social» (Ribes, 1980). Con estos comentarios Ribes quiere significar discriminati- vamente lo peculiar de la conducta humana: la mediación social. Una relación de pareja se da en un marco normativo que matiza significativamente el punto de contacto en donde se da la relación (Kantor, 1978; Bayes, 1980). Las matizaciones que el contexto socio-cultural introduce en la relación de una pareja pueden resumirse en: 1.1.3.1. Accesibilidad de alternativas El contexto socio-cultural introduce matizaciones p e rti nentes en la vida de relación de una pareja y en el com porta miento de cada uno de los m iembros de la misma. Por ejemplo, una m ujer que vive una relación aversiva tendrá más probabilidades de romper con ella o de exigir mejores soluciones en la negociación si tiene independencia eco nómica, si existe el divorcio y si además el grupo social en que vive no ejerce coacciones significativas. Es decir, el con texto socio-cultural, medio de contacto donde tiene lugar la relación, condiciona el com portam iento y futuro de la misma. Una mujer que vive en un ambiente liberal y permisivo tie ne más oportunidad de tomar la decisión de divorciarse o de separarse que una campesina. La clase social suele ser un ele mento mediador crucial. 1. ASPECTO S TE O R IC O S 41 1.1.3.2. Modificación del intercambio conductual El medio de contacto social introduce también matizaciones en el intercambio conductual que mantiene la pareja. El nivel de satisfacción y de reforzamiento recíproco dependerá de aspec tos tales como la disponibilidad de tiempo libre, los recursos económicos, etc. Por ejemplo, la posibilidad de intercambios mutuamente gratificantes se verá reducida en aquellas parejas en queuno o ambos se ven obligados a realizar una jornada la boral muy prolongada. Por una parte, no disponen de tiempo libre para implicarse en actividades placenteras, y por otra, el agotamiento físico que conlleva dicha jornada interfiere en el goce mutuo de la relación cuando tiene lugar. En otros ca sos, la falta de recursos económicos puede originar situacio nes de stress y conflictos que contribuyen de modo significati vo a elevar la tasa de intercambios aversivos. El entorno en donde tiene lugar el intercambio conductual de la pareja puede también estar limitado por la existencia de enfermedades crónicas en algún familiar, inaccesibilidad de recursos sociales (cenar fuera, viajes, colegios para los hi jos, etc.) que pueden interferir en el incremento de intercam bios positivos o reducción de aspectos aversivos de la rela ción, ambos componentes objetivos esenciales en cualquier intervención. 1.2. Modelo conceptual del desarrollo del conflicto de pareja Una representación gráfica del modelo conceptual del desa rrollo del conflicto de pareja puede verse en la figura 1. Este es quema sintetiza los aspectos más relevantes que hasta aquí he mos ido desarrollando. Podemos resumirlos y caracterizarlos del siguiente modo: 1. Este modelo acepta la premisa de que las consecuencias proporcionadas por los esposos serán los determinantes fun damentales de la conducta de relación del otro (Jacobson y 42 I I.H AI’IA D l;. 1‘AIÍI |AS MEDIO DE CONTACTO NORMATIVO I----------------------1 1 ___________ 1 V . \ + / /- / 1 s/ 1 1 \ / ' , i Y 1 + i * (emisor) E 1 ------------------ i 1 - ! R 1 | 1 \ 1 l ' l\ ' / /\ 1 D - / I / ' ~~ -- \ . (alternativas) (receptor) Figura 1 Margolin, 1979). Ambos actúan como emisor y receptor si multáneamente, estableciendo un proceso de secuencias cir culares y recíprocas de conductas y consecuencias ( lacobson, 1979). En este proceso de causalidad recíproca los miembros de parejas en conflicto se refuerzan uno a otro menos frecuen temente y se castigan uno a otro más frecuentemente que las parejas felices. 2. Los efectos de los estímulos proporcionados por cada uno de los miembros de la pareja, y por tanto sus valores gra tificantes y aversivos, dependerán de las valoraciones cogniti- vas respectivas de cada esposo (según un modelo mediacio- nal) y de la percepción relativa de los mismos en función de la existencia o no de alternativas (£’). El contexto socio- cultural (medio de contacto normativo) introduce también i. AM’í ( r o s I I OHK I i s 43 matizaciones pertinentes en el desarrollo del deterioro de la relación. Jacobson (1979) enumera una serie de factores hipotéticos que son determinantes tanto en la atracción inicial mutua de una pareja como en el desarrollo del conflicto. Atracción inicial mutua. En el comienzo de una rela ción (proceso de noviazgo, o primeros contactos de la pareja) suele existir atracción debido a una elevada tasa de intercam bios reforzantes. Este tipo de intercambios constituye la base de la persistencia y profundización de la futura relación. El amor no es otra cosa que un intercambio complejo de conduc tas gratificantes tanto en sus dimensiones motoras como cog- nitivas y emocionales. Puede inferirse que el amor estará cier tamente ausente si el refuerzo potencial de uno de ellos llega a ser mínimo. La tasa elevada de gratificaciones en el comienzo de una relación viene facilitada por las características de la misma que, entre otras, son: A) Carácter restrictivo de la interacción. Lo habitual es que la pareja, al comienzo de su relación, sólo intercambie conductas en un marco restrictivo. Sólo se ven algunas horas al día e interactúan en un contexto gratificante. Se ven para to mar una copa, charla de proyectos, momentos de ocio...; por asociación, su relación debe ser gratificante también. B) Ausencia de toma de decisiones. Por el carácter restric tivo de la misma relación, los miembros de la pareja se ven li bres de tomar decisiones importantes, financieras o de otro tipo, habituales en una vida de pareja estable. No se ven ex puestos al temor o consecuencias aversivas que se pueden de rivar de esa toma de decisiones y, por tanto, se minimiza el in tercambio de conductas aversivas o de castigo. C) Novedad de la comunicación sexual. La novedad de esta comunicación viene a ser otro elemento gratificante que se asocia al intercambio conductual y facilita la elevada tasa de intercambios reforzantes. D) Expectativas idealizadas. Los proyectos idealizados son elementos adicionales de un intercambio conductual gra tificante y característico del comienzo de una relación. 44 T E R A PIA DE l’AREIAS Desarrollo del conflicto. A poco de comenzar a vivir juntos ambos miembros de una pareja tienen ocasión de to mar decisiones importantes, de afrontar problemas conjunta mente. Surge el choque entre las expectativas y la realidad. Cuando ese choque es significativo, comienzan a intercam biarse ciertas dosis de estimulación aversiva, y la tasa de inter cambios reforzantes sufre un decremento. Se están inoculando los primeros ingredientes para el desarrollo del conflicto. Éste avanzará o no dependiendo de otra serie de características: A) Déficit de habilidades, ya sea de comunicación, de re solución de problemas, sexuales... B) Deficiencias en el control de estímulos. Elementos esti mulares adicionales no previstos en la relación de pareja pue den ser motivo de un incremento en el intercambio de con ductas aversivas. Por ejemplo, el nacimiento de un hijo no deseado puede alterar el tipo de intercambios mantenidos hasta entonces. Surgen problemas económicos, se reducen las actividades recreacionales, aumenta el número de problemas a que han de hacer frente, etc. C) Cambios en el entorno. Algunos cambios introducen efectos muy significativos en el deterioro de la relación. Por ejemplo, la aparición de un/a amante, la pérdida de trabajo, la discrepancia política o ideológica como consecuencia de defi niciones personales que impone el medio, la ampliación del círculo social y el desarrollo de cierta autonomía en la mujer como consecuencia de trabajar fuera de casa, y la presencia en general de otras fuentes de reforzamiento alternativas a la re lación de pareja. D) Preferencias discrepantes en cuanto al grado de intimi dad deseada. Los individuos tienen diferentes necesidades acerca de la soledad y el grado de relación, y éstas suelen cam biar con el desarrollo de la vida. Cuando la cantidad de espacio emocional deseado por cada uno de los miembros de una pare ja difiere, las irritaciones y frustraciones derivadas de la sacia- ción y deprivación puede llegar al abandono (Liberman, 1980). En una pareja no dichosa, un miembro de la misma, o am bos, por las razones señaladas más arriba, recibe pocas gratifí- 1. A SPECTO S TE O R IC O S 45 cationes del otro, o el coste por recibirlas es excesivamente alto. En tales casos los miembros de la pareja recurren a uno de dos patrones de comportamiento en relación con el otro (Stuart, 1969): algunas parejas recurren a la coerción (regañi nas, amenazas, etc.) para obtener la conducta deseada del otro; otras llegan al abandono. En estos casos, uno o ambos miembros de la pareja abando nan emocional o físicamente la relación, eliminando una tasa de estimulación aversiva elevada, buscando otras fuentes de reforzamiento como puede ser un hijo, un amante, etc. Se han sentado así las bases del conflicto, para cuya solución habrá que evaluar de modo preciso qué factores son los deter minantes e intervenir discriminativamente en consecuencia. 2. Evaluación La evaluación conductual de los problemas de pareja es algo reciente en el campo de la ciencia del comportamiento. Po dríamos decir que los trabajos de investigación en esta área no sobrepasan la década en los países pioneros, y en España es algo que resulta desconocido para la mayoría de los estudian tes de psicología y muchosprofesionales. Son varios los objetivos que debe cumplir una evaluación. En primer lugar, debe permitir conocer la problemática espe cífica de una pareja determinada y poder diseñar un trata miento «a la medida». El modelo conductual del conflicto de pareja hipotetiza la existencia de un déficit o inadecuación del intercambio conductual en las parejas con problemas. Así pues, deben ser objeto de evaluación los patrones de influen cia conductual recíproca, los cambios conductuales que cada miembro de la pareja desea en el otro, los procedimientos usa dos hasta ahora para promover dichos cambios (amenazas, regañinas, otras relaciones, etc.), los factores que mantienen las conductas no deseadas, los recursos y reforzadores poten ciales que cada uno tiene y que pueden ser utilizados más efec tivamente para alterar la conducta del otro, y los problemas personales específicos de cada uno de los miembros de la pa reja que contribuyen a ese déficit o inadecuación del intercam •16 2. EVALUACION 47 bio conductual. A la luz de todos estos datos podrá realizarse, como decíamos, un tratamiento «a la medida». Es decir, no se tratará de aplicar sistemáticamente una serie de técnicas o «re cetas», sino de modificar las variables que en cada caso estén relacionadas funcionalmente con la conducta o conductas- problema. La intervención, por ejemplo, para reducir las dis putas de una pareja será distinta si se debe a una falta de habi lidad en la comunicación que si son debidas a la falta de co laboración del hombre en las tareas domésticas. En el primer caso la intervención estará orientada a entrenarles en habili dades de comunicación y en el segundo caso a entrenarles en la resolución del problema y posibilitar la negociación de un acuerdo. En segundo lugar, la evaluación debe perm itir verificar si las estrategias y recursos técnicos utilizados en la intervención posibilitan los objetivos trazados. La evaluación es un proceso continuo y constante que nos permite, no sólo elaborar hipótesis de tratamiento y objetivos específicos de intervención, sino también valorar la eficacia de las intervenciones diseñadas y del proceso terapéutico gene ral, facilitándonos así la tarea de revisar hipótesis erróneas y ensayar nuevas estrategias terapéuticas. En la evaluación conductual del conflicto marital conside ramos cuatro niveles (Keefe, 1978). Estos niveles son: 2.1. Identificación del problema El primer objetivo que nos trazamos en nuestro acercamiento inicial a la pareja en conflicto es el de identificar la naturaleza del problema. Para ello nos servimos de la entrevista inicial y la utilización de cuestionarios. Cuando el conflicto de pareja es secundario a un problema personal en uno o ambos componentes de la misma, está indi cado realizar una evaluación y tratamiento individual previo o paralelo al tratamiento de pareja. Ejemplos de esto serían aquellos casos en que alguno de los componentes de la diada 48 T E R A PIA DE PAREJAS presente algún problema de alcoholismo, depresión, obsesio nes, déficit asertivo, etc., y que por su gravedad y relevancia en la etiología del conflicto de pareja requiera una intervención preferente con independencia de que se lleve a cabo un trata miento de pareja. Por otra parte, cuando el conflicto de la relación es nuclear pasamos directamente a realizar una evaluación del mismo. Uno de los principales y primeros problemas que nos encon tramos en la entrevista inicial es el de evaluar el compromiso de cada uno de los miembros de la pareja para con el otro y para con la terapia. En ocasiones acuden al tratamiento con la ex pectativa de que el problema reside en el otro y que, por tanto, lo único que cabe esperar es que el otro cambie. Conviene eva luar el nivel de expectativas de cada uno de los componentes de la pareja. Es muy corriente encontrar expectativas de man tener un alto nivel de conductas reforzantes en el otro sin reali zar ningún esfuerzo uno mismo. Otras veces, uno o ambos miembros no están motivados para implicarse activamente en la terapia y tratan de utilizar al terapeuta como testigo del «ro sario interminable de quejas contra su pareja». En estos casos suele ser útil permitir que la pareja continúe por un breve pe ríodo de tiempo interactuando entre sí. El terapeuta toma nota de las quejas e intenta concretarlas para dar a la pareja una información operativa del diálogo mantenido por ellos. Es decir, les da información precisa de la muestra comporta- mental recogida en sus notas y comenta con ellos los inconve nientes de este tipo de interacción: ineficaz para conseguir sus objetivos, empeoramiento del estado emocional, etc. Por esta y otras razones la fase de intervención suele comen zar ya en estas entrevistas iniciales, sin esperar a tener una eva luación completa del problema. El terapeuta deberá controlar la sesión desde el comienzo, evitando salirse del tema objeto de evaluación y salvando interrupciones innecesarias y críti cas mutuas indiscriminadas. Todo ello de modo amable, pero firme y cuidando de no tomar partido por ningún miembro de la pareja. El siguiente diálogo puede ilustrar un modo de intervenir: 2. t-VALUACIÓN 49 MUJER: ¡Yo no puedo continuar así. He aguantado mucho y ya no puedo más!... MARIDO: Pues yo no sé deque te quejas... Estoy como un escla vo, incluso haciendo horas extraordinarias para que no os falte nada y vienes con ésas... Desde luego quien no puede seguir así soy yo, porque... MUJER: ¿Por qué? ¿Por qué? Desde luego lo que me faltaba oír... Eres un egoísta, sólo piensas en ti, eres... MARIDO: ¡No me interrumpas, por favor! No se puede hablar contigo. ¡Estoy hasta las narices de ti, de la casa, délos niños...! TERAPEUTA: ¡Bueno, bueno... calma! Un momento. Si vuestro objetivo es seguir discutiendo, podéis hacerlo; pero dudo que real mente lo sea, porque cuando habéis venido aquí es porque ambos deseáis mejorar vuestras relaciones, ¿no es así? MUJER: Sí, asíes... MARIDO: Sí, pero es que se pone imposible. MUJER: ¡Yo imposible!... TERAPEUTA: ¡Basta! Calma. De nuevo podéis iniciar el rosario de quejas mutuas, pero eso ¿a dónde os conduce? ¿Creéis que es efectivo para mejorar vuestras relaciones el continuar intercam biando quejas y acusaciones? MUJER: No, lleva razón. TERAPEUTA: Bien, efectivamente, este modo de actuar, echán doos la culpa uno al otro, no conduce a nada; todo lo contrario, agrava el problema y empeora vuestras relaciones, y a eso no habéis venido aquí, ¿no es así? Estoy seguro de que ambos tenéis motivos para estar pasándolo mal y que deseáis cambiar en algunas cosas vuestra relación. Así que me gustaría oíros tranquilamente primero a uno y luego a otro, ¿de acuerdo?... Me gustaría también comentar hasta qué punto deseáis cambiar... Si es necesario, conviene, como veremos más adelante, in troducirles en el marco conceptual del proceso y de lo que se espera de cada uno de ellos. Conviene advertir también y de jar muy claro que serán ellos los que marcarán sus propios objetivos: mejorar la relación, una separación amistosa o ser capaces de tomar una decisión en un sentido u otro. El espe cialista les podrá ayudar en cómo conseguir cualquiera de esos objetivos, pero el qué se pretende lo van a determ inar ellos. Igualmente conviene aclarar que no se da por supuesto 50 T ER A PIA DE PAREJAS que quieran comprometerse de antemano a ningún tipo de tratamiento. Una vez aclarados todos estos puntos, y si el compromiso mínimo de uno para con el otro y para con el tratamiento pa rece adecuado, la evaluación puede continuar. Ya desde el comienzo, y a lo largo de todo el tratamiento, utilizamos entrevistas con ambos miembros de la pareja y en trevistas con cada uno de ellos por separado. Estas últimas son muy necesarias, sobre todo en la fase inicial, para recabar in formación que la presencia del otro miembro puede obligar a ocultar (existencia de relaciones extramaritales...), o bienpara evitar volver a hablar entre ellos de temas dolorosos que, si bien pueden ser necesarios para la evaluación, quizá no sea útil ni positivo discutirlos. A fin de garantizar que la entrevista inicial resulte lo más eficaz y productiva, aconsejamos cierta estructuración. Con este propósito sugerimos un esquema-guía que viene a com pletar y enriquecer el propuesto por Peterson (1977). Este es quema para estructurar la entrevista clínica de pareja es como sigue: 1. Cómo empezó la relación. 2. Cambios importantes durante el curso de la relación. 3. Entendimiento afectivo 4. Relación autoritarismo/dependencia. 5. Los problemas principales en la vida de pareja. 6. Áreas de incompatibilidad-compatibilidad con la pareja. 7. Secuencias, frecuentes en la actualidad, de interacción problemática: - Número, intensidad y duración. - Descripción detallada de las situaciones en que ocurre. - Lugar y situación. - Qué han dicho y hecho. - Sentimientos en relación con el otro. - Cómo se influyen respectivamente. - Cómo terminan. Resultado. 2. EVALUACIÓN 51 8. Tiempo libre de conflicto. 9. Pensamientos positivos y negativos sobre el otro. 10. Sentimientos de descontento y de satisfacción. 11. Actividades placenteras que comparten (ejemplos). 12. Problemas con los hijos. 13. Relación sexual actual. Nivel de satisfacción. Proble mas específicos. 14. Experiencias sexuales fuera de la pareja. 15. Compañero ideal en relación al: - sexo, - trabajo, - comportamiento con los hijos. 16. Problemas individuales que influyen en la relación de pareja. 17. Objetivos del tratamiento y expectativas hacia el mismo. Conviene conocer cómo empezó la relación y qué aspectos positivos (conductas y atributos) intervinieron en un princi pio en la atracción mutua de la pareja. En el caso de que estas áreas positivas, que existían en un comienzo, se hayan extin guido en la actualidad, habría que realizar un análisis funcio nal a fin de conocer qué estímulos hay que modificar para instaurar de nuevo esos aspectos gratificantes. Es frecuente encontrar que en algunas parejas, después de unos años de relación, se han extinguido una serie de conductas tales como expresión de afectos, refuerzos extraordinarios con ocasión de fechas importantes (regalos con ocasión de ono mástica, cumpleaños o aniversarios de boda...), cuidado del aspecto físico, etc. Este tipo de comportamiento pudo haber sido habitual al principio de la relación, por la funcionalidad de «conquistar» al otro. Pero una vez «realizada la conquis ta» se dejan de poner en práctica estas conductas reforzantes, propiciando así una pérdida de interés en la relación. En oca siones, la reimplantación de estas conductas reforzantes es uno de los objetivos terapéuticos a tener en cuenta en la in tervención. Las parejas, como la mayor parte de las relaciones diádi- cas, se forman porque existe suficiente potencial para el re 52 T E R A PIA DE PAREJAS fuerzo mutuo. La relación se mantiene el tiempo que ambos miembros continúan sum inistrándose suficiente refuerzo entre sí. Si uno o ambos miembros de la pareja cambian su conducta, hasta el punto de tornarse no reforzante e incluso punitiva para el otro, es probable que la relación se deteriore o incluso cese. Por esta razón cualquier cambio importante acaecido durante el curso de la relación debe ser objeto de evaluación. En algunos casos encontramos que la evolución en la con cepción y filosofía de la vida, así como el cambio de intereses en un miembro o ambos de la pareja, da lugar a que las con ductas de uno y/o del otro, que en un comienzo podían resul tar gratificantes o reforzantes, ahora ya no lo son. Éste sería el caso, por ejemplo, de una pareja en la cual uno de los miem bros evoluciona adoptando una filosofía de vida más progre sista, con mayores intereses intelectuales y culturales, y ya no considera reforzantes conductas que antes lo eran, como las relativas a ser una buena ama de casa. Ahora, por el contrario, le gratificaría más que su pareja tuviera intereses culturales o trabajase fuera de casa. El entrevistador continúa indagando según la estructura de la entrevista señalada más arriba y ayudando a la pareja a ex presar sus deseos y quejas con descripciones lo más específi cas y precisas posible. La razón de esto es que las parejas que acuden a tratamiento suelen tener cierta inhabilidad para ex presar las conductas concretas que desearían ver aumentadas o disminuidas en su compañero. Utilizan a menudo un len guaje vago e impreciso. Expresiones del tipo «que sea más considerado conmigo» hacen difícil precisar cuáles son los problemas concretos e impiden a la pareja coincidir con preci sión en las conductas que desean cambiar. El fin principal de la evaluación es planificar objetivos para el tratamiento. Estos objetivos se deben establecer en términos de conductas concretas y observables. En consecuencia, la me joría alcanzada con el tratamiento no se definirá exclusi vamente en base a impresiones subjetivas del paciente, sino a metas y cambios conductuales logrados. 2. ÍÍVAIU ACION 53 Un complemento im portante de las entrevistas iniciales de evaluación es el uso de cuestionarios, que el terapeuta puede pedir que se completen al final de la entrevista o en casa. 2.1.2. Cuestionarios Los cuestionarios constituyen un elemento importante en el marco de la evaluación e intervención de la terapia de pareja. No sólo ayudan a reunir información valiosa para el trata miento, sino que pueden enseñar a la pareja nuevos modos de describir sus problemas y de pensar más operativamente acer ca de su relación. A menudo los cuestionarios ayudan también a descubrir nuevos aspectos positivos de la relación que hasta ahora habían pasado desapercibidos. Existen diferentes tipos de cuestionarios: Cuestionario de Áreas de Compatibilidad-Incompatibilidad. (Carmen Serrat, 1980). (Véase apéndice.) Este cuestionario de manejo sencillo consta de una escala en la que la pareja valora su nivel actual de satisfacción en la rela ción, y 38 ítems relativos a una amplia gama de áreas propias de la vida de pareja y familiar (finanzas y economía, educa ción de los hijos, trabajo...). El cuestionario permite detectar áreas-problema que pudieran existir y pretende discriminar también la habilidad o inhabilidad que la pareja puede mos trar en la resolución del problema. En resumen, nos permite delimitar: - Las áreas en que existe compatibilidad o acuerdo. - Aquellas en que, cuando no existe acuerdo, la pareja tiene habilidad para la resolución del problema. - Las áreas en que existe incompatibilidad o desacuerdo manifiesto. - Y aquellas áreas en que la conflictividad es tan alta que evitan hablar del tema. 54 T E R A PIA DE PAREJAS Es habitual encontrar en las parejas que acuden a trata miento un descontento generalizado, pero difícil de concretar en problemas específicos. Este cuestionario tiene por objeto ayudar a discriminar ciertas fuentes de conflicto y facilitar posteriormente el trabajo en ellas. Las áreas identificadas como conflictivas se utilizan para ser discutidas por la pareja, permitiéndonos la evaluación y el entrenamiento en la resolu ción de problemas. Como es lógico, los conflictos dentro de un área vendrán originados por distintos tipos de com porta mientos que serán los que hemos de modificar. Por ejemplo, cuando una pareja evalúa como conflicto el ítem 26, referido a la relación extramarital, pueden especificarse conductas muy distintas como causantes del conflicto. No es igual que la con ducta insatisfactoria sea una relación extramarital mantenida en la actualidad que el que uno de los miembros de la pareja hable con frecuencia, o saque a relucir en momentos de dispu ta, una relación extramarital mantenida por el otro en el pasa do y completamente abandonada en la actualidad. La estrate gia de tratamiento será distinta en un caso u otro. Suele ser útil extraer del cuestionario una
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