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Terapia de parejas

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Ciencias sociales
Miguel Costa y Carmen Serrat
Terapia de parejas
Un enfoque conductual
El libro de bolsillo 
Psicología 
Alianza Editorial
I
 
Primera edición en «El Libro de Bolsillo»: 1982 
Segunda edición en «El Libro de Bolsillo»: 1985 
 
Dibujos Emilio Ruiz de Arcamte y 
Rosaura García 
 
 
 
 
© Miguel Costa y Carmen Serrat 
© Alianza Editorial, S. A., Madrid, 
1982, 1985 
Calle Milán, 38; 200 00 45 
Fotocomposición Compobell, S. 
A.Patino (Murcia) ISBN: 84-206-
1930-2 
 
Depósito legal: M. H.074-1985 
Papel fabricado por Sniace, S. A. 
 
Impreso en Hijos de E. Minuesa, S. L. 
Ronda de Toledo, 24. 28005 Madrid 
 
Printed in Spain 
 
 
Prólogo 
 
Sin el amor que encanta 
la soledad de un ermitaño espanta. 
¡Pero es más espantosa todavía 
la soledad de dos en compañía! 
Ramón de CAMPOAMOR 
 
Esta glosa poética de Campoamor sintetiza con pre-
cisión el estado final que con frecuencia suele alcanzarse 
en el proceso de deterioro de una pareja: “la soledad de 
dos en compañía”. 
“De novios mieles, de casados hieles” reza otro dicho, 
esta vez popular y más prosaico, para describir igualmente 
el proceso seguido por muchas parejas cuya relación, 
como suele ocurrir en general, está llena de agasajos y de 
cumplidos en su comienzo y de desafectos e 
incomunicación en su final, cuando termina. 
Merece la pena caer en la cuenta de este proceso 
prácticamente universal, al menos en la moderna sociedad 
occidental, con su pretendida libertad de vinculación y su 
canto al amor romántico y a la elección libre de pareja, 
donde la relación suele tener abundantes cosas positivas 
en sus comienzos, rayando con frecuencia en la 
exuberancia, para entrar, con no menos exuberante 
frecuencia, en un proceso, normalmente gradual, de 
deterioro hasta desembocar, en el mejor de los casos, en la 
ruptura más o menos aliviadora; y en el peor, aunque no el 
menos frecuente, en la institucionalización de la 
7 
TERAPIA DE PAREJAS 
incomunicación o el ataque sutil o mordaz en la fingida 
tolerancia cotidiana. 
Ambas situaciones, la idílica del comienzo y la trágica 
de la ruptura, son de sobra conocidas de todos, aunque 
sólo sea por su frecuencia; lo que no resulta tan asequible, 
sin embargo, es el proceso que lleva de una situación a 
otra. 
En este afán tan humano de buscar expresiones abs-
tractas incluso para las realidades más cotidianas y 
concretas, en el tema de la pareja siempre se lleva la culpa 
el «amor». El amor fue el responsable de juntar a la pareja, 
y el mismo amor (o su desaparición, que viene a dar igual) 
la separa. Y así, después de encontrada la explicación, 
todos tan contentos. 
Otra constante humana, bastante retorcida por cierto, 
es la asociación entre causalidad y culpabilidad. Ante la 
disolución de una pareja es frecuente preguntarse, 
personalizando: ¿quién es el causante?, ¿quién es el 
culpable? Entre las respuestas, como es sabido, las hay 
para todos los gustos: él, ella, los amigos, el divorcio, el 
progreso, la crisis de valores... y hasta las mismas suegras. 
Así, en resumen, el amor se va porque algo o alguien le 
echa. 
En la mitificación del sexo -lo que suele ocurrir cuando 
éste se disfruta de forma deficiente- es aquél el que suele 
llevarse con frecuencia la culpa. Y casi siempre aparece la 
infidelidad o el adulterio como la hipotética causa más o 
menos remota (el culpable) de la desavenencia. 
Pero las cosas no son tan simples en los humanos, y 
aunque lo complejo no tiene que ver con lo abstracto, ni 
mucho menos con idealizaciones más o menos afor-
tunadas, siempre es posible, sin embargo, hacer un análisis 
de la pareja, especialmente de su relación y de las 
circunstancias que la rodean, y llegar a formulaciones más 
8 
PRÓLOGO 
 
'pragmáticas y operativas respecto de las causas de su 
deterioro; y lo que es más importante, de las posibles vías 
de su recuperación, siempre que ello sea, no sólo posible, 
sino también deseado por los propios interesados. 
En cualquier caso, es importante destacar que una 
pareja es ante todo relación, interacción, intercambio, dar 
y recibir, y es en este dinamismo donde se encuentra la 
raíz del “amor” donde fundamentalmente se han de buscar 
las causas tanto de la armonía como del deterioro de una 
pareja. 
Aunque sea accidentalmente, pues no es éste el lugar 
 para extenderse sobre ello, podemos decir algo sobre 
el omnipresente «amor». El contenido semántico del 
término, como es bien sabido, es desbordante e 
inespecífico, tiñendo prácticamente cualquier forma de re-
lación humana. En esta excesiva vaguedad y sobre in-
clusión del término «amor» radica, precisamente, su 
mayor debilidad y hasta el peligro de un uso 
indiscriminado del mismo, como puede verse en el caso de 
la relación de pareja, donde el término es utilizado para 
explicar todo y, lógicamente, acaba por no explicar nada. 
El «amor romántico», por otro lado, no parece ser sino 
una invención moderna, acorde con el desarrollo y la 
materialización de la ideología liberal-burguesa y su 
mentalidad individualista, base de la economía de mer-
cado de la revolución industrial. Esta revolución en los 
sentimientos (como la califican algunos autores), que 
descansa en el deseo de ser libre emocional y sexualmente, 
se plasmó en el hecho básico de asumir el derecho a la 
elección de pareja sobre la base del amor romántico y la 
atracción sexual. Este importante factor del surgimiento 
del sentimiento romántico fue, por otro lado y con 
bastante probabilidad, el responsable del desarrollo de la 
familia nuclear moderna y del concepto del hogar como 
retiro emocional y base de la felicidad de la pareja, todo lo 
cual pareció acentuar el sentimiento de domesticidad, con, 
9 
TERAPIA DE PAREJAS 
al menos, la importante consecuencia del retiro de la 
mujer al hogar y la perpetuación de su correspondiente 
segregación de la vida pública. 
La consideración de todos estos factores puede, como se 
verá, ser importante, sobre todo si se tiene en cuenta que 
buena parte de los problemas de pareja arrancan o son 
simple expresión de una crisis más amplia en unos roles 
convencionales socialmente asignados a la mujer y al 
hombre que aquélla se empeña, en parte, en cuestionar y 
modificar. 
El mismo hecho de la elección de pareja en el acto de 
enamorarse viene dado por factores psicológicos mucho 
más concretos que las esotéricas y misteriosas razones a 
las que suelen atribuirse estos sucesos. Los propios 
psicólogos dedicados actualmente a la investigación de 
este campo están logrando notables progresos en el 
desvelamiento de estas áreas tradicionalmente 
consideradas irreductibles y enigmáticas. 
Todas estas reflexiones en torno al espinoso tema del 
amor no tienen en última instancia otra finalidad, al 
menos en nuestra intención actual, que la de llamar la 
atención sobre la posibilidad y la necesidad de abordar las 
relaciones de pareja y sus problemas sobre una base 
operativa y científica, en lugar de refugiarse en el tópico 
inoperante de la simple sustitución de palabras. Y esto es 
precisamente lo que intenta el libro que aquí prologamos, 
no limitarse a las grandes palabras sino descender a los 
hechos y a la realidad concreta de la pareja y operativizar 
su relación y sus problemas, para desde ahí no sólo 
vislumbrarlos sino poder superarlos. Como dijo o debió 
decir alguien, “lo importante no es definir la felicidad, 
sino lograr que los hombres sean felices”. 
Esta concepción de la Psicología como servicio público y 
ayuda práctica en la solución de problemas es lo único que 
puede sacar a nuestra profesión del dominio de la simple 
10 
PRÓLOGO 
 
especulación teórica, o del ámbito de lo esotérico e incluso 
místico en que con demasiada frecuencia ha estado 
sumida. En el campo concreto de los problemas de pareja, 
esta proyección práctica de la Psicología científica actual 
se está revelando de gran utilidad, como lo muestra el 
mismolibro objeto de este prólogo, hasta el extremo de 
que yo me atrevería a proponer para nuestro país, ahora 
que ya existe una regulación sobre el divorcio, la 
posibilidad de disponer de la asesoría de psicólogos previa 
a la tramitación del divorcio, con objeto de que las parejas 
tengan la oportunidad, si lo desean, de replantearse su 
relación agotando las nuevas posibilidades que la 
Psicología ofrece para resolver los conflictos de pareja. 
Un aspecto adicional a tener en cuenta en la terapia de 
parejas es el de la base teórica en que se fundamenta. En la 
actualidad distintos enfoques teóricos ofrecen estrategias 
terapéuticas diferentes para abordar estos problemas. 
Entre ellos cabe mencionar el enfoque psicoanalítico, el 
estructural, el de la teoría de sistemas y el conductual. 
Salvando méritos específicos de cada uno de los enfoques, 
y sin ánimo de polemizar sobre los mismos, sí nos 
atrevemos al menos a afirmar, en base a las necesidades y 
demandas prácticas de la psicología actual que antes 
comentábamos, que el enfoque conductual, además de 
sintetizar en cierta medida algunas de las características 
de los demás enfoques, reúne en sí las fundamentales 
ventajas de ser operativo, funcional y orientado a la 
resolución práctica de los problemas. Pero, sobre todo, 
tiene el mérito de ofrecer unos resultados prácticos no 
igualados por ninguno de los enfoques alternativos. 
El libro objeto de este prólogo, «Terapia de parejas» (el 
primero que sobre el tema se escribe en español) está 
centrado en el enfoque conductual, y como tal reúne todas 
las características antes mencionadas. No obstante, a estas 
ventajas generales del enfoque cabe añadir otras 
específicas del libro en sí. Ante todo, es de destacar el 
enfoque práctico del libro, cuyo centro de atención está 
11 
TERAPIA DE PAREJAS 
puesto en transmitir al lector cómo enfrentar de forma 
constructiva los problemas de parejas, a través, primero, 
de una evaluación adecuada de los mismos y, sobre todo, 
de una formulación y una intervención operativa y 
fundamentalmente constructiva sobre los problemas. 
Aunque el enfoque teórico del libro, como destacan sus 
autores en el título, es el conductual, éste es entendido de 
forma abierta y actual, como es propio del enfoque en 
nuestros días, y no del modo simplista y reduccionista 
censurado por muchos y realmente adoptado por el 
conductismo en algún tiempo pretérito de su historia. 
Quizás sean obvias estas aclaraciones y no mereciera 
abundar en ellas, pues evidentemente los conductistas han 
avanzado con el conductismo y el conductismo con los 
conductistas hasta incluir, explicar y resolver problemas 
cada vez más complejos, y lógicamente su estructura 
teórica ha evolucionado en el mismo sentido haciéndose 
más flexible e incluyente. No obstante, nos permitimos 
hacerlas como una llamada de atención para aquellos "que 
sigan aferrados de forma inflexible a la evocación de cierto 
contenido semántica del término conductismo e incluso a 
la fantasía futurista de cierta praxis política y 
humanamente objetable. En definitiva, nos dirigimos a 
todos aquellos que recelan del enfoque conductista más 
sobre la base de prejuicios (en el sentido propio del 
término de juicios previos) que sobre el conocimiento 
profundo y la reflexión desapasionada y sincera sobre el 
mismo. A todos ellos les pediríamos que lean 
detenidamente el libro y que después de leído reflexionen 
sobre sus juicios previos en torno al conductismo y traten 
de evaluar si los conceptos y la praxis vertidos en este 
libro, básicamente conductista, responden a esos juicios 
que se habían formado sobre ellos. 
En cuanto a las características estructurales del libro en 
sí, todas ellas, tanto la distribución del contenido como el 
propio contenido (nada simple y de gran amplitud, por 
cierto) e igualmente su forma de presentación, todas ellas, 
12 
PRÓLOGO 
 
repito, abundan en la preocupación básica de los autores 
de hacer un libro práctico y útil para cualquier persona 
que pudiera leerlo, pero especialmente para el profesional 
de la psicología enfrentado con los problemas de pareja. 
El libro, en síntesis, como la propia trayectoria de los 
autores del mismo, tiene, sobre todas, las virtudes de su 
practicidad y su amplitud de enfoque y sirve ade-
cuadamente al ideal que debe guiar nuestra profesión y 
que anteriormente expresábamos al afirmar que «lo 
importante no es describir la felicidad, sino hacer que los 
hombres sean felices». 
 
 Madrid, octubre de 1981 
 José Antonio I. Carrobles 
 Universidad Autónoma de Madrid 
 
Nuestro agradecimiento más sincero a cuantas personas 
han colaborado en la creación de este libro. A Isabel 
Pellicer y al equipo Luria por sus aportaciones y 
sugerencias inestimables, a Blanca Serrat por su ayuda 
mecanográfica y a Ernesto López por su apoyo entusiasta. 
Vaya también nuestro agradecimiento a Emilio Ruiz y 
Rosaura García por sus dibujos, de indudable valor 
didáctico, ya Miguel Paredes, quien nos «tentó" y animó 
para escribir este libro. 
13 
 
Introducción
La aplicación de la aproximación conductual al tratamiento de 
los problemas de pareja es de reciente y creciente desarrollo. 
Aunque probablemente este fenómeno se deba, en parte, al auge 
que la ciencia del comportamiento viene experimentando en los 
últimos años, no podemos por menos que recurrir a otro tipo de 
factores para explicar el que la terapia de pareja haya llegado a 
ser una modalidad de tratamiento cada vez más popular.
Un factor muy relevante, casi con toda seguridad, es el cam­
bio experimentado en las últimas décadas por la estructura 
familiar. En efecto, la creciente industrialización de la socie­
dad, la liberalización de las costumbres, el desarrollo de las 
reivindicaciones feministas..., han alterado los papeles de los 
miembros de la pareja y facilitado la manifestación de sus con­
flictos. La mujer comienza a tener acceso a la educación, al 
mundo del trabajo, se cuestiona su papel de madre «sacrifica­
da» y esposa «sumisa», y exige condiciones de igualdad y res­
peto; habla ahora más de sus intereses y tiene una actitud más 
crítica e independiente ante su realidad. El hombre, por otra 
parte, en la medida que su papel empieza también a ser cues­
tionado, sufre de algún modo esta situación.
La sociedad industrial que conocemos conlleva otros facto­
res que condicionan hábitos de vida y de relación interper­
16 T ER A PIA 1 >1 CARITAS
sonal poco adecuados para lograr una comunicación efectiva. 
El rápido crecimiento incontrolado de la vida urbana, y las ta­
sas de sobreexplotación, con exceso de número de horas de 
trabajo y transporte, vienen a ser algunos de los más represen­
tativos. Estas condiciones de vida restringen considerable­
mente lo que, en términos conductuales, denominamos las re­
des de rejorzamiento social. Es decir, no existe tiempo para 
visitar a los amigos, vecinos y miembros de la familia. La red 
de individuos que proporcionan refuerzos sociales (elogio, 
afecto, relación) se reduce a su mínima expresión: al otro 
miembro de la pareja, y cada uno de los componentes de la 
misma pasan a ser casi exclusivamente dependientes del refor­
zamiento social del otro.
De este modo, se están sentando las bases sociológicas ne­
cesarias para la insatisfacción en la vida de pareja como una 
parte más de la insatisfacción individual y colectiva en el seno 
de una sociedad que genera estas condiciones de vida. En la 
pareja, en particular, esta «dependencia» a que aludimos de­
termina a menudo demandas recíprocas de afecto y de aten­
ción tan apremiantes que ambos encuentran difícil de satisfa­
cer. Por otra parte, el tiempo de ocio y recreo, ya de por sí 
limitado, lo ocupa de manera abusiva la televisión, que intro­
duce en los hogares el «silencio del espectador» y reduce al mí­
nimo las oportunidades de intercambio conversacional y de 
cuantas actividades placenteras pudieran plantearse.
Existen también, sin duda, otros elementossociológicos 
que introducen probablemente factores explicativos adiciona­
les para entender esa demanda creciente de ayuda profesional 
a la pareja. Uno de estos elementos es la debilidad de uno de los 
miembros de la pareja respecto del otro. A pesar de las reivin­
dicaciones feministas y del desarrollo social persiste en la mu­
jer una situación de discriminación en los campos de la edu­
cación, laboral y social en general con respecto al hombre. Si 
las oportunidades de contacto y refuerzo social se restringen 
considerablemente para éste, en un amplio sector de mujeres 
llegan a alcanzar cotas que rayan en el auténtico aislamiento 
social. La mujer se convierte así en un ser más dependiente del
IN T R O D U C C IO N 17
refuerzo social proporcionado por el otro. No es raro ver en 
nuestras consultas mujeres con cuadros depresivos que se re­
suelven con relativa facilidad tras conseguir un incremento de 
contactos sociales y oportunidades de ser reforzada por su 
pareja.
En otros casos, cuando la mujer tiene la oportunidad de tra­
bajar fuera de casa, no es raro que se vea sometida a dobles jor­
nadas de trabajo, ya que las tareas domésticas suelen recaer 
en ella.
Todas estas condiciones presionan y facilitan el conflicto 
en la pareja. Unas veces vendrá manifestado a través de una 
sintomatología depresiva en uno de ellos, generalmente la 
mujer, o en ambos; y otras a través de enfrentamientos, con­
flictos o de una declaración directa del tipo «¡Así no pode­
mos seguir!».
Hasta fechas recientes, y aún hoy día en que la profesión del 
psicólogo se introduce tímidamente en nuestro país, el con­
flicto se ha venido abordando desde posturas muy simplistas 
e impregnadas de un gran misticismo e ideologismo. El que 
fuera canónigo de Vitoria, E. Enciso, se preguntaba (Ferrándiz 
y Verdú, 1974): «¿Por qué hay tantos matrimonios desgracia­
dos y tantos otros que, sin llegar precisamente al nivel de des­
gracia, no son felices?» Él mismo se respondía: «...porque 
abundan mucho las mujeres casadas que no saben callar, ce­
der, sonreír... la culpable es la mujer... Dios ha dado al hombre 
la fuerza de los puños y, en compensación, ha entregado a la 
mujer la fuerza de la sonrisa.» En otra parte (Ferrándiz y Ver­
dú, 1974) aconseja «técnicas» muy concretas como método de 
superar los problemas de la pareja: «...ya lo sabes: cuando es­
tés cansada, jamás te enfrentarás con él, ni opondrás a su ge­
nio tu genio, y a su intransigencia la tuya. Cuando se enfade, 
callarás; cuando grite, bajarás la cabeza sin replicar; cuando 
exija, cederás, a no ser que tu conciencia cristiana te lo impida. 
En este caso no cederás, pero tampoco te opondrás directa­
mente: esquivarás el golpe, te harás a un lado y dejarás que 
pase el tiempo. Soportar [el subrayado es nuestro), ésa es la 
fórmula... Amar es soportar.»
¡H I 1CHAPIA d i : I'A HIJAS
A través de estos consejos del canónigo E. Enciso queda re­
flejada con claridad lo que ha sido la actitud de ciertos secto­
res de la Iglesia Católica que, de modo generalizado y prepo­
tente, han impregnado en nuestro país la vida de pareja y 
familiar durante muchos años. Esta mistificación e ideologi- 
zación, aparte de plantear como única alternativa la resigna­
ción, se ha convertido, en no pocos casos, en fuente de inadap­
taciones. Por poner algún ejemplo, aún no faltan mujeres en 
nuestra consulta, con problemas de inadecuación sexual, que 
han tenido una historia de aprendizaje muy mediatizada por 
su «director espiritual» y con pautas del tipo «cuando hagas 
uso del matrimonio trata de no disfrutar... piensa en otra 
cosa...». El consejero espiritual es quien ha asumido durante 
muchos años, y aún hoy día, la función de asesor o terapeuta 
familiar y de pareja; podía, evidentemente, tener una gran vo­
luntad e interés por solucionar cuantos problemas le llegaban, 
pero generalmente carecía de planteamientos científicos para 
afrontar con rigor una tarea tan compleja como es la relación 
interpersonal y la comunicación en la pareja.
La gran resistencia cultural a asimilar planteamientos cien­
tíficos en los temas relacionados con el comportamiento 
humano ha sido una constante de nuestra civilización. Los 
medios de comunicación de masas y la «prensa del corazón» 
suelen ser exponentes representativos de «culturización» idea­
lista en estos temas. Por otra parte, la crisis profunda y sin pre­
cedentes por la que atraviesa nuestra civilización, sometida a 
riesgos de catástrofes nucleares o ecológicas antes inimagina­
bles, tiende a poner en cuestión los valores positivistas del de­
sarrollo científico y tecnológico. Argumentaciones simplistas 
identifican a éste como la fuente de todos los males. Existe una 
vuelta al idealismo o una reactivación del mismo y, en medio 
de este clima emocional, el planteamiento científico, en su 
aplicación a la pareja y al hombre en general, no está exento de 
críticas poco argumentadas y generalmente apoyadas en me­
ros juicios de valor. Los defensores de estas posturas parecen 
olvidar que el desarrollo científico ha contribuido, con apor­
taciones específicas, a aliviar gran parte del sufrimiento hu­
IN T R O D U C C IO N 19
mano. El problema no reside tanto en la naturaleza de la 
ciencia en sí misma como en los criterios de su aplicación, en 
la utilización que el hombre hace del desarrollo científico y 
tecnológico. Falla, en definitiva, el hombre y la estructura so­
cial que lo conforma. Cuando Skinner (1969, pág. 35) co­
menta: «Los métodos de la ciencia han sido extraordinaria­
mente eficaces dondequiera que se han ensayado, ¿por qué 
no los aplicamos entonces a los asuntos humanos?», parece 
querer significar que una alternativa para mejorar el mundo 
social de hoy debe pasar, si bien no exclusivamente, por una 
profundización en el conocimiento científico del com porta­
miento humano.
El saber popular, fiel reflejo del contexto cultural, y cuantos 
tímidos intentos se hicieron desde una perspectiva algo más 
profesional han estado impregnados también de cierto idea­
lismo. El «estar o no estar enamorados» viene a ser el factor 
causal relevante. Cuando una pareja «está enamorada» trans­
curren sus relaciones con normalidad; en cambio los proble­
mas comienzan cuando uno u otro «deja de estar enam ora­
do». El amor se convierte así en el elemento explicativo por 
excelencia: «El amor lo vencerá todo». Claro está, «amor» es 
una palabra que no se sabe qué define, cómo se adquiere ni 
cómo se pierde, y ante la que, por su falta de concreción y ope- 
ratividad, no sabremos qué hacer. El planteamiento derrotista 
de la resignación no es ni más ni menos que una consecuencia 
lógica del planteamiento idealista, vago e inconcreto del amor: 
«O se está o no se está enamorado, y si no... ¡qué le vamos a ha­
cer! ¡Resignación!»
Otras tímidas alternativas desde el campo profesional, 
como decíamos más arriba, se formulan en términos vagos e 
inespecíficos que resultan a la postre tan inoperantes como el 
planteamiento simplista y causal del amor. Desde esta pers­
pectiva suelen ser «la pérdida de individualidad» o «la capaci­
dad de sentir» los elementos explicativos del desastre en la pa­
reja. Aquí estamos, igual que antes, ante expresiones verbales 
que no sabemos qué encierran y de las que caben cuantas in­
terpretaciones quieran hacerse.
22 TER A PIA DE PAREIAS
Finalmente, deseamos que esta publicación sirva de estí­
mulo a otros muchos colegas que en nuestro país ya están 
aportando experiencias y trabajos muy interesantes. Somos 
muchos, incluidos los autores de este libro, los que necesita­
mos aprender de esa joven profesión que es la de psicólogo.
1. Aspectos teóricos
1.1. Conceptos básicos
El comportamiento humano no es aleatorio ni imprevisible, 
no ocurre «porque sí» o porque haya algo intrínseco en el in­
dividuo que le haga comportarse como lo hace. Si observamos 
con detalle, tenemos necesariamente que constatar un hecho: 
la conducta de un individuo mantiene una regularidad en la 
interaccióncon su ambiente. Este hecho es precisamente el 
elemento empírico nuclear que nos permite construir una 
ciencia del comportamiento y fundamentar la psicología 
como tal.
La moderna teoría del aprendizaje social, construida a par­
tir de observaciones y medidas cuidadosas, es uno de los so­
portes teóricos más importantes de esta ciencia. Esta teoría 
sostiene que la mayor parte de los determinantes de la con­
ducta humana pueden localizarse en la relación dialéctica y 
continua que existe entre el individuo y su entorno. Analizan­
do aquellas circunstancias del entorno que sistemáticamente 
covarían con las respuestas -conductas- de un individuo, es 
posible establecer predicciones específicas sobre la recurren­
cia de la conducta subsiguiente. Al decir «determinantes» no 
pretendemos inferir una relación causal entre fenómenos,
24 TI UAP1A DE PAREJAS
sino simplemente describir la relación funcional entre algu­
nas propiedades de un fenómeno determinado (frecuencia, 
latericia, intensidad) y las de ciertos fenómenos antecedentes 
(Ribes, 1980).
1.1.1. Determinantes ambientales
Toda conducta tiene lugar en un contexto ambiental en el que 
hay circunstancias y sucesos que la preceden y la siguen. El 
concepto básico que utilizamos para describir estas circuns­
tancias y sucesos que influyen en la conducta es el de estímulo. 
Los estímulos pueden ser antecedentes y consecuentes, según 
que precedan o sigan a la conducta en cuestión. Ambos tienen 
una influencia controladora sobre la conducta. Por ejemplo, 
los ladridos de un perro pueden señalar o indicar que un des­
conocido se aproxima a la casa; el ambiente agradable (músi­
ca, comida preferida, velas, verbalizaciones del tipo «te he pre­
parado algo estupendo»...) que se encuentra la señora X al 
llegar a casa puede indicar que con toda probabilidad ocurrirá 
una relación de intimidad afectiva o sexual. Los «ladridos», en 
el primer caso, y el «ambiente agradable», en el segundo, son 
estímulos antecedentes que señalan la probabilidad de que 
ocurran las conductas de «acercarse un extraño» e «iniciación 
sexual» respectivamente. Por el contrario, si el perro comienza 
a «menear la cola» o la señora X encuentra a su pareja con 
«verbalizaciones exigentes y gestos de malhumor», lo que ocu­
rrirá probablemente es que se aproxime un conocido en el pri­
mer caso y que se inicie una discusión, en el segundo.
Estos estímulos que preceden a una conducta adquieren el 
valor de señales discriminativas, porque en el pasado estuvie­
ron asociados repetidamente con la conducta a la que prece­
den. Y ésta tiende a ser fomentada por dichas señales. Sin 
duda, la mayoría de nosotros hemos podido comprobar cómo 
determinados lugares despiertan ciertas emociones positivas, 
porque en el pasado los hemos frecuentado realizando alguna 
actividad o tratando con personas que nos resultaban muy
^
7
I. ASPECTO S T E Ó R IC O S 25
ANTECEDENTES CONDUCTA
ANTECEDENTES CONDUCTA
26 TER A PIA DE PAREIAS
placenteras. Por el efecto de estas señales discriminativas pue­
de ocurrir también que una pareja que trata de dialogar para 
alcanzar una solución a algún problema planteado termine 
discutiendo, si lo hace en un contexto estimular (cocina, 
casa...) donde habitualmente discute. Por el contrario, si eli­
gen otro lugar donde esto no suele ocurrir (comiendo en un 
restaurante, dando un paseo, etc.) es probable que la discusión 
no aparezca y se facilite así el diálogo. Estímulos «aparente­
mente» inocuos pueden proporcionar mucha discriminación 
estimular para la conducta de cada día, y pueden fomentar 
conductas-problema o conductas alternativas, según sea la 
historia de aprendizaje. Por esta razón la preparación y cam­
bio de los estímulos antecedentes debe ser una estrategia a te­
ner en cuenta en todo programa ele terapia de parejas. Algu­
nos autores (Goldiamond, 1965) llegan incluso a recomendar 
un reajuste completo de la situación estimular donde vive una 
pareja con conflicto, llegando hasta el cambio de muebles y del 
esquema de los cuartos de la casa; o bien, en algunos casos en 
que el marido tiene dificultad para discutir con su mujer sin 
llegar a gritarla, que lo haga en lugares semipúblicos, donde el 
gritar es menos probable que ocurra.
Los estímulos consecuentes pueden tener un doble efecto so­
bre la conducta que les precede. En primer lugar, pueden in­
crementar la probabilidad de que la conducta en cuestión se 
presente en el futuro. A estos estímulos se los denomina refor­
zadores positivos, y reforzamiento es el proceso por el cual la 
conducta se incrementa. Pueden ser reforzadores conductas 
tales como la intimidad física o sexual, hacer regalos, detalles, 
caricias, salir a cenar, intercambio de afirmaciones verbales 
positivas; elogio, agradecimiento, piropos, etc. Escuchar, 
abrazar, sonreír, hablar y prestar atención son, en general, una 
clase de reforzadores que los seres humanos estamos utilizan­
do miles de veces cada día en nuestros contactos sociales y, 
¡cómo no!, en la relación interpersonal con nuestra pareja. Si 
alguien nos escucha y nos atiende cuando hablamos, es proba­
ble que intentemos de nuevo, en el futuro, este tipo de contac­
tos sociales. Si la conducta de «llegar temprano a casa», por
1. ASPECTO S T E Ó R K Á )S 27
CONDUCTA CONSECUENCIAS FUTURO
parte de uno de los miembros de la pareja, va seguida de con­
secuencias agradables, es probable que en el futuro también 
repita ese comportamiento.
En estos ejemplos la conducta del otro de «escuchar», «son­
reír», «preparar un ambiente agradable» han actuado como 
reforzadores para incrementar las conductas de «reanudar el 
contacto social» y «volver temprano a casa». Por el contrario, 
si cuando hablamos con una persona no nos escucha ni nos 
presta atención, es muy probable que nuestra conducta de rei­
niciar el contacto social con dicha persona se debilite y termi­
ne por desaparecer. Es decir, cuando una conducta determina­
da no es seguida de reforzadores acaba por debilitarse. A este 
proceso se le denomina extinción y suele jugar un importante 
papel en el deterioro de muchas relaciones de pareja. Uno o 
ambos componentes de la misma pierden, por su modo de 
comportarse, ese valor reforzante necesario para mantener la 
relación. En otros casos puede ocurrir que nos resulte más 
gratificante la relación con otra persona y que, por problemas 
de tiempo, ideológicos, etc., se cree cierta incompatibilidad 
con la primera, extinguiéndose así también nuestra primitiva 
amistad. A este proceso se denomina contracondicionawiento
l i l i A l’l A 1)1: l’AKI ¡AS
y suele ser habitual en el deterioro de la relación cuando existe 
un amante que se manifiesta como alternativa a la pareja ac­
tual. También el fenómeno de hartazgo o sudación tiene un 
efecto controlador en el comportamiento de ambos miembros 
de la pareja. El valor reforzante de la relación puede perderse e 
incluso tornarse aversivo por este fenómeno.
El reforzamiento positivo es una consecuencia necesaria, 
pero no suficiente para el aprendizaje de una conducta. Es preci­
so que existan además unos requisitos previos sin los cuales no 
puede aprenderse tal o cual comportamiento. Por ejemplo, por 
muchos refuerzos positivos que demos y por grandes esfuerzos 
que hagamos para intentar que un niño lea el Quijote, no lo con­
seguiremos si no sabe leer. La conducta de leer es previa y requi­
sito básico para leer el Quijote. La discriminación verbal de las 
letras, el aprendizaje de la asociación de un sonido con un signo 
escrito, etc., son a su vez requisitos básicos para aprender a leer. 
Por esa razón, si se pretende conseguir el objetivo de que el niño 
lea el Quijote, tendremos que ir poco a poco, gradualmente, re­
forzando todas aquellas conductas previas que conducen a la 
meta final. A este proceso lo denominamos moldeamiento, y a 
través de él aprendemos conductas tan complejas como la de vi­
vir en pareja. Ni que decir tiene que una relación interpersonal 
gratificante y compleja nollega a establecerse en toda su profun­
didad de modo repentino y por refuerzos contingentes más o 
menos ocasionales. Desde el primer contacto visual e intercam­
bio de palabras entre dos desconocidos, hasta el mantenimiento 
estable de relaciones íntimas y personales que pueden contraer 
esas dos mismas personas, existe un proceso más o menos largo 
de mutuos intercambios de refuerzos y gratificaciones. Este in­
tercambio, para ser efectivo y llegar al objetivo final: vivir en pa­
reja, ha tenido que ir centrándose en aquellas conductas que 
gradualmente se han ido adquiriendo y han servido de soporte 
básico de las siguientes.
Tanto en el aprendizaje de conductas adecuadas como en el 
cambio de comportamientos que interfieren en una relación 
afectiva suele ser necesario seguir este proceso de moldea­
miento.
28
m
I. ASl’KCTOS T E O R IC O S 29
En segundo lugar, las consecuencias o estímulos que siguen 
a una conducta pueden ser aversivos o no deseados. Lo más 
probable entonces es que tratemos de escapar o evitar dichos 
estímulos. Cuando esto ocurre, se experimenta un cierto ali­
vio por la eliminación de la estimulación dolorosa o no desea­
da, lo cual refuerza la conducta de evitación o de escape y, por 
tanto, la probabilidad de que ocurra dicha conducta en el fu­
turo. Por ejemplo, la conducta de «llegar temprano a casa» 
puede estar seguida de consecuencias no deseadas, tales 
como riñas, gritos... En este caso la conducta de evitación de 
«no llegar temprano a casa» o, en casos extremos, «abando­
nar la relación de pareja» puede ser un medio eficaz para eli­
minar consecuencias aversivas. Se aprende así a escapar de la 
presencia de su pareja. Este proceso de aprendizaje mediante 
el cual aumenta la probabilidad de que se produzca o se repita 
en el futuro la conducta de evitación a determinados estímu­
los se denomina reforzamiento negativo. En las parejas con re­
laciones deterioradas suele ser habitual, como veremos más 
adelante, el uso frecuente de la estimulación aversiva. En oca­
siones uno o ambos miembros de la pareja utilizan el castigo 
como medio de eliminar conductas no deseadas en el otro. El
30 T IR A R IA DI! PARIDAS
marido que insulta y grita a su mujer por haber llegado tarde 
a casa está utilizando el castigo (gritos, insultos, amenazas...) 
como sistema de control para que esta conducta no se vuelva 
a repetir en el futuro. El castigo es una técnica de control que 
no parece ser eficaz a largo plazo, amén de que suele tener se­
rios inconvenientes (fomenta la agresividad y las emociones 
negativas...).
Con estos sencillos ejemplos vemos que para comprender 
una conducta debemos mirar más allá del simple acto y pre­
guntarnos sobre las condiciones en que se produce. En gene­
ral, una descripción de cualquier conducta nos plantea una se­
rie de interrogantes acerca del contexto (antecedentes) en que 
tiene lugar (¿cuándo?, ¿dónde?...) y de lo que sigue a su prácti­
ca (consecuencias). El conocimiento de los antecedentes y de 
las consecuencias, así como de sus efectos combinados sobre 
el comportamiento, nos permite establecer cierto control y 
predicción sobre el mismo.
Existe finalmente otra fuente de aprendizajes o de in­
fluencias con poder de control sobre el comportamiento hu­
mano. Esta fuente no es otra que la que proviene de observar 
lo que los otros hacen, piensan y sienten. Aprendemos a 
com portarnos a través de modelos significativos de nuestra 
vida, como son los padres, amigos, profesores, hermanos e 
incluso nuestra propia pareja. Basta echar un vistazo a los 
juegos de los niños para darnos cuenta de que hablan y se 
com portan con sus muñecos del mismo m odo que sus pa­
dres reaccionan con ellos. Una gran parte de los aprendiza­
jes que hacemos a lo largo de nuestra vida proviene de la 
observación e imitación de lo que hacen los otros. Aprende­
mos a hablar, a realizar una operación quirúrgica, etc., por 
imitación.
Existen importantes experiencias acerca de los efectos de la 
observación sobre el comportamiento del que observa, que 
han demostrado que muchas conductas verbales, emocio­
nales y motoras se aprenden, conservan, evocan, inhiben y 
modifican, por lo menos en parte, debido a sugerencias del mo­
delo observado (Banduray Walters, 1974).
I. A SPE CTO S TK rtR IC O S 31
El aprendizaje por modelos, como ya veremos más adelan­
te, nos facilita increíbles recursos a la hora de intervenir en el 
tratamiento de la pareja.
En la relación interpersonal y, en concreto, en la relación de 
pareja, la conducta de cada uno de los miembros de la misma 
tiene efectos mutuamente controladores. Este control ocurre 
por la presencia o ausencia sistemática de conductas de ambos 
miembros de la pareja, gratificantes o aversivas. Se establece 
un proceso de influencia y control mutuo, recíproco y circular 
de conductas y consecuencias (Jacobson, 1979).
Veamos de un modo más matizado algunos aspectos de este 
proceso de influencia.
1.1.1.1. 1 ntercambio de reforzamiento
Lejos de la explicación vaga y simplista del amor, éste es un 
término que, en nuestro marco conceptual, describe un com­
portamiento complejo, susceptible de ser practicado mediante 
conductas específicas de tipo cognitivo, emocional y motor. 
Decimos que una pareja «está enamorada» cuando el inter­
cambio de conductas que se establece entre ambos es refor­
zante o gratificante en algún nivel.
La ciencia del comportamiento mantiene que el desacuerdo 
o conflicto en la pareja está en función directa del bajo nivel de 
reforzadores positivos intercambiados entre las partes. Sin 
embargo, esta hipótesis no prejuzga necesariamente una ex­
plicación de tipo etiológico. Es decir, se puede afirmar que las 
parejas con problemas intercambian menos gratificaciones 
que las parejas sin problemas, sin implicación alguna acerca 
de cómo se desarrollaron esas diferencias (Jacobson, 1979).
Estudios de observación interaccional, tanto en un marco 
de laboratorio como en la vida real (Birchler, Weiss y Vincent, 
1975; Vincent, Weiss y Birchler, 1975; Klier y Rothberg, 1977; 
Robinson y Brice, 1976; Gottman et al., 1977), dan apoyo a 
esta hipótesis conductual. En los primeros se han encontrado 
consistentemente tasas más altas de conductas castigadoras o
32 TKUAIMA Di; PARDAS
aversivas en parejas con rencillas o en conflicto que en las pa­
rejas sin conflicto. En los estudios realizados en base a obser­
vaciones de los miembros de la pareja en el mundo real (Birch- 
ler et a l, 1975; Robinson y Price, 1976) se encontró que las 
parejas en conflicto registraron menos «gratificaciones» y más 
«castigos» que las parejas sin conflicto. Estas últimas suelen 
registrar, significativamente, conductas de comunicación más 
positivas y menos negativas que los miembros de una pareja 
en conflicto (Gottman, Notarius, Markman, Bauk, Yoppi y 
Rubin, 1976).
En estos trabajos (Wills, Weiss y Patterson, 1974; Jacobson,
1978) se descubrieron también correlaciones entre conducta 
gratificadora o castigadora y nivel de satisfacción de la pareja, 
es decir, que las parejas con problemas exhiben interacciones 
menos gratificantes y más castigadoras que las parejas sin pro­
blemas. Esta correlación significativa entre tasas de conductas 
aversivas y conflicto en la pareja puede ser objeto de diferentes 
explicaciones alternativas (Jacobson, 1979). O bien, la defi­
ciente interacción puede causar la aflicción en la pareja, o ésta 
puede ser la causa de aquélla, o bien, ambas, interacción defi­
ciente y aflicción de la pareja, pueden ser efectos correlaciona­
dos de alguna tercera variable causal no identificada.
1.1.1.2. Habilidad de comunicación y de resolución 
de problemas
Otro componente importante de la hipótesis comportamental 
es que las parejas en conflicto son deficientes en habilidades de 
comunicación y de resolución de problemas (Weiss, 1978). Es­
tas parejas difieren de las no conflictivas en su relativa inhabi­
lidad para manejar sus problemas de un modo efectivo y ori­
ginar cambios enla conducta del otro miembro de la pareja 
cuando tales cambios son deseables (Jacobson, 1979). Al pa­
recer, suelen utilizar tácticas de control basadas en el castigo y 
el reforzamiento negativo (Jacobson, 1979), es decir, intentan 
influir en el otro mediante la coerción o la estimulación aversi-
1. ASPECTO S T E O R IC O S 33
va del tipo «críticas», «amenazas», «regañinas», «chantajes»..., 
para obtener el cambio que desean. Lo cual, como es lógico, 
crea insatisfacción, interacciones tensas y evitación mutua.
Estas parejas desgraciadas no aciertan normalmente a apli­
car adecuadamente los principios de reforzamiento positivo, 
moldeamiento... Pretenden cambiar las conductas del otro 
mediante el control aversivo y no refuerzan positivamente las 
conductas que éste desea.
Esta falta de habilidad en la negociación para el cambio de 
conductas, que no significa necesariamente un déficit de habi­
lidad en áreas no interaccionales, es una resultante de una in­
habilidad global para comunicarse.
En efecto, la comunicación es un componente esencial no 
sólo en la negociación para el cambio de conducta, sino tam­
bién para la salud general de la pareja. No en vano Liberman, 
en su ultimo libro Handbook o f Marital Therapy (1980), afir­
ma sin vacilar que la enseñanza de habilidades de comunica­
ción es con mucho el componente más importante de un tra­
tamiento exitoso de pareja y, como reflejo de esta importancia, 
dedica dos capítulos al tema.
La comunicación no debemos entenderla como un concep­
to vago que pudiera definir una mezcla más o menos misterio­
sa de transacciones de también difícil concreción. En la acep­
ción que damos aquí al término, debemos entender más bien 
un conjunto especificable de intercambios de conductas ver­
bales y no verbales. Ambos miembros de una pareja se comu­
nican entre sí en una variedad de formas para transmitirse 
sentimientos o emociones, peticiones, elogios... Hablan, to­
can, sonríen, gesticulan, gritan, lloran... Cada uno de ellos ac­
túa a la vez como un emisor y receptor de mensajes.
Para que el intercambio de mensajes personales fluya de un 
modo directo, honesto y adecuado se requieren habilidades de 
expresión (emisor) y de reacción (receptor), habilidades que, 
por otra parte, o no han sido aprendidas o se descuidan con 
demasiada frecuencia. El nivel de satisfacción o desolación de 
una pareja dependerá de la efectividad de sus componentes 
para intercambiar mensajes recíprocos.
I.a existencia de ciertos déficits o inhabilidades tanto en la 
recepción como en la emisión puede cortocircuitar este proce­
so, dar lugar a inadecuaciones en la comunicación y facilitar el 
conflicto en una pareja. Los déficits o inhabilidades más fre­
cuentes podemos detectarlos en tres niveles:
- En el receptor. Es muy frecuente, en parejas con relacio­
nes deterioradas, que exista cierta inhabilidad para escuchar o 
atender los mensajes del otro. Esta recepción inadecuada facili­
ta también un procesamiento cognitivo inadecuado (véase
1.1.2. Determinantes cognitivos) y un reenvío de mensajes no 
sintonizados con los del otro. Otro fenómeno muy corriente es 
la dificultad que tienen muchas parejas para reconocer y, por 
tanto, «recibir» conductas positivas en su cónyuge. La interac­
ción de pareja se ha deteriorado tanto que cada uno de los dos 
se ha convertido en un estímulo discriminativo para los suce­
sos aversivos solamente. Las conductas y mensajes positivos no 
se reconocen, o cuando se reconocen se equiparan a obligacio­
nes que el otro tiene para con nosotros por el hecho de ser 
nuestra pareja, sin valorar su auténtico carácter de gratuidad.
- En el emisor. Como dijimos antes, un déficit en la recep­
ción facilita una emisión inadecuada de mensajes tanto a nivel 
verbal como no verbal. Sin embargo, puede que también este 
tipo de habilidades específicas no se hayan aprendido. La co­
municación puede resentirse por una inhibición de la emisión 
o porque ésta resulte inadecuada para sus objetivos. En pare­
jas con relaciones deterioradas es relativamente frecuente que 
no se expresen sentimientos o peticiones por temor a las con­
secuencias que pueden derivarse de una comunicación directa 
y honesta. Suele decirse « estoy muy cansada» o «estoy mal» 
por no decir «cada vez que vamos a la cama y hacemos el amor 
lo paso mal; creo que deberíamos hablar sobre esto, ¿no te pa­
rece?». En otras ocasiones, uno de los miembros se calla siste­
máticamente y ejecuta las exigencias y peticiones del otro con 
tal de que no ocurra un conflicto. Estos y otros procedimien­
tos de comunicación convierten a la pareja en constante fuente 
de renuncias personales, adquiriendo connotaciones aversivas 
para el otro y para la relación en sí.
I. ASPECTO S T E Ó R IC O S 35
Por otra parte, el cómo se emite el mensaje es un elemento 
también determinante en la efectividad de la comunicación. 
Uno de los miembros de la pareja puede tener el objetivo de 
expresar ternura, pero lo hace con un tono de voz alto, gestos y 
contacto físico bruscos, que hace que el otro perciba algo muy 
diferente. O puede querer expresar un sentimiento negativo 
del tipo «me siento triste», y lo que hace en realidad es comu­
nicar acusaciones.
- En el mensaje. El requisito fundamental que debe cumplir 
el mensaje es que sea reconocible y comunicable por ambos 
miembros de una pareja. Por esta razón el mensaje debe ser ex­
presado en términos observables. Expresiones del tipo «me gus­
taría que fueras más considerado conmigo» hacen difícil preci­
sar cuáles son los problemas concretos e impide a las parejas 
coincidir con precisión respecto a las conductas que están dis­
cutiendo. Cuando uno de los miembros de la pareja dice «me 
gustaría que fueras menos egoísta», lo que posiblemente quiera 
decir es «me gustaría que te hicieras cargo de los niños dos días 
a la semana». Pero mientras que esta segunda formulación es 
operativa y comunicable, la primera presenta un gran conteni­
do subjetivo, de difícil concreción y motivo de frecuentes discu­
siones hasta llegar a «comprender» lo que uno desea del otro.
Por otra parte, las parejas desgraciadas carecen de la habili­
dad para resolver los múltiples problemas que la convivencia 
y la relación con los hijos diariamente plantea. Estas parejas, 
cuando intentan resolver un problema específico, mezclan en 
sus discusiones toda una gama de otros problemas secunda­
rios e irrelevantes que suelen ser fuente habitual de conflicto. 
El discurso se convierte en una larga lista de acusaciones mu­
tuas que les aparta de su objetivo.
En general, las dificultades provienen del déficit de los 
miembros de la pareja en algunos de los componentes básicos 
necesarios para la resolución de problemas. Estos componen­
tes son:
1. Especificación o selección de los componentes del pro­
blema.
2. Especificación de los cambios concretos que se desean.
.16 T E R A PIA DE PAREJAS
3. Formulación de posibles soluciones.
4. Ser capaces de llegar a un acuerdo.
1.1.1.3. Reciprocidad
Al parecer, las parejas en conflicto difieren de las parejas sin 
problemas no sólo en sus tasas de reforzamiento (o castigo) 
intercambiado, sino también en la relación entre reforzamien­
to iniciado por uno de ellos y reforzamiento iniciado por el 
otro (Jacobson, 1979). Es decir, las tasas de gratificaciones in­
tercambiadas se hacen sobre una base de reciprocidad (Patter- 
son y Reid, 1970). Esto se asemeja mucho a lo que Gottman et 
al. (1976) describieron como un modelo de cuenta boticaria 
del intercambio conductual en la relación de pareja. Según 
este modelo, las parejas invierten en la relación según las grati­
ficaciones recibidas, si bien no excluyen intercambios no recí­
procos en un momento dado. La diferente reactividad de uno 
o ambos miembros de la pareja a la estimulación aversiva, 
proveniente del comportamiento del otro, puede estar balan­
ceada según la historia de reciprocidad. Es decir, una pareja 
que ha mantenido en el pasado una alta tasa de intercambios 
gratificantespuede tolerar mejor cierta estimulación aversiva 
ocasional o una baja momentánea de los intercambios positi­
vos que otra pareja con un pasado diferente. Hay muchos da­
tos (Wills et al., 1974; Birchlen, 1973; Robinson y Price, 1976) 
para pensar que existe una relación directa entre la adminis­
tración de gratificaciones (o castigos) de un miembro y la del 
otro. La reciprocidad negativa, definida como la tendencia a 
responder inmediatamente a respuestas negativas del esposo 
con una respuesta del mismo signo, parece ser más probable 
en parejas en conflicto. Así, al menos, para el intercambio de 
conducta negativa, su reciprocidad puede servir para diferen­
ciar las parejas en conflicto de las no en conflicto. Según esto, 
cabe decir que los comportamientos son interdependientes, es 
decir, que la conducta de uno está en función de la del otro y 
que, por tanto, existe:
I. ASPECTO S TE Ó R IC O S
- mayor probabilidad de ser reforzado, si refuerzo;
- mayor probabilidad de ser castigado, si castigo;
- mayor probabilidad de recibir mucho, si doy mucho;
- mayor probabilidad de dar poco, si recibo poco.
1.1.2. Determinantes cognitivas
Qué duda cabe que el entorno proporcionado por el contexto 
de la relación no es el único determinante en el com porta­
miento interpersonal. El individuo no responde al mundo real, 
sino al mundo percibido (Mahoney, 1974).
Existen procesos mediacionales (expectativas, procesos 
atencionales y perceptivos, valoración en función de la expe­
riencia previa) que matizan e incluso distorsionan el entorno y 
la relación.
La satisfacción de ambos miembros de una pareja está muy 
en relación con la valoración e interpretación que ambos hacen 
de la conducta del otro.
Los procesos cognitivo-mediacionales condicionan y ma­
tizan el nivel de satisfacción y el com portam iento de los 
miembros de una pareja en base, fundamentalmente, a tres 
factores.
38 T IR A PIA DE PAREJAS
1.1.2.1. Hábitos perceptivo-cognitivos
La valoración y estimación que cada cónyuge hace de la con­
ducta del otro puede venir matizada por hábitos cognitivos 
erróneos (Beck, 1979) ya adquiridos por uno o ambos miem­
bros de la pareja. Estos errores cognitivos facilitan el desarro­
llo de suposiciones inadecuadas que no sólo interfieren la co­
municación en la relación, sino que además dan lugar a 
estados de ansiedad y/o depresión en cada uno de los compo­
nentes de la misma.
Son muchas y frecuentes las suposiciones erróneas que en­
contramos en parejas con relaciones deterioradas. En unos ca­
sos el error cognitivo es de sobregeneralización («como una 
chica me engañó en el pasado, todas las mujeres, incluida mi 
mujer, son y serán siempre infieles»). En otros, es de catastro­
fismo o magnificación negativa de los hechos («es horrible y 
desastroso que mi pareja no se acuerde de mí en un día como 
hoy»). También puede existir el hábito de percibir únicamente 
los fracasos, errores o imperfecciones propios o del otro («es 
un desastre... todo lo hace mal»), o el de valorar la relación y la 
conducta del otro de modo dicotómico o rígido («o es o no es 
un amante perfecto, y si no lo es, es malo, no me interesa»).
Estos hábitos determinan la apreciación que un determina­
do individuo hace de su vida de relación y del comportamien­
to de su pareja y, por tanto, el grado de satisfacción que éstos le 
deparan y el grado de exigencias y concesiones que puede ha­
cer el otro. Por poner un ejemplo, un pequeño olvido (un re­
galo en el aniversario...), que puede carecer de importancia en 
una pareja determinada, puede ser motivo de un conflicto se­
rio en otra en la que uno de sus miembros lo valore como algo 
horroroso o catastrófico.
1.1.2.2. Expectativas y experiencia de la relación percibida
El nivel de expectativas, al igual que el resto de las varia­
bles mediacionales, m atizan el valor reforzante del Ínter-
i. AsiM-:crosTi;Onii:os 3 9
cambio conductual de una pareja. Unas expectativas exce­
sivas o exclusivas, y por tanto no satisfechas, conducen a 
minusvalorar las gratificaciones del otro y de la vida de re­
lación en general y reducen el um bral de tolerancia a las 
frustraciones y a la estim ulación aversiva que toda rela­
ción interpersonal, en algún grado, conlleva. Es muy co­
rriente encontrar la expectativa de m antener un alto nivel 
de sucesos positivos sin realizar ningún esfuerzo para lo­
grarlo.
Por otra parte, el nivel de tolerancia a la estimulación aver­
siva que puede generar la relación puede estar en función del 
balance o de la experiencia percibida de la misma. Si el balance 
es positivo, es muy posible que el umbral sea mayor que si es 
negativo. En este último caso, es decir cuando la interacción 
de pareja ha seguido un proceso grave de deterioro, uno de sus 
miembros o ambos se convierten en un estímulo aversivo tan 
relevante que el otro se muestra incapaz de reconocer conduc­
tas o mensajes positivos.
1.1.2.3. Percepción de alternativas
Cada uno de los miembros de una pareja compara el resulta­
do de su vida de relación con alternativas ya pasadas, pre­
sentes o futuras. Qué duda cabe que individuos que perci­
ben opciones atractivas (trabajo, viajes, amantes, etc.) fuera 
de la relación dem andarán soluciones más positivas para 
continuar en ella. Por el contrario, una relación que es m íni­
mamente reforzante puede, no obstante, ser completamente 
estable y persistente si los participantes perciben que las al­
ternativas son limitadas o restringidas, o no igual de satis­
factorias (Jacobson, 1979). ¡Cuántos m atrim onios m antie­
nen relaciones aversivas, cercanas a la tortura, y sin embargo 
no se separan precisamente por la ausencia de alternativas! 
Romper con su marido supone, para muchas mujeres, per­
der la posibilidad de comer, amén de soportar la coacción 
social.
4 O TER A PIA DE PAREJAS
1.1.3. Determinantes socio-culturales
«El ser humano se comporta no sólo ante las propiedades fí­
sicas del ambiente, sino también, y prioritariamente, ante las 
propiedades que socialmente, por convención, se asignan a 
los objetos de estímulo y a los eventos ambientales» (Ribes, 
1980, pág. 230), es decir, que el individuo «atribuye propie­
dades a los eventos con base en el acuerdo, en el consenso, en 
la convención que determina el grupo social» (Ribes, 1980). 
Con estos comentarios Ribes quiere significar discriminati- 
vamente lo peculiar de la conducta humana: la mediación 
social.
Una relación de pareja se da en un marco normativo que 
matiza significativamente el punto de contacto en donde se da 
la relación (Kantor, 1978; Bayes, 1980).
Las matizaciones que el contexto socio-cultural introduce 
en la relación de una pareja pueden resumirse en:
1.1.3.1. Accesibilidad de alternativas
El contexto socio-cultural introduce matizaciones p e rti­
nentes en la vida de relación de una pareja y en el com porta­
miento de cada uno de los m iembros de la misma. Por 
ejemplo, una m ujer que vive una relación aversiva tendrá 
más probabilidades de romper con ella o de exigir mejores 
soluciones en la negociación si tiene independencia eco­
nómica, si existe el divorcio y si además el grupo social en 
que vive no ejerce coacciones significativas. Es decir, el con­
texto socio-cultural, medio de contacto donde tiene lugar 
la relación, condiciona el com portam iento y futuro de la 
misma.
Una mujer que vive en un ambiente liberal y permisivo tie­
ne más oportunidad de tomar la decisión de divorciarse o de 
separarse que una campesina. La clase social suele ser un ele­
mento mediador crucial.
1. ASPECTO S TE O R IC O S 41
1.1.3.2. Modificación del intercambio conductual
El medio de contacto social introduce también matizaciones en 
el intercambio conductual que mantiene la pareja. El nivel de 
satisfacción y de reforzamiento recíproco dependerá de aspec­
tos tales como la disponibilidad de tiempo libre, los recursos 
económicos, etc. Por ejemplo, la posibilidad de intercambios 
mutuamente gratificantes se verá reducida en aquellas parejas 
en queuno o ambos se ven obligados a realizar una jornada la­
boral muy prolongada. Por una parte, no disponen de tiempo 
libre para implicarse en actividades placenteras, y por otra, el 
agotamiento físico que conlleva dicha jornada interfiere en 
el goce mutuo de la relación cuando tiene lugar. En otros ca­
sos, la falta de recursos económicos puede originar situacio­
nes de stress y conflictos que contribuyen de modo significati­
vo a elevar la tasa de intercambios aversivos.
El entorno en donde tiene lugar el intercambio conductual 
de la pareja puede también estar limitado por la existencia 
de enfermedades crónicas en algún familiar, inaccesibilidad 
de recursos sociales (cenar fuera, viajes, colegios para los hi­
jos, etc.) que pueden interferir en el incremento de intercam­
bios positivos o reducción de aspectos aversivos de la rela­
ción, ambos componentes objetivos esenciales en cualquier 
intervención.
1.2. Modelo conceptual del desarrollo del conflicto 
de pareja
Una representación gráfica del modelo conceptual del desa­
rrollo del conflicto de pareja puede verse en la figura 1. Este es­
quema sintetiza los aspectos más relevantes que hasta aquí he­
mos ido desarrollando. Podemos resumirlos y caracterizarlos 
del siguiente modo:
1. Este modelo acepta la premisa de que las consecuencias 
proporcionadas por los esposos serán los determinantes fun­
damentales de la conducta de relación del otro (Jacobson y
42 I I.H AI’IA D l;. 1‘AIÍI |AS
MEDIO DE
CONTACTO NORMATIVO
I----------------------1
1 ___________ 1
V
. \ + / /-
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Y 1 + i *
(emisor) E
1 ------------------ i
1 - ! R
1 | 1
\ 1 l ' l\ ' / /\ 1 D
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' ~~ -- \ .
(alternativas)
(receptor)
Figura 1
Margolin, 1979). Ambos actúan como emisor y receptor si­
multáneamente, estableciendo un proceso de secuencias cir­
culares y recíprocas de conductas y consecuencias ( lacobson,
1979). En este proceso de causalidad recíproca los miembros 
de parejas en conflicto se refuerzan uno a otro menos frecuen­
temente y se castigan uno a otro más frecuentemente que las 
parejas felices.
2. Los efectos de los estímulos proporcionados por cada 
uno de los miembros de la pareja, y por tanto sus valores gra­
tificantes y aversivos, dependerán de las valoraciones cogniti- 
vas respectivas de cada esposo (según un modelo mediacio- 
nal) y de la percepción relativa de los mismos en función 
de la existencia o no de alternativas (£’). El contexto socio- 
cultural (medio de contacto normativo) introduce también
i. AM’í ( r o s I I OHK I i s 43
matizaciones pertinentes en el desarrollo del deterioro de la 
relación.
Jacobson (1979) enumera una serie de factores hipotéticos 
que son determinantes tanto en la atracción inicial mutua de 
una pareja como en el desarrollo del conflicto.
Atracción inicial mutua. En el comienzo de una rela­
ción (proceso de noviazgo, o primeros contactos de la pareja) 
suele existir atracción debido a una elevada tasa de intercam­
bios reforzantes. Este tipo de intercambios constituye la base 
de la persistencia y profundización de la futura relación. El 
amor no es otra cosa que un intercambio complejo de conduc­
tas gratificantes tanto en sus dimensiones motoras como cog- 
nitivas y emocionales. Puede inferirse que el amor estará cier­
tamente ausente si el refuerzo potencial de uno de ellos llega a 
ser mínimo. La tasa elevada de gratificaciones en el comienzo 
de una relación viene facilitada por las características de la 
misma que, entre otras, son:
A) Carácter restrictivo de la interacción. Lo habitual es 
que la pareja, al comienzo de su relación, sólo intercambie 
conductas en un marco restrictivo. Sólo se ven algunas horas 
al día e interactúan en un contexto gratificante. Se ven para to­
mar una copa, charla de proyectos, momentos de ocio...; por 
asociación, su relación debe ser gratificante también.
B) Ausencia de toma de decisiones. Por el carácter restric­
tivo de la misma relación, los miembros de la pareja se ven li­
bres de tomar decisiones importantes, financieras o de otro 
tipo, habituales en una vida de pareja estable. No se ven ex­
puestos al temor o consecuencias aversivas que se pueden de­
rivar de esa toma de decisiones y, por tanto, se minimiza el in­
tercambio de conductas aversivas o de castigo.
C) Novedad de la comunicación sexual. La novedad de 
esta comunicación viene a ser otro elemento gratificante que 
se asocia al intercambio conductual y facilita la elevada tasa de 
intercambios reforzantes.
D) Expectativas idealizadas. Los proyectos idealizados 
son elementos adicionales de un intercambio conductual gra­
tificante y característico del comienzo de una relación.
44 T E R A PIA DE l’AREIAS
Desarrollo del conflicto. A poco de comenzar a vivir 
juntos ambos miembros de una pareja tienen ocasión de to­
mar decisiones importantes, de afrontar problemas conjunta­
mente. Surge el choque entre las expectativas y la realidad. 
Cuando ese choque es significativo, comienzan a intercam­
biarse ciertas dosis de estimulación aversiva, y la tasa de inter­
cambios reforzantes sufre un decremento. Se están inoculando 
los primeros ingredientes para el desarrollo del conflicto. Éste 
avanzará o no dependiendo de otra serie de características:
A) Déficit de habilidades, ya sea de comunicación, de re­
solución de problemas, sexuales...
B) Deficiencias en el control de estímulos. Elementos esti­
mulares adicionales no previstos en la relación de pareja pue­
den ser motivo de un incremento en el intercambio de con­
ductas aversivas. Por ejemplo, el nacimiento de un hijo no 
deseado puede alterar el tipo de intercambios mantenidos 
hasta entonces. Surgen problemas económicos, se reducen las 
actividades recreacionales, aumenta el número de problemas 
a que han de hacer frente, etc.
C) Cambios en el entorno. Algunos cambios introducen 
efectos muy significativos en el deterioro de la relación. Por 
ejemplo, la aparición de un/a amante, la pérdida de trabajo, la 
discrepancia política o ideológica como consecuencia de defi­
niciones personales que impone el medio, la ampliación del 
círculo social y el desarrollo de cierta autonomía en la mujer 
como consecuencia de trabajar fuera de casa, y la presencia en 
general de otras fuentes de reforzamiento alternativas a la re­
lación de pareja.
D) Preferencias discrepantes en cuanto al grado de intimi­
dad deseada. Los individuos tienen diferentes necesidades 
acerca de la soledad y el grado de relación, y éstas suelen cam­
biar con el desarrollo de la vida. Cuando la cantidad de espacio 
emocional deseado por cada uno de los miembros de una pare­
ja difiere, las irritaciones y frustraciones derivadas de la sacia- 
ción y deprivación puede llegar al abandono (Liberman, 1980).
En una pareja no dichosa, un miembro de la misma, o am­
bos, por las razones señaladas más arriba, recibe pocas gratifí-
1. A SPECTO S TE O R IC O S 45
cationes del otro, o el coste por recibirlas es excesivamente 
alto. En tales casos los miembros de la pareja recurren a uno de 
dos patrones de comportamiento en relación con el otro 
(Stuart, 1969): algunas parejas recurren a la coerción (regañi­
nas, amenazas, etc.) para obtener la conducta deseada del 
otro; otras llegan al abandono.
En estos casos, uno o ambos miembros de la pareja abando­
nan emocional o físicamente la relación, eliminando una tasa 
de estimulación aversiva elevada, buscando otras fuentes de 
reforzamiento como puede ser un hijo, un amante, etc.
Se han sentado así las bases del conflicto, para cuya solución 
habrá que evaluar de modo preciso qué factores son los deter­
minantes e intervenir discriminativamente en consecuencia.
2. Evaluación
La evaluación conductual de los problemas de pareja es algo 
reciente en el campo de la ciencia del comportamiento. Po­
dríamos decir que los trabajos de investigación en esta área no 
sobrepasan la década en los países pioneros, y en España es 
algo que resulta desconocido para la mayoría de los estudian­
tes de psicología y muchosprofesionales.
Son varios los objetivos que debe cumplir una evaluación. 
En primer lugar, debe permitir conocer la problemática espe­
cífica de una pareja determinada y poder diseñar un trata­
miento «a la medida». El modelo conductual del conflicto de 
pareja hipotetiza la existencia de un déficit o inadecuación del 
intercambio conductual en las parejas con problemas. Así 
pues, deben ser objeto de evaluación los patrones de influen­
cia conductual recíproca, los cambios conductuales que cada 
miembro de la pareja desea en el otro, los procedimientos usa­
dos hasta ahora para promover dichos cambios (amenazas, 
regañinas, otras relaciones, etc.), los factores que mantienen 
las conductas no deseadas, los recursos y reforzadores poten­
ciales que cada uno tiene y que pueden ser utilizados más efec­
tivamente para alterar la conducta del otro, y los problemas 
personales específicos de cada uno de los miembros de la pa­
reja que contribuyen a ese déficit o inadecuación del intercam­
•16
2. EVALUACION 47
bio conductual. A la luz de todos estos datos podrá realizarse, 
como decíamos, un tratamiento «a la medida». Es decir, no se 
tratará de aplicar sistemáticamente una serie de técnicas o «re­
cetas», sino de modificar las variables que en cada caso estén 
relacionadas funcionalmente con la conducta o conductas- 
problema. La intervención, por ejemplo, para reducir las dis­
putas de una pareja será distinta si se debe a una falta de habi­
lidad en la comunicación que si son debidas a la falta de co­
laboración del hombre en las tareas domésticas. En el primer 
caso la intervención estará orientada a entrenarles en habili­
dades de comunicación y en el segundo caso a entrenarles en 
la resolución del problema y posibilitar la negociación de un 
acuerdo.
En segundo lugar, la evaluación debe perm itir verificar si 
las estrategias y recursos técnicos utilizados en la intervención 
posibilitan los objetivos trazados.
La evaluación es un proceso continuo y constante que nos 
permite, no sólo elaborar hipótesis de tratamiento y objetivos 
específicos de intervención, sino también valorar la eficacia de 
las intervenciones diseñadas y del proceso terapéutico gene­
ral, facilitándonos así la tarea de revisar hipótesis erróneas y 
ensayar nuevas estrategias terapéuticas.
En la evaluación conductual del conflicto marital conside­
ramos cuatro niveles (Keefe, 1978). Estos niveles son:
2.1. Identificación del problema
El primer objetivo que nos trazamos en nuestro acercamiento 
inicial a la pareja en conflicto es el de identificar la naturaleza 
del problema. Para ello nos servimos de la entrevista inicial y 
la utilización de cuestionarios.
Cuando el conflicto de pareja es secundario a un problema 
personal en uno o ambos componentes de la misma, está indi­
cado realizar una evaluación y tratamiento individual previo 
o paralelo al tratamiento de pareja. Ejemplos de esto serían 
aquellos casos en que alguno de los componentes de la diada
48 T E R A PIA DE PAREJAS
presente algún problema de alcoholismo, depresión, obsesio­
nes, déficit asertivo, etc., y que por su gravedad y relevancia en 
la etiología del conflicto de pareja requiera una intervención 
preferente con independencia de que se lleve a cabo un trata­
miento de pareja.
Por otra parte, cuando el conflicto de la relación es nuclear 
pasamos directamente a realizar una evaluación del mismo. 
Uno de los principales y primeros problemas que nos encon­
tramos en la entrevista inicial es el de evaluar el compromiso de 
cada uno de los miembros de la pareja para con el otro y para 
con la terapia. En ocasiones acuden al tratamiento con la ex­
pectativa de que el problema reside en el otro y que, por tanto, 
lo único que cabe esperar es que el otro cambie. Conviene eva­
luar el nivel de expectativas de cada uno de los componentes 
de la pareja. Es muy corriente encontrar expectativas de man­
tener un alto nivel de conductas reforzantes en el otro sin reali­
zar ningún esfuerzo uno mismo. Otras veces, uno o ambos 
miembros no están motivados para implicarse activamente en 
la terapia y tratan de utilizar al terapeuta como testigo del «ro­
sario interminable de quejas contra su pareja». En estos casos 
suele ser útil permitir que la pareja continúe por un breve pe­
ríodo de tiempo interactuando entre sí. El terapeuta toma 
nota de las quejas e intenta concretarlas para dar a la pareja 
una información operativa del diálogo mantenido por ellos. 
Es decir, les da información precisa de la muestra comporta- 
mental recogida en sus notas y comenta con ellos los inconve­
nientes de este tipo de interacción: ineficaz para conseguir sus 
objetivos, empeoramiento del estado emocional, etc.
Por esta y otras razones la fase de intervención suele comen­
zar ya en estas entrevistas iniciales, sin esperar a tener una eva­
luación completa del problema. El terapeuta deberá controlar 
la sesión desde el comienzo, evitando salirse del tema objeto 
de evaluación y salvando interrupciones innecesarias y críti­
cas mutuas indiscriminadas. Todo ello de modo amable, pero 
firme y cuidando de no tomar partido por ningún miembro 
de la pareja. El siguiente diálogo puede ilustrar un modo de 
intervenir:
2. t-VALUACIÓN 49
MUJER: ¡Yo no puedo continuar así. He aguantado mucho y ya 
no puedo más!...
MARIDO: Pues yo no sé deque te quejas... Estoy como un escla­
vo, incluso haciendo horas extraordinarias para que no os falte 
nada y vienes con ésas... Desde luego quien no puede seguir así soy 
yo, porque...
MUJER: ¿Por qué? ¿Por qué? Desde luego lo que me faltaba oír... 
Eres un egoísta, sólo piensas en ti, eres...
MARIDO: ¡No me interrumpas, por favor! No se puede hablar 
contigo. ¡Estoy hasta las narices de ti, de la casa, délos niños...!
TERAPEUTA: ¡Bueno, bueno... calma! Un momento. Si vuestro 
objetivo es seguir discutiendo, podéis hacerlo; pero dudo que real­
mente lo sea, porque cuando habéis venido aquí es porque ambos 
deseáis mejorar vuestras relaciones, ¿no es así?
MUJER: Sí, asíes...
MARIDO: Sí, pero es que se pone imposible.
MUJER: ¡Yo imposible!...
TERAPEUTA: ¡Basta! Calma. De nuevo podéis iniciar el rosario 
de quejas mutuas, pero eso ¿a dónde os conduce? ¿Creéis que es 
efectivo para mejorar vuestras relaciones el continuar intercam­
biando quejas y acusaciones?
MUJER: No, lleva razón.
TERAPEUTA: Bien, efectivamente, este modo de actuar, echán­
doos la culpa uno al otro, no conduce a nada; todo lo contrario, 
agrava el problema y empeora vuestras relaciones, y a eso no habéis 
venido aquí, ¿no es así? Estoy seguro de que ambos tenéis motivos 
para estar pasándolo mal y que deseáis cambiar en algunas cosas 
vuestra relación. Así que me gustaría oíros tranquilamente primero 
a uno y luego a otro, ¿de acuerdo?... Me gustaría también comentar 
hasta qué punto deseáis cambiar...
Si es necesario, conviene, como veremos más adelante, in­
troducirles en el marco conceptual del proceso y de lo que se 
espera de cada uno de ellos. Conviene advertir también y de­
jar muy claro que serán ellos los que marcarán sus propios 
objetivos: mejorar la relación, una separación amistosa o ser 
capaces de tomar una decisión en un sentido u otro. El espe­
cialista les podrá ayudar en cómo conseguir cualquiera de 
esos objetivos, pero el qué se pretende lo van a determ inar 
ellos. Igualmente conviene aclarar que no se da por supuesto
50 T ER A PIA DE PAREJAS
que quieran comprometerse de antemano a ningún tipo de 
tratamiento.
Una vez aclarados todos estos puntos, y si el compromiso 
mínimo de uno para con el otro y para con el tratamiento pa­
rece adecuado, la evaluación puede continuar.
Ya desde el comienzo, y a lo largo de todo el tratamiento, 
utilizamos entrevistas con ambos miembros de la pareja y en­
trevistas con cada uno de ellos por separado. Estas últimas son 
muy necesarias, sobre todo en la fase inicial, para recabar in­
formación que la presencia del otro miembro puede obligar a 
ocultar (existencia de relaciones extramaritales...), o bienpara 
evitar volver a hablar entre ellos de temas dolorosos que, si 
bien pueden ser necesarios para la evaluación, quizá no sea 
útil ni positivo discutirlos.
A fin de garantizar que la entrevista inicial resulte lo más 
eficaz y productiva, aconsejamos cierta estructuración. Con 
este propósito sugerimos un esquema-guía que viene a com­
pletar y enriquecer el propuesto por Peterson (1977). Este es­
quema para estructurar la entrevista clínica de pareja es como 
sigue:
1. Cómo empezó la relación.
2. Cambios importantes durante el curso de la relación.
3. Entendimiento afectivo
4. Relación autoritarismo/dependencia.
5. Los problemas principales en la vida de pareja.
6. Áreas de incompatibilidad-compatibilidad con la
pareja.
7. Secuencias, frecuentes en la actualidad, de interacción
problemática:
- Número, intensidad y duración.
- Descripción detallada de las situaciones en que 
ocurre.
- Lugar y situación.
- Qué han dicho y hecho.
- Sentimientos en relación con el otro.
- Cómo se influyen respectivamente.
- Cómo terminan. Resultado.
2. EVALUACIÓN 51
8. Tiempo libre de conflicto.
9. Pensamientos positivos y negativos sobre el otro.
10. Sentimientos de descontento y de satisfacción.
11. Actividades placenteras que comparten (ejemplos).
12. Problemas con los hijos.
13. Relación sexual actual. Nivel de satisfacción. Proble­
mas específicos.
14. Experiencias sexuales fuera de la pareja.
15. Compañero ideal en relación al:
- sexo,
- trabajo,
- comportamiento con los hijos.
16. Problemas individuales que influyen en la relación de 
pareja.
17. Objetivos del tratamiento y expectativas hacia el mismo.
Conviene conocer cómo empezó la relación y qué aspectos
positivos (conductas y atributos) intervinieron en un princi­
pio en la atracción mutua de la pareja. En el caso de que estas 
áreas positivas, que existían en un comienzo, se hayan extin­
guido en la actualidad, habría que realizar un análisis funcio­
nal a fin de conocer qué estímulos hay que modificar para 
instaurar de nuevo esos aspectos gratificantes. Es frecuente 
encontrar que en algunas parejas, después de unos años de 
relación, se han extinguido una serie de conductas tales 
como expresión de afectos, refuerzos extraordinarios con 
ocasión de fechas importantes (regalos con ocasión de ono­
mástica, cumpleaños o aniversarios de boda...), cuidado del 
aspecto físico, etc. Este tipo de comportamiento pudo haber 
sido habitual al principio de la relación, por la funcionalidad 
de «conquistar» al otro. Pero una vez «realizada la conquis­
ta» se dejan de poner en práctica estas conductas reforzantes, 
propiciando así una pérdida de interés en la relación. En oca­
siones, la reimplantación de estas conductas reforzantes es 
uno de los objetivos terapéuticos a tener en cuenta en la in­
tervención.
Las parejas, como la mayor parte de las relaciones diádi- 
cas, se forman porque existe suficiente potencial para el re­
52 T E R A PIA DE PAREJAS
fuerzo mutuo. La relación se mantiene el tiempo que ambos 
miembros continúan sum inistrándose suficiente refuerzo 
entre sí. Si uno o ambos miembros de la pareja cambian su 
conducta, hasta el punto de tornarse no reforzante e incluso 
punitiva para el otro, es probable que la relación se deteriore 
o incluso cese. Por esta razón cualquier cambio importante 
acaecido durante el curso de la relación debe ser objeto de 
evaluación.
En algunos casos encontramos que la evolución en la con­
cepción y filosofía de la vida, así como el cambio de intereses 
en un miembro o ambos de la pareja, da lugar a que las con­
ductas de uno y/o del otro, que en un comienzo podían resul­
tar gratificantes o reforzantes, ahora ya no lo son. Éste sería el 
caso, por ejemplo, de una pareja en la cual uno de los miem­
bros evoluciona adoptando una filosofía de vida más progre­
sista, con mayores intereses intelectuales y culturales, y ya no 
considera reforzantes conductas que antes lo eran, como las 
relativas a ser una buena ama de casa. Ahora, por el contrario, 
le gratificaría más que su pareja tuviera intereses culturales o 
trabajase fuera de casa.
El entrevistador continúa indagando según la estructura de 
la entrevista señalada más arriba y ayudando a la pareja a ex­
presar sus deseos y quejas con descripciones lo más específi­
cas y precisas posible. La razón de esto es que las parejas que 
acuden a tratamiento suelen tener cierta inhabilidad para ex­
presar las conductas concretas que desearían ver aumentadas 
o disminuidas en su compañero. Utilizan a menudo un len­
guaje vago e impreciso. Expresiones del tipo «que sea más 
considerado conmigo» hacen difícil precisar cuáles son los 
problemas concretos e impiden a la pareja coincidir con preci­
sión en las conductas que desean cambiar.
El fin principal de la evaluación es planificar objetivos para 
el tratamiento. Estos objetivos se deben establecer en términos 
de conductas concretas y observables. En consecuencia, la me­
joría alcanzada con el tratamiento no se definirá exclusi­
vamente en base a impresiones subjetivas del paciente, sino a 
metas y cambios conductuales logrados.
2. ÍÍVAIU ACION 53
Un complemento im portante de las entrevistas iniciales 
de evaluación es el uso de cuestionarios, que el terapeuta 
puede pedir que se completen al final de la entrevista o en 
casa.
2.1.2. Cuestionarios
Los cuestionarios constituyen un elemento importante en el 
marco de la evaluación e intervención de la terapia de pareja. 
No sólo ayudan a reunir información valiosa para el trata­
miento, sino que pueden enseñar a la pareja nuevos modos de 
describir sus problemas y de pensar más operativamente acer­
ca de su relación. A menudo los cuestionarios ayudan también 
a descubrir nuevos aspectos positivos de la relación que hasta 
ahora habían pasado desapercibidos.
Existen diferentes tipos de cuestionarios:
Cuestionario de Áreas de Compatibilidad-Incompatibilidad. 
(Carmen Serrat, 1980). (Véase apéndice.)
Este cuestionario de manejo sencillo consta de una escala en la 
que la pareja valora su nivel actual de satisfacción en la rela­
ción, y 38 ítems relativos a una amplia gama de áreas propias 
de la vida de pareja y familiar (finanzas y economía, educa­
ción de los hijos, trabajo...). El cuestionario permite detectar 
áreas-problema que pudieran existir y pretende discriminar 
también la habilidad o inhabilidad que la pareja puede mos­
trar en la resolución del problema. En resumen, nos permite 
delimitar:
- Las áreas en que existe compatibilidad o acuerdo.
- Aquellas en que, cuando no existe acuerdo, la pareja tiene 
habilidad para la resolución del problema.
- Las áreas en que existe incompatibilidad o desacuerdo 
manifiesto.
- Y aquellas áreas en que la conflictividad es tan alta que 
evitan hablar del tema.
54 T E R A PIA DE PAREJAS
Es habitual encontrar en las parejas que acuden a trata­
miento un descontento generalizado, pero difícil de concretar 
en problemas específicos. Este cuestionario tiene por objeto 
ayudar a discriminar ciertas fuentes de conflicto y facilitar 
posteriormente el trabajo en ellas. Las áreas identificadas 
como conflictivas se utilizan para ser discutidas por la pareja, 
permitiéndonos la evaluación y el entrenamiento en la resolu­
ción de problemas. Como es lógico, los conflictos dentro de un 
área vendrán originados por distintos tipos de com porta­
mientos que serán los que hemos de modificar. Por ejemplo, 
cuando una pareja evalúa como conflicto el ítem 26, referido a 
la relación extramarital, pueden especificarse conductas muy 
distintas como causantes del conflicto. No es igual que la con­
ducta insatisfactoria sea una relación extramarital mantenida 
en la actualidad que el que uno de los miembros de la pareja 
hable con frecuencia, o saque a relucir en momentos de dispu­
ta, una relación extramarital mantenida por el otro en el pasa­
do y completamente abandonada en la actualidad. La estrate­
gia de tratamiento será distinta en un caso u otro.
Suele ser útil extraer del cuestionario una

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