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La subjetividad, el padre y el orden de la cultura

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La subjetividad, el padre y el orden de la cultura
Respecto a las lecturas “Naturaleza y cultura” y “La prohibición del incesto”, el autor Levi-Strauss, plantea la existencia de una imposibilidad para hablar en el ser humano de una fase de naturaleza que preceda a una de cultura. El hombre se presenta como un ser biológico y social, y la distinción entre estos procesos resulta extremadamente difícil, sin embargo, Strauss considera importante mantener esta diferenciación para comprender fenómenos sociales.
El autor teoriza que la diferencia entre esos dos órdenes radica en las normas o reglas que se establecen, siendo éstas las que marcan la presencia de un estadio cultural. El orden de la naturaleza se encontraría en lo universal, sin embargo existe una regla (cultural en principio) que es universal: la prohibición del incesto.
Levi-Strauss plantea que la vida sexual es por una parte naturaleza animal en el hombre y supervivencia de sus instintos hasta la actualidad, y por otra satisface deseos individuales y no colectivos, por lo que puede encontrarse en contra de los códigos sociales. Sumado a ello, las normas que buscan regir la vida sexual son culturales, pero al mismo tiempo el mismo acto natural de la vida sexual contiene ya un hecho social (pues es el encuentro entre dos o más personas). 
La prohibición del incesto se presenta como el pasaje del orden natural al orden social, el primero deja de existir y el segundo se impone. Tal fenómeno tiene que ver con la naturaleza (es condición para que haya cultura, y es universal) pero al ser una regla se presenta en el orden de la cultura.
Posteriormente, estudiamos la teoría de Freud, principalmente en su libre Tótem y Tabú, según la cual el pasaje de la naturaleza a la cultura podría ser explicado por el llamado mito del Padre de la horda, en el cual toma bases de las teorías darwinianas de la evolución, donde en los hombres primitivos había hordas que se estructuraban con un padre a la cabeza, que siendo violento y celoso tenía control sobre las hembras y cuando sus hijos crecían, eran expulsados a su suerte. Posteriormente, los hermanos se aliaban y terminaban matando y comiéndose al padre, a la vez que se identificaban con él “apropiándose de su fuerza”. 
Sin embargo, de las consecuencias de esta matanza surgía un problema, pues existía un potencial peligro de nuevas luchas por tener relaciones sexuales con las mujeres recién liberadas. Para solucionar esta dificultad, acordaban la prohibición del incesto. Si no fuese así, no podrían vivir juntos y toda labor de supervivencia podría verse echada abajo.
Mientras tanto, psíquicamente, los hermanos que habían cometido el asesinato tenían una contradicción en su sentir, pues por una parte apreciaban y tenían al padre como un modelo con el que identificarse, pero al mismo tiempo lo odiaban por su poder y violencia ejercida en vida. Por tanto, una vez consumada su muerte, existía un sentimiento de culpabilidad que buscaron solucionar inventando creencias que pueden ser llamadas ya religión.
 
Con este nuevo sistema de creencia, el padre pasaba a ser la figura del tótem, se convierte en un símbolo. El tótem, no sólo representaba y calmaba psicológicamente los restos de culpa, también se presentaba como un padre con poderes sobrenaturales que podía proveerlos de cosas positivas para continuar su vida, a cambio de que lo honraran y tuvieran una actitud de sumisión hacía él, principalmente en ceremonias periódicas. Pasaría también con el tiempo a configurarse así la figura del dios. 
El mito simbólico del padre de la horda primitiva expuesto en la obra de Freud Tótem y tabú da consistencia a la teoría del psicoanálisis, pues explica fundamentos del complejo de Edipo, presente a lo largo de la historia y en las problemáticas psíquicas actuales como la neurosis.

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