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La última fase de la revolución Cárdenas

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Historia de México
Reporte de lectura
La última fase de la revolución: Cárdenas
Después de la Revolución, la economía no había cambiado en sus bases, seguía en pie el desarrollo hacia afuera (crecimiento capitalista inducido por las exportaciones). A pesar de ello, la vida social y política sí había sufrido un cambio, la movilización armada se había institucionalizado y la clase política era muy variada: caciques, caudillos regionales, agrarismo radical, propietarios conservadores, acción social católica, etc. Al mismo tiempo, la violencia local y regional era constante. 
En los años 20, el control Estatal era fuerte, sin embargo, era desigual y en ocasiones tenue. El Maximato había terminado por convertir al gobierno en institucionalista en vez de personalista, y al mismo tiempo había dejado una polarización ideológica y conflictos sociales. Sumando la depresión económica, los conflictos sociales y el nuevo Partido Nacional Revolucionario, es en este contexto que el cardenismo pudo ganar terreno. 
La candidatura de Lázaro Cárdenas contaba con la izquierda institucionalizada del PNR a su favor, pero no así con la izquierda independiente como era el caso de los comunistas. El PNR pensaba que el nuevo enfoque de izquierda iba a traer beneficios al partido, mientras que no lo veía como una seria amenaza que fuera a radicalizar al país en mayor medida. Por otro lado, Cárdenas fue derribando el maximato con alianzas tácticas y movilizaciones populares.
Asumiendo la presidencia Cárdenas, la reforma agraria pasó a tener objetivos nacionales más ambiciosos y a hacerse más rápida, se quería regenerar el campo y liberar al campesino de la explotación. Esto último quería ser logrado mediante el ejido colectivo, a lo que se le sumaba la formación política de este sector de la población para una conciencia de clase. En este sentido, el proyecto nacional no podría verse como a favor de la acumulación del capital. Aún con estas intenciones, la reforma agraria y sus beneficios pasaron a verse afectados en la siguiente administración presidencial, pues no se le dio seguimiento y sus contradicciones se intensificaron. 
En el gobierno de Cárdenas, se presentó el Plan Sexenal, el cual resaltaba el papel del Estado como intervencionista, prometía salarios mínimos a los trabajadores y el derecho a convenios colectivos, así también exponía la importancia de la cuestión agraria.
Por otra parte, se presentó la política educativa denominada educación socialista, que pretendía resaltar los valores de la Revolución mexicana, alejando a las nuevas generaciones de prejuicios y fanatismo (religioso principalmente), llevando a un pensamiento más racional. Aunque el objetivo de tal política sería combatir los valores capitalistas e individualistas, e incluir en la juventud el espíritu revolucionario, el enfoque socialista fue interpretado y aplicado por diferentes sectores y grupos de muy diferente manera, por lo tanto, el resultado no fue como se esperaba. Relacionado a ello, en este mandato las tasas de alfabetización subieron y se privilegió el papel nacionalista e integrador de la escuela.
En los últimos años de Cárdenas, el poder presidencial fue en declive, fueron incrementándose los conflictos y presiones políticas, ejemplo de ello, las nuevas inestabilidades resultantes de la expropiación petrolera en 1938 y los crecientes compromisos con Estados Unidos debidos al auge de la Segunda Guerra Mundial. Al mismo tiempo, en el interior del país grupos conservadores, empresarios e incluso asociaciones obreras estaban inconformes con el régimen, en especial debido a los problemas económicos que afectaban a gran parte de la población.
Es así que la izquierda partidista fue perdiendo terreno, numerosos intereses nacionales y extranjeros amenazaban las reformas (las que se tildaban a menudo de comunistas) y en general la política del mandatario. Al mismo tiempo y debido a la preocupación sobre la sucesión presidencial, se hizo presente un fraccionalismo en las fuerzas políticas. El agotado gobierno de Cárdenas pasó a buscar la conciliación y restringir la reforma, y, por si fuera poco, no se promulgó a favor de un sucesor presidencial.
Entre las disputas y las crecientes ideas anticomunistas nació la candidatura de Ávila Camacho, que tenía algo que ofrecer a muchos intereses de izquierda, centro e incluso derecha, y que además rechazaba el comunismo y la lucha de clases. Después de resultar electo, se continuó y precipitó el declive de la reforma agraria, se limitó el control obrero, y se promovieron las inversiones privadas y extranjeras. Su presidencia terminó con inflación, el ocaso de los ejidos, y una dependencia con Estados Unidos aún más marcada.

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