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Humor y vida en La nochebuena de 1836 y Día de difuntos de 1836 de Mariano José de Larra

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Humor y vida en La nochebuena de 1836 y Día de difuntos de 1836 de Mariano José de Larra
Yo soy yo y mis circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo
José Ortega y Gasset.
	No se tiene registro, en la España del siglo XIX, de algún otro escritor más comprometido con su los acontecimientos sociales, económicos, políticos, literarios y periodísticos que Mariano José de Larra. Nace el 24 de marzo de 1809 en la ciudad de Madrid; hijo de un partidario del régimen francés, tiene que verse exiliado a muy temprana edad en Francia junto con su padre; hecho que lo marcaría en el ámbito intelectual al estar rodeado de todas las ideas de La Ilustración que buscaban ser implementadas en España. 
	Dentro de la historia española del XIX, Juana de Ontañón,[footnoteRef:1] en su prólogo a una edición de los artículos de Larra, reconoce tres etapas: la primera va desde la invasión francesa en 1808 a la muerte de Fernando VII en 1833; la segunda del reinado de Isabel II a La Restauración en 1868, y de esta última a la pérdida de las últimas colonias en 1898. Larra, dentro de este esquema, se desenvuelve en la primera etapa, ya que en la segunda no llega a participar mucho debido a su prematura muerte por suicidio el 13 de febrero de 1837. Es difícil enmarcar la figura literaria de Larra en un movimiento literario único a diferencia de sus contemporáneos, esto debido a que la vastedad de sus escritos suelen oscilar entre los artículos de costumbres, la crítica literaria, la novela, y en el auge de la consolidación del periodismo moderno. Dicha complejidad provoca que Ontañón lo sitúe como un puente entre las herencias neoclásicas predominantes en el siglo anterior a su época y el Romanticismo, complementando sobre la figura de él que “Larra, como todo gran escritor, siempre será contemporáneo, no sólo por el acierto en la forma, sino porque ningún otro sintió tan hondamente a España y con tanta claridad supo ver sus males” (J. de Ontañón, op. cit., p.8.; otorgándole un lugar privilegiado en la historia de España. [1: Larra, Mariano José de. “Fígaro”, Artículos, 4ta ed. Pról. Juana de Ontañón. Porrúa., México, 1968. ] 
	Se debe mencionar que la mayoría de los textos de Larra han sido etiquetados como “artículos de costumbres” ya que los tópicos, en sus historias, son las tradiciones madrileñas, los vicios de la sociedad, los diálogos de los habitantes; lo cual ha servido de acceso a la idiosincrasia de la sociedad española del s. XIX. Por otro lado, en lo concerniente a la investigación que se ha llevado a cabo sobre los textos de Larra, debemos seguir la idea de Vicente Cabrera[footnoteRef:2] donde afirma que los estudios sobre Larra han sido, mayormente, psicológicos, de personalidad y sobre su ideología, debido a su suicidio y la participación que ejercía en la sociedad; no obstante se ha dejado la investigación sobre estilo satírico en su escritura. Cuestión que nos ocupa en este texto para poder demostrar qué mecanismos utiliza Larra en sus escritos para dotarlos de fineza satírica, humor que invita a la reflexión, y frescura verbal que ha logrado mantenerse a través del tiempo; así como se intentará establecer cuáles hechos del personaje histórico Larra han sido plasmados en sus escritos mediante la deformación discursiva que permite el uso de un pseudónimo en el sentido de no presentarlos como propios. Vicente Cabrera se centra en el análisis del texto El castellano viejo, pero sienta las bases para poder ampliar el panorama de estudio de la sátira en Larra a otros textos, los cuales en esta investigación serán el Día de difuntos de 1836 y La noche buena de 1836, esto por la cercanía temporal que tienen ─el primero publicado el 2 de noviembre y el segundo el 26 de diciembre, ambos de 1836─ y la semejanza de los tópicos narrativos, ya que en ambos existe un ambiente lúgubre, de resignación ─personal, política e intelectual─ que anuncia lo que devendría en su suicidio el año siguiente. [2: Cabrera, Vicente, “El arte satírico de Larra” en Mariano José de Larra, ed. Rubén Benítez, Taurus, Madrid, 1979, pp. 296.304.] 
	Dentro de las definiciones pertinentes sobre el concepto de la ironía, tenemos un estudio de Anne Hénault[footnoteRef:3], donde la idea básica de ironía que nos proporciona es que esta “consiste en decir, mediante una broma ya sea graciosa o seria, lo contrario de lo que uno piensa o de lo que uno quiere hacer pensar”, (A. Hénault op. cit., p. 97.) como una especie de oxímoron que en lugar de funcionar con conceptos opuestos en los que tiene lugar un sustantivo y un adjetivo que modifique al primero en una manera no lógica, la ironía lo hace en el nivel oracional, con enunciados que parecerían no tener coherencia si son aislados de su contextos, es decir es un fenómeno pragmático, que puede conllevar problemáticas si se aísla o si el receptor no está contextualizado, ya que “la ironía es, en general, bien percibida por las gentes de un mismo universo lingüístico” (A. Hénault, op. cit., p. 96.), pero no siempre puede ser fácil de percibir cuando se traslada a otra lengua un texto que contenga dicha característica, pues a veces es necesario conocer ciertos valores culturales y sociales de la tradición de la que se está traduciendo para poder comprenderlo. La ironía es un fenómeno particular en el sentido que, ya sea en la dimensión de un territorio con un mismo idioma en relación con otro que no lo tenga, no podrá ser entendido de manera global. Incluso dentro de un mismo territorio lingüístico habrá personas que no tengan un referente para poder entender la ironía y otros más que sí lo tengan. La ironía también es vista como un fenómeno fugaz dentro de un texto particular ─no como fenómeno global─ pues bien asevera Anne que “la ironía sólo es posible mientras el público perciba como antitéticos e irreconciliables la disjunciones[footnoteRef:4] (sic) de este género” (op. cit., p.98.) reconociendo la importancia al receptor de la obra y su capacidad receptiva hacia dicho texto, la cual varía de generación en generación, o de territorio a territorio, e incluso de una clase social a otra. Por consiguiente los textos de Larra vienen a tener un valor añadido, puesto que no sólo los tópicos de su escritura han trascendido, sino la técnica que aplicó a ellos y la cual, a pesar de las desventajas que puedan tener el fenómeno irónico, sigue teniendo vitalidad casi dos siglos después de su publicación. [3: Hénault, Anne, “La ironía” trad. Elda Rojas Aldunate. Semiosis. Nueva Época, 1999, vol. 1, núm. 5, 96-101. Disponible en línea [http://cdigital.uv.mx/handle/123456789/6627].
] [4: La referencia es a la palabra: disyunciones.] 
	En lo concerniente a los recursos particulares que utiliza Larra en su discurso, el primero que reconoce Cabrera es el del distanciamiento, puesto que en El castellano viejo¸ tal como el La nochebuena de 1836, Larra establece una distancia en jerarquía frente a Braulio, quedando este último ridiculizado en el primer texto y en la primera parte del segundo, ya que en la segunda parte de La nochebuena se genera una especie de metamorfosis en la figura de Braulio debido al alcohol, con la cual sufre un empoderamiento moral que dota de una particularidad al texto, pues en cierto modo explicita las ideas pesimistas que Larra pudo llegar a tener sobre su propia vida. De las cuales son claro ejemplo frases como las que emite el criado a la vuelta de Fígaro, donde le reclama “Tú acaso eres de esos criminales y hay un acusador dentro de ti, y ese frac elegante y esa media de seda, y ese chaleco de tisú de oro que yo te he visto, son tus armas maldecidas” (M. Larra. op. cit., p. 554); los criminales a que hace referencia han sido enlistados un párrafo antes entre los que se mencionan los adúlteros; referencia que se equipara con la situación que vivió Larra en su vida en relación al adulterio que cometió con Dolores Armijo, hecho que parece manifestarse en el texto a través de un desdoblamiento de la figura del escritor en la figura del personaje Fígaro, al cual le reprochandichos actos. Posteriormente Fígaro es juzgado como acusador, manifestando también una parte de la vida de Larra, ya que en sus escritos comúnmente buscaba enjuiciar los vicios, los malos hábitos y la falta de lucidez en la sociedad. Y por último en este enunciado hace referencia a una manera de vestir, que puede percibirse típica de un dandy, aquel hombre de fina vestidura y buenos modales en sociedad; he aquí otro rasgo característico de la vida de Larra que se ve manifestado en la figura del narrador Fígaro. 
	Dicho distanciamiento que utiliza Larra, según Cabrera, se realiza, en primer término, a través del pseudónimo de Fígaro, es decir un Fígaro- narrador y posteriormente un Fígaro-personaje, quedando así Larra fuera completamente del marco de ficción. Idea que, como podemos ver, no es del todo cierta, o al menos no en todos sus textos, pues un lector avezado en la historia de la España del siglo XIX y de la vida del autor puede detectar momentos particulares de Larra a través de Fígaro, lo cual, a pesar de que se enmarque en un mundo de ficción, es pertinente relacionar con la vida del autor histórico.
	Cabe añadir que también en el texto Día de difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio aparece otro desdoblamiento del autor histórico en la persona de Fígaro, puesto que este último, ahora sin un personaje externo que le eche en cara sus reproches, protagoniza un soliloquio situado en el panteón de Madrid, donde pronuncia que “no tardó en cubrir mi frente una nube de melancolía; pero de aquellas melancolías de que sólo un liberal español en estas circunstancias puede formar una idea aproximada” (M. Larra. op. cit., p. 264), dirigiendo nuestro pensamiento a la figura de Larra como pensador liberal y activista en la revolución ideológica que se gestaba en esas fechas en España y a la cual existía tanta reticencia. 
	Ahora bien, pasando al ámbito del recurso irónico en Larra, habremos de traer a colación la lista que establece Cabrera en su análisis de El castellano viejo, en la cual reconoce ocho recursos narrativos para crear un efecto de comicidad: animación absurda de cosas, estilización de los personajes, juegos maliciosos de palabras y expresiones, precisa ubicación de palabras sugestivas, comparación de valor plástico-visual, expresiones latinas, el silencio y el amontonamiento narrativo. Una primera manifestación satírica la encontramos en Día de difuntos de 1836 cuando Fígaro realiza la acción de meter sus manos a sus bolsillos para “buscar mi dinero, como si mis faltriqueras fueran el pueblo español y mis dedos otros tantos gobiernos” (M. Larra. op. cit., p. 265), mostrando al pueblo español en la ridícula forma de dinero que puede ser manipulado, como lo fue en la realidad manipulado el pueblo español por parte de la ideología de represión que se vivió en la época. Por otro lado, también en Día de difuntos encontramos que Fígaro comienza a visualizar las tumbas de muchos conceptos, a los cuales aplica un recurso de antropomorfización, dotándolos, a lo menos de vida, puesto que ya los retrata muertos; uno que requiere especial atención es el que enuncia “Aquí yace el trono; nació en el reinado de Isabel la Católica, murió en la Granja, de un aire colado” (M. Larra. op. cit.,p. 266) ya que está haciendo una referencia al motín acaecido en la Granja de San Idelfonso con el fin, por parte de los carlistas, de no reconocer como legítimo el reinado de Isabel, que su padre Fernando VII había legitimizado mediante un decreto que dejaba sin oportunidad a su hermano, don Carlos María Isidro, y el recurso final de comicidad es dar explicación a la muerte de este trono mediante una razón ridícula y que es protagonista incluso de refranes populares, quedando enmarcado en el primer tipo de recursos como una animación absurda de un personaje. En el mismo tenor de la animación de objetos, que es una de las más realizadas por Larra, también enuncia, ahora en La nochebuena, que al salir de su casa estaba nevando, con lo cual dice “Miré el termómetro, y marcaba muchos grados bajo cero, como el crédito del Estado” (op. cit., p. 550), aquí establece un símil entre el bajo poder económico del Gobierno español y resalta dicha característica pero mediante un recurso opuesto a la exageración, que es la degradación de ese poder, lo cual hace que quede como un objeto sin valor. Otra manifestación del humor en el mencionado texto está en la descripción del criado, cuando Fígaro enuncia que:
“tiene de mesa lo cuadrado y el estar en talla al alcance de la mano. Por tanto es un mueble cómodo; su color es el que indica la ausencia completa de aquello con que se piensa, es decir, que es bueno; las manos se confundirían con los pies, si no fuera por los zapatos, y porque anda casualmente sobre los últimos, a imitación de la mayor parte de los hombres, tiene orejas que están a una y otro lado de la cabeza como los floreros en una consola, de adorno […] A pesar de esta esta pintura, todavía será difícil reconocerle entre la multitud, porque al fin no es sino un ejemplar de la grande edición hecha por la Providencia de la humanidad” (op. cit., p. 553)
	 Esta cita es, quizás, una de las más agresivas que se puedan presentar en ambos textos, debido a que describe al criado como un mero objeto ornamental, e incluso lo asemeja con la figura de un simio simplemente diferenciado por los zapatos, el cual sólo es la representación de toda la sociedad que rodeaba a Larra; aquí el autor oscila, sino es que pisa los terrenos del humor negro mediante la animalización de un ser humano que a la vez equipara con todos los demás seres humanos. En el mismo texto, poco después, vuelve a valerse de la ironía para resaltar otra situación, esta vez utilizando términos que en un sentido lógico no podrían ser pertinentes, cuando Fígaro relata lo que pronunció a su criado “Come y bebe de mis artículos: añadí con desprecio: sólo en esa forma, sólo por medio de esa estratagema se pueden meter los artículos en el cuerpo de ciertas gentes” (op. cit., p. 551). En primera instancia podemos percibir que la oración inicial no tiene concordancia, ya que el sustantivo artículos no tiene cabida lógica dentro del campo semántico de cosas que pueden ser comidas o bebidas, es justo aquí donde actúa la ironía; además que dicha oración conlleva una crítica al catolicismo, pues nos remite a las oraciones que, según las creencias religiosas, pronunció Jesús ofreciendo su cuerpo y sangre a sus apóstoles. De ese modo Larra equipara sus artículos con la misma salvación que ofrecía Jesús, en una completa osadía de su parte al hacerlo en una sociedad con una religiosidad profundamente arraigada, como al final establece en su texto, pues afirma que de otro modo la gente no se dispondría a leerlos. 
	Por lo demás, no podemos ignorar la lectura que se la ha dado a estos dos textos en cuestión como una especie de premonición e indicios del suicidio de Larra, incluso Carmen San Juan[footnoteRef:5] reconoce estos textos como “cartas de suicidio… pueden leerse como documentos que ofrecen una entrada privilegiada a un pensamiento caracterizado repetidamente como único” (op. cit., p.27). Dicha idea coincide con la de Leonard T. Perry dentro de su estudio sobre la ambivalencia narratológica del texto,[footnoteRef:6] pues también resalta que “el tono sepulcral que caracteriza este pasaje sirve para prefigurar el suicidio de Fígaro, hecho que confirman las palabras ‘nichos’, ‘cementerios’, ‘yacen’, ‘entierro’, que se asocian con la muerte”(op. cit., p. 330). No obstante que dicha idea es bastante pertinente, habrá que puntualizar que estos son indicios que sólo a posteriori salen a la luz y toman mucha mayor relevancia dentro del análisis de este texto, ya que no se puede confirmar que Larra tuviera la idea preestablecida de un suicidio, si no, quizás alguien de su círculo cercano hubiera intentado impedirlo, situación opuesta a la realidad. [5: Pastor, Carmen San Juan, “Fígaro: crónica/s de un suicidio anunciado. Una aproximación a la lectura de ‘El día de difuntos de1836’ y ‘La nochebuena de 1836”, Cuadernos de aldeeu, 2014, vol. 27, núm. 1, 27-46. Disponible en línea [http://aldeeu.org/cuadernos/index.php/CALDEEEU/article/viewFile/108/96].
] [6: Perry, Leonard T. “Ambivalencia en La nochebuena de 1836”, La Palabra y el Hombre, 1992, núm. 84, 330-337. Disponible en línea [http://cdigital.uv.mx/handle/123456789/1626].
] 
	Los últimos indicios que se encuentran en los textos con referencia a la vida de Larra están justamente al final de cada escrito, por el lado de Día de difuntos encontramos un desgarrador soliloquio que finaliza con la lista de tumbas que había visto en Madrid, siendo la última su corazón, cito: “Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! ‘¡Aquí yace la esperanza!”(op. cit., p. 268.) enunciación que se une con el final de La nochebuena donde va amaneciendo y Fígaro que había pasado la noche en vela “tenía todavía abiertos los ojos y los clavaba con delirio y con delicia en una caja amarilla, donde se leía mañana. ¿Llegará ese mañana fatídico? ¿Qué encerraba la caja?” (op. cit., p.555). Así, se nos muestra un panorama en el que no podemos reconocer sino al mismo Larra en la persona de Fígaro, al saber que ya había perdido toda la esperanza de cambio y el ímpetu revolucionario que tenía de más joven y la intención del suicidio confirmada a través de lo que se encontraba en la caja. Intención que sería detonada, meses después, por la visita de su amada Dolores Armijo para dejarle claro que la relación entre ellos había terminado. Confirmando así lo que menciona Carmen San Juan al aseverar que “Kirkpatrick habla de pensamientos suicidas en la mente de Larra desde la aparición de ‘La Nochebuena de 1836’. Sólo dos meses después se sabrá que la caja amarilla que recibe la mirada del insomne Fígaro al amanecer y en que se puede leer la inscripción ‘mañana’ es una caja real y contiene en ella sus dos pistolas.”(op. cit., p.32) 
	
	Con base en todo lo anterior, podemos ver cómo la vida personal de Larra fue bastante definitoria en su producción literario-periodística, ya que existen bastantes referencias de ella reflejadas en sus textos, y que consideramos necesario recurrir a ciertos pasajes de su biografía para brindar un mejor entendimiento de ellos. También los temas tratados en sus escritos y la técnica utilizada confirman que fue un autor más abocado a la producción periodística que literaria, sirviendo como punto de partida para la concepción del periodismo moderno y la profesionalización del escritor. Finalmente, debemos puntualizar la diferencia entre la caracterización de romántico que se le ha dado, pues es más aplicable a su vida que a su obra, esta última cabe más dentro de la crítica literaria ─realizando reseñas de obras de teatro estrenadas en su época─, la traducción y los artículos de costumbres, caracterizados por un tono satírico y de humor, tan innovadores para la sociedad española de su tiempo, que incluso no resultan anacrónicos para un lector de la sociedad del siglo XXI. 
Raúl Martín Hernández Juárez (Intercambio)
Correo: raul.hdz46@gmail.com
Universidad Nacional Autónoma de México
Literatura española 5 (Moderna-contemporánea)
Profesora: Dra. Blanca Estela Treviño García
		Martes, 6 de diciembre de 2016.

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