Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Bibliografia Adam, Jean-Michel y Lugrin, Gílles, "L'hypers- tructure: un mode privilégié de présentation des événements scientifiques", Les Carnets du Ceiliscor, Paús, núm. 6, zooo, pp. r33-r5o. Amossy, Ruth (dir.),Images ilesoidans le discours. La eonstrlrction de I'ethos, Lausanne-Paús, Delachaux & Niestlé, 1999. Booth, Wayne, Iñe rhetoríc offiaion, Chicago, Uni- versi§ ofChicago Press, 196r. [Io retórica dela fcción, lrad. de Santiago Gubern-Nogués, Vir- ginia, Antonio Bosch, tqZ8l. Foucault, Michel, "Qu'est-ce qu'un auteur?", conferencia publicada en el Bulletin de la So- cíete Frangaise de Philosophie, París, núm. 63, r9ó9, pp.73-104. [Retomado en Dits ea écrits l: 1954-igZS, 1994, Paris, Gallimard, pp.8rz-8+sl. -, L'archéologie du sauoir, París, Gallimard, 1969. fla arqueología del saber, trad. de Aurelio Ga¡zón del Camino, Méxicq Siglo XXI, 19971. Grange¡ Gilles-Gaston, Inuítatíon d la lecture de Wittgensteín, P aris, Alinéa, r99o. Herman, Jan, Kozul, Mladen y K¡emer, Nathalie, Le roman uéritable. Stratégies préJacielles au xrrl sidcle, Oxford, Voltaire Foundation, 2oo8. lrelerc; Gilles, le sceoudel'rruvre,?ans, Seuil; t998. Maingueneau, Dominique, Nouuelles tendances en analyse du iliscours, París, Hachette, 1987. -, Le contexte de l'¡vuure líttéraire. Enonciation, écriuain, société, ParÍs, Dunod, t993. -, "L'énonciation philosophique eomme institution discursive", Langages, París, núm. t1g, 1995, pp.40'62. -, Le discours littéraire: parotopie et scéne d'énon- ciotrbn, Paús, Colin, zoo4. -, Contre Soint Prousf ou lafin de la Littéroture, París, Belín, zoo6. Meizoz, Jér6me, "Recherches srir la posture: Jean- Jacques Rousseaü", Littératúre, París, núm. 126, 2oo2, pp.3-17- Viala, Alain, "Eléments de sociopoétique", en Viala, Alain y Molinié, Georges (dirs.), Approches de lg ¡é99ptíon. SemiosQr/istrque et sociopoétique de Le Clézio,Pans, PUF, 1993 66 . La inuencióndel autor La doble naturaleza de la imagen de autor. Ruth Amossy { I d { d I d I I ü I I t t I I a ü I I I d c Introducción Sin entrar en Ia discusión sobre los diversos significados atribuidos a lo largo del tiem- po al término "áutor", ni abordar los mles que la instancia auiorial.prdo haberjugado desdel+Edad Media hasta nuestros días, el presente ensayo se interrogará sobre lo que puede significar hoy en dia Ia "imagen de autor". Más concretamente, nos pregunta- remos en qué medida la puesta en relación ' deesta nociérr eon-lad€.ethos (en retórica) permite una mejor comprensión de las di- mensiones discursivas e institucionales del hecho Iiterario. Para ello, es preciso dejar a un lado la persóná Téá1 (aquella que firma la obra) n Tomdo de Ruth Amossy, "t¿ double nature de l'image d'auteur", Argumentaüon et Analyse du Dicours [en línea], núm. 3, Etlros dtscursif et ima- para ocupa$e mrísbie+de su figura imagi- naria, esto es, de Ia imagen discursiva que se elabora tanto en el texto literario como en sus alrededores (e+este case, los discur- sos de acompañamiento como la publicidad editorial o,la críüea). Allí se e.neuentran los dos regímenés de imágenes que separamos comúnn¡ente en ürtud de la jerarquía que se estáblecééntre Ia obra literaria y Ios meta- discursos que ésta produee. Independiente- mente de toda evaluación, estos deben ser distinguidos, pues las imágenes que el escri- tor proyecta de sí mismo no pertenecen aI mismo orden que las imágenes elaboradas por urHerc€ro. Así, es precisoconrerrzar por describir y ordenar estos dos tipos de imá- genes discursivas, resaltando a su vez su ge d'auteur, actualizado el rS de octubre del zoo9, hitp://aad.rel,ues.org/662, consultado el ro de abril del zor3. D ) ) ) ) ) ) ) ) ) estrecha interdependencia. Partiremos de la hipótesis que afirma que la manera en la que se cruzan y se combinan estas imágenes influye tanto en la interacción entre el lector y el texto como en las funciones dentro del campo Iiterario. Las siguientes páginas analizan dicha hipótesis a partir de tres aspectos. En pri- mer lugar, se abordará Ia noción de imagen de autor en tanto representación discursiva elaborada fuera de la obra. Esto nos perm! tirá proponer un estudio sistemático de esta problemática en Ios diferentes géneros dis- cursivos en Ios que se aplica. En segundo lu- gar, se explicará y se legitimará la noción de "efhos autorial" a partir de su loealización en el espacio de las teoúas desarrolladas en el seno de los estudios literarios y del aná- lisis del discurso. Por último, se sugerirán, a partir de un ejemplo concreto, algunas pistas para articular los ethd autoriales y las imágenes de autor producidas fuerade la obra de ficción, esto eq enrl mnrpu¡rerrla comunicación literariá. En el estadoactuat de la cuestión, este trabajo asume, con toda modesüa, un carácter programático. En los alrededores de la obra Lasimágenes de autor producidos por u,¡a terc er a. p eÍso,l.a Después de Ia proclamación de su muerte en 1968 por Barthes, y de su supresión de t Roland Barthes, "l¿ mort de l'auteur', en Ie óruis¡ sement de la langue, París, Seuil, 1984, pp. 6t-67. §éase Ia versión en español: "ta muerte del autor", en El susurm del lengua,¡;e, trad. de C. Femández Me drano, Barcelona, Paidós, r987 pp. 65-Zt. IN. detC.l. los estudios de narratologí4 el "retorno del autor"" ha sido comentado en varias oportunidades, por lo que no me detendré eu ello. Observemos simplemente que esta resurrección solo afecta la reflexión citica: las reticencias de las investigaciones cientí- ficas jamás interfirieron en Ia profusión de discursos sobre el autor en la esfera pública. Una abundante producción ha sido consa- grada, y sigue siéndolo, a la puesta en esce- na de los personajes que encarna el autor. Esta satisface un público interesado en co- nocer más profundamente un autor famoso o en familiarizarse con algún novelista erigi- do por los medios en vedet. De ahí que se elaboren y circulen dis- cursos que esbozan una figura imaginaria, un ser compuesto de palabras al que se Ie atribuye una personalidad, unos compor- tamientos, un relato de üda y, por supues- to, una eorporalidad auxiliada por fotogra- fías y por sus'apariciones en la televisión. De esta forma, la imagen (en su sentido literal, esro es;errel sentidowisual del tér- mino) se duplica en unaimagerrdesentido figurado. Esta se compone de dos rasgos distintivos: r. Está construida en y a través del discur- so, por lo que no puede confundirse con Ia persona real del indiüduo que escribe, pues sétrata de=Ia representación imagi- naria de un escritor en cuanto tal. z. Es esencialmente producida por ñlentes externas y no por el autor mismo, pues se trata de una repres€ntación de su persona y no de una representación de z Sean Burke, ?ñe deoth anil the ¡rturn ol thtt <n- thor, critrcrsnr and subjectiuily in goilhsr, R¡u. cault and Deniila, Edinburgh, Edlnhurgh Unl. versity Press, rqgz.. 68 . ¡o¡r**Undelmtr-- Lo doble naturalem de Ia imagen ile autor ' 69 sí mismo. Por esto se distingue del etños monio curturar. De ahí que sea importante discursivo, o de la imagen que er locutor reunir y sintetizar aquello que graüta alre_ produce de sí mismo a través de su dis- dedo¡ del nombre de un escritor consagra_curso.3 do (Balzac, Breton, Malraux, Gracq, Annie Ernaux o paseal euignard)-prara,poder así La producción de una imagen de autor prodigar un saber que enriquezca las figu- en el discurso de los medios y en el discurso ras del Panteón literario. Last but not least, crítico obedece a distintos imperativos que la imagen de autor que se produce fuera del corresponden a las funciones que esta debe texto interviene directamente en la comuni- ocupar en el campo literario. por un lado, cación literaria. Esta permite que el aficio- puede cumplir un+ función promocionar, nado de las ]etras se acerque a aquer cuya pues al "vender" la imagen de un autor se obra estima (o detesta) y pueda apreciarla contribuye al éxito de una novela. Así, para mejor (o censurarra por completo). Desde dar tan solo un ejemplo, cuando en ereoo6 esta perspectiva, las funciones que cumpre fue publicada Ia novela de Jonathan Lit- la imagen de autor no se ]imitan única_ tell titulada Las beneuolas,+ se valorizó Ia mente al plano institucional: estas también imagen de un joven americano que decide pueden modelar la reración personar que er escribir su primera novela, de goo páginas, lector entabla con el texto."-éñ-liáncés. Por otro lado, puede cumplir Alimponersebajodiferentesformasen una función eulturalen lugar de una fun- el campo literario, según los objetivos que ción comercial. Es el caso de los periódicos se fije, Ia producción discursiva se adapta, que satisfacen el deseo de un público inte- para dicho efecto, a los diversos moldes ge- resado en la vida de Ia nueva vedet o de la néricos existentes. De ahí que la imagen de nueva personalidad del mundo de las le- autor se pliegue a las reglas que Ia publici- trasinoen la lectura de su obra. dDurante dad editoriali¡npone én.la presentáción dé cuánto tiempo se discutió sobre Littell sin un nuevo libro; Asimismo, dicha imagen ni siquiera haber ojeado el espeso vol+men tambiénpuede eonstruirse a partir de otras publicado por Gallimard? En este contexto, modalidades como son la crítica periodíst! la imagen de autor alimenta Ias conversa- ca, Ias emisiones de televisión y, en Ia medi- ciones que construyen una esfera cultural daenqueelestatutodelescritorlopermita, reservada por lo general a los priülegiados, la crítica académis+.y ]es biografias. Es!q_s,- razón por la cual no hay que subestimar su iipos de discursos, poco estudiados desde la importancia en el campo literario. Cuando perspectiva del análisis del discurso, deben no se trata de la promoción editorial o de la ser objeto de estudios más profundos que contribución a Ia esfera cultural, la imagen permitan determinar sus reglas de funcio- de autor participa en Ia gestión de un patri- namiento. En efecto, en dicln¡sdiscursos la Véase Ruth Amossy (dir-), Images de soi dons Ie rliscours. La constrocnbn de l'ethos, Ginebra, De- Iachaur et Niestlé, 1999. Jonathan Littell, tes bienueillantes, parís, Galli_ nrard, zoo6. imagen de autor es construida siempre por un tercero: profesionales, críticos, biógra- fos, etc. Estos eiigen una representación del escritor en la que este no participa di- rectamente. BK ÉlF tsr §. §:' tr i, ;:- ::" Lairmagen que ela'ator eonstruye de sítnistno en sr¡smeüadiscursos Solo algunos géneros, como Ia entrevista, le permiten al autor regular, en la interacción que se instaura con el entreüstador, una presentación de sí mismo. Los esiútores se prestan, voluntariamente o ed!-Eierta re- ticencia, a un ejercicio en el que la imagen que desean proyectar de sí mismos debe negociarse permanentemente con un ter- cero (periodista, entreüstador profesional o figura más o menos dominante de la es- cena cultural). A este respecto, remito a los estudios de Galia Yanoshevs§,s en donde Ia autora demuestra que Ia imagen de autor está regulada por una dinámica de interac- ción en la que, a pesarde la cooperación que esige este tipo de intercambio, el escritor no controla siempre Ia imagen proyectada. Dieha aeotaeión implica que "la-irnagen de autor" no le es indiferente al escritor. Por el contrario, este desea, en una cierta me- dida, controlarla. Este principio también se aplica a escritores que, como Beckeü o Julien Gracq, interrtan borrar, hasta donde sea posible, la presencia de la p-rsoná que se encuentra al origen del texto. Sin em- bargo, las prácticas institudionáles tienden a desüarlos de (licho propósito. Yes que el escritor debe, quiéralo o no, situarse en el m+ndode las letras, esto es, posicionarse en el campo literario. De ahí que su imagen de autor juegue un rol fundamental para de- terminar ha posición que oeupa o que desea ocupar. Por ello este intenta reapropiarse de aquello que se dice o se comenta sobre é1. 5 Véanse: "L'entretien d'écrirain", Re»ue des screnc¿s Flumaines' Párís, núm. 273, r, zoo4, yles drscours du No¡rueou Rornon. Essois, entretiens, débors, Litle, Editions du Septentrion, 2oo6. 7Q' Loirrrrr"iónrlel autor De esta forma, puede modificar su imagen en la dirección deseada, según el moümien- to al que desea adherirse (un surrealista no se proyecta en la misma imagen que un representante de la Nouueou Romon) o Ia posición que aspira ocupar (abanderado o disidente, para dar tan-solo un ejemplo). Con esto en mente, el escritor elije por lo general los géneros que le permiten perfilar una imagen de autor distinta a la que forjan los comentadores o a la que promueven los lectores de sus novelas o poemas. Este ge- nera una voz diferente de la que vibra en su obra e intenta conferirle un lugar, en algu- nos casos determinante, en el caleidoscopio de imágenes que se construyen en torno a su nombre. Dela misma forma que se puede extraer una imagen de Breton a partir de los manifiestos sumealistas, también se puede extraer una imagen de Breton a partir de los poemas de Signo oscendente' o de Nad"¡4.7 En lugar de confundirlas, estas deben ser más bien confrontadas-s Lo mismo ocurre con eI etños que se elabora en Ios prefacios, donde el signatario del libro está autoriza- do a hacer uso de Ia palabra en su propio nombre. Esta dimensión de la autorialidad ha sido objeto de numerosos trabajos que 6 A¡dré Breton, Cloir de terre - Signe asePñrlont ' Poisson soluble, París, Gallimard, 1996. tYs¿se la versión en español: "Signo ascendente", en ¿d Ilaue de los campos, trad. de Ramón Cuesta y Ramón García Fernández, Madrid, Hiperión, r976. [N. del c.]). André Breton, Nodja, París, Callimard, 1928. (Véa- se la versión en español: Nod.¡h, trad. deAgustí Bar- tra, Barcelona, Seix Barral, 1985. IN. del C.). Es justamente lo que propone Jérdme Meizoz con su noción de postura. Esta pernite confrontar los distintos ethos desplegados por el autor en diferen- tes obras como parte de las estrategias de posicio- namiento del escritor dentro del campo literario. IN. clel C.]. solo tomaré conru referencia en Ia medida en que*feiteran no solo Ia diferencia consti- tutiva entre el ethos y aquello que se cons- truye en el corpus de ficción, sino también la necesidad de examinar estos dos aspectos conjuntamente, De los metadiscursos a Ia obra literaria L a dim en sión im aginari a e institucion al de lo imagen de autor De la imagen que se le atribuye por un ter- cero al etño.s que el autor constmye de su persona (o, en otras palabras, de Ios textos que graütan alrededor de la otrra a aque- llos que, como el prefacio, hacen parte in- tegral de esta) circulan múltiples imágenes, diferentes y contradictorias, que proponen un caleidoscopio movedizo del autor. Si bien es cierto que dichas imágenes discur- sivas se elaboran-en contextÑ difeientes, comparten sin embargo doi caraciérísti- cas fundamentales. En primer lugar, pasan obligatoriamente por la mediación de un imaginario propio de una época y se mode- lan a partir de aquello que Diaz llamó "esce- narios autoriales".s En efecto, las imágenes que tanto comentadores como escútores proponen del autor, son indisociables de sus representaciones estereotipad,as. Estas funcionan como una suerte de prisma a tra- vés del cual sus imágenes son expuestas a lavista del público. FIoy en dírsería dificil proyectar la imagen del "poeta moribundo" 9 José-Luis Diaz, L'ecriuoin imaginaire. Seinogra- phies auctoriales á l'époque romantique, Pans, Honoré Champion, zoo7. que circul(yse incrustó en el imaginario del siglo xx. De Ia misma forma, la figura del escritor existencialista encarnada por Sar- tre, cuya validez está históricamente deter- minada, no aparece ni en el imaginario de los siglos anteriores ni en el imaginarlo actual. Diaz observa acertadamente que dichos modelos no son simplemente impuestos desde fuera, sino que los escritores mismos participan en su gestación, los hacen circu- lar y se los apropian. Desde esta perspec- tiva, no es posible separar lo que se trama en el exterior de la novela o delpoema de lo que se construye en el espacio de la obra. El mismo imaginario que se elabora en el discurso de la época circula en los géneros más diversos. De ahí que nos situemos en el orden del discurso social o, para utilizar Ia terminotogÍa &etrn-alisis del üscurso; de la interdiscursividad. Lo anterior implica un examen de la manera en que cada discnr- so se construye, pues este retoma y modela aquello que ha sido dicho y escrito antes y aquello que se dice y se esoibe alrededor de é1. Dicha constnrccién comprende tanto Ia implantación de estereotipos (de los que se alimenta una cultura determinada) como la constante reformulación, modulación y transformación que cada texto singular Ies impone.'o Pero la imagen de autor no está ligada únicamente a un imaginario social: esta es indisociable de una estrategia de posicio- namiento en el campo literario. Siguiendo el planteamiento de Alain Viala," Jér6nte Véase Ruth Amossy, Ies idées reques. Semiologie du stéréotgpe, Paris, Nathan, t99t. Alain Viala, "sociopoétique", en Alain Viala y Georges Molinié (dirs.), Approches ilelo réception, Sámrostytistrgue e+ saciapoétique de l* Clézio, País, PUF, 1993. « (( (l (l (l ( (l (l (l C C I e I i I t a t I I I a I I t1 La doble naturaleza de Io imaqen de tutor ' 7 I Meizoz se servirá del término de "postura" para designar las "conductas enunciatiuas e institucionales complejas por medio de las cuales una voz y una figura imponen su singularidad en un. estado del campo literario".'" En otras palabras, a partir del rnomento en que la imagen de autor es pro- ducida y asumida por el escritor como una estrategia de posicionamiento más o menos deliberada (pues no es necesario que sea consciente y calculada), esta puede recibir el nombre de postura. Esta "no solo es una construcción autorial, ni una pura emana- ción del texto, ni una simple inferencia del lector", sino que es "co-construida a su vez por el escritor en el texto y fuera de este), por Ios diversos mediadores que Ia difunden (periodistas, críticos, biógrafos, etc.) y por Ios públicos".': No discuüremos aquí la pro- posición de Meizoz, que incluye (a través de su concepto de postura y desde el punto de vista de la producción de la imagen que el autor crea de sí mismo) "las conductos del escritor, el ethos del escnptory los actos de \a persona", rneeanismo que-le.petmite introducir en el análisis los componamien- tos no verbales, e incluso, al individuo real. Nos remitiremos únicamente a la ctrsstión de la imagen de autor y al rol quejuega en el campo literario, pues el escritor, al ver que rz Jéróme Meizoz, "Ce que I'on fait dire au silence: pos- ture, stños, image d'auteur", Argu»tentation et Ana- 15 Iyse du Dricours [en Iínea], actualizado el 15 de octu- bre de} zoo9, http://aad.rewes.orgl667, consultado littéroires. Mises en scüte modernes de l,auteur, Ginebra.París.Slatkine, zoo7. (Véase la traducción del primer ensayo en esta compilación: ,.AqueHo que le hacemos decir al silencio: post*Far€*os, imagen de autor". fN. del C). t3 Jérdme IUeizoz, "Ce que I'on fait dire au silence...,'. op. cir. (p.86 de esta edición). el zl de mazo del 2013. Véase también, Postures -gilimación. Esta es la mndición necesaria para que se le atribuye una imagen que le asigna una posición y un estatuto, se esforzará por re- forzarla o por desbarataria. La postura se refiere al acto asumido por el eseritor. Esta designa las modalidades a partir de las euales el escritor asume' repro- duce o intenta modifica¡ la rnanera en que los discursos de acompañamiento lo repre- sentan. De ahí que la postura sea más bien la palanca para un posicionamiento que el indicador de una posición. Las nociones de posición y de posicionamiento, moülizadas por la noción de "postura", desplazan las dis- tinciones entre lo eltra y lo intratextual, esto es, entre aquello que se trama en los discur- sos que se construyen en el campo (la crítica, la entrevista, etc-) y Io que emerge en el texto de la obra que denominamos Iiteraria.'c Di- cho de otra forma, estas nociones §uponen que las imágenes que el escritor proyecta en su discurso (y en sus conductas) p-ra posi- cionarse, no pueder disoeiarse de las imáge- nes de autor que le otorgan una posición en un estado determinado del camPo.'s Estas-eonsideraeiones nos permitirán en ade-lante indicar el vínculo que exis- te entre las imágenes de autor producidas Habría también que agregar a ese tramado discur- sivo que se construye fuera de Ia obra, y que esta ge- nera, todas las conductas institucionales y los actm de persuasiónqueel autor lleva a cabo a partir de la posición que este ocupa y que esta hace posibles. IN.delC.]. Esto implica que para ocupar una po sición efectiua en el campo, la imagen construida Por el rutor debe ser reconocida por las instancias de difusión y de le- ambas imágenes (aquella que es producida por el autor en su discurso y aquella que es producida por un tercero) coincidan. Sin embargo, el autor puede verse a sí mismo ocupando una posición diferente de la que le otorgan }as instancias de legitimaciÓn. En este caso, las imágeres no tienen por qué coincidir. De ahí la irnportancia de Ia negociación. IN. del C.]. por un tercero y las irnágenes que el escri- tor construye de sí mis¡no. Estas no solo se cuelan en los mismos modelos culturales y obedecen a los mismos eseenarios autoria- les, sino que se adaptan a Ia configuración de un estado determinado del campo en el que las posiciones son otorgadas por las instancias de legitimación y de consagra- ción (y reproducidas por los escritores en sus tomas de posición singulares). Así se desvanece Ia frontera entre aquello que se construye en los textos del autor y aquello que, al elaborarse en el exterior de estos, está fuera de su control. De ahí la relación intrínseca entre aquello que se trama en el discurso del autor y aquello que se proyec- ta a través de la palabra de los otros: esta relación también se establece entre aquello que se construye en los límites de la obra _ y_ aquello que se.p,roduce en sus alrededo- res. Dicha relación debe ser analizada más profundamente. Pero, ante todo, debemos preguntarnos: ien qué consiste una imagen de autor extratextual? La imagen de autor en el texto: los debates en torno aI autor implícito La oítica de las vanguardias del siglo rx rechazó la noeión de'autor". Sin embargo, basta eon eitar un famoso pasaje para intro- ducir una concepción de Ia comunicación li- teraria que ieiiábtezca sus derechos. Dicho pasaje fue tomado de aquel que proclamó la muerte del autor. Así, en Elplacer del texto, Roland Barthes escribió; "Pero en el terto deseo, de cierta forma, al autor: necesito su figura (que no es ni su representación, ni su proyección) de ia misma manera que él necesita la mía".,6 La necesid¡¡! de una ,,fi- gura" autorial es aquí presentada como una dimensión inherente a la lectura. El lector buscará percibir, de manera espontánea, a aquel que, al otro lado de la cadena, le remi- te un texto sin exhibirse, sin mostrar, en la mayoría de los casos, su propia persona, de- signada simplemente en la portada. Al ima- ginar a aquel que se encuentra en el origen del texto, al atribuirle un rostro, un cuerpo! un carácter, unas opiniones, el lector inten- ta coneretar un diálogo. Al hacerlo, eons- truye un personaje hipotético con el que le gustaría entrar en relación. Si e\ deseo del autor es visto aquí a partir del punto de vista de la recepción, la ac- titud del público que siente la ausencia del autor encuentra toda sujustificación en una cierta concepción de Ia producción textual- Esta está anclada en el enfoque de la comu- nicación que reiündiea Ia noción de efhos. Desde esta perspectiva, la palabra Ie es de- lueltá a aqüel que se encuentra en su origen y que Ié co-nAeié gian parte de su autori- dad y legitimidad. Así pues, en todo tipo de enunciación, un locutor se remite a un des- tinatario y, al hacerlo, proyecta una imagen de sí mismo através de las modalidades de su discurso. De ahí que eI sentimiento que el efño.s prodncs a través de la totalidad de un teÉs se reñera a una instancia-origen úni- ca cuyo nombre, que figura en lapon-adi, termina por imponerse: alguien nos habla in absentía, y su escritura, a través de sus temas, su intriga, su imaginario, su estilo, atestigua de su persona, aunque no la asu- t6 Rolan&3arthes, *¿-plcisir du turte, París, Seuil, 1973, pp. 45-46. (Véase la versión en español; EI placer del terto y lección rnaugnrcl, trad. de Nicolás Rosa y Oscar Terán, Argentina, Siglo XXI, zoo3. IN. del C.]). -La doble naturaleza dé la imagen de atttor ' 7 )72 . Laínuencióndel autor ma directamente, pues esta se disimula de trás de su texto. Existe pues un efhos auto- rial que la polifonía Qa voz del narrador que 'cubre eventualmente la voz del productor) no consigue erradicar. iPodemos extender la noción de ethos a la noción de autor e introducir así en la co- municación literaria una figura imaginaria que se ajuste al nombre del signatario? Esta pregunta ha sido objeto de múltiples deba- tes en el campo de Ios estudios literarios y, en particular, en lá narratologia. Una parte considerable de las discusiones ha girado en torno a la pertinencia del autor implíci- to o implicado ("implied author") de Way- ne Booth.'7 Lo que él llama el "segundo yo" ("second self') constituye una entidad ima- ginaria que se elabora en el texto y que solo puede inducirse gracias a estc üeha-entF - dad asume la responsabilidad, no solamen- te de la composición, sino también de los valores y normas que vehicula subterránea- mente la obra. Para Booth, el mismo escritor real-(Fielding, Sartre, etc.) puede dar origen a-imágenes difercntes -y en eonseeueneia a autores implícitos diferentes- a través de sus diversos textos. EI "implied author" se distinguedel narrador que relata la historia y que se inscribe en ella. En efecto, este no narra, sino que se encarga de la selección y de la combinación significante de todos les"elementos discursivos y narrativos. por decirlo de alguna manera, este permanece det¡ás del relato y de sus naradores, de los que constituye la garantía última. i7 Wayne Booü, The rhetoic offiction, Chicago, Chi_ cago University pres, 196r- (Véase la vereión en *paáol+leretárfua de la fcción, trad,. de Santiago Gubern-Nogues, Virginia, Altonio Bosch, r97g. [N. del C.l). 74 . Lainuencióndel autor Este punto de vista fue rechazado en su totalidad por Gérard Genette,'8 quien con- sidera al autor implícito como una instan- cia totalmente superflua. Así, en una novela de Balzae eomo Papá Gor¡o¿, nos topamos con un narrador extradiegético que rela- ta la historia y con una instancia autorial. Los esfuerzos qüe Genette lleva a cabo para expulsar al autor implícito (o el autor "im- plicado", como Io traduce él) fuera de todos los esquemas narratológicos, proüenen, al parecer, de su repugnancia a multiplicar las instancias productoras del relato *autor real, autor implícito, narrador-: "dema- siada gente -observa Genette irónicamen- te- para un solo relato".'e Según é1, para no exceder los límites de Ia disciplina, todos los esfuerzos del poeticélogo deben concertarse en el anáIisis'del narrador en tanto sujeto de la enunciación. Sin embargo, numerosos nui.atOtogos lran defendido una concepción comunicacional opuesta a la de Genette en la que Ia instancia del autor implícito juega un rol indispensable, hasta el punto de ab- sorber los otros locutores del texto. Observemos que esta noción, heredera de Laretórica de lafcción, se enfrenta al problema de determinar si la instancia au- torial así deñnida no constituye una cons- trucción interpretativa del lector en lugar de uno de Ios polos de Ia comunicación literaria. De ahí que algunosinvestigado- res propongan que el autor implícito no se entienda "como una instancia pragmá- tica de la comunicación", sino como una "construcción del receptor" que "no juega ningún rol determinante en Ia transmisión Gérard Genette, Nouueaw discours du récit,Paris, Seuil, t983. Ibíd.,p.g6. narrativa".ro El término de *autor inducido" üene entonces a reemplazar el de *autor implícito". Esta toma de posición se rela- ciona con la idea, propuesta por Booth, que afirma que el autor implícito se define como el origen y la garantía de Ias significaciones, de las normas y, en úrltima instancia, de la red ideológica del texto. Este se confutde con Ia interpretación que el receptor hace de la obra. Desde esta perspectiva, la responsa- bilidad que en un inicio se le confería al au- tor es vertida en el lector, figura que se erige en adelante como única fuente legítima del sentido. Observemos que esta discusión so- bre el autor implícito gira en gran parte en torno a las euestiones de Ia intencionalidad y de Ia interpretación, asociadas por lo ge- neral a la autorialidad. áUn ethos autorial es posible? Para un análisis interno de los textos, la argumentación en el discurso,2r que entre- laza el análisis-del4ise*rso y la retórica, propore, en lugar de las nociones de autor implícito o inducido, la noeión d,e ethos, noción más restringidá, mejor definida y mucho más precisa en lo que concierne a los instrumentos que pone en marcha. Ciertamente;este a:foqte no pretende re- solver de una vez por todas los problemas que Ia autorialidad plantea a los estudios literarios, filosóficos y demás disciplinas. Esta no aborda la pregunta por el origen del zo Thom Kindt y Hans-Harald Müller, The imptied outhor. Concept ond controuersy, Berlin, Walter de Gru)ter,2006, p. So. 21 Véase Ruth Amossy, l'argumentation dons le dm- cou¡s, París, Colin, zoo6. sentido y no asume una posición sobre las cuestiones de interpretación que de este se derivan. Sin embargo, esta pretende ofrecer un enfoque capaz de esclarecer tanto la re- laeión que se establece entre el texto y su lector como las dimensiones institucionales de lalitq¡4lura. Coincidiendo en este punto con las co- rrientes narratológicas inspiradas por la pragmáüca,'" propondremos ante todo la cen- tralidad y la irnportancia de Ia interacción tanto para el texto literario propiamente di- cho como para todo tipo de discurso. AI con- siderar lo literario como un fenómeno que atañe a las reglas globales del discurso,.s podemos identificar ciertas características inherentes a todo funcionamiento discur- sivo. Asimismo, podemos explorar Ia espe- cificidad del discurso literario a partir de sus determinaciones genéricas e histórico- socialés. Es?esde este punto de üsta que el análisis del discurso tiende a retomar la cuestión -planteada anteriormente por la narratología- de Ia interacción entre las diversas instancias del dispositivo enuncia- tivo. En dicha interacción, el análisis del discurso examina, entre otros factores, el etños qjmagen verbal que el locutor cons- truye de sí mismo en el discurso en general y, en particular, en el discurso literario. AI hacerlo, se toma en cuenta la complejiza- 22 Rob€rt Sell, en una edición colectiva titulada lite- ¡ary pragmatics, obserua que la ptagmática ve "en la escritura y la lectura de los textos literarios pro- cedimientos de comunicacién interactivos" indiso- ciablemente ligados a los contextos socioculturales en los que se producen (Robert Sell (ed-), Líterary pragmatícs, Londres y Nueva York, Routledge, r99r, p. XIV). 4 Véase Dominique Maingueneau, Le discours litté- raire: paratopie et scéne d'énonciatlon, París, Co- lin,2oo4. r8 19 La doble naturalezo de la imagen de autor ' 7 5 ción que la multiplicidad de instancias de locucén genera en el etños. Así, el objeto de la investigación no es pues ni el individuo real (o persona biográfica), ni el nombre del autor (que permite clasificar la obra en el eampo literario), ni el autor implícito (en tanto punto de articulación de un conjunto de normas y valores), ni las representacio- nes imaginarias del escritor que construyen los textos de una época. Se trata más bien del etftos o imagen de autor que cada discur-so constnrye de su signatario y responsable. [a r¡oción de ethos permite aferrar Ia imagen que el locutor (presente o ausente) proyecta de su persona en el discurso, sin tenerque acudir por ello a la figura del au- tor entanto origen intencional del sentido, y sin disociar Ia instancia autorial de la inter- pretación global del texto. El ethos autorial es un efecto del texto que viene a reafirmar una dimensión del intercambio verbal. Este señala Ia manera mediante la cual el respon- sable de un texto, designadopor un nombre propio, construye su autoridadysu credibi- lidad frente a los ojos del lector potencial. Al esbozar una imagen de aquel que asume la responsabilidad de lo dicho, el ethos mues- tra cómo dicha imagen permite al texto en- tablarun cierto tipo de relación con el desti- natario. La imagen de aqlolque se proyecta en función del lector puede inspirar respeto o erigir una autoridad, establecer una com- plicidad o cavar una distancia, proyectar un modelo para seguir o sugerir una alteridad respetable, provocar o incluso irritar. Podría- mos alargar indefinidamente la lista, puesto que Iapresentación que el locutor hace de sí misrno varía en función de sus objetivgs, del contexto institucional en el cual se expresa, del contexto cultural y de las circunstancias históricas del intercambio verbal. En todos 7 6-Ia' inlenci ón d e I auts los casos, se trata de contribuir a reforzar un discurso que busca tener una injerencia en el otro para alterar, reforzar o modificar sus representaciones. Extendido de esta forma al conjunto de los discursos, el ethos es lo- calizable en diversas huellas que deben ser idenüficadas en el discurso mismo. Littell, un debutante de la escena literaria: eljuego de los ethi y los presupuestos de la novela En el contexto que nos ocupará a continua- ción, hay claramente un efhos autorial que se distingue tanto del ethos del (y de los) narrador(es) como de la imagen de autor elaborada por un tereero fuera del texto. Sn adelante nos preguntaremos cómo un efhos puede construirse en una relación proble- mátiea co+ eI ethos del narrador y a través de qué mareas discursivas puede ser identi- ficado-Asimismo, nos preguntaremos cómo esta construcción intratsctualse¿¡tieirla con las imágenesde autor que circulan en el exte- riorde la obra de ficeión y qué lazos pueden tejerse entre esasdiversasiostaneias -ethos del narrador, ethos autorial e imagen de au- tor-. Para esbozar una primera respuesta a dichos interrogantes,'a examinaremos un fragmentensreleseo#o de Las benéw- Ios de Jonaüan Liüell, un debutante en el z4 Hago ahxién a la noción de ethos autorial (aun- que el témino mismo ¡o haya sido empleado allí) que aparece en el análisis realizado por Alain Via- la sobre [¿ Clézio en su ensayo fundador, "Socio- poetique:, op. cit., y a mi propio artículo titulado "De l'énonciation á I'interaction. L analyse du récit ent.re pragmatique et narratologie", eÁ Pragma- üque et analllse des textes, Université de Tel Aüv, Département delrangais, zooz. campo literario en el momento de la publi- cación de su primera obra (eoo6)."s Se trata de un relato en primera persona en el que la instancia autorial se encuentra enteramente disimulada por el narrador. Este cuenta la historia y satura todo el espacio textual: rige Ios discursos referidos, filtra todos los acon- tecimientos a través de su punto de üsta y bloquea toda posibilidad de que se escuche en directo una voz autorial, pues de lo con- trario se infringiría el eontrato de las memo- rias ficción. En dicho texto, el narrador en prime- ra persona es un antiguo SS llamado Aue, encargado durante la guerra de hacer los reportes para el SD (el SrcñerñeitsdÍenst, o servicio de información de Ia SS) y empeci- nado, en la década de r97o, momento en el *----que vive en Francia bajo una identidad falsa, en contar su.verdadera historia. Observe- mos un pasaje en el que relata las primeras .ejecuciones de judíos en Ucrania (lo que hoy en día llamamos "la Shoah porlas balas"): Algunos ucranianos tomaron por brazos y pies a los dos judíos muertos y los Ianzaron en la fosa: aterrizaron haciendo un gran rui- do de agua, Ia sangre corría a flotes de sus cabezas fracturadas y salpicaron con fuerza Ias botas y los uniformes verdes de los ucra- nianos. Dos homtrres avanzaron con sus pa- las y empezaron a limpiar el borde de la fosa, enüando paquetes de tierra ensangrcnda y fragmentos blancuzcos de sesos a juntarse con los muertos. Fui a mirar: los cadáveres flotaban en el agua pantanosa, unos sobre el üentre, los otros sobre la espalda, con sus na- rices y barbas firera del agua; la sangre se ex- tendía desde sus cabezas hasta la superficie, z5 Un estudio completo del efhos en la totalidad del relato, en toda su complejidad, queda por hacerse. Yo tomaré únieamente un fragmento para mi de- mostración. como una fina capa de aceite, pero roja üva, sus camisas blancas también estaban rojas y pequeños tejidos rojos colgaban sobrc sus pieles y sobre los pelos de su barba."6 Este pasaje construye ante todo el ethos del narrador a través de las modalidades de su enunciación. Los pequeños detalles cui- dadosamente descritos proyectan la imagen _ de un personaje-testigo fidedigno. En efec- to, relata minuciosamente todo lo que vio, tanto más que se presenta como observador indefectible a pesar del carácter perturba- dor de Ia escena: "Fui a mirar: los cadáveres flotaban [...]". Gracias a su presencia fisica en el lugar y a una preocupación de exacti- tud que va más allá de toda preocupación de bienestar, se presenta como testigo fia- ble para el establecimiento de los hechos. AI mismo tiempril él narrador duplica la acti- üdad del protagonista, burócrata deseoso de acometer escrupulosamehte su misión: durante la guerra, este tomaba notas en eI lugar de Ios hechos para enviar sus reportes, Es preciso resaltar también que el narrador ¡o manifiesta ningún tipo de sentimiento con respecto a las esceaas que describe, es- cenas qui Considera como un puro espectácu- lo, como una pintura, razón porla cual dibuja únicamente los elementos que componen la superficie. La ausencia de toda marca afecti- va lo hace ver comóálguien insensibHsu- frimiento humano. La corrección de la sin- taxis y el sentido del ritmo de la frase, el em- pleo del pasado simple, el nivel del lenguaje, denotan un hombre culto. Ciertos pasajes ("la sangre se extendia dásde sus cabezas hasta la superficie, como una fina capa de aceite, pero roja viva") designan incluso un 26 Jonathan Littell, Les bienueillantes, op. cit., p. 86. La tloble notttntleza tle lu ittagen de autor ' 7 ) ) esteta. Así, podemos decir que de este frag- mento se desprende la imagen de un exnazi cuy'a basta cultura y rigor cuasicientífico se asocian a una ausencia flagrante de huma- nidad -imagen que puede ser fácilmente reconocible pues se encuentra asociada a un estereotipo familiar-. Así, diremos que el na-ñdir proyecta, - por un lado, una imagen de credibilidad que garantiza la veracidad de los acontecimien- tos que relata: informa sobre los hechos que ha üsto con sus propios ojos. Por otra parte, la presentación que hace de sí mis- mo en tanto ser insensible a las ejecuciones 'perpetuadas por la máquina nazi (en la que participa) aleja al lector e impide cualquier tipo de empatía con el "yo" del narrador. No es únicamente la escena que Aue describe, sino su impasibilidad Ia que se revela mons- truosa. Asimismo, la distancia crítica que el textoestablece entre Aue-y eltectorestá temperada por un eu¡ioso efecto de letargo. Aquel que contempla el espectáculo atroz, cuyo espectáculo Io hace cómplice, parece experimentar un efecto de fascinación que, más allá de susfonciones de infiormante, Io conduce a fijarse puntualmente en cada de- talle y a acercarse a los cadáveres, maniobra que su misión no le obliga? hacer. Focali- zado a través del narrador en primera per- sona, el relato tiende a producir el mismo eftcto de letargo en el lector, quienqueda de cierta forma pasmado por el horror de dicho espectáculo. La imagen que el narrador nazi construye de sí mismo,-cómplice insensible de las masacres, no basta para desligar com- pletamente de este al lector implícito, pues este es llamado a compartir el mismo efecto de letargo que se desprende del texto. Llegados a este punto, es preciso aclarar que la imagen que el narrador construye de sí mismo en la década de tg7o, en principio diferente de la imagen del protagonista que en la década de r94o se alista en la SS, se confunde totalmente con esta. Dicho efecto proüene de una ausencia de distancia cuya prueba está en la utilizaeión del "yo" del presente en relación con el "yo" del pasado. En efecto, en ningún momento de la escena descrita el narrador toma distancia o esbo- za aunque sea someramente un cometario crítico. EI anciano que cuenta su historia parece adherirse a su personaje nazi y re- Iata el episodio de la masacre a través de sus ojos. De esta forma, el cuadro dibujado se welve aún más penetrante y la historia se impone con toda su fuerza presente, como si se volüese a reproducir en toda su mons- truosidad frente a Ios ojos del lector. Sin embargo, no induce una impresión de fas- tidio o agobio, pues el auditorio se ve obti- gado a entablar un lazo con el verdugo, lazo que se sostiene sin mediacié+ alguna. De tal suerte, el lector, a pesar de su letargo, asu- me el pacto de comunicación íntima entre "seres humanos" queAue intenta imponerle desdela primera página del libro. Indepen- dientemente de su voluntad, el lector se ve sumeryido en la eonciencia de un ex-SS que revive su pasado sin ningún remordimiento. En dieho contexto, el deseo de autor, signo de la resistencia a una interacción rétórEid¿I y vergonzosa, surge con mayor fuerza. Solo una instancia autorial capaz de comunicar- se con el lector implícito, por encima de la preSéncia del narrador, puede derrocar el control de este sobre el texto y el lector. En dicho proceso, la credibilidad del re- lato se encuentra también en juego: la cues- tión no consiste solamente en determin¿r si se puede establecer una distancia con el narrador en primera persona, sino también en precisar si se puede c6nfiar en un ¡.yo,, sosp,echoso, retorrido y, además, ficticio. áQuién garantiza, detrás ese exnazi inven- tado en su totalidad, la veraeidad del relato? iQuién es el responsable de su composi- ción? iDebemos tomar los hechos relatados al pie de la letra? Así pues, por razones tanto histórieas como éticas, nos vemos empuja- dos a buscar, detrás del ethos discursivo del narrador, al autor que se encuentra ausen- te, pues sabemos que él se encuentra en el origen del pasajey no puede ser confundido con su personaje. En el mismo texto que proyecta una imagen singular del narrador se designa también una figura autorial. En efecto, la enunciación, referida a su fuente invisible, manifiesta, ín absenüa., un etftos. Este debe conferirle una autoridad al texto a través de la manifestación de las cualificaciones del autor. Así pues, para dar tan solo un ejem- plo, la precisión de los detalles indica la eru- dición de aquel que los expresa a través del personaje de ficción. E-cte_se presenta como un novelista que, a pesarde nolaberüüdo Ios acontecimientos, se ha documentado eon- siderablemente: parece conocer Ios procedi- mientos sumarios de-las,ejeeueiones en los inicios de ia guerra, razón por Ia cual puede ser considerado como digno de confianza. Allí en donde aparece el etftos proyectado por el '7+lde-+n testiige fidedigno de los acontecimientos, el texto construye una fi- gura del autor que lo presenta como un his- toriadory un erudito. Asimismo, Ia descrip- ción del horror atribuido a un SS, bastante precisa y desproüsta de sensibilidad, no es- boza un autor imperturbable, sino más bien un escritor capaz de adoptar el punto de üsta de un verdugo para restituir así al per- sonaje desde su interior mismo. Así pues, Ia descripción sugiere la imagen de un nove_ lista cuya imaginación y capaeidad de evo- cación permiten desnudar el alma humana. La imagen del historiador se desdobla en la imagen del artista. Observemos sin embargo que el etños autorial que asegura la credibilidad del tex- to no deja de plantear ciertos problemas. En efecto, frente a una descripción en la que los detalles mórbidos se encuentran minucio- Sarnente deseritos, podemos preguntarnos si no se trata de un autor que se complace en el horror descrito. Este puede presen- tarse entonces como un voyerista que elije algo obsceno y comercia con é1, operación que desacraliza la memoria de las üctimas de la Shoah. Es preciso insistir en que el etños au- torialnosolo-sselabora dentro de la obra, sino que también es una construcción dis- cursiva. Al superponerse al ethos del narra- dor, el etños autorial constituye una pieza capital en Ia estrategia de la novela, pues este modifica la lectura. ta ambivalencia del esáes autor,ial.produce diversos efec- tos entre los cuates el lector puede elegir o, incluso, hacer coexistir en un cuestiona- miento complejo. La opción del voyerista desacredita al autor imaginario e instaura una figura perversa que se asimila de cierta forma, aunque sea en otro nivel, a la figu- ra del narrador. A partir de ese instante, Ia polifonía del texto se resume en dos voces distintas que son a la vez sospechosas y condenables: la ilel narrador-protagonista (verdugo nazi sin arrepentimiento alguno) y la del autor que explota complacientemente el horror de las masacres. Desde este punto de üsta, el relato pierde evidentemente su legitimidad. Por el contrario, la imagen del historiador devoto de la exactitud, incluso si Lct tloble nahtralezo de la imagen de autor . 79 l I ( ( ( ( I ( ( ffi{"r}-,o.r - 7 8 . la inuención del autor ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) se trata de un genocidio, no solo garantiza Ia credibilidad del narrador-testigo que él pone en escena, sino que además presenta sus seudomemorias como el producto de una empresa cuasicientífica. Nos queda pues Ia opción del escritor capaz de comprender el alma humana desde el interior y, en cuanto tal, capaz de restituir la palabra de un verdu- go nazi ausente de la escena de la historia. Pero esta contribuye igualmente a acreditar el discurso de Aue y a fundar la legitimidad del texto. De esta forma, el novelista se pre- senta como alguien capaz de alcanzar una verdad histórica que el historiador no puede captar: aquella de la experiencia de un SS, experiencia que es recuperada a través de una palabra libre de toda censura, y por defi- nición, intolerable en eI mundo real. Vemos claramente que el ethos autorial cqntribuye en gran medida a determinar el grado de credibilidad y de legitimidad que se le puede acordar a un discurso novelesco. Asimismo, sus múltiples facetas, y las diversas posibili- dades de reconstrucción que estas ¿¡16¡izsn, contribuyen al efecto de opacidaddelte$o,y a su complejidad. Sin duda alguna, la posibilidad que ofre- ce el texto de reeonstruir las figuras varia- bles y contradictorias del etños autorial no permanece ajena a la insistencia con la que los.comentadores acuden a la personatel autor "real"aararesolver el problema. iAI- guien habla en este texto o solo Ia voz del narrador-protagonista es audible? Dicho de otra forma, iquién es el hombre que se esconde detrás de su personaje y del nom,- bre que aparece en la portada del libro? I¡s medios y la cúüca académica intentan res- ponder a esta pregunta construJ¡endo una imagen del hombre real -de la persona biográfica del escritor-. Así, una represen- 80 . ¿o inuención del autor tación de Jonathan Littell se instaura en el caleidoscopio moüble de comentarios y'de retratos. Esta imagerrde autor-ella misma discursiva, pero elaborada en el discurso de acompañamiento de la obra y no en de la trama misma de esta- juega un rol impor- tante en Ia interpretación y posicionamien- to de la obra. Observemos qne la imagen de autor, incluso si esta se construye a través de losdiscursos que circulan en torno a Ia novela,"7 no es sin embargo ajena a los efñd intratextuales. En efecto, Ias repre- sentaciones del escritor que vehiculan los comentarios son e] resultado inmediato de los interrogantes que surgen de Ia novela y del ethos autorial que allí se construye. Es justamente porque nos interrogamos sobre la validez de la imagen de especialista de la Shoah que propone el etftos autorial que nos referimos al hombre real y al conocimiento que este puede adquirir por diferentes vÍas. A la pregunta de si "debe la imagen de au- tor (en tanto historiador) que se desprende delte*o tomarse al pie de la letra", se res- ponde a travé§ de un juicio sobre los cono- cimientos del autor real. La críüca valoriza Ios cinco años qüe Littell consagró a Ia do. cumentación, a la lectura de cientos de obras sobre el nazismo y al estudio de las diversas representaciones que se han hecho de este. Para ello, Eta se apoya en las declaraciones en las que el novelista detalla gustosamen- te sus investigaciones y sus desplazamien- tos aI lugar de los hechos. Sin embargo, el -trabajo que el joven escritor llevó a cabo no z7 I¡s investigaciones sobre la recepción de I¿s b¿. náuolas fi¡emn realizadas por Elmirr lt¡r¡¡nov¡ (Universidad de Tel Aviv) en el ¡norco dc ¡u terl¡ de maestría sobre este tema. Le ngradezco ¡nr lrts preciosas informaciones que mc ha sumlnlstf[do, basta para garantizar el resultado. por esto se acude a autoridades exteriores -como historiadores acreditados, Pierre Nora,"8 o a artistas reconocidos que, como Claude Lan- zamann, han tratado el tema de la Shoah- para juzgar la preparación libresca y las competencias de Littell: "la documentación de Littell es admirable, no se encontrará allí ni un error, se trata de una erudición meticulosa. teyó todos los trabajos de los historiadores, los testimonios de los agen- tes de la época, las minutas de los procesos. Conoce muy bien la,Shoah".,s Son pues los expeftos },os que garantizan la credibilidad del escritor. Estos certifican el trabaio de in- vestigación y la opinión del ser biográfico. La imagen de autor concierne en este caso a los especialistas cuya palabra circula gra- cias a la prensa y a los medios. Reconocido como un novelista-historiador que relata hechos puntüales, el autor es absuelto de Ios cargos de voyerismo que pesaban con- tra él: el horor se enctrentra en la realidad y la complacencia de Ia mirada no tiene allí cabida. Dicha conclusión es rechazada por los historiadóres y críticos que contestan la exactitüd del relato y que demuestran las fisuras del conocimienlo de Littell. Es el caso de Peter Schóttler,3u Édouard Husson y Michel Terestchenko.g, o incluso de paul- 28 "Conversaciones sobre la historia y la novela", Dos- sier; "Les Bienueillantes de Jonathan Littell', ¿e ,Débat, núm. r44, marzo-abril, zoo7, pp.2S-4S. zg Declaraciones rmopiladas por Marie-France Et- chegoin, "Lazmann juzga Les Bíenueillantes", Le Nouuel Obseraoteur, zr-27 de septiembre del zoo6. So Peter Schóttler, "Tom Ripley au pays de la Shoah", Le Monde, r4 novembre zoo6- 3t Édouard Husson y llichel Terestchenko, les conr- plaísontes, Jonathan Littell et l'écritare du mal, París, Frangois-Xa\ier de Guibert, 2oo7. Éric Blanrue,¡" quienes presentan a Uttell como un charlatán y le r-prochan los erro- res en la utilización de términos alemanes, el desconocimiento de la cultura alemana y las interpretaciones enóneas. Esto, por su- puesto, desacredita el valor documental de sus escritos. Así pues, el cuestionamiento de las cualidades de historiador de Littell, cuyo origen se encuentra en una lectura atenta de la novela que se proyecta en la persona del escritor, deslegitima el texto al mismo tiem- po que desacredita a aquel que lo firma con su nombre. El noveiista, en tanto especialista de la Shoah, constituye sin embargo un solo as- pecto de la imagen de autor que difunden los periodistas y los críticos. Satisface par- cialmente la curiosidad de unos lectores indefensos ante un texto cuya üolencia e interrogantes remiten no soiamente a su fundamento histórico, sino también a su impacto y süs pre.supuestos. De ahí que se busqueremnstruir el proyecto que subyace bajo elfibro.recurriendo a urm ideamás pre- cisa de la personalidad de su autor. La irna- gen de un escritor de origen judío jugó sin duda alguna un rol preponderante a la hora de deshacerse de la sospecha deantisemitis- mo: Jonathan Littell, el joven escritor ame- ¡tgqqo de origen judío, se alinea en las filas de las víetimas y no de los verdugos. Pero, sobre todo, se dibujó tambiéncl-perfikte un hombre que asumió, durante largo tiempo, ciertas funciones en el seno de una organi- zación humanitaria en un país en guerra. La critica insistió en eI hecho de que Littelltra- bajó, entre 1993 y el 2ool, en la organiza- ción humanitaria Acción contra el Hambre, 3: Paul-Éric Blanrue, les malueillantes. Enquéte sur le cas Jonathtm Litte¡I, París, Scali, zoo6. La doble nontraleza de lu imagen de autor ' ¡i i -recorriendo Bosnia, Ruanda, Chechenia y Afganistán, países atrapados en medio del dolor humano y los genocidios de finales del siglo xx. Asi pues, el texto fue también leído a partir de la figura imaginaria del escritor en tanto trabajador humanitario, esto es, de un paradigma cuyo origen se en- cuentra en los interrogantes dirigidos a una experiencia personal. Esclarecer el enigma de la participación en e] genocidio: tal pa- rece ser Ia preoeupación de aquel que ha estado cerca de hombres que, provenientes de horizontes diversos, han perpetuado las masÍrcres más aterradoras. De esta forma, Ia ñgura del testigo de los dramas contem- poráneos acredita y legitima Ia empresa de ese autor invisible y a la vez omnipresente de La.sbenéuolas. I as innumerables polémicasque-sesus- citaron desde Ia aparición de la novela, y que contribuyeron enormementé a su éxito, ponen a circular imágenes de autor varia- das y en ocasiones contradictorias: eI autor -gruditg, el autor charlatán, el autor humani- Janoque ha sido testigo de las tragedias de su tiempo, etc. Dichas imágenes, difundidas por los medios y por la crítica académica, están atrapadas en un "imaginario de autor" que seapoya en gran parte en las imágenes del escritor que han sido heredadas del si- glo xrx y, por lo tanto, valorizadas durante -largo tiempo: el historiador, o incluso el novelista, capaz de esclarecer la verdad que se le escapa a la historia. Estas contribuyen igualmente a rienovar dicho imaginario al proponer nuevas figuras como la del traba- jadorhumanitario, figura que no había sido incorporada aún a la mitología literaria y que se artieula en este caso a la imagen del testigo &e su tiempo, testigo que lleva con- sigo la angustiosa pregunta sóbre eI origen 82 . Lainuencióndelautor del Mal. Proyectadas en el efhos autorial que se construye dentro del texto, Ias imá- genes de autor fabricadas fuera de la obra no dejan de influir Ia lectura. De esta forma, la interrelación entre las imágenes extra e intratextuales crea una estrecha y compleja red de interdependencias. Sin duda alguna, habrá que poner esta singular configuración en perspectiva, esto es, relacionarla con un estado particular del imaginario social y del campo literario. Un es- tudio riguroso del imaginario de autor que prevalece en el momento en que aparece publicada la novela no solo permitiía ver la manera en que Ia figura de Littell retoma y modela los posibles escenarios de su época, sino también examinar la manera en que un joven escritor hasta el momento deseonoci- do se posiciona en la institución literaria. I¿ obra, como es sabido, recibió el Pre- mio G-oncourt el 6 de noüembre del zoo6 luego de haber sido premiada con el Gran Premio de la Academia Francesa el z6 de octubre del zoo6, esto es, justo después de su publicación. Estos premios dan a co- nocer un perfecto desconocido en Ia eseer¡a literaria y le otorgan un lugar privilegiado. Esta posición, todavía frágil a pesar de las numerosas críticasque ensalzan Ia novela, fue puesta en peligro por las üolentas reac- ciones de una parte de la crítica. Para dar tan solo un ejemplo, Schii*tleq q*ien-pre- senta al autor como un charlatán, le niega cualquier mérito y ve en su novela el tipo de literatura que se vende en las estaciones de tren. EI historiador Édouard Husson y el filósofo Michel Terestchenko presentan al autor, en su libro Las complacientes, como un voyerista e incitan a un boicot puro y simple de la novela, Sin duda alguna, la amplitud de la polérnica que despierta la animosidad contra la novela solo refuerza su importancia y Ie confiere un lugar cen- tral en el rnundo de las letras.{in embargo, aquel que es objeto de las acusaciones se ve forzado a oponerles una imagen positiva y a adoptar una postura capaz de permitirle conservar la posición dominante que le fue acordada por los dos prestigiosos premios literarios, premios-que, excepcionalmente, fueron atribuidos a una ópera prima el mis- mo año. A las estrategias de los comentado- res más diversos, que van desde las manio- bras editoriales hasta la crítica académica, se suman las estrategias mismas de Littell: el autor busca retomar y controlar una ima- gen que se le escapa por todos los ángulos. Él debe modularla y recomponerla en su metadiscurso. Es el caso de las entreüstas, que prodiga con prudencia -su relativa ra- reza solo puede contribuir a realzar el poder de consagración del premio-. En éste pun- to, es preciso realizar un estudio, que yo no llevaré a cabo aquí, sobre la manera en que el escritor adopta, en sus declaraciones a la prensa y enlas entrevistas, una postura que le permife ffé)posic'ionarse o, en cualQu'iei caso, conservar la posición, poco común en el caso de un escritor joven, que le fue otor- gada en el campo literario. Conclusién Del etños del narrador al efhos autorial § a Ias imágenes de autor producidas en Ios diseursos extranovelescos) se puede ob- servar la manera en que las imágenes que ei-irrutor produce de sí mismo y las repre- sentaciones fabricadas por un tercero se entrecortan y se complementan en una di- námica que afecta tanto la lectura del texto como Ia posición institucional del escritor. En este ensayo, quisimos nrostrar el interés que puede haber al considerar no la perso- na real de aquel que firma la obra, sino la figura imaginaria tal y como se construye tanto en el discurso literario eomo en sus alrededores. De manera global, el recono- cimiento del carácter doble de la imagen de autor introduce la idea de una circulación que-rompe.Iaücotomia que propone por lo general la teoría literaria y la poética entre el texto y sus afueras. Dicho reconocimiento señala también el estrecho lazo que los dos regÍmenes discursivos de la imagen mantie- nen tanto con los factores institucionales (la posición y el posicionamiento del escritor en el campo) como con el imaginario social (Iosrnodelos estereotipados en ügor en una época dada). Bibliografia Amossy, Ruth, Ies idées regues- Semiologie du sté- réotgrpe, París, Nathan, r99r, - -: Lhrgumentation dans Ie drscours, París, Co- lin, zoo6. -, (dir.), fmages de soi dans le díscours. La construction de I'ethos, Ginebra, Delachaux et Niestlé, 1999. -, (ed.), Pragmatique et anályse des turtes,'lel Aüv, Université de Tel Aüv, Département de Frangais, zooz. Barthes, Roland, 'Ia mort de l'auteur", en Ie bru¡'s- sement d.e Ia langue, París, Seuil, 1984, pp. 6r- 67. ["[¿ muerte del autor", en El susurro del lenguaje, trad. de C. Fernández Medrano, Bar- celona, Paidós, rg8z, pp. óS-ztl. La doble naturaleza de la imagen de auro" ' 8 L ( ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) Barthes, Roland, Le plaisir du texte, Paús, Seuil, rg7g. {El ptacer del texto y lección inaugural, trad. de Nicolás Rosa y Oscar Terán, Argentina, Siglo XXI, zooSl. Booth, Wayne, The rhetoric offctbn, Chicago, Chi- cago University Press, 196r. lLa retórica de la fceión, trad. de Santiago Gubern-Nogués, Vir- ginia, Antonio Bosch, t9Z8J. Burke, Sean, Ihe deoth and the ref.Lrn ofthe outhor, cnncism and subjectíuity ín Barthes, Foucauld and Derrida, Edimburgo, Edinburgh Universi§ Press, r992. Diaz, José-Luis, L'ecríuain imaginaire. Scé¡togra- phies auctoriales d I'époque romantíque, Paris, Honoré Champion, zoo7. Foucault, Miehel, "Qu'est-ce qu'un auteur?"[r969], en D?s et écrits, tomo r, ed. de Defert, Daniel y Ewald, Franqois, París, Gallimard, 1994, pp. 789-827. Genette, Gérard, Nouueaux discours du récít,París, Seuil, 1983. Kindt, Thom y Müller, ñ"-garald, The ínrplied= author. Concept and controüersy, Berlín, Wal- ter de Grulter, 2006. Littell, Jonathan, Les bienueíllantes, París, Galli- mard, zoo6. Maingueneau, Dominique, Ie drscours líttéro,ite: N- ratopie et scine d'énoncíatbn,Pat'x, Colin, eoo4. Meizo4 Jér,óme, Pos tures líttémires. Mirrs m úne nto- demes de lhuteur, Ginebra-Parls, Slatkine, zoo7. Sell, Roger D., (ed .), Literary progmatics, Ilndres y Nueva York, Routledge, r99r. Viala, Alain, "Sociopoétique", en Viala, Alain y Moli- nié, Georges (dirs.), Approches de la réception. Sémiostylistíque et sociopoétiEte de Le Clézio, Paús, PUF, r993. Yanoshevs§, Galia, "L'entretien d'écrivain", Reuue des Sciences Humoin¿s, núm. 273, r ,Marges du díalogue, Dominique Viart (ed.), Paús, zoo4, pp. r31-148. -, Les düoours du Nouueau Romon. Esso§ entre- tre¡¡s, débofs, ülle, Ediüonsdu Septentrion, 2006. Aquello que le hacemos decir al silencis:- postura, ethos, imagen de autor. Jéróme Meizoz [...] to imaginario es asumido por díferentes máscaras (personae), escalonadas según la profundidad de la escena (y sin embargo nadie estó detrás) Roland Barthes, R oland Barthes par Roland Barthes ) ) ) ) ) ) ) ) ) C,omo apendice tardío a Postures littéraires [Posturas literarias], y para continuar con los fructuosos intercambios con Ruth Amos- sy y Dominique Maingueneau sobre Ia perti- nencia y la extensión de la noción de "postu- ra", este artículo propone una discusión sobre algunos términos veeinos con los que se ven confrontados tanto los analistas del discurso como los sociólogos de la literatura. I¿-arti- culación entre dichos términos merece ser explicitada y discutida. l¡ haÉ sin una gran ambición teórica, teniendo ya la costumbre de "pensar por casos", como preconizan Re- Tomado de Jéróme Meizoz, "Ce quelion fait dire au silence: posture, ethos, image d'auteur", Argumen- tation etAnalyse ilu Discours [en línea], núm. 3, Ethas discursif et image d'auteur, actualizado el r5 de octubre de zoo9, http://aad.rewes.orS/667, onsultado el z de enero de zor3. vel y Passe¡on, lo que pennite reformular, al contacto con nuevos heclos discursivos, -mrevosfusquejos de teorizaciones; A§uma- mos pues este camino comouna inütación a la discusión, sin endurecer asi las aserciones' En lo que respecta al plano metodoló- gico, la noción de "postura" me parece fun- damental para superar Ia üeja división de tare,as entre lós especialistas'deiasaproxi- maciones internas y externas al texto: una postura de autor implica pues una relación entre los hechos discursivos y las eonductas de vida en el campo l-itg¡g!o.' t Tomo prestada la-noción de "conductas de üda" (Leben$ihrung) de Max-Weber' quien hace de esta una de las nociones-faro para el estudio de las sec- tas protestantes, pero, en un sentido más general' un concepto sociológico 81 -. La ínuencién-dd[ autor
Compartir